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La afectividad como eje central del encuentro educativo (página 2)


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I. La diversidad en el encuentro educativo

La diversidad es la expresión de las diferencias traducidas en el reconocimiento del derecho de los otros a ser distintos. Covey (2003), opina que cuando se emplea la palabra diversidad por lo común se piensa en diferencias raciales y de sexo. No obstante, hoy se está claro que la diversidad es una realidad inherente al desarrollo humano que se puede manifestar de diversas formas y que la investigadora agrupó en biológica, psicológica, cultural y social.

Así la diversidad biológica expresable en términos genéticos, bioquímicos y cerebrales, se puede manifestar en rasgos físicos, sexo, edad, y sus respectivas singularidades. La diversidad psicológica se manifiesta en las diferencias de capacidad, interés, motivación, estilos de pensamiento, carácter general, entre otros aspectos. La diversidad cultural alude a grupos étnicos, minorías lingüísticas, inmigrantes, medio rural y urbano, formas de vestirse, creencias religiosas, estilo de vida, educación. Por su parte, la diversidad social tiene que ver con experiencias de interacción con el medio, posición, tipo de familia, mundo laboral, reivindicaciones de grupos tradicionalmente discriminados, entre otros alusivos a los contextos sociales en los cuales le ha correspondido desenvolverse la persona.

Así a lo largo de la trayectoria académica es observable la diversidad de los estudiantes, entendida como una peculiaridad del desarrollo que ha tenerse en cuenta en todo el encuentro educativo. La existencia de estudiantes diversos es, pues, el punto de partida normal de cualquier encuentro educativo. En tal sentido, Martín (2006), opina que la diversidad del estudiantado, es una dimensión de amplio espectro, generalmente restringida a los sujetos con necesidades educativas especiales. Es evidente sin embargo, en cualquier colectivo educativo la presencia de estudiantes normales, sociocultural y económicamente desfavorecidos, procedentes de culturas no urbanas, inmigrantes y con necesidades educativas especiales, entre otros.

Así un primer ámbito de la diversidad en la educación lo constituye la diferenciación progresiva de los estudiantes en cuanto a su capacidad para aprender. Además el estilo de aprendizaje y la motivación para aprender es un complejo proceso que condiciona en buena medida la capacidad de aprendizaje y que constituye otro ámbito de la diversidad a tener en cuenta. La importancia de la diversidad como eje estructurador del encuentro educativo, está implícita en la relación que se establece entre los estudiantes, el aprendizaje y el entorno académico.

En efecto, la diversidad entre las personas aumenta conforme avanza su proceso de desarrollo y crece su bagaje de experiencias e intercambios con el entorno sociohistórico-cultural; lo cual incluye todo un conjunto de factores: historia escolar de éxitos o fracasos, relaciones cognitivas con el propio hecho de aprender, relaciones afectivas con los otros actores del proceso, así como la participación familiar-social en el encuentro educativo.

II. La Comprensión de lo humano en la atención a la diversidad

Es evidente que para atender a la diversidad en el encuentro educativo el punto de partida es la comprensión de lo humano del estudiante, entendido este término como lo perteneciente al hombre o propio de él. La palabra hombre por su parte se emplea para designar a todo ser humano, cualquiera sea su sexo, edad o grupo étnico. La respuesta a la interrogante ¿Qué es el hombre? constituye el objeto de estudio de la antropología, la cual por ocuparse de las líneas fundamentales del tema filosófico del hombre, se habrá de entender como antropología filosófica. Su quehacer y al mismo tiempo su dificultad es preguntar por la naturaleza fundamental del ser humano en contraposición con todos los demás seres.

El hombre no tiene una esencia que se presente de forma natural y necesaria, como ocurre con las cosas que le rodean; sino que cada época histórica, recibe de la humanidad el encargo de crearse una nueva esencia. Para estudiar al hombre hay que abarcar en una visión de síntesis las diversas formas de ser hombre, manifestadas a través del tiempo y del espacio. Pero además, y esto es lo más difícil y característico de la antropología, hay que volver sobre si mismo. El sujeto no sólo es sujeto, sino también objeto de reflexión.

La antropología filosófica pone como centro de su reflexión al ser humano. Busca comprender al hombre como un ser que vive y sabe que vive. El saber es la dimensión propia del hombre. Él es el único ser que necesita comprenderse para saber quien es, quien quiere ser y que puede realizar. Estos atributos son propios del modo de existir del hombre. Por eso, es parte de la discusión antropológica preguntarse por aquello que determina y posibilita la existencia humana, en la cual reside la dignidad propia del hombre.

Al definir hombre obviamente es insuficiente decir que es un ser racional que se caracteriza por su inteligencia y lenguaje articulado. En este sentido, Cassirer (1963), manifiesta que "en lugar de definir al hombre como animal racial lo definiremos como un animal simbólico" (p. 49). Estas formas simbólicas se refieren a las más elementales y básicas expresiones del espíritu. Este autor reconoce que el hombre no vive solamente en un universo físico, sino en uno simbólico por cuanto el ser humano nunca se halla confrontado con los hechos tal cual como son, sino con los significados e interpretaciones que el mismo construye de acuerdo a sus experiencias e historia.

Otra concepción de hombre que pareció pertinente para atender la diversidad en el encuentro educativo, es la concepción estoica del hombre como ser comunitario en la cual Foucault (2006) con base al texto de Epicteto, plantea que el hombre al preocuparse por si mismo y buscar su bienestar, favorece al mismo tiempo a los otros. Para Ricoeur citado por Begué (2002) "el hombre es un horizonte abierto, pero no por eso inconsistente. Su pensar, su lenguaje, su afectividad, su acción, siempre remiten a un centro más profundo que es como la raíz en la tierra del ser" (p.362). Es un hombre que si bien muere cada día en la actividad de sus múltiples ocupaciones, sin embargo se recupera interiormente, reconociendo su capacidad de dar cada vez más. Es evidente, que el hombre es un universo de posibilidades inimaginables, que se manifiestan en las circunstancias más difíciles.

De acuerdo a Duch (2002), el ser humano tiene la capacidad de rememorar y de anticipar, de dar vida al pasado y de configurar una gran variedad de mundos alternativos posibles de llegar a ser. Esto, según el autor permite afirmar "que la posibilidad de hacer presente lo ausente (casi siempre de forma mediata) es un requisito irrenunciable para que sea posible hablar con propiedad de vida humana" (p. 308). El ser humano en construcción por ser provisional y ambiguo jamás puede dejar de interpretar e interpretarse, y para eso recurre necesariamente al pasado vivido y al futuro posible.

Se puede decir que el hombre es, al mismo tiempo, producto de una serie de determinaciones biológicas, psicológica, social, cultural; y una posibilidad de realización, de deseos, de libertad. El hombre, a partir de lo que es, se proyecta hacia lo que no es aún y desea ser. En cada momento el ser se construye así mismo, como respuesta al encuentro con el otro, lo cual implica una ineludible e incesante contextualización. Se reconoce al otro en la medida que se es capaz de renunciar a los propios límites, a fin de aceptar que el canon de lo humano es el otro, al margen de su diversidad. Se puede concluir, entonces, que el hombre como un ser complejo, que requiere para su comprensión una mirada integral como ser vivo, animal, corpóreo, espiritual, racional, psíquico, social, libre, responsable, y ético.

III. La afectividad en el rescate de lo humano.

El camino expedito al conocimiento de la diversidad es el seguir la huella del contexto y la sensibilidad. Es en el plano de lo sensible donde se encuentran las más radicales diferencias. Puede parecer sencillo afirmar que los seres humanos necesitan de afecto. Morin (2003), señala "que todo lo que es humano comporta afectividad" (p. 135). No obstante, la simpleza de esta afirmación se contradice con una realidad compleja cuando se comprueba que en la intimidad se propinan y reciben con más frecuencia maltratos que ternura.

La sociedad actual se caracteriza por enfrentar en un conflicto irreconciliable dos necesidades básicas del ser humano: la dependencia afectiva y la expresión de diversidad. Se empecina en negar y hasta se considera vergonzosa, la dependencia afectiva, violentándose además la emergencia de la diversidad por la aplicación de esquemas educativos homogeneizadores que atienden tan sólo las exigencias productivas, se promueve una dinámica social que induce a expresar la diversidad por vía del éxito social y económico.

Así se aplasta lo que hay en la persona de individual y único, condenándola a ser sumisa, y esclava de autoritarismos que suplen su incapacidad para ejercer la libertad. Es posible encontrar en las instituciones educativas que las relaciones interpersonales se han endurecido. Es el inicio de la pérdida de lo humano. Se requiere reconstruir el encuentro educativo para atender la diversidad a través del rescate de lo humano. En este orden de ideas, de acuerdo con Ikeda (2001):

La educación es un privilegio singularmente humano. Es la fuente inspiradora que nos permite ejercer nuestra condición humana.debería asegurar, .que el conocimiento sirva para promover la causa de la felicidad humana y de la paz.El hombre es el punto al cual debemos regresar y es, al mismo tiempo, la línea de partida infalible de cada nueva travesía. En síntesis lo que hace falta es una transformación en el seno del hombre: una revolución humana (pp80-81).

Se está totalmente de acuerdo con lo planteado por el autor y para lograrlo hay que ofrecer al estudiante ayudas auténticas para su vida, y hacer del saber acerca del hombre y de su destino el punto de partida del discurso, así como de la actuación educativa. La educación está llamada a priorizar todo aquello que dignifique, planifique y enaltezca la condición humana. Consecuentemente será una educación orientada hacia la persona en su totalidad, para lo que se requiere llegar a todas las dimensiones del educado, y al desarrollo de todas sus potencialidades.

Esta perspectiva supone que el hombre está abierto a infinitas posibilidades que le ofrece su naturaleza humana. Atender a la dimensión humana implica responder a: ¿Quién es el estudiante y quiénes son los que participan en el encuentro educativo? En último término el docente, debe saber a quién desea educar, debe saber cuál es la visión del hombre y por ende de estudiante más cercana a la naturaleza de la condición humana.

Desde este supuesto, todo encuentro educativo tiene una forma de pensar al hombre, como sustento teórico que le da sentido y le imprime ciertas valorizaciones. Esta fundamentación determina su dirección y sentido. De este modo, la educación busca favorecer todo lo que perfeccione al ser humano. Este desarrollo debe incluir todos los factores de personalidad: somático, cognitivo, afectivo, social y espiritual con un conocimiento cada vez más pleno y consciente de las posibilidades de ser que guarda la naturaleza del hombre. Se basa en una idea de hombre abierto a una multiplicidad de dimensiones que implican incluso lo trascendente.

A tal efecto han surgido teorías que plantean algunos cambios como la pedagogía de la esperanza, la pedagogía de la ternura, la psicología de la felicidad y la afectividad humana, entre otros aportes que pueden servir de fundamento en el rescate de lo humano en el encuentro educativo.

En relación a la pedagogía de la esperanza Freire (1992) dice "sin un mínimo de esperanza no podemos ni siquiera comenzar el embate,. Allí radica la necesidad de una educación orientada a la esperanza" (p.11). Dutch (1997), por su parte, dice "estoy convencido de que una de las tareas más importantes.es la educación en y para la esperanza. ya que se convierte en una ayuda.en.la actual convivencia humana" (p.171). Begué (2002) considera que Ricoeur propone "una antropología abierta a la esperanza..como.la apertura de los espacios potenciales.se opone a cierto des-ánimo cercano de lo que hoy parece la pereza o el cansancio de existir" (p.362).

Como puede verse estos autores en contextos diferentes promueven la importancia de aprender la esperanza, lo cual asume la investigadora, por cuanto la esperanza fortalece el carácter y capacita para aceptar los reveses de la vida cotidiana. Ante una prueba existe la posibilidad de cerrarse, resentirse o, por el contrario, recoger el desafío, ampliar la razón y abrir más el corazón. Esto es ir a la fuente de la donación, el amor, y extraer nuevas reservas para ir más allá. La esperanza en tanto que es pasión por lo posible necesita tiempo, paciencia y perseverancia. Es más que una simple ilusión, contiene posibilidades realmente nuevas que encuentran su material en la realidad correcta, pero el hombre por estar demasiado ocupado no logra percibir insospechadas posibilidades y queda encerrado en la desesperanza.

Atender la diversidad, por otra parte, requiere escuchar y acompañar con ternura. Maya (2003), define la ternura como "aceptación de otra persona cercana o con la cual interactuamos, de sus actos, de sus sentimientos, de sus valores.una llave mágica para abrir e instaurar el diálogo como los demás y crear lazos de respeto y convivencia" (p. 55). La mayor consecuencia de la ausencia de la ternura en los tiempos contemporáneos, ha sido la deshumanización. Se ha generado un olvido de lo esencial del ser humano: su sensibilidad y toda su creatividad para potenciar una vida donde millones de seres humanos viven en la desesperanza de conseguir una vida digna, y un mejor proyecto de vida.

Ante este panorama corresponde a la educación recuperar el alma sensible, la presencia, la valoración y expresión de las emociones, los sentimientos y la ternura, en una cultura de auténtica convivencia y respeto. La educación afectiva debe recobrar en los espacios de la escuela y del aula cada vez más respetabilidad, como un elemento de la vida y de la cultura organizacional. Se requiere construir el aprendizaje de la afectividad en la cotidianidad, en la interacción humana y social, mientras transcurre el aprendizaje cognoscitivo, sin convertirlo en otra área más.

En el encuentro educativo las relaciones interpersonales son tan cruciales que es necesario dedicar tiempo a crearlas, nutrirlas y preservarla. Los lazos interpersonales ofrecen apoyo emocional, físico e informacional. Adicionalmente crean la sensación de fortaleza, seguridad y bienestar. De acuerdo con De Zubiria (2007), en su texto Psicología de la felicidad "cada vez menos niños y jóvenes saben iniciar, profundizar y desconflictuar las relaciones amenas nutritivas con otros. Una primera razón es.que las operaciones afectivas al actuar con otros son las más complejas, sofisticadas y difíciles de enseñar, luego.-consigo mismo-, ¡aún más complejas! (p.68)

Este autor plantea como mecanismo para lograrlo tres acciones: conocer, valorar, interactuar con otros. La primera, se refiere a interesarse por los otros. La segunda, valorar, exige conocer a las personas, tener una imagen clara de sus cualidades y defectos. La tercera, interactuar con otros, es fuente de alegría al disfrutar el compartir ideas, sentimientos, creencias con las personas. Conocer al hombre según De Zubiria (2007) en su libro afectividad humana "significa descifrar sus afectos, pensamientos y roles que lo caracterizan como un ser humano único, irrepetible y singular." (p.110). El encuentro educativo debe promover, entonces, el verdadero conocimiento de los estudiantes entre sí y con el educador. Es urgente mediar para que los estudiantes conozcan y valoren a las personas.

La propuesta de esta ponencia es incorporar en el rescate de la dimensión humana del estudiante lo concerniente al espíritu, Para Nee (1968), en el hombre hay tres estructuras: el espíritu, hombre interior; el alma, hombre exterior y, el cuerpo, el hombre de más afuera. De acuerdo con el autor, el alma en vez de funcionar independientemente debe llegar a ser gobernada por el espíritu, por su parte, el alma y el espíritu se expresarán a través del cuerpo.

La idea no es suprimir totalmente el alma, sede de los pensamientos, emociones y la voluntad. La espiritualidad no es una vida de supresión. Es una vida plena de realidades más altas y más profundas. Entonces el alma encuentra su valor mayor en servir, no en gobernar. Es muy evidente que los hombres y las instituciones como las educativas generalmente están más conscientes del hombre exterior y del hombre de más afuera. Apenas reconocen algo del espíritu. El desarrollo espiritual es una necesidad para toda persona. No obstante, la educación espiritual es a veces problemática en la escuela dividida por motivos religiosos. La recomendación es actuar con prudencia, orientar mediante la conversación diaria y el buen ejemplo.

El espíritu se puede despertar por medio de la práctica de la virtud, de la obediencia, pero sobre todo del amor a Dios, a si mismo y a los demás. Las personas deben tener un concepto sano de si mismo, de otra forma no puede amar a Dios, ni al prójimo. De acuerdo con Giles (1998), un sano amor propio es necesario, para autovalorarse y poder funcionar en forma saludable y aceptable en las relaciones interpersonales.

Esto implica que tanto el profesor como los adultos significantes por consecuencia y coherentemente, deben practicar procesos de autocomprensión. Si existe disonancia entre lo que se piensa y se vive en el aula, todo esfuerzo de perfeccionamiento del estudiante está destinado al fracaso. El docente está invitado a superar sus propias ideas, en virtud de la búsqueda común de aquello que hará más grande a sus estudiantes

La autocomprensión del docente constituye el requisito más importante en todo esfuerzo por mejorar el encuentro educativo. Se requiere el conocimiento del contexto histórico en el cual se desarrolla el encuentro educativo, además de un esfuerzo de reflexión más personal que permita al docente identificar sus propias inquietudes y compartir las de los estudiantes. Al docente realizar este ejercicio no sólo ayuda al perfeccionamiento de sus estudiantes, sino también alcanza su propio perfeccionamiento.

¿Qué se propone? Para atender la diversidad cada día más evidente en el encuentro educativo, es necesario rescatar lo humano del estudiante que involucra lo biológico, lo psicológico, lo social y lo espiritual. Lograrlo sólo es posible a través de una educación afectiva. La afectividad desborda el dominio interpersonal, es esfuerzo y dedicación al otro sin ningún interés. Supera las interacciones entre personas, y mediatiza todas sus actividades, entre ellos el encuentro educativo. La educación afectiva no juzga pero sí muestra la falta, da la solución y se hace parte de esta. Acompaña, respalda, apoya, da esperanza y motivación para seguir adelante. El docente debe entonces enseñar y aprender la afectividad. Sólo se está en disposición de enseñar la afectividad sí, al mismo tiempo, se aprende. Es decir, sí en el mismo acto se da una interacción afectiva entre el docente y el estudiante.

REFLEXIONES FINALES

La sociedad actual increíblemente diversa y compleja plantea grandes retos a la educación. Así es evidente que debe transformarse en función de tales características societarias. La diversidad es la norma y está presente en toda reflexión y práctica educativa. Lo dicho plantea la necesidad de adaptar puntos de vista capaces de dar cuenta de la diversidad que se va manifestando en la realidad que se vive. Es tarea difícil por que se está acostumbrado a la certeza que da una educación que tiende a homogeneizar y a oponerse a la originalidad individual. Sin embargo, es ése un modelo que se agota, y es necesario ampliar el horizonte gnoseológico, para que se pueda atender la diversidad.

La dimensión humana del estudiante constituye, así el punto de partida de un encuentro educativo que atienda la diversidad, su preocupación central debe ser el individuo, la persona a partir de todos los aspectos y circunstancias que la determina. La educación debe tratar, entonces de construir un diálogo sobre los horizontes posibles del educando, sobre su propia realidad, en la que pueda reconocer sus posibilidades, capacidades y valores. Es un camino para generar confianza en sí mismo, de tal manera de encontrar en sus fortalezas las respuestas a los innumerables conflictos que enfrenta en el encuentro educativo y en su vida general.

El propósito de la educación será entonces formar al niño, joven, e incluso al adulto para hacerlo una persona trascendente en la sociedad a la que pertenece y se debe. Lo individual adquiere aquí carácter comunitario, activo frente al mundo circundante, para transformar la realidad y lograr un mundo mejor. El educador al asumir libremente su acción social transformadora de la sociedad, asume aceptar la afectividad hacia el otro, como base para su realización.

REFERENCIAS

Begué , M. (2002). Paúl Ricoeur: La poética del si mismo. Argentina: Biblos.

Cassirer, E. (1963). Antropología Filosófica. México: FC.E

Covey, S. (2003). Los 7 hábitos de los adolescentes altamente efectivos. La mejor guía práctica para el éxito juvenil. México: Grijalbo

De Zubiria, M. (2007). Psicología de la Felicidad. Fundamentos de la Psicología Positiva Colombia: FIPC Alberto Merani.

De Zubira, M. (2007). La Afectividad Humana. Colombia: FIPC Alberto Merani.

Duch, LL. (2002). Antropología de la Vida Cotidiana. Simbolismo y Salud. Madrid: Trolla.

Duch, LL. (1997). La Educación y la Crisis de la Modernidad. Barcelona: Paidós.

Freire, P. (1992). La Pedagogía de la Esperanza: Un reencuentro con la pedagogía del oprimido. Brasil: Paz e terra

Foucault, M. (2006). La Hermenéutica del Sujeto. Argentina: Fondo de cultura Económica.

Giles, J. (1998). Bases Bíblicas de la Ética. U.S.A Casa Bautista de Publicaciones.

Ikeda, D. (2001). El Nuevo Humanismo. México: FCE.

Martín, Q. (2006). Organización y Dirección de Centros Educativos Innovadores. El Centro Educativo Versátil. España: Mc Graw Hill.

Maya, A. (2003). Conceptos Básicos para una Pedagogía de la Ternura. Colombia: ECOE

Morin, E. (2003). El Método. La Humanidad de la Humanidad. La Identidad Humana. Madrid: Cátedra.

Nee, N. (1968). La Liberación del Espíritu. Argentina: Caribe.

 

Autora:

Dra. Crisálida V. Villegas González

República Bolivariana de Venezuela

Doctorado en Ciencias de la Educación

Vicerrectorado académico

Decana de Investigación, Extensión y Postgrado

Universidad Bicentenaria de Aragua (UBA)

Av. Intercomunal de Turmero – UBA

Maracay, Febrero, 2009

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