Sociología argentina – De la fundación de la nación a la sociología de la pobreza y a la sociedad de la información
Enviado por Bibiana Apolonia del Brutto
La Sociología en la Argentina al igual que la constitución de la política se presenta con una historia de fundaciones y re fundaciones, y no es para menos ya que está en tela de juicio la identidad no sólo de un conocimiento sino de los criterios que hacen y que hicieron a la proyección de la enseñanza, de la ubicación de las ideas en la Argentina y de la continuidad con una actitud crítica hacia lo dado como natural y a veces con interpretaciones sesgadas que confluyeron a lo incierto. De manera que el simple hecho de cuestionar qué no es y qué es lo argentino es controversial de la misma forma que podría ser la pregunta por la existencia de una filosofía latinoamericana y/o de una sociología latinoamericana. Pero Argentina se encuentra en una situación privilegiada, deben de existir pocos países en el hemisferio sur que se arroguen la posibilidad de contar con una historia de las ideas que permitan identificar una sociología de producción nacional tan abundante y con una identidad tan fuerte.
Generalmente el tipo de cuestionamientos sobre la existencia e identidad de pensamientos locales remiten a dos criterios iniciales:
a) el objeto de estudio, es decir que aquello que se denomina "lo argentino" y lo latinoamericano por extensión y
b) quién realiza el objeto de estudio o cómo se manifiesta el sujeto de la reflexión.
Hubo y quizás lo siga habiendo mucho más hoy una devaluación con respecto al pensamiento sociológico argentino que esta relacionado con los cortes históricos en la sociedad argentina derivados del papel que tomó el estado, las instituciones y el desenvolvimiento de las relaciones sociales en el territorio, o dicho de manera general, de las ideas que se expusieron en distintos momentos sobre lo público y la búsqueda de consensos con respecto a esas ideas. Ninguna disciplina escapa a su tiempo y lugar y son las ideas las que perduran o las que vuelven a aparecer bajo otras condiciones e interpretaciones. Una sociología nacional simplemente expresa modalidades sociopolíticas situacionales –o de tiempo y lugar– sin por ello invalidar filosofías continentales ya que ninguna disciplina está aislada del mundo, pero otra cuestión es si las ideas predominantes se identifican con las que prevalecen en el mundo.
Tanto en la búsqueda del recorte del objeto sociológico de estudio como en el sujeto de la acción sociológica se buscaron más que causas los efectos de la historia cultural. La historia de la sociología argentina puede ser groseramente descripta como la tensión que permanentemente hubo entre qué se entendió por investigación y qué se entendió por el método de investigación, en el medio continuan las búsquedas por las identidades y las interrelaciones fragmentadas por enconcontrar "el nosotros" e incluir "a los otros". ¿Puede entenderse la sociología argentina como un logro cultural de valor general y con alcances positivos?. En esta tensión que lleva un siglo hoy vuelve a aparecer el sujeto, o las subjetividades como objeto de reflexión con caracteres ya no territoriales sino continentales y volvemos como antes a plantear los marcos teóricos y las aplicaciones que derivan de esos marcos. Dicho de otra forma, la búsqueda de la racionalidad instrumental o los pensamientos románticos que construyen y deconstruyen no sólo en textos instrumentales sino en otro tipo de narrativas. Lo que antes se dirimía como "el compromiso del sociólogo" pasó a ser hoy en día "la existencia o no de un pensamiento crítico" sin saber acabadamente si ese pensamiento crítico es también instrumental y buscador de consensos públicos.
Las discusiones sobre qué fue y qué es la sociología argentina vienen del siglo XIX pero fue en los años 60 en que se abrió el conflicto sobre las pertenencias y áreas de estudio, la calidad académica de la disciplina y la ubicación continental de la misma a partir de la enseñanza en la Universidad Nacional de Buenos Aires en la Facultad de Filosofía y Letras. Paralelamente se desentramaba el conflicto nacional de las producciones sociológicas en cuanto a interpretaciones sobre el papel de la política, el Estado y los movimientos populares nacionales. La segunda fundación de la carrera en su oposición al pensamiento social argentino y al ensayismo en cuanto a la profesionalización de sociólogos/as dejó –quizás sin intencionalidades maléficas– una brecha abierta en el desconocimiento y una simiente por obviar en la nacionalidad constitutiva de lo que puede ser una disciplina caracterizada como científica y paralelamente una desvinculación con la política como forjadora de una realidad social compleja.
Las argumentaciones contra lo que se denominó "el pensamiento social argentino" y el "ensayismo" fueron las respuestas que dio Gino Germani no en relación a la creación e institucionalización de la carrera de Sociología en 1958 y a sus derivaciones críticas, sino a la intervención en la UNBA por la dictadura de 1966. El famoso episodio de "los bastones largos" motivó su autoexilio de la Argentina y el de numerosos científicos que dejaron el país, pero la dictadura de 1966 no fue un hecho menor ya que engrosó los límites del aguante con respecto a las continuas controversias que ocurrían en la carrera de sociología por esas épocas. A casi diez años de la re inauguración de la carrera y de un Instituto de Investigación que hubo de jactarse por la calidad y transversalidad de investigaciones y prácticas como fueron los de la Isla Maciel, Germani veía frustrados sus empeños en la formación disciplinada de jóvenes que no respondían como él deseaba a los postulados de un desarrollismo modernizador y ese Instituto de Investigaciones ya no recibía fondos para investigar. No fue por tanto exclusivamente la crítica sobre la "falta de contenidos latinoamericanos en los estudios de la carrera" sino un caos que se trasladó al Instituto de Investigaciones Torcuato Di Tella, en el que Germani intentó permanecer un tiempo más en la Argentina sin éxito. No nos olvidemos que el sociólogo italiano deseaba para la Argentina una "democracia con participación ampliada", una propuesta de democracia liberal que ahora vuelve a estar en el centro de las aspiraciones modernizadoras de las intenciones de las políticas nacionales.
Las críticas al modelo teórico de Germani en su aplicación nacional venían de varias aristas ideológico políticas que él respondió unos años más tarde. En un artículo que apareció en la Revista Latinoamericana de Sociología, publicada por el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Torcuato Di Tella, La sociología en Argentina, la nº 3 del año 1968, Germani volvía a erigir los logros continentales de su creación institucional a la vez que respondía al avance de las Cátedras Nacionales en la Facultad de Filosofía y Letras y al cuestionamiento que desde años antes venían sucediéndose en el ámbito de la enseñanza y en la investigación. Las críticas sobre la enseñanza de la disciplina social con ribetes funcionalistas comenzaron en los años 1962/63 a los pocos de publicarse su famoso libro Política y Sociedad en una época en transición, por los grupos marxistas y socialistas de las corrientes políticas universitarias como en los diferentes grupos que formaron en los años 60 la industria cultural argentina. La más fuerte apareció en la Revista Fichas en el volúmen I, nº 2 de julio de 1964, firmado por Alfredo Parera Dennis, –el pseudónimo de Milcíades Peña–.
¿De qué se le acusaba a Germani?. De varias falencias y quizás la principal que la dirección sobre "la promesa de la sociología" iba a dejar de serlo en poco tiempo más. Se le recriminaba de haber prologado el famoso libro de Wright Mills La imaginación sociológica dejando de lado "los vicios de la profesionalización de la sociología", que no era un fenómeno exclusivamente norteamericano sino parte de la estructura intelectual y social de la sociología, un fenómeno burocrático que coincidía con una "estructura de poder de las camarillas que administraban los medios de subsistencia, los instrumentos de avance y los símbolos de prestigio que interesaba a los sociólogos" y que se habían instalado en el famoso Instituto de Investigaciones Sociales dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras. Germani era acusado de ser un empirista abstracto por aquella revista, de proponer el cambio de la sociedad tradicional a la moderna sin el recuerdo de los sucesos históricos nacionales, sin poner el énfasis en el papel de los obreros, de los sectores subalternos; de pasar revista a los movimientos políticos y caracterizarlos como autoritarios y en ellos caían tanto el peronismo –lo más semejante al fascismo– como el socialismo y el marxismo; de poseer una conceptualización fetichista con respecto a la racionalidad del capital; de no relacionar a la burguesía industrial con la oligarquía terrateniente y de no haber visualizado que el "ensayismo" era consustancial a las miradas de los procesos nacionales que Germani criticaba por ser renuentes al virtuosismo metodológico.
Más tarde con las Cátedras Nacionales se insistió con los métodos y la reapropiación de los sujetos del objeto de estudio, pero para ello era condición necesaria entender la contradicción y controversia fundamental que hoy vuelve a carcomer a los países latinoamericanos: la relación de dependencia cultural, política y económica entre centro y periferia. Las Cátedras Nacionales pusieron en el debate del pensamiento sociológico la búsqueda de la originalidad del ser social argentino, que no era otra que la de la autorealización de los sujetos, una búsqueda del modelo ideal de autenticidad que debía corresponder no solo a los sujetos sino al "pueblo", el Volk, que intentaba reconocer sus propias formas de ser y de originalidad. En este sentido ese corto período generó teorías continentales basadas en los lenguajes dialógicos de los seres que se habían mantenido en silencio.
Esa relación que dio lugar a la "teoría de la dependencia" una creación vernácula económica, social y política vuelve a remplantearse –deconstruida– mediante la uniformización y la homogeinización que paradójicamente trajo la globalización y vuelve a estar en el caldero de las disputas ideológicas las nociones de centro y periferia bajo otras condiciones que las que fueron en los años 70. Preguntarse por el conocimiento es incluir que todo saber remite a un saber filosófico, pero inevitablemente la validez universal de los saberes restan importancia a las adscripciones locales o territoriales, rescatados hoy en día por los conocimientos culturales que pusieron otra impronta a aquello que fue en sus orígenes la sociología argentina. El desarrollo de una sociología nacional no solo supone expresiones de modalidades locales sino que también expresa posiciones universales de conocimiento y de clase ya que ninguna localidad está aislada del mundo y esto vale incluso para los orígenes de lo que fue la sociología argentina.
Volviendo a los enfoques que imprimieron el sello a la profesionalización sociológica en la segunda fundación, –ya que la primera como se sabe fue la que construyeron José Ingenieros en el periódico La Montaña junto a Leopoldo Lugones y los aportes que realizó Ernesto Quesada con sus clases de sociología en la Facultad de Filosofía y Letras, Dellepiane y Juan Agustín García en la Universidad Nacional de La Plata–, se focalizaron sobre todo en los métodos y las herramientas más que en la comprensión del devenir histórico social argentino. La atribución de usar enfoques no científicos así como la caracterización de románticos e ilusorios a las abundantes y prolíferas preguntas que se hicieron las generaciones del siglo XIX tuvieron un desenlace retardatario para la evolución de la sociología argentina. Germani pero también las generaciones posteriores a él, en su afán por la modernización y la universalidad desvalorizaron los aportes y conocimientos de los movimientos sociales de principios de siglo que se preguntaban tanto cómo construir una democracia liberal, el Estado-Nación y un socialismo acorde a las condiciones de país. Aquello que Germani denominó una "supersimplificación" en los métodos y en los procedimientos de los hurgadores de la realidad sociohistórica se debió a lo que ahora es un denominador común en los estudios de la disciplina, el acento en "el pensamiento social". En el análisis de la "ruptura con la sociedad tradicional" ignoró las preguntas que se hiciera Esteban Echeverría sobre: el punto de arranque para el deslinde de lo que deben ser nuestras leyes, nuestras costumbres, nuestro estado social y lo que Juan Agustín Gracía en su estudio Las Ciencias Sociales. Introducción al estudio de las Ciencias Sociales Argentinas (Editorial Claridad, Buenos Aires, 1938), dice acerca de la sociología que debe ser una ciencia nacional y su primer problema es determinar las fuerzas sociales que en diversas épocas han presedido la evolución argentina.
Las preocupaciones por las formas de mejorar el Estado, las instituciones y llegar a poseer un régimen político autónomo fueron las cavilantes lecturas sobre la Ilustración que estuvieron presentes entre los ensayístas de la primera ola, después de Caseros, con el preperonismo y el pos peronismo. En aquella necesidad fija por definir el objeto y el método o por construir "la ciencia" por variados exponentes de la sociología se dejó de lado las construcciones más descollantes que tuvo el país en la búsqueda por su identidad, porque se perdieron los cuestionamientos sobre la instrumentalidad subjetiva o las ideas de comunidad con fuertes acentos morales tal como marcaba la Ilustración romántica. Aquella falta de reconocimiento quiso ser rescatada años más tarde por las Cátedras Nacionales sin lograrlo y hubo de esperarse 25 años para volver a introducir los temas del reconocimiento cultural en la enseñanza y profesionalización sociológica.
En cuanto al desarrollo científico también estuvo presente antes y después de Caseros con Florentino Ameghino, un inmigrante italiano que con métodos simples y rudimentarios de exploración a orillas del río Luján dijo encontrar al primer hombre latinoamericano y también el origen del hombre; con Eduardo Ladislao Holmberg el que legitimó el primer manifiesto darwinista; con los hermanos Ramos Mejía y con otros ensayístas, narradores y poetas que engrosan las filas del denominado "positivismo argentino". Un positivismo que tampoco fue revalorado en los años 70 por su ligazón al linaje argentino. Mucho más estuvo presente el desarrollo científico unido al de la educación entre la comunidad científica argentina, el tema del progreso y la técnica convino en ser una de las fuentes del desarrollo del país, de la formación del Estado a la que no quedaron relegadas las preocupaciones sobre la estructura social en las distintas épocas. Fueron esas confluencias, esas mezclas las que dieron origen a la existencia de lo "argentino", que Ernesto Quesada iniciara con el debate sobre el lenguaje nacional a comienzos del siglo XX, también como búsqueda de un espacio político y como característica de la hibridación recurrente que poseemos.
En los controvertidos años sesenta en que se asentó la disciplina sociológica ligada a las universidades más prestigiosas de América Latina y de otros continentes y se delimitaban los campos de la intelectualidad una investigación nacional marcó el hito de un cambio, fue la de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero acerca de los orígenes del peronismo y su vinculación con la estructura económica del país. Esta publicación deconstruía el temor al fantasma –el peronismo–, que había recorrido aulas e investigaciones hasta mediados de los años sesenta. Ya no era la estructura social para demostrar cuantas personas estaban por arriba o por debajo de una construcción, el NES (nivel económico social), sino una combinación entre búsquedas de causas y efectos de decisiones políticas, institucionales y entrelazamientos económicos los que marcaban una posición estructural argentina en la que se ponía el acento en el papel de la burguesía industrial argentina. Paralelamente en las aulas de una universidad intervenida se gestaban los recorridos históricos sobre el sindicalismo nacional, los movimientos regionales que acompañaban la resistencia a la dictadura y aparecieron otras instituciones que con miradas marxistas daban cuenta de la dinámica política y revolucionaria de sectores obreros, me estoy refiriendo al CICSO y las publicaciones de La Rosa Blindada, institución que mantuvo hasta nuestros días Beba Balbé con la especificidad del marxismo y el socialismo. También es preciso recordar que los vaticinios sobre la caída del marxismo fueron realizados por Eliseo Verón el introductor del estructuralismo en la Argentina ya a comienzos de los años 70.
El socialismo nacional, las concentraciones monopólicas, las ideas sobre el nuevo imperialismo recorrían los escritos de la frondosa industria cultural argentina en la que no dejaban de nombrarse las derivaciones del conflicto chino-soviético y "las perspectivas para un análisis revolucionario del mundo ya que el centro de la revolución mundial se producía como un progresivo ensanchamiento de las áreas de conflicto entre dominadores y dominados y pasaba por los países coloniales y dependientes" en palabras de Juan Carlos Portantiero sobre el Socialismo y Nación, en la Revista Nueva Política, año 1, nº 1, diciembre 1965, dirigida por Susana Fiorito, Juan Vazeilles e Ismael Viñas. Unos pocos años más tarde aparecía la primera investigación sobre el voto argentino y los partidos políticos que realizara Darío Cantón con Pepe Moreno en el Instituto Torcuato Di Tella en el CIS, el primer archivo de datos al que contribuyó M. Mora y Araujo para procesar técnicamente la producción sociológica latinoamericana junto a Oscar Corenblit, sin olvidar las complejas y acaloradas reuniones que se hacían por separar el campo sociológico de la historia social que había previsto Tulio Halperín Donghi y que Leandro Gutiérrez propiciaba pero enfocando esa historia sobre el movimiento obrero. El "Tercer Mundo" era una categoría social no depreciada como ahora sino que valoraba sus construcciones lingüísticas y producía polémicas como las que mantuvo Roberto Carri con Francisco José Dellich acerca de "la sociología de medio pelo" sobre la obra de Arturo Jauretche El medio pelo en la sociedad argentina en la que ridiculizaba esa sociología preexistente con una perspectiva ideológica de mentalidad colonizada y producto de la Ilustración subdesarrollada. Carri apuntaba los dardos sobre el "conocimiento sistematizado de las leyes que rigen los procesos sociales y que producen un empirísmo acrítico sin intervención de la actividad humana en la historia" mientras que el actual director de la Biblioteca Nacional, Francisco Dellich acusaba a Roberto Carri de terrorista intelectual y redefinía al libro de Jauretche no como una sociología argentina sino como poco académico por el contenido, porque sólo eran unas notas y apuntes para la sociología nacional reiterando aquellas expresiones de Germani sobre los usos del sentido común como realismo idealista.
Las discusiones sobre el objeto sociológico aún continúan atenuadas por las derivaciones de lo que fue la tercera fundación sociológica nacional después de la última dictadura militar que renegó de la existencia de una sociología argentina ubicándola nuevamente en las aulas de la Facultad de Derecho que aún poseía la adjetivación de Ciencias Sociales. Hubo que remontar nuevamente la posición sociológica, una primavera que duró muy poco tiempo ya que la separación y la nueva ubicación de comunicación social y ciencias políticas en una facultad que ya no tenía como referencia a Filosofía y Letras hicieron sumergirse a lo que fue el pensar sociológico en tecnocracias de variadas índoles. A un pensar devaluado se le une un Estado devaluado, una universidad devaluada, una educación devaluada y un profesionalismo devaluado. La hibridación recorre lo que puede denominarse realidades sociales y ya se sabe que hibridación implica multiplicidad de identidades o fragmentaciones sociales. Lo social sufrió en los últimos años varias mutaciones a tal punto que puede decirse que "lo social" aislado ya no existe. Necesitamos ponerle un adjetivo a cada compartimento sociológico: de las religiones, del delito, de la violencia, de la memoria, del género, de la infancia, de las vidas privadas, etc. La renovación del sujeto aparece como nueva fórmula reflexiva semejante a las fórmulas de las de-construciones, de las diferencias y paralelamente "las políticas sociales" parecen haberse quedado con el virtuoso y a la vez decadente paquete sociológico. Toda la reflexión social remite a las interminables definiciones sobre la pobreza y las categorías creadas ad-hoc y también paradójicamente nunca hubo tanto interés por América Latina como en estas épocas afectada por la globalización y el multiculturalismo.
Desde 1976 nos seguimos corriendo hacia la derecha en el arco de las fuerzas políticas paralelamente al debilitamiento de lo que fueron las identidades tradicionales. El liberalismo institucional de fines del siglo XIX hoy puede ser catalogado como socialdemócrata porque ese liberalismo se ha hecho neoliberal, es decir conservador y la socialdemocracia que supo ser anticapitalista se ha hecho social-liberal; el comunismo se ha hecho social demócrata, el ecologismo pragmático y el feminismo institucionalizado es cada vez más social –liberalismo. En esta rueda de movimiento hacia la derecha hay un debate de ideas entre intelectuales que puede ser denominado "socialista libertario" que puede girar en el mismo movimiento con que han aparecido algunos contrastes como en Porto Alegre, en Chiapas, en Seattle, en Praga, que es un ángulo de cambio de dirección de la mirada y que probablemente de él surjan análisis y teorías diferentes con nuevas formaciones lingüísticas, revalorización del "yo", de la autenticidad, de los derechos civiles y especialmente de los morales. Este debate no posee su centro sobre "lo sociológico" sino sobre la voluntad del pensar, en la formación de ideas para la acción, en lo político, en la desesperanza, en arenas de controversias de tiempos y de velocidades.
Hay otros escenarios que se apropiaron y que discuten lo social en la actualidad, son los de la denominada "opinión pública hipermediática" a la vez que se instalaron otros lenguajes para calificar lo que antes eran simples discusiones entre el centro y la periferia y/o entre cipayos y nacionales –populares, ahora los términos pasan por las comunicaciones en lo posible interactivas. Así como el debate político perdió relevancia a causa de la pantalla televisiva, el debate sobre lo social aparece como nunca en los medios ligado a otros parámetros: los de la justicia especialmente; derechos civiles, ciudadanos, y los derechos sociales. La palabra pueblo perdió su significación, las argumentaciones políticas los denominan: "los populismos"; a lo nacional se lo confunde como "nacionalismo"; al Estado-Nación se le dice autoritarismo anti-democrático; a los viejos ideales sociales ahora se los denomina "movimientos por los derechos humanos". El debate por la profundización de la democracia vuelve a aparecer a semejanza de cómo lo planteaba Gino Germani quizás con ribetes más románticos que los que él tuvo, por eso la devaluación de la palabra "pueblo" que remite a jerarquía y no a igualdades y en su reemplazo la palabra ciudadanía que remite a atomizaciones, fragmentaciones, identidades sociales lábiles y no permanentes.
Paralelamente surgieron otras variantes sobre las sociedades: "sociedad civil" una complicación que argumenta sobre lo social, pretende en el discurso no ser política, sin embargo lo es y presiona como un factor de poder. Hacia allí se deriva el asociacionismo, las comunidades, las interacciones, los derechos y se articula con la ciudadanía en esas identidades fragmentadas y no permanentes. La otra denominación es mucho más poderosa: "la sociedad de la información", la sociedad digitalizada en la que aún no aparecen todos los vicios de la sociedad de los átomos, una sociedad a la que también se le atribuyen fines instrumentales y racionales pero que en poco tiempo reproducirá las semejanzas de derechos, igualdades, democracia, ciudadanía al igual que las sociedades incompletas de hoy.
Por último, pienso que el desinterés sociológico por lo nacional parte hoy en día de varios hechos:
1) un manejo político de técnicas, información y conocimientos que en el quehacer científico de las posibilidades argentinas suelen quedar relegadas en los últimos tiempos por la escasez de recursos monetarios para la investigación y por la "escasa difusión" de actividades que alguna vez fueron privativas de los/ las sociólogos/as y hoy apropiadas por lo hipermediático;
2) la inexistencia de un discurso propio y la indiferencia hacia los discursos históricos que rescataron una "sociología nacional" por la comunidad científica;
3) las expresiones que han sido denominadas como parte de una "inteligencia" y como expresiones de clase, motivando a su vez otro discurso polarizado, el no ser representativo de los sectores populares;
4) la subsumsión de la política por la economía y el avance de los criterios neoliberales para los análisis sociales en los que el mercado tiñe cualquier otro tipo de análisis;
5) una revalorización de la "opinión pública" como forma de expresión de la masas, de la ciudadanía o de pueblo como desee denominarse y las investigaciones realizadas por consultoras (muchas de ellas a cargo de prestigiosos sociólogos/as) que dan expresión a los movimientos de la estructura social, los vínculos entre economía y política, los malestares y las demandas de las poblaciones;
6) el desplazamiento de la escena pública hacia la sobreabundancia de información noticiosa y televisiva que se apropia de análisis banales para anoticiar que ésa "es" la realidad.
Noviembre 2000
Nota
* Ponencia en la IV Jornadas realizadas en la Facultad de Ciencias Sociales el 9 de noviembre del 2000, en la Mesa: "La Sociología Argentina: vocación o profesión". Buenos Aires, Argentina.
Lic. Bibiana Apolonia Del Brutto
Publicado originalment en: http://www.kult.lu.se/latinam/Virtual/geografia/SOC_ARGEN.HTM– SEMINARIO LATINOAMERICANO DE FILOSOFÍA E HISTORIA DE LAS IDEAS