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El discurso democrático neoliberal (página 2)

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6. Cuarta Tesis.

Las contradicciones de la Democracia Neoliberal: discurso y realidad. La escisión entre ser y deber ser, o la obturación de la eticidad. Presentar la democracia que es de hecho (empírica) y la democracia que debe ser (normativa) como una contradicción, es una falsa dicotomía que surge de presentar escindidamente dos niveles de la realidad, que aunque guardan relativa autonomía constituyen una unidad dialéctica. Si partimos de considerar la práctica política como el eje del análisis político, tenemos que recordar la conclusión de Marx según la cual los hombres hacen la historia, pero son a la vez productos de la historia. Enfrentan una realidad que existe empíricamente independiente de su voluntad, pero frente a la cual adquieren diversos grados de conciencia que los lleva a luchar por transformar dicha realidad. La práctica social no está separada del pensamiento. Ella es el mismo pensamiento que se hace activo para trasladarse a la existencia. En este sentido, la utopía democrática, en tanto praxis humana que se desarrolla a través de luchas sociales cotidianas, tendientes a la formación de sujetos reivindicados en su condición social, moralmente independientes, participes de prácticas solidarias, comunitarias y críticas, articuladas al rededor de acciones comunicativas transparentes, dialógicas, racionales y humanitarias dirigidas al pleno florecimiento de la vida humana, constituye un horizonte de eticidad que en tanto tal, da contenidos vitales a las prácticas políticas. Tal horizonte queda obscurecido por la inmediatez que impone la lógica mercantil o el despliegue de la lógica perversa del poder. El mundo humano, en tanto tal, se construye justamente desde la superación de la inmediatez animal, desde la necesidad de trascender los horizontes inmediatos de su existencia. La utopía surge así como trascendencia, como horizonte ético que guía la realización humana, siempre inalcanzable en tanto la condición del sujeto humano que sólo se realiza en la perenne necesidad de un nuevo horizonte. Quedan aquí establecidas no sólo algunas condiciones mínimas de la democracia como régimen sociopolítico, sino también la denuncia de cómo la democracia neoliberal en tanto reducida a un simple procedimiento de legitimación del nuevo orden de los capitalistas constituye una obliteración de la condición humana.

La inconsistencia entre neoliberalismo y democracia. No es consistente el liberalismo o neoliberalismo con la democracia, ni en su vertiente de democracia de masas, ni entendida como sustantividad de un régimen sociopolítico. Siguiendo a Del Aguila, todos los instrumentos de legitimación de la democracia liberal se inspiran en controlar el poder. Ello responde a la noción de libertad negativa del liberalismo, que en tanto defensa de los derechos básicos individuales establece los límites del poder, mientras la democracia establece quien lo ejerce. Esta contradicción de carácter conceptual se desdobla en otra de alcance práctico: se protege al individuo, en tanto microcosmo individual, de cualquier poder externo, el Estado en primer lugar, que podría vulnerar su libertad. Empero tal libertad negativa al tener sólo un contenido defensivo es ella misma la defensa de quienes tienen mucho que defender. Lo que se defiende aquí, realmente, es el derecho y la propiedad de los que tienen.

La democracia de masas se legitima desde las ofertas discursivas, que en América Latina dieron contenido al populismo. Con el advenimiento de la democracia neoliberal, y las nuevas formas de propiedad resultante, hay que excluir el costo sobre los proceso de acumulación del Estado social de derecho, independientemente de su costo social. Consecuencia: la democracia neoliberal, como ya le hemos afirmado, es el intento por legitimar nuevas formas de propiedad que excluyen las amplias mayorías y cualquier papel regulativo y social del Estado. Se trata también de excluir el Estado como instancia que pudiera interferir, desde el ejercicio de la soberanía de un país a través de la planificación, la planificación corporativa de los grandes monopolios transnacionales. Mientras que el discurso político hegemónico critica acremente la planificación estatal sobre variables fundamentales de la economía, las cuales deben quedar libradas al mercado, oculta como las grandes corporaciones ejercen una rigurosa planificación para maximizar sus ganancias a nivel planetario. El problema no es, pues, la planificación, sino la interferencia que el Estado podría tener en los planes corporativos de las grandes monopolios mundiales.

Dos más dos son diez, o el esoterismo de la "mano invisible" del mercado como argumentación "racional". Como se sabe, uno de los núcleos centrales de la argumentación neoliberal es la preeminencia del mercado, basado en la supuesta eficiencia en el equilibrio competitivo. Tratar esta cuestión aquí nos llevaría a alejarnos del tema central que nos ocupa. Valga decir, sin embargo, que esta discusión se origina con la propia metáfora de la "mano invisible" de Smith y se extiende por diversos rumbos a través de Walras, Pareto, Pigou, las críticas de Wicksell, las alternativas propuestas por el "Principio de compensación" y la "Función Social de Bienestar" y que, finalmente, luego de intensos y acalorados debates "que envolvieron los economistas de mayor nombradía en la disciplina" se llegó a la conclusión de que: "la supuesta equivalencia entre máxima eficiencia y mercado competitivo reposa sobre unas bases cuya fortaleza lógica o empírica todavía deben demostrarse (Baptista, 1990: 50).

Además, a propósito de la situación de equilibrio que está implícita en la discusión sobre las bondades del mercado competitivo, tal situación de equilibrio es estática o atemporal lo que limita severamente su alcance explicativo: "Se puede decir que la existencia de un equilibrio puede demostrase. Pero nada puede decirse de manera sustantiva sobre si el mercado competitivo tienen una tendencia natural hacia ese equilibrio, ni menos sobre si esa tendencia lleva consigo una velocidad tal que termine por alcanzar la posición de equilibrio, pero tampoco sobre si esa posición, una vez alcanzada, será o no estable" (Baptista, 1990: 52)

En definitiva, los fundamentos que sustentan la primacía del mercado, esto es, la garantía de la eficiencia y del equilibrio, no han demostrado su validez empírica y, al igual que todo el credo neoliberal, no pasan de ser una construcción ideológica desde la cual se justifica el despliegue del poder.

Por otra parte, el propósito de garantizar la libertad individual, en tanto individuo racional autointeresado, se logra mediante la acción de una supuesta "mano invisible" del mercado, artificio esotérico mediante el cual el interés egoísta se transforma en bienestar colectivo pues no existe forma lógica o histórica de lograr tal transformación. El mercado, en cuanto escenario de relaciones impersonales, abstractas y limpias de toda emoción, es transformado por el discurso del poder, en el escenario por excelencia para realizar la "libertad y las potencias humanas", mediadas por la competencia en igualdad de oportunidades. Se sigue de aquí la inconsistencia del razonamiento de desarrollar potencias humanas, a través de una mediación explícitamente vaciada de contenidos humanos. Además, para presuponer la igualdad de oportunidades, tendría que garantizarse una previa igualdad mercantil, cosa que como se sabe no sucede. Total, el principio "ético" de igualdad de oportunidades cae por su propio peso, pues sabemos desde Hobbes y pese a Rawls la naturaleza perversa del poder. O para decirlo radicalmente con Marx: es una inepcia considerar la libre competencia como el último desarrollo de la condición humana, o considerar la negación de la libre competencia como la negación de la libertad individual. Que la competencia sólo conduce a la concentración y centralización del capital, lo dice claramente su propio resultado histórico: la globalización neoliberal con su monopolización extrema de la economía y su dolorosa secuela de concentración de la riqueza social en un polo, el de los propietarios, a expensas de la pobreza y mutilación del resto de la sociedad.

La democracia neoliberal como privatización de "lo político". Presentada como forma de modernización de la democracia la democracia neoliberal propugna la privatización de la política y un "Estado mínimo" en cuanto a responsabilidad social estatal. Por el contrario, reclama un Estado fuerte y concentrado que imponga el mercado y la relación mercantil como norma de relación al conjunto de la sociedad. Como señala Habermas, tal estrategia de "colonización" conlleva a la perdida de la autodeterminación política y la libertad civil, y dadas las estructuras del capitalismo tardío conducen a un estado omnipotente en función del mercado que reduce a la impotencia a los ciudadanos, los cuales retraídos sobre su vida privada, penetrada totalmente por el consumismo y la publicidad mercantil, solo participan de lo político en la medida en que dicha participación resulte rentable a sus intereses privados. En definitiva, la democracia neoliberal en tanto inconsistente con la democracia tiene que atacar el Estado de bienestar y el Estado democrático y, finalmente, las bases de sustentación de la propia democracia, en tanto exclusión de la pluralidad y la alteridad y sumisión a la lógica y ética mercantil. El quid del planteamiento del Fin de la Historia, que constituye la esencia misma del pensamiento único e ineluctable, ropaje con el que se presenta la democracia neoliberal, es la abolición de la esfera de lo público, para construir procedimentalmente una sociedad bien organizada, que al estilo rawlsiano, obvie los problemas controversiales de manera de configurar una agenda individual y "racional" en el que el consenso se establece en las restricciones mismas del contrato antes que en la práctica política de los ciudadanos. De allí el apoliticismo y la apatía que entra en tensión con el ejercicio de la política como participación y dirección de la cosa pública. La democracia neoliberal queda así confinada a una simple ficción ideológica, constitutiva del imaginario social desde el cual se logra el consenso necesario a las nuevas formas de dominación política que demanda las modalidades de acumulación del capital en las condiciones de su desarrollo actual.

7. Quinta Tesis

La democracia neoliberal como perversión de la propia Democracia y del Estado nación periférico El vaciamiento de los contenidos sociales de la democracia a través de lo que desde la perspectiva rawlsiana podríamos llamar la democracia procedimental, así como la ingobernabilidad, la privatización de lo público y el surgimiento del "poder invisible" señalados por Bobbio como el resultado de las paradojas de la democracia se explican, como hemos señalado supra, por el predominio de una episteme escindida de una escala axiológica, el oportunismo ético y el abstracionismo político en cuya base está el predominio de la racionalidad mercantil y la hegemonía de los dueños del capital. La concentración extrema del capital, la propiedad y la producción y los intereses corporativos que generan, explican también el ataque contra las responsabilidades sociales del Estado-nación de carácter democrático pero, en cambio, utilizándolo como base jurídica para imponer el marco socio-institucional adecuado a las necesidades de los procesos de acumulación en las condiciones actuales.

Estas afirmaciones pueden sustentarse en las siguientes argumentaciones: primero, la articulación del proceso productivo a escala mundial bajo la égida de los grandes monopolios es consecuencia directa del proceso de concentración y centralización de la propiedad del capital en sus diversas formas. Esta concentración de la propiedad genera una lógica al servicio de los intereses privados y corporativos que reabsorben bajo su control cualquier interés nacional disidente. Segundo, aumenta constantemente tanto el ritmo de crecimiento como la diferencia entre el sector financiero privado y el sector financiero en manos de los Estados, con el resultado de que la concentración de capitales en manos de los monopolios supera largamente las reservas en manos de los bancos centrales, lo cual debilita las funciones de los Estados nacionales, particularmente de los países atrasados. Las funciones económicas nacionales del Estado perdieron vigencia ante la globalización de la economía. Tercero, los desarrollos científicos y tecnológicos, particularmente los vinculados al sector de las telecomunicaciones y las tecnologías de información y comunicación, juegan papel relevante en estos procesos porque permiten conquistar toda la tierra como mercado y anular el espacio por medio del tiempo. La dimensión temporal/espacial en que circula el capital se ha hecho infinita. Cuarto, los dueños del capital y sus corporaciones monopólicas, particularmente los del sector financiero, con el apoyo de los gobiernos y las instituciones supranacionales identificadas con la lógica de aquéllos han convertido el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), contraviniendo sus roles originales, en portavoces de sus intereses, los cuales se despliegan a través de la condicionalidad que estos organismos imponen en las negociaciones de las políticas de ajustes. Quinto, aunque pareciera que el problema central de la actual economía es la escisión entre el sector productivo real y el sector financiero, y que el peligro de agravamiento de la crisis proviniera de la especulación financiera desmedida, se ha venido operando una rearticulación de la economía mundial en la que los adelantos tecnológicos se combinan con formas precarizadas de trabajo de las cuales se obtienen altas tasas de ganancia. Por un lado, por las rentas tecnológicas y por el otro, por la agudización de la explotación en condiciones que algunos autores llaman "taylorismo sangriento". Se destaca entonces la centralidad de la explotación como fuente de acumulación y el funcionamiento del capitalismo alrededor del reparto del plusvalor. El Estado opera aquí como forma de legalizar jurídicamente y legitimar ideológicamente las nuevas formas de despojo de los trabajadores. De allí la necesidad del fortalecimiento del Estado en su función coactiva y de reproducción de las relaciones de dominación y explotación, pero su debilitamiento como agente de mediación del bienestar social.

En conclusión, los cambios que vienen operándose en el papel del Estado nacional, en las formas de hacer política y en los contenidos dela democracia están motivados en buena parte por la naturaleza del actual proceso de concentración y centralización del capital a nivel planetario. Se trata de utilizar el poder del Estado en dos sentidos: primero, para crear el marco socio-institucional, jurídico y político necesario a las nuevas formas de acumulación y concentración de la propiedad y, segundo, para traspasar al sector privado los activos públicos que abran espacios a la inversión reproductiva del capital. Identificar la injerencia del Estado en la economía como foco de la crisis, permitió construir el supuesto del nuevo "relanzamiento de la democracia": la reducción del Estado a un "Estado mínimo", es decir, a un estado neoliberal. Paradójicamente estas "nuevas" funciones del Estado se legitiman a través de la democracia neoliberal que como expresión del dominio del discurso político hegemónico que constituye un imaginario social basado en la libertad y la igualdad formal en clara escisión de la realidad de la desigualdad y la degradación social.

8. Sexta Tesis

El sofisma de la democracia electrónica y la incidencia social de las tecnologías Algunos autores como Castells, plantean que la "democracia electrónica" estaría a) abriendo nuevos causes revitalizadores a la democracia política y a los partidos mediante b) nuevas formas de intervención flexibles y autónomas, a través de c) propuestas concretas sobre problemas urgentes, d) transmitidas simbólicamente, lo cual permitiría e) imbricar una nueva forma de democracia directa y representativa que permitiría una potencial realización de viejas aspiraciones de la izquierda. El razonamiento que desde el punto de vista de las potencialidades de las tecnologías de información y comunicación (TIC) podría resultar convincente, falla a la luz de su supuesto principal: democratizar la democracia. A la luz de una definición sustantiva de la democracia las TIC no estarían incidiendo en una democratización del poder sino por el contrario, en una concentración del mismo bajo la forma de una mayor influencia en la sociedad de una pequeña elite con acceso a las TIC y en capacidad de explotar sus potencialidades.

De hecho después de más de una década de dominio tecnológico no existen ninguna evidencia que permita demostrar a), pues como se sabe, persiste la crisis de los partidos como principales mediaciones de la política y el propio sistema democrático, aún en los países desarrollados, no goza de buena salud. b), c) y d) operan, si es que operan, en el espacio de toma de decisiones de manera totalmente marginal a la sociedad y e) esta definitivamente en el plano de la utopía por realizar. Si tomamos Internet como el único medio que producto de la revolución electrónica introduce cambios realmente significativos en el sentido de facilitar la comunicación abierta de carácter bidireccional e interactiva, de muchos a muchos, entonces el "debate masivo entre ciudadanos en redes electrónicas abiertas" está todavía por verse. (menos del 10% tendría tal posibilidad). Tal situación se agrava si se considera que, según el último informe del PNUD, el 92,3% de las redes están ubicadas en el norte desarrollado en manos de menos del 20 % de la población mundial. Además, como se sabe, el flujo de información va de norte a sur, condicionando de diversas maneras formas y representaciones del mundo, pues tales flujos no operan neutralmente sino codificados simbólicamente según la lógica del mercado y del poder político.

Estas razones serían suficientes para mostrar el carácter falaz de la democracia electrónica. Pero aún puede decirse más. El número de computadoras y demás soportes de red, no coincide necesariamente ni con una cultura tecnológica de manejo de la red, ni lo que es más importante, con una cultura de participación política, particularmente en el sur, zona donde es más apremiante la participación ciudadana. Y esto por la sencilla razón de que la cultura política no es una función de la tecnología. Aunque condicionadas dialécticamente, el momento principal lo constituye la cultura de la participación que depende del contexto socio-político e histórico, mucho más complejo, tal como Castell lo reconoce implícitamente al afirmar que toda la expresión política no se agota en los medios. El propio autor se ve obligado a reconocer que son los medios los que inciden más directamente en los comportamientos políticos, de lo que deriva la conclusión acertada de que en una sociedad saturada de información el mensaje más potente es la imagen, lo que conduce a la personalización de la política y a la jerarquización de las estrategias mass mediáticas como medios de conquistar y sostener el poder, amén de su uso perverso: "…más importante que las propuestas son las informaciones negativas, algunas de ellas totalmente destructivas sobre personas, organizaciones e instituciones. Tales informaciones se han convertido en el arma esencial de la lucha política en nuestras sociedades" Castells, 1996: 63) .

En general, quienes ven en las potencialidades de los nuevas tecnologías la posibilidad de transitar de la democracia representativa a una participativa, confunden conceptualmente las potencialidades de las TIC, las cuales son relativamente autónomas, con la estructura sociopolítica y cultural de una sociedad, configurada históricamente. Aunque relacionadas dialécticamente, el uso de las TIC depende de factores sociopolíticos preexistentes y externos a las propias tecnologías. Ciertamente las TIC también inciden en los comportamientos sociales y lo hacen fundamentalmente de acuerdo a los intereses que se articulan alrededor de las TIC, pues éstas, no están por encima de las determinaciones sociales, por el contrario, nacen expresando las contradicciones sociales y los intereses del poder económico y político dominante a los cuales sirven y en función delos cuales se desarrollan.

Ciertamente que los grandes monopolios internacionales sean hoy tan o más poderosos que el Estado y subsuman bajo su dominio de una manera más directa el poder político, significa simplemente que detrás de los medios existe un poder que los determina y a los cuales sirve. No existe hoy un gran consorcio que no tenga en el corazón o esté conectado por medio de una compleja red a los medios de comunicación, negando la idea de que los medios sean un poder independiente del poder político o económico, el llamado "cuarto poder". Un análisis de la estructura de los medios a nivel internacional mostraría la enorme "tela de araña"existente entre el poder económico, político y los medios, independientemente de que en el proceso de recomposición constante de la lucha política se creen coyunturas que puedan ser utilizados por los medios, pero siempre en función de determinados intereses sociales. El reconocimiento de Castells de que "los flujos de comunicación, aún dependiente en buena medida de los grandes grupos de poder de nuestro mundo, son cada vez más independientes de las voluntades y mecanismos de los estados"(1996: 69) parece tener implícito el juicio de que es el Estado quien pudiera ser el enemigo del uso democrático de las tecnologías. Baste señalar que el sector de las comunicaciones es hoy la principal fuente de acumulación del capital y que la industria publicitaria involucra movimientos por más de un billón de dólares anuales, para poner esta visión en duda. Esto sin poner en duda que el uso democrático de los medios por parte del Estado depende de la naturaleza realmente democrática de éste. La afirmación de Castells de que "…el Estado es, a la vez, potencialmente más poderoso con respecto a los ciudadanos y más débil en su capacidad de control de los procesos económicos, tecnológicos y de comunicación" (Idem) expresa justamente que el Estado globalizado se ha convertido en una mediación del poder de los grandes capitalistas y sus monopolios que son los que controlan realmente los procesos económicos, políticos, tecnológicos y comunicacionales, cuya planificación y racionalización mercantil subsume al propio Estado y más específicamente al Estado periférico. En todo caso, hasta ahora la evidencia empírica muestra que el uso de las TIC ha potenciado aún más la capacidad de distorsión de los medios de comunicación y, en general, puede afirmarse que han profundizado aún más las desigualdades sociales propias del capitalismo.

En efecto, durante las décadas del ´80 y particularmente la del ´90, época de vigencia plena de la democracia neoliberal se presentó un acelerado proceso de erosión del bienestar social y explosiva extensión de la pobreza. Esto último puede confirmarse considerando la proporción o razón de participación del ingreso entre el 20% más rico y el 20% más pobre que pasó de 30 – 1 en 1960 a 32 – 1 en 1970, pero que de allí saltó a 45 – 1 en 1980, a 61 -1 en 1991, y a 78-1 en 1994, con una tendencia creciente de esta disparidad para el año 2000 que podría ubicar las cifras en 100-1. En general, todos los indicadores muestran una tendencia creciente de la desigualdades sociales durante la vigencia de la democracia neoliberal. Los Informes anuales del PNUD se han hecho clásicos en mostrar esta situación y se han convertido en verdaderos Informes sobre el "estado del arte" de la miseria en el mundo.

9. Séptima Tesis

Breve epílogo sobre la democracia doméstica: de la representación a la participación o la construcción de nuevos espacios democráticos Como ha quedado explicito, buena parte de la crisis de la democracia en todas las sociedades contemporáneas, pero especialmente en los países atrasados y específicamente en nuestra democracia doméstica deviene de la aparición y dominio de una concepción que la reduce de un régimen sociopolítico a un simple procedimiento. Las causas de la quiebra de nuestra llamada "democracia representativa" puede resumirse, en aras de la brevedad y del conocimiento general del proceso, en a) pervirtió la política convirtiéndola en una simple mediación de acceso al poder, puesto al servicio de cúpulas y "entornos íntimos" como mediación de "enriquecimientos ilícitos"; b) pervirtió la democracia, reduciéndola a un simple procedimiento de legitimación del poder instituido mediante las elecciones; c) generó una cultura política perversa, tanto de forma como de contenido. De forma, basada en la descalificación del adversario, en la alineación y la manipulación massmediética, nunca en la formulación y discusión de un proyecto serio de país. De contenido, fomento la exclusión de la población de la política como praxis, clausuró el debate, cultivó la pasividad a través del reforzamiento del caudillismo, y su forma moderna el presidencialismo, además de instaurar el mesianismo y el clientelismo como principal forma de hacer política. d) no construyó una administración pública, ni como aparato, ni como institución, ni como tradición, pues resultaba innecesaria desde el punto de vista organizativo y productivo y fue reducida a simple mecanismo de distribución de la renta, escenario y canal de la corrupción, y terreno del clientelismo partidista. e) excluyó a la mayoría de la población del usufructo de la riqueza social. Estos elementos se ven todos agudizados por la aplicación de las políticas de ajustes neoliberales que, al agravar violentamente la situación de las amplias mayorías, crea la situación de crisis por todos conocida.

Ahora bien, lo sociopolítico como articulación concreta son las instituciones y las significaciones imaginarias que esas instituciones encarnan y hacen existir en la realidad. Estas significaciones son las que dan un sentido a la actividad sociopolítica y, en general, al mundo que crean los seres humanos como escenarios de su existencia. El sujeto humano queda entonces atrapado en un campo histórico-social y colocado simultáneamente bajo la influencia del imaginario colectivo que cohesiona la sociedad y de la historia de la que dicha sociedad es producto. El imaginario social, en tanto institucionalidad, tiende a reproducirse perennemente, casi de manera espontánea, pues orienta las prácticas sociopolíticas que, a la vez, legitiman tal imaginario. La ruptura de esta lógica del desarrollo socio-político no resulta nada sencilla, más si se toma en cuenta el despliegue de la lógica perversa tanto del poder instituido y del capital como su soporte de última instancia a través de la corrupción y, particularmente, la inexistencia histórica del ciudadano como sujeto de la democracia, ni de las instituciones, ni de los espacios de civilidad, pues todos los espacios públicos fueron saturados por el clientelismo partidista. Sin embargo, es sólo a partir de esta ruptura que puede abrirse un horizonte de transformación social y política, condenado al fracaso de otra manera. La ruptura sólo se expresa a través de la creación de la política y de la filosofía critica. De la política, a través de su sustantivación en la democracia participativa, como alteridad a las prácticas políticas instituidas mediante el cuestionamiento radical de las instituciones establecidas. Y de la filosofía crítica como reflexión, no como simple conocimiento instrumental, desde la cual se cuestiona radicalmente las representaciones comúnmente aceptadas que soportan y legitiman los poderes establecidos. Ambas construcciones, suponen nuevas prácticas sociopolíticas basadas en una ética del discurso y una praxis política transformadora y estas son imposibles sin una comunicación política que asuma por un lado la comunicación como esencialidad constitutiva de lo humano y la política como el espacio de la eticidad tal como le hemos señalado supra.

En otras palabras, estamos planteando que las rupturas necesarias para abrir cauce a un nuevo ordenamiento sociopolítico, es decir, a la creación de una nueva cultura política es imposible sin una práctica sociopolítica del sujeto social concientemente dirigida al logro de este objetivo. Por eso estas rupturas implican el rechazo de toda fuente de sentido que no provenga de la actividad humana articulada alrededor del sentido ético y solidario de la existencia que hemos señalado. Implica el rechazo de toda "autoridad" que no rinda cuenta y razón y que no justifique la validez del derecho de sus enunciados a la luz del principio material de toda ética crítica: la producción, reproducción y desarrollo de la vida humana, entendida ésta no sólo como mera sobrevivencia o reproducción material física sino, además y siempre, como el desarrollo de las funciones mentales, culturales y vitales del hombre, en el mejor sentido de la eudaimonia aristotélica.

La insurgencia del 4 de febrero del ´92 y todo el proceso posterior que condujo a la actual situación cuya cúspide es el nuevo texto constitucional, genero fisuras, fracturas y rupturas en algunas esferas del poder y las instituciones instituidas y en algunos terrenos. Incluso se ha creado un campo potencialmente favorable a la incorporación de amplios sectores de la población venezolana como prerrequisito de cualquier transformación de la sociedad. Las viejas formas del poder, las instituciones y el propio imaginario social, se ha visto afectado y ha recibido fisuras y fracturas, pero el viejo orden mantiene su esencialidad. Más aún, las propias fisuras y fracturas se sustentan, muchas de ellas, en el ejercicio de la vieja cultura política (el mesianismo y el caudillismo, por ejemplo) que hacen que los logros actuales constituyan una base frágil para avanzar en la construcción de una verdadera democracia.

La situación plantea algunas interrogantes fundamentales, de cuyos análisis, enfoques, preguntas, respuestas y estrategias de desarrollo dependen en buena parte el sentido y la dirección que en definitiva tome el proceso actual. El problema central está quizás en evaluar correctamente: a) cuáles son los escenarios, los sujetos sociales, las prácticas sociopolíticas y las mediaciones que pueden constituirse, como sujetos de la política y la democracia en los términos arriba señalados, en avanzada de la construcción de nuevos espacios democráticos. En otras palabras, cuál es el camino para la creación de una nueva cultura política. b) cuáles son los escenarios, los sujetos sociales, las prácticas sociopolíticas y las mediaciones a través de las cuales el poder y las instituciones instituidas pueden reabsorber los intentos y posibilidades de cambio, mimetizándose para bloquear los cambios y servir de base para la restauración abierta o implícita de la vieja pero aún real cultura política. c) en qué esferas del poder, las instituciones y el imaginario social se han creado fisuras, fracturas y rupturas?. ¿Cuál es el verdadero alcance de éstas? ¿Cuáles se constituyen en base sólida para intentar avanzar? ¿cuáles son las fuerzas reales del cambio? ¿Cuáles son las tareas centrales en los diferentes niveles: Estado, gobierno, partidos, movimientos sociales, sociedad civil?.

Es definitiva se trata de articular aquellas que pudieran ser la fuerzas emergentes para dirigirlas programáticamente en dirección a la creación de la institucionalidad, los espacios de civilidad y la ciudadanía que, articulados sobre el ejercicio de la soberanía sean capaces de construir un nuevo imaginario y a través de las prácticas sociopolíticas crear nueva cultura política, prerrequisito indispensable para transitar el camino de la representación a la participación y en transformar ésta en el fundamento de nuevos espacios democráticos.

La perversión de la política y la llamada democracia representativa han bloqueado la constitución de un ciudadano que reducido a la pasividad está impedido de transformar el mundo externo y de potenciarse así mismo, como sujeto individual y social de dicha transformación. En el trasfondo ideológico de esta postura se encuentra la figura del caudillo, revestida hoy del ropaje "presidencialista", que sigue siendo el depositario de los deseos, expectativas y esperanzas del hombre masa, en cuya manipulación están las claves de acceso al poder. Esta matriz política de hondas raíces, que se inicia con la propia República se ha mantenido a lo largo de toda nuestra historia. Cabalga todo el siglo pasado y buena parte de la primera mitad del presente sobre la negación de las instituciones necesarias al desarrollo de la democracia y la ciudadanía, sustituidas por la voluntad de caudillos que fragmentaron no sólo el poder político, también la República en el orden social, económico, moral y cultural. El advenimiento del petróleo y la renta petrolera permitirá transformar aquellas matrices en otras, apenas recubiertas del ropaje de la democracia representativa bajo los cuales persiste la incivilidad.

De allí que, para finalizar, la construcción de nuevos espacios democráticos pase necesariamente por la realización de tres tareas fundamentales: la construcción de la institucionalidad, de los espacios de civilidad y de la ciudadanía, articulados por nuevas prácticas sociopolíticas que asentadas en la participación del sujeto social permitan construir una nueva cultura política. La política, como la asociación para el desarrollo de la vida y las potencias humanas, la democracia como régimen social de participación y la comunicación como mediación de la esencialidad humana, expresada en la reflexión que pregunta por el sentido de la existencia, volverán entonces a adquirir significados vitales. Se trata guiarnos por el viejo aforismo socrático según el cual sólo la vida conciente vale la pena ser vivida, aunque Rubén Darío señale en su verso diáfano y profundo que no hay mayor dolor que el dolor de estar vivo / ni mayor pesadumbre que la vida conciente y Martí nos recuerde que la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.

10. Referencia Bibliográficas

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Autor:

Ma. Elena Lavaud. Ninoska Litchenka Arellano Carlos Alberto Marcano

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