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Historia de la República Dominicana 1541-1843 (página 2)

Enviado por Kelvin Beato


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Muchos perdieron la vida y otros contrajeron enfermedades que les llevaron más tarde a la tumba. Fueron vejadas las mujeres y ni siquiera los ancianos se vieron libres de la terrible caminata. Cuando la triste caravana llegó a Cabo Haitiano, Cristóbal repartió los prisioneros entre sus oficiales en calidad de siervos, logrando huir más tarde algunos de ellos que relataron la tristísima odisea.

Batalla de Palo Hincado (1808)

Napoleón confirmó a Ferrand en su cargo de gobernador de la colonia, a pesar de que había desobedecido su orden de retirada y el general se dedicó a reparar los daños causados por los haitianos que ahora luchaban entre ellos: tenían un reino en el norte, del cual era monarca Cristóbal y una república en el sur bajo la presidencia de Petión. El gobernador francés, que poseía dotes pocos comunes de administrador, efectuó en los tres años siguientes una labor de reconstrucción digna del encomio, y ya parecía que habría de reinar la prosperidad en la colonia cuando Napoleón invadió España en el año 1808.

Los dominicanos, que se sentían españoles, reaccionaron inmediatamente contra el gobierno del francés Ferrand. Creían, además, que España les protegería mejor que Francia de Haití, por sospechar que el odio de los antiguos esclavos del oeste no iba dirigido contra ellos, sino contra los franceses, sus amos de otros tiempos, razón por la cual no atacarían (pensaban), a la zona oriental del país si en ella dominaban los españoles, de los cuales no tenían los haitianos agravio alguno que reparar. La rebelión contra Ferrand se extendió rápidamente.

 

Héroe de este movimiento a favor de la anexión a España, fue Juan Sánchez Ramírez, nacido en Cotuí, que declaró la anexión a España en el Seibo. Después de sofocar un alzamiento en el sur, se dirigió Ferrand contra Ramírez, quien le esperaba en un lugar llamado Palo Hincado, con una tropa de 600 hombres. Pocos menos tenía Ferrand. El día 7 de noviembre, instantes antes de comenzar la batalla, Sánchez Ramírez arengó a sus soldados, advirtiéndoles que se impondría la pena de la vida "al que volviere la cara atrás; al tambor que tocare retirada y al oficial que lo mandare, aunque sea yo mismo". El combate, aunque terrible, duró sólo minutos. Desbordados los franceses por la acometividad de los dominicanos, se batieron rápidamente en retirada, sufriendo muchas bajas y entregándose los más. Sánchez Ramírez sólo tuvo que lamentar la pérdida de siete muertos y cuarenta heridos, de los cuales expiraron tres.

Muerte de Ferrand (1808) Ferrand salió huyendo, a caballo, después de sufrir la derrota de Palo Hincado, lanzándose en su persecución Pedro Santana, padre del Libertador, con cincuenta dragones. Sólo trece hombres acompañaban al valeroso general francés, quien viendo que sus perseguidores le daban alcance, se desmontó del caballo, pidió dos cartuchos para sus pistolas y se internó en el monte, en la quebrada de Guaquía, cerca del Seibo. El orgulloso soldado de Napoleón, no pudiendo sufrir la humillación de la derrota, se suicidó allí mismo. Sus trece compañeros, abandonando el cadáver, prosiguieron la huida hasta la capital. Llegaron extenuados tras una persecución furiosa en la que las huestes de Sánchez Ramírez utilizaron hasta mastines. Ellos, y un sargento que huyó por el monte, fueron los únicos que se salvaron de la derrota. Los demás soldados de Ferrand que no perecieron en la batalla fueron hechos prisioneros, ejecutando Sánchez Ramírez a todos los franceses y perdonando a los españoles, excepto a dos que no quisieron ingresar en sus filas y que también fueron ejecutados. Santana encontró todavía caliente el cuerpo de Ferrand. Le cortó la cabeza con el machete y la llevó en triunfo al Seibo, donde estaba celebrando la gran victoria.

Rendicion de Dubarquier (1809) Sánchez Ramírez, marchó inmediatamente sobre Santo Domingo, a la que puso sitio a mediados de diciembre de 1808. Toda la parte española de la isla, excepto la capital, se había unido a su causa que era la de España, aliada entonces a Inglaterra en lucha contra Napoleón. Por esta circunstancia, las tropas de Sánchez Ramírez recibieron auxilios en forma de armas y alimentos, no sólo de los pueblos del interior, sino también de las colonias españolas de Cuba y Puerto Rico, así como de la inglesa de Jamaica. El sitio duró casi siete meses, hasta el nueve de julio del año siguiente, 1809. Los auxilios recibidos por Sánchez Ramírez resultaron insuficientes y su ejército hubo de vivir sobre el terreno: se sacrificó el ganado de las cercanías para los soldados y los cañaverales de los ingenios sirvieron de pasto a los caballos. Los sitiados, por su parte, sufrieron privaciones sin cuento. Recibían escasa ayuda del exterior y como ocurre siempre en casos semejantes, tuvieron que comer carne de caballo y de burro y por último, hasta ratas. En los encuentros que se libraron durante el sitio, tanto los dominicanos como los franceses realizaron verdaderos prodigios de valor, pero, al fin, el 27 de junio, se presentó la escuadra del inglés Carmichael, procedente de Jamaica, a donde había pedido auxilio Sánchez Ramírez. Dubarquier se convenció entonces de que no podía mantenerse con éxito en la ciudad. Por eso, el 2 de julio, mandó izar la bandera blanca y la guarnición se rindió, con todos los honores, siete días más tarde. El general Dubarquier y sus soldados francés (alrededor de mil), fueron embarcados el mismo día en los buques ingleses y llevados a Francia, sin exigírseles la entrega de las espadas que habían blandido honrosamente durante el largo asedio.

Confirmacion de Sanchez Ramirez en su cargo (1809) Habiendo secuestrado Napoleón al Rey de España, Fernando VII, ejercían las funciones del soberano en la madre patria la Junta Central de Sevilla y el Consejo de Regencia, en lucha a muerte contra el corso invasor. Un miembro del primer organismo, Francisco Javier Caro, fue enviado a la colonia de Santo Domingo en calidad de comisario regio, para que estudiara y resolviera sus necesidades. A Sánchez Ramírez se le confirmó en su cargo de gobernador. Se tomaron varias medidas que favorecieron a la colonia, tales como: la de dotarla de una guarnición militar que la defendiera de invasiones y la de situarla trescientos mil pesos anuales, como ayuda. Se suprimieron las antiguas trabas impuestas al comercio y se obligó la metrópoli a transportar gratuitamente a la isla a los que salieron de ella como consecuencia de la cesión a Francia en 1795. Los puertos de la colonia podrían comerciar libremente con países amigos, sin monopolio algunos a favor de España. Los dominicanos recibieron con gran entusiasmo estas disposiciones de la Junta Central de Sevilla y del Consejo de Regencia, pero Napoleón permitió a Fernando VII regresar a Madrid y la primera medida que tomó el impolítico monarca fue anular las progresistas decisiones de aquellos dos organismos, iniciando a renglón seguido una política funesta para la colonia y poniendo de nuevo en vigor las viejas disposiciones que hacían imposible el desarrollo de la riqueza en Santo Domingo. Los dominicanos se sintieron defraudados, llegando en su desilusión (ellos que habían arrebatado la colonia a Francia para entregársela a España) a rebelarse contra Fernando VII. La "revolución de los italianos", llamada así porque el que la dirigía era de esa nacionalidad, fue castigada con mano dura por Sánchez Ramírez.

Periodo de la "España boba" (1814) Durante el gobierno de Sánchez Ramírez (que murió en 1811), se inicio el período de la "España boba", llamado así por la abulia que se apoderó de los dominicanos, al verse casi abandonados por la madre patria. Este período se prolongó hasta la invasión haitiana de Boyer, que ocurrió en el año 1822, y mientras ejercían el mando de la colonia los gobernadores Urrutia, Kindelán y Pascual Real. Había desaparecido la agricultura casi por completo, no existían industrias y el comercio de exportación brillaba por su ausencia, pues estaba reducido a las pequeñas cantidades de tabaco que se enviaban a Europa por Puerto Plata. Como consecuencia de todo esto, el erario público carecía de fondos. Ni siquiera la caña se cultivaba: los azucareros no podían pagar la mano de obra ni tenían medios para reparar las maquinarias. La pobreza se extendió por todas partes y la gente, sumida en profunda y total desgana, tenía suficiente para vivir con los plátanos y yucas, batatas y ñames de los conucos. No existían teatros, ni se pronunciaban conferencias. Las clases sociales desaparecieron porque todo el mundo era pobre y nadie sentía el deseo de progresar. La situación era tal que en Santo Domingo, la capital, no había más de seis coches y el Ayuntamiento se encontraba en situación financiera tan lastimosa, que obligó a los vecinos a iluminar las calles colocando farolillos de papel, con velas dentro, junto a las puertas de sus casas. Las diversiones, en este período de abulia total, eran casi nulas. Los hombres acudían de vez en cuando a las galleras y las mujeres a misa. De muy tarde en tarde se celebraba un baile, pero sin lujo ni esplendor alguno, porque nadie tenía medios ni para vestirse.

Independencia de Nuñez de Caceres (1821) Uno de los personajes más influyentes de la colonia durante el período de la "España boba" fue el licenciado José Núñez de Cáceres, que ostentaba los cargos de teniente gobernador, auditor de guerra y asesor general. Era, por consiguiente, la segunda persona en el mando. En esta época, los países de la América del Sur, conducidos por el Libertador Simón Bolívar, luchaban por su independencia, contra España. Núñez de Cáceres pretendió declarar independiente también a Santo Domingo, y dada la influencia que poseía, no le fue difícil realizar su intención. Se puso en connivencia con las personas más importantes de la colonia y atrajo en su favor a las fuerzas armadas. En la noche del 30 de noviembre del año 1821 dio el golpe: Pascual Real, el gobernador, se entregó sin resistencia porque carecía de ejército con qué hacerla. Al día siguiente, José Núñez de Cáceres proclamó la independencia del "Estado Independiente de Haití Español" bajo la protección de la Gran Colombia, en cuya federación debería entrar el nuevo Estado. Se embarcó a Pascual Real en una nave inglesa rumbo a España y se envió a Colombia al doctor Antonio María Pineda para que, en calidad de embajador, se entrevistara con Bolívar en demanda de protección y también para que fuera admitido el nuevo Estado en la federación de países americanos libres. Pineda nada pudo hacer, sin embargo. Bolívar estaba muy ocupado en la guerra contra España y no le fue posible ver al embajador dominicano. La parte española de la isla, sin la protección de España, quedó abandonada a sus propias fuerzas. Antes de que pudiera ser admitida en el seno de los estados que formaban la Gran Colombia, Jean Pierre Boyer, a la sazón Presidente de Haití, la invadió una vez más. La ocupación habría de durar esta vez veintidós años.

Boyer en Santo Domingo (1822) La idea de Toussaint de que sólo debía haber un gobierno en toda la isa, persistía en Haití. Cuando Boyer sucedió a Petión en la presidencia de la república de ese país, en el año 1818, envió agentes secretos a la zona fronteriza de la parte española para inducir a los negros de ésta a levantarse a favor de la anexión a Haití. Kindelán, gobernador entonces de Santo Domingo, pidió explicaciones de estas actividades a Boyer y éste le aseguró que Haití no deseaba conquistar nuevos territorios. Sin embargo, cuando Pascual Real sucedió a Kindelán, fueron tan alarmantes las noticias que llegaban de Port-au-Prince, que el nuevo gobernador envió allí a su sobrino para que averiguara lo que había de cierto en éllas. Mientras Santo Domingo perteneció a España, Boyer se abstuvo, no obstante, de invadir su territorio. Pero cuando Núñez de Cáceres lo proclamó independiente, no corriendo ya el peligro de chocar con España, encontró propicia la ocasión para realizar su proyecto. El 12 de enero de 1822, declaró que el pueblo dominicano había expresado su voluntad de unirse al pueblo de Haití, lo cual era cierto, y se lanzó inmediatamente por las rutas históricas de invasión con dos ejércitos, como de costumbre, que cruzaron el territorio dominicano por el norte y por el sur. No encontraron resistencia porque Núñez de Cáceres carecía de fuerza y había ordenado a la población, en vista de ello, que recibiera pacíficamente al invasor. El día 9 de febrero, Boyer recibía las llaves de la ciudad de Santo Domingo de manos de Núñez de Cáceres, quien, al entregárseles en bandeja de plata le aseguró valientemente que la unión entre los dos países era imposible, como lo demostrarían los hechos por causa de la diversidad de lengua, de leyes y costumbres, de ideas y hasta de vestidos.

Revolucion en Samana (1822)

No acogieron los dominicanos con simpatía alguna la ocupación de Boyer y si no se opusieron a ella, fue, simplemente, porque les faltaban medios para hacerlo. Coincidiendo con la entrada del Presidente haitiano en Santo Domingo, fondearon dos buques de guerra franceses en la bahía de Samaná y los habitantes de la península pidieron ayuda por medios de ellos al gobernador de Martinica, el conde de Donzelot. Éste despachó una escuadra completa a Samaná al mando del contralmirante Jacob y se puso en comunicación con las autoridades españolas de Puerto Rico, que enviaron inmediatamente una comisión de oficiales para que se reunieran con el contralmirante en la bahía y decidieran, de común acuerdo, la campaña a seguir contra los haitianos. Sin embargo, cuando los oficiales españoles llegaron a Samaná, solamente encontraron cinco buques franceses y no pudieron entrevistarse con Jacob porque había partido con los restantes. Es más: los dominicanos que habían pedido ayuda a los franceses y que debían dirigir la revolución, no se encontraban ya en la península porque las tropas de Boyer se habían apoderado de ella y tuvieron que huir a Puerto Rico. Un pequeño intento de desembarco por parte de los franceses fue rechazado fácilmente por los haitianos.

Careciendo de ayuda en tierra y no habiéndose puesto de acuerdo los españoles y franceses sobre el importante punto de si la campaña debía hacerse en nombre de Francia o de España, se desistió del desembarco y los buques franceses zarparon hacia mediados de marzo de 1822, dejando en Puerto Rico a los oficiales españoles. Boyer, mientras tanto, había enviado fuerzas a todas las regiones del país, resultado inútil cualquier acto de resistencia. Boyer se retiró pronto a Port-au-Prince y dejó como gobernador del departamento de Santo Domingo al general Borgellá.

Emigracion de Dominicanos (1824) Desde los primeros días de la colonia comenzaron las emigraciones en masa en Santo Domingo. Los descubrimientos que se hicieron en el continente, impidieron en un principio a los hijos de España a marcharse de la isla en busca de oro con que soñaban y que en ella no podían encontrar. Más tarde, las devastaciones de 1605 y 1606, que destruyeron la mitad de la riqueza de la isla entera, iniciaron otra corriente emigratoria que se prolongó durante mucho tiempo. Pero cuando por el Tratado de Basilea, del año 1795, España cedió a Francia toda la isla, la emigración adquirió proporciones alarmantes.

Durante cincuenta años, desde 1795 hasta 1844 (año de la Independencia), continuó sin interrupción esta corriente migratoria que recibió mayor impulso aún con la ocupación haitiana. Cientos y cientos de familias escogidas, que habían afincado, al parecer definitivamente, en suelo dominicano, salieron de él para no regresar jamás. Médicos, profesores, abogados, poetas, decidieron abandonar su hogar. Conventos enteros se trasladaron también. Marcharon hacia las demás colonias y países españoles de América y a su llegada hicieron elevar rápidamente el nivel de cultura medio de esos países, mientras b Marcharon hacia las demás colonias y países españoles de América y a su llegada hicieron elevar rápidamente el nivel de cultura medio de esos países, mientras Boyer se obstinaba en haitianizar a Santo Domingo.

Cuba fue el lugar elegido por la mayoría de estos emigrantes para fijar su nuevo hogar, aunque muchos llegaron mucho más lejos aún: a México (donde murió, cargado de honores, Núñez de Cáceres), a Venezuela, a Colombia y a otros lugares más. Muchos apellidos ilustres de Cuba son dominicanos, pertenecientes a aquellos emigrantes que marcharon de Santo Domingo en ese período de cincuenta años. Son dominicanos, por ejemplo: los Del Monte, los Heredia, los Foxá, los Pichardo, que tanto renombre han dado a la hermana Antilla.

Revolucion de los Alcarrizos (1824) Trataron los invasores de destruir completamente la cultura dominicana mediante la haitianización de la parte española de la isla. Para llevar a cabo esa política, Boyer puso al frente de todos los organismos públicos a oficiales de su ejército que eran los que decidían los asuntos administrativos. Ningún ciudadano civil ejerció cargo alguno de importancia. Los resultados de esa política fueron desastrosos: el comercio, que era de suyo pobrísimo, se redujo a la mitad. Se cerraron las escuelas y hasta la universidad suspendió las clases. El único templo que permaneció abierto fue el de la Catedral. Como nadie quería trabajar para el invasor, tuvo que recurrir Boyer a prácticas medievales para que se cultivaran los campos, obligando a los campesinos a labrar a la fuerza las fincas sin que pudieran trasladarse de una a otra. Sin previo permiso de las autoridades como el siervo de la gleba en la Edad Media. Continuó la emigración de las familias principales y la población se redujo a la tercera parte de la de 1793. La moralidad sufrió brusco descenso y pocos pensaban en el matrimonio para procrear hijos. Al año de ocupación haitiana, presentaba calamitoso aspecto la parte española de Haití. Los dominicanos se alzaron contra los invasores para mejorar esta lastimosa situación. El capitán de milicias Silvestre Aybar marchó a Puerto Rico para obtener la ayuda española contra los haitianos. De regreso, desembarcó en el Seibo, pero descubiertas sus intenciones, se le obligó a salir de la isla hacia mediados de 1823. La conspiración, sin embargo, continuó con nuevo vigor, siendo los Alcarrizos el punto de reunión de los que tramaban el restablecimiento de la soberanía de España. El gobernador haitiano Borgellá descubrió una vez más los hilos de la conspiración y aprehendió a sus principales promotores en febrero de 1824, siendo ejecutados Lázaro Núñez, José María de la Altagracia, Facundo Medina y Juan Jiménez, y condenados a prisión los restantes.

Expulsion del Arzobispo Valera (1830) Tenía el Presidente Boyer gran interés en que Haití fuera reconocido por las grandes potencias, especialmente por Francia, para eliminar el peligro de que este país reclamara la posesión de su vieja colonia, convertida desde 1804 en estado independiente. Una gestión que los representantes haitianos hicieron en París, cerca de Carlos X, con tal fin, fracasó por completo, pero el Rey se avino en 1825 a reconocer la independencia de Haití, con tal de que el Estado así reconocido pagara la suma de 150 millones de francos, gravamen que aceptó Boyer y que debieron pagar también los dominicanos que sufrieron además las consecuencias de otras condiciones humillantes impuestas por los franceses. Colombia, por su parte, se negó a reconocer el estado de Haití porque Boyer había violado la bandera colombiana bajo cuya protección puso Núñez de Cáceres su "Estado Independiente de Haití Español". Y con España, la situación llegó a ponerse grave porque este país reclamó al Presidente haitiano la parte oriental de la isla por medio de Felipe Dávila Fernández de Castro, intendente general de Cuba, que se trasladó a Port-au-Prince con ese objeto. Sin embargo, después de un cambio de notas, España desistió de su pretensión y el Presidente Boyer continuó dominando en Santo Domingo.

Boyer sospechó que el Arzobispo Valera había alentado esas gestiones de los españoles, ya que poco después de la ocupación de la parte española se había negado a recibir sueldo alguno de Haití, declarando que era súbdito de Fernando VII. Y como temiera el Presidente haitiano que el Prelado conspirara a favor de España al no ser atendidas las pretensiones de Madrid, le expulsó de la isla después de que le fracasara un intento de asesinato que se frustró porque el encargado de cometerlo, un tal Romero, no se atrevió a matar al sacerdote.

Fundación de la Trinitaria (1838)

Un joven dominicano, Juan Pablo Duarte y Diez, cuyo acomodado padre le hizo salir de Santo Domingo en los primeros tiempos de la dominación haitiana y que había contemplado el espectáculo de la civilización en Francia, Inglaterra y España, donde aprendió latín, matemáticas y filosofía, encontró a su país en abyecta condición cuando regresó a él en 1832.

Dotado de gran personalidad y con profundos conocimientos, se convirtió pronto en el eje y centro de un movimiento que tenía por fin destruir el yugo haitiano, constituyendo una república independiente en la parte española de la isla.

Para encauzar este movimiento constituyó una sociedad secreta "La Trinitaria", que nació un lunes, 16 de julio de 1838, en la calle que hoy lleva el nombre de Arzobispo Novel en casa de la madre de uno de los conjurados, Juan Isidro Pérez, frente a la Iglesia del Carmen.

Reuniéndose allí, ese día, además de duarte y Pérez, Pedro Alejandro Pina, Felipe Alfau y Bustamante, José María Serra, Félix María Ruiz, Jacinto de la Concha, Juan Nepomuceno Ravelo y Benito González. Nueve en total que pusieron su firma, con pluma mojada en sangre, al pie del siguiente documento: "En nombre de la Santísima, Augustísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: Juro y prometo por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro Presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano, y a implantar una República independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana, la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos, encarnados y azules, atravesado por una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los trinitarios con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja; y de no, me lo tome en cuenta, y mis socios me castiguen el perjurio y la traición, si los vendo".

Trabajos de la Trinitaria (1839) "La Trinitaria", se llamaba si porque se fundaba sobre una base triple de tres miembros. Cada uno de ellos tenía la obligación de atraer nuevos miembros, a los cuales no se les daba el nombre de ninguno de los demás para evitar que la delación de uno conllevara la detención de todos.

Eligieron seudónimos (el de Duarte era "Arístides") y se comunicaban mediante signos y fórmulas convencionales que sólo ellos entendían.

Después de fundada "La Trinitaria" se pusieron a trabajar inmediatamente.

Se necesitaba propagar entre el pueblo la nueva idea y el teatro les proporcionó el mejor medio. Constituyeron una sociedad, "La Filantrópica", de la que surgió una compañía de arte dramático que comenzó enseguida a dar representaciones con el doble propósito de excitar el espíritu público y de allegar fondos para la revolución. Las obras que se eligieron para representar tenían siempre situaciones parecidas o semejantes a la que sufrían los dominicanos bajo la dominación haitiana y en ellas se cantaba a la libertad. Los trinitarios representaron así "La Viuda de Padilla" de Martínez de la Rosa; "Un Día del Año 32 en Cádiz" de Ochoa; y "Bruto o Roma Libre" de Alfieri. "Muerte o libertad" gritaban los actores trinitarios en escena, ateniéndose al libreto de las obras dramáticas. Y el público que asistía al espectáculo comprendía perfectamente la intención de los jóvenes actores que representaban con gran ardor y dando profundo énfasis a sus palabras cuando ellas expresaban la necesidad de luchar contra la tiranía y la opresión. Duarte, que no tenía figura de actor, apuntaba desde la concha. Con este medio de propaganda y otros más, fue introduciéndose la semilla revolucionaria e independentista en el corazón del pueblo.

Movimiento de la reforma (1843) Intolerable era la dictadura de Boyer, no sólo para los dominicanos, sino también para los propios haitianos que comenzaron a conspirar contra él, tanto en la parte occidental de la isla como en la oriental, llamándose a sí mismos "reformistas" porque su intención era derribar el despótico régimen imperante. El grupo separatista dominicano que dirigía Duarte (y al que se habían unido ya Sánchez, Mella y otras personalidades), se alió a los "reformistas" haitianos de la parte española de la isla con el propósito secreto de continuar trabajando por la independencia una vez que triunfara el movimiento revolucionario haitiano que por ser más liberal concedería mayores facilidades para propagar la idea separatista que las que concedía el régimen absolutista de Boyer.

El 26 de enero de 1843 estallo la revolución en Haití y el 13 de marzo embarcaba Boyer para el extranjero después de ser vencidos sus ejércitos en los campos de batalla. Le sucedió en el mando Riviere Herard Ainé, que habría de proclamarse Presidente en diciembre del mismo año. En Santo Domingo, la revolución explotó el 24 de marzo: haitianos "reformistas" y dominicanos separatistas unieron sus fuerzas bajo el mando del comandante haitiano Desgrotte, pero el general Carrié (gobernador nombrado por Boyer en sustitución del Borgellá) logró rechazarles después de un combate que tuvo lugar en la hoy Plaza Colón. Se retiraron los reformistas a San Cristóbal, donde reagruparon sus fuerzas, pero no tuvieron necesidad de atacar de nuevo, porque Carrié, al saber que Boyer había sido derrocado, capítulo el 26 de marzo embarcándose para Curazao.

Desgrotte quedó al mando de Santo Domingo, ayudado por una junta popular de la que formaban parte dos haitianos y tres dominicanos, entre éllos Duarte. En los demás departamentos de la parte española triunfó también fácilmente el movimiento de la reforma.

Riviere herard en Santo Domingo (1843) Sánchez, Duarte, Mella y demás patriotas pudieron trabajar con mayor facilidad a favor de la independencia como consecuencia del triunfo del "reformismo" hasta el punto de que en muy poco tiempo la mayoría del pueblo comulgaba enteramente con sus doctrinas. Las autoridades haitianas, comprendiendo el grave peligro que para ellas significaba esto, trataron por todos los medios de atajar el movimiento independentista, ayudadas por unos cuantos dominicanos disidentes. Poco consiguieron, sin embargo: en las elecciones para elegir los miembros de la Asamblea Constituyente y de la Municipalidad de Santo Domingo triunfaron los dominicanos separatistas a pesar de que las autoridades haitianas recurrieron al fraude y al cohecho para hacer triunfar a sus propios candidatos. Desgrotte, temeroso de que se proclamara la independencia de la parte española, pidió auxilio a Port-au- Prince. Riviere Herard, que aunque liberal en la oposición, había establecido un régimen dictatorial tan duro como el de Boyer, se dirigió rápidamente hacia la parte española de la isla al frente de un gran ejército. A su paso por el Cibao fue deteniendo a todos los que estaban complicados en el movimiento separatista, que eran muchos como lo demuestra el gran número de detenciones que hizo. Entre esas detenciones, las más importantes, sin duda, fueron las de Francisco Antonio Salcedo y Ramón Matías Mella, el último de los cuales había sido enviado por Duarte al Cibao en calidad de comisionado de la Junta Revolucionaria de la capital. Mella fue conducido a Puerto Plata y desde allí, en buque, hasta Port-au-Prince, donde vivió encerrado en inmunda mazmorra varios meses, saliendo de ella a tiempo para participar en los memorables sucesos del 27 de febrero del año siguiente.

Duarte, Pina y Perez en el extranjero (1843) El 12 de julio de 1843 entró Riviere Herard en la ciudad de Santo Domingo. A los dos días ya había detenido a los principales dirigentes del movimiento independentista. Juan Pablo Duarte, Pedro Alejandro Pina, Juan Isidro Pérez y Francisco del Rosario Sánchez no pudieron ser capturados, sin embargo, los cuatro lograron burlar la persecución de las autoridades haitianas que les buscaban sin descanso. Al fin, los tres primeros lograron embarcar el 2 de agosto y veintidós días más tarde llegaron a casa de José Prudencio Diez, tío de Duarte, en Caracas. Para ponerse en comunicación con los revolucionarios de Santo Domingo, envió Duarte a Curazao a Pina y a Pérez, cuatro meses después; y el 20 de diciembre se reunió con ellos. Durante todo ese tiempo, Duarte se mantuvo en comunicación constante con Santo Domingo mediante correspondencia que le llevaban personas leales al movimiento. Estaba todavía en Curazao cuando se proclamó la independencia de la República. La historia recordará siempre la correspondencia que Duarte mantuvo con su hermano Vicente Celestino y con Sánchez que le pedían armas, a todo trance, para dar el golpe definitivo y libertar a la patria. A esa correspondencia pertenece la carta del 4 de febrero de 1844, que dice así: "Mi querida madre y hermanos: El único medio que encuentro para reunirme con ustedes es independizar la patria. Para conseguirlo se necesitan recursos –¡recursos supremos!– y cuyos recursos son: que ustedes de mancomún conmigo y con mi hermano Vicente, ofrendemos en aras de la patria lo que, a costa del amor y trabajo de nuestro padre, hemos heredado…" Proposición tan nombre y generosa fue aceptada, sin reparos, por todos aquellos a quienes se dirigía.

Labor de Francisco del Rosario Sanchez (1843) Duarte, Pina y Pérez se fueron a Curazao llevando la creencia de que Sánchez había muerto. Afortunadamente, se equivocaba. Sus propios familiares y amigos habían hecho circular esa noticia para que llegara a oídos de las autoridades haitianas, las cuales creyeron la patraña y cesaron en su persecución. Desde el 12 de julio de 1843 (fecha en que entró Riviere Herard en Santo Domingo), hasta el 27 de febrero del año siguiente (en que se proclamó la independencia), fue Sánchez el animador y jefe del movimiento independentista. Aprovechando la oscuridad de la noche, se reunía con los demás conspiradores en casas de confianza y de acuerdo con ellos preparó el golpe que habría de sacudir el yugo haitiano. Al grupo vino a unirse Ramón Matías Mella, que había sido libertado de su prisión por Herard en septiembre del año 1843, poco después de la llegada del general haitiano a Port-au-Prince y tras de su funesto viaje a la parte española de la isla. La labor de los revolucionarios, lejos de decaer con las medidas represivas de Herard, adquirió, por el contrario, mayor incremento. La capital fue el centro de la revolución. Emisarios de los que conspiraban en ella partieron para el interior del país, caldeando los ánimos y preparándolos para la jornada independentista. El 16 de enero de 1844, Tomás Bobadilla redactó el acta de independencia dominicana denominada "Manifestación de los pueblos de la parte del Este de la isla Española sobre las causas de su separación de la República haitiana", manifestación en la cual se declaraba la firme resolución de convertir a Santo Domingo en Estado libre y soberano. El propio Bobadilla, Mella y Sánchez eran los tres primeros firmantes del glorioso documento.

El plan Levasseur (1843) No todos los dominicanos creían posible y hacedero el establecimiento de una república independiente en la parte española de la isla. Algunos creían imposible que Santo Domingo pudiera libertarse de Haití sin la ayuda y protección de una potencia extranjera. Recordando lo sucedido con la independencia efímera de Núñez de Cáceres, pensaban que tarde o temprano los haitianos, más numerosos y con grandes ejércitos, terminarían por ocupar de nuevo su territorio. Ese peligro se evitaría (opinaban), haciendo que Santo Domingo se convirtiera en protectorado de una gran potencia. Preferían someterse al dominio de cualquier país antes que al de Haití, cuyo oprimente yugo estaban tratando de sacudirse a toda costa. Hubo numerosos dominicanos que convencidos de que ello era la única solución para el país, propusieron a las autoridades españolas e inglesas, de Cuba y Jamaica, respectivamente, el establecer una dependencia de dichos países en Santo Domingo. Los representantes de la parte española en la Asamblea Constituyente de Port-au-Prince, entre los cuales se encontraba Buenaventura Báez, viendo que no obtenían ventajas en ella para los dominicanos, propusieron al Cónsul de Francia en Haití, Monsieur Levasseur, el día 15 de diciembre de 1843, un plan por virtud del cual se establecería una república independiente en la parte oriental de la isla con la obligación, por parte de Francia, de suministrar protección, dinero, armas y municiones, recibiendo en cambio la bahía de Samaná y reservándose el derecho de nombrar un gobernador general en dicha república, cuyas funciones durarían diez años. Como se ve, este plan desmembraba el territorio y comprometía la soberanía. Más tarde, y una vez proclamada la independencia, la Junta Gubernativa que regía los destinos del país, expidió una resolución el 8 de marzo de 1844, en la cual se aceptaba el plan Levasseur (quitando a Francia el derecho a nombrar gobernador general), para obtener la ayuda de ese país contra Haití. El 9 de junio, Duarte y un grupo de trinitarios tuvieron que disolver la Junta Gubernativa para impedir que triunfara ese plan que desmembraba el territorio nacional.

Cruz, F. (2011). Historia de República Dominicana (Desde Cristóbal Colón hasta el presente). 4ta. edición, diciembre 2011. Rep. Dom.

 

 

Autor:

Kelvin Beato

 

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