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Evolución del pensamiento criminológico de Fernando Ortiz


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. El Positivismo Criminológico
  3. Las Investigaciones orticianas sobre la sociedad cubana de su época y su influencia en el proceso de ruptura con los postulados positivistas
  4. Conclusiones
  5. Bibliografía

Introducción

Adentrarnos en el estudio de la vida y obra de Fernando Ortiz implica descubrir un espacio donde encontramos interesantes lecturas de nuestra sociedad que mucho pueden aportar al desarrollo del pensamiento y a una valoración de problemáticas actuales, para cuyo análisis es necesario contar con el aporte de sus contribuciones a nuestra cultura en general y a la afrocubana en particular, aún y cuando el fin de la vida no le permitió concluir importantes aspectos.

Ortiz creció en Menorca (1882-1895) donde estudió su bachillerato; regresó a Cuba, y durante la guerra de independencia (1895-1898) comenzó la carrera de Derecho en La Habana. Una vez concluida la guerra, regresó a Barcelona, donde obtuvo el grado de Licenciado en Derecho (1899-1900). Luego se trasladó a Madrid, donde se doctoró en Derecho (1901), y de ahí de nuevo a Cuba, donde obtuvo el título de doctor en Derecho Civil en la Universidad de La Habana (1902).

Había vuelto de España con gran entusiasmo y energía a desarrollar nuevos saberes "científicos", y a construirse un lugar de autoridad como intelectual público. Aunque sabía muy poco de Cuba como vivencia personal, pues se había formado en el exilio, Ortiz pronto se destacó por su mirada crítica de la cultura y la política cubanas. Esos ambiciosos propósitos pueden comprobarse desde sus inicios.

En sus textos Ortiz elaboró un discurso cultural y político que ofrecía un proyecto moderno de república en los años en que Cuba emergía de la guerra contra España y de la ocupación norteamericana. En ellos pueden leerse las urgencias políticas, éticas e historiográficas que lo animaban en su búsqueda de un orden social viable y progresista.

La personalidad de Fernando Ortiz ha sido ampliamente destacada por numerosas figuras de la intelectualidad tanto dentro como fuera de nuestro ámbito nacional, resaltando sus excepcionales condiciones como polígrafo, periodista, abogado, sociólogo, etnólogo, musicólogo, folklorista, antropólogo, sin dejar de mencionar por otra parte su papel como fundador en algunos casos y promotor en otros de instituciones y organizaciones sociales.

Ortiz dirigió la Academia de Historia de Cuba, el Instituto Hispano Cubano de Cultura, La Asociación Nacional Contra la Discriminación Racial, la Alianza Cubana por un Mundo Libre, la Sociedad Cubano Soviética de Relaciones Culturales, el Instituto Interamericano de Geografía e Historia, el Instituto Internacional de Estudios Afroamericano en México. En República Dominicana la Fundación de la Sociedad Folklórica de los Pueblos del Mar Caribe fue promovida por Fernando. En 1937 crea y preside conjuntamente con Emilio Roig de Leuchering, la Sociedad de Estudios Afrocubanos y la Revista de Estudios Afrocubanos.

La amplia bibliografía del sabio cubano, considerando sus libros, discursos, prólogos, y monografías, se calcula en cerca de 300 trabajos, que aportaron a las nuevas generaciones todo su inmenso quehacer en diversas ramas de nuestra cultura, los que fue acumulando desde su más temprana juventud, hasta el momento mismo en que sus condiciones de salud no le permitieron seguir regando la sabia creadora de su casi inagotable fuente de conocimientos, de donde hemos bebido y debemos seguir bebiendo todos los cubanos.

La publicación en 1906 en Madrid de su obra el Hampa Afrocubana y su primer número, "Los Negros Brujos, apuntes para un estudio de etnología criminal" a pesar de las limitaciones que analizaremos en este trabajo, constituye un hito no sólo en el conocimiento de la cultura de raíz africana, sino en los aportes a la naciente ciencia de la Criminología, de quien se considera por muchos especialistas fundador en nuestro país, además de seguir siendo de lectura obligada para los estudiosos de esta ciencia.

Estos estudios con nuevos enfoques en los que también profundizaremos fueron abordados por Ortiz en la continuidad del ciclo de El Hampa Afrocubana, con su obra "Los Negros Esclavos", a la que le siguió los "Negro Curros" y aunque no llego a publicar los "Negros Ñáñigos", dejó para la posteridad una interesante monografía, "La Tragedia de los Ñáñigos", acerca del misterioso mundo que para él significaba la religión de los Abakuá, a quienes dedico una gran parte de sus estudios de la cultura afrocubana, texto en el que ya vamos observando su cambio de postura con respecto al análisis de la conducta delictiva que históricamente se le había atribuido al negro en general y al ñáñigo en particular.

Un importante elemento que tributó a este desarrollo en su pensamiento fue el aporte que representó el empleo de métodos de investigación que, sin menoscabo del análisis las fuentes bibliográficas, implicaron el contacto directo y personal con quienes profesaban aquellas religiones afrocubanas. A partir de este viraje, Ortiz comienza a establecer relaciones directas con olubatas iyalochas, babalochas, oriahates e iworos, de la llamada santería, con padres y madres ngangas o sacerdotes del Palomonte y sobre todo con los llamados ñáñigos de los diferentes juegos y plazas de los Abakuá, que constituían un interés especial para Don Fernando sin olvidar a los fieles que profesaban las religiones de origen dahomeyano o ararás, radicadas fundamentalmente en la Provincia de Matanzas.

A partir de la motivación que provocó en mí la lectura de algunas obras de Ortiz, de preguntarme cómo esta persona llegó a evolucionar en su pensamiento y en qué medida la realidad social de la Cuba de su época contribuyó a esto; sentí curiosidad por conocer los motivos por los cuales se le ha denominado Padre de la Criminología Cubana y consecuentemente quise profundizar en la obra de este sabio que considero imprescindible no sólo para cualquier estudiante de Derecho, sino además para todo aquel que pretenda ahondar en el estudio de las raíces de nuestra nacionalidad.

En la actualidad, cuando nuestra sociedad se enfoca a eliminar cualquier vestigio de discriminación, la obra de Fernando Ortiz adquiere una dimensión trascendental, pero la importancia de estudios de este tipo no sólo tributan al ámbito social, sino que pueden servir de base para la realización de investigaciones criminológicas considerando el impacto de las mismas en los mecanismos de prevención e incluso en la aplicación de la legislación penal.

El presente trabajo constituye un acercamiento a la obra de Ortiz desde el punto de vista criminológico, y al análisis de la manera en que en la misma inicialmente se perfilan las influencias del sabio italiano Lombroso, para con posterioridad avanzar por medio de métodos, técnicas y puntos de miras interdisciplinarios, a percibir la influencia de los fenómenos sociales en un enfoque transdisciplinar.

CAPÍTULO 1

El Positivismo Criminológico

1.1 Principales exponentes del Positivismo Criminológico

De 1895 a 1898 Ortiz estudia en la Universidad de la Habana la carrera de Derecho Penal, regresando en 1899 a España donde matricula en la Universidad de Barcelona y obtiene en 1900 el grado de Licenciado en Derecho, con notas de sobresaliente. Otro elemento que aporta a su vocación posterior es la realización en esta etapa de expediciones antropométricas y antropológicas.

Este tipo de investigaciones en Ortiz estuvieron motivadas por el auge que en esta época comenzaron a adquirir las ideas derivadas de lo que se conoció como Positivismo, escuela filosófica que afirma que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico, y que tal conocimiento solamente puede surgir de la afirmación positiva de las teorías a través del método científico. Las ideas positivistas marcan el inicio de la Criminología como ciencia. Es por ello que Ortiz es considerado uno de los principales criminólogos de la época.

La Criminología no emerge en la historia de manera súbita, sino que de forma paulatina y desde diferentes fuentes se fue desarrollando como una disciplina independiente. Las ideas positivistas que marcan su origen derivan de la epistemología[1]que surge en Francia a inicios del siglo XIX de la mano del pensador francés Augusto Comte y del británico John Stuart Mill y se extiende y desarrolla por el resto de Europa en la segunda mitad de dicho siglo. Según esta escuela, todas las actividades filosóficas y científicas deben efectuarse únicamente en el marco del análisis de los hechos reales verificados por la experiencia.

Esta epistemología surge como manera de legitimar el estudio científico naturalista del ser humano, tanto individual como colectivamente. Según distintas versiones, la necesidad de estudiar científicamente al ser humano nace debido a la experiencia sin parangón que fue la Revolución Francesa, que obligó por primera vez a ver a la sociedad y al individuo como objetos de estudio científico.

El ideal del Positivismo tiene como característica diferenciadora la defensa de un monismo metodológico (teoría que afirma que hay un solo método aplicable en todas las ciencias) así como la creencia en que tiene que haber una unidad de método a pesar de que haya una diversidad de objetos.

Para el Positivismo la explicación científica ha de tener la misma forma en cualquier ciencia si se aspira a ser ciencia, (específicamente el método de estudio de las ciencias físico-naturales) y el objetivo del conocimiento es explicar causalmente los fenómenos por medio de leyes generales y universales. La forma que tiene de conocer es inductiva, despreciando la creación de teorías a partir de principios que no han sido percibidos objetivamente.

El nacimiento del Positivismo se encuentra muy relacionado con los importantes aportes que a fines del siglo XIX se produjeron en la Medicina Legal, la Psiquiatría, la Antropología, la Bilogía y la Psicología, ciencias que comenzaron a encaminar parte de su interés al análisis del crimen y sus causas.

Uno de los principales exponentes del Positivismo fue el italiano César Lombroso, quien es considerado fundador de la Criminología científica al corresponderle a él y a sus seguidores la sistematización intencional de un conjunto de investigaciones y teorías y utilizarlas con el propósito de obtener una explicación científica al fenómeno criminal con pretensiones de ciencia exacta, siendo Garófalo, seguidor de Lombroso, quien en el año 1885 establece formalmente la Criminología como ciencia otorgándole por vez primera ese título a un libro.

Lombroso, nacido en 1835 en Verona, Italia, fue médico psiquiatra y realizó una amplia labor investigativa en las prisiones y manicomios de la época, llagando incluso a estudiar hasta los cadáveres de los ejecutados en busca de anomalías que se manifestaran de forma común en estas personas, de manera tal que encuentra determinadas malformaciones craneales que estima propias de seres humanos primitivos, características que lo llevan a considerar la existencia de peculiaridades morfológicas atávicas relacionadas con la conducta criminal[2]

A partir de estos análisis Lombroso concluye que estos rasgos eran signos que determinaban e identificaban a lo que dio en denominar "delincuente nato", es por ello que a través de este método se coloca al frente de lo que se dio en llamar la corriente antropológica dentro del Positivismo. Intentó hallar por esta vía las causas de la conducta delictiva, desarrollando una concepción del delito como resultado de tendencias innatas, de orden genético, observables en ciertos rasgos físicos o fisonómicos de los delincuentes habituales (asimetrías craneales, determinadas formas de mandíbula, orejas, arcos superciliares, etc.), incluyendo con posterioridad en sus obras como factores criminógenos el clima, la orografía, el grado de civilización, la densidad de población, la alimentación, el alcoholismo, la instrucción, la posición económica y hasta la religión.

Resulta llamativo en la obra de Lombroso la crudeza con que expone algunas de sus conclusiones, lo que se atribuye a la tendencia positivista de despojar el discurso científico de toda otra consideración aparte de la mera descripción de la realidad, eludiendo juicios morales o sentimentales.

La posición según la cual los delitos son producto de estos diversos factores determinantes, lleva lógicamente a bregar por un código penal que los prevea y ajuste las condenas a la existencia de esos mismos factores, dejando de lado las preocupaciones de la llamada dogmática penal. La pena tendría entonces como objetivo, según Lombroso, la defensa social, entendida como neutralización del peligro que para la sociedad representan ciertos individuos que no pueden dominar sus tendencias criminales. Al mismo tiempo, tiene el fin de intentar una readaptación en los casos en que fuera posible.

Otro exponente importante del Positivismo Criminológico fue Rafael Garófalo, nacido en 1851[3]jurista de formación religiosa, que retomando el hallazgo de determinados rasgos antropológicos aceptados como condicionantes de la conducta criminal establece que sobre éstos descansa la condición de temibilitá (peligrosidad) de aquel que los posee, lo que haría necesaria entonces su control aún y cuando no hubiese cometido ningún delito pues tal destino resultaba a su juicio en estos casos inexorable, es por ello que al tratar el tema se pronuncia al respecto con el término de delito natural entendido éste como una lesión de aquella parte del sentido moral que consiste en los sentimientos altruistas fundamentales de piedad y honestidad, en el punto de equilibrio en que se encuentran en las razas humanas más civilizadas, cuya medida es necesaria para la adaptación del individuo a la sociedad. Con sus postulados, como ya expresamos, establece claramente la denominación de Criminología a la ciencia encargada del estudio del delito y el delincuente.

Enrique Ferri, por su parte, nacido en 1856, penalista y político, protagonizó, dentro del Positivismo, lo que se ha dado en llamar la corriente sociológica, al incorporar el factor social en la explicación de los fenómenos de naturaleza criminal, llamando a tener presente la realidad social que circunda al comisor del delito en tanto los seres humanos interactúan con un medio que los circunda, lo que produce una retroalimentación en este binomio y reconociendo la existencia de grupos humanos racialmente inferiores, ideas que luego son utilizadas como estandarte por el fascismo. Al distanciarse de las explicaciones morfológicas lombrosianas como determinantes de la conducta delictiva, admitió la existencia del delincuente ocasional de los cuáles algunos, como los que cometen delitos de forma imprudente, se alejarían de estas características físicas distinguibles, aunque a diferencia de éstos continuó aceptando la existencia de criminales natos pero reconociendo en ellos la existencia de condicionantes no sólo físicas sino también psicológicas.

Ferri, quien sostiene que el propósito del Positivismo es estudiar el delito en busca de las soluciones jurídicas que se erijan como remedios para el mismo, esboza la importancia de la búsqueda de mecanismos preventivos ante la existencia de condicionantes que determinan la existencia irremediable de individuos peligrosos para la sociedad.

La llamada Escuela Positiva encausa su estudio fundamentalmente dirigido hacia la figura del criminal como ente individual tratando de ofrecer una base científica al Derecho Penal, lo que constituye su gran aporte, pero de la misma manera, al centrarse en resultados eminentemente biológicos su propuesta resulta cuestionable al lacerar importantes derechos ciudadanos con su propuesta de proponer la aplicación de mecanismos de represión penal sin delito basada en la existencia de la "peligrosidad" como proclividad intrínseca a delinquir de forma inexorable, lo que determina la posibilidad de aplicar penalmente medidas de seguridad sin que para ello fuese necesario que el sujeto en cuestión haya cometido un delito. El criterio de "lo peligroso", según estos parámetros deterministas ya sean de orden biológico, psicológico, políticos o clasistas, conferiría al estado la posibilidad de actuar en el ámbito penal contra estas personas en razón de la "defensa social".

1.2 Etapas del pensamiento criminológico de Fernando Ortiz dentro de la corriente Positivista

El 12 de diciembre de 1901 Fernando Ortiz recibe el título de Doctor mediante la defensa de una tesis sobre Derecho Penal. Su tesis de grado, Base para un estudio sobre la llamada reparación civil, inspirada en la teoría positivista de Enrique Ferri y de Garófalo, contiene un análisis original del daño del delito y sus clases y fue reproducido en 1906 en la revista Derecho y Sociología. En 1902 obtiene también el título de Doctor en Derecho Público en la Universidad de La Habana, regresando a Italia en 1903 donde comienza a profundizar en temas sociológicos y matricula cursos de Antropología Criminal impartidos por César Lombroso.

Ya desde el año 1905, Ortiz se había referido a la criminalidad del negro en Cuba, había estudiado acerca del suicidio en los negros, la criminalidad afrocubana y el delito de violación de sepultura siendo expuestas sus consideraciones en la revista italiana de César Lombroso, Archivio di antropologia criminale, psichiatria e medicina legale, la cual cambió de título varias veces desde su fundación en 1879.

En 1906 Ortiz publica en la Librería de Fernando Fe, en Madrid, su obra Los negros brujos, apuntes para un estudio de etnología criminal, primera parte de su Hampa afro-cubana, con una carta prólogo de César Lombroso, fechada en Turín el 20 de septiembre de 1905 y que refiere:

He recibido su manuscrito y lo he leído y lo juzgo de un interés extraordinario, tanto que debo rogarle se digne cederme para mi revista, el Archivo di Psichiatría…, su estudio acerca del suicidio en los negros, el de la criminalidad afrocubana y también el del delito de violación de sepulturas… Creo acertadísimo su concepto sobre el atavismo de la brujería de los negros, aún en los casos en que se observe fenómenos medianímicos, espiritistas e hipnóticos, pues estos últimos eran muy frecuentes en la época primitiva.[4]

Esta obra de Ortiz inicia en Cuba los estudios antropológicos y sociológicos de la criminalidad, y en el mundo de la ciencia, los estudios sobre la criminología del hombre negro delincuente. Por otra parte le da renombre en Cuba y en el extranjero al joven abogado y sociólogo Fernando Ortiz.

Los Negros Brujos, apuntes para un estudio de etnología criminal inicia la proyección del pensamiento orticiano que proclamaba que la vida "salvaje" no podía ser silenciada, sino que debía ser cuidadosamente atendida y reprimida, precisamente porque el país tenía que ser disciplinado, educado moralmente y afinado en su sensibilidad para las normas éticas y políticas modernas.

Es importante destacar que para esta época en Cuba no existían antecedentes de estudios sobre la delincuencia negra a no ser los informes de la policía referidos a los robos y asesinatos. Con este estudio Ortiz introducía en nuestro país la teoría positivista criminológica que buscaba la causa del delito en el hombre, en su condicionamiento psíquico, en sus anomalías psíquicas y morales.

Desde esa concepción estudió al negro, su cultura y prácticas religiosas. Sobre este sector cayó el rigor de la teoría lombrosiana, Ortiz consideraba que la "brujería" de los negros constituía un obstáculo para la civilización, con marcado carácter antisocial y de rémora cultural. Aun así, con especial interés estudió el carácter híbrido de los grupos marginales, sus diferentes orígenes culturales, las características de "la brujería negra", las costumbres y su modo de vida en general.

Se debe enfatizar que en estos estudios Ortiz no solo se basó en la teoría positivista lombrosiana, sino que incorporó además en su trabajo el conocimiento antropológico más avanzado de la época. Desde el punto de vista científico, el libro Los negros brujos, apuntes para un estudio de etnología criminal representó un intento por establecer las características del negro delincuente afrocubano, en este texto la magia y la brujería se estudian como fenómenos antisociales de acuerdo con la concepción de la criminología positivista y los estudios sobre las religiones de las comunidades primitivas, realizados por las escuelas antropológicas inglesa, alemana y francesa.

Ortiz en su estudio establece que los factores antropológico, social y étnico determinan la conformación de lo que dio en denominar la "mala vida cubana", y agrega que de todos los grupos étnicos: blancos, amarillos y negros, estos últimos marcan característicamente "la mala vida cubana" aunque aclara que en la formación del hampa no sólo participa la raza negra, "sino que aportando cada una de éstas [etnias] a la mala vida sus propios vicios, se fue formando un estrato común a todos por la fusión de sus diversas psicologías, estrato que constituía y constituye el núcleo de la mala vida".[5]

Es decir, para Ortiz el concepto de "la mala vida" integra diferentes elementos psicológicos y culturales en un proceso de intercambio de las capas sociales marginales, que a partir de las mismas exigencias intelectuales, se funden como resultado del origen natural y biológico; en este proceso, la primitividad psíquica (concepto lombrosiano) actúa como momento unificador.

Aunque en su obra temprana Ortiz valora a la raza negra inferior, incivilizada, no la condena a ese estado, la ubica en un momento de la evolución humana, con las posibilidades de cambios progresivos. En realidad Ortiz nunca se mantuvo fiel al darwinismo social, propio de la escuela lombrosiana, y mucho menos vinculado al racismo, sino que consideró esta corriente filosófica una vía especial de transformación social que serviría para acabar con los males y el atraso económico y cultural de la sociedad cubana.

El análisis del delincuente, sus características, las nociones sobre penalidad, responsabilidad espiritual y social se presentaron igualmente en su obra La filosofía penal de los espiritistas, que es también una obra didáctica: en ella ofrece instrucción en la doctrina de Alan Kardec, a quien se le conoce como el sistematizador del espiritismo[6]Ortiz asume el conocimiento del positivismo en el lector, pero se siente obligado a ofrecer extensas citas de Kardec y a glosarlas. A su manera, el libro puede leerse como una antología de textos de Kardec comentados por Ortiz. En sucesivos capítulos, analiza las bases ideológicas del espiritismo, las leyes de la evolución de las almas, el delito, el determinismo y el libre albedrío, los factores de la delincuencia y el atavismo de los criminales. En todos esos capítulos establece y celebra las analogías entre Kardec y Lombroso.

Un aspecto central de la traducción que Ortiz hace de Kardec es el capítulo dedicado a la "La escala de los espíritus". Según su punto de vista los espíritus "imperfectos", en quienes la materia domina sobre el espíritu, son los propensos al mal, dados a todos los vicios que engendran pasiones viles y degradantes, tales como el sensualismo, la crueldad, la codicia y la sórdida avaricia. Cualquiera que sea el rango social que ocupan, son el azote de la humanidad.

Para Ortiz estos espíritus "imperfectos" son el equivalente de los delincuentes natos. Por su parte, los espíritus superiores en quienes el espíritu domina sobre la materia se distinguen por su deseo de hacer el bien y reúnen la ciencia, la prudencia y la bondad, su lenguaje es siempre elevado y sublime: son los más aptos para la vida intelectual. Cuando por excepción se encarnan en la tierra es para realizar una "misión de progreso", y nos ofrecen un modelo del tipo de perfección a que puede aspirar la humanidad en este mundo. Evidentemente, en esta etapa, la posibilidad del progreso por la purificación espiritual debe haber resultado muy atractiva para Ortiz quien, en obras como el Proyecto de Código Criminal Cubano, que analizaremos posteriormente, estaba ocupado en la formulación de campañas de "saneamiento nacional".

Volviendo a La filosofía penal de los espiritistas, en el capítulo titulado "Fundamento de la responsabilidad", Ortiz afirmaba que el criminal es un individuo en el cual ha encarnado un espíritu "atrasado". A partir de ello considera que la ley de conservación impone a la sociedad dentro y fuera de la filosofía espiritista la necesidad de luchar por sí y por su integridad, y de esta necesidad tanto los espiritistas como los positivistas hacen derivar la razón del castigo. De ese modo aplica un fundamento absoluto a la noción de penalidad: el progreso del hombre, es decir, el progreso del espíritu, lo que hace evidente que ya para este momento Ortiz tenía en mente la necesidad de operar sobre un terreno sólido en la organización social de la nación.

Con fecha 26 de febrero de 1926 se publica su ponencia del Proyecto de Código Criminal Cubano, obra cumbre del pensamiento jurídico de Fernando Ortiz que aparece en el escenario jurídico cubano en el momento en que se llevaba a cabo el cambio presidencial que se realizaba cada cuatro años. En tal sentido el recién electo presidente Gerardo Machado, (quien ya conocía del prestigio de Ortiz en el ámbito científico y académico de la época teniendo en cuenta que en 1913 había obtenido enormes éxitos por los aportes ofrecidos en la publicación de La identificación dactiloscópica), emite un decreto presidencial reformando la Comisión Nacional Codificadora a cargo del estudio de la reforma penal, siendo designados para ello varios juristas de mérito y entre ellos Ortiz[7]

La situación de Cuba en esta época demandaba una reestructuración de las instituciones existentes ya deformadas por la introducción a partir de 1902 de constantes remedios legislativos para tratar de atemperar la legislación penal española, todavía vigente, a las nuevas condiciones que se iban imponiendo en la realidad cotidiana de la nación con respecto al delito, fenómeno que a la par de irse incrementando, aumentaba también su complejidad.

El Proyecto de Código Criminal Cubano fue inspirado por el positivismo criminológico italiano que trajo a Cuba importantes reformas al régimen penal colonial siendo traducido al francés, al portugués, al italiano y publicado en Argentina en 1927. Incluía un entusiasta "juicio" a manera de prólogo escrito por Enrico Ferri y se proponía darle forma al sistema defensivo del Estado contra la delincuencia. La ponencia oficial, según consignó Ortiz al prologarla, comprende la parte general del proyecto, donde se encontraban todos los problemas vitales del llamado Derecho Penal. Los elementos planteados por Ortiz en forma de proyecto legislativo resultaron de gran valor. En esta ponencia, Ortiz propone al Gobierno un programa de reformas legislativas y administrativas para la defensa de la sociedad contra la criminalidad, limpiándola de la corrupción carcelaria y orientándola hacia la readaptación del delincuente.

Ortiz expone aquí sus consideraciones sobre la pena de muerte, sanción que estima anacrónica y desenfrenada y contra la que se pronuncia, así como su posición doctrinal acerca de la responsabilidad criminal que se deriva del delito y la necesidad de la adecuada defensa de la víctima frente al acto criminoso, tema en el que ya había profundizado en su tesis doctoral. No obstante, propone continuar considerando como una agravante en la responsabilidad penal cuestiones relacionadas con lo que en ese momento consideraba "creencias supersticiosas" y "ritos de culto" entre otras acepciones con las que se caracterizaban las prácticas religiosas de origen africano[8]

Resulta interesante destacar que en este momento percibimos un Ortiz que se va distanciando de la corriente antropológica para afiliarse a fundamentos de orden sociológicos en cuanto al delito, siendo entonces el acto criminal la respuesta del individuo ante determinados estímulos provenientes del medio circundante. La influencia positivista la observamos cuando propone como una de las penas el manicomio, sobre la base de lo que consideraba la necesidad de castigar mediante aislamiento o reclusión a los enfermos mentales al ser esta condición una causa desencadenante de delito

La polémica desatada alrededor de este texto orticiano se caracterizó por la existencia de criterios encontrados. A pesar de no resultar aprobado, la gran mayoría de los especialistas en esta materia coincidieron en que se trataba de un proyecto moderno y renovador.

El positivismo orticiano desempeñó un papel progresista al promover el desarrollo de las ciencias y la indagación en los factores sociales y culturales que impedían el desarrollo del pueblo cubano. La originalidad de Ortiz se funda en el marcado interés por descubrir las interioridades de la sociedad cubana, los obstáculos y ventajas del ser nacional en su proceso de evolución natural.

No podemos comprender la obra inicial de Ortiz al margen de la formación positivista que posee, la cual le impide captar la realidad social en sus múltiples factores políticos, económicos y sociales; sin embargo, en otro sentido, resulta interesante la forma en que apela a la historia nacional para salvar la conciencia cubana carcomida por el fracaso de la gesta independentista y recurre al rescate de las mejores tradiciones cubanas del siglo XIX mostrando el valor del "alma cubana" en la historia, la fuerza de los factores subjetivos en la formación de los sentimientos patrios.

CAPÍTULO 2

Las Investigaciones orticianas sobre la sociedad cubana de su época y su influencia en el proceso de ruptura con los postulados positivistas

Con solamente un año de nacido el 8 de septiembre de 1882, la madre de Fernando Ortiz cambia su residencia de Cuba a Menorca, sitio donde transcurre la infancia y su primera juventud de Fernando Ortiz surgiendo en él desde muy temprano sus inquietudes investigadoras. En esta etapa es importante mencionar el libro sobre las fiestas menorquinas que publicó bajo el título Para la agonografía española; estudios monográficos de las fiestas menorquinas (1908), pequeña obra en la que el joven Ortiz ya nos comienza a mostrar su vocación por los temas históricos y sociológicos, así como la manera en que comienza a descubrir el significado de los símbolos que se manifiestan en la tradición popular. Desde 1904 y hasta 1916 coopera ininterrumpidamente en la revista "Cuba y América" y en su boletín semanal El Tiempo: Boletín Semanal de Cuba y América con trabajos de vulgarización criminológica, a pesar de la resistencia en esta época a tratar tales temas[9]

En Los negros brujos, apuntes para un estudio de etnología criminal, primera parte de su Hampa afro-cubana, Ortiz emplea todo el material empírico que recopiló durante su breve estancia en la Habana (1902 -1903). Ortiz, junto a su amigo Miguel del Carrión y el publicista Mario Muñoz Bustamante, frecuentaron los barrios marginales de la ciudad habanera, para describir el modo de vida de los "estratos más bajos de la sociedad", donde supuestamente se podía aplicar la teoría positivista de la "mala vida", tan en boga en la sociología y antropología europeas. Por entonces fueron ampliamente divulgados los libros: La mala vida en Barcelona (1889), Los bajos fondos de Berlín (1889), La mala vida en Roma, La mala vida en Madrid (1901), Hampa antropología picaresca (Madrid, 1898), entre otros textos citados por Ortiz en su obra Los negros brujos, apuntes para un estudio de etnología criminal.

Resulta muy interesante el hecho de que todos estos libros se escribieron desde una perspectiva europea, atendiendo al nivel de desarrollo de las grandes ciudades. Sin embargo, Ortiz en Los negros brujos, apuntes para un estudio de etnología criminal a pesar de utilizar el instrumental teórico de sus profesores se abstiene de reproducir las problemáticas sociológicas del mundo metropolitano e indaga en la problemática cubana, específicamente en la sociocultural, resultado al que no arribaría de inmediato por la complejidad económica, histórica y social de la isla, aún incomprensible para el joven sociólogo.

La curiosidad científica de Ortiz lo condujo a descubrir una realidad social muy específica, diferente a la de España, Italia o Berlín. En sus estudios quedó planteado un programa de trabajo que arrojaría, en años posteriores, extraordinarios aportes socioculturales.

A pesar de que solo se iniciaba en los estudios sobre las cuestiones de Cuba, asume una posición original al enfocar "la mala vida cubana", y al respecto escribe:

entre los factores que han contribuido a fijar los caracteres de la mala vida en Cuba, hay algunos que se encuentran en las ciudades comúnmente estudiadas, factores que han contribuido de un modo especial a formar la psicología cubana, hasta en las más inferiores capas de nuestra sociedad. Por esta razón el estudio del Hampa Cubana en general, ha de dar luz a observaciones originales y ha de sacar a la luz tipos no conocidos fuera de Cuba que se diferencian gradualmente de los hampones de otros países[10]

Este interés criminológico por caracterizar la "mala vida habanera", lo conduce a descubrir una realidad sociocultural desconocida y marginada, que orientará la dirección de sus estudios posteriores sobre la cultura de origen africano. 

Los negros brujos, apuntes para un estudio de etnología criminal apareció en La Habana en un contexto histórico muy complejo, sólo a veinte años de haberse abolido la esclavitud en Cuba. El negro y su cultura eran discriminados, a pesar del papel tan importante que desempeñó el negro en la guerra de independencia como momento de unidad social y de formación de la nacionalidad cubana; situación que se agravó aún más con la intervención y penetración norteamericana en Cuba, que dio lugar al incremento del racismo.

Las reivindicaciones sociales de los negros quedaron frustradas, y estos continuaban económica, social y culturalmente sometidos, y sus creencias religiosas consideradas como salvajes e incivilizadas; estos criterios se mantuvieron presentes, incluso, hasta muy avanzado ya el siglo XX. Es decir, Ortiz estudió una problemática social compleja que dio lugar a las más contradictorias opiniones.

El concepto de "la mala vida" ofrecido por Ortiz en este texto integra diferentes elementos psicológicos y culturales en proceso que llamó de transfusión física y psíquica, de intercambio de las capas sociales marginales, que a partir de las mismas exigencias intelectuales, se funden como resultado del origen natural y biológico; en este proceso, la primitividad psíquica (concepto lombrosiano) actúa como momento unificador.

En el caso específico del negro, la inferioridad psíquica es engendradora de delincuencia, pero no como fenómeno atávico de degeneración física y moral, frecuente en las grandes urbes europeas, sino con características particulares, que Ortiz explica de la siguiente manera:

…el brujo nato no lo es por atavismo en el sentido riguroso de esta palabra; es decir, como un salto atrás del individuo con relación al estado de progreso de la especie que forma el medio social al cual aquél debe adaptarse; más bien puede decirse que al ser transportado de África a Cuba, fue el medio social el que para él saltó improvisadamente hacia adelante, dejándolo con sus compatriotas en las profundidades de su salvajismo, en los primeros eslabones de la evolución de su psiquis. Por esto, con mayor propiedad que por el atavismo, pueden definirse los caracteres del brujo por la primitividad psíquica[11]

Es necesario destacar la revisión que Ortiz hizo del concepto de atavismo lombrosiano aplicado al caso cubano a partir de su interpretación histórica del desplazamiento del africano en el medio cubano, concluyendo que el brujo afro-cubano, desde el punto de vista criminológico, es lo que Lumbroso llamaría un delincuente nato, y este carácter de congénito puede aplicarse a todos sus atrasos morales, además de a su delincuencia.

Sobre este libro comentaba Ortiz a la altura de los años cuarenta del siglo XX:

En 1906 publiqué mi primer libro, un breve ensayo de investigación elemental acerca de las supervivencias religiosas y mágicas de las culturas africanas en Cuba, tales como eran en realidad y no como eran aquí tenidas (…)

El primer libro, aun cuando escrito con serena objetividad y con criterio positivista, y pese al prólogo con que lo honró César Lombroso, fue recibido por lo general entre la gente blanca con benevolencia, pero siempre con esa sonrisa complaciente y a veces desdeñosa con que suelen oírse las anécdotas de Bertoldo, los cuentos baturros o los chistes de picardía; y entre la gente de color el libro no obtuvo sino silencio de disgusto, roto por algunos escritos de manifiesta aún cuando refrenada hostilidad.

Para los blancos aquel libro sobre las religiones de los negros no era un estudio descriptivo sino lectura pintoresca, a veces divertida y hasta con puntos de choteo. A los negros les pareció un trabajo ex profeso contra ellos, pues descubría secretos muy tapados, cosas sacras de ellos reverenciadas y costumbres que, tenidas fuera de su ambiente por bochornos, podían servir para su menosprecio colectivo. Sentí yo esa hostilidad muy de cerca, pero no me arredró.[12]

En Los negros brujos, apuntes para un estudio de etnología criminal Ortiz proclamaba que la vida "salvaje" no podía ser silenciada, sino que debía ser cuidadosamente atendida y reprimida, precisamente porque el país tenía que ser disciplinado, educado moralmente y afinado en su sensibilidad para las normas éticas y políticas modernas. Por una parte, Ortiz se armaba con las doctrinas de la escuela italiana de criminología y Derecho penal positivo; por otra, ya se puede percibir que el marco conceptual del positivismo le resultaba insuficiente para interpretar la religiosidad y el desarraigo cultural en la sociedad cubana.

A pesar de ello, la capacidad de distinguir lo propio, de modo especial la psicología cubana, hace de su obra un estudio novedoso que comienza a captar desde posiciones metodológicas y teóricas del positivismo, el contenido sociocultural del fenómeno religioso negro. Ortiz no dejó de analizar el impacto de la cultura, las costumbres y supervivencias africanas en la sociedad cubana, aun desde las posiciones de la Criminología.

En este análisis de lo que Ortiz denominó "criminalidad afrocubana" adquiere gran importancia la obra Los negros curros, obra concebida en 1909 en la que trabajó en diversas ocasiones hasta su muerte pero que nunca llegó a elaborar de forma definitiva[13]

En el borrador encontrado, el discurso se centra en la diferenciación del negro curro y el ñáñigo, señalando que aunque ambos tenían en común ser "tipos peligrosos, hampones, al margen de la ley y de la vida bien ordenada", mientras el primero es siempre público y ostensible, sin encontrarse sujeto a juramentos esotéricos ni liturgias religiosas ni vinculado a una organización que los congregue, el ñáñigo "solo actuaba en conjunto, en empresas colectivas con sus juegos, movido por la voluntad de los númenes de su antro tenebroso"[14]. Sobre este análisis de lo que entonces se denominaba "ñañiguismo" y su presunta vinculación con actos delictivos volveremos más adelante a fin de ilustrar la evolución del pensamiento orticiano en este ámbito de la sociedad cubana.

Por otra parte, Ortiz al analizar el concepto de "mala vida" extiende su mirada hacia la península ibérica para descubrirnos allí el origen de un "hampa blanca" que, según su juicio, unida en Cuba al elemento psicológico africano distingue la criminalidad habanera de la época.

A partir de esta obra se va observando en Ortiz el válido intento de rescatar la historia, de asimilar los conocimientos históricos en función de un presente que hay que cambiar, que exige del hombre voluntad y acción, lo que se articula con su visión de superar los obstáculos que impiden el libre desarrollo de la nación cubana.

Un momento importante en su formación lo constituye el ingreso del Ortiz de aquella época en la Sociedad Patriótica Amigos del País y la publicación bajo su dirección de la Revista Bimestre Cubana, en 1910. A partir de entonces, comienza a redefinirse el futuro cuerpo teórico del pensamiento orticiano, que integra nuevos elementos de análisis, hacia una concepción de la realidad vinculada con su patria, y el abandono paulatino de la visión natural biológica, de corte positivista.

La labor de Ortiz en la Revista Bimestre Cubana constituye un hito en su trayectoria, que orienta hacia nuevos horizontes su actividad científica. Es decir, en el proceso de evolución del pensamiento de Fernando Ortiz, el conocimiento de la historia de Cuba forma parte de su proyecto de hacer avanzar la sociedad en su conjunto y de esclarecer los momentos progresistas y revolucionarios presentes en el pensamiento cubano del siglo XIX. Cada libro aventaja al anterior por su conocimiento de lo histórico y va abriendo el sendero esclarecedor de la comprensión de la complejidad étnico social cubana y de los obstáculos que impiden su mejoramiento.

Significativos en este sentido son sus estudios históricos para llevar a cabo la Colección Cubana de Libros y Documentos Inéditos o Raros, que aparece en 1913. En toda esta etapa en el programa de trabajo de Fernando Ortiz se perfilan numerosas inquietudes que con posterioridad desarrollará en la obra madura.

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