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    Re-dibujando el cuerpo de las mujeres mexicanas que trabajan en el agro de California

     

     

    1. Introducción

    Dentro de las políticas transnacionales y de migración deben ser consideradas las ideas, los mitos y las experiencias que giran alrededor del cuerpo: el cuerpo de las mujeres Mexicanas que producen y reproducen la mano de obra agrícola en los Estados Unidos, especialmente en California. Las mexicanas que emigran a California no son únicamente cifras y números. Son personas con historia, sueños, aspiraciones y negaciones que se imprimen en un cuerpo marcado racialmente. Dentro de las políticas vinculadas a las relaciones de género, tanto a nivel doméstico como público, es importante reconocer cómo las diferencias y las expectativas del cuerpo productivo, del cuerpo sexuado y del cuerpo indocumentado, se negocian y se transgreden tanto estando en México como estando en los Estados Unidos.

     

    El denominado "cuerpo social" de las trabajadoras agrícolas mexicanas en California está moldeado por mecanismos dinámicos que comprenden al individuo y al medio fronterizo que lo rodea, incluyendo aspectos económicos, estéticos, culturales y geopolíticos (Scheper-Hughes 1994; Martín 1995). Los lazos establecidos entre los seres humanos y la cultura están inscritos en el cuerpo. Cada sociedad construye sus propios cuerpos: las percepciones sobre sí mismo, sus funciones, atributos, movimientos, los nombres que se le asignan, la forma como se expresa. Así mismo, la manera en que se expone y se reprime tanto en un sentido simbólico como literal. Los cuerpos son construcciones sociales situadas en un contexto específico, que varían de acuerdo a las diferencias de género, de clase social, de edad, de orientación sexual y de origen étnico, entre otros factores. Como afirma Katherine Young (1995:17) "El cuerpo ha sido inventado. La manera en la cual nos sostenemos y nos movemos es parte de nuestra adherencia a una cultura específica."

     

    El objetivo de este artículo es analizar la forma como las trabajadoras agrícolas mexicanas en California re-definen su cuerpo en el proceso migratorio (al emigrar e inmigrar), de-construyendo por un lado nociones de modestia y por el otro lado de independencia. Más allá del cruce de fronteras (Estados Unidos- México) el cuerpo de estas mujeres transita y se re-dibuja a partir de las mediaciones de género y de los significados sociales, culturales y políticos construidos desde sus comunidades de origen y en sus nuevas moradas.

     

    2. Metodología

    Este artículo se basa en resultados obtenidos a través de métodos cualitativos. Consideramos que la selección de esta metodología fue pertinente dadas las características de la población, las especificidades del proceso migratorio y la sensibilidad de los temas a tratar. Nuestro análisis está basado en tres fuentes. Primero, la información proporcionada por 76 mujeres de origen mexicano que participaron en 10 grupos focales. Segundo, entrevistas guiadas por un formato de historia de vida con 12 mujeres, todas nacidas en México. Tercero, observación participante durante el trabajo de campo. Las participantes fueron identificadas e invitadas en el proyecto por miembros de organizaciones locales y clínicas de salud de las comunidades. El proceso de investigación fue dialógico, es decir se establecieron diálogos entre las investigadoras y las participantes dirigidos a explorar temas sobre las expectativas del género, la sexualidad y las prácticas de riesgo relacionadas con la adquisición de infecciones de transmisión sexual (ITS). En los grupos focales, posteriormente a la explicación del proyecto, se proyectó una película sobre la vulnerabilidad de las mujeres y el SIDA en México. Esta técnica de motivación grupal sirvió como detonador para una discusión posterior, vinculando tanto los escenarios vividos en México como los vividos en Estados Unidos (Morgan 1993).

     

    3. Características sociodemográficas de las participantes

    Las edades de las participantes variaron entre los 16 y 56 años. Todas las mujeres que entrevistamos tenían salarios bajos y se situaron dentro de la clase obrera o pobre. La mayor parte de ellas emigraron de áreas rurales de los estados Michoacán, Jalisco, Guanajuato y Oaxaca. La mayoría no habían terminado la educación primaria al momento de emigrar. Las razones por las cuales las mujeres emigraron a California fueron diversas. Unas mencionaron que fue por perder su trabajo en México, por reunificación con familia, buscando refugio de relaciones con hombres violentos, y otras buscando aventura. En todos los casos, la migración fue concebida como una estrategia de sobre-vivencia. Todas las participantes emigraron como adolescentes o adultas y hablan castellano como principal idioma.

     

    Estas mujeres viven en comunidades predominante mexicanas en las regiones agrícolas centrales del norte de California — el Pájaro Valley en el Condado de Santa Cruz, el Valle de Salinas en el Condado de Monterey en el valle de San Joaquín y en el Condado de Fresno. Todos las informantes trabajan en la agroindustria, ya sea directamente en el campo ("Los files"), las empacadoras, o en plantas procesadoras de alimentos. La mayoría tipificó las condiciones de trabajo como peligrosas. Así mismo, la mayoría mencionó que está expuesta a una doble jornada; además de trabajar para obtener un salario, tienen que ocuparse de las tareas del hogar y hacerse cargo del núcleo familiar.

     

    La muestra de este estudio ilustra un proceso de globalización que es tipifico en el centro-norte de California. El asentamiento de mujeres mexicanas en esta región empezó a ser significativo al final del Programa de Braceros y se incrementó dramáticamente a principios de los años ochenta. Hoy, por ejemplo, casi 70% de la población rural del condado de Santa Cruz es latina, predominantemente mexicana.

     

    4. Resultados

    Nuestros hallazgos documentan y contextualizan, por un lado, la vida de estas mexicanas migrantes. Por otro lado, muestran cómo las construcciones socio-culturales y de género se relacionan con el comportamiento sexual y pueden poner en riesgo a las mujeres de adquirir infecciones de transmisión sexual (ITS). A partir de un enfoque cualitativo, analizamos cómo se inscriben en el cuerpo de éstas mujeres los valores, normas, y mitos y como se insertan en las dinámicas de género y desigualdades políticas. Así mismo, analizamos dentro del vaivén migratorio, la forma en la cual las trabajadoras agrícolas desarrollan mecanismos de supervivencia y de-construyen las nociones tradicionales sobre el cuerpo contestando muchas veces a un discurso hegemónico. Para la parte analítica, nos basamos en el marco conceptual de Faye Ginsburg y Rayna Rapp (1995). Estas autoras argumentan que la reproducción social, donde la sexualidad es central, debe ser considerada como una expresión local de las desigualdades transnacionales. Es en este marco que las trabajadoras agrícolas crean nuevas relaciones sociales a través de una lucha personal y de género, enmarcada dentro de movimientos sociales y otras demandas que surgen de las ideologías religiosas y políticas así como de situaciones de marginación.

     

    El conocimiento que estas mujeres tienen sobre prácticas vinculadas con la reproducción social, la sexualidad y el cuerpo, refleja los valores adquiridos a partir de experiencias pasadas dentro de un contexto regional, económico y político. Este conocimiento está orquestado fundamentalmente por tres factores: en primer lugar, la globalización que pone en movimiento la migración de la gente, las ideas, las fuentes de trabajo, la cultura popular, como también las infecciones transmitidas sexualmente que no respetan fronteras nacionales. En segundo lugar, las ideologías patriarcales dominantes, que incluyen valores establecidos por la misma normativa patriarcal y que además genera nociones contradictorias respecto al cuerpo y al placer. Es dentro de esta base ideológica que también se gestan nuevos valores y discursos alternativos, vinculados en este caso, a la migración. En tercer lugar, los valores determinados por la Iglesia Católica, que delimitan las dimensiones morales de la sexualidad y los significados que regulan el comportamiento sexual "aceptable" y el acceso al placer.

     

    5. Mundos divididos: la mascara como estrategia de sobre vivencia

    La economía de las áreas agro-industriales de California está íntimamente ligada a la migración mexicana. La producción y la reproducción social generan cambios culturales complejos y contradictorios en ambos lados de la frontera, y estos procesos son complicados por las dinámicas establecidas a partir de las jerarquías de género. Hombres y mujeres tienen roles y poderes diferentes en el mercado laboral, entre familias, y dentro del mismo proceso migratorio (Lara Flores 1996; Velasco Ortiz 1995; Ojeda de la Peña 1995). En el caso de las trabajadoras agrícolas, se puede decir que viven en "mundos socialmente divididos" de forma similar al que viven, por ejemplo, las trabajadoras sexuales en la ciudad de México.

     

    En un estudio conducido por Xóchitl Castañeda (1996) sobre el comercio sexual en la ciudad de México, se argumenta que las trabajadoras sexuales al terminar su trabajo se quitan las "máscaras laborales", es decir los artificios adoptados durante la jornada laboral, mismos que permiten exacerbar los atributos femeninos. Por ejemplo, cierto tipo de vestuario y maquillaje, objetos de fetiche (pelucas, talones, ropa intima). Los rituales de paso transforman a la mujer secreta-trabajadora-guerrera (que muchas veces tuvo que correr el riesgo de enfrentar desde encuentros violentos, delación, hasta la posibilidad de contraer una enfermedad venérea) nuevamente en mujer "normal". Un fenómeno similar es experimentado también por las mujeres de origen mexicano que trabajan en la agro-industria de California. Estas mujeres se cubren el cuerpo y se "enmascaran" no sólo para protegerse del sol, el frío, o los pesticidas sino también del acoso sexual. Es común que las mujeres cuando están, por ejemplo, en la pizca de la fresa, se pongan encima del pantalón capas de otras prendas, como suéteres o toallas para que la persona que viene atrás en la cuadrilla no "tenga ninguna tentación." Se amarran camisas a la cintura para esconder sus caderas y las regiones genitales. "Nosotras trabajamos casi todo el tiempo agachadas, nuestros 'traseros' quedan en la cara del que viene atrás, que muchas veces es un hombre. La cantidad de mujeres en los campos es mucho menor a la de los hombres y no siempre podemos estar en una cuadrilla de sólo de mujeres. Es importante protegernos de ellos y de lo que las otras mujeres pueden pensar. Si uno anda enseñando su cuerpo, luego corre el chisme que lo que estamos buscando no es pizcar la fresa, sino a los hombres". En este mismo sentido, María observó que "No puedo ni siquiera usar rímel, porque me empiezan a molestar, a silbarme, a querer tocarme y a armar un escándalo".

     

    Al quitarse los ropajes que las protegen de las inclemencias del tiempo y de los hostigamientos sexuales, las trabajadoras agrícolas atraviesan por ritos de paso que se asemejan a los descritos por Xóchitl Castañeda (1996) respeto a las trabajadoras sexuales de la ciudad de México. Al salir del trabajo, muchas veces cuando van manejando de regreso a sus hogares, se cambian de vestimenta, vuelven a asumir su propia identidad. En sus sitios de trabajo, estas mujeres se convierten en "aliens" en una especie de extranjeras, en seres difusos envueltos en múltiples ropajes que funcionan como membranas protectoras contra el medio adverso, en sentido amplio.

    "A veces, cuando estamos fuera de los campos, no nos reconocemos, no sabemos quien estuvo trabajando en la cuartilla, pues no sabemos qué ropa llevaba abajo, pues todo estaba tapado. Salvo por la voz y los ojos es que a veces nos podemos reconocer."

     

    " A mí me ha pasado que cuando recojo a mi hija en la tarde en la escuela, oigo la voz de alguien y entonces ‘me cae el veinte' y me digo: 'creo que la Juana estuvo hoy trabajando conmigo en el ‘file'. Muchas veces ni para comer nos destapamos. Al principio es difícil, luego, te acostumbras, es como si no fueras tú, …estas trabajando. Debes cubrirte, debes protegerte."

     

    6. El Norte y el Sur: Metáforas de una frontera borrosa

    Aproximadamente 39.9 millones de personas de origen Latino viven oficialmente en los Estados Unidos. Lo/as mexicanos representan el 67% de los Latinos (US Census 2004). De éstos, 8.5 millones de personas son nacidas en México. En California, la gente nacida en México y de origen mexicano nacida en los Estados Unidos representa oficialmente el 34% de la población, haciendo que éste sea uno de los estados en la Unión Americana donde las "minorías étnicas" se están convirtiendo en mayoría. En este sentido, es fundamental revalorar las prioridades públicas, cívicas y de gobierno, comenzando por reconocer que en Estados Unidos los/as mexicanos y las mexicanas son una población importante, dinámica y permanente dentro de una sociedad cada vez más diversa. Según el Servicio de Inmigración y Naturalización (INS), hay cerca de 8 millones de residentes indocumentados en Estados Unidos, de los cuales por lo menos 72% son de origen de latino. Así mismo, los mexicanos/as son el grupo más importante de la población indocumentada de Estados Unidos (US Census 2004).

     

    Las comunidades rurales mexicanas se han convertido en grandes expulsoras de mano de obra agrícola que migra hacia los Estados Unidos, especialmente a California, donde el 92% de los trabajadores agrícolas son mexicanos (Villarejo 2001). Estos/as agricultores mexicanos/as, al tener limitadas oportunidades económicas en sus lugares de origen, emigran, a trabajar al "Norte". La disponibilidad puestos de trabajo y las medidas de control fronterizo han incidido en que lo/as inmigrantes establezcan un segundo hogar en California, en el cual permanecen períodos cada vez más largos (US Department of Justice 1997). "Yo antes iba y venía cada año. Me costaba como $300.00 ahora ya no puedo, cada vez es mas difícil la pasada y por lo mismo más cara. La ultima vez me costó con todo y todo casi $1500 dólares, y que si mas me quedo en el desierto y ya no cuento la historia."

     

    Lo anterior explica en cierta medida la "mexicanización" de ciertas áreas rurales de California, donde los trabajadores agrícolas inmigrantes se han convertido en la mayoría de la población y han cambiado el carácter de la vida rural en estas comunidades. Hay lugares en California donde los inmigrantes mexicanos provienen cada vez más de comunidades indígenas de México, quienes son objeto de una creciente discriminación y explotación no solamente por parte de los norteamericanos, sino también de chicanos y otros mestizos mexicanos (Zabin, Kearney, García, Runsten y Nagengast 1993). Al respecto Lupita mencionó: "Por ser de Oaxaca y por estar ‘prietita’ creo que me daban el turno de la madrugada, el más pesado y eso que el capataz era Mexicano. No sabes con quien te va a ir peor si con tu propia raza o con los gabachos. Aprendí a hablar como del norte [de México] y a vestir como ellas. Ahora me va mejor" Innumerables comunidades rurales en California se han convertido en lugares de pobreza concentrada. En una de las comunidades donde realizamos nuestra investigación, "El Pájaro Valley", la mayoría de los hombres agricultores son mexicanos (90%). Mientras que en las fábricas de alimentos son las mujeres mexicanas quienes realizan la mayor parte del trabajo (Bardacke 1994). Lola dijo, "nuestros cuerpos de Latinas, muchas veces ‘chaparritas’ y redondas están en desventaja con el de las ‘gringas’ que están tan esbeltas, tan rubias y tan bonitas… Les va mejor a las más blancas, como que tienen más seguridad de defenderse."

     

    Muchas de estas familias son "binacionales", es decir que mantienen hogares en ambos lados de la frontera de Estados Unidos-México. Estas familias generalmente sirven como "puente" para otros inmigrantes. Además, miembros de las familias asentadas en Estados Unidos, a pesar de los crecientes costos y riesgos del cruce fronterizo, regresan a sus comunidades de origen en México para visitar a parientes y supervisar sus propiedades y negocios. En este sentido, los/as agricultores mexicanos son partícipes de mundos sociales paralelos: las comunidades agrícolas en California y las comunidades de donde emigraron de México (Lozano Ascencio 1993). Sus familias generalmente dependen de las remesas generadas en Estados Unidos para sostenerse. Estas remesas generadas, son la tercera fuente de ingresos para la economía mexicana. En los años noventa ingresaron a México aproximadamente $33 mil millones de dólares por este concepto. De acuerdo a Mario López Espinosa (2003) las remesas procedentes de los mexicanos en los Estados Unidos son la más importante fuente de ingresos provenientes del exterior, al calcularse sobre criterios netos, y al dejarse de subvaluar el importe de recursos no registrados que ingresan por conducto de medios informales. Durante la presente década el flujo promedio anual de remesas totales hacía México será de 15 mil millones de dólares. Solamente en el año 2003, el total de remesas enviadas a México llegó a $14 mil millones de dólares. Juan Vicente Palerm argumenta que este fenómeno constituye un sistema binacional de producción y reproducción agrícola (Palerm y Urquiola 1993) y por la interdependencia que existe, el fenómeno no se puede entender si no se toman en cuenta los dos polos.

     

    Las trabajadoras agrícolas migrantes constituyen uno de los grupos de población que incide de manera muy importante en la compleja relación entre los Estados Unidos y México tanto por la labor que desempeñan, por las remesas que envían, como por su rol en la re-definición sociodemográfica. Según datos del INS, entre 1990-1996 cada año, 230.000 mexicanos indocumentados establecieron su residencia en Estados Unidos (INS 1996). Alrededor de dos millones de inmigrantes indocumentados (40% de todos los indocumentados en los Estados Unidos) viven en California (Report on Access to Health Care Services 1999).

     

    Las zonas agro-industriales de California se han convertido en grandes generadoras de capital gracias a la mano de obra barata de los/las trabajadores mexicanos. Sin los/as mexicanos, no sería posible mantener estas industrias multimillonarias, calculadas en 27.5 mil millones de dólares anuales (http://www.cfbf.com.) Como dice el dicho "Where no body can…Mexicans" ("Donde nadie puede: los mexicanos pueden"). Todas las personas que viven en este país se benefician de la labor de los trabajadores agrícolas mexicanos. California proporciona la mayor parte de las verduras y las frutas al resto de los Estados Unidos desde hace mas de 50 años (CFBF 2004). Al final de la década de los noventa, California produjo 98% del bróculi, 63% del apio, 70% de la coliflor, 98% de los tomates y 74% de la lechuga que se consumió en los Estados Unidos. Más de 85% de las frutas y verduras producidas en Estados Unidos son cosechadas y/o cultivadas a mano, básicamente por mexicanos/as. En California, 89% de la mano de obra agrícola es Mexicana (USDL 2004 http://www.bls.gov/data/home.htm). Gracias a su esfuerzo, millones de hogares cuentan con comida fresca cada día en sus mesas. Como pago por su trabajo, la mayoría de los campesinos (70%) perciben salarios anuales menores de $7,500, cifra que está por debajo del nivel de pobreza federal. Además, los beneficios que los/las campesinas perciben en materia de salud, educación y vivienda son mínimos. En este sentido, a pesar de las importantes ganancias del negocio agrícola, éstas no se reflejan en el bienestar de los trabajadores. Por si fuera poco, algunos patrones o dueños de empresas agrícolas no reportan los salarios de los trabajadores, lo cual se traduce en evasión de impuestos. "Mire mis manos, usted cree que estaban así cuando vine a trabajar al ‘file’? No, yo soy joven, es por haber estado ‘pizcando’ fresas en tantas heladas. No hay doctor y tengo que mantener mis dos hijos y a mis papas que están allá en el rancho [México]." Consecuentemente, si los trabajadores se lastiman o alcanzan la edad del retiro, en muchas ocasiones no pueden fundamentar sus demandas ante el Seguro Social, lo cual es una fuente más de riesgo para su salud. Juana dijo, "Yo me lastimé la espalda, de tanto estar agachada, pero no sabía que podría reclamar. Nadie nos dice, menos el patrón y aquí no hay sindicato ni nada de eso. Fui con un doctor donde va mucha gente de por acá. Pero solo me alivió. Creo que el daño ya está hecho de por vida y no puedo reclamar."

     

    7. "Las uvas de la ira." Facetas dramáticas del mundo desarrollado y la salud de los/las trabajadores agrícolas

    En los Estados Unidos, los trabajadores agrícolas en general presentan un estado de salud similar al de los habitantes de países subdesarrollados, a pesar de vivir y trabajar en una de las naciones más ricas del mundo y en lo que respecta a California, en la primera economía del país (CMHI Hojas de datos estadísticos 2004). Debido al estado de pobreza y marginación en que viven, los trabajadores agrícolas tienen más riesgo que la población en general para adquirir ciertas enfermedades infecciosas. La exposición a pesticidas y las precarias condiciones de sus viviendas, los tornan más susceptibles a ciertos problemas de salud. Por ejemplo, en California, más de un tercio de las casas de los trabajadores agrícolas no cuentan con sistema de agua potable (Report of Environment Work Group 1997). Estos trabajadores reportan el índice más alto de lesiones producidas por sustancias químicas y tóxicas. Más que cualquier otro grupo de trabajadores, ellos/as padecen e incluso mueren debido a condiciones producidas por la deshidratación y el calor. La esperanza de vida de dichos trabajadores se estima en 49 años. "Yo he padecido de ‘mal de orín’ desde hace muchos años, sobre todo en la época de más calor. Las botellas de agua que traemos de casa, no son suficientes y aquí en el field no se puede tomar el agua, es sólo para riego, no es potable. Vea usted (señalando el campo) no hay nada. Solo esas letrinas portátiles (solo dos para todo el campo). No hay ni un techito donde descansar cuando el sol está más ‘picante’. Es dura la vida aquí. Nos levantamos a las 4:00 de la mañana y así nos vamos, de corrido hasta que cae el sol. Como no se va ‘amolar’ uno?"

     

    Algunas condiciones de salud son claramente atribuibles a los peligros ocupacionales del trabajo agrícola, por ejemplo, la dermatitis y los problemas respiratorios causados por los hongos, el polvo, y los pesticidas. Los índices de mortalidad entre estos trabajadores debidos a pulmonía son 200% más alto que el promedio nacional (National Advisory Council on Migrant Health 1993). La carencia de agua potable en los campos contribuye a la deshidratación, problema muy frecuente en los momentos más intensos de la cosecha. La ausencia de letrinas provoca retención de orina, misma que se vincula con infecciones urinarias.

     

    En lo que respecta a salud mental, la depresión es un problema común entre los trabajadores agrícolas adultos. Este padecimiento está relacionado con la disrupción del núcleo familiar (80% de los trabajadores son hombres solos y cerca del 50% ha dejado a sus esposas e hijos y en México). Además, con el estrés, la soledad, la inestabilidad en la situación económica y las precarias condiciones de vida. Es frecuente que los campos agrícolas estén compuestos mayoritariamente por hombres. La falta de recursos recreacionales, el aislamiento social y la oferta de sexo comercial son factores que también inciden en la alta proporción de infecciones de transmisión sexual (Bureau of Primary Health Care 2000). Al respecto Candelario dijo:

    "Aquí no hay nada que hacer, más que trabajar y trabajar. No hay un zócalo o un lugar donde entretenemos. Pues que queda….las ‘ chelas’, los naipes y pues por que no decirlo, ir a los clubes o donde las ‘mujeres’. A veces ellas vienen por acá, casi ya no, pero cuando vienen, las filas [para obtener servicios sexuales] son largas. Usted sabe, el cuerpo tiene sus necesidades."

     

    Las trabajadoras migrantes agrícolas en su mayoría son mujeres jóvenes, incluso adolescentes, que generalmente acompañan a sus esposos, a sus padres y hermanos. De las mujeres trabajadoras agrícolas en edad reproductiva, una proporción significativa alternan el trabajo de la agro-industria con la crianza de los hijos (Aguirre International 2000). La cifra de mortalidad infantil entre hijos de trabajadoras agrícolas inmigrantes es 25% más alta que el promedio nacional. 73% de estos niños no tiene ningún tipo de seguro médico (Sekhri 1999). Los centros de salud para los trabajadores agrícolas cubren solamente a 20% de ese grupo de población en el país. Para las trabajadoras agrícolas, los problemas relacionados con el embarazo adolescente son la primera causa de consulta a los servicios de salud locales en las mujeres entre 15 a 19 años de edad. Para el siguiente grupo de edad (20 y 29 años), las causas principales de consulta son embarazo, diabetes y problemas reproductivos. En la categoría de 30 a 44 años de edad, los dos mayores problemas de salud son la diabetes y la hipertensión (Villarejo 2000). Entre las personas mayores, el 80% de las visitas clínicas, tanto de hombres como de mujeres, también son por diabetes e hipertensión. En un estudio reciente muestran que casi uno de cada cinco sujetos masculinos de la muestra (97%) tenía por lo menos dos de tres factores de riesgo de enfermedades crónicas: colesterol alto, presión sanguínea alta u obesidad. Así mismo, la mitad de todos los sujetos masculinos y dos quintos de los sujetos femeninos dijeron que nunca habían ido al dentista (Villarejo 2000). Los resultados de la Semana Bincional de Salud, un evento organizado en mas de 26 condados de California por la Iniciativa de Salud México-California (CMHI 2004) revelaron que 36% de las personas que contestaron la encuesta era la primera vez que recibían un servicio de salud desde que estaban en Estados Unidos.

     

    El control del cuerpo: espacios no cruzados por la frontera

    La mayor parte de las mujeres mencionó haber sido criada dentro de un marco cultural sexualmente represivo y básicamente respaldado por valores morales que tienen su justificación en versiones locales del catolicismo. Dentro de este marco, se exige a la mujer abstención de los placeres sexuales per-se, sobre todo si éstos se plantean fuera del matrimonio y sin justificación reproductiva. Los valores fomentados por la iglesia y otras instituciones locales presionan a las mujeres para que canalicen sus deseos sexuales en términos convencionales y heterosexuales. La marcada oposición cultural virgen-prostituta se puede apreciar en la manera en la cual las mujeres adoptan la estrategia del silencio sobre su sexualidad y de un "culto virtual a la virginidad" donde la modestia y la reputación como "mujeres decentes" se privilegian (Díaz 1998).

     

    Como una estrategia para controlar el comportamiento sexual, desde la niñez, estas mujeres han sido advertidas-directa e indirectamente por ejemplo, a través, de metáforas y leyendas de que existen señales físicas que sus cuerpos pueden adquirir si ellas transgreden las reglas establecidas. Estas "señales" pueden ser percibidas por sus padres, amigos, vecinos u otros parientes: "Las mujeres que pierden la virginidad caminan diferente con sus piernas separadas, y en sus rostros y en sus ojos se nota que ‘saben más’ que ya tuvieron ‘uso’ de hombre". Incluso después del matrimonio, la manera de vestir y de moverse suele ser controlada para evitar una apariencia "provocativa" y para marcar espacios de pertenencia, en este caso al marido. Algunas de las participantes mencionaron que en sus lugares de origen, cuando eran jóvenes, no se les permitía andar solas en público, sobre todo siendo solteras. Pero también dijeron que esto está cambiando con el tiempo y por influencia de la migración. Muchas de ellas no tenían experiencia laboral antes de migrar a California. Esta inexperiencia sobre el manejo de determinados espacios sociales, donde se negocian ciertas libertades, fue advertida como negativa en el contexto de la migración. Cuando debieron de enfrentarse a nuevas situaciones, en nuevos lugares, con menor vigilancia comunitaria, muchas veces la ausencia de control le provocó sensaciones de inestabilidad, sorpresa y miedo. "Cuando apenas vine de México me sentí con mucho miedo. Nunca había trabajado, siempre estaba ‘cuidada’ por mi familia y además en mi pueblo, que es chico pues uno sabe donde andar. Aquí fue diferente. Al principio no tenía patrón fijo, tenía que irme a la ‘parada del supermercado’ a esperar que nos ‘levantaran’. Cambiábamos de campo, y también de capataz o patrón. Cada semana era diferente. Me sentía muy ‘destanteada’… Todo era diferente!"

     

    La cartografía del cuerpo: refugios y referencias

    Dentro de este marco cultural podría hacerse la analogía del cuerpo percibido como un espacio cartográfico, es decir, como un mapa en el que se delimitan las zonas prohibidas, se establecen límites y jurisdicciones, se inscriben las transgresiones y puede ser leído por otros. El mapa corporal es, por un lado, un refugio y una referencia y por el otro, una posible fuente de traición al ser proyectado en público, al ser expuesto a la lectura que sobre el mismo pueden hacer los demás. Al migrar, la mujer expone su cuerpo y los valores adscritos a él, a cierto tipo de lecturas. Estar fuera los espacios tradicionales de control sugiere un posible distanciamiento con las normas y los valores establecidos. El enfrentamiento a nuevas situaciones a nuevos valores, puede ser visto como un factor de riesgo sobre la "integridad de la mujer" (Leeper Buss 1995). La "visión periférica" juega en este contexto un papel fundamental: el vaivén entre "lo que hago aquí, que no puedo hacer allá y lo que hago allá que aquí ni loca haría y los riesgos que enfrento si soy descubierta".

     

    De acuerdo a Patricia Zavella (1999), la forma en que las mujeres adoptan estos cambios, es a través de la experiencia de una "visión periférica". Este concepto refiere a una perspectiva que las personas adoptan al estar insertas en dinámicas sociales transnacionales. Por ejemplo, al tener familiares en ambos países, las trabajadoras constantemente relacionan y comparan sus vidas y las de sus familias con lo que pasa "en el otro lado"; donde éste "otro lado" se dé, ya sea en México o en Estados Unidos.

     

    Originado por la migración y a partir del desequilibrio de poderes entre México y Estados Unidos, la "visión periférica" es una perspectiva que con frecuencia recuerda a la gente la inestabilidad de su situación en comparación con otras personas. Sus vidas están escindidas, se re-estructuran y organizan alrededor de empresas y corporaciones que responden a dinámicas que giran dentro de la economía global.

     

    Generalmente, las mujeres continúan ligadas a sus familias, a sus comunidades y a ciertas estructuras tradicionales. Sin embargo, estas mujeres paralelamente, se convierten en "maquinas productoras y reproductoras" en un nuevo contexto, regido por lógicas socioculturales y económicas distintas. Por un lado, conservan normas establecidas desde sus lugres de origen y por el otro, re-negocian nuevos valores adquiridos en la dinámica migratoria, en el lugar de destino. Se desplazan entre ambos, matizando sus identidades de acuerdo al contexto.

     

    8. Los cambios vinculados con la migración inscritos en el cuerpo

    Al migrar y/o establecerse en otros lugares fuera de sus comunidades de origen, estas mujeres perciben y experimentan una variedad de cambios respecto a las relaciones de género, a sus roles y a sus expectativas. A menudo se les presentan posibilidades que no se habían imaginado antes de migrar; por ejemplo, trabajar fuera del contexto doméstico. Los valores y posiciones generados a partir de esta nueva situación interactúan, muchas veces conflictivamente con los roles de madres y amas de casa que, además de trabajadoras asalariadas, tienen que desempeñar (Zavella 2000). Por ejemplo, tienen muchas ofertas "amorosas". Esto está relacionado con la proporción hombre-mujer que durante la época de cosecha en estas áreas llega a ser de 20 hombres por una mujer. Un porcentaje significativo de estos trabajadores está constituido por jóvenes migrantes entre quienes se incluye a aquellos que dejan a sus esposas, amantes e hijos en México y también a los solteros y que esperan conseguir una compañera para retornar a México o para quedarse en California.

     

    Las mujeres migrantes solteras, por su parte, tienen una amplia gama de elección "donde escoger" entre amantes potenciales y/o esposos. Aunque no estén buscando un compañero, a diferencia de sus experiencias en México donde priva un ambiente de alta segregación por cuestiones de género, los campos agrícolas en California colocan a mujeres y hombres en una proximidad cercana. Para muchos/as jóvenes la migración además de tener fuertes motivaciones económicas, es presentada como un rito de paso a la edad adulta en el que se inician sexualmente, ya sea con personas de igual o diferente sexo (Castañeda, Brindis, y Castañeda 2001). "Aquí hay muchos hombres y que además se sienten muy solos. Si uno quisiera, podría escoger, como flores en el Jardín: tu si, tu no. Todo el tiempo ellos andan de ofrecidos. Pobrecitos, es que tal vez están muy solos y más los jóvenes, pues tienen su corazoncito."

     

    La forma cómo el cuerpo femenino se presenta en público es uno de los cambios más notables que estas mujeres experimentan al trabajar en el negocio agrícola en California. Las participantes expresaron que sus sitios de trabajo, particularmente los campos y las empacadoras, se convierten en lugares "donde conseguir pareja". Cualquier expresión de disponibilidad, mostrada a través del maquillaje o de la ropa, es percibida por los/las compañeros como un signo de apertura y sienta bases para tener otro tipo de encuentros a aquellos propiamente laborales lo que también puede tomarse como pretexto para justificar acoso sexual en el lugar de trabajo.

     

    Factores de Riesgo

    Tener relaciones heterosexuales con sus parejas habituales puede ser uno de los principales factores de riesgo para las trabajadoras agrícolas en California. Estudios recientes muestran que las latinas son uno de los grupos de población que presenta mayores riesgos para adquirir infecciones de transmisión sexual, incluyendo VIH (Gómez y Marín 1996). En la población Latina 65 % de los casos de SIDA fueron adquiridos a través del contacto heterosexual (Centers for Disease Control and Prevention, 2001:13), frecuentemente por medio de relaciones con sus parejas hombres, mismos que han tenido relaciones con otras personas (incluyendo otros hombres), trabajadoras sexuales o personas que utilizan drogas intravenosas (Díaz 1998). Así mismo, muchos hombres trabajan en el transporte de productos agrícolas entre diferentes partes de Estados Unidos e incluso internacionalmente. En estos viajes, es común que tengan encuentros sexuales sin protección. Existen mitos construidos a partir de las desigualdades de género que sitúan al hombre-macho como un ser con altos deseos sexuales, mientras que la mujer tiene que asumir roles más sumisos (Carrier 1985). Cuando regresan a sus casas, estos hombres generalmente tampoco utilizan condones. Hacerlo pondría en entredicho su credibilidad y sería tomado por la pareja como signo de un comportamiento social y religiosamente condenado. Así, el círculo vicioso se establece y acrecienta la posibilidad de difundir infecciones de transmisión sexual. "Mi esposo es transportista. Viene cada 15 días y yo no creo que ande de ‘santo’ todo el tiempo. El lo niega pero conociendo su ‘naturaleza tan alta’, quien sabe." Pregunta de la entrevistadora, "usan condón?" "No, nosotros no usamos condón".

     

    El hecho que en los campos agrícolas en California se pongan en mayor proximidad a las mujeres y a los hombres, "todos trabajamos por parejo, muchas veces atrás de mí, en el surco, viene un hombre. Tu no escoges, es el capataz quien forma las cuadrillas y si no, es donde hay trabajo." Así mismo, las condiciones de la migración y la elevada proporción de hombres, son factores que favorecen al hecho que las trabajadoras agrícolas inmigrantes se encuentren frente a un horizonte donde la "oferta" es mayor. Hay un abanico amplio para elegir hombres tanto como amantes o como esposos potenciales. Esto, aunado a revalorizaciones que se dan en la esfera personal por trabajar y por "poder elegir" en el campo del deseo, esto tiene varias implicaciones, entre ellas, posibles prácticas de riesgo para adquirir infecciones de transmisión sexual. "Es difícil resistir a tantas tentaciones. Yo he tenido varios jóvenes que me han ofrecido como dice la canción 'la tierra, el cielo y las estrellas' para que pase un momento con ellos. Están muy solos y con el ‘instinto alto’ y yo pues me siento muy elogiada, sobre todo que ya tengo tantos años, no soy ‘pollita tierna’ no me cuezo al primer hervor".

     

    La revalorización y empoderamiento de las trabajadoras agrícolas se dan en cierta medida a partir del trabajo asalariado y tener su propio dinero –en un contexto dominado por hombres– como también al revalorizar su auto-imagen a partir de la apreciación hecha por otros, especialmente si son jóvenes, solteros y guapos. Ha sido documentado que la "gratificación" puede promover cierto relajamiento en las normas y valores morales dominantes –católicos y patriarcales– y abrir puertas para expresar el deseo sexual de manera menos restrictiva (Castañeda y Zavella 2003). En el campo del comportamiento sexual, esto puede tener repercusiones en prácticas sin protección fuera de la pareja habitual o del esposo. "En los campos esta nuestra mejor raza: hay jóvenes muy guapos, fuertotes y que vez que están tan solícitos y que te juran amor a veces es difícil resistir y como vienen de pueblitos chicos de México, pues uno piensa que no hay mucho problema, que no tienen enfermedades, que están ‘limpios’ además, están tan solos, no conocen a nadie acá."

     

    "Acá en Estados Unidos se facilitan las cosas. Hay moteles, la gente tiene carro y como una trabaja, pues se puede escapar sin que nadie se de cuenta. Pero eso sí, una tiene que cuidarse, hasta de la expresión de la cara, pues si no te delatas y estas ‘frita’." También ayuda que aquí la gente es más relajada. Tal vez por que está más ocupada y hay muchas cosas que te distraen. También la TV y los anuncios ayudan a que uno vaya viendo las cosas del sexo como más normales, como menos malas. Pero no se, a veces me pregunto que es mejor? Si Dios no me va a castigar por andar de ‘cuzca’. Tal vez nunca me pueda casar."

     

    El nuevo contexto en el que el cuerpo de la trabajadora agrícola es redibujado, tiende a ser menos restrictivo que el de sus comunidades de origen. Por ejemplo, los mecanismos tradicionales de control, que están basados basados en estructuras patriarcales y coercitivas, al estar en California, son generalmente cuestionados y puestos en tela de juicio, a partir de la comparación con otras normas y códigos diferentes. A pesar de ello, muchas de estas mujeres continúan experimentando cierto grado de ansiedad generada por valores profundamente arraigados e históricamente cimentados, por ejemplo tomar la iniciativa para proponer el uso del condón. Las posibilidades de ejercer con más libertad las pulsiones y deseos sexuales, se ven condicionadas por los miedos generados frente a las posibles traiciones que el cuerpo pueda hacer. Estas traiciones se justifican a partir de los signos inscritos en el cuerpo, que pueden ser leídos por ellas mismas (auto-castigo), por personas del nuevo nicho social, que generalmente no está desligado de las comunidades de México, y al volver, "del otro lado". De acuerdo a las expectativas sociales, reforzadas por la moral católica, las mujeres no tienen derecho a tener relaciones sexuales fuera del marco reproductivo, mismo que las dispensa, o del matrimonio. La virginidad y la monogamia son estructuras constantemente reforzadas y actualizadas, incluso en un contexto donde existe mayor permisibilidad y donde la dependencia económica no es el principal factor de dominación.

     

    9. Conclusiones

    Pese al enorme y valioso fruto de su trabajo, las mujeres mexicanas que laboran en el agro de California frecuentemente son marginadas de la sociedad dominante y son víctimas del racismo y la discriminación de clase. La mala alimentación, el estrés, las condiciones laborales, la violencia doméstica, las prácticas sexuales sin protección son elementos que propician el que se propaguen ciertos padecimientos y facilitan la transmisión y el incremento de infecciones de transmisión sexual, incluyendo VIH/SIDA.

     

    Las trabajadoras agrícolas mexicanas en California construyen valores y normas relacionados con paradigmas de género, las prácticas sexuales y los espacios de la sexualidad incluyendo al cuerpo, en contextos condicionados por una visión periférica, es decir, dentro del proceso migratorio, a partir de "vidas divididas". En un clima social controvertido e inestable, estas mujeres re-inventan mundos subjetivos a partir de su experiencia laboral, de sus relaciones familiares y comunitarias y del uso y valor otorgado a sus cuerpos. Esto, dentro de un marco económico, social, y político trans-nacional.

     

    Así mismo, desarrollan estrategias para ocultar sus cuerpos sexuados cuando trabajan en ambientes dominados por hombres. Por ejemplo, se observaron rituales a través del cual cubren ciertas partes del cuerpo, principalmente la cara y las caderas con varias capas de ropa, toallas y pañuelos. La primera cosa que hacen estas mujeres al iniciar su labor en el campo, es proteger las partes del cuerpo que están expuestas a las inclemencias del tiempo, a las condiciones de trabajo peligrosas (pesticidas, agroquímicos) y a posibles hostigamientos sexuales por parte de los trabajadores y los capataces. Re-dibujar el cuerpo de las trabajadoras agrícolas mexicanas comprende varios procesos que incluyen las negociaciones respecto a las expectativas y roles de género, así como aspectos de la sexualidad construidas en dos contextos (México-Estados Unidos), matizadas localmente y mediadas por la globalización.

     

    Xóchitl Castañeda

    Patricia Zavella

     

     

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