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Paradigma paleoevolutivo

Enviado por Jesús Castro


Partes: 1, 2

  1. Acción de los paradigmas
  2. Sagrada escritura y paradigmas
  3. La pervivencia del paradigma paleoevolutivo
  4. El final abrupto del paradigma paleoevolutivo

El término PARADIGMA proviene de la palabra griega "paradeigma", que, a su vez, se divide en 2 vocablos: "para" (junto) y "deigma" (modelo). Por lo tanto, etimológicamente, significa "modelo" o "ejemplo". Además, tiene las mismas raíces que la palabra "demostrar".

En términos generales, se puede definir "paradigma" como la forma colectiva de visualizar e interpretar los múltiples conceptos, esquemas o modelos de comportamiento que se dan en todas las esferas de la actividad humana, desde lo psicológico a filosófico; y esto influye en el desarrollo de las diferentes sociedades, así como de las empresas (integradas e influenciadas por lo económico, intelectual, tecnológico, científico, cultural, artístico y religioso), pues al ser aplicado genera modificaciones o evoluciones según las situaciones que se plantean y se supone que ello debería obrar en beneficio de todos.

El filósofo y científico Thomas Kuhn (19221996) dio a "paradigma" su significado contemporáneo cuando lo adoptó para referirse al conjunto de prácticas que definen una disciplina científica durante un período específico de tiempo. El mismo Kuhn prefería los términos "ejemplar" o "ciencia normal", porque tienen un significado filosófico más exacto. Sin embargo, en su libro "La estructura de las revoluciones científicas" define a un "paradigma" de la siguiente manera:

Método que señala lo que se debe observar y escrutar;

Procedimiento que indica el tipo de interrogantes que se supone que hay que formular para hallar respuestas en relación al objetivo;

• Regla que señala cómo deben estructurarse estas interrogantes, y

• Procedimiento que indica cómo deben interpretarse los resultados de la investigación científica.

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"Considero a los paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica" (Thomas Kuhn).

Los modelos paradigmáticos son modelos metafísicos (cimentados sobre elaboraciones intelectuales que se encuentran más allá de la física, es decir, sobre unos pretendidos pilares que soportan la estructura que sirve de base o apoyatura a las ciencias físicas y naturales) y epistemológicos (arraigados en la teoría general del conocimiento), que proporcionan el "contexto" en que se forman los diferentes modelos teóricos y teorías de un nivel inferior, presentando las directrices generales de agrupamiento de las diferentes teorías.

El cambio de un paradigma tiende a ser drástico en las ciencias, ya que éstas parecen ser estables y maduras, como la física a fines del siglo XIX. En aquel tiempo la física aparentaba ser una disciplina que completaba los últimos detalles de un sistema muy trabajado. Es famosa la frase de Lord Kelvin en 1900, cuando dijo: "No queda nada por ser descubierto en el campo de la física actualmente. Todo lo que falta son medidas más y más precisas". Cinco años después de esta aseveración, Albert Einstein publicó su trabajo de "relatividad especial" que fijó un sencillo conjunto de reglas que superaban a la mecánica de Newton, la cual había sido utilizada para describir la fuerza y el movimiento de los cuerpos por más de 200 años. En este ejemplo, el nuevo paradigma reduce al viejo a un caso especial o particular, ya que la mecánica de Newton sigue siendo una excelente aproximación a la realidad en el contexto de velocidades lentas en comparación con la velocidad de la luz.

En "La estructura de las revoluciones científicas", Kuhn escribió que "las sucesivas transiciones de un paradigma a otro, vía alguna revolución, es el patrón de desarrollo usual de la ciencia madura". Esta idea de Kuhn era revolucionaria en su tiempo, y causó más cambios que todos los nuevos enfoques académicos que hablaban sobre la ciencia en general y su historicidad.

La noción de Paradigma Científico es tributaria del concepto de Paradigma Colectivo, toda vez que aquél es un tipo particular de este último. Se ha observado que todas las comunidades humanas elaboran paradigmas o procedimientos que les sirven de guías para interpretar y manipular la realidad. Incluso si reducimos el número de miembros de una comunidad a dos o tres individuos, éstos desarrollan, igualmente, paradigmas de grupo. Por su parte, un solo individuo aislado también tiene sus propios paradigmas; es decir, no todo paradigma es colectivo, también hay Paradigma Individual.

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Habida cuenta de esto, hoy día se suele dar un uso más común al vocablo "paradigma", adaptándolo a diferentes niveles de organización social: individuos, grupos, colectivos, organizaciones, etc. También se distingue una jerarquía dentro de los paradigmas, tomando como referencia a un individuo o a un colectivo: paradigmas menos importantes y paradigmas más importantes, haciendo prevalecer estos últimos sobre los primeros según el criterio de la entidad considerada como referencia (un individuo o un colectivo). Además, se opina que hay un paradigma que prevalece sobre todos los demás en un momento dado y para una entidad dada; es el paradigma más importante, el cual se denomina Cosmovisión o Paradigma dominante. Este término (cosmovisión) suele usarse en ciencias sociales para describir el conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo percibe la realidad y la forma en que responde a dicha percepción.

Es interesante saber que el término "paradigma" también se usa en cibernética, en un sentido muy lato, para definir un preprograma conceptual cuyo objetivo es el contribuir al ordenamiento de los datos informatizados para que éstos no adquieran características caóticas en términos relativos. En este sentido, un paradigma sería una suerte de acción o prohibición que contribuye a disminuir la entropía (desorden) total del sistema.

Necesidad de los paradigmas.

Si nuestro cerebro tuviera que tomar nota de toda la ingente cantidad de datos que le llegan a partir de las señales procedentes de los órganos sensitivos, aunque sólo fuera por muy breve tiempo, se bloquearía por desbordamiento de la atención y cosecharía malas consecuencias de índole psicofísica. Por ejemplo, hoy día muchos oficinistas intentan sostener una conversación telefónica mientras leen un correo electrónico y al mismo tiempo tratan de atender las necesidades de un cliente exigente que está hablando desde el otro lado de la mesa. Y todo eso se lleva a cabo en medio de un creciente e ilimitado océano de información que llega en todas direcciones y que tiende a estimular todos los sentidos. Sin embargo, el cerebro humano no es capaz de funcionar eficientemente en ese entorno, y en esto coinciden la mayoría de los expertos; pues se afirma que una agitación multitarea de este tipo agota al sujeto y lo expone a enfermedades físicas y mentales.

"Técnicamente no podemos dar igual atención a dos tareas cognitivas exigentes", afirmó Edward Hallowell, autor y psiquiatra de niños y adultos con consultorios en Nueva York y Boston. Hallowell dice que cuando alguien se empeña en hacer tareas múltiples simultáneas, lo que está haciendo es cambiar rápidamente su foco de atención de una tarea a otra. Reconoce que actividades relativamente sencillas como caminar y hablar se pueden realizar al mismo tiempo, pero en el momento en que se vuelven más complejas se diluye el poder de concentración. "No podemos leer a Shakespeare y aprender física cuántica al mismo tiempo", sentenció.

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La doctora Ladan Shams, experta en integración multisensorial de la Universidad de California, en Los Ángeles, coincide en que el multi-tasking (multitarea) afecta el proceso de aprendizaje en tareas que requieren atención completa. En unos casos no se aprende y en otros el aprendizaje no es robusto. "Pero, recientemente, hemos visto que otros tipos de aprendizaje sí se benefician del multi-tasking", señaló la neurocientífica. "Algunas mejoras pueden ocurrir en procesos sensoriales cuando el estímulo es subliminal y el individuo está ocupado en otra tarea". Un ejemplo de esto puede ser cuando un ejecutivo encuentra que puede dictar un memorando con mayor facilidad si está arrojando una pelotita al aire y atrapándola una y otra vez. Lo que parecería que en este caso está sucediendo es que una parte del cerebro que podría distraer al individuo de su principal tarea está siendo ocupada por la actividad (mentalmente menos exigente) de arrojar las pelotitas, teniendo como resultado global el efecto de aumentar su concentración en el dictado.

"También hemos encontrado que tres tipos de aprendizaje pueden ocurrir simultáneamente", indicó la doctora Shams. En un experimento, sometieron a sujetos a escuchar una secuencia de sonidos al tiempo que veían una serie de formas en una pantalla. Los sujetos pudieron aprender las secuencias auditivas y las secuencias visuales, así como aprender a asociar las formas con los sonidos. "En otras palabras, tres tipos de aprendizaje ocurrieron simultáneamente sin que hubiese una reducción comparada a cuando se les presentó cada estímulo (auditivo o sonoro) individualmente", explicó la doctora.

No obstante, para el psiquiatra Edward Hallowell, todo depende de la cantidad de información que se esté manejando. "Tome un operador de una torre de control. Ellos están poniendo atención a todo tipo de información al tiempo que dirigiendo a los pilotos para que aterricen sanos y salvos", expresó. "Llega un momento en que si tienen demasiados aviones, no pueden hacerlo… Hay un límite a la cantidad de bolas que un malabarista puede mantener en el aire", recalcó.

La neurociencia sugiere que nuestro cerebro comenzó a funcionar para un mundo muy diferente al que habitamos ahora. No está optimizado para realizar muchas de las tareas agotadoras que enfrentamos, ya sea computar cálculos numéricos hasta la saturación o recordar los centenares de nombres de todas las personas que conocemos diariamente si trabajamos en relaciones públicas. Tampoco está diseñado para absorber y almacenar las masivas cantidades de información de otra índole a la que estamos expuestos hoy en día. No es realista esperar que el cerebro desarrolle mecanismos adaptativos que le permitan manejar la vertiginosa marejada de información. Eso requeriría otra clase de estructura cognitiva. "Lo que sí se hace más probable es que aprendamos a adaptar nuestras presentaciones de información para explotar las capacidades ya existentes del cerebro", aseguró Ladan Shams.

El doctor Zeidel trabaja sobre una forma de biorretroalimentación para el cerebro que llama "neurorretroalimentación". Él ha comentado, para el noticiero "BBC Mundo", lo siguiente: "El cerebro básicamente es producto de un hojalatero [o chatarrero] más que de un ingeniero. Como no podemos esperar a que evolucione [parsimoniosamente], tenemos que rediseñarlo y sabemos cómo hacerlo" (ver NOTA, a continuación). De la misma manera en que se pueden modificar funciones corporales -como la presión arteriala través de la conversación placentera con un paciente, igualmente se cree que se pueden alterar las frecuencias [o velocidad de procesamiento] del cerebro. "Primero influyo en el sistema nervioso periférico (con la biorretroalimentación) y luego cambio el sistema nervioso central (con la neurorretroalimentación)", continuó explicando el doctor Zeidel, y prosiguió: "Con la neurorretroalimentación puedo cambiar el estado del cerebro a lo que [yo] quiera y eso abre las puertas a cómo procesamos la información".

Semejante actuación permitiría, por ejemplo, que el cerebro pudiera utilizar filtros para descartar la información que no considera necesaria o relevante para la tarea que está desempeñando, liberando así otros espacios y volviéndolo más potente. "Estamos desplegándonos hacia nuevas maneras creativas, fantásticas e interesantes… Estamos desarrollando nuevas redes neuronales para procesar información rápidamente… Pero lo que añadimos en velocidad perdemos en profundidad… Cuando necesitamos concentrarnos debemos abandonar las tareas múltiples… Si vamos manejando un auto, escuchando música, y nos perdemos, ¿qué hacemos?: Bajamos la música para recuperar la concentración", comentó al respecto el psiquiatra Edward Hallowell.

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Estas declaraciones ponen de manifiesto la necesidad de encontrar fórmulas para filtrar al máximo la información que no es relevante cuando se trata de concentrar la actividad mental en un determinado problema, para resolverlo. Tales fórmulas o algoritmos mentales ya están "inventados" e incorporados en nuestra forma de pensar como humanos, desde tiempos inmemoriales y desde la más tierna infancia. Son los Paradigmas, tan necesarios a nuestro cerebro como un sistema operativo lo es para un ordenador.

La mente necesita de los paradigmas para poder filtrar la información que proviene del exterior. Esto parece permitir al cerebro, además, guardar trozos discontinuos de conocimiento de la realidad como si se tratara de secuencias continuas, rellenando los huecos con información algoritmizada y optimizando así el espacio finito destinado a la memoria. Sería algo como la compresión de datos informáticos utilizando programas de compactación y reducción de espacio: winzip, mp3, jpg, mp4, etc. Incluso ello poseería la ventaja de reducir el tiempo de localización y recomposición de archivos, puesto de este modo habría que recorrer menos espacio físico en memoria al usar menos rutas para localizar menos datos dispersos que permitan recrear una unidad de información pertinente, ya que la lectura y escritura de datos en soporte físico no posee una velocidad infinita; y lo mismo puede decirse de las señales electroquímicas que caracterizan la infraestructura fisiológica del sistema nervioso.

NOTA:

Con relativa frecuencia, expertos en ciencias antropológicas y biomédicas han emitido opiniones que despotrican del diseño que se observa en algunos elementos del cuerpo humano. La mayoría de tales expertos son evolucionistas, por lo que se comprende que, desde su enfoque paradigmático, siempre esperen encontrar vestigios de órganos inútiles y conatos de perfeccionamiento de otros que cumplen un papel importante en el presente. Sin embargo, tales apreciaciones no dejan de ser conjeturales y estrictamente subjetivas, prisioneras, como hemos dicho, de una visión paradigmática absolutamente cuestionable.

Por otra parte, los expertos que se atienen a lo revelado en el Génesis jamás ven imperfecciones en el diseño original del cuerpo humano, pues creen que fue el producto creativo del Sumo Hacedor y es imposible mejorar su arquitectura biológica. En todo caso, sí ha habido degeneración de las estructuras originales, debido a la introducción del error edénico y al consiguiente alejamiento humano del Creador, cosa que además es atestiguada por el propio Génesis. Pero, en cuanto al diseño original, éste es insuperable. En un próximo artículo se tocará en mayor profundidad este asunto.

Acción de los paradigmas.

Joel Arthur Barker es un académico independiente y futurólogo (que hace predicciones de futuro basándose en criterios científicos y no en fenómenos paranormales). Debido a sus trabajos de difusión e investigaciones acerca de los paradigmas que se desarrollan en el interior de las organizaciones humanas y la aplicación de los conocimientos adquiridos a una visión especulativa de futuro para dichas organizaciones, este investigador ha llegado a ser respetado y conocido en todo el mundo como el "Hombre de los paradigmas". Comenzó su trabajo en 1975 y fue pionero en el concepto de "cambios de paradigma", explicando la necesidad de transformaciones profundas y la importancia de la visión de futuro de cara a impulsar el adelanto en las organizaciones empresariales. La prestigiosa revista "Biblioteca" consideró su libro "Future Edge (Al borde del futuro)", lanzado en 1992, como una de las publicaciones de negocios más influyentes del año. La mayoría de la gente interesada en el tema de los Paradigmas ha obtenido bastante orientación gracias a los programas televisivos de formación extraordinaria presentados por este investigador, los cuales han sido traducidos a 14 idiomas y han alcanzado éxitos de ventas internacionales durante más de una década.

Joel Barker ha trabajado con diversas organizaciones en todo el mundo, y sus credenciales académicas incluyen un doctorado en Liderazgo Visionario por la Universidad de St. Mary en Minnesota, en 1999, el Premio Excelencia en la Educación de la Asociación Internacional de la Educación "Pi Lambda Theta", en 1993, y el de Educación "Doris Carpenter Award", en 1997, de la ciudad de Chattanooga (Tennessee, EUA), por su participación en el apoyo a la innovación educativa.

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Seguidamente, consideraremos algunas ideas interesantes contenidas en el vídeo intitulado "Descubriendo el futuro: Los paradigmas", producido por la empresa privada de filmes educativos "Chart House International Learning Corporation" (Minnesota, EUA) en el año 1989, bajo el lema "reavivar el espíritu de aprendizaje", cuyo presentador es el citado Joel Barker:

Es muy fácil decir NO a una nueva propuesta, pues las nuevas ideas provocan cambios, rompen el “statu quo” y crean incertidumbre. Es, en general, menos problemático hacer las cosas de la misma manera que se han hecho siempre.

Las nuevas ideas suelen ser resistidas en todo el mundo, desde las reuniones de directivos hasta los locales de ventas. Esto es debido a que la mayoría de la gente asume que el futuro es simplemente una extensión del pasado, pues se supone que las mismas ideas que nos han conducido hasta el presente serán también las que nos llevarán con éxito hacia el mañana.

La Futurología científica suele enfocar su estudio en el pronóstico de viabilidad de empresas e instituciones de todo el mundo, ayudándolas a evaluar nuevas ideas y anticipar el cambio. Investiga las condiciones de cambio, así como la resistencia al cambio, y qué es lo que evita que una nueva idea sea aceptada por la comunidad. Sin embargo, esta resistencia siempre ha estado presente a lo largo de toda la historia humana, sin importar que la idea innovadora fuese una mejor manera de hacer negocio, un descubrimiento científico o cualquiera otra aportación similar. La gente, en general, siempre se ha resistido al cambio. En Venecia, en el siglo XVI, Galileo tuvo problemas de este tipo. Él defendía la teoría de Copérnico, que sostenía que el Sol, y no la Tierra, era el centro del Sistema Solar. Para probar esta teoría, Galileo llevó a las autoridades de la época a la cima de la Torre de San Marco y, usando un telescopio perfeccionado, les enseñó los descubrimientos que había realizado tras observar el firmamento, mostrando así que la Tierra giraba alrededor del Sol y no éste alrededor de aquélla. Pero ello envolvía una idea revolucionaria, que contradecía la observación obvia a simple vista y agredía las creencias de muchas autoridades, especialmente eclesiásticas. En consecuencia, Galileo fue amenazado con torturas para que se retractara de sus afirmaciones.

Al final, sin embargo, las ideas de Galileo triunfaron. Pero la pregunta pertinente es: ¿Por qué este sabio fue objeto de tanta resistencia?… Sea en el siglo XVI o en el XX, o en cualquier otra época, la pregunta sigue en pie: ¿Qué es lo que nos impide ver, aceptar y entender nuevos esquemas?

Podemos meditar en algunas de las nuevas ideas que se han presentado en las décadas de 1970 y 1980, desde la lucha de las minorías por sus derechos humanos básicos hasta la obtención o reconocimiento de esos derechos por ley, desde inasequibles computadoras gigantes que costaban millones de dólares hasta computadoras personales (con igual potencia) a las que todos pueden acceder, desde la actitud de que la calidad es un lujo para una minoría hasta el hecho de que todos pueden adquirirla. Éstos y otros centenares de cambios más no son simples mejoras; son auténticas revoluciones, pues cambian el mundo para siempre y nos hacen revaluar nuestros antiguos métodos de hacer las cosas; y también nos abren las puertas a posibilidades nunca antes previstas, y nos liberan de muchas limitaciones. Sin embargo, cada una de estas iniciativas fue resistida en su origen por gente inteligente. Por lo tanto, de nuevo tenemos la pregunta: ¿qué es lo que nos impide aceptar ideas nuevas?

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Saber la respuesta a esta interrogante le permite a uno estar más abierto a las innovaciones y ser más capaz de afrontar los cambios, facilitándose en consecuencia la entrada por los carriles del futuro. Ahora bien, dicha respuesta gira en torno a los PARADIGMAS.

El vocablo PARADIGMA es una palabra poco usual, y con ella se tropezó el señor Barker durante sus trabajos como investigador científico. Este vocablo fue utilizado por Thomas Kuhn para describir un concepto clave en su libro "La estructura de las revoluciones científicas". El significado de "paradigma" en el diccionario es "patrón o modelo", pero lo cierto es que posee otra definición más apropiada y completa, a saber: "Un paradigma es primeramente un conjunto de reglas y reglamentos capaz de establecer límites (igual que hace un patrón o modelo, al señalar ciertos límites). Y, segundo, dichas reglas o reglamentos explican cómo resolver con éxito problemas dentro de esos mismos límites".

En su libro, Thomas Kuhn expuso cómo los científicos cambian sus paradigmas en física, química o biología, y qué pasa cuando esto ocurre. Lo que él descubrió nos explica por qué muchas veces somos incapaces de anticipar cambios significativos, y también puede ayudarnos a afrontar los cambios de manera más efectiva. ¿Qué fue exactamente lo que él descubrió?

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Kuhn descubrió que los paradigmas actúan como filtros que seleccionan los datos que llegan a la mente del científico, y aquellos datos que concuerdan con el paradigma del científico son reconocidos fácilmente; lo que es más, los científicos ven este tipo de datos con gran claridad y comprensión. Pero Kuhn también descubrió un alarmante efecto negativo: con algunos de los datos los científicos tenían gran dificultad, pues dichos datos no concordaban con las expectativas creadas por sus paradigmas; y cuanto más imprevistos eran los datos, mayor era la dificultad de los científicos para percibirlos. En algunos casos, incluso ignoraban los datos inesperados. Otras veces distorsionaban esos datos hasta conseguir que se acomodaran a sus paradigmas, en vez de reconocer que constituían excepciones a las reglas. Y, en casos extremos, Kuhn descubrió que los científicos eran literal y fisiológicamente incapaces de percibir datos imprevistos; en otras palabras, tales datos eran invisibles para ellos.

En términos generales, los paradigmas filtran nuestras experiencias; pues en todo momento observamos el mundo a través de nuestros paradigmas y constantemente elegimos aquellos datos que mejor se acomodan a nuestras normas y reglamentos subjetivos, tratando de ignorar el resto. Como consecuencia de esto, lo que es completamente obvio para una persona con un determinado paradigma puede ser totalmente imperceptible para otra persona con un paradigma diferente. Tal fenómeno puede ser denominado "El efecto paradigma", y podemos estar seguros de que lo que Kuhn descubrió para los científicos es válido para cualquiera que haya sostenido estrictas reglas y normas en su vida. Sin embargo, ¿quién no se rige por normas en la vida? Por lo tanto, este fenómeno nos aplica a todos, en mayor o menor cuantía.

El efecto paradigma puede cegar a los empresarios frente a nuevas oportunidades o hacer que los vendedores ignoren nuevos mercados, así como obstaculizar estrategias efectivas a nivel gerencial; y puede impedir que cada uno de nosotros elabore soluciones creativas para problemas difíciles. Esto puede darse en cualquier organización, ya sea el ejército o el movimiento ecologista, las asociaciones médicas o las ligas de mujeres maltratadas, Citibank o Ibm, en cómo el entrenador le pega a la pelota o cómo mamá limpia la cocina… Nos enfrentamos con paradigmas en todo momento y parece que son nuestras reglas y reglamentos los que nos impiden anticipar exitosamente el futuro, porque tratamos de descubrir el futuro a través de nuestros viejos paradigmas. Por eso en los años de 1960 muchos llegaron a la conclusión de que la gasolina sería siempre barata, o que cuatro hijos constituían la familia ideal, o que la televisión por cable nunca tendría éxito, o que los productos japones siempre serían una basura… y en todo esto se equivocaron rotundamente. La razón del fracaso en cuanto a visión de futuro residía en que los paradigmas impidieron ver lo que realmente estaba ocurriendo, o cómo ya, desde entonces, se estaban desarrollando incipientemente las cosas.

Cuando nos ceñimos a un determinado paradigma es posible que veamos inviable la realización de cierto tipo de tarea, la cual puede resultar del todo fácil con otro paradigma diferente. Hay una verdad crucial y profunda escondida detrás de cada paradigma: se trata de la Regla del retorno a Cero. Esto significa que cuando un paradigma cambia, o es sustituido por otro, toda la gente que se desenvolvía en el mismo queda reducida a cero en sus expectativas y posibilidades, no importa cuán fuerte sea su mercado o cuán elevada su reputación, o cuán eficaz haya sido su actuación en el viejo o antiguo paradigma. Con el nuevo paradigma, se tiende a Cero. Los éxitos pasados no garantizan absolutamente nada en un nuevo paradigma, y ello no es ninguna exageración. Veamos.

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En 1968 la industria mundial de la relojería era completamente dominada por Suiza, cuya fama a este respecto venía siendo reconocida por más de un siglo. En ese año, este país tenía el 65% del mercado mundial y, de acuerdo a los expertos, más del 85% de las ganancias. Sin embargo, 10 años más tarde su mercado disminuyó a menos del 10%; y en los 3 años siguientes tuvieron que despedir a 50000 de los 65000 trabajadores de la industria.

Hoy es Japón la nación que domina el mercado universal de los relojes, aunque en 1968 no tenía ninguna participación práctica en esta industria. ¿Cómo pudieron los suizos, que dominaron todo el mercado durante buena parte del siglo XX y eran conocidos por la calidad e innovación de sus productos, perder el liderazgo tan drásticamente? La respuesta es dolorosamente simple: volvieron a Cero debido a un cambio de paradigma. El nuevo paradigma tenía que ver con un nuevo tipo de medidor del tiempo: el reloj de cuarzo, un dispositivo totalmente electrónico y mil veces más exacto que cualquier reloj mecánico de máxima calidad, con una diminuta batería e increíblemente versátil.

¿Quién inventó este reloj maravilloso? La respuesta es completamente sorprendente: el reloj de cuarzo fue inventado por un grupo suizo, en el mismo corazón de los laboratorios de investigación del país. Desgraciadamente, cuando los investigadores presentaron la idea a los fabricantes suizos en 1967 éstos la rechazaron. Los fabricantes despreciaron este producto de relojería porque carecía de engranajes, muelles y cojinetes, de manera que concluyeron que no podría ser el reloj del futuro. Tan confiados estaban esos fabricantes en su postura que ni siquiera protegieron legalmente la idea. Por lo tanto, ese mismo año los investigadores exhibieron el reloj de cuarzo al mundo en el Congreso Anual de Relojeros. Texas Instruments de EUA y Seiko de Japón acogieron bien el nuevo tipo de reloj, y a partir de ahí cambió drásticamente la historia de la relojería.

¿Por qué los suizos no apreciaron esta maravillosa invención que su propia gente había creado? La respuesta tiene que ver con el poder de los paradigmas. Aquellos fabricantes estaban cegados por el éxito del viejo paradigma y por todas sus inversiones en él; y cuando se vieron enfrentados a una manera nueva y radicalmente diferente de amasar el triunfo para el futuro, optaron por rechazarla de plano ya que no se ajustaba a las reglas a las que estaban acostumbrados.

Esta historia sobre la relojería suiza carecería de trascendencia si no fuera porque, en realidad, sella un modelo aplicable al devenir de cualquier organización, compañía o nación que asume que lo que ha tenido éxito en el pasado deberá continuar teniendo éxito en el futuro. Por este motivo, se cumple la regla: "cuando un paradigma cambia, todos vuelven a Cero". El bienestar del pasado no garantiza nada en el futuro si las reglas cambian, pues ni siquiera los mejores relojeros del mundo pueden parar el tiempo. De hecho, si no se anda con cuidado, un pasado triunfal podría obstaculizarnos la visión del futuro. Por tal motivo hay que permanecer atentos a las nuevas ideas, estando dispuestos a explorar maneras distintas de hacer las cosas; pues sólo con esa actitud se pueden mantener abiertas las puertas del futuro.

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Los paradigmas, por tanto, afectan dramáticamente nuestros juicios y nuestros procesos de toma de decisiones, al influenciar nuestras percepciones. Por consiguiente, si se desea hacer juicios certeros acerca del futuro, y anticiparlo con éxito, debemos ser capaces de reconocer nuestros paradigmas presentes y estar preparados para superarlos. En este sentido, un paradigma es un arma de doble filo, ya que por un lado selecciona información que nos es familiar, de forma precisa y detallada; pero por otro lado deja al margen la información que no concuerda con él. Así, uno ve lo que espera ver; y verá poco o nada cuando los datos no se ajusten al paradigma aceptado.

Los paradigmas son comunes y los encontramos en todos los aspectos de nuestras vidas, ya sea en lo personal, profesional, espiritual o social. Los paradigmas son útiles porque nos muestran lo que es importante y lo que no lo es, de cara a la resolución de problemas. Pues ayudan a identificar escollos importantes y proveen las reglas que facilitarán su resolución; enfocan la atención en este sentido, y eso es beneficioso. Sin embargo, a veces, los paradigmas pueden convertirse en "el paradigma" (paradigma dominante o cosmovisión), es decir, en la única manera de hacer algo; entonces, cuando nos encontramos ante una idea alternativa, la rechazamos de plano. Esto puede llevarnos a un ingrato desorden, que podemos denominar "parálisis paradigmática". Esta parálisis es un enfermedad mortal de necesidad; es fácil contraerla, y ha destruido a más de una institución. Fue eso, exactamente, lo que le ocurrió a la industria relojera suiza en 1968. Por lo tanto, aquéllos que dicen que algo no se puede lograr no deberían interponerse en el camino de los que lo están logrando.

La gente que crea nuevos paradigmas generalmente es extranjera o foránea; es decir, no es miembro de la comunidad de los que aceptan los paradigmas establecidos. Estos foráneos pueden ser jóvenes o viejos, pues la edad no es importante. Pero lo que es relevante en ellos es que no están comprometidos con los antiguos paradigmas y, por lo tanto, no tienen nada que perder creando nuevos paradigmas. Esto, en verdad, tiene un significado muy especial para nosotros: si deseamos encontrar nuevos y prometedores paradigmas en el campo de nuestra actividad debemos mirar más allá del centro y prestar atención a la periferia, porque casi siempre las nuevas reglas se escriben en los márgenes. Así empezaron Xerox, las computadoras Apple y el movimiento ecologista; todos ellos en los márgenes del "statu quo" social.

Los adeptos a un viejo paradigma que eligen adoptar un nuevo paradigma en sus comienzos pueden ser llamados "pioneros paradigmáticos". Deben ser muy valientes, pues la evidencia proporcionada por el nuevo paradigma no es suficiente argumento para que ellos se arriesguen a cambiar. Thomas Kuhn escribe sobre el tema lo siguiente: "La persona que adopta un nuevo paradigma en sus comienzos (paradigma incipiente) generalmente debe hacerlo desafiando la evidencia proporcionada por las soluciones existentes, debiendo tener fe en que el nuevo paradigma tendrá éxito frente a los múltiples problemas que tendrá que afrontar; sabiendo solamente que el viejo paradigma ha fallado en ciertas ocasiones. Pues únicamente teniendo fe se puede tomar ese tipo de decisión". La característica distintiva de un auténtico pionero paradigmático es, pues, la valentía y la confianza en el propio juicio.

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Es importante tener presente que cada individuo puede elegir cambiar sus reglas y reglamentos, ya que los seres humanos no están programados genéticamente para mirar hacia el mundo de una sola manera. Uno puede obviar un paradigma y adoptar otro nuevo, eligiendo ver la realidad de una manera particular. A este respecto, se puede formular una pregunta importante, que, en principio, podríamos circunscribir al terreno empresarial: ¿Qué cosa resultaría imposible de llevar a cabo hoy día en la compañía donde uno trabaja, pero que, de llevarlo a la práctica, cambiaría radicalmente lo que uno realiza? Intentar responder a esta cuestión lleva a la persona hacia los márgenes de su paradigma y, una vez allí, se encontrará en óptima posición para vislumbrar los próximos paradigmas. Lo que es imposible hoy en día, bien pudiera ser la norma del mañana; y el desafío radica en no oponerse a que esto se cumpla, o, lo que es igual, estar preparado para ser un pionero.

A lo largo de la vida se escuchan opiniones que pueden resultar incómodas, pero si uno mantiene la mente flexible es posible que se tope con visiones nuevas que resultan ser auténticas oportunidades. No obstante, si uno padece de parálisis paradigmática lo que oirá serán amenazas. Por lo tanto, la elección final pertenece a cada uno de nosotros».

Sagrada escritura y paradigmas.

Cuando uno investiga el relato creativo del Génesis y reflexiona sobre él, a la vez que se documenta en cuanto a la historicidad del mismo y la exactitud de sus genealogías, no puede menos que reconocer que se trata de una narración creíble y literal, no ficticia ni mitológica. Los personajes fueron reales y sus vivencias no son meras invenciones del escritor, Moisés. Desde todo ángulo que se mire, este relato ofrece más garantías de autenticidad que los difusos y especulativos montajes paleovolutivos que versan sobre hombres primitivos de aspecto simiesco y supuestas especies vivientes transicionales que nunca encontraron su hueco en el registro fósil. En consecuencia, todo paradigma que de alguna manera excluya explícita o implícitamente la visión que ofrece el Génesis parece estar destinado a caer en descrédito cuando en el futuro se afine el prisma científico y se capte la realidad de una manera más precisa gracias al aporte multidisciplinar, pues existe un continuo fluir desde el pasado hacia el presente y nuestro "hoy" es en gran medida el resultado de acontecimientos oscuros del pasado que poco a poco se van revelando. Además, cualquier esquema paradigmático que eluda al Génesis tenderá a aliarse abierta o sutilmente, y progresivamente, con la cosmovisión pujante alternativa, la cual es simultáneamente materialista y evolucionista (o metaevolucionista).

Hoy día el paradigma dominante es metaevolucionista, el cual se ha ido instalando poco a poco en el corazón de nuestra sociedad contemporánea debido a varios factores, entre los que se encuentran el gran fracaso del clero religioso respecto a credibilidad doctrinal, el aumento incesante del materialismo a causa del triunfalismo engañoso que la ciencia y la tecnología han generado en la mente colectiva, la acción de fuerzas inteligentes invisibles (insuficientemente captadas y explicadas por la parapsicología, pero diáfanamente referenciadas en la Biblia) que parecen desviar la atención humana hacia puntos de vista contrarios a las santas escrituras, y también la caída en desgracia de la ética y la moral. Por lo tanto, cualquier intento de reconsideración racional de las narraciones sagradas, no importa cuán convincentemente se presente su argumentación, provoca un rechazo automático a nivel general. Evidentemente, esto se debe a que el paradigma dominante es diametralmente opuesto al punto de vista de los sagrados escritos.

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En un viejo intento milenario por conocer aspectos del porvenir (a causa de la natural e irreductible proyección hacia el futuro del intelecto humano), lo que antaño era satisfecho por el "oráculo místico" (que supuestamente respondía bien a lo que se inquiría de él acerca del tiempo venidero) hoy día está muy mediatizado por la Futurología científica. La necesidad de despejar el "mañana" es la misma de siempre, pero los paradigmas que intentan satisfacerla han cambiado. Sin embargo, las profecías bíblicas han demostrado ser certeras y confiables, pero pasan desapercibidas para la mayoría de las personas. Por lo tanto, los paradigmas que afectan a la humanidad son, en su mayoría, ajenos a la influencia de la sagrada escritura; y esto es un error, porque, según los indicios que se presentan ante el investigador imparcial, el futuro se prevé indisolublemente ligado a las rutas proféticas que se encuentran esbozadas en las páginas sagradas.

Los descubrimientos de Kuhn respecto a los filtros paradigmáticos, que muestran incluso a individuos avezados en la búsqueda de la objetividad científica cayendo víctimas de verdadera ceguera mental frente a datos que no concuerdan con sus paradigmas, son aplicables al inmerecido papel de información extremadamente desconocida y grandemente tergiversada que tiene adjudicado hoy día el Génesis en los ambientes académicos y culturales, así como en sus correspondientes cosmovisiones. Independientemente de las múltiples causas que han llevado a ello, esta ignorancia superlativa respecto al relato sagrado y a su correcta exégesis (la cual no necesita de intérpretes con erudición e inteligencia superiores a la media) impide que muchos de sus datos trascendentales puedan ser incorporados a los diversos paradigmas humanos. El resultado produce ignorancia y obstrucciones evitables, que se acumulan en los grupos y sociedades de manera continua y progresiva, y también impregnan sus normas y reglamentos, generando una cosmovisión contraproducente a corto plazo, que actuará como una telaraña para el mañana.

En la elección de los paradigmas intervienen elementos sutiles de índole inconsciente y consciente, emocionales y racionales, automáticos y deliberados, individuales y colectivos. Pero en todo el proceso de adopción paradigmática existe una innegable componente de libertad y responsabilidad que no se puede eludir, la cual es simultáneamente individual y colectiva. El actor humano es casi siempre fundamentalmente libre de desear o no situarse en terrenos seguros donde plantar y cosechar sus paradigmas, e incluso de anhelar que éstos sean construidos a la sombra de una sabiduría máximamente superior. En su famoso "sermón de la montaña", Jesucristo dio algunos consejos que parecen prevenir contra las feas consecuencias que acarrean los paradigmas existenciales mal elaborados. Dijo:

«A todo el que oye estos dichos míos y los hace se le asemejará a un varón discreto, que edificó su casa sobre la masa rocosa. Y descendió la lluvia y vinieron las inundaciones y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa, pero no se hundió, porque había sido fundada sobre la masa rocosa. Además, a todo el que oye estos dichos míos y no los hace se le asemejará a un varón necio, que edificó su casa sobre la arena. Y descendió la lluvia y vinieron las inundaciones y soplaron los vientos y dieron contra aquella casa, y se hundió, y fue grande su desplome»

(Evangelio de Mateo, 7: 24-27).

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