- Las verbalizaciones
- El síndrome de Ménière
- Presentación clínica de la enfermedad de Ménière
- Ménière y los ataques de hemicránea
- Caso clínico: Shelly
- La pérdida de control
- La dieta hipo sódica
- El equilibrio
- Reflexiones técnicas
- En resumen
- Bibliografía
- Apéndice
"Formó, pues, Jehová Dios de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y trájolas a Adán, para que viese cómo les había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombres a toda bestia y ave de los cielos y a todo animal del campo: más para Adán no halló ayuda que estuviese idónea para él." (Génesis 2:19-20)
"It has been my experience with children between three and five years of age that a number of them needed treatment badly but were so lacking in speech, and sometimes in other ways of communication as well, that they could not express themselves in treatment." (Anny Katan, Some Thoughts about the Role of Verbalization in Early Childhood. Psychoanal. St. Child, 16:184-188)
Prosper Ménière (1799—1862)
Las percepciones de eventos indefinidos, imbuidos de apariencias imprecisas, no de antes conocidos o experimentados, causan ansiedad natural y, a menudo estimulan la reacción que Walter Cannon describiera como "fight or flight response" (pelea o huida). (Para leer más: http://www.monografias.com/trabajos87/enigmas-obesidad-sus-causas/enigmas-obesidad-sus-causas).
Las verbalizaciones
En el proceso de la terapia con niños, a veces se torna necesario el uso de las verbalizaciones para suministrarle al paciente una forma explicativa de sus sentimientos: "lo que te hace llorar es la rabia que sientes porque tu mamá te dejó solo para traer tu nuevo hermano".
En este artículo nos proponemos ampliar nuestros conocimientos acerca de los problemas del oído interno, de los del equilibrio y de los fenómenos auditivos conocidos como acúfenos o tinnitus, proporcionando un entendimiento del uso de las verbalizaciones en el control efectivo de éstas y otras situaciones clínicas dentro de un marco terapéutico.
El síndrome de Ménière
Prosper Ménière (1799—1862) fue un médico francés que en 1861 describió los síntomas de una condición relacionada con el vértigo recurrente de inicio repentino. Logrando, en sus días, que los pacientes afectados por este problema dejaran de ser tratados como enfermos mentales, posiblemente sufriendo de la histeria. (Para recursos adicionales a este respecto: http://www.monografias.com/cgi-bin/search.cgi?query=histeria%20larocca)
En su descripción original, el galeno atribuyó el trastorno — caracterizado por la pérdida progresiva de la audición, el vértigo repentino y la presencia de acúfenos — como originándose en el oído interno, en lugar de ser considerado una variante de la neurastenia o la epilepsia.
Laberinto membranoso normal
Asimismo lo distinguió del mareo causado por un defecto en el sistema nervioso central.
En 1874, Jean-Martin Charcot denominó el síndrome caracterizado por estos tres síntomas como Maladie de Ménière.
http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Portada
Presentación clínica de la enfermedad de Ménière
Un ataque típico del Mal de Ménière es precedido por una sensación de disminución auditiva en un oído, fluctuación de la percepción sensorial en el lado afectado, asimismo, la presencia de acúfenos pueden acompañar el cuadro sintomático. Un episodio agudo generalmente incluye severas sensaciones de vértigo, desequilibrio, nauseas y, a menudo, vómitos.
El ataque promedio dura de dos a cuatro horas. Después de un episodio severo, la mayoría de las víctimas se sienten agotadas y desean dormir por largo tiempo. Hay una gran cantidad de variabilidad en la duración de los síntomas. Algunas personas experimentan episodios breves, mientras que otras sufren inestabilidad persistente. La generalidad de los pacientes con enfermedad de Ménière representa personas mayores de 40 años de edad, con una distribución pareja entre ambos sexos.
Un síntoma particularmente problemático puede ser la aparición de una pérdida del equilibrio, seguida de caídas, que puede presentarse sin anticipación previa. Este fenómeno se conoce como las crisis otolíticas de Tumarkin, desde la descripción original de este investigador. Las que se atribuyen a la deformación mecánica repentina de los órganos de los otolitos (utrículo y sáculo), causando una activación súbita de los reflejos vestibulares.
Fig. 1. Laberinto membranoso dilatado en la enfermedad de Ménière (hidropesía)
En la Figura 1, el área del oído afectado es todo el laberinto, que incluye tanto los canales semicirculares y la cóclea.
Durante estas crisis, los pacientes, de manera inesperada, se sienten desequilibrados o que están cayendo (aunque permanezcan erguidos), teniendo que reposicionarse a sí mismos. Pudiendo, a veces, desplomarse al suelo, sufriendo lesiones severas como resultado.
Episodios de Ménière pueden presentarse en racimos, es decir, varios ataques sucesivos ocurren en un corto plazo de tiempo. Sin embargo, pueden pasar años entre los episodios. Entre los ataques agudos, la mayoría de las personas son libres de síntomas o advierten un desequilibrio leve y tinnitus de intensidad variada.
El Mal de Ménière generalmente comienza limitado a un solo oído, pero con el transcurso del tiempo, con frecuencia se extiende para involucrar a ambos lados, resultando en que después de sufrirlo muchos años, el 50% de los pacientes con esta enfermedad padece de una condición bilateral. Existe cierta controversia acerca de esta estadística, ya que algunos autores sugieren que la prevalencia de la bilateralidad no es mayor de un 17%. Se sospecha que esta cifra, por comparación, modesta, se debe a factores en la duración del seguimiento y que el número del 50% es más probable que sea el correcto. Otras posibilidades, como es la perspectiva de selección y los diferentes patrones de la enfermedad en diferentes países, pueden influir en esta determinación.
En la mayoría de los casos, una pérdida progresiva de la audición se produce en el oído afectado. Un patrón neurosensorial de baja frecuencia se encuentra comúnmente al principio, pero a medida que progresa, por lo general, se transforma en una pérdida, ya sea plana, o un modelo que alcanzó su punto máximo.
A pesar de que un ataque agudo puede ser debilitante, la enfermedad no es fatal.
La marcha desequilibrada
Ménière y los ataques de hemicránea
Los ataques de migrañas ocurren más frecuentemente en pacientes con la enfermedad de Ménière. Los pacientes con esta dolencia, que sufren de trastornos asociados a las jaquecas, usualmente presentan una edad más temprana de inicio del trastorno y una tasa más alta en la historia familiar, lo que sugiere un componente genético.
Frecuencia del Mal de Ménière
La enfermedad de Ménière afecta aproximadamente al 0.2% de la población general. Curiosamente, el estudio de Framingham encontró que un 2% de la población de los Estados Unidos cree que sufre de esta condición, lo que sugiere una probabilidad considerable de diagnósticos erróneos.
Causas
Un ataque agudo del vértigo de Ménière se postula que resulta de las fluctuaciones de presión del líquido contenido dentro del oído interno. Este fenómeno se llama "hidropesía". El mecanismo es el siguiente: un sistema de tegumentos, llamado el laberinto membranoso, contiene un líquido conocido como la endolinfa. Cuando la presión hidrostática aumenta, las membranas pueden dilatarse y crecer como un balón. Una razón para que esto suceda es cuando el sistema de drenaje, llamado el conducto o saco endolinfático, está bloqueado.
Vértigo
En algunos casos, el conducto endolinfático puede estar obstruido por tejido cicatricial, o puede haber sido angosto desde el nacimiento. En otros casos es posible que haya exceso de líquido secretado por la estría vascular. Recientemente, ciertos investigadores han señalado que esta "hipótesis central" de Ménière es cuestionable, ya que muchas personas normales, sin sufrir de este síndrome, tienen evidencia de aumento de la presión en el oído interno sin experimentar mareos.
Reservorios de líquido anormalmente llenos en el oído, como el acueducto vestibular o acueducto coclear, también pueden estar asociados con la producción de síntomas similares a Ménière, pero la evidencia está en contra de una relación entre la plenitud del acueducto coclear y la enfermedad de Ménière.
Recientemente, la atención se ha centrado en la función inmunológica afectando el saco endolinfático, por lo que parece posible que este sistema puede contribuir a un porcentaje sustancial de la etiología en la enfermedad de Ménière.
Informes en el Mal de Ménière asociados con la enfermedad tiroidea autoinmune, alergias, niveles elevados de células responsivas a las alergias, y los linfocitos activados sugieren que una respuesta inmune anormal puede ser la causa. Otros autores han estudiado la asociación entre la infección viral con el desarrollo de Ménière, pero los resultados han sido inconcluyentes.
La genética parece tener un rol en algunos pacientes. Varios autores han sugerido la vinculación de la enfermedad de Ménière a genes específicos en algunas familias, pero esto aún no se ha substanciado.
Audiología
Investigadores sugieren una relación entre el vértigo de Ménière y condiciones que afectan las articulaciones de la mandíbula (articulación temporomaxilar) y la columna cervical, disfunción de la trompa de Eustaquio, y el malfuncionamiento del sistema nervioso autónomo.
En su mayor parte, la causa subyacente de la enfermedad de Ménière es desconocida. Aunque con mayor frecuencia se atribuye a las infecciones virales del oído interno, lesiones intracraneales, predisposición hereditaria, y las alergias.
El mal de Ménière puede causar la muerte de estructuras histológicas, así como cambios mecánicos en el oído.
La fluctuación periódica de perilinfa y endolinfa a menudo destruye las células ciliadas del oído interno. Lo que resulta es un proceso gradual y paulatino, que, con frecuencia, culmina en la sordera unilateral funcional, que muchos consideran típica.
Diagnóstico
El diagnóstico se basa en el estudio adecuado de los síntomas de presentación (los mareos, que suelen ser episódicos, y la alteración auditiva crónica), pruebas de audición, que confirman que la percepción acústica disminuye después de un ataque, y que luego mejora, y por la exclusión de otras causas.
El diagnóstico diferencial es amplio e incluye la fístula perilinfática, la laberintitis recurrente, ataques de migraña, malformaciones congénitas del oído de muchos tipos, la sífilis, ciertos tumores, la esclerosis múltiple, y otras.
El proceso del examen incluye generalmente pruebas de audición (audiometría), una prueba de electronistagmograma, varios análisis de sangre, y una resonancia magnética de la cabeza. La electrococleografía (ECOG) es útil en casos difíciles.
Los exámenes de audición a menudo demuestran fluctuaciones de baja frecuencia con pérdida auditiva neurosensorial.
Tratamiento
En la actualidad no existe tratamiento específico o cura para la enfermedad de Ménière, aunque existen métodos para modificar su curso y ayudar a controlar los síntomas. El tratamiento aceptado para esta condición se divide en las siguientes categorías:
Diapasones
Medicaciones
Técnicas no invasivas
Cirugías
Aplicaciones dietéticas
Maniobras para restaurar eficacia a los órganos del equilibrio
Para una descripción detallada de la profilaxis y el tratamiento en todos sus aspectos, además de una bibliografía extensiva y recursos adicionales vayan a este sitio: http://www.american-hearing.org/disorders/Ménières-disease/
Una técnica muy útil para el control de los síntomas del vértigo postural, es la maniobra de Epley, cuyos videos se ofrecen aquí: http://www.youtube.com/watch?v=pa6t-Bpg494
Prosiguiendo
En esta lección, no sólo deseamos ilustrar las complejidades diagnósticas y terapéuticas de una condición que afecta la vida de millones de personas alrededor del mundo, sino que asimismo deseamos ilustrar el poder de la transferencia y de sus aplicaciones terapéuticas en su tratamiento.
Caso clínico: Shelly
Esta mujer de 40 años de edad, era ministra de una iglesia presbiteriana en Saint Louis cuando sufrió una primera crisis que la despertara al reconocimiento de que algo extraño e imprevisto la aquejaba.
En medio de una entrevista con una adolescente que había salido embarazada prematuramente, sintió un zumbido agudo y estridente en el oído izquierdo. La sorprendió, porque, por un instante creyó que la desventurada joven a quien aconsejaba se había percatado igualmente del inesperado ruido.
Maniobra de Epley
Pero, cuando la muchacha en cuestión, proseguía impávidamente en su monótono monólogo, realizó, que el sonido que la preocupara provenía de algún lugar dentro de su cabeza.
Esa misma noche, tuvo una función con feligreses y se olvidó de lo que aconteciera, ya que todo desapareció tan repentinamente como viniese. Sin anticipación y sin consecuencia.
Al levantarse el día siguiente, se percató de que el mundo alrededor de ella giraba en movimiento acelerado y constante, y que — debido a una incoordinación marcada — no podía caminar sin temor a desplomarse.
Estaba muy asustada.
Yaciendo en la cama, le pidió a su esposo de muchos años, que me llamara para aconsejarla, porque Tamarah, su hija de diecisiete años era paciente en nuestra Unidad en el Hospital Deaconess de Saint Louis.
Le aconsejé que procediera de inmediato al salón de emergencias y le di los nombres de un neurólogo y un otorrinolaringólogo para consultarlos.
Ambos especialistas concurrieron en un diagnóstico de una crisis vertiginosa de Ménière, aconsejándole el uso de medicinas antialérgicas que controlaron la situación aguda que sufriera.
Unos meses después, mientras pronunciaba un sermón a su congregación desde el pulpito de su iglesia, sufrió otro ataque agudo de acúfenos y de mareos que la angustiaron.
Coordinamos una entrevista, durante la cual, Shelly me indicó que lo peor de todo para ella consistía en lo imprevisto y repentino de los episodios.
"Es como si tuviera epilepsia", me dijo.
La pérdida de control
Le expliqué que un aspecto frustrante de este tipo de situación reside en el hecho de no estar en control para encarar lo imprevisto de los episodios.
Para asistirla en ganar el dominio ansiado en su condición, le indiqué la dieta hiposódica (o hidropesía), Betahistina en tabletas, para impedir la progresión de las crisis agudas, las maniobras de Epley y el verapamil para el control de una hipertensión arterial leve. (Para leer más acerca del uso de la Betahistina en el tratamiento de la enfermedad de Ménière, vayan a: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2655085/).
Con la adquisición de entendimientos en lo que la afectaba, Shelly ha podido ajustarse sin problemas a una condición muy debilitante, ya que goza de cierto grado de control sobre la misma.
La dieta hipo sódica
Sustancias a evitar:
Sal en todas sus formas, sal de cocina y mesa, sal yodada, sal marina, sal de apio.
Carnes saladas, ahumadas y curadas.
Pescados ahumados y secados
Embutidos en general.
Quesos en general (se permiten los quesos blancos sin sodio).
Pan, galletitas y biscochos (excepto si no contienen sal).
Aceitunas.
Sopas de sobre, purés instantáneos, cubitos, papas fritas, y snacks en general.
Jugos envasados.
Frutos oleaginosos salados (maní).
Pastelería industrial.
Mantequilla salada, margarina con sal.
Agua mineral con ácido carbónico, y bebidas gaseosas en general.
Agua mineral (excepto las bajas en sodio)
Condimentos salados, mostazas, conservas en vinagre, kétchup.
Conservas en general
Además:
Realizar una distribución correcta de líquidos y alimentos durante el día, y así mantenerlo día a día. (Consumir aproximadamente la misma cantidad de alimentos en cada comida y evitar los excesos de ingesta. Es importante tomar las colaciones en tiempos regulares)Evitar los alimentos y/o bebidas que contengan altos niveles de sal. Una toma elevada de sal puede producir fluctuaciones de presión en los fluidos del oído interno y puede incrementar los síntomas.Habituarse a una dieta rica en frutas, vegetales y cereales, baja en embutidos y comidas procesadas o congeladas.Tomar una adecuada cantidad de líquidos en el día.Evitar el consumo de café, chocolate, azúcar y alcohol.
Antes de proseguir con nuestra tesis acerca del uso de las verbalizaciones para la terapia efectiva de ciertas condiciones, nos parece pertinente revisar la fisiología del equilibrio, que es precisamente lo que perturba, el síndrome, aquí estudiado.
El equilibrio
En la evolución de las especies, el ser humano ha adquirido, junto con algunos primates superiores, ciertas características que lo diferencian de otras. Una de ellas es la de marchar erguido sobre las piernas, es decir, la bipedestación.
Como sentido del equilibrio se denomina a las sensaciones de balance del cuerpo, involucrando la orientación espacial y la regulación de la estabilidad del mismo por medio de los sistemas sensoriales. Entre los últimos se encuentran los receptores vestibulares (oído), los receptores propioceptivos de la musculatura esquelética y articulaciones, así como los receptores de la piel.
Estos se encuentran interconectados en el tronco y áreas corticales cerebrales, con las estructuras visuales — incluyendo los núcleos que coordinan la musculatura ocular — la vía auditiva y el centro reflejo del cerebelo.
De esta forma surge la sensación de equilibrio consciente que se diferencia de las regulaciones reflejas inconscientes.
El centro del equilibrio requiere recibir información del medio ambiente para establecer cuál es la posición que debe adoptar el cuerpo. Para tal fin utiliza las informaciones provenientes de:
| Informaciones visuales | ||
| Informaciones Vestibulares y Auditivas | ||
| Informaciones Propioceptivas |
Los ojos indican la posición del horizonte visual, es decir la relación del cuerpo con el suelo o base de sustentación. Permiten reconocer si se trata de un plano inclinado, del vacío, o si el sostén está en movimiento o es inestable.
¿Cuándo, cómo y dónde…?
Los oídos en el área del vestíbulo, captan las diferentes aceleraciones y desaceleraciones lineales o rotatorias, a las que está expuesto constantemente el individuo. En su porción auditiva incorporan los sonidos para adoptar la posición adecuada de acuerdo al origen de los mismos.
Las articulaciones perciben sensaciones táctiles profundas en relación a la posición en que ellas se encuentren.
Los ojos, oídos y articulaciones (órganos sensoriales periféricos) envían sus informaciones al centro del equilibrio, quien las elabora y responde con una respuesta armónica o de equilibrio estable.
http://www.vertigo-dizziness.com/castellano/patologias-equilibrio/que-es-el-equilibrio.html
Prosiguiendo
Menofobia o, quizás fobia de la menarquía, caracteriza parte de las dinamias del caso que sigue, donde temas psicológicos de control priman.
El caso de la niña quien temía su menstruación: La parodia de Ofelia
"Vivimos en un universo de incertidumbres ciertas…" La Regla del DNA (FEF)
La menarquía señala el principio de la capacidad generativa de la hembra de algunas especies, la nuestra entre ellas.
De acuerdo a los paleoantropólogos, la menstruación a través de toda la historia de la humanidad, se ha asociado con ritos, tabús y ceremonias de pasaje que ilustran la importancia que nuestro género ha dado a esta otra de las funciones únicas de la mujer (Gina sapiens sapiens).
La psicóloga y autora Mary Pipher ha contribuido mucho hacia el entendimiento de la niña pubescente moderna. En su libro Reviving Ophelia: Saving the Selves of Adolescent Girls, Pipher nos ofrece sus propias normas derivadas de sus experiencias, tanto personales como profesionales, para ayudar a los padres (principalmente a la madre) en la tarea tan delicada y, a veces difícil, de introducir e instruir a una hija en lo que significa el acto de transmutarse en mujer adulta.
Ofelia por John Everett Milais
Como psiquiatra de niños tuve la fortuna de poder observar en el "laboratorio" de nuestro hogar la metamorfosis en adultos de nuestras dos hijas — bajo la supervisión y orientación de mi esposa — quien en mi opinión personal y profesional se destaca como madre excepcional, y en el caso de una paciente cuyo nombre era Margot O. ("Meg"… era su apodo.)
Meg, vino a verme a la sazón de haber cumplido los once años. Vivía con su mamá, su padrastro, dos hermanas mayores y el hermanastro Billy de apenas seis años de edad.
La familia de Meg se distinguía en Saint Louis (lugar donde entonces vivíamos) por sus logros sociales y sustancial posición económica.
Un aspecto único de esta familia era el hecho de que todos sus miembros estaban en psicoterapia. A mí, me tocó Meg.
Meg, era una niña inmadura, de apariencia inmaculada, cabellera rubia, delgada, muy poco desarrollada físicamente y con una autoestima muy baja. Dormía muy mal, comía muy poco, se quejaba de todo y aparentaba estar deprimida.
Asistía la escuela en uno de los distritos de mayor prestigio en el famoso West County de la metrópolis donde vivían. En su colegio, Meg había sido evaluada por un psicólogo quien hiciera la observación de que no estaba funcionando de acuerdo a sus habilidades y que estaba tan deprimida que sería prudente que viese a un psiquiatra. Uno de mis colegas, tratando a uno de los varios miembros de la familia, me la refirió a mí.
Para comenzar el tratamiento, que duraría unos cinco años, decidimos que la joven sería de vista tres veces por semana en psicoterapia de orientación psicoanalítica. Las sesiones individuales serían de cincuenta minutos, con contacto directo con los padres, las dos hermanas y Billy, a intervalos dictados por las necesidades del proceso y para suministrar a los padres reportes en su evolución.
Habiendo carecido de una figura paterna estable en su desarrollo, y, sintiéndose responsable por no haber podido rescatar el matrimonio de sus progenitores de las garras de un divorcio amargo; Meg se sintió totalmente desplazada cuando Billy nació.
Me reveló una vez con mucha tristeza: "Yo era la menor, la única rubia, como mi papá… Y ahora nace Billy… Varón, el único varón en la casa y él es el menor…"
El trabajo con Meg se facilitó mucho por sus habilidades verbales y por sus poderes de expresión matizados con una dosis discreta de embellecimiento histriónico. Su transferencia positiva hacia el terapeuta fue muy fácil. Me comentaba — cuando se enterara, — que atribuía a un acto de la Providencia que ella respondiera al mismo apodo de mi esposa.
La depresión disminuyó con la tarea del tratamiento. Pero, a medida que Meg crecía y se desarrollaba, un evento singular comenzó a surgir en las sesiones. Los sueños que reportaba eran sueños de transformaciones, de descubrimiento, a la par de ser sueños de retorno reparador a una niñez recientemente pasada.
Otros fenómenos oníricos eran premonitorios, teniendo que ver con su deseo de ser psicóloga, de estar casada (ni tenía pretendientes ni le interesaban los muchachos entonces) y de, algún día, procrear hijos.
En una ocasión me comentó que todo lo que sabía acerca del desarrollo sexual lo había aprendido en la escuela. En clases, durante las cuales, los varones se mofaban de las hembras y a través de dos hermanas desinteresadas. Rehusaba a discutir esos asuntos con su mamá, porque sabía que la respuesta sería una de dos: "Toma léete este libro" o "pregúntaselo al Dr. L." (como se me conociera en su casa.)
En otra ocasión estábamos en medio de una sesión en la cual tanteábamos el tema de la vergüenza, que sentiría, si su primer período le llegara en el colegio y sin tener los asuntos necesarios para encarar la "emergencia."
"Yo quisiera nunca tenerlo", protestó con vehemencia.
Temía, que como las faldas del uniforme para ir al gimnasio eran blancas — que, en caso de llegarlo el período durante horas de atletismo — que entonces caería bajo el escrutinio colectivo de los otros alumnos, temiendo ser víctima de sus burlas.
Acordamos que, en espera de la ocasión aleatoria, que siempre tendría a mano, los asuntos que fuesen necesarios para confrontar la "contingencia" temida.
Pasó ese verano y, luego de las vacaciones tradicionales, Meg retornó a la terapia. Decididamente había cambiado. Su voz era más profunda, su temperamento más emotivo, su apariencia más madura. Exhibía una tendencia a llorar que nunca antes había demostrado y se había vuelto crítica de todo y de todos. Nadie ni nada le caían bien.
La mamá obtuvo una consulta conmigo, durante la cual me informó que la hija estaba obsesionada con la suciedad de los períodos (los cuales, en la estimación de la madre, no tardarían mucho en llegar.) La joven había desarrollado un número de fobias y había decidido evitar ciertos asuntos sociales de importancia, entre los cuales se destacaba ir a la Iglesia. "Ella dice que eso ya no le importa… Que es entre ella y Dios… Que no me inmiscuya en sus cosas."
Ritos de pasaje USA
Para aplacarle los miedos, le expliqué a la mamá algo, con lo que ella podía identificarse como mujer, y esto fue la fisiología de los cambios metabólicos y hormonales, los cuales afectan el temperamento de toda mujer y, de Meg, en su caso particular. La mamá me urgió, que si se necesitaban medicinas, que las recetara. Yo la reaseguré diciéndole que en este momento todo lo que se requería era ofrecer a la niña soporte y entendimiento.
Mientras tanto, la terapia continuaba. La paciente reportando que temía el futuro, la vida en general y la muerte (no la suya, sino la de sus padres). Se sentía que era "fea y gorda" (era bien delgada y bien parecida.) Tenía "demasiado acné" (su piel lucía inmaculada.) Nadie la aceptaba (recientemente había sido elegida por votación unánime, presidente de su clase.) (Ejemplos de distorsiones paratácticas. "Distorsión paratáctica: Concepto de HS Sullivan que se refiere a la forma en que una persona despliega su naturaleza, y los conflictos que enfrenta, ante el terapeuta y su entorno y que (por mecanismos inconscientes) no estarían expresando sus verdaderas características." (Para leer más: /trabajos88/anorexia-nervosa-seleccion-natural/anorexia-nervosa-seleccion-natural
Mientras la escuchaba, clarificaba, interpretaba, le llamaba su atención a sus distorsiones y le ofrecía explicaciones alternativas a sus ideas preconcebidas.
Una tarde, la joven entró al salón de espera de la oficina cargando una pila de libros para terminar su tarea en casa.
Como llegara temprano, tuvo que esperar hasta que mi otro paciente, Mike, saliese de su sesión. Mike apenas tenía nueve años, pero Meg y él se conocían socialmente porque ambas familias eran amigas. Cuando ambos se cruzaron, Mike le dijo a Meg que él había tenido una sesión difícil conmigo en su terapia con juegos.
Cuando entró a la oficina, Meg se sonrió de modo diplomático, comenzando su consulta diciéndome: "Usted sabe, Mike se parece a mi hermano Billy… ¡No sé cómo usted lo puede tolerar! …" Fue en ese instante cuando ella se ruborizó y me dijo: "Llegó la "emergencia", usted sabe la "emergencia" para la que usted me dijo que me prepara."
Cuando salía de mi oficina para ir al baño cercano, le indiqué que (fuera de lo acostumbrado) iba a hacer una llamada telefónica en medio de una sesión. Quería que lo supiese, por si me encontraba ocupado en el teléfono cuando regresara.
Vínculo extraordinario
Colgaba el aparato en el mismo instante en que se abría la puerta. Meg lucía madura, radiante y emanaba efluvios de belleza los cuales nunca antes había tenido la oportunidad de apreciar. Con mucha calma y paulatinamente me expresó lo siguiente: "Gracias a Dios, por tenerlo a usted a mi lado cuando esto pasó. Yo me siento mejor… Si no es frescura de mi parte… ¿Puedo preguntarle a quién llamó cuando salí de su oficina?" Le respondí: "No es frescura, me alegro que lo preguntes, llamé a tu tocaya Meg… Le di las buenas noticias, las cuales ella esperaba como si casi fuera otra madre para ti."
El tratamiento de esta niña y los contactos subsecuentes con ella y con su familia no terminarían hasta después que ella se graduara de Emory University en Atlanta, donde residiera hasta hace algunos años.
Reflexiones técnicas
El principio de los períodos menstruales significa un cambio en el desarrollo psicosexual de la mujer, cambio éste, que solamente miembros de muy pocas especies pueden experimentar. El ser humano es una de esas escasas especies.
Porque no anida en su género — la experiencia especial de tener la menstruación — para el varón de nuestro género, es inefable, porque carece de la capacidad emocional para vivir y para apreciar esta metamorfosis singular que la Naturaleza asigna especialmente a la hembra.
Como profesional y como individuo, tuve la buena fortuna de aprender, lo que los libros no nos enseñan, a través de mis contactos con dos mujeres muy especiales, cuyos apodos fueran el mismo: "Meg."
En resumen
En el estado altricial de la niñez humana, dotados con una inteligencia enorme y con temores atávicos, es necesario que quienes nos críen, de niños, nos verbalicen, clarificando los elementos que nos llenan de confusión y de indecibles temores.
Estos miedos, cuando se reducen, vía su entendimiento, pueden convertirse en nuestros aliados durante el desarrollo normal y pueden asistirnos en nuestro crecimiento, dentro de la transferencia, producto de la psicoterapia, como Freud postulara.
Mientras tanto, recordemos que el poder que restaura control sobre nuestros destinos disminuye la ansiedad y que, como, asimismo, Freud nos dijera, nos torna capaces para el amor y el trabajo.
Fin de la lección.
Bibliografía
Larocca, FEF: Déjà Vu: Cuando lo Nunca Antes Visto es Percibido de Nuevo… en monografías.com
Larocca, FEF: El Barotraumatismo en monografías.com
Larocca, FEF: Nocebo: El Lado Opuesto del Placebo en monografías.com
Larocca, FEF: Experiencias Disociativas y su Significado en monografías.com
Larocca, FEF: Acúfenos o Tinnitus: Cacofonía Fantasmagórica que Enloquece en monografías.com
Larocca, FEF: La Migraña y la Micropsia: ¿Síndromes Paralelos? en psikis.cl y en monografías.com
Larocca, FEF: De Cómo la Regla del DNA Gobierna un Mundo de Incertidumbres Ciertas en monografías.com
Larocca, FEF: La Angustia Señal y la Comunión con los Astros en monografías.com
Katan, A: (1961) Some Thoughts about the Role of Verbalization in Early Childhood Psychoanal. St. Child, 16:184-188.
Pipher, M: (1994) Reviving Ophelia: Saving the Selves of Adolescent Girls Ballantine Books
Apéndice
Para disfrutar un panegírico poético al acto de estar en control, vayan a: /trabajos67/no-es-justo/no-es-justo2#apendicea
Coda:
Esta lección se dedica a la memoria de Václav Havel (1936-2011)
"La tragedia del hombre moderno no es que se sabe menos acerca del significado de su propia vida, sino que le importa cada vez menos". (Václav Havel)
De Havel, Lech Walesa expresó lo siguiente: "Havel mereció el Premio Nobel de la Paz muy por encima de otros quienes lo han recibido."Para leer más: http://www.nytimes.com/2011/12/19/world/europe/vaclav-havel-dissident-playwright-who-led-czechoslovakia-dead-at-75.html?_r=2&hp
Václac Havel
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca