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Don José Ponssa: un farmacéutico del Tucumán (página 2)


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Además de sus méritos en los campos de la vida docente y profesional hay que citar otro galardón no menos importante que fue su valiente y brillante actuación en la espantosa tragedia que azotó á  Tucumán entre los años 1886-1887, cuando el cólera morbo diezmó a su escasa población. Los más altos sentimientos lo llevaron a luchar contra la peste; Secretario y Farmacéutico de la Cruz Roja De Tucumán durante la epidemia tuvo eficaz intervención asistiendo personalmente a los atacados por el terrible mal.

Don José Ponssa se casó, en 1890, con Doña Lidia Martínez (Dama de Monteros) y de esa unión nacieron 10 hijos: Roberto (abogado), Marcos (Médico), José M.(Abogado), Benjamín, Miguel Angel(que estudió farmacia, más no se recibió, pero fue dependiente idóneo y quedaría como propietario de la farmacia desde 1931 a 1933, aunque su padre siguió siendo el Director Técnico), Delfín, Beatriz P. De Salas, Marcelo (Abogado), Lidia R.P.De López García y Aída Lucrecia Ponssa. Su dicha hogareña duró hasta el 15 de Diciembre de 1926 fecha en que falleciera su esposa.

Permaneció con su Botica en Monteros hasta 1898 en que la trasladó a la Capital tucumana con el nombre de " FARMACIA ARGENTINA ". Estaba ubicada a media cuadra de su domicilio en la esquina nordeste de las calles Crisóstomo Alvarez y Chacabuco (C. Alvarez 699) de San Miguel de Tucumán.

Esta farmacia permaneció abierta al público durante más de 35 años y dejó de funcionar el 16 de Mayo de 1933 (comunicación de cierre voluntario en exp. 2057-P-33 obrante en División Farmacia del Ministerio de Bienestar Social de Tucumán).

Pero Don José, llevado por su ambición de trabajar continuaría ejerciendo la profesión como Director Técnico de varias farmacias en la capital y campaña.

En el transcurso de su existencia habría de ocupar diversos cargos públicos. Durante 10 años colaboro con la Inspección De Farmacias de la provincia; integró por más de 20 años los Tribunales Examinadores para Dependientes Idóneos. En estos Tribunales intervenía también el sabio Miguel Lillo y las pruebas prácticas se tomaban en la propia farmacia de Ponssa. En la Municipalidad de Monteros fue Concejal y ocupó el cargo de Intendente, durante cinco años. También fue Consejero del Banco de la Nación en Monteros. Al inaugurarse el nuevo edificio del Hospital Lamadrid de esa localidad fue nombrado Padrino, conjuntamente con varias personalidades, entre ellas el Tte.Gral. Julio A. Roca y el Tte. Cnel. Lucas Córdoba, Presidente De La República y Gobernador de Tucumán, respectivamente. Fue Concejal de la Municipalidad de Tucumán y Consejero escolar del tercer distrito durante ocho años.

La actividad gremial farmacéutica lo contó también como figura destacada. Fue Socio Fundador y primer Presidente de la Sociedad Propietarios de Tucumán, entidad nacida en Asamblea Gral. del 31 de Octubre de 1920 Don José ocupó durante dos años la Presidencia de está Sociedad, que luego de muchas vicisitudes, habría de fusionarse en 1971 con el Colegio Farmacéutico y Bioquímico de Tucumán, para constituir el actual Colegio farmacéutico como única entidad representativa de la Profesión en nuestra Provincia.

Fue Don José Ponssa hombre de gran probidad y de ética profesional firme y manifiesta. Jamás aceptaba recetas si no poseía en su farmacia, en su totalidad ó calidad los componentes de las prescripciones y eso en una época en que los médicos formulaban la casi totalidad de los medicamentos que requerían para el tratamiento de sus pacientes.

Espíritu bondadoso y paternal fue un ejemplo viviente para los farmacéuticos tucumanos, quienes lo consideraban un verdadero maestro de la

profesión. Con ese carácter presidió reuniones y ocupó la cabecera en los festejos que se realizaban anualmente en el Día de la Farmacia. En Tribuna Farmacéutica, revista oficial de nuestro Colegio, aparece a fines de 1936 presidiendo la Cena de Camaradería de los colegas agrupados en la antigua Asociación Farmacéutica del Norte(actual Colegio). Su esfigie habría de repetirse en el N§"2, a¤"o 5to., Abril de 1940 de dicha revista, pero lamentablemente para dar la infausta noticia de su fallecimiento.

All›¡" så expresabá º Uná vidá fecundá ù honorablå ponå sõ punto final. La testa poco canosa aún pero bien madura de sana y sabia experiencia, ha caído blandamente, suavemente y se ha dormido en la paz de las alturas.

En la silenciosa paz de los que toman la vida como una cuesta difícil y la vencen con esfuerzo noble, con tesón de visionario, con bondad de apóstol. En su hogar, en el ejercicio amargo de la profesión, en la función pública, no hizo otra cosa que ir entregando, sin mezquindad ni pedantería, las humanas dotes que trajo desde la cuna. Ocupada por derecho propio el Decanato de los farmacéuticos tucumanos, simbolizando con su figura honorable, con su trayectoria limpia y útil, con su modestia decente, al Boticario de antaño: sabio, honesto, virtuoso.

En el diario "La Gaceta" de Tucumán del 14 de Marzo de 1940 se publicó su fotografía y la crónica necrológica en que se destacaba su personalidad expresada en diversos matices a lo largo de sus 73 años, de vida.

"De nobles condiciones espirituales y de poco comunes dotes morales; fue por sobre todo, caballero de autentico estirpe, un representante genuino de los hombres del interior, generoso en su acción y abierto a los requerimientos emanados de la vida de relación, para lo que nunca tuvo una indiferencia y menos una vacilación en las respuestas ". El Directorio del Colegio Farmacéutico y Bioquímico de Tucumán, al tener conocimiento del fallecimiento de Do José Ponssa honorable miembro de la entidad y el farmacéutico más antiguo de la provincia, celebró ese mismo día, una sesión Extraordinaria resolviendo: 1) Enviar nota de pésame a la familia 2) Remitir una corona de flores naturales. 3) Designar al colega Ramón E. Juares para que despidiera sus restos en nombre de la entidad. 4) Designar a los socios José Lezana, Angel Bonatti y Arquímedes Balart, para velar sus restos. 5) Invitar a todos los asociados del colegio a concurrir al sepelio de sus restos en el Cementerio del Oeste. La ceremonia de su inhumación habría de constituir una multitudinaria manifestación del pesar causado por su lamentable desaparición.

El 11 de Octubre de 1945 el mismo diario habría de publicar su fotografía y un nuevo artículo con el título " Será recordado un cruzado de la lucha contra el cólera ". En él se comenta el homenaje que la sociedad propietarios de farmacia realizaría al día siguiente a horas de la mañana en el mausoleo que guarda sus restos. El columnista hizo notar los rasgos más salientes de su carácter, de su inteligencia despejada y de su corazón abierto a todos los sentimientos humanos, y que hizo que, contando sólo 17 años, y ante la realidad dolorosa que hería sin piedad a sus comprovincianos, se ofreciera a colaborar en el alivio de los enfermos. Como un sacerdote de la fraternidad humana fue una eficaz ayuda para las comisiones de auxilio que no sólo atendían a los afectados, si no que acompañaban a los agonizantes como un divino mandato de las obras de misericordia.

También " La Gaceta", importante diario del Norte Argentino, publicaría en su edición del 7 de Junio de 1967 su fotografía (ya en edad provecta ) y una nota-homenaje titulada: " Centenario del nacimiento de Don José Ponssa ". " Se cumple el centenario del nacimiento de un ilustre tucumano, cuya acción desinteresada y hombría de bien, contribuyeron positivamente en muchos aspectos y circunstancias de nuestra historia ", continuaba el artículo: "Realizó una meritoria obra cuyos postulados y fundamentos principales se basaban en el logro del bien común. Es necesario destacar que en la vida de Don José Ponssa, la nota saliente no fue dada por grandes o esporádicos hechos, sino por el cumplimiento del deber diario, por aquella heroicidad de aceptar el destino sin desesperar frente a circunstancias adversas, para luchar contra lo inevitable y triunfar finalmente. Sus actitudes de desprendimiento, caridad, entrega al prójimo, señalan rasgos que nunca más se pierden pues trascienden a la mera vida personal para trocarse en ejemplos morales. El recuerdo de la vida y obra de Don José Ponssa, nos trae la imagen de un hombre para quien los adjetivos laudatorios o el encumbramiento ficticio no existían ya que toda su acción, pensamiento y sentimiento fueron usados en la conquista de sí mismo y en la ayuda de sus semejantes " .

En la crónica a que aludimos se destaca cómo nuestro colega, con riesgo de su vida, brindó sus servicios en oportunidad del cólera de 1887. Debemos agregar que este terrible mal produjo en Tucumán el 15% de pérdida de las 40.000 vidas existentes.

El cólera, de origen indost "nico, ha sido una de las epidemias exóticas que más grandes males ha ocasionado en la República Argentina. Hubo varios brotes e importaciones: el primero ocurrió en 1856 en las cercanías de Bahía Blanca. En Marzo de 1867 reaparece importada del Brasil cuando nuestros batallones se atrincheraron en los campos del Paraguay (Tuyuty). Atacó a Corrientes, Rosario, Bs. As. y San Nicolás. Cesó en el invierno y apareció de nuevo en Septiembre de 1867 más activa y más violenta, especialmente en Bs. As. Se difundió por el litoral y aún Córdoba fue arrasada. Esta fue la Epidemia Grande que se conserva en la memoria de muchos, como el Cólera de 1868. Se adormece en el invierno y libra luego su última batalla en 1869, dejando millares de víctimas. En 1873, por tercera vez, visitó el país pero fue de escasa importancia. En 1886 la cuarta importación o epidemia, fue la más extendida porque se expandió por todas las provincias y territorios. Mendoza y Tucumán, que hasta entonces habían escapado ilesas, sobresalieron en esta ocasión y dieron la nota más elevada de mortalidad. Ningún pueblo de la República ha sufrido tanto como Tucumán los estragos del cólera ni parte alguna fue sorprendida en peores condiciones de defensa porque existía la creencia errónea de que había antagonismo entre el paludismo y el vibrión colérico, opinión que fue alimentada incluso por algunos médicos y que reconocía por fundamento el hecho de que en 1867 hubo cólera en Santiago Del Estero y no franqueó los límites de nuestra provincia. Los efectos de está angustiosa contribución a la muerte producida por el terrible mal duraría hasta Abril de 1888 en que el Consejo de Higiene de Tucumán, presidido por el Dr. Tiburcio Padilla, solicitó se levantaran todas las medidas e instituciones creadas para combatirlo por considerar que el peligro había desaparecido definitivamente.

De aquellas trágicas jornadas vividas en Tucumán, donde el valor y el coraje de muchos hombres, casi todos universitarios, corrió parejo con la magnitud del mal. Don José Ponssa ha dejado un relato magistral que publicó en el mes de Noviembre de 1936, cuando se cumplía el 50§" aniversario de este hecho doloroso. Transcribimos a continuación el relato de Don José Ponssa:

"UNA EPIDEMIA DE CÓLERA MORBO AZOTO A TUCUMÁN HACE 50 AÑOS"

Al finalizar el año 1886, el ambiente político y social de Tucumán se hacía pesado a las personas que actuaban de cerca en el escenario. Todos presentían que estaban en vísperas de trascendentales acontecimientos, pues era la nuestra la única provincia cuyos mandatarios no seguían las inspiraciones de la política presidencial de la época.

El Gobernador Juan Posse, sus colaboradores en el gobierno y en la administración, militaban en un partido contrario al que había exaltado a la presidencia de la República al Doctor Miguel Juarez Celman. Este magistrado, que un mes atrás había asumido el mando de la Nación, parecía dispuesto a concluir a todo trance en este estado de cosas. En la conciencia de todos estaba arraigada la convicción de que de un momento a otro estallaría un movimiento revolucionario, tan frecuente en esos tiempos.

"ANUNCIO FATÍDICO"

A mediados de Noviembre del año mencionado(1886), se produjeron en Buenos Aires algunos casos fatales de cólera morbo; dos días después el anuncio fatídico se repetía en Córdoba. Tan graves noticias que el telégrafo trasmitía regularmente sembrando la alarma en el vecindario de nuestra ciudad e inmediatamente varios caballeros de buena voluntad, por iniciativa del Sr. Salvador Alfonso, director del diario La Razón, opositor al gobierno de don Juan Posse, organizaron la Sociedad "La Cruz Roja" obligándose los asociados a cumplir las órdenes de la Presidencia, cualquiera que sea el peligro a que ellas expusiera. La asociación se constituyó en el local de la sociedad Sarmiento y se designó Presidente al iniciador Sr. Salvador Alfonso; Vice-presidentes, a los señores Marcelino de la Rosa y Santiago Cordillo; Secretarios, los señores Tobías B. Córdoba y José Ponssa. El número de socios no excedió de cincuenta.

En las esferas oficiales se dudaba de la veracidad de las alarmantes noticias, atribuyéndolas a artimañas políticas para distraer la opinión pública y obstaculizar las gestiones administrativas del gobierno.

El 25 de Noviembre se supo que un cuerpo del Ejército-5° de caballería se dirigía de Buenos Aires a Tucumán con misión desconocida para todos.

El 27 a la mañana se conoció de manera fidedigna que un soldado del cuerpo había enfermado de cólera durante el viaje y horas más tarde se agregó que al llegar a la Estación Lamadrid, los enfermos eran cuatro y que a la mañana siguiente estarían en la ciudad.

A la noche se reunió la asamblea de "La Cruz Roja", que ya funcionaba en el local de la Escuela Rivadavia (hoy Federico Helguera)y resolvió:

  1. Declarar en sesión permanente.
  2. Conferir la Presidencia amplias facultades para adoptar las medidas que crean necesarias a fin de conjurar el flagelo o auxiliar al vecindario en tal emergencia.
  3. Designar por sorteo cinco miembros para esperar en la Estación del F.C. la llegada del tren, recibir los enfermos y aislarse con ellos en un lazareto improvisado en la Quinta de Palacio, al nordeste de la ciudad. Este fue el "Bautismo De Sangre" para los miembros de La Cruz Roja. Los designados por la suerte fueron los señores Juan C. Ninci, Carlos Lewenhard, Matías Salazar, capitán Américo Alvares y Luis Crippa.

A la madrugada del día 28 de Noviembre, estos caballeros se encontraban en el andén de la estación esperando el tren, y con gran agradable sorpresa encontraron allí al Dr. Eliseo Cantón que voluntariamente venía a unirse a ellos ofreciendo sus esfuerzos personales y su atención profesional como médico. Se constituyó por consiguiente un jefe de este pequeño y abnegado grupo. Inmediatamente de llegar el tren recibieron los enfermos y de acuerdo al programa trazado, se aislaron con ellos en la quinta de Palacio. Los cuatro enfermos fallecieron y fueron sepultados en la misma quinta, teniendo el Dr. Cantón y sus compañeros que cavar personalmente las fosas por no haber quien lo hiciera. El Dr. Cantón fue aclamado por unanimidad presidente honorario de " La Cruz Roja ".

"EL HEROÍSMO Y LA TRAGEDIA"

En los días 1 y 2 de Diciembre subsiguientes se denunciaron dos casos sospechosos en "Chacras al Norte"; los enfermos fallecieron en sus propios ranchos sin que se constara si se trataba o no de verdaderos casos de cólera morbo. El Presidente de la "Cruz Roja" hizo sepultar los cadáveres con todas las precauciones posibles e incinerar personalmente los ranchos. El día 3 enfermó un peón de la cuadrilla del F.C.C.B.(hoy C.C.), el que falleció el mismo día sobre una miserable cama improvisada en un vagón de carga. El Dr. Francisco Mendióros, qué con todo empeño lo atendió, tampoco certificó si se trataba de un verdadero caso de cólera. El cadáver se sepultó detrás de la Estación, en terrenos en ese tiempo baldíos y se desinfectó escrupulosamente el vagón.

Durante una semana no se denunció ningún caso sospechoso. Algunos médicos viejos, entre ellos el Dr. León Soldati, aseguraban que el contagio no se propagaba en las zonas palúdicas, citando en apoyo de esta aseveración varios ejemplos de localidades que fueron respetadas por las epidemias en Italia y otros países, entre ellos el nuestro en el año 1867. Se hizo circular profusamente una hoja de imprenta titulada "Pánico sin porqué", sosteniendo esta tesis. El vecindario empezó a tranquilizarse y aún a hacer befa de los titulados alarmistas. Pero poco duró la tranquilidad; el día 10 de Diciembre, a las 10 de la noche, se denunció un caso sospechoso en la persona de una joven domiciliada en la calle Mendoza, frente al Mercado Norte. El caso fue constatado de verdadero cólera morbo, falleciendo la enferma a la mañana del día siguiente. Puede decirse que éste fue el primer caso en la ciudad puesto que los enfermos anteriores fueron en personas de tránsito y los últimos no constatados.

Dos o tres días antes, por iniciativa del Presidente del Tribunal de medicina, doctor Víctor Bruland, se constituyó una Comisión de Higiene y Asistencia Pública formada por los médicos de la ciudad, que abnegadamente ofrecieron sus servicios y presidida por los Dres. Tiburcio Padilla y León Soldati. Esta comisión funcionaba en el local del colegio Nacional (hoy legislatura). El día 11, a la una de la tarde, se produjo el segundo caso fatal en una de las calles de la Plaza Independencia. El atacado era un conductor de carros que cayó enfermo dentro de su propio vehículo. A la noche del mismo día había denunciados 10 casos sospechosos y al siguiente, 40; todos fueros constatados, resultando fatales casi la totalidad.

El 5° de Caballería, que siguió viaje al norte, acampando en Metán, provincia de Salta, fue diezmado por la epidemia, según se supo después.

Mientras tanto en esta ciudad, la "Cruz Roja" afrontó la situación con ánimo sereno. Había que fundar hospitales y transportar los enfermos abandonados, la asistencia científica estaba asegurada por los médicos que ofrecieron generosamente su concurso. Un grupo de socios de aquella institución, designado por la presidencia, sacaron del corralón municipal los carros recolectores de basuras, engancharon la mulas y sin más escudo que la insignia de la Cruz Roja prendida al brazo, salieron a las calles guiando personalmente los carros y pidiendo de puerta en puerta, camas para hospitalizar a los enfermos. El público respondió con decisión al pedido. En dos horas se recolectaron 40 camas, con las que se instaló el primer hospital en el local de la Escuela Monteagudo, calle Catamarca 2da. Cuadra dándosele el nombre del prócer que llevaba la Escuela. De su dirección se hizo cargo el Dr. Eliseo Cantón y como capellán y aún como enfermero, el inolvidable dominico Padre Cornelio. De este nosocomio se sacó a los pocos días el cadáver del primer socio de la "Cruz Roja", atacado del contagio: Don Eugenio Gómez del Junco.

Cabe destacar la conducta abnegada y heroica del Dr. David Posse, desde el primer momento hasta el final de la epidemia, hombre joven, dotado de un carácter firme y de rara energía, se destacó en todos los detalles: como organizador, como médico, como enfermero y consejero de sus compañeros de tareas, a quienes contagiaba su constancia, energía y valor.

Fue atacado por el flagelo, logrando curarse a pesar de la intensidad y gravedad del caso.

El avance de la epidemia fue aterrador: antes de una semana faltaban camas y aún local para colocar los enfermos, teniendo que acostarlos a la sombra de las tapias del fondo hasta tanto la muerte de alguno, desocupara un sitio en las salas o galerías. Se vio este horrible cuadro, un carro procedente de la Banda del Río Salí que traía algunos enfermos de ambos sexos entre ellos dos niños de pocos años se detuvo a la puerta del mencionado hospital y como se les dijera a los conductores que no había camas ni aún local para alojarlos, estos contestaron: "demasiado hemos hecho con traerlos", sin más explicaciones bajaron los enfermos y se volvieron dejándolos en la vereda de la calle. El Dr. Cantón y dos socios de la "Cruz Roja" que se encontraban presentes juntamente con el Padre Cornelio, se apresuraron a prodigarles los primeros auxilios en el mismo sitio (la vereda), mientras se habilitara algún rincón dentro del hospital para curarlos.

Con la ayuda de las autoridades públicas que al fin se dieron cuenta de la magnitud del desastre, las reparticiones sanitarias y el vecindario consiente y generoso, se instalaron, en la segunda y tercera semanas de Diciembre, dos hospitales más: el Rivadavia, en el local de la Escuela de este nombre, calle Buenos Aires 2da. cuadra(hoy Helguera), dirigido por el Dr. Ricardo Viaña (padre), y el San Roque, instalado primero en la calle Chacabuco en el local de la antigua barraca de Gallo y trasladado luego por razones de comodidad e higiene a la calle General Paz esquina Moreno, en un amplio y antiguo edificio fiscal; su dirección estaba a cargo del Dr. Santos F. López. En este hospital, en su primer local pagó con la vida su abnegación la religiosa de "El Huerto", Sor Matilde, quien, como enfermera y consuelo de tantos desgraciados, no los abandonó un momento. El estudiante de medicina, Benjamín López , miembro de la "Cruz Roja", enfermó del contagio en el segundo local del mismo hospital, falleciendo al día siguiente.

A fines de Diciembre, el número de enfermos y defunciones era espantoso; se calcula que el 95% de los atacados fallecían. La población urbana se calculaba en 40.000 habitantes y el día 29 se sepultaron cerca de 250 cadáveres. El cólera de Nápoles del año anterior, aterró la Europa porque un día ocurrieron 610 defunciones, pero Nápoles en esa época contaba con más de 500.000 habitantes.

La "Cruz Roja", que desde mediados de Diciembre funcionaba en el actual local de la municipalidad, calle Las Heras y Maipú, desempeñó con sublime heroísmo el cumplimiento de su humanitaria misión con tanto o más celo que en los primeros momentos, como se verá más adelante. Afortunadamente en los días de mayor angustia se recibió de la Comisión Nacional de Auxilios de Buenos Aires, todo el material suficiente en camas medicamentos, desinfectantes y ropas para instalar un hospital en debida forma. Con tales elementos se fundó el hospital "Buenos Aires", en una finca frente a "La Laguna" (hoy Plaza San Martín), conocida con el nombre de Quinta de Anabi. De su dirección se hizo cargo el Dr. Madrazo y de su atención en todos los detalles, tanto en este hospital como de los anteriores, varios practicantes de Medicina (tucumanos en su mayoría) entre los que recordamos los nombres de Tiburcio Padilla (hijo), Carlos A. Vera, Luis Beaufrere, Pedro Lacavera, Marcos Paz Peña, Fortunato Mariño, José E. Avila, Benjamín López y otros. Los días 29, 30 y 31 de Diciembre del 86, 1 y 2 de Enero del 87 fueron los más fatales: en los cuatro hospitales se asistían alrededor de mil enfermos y en sus domicilios había seguramente otros tantos.

Paulatinamente descendió el contagio en Enero y rápidamente en Febrero, terminando en la 1ra. y 2da. semana de Marzo, después de haber sepultado de 5.000 a 6.000 víctimas, o sea cerca de la sexta parte de lapoblación de la ciudad.

Durante la segunda quincena de Diciembre y todo el mes de Enero subsiguiente, el vecindario fue presa del pánico; parecía haberse lanzado

el grito de "sálvese quien pueda"; las calles silenciosas, la actividad comercial paralizada y en los semblantes de los transeúntes retratados de pavor y la congoja. La ciudad débilmente alumbrada por lámparas de kerosene, presentaban por las noches un aspecto fantástico y lúgubre, pues debido a aquel mare mágnum, a aquella verdadera hecatombe, los vecinos recurrían a los expedientes más absurdos. Creyendo conjurar el contagio encendían en el centro de las calles, a corta distancia de otra, humeantes fogatas con maderas de pino alquitranadas. Eran cuadros verdaderamente dantescos, en medio de rojizas llamas envueltas en humo acre y negruzco, se veían las desiertas aceras y edificios con sus puertas cerradas; los escasos transeúntes, con demacradas facciones, que la extraña luz de las fogatas los asemejaba a visiones de ultratumba, aceleraban sus pasos mientras los niños de la calle, alegres e inconcientes, danzabanen torno de esas extrañas piras.

El ² de Enero (1887) se realizó una conmovedora ceremonia religiosa, sacaron en procesión por las calles centrales, varias imágenes, entre ellas la de Nuestra Señora de las Mercedes y la del Cristo denominado Señor de la Salud, que se veneran en la Iglesia de la Merced; se entonaban loas a la Virgen alrededor de su imagen y las tocantes rogativas junto a la del Señor de la Salud. Los asistentes iban con semblantes angustiados y sus cánticos y rogativas parecían empapados en lágrimas. La temperatura reinante era insoportable, de 40 a 42 grados y torrenciales lluvias inundaban continuamente las calles hasta las aceras. Los socios de "La Cruz Roja" y los médicos tenían que soportar estas inclemencias del tiempo: los primeros conduciendo personalmente los enfermos desde sus domicilios a los hospitales en camillas expresamente fabricadas y cargadas por ellos mismos, prestando luego servicios como enfermeros al pie del lecho de los atacados y aún dirigiendo la lúgubre tarea del entierro de las víctimas. Los médicos, cuando no estaban al lado de los pacientes, ocupaban su puesto de horror y sacrificio en los diversos hospitales.

Una ayuda poderosa tuvo "La Cruz Roja" cuando la epidemia inició su invasión: el Sr. Camilo Sona, italiano, industrial, propietario de una importante fábrica, se presentó a esta institución ofreciendo incondicionalmente sus servicios personales para combatir el flagelo y socorrer a los enfermos, conjuntamente con nueve compañeros, decía, italianos como él y que con este objeto habían formado una pequeña asociación titulada: "Voluntarios Italianos". Pues bien, estos "voluntarios" prestaron inmenso servicio  como conductores  de  enfermos ù enfermeros en los ranchos de los suburbios y hospitales; iban a la vanguardia de todas las faenas más difíciles y peligrosas, sobre todo durante las noches.

Siempre silenciosos, cuando al encontrar a alguno de ellos en plena labor se le preguntaba quien era, respondia "soy voluntario italiano". Este voluntario ya había prodigado al enfermo los primeros auxilios a su alcance y adoptando las medidas profilácticas posible. Algún tiempo después se supo que estos "voluntarios" eran caracterizados miembros de la colectividad italiana y que el Sr. Sona tuvo que violentarse dando su nombre porque alguien tenía que presentarlos y no podía ser otro que él, como iniciador. Eterna gratitud pues, a esos abnegados "voluntarios italianos" del año 86 y del 87.

En los últimos días de Diciembre empezó a tomar consistencia un grave rumor y era que los médicos, socios de "La Cruz Roja" y encargados voluntariamente de socorrer a los enfermos, los envenenaban para librarse de ellos. Este peligroso error llegó a convertirse en convicción entre la gente ignorante y desesperada por el golpe de la desgracia; en los suburbios un distinguido médico (el Dr. David Posse) tuvo que imponerse con su valor y carácter enérgico, a dos obreros armados de cuchillos que pretendían atacarlo en un rancho donde curaba a un enfermo, mientras llegara una camilla para transportarlo a un hospital en la campaña, estas obsesiones populares epilogaron con un sangriento drama: en la localidad de los "Sarmientos", los señores Formin Urrutia, Manuel Ardina, Jorge Day, que voluntaria y abnegadamente se constituyeron en Comisión de Higiene y auxilio, fueron asaltados y cruelmente asesinados por un grupo de más de cien personas de la localidad, al grito de "mueran los gringos masones envenenadores". Estos inconscientes asaltantes llevaban prendido en el pecho grandes escapularios con la leyenda "Detente el corazón de Jesús está conmigo e iban encabezados por un fanático llamado Bruno V. Pariente. A una de las víctimas(Urrutia)pretendieron hacerle beber el contenido de un frasco de ácido fénico que le quitaron del bolsillo, como demostración de que no era un veneno. Se repitieron, pues, las escenas del cólera en París del año 1832, tan magistralmente descriptas por Eugenio Sué.

Para terminar estos horrendos cuadros, mencionaré el hecho de haberse recogido en una de las calles centrales un cadáver arrastrado por las aguas que la inundaban, después de una lluvia torrencial. Probablemente el de algún desgraciado sorprendido por el flagelo en la calle, bajo la lluvia.

Los cadáveres que se sepultaron en el enterratorio habilitado al Sur de la ciudad, en terrenos pertenecientes a la actual Quinta Agronómica, eran conducidos en los carros municipales destinados a la extracción de basuras. Iban, la casi totalidad, sin ataúd, vestidos con las ropas que ordinariamente usaban y se colocaban en una misma fosa de seis metros de largo por dos de profundidad, más o menos. Pocas o ningunas lágrimas se derramaron sobre las tumbas pues la vista de los horrores insensibilizaban al corazón. Al fin y al cabo, la naturaleza se encargaría de orlarles con las sencillas flores del campo abandonado………..

"EPÍLOGO"

Desde los primeros días de Marzo, empezaron a normalizarse todas las actividades en la ciudad y campaña. Los sobrevivientes de esta espantosa tragedia, que de tal puede calificarse el cúmulo de episodios ocurridos durante la epidemia, parecían despertar de un fatídico sueño; pero también la lucha ardiente de las pasiones recobró su imperio producido tres meses después, nuevos y luctuosos acontecimientos. Los hombres olvidaron que acababan de descender al sepulcro cerca de 6.000 víctimas de ese "azote espantoso" como calificó el Vicepresidente de la "Cruz Roja", Dr. Cordillo. El Domingo 1° de Junio de 1887 estalló un movimiento revolucionario para derrocar a las autoridades provinciales a cuyo frente continuaba el señor Juan Posse como gobernador de la provincia. El jefe visible de este movimiento fue el señor Lidoro J.Q., los ciudadanos afiliados a su partido político conjuntamente con el cuerpo de ejército (el 4° de infantería) llegado de Córdoba esa mañana por tren a los talleres del F.C.N.A.(hoy C.C.).

Una nueva tragedia presenció la ciudad de Tucumán con aquel accionar de recio combate en la Plaza Independencia y calles adyacentes lograron sus propósitos pues derrocaron el gobierno de don Juan Posse a cuesta de 125 muertos y otros tantos heridos, consolidando así el doctor Juárez Celman su sistema absorbente de gobierno, ese "Unicato de Juárez", como se lo denominó después.(*)

JOSE PONSSA

Tucumán, Noviembre de 1936

Al final del trabajo lleva un asterisco con una aclaración que dice:

(*) El autor de estos apuntes ha sido testigo de la mayoría de los acontecimientos narrados, habiendo actuado personalmente en muchos de ellos.

Para finalizar y luego de la transcripción del relato aludido, creemos haber sintetizado, a grandes rasgos, la personalidad y la actuación de este sacrificado farmacéutico del Tucumán que fuera en vida Don José Ponssa, cuya figura debe ser conocida por todos los farmacéuticos de nuestro país, como motivo de justificado orgullo.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Aráoz, Benjamín F., EL cólera en las Provincias del Norte(1886-1887),informe de la Comisión de Salud Pública, Buenos Aires, Imp. de La Tribuna Nacional, 1887.

Diario La Gaceta, del 14/03/40, Tucumán.

Diario La Gaceta, del 11/10/45, Tucumán.

Diario La Gaceta, del 07/06/67, Tucumán.

Torres, Antonio, Historia Médica del Tucumán, Mayo de 1969.

Tribuna Farmacéutica de Tucumán, año 2, Nros. 8/11, Ag-Nov. 1936.

Tribuna Farmacéutica de Tucumán, año 5, Nro.2, Abril de 1940.

Nota: esta biografía fue pasada a PC textualmente de una copia realizada por el Señor Pedro Oscar De Camillo.

 

Jorge Raúl Ponssa.-

Por Pedro Oscar De Camillo (*)

– copia a PC. Jorge Raúl Ponssa –

COMUNICACION PRESENTADA ANTE EL TERCER CONGRESO NACIONAL

DE HISTORIA DE LA MEDICINA ARGENTINA

ROSARIO, 19 AL 21 DE OCTUBRE DE 1972.

(*) Profesor titular de Legislación y Organización Farmacéutica

de la Universidad Nacional De Tucumán.

Director de la Farmacia Oficial de la Provincia.

Suipacha N° 956 San Miguel de Tucumán

San Miguel de Tucumán, Noviembre 11 de 1991

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