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Imagining Keynes – Parte I – El día que Keynes “lloró” (Economía de malversación)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

  1. Cuantificando el daño: secretos y mentiras (todo sea por la banca)
  2. La doctrina del miedo ("el tiempo se agota", dice el FMI)
  3. -¡Take the money and run! (huellas -recientes- dejadas en la "odiada" hemeroteca)
  4. La crisis mutante
  5. Lecciones keynesianas
  6. Académicos tras la especulación (El País – 31/5/11)

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Esta vez mis "desvaríos" vuelven a Keynes (sobre el que ya escribiera un Ensayo: "Los "viejos sabios", discuten la economía global – Debate virtual entre Adam Smith y John Maynard Keynes", publicado en julio de 1999), tan manido últimamente; aunque podría haberme acordado de Kafka (tanto monta, monta tanto), pero los "borradores de cabeza" maquillan su "metamorfosis"… (¿vergüenza, miedo, farsa, treta, ardid, o desprecio?).

Keynes dice que "una economía monetaria es, ante todo, aquella en que los cambios de opinión respecto al futuro son capaces de influir en el volumen de ocupación y no sólo en su dirección…".

¿Pueden los "banqueros sin frontera" sostener (sin negar la evidencia) que sus decisiones de inversión (negocios) han influido favorablemente en el volumen de ocupación? Sólo han incidido en su dirección, y ha sido hacia el desempleo y la miseria.

Algunos afirman que "lo único que hay frente a la crisis es Keynes, Keynes y Keynes, que es un disparate incrementando el gasto público". (José Luis Cava)

Otros critican el incremento del gasto: "venga de donde venga y se lo destine a lo que se lo destine". (Juan Ramón Rallo)

Que quede claro: lo que están haciendo el Gobierno de los EEUU y la Reserva Federal (Fed) o la Unión Europea y el Banco Central Europeo (BCE) no es "keynesianismo", se mire como se mire y se pongan como se pongan (los unos y los otros).

Socializar las pérdidas no es keynesianismo; salvarle el culo a los bancos no es keynesianismo; alentar la especulación bursátil, no es keynesianismo; facilitar la distribución regresiva de los ingresos no es keynesianismo; eliminar el Estado de bienestar no es keynesianismo… (y podría seguir). Todo eso es "falsificar" a Keynes.

Los falsos liberales (que se rasgan las vestiduras, cuando se menciona a Keynes) deberían explicar (sin condenarse) como justifican el liberalismo de mano única.

La socialización de las pérdidas y el rescate del rescate (a octubre de 2011, ya vamos por la segunda vuelta) me llevan a decir que: "esta teta no da más de sí". Si no, que venga Keynes o Smith (tanto monta, monta tanto) y lo vea.

También sobre Smith tengo un Paper escrito: "El día que Smith "lloró"", publicado en mayo de 2004, por si desean ahondar en "La teoría de los sentimientos morales", a la hora de revisar lo actuado en la crisis presente. Un asunto digno de reflexión.

Tal vez (sólo digo, tal vez) la "dubitativa" Merkel (mira tú por dónde) podría practicar algo de keynesianismo, si se animara, incentivando la demanda: hacer al revés que China, en vez de dar crédito a EEUU para que le sigan comprando, podrían comprar a los PIGS para que le sigan pagando. Y ello sin tocar a los bancos. ¿Qué tal? Demasiado fácil, para ser "políticamente correcto".

Tal vez (sólo digo, tal vez) el "peronista" Obama podría practicar algo de keynesianismo, si se animara, incentivando la demanda: tomando decisiones económicas que favorecieran a "Main Street" y no exclusivamente a "Wall Street". Claro que con ese proceder, no se "financian" las campañas…

Hasta que se demuestre lo contrario, "la mano invisible" del mercado sólo ha servido para firmar las transferencias de fondos públicos a los bancos, para que resuelvan sus problemas de solvencia (aunque digan que son de liquidez), continúen sus negocios especulativos (que provocaron la crisis), y mantengan su generosa política de remuneraciones (equivalente al 50% de sus ingresos)… y aquí paz y después gloria.

¿Puede hablarse keynesianismo cuando el crédito a particulares se ha congelado?

¿Puede hablarse de keynesianismo cuando toda la política de distensión monetaria fue a parar a las arcas de los mismos que provocaron la crisis? ¿Es esto actuar con cautela?

Esto se llama jugar sucio. Han privatizado la política económica de la Unión Europea. De Estados Unidos, va de suyo (Washington S.A.). Magos pretenciosos que convirtieron la política europea (la de EEUU, va "en línea con el mercado") en el espectáculo repugnante que es ahora.

¿Por qué tanta celeridad (¿y servilismo?) a la hora de dar "relajamiento cuantitativo" (¿droga?) a los bancos y especuladores bursátiles, y tanta disciplina y rigor a la hora de financiar el déficit fiscal de los países? ¿Son dineros distintos? ¿O acaso el destino (inconfesable) de los "relajamientos" lo justifica todo?

¿Por qué la política monetaria es más relajada a la hora de apoyar la economía financiera que a la de apoyar a la economía productiva?

¿Por qué los particulares se deben "desapalancar" malvendiendo sus activos, perdiendo sus propiedades hipotecadas, y/o reduciendo sus consumos, y las entidades financieras se "desapalancan" pasando (a precio de libros) sus activos "tóxicos" a los gobiernos?

¿Por qué los "guardianes de los bonos" son tan generosos (se dicen pragmáticos) a la hora de prolongar las medidas de liquidez que favorecen a los bancos y tan cicateros (se dicen dogmáticos) cuando se trata de reforzar los balances fiscales de los gobiernos?

¿Por qué se "estimula" la especulación (acciones, materias primas, productos financieros) y no se lo quiere hacer con la demanda de los contribuyentes? ¿De quién es el dinero que tan alegre (e irresponsablemente) lanzan desde el helicóptero?

¿Por qué tienen "importancia sistémica" las grandes instituciones financieras y no tienen "importancia sistémica" los gobiernos (que han rescatado no una, sino dos veces -hasta octubre de 2011-, a los bancos "sistémicos", y/o los contribuyentes (que al final son los que pagan todo este circo y terminan cubriendo todas las apuestas del casino)?

¿Qué están haciendo los gobiernos de EEUU y la UE, con sus respectivos bancos centrales, por frenar la segunda ronda de recesión (la temida "double dip"), más allá de asistir la segunda ronda de capitalización bancaria (y sigue el baile) e intentar desesperadamente monetizar la deuda (inflación por medio)?

¿Por qué se reabre la barra libre de liquidez y la recompra de bonos a la banca (BCE – 6/10/11) y se mantiene la prohibición de comprar deuda pública (si no se realiza a través de los bancos, en el mercado secundario, previo abono de una plusvalía del 3 ó 4 por ciento, a favor de los "sospechosos habituales")? ¿Estupidez, dogmatismo o cohecho?

¿No resultaría más racional (sé que es una práctica poco habitual en política y por lo que se ve, últimamente, también en economía) apoyar la deuda pública para que su valoración de mercado no sea castigada y afecte los balances de los bancos, que reforzar el capital de los bancos para que puedan soportar la minusvaloración de su cartera de inversiones de bonos soberanos (que por otra parte se originaron para atender las necesidades devenidas del primer rescate financiero y, en su momento (para más inri), sirvieron para mejorar la rentabilidad de los bancos (gracias al "trapicheo" del BCE)?

¿Ustedes creen que todo este cinismo, concupiscencia, corrupción, prevaricación, servilismo, conculcación, malversación, fraude, estafa,… (y podría seguir), está contemplado en la doctrina keynesiana? ¿Habría sido aprobado por Keynes?

¿Por qué dicen Keynes cuando deben decir Madoff? ¿Hasta en eso fingen? Hipócritas.

El "colapso del sistema"… pero no jodamos, el único colapso verdadero es el de la moral, el de la ética y hasta si se me permite (aunque sé que no se estila), el de la estética. Es que hasta para robar (que es de lo que se trata), hay que tener cierto estilo.

Pues ni eso, para "aliviar" cuantitativamente a los bancos utilizan de inodoro el cráneo (muchas veces hueco, lamentablemente) de los contribuyentes. Vamos, que se cagan en el ciudadano (¿más claro?). Encima de cornudo, apaleado. Los políticos se seguirán meando en todos y nos dirán que llueve. O sea.

Estamos ante una nueva etapa en la gestión de esta crisis que pone de manifiesto lo mal que se han hecho las cosas hasta ahora. El banco central creando incentivos para acumular activos soberanos devenidos tóxicos a añadir a los que ya tenían las instituciones en cartera, en lugar de fomentar la necesaria contracción del balance y la asunción de pérdidas cuando fuera menester. Y los gobernantes de uno y otro signo más pendientes de evitar que la suciedad les salpicara, en términos de percepción interna de sus votantes, que de comprender la gravedad del problema y actuar en consecuencia. En fin. Sea como fuere llegados a este punto de poco sirve mirar atrás. En la batalla entre actividad productiva y economía financiera -qué fue antes, ¿el huevo o la gallina?- ésta vuelve a ganar por la mano, círculo vicioso de financiaciones cruzadas que obligan a la primera a la austeridad y consienten en la segunda la promiscuidad. Por eso no hay bajada de tipos que beneficie a una y dañe el margen de interés de la otra.

Mientras tanto, José Manuel Durao Barroso ha revelado, en una entrevista concedida a YouTube y Euronews, que la Comisión está buscando soluciones para limpiar los balances de las entidades financieras europeas. (Expansión – 6/10/11)

Barroso respondió a ciudadanos de todo el mundo que enviaron sus preguntas a través del portal informático.

En respuesta a la pregunta más votada por los internautas, acerca del dinero que se ha gastado Europa para rescatar bancos desde 2008, Barroso afirmó que la UE ha invertido al menos 500.000 millones de euros de manera directa para salvar entidades y garantizar las inversiones y ahorros de los ciudadanos.

Además, apuntó que el montante asciende a un billón de euros si se tienen en cuenta las garantías, y cuatro billones contando todo el conjunto de medidas puesto en marcha para encarrilar la economía europea, un dinero que han pagado los contribuyentes.

Los países de la UE comprometieron entre 2008 y 2010 casi 950.000 millones de euros para recapitalizar la banca y sanear activos deteriorados. Finalmente, se desembolsaron 303.000 millones en recapitalización y 104.000 millones en activos malos, según los datos del departamento de Joaquín Almunia, comisario europeo de Competencia. (Cinco Días – 8/10/11)

Para la economía americana -y para muchas otras economías desarrolladas-, el elefante en la habitación es la cantidad de dinero entregado a los banqueros en los cinco últimos años. En los Estados Unidos, la suma asciende a la asombrosa cifra de 2,2 billones de dólares en el caso de los bancos registrados en la Comisión del Mercado de Valores de los EEUU. Si la extrapolamos al próximo decenio, la cifra se acercaría a los cinco billones de dólares, una cantidad muchísimo mayor que lo que el Gobierno del Presidente Barak Obama y sus oponentes republicanos parecen dispuestos a reducir de los próximos déficits gubernamentales. (Nassim Nicholas Taleb and Mark Spitznagel – Project Syndicate – 2/9/11)

Resulta que los bancos tienen pasivos de corto plazo (depósitos) y activos de largo plazo, que no pueden hacerse líquidos de forma rápida sin que se tengan que incurrir en grandes pérdidas. Esta es la razón por la que todos los países ofrecen apoyo de liquidez de emergencia en caso de que sobrevenga una corrida bancaria, tal como ocurrió en una escala global cuando la confianza en el sector bancario colapsó junto con Lehman Brothers en el año 2008.

Análogamente, la eurozona necesita un mecanismo para hacer frente a las corridas de deuda pública en sus países miembros. Esto obliga a que las autoridades fiscales tengan acceso a una gran cantidad de liquidez para casos de emergencia. Sólo el BCE puede proporcionar este seguro de protección.

El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), fue diseñado para proporcionar apoyo financiero de emergencia únicamente a los países periféricos. Este fondo simplemente no tiene, y (probablemente) nunca tendrá, fondos suficientes para financiar la masiva compra de bonos que se necesita a fin de estabilizar los mercados de deuda de las grandes economías, como ser las de España e Italia.

A principios de agosto (2011), el efecto dominó de la crisis de la deuda soberana en la periferia de la eurozona empezó a activarse, ya que los mercados financieros no esperan a que se disminuya la calificación crediticia de un país y luego del otro. Al contrario, los mercados tienden a anticipar el final, o por lo menos un posible escenario; concretamente en este caso, el desmoronamiento de toda la estructura de la crisis y el contagio.

Los mercados se dieron cuenta de que el euro parecía estar atrapado entre la espada (la limitada capacidad de endeudamiento del FEEF) y la pared (la renuencia del Banco Central Europeo a comprometerse a compras de gran escala de bonos de los gobiernos con problemas financieros).

Para plantear el problema de manera más general, la eurozona requiere el respaldo de liquidez de su autoridad fiscal. En una economía "normal" que tiene su propia moneda, las autoridades fiscales nunca tendrían motivo para enfrentar una escasez de liquidez, debido a que el gobierno siempre puede contar, al menos potencialmente, con el apoyo del banco central. Un gobierno de la eurozona, por el contrario, siempre está en una situación precaria: sólo tiene activos a muy largo plazo (su poder tributario) y pasivos con plazos más cortos; es decir, tiene deuda pública, gran parte de la cual debe ser refinanciada de forma anual. Si los inversores se niegan a comprar la deuda, sin importar cuales son los términos para dicha compra, hasta un país fiscalmente prudente podría encontrarse en una posición de restricción de liquidez y podría tornarse en insolvente.

Gracias a los "prestidigitadores" financieros (Fed, bancos afectados, FMI, BM,… "and so on") ahora hay una solución que poco a poco está tomando forma; esta solución promete la creación de un mecanismo por el cual el BCE podría respaldar al FEEF. Esto podría lograrse mediante el simple registro del FEEF como banco, lo que le daría acceso a los refinanciamientos normales del BCE bajo los mismos términos aplicados a otros bancos normales. En dicho caso, el FEEF podría llevar a cabo grandes compras de deuda pública, apalancando su limitado capital a través del refinanciamiento del BCE y utilizando como garantía los bonos gubernamentales que compra (ríanse de la "contabilidad creativa" de Goldman Sachs en el caso de la deuda griega).

De esta manera, se podría establecer "una división del trabajo" adecuada (vaya eufemismo). El FEEF tendría la responsabilidad de enfrentar las crisis fiscales en los Estados miembros. En el caso de países con problemas de solvencia lo apropiado sería un programa de ajuste similar a los de Grecia, Irlanda, o Portugal. Sin embargo, en el caso de países grandes que hacen frente a un déficit de liquidez, el FEEF podría atenerse al apoyo del BCE. Los eufemísticos lo llaman vehículo, Bernanke lo llama helicóptero.

El BCE, a regañadientes, pero cada vez más, se está convirtiendo en el centro neurálgico de la refinanciación de la eurozona, tanto de sus gobiernos como de su sistema financiero. Cada día son más "altius" y más "fortius" los "puts" al mercado. En definitiva, hoy por hoy, ante el "racaneo" de los países "ponedores" (hasta que sus bancos digan, basta), y frente a las "urgencias" de los países "gastadores", el BCE es la "mano que mece la cuna". Como si fuera la Fed, se ha transformado en el prestamista de último recurso. Que fluya el dinero (¿remember, Maestro Greenspan?). Ya veremos más adelante como se recoge (sic Greenspan)… Otra vez, "no será diferente".

Si los inversores saben que ya no existe la posibilidad de que ocurra una restricción de liquidez, ellos se abstendrán de ataques especulativos a países solventes. Las condiciones de casi pánico en los mercados financieros (5/10/11) disminuyeron tan pronto como se propagaron rumores de que la solución aquí descrita había sido discutida, al menos, a puertas cerradas. Sic transit gloria mundi…

Keynes (el "adulterado" por unos y "desdeñado" por otros) tal vez habría dicho: estamos ante una crisis de excesivo endeudamiento, y estas crisis son muy difíciles de resolver. Para salir no hay más remedio que ir disminuyendo suavemente las deudas y "acelerar el crecimiento"… (sin querer dármelas de biógrafo, ni siquiera de hagiógrafo).

La historia sugiere que los gobiernos se vuelven severos con los bancos sólo después de una crisis, y a medida que la crisis se pierde en la memoria, también desaparece la voluntad de ser exigente. Entonces, se vuelve a correr el riesgo de preservar la libertad a expensas de la eficacia (que fue lo que provocó la crisis financiera que padecemos).

Si las experiencias anteriores sirven de referencia (ceteris paribus), "lamentablemente" tendremos que continuar registrando nuevas inyecciones de adrenalina de la FED y el BCE, que duran poco, pero revolucionan todo. Mientras Estados Unidos y Europa siguen con más problemas que soluciones, entre la avaricia y el miedo, sólo habrá más alegría para los bancos. Continuarán beneficiándose los principales sospechosos.

Mientras asistimos "perplejos" a la "japonetización", del (ex) primer mundo, sólo nos falta escuchar al "presentador" (¿Bernanke o Geithner?) decir: "and the winner is"…

– Antología del disparate (aplicación de la ley de los grandes números a la doctrina del "too big to fail")

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Agence France-Presse/Getty Images

Una foto vale más que mil palabras: El azote propinado por el huracán Irene en la zona de Wall Street y alrededores durante la última semana de agosto de 2011, resultó una metáfora oportuna del estado actual del sector financiero.

La mayor debacle económica desde 1929 comenzó como una crisis inmobiliaria que degeneró en una crisis financiera. Después vino la recesión y ahora, en medio de una tormenta de deuda soberana, hay riesgo de otra recesión.

La crisis parece que está a punto de cambiar de nuevo de rostro. Desde su estallido en verano de 2007, cuando empezó a salir a la luz el agujero de las hipotecas subprime, la economía internacional ha sufrido tres mutaciones. La primera: la crisis inmobiliaria provocó una tormenta financiera. La segunda: la desconfianza en los bancos generó en 2009 en una recesión global. Y la tercera: la apuesta por salir de la crisis aumentando el gasto público ha degenerado en una tormenta de la deuda de proporciones incalculables a ambos lados del Atlántico.

Y lo peor es que, cuatro años después de que comenzara la mayor crisis desde el crash de 1929, nada parece que haya mejorado: el Fondo Monetario Internacional (FMI) sigue alertando de que hay que recapitalizar a la banca. A esto se suma que los desequilibrios en el crecimiento han rebrotado de nuevo tras un corto paréntesis de fuerte crecimiento en 2010. Asimismo, el agujero de las cuentas públicas ha puesto en peligro el euro y ha dado lugar a una histórica rebaja del rating de la primera potencia mundial.

La economía mundial se encuentra ahora (septiembre de 2011) al borde de una nueva recesión, con numerosas incógnitas que amenazan el horizonte próximo.

Cuantificando el daño: secretos y mentiras (todo sea por la banca)

Algunas fases de esta crisis (subprime, financiera y de deuda soberana)

Cronología

2007

17 de julio: Bear Stearns enciende las alarmas al valorar a cero dos de sus hedge fund, que tenían exposición al negocio de las hipotecas subprime.

9 de agosto: El Banco Central Europeo (BCE) inyecta 95.000 millones de euros en el sistema para prevenir una crisis de liquidez sin precedentes.

2008

14 de marzo: La Reserva Federal concede un préstamo de emergencia a Bear Stearns, Tres días, JPMorgan se hace con el banco por 240 millones de dólares.

15 de septiembre: Lehman Brothers se declara en quiebra y desata en pánico en los mercados financieros.

16 de septiembre: EEUU nacionaliza la mayor aseguradora mundial, AIG.

18 de septiembre: La Fed, en colaboración con el BCE, el Banco deInglaterra y los bancos centrales de Canadá y Suiza, inyectaron 180.000 millones de dólares en los mercados.

10 de octubre: Tras sufrir Wall Street su mayor caída desde 1987, el Ibex se desplomó un 9,23%, su segundo mayor retroceso de la historia.

Noviembre 2008. Por la recuperación. Los líderes del G-20 se reúnen en Washington en la primera gran cumbre para hacer frente a la crisis financiera mundial. Pese a las reticencias del todavía presidente de Estados Unidos, George Bush, la determinación del británico Gordon Brown, el francés Nicolas Sarkozy y Barack Obama permite sacar adelante una declaración llena de promesas de planes de estímulo, de urgencia por la recapitalización de la banca y de supervisión de las entidades y productos financieros transnacionales.

2009

Abril de 2009. Más expansión. La siguiente reunión del G-20 se celebra en Londres todavía con el entusiasmo inicial por los planes públicos de estímulo. Se aprueba una inyección masiva al FMI. En total, son 1,1 billones de euros adicionales para restablecer el crédito, el crecimiento y los puestos de trabajo en la economía mundial. El comunicado final de la cumbre reconoce expresamente que la crisis mundial se debe a fallos en el sistema financiero y en la regulación. También se lanza la persecución a los paraísos fiscales y se crea el Consejo de Estabilidad Financiera, con poderes para alertar de riesgos macroeconómicos y financieros y actuar sobre ellos.

7 de mayo: El BCE baja los tipos hasta mínimos históricos del 1%.

Septiembre de 2009. Se frena el entusiasmo. Solo un año después de la caída de Lehman, el G-20 de Pittsburgh empieza a arrastrar los pies. Se prorroga la reforma financiera tan firmemente aceptada en la cumbre de Londres y se amplían los plazos para la completa puesta en marcha de mayores requisitos de capital a la banca.

2010

9 de mayo: La UE acuerda activar el rescate de Grecia, dotado con un máximo de 110.000 millones de euros hasta 2012.

Junio de 2010. Se impone la austeridad. El crecimiento de los déficit y de la deuda siembra la alarma entre los países alérgicos a la inestabilidad fiscal. Angela Merkel pone su influencia a trabajar a favor de un plan de austeridad que se impone en toda su extensión. La cumbre del G-20 en Toronto (en la foto, el presidente español, Rodríguez Zapatero) cambia el paso mundial.

Noviembre de 2010. Guerra de divisas. Las preocupaciones de la cumbre del G-20 en Seúl se centran en la guerra de divisas que se está produciendo, con China a la cabeza. Las medidas concretas para analizar la salud de los países y medir los desequilibrios externos quedan postergadas a la próxima cita del G-20, que se celebrará el próximo mes de noviembre en París.

28 de noviembre: La UE aprueba el paquete de ayuda a Irlanda, por importe de 85.000 millones.

2011

17 de mayo: El Eurogrupo aprueba el paquete de rescate de Portugal, que asciende a 78.000 millones de euros.

7 de abril: El Banco Central Europeo cambia el rumbo de su política y eleva los tipos de interés por primera vez desde julio de 2008.

Relato mínimo (el lado oscuro de las "expectativas irracionales")

En la noche del 14 de septiembre de 2008, el cuarto banco de inversión más grande de EEUU quebró. Desde entonces, nada es lo mismo en las finanzas y la economía mundial.

"La cuestión es que tenemos que prepararnos ahora mismo para la quiebra de Lehman Brothers. Y para la de Merrill Lynch. Y para la de AIG. Y para la de Morgan Stanley. Y tal vez para la de Goldman Sachs". Estas palabras corresponden a Jamie Dimon, el consejero delegado de J.P. Morgan. Según el detallado relato de Andrew Ross Sorkin en su obra Malas noticias, las pronunció en la mañana del 13 de septiembre de 2008 en una teleconferencia con varios de los principales directivos de la entidad.

Poco más de 24 horas después, su advertencia comenzó a cumplirse. En la noche del 14 de septiembre, Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de EEUU, quebró; Merrill Lynch se salvó en el último momento gracias a que, con la intercesión de las autoridades norteamericanas, fue adquirido por otra entidad, Bank of America; la aseguradora AIG tuvo que ser rescatada, con una primera inyección de 85.000 millones de dólares, por la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos. Y la secuencia se interrumpió en la noche del 18 al 19 de septiembre con una maniobra de urgencia por parte del secretario del Tesoro, Henry Paulson.

Todo ello en menos de una semana. Nunca antes en la historia reciente el universo financiero había estado tan cerca de desintegrarse. "Desde el cierre bancario decretado por Franklin D. Roosevelt no se había producido nada igual", rememora Juan Ignacio Crespo, director europeo de Thomson-Reuters. Y aquello se produjo en 1933. Esto es, en plena Gran Depresión. Setenta y cinco años después, la caída de Lehman dio paso a otra crisis legendaria: la Gran Recesión.

La herida sigue abierta

Es más, 1.000 días después, los efectos de su quiebra y de aquella semana aún perduran. La parálisis general posterior a semejante Armagedón financiero provocó una herida tan profunda en la economía real que ésta todavía no la ha curado. "Los shocks financieros que golpearon la economía mundial en septiembre y octubre (de 2008) fueron los peores desde los años 30 y ayudaron a empujarla hacia la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial", admitió Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal.

En Estados Unidos esa huella resulta evidente en dos terrenos fundamentalmente. Por un lado, el empleo. Antes de la quiebra de Lehman, la tasa de paro se encontraba en el 6,1 por ciento; ahora, y tras haber llegado al 10,1 por ciento en octubre de 2009, permanece en torno al 9 por ciento. Y por otro, el sector residencial. Las ventas de viviendas nuevas siguen sin remontar el vuelo y continúan por debajo de las 400.000 al mes -en tasas anualizadas-, cuando su media histórica asciende a 690.000. También se encuentran por debajo de su promedio histórico las ventas de casas de segunda mano.

Pero el estruendo de la caída de Lehman Brothers se oyó en todo el mundo. Y también su efecto destructor, que se propagó por la economía global. Activó, de hecho, un círculo vicioso cuyo movimiento sigue en curso para configurar una crisis perfecta, camaleónica, que se resiste a dar su brazo a torcer.

"El colapso de (Lehman) causó que los mercados interbancarios dejaran de funcionar", afirmó igualmente Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE). Sin el crédito fluyendo entre los bancos por la desconfianza con la que unos miraban a otros, los problemas se trasladaron inmediatamente a la economía real. La recesión se agravó, el paro creció, el consumo se detuvo… y todo ello intensificó el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en países como Estados Unidos, Irlanda o España, algo que, a su vez, agravaba todos los problemas anteriores.

Para paliar esos impactos, los Estados dieron un paso al frente. Rescataron bancos, con la consiguiente polémica de socializar las pérdidas cuando antes no se hizo lo mismo con los beneficios, y desempolvaron las recetas del economista británico John Maynard Keynes para intentar estimular la demanda con mayor gasto público. Pero el multiplicador keynesiano, por el que cada nuevo euro introducido en la economía genera más crecimiento, no tuvo el alcance esperado. En parte por la ausencia de confianza; y en parte, también, porque los países no disponían de demasiado margen de actuación. Ni siquiera los Estados pueden estirar el brazo más que la manga. No pueden gastar de forma ilimitada, y los déficits públicos comenzaron a aumentar. Los problemas de pagos del sector privado se trasladaron a la deuda soberana, hasta el punto de que varios países de la zona euro, como Grecia, Irlanda y Portugal, han tenido que recibir dinero porque, de lo contrario, no hubieran podido afrontar sus respectivos compromisos financieros.

Las tres fases de la crisis

La crisis se está desarrollando en tres fases. La primera se extiende desde julio de 2007 a septiembre de 2008, cuando se produce el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y la quiebra de las hipotecas subprime, lo que acabó afectando a las entidades financieras más involucradas en el negocio de "originar para distribuir", es decir, constituir hipotecas para venderlas.

La segunda fase comienza el 15 de septiembre de 2008. La quiebra de Lehman Brothers provocó un pánico financiero en los mercados mayoristas de financiación y le dio un carácter sistémico a la crisis, provocando una caída del comercio internacional y de la actividad industrial mundial sin precedentes, que hizo que incluso países en los que no se produjo la "fiesta crediticia" sufrieran una intensa recesión. En los países "festivos", además, el aumento del coste de la financiación y la disminución del consumo y de la inversión provocada por la caída de la riqueza, tras la disminución de los precios de la vivienda y de los activos financieros, intensificó el desplome de la demanda interna. Es entonces cuando, para evitar el colapso de la economía mundial, gobiernos y bancos centrales recurrieron, respectivamente, a políticas fiscales expansivas y a la ampliación, cuantitativa y cualitativa, de medidas extraordinarias de provisión de liquidez que se habían introducido en la primera fase de la crisis.

Estas medidas fueron, en principio, eficaces y a mediados de 2009 comenzó una recuperación económica, al tiempo que la situación en los mercados financieros tendía hacia la normalización. Pero algunos gobiernos siguieron sin reconocer que, aunque la recesión se manifestó con un desplome de la demanda, la crisis tenía su origen en causas estructurales y que añadir deuda pública a la privada no era la solución definitiva.

También fue un disparate que algunos gobiernos, como el irlandés, pensaran que podían hacer frente a todas las pérdidas de su sistema bancario y las garantizaran totalmente. Desde el inicio de la crisis en algunos países se han llevado a cabo programas de rescate de entidades financieras. O sea, han intentado apagar el fuego dándole otra caja de cerillas y más bidones de gasolina al pirómano.

La tercera fase de la crisis se inicia en abril de 2010. El detonante fue el reconocimiento de que la situación de las finanzas públicas en Grecia era mucho más precaria de lo que se tenía constancia oficialmente. Las mechas de transmisión fueron la elevada interconexión financiera entre los países de la zona del euro y los problemas de gobernanza de la Unión Monetaria Europea. Así, lo que en principio era una grave imprudencia fiscal de un país periférico, se acabó convirtiendo en una crisis de deuda soberana en la zona del euro. Junto con Grecia, Irlanda, que alcanzó un déficit público superior al 30% del PIB en 2010 como resultado de la decisión de su gobierno de garantizar todas las pérdidas bancarias, y Portugal, que no había disfrutado de crecimiento económico durante mucho tiempo y también había acumulado necesidades de financiación elevadas, tuvieron que recurrir a la ayuda financiera internacional.

A día de hoy, siguen sin resolverse los problemas de gobernanza de la UEM y existe un riesgo considerable de contagio a más países con elevadas necesidades de financiación. En esta situación es difícil que los gobiernos de los países más afectados puedan obtener recursos financieros para mantener políticas fiscales expansivas.

Las no-respuestas de política económica

La crisis está cerca ya de cumplir cuatro años. En lo fundamental, los problemas que la causaron siguen sin resolverse. Para hacer frente a los retos planteados, las instituciones internacionales económicas y financieras han comenzado una intensa labor interventora, creando nuevos comités, grupos de trabajo, organismos, etc. Sin embargo, no se ha avanzado de forma decisiva en la eliminación de las deficiencias de regulación y supervisión financiera. Los nuevos organismos creados para ello (por ejemplo, el European Systemic Risk Board) no tienen un marco operativo preciso. Dedicados a un objetivo tan difuso como la regulación macroprudencial, no está claro si tienen muchos instrumentos pero no objetivos definidos, o si para los objetivos que pretenden alcanzar no disponen de los instrumentos adecuados. Por lo demás, los mayores requisitos de capital impuestos a las entidades financieras y las nuevas normas de Basilea III, diseñadas para eliminar riesgos futuros, aumentarán el coste de la financiación bancaria. Como dicen en México, "soplar y sorber, no puede junto ser".

En cuanto a la resolución de la crisis de deuda soberana en la zona del euro, la estrategia que se está siguiendo la técnica de patear el balón hacia adelante. Se trata de ayudar a países intervenidos a devolver una deuda que con casi toda certeza no podrán devolver, con el objetivo de comprar algo de tiempo para que, mientras tanto, los demás países sospechosos ajusten sus cuentas públicas, recuperen algo de crecimiento y no resulten totalmente contagiados. El problema es que los actuales gobernantes de alguno de estos países, y los que parece probable que lo sean en el futuro, no demuestran haber entendido cuál es su papel para que esta película no tenga un final aterrador.

La deuda pública acumulada en el mundo multiplica por 30 el PIB español

En la última década, la deuda pública acumulada en el planeta se ha duplicado de largo hasta superar los 30 billones de euros, casi 30 veces el PIB español. Las Administraciones desplazan así al sector privado de la financiación ajena y abonan tensiones económicas como las europeas.

No es una cantidad que se suela manejar en los medios de comunicación, pero es extremadamente importante. Mucho más, cuando la crisis de la deuda originada en Grecia y extendida por la zona euro amenaza con sumir al planeta en una segunda recesión. El nivel de endeudamiento público global supera ya los 40 billones de dólares: según la Intelligence Unit de la prestigiosa publicación británica The Economist, asciende a 42,6 billones de dólares; con los cálculos del Factbook de la CIA estadounidense, llegaría a 44,2 billones, nada menos que el 59,3% de la actividad económica del planeta. Traducido a euros, el montante de la deuda global se sitúa de este modo en el entorno de los 30 billones: casi 30 veces el producto interior bruto de España.

Desde el año 2007, cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos dio el pistoletazo de salida a la Gran Recesión, el nivel de endeudamiento público se ha incrementado en un 50%. Ese impulso se explica por la aplicación de políticas keynesianas de gasto en la mayor parte de los Gobiernos del planeta, que incurrieron en voluminosos déficits presupuestarios y cebaron el endeudamiento. Pero el recurso a la deuda no es exclusivo de las vacas flacas: también se elevó en los años de crecimiento económico acelerado de la mitad de la pasada década. De hecho, en 2000 apenas sumaba 18 billones de dólares, menos de la mitad que en la actualidad.

Las implicaciones de la escalada no son menores. Si bien es cierto que la deuda financia el necesario tirón económico de países emergentes como China, India o Brasil, no lo es menos que la concentración del endeudamiento no se produce allí, sino en países ricos como Japón (225% del PIB), Italia (118%), Francia (83%) o Alemania (79%). Estos emisores destinan el grueso de los fondos captados al consumo, no a la inversión.

El temido efecto crowding out (desplazamiento público del sector privado a la hora de captar fondos) se produce de este modo sin compensación a largo plazo. Las consecuencias son evidentes en países como España, donde la sequía de crédito a las empresas está difiriendo sine díe la deseada recuperación económica.

Así las cosas, el endeudamiento implica que más de 30 billones de euros se encuentran en una situación cercana al estancamiento, contribuyendo poco al crecimiento económico global.

No terminan ahí los impactos negativos del acelerado endeudamiento público. Cuando este avanza más rápido que el crecimiento económico, como en los últimos años, lleva asociada una mayor intervención estatal en la economía por la vía de mayores impuestos futuros, que detraen recursos de la actividad. Además, para mantener elevados niveles de deuda se necesita acudir a los mercados de forma asidua, lo que eleva el riesgo de ser juzgado con severidad por los mismos. Un juicio negativo originó la crisis griega en la pasada primavera, después contagiada a Irlanda y Portugal y que, poco más de un año más tarde, ha llegado a amenazar seriamente a España e Italia.

El último informe anual del Banco de Pagos Internacionales explica de forma sencilla los hechos: "La deuda pública se disparó tras la quiebra de Lehman Brothers, sobre todo en los países que habían experimentado auges del mercado de la vivienda". Y advierte de la necesidad de moderarla porque "el sentimiento del mercado puede cambiar rápidamente, obligando a las Administraciones a tomar medidas aún más drásticas que las que habrían sido necesarias en una fase anterior". Los draconianos planes de ajuste de Grecia sirven de ejemplo, como también el más reciente de Italia, o el emprendido por el Gobierno español en mayo pasado, con el mayor recorte de gasto de la democracia.

Pero tal vez esas medidas no sean suficientes: según los cálculos del FMI, la deuda pública de los 20 países más ricos superará el 100% de su PIB dentro de tres años. Un ejemplo más de la escalada: a principios de siglo estaba en el 70%, y en 1980 apenas alcanzaba el 40% del producto interior bruto.

– El gran robo bancario (Project Syndicate – 2/9/11) Lectura recomendada

(Por Nassim Nicholas Taleb and Mark Spitznagel)

Nueva York.- Para la economía americana -y para muchas otras economías desarrolladas-, el elefante en la habitación es la cantidad de dinero entregado a los banqueros en los cinco últimos años. En los Estados Unidos, la suma asciende a la asombrosa cifra de 2,2 billones de dólares en el caso de los bancos registrados en la Comisión del Mercado de Valores de los EEUU. Si la extrapolamos al próximo decenio, la cifra se acercaría a los cinco billones de dólares, una cantidad muchísimo mayor que lo que el Gobierno del Presidente Barak Obama y sus oponentes republicanos parecen dispuestos a reducir de los próximos déficits gubernamentales.

Esos cinco billones de dólares no son dinero invertido en la construcción de carreteras, escuelas y otros proyectos a largo plazo, sino que se transfieren directamente de la economía americana a las cuentas personales de ejecutivos y empleados de bancos. Semejantes transferencias representan para todos los demás el impuesto más artero que imaginarse pueda. Parece de lo más inicuo que los banqueros, después de haber contribuido a causar los problemas económicos y financieros actuales, sean la única clase que no está padeciendo sus consecuencias… y en muchos casos se está beneficiando, en realidad.

Los megabancos principales resultan desconcertantes en muchos sentidos. (Ya) no es un secreto que han funcionado hasta ahora como grandes y complejos planes de remuneración, que han ocultado las probabilidades de acontecimientos imprevistos que representan poco riesgo, pero tienen grandes repercusiones, y se han beneficiado del parapeto gratuito de las garantías públicas implícitas. Se ve claramente que a un apalancamiento excesivo y no a sus aptitudes es a lo que se deben sus beneficios resultantes, que después recaen desproporcionadamente en los empleados, y sus pérdidas, a veces en gran escala, que recaen sobre los accionistas y los contribuyentes.

Dicho de otro modo, los bancos corren riesgos, reciben los beneficios y después transfieren las pérdidas a los accionistas, los contribuyentes e incluso los jubilados. Para rescatar el sistema bancario, la Reserva Federal, por ejemplo, bajó los tipos de interés hasta unos niveles artificialmente bajos; como se ha sabido recientemente, también ha concedido préstamos secretos de 1,2 billones de dólares a los bancos. El efecto principal hasta ahora ha sido el de ayudar a los banqueros a conseguir primas (en lugar de atraer a prestatarios) ocultando los riesgos.

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