Proyecto Televisivo Lucas: Espacio legitimador del audiovisual cubano
Enviado por Eugenia Mena Rivero
El presente artículo ofrece una mirada al audiovisual cubano contemporáneo a partir de una aproximación al Proyecto Televisivo Lucas como espacio legitimador del mismo. Este acercamiento no solo aporta una valoración de las perspectivas del audiovisual en la contemporaneidad, sino que además contextualiza y enfoca los caminos en los que discurre la estética audiovisual de la isla.
El audiovisual y sus relaciones de alcance comunicacional así como las particularidades de la estética de Lucas como espacio televisivo aparecen también representados en esta indagación que pretende, sobre todo, colocar en su justo lugar la multiplicidad de expresiones que defiende el Proyecto Lucas como obra valorizadora de la cultura nacional.
Palabras Claves: audiovisual, espacio, producción
"Estética y financieramente el audiovisual cubano surge en medio de un complejo de circunstancias de orden histórico, económico y psicológico, que condiciona sus primeros pasos y obligan a tomar en consideración elementos y caracteres que no tienen igual significación para otras cinematografías"[1].
Desde que los años 60 del audiovisual cubano -específicamente el cine como expresión quedaran rubricados como el eje de nuestra modernidad audiovisual, así como el momento de fundación de los discursos maestros de ese cine, cada tentativa de superarlos ha sido un agónico deseo de recuperación. Los años 60 y su inaudita exploración de los posibles modos de entablar diálogo entre forma y contenido marcaron, en principio, el devenir de la estética fílmica nacional con rasgos propios.
En tal sentido, los años 80 han pasado, en el plano de la historia de la cultura artística cubana, como una especie de edad dorada en la que irreverencia, innovación, experimentación y crítica eran las palabras de orden para caracterizar cualesquiera de las manifestaciones o hechos artísticos originados durante esta época, que podría verse como una especie de arribo a nuestras tierras de los mismos aires desacralizadores que sacudieron al mundo y al arte específicamente en los riquísimos años 60 de nuestro país.
Precisamente al interés de hacer una revolución en Cuba, se sumó el de crear un producto audiovisual nacional sobre bases que la pudiera sustentar desde la espiritualidad, la nacionalidad, y la cultura muchas veces confiscada, transgredida, acosada o agredida por otras culturas que fueron beneficiadas por los apátridas de turno y por el interés mezquino del comercio. La cultura fue y es el centro del ojo previsor de transformaciones, que desde el mismo momento del triunfo de la Revolución, se fundó y se sigue fundando como una eclosión de capacidades y potencialidades, de inteligencias reservadas, desde y para el pueblo.
El Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC), como expresión del audiovisual, desde posiciones estéticas de vanguardia, y "con un lastre del neorrealismo italiano, supo encontrar su propia ruta en la década prodigiosa de los años 60"[2]. Los grandes avances en otras esferas como la alfabetización, la Fundación de la Casa de las Américas, UNEAC, el propio Ministerio de Cultura, hicieron posible, en buena medida, la diversificación del conocimiento cultural y artístico olvidado antes de 1959.
El ICAIC tiene un puesto en la refundación de ese mundo de lo simbólico, refrendando en la república audiovisual -específicamente cinematográfica- y artística de nuestra nación, una revolucionaria visión de Cuba que trasladó a muchas partes del mundo.
Por ello durante muchos años, hablar de audiovisual cubano, era hacerlo siempre desde la óptica del cine cubano en la Revolución y del organismo que rige tales derroteros: el ICAIC, uno de los primeros surgidos tras el proceso revolucionario iniciado en 1959.
Sin embargo, y es válido destacar, con la depresión económica a raíz del llamado período especial, comienzan a tomar fuerza alternativas de producciones no sólo emergentes sino urgentes. En tal sentido el modesto soporte del video llegó para salvaguardar un patrimonio, que, como el resto del país, estaba amenazado por la asfixia.
La palpable primacía del video era el resultado de una acertada campaña llevada a cabo en nuestro país en pro de la adopción de este soporte, que ofrecía una alternativa ante la escasez de materiales para la filmación en celuloide. Ya desde 1986, en varios cines clubes se comienza a utilizar el video sostenidamente, y en Matanzas se sucedieron los Seminarios Nacional e Internacional "con el objetivo de divulgar las posibilidades y perspectivas de este medio"[3]. Todo ello fue el resultado del auge cada vez mayor del video.
A escala universal, el auge cada vez mayor del video o de las propuestas multimedia como formas culturales, se sostiene en su condición de herramientas de amplio espectro en la conformación de nuevas sensibilidades espaciales y temporales que se derivan de intercambios comunicacionales, ahora transnacionales, y que cada vez parecen más orientados a construir un espacio público activo. Esta preocupación se inscribe en el reconocimiento de las representaciones tradicionales, referentes estables -como identidad, nación y ciudadanía– y de reordenamientos simbólicos desde posiciones descentradas y atravesadas por el lenguaje hegemónico de los medios masivos.
El espectro audiovisual del país es hoy muy amplio. Varias decenas de creadores trabajan con las "imágenes en movimiento" recurriendo a diferentes soportes expresivos o géneros artísticos. Los encontramos al mismo tiempo documentando fenómenos cotidianos, acciones performáticas ligadas a la plástica o construyendo ficciones, siguiendo los códigos tradicionales de representación. Están detrás de un video clip, una publicidad, una instalación artística o un video experimental. Siguen los patrones del cine clásico u oficial, heredado de "las viejas generaciones fundacionales" o buscando nuevos temas y maneras de trasladar sus pesadillas emocionales. "Todos están tratando de decir cosas, hablar de su tiempo o de sus fantasmas personales y no importa mucho ya, si se trata de obras gestadas con la industria o a contrapelo de ella porque en definitiva y es lo que importa, son cubanas"[4].
En tal sentido el video clip se ha posicionado en la vanguardia del audiovisual cubano. Alrededor del programa de Lucas, a lo largo de diez años, se ha generado todo un movimiento creativo que puja por conferirle validez cultural, y artística, a estos musicales brevísimos, concebidos siempre bajo la égida de la publicidad y de la promoción embellecedora del intérprete, y de su fonograma más reciente. Dentro de ese grupo ya considerable de creadores (destacan no solo los realizadores sino también, y sobre todo, fotógrafos y editores) hay unos pocos, entre los cuales "abundan aptitudes, ímpetu innovador, búsqueda y apropiación de lo más actual y sugestivo del lenguaje audiovisual"[5]; en los que podemos apreciar trazos distintivos, conceptuales y formales, cuyos nombres enriquecen las nóminas de nuestro panorama cultural y audiovisual. Seguramente que se quedan nombres en el tintero, pero destacan: el binomio Orlando Cruzata y Rudy Mora, y Julio Cesar Leal e Ismar Rodríguez, X Alfonso, Arturo Santana, Ernesto Fundora, Bilko Cuervo, Alfredo Ureta. Hay muchos otros que han logrado impactar en el modo de exponer y manufacturar esta modalidad, cine-teleastas que momentáneamente la cultivan, como Pavel Giroud, Lester Hamlet o Ian Padrón, quienes decidieron refrescar su bio-tele-filmografía con varios clips. "Al video clip cubano le toca, porque se lo ha ganado, mayor atención y cuidado por parte de las instancias productora y promotora"[6]; es decir, las disqueras, la televisión, los productores y debiera ocupar una serie de espacios que todavía pretenden desconocerlo injustamente.
Son varios los autores que reconocen que el uso del video clip, y especialmente el llamado videoarte, emergió en los años 60 del siglo XX como una crítica hacia la televisión comercial por su rol de medio de comunicación masiva que no tomaba en cuenta la pluralidad de necesidades de los espectadores, y propiciaba modelos simbólicos considerados supuestamente populares o masivos, pero que finalmente respondían a intereses hegemónicos de un grupo específico de productores que estimulaban la reafirmación de determinados estatutos sociales. Pero además de esta postura crítica, el videoarte se ha ido desenvolviendo alrededor del deseo de ampliar las posibilidades expresivas, también en contraposición al estatuto de la obra de arte como finalidad trascendente, única y original, lo cual estaba representado especialmente por la pintura y la escultura.
Por su versatilidad de registro y manipulación, muy pronto el video ofreció opciones para combinar todas las experiencias interdisciplinarias que se estaban experimentando en los años 60, como las acciones corporales, eventos musicales, cruces entre texto e imagen, ensamblajes e instalaciones.
En Cuba, el audiovisual de los últimos diez años es quizás uno de los acontecimientos culturales de mayor riqueza y diversidad expresiva que nos presenta el panorama artístico cubano – y se diría más-, del panorama artístico contemporáneo en el continente latinoamericano. No hay duda de que la producción artística en Cuba se ha mantenido en sintonía -a pesar de algún que otro "desfasaje"- con el arte occidental en su conjunto, y no es menos cierto que ha sabido recorrer un camino propio, pleno de hallazgos y con reconocida patente de autenticidad, en la medida en que no se ha limitado a copiar líneas, corrientes e "ismos" de última moda en el mundo, sino que ha sabido asimilar y adecuar a sus condiciones y tareas específicas las conquistas del arte universal de la segunda mitad del siglo veinte.
En los últimos años, el empleo y desarrollo de los medios de comunicación los ha dotado de características que los dimensionan, en el centro mismo de un amplio debate ético y estético que quizás no ha tenido lugar en otra manifestación comunicacional, o de arte contemporáneo; su obvio carácter de dominación y/o manipulación en los seres humanos ha puesto en discusión sobre el tapete público la legitimidad o inocencia de algunas de sus propuestas, bien en lo puramente estético, bien en el orden artístico.
Ello explica el creciente interés investigativo, en los últimos tiempos, en torno al género audiovisual, constantemente blanco de análisis, exégesis e investigaciones que, en mayor o menor profundidad, con aciertos y desaciertos, y para satisfacción e inconformidad de los públicos especializados o no, así como de la crítica, todos estos estudios han contribuido a crear nuevas interpretaciones, nuevas lecturas de las distintas figuras, procesos, etapas o periodos que ha atravesado el mismo.
La época actual trae consigo una dinámica acelerada en los procesos artísticos que muestra una innegable viabilidad para la investigación científica, la cual arroja valiosos aportes a la creación audiovisual contemporánea tanto nacional como internacional.
En tal sentido, el audiovisual en su incesante peregrinar, en medio de búsquedas y experimentaciones estéticas propias del posmodernismo, y dando la televisión sus primeros pasos en tal dirección vio nacer una nueva propuesta estética que aún hoy nos cautiva con su influjo de seducción: el video clip. Nutrido de diversos géneros que han tributado y enriquecido su discurso, el audiovisual ha asumido su propio lenguaje, el cual se ha ido configurando con el paso del tiempo; fusionando música, imagen e ideas. Debiéndole mucho al montaje cinematográfico, a la comedia musical norteamericana y a los animados de la Factoría Disney, lo que ha hecho significativos aportes a su estética audiovisual.
En nuestro país el género llega en los años 80. Las producciones de estos años son esencialmente de búsqueda y experimentación con una forma muy particular de hacer. Sin embargo, no es hasta diez años después, con el afianzamiento del Taller de Video de la Asociación Hermanos Saiz, que los realizadores comienzan a desprenderse del lastre de la imitación, para potenciar la calidad de un discurso y lenguaje que se hace autóctono, competitivo, siempre interesado en escribir respetando las leyes de una gramática propia.
El detonante principal que registró el video clip cubano fue la creación en 1997 -y cuya innegable calidad se ha impuesto hasta hoy- del Proyecto Televisivo Lucas, programa experimental, innovador, polémico e inestable en cuanto a canales y horarios dentro de la parrilla de la programación de la televisión cubana. Espacio que, por sí solo, pese a la poca ayuda de las instituciones, y gracias en lo fundamental a la capacidad creativa y organizativa así como a las ganas de hacer de sus creadores, fundadores y seguidores, ayuda al crecimiento y perfeccionamiento paulatino de este género y producto audiovisual netamente televisivo al convocar a creadores, músicos, realizadores nacionales que trabajan dentro y fuera del país, a presentar trabajos más acabados, que sin dudas han detentado valores artísticos y estéticos que validan sus logros dentro del audiovisual nacional. En ello vale destacar que en Cuba el video musical ha funcionado como uno de los fenómenos que dinamizan la producción audiovisual —especialmente en el medio televisivo— y, a la par, se ha instituido en un fenómeno cultural, estableciendo un diálogo —no siempre fructífero— entre arte, publicidad y mercado.
Los videos clip cubanos manifiestan una manera de hacer propia, aunque continúan respondiendo a los lineamientos generales de un discurso netamente postmoderno. Y, como el postmodernismo en sí mismo, se resisten a definiciones acabadas. Sin embargo, ciertas constantes subrayan, entre sus principales características, la multiplicidad de acercamientos y miradas hacia los más diversos espacios creativos, estableciendo un discurso rico y ecléctico en cuanto a experimentación visual.
El clip ha sido capaz de transgredir las reglas más tradicionales y constituirse en un lenguaje independiente a partir de la incorporación de los códigos más variados —entre ellos las artes plásticas, la literatura, el cine, la televisión, la fotografía, la publicidad, la moda, el animado y otros—, fuentes a las que ha sido capaz de retroalimentar. "Debido al uso peculiar de las formas narrativas y descriptivas, del espacio y el tiempo, diferentes efectos y las técnicas más novedosas, el clip genera un texto abierto, polisémico, que renueva el proceso de recepción audiovisual"[7].
Como todo producto mediático, el video musical parte del contexto social al tiempo que rearticula esa realidad mediante un proceso de cita constante, de reciclaje de imágenes y discursos; y se sabe que el arte, por naturaleza, no existe sin conflictos, sin desgarramientos, sin experimentación, sin propuestas aventuradas, sin pasión. En tiempos difíciles y ante realidades complejas, el audiovisual no puede dejar de cuestionar, indagar, reflexionar y romper esquemas.
Pero quizás la característica más polémica del video musical en Cuba sea su doble función como producto cultural y publicitario, mecanismo esencial en las campañas promocionales de cantantes, músicos y agrupaciones.
El clip vende a través de su discurso una mercancía, una imagen, un estatus y un concepto. Detrás de toda una cadena comercial a la cual pertenece desde su concepción, legitima una ideología y responde a las leyes del mercado.
En nuestro país, la industria del disco no es lo suficientemente sólida como para que el éxito de un video musical se traduzca en mayores ventas de discos. No obstante, cada año la producción de videos cubanos aumenta. El interés en los clips queda entonces en la "pegada", o el posicionamiento social y cultural que producen, garantizando cierta "popularidad" tanto a artistas como a realizadores.
Dentro de la estética y la ética postmoderna, y especialmente respecto a la representación de cubanas y cubanos, el clip en la isla caribeña parece estar comprometido más con los presupuestos visuales que con otros principios de este movimiento, época, ideología y estilo.
En tal sentido Lucas, como proyecto televisivo ha conseguido lo inesperado: conceder o dotar de matices de verificación artística a un producto audiovisual – comercial – publicitario en su esencia, pero no menos elaborado en su concepción final; un espacio en el cual sus creadores han izado los mástiles de nuestra música e imágenes por encima del horizonte trazado por unos cuantos tópicos típicos.
Un espacio que se ha mantenido fiel a su voluntad de asimilación, cita, homenaje, choteo y transtextualidad, así como a sus slogans en cada una de las ediciones que lo validan como el festival del videoclip cubano, ejemplos de ello han sido a lo largo de los últimos 15 años: «lo que te den cógelo», «lo que viene bajando», «desde arriba, Lucas te mira», con cuyas diversas interpretaciones los organizadores han legado, como siempre, al espectador perspicaz. Donde no ha importado demasiado, encontrarle un sentido unívoco y axiomático a la siempre renovada contraseña del programa, pero sí debiera concernirles —cuando menos a todos los interesados en el desarrollo del audiovisual cubano— el relieve estético, la eficacia cultural y el poder de convocatoria que han conquistado la mayoría de las obras que cada año son nominadas. Porque desde arriba o desde abajo, en encuadre estático o en travelling, en un solo plano o en «picotillo» de 40 tomas, en colores chirriantes o en discretísimo blanco y negro, las obras nominadas cada año ponen cierre dorado a un período de sostenida inquietud creativa y manía de asombro.
No menos importante en esta valoración resulta el hecho de que los Premios Lucas del video clip cubano han refrendado y legitimado la forma de producción independiente para nuestros medios. La variedad de estéticas del clip nacional-que en buena medida resulta de las diferentes dinámicas y estilos de producción empleados –queda evidenciada en los videos presentados cada semana y que luego Lucas premia en su concurso anual.
Ha demostrado que la producción independiente es uno de los caminos más dinámicos y eficientes del audiovisual cubano contemporáneo. Por otra parte, los Premios han sido hasta el presente el certamen más importante y de mayor prestigio y convocatoria de la Televisión Cubana; mueven y conmueven cada noviembre a La Habana.
Hoy, a la altura de tres lustros del proyecto Lucas y de un cuarto de siglo de historia del video clip en la Isla, está la impresión de que si bien los realizadores en el presente han ganado en refinamiento y dominio del oficio (utilización de nuevas tecnologías, dominio de dinámicas de producción más flexible y expeditas, más y mejor conocimiento de lo que acontece en la realización de clips y otros géneros audiovisuales en el mundo, mejor formación profesional , etc) se percibe un creciente cansancio, un agotamiento temático y estético y como que ciertos manierismos se repiten, algo que se puede palpar en los clip del último ciclo.
Muchos son del criterio de que la estética del clip ya dio todo lo que iba a dar y ahora hay que buscar otros nortes: en la pantalla del videojuego, en la de la animación (anime, 3D, flash,stop motion, rostocopia) o en las novedosas pantallas del i-pad y el i-phone .Pero en todo caso, creo que todavía hay Lucas para rato, porque este espacio como plataforma del audiovisual, con sus variadas propuestas, se ha ido perfilando como un medio de gran riqueza simbólica y comunicacional que se nutre de muchas otras modalidades, afirmando o cuestionando diferentes visiones de mundo asociadas al amplio campo simbólico cultural y, Lucas ha establecido un escenario de exhibición de audiovisuales musicales con una estética novedosa, a tono con el quehacer televisivo internacional.
Desde un simple registro documental hasta la más elaborada animación de imágenes digitalizadas, el video introduce al espectador en un campo representacional inédito que contribuye a conformar nuevas y vitalizadas sensibilidades espacio-temporales.
La estética, los presupuestos y las formulaciones conceptuales que configuran el audiovisual cubano del siglo XXI, tienen su raíz en los precedentes artísticos de los años 60 y su inaudita exploración en los posibles modos de entablar diálogo entre forma y contenido marcando el devenir de la estética nacional con rasgos propios. El abordaje de las disímiles formas y tendencias asumidas por Lucas como plataforma del audiovisual cubano en la contemporaneidad ha permitido reconocer que este se ha ido perfilando en tanto medio de gran riqueza simbólica y comunicacional que se nutre de la propia realidad a la vez que cuestiona diferentes visiones del mundo asociadas a las variadas expresiones que toma el arte en su devenir histórico.
Aguilera, Julio: "El video clip o el relato caótico, en"Revolución y Cultura, No.3, mayo-junio, 1996, pp. 3-7.
-Arcos, Gustavo: "¿Será dulce el porvenir?", en Revolución y Cultura, No.1, enero-febrero, 1999, pp. 2-5.
-Brinet, Michel: Diccionario de la Música, Editorial Iberia S.A., Barcelona.
-Caballero, Fufo: "Diez años de Lucas. Lo que te den agradécelo", en Periódico Juventud Rebelde, 12 de agosto de 2007.
—————————:"Entre la claudicación y el decoro", en Revista El Caimán Barbudo, No.339, marzo-abril de 2007.
Webgrafía
-Caballero, Rufo: ¿Hasta dónde llega lo popular y dónde irrumpe lo vulgar? en
http://www.juventudrebelde.cu., 24 de marzo 2008, 2.12pm.
-Castañeda, Mireya: Tres veces dos abre Festival de La Habana. El Cine Cubano en el encuentro del 2004 en http://www.juventudrebelde.cu,13 de febrero 2008, 7.13pm.
– "Cine Cubano: inobjetablemente revolucionario", entrevista con Omar González, presidente del ICAIC, http:// www.lajiribilla.cu, 5 marzo 2010, 3.05p.m
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-Luis Morlote Rivas:"La AHS digna continuadora de las más genuinas tradiciones culturales revolucionarias de nuestro país", en http://www.juventudrebelde.cu 11 septiembre 2008, 9:12 a.m.
-¿Nuevos caminos para Lucas?, en http://www.bohemia.cubasi.cu, 9 noviembre 2008, 10.25 a.m.
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Autor:
Eugenia Mena Rivero
Universidad de Granma
Departamento de Psicología – Comunicación Social
Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas
Profesora.
[1] Alfredo Guevara: “Realidades y perspectivas de un nuevo cine” en Revista Cine Cubano, No.17-17, Julio- diciembre 2009, p. 3.
[2] Tomado de Revolución es lucidez, Ediciones ICAIC, La Habana, 1998, p.353.
[3] Ramón Cabrera: El silencio aparente, Editorial ORTO, Manzanillo, 2007, p. 28.
[4] Gustavo Arcos: página digital, anclada en Miami
[5] Sahily Tabares : “Nuevos caminos pera Lucas”, en Bohemia, No.26, 24 de diciembre de 2004, p.62
[6] Mario Masvidal: “El video cubano según San Lucas,”, en Revista Salsa Cubana, Año5, No.17, 2001, p.12.
[7] Yarza Martha Pérez: "El placer de lo trágico. Semiosis del video rock en los noventa", 1997. Disponible en el URL: www.cervantesvirtual.com/estudios/.