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La caida del muro de Berlin


Partes: 1, 2

  1. Marco teórico
  2. Análisis
  3. Conclusiones
  4. Referencias

Marco teórico

A. EL ESTALLIDO DE LA GUERRA FRIA

Tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el paisaje europeo era dramático.

Desde el punto de vista humano, millones de personas que habían sobrevivido a la barbarie bélica se veían abocadas al hambre, al frío, a las enfermedades y a otras penurias en medio de ciudades y campos arrasados. Desde el punto de vista social, la caída de los estados fascistas y la reordenación de los límites había provocado un complejo movimiento de masas, con gentes que huían de las represalias, trabajadores forzados y prisioneros de guerra que regresaban a sus hogares. Y, desde el punto de vista político, la paz parecía no encontrar acomodo entre los aliados, cuyas tensiones derivaron en lo que se dio en llamar "Guerra Fría".

Pero no es lógico pensar que, después de la más devastadora de las guerras, cuyo tremendo poder destructor había provocado la muerte de unos cuarenta y cinco millones de personas, arrasado gran parte del aparato productivo y dejado en la retina humana el horror de la bomba atómica, la única causa de una tensión que amenazaba con desencadenar un conflicto más terrible aun fueron las divergencias ideológicas entre los antiguos aliados.

Todo parece indicar que inicialmente ni EE.UU. ni la Unión Soviética tenían el propósito, al desaparecer el enemigo común, de repartirse el botín. La idea de una conspiración comunista para dominar el mundo resulta tan fantástica como la de un plan del imperialismo capitalista con el mismo cometido. Observando con perspectiva histórica la evolución de los hechos que desembocó en la división de Europa simbolizada en Alemania, queda claro que la Unión Soviética no la dio por válida hasta que tuvo la evidencia de que no controlaría el conjunto del país a través del Partido Comunista, tal como ya se había producido en la Europa Oriental.

Resulta más razonable creer que fue la misma dinámica de los acontecimientos la que arrastró a las potencias occidentales y a la oriental a configurar dos bloques ideológicos antagónicos. Una dinámica en cuya orientación no fueron ajenos el talento autoritario de Stalin y el dogmatismo anticomunista de Truman, así como las escasas dotes para la diplomacia de personajes como el soviético Andrej Zdanov y el estadounidense Dean Alheson.

B. LA PARTICION DE ALEMANIA Y LA DEFINICION DE LOS BLOQUES

El proyecto de los aliados para Alemania, tal como se estipuló en Postdam, entre el 17 de Julio y el 2 de Agosto de 1945, era constituir una entidad estatal unificada, cuyo potencial administrado por los aliados tenía por objetivo impedir que volviera a desempeñar un papel protagonista en la escena internacional. De acuerdo con esto, una Comisión interaliada convertida en órgano superior de gestión debía asumir la administración de Alemania sectorizada en áreas de influencia; pero tal objetivo no pudo llevarse a cabo debido a que pronto surgieron divergencias en la interpretación de los pactos, que no pudieron resolverse en las conferencias celebradas en Moscú, París y Londres entre 1946 y 1947.

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La rápida evolución en favor de la URSS en la Europa oriental, como consecuencia de la situación postbélica y la presencia del Ejército Rojo, determinó una amplia área de influencia comunista cuya imaginaria línea demarcatoria, que iba de Stettin a Trieste, recibió de Churchill la gráfica denominación de "telón de acero". A partir de 1947, año en que empieza a hablarse de "guerra fría", los acontecimientos que consagraron la ruptura entre los antiguos aliados se precipitaron. Los gobiernos de coalición previstos para los países de la Europa oriental no fueron duraderos. El proceso de concentración del poder efectivo en manos de los partidos comunistas nacionales, iniciado desde el mismo fin de la guerra, afectó a Bulgaria, Rumania, Albania, Polonia, Hungría y la en ese entonces Checoslovaquia. La creación por Stalin de la "Kominform" (Oficina de información comunista), en septiembre de 1947, destinada a asegurar la cohesión de los regímenes prosoviéticos, la guerra civil de Grecia (1946- 1949) y el golpe de Praga (1948) tuvieron su respuesta en el feroz anticomunismo de la doctrina de Truman, la aplicación del plan Marshall de ayuda económica a las democracias europeas, la consumación de la alianza atlántica con la creación en 1949 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que contribuyeron a ahondar las divergencias de uno y otro bando y a tensar las relaciones hasta límites peligrosos para la paz mundial.

Ante el temor de la expansión del comunismo en Europa y la gravedad de la situación económica, las potencias occidentales tomaron una serie de medidas que marcaron la profundidad de la grieta ideológica entre los vencedores. Mientras en su sector la URSS organizaba la economía y la sociedad de acuerdo a principios comunistas, EE.UU., Gran Bretaña y Francia fusionaron los suyos y pusieron todos los medios para una rápida reconstrucción del país. En este sentido, los aliados occidentales no sólo condonaron gran parte de las indemnizaciones de guerra de las que Alemania era deudora, sino que aportaron

importantes cantidades de capital, sobre todo a través del plan Marshall estadounidense, que derivaron en la reforma monetaria de 1948 y en la creación de un marco de gran fortaleza, cuya introducción en la zona soviética provocó, como reacción más espectacular y preludio de la división del país, el bloqueo de Berlín, entre el 24 de Junio de 1948 y el 12 de Mayo de 1949.

La partición de Alemania se consumó con la constitución de la República Federal de Alemania por los occidentales, el 23 de Mayo de 1949 y de la República Democrática de Alemania por los rusos, el 7 de Octubre del mismo año, entidades estatales que no ejercieron su soberanía hasta la derogación del Estatuto de Ocupación en 1955.

C. EL MURO DE BERLIN, LA FRONTERA DEL MUNDO

A principios de la década de los 60, la guerra fría alcanzó un alto grado de tensión y las dos Alemanias fueron el escenario donde EE.UU. y la URSS parecían querer dirimir sus diferencias. En ese clima de crispación ideológica, en el que el espionaje de uno y otro bando encarecía las relaciones internacionales, miles de ciudadanos germano-orientales huían de la persecución política hacia la Alemania Occidental.

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La escalada de tensión en Berlín, situada en territorio dominado por el ejército rojo y dividida en sectores administrados por potencias occidentales (EE.UU., Gran Bretaña y Francia por un lado y la URSS por el otro), se debió, entre otras causas, a las elecciones llevadas a cabo en ella y a la introducción de una nueva moneda en Alemania occidental, cuya fortaleza alteró los planes del desarrollo económico comunistas. La URSS no aceptó la introducción del marco occidental en el país y prohibió su circulación en Berlín alegando que conculcaba los acuerdos firmados.

El contraste de los niveles de vida en uno y otro lado se hizo evidente y ello contribuyó a fomentar la fuga constante de ciudadanos alemanes al sector Oeste.

Tras exigir Jruschov la retirada de Berlín de todas las tropas de ocupación, el 13 de Agosto de 1961, fuerzas de seguridad germano- orientales cerraron con alambres de espino o ladrillo y cemento sesenta y ocho de los ochenta puntos de comunicación entre un sector y otro de la ciudad.

D. EN PRO DEL EQUILIBRIO Y LA PAZ

Cuarenta años después de la fundación del Estado alemán occidental, la política de Bonn presentaba un apreciable balance de éxitos. La República Federal de Alemania era una importante potencia media, orientada hacia el equilibrio y la paz. En la OTAN prestaba una importante contribución a la seguridad y a la política de paz de Occidente. La Comunidad Europea, impulsada por la voluntad de Francia y de la República Federal Alemana, avanzaba hacia la Unión Europea.

La situación de partida había sido desastrosa, casi sin esperanza. El Reich Alemán había sido derrotado, dividido y desarmado; económicamente se encontraba por el suelo. Los territorios del Este de la línea Oder-Neisse estaban bajo administración polaca y una parte de Prusia Oriental había sido incorporada a la Unión Soviética. Alemania Occidental estaba inundada por doce millones de fugitivos. La mayoría de las ciudades en ruinas y los servicios públicos destruidos. Hasta fines de 1947 se habían realizado sin éxito seis conferencias de ministros de Relaciones Exteriores de las cuatro potencias vencedoras. Moscú había bloqueado toda la posibilidad de entendimiento. En 1949 entró en vigencia la Ley Fundamental (moderna Constitución de la República Federal de Alemania orientada hacia los modelos occidentales). En 1949 el Canciller Federal Konrad Adenauer (presidente de la Unión Cristiano-Demócrata y primer jefe de gobierno de la RFA) había señalado que sus objetivos de política exterior más importantes eran la incorporación en la comunidad de los pueblos libres, la superación de la confrontación germano-francesa y la recuperación de la soberanía y la igualdad de derechos. Según él, sin una Europa fuerte y unida, vinculada con los EE.UU., no sería posible lograr en libertad la unidad de Alemania. En 1950 se produjo la invitación para integrar al Consejo de Europa, en Estrasburgo. Adenauer dio de inmediato su aprobación al plan proclamado por el Ministro de Relaciones Exteriores francés Robert Schuman en el sentido de colocar bajo una autoridad común la producción del carbón y del acero de ambos países limítrofes y de otros Estados interesados. Un año después, Francia, los países del Benelux (unión económica que en 1948 formaron Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), Italia y la RFA firmaron el acuerdo. Tras el estallido de la guerra de Corea en 1950, Adenauer se manifestó dispuesto a colaborar en una defensa común de Europa. En 1952 los miembros de la Comunidad del Carbón y del Acero acordaron fundar una Comunidad Europea de Defensa (CED), que fracasó en 1954.

Pronto se encontró otra solución. La clave la proporcionó el llamado Pacto de Bruselas, en virtud del cual Francia, Gran Bretaña y los países del Benelux se habían comprometido en 1948 a oponerse a una nueva política de agresión alemana. Las potencias de ocupación se transformaron en aliados. Se comenzó la organización del Ejército Federal alemán.

Adenauer buscó un nuevo punto de partida en la vinculación de las fuerzas económicas de Europa. El resultado fue, en 1956, la firma de los "Tratados de Roma" por parte de los seis Estados miembros de la Comunidad del Carbón y del Acero. En ellos se establecía la fundación, a partir del 1º de enero de 1958, de la Comunidad Económica Europa y de la Comunidad Europea del Atomo. En 1962, con la realización del Mercado agrícola común, Adenauer expresó que ese era "uno de los acontecimientos más importantes de los últimos siglos". Se habían logrado todos los objetivos básicos iniciales. Pero ello se había llevado a cabo a costa de graves conflictos de política interna. Ciertamente, el partido de la oposición (Partido Socialdemócrata) perseguía objetivos similares. Pero aspiraba a lograrlos sin pagar el precio de un endurecimiento o de una eternización de la división alemana. Durante once años debatieron en el Parlamento sobre este tema. Pero en 1960 fracasó la última cumbre de los "Cuatro Grandes" en París, y a partir de ese momento el SPD se adhirió a una política exterior e interalemana sobre la base de los acuerdos europeos y Atlánticos.

Las relaciones con Washington y París fueron decisivas tanto para la posición y la capacidad de acción de la RFA como para la construcción de Europa. Los EE.UU. habían dado los primeros y más importantes impulsos para la admisión de Bonn en la comunidad occidental.

El Plan Marshall de 1947, con su programa de ayuda para Europa, significó el detonante inicial de la reconstrucción de la RFA. El rápido establecimiento por parte de los EE.UU. de un puente aéreo para abastecer a la población como respuesta al bloqueo de Berlín (Oeste), impuesto por Moscú en 1948, y el coherente cumplimiento de las promesas de Bonn en el sentido de pagar reparaciones a Israel y a las víctimas de los crímenes nacionalsocialistas, contribuyeron decididamente a una creciente confianza recíproca. Entre ambos pueblos surgió una red cada vez más densa de relaciones humanas, políticas y económicas. En cambio, la relación con Francia estuvo todavía durante un tiempo afectada por los esfuerzos franceses de anexión del Sarre, importante región industrial alemana (en 1956 se pudo solucionar también este problema).

En los años siguientes adquirieron creciente importancia los esfuerzos para lograr una distensión en la relación Oeste-Este, no obstante los retrocesos que significaron la construcción del muro de Berlín en 1961 y la marcha soviética en Checoslovaquia después de la primavera de Praga. Este hecho fue desencadenante del comienzo de una reorientación de la política exterior soviética, que modificó las relaciones con el Oeste. La RFA, firmemente afianzada en Occidente, pudo utilizar esta situación para desarrollar las relaciones con el Este. La coalición social-liberal firmó a tal fin en 1970 los "Tratados con el Este" (Moscú, Varsovia y Praga) y negoció con la RDA un "Acuerdo Básico" que aseguraba un modus vivendi entre ambos Estados alemanes.

Con la Conferencia de Estocolmo, concluida en 1986, sobre medidas de seguridad y de creación de confianza, se dio la primera señal real para el desarme.

E. LA POLITICA EXTERIOR ALEMANA DE 1949 A 1995

Desde 1945 en Europa se formaron dos bloques caracterizados por sistemas políticos y económicos contrapuestos y antagónicos. La división de Alemania y de Berlín, fue cada vez más patente y más dolorosa para la población. Sin embargo, la época de postguerra estuvo caracterizada por una sabia decisión de los EE.UU. de América, a saber de permanecer en Europa, participando decisivamente en la configuración del futuro de este continente. Este plan llevado a cabo por los Estados Unidos fomentaba la estabilidad y la cooperación de las democracias europeas.

La consolidación del enfrentamiento entre el Este y el Oeste en Alemania estuvo relacionado con el auge de la Unión Soviética, la que llegó a ser una potencia militar del mismo rango que los Estados Unidos. La decisión de la República Federal de Alemania de tomar su lugar en la comunidad de las democracias occidentales representó la primera y fundamental determinación del rumbo de la política alemana federal de posguerra; la República Federal resistió la tentación de buscar la respuesta al pasado y la división del país siguiendo un camino aislado, en un status del no alineamiento y de la neutralización.

Con la profundización del antagonismo entre el bloque oriental y el occidental se vieron reforzadas los disímiles desarrollos a ambos lados de la cortina de hierro.

En 1997 se definió la cuestión alemana como la causa principal de la tensión en Europa; esta concepción exigía una solución definitiva y estable para eliminar las barreras artificiales entre Europa occidental y oriental.

La política exterior alemana experimentó a mediados de 1989 una constelación extraordinariamente positiva: ambas superpotencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética, declararon a Alemania como su más importante socio en Europa.

En las negociaciones "2+4" de 1990, ambos Estados alemanes consiguieron con los EE.UU., la Unión Soviética, Francia y Gran Bretaña, asegurar la unidad de Alemania desde el punto de vista de la política exterior. Según el Tratado "2+4", la Alemania unificada comprendía los territorios de la República Federal de Alemania, de la República Democrática Alemana y todo Berlín. En forma definitiva, Alemania obtuvo su soberanía el 15 de marzo de 1991; esto significó un importante aporte para un orden duradero y justo destinado a una Europa democrática, consciente de su responsabilidad por la estabilidad, la paz y la cooperación.

En 1994 los últimos soldados del "Grupo Occidental" de las FF.AA. rusas abandonaron el suelo alemán. En esa fecha terminó aquel capítulo en la historia ruso-germana que había comenzado con el ataque de Hitler en contra de la entretanto desaparecida Unión Soviética (1941).

Dio la mayoría de los diputados el 20 de junio de 1991: 338 votaron por Berlín como nueva sede del gobierno; 320 por Bonn. Una ajustada pero concluyente decisión y un impulso para la Alemania unificada.

La parte occidental de Berlín era una isla democrática en un mar socialista, cercada durante casi tres decenios por el Muro y las alambradas. Ello trajo como consecuencia un considerable retraso en el desarrollo, comparado con el de otras ciudades alemanas occidentales. Ciertamente, el nivel de vida de Berlín Oeste estaba a la altura del resto de la República Federal de Alemania; pero, ello era sólo posible gracias a las subvenciones que fluían en la ciudad. Cuando se avecinó en Berlín un auge de dimensiones desconocidas en las construcciones, los inversionistas se lanzaron a esta ciudad y los precios de los inmuebles y los alquileres se fueron por las nubes; algo que sucedía hace decenios en Munich, Francfort o Hamburgo.

Muchos políticos germano-occidentales temieron con motivo del debate acerca del traslado de la sede del gobierno y del Parlamento de Bonn a Berlín. Esta ciudad necesitaba un tal poder de atracción: la decisión sobre la capital se lo proporcionaría. Sólo así podría Berlín, tan largamente aislada y dividida, marcada todavía por los daños de la guerra y el desastre económico socialista, independizarse poco a poco de las altas subvenciones que todavía seguían siendo necesarias. Pues, lo que hacía que los problemas se presenten como tan graves era el hecho de que Berlín Oeste, mantenido hasta ahora por la República Federal Alemana, no estaba rodeado de un entorno próspero sino por una RDA que en la parte oriental y en los distritos circundantes había arruinado la economía, destruido la infraestructura e impedido el pensamiento económico.

Con la reunificación alemana, se sumó al fiscalmente débil Berlín Oeste, con sus dos millones de habitantes, una ruinosa mitad con un millón de habitantes que, en medida todavía mayor, dependía para su reconstrucción de subvenciones y ayudas. Durante algunos años existió en una misma ciudad un desnivel económico comparable al que existe entre Milán y Nápoles.

En Berlín la gente emigraba del Este al Oeste, y en algunos ámbitos, como el de la salud pública, se producían situaciones criticas: como las enfermeras ganaban en el Oeste el doble que en el Este, había allí una sensible falta de personal asistencial. Esto significa que había que equiparar rápidamente los salarios, no sólo en este ámbito.

La decisión a favor de Berlín como sede del gobierno no tuvo un impacto financiero inmediato. Esta ciudad experimentó el "boom" de la construcción, ya que se instalaron en ella no sólo las empresas de prestaciones de servicios y las grandes empresas (que, desde allí deseaban explorar los nuevos mercados en el Este de Alemania y en la Europa Oriental que comenzaba poco a poco a desarrollarse), sino también los políticos, diputados, funcionarios federales, diplomáticos, asociaciones y medios de información. Y para todo esto se necesitaban centros de trabajo, viviendas, hoteles, restaurantes, infraestructura. Todo esto se vio obstaculizado por numerosos derechos de propiedad no declarados y reclamados por quienes fueron expropiados por la RDA o antes aún por los nazis.

También se fundó la universidad de Berlín, y ello atrajo a la elite intelectual del país. Berlín tuvo esta chance. Para ello tuvo que desprenderse del papel de mendigo y receptor de subvenciones, superar el sentimiento de ciudad-isla, a la que había que defender, y recuperar la confianza en sus propias fuerzas, su orgullo y su serenidad.

F. FUGA HACIA LA LIBERTAD

Estos acontecimientos han conmovido al mundo. Hasta ese momento nunca se había dispensado a ningún grupo de fugitivos una acogida tan calurosa como a las decenas de miles de alemanes que, desde la otra parte del país, la RDA, habían huido a la parte oriental. "Fueron recibidos como desterrados que hubieran regresado a su patria", escribió el diario londinense "The Times".

En sólo media hora, tras la apertura de la frontera de Hungría el día 10 de septiembre, 200 automóviles pasaron por la frontera de Austria con la República Federal de Alemania. Más de 20000 fugitivos, aprovechando sus vacaciones en Hungría, emprendieron la huida hacia occidente, hacia la libertad. Los alemanes del Oeste acogieron con los brazos abiertos a los alemanes del Este y les ayudaron en la medida de sus posibilidades. Gimnasios, contenedores habitables y albergues juveniles fueron acondicionados por doquier para dar alojamiento a los refugiados. Sin la incondicional ayuda del pueblo húngaro no habría sido posible la huida. Tras prolongadas e infructuosas negociaciones con la RDA, Hungría decidió abrir sus fronteras con Austria, arriesgando con ello una confrontación con este país miembro del Pacto de Varsovia.

Los derechos humanos tenían prioridad absoluta. El artículo 2 del tratado de la ONU de 1969 determina que "todo ser humano es libre de abandonar cualquier país, inclusive el suyo propio." Los húngaros obraron de acuerdo con esta premisa. "En una Europa unida no hay lugar para una habitación con alambradas". Austria, por donde los alemanes procedentes de la RDA tenían que pasar, prestó ayuda espontánea y carente de toda burocracia. La Cruz Roja, el Cuerpo de Bomberos y los cuerpos automovilísticos estuvieron presentes en todos los puntos de encuentro y paso de las caravanas de refugiados para ocuparse de ellos y de sus maltratados vehículos.

Tres semanas más tarde llegaron más de 7000 fugitivos de la RDA en trenes especiales procedentes de Praga. En un principio, el gobierno checoslovaco declaró que este problema había de ser solucionado por los dos Estados alemanes. Pero imposibles de olvidar son los gritos de "¡Alemania, Alemania!", a la llegada de los "trenes de la libertad", demostrando al mundo que los alemanes se sentían unidos.

También para los refugiados en la Embajada de la República Federal de Alemania en Varsovia se pudo allanar el camino hacia occidente. El gobierno de la RDA declaró que los refugiados habían sido desterrados "por motivos humanitarios". Apenas habían salido de Praga los 7000 refugiados cuando otras miles de personas volvieron a buscar asilo en la Embajada. Tres días después, otros 11000 refugiados habían ocupado la Embajada, cuyas dependencias tuvieron que ser cerradas por hallarse congestionadas. Otra vez se celebraron intensas negociaciones con los gobiernos de Praga y Berlín Oriental, hasta lograr que pudiesen partir en trenes especiales, atravesando el territorio de la RDA, con destino a la República Federal de Alemania. Todos ellos habían huido de la agobiante limitación de la libertad en su país, decepcionados de que la política de "glasnost" (reformas políticas que hicieron posible la legalización de otros partidos políticos y la aplicación del sufragio universal en las elecciones presidenciales de las distintas repúblicas) y "perestroika" (reformas económicas que permitieron el ingreso de capitales extranjeros y la formación de empresas privadas, limitando el control del Estado sobre las empresas y permitiendo una mayor libertad en la toma de decisiones acerca de la producción) practicada por Gorvachov no haya tenido la menor repercusión sobre el régimen de la RDA, de que su vida siguiera estando reglamentada, de que los viajes a occidente fuesen prohibidos o autorizados solamente tras largos años de espera, de que aún no se haya derrumbado el muro tras el que se oculta la RDA. De Berlín Este a Berlín Oeste hubieran podido desplazarse en el metro, en diez minutos. En su lugar, tuvieron que recorrer mil kilómetros y viajar durante cincuenta horas. Emprendieron la huida, y no por necesidades materiales. "Disponíamos de todo lo necesario para vivir, pero para vivir en una jaula.", dijo uno de ellos.

Llamaba la atención lo jóvenes que eran. Y tenían la suerte de que la mano de obra especializada estaba muy solicitada en la República Federal de Alemania, que necesitaba, enfermeros y enfermeras para sus hospitales, mecánicos de automóviles, técnicos en telecomunicaciones para Correos. Por eso, en la mayoría de los casos, encontraron rápidamente trabajo.

Luego de la caída del muro los alemanes de la ex – RDA eran alemanes con pasaporte alemán y con todos los derechos, inclusive de voto. Tenían también derecho a percibir prestaciones por desempleo, subsidios para el alquiler de una vivienda y una asignación mensual por cada hijo. Más difícil resultaba la búsqueda de un hogar. Escaseaban viviendas económicas en las regiones de gran concentración demográfica. De ahí que el Ministerio de la Vivienda destinara 4 mil millones de marcos alemanes a la construcción de viviendas económicas de protección oficial. En un período de tiempo relativamente corto se construyeron 50000 viviendas.

Las consecuencias políticas de esta fuga: en la RDA se produjeron manifestaciones multitudinarias y un cambio en las esferas más altas del poder. La cuestión de la reunificación alemana volvió a pasar a la orden del día de los sectores políticos internacionales.

El mundo adquirió conciencia de que los alemanes se consideran como una nación y acabó por entender que, como tal, tienen derecho de autodeterminación como cualquier otro país de nuestro planeta.

G. EL CAMINO DE ALEMANIA HACIA LA UNIDAD INTERNA

Cuando el 9 de Noviembre de 1989 se abrieron las compuertas del muro berlinés, los alemanes en el Este y en occidente fueron presa de un gran júbilo – se había convertido en realidad un sueño que ya no se consideraba posible. Una sorpresa incrédula se mezcló con una alegría espontánea, gente que no se conocía se abrazaba efusivamente, y no solamente en Berlín se celebró una gran fiesta de reencuentro. Sin embargo, cuando empezó nuevamente la vida cotidiana se impuso la certeza de que los alemanes se encontraban frente al mayor desafío de su historia desde el término de la Segunda Guerra Mundial. La posibilidad de restablecer la unidad estatal de Alemania nunca había sido tan grande, y a fines del año 1989 nadie podía decir si alguna vez se presentaría nuevamente la misma oportunidad. Con la apertura del muro, el sistema socialista de la desaparecida RDA había declarado públicamente su quiebra.

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Colapsó sin mayor estrépito, al igual que todos los otros sistemas socialistas en el ex bloque oriental, poco antes o después. Ese derrumbamiento puso en marcha una dinámica de los acontecimientos que echó por la borda en un breve período de tiempo un orden mundial bipolar. Solamente los sistemas de alianza occidentales, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Comunidad Europea, quedaron como verdaderas "anclas de estabilidad" dentro de los cambios políticos y sociales que se dieron en Europa, y también más allá de sus fronteras.

En 1990 se hizo efectiva la unidad estatal de Alemania, y la RDA dejó de existir. Ese mismo año bajo el imperio de la unidad y la libertad, el pueblo alemán eligió por primera vez conjuntamente un Parlamento Federal alemán.

Sin embargo todavía quedaba una frontera: la situación económica y material de la ex RDA y la República Federal eran totalmente distintas. Es decir, después de la guerra, la población germano-oriental pasó casi sin darse cuenta de una dictadura a la próxima, y la represión y el igualitarismo han dejado huellas en el alma de la colectividad. ¿Quién puede negar que aún tengan los alemanes dificultades con la libertad recuperada?.

En el Este de Alemania existe un problema psicológico en esta etapa de reconstrucción: la falta de iniciativa propia, o sea, la escasa disposición a tomar responsabilidad y a delegar responsabilidades. El problema para la población germano-oriental ha sido que el antiguo sistema tenía un carácter represivo y protector a la vez. La represión desapareció, algo justo y que también se pretendía conseguir. Pero la mano protectora que se preocupaba por todo, también se esfumó, lo que explica el alto grado de inseguridad y a veces la nostalgia por los viejos tiempos que siguen existiendo en los nuevos Estados federados, aunque casi nadie desea restaurarlos verdaderamente. En vista de esta situación no es fácil solucionar aquel problema que es el mayor en la ruta hacia la unidad interna de Alemania.

Miedo ante los cambios, tendencias a la inmovilidad, creciente egoísmo, inercia y mezquindad son los otro lados de la medalla del bienestar individual dentro de una colectividad. En Alemania occidental, la población estaba marcada más por los valores materiales que los espirituales.

Un factor por cierto de vital importancia para la unidad interna es que todos los ciudadanos alemanes tomen conciencia de ser parte integrante de una sola nación y colectividad.

H. CINCO AÑOS DE UNIDAD ALEMANA

El tranquilo transcurso de la reunificación es todavía más significativo si se toma en cuenta que nadie estaba preparado realmente para afrontarla. Cuando por doquier en Europa del Este y Central se rompían las cadenas del imperio soviético no hubo tiempo para tomar en serio la idea de constituir un segundo estado democrático en suelo alemán. Los ciudadanos federales tenían pocas expectativas ante una eventual unidad, y no pudieron ofrecerles nada más a sus compatriotas del Este que la economía social de mercado y el estado de derecho que habían obtenido de los aliados en 1945.

Para disminuir las sobresalientes diferencias entre las dos Alemanias en los años siguientes a la caída del muro, se han transferido 600 mil millones de marcos a los Estados Federados para transformar la infraestructura del Este, modernizar las comunicaciones, ampliar autovías, acelerar los trenes, sanear viviendas, reestructurar los centros de las ciudades y volver a implementar el sistema parlamentario.

Con la mejoría económica se volatiliza el shock producido con la desaparición del régimen comunista y por la reunificación, generando una difusa conciencia. Se trata sobre todo de la necesidad de reconocimiento que afirma que cuarenta años de trabajo, penurias y sacrificios, no han sido en vano, y que son parte de la historia de todos los alemanes. Los alemanes occidentales tienen ahora que aceptar que el cambio también los ha afectado, ya que de esta forma podrán lograr la reunificación del país.

I. OPINIONES SOBRE LA UNIDAD ALEMANA

La reunificación alemana estaba muy alejada de los golpes de picos y martillos del 9 de noviembre. Cada paso por la senda de la reunificación podía provocar temblores políticos que repercutirían en todo el mundo.

El objetivo perseguido por la política norteamericana en el sentido de alcanzar una Europa libre y unida presuponía una Alemania reunificada. Europa se inclinó por Estados Unidos, quien tomaría la dirección del proceso.

Después de que se trató de aproximar los diferentes intereses en Londres, París y Moscú, se pudieron fijar los principios internacionales de la unidad alemana en el tratado "2+4". Los alemanes obtuvieron la oportunidad de reunificar su país como miembro de la OTAN.

J. CINCO AÑOS DE AUGE EN EL ESTE

Con la unión monetaria de 1990, la economía de mercado reemplazó a la fracasada economía socialista planificada. Pero los cambios económicos no fueron realizados en forma estructural normal, sino que representaron la reconstitución de toda una economía. Si se quiere hacer un balance de los efectos de la unión monetaria en la economía de Alemania del Este, no se puede tomar como canon la euforia de los primeros tiempos, ni el desencanto posterior.

El considerable crecimiento económico alcanzado en nuestros días contrasta con un alto nivel de desocupación. Otro aspecto negativo, a pesar de las amplias subvenciones estatales, es la falta de capital propio. Independientemente de las fuertes inversiones privadas y públicas, la infraestructura consigna un grave déficit.

La transformación de la economía en la desaparecida RDA implicó cierre de fábricas, pérdida de puestos de trabajo en las ramas industriales, inmigración de la población, pérdida de mercados, etc. La construcción de empresas, la creación y modernización de puestos de trabajo en ramas emergentes, el dinamismo de los centros de aglomeración y la apertura de nuevos mercados tienen lugar al mismo tiempo.

Para realizar un balance económico de Alemania del Este se debe tener en cuenta el proceso de crecimiento que ha tenido lugar en los últimos años. Luego de la caída del muro las necesidades de la población, la euforia de la unificación y las masivas transferencias occidentales produjeron una dinámica que no podía ser duradera.

El despliegue de la actividad económica en la ex – RDA refleja una transformación económica exitosa a grandes rasgos, pero la capacidad competitiva de las empresas germano-orientales no es aún lo suficientemente fuerte debido a su bajo nivel en las exportaciones generado por la inexperiencia en los mercados. Por otra parte se acordaron aumentos de sueldos y salarios que por lo menos hasta 1992, sobrepasaron la capacidad en las empresas. La política de remuneraciones no fue, por lo tanto, un factor que apoyara al proceso de transformación, sino que por el contrario condenó a muchos a la desocupación.

K. LA INFLUENCIA DE ALEMANIA EN EUROPA

Cuarenta años constituyen un lapso suficiente en la existencia de una constitución o de una ley fundamental (como suele llamársela en la República Federal Alemana) como para poder formular una evaluación equilibrada. Por lo demás, en el mundo no abundan las constituciones que han durado más de una generación. Pero, ¿son cuarenta años suficientes para realizar un balance de la República Federal Alemana desde la perspectiva de un extranjero?

La historia de la República Federal Alemana es corta, pero rica en experiencias y decisiones. Desde la perspectiva europea se presentan cinco fases.

La primera comenzó con la satisfacción general por la derrota del nacionalsocialismo que fue percibida como una victoria sobre los alemanes. ¿Cómo hubiera podido esperarse de personas que tanto habían sufrido bajo la cruz gamada (símbolo de una pesadilla en idioma alemán) la objetividad necesaria como para distinguir entre alemanes y nazis? En aquella hora sombría, en la que se entretejían la miseria y la libertad recuperada, la historia alemana parecía haber llegado a su fin y Alemania a su hora cero. La derrota había significado no sólo la rendición incondicional sino la destrucción total de un Estado en una medida quizás jamás dada en la historia. El tejido social estaba destruido. No podía dejar de percibirse que no sólo las ciudades sino también las almas y los pensamientos de todo un pueblo yacían en ruinas. Gracias al esfuerzo de viejos y jóvenes demócratas, al vigor de las llamadas "mujeres de escombros" y a la voluntad de sacrificio de los trabajadores, pudo surgir de la profunda destrucción el coraje suficiente para un nuevo comienzo, el del "milagro de la curación": fin y principio a la vez, símbolo de la voluntad de un pueblo. Después de la Primera Guerra Mundial los vencedores perdieron la paz porque no supieron resistir la tentación de la venganza, porque abatieron y humillaron al pueblo alemán suponiendo falsamente que un tratado impuesto podría conjurar los peligros. En cambio, en 1945, los Aliados tomaron en sus brazos al pueblo alemán y se lanzaron a la extraordinaria tarea de la reeducación: en el oeste en libertad, en el este como una ideología que negaba la libertad. Las atrocidades habían sido terribles y terribles fueron también las consecuencias. Casi no existe ningún ejemplo en la historia de una nación que, como supuesto castigo por sus errores, perdiera extensos territorios que le habían pertenecido durante siglos y millones de personas fueran obligadas a abandonar penosamente su patria.

Una inteligente perspicacia de las potencias de ocupación caracteriza la segunda fase. Los europeos comprendieron que no era posible esquivar el problema de Alemania ya que afectaba el orden de paz en Europa Central. Desde el discurso de Byrnes en Stuttgart, el 6 de Septiembre de 1946, pasando por la autoresponsabilidad de los alemanes a través del Plan Marshall, hasta el paulatino establecimiento de la soberanía por medio de elecciones libres y una constitución: el objetivo fue siempre ofrecer nuevamente a una nación una base para la esperanza y la creación; este proceso estuvo estrechamente vinculado a la aparición de la guerra fría. En realidad, el conflicto entre el este y el oeste no surgió a raíz de Alemania. Fue más bien la expresión de la inevitable división en la concepción opuesta de la democracia: libertad en el Oeste y comunismo en el Este. La decisión de los alemanes era clara: libertad antes que la unidad y paz en libertad, pero la libertad tenía que ser la "condición y no el precio de la unidad". Europa era la meta a fin de lograr la libertad, la paz y la unidad, y por ello la reconciliación entre Alemania y Europa era la vía que conducía a ese futuro.

"El futuro de Alemania se llamaba Europa". Esta es la 3º fase, que puede ser resumida con la palabra "solidaridad". El puente aéreo para salvar Berlín fue la expresión de esta solidaridad por parte de las "potencias protectoras". Pero el desarrollo continuó, Berlín ha seguido siendo para todos el símbolo de la lucha entre la libertad y la dictadura. La audaz decisión de rearmar la RFA y de posibilitar en 1955 su ingreso en la OTAN no fue sólo una consecuencia de la guerra fría, significó el reconocimiento de Alemania como una democracia de igual rango, la superación de los temores pasados. El apoyo de Europa durante la crisis de Berlín de 1958 a 1960 hasta la vergonzosa construcción del "Muro" respondía a la responsabilidad conjunta de los europeos frente a Alemania. A pesar del fracaso, en 1954, de la perspectiva de una comunidad europea de defensa, debido a que la conciencia de los europeos todavía no estaba madura para este salto, la solidaridad se consolidó en aquellos años a través del ingreso de la República Federal de Alemania como decidido miembro fundacional de la Comunidad Europea (Tratados de Roma de 1957).

La cuarta y larga fase se extiende hasta fines de los años setenta. La República Federal de Alemania se había convertido en un miembro pleno de la comunidad de naciones. Esta igualdad de derechos estaba enraizada en los tratados, en las concepciones y en la conciencia de las gentes en Europa.

El desarrollo no era sólo un alejamiento del pasado a causa del progreso de los tiempos, sino mucho más. Los cambios en la Unión Soviética obligaron a Europa Occidental a desarrollar una nueva concepción de las relaciones en Europa: debido a la distensión el problema de Alemania volvió a estar en primer plano.

La solidaridad seguía existiendo, pero los europeos deseaban movimiento: el llamado reconocimiento del "status quo" era inevitable a fin de poder mantener contactos con el Este. La "cuestión alemana" no debía obstaculizar estos desarrollos. La división de Europa no podía ser superada a breve plazo. Tenía que ser aceptado sin que esto significara renunciar a los principios de la autodeterminación y de la libertad. En la política con Alemania, lo esencial ya no era la solidaridad en la lucha de la democracia contra la dictadura sino la solidaridad en la búsqueda de un orden de paz que había que establecer de alguna manera.

Este proceso está vinculado con el concepto de la "OSTPOLITIK" (la política del oeste). Los europeos apoyaron esta política y algunos hasta ya habían preparado los primeros contactos con el este.

Partes: 1, 2
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