Evaluar y analizar el funcionamiento del grupo.
Organizar talleres para optimizar la labor de los equipos
Adiestrar al personal en técnicas de desarrollo personal, comunicación eficaz, resolución de conflictos.
Planificar actividades recreativas.
Evaluaciones psicológicas periódicas que permitan orientar a los jefes o coordinadores en su desempeño y en el desempeño de los miembros del equipo.
Anexo 2
Desarrollo Personal Clave del Éxito
Alejandra Palacios Banchero
A lo largo de nuestra vida aprendemos un conjunto de habilidades personales, emocionales y sociales y de destrezas que influyen en nuestra capacidad para adaptarnos y enfrentar las demandas y presiones del ambiente. Estas habilidades determinan el éxito en nuestra vida e influye directamente en el bienestar general, en la salud y en la eficiencia que demostremos al desempeñar cualquier rol o función dentro de la sociedad en que vivimos.
En instituciones dedicadas a la función de asistencia y ayuda a la población, los funcionarios tienen que interactuar con muchas personas y están expuestos a las características personales de cada una de ellas y a la interacción de emociones muchas veces conflictivas y traumáticas que por lo general los conmueve, los perturba y afecta su bienestar en todos los aspectos de su vida — familiar, laboral, social.
Debe haber desarrollado o puede desarrollar ciertas características personales que le permitan funcionar con efectividad y excelencia y a su vez poder protegerse de las situaciones adversas que se le presentan, pues su ineficacia o su falta de habilidad pueden perjudicarlo y también perjudicar el bienestar de su familia, de sus compañeros de trabajo, de la institución donde labora y las personas a las que les presta servicio.
De allí la importancia de conocer y esforzarnos por desarrollar aquellas capacidades, habilidades y destrezas que nos permitan actuar eficientemente y lograr éxito en lo que realicemos pues lo contrario nos hace vulnerables al malestar y al fracaso.
Este conjunto de habilidades, capacidades y destrezas que hemos desarrollado o vamos a desarrollar, son habilidades cognitivas, habilidades no cognitivas y las de motivación que nos permiten aprender y mejorar.
Las habilidades cognitivas (inteligencia cognitiva) tienen que ver con la memoria, atención, concentración con el razonamiento y las destrezas verbales y numéricas, juicio, análisis y síntesis, abstracción, creatividad etc. .Se trata de habilidades o capacidades generales que nos permiten adquirir conocimientos y nos facilitan el aprendizaje (Cattell,1980)
Estas habilidades están influenciadas en un mayor o menor grado, por las habilidades no cognitivas y motivacionales, que nos impulsan y nos permiten crecer como personas eficientes y saludables.
De allí que nos sorprendamos muchas veces cuando observamos casos de personas "extremadamente inteligentes", casi genios, que tienen un cociente intelectual muy alto y que sin embargo son individuos fracasados, que no funcionan bien en el medio y no logran tener éxito en varios aspectos de su vida. Por otro lado, observamos con asombro, individuos con capacidades intelectuales limitadas y bajo nivel educacional que sin embargo se sienten bien consigo mismas, se relacionan bien con el medio y tienen éxito en lo que realizan.
Las emociones, las experiencias vividas y las fortalezas y habilidades sociales y emocionales que poseamos hacen la diferencia y constituyen un conjunto para lograr funcionar bien y lograr el éxito.
Las habilidades no cognitivas (inteligencia emocional) son aptitudes y competencias que influyen en la capacidad de un individuo para lograr éxito en su manejo de las exigencias y presiones del ambiente (Bar-On, 1997).
La inteligencia emocional, dice Salovey y Mayer (1990), está integrada por un número de componentes que se presume conforman su estructura conceptual y que involucra los siguientes aspectos:
La evaluación y expresión de la emoción del Yo identificación y comprensión de las emociones de uno mismo).
La evaluación y reconocimiento de las emociones de los demás (la apreciación de las emociones de los demás).
La regulación de las emociones de sí mismo y la de los demás (la dirección y meta de las emociones de uno mismo, al estado de ánimo y a la evaluación y el cambio de nuestras emociones. También incluye la habilidad para alterar las reacciones afectivas de los demás).
El uso de la emoción para facilitar el rendimiento (dirigir las emociones hacia el servicio de un objetivo, siendo esencial para la atención selectiva y la automatización entre otros).
Repasemos entonces los componentes y subcomponentes que intervienen en la inteligencia emocional según Bar-On:
A. Componente Intrapersonal. (Tiene que ver con el yo interior) .
1. Conocimiento emocional de sí mismo. Es la habilidad para conocer nuestros sentimientos y emociones y poder diferenciarlos y conocer el por qué de los mismos.
2. Asertividad. Habilidad para expresar sentimientos, creencias y pensamientos. Defender nuestros derechos de una manera constructiva, sin dañar los sentimientos de los demás.
3. Autoestima. Habilidad para comprender, aceptar y respetar lo positivo y negativo de nosotros mismos, así como nuestras posibilidades y limitaciones.
4. Autorrealización. Habilidad para realizar y disfrutar lo que realmente podemos y queremos.
5. Independencia. Habilidad para autodirigirse, sentirse seguro de sí mismo en pensamiento y acciones y poder tomar decisiones con libertad.
B. Componente Interpersonal. (Habilidades y desempeño interpersonal)
6. Empatía. Habilidad para percatarse, comprender y apreciar los sentimientos de los demás.
7. Relaciones Interpersonales. Habilidad para establecer y mantener relaciones satisfactorias con otras personas.
8. Responsabilidad Social. Habilidad para demostrar que es un miembros constructivo del grupo social.
C. Componentes de Adaptabilidad. (Capacidad para adecuarse a las exigencias del entorno y para enfrentar situaciones problemáticas).
9. Solución de Problemas. Habilidad para identificar y definir los problemas y generar e implementar soluciones efectivas.
10. Prueba de la Realidad. Habilidad para evaluar la correspondencia entre lo que se experimenta (lo subjetivo) y lo que realmente existe (lo objetivo).
11. Flexibilidad. Habilidad para adecuar las emociones, pensamientos y conductas a situaciones y condiciones cambiantes.
D. Componente de Manejo de Estrés. (Habilidad para resistir las tensiones y el control).
12. Tolerancia al Estrés. Habilidad para soportar y enfrentar las tensiones y el estrés, sin sobresaltos ni ansiedad.
13. Control de Impulsos. Habilidad para resistir o demorar los impulsos o tentaciones para actuar y controlar las emociones.
E. Componente del Estado de Animo General. (Capacidad para disfrutar de la vida, su visión del mundo y el sentimiento de contento general).
14. Felicidad. Habilidad para sentirse satisfechos con sus propias vidas y para disfrutar de sí y de otros y para divertirse y expresar sentimientos positivos.
15. Optimismo. Habilidad para buscar el lado más provechoso de la vida y mantener una actitud positiva aún ante la adversidad.
El conocimiento de sí mismo, la asertividad, la empatía, la prueba de la realidad y el control de impulsos dan como resultado la forma como solucionamos los problemas, nos autorrealizamos, somos o no felices y afecta las relaciones interpersonales. Pero todos estos factores dependen de la independencia, la responsabilidad social, el optimismo, la flexibilidad, la tolerancia al estrés y el autoconcepto.
Estas habilidades aplicadas al trabajo promueven: la labor en equipo, la productividad, la calidad y el compromiso dentro del ámbito laboral. Mejora la calidad de vida del funcionario y permite mantener relaciones saludables con los compañeros de trabajo, familiares, amigos y vecinos.
En el estudio que realizáramos sobre el trabajador que labora en función de ayuda y servicio en Perú (Palacios A., 2000), en base a una evaluación de la inteligencia cognitiva general y los componentes de la inteligencia emocional arriba descritos y cuyos resultados arrojaron el siguiente perfil psicológico de estos trabajadores:
"Inteligencia cognitiva a nivel promedio y adecuada capacidad mental; facilidad para el aprendizaje y rápida adaptación; perseverancia, buen juicio y moral alta, inteligencia emocional o habilidades no cognitivas bien desarrolladas. Capacidad adaptativa arriba de los esperado, que le permita resolver problemas con éxito. Buena capacidad empática, flexibilidad, amplitud de criterio. Libre de prejuicios, saber establecer diferencias entre lo objetivo y subjetivo, ser capaces de, controlar sus emociones y sus impulsos y saber manejar muy bien el estrés. Poseer además un conocimiento de sí mismos y una autoestima adecuada. Su actuación debe ser asertiva y con un estilo preferentemente negociador en el manejo de conflictos."
En conclusión, deben ser personas bien ajustadas, con una adecuada capacidad mental general y capacidad emocional y social bien desarrolladas. Asertivos en sus respuestas a las demandas sociales y negociadoras al enfrentar los conflictos.
Estas habilidades y destrezas, según varios autores, se desarrollan con el tiempo y la experiencia, cambian a través de la vida y pueden mejorar con el entrenamiento, lecturas de autoayuda, programas remediables y técnicas terapéuticas.
Hay que recordar que al interactuar con otras personas se movilizan muchos factores y entre ellos, traumas psicológicos con repercusiones en la vida, la salud. El desempeño de las personas y sus repercusiones en la sociedad son factores importantísimos que hay que tomar en cuenta. Por ello, el trabajador debe contar con todos los recursos disponibles y el de mayor importancia es el de contar con las habilidades y destrezas necesarias a la hora de cumplir con su labor.
Anexo 3
¡Olvida, perdona y neutraliza esa pesada carga que es la culpa, el rencor, el odio!
Alejandra Palacios Banchero
En toda acción percibida como crítica, injusta, violenta, intervienen tres elementos:
La herida o daño o perjuicio causado con la acción violenta.
La deuda, dolor o sentimientos negativos (ira, frustración, amargura, odio, rencor, culpa) que acompañan el recuerdo de la experiencia y que nos engancha emocionalmente al que nos causó la herida.
La cancelación o anulación de la deuda o liberación, que deviene de la satisfacción, reparación, reconciliación, devolución o el olvido y el perdón.
No son los hechos los que nos hacen sufrir sino el significado que le dimos al acontecimiento. Es el cómo cada quien percibe, ve, oye y siente la experiencia y como lo grava en su memoria, junto a las reacciones corporales y de conducta que acompañan a esas emociones, lo que nos hace sufrir y nos "engancha" con la situación y con aquel que nos hizo o que creemos nos hizo daño.
De cómo percibimos los hechos depende de nuestra personalidad, de nuestras experiencias, del control que tengamos sobre nuestras emociones, de la forma como enfrentamos y resolvemos nuestros problemas y de la decisión, voluntad y esfuerzo que realizamos para cambiar el recuerdo de esa experiencia vivida.
Buscar la satisfacción, reparación, reconciliación o devolución inmediata es con frecuencia imposible –o se tarda demasiado o nunca se logra–. La herida permanece abierta, nuestro dolor no se cura y nos convertimos en personas angustiadas, frustradas, amargadas, malhumoradas, temerosas, pesimistas, solitarias, obsesivas, culpables, agresivas, conflictivas y enfermas, pues el recuerdo y las emociones negativas, nos causan problemas físicos y psicológicos.
Para liberarnos de la pesada carga del recuerdo que lastima y limita debemos primero olvidar y luego perdonar.
Olvidar es una de las funciones de la memoria que nos permite liberar de nuestra conciencia, el dolor que acompaña las experiencias penosas.
El tiempo para olvidar es muy personal y es involuntario.
No se pueden cambiar los hechos, pero si la experiencia de los mismos. Es decir, podemos esforzarnos por transformar el recuerdo y acelerar el proceso del olvido.
Transformar el recuerdo significa recordar y contemplar los hechos a distancia, neutralizando las emociones, colocándonos inclusive, en el lugar de otras personas, sin juzgar, sin criticar, sin comparar, sin compadecerse, sin pena ni culpas, eliminando toda emoción negativa que está en nuestra memoria y que determina como hemos percibido la experiencia, para así estar en capacidad de perdonar.
Perdonar es liberar de la deuda o neutralizar (olvidar) las emociones ligadas al recuerdo de la experiencia o de aquel que nos causó el dolor.
Sin embargo, el perdonar no borra el daño, no exime de responsabilidad al ofensor, ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida. Perdonar es un proceso complejo que solo nosotros mismos podemos hacer.
Perdonar no es aceptar pasivamente la situación, dejar hacer a la otra persona o culparse porque piensa que lo provocó.
Perdonar no es olvidar o negar la ofensa y dejar que el tiempo o Dios se hagan cargo. Tampoco es culpar a otros, a las circunstancias o al destino.
Perdonar no es justificar, entender o explicar por qué la persona actúa o actuó de esa manera.
Perdonar no es esperar por la restitución, por una satisfacción, por alguna explicación a la conducta violenta.
Perdonar no es obligar al otro a que acepte tu perdón o decirle "te perdono" para hacerlo sentir "humillado" . Tampoco es buscar u obligar a la reconciliación.
Perdonar es, en primer lugar, reconocer nuestros errores y perdonarnos a nosotros mismos. Esto es, aceptar lo que no podemos cambiar, cambiar lo que podemos y aprender a establecer diferencias, sin remordimientos, sin culpas, sin odios ni rencores.
Perdonar es buscar la solución a los conflictos, apartando de nosotros, todo sentimiento negativo como el rencor, odio, culpa, rechazo, deseos de venganza, pues son sentimientos inútiles que esclavizan y crean mayor frustración, mayor desesperanza.
Cuando no perdonamos no tenemos alegría ni paz. Nos volvemos impacientes, poco amables, nos enojamos fácilmente causando rivalidades, divisiones, partidismos, envidias.
Cuando no perdonamos, nuestras ideas y pensamientos se vuelven destructivos, pesimistas, erróneos; perdemos la confianza y respeto por nosotros mismos, desarrollamos conductas que crean mayores conflictos y nuestro modo de vida y nuestras relaciones con los demás, quedan afectadas.
Cuando no perdonamos estamos permitiendo que nuestra salud, nuestro crecimiento personal, nuestro desarrollo y nuestra vida, esté gobernada por la decisión y la conducta de alguien o algo que no nos agrada o que nos ofendió o nos perjudicó.
Olvidar y perdonar nos permite en primer lugar, controlar nuestras emociones y reacciones. Eleva la autoestima, nos da mayor seguridad y confianza. Facilita la recuperación de la habilidad para aprender, discriminar y seleccionar nuestras respuestas ante situaciones futuras. Aprenderemos además, a actuar con madurez y sabiduría frente a la adversidad.
Olvidar, perdonar y perdonarnos, aunque doloroso, es deshacernos de la pesada carga de la culpabilidad, la amargura, la ira que nos embarga cuando nos sentimos heridos.
Es abrir caminos hacia la esperanza de nuevas oportunidades. Es crecer y desarrollarnos como personas positivas, libres para vivir en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás.
"Perdonar es el valor de los valientes.
Solamente aquel que es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar."
Anexo 4
¿Qué puedo hacer si estoy en riesgo de mostrar un comportamiento violento?
Alejandra Palacios Banchero
Es normal sentirse enojado, frustrado, cuando se tienen problemas, las cosas no salen como tú quieres o te sientas amenazado, traicionado o humillado.
Pero la rabia, la cólera y la frustración no justifican una respuesta violenta o que la desplaces a otras más vulnerables.
La rabia, la cólera es una emoción fuerte que es difícil de dominar, pero solo nosotros tenemos la capacidad para controlarnos, dominar la ira y mantenernos siempre calmados y serenos ante cualquier situación de conflicto o frustración.
Cuando estas enojado, con rabia y te descontrolas, probablemente sientas que tus músculos se tensan, tu pulso se acelera, sientes como un nudo en la garganta o "mariposas" revoloteando en tu estómago, tienes la respiración agitada, tiemblas, te ciegas, no escuchas, no ves nada, no razonas, no piensas. Todo lo ves negro. Das paso a la ira y actúas impulsivamente, sin lógica ni razón.
Puedes reducir la cantidad de adrenalina responsable de que tu corazón lata en forma más acelerada, tu voz se escuche más fuerte y tu puño se apriete, haciendo lo siguiente:
Cierra por un momento los ojos
Toma lentamente, aire por la nariz y respira profundo, concentrándote en tu respiración. Expira el aire por la boca, lentamente.
Trata de imaginar que estás en una playa, en un lago, o en cualquier lugar en donde te sientas calmado y en paz. Intenta otros pensamientos o acciones que te hayan ayudado a relajarte en el pasado.
Concéntrate y repite para ti mismo: "calma"…"mantén la calma"… "estoy calmado"…"no necesito probarme a mí mismo nada". "no necesito demostrar que soy el más fuerte, que yo tengo que dominar la situación" ,"no le voy a seguirle el juego a el/ella", "puede ser que yo no tenga la razón". Puedo controlarme…puedo pensar…estoy tranquilo…no voy a caer en el juego…todo tiene solución….
Aléjate inmediatamente del lugar y busca alguna forma de descargar la tensión (camina, habla con alguien desahógate). Haz un esfuerzo para que drene tu furia, tu ira sin arremeter contra nadie.
Busca varias alternativas de solución.
No tienes que probar ni demostrar nada a nadie…
RELÁJATE CONTRÓLATE ESCUCHA PIENSA NEGOCIA LUEGO ACTÚA |
A lo largo de nuestra vida atravesamos por etapas que significan conflicto, renuncia, frustración, dolor, duelo, pero también significan proyectos, esperanza, ilusión, lucha y adaptación.
De cada uno de nosotros va a depender el énfasis en el dolor, la miseria, la deprivación, el conflicto, la venganza, el desinterés, la violencia, la pasividad y la frustración, o dedicar las energías físicas y psíquicas, espirituales, morales y toda la entereza de la que somos capaces para reconstruirnos y buscar con optimismo y fe, oportunidades dentro de esa adversidad y el conflicto propio y ajeno; es decir, desarrollarnos como personas sanas y provechosas para nosotros, nuestra familia y para la sociedad en que vivimos.
1. Analiza la situación.
2. Considera las consecuencias.
3. Piensa antes de actuar
4. Busca primero en ti, la causa de tus tensiones, de tu malhumor.
5. No discutas o pelees delante de otras personas. Los asuntos se deben de discutir en privado, lejos de espectadores y curiosos.
6. No necesitas exhibirte ante los demás como el más fuerte, el que domina y manda, el más poderoso
7. No trates de imponer tu voluntad, tus deseos. Ponte en el lugar de la otra persona.
8. Razona. Pregúntate a ti mismo si realmente te provocaron o eres tu el que provoca la crisis.
9. Trata de encontrar una explicación neutral o positiva sobre lo que esa persona hizo para provocarte.
10. Habla, dialoga, sin exaltarte, sin insultar, sin desmerecer, sin agredir.
11. Escucha sin interrumpir, espera que la otra persona exponga sus motivos. Escucha no solo con los oídos, observa el tono de voz, los gestos, las actitudes, los sentimientos y emociones.
12. Que tu meta sea desafiar el conflicto o el problema y no a la persona.
13. Trata de ponerte en el lugar de la otra persona.
14. Aprende a reconocer qué te altera y qué tan furioso te hace sentir.
15. Aprende a pensar en los beneficios que puedes obtener controlando tu cólera y las consecuencias que te traen perder el control.
16. No desahogues en tu familia, tus frustraciones, tus temores, tus complejos.
17. Antes que todo, permanece sereno y piensa.
18. Solo tú tienes el poder de controlar tu propio comportamiento. No permitas que la ira te controle a ti..
19. Recuerda, el pendenciero, el soberbio, el prepotente agranda el conflicto y crea odios y resentimientos en la mayoría de las veces, irreconciliables.
Algunos ejercicios para relajarte y descargar el enojo, la cólera.
Bostezo
Cierra los ojos.
Aspira aire contando hasta 10.
Expira contando hasta 10.
Siente el aire pasar por tus nariz, por tu traquea.
Siente como tus pulmones se expanden.
Suspira fuerte.
Haz con la boca y la nariz los movimientos que haces cuando bostezas.
El bostezo viene naturalmente. No lo reprimas, al contrario, amplía los movimientos como lo hacen los niños o los perros.
Descargar la ira, la cólera
Busca un lugar tranquilo.
Cierra los ojos. Aíslate en calma.
Distiende el cuello volviendo la cabeza de izquierda a derecha varias veces seguidas.
Aspira profundo.
Expira a fondo.
Cuenta hasta 5.
Aspira por la nariz 8 veces seguidas contando hasta 8
Expira por la nariz contando hasta 8..
Relaja el rostro.
Contraiga te como si tuvieras que levantar pesas, con la respiración bloqueada.
Relájate. Sopla,
Sonríe varias veces.
Toma conciencia de la calma que acaba de entrar en ti.
Manejando la cólera
Si haz experimentado una situación frustrante, violenta, respira profundo y cuenta hasta 10. Se fuerte, mantén la calma y la serenidad. Esto te permitirá analizar mejor la situación y buscar soluciones más acertadas y más convenientes para ti y para los otros, sin llegar a la violencia.
Expresa tus críticas, tu disconformidad, tu cólera o frustraciones sin perder el control o peleando o agrediendo. Pregúntate a ti mismo si tus respuestas son seguras, correctas y razonables. Busca alguna alternativa de solución.
Si en el momento no encuentras la solución, retírate. No permitas que la ira te ciegue y reacciones con descontrol.
Busca un lugar tranquilo y solitario. Toma una almohada o un cojín y comienza a golpearlo y a gritar todo lo que sientes. Grita y golpea el cojín o la almohada hasta que sientas que haz sacado todo el "veneno" que tienes dentro.
Una vez que hayas descargado toda la cólera, trata de visualizar fríamente la situación. Ve la situación como una película o como si le hubiera ocurrido a otra persona.
Haz luego un inventario de la situación, de los hechos que ocurrieron, de tus reacciones y de las reacciones de los otros. Anótalas en un papel.
Colócate en el lugar de la otra persona. Aprende a "escuchar" a la otra persona y trata de "ver" su punto de vista.
Trata de buscar alternativas de cómo se hubiera resuelto cada punto que anotaste sobre el problema o la situación. Analiza tus pensamientos, tus ideas, tus emociones y tu comportamiento.
Intenta practicar algunos ejercicios de relajación, meditación y/o imaginería. Esto te ayudará a relajarte y a sentirte más tranquilo.
Haz ejercicios físicos. Practica algún deporte. Camina, corre. Cualquier ejercicio físico que hagas te ayudará a descargar las tensiones y a sentirte mejor.
Ríe, aprende a reír, la riza es un remedio infalible. Ríe de la situación, de los problemas, las cosas que te pasan. Te dará una mejor visión de la vida y te ayudará a relajar las tensiones.
Anexo 5
¡No estoy loco!
Alejandra Palacios Banchero
Si te duele una muela, vas al dentista, si tienes un problema de salud, vas donde un médico, si tienes un problema legal, consultas con un abogado, si tienes un problema financiero, llamas a un contador o a un economista. ¿Por qué no consultar a un psicólogo o a un psiquiatra cuando me siento nervioso, intranquilo, angustiado, tengo problemas emocionales o no puedo comunicar mis ideas, mis pensamientos o mis sentimientos a los demás, o mi comportamiento me causa problemas o causa problemas a otros o no logro salir adelante y progresar?
El común de la gente tiene la idea de que consultar con un psicólogo o un psiquiatra y asistir a una psicoterapia significa que uno está "loco" o que es un "enfermo mental".
Esta idea irracional de que los psicólogos y los psiquiatras tratan solo a "locos" proviene probablemente de la aureola de misterio y secreto que se ha creado entorno a estos profesionales. Persiste además la idea de que "los trapitos se lavan en casa" y "no es bueno" que otras personas se enteren de nuestros problemas. Hay temor a demostrar nuestras incapacidad o limitaciones, nos resistimos a que otros conozcan "nuestros secretos" o por la resistencia al cambio y las defensas que utilizamos al adaptarnos a situaciones nuevas o diferentes o por temor e ignorancia de la labor que cumplen estos profesionales.
Los avances de la ciencia y de la tecnología, además de los estudios que se han realizado y se realizan en la actualidad, nos proporcionan un conocimiento cada día más profundo del ser humano y de sus manifestaciones. La psicología, ciencia que estudia los procesos mentales y la conducta de las personas, nos puede informar cómo los seres humanos sienten, piensan, aprenden y conocen para adaptarse al medio que les rodea y nos ayuda a conocer y explicar su comportamiento a través de diferentes teorías, además de predecir sus acciones futuras pudiendo intervenir sobre ellas.
Todos, en algún momento de nuestras vidas, como seres humanos que somos y que interactuamos dentro de una sociedad, nos hemos enfrentado a conflictos y traumas. Nuestra adaptación a ciertas circunstancias y hechos pueden haber sido difíciles y dolorosos. Es probable que el sufrimiento nos haya causado trastornos y síntomas que nos han limitado o incapacitado para encontrar la solución a nuestros problemas por nuestros propios medios.
Algunos pueden haber acudido a un familiar o persona de confianza; se alivió el sufrimiento y el problema, aparentemente se solucionó. Pero en muchos casos y en especial aquellos en los que no se han aportado soluciones, los problemas y síntomas permanecen y afectan nuestra vida personal, nuestra vida laboral, nuestra vida familiar.
La terapia aplicada por un profesional de la psicología o la psiquiatría, es una asistencia o ayuda que se diferencia de la ayuda informal porque proviene de una persona formada y autorizada para prestar esa ayuda. Lo apoyan además, teorías científicas que le permiten determinar el origen de los trastornos y la forma de aliviar sus consecuencias
Ir a un tratamiento con un profesional de la psicología o la psiquiatría no nos limita ni nos incapacita. Es un profesional especialmente entrenado para brindarnos ayuda solidaria, para lograr una mejor comprensión y aceptación de nosotros mismos y cambiar nuestras actitudes hacia nosotros, hacia los demás y hacia el mundo en general. La terapia que nos brindan constituye una situación de aprendizaje en la cual se va a producir una reeducación emocional y una reestructuración o entrenamiento de la funciones de comunicación y de relación, las cuales se consideran afectadas en la persona.
Es un campo privilegiado donde la persona tiene la oportunidad de tomar conciencia y lograr verse como realmente es y no como creía ser. Nos revela el sentido de las conductas que en lo cotidiano de la vida parecen neutras, aunque se sufra por ellas. Así, los síntomas o trastornos van resultando significativos en la medida misma que vamos comprendiendo el papel que juegan en nuestra vida y nuestra salud.
El objetivo entre otros, es disminuir el sufrimiento y el malestar psíquico, los sentimientos de angustia; eliminar o adecuar los sentimientos de insuficiencias, logrando una mejor aceptación de sí mismo; desarrollar habilidades y capacidades que están en déficit y crear una mayor disposición hacia las relaciones interpersonales, disminuyendo o eliminando sus trastornos en la comunicación con los otros y la inadecuada resolución de conflictos; excluyendo con realidades, información y lógica, los mitos, creencias e ideas irracionales que nos provocan dificultades emocionales y de comportamiento; disminuyendo o eliminando diversos trastornos psíquicos y somáticos que como consecuencia de los primeros (o a la inversa) están presentes en nosotros y por último, lograr que el pasado no nos agobie, vivamos el presente y planifiquemos nuestro futuro con expectativas positivas. En otras palabras, nos ayuda a mejorar nuestra salud mental, familiar, laboral y social.
El sentirse devaluado e indeseable es en la mayoría de los casos, la base de los problemas humanos. C. Rogers
Anexo 6
Ante la pérdida
De un ser querido
Alejandra Palacios Banchero
Has pasado momentos terribles con la pérdida de tu ser querido. Así lo entendemos y lo reconocemos.
Permíteme ayudarte con una serie de informaciones que pueden servirte para comprender mejor tus reacciones y poder manejar tu dolor.
Ante la muerte de una persona muy querida las personas reaccionan de diferente manera y recuperarnos requiere tiempo y energías.
El duelo es un proceso muy doloroso con reacciones y síntomas que son totalmente normales y esperados. Puedes sentir: incredulidad, rabia, tristeza, insensibilidad, resentimiento, miedo, angustia, culpa, soledad, alivio, apatía, intranquilidad, sensación de oír o ver al ser querido, cambios de humor, cansancio, insomnio, dolor de cabeza, pesadillas, problemas estomacales, imágenes que de pronto te vienen a la mente, sensación de un nudo en la garganta, desinterés, falta de concentración, no parar de hacer cosas, entre otros.
La muerte de un ser querido es como una herida que deberá cicatrizar. Pero este proceso no es fácil ni inmediato, ni tampoco es igual para todas las personas. Nos podemos demorar unos cuantos unos cuantos meses o unos años y depende de nuestra personalidad, de la intensidad y calidad del amor que sentíamos hacia esa persona; de la forma en que murió, del apoyo y comprensión de nuestra familia, nuestros amigos, de la comunidad; de poder o no comunicar nuestros pensamientos, ideas y sentimientos a los demás con libertad y confianza y sin temores; de poder afrontar y resolver los problemas que suceden al mismo tiempo y que empeoran nuestra situación.
Todo proceso de duelo, al igual que la cicatrización de una herida, pasa por diferentes etapas y cada una de ellas puede tener diferente duración.
Cuando recién nos enteramos de la noticia, no creemos lo que ha pasado, estamos confundidos, inquietos, angustiados, lloramos, tenemos problemas con nuestro estómago, sentimos dolor en el pecho, hacemos cosas sin objeto y sin sentido, nuestro sueño y nuestro apetito no es igual.
Va pasando el tiempo y al ir aceptando la situación, nos sentimos nerviosos por la separación, culpables, malhumorados, agresivos, frustrados, con miedos, añoranza y llanto. Podemos sentir a la persona muerta, soñar con ella, no creer lo que nos está pasando, hacer cosas como si el o ella estuviera todavía vivo.
Pasamos luego a un estado en el que queremos estar solos, descansar, nos volvemos impacientes, fatigados, débiles, faltos de sueño, desesperados, desamparados, impotentes, sentimos que debemos hacer algo ara sentirnos aliviados y salir de este estado. Sentimos algo idéntico a una depresión.
Vamos luego aceptando la pérdida y volvemos a ser otra persona, cambiamos nuestro estilo de vida, retomamos el control de nuestras vidas, abandonamos los papeles que cumplíamos antes, buscamos un significado a las cosas, perdonamos y olvidamos.
Podemos dormir mejor porque nos estamos recuperando. Es decir, nuestra herida está cicatrizando.
Una vez cicatrizada la herida, realizamos los cambios necesarios para darle sentido y propósito a nuestras vidas, recuperamos nuestra autoestima y orientamos nuestro interés hacia otros y lograremos vivir.
Algunas personas hallarán consuelo acudiendo a su comunidad religiosa, a sus amigos, a sus familiares, haciendo ejercicios físicos, dedicándose más al trabajo, acudiendo a un profesional que lo ayude, procurando estar con otras personas en la misma situación.
Pero, si pensamos que el alcohol o las drogas nos pueden aliviar, estamos muy equivocados. No nos ayudará y los problemas se agrandarán. Tampoco se sentirá alivio cambiando de casa o de ciudad, el dolor lo llevamos con nosotros a donde vayamos.
Cicatrizaremos más fácil nuestra herida, buscando información acerca de lo que es y lo que se siente durante el duelo, cuánto dura, qué factores modifican o alteran el proceso de cicatrización. Recordando las circunstancias relacionadas con la muerte, podrán venir a nuestra memoria, los detalles y las cosas que realmente pasaron y así recordaremos al ser querido sin culpa ni rabia. Aunque es muy doloroso, esto permite una mayor descarga de la angustia y el dolor. Es como la cura que hacemos a la herida abiertas antes de que se inicie el proceso de cicatrización.
Reconociendo y tratando cada uno de los componentes de nuestro dolor y realizando actividades para superarlos, la herida se irá cerrando. Recuperando nuestra realidad, nuestro sentido de la vida, nuestra personalidad y la confianza en el mundo, estaremos estableciendo las bases para un futuro sano y seguro en la comunidad, con nuestra familia y nuestro dolor. Queda la cicatriz que, como toda herida, molestará de vez en cuando.
Es importante recordar que:
No todas las personas reaccionan igual a la muerte de un ser querido.
Pensar que nuestro mundo se ha vuelto confuso e inseguro, es normal en estas circunstancias.
La muerte de un ser querido no se supera, uno se recupera y esto molesta de vez en cuando, como lo hace cualquier herida.
Revivir la experiencia de la muerte del ser querido facilita la recuperación. El duelo que no se habla es duelo que no cicatriza.
La mejor ayuda y apoyo que podemos obtener está en nuestra propia familia. Compartamos nuestro dolor y hablemos de él con libertad y amor.
Disimular nuestro dolor no es bueno, no permite la comunicación con otros familiares que pueden estar sintiendo lo mismo.
Perdonemos y olvidemos. Comencemos a asumir el control de nuestra vida, realicemos los cambios necesarios para recuperar nuestra realidad, nuestra personalidad y darle un nuevo sentido a nuestra vida.
En unión de nuestra familia, compartamos el dolor y construyamos un futuro de confianza, seguridad y esperanza
Referencias
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Autora:
Lic. Alejandra Palacios Banchero
Licenciada en Psicología
Psicóloga Clínica y Comunitaria
Especialista en resolución de conflictos
Conciliadora Extrajudicial especialista en Familia y Mediación Escolar
Investigador Social
Miembro del Equipo Multidisciplinario de la Asociación Civil Casas Don Bosco. Caracas
Miembro fundador de la Federación Latinoamericana de Emergencias y Desastres
Miembro de la Sociedad Peruana de Psicología de Emergencias y Desastres
Miembro fundador y representante de la Sociedad Peruana de Resiliencia
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