- Introducción
- La revolución demográfica
- Importantes cambios socio-económicos
- La revolución industrial
- Consolidación de doctrinas político- económicas
- Bibliografía sobre historia contemporánea
Introducción
La Edad Contemporánea es un periodo muy complejo. Yo diría que de enormes paradojas. Las diferencias con la etapa anterior pueden apreciarse en cualquiera de las manifestaciones del siglo. En primer lugar se pasa de una monarquía absoluta a otra constitucional e incluso a un régimen republicano, de la economía de base agrícola y de pequeños talleres artesanales de tipo gremial a otra de base industrial con el surgimiento de nuevas relaciones sociales entre los empresarios (dueños de las fábricas) y obreros o proletarios agrupados en sindicatos como la Trade Unions o UGT.
El idealismo deja paso al materialismo, la religión católica va perdiendo, paulatinamente, importancia, dando paso a un mayor laicismo social; del nacionalismo patriótico pasamos al Imperialismo colonial por un lado, y a las internacionales obreras, por otro. Las masas sociales pasan a ser protagonistas relevantes del devenir histórico. Podríamos decir que la Historia, en esta nueva etapa de Historia Contemporánea, va a ir haciéndose cada vez más universal, es decir más global.
La expansión mundial de Europa había comenzado en realidad en el siglo XV, pero el proceso es mucho más acelerado en el siglo XIX.
América Latina y los puertos de Asia y África fueron los primeros en ser colonizado por los europeos. Los nativos americanos fueron liquidados o completamente subyugados a la dominación europea. La mayoría de estadounidenses descendientes de América (los latinos) de los conquistadores españoles se independizó de España en el S. XIX, mientras que muchos pueblos indígenas siguen estando sometidos.
El clima de África, que propiciaba todo tipo de enfermedades, y la geografía demoraron más la colonización europea hasta el S. XIX, aunque los descendientes de los colonos holandeses, conocidos como el afrikans o bóers, llegaron a Sudáfrica, ya en el S. XVI.
La esclavitud tuvo un alto tributo en el desarrollo de África desde el S.XVI. Millones de jóvenes en edad de trabajar se los llevaron hacia las plantaciones americanas como mano de obra esclava para trabajar en los campos de algodón, azúcar, tabaco o como domésticos en las casas de los terratenientes.
La población de Asia era la más grande, su civilización estaba demasiado firmemente establecida para que los europeos pudieran someterla a su antojo. No obstante los europeos hicieron establecer el control sobre los puertos y el comercio. En lugares como la India e Indonesia, o el sureste asiático los europeos gobernado, directa o indirectamente, extendieron las rutas comerciales a través del control sobre la aristocracia local.
Inglaterra era la potencia colonial europea líder y ya habían establecido gran parte de su Imperio de ultramar a principios del S. XIX.
Europa vive un periodo de hegemonía. Es la época del reparto del mundo, del gran Imperialismo. Pero, tras la Primera Guerra Mundial, habrá una mundialización de la historia y más que de historia de Europa deberemos hablar de Historia Universal, pasando la hegemonía del Viejo Mundo al Nuevo Mundo, es decir el poder económico y militar estará bajo el control de los Estados Unidos de América hasta nuestros días.
En 1864 se fundó en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores, formada por sindicatos ingleses y franceses de obreros especializados, buscando en ella más una asistencia mutua de tipo sindical que un programa de acción política de tipo colectivista, a pesar de que Marx fue su principal impulsor y quien redactó el mensaje inaugural: "La Internacional está prohibida en la mayor parte de los países y aunque divisiones internas entre anarquistas y marxistas le restan mucha fuerza, aun así consiguió cierta extensión, no solamente en Europa, sino también en Estados Unidos".
En París, en 1871, se produjo una insurrección obrera que consiguió controlar la ciudad durante más de un mes.
La Edad Contemporánea tiene unos rasgos específicos que analizaré, en sus diferentes ámbitos, a lo largo de este curso. Desde el punto de vista demográfico se produce un fuerte aumento de la población, especialmente en Europa, pasando de los 187 millones, aproximadamente, que tenía en 1800 a los más de 400 en 1900. En tan solo un siglo, Europa casi triplicó su población. Ese excedente de población europea, fundamentalmente irlandeses, británicos, italianos, españoles y eslavos, encontraron salida en la emigración hacia otros continentes, especialmente hacia América y Oceanía.
Grupo de irlandeses preparados para embarcar hacia América. (M. S. XIX).
Desde el punto de vista económico, el capitalismo logra un gran desarrollo. Las dos primeras revoluciones industriales llevan consigo un gran desarrollo tecnológico y la utilización de nuevas fuentes de energía permitirán el nacimiento de las grandes industrias. Es la etapa de la gran revolución técnica, pues de hecho la técnica, como aplicación de la ciencia a fines prácticos, va a modificar la historia misma.
En el ámbito político, durante la Edad Contemporánea, hay una clara tendencia hacia la consolidación de los regímenes democráticos, es decir, hacia el constitucionalismo. Son también frecuentes las proclamaciones de los Derechos Humanos, proliferan los partidos políticos, con cada vez mayor participación ciudadana. El ritmo de la vida política aumenta, y también la inestabilidad social con huelgas, manifestaciones o atentados.
En definitiva, comienza un periodo con características nuevas, muchas de las cuales, seguirán vigentes y marcarán la historia de la humanidad hasta nuestros días.
La revolución demográfica
Thomas Malthus teorizó acerca del techo de crecimiento de la población diciendo que la cantidad de alimentos está limitada, la población crece geométricamente y los alimentos de manera aritmética lo que lleva a más mortalidad y parada de crecimiento, pero se puede parar este efecto mediante unos frenos tanto preventivos (reducción natalidad) como compulsivos (hambre, epidemias).
La principal contribución de Malthus a la economía fue su teoría de la población, publicada en su libro "Ensayo sobre el principio de la población" (1798). Según Malthus, la población tiende a crecer más rápidamente que la oferta de alimentos disponible para sus necesidades. Cuando se produce un aumento de la producción de alimentos superior al crecimiento de la población, se estimula la tasa de crecimiento; por otro lado, si la población aumenta demasiado en relación a la producción de alimentos, el crecimiento se frena debido a las hambrunas, las enfermedades y las guerras.
La teoría de Malthus contradecía la creencia optimista, prevaleciente en el siglo XIX, según la cual la fertilidad de una sociedad acarrearía el progreso económico. Logró bastante apoyo y fue muchas veces utilizada como argumento en contra de los esfuerzos que pretendían mejorar las condiciones de los pobres.
El mayor número de personas juntamente con otros elementos de tipo económico, político, psicológico y técnico, formaron la base del proceso industrializador, que empezó a tomar forma a principios del siglo XIX y se consolidó a lo largo de toda su centuria.
La población mundial pasó de 906 millones en 1800, a 1.306 en 1870, alcanzando 1.571 millones en 1900, siendo los continentes con mayor población Asia, en primer lugar con 796 millones de habitantes, en 1870 y el continente europeo con 328, en el último cuarto del S. XIX.
Europa experimentó un alto ritmo de crecimiento: los 187 millones de habitantes que tenía en 1800 se convirtieron en 401 en 1900.En el reparto de la población mundial, el porcentaje que correspondió a Europa oscilaba entre un 20,9 y 25,5 por 100. Su densidad fue la mayor de todos los continentes. Si a principios de siglo tenía 18,7 h/km cuadrados, a finales llegó a un 40,1.
La mayor novedad del siglo XVIII fue la de iniciar un proceso de crecimiento la población europea que ya no se detendría. Aquellos incrementos que sólo permitían la recuperación terminaron. Las curvas demográficas iniciaron una ascensión irresistible y multisecular.
Modelo de la transición demográfica
Podemos ofrecer toda una serie de datos demográficos. A lo largo del siglo XVIII, el número de habitantes de Gran Bretaña pasó de 8 a 15 millones; el de Francia, de 23 a 29; el de España, de 7 a 10; el de los Estados italianos, de 9 a 13; el de Bélgica, de 1 millón y medio a 3; el de Suecia, de poco más de 1 millón y medio a casi 2 millones y medio; el de Prusia, de 1 a 3 millones, y el de Holanda, de 1 millón a l.700.000. Las mayores densidades de población se obtenían en Bélgica y Lombardía; las menores, en España, Suecia y Noruega. Después del Imperio de los zares, que pasó de tener 19 millones de habitantes el 1762 a 29 el 1796, hacia 1800 Francia seguía siendo el país más poblado de Europa.
La Europa central y oriental fueron las regiones europeas con mayor crecimiento demográfico, aunque la importancia de los crecimientos tal vez viene mediatizada por la inseguridad de las fuentes disponibles: 300 por ciento en Hungría, 316 en Pomerania, 200 en el oeste alemán, 166 por ciento en Finlandia. En una escala intermedia encontramos Rusia (157 por ciento de aumento en el último cuarto del siglo XVIII), la Prusia oriental con un 132 por ciento y el conjunto del Sacro Imperio con un 128 por ciento. Por otro lado, los porcentajes de los otros países escandinavos y de la Europa occidental y meridional son mucho más discretos: Suecia, 66 por ciento entre 1720 y 1780; Inglaterra y Gales, 63; Italia y España, 55, y Francia, 32 por ciento.
Evolución de la población mundial por grandes zonas, 1800-1900
(en millones)
Continente | 1800 | 1850 | 1900 | 1800=1 | ||
África | 107 | 111 | 133 | 1,24 | ||
América Norte | 7 | 26 | 82 | 11,71 | ||
América Sur | 24 | 38 | 74 | 3,08 | ||
Asia | 630 | 801 | 925 | 1,46 | ||
Europa | 208 | 284 | 430 | 2,07 | ||
Rusia | 56 | 76 | 134 | 2,39 | ||
Oceanía | 2 | 2 | 6 | 3,00 |
El crecimiento aparece, pues, como un hecho casi general -excepción de Islandia- y se inscribe en un fenómeno mundial, aunque las cifras concretas resultan harto discutibles. Su movimiento expresa situaciones y coyunturas diversas, y obedece a ritmos diferentes. Así, la expansión fue de intensidad diversa y asincrónica: rápida en el caso de Finlandia, Irlanda, Inglaterra y Gales ( 50 por ciento), mucho menos acelerada para Noruega, Suecia e Italia (entre un 25 y un 30 por ciento) y casi lenta en Francia (19 por ciento) y Dinamarca y los Países Bajos (10 por ciento). Por regiones, los contrastes son más acusados: zonas estabilizadas como Borgoña, el Macizo Central, Normandía, el sur de Inglaterra y el centro español guardan poca relación con otras más dinámicas como el centro y el este francés, el norte inglés o la España levantina y andaluza, muy dinámicas.
Los demógrafos históricos no se han puesto de acuerdo para precisar las causas de este incremento. Son múltiples y siempre interrelacionadas y las fuentes, que permitirían llegar a conclusiones convincentes, no han sido estudiadas exhaustivamente.
Las tasas de natalidad en los países europeos siguen siendo muy elevadas a mediados del S.XIX, es decir no variaron prácticamente, respecto a finales del siglo anterior. Las cifras concretas oscilaban de unos países a otros, desde una TBN del 55 por mil en Rusia al 28 por mil en Francia, entre 1840-50. Entre el 50-30 nacimientos por cada mil habitantes a lo largo de un año se encontraban países como: Hungría (50 por mil), Portugal y Prusia (45 por mil), España e Italia (40 por mil) y Holanda e Inglaterra (30 por mil).
Las de mortalidad se situaron por debajo del 30 por 1000, en este periodo (mediados del S. XIX) lo que arroja un elevado crecimiento vegetativo y una mayor esperanza de vida que iría desde los 50 años en Francia hasta los 30 años en Bélgica.
Entre los componentes más importantes de este descenso de la mortalidad en todos los países europeos estuvo, sin duda, el descenso de la mortalidad infantil, que proporcionaba un importante sumando a la tasa bruta de mortalidad.
El lento pero irreversible progreso de la medicina y de la higiene –descubrimiento de las vacunas por el químico y bacteriólogo Luis Pasteur(1822-1895)- y la mejora del nivel de vida –desarrollo de la agricultura (cultivo de la patata, muy nutritiva y de fácil cultivo) y la industria– alivian a la humanidad de las terribles epidemias sufridas en otros tiempos.
La lucha contra la viruela es eficaz, y el cólera y el tifus son dominados a finales del siglo XIX.
Este aumento de población generó dos hechos demográficos de la máxima importancia socio-económica.
En primer lugar, el éxodo rural hacia las ciudades de gran cantidad de población campesina, atraída por el sueño de holgados salarios y de mejor nivel de vida, Londres, París y Berlín sobrepasarán los dos millones de habitantes. En segundo lugar, las emigraciones a ultramar, hacia América del Norte fundamentalmente, experimentan un índice de crecimiento muy elevado (300 por 100 en 1800-1850), bajando a 222 en la segunda mitad. Oceanía alcanzó en la segunda mitad del S. XIX el mismo índice de crecimiento que Norteamérica en la primera mitad.
Cuarenta millones de hombres, entre los que destacan ingleses, irlandeses y alemanes, es el número aproximado que surcó los mares para prolongar en las zonas de destino su originaria civilización occidental, una civilización industrial y urbana.
Importantes cambios socio-económicos
La agricultura tradicional dependía de 3 factores: la tierra, el trabajo y el capital (escaso). La economía también era tradicional y se basaba en economías orgánicas (todo procede de la tierra), esta agricultura se dio de diferentes formas en Europa, en la zona norte con una organización comunitaria (openfields), tecnologías de arado de ruedas, sistemas de cultivo bienal y trienal, a diferencia del sur que debido a las tierras áridas utilizaba un arado sencillo, tenía una organización individual y practicaba la trashumancia. La organización del trabajo se basaba en un sistema feudal con mucha desigualdad entre la población, grandes rentas feudales (prestaciones en trabajo y pago mediante dinero o especies (gran parte de la producción del campesino, apenas dejaba lo mínimo para subsistir) a señores feudales, rey, iglesia), poco poder del Estado, dando paso a la ley de rendimientos marginales decrecientes (el aumento de la población hace que la productividad crezca, pero a largo plazo termina reduciéndola). El sistema feudal cambia debido a la peste negra que acabó con 1/3 de la población quedando muchas tierras libres y haciendo que la monarquía adquiera de nuevo poder, reduciendo la renta feudal y dando paso a la renta de la tierra (arrendamiento de tierras, mediante contratos pactados) mejorando situación de los campesinos dando así la posibilidad al comercio.
El comercio se recuperó tras la crisis romana, originándose con las cruzadas que terminaron con fin comercial, además mediante la ruta de la seda por donde se transportaban productos de oriente (lujosos), también a la aparición de enclaves como Flandes muy bien situada para establecer relaciones comerciales, mejoras en el transporte marítimo (lucha contra obstáculos), construcción de caminos, y sobre todo las mejoras administrativas mediante la formación de gremios (garantizan calidad y cualidad, protección ante riesgos), las ferias (concentración de oferta y demanda a la vez), además del desarrollo de la moneda, la banca y las sociedades mercantiles. En el siglo XIX, después de la crisis comercial, se mantuvo a Italia y Flandes en el comercio y hubo una expansión en el Báltico y el Atlántico.
En conclusión se puede observar como a lo largo de la historia el ser humano ha ido experimentando y aprendiendo nuevas habilidades que iban haciendo que su estilo de vida cambiase y en cierto modo mejorasen sus condiciones, el hecho más claro es el del asentamiento (sedentarismo) que sirvió para el desarrollo de la agricultura que sería la base de la economía mediante el comercio el cual daría paso a la aparición de la banca. No hay que olvidar que, debido a estos cambios, la población humana en determinadas zonas ha aumentado y lo sigue haciendo hasta el día de hoy originando las diferentes teorías tanto de Malthus la cual en la actualidad se observa con claridad ya que tenemos unos recursos limitados y un número de población exagerado, lo cual ha llevado a crear políticas como por ejemplo en China con una densa demografía donde las familias solo pueden tener 1 hijo y la teoría de David Ricardo quien nos muestra la eficiencia de contratar a los trabajadores necesarios para incrementar la productividad. Hoy en día existen demasiadas personas que necesitan trabajar (incremento de la población) pero no hay suficientes puestos de trabajo para todas ellas, las empresas saben cuál es el número necesario de trabajadores para obtener beneficios y solamente contrataran a los que necesiten.
Finalmente como conclusión general se ve como al experimentar y cambiar de mentalidad en ciertos aspectos se puede lograr que hayan cambios diferenciales en la economía, gracias a los cuales, aunque han sido lentos y bastante duros, nos han llevado a lo que hoy constituye nuestro modelo de economía actual que es el modelo capitalista.
En la época, comprendida entre los siglos XVI y XIX, es decir, la anterior a la Revolución Industrial hay que distinguir diversos factores o condicionantes de los comienzos de la industrialización en esa fase de "proto-industrialización".
Aparte del aumento de dinero en circulación, en gran parte debido al creciente aflujo de metales preciosos del Nuevo Mundo, o de la también creciente comercialización de otras mercancías, el factor básico que acentuó la necesidad de nuevas formas de satisfacción de necesidades de consumo fue el desarrollo urbano (ciudades cada vez mayores y con mayores necesidades). Esto no sólo favoreció el surgimiento de nuevos agentes en el mercado, como las compañías comerciales y las bancarias, sino también supuso un incremento cuantitativo de distintas formas de demanda de productos en la población urbana, y al mismo tiempo la necesidad de encontrar un trabajo en la población rural.
Al mismo tiempo que las cifras de población, hasta entonces, habían permanecido prácticamente estables, también se mantuvieron casi sin evolución alguna las formas de trabajo del pasado. El cambio se produjo, con el desarrollo de las ciudades. Después de las guerras de religión que concluyen a mitad del siglo XVII, como en una forma de reacción a las catástrofes demográficas similares a las ocasionadas al final de la Edad Media por las grandes epidemias de peste, se constata un continuado aumento de población desde finales del siglo XVII a comienzos del XVIII.
Esta evolución llevó a una mejora en las condiciones generales económicas en que hay que diferenciar, por una parte, el grupo de factores que favorecen el aumento de demanda de bienes y, por otra parte el cambio de estructuras en las posibilidades de vida de la gran masa de población rural.
Según Mendels, el principal autor en la introducción de esta categoría histórica, el desarrollo proto-industrial habría sido el factor determinante de la decadencia del sistema socio-económico de los gremios artesanales, no sólo en Flandes (la zona que estudió más en su tesis doctoral), sino en toda Europa. Mendels ligaba este desarrollo acontecido en períodos de buena coyuntura económica con la multiplicación de los matrimonios en dichos lugares y el consecuente crecimiento demográfico que habría así preparado el "proletariado" posterior. Las ideas de Mendels fueron recogidas por otros historiadores, como David Levine (1977) que subrayó el aspecto de la "proletarización" de la población. El nuevo trabajador de estas proto-industrias no podía ya vivir del campo y subsistía gracias a recibir un salario.
La obra de Peter Kriedte, Hans Medick y Jürgen Schlumbohm (1977) desencadenó la discusión sobre la tesis de Mandels. Estos autores, que combinan los citados estudios con los resultados de la investigación de la llamada Escuela Histórica alemana (historia de la política económica), elaboraron un modelo general de cambio socio-económico que les permite observar toda la evolución desde el Medioevo al siglo XIX: la que va desde la sociedad agraria del Feudalismo hasta el moderno capitalismo industrial. Esencial en la primera fase de esa evolución habría sido la diferenciación de clases sociales en la agricultura y la formación de subsistemas, uno de mera subsistencia en el campesinado sujeto aún a los señores, y otro de actividades comerciales. Al mismo tiempo se transformaban las rentas por producto en rentas por capital con lo que se crearon las bases del futuro sistema de sociedad capitalista. Dentro de la población agrícola se diferenciaba así la subclase de campesinado más pobre, que será el que se dedica, para poder subsistir, al pluriempleo en que combinan trabajo en el campo con trabajo en las industrias domésticas.
En esta configuración, el campesino no sólo pierde todo contacto directo con el mercado y tiene que vender el producto de ese trabajo doméstico a través del "Verleger" (distribuidor), sino también carece de posibilidades de aprovisionarse de los materiales que precisa; por ejemplo, en el trabajo doméstico de telares, el algodón debe recibirlo del distribuidor que quizá lo ha comprado de mercaderes que lo traen de América.
La teoría de la Protoindustrialización siguió en el centro de la discusión cuando en 1982, Franklin Mendels y Pierre Deyon participaron en el "Eighth International Economic History Congress" en Budapest juntamente con otros 46 investigadoras e investigadores que presentaban resultados de estudios empíricos. En las conclusiones del debate se precisaron los rasgos de la "Proto-Industrialización":
? Esta fase debería comprenderse no a nivel nacional o internacional sino meramente como fenómeno regional (los efectos de tales transformaciones estructurales no abarcaban sino un ámbito más restringido).
? Frente al "artesano" tradicional, la proto-industria se distinguiría por no destinar sus productos predominantemente al consumo local, sino por comercializarlos fuera de la región.
? Las proto-industrias permitían nuevas posibilidades de ocupación en ámbitos antes totalmente dedicadas a lo agrícola. Permitía el pluriempleo del campesino.
? En sus efectos, esta proto-industrialización supuso una simbiosis de industrias doméstico–rurales con el desarrollo regional del comercio.
? La proto-industria contribuyó a introducir un ritmo de cambio económico, creó la "dinámica" del desarrollo.
Los efectos de esta reconfiguración socio-económica fueron decisivos para la formación de la moderna sociedad del capitalismo industrial.
? Sustituyó las barreras anteriores entre propietarios de la tierra, campesinos y los primeros sistemas económicos (comerciantes, distribuidores) por una red de nuevas relaciones condicionadas por el tener que aprovisionarse de materias primas o por delegar en otros la comercialización del propio producto.
? El nuevo sistema moviliza, por así decirlo, al antes estático dinero, y lo convierte de mero instrumento para el intercambio, en algo que, en el nuevo horizonte del "mercado", se multiplica, da beneficios y comienza así el proceso de "acumulación de capital" que será uno de los rasgos distintivos del moderno capitalismo industrial. Esto es, sin estas condiciones hubiera sido casi imposible disponer del capital necesario para financiar las nuevas fábricas. Pero este es uno de los puntos más criticados hoy. Se considera que hubo incluso otras fuentes de capital más importantes para el comienzo de la gran acumulación de capital que caracterizaría la siguiente época a la Revolución Industrial.
? El proceso hace surgir un nuevo tipo de comerciante, que no se contenta a comprar y vender lo que otros producen, sino que él mismo va a encargar y organizar la producción (primero en los hogares-talleres familiares) y luego su distribución. Esos conocimientos prácticos nuevos (un nuevo "know-how") muy distinto del que poseía el propietario de un comercio tradicional, de una tienda o cadena de tiendas, serán los que permitirán luego organizar la "fábrica" que necesita proveedores y planifica la distribución de lo fabricado.
? Asimismo el proceso de la proto-industrialización crea, como se ha dicho arriba, la nueva clase "proletariado" productivo. Una clase que, desde el principio, está situada en condiciones de tal precariedad económica – su óbjetivo básico es poder sobrevivir – que podrá ofrecer "mano de obra barata" a cualquier propietario de medios de producción, tal como lo fueron, al principio los "Verleger" (distribuidores) que concentraban en sus manos todos los recursos en capital (Mosser 1981).
Es evidente que estos primeros estudios no podían abarcar las diferencias propias de otros países. Los estudios estaban demasiado orientados al noroeste europeo (como criticaban Houston/Snell ,1984). Por eso, como se mostraba ya ante, por ejemplo, en los estudios sobre el campesinado ruso (Cajanov, 1923), hay que contar con una gran dispersión en lo que concierne a las condiciones de vida de esa clase rural.
Los historiadores españoles indican incluso que la proto-industrialización contribuyó a mantener vivas zonas agrícolas de bajísima productividad con lo que se reforzaron estructuras feudales y no se produjo ningún cambio hacia la sociedad moderna.
En concreto, Inglaterra poseía mucho antes de que se implantaran estas industrias domésticas, un sistema muy desarrollado comercial y capitalista. Tampoco la evolución demográfica inglesa se realizó según los esquemas mostrados para Centroeuropa.
En lo que concierne a la dinámica "comercial" presuntamente ligada al desarrollo de las proto-industrias se formulan muchas críticas basadas en estudios sobre el papel de zonas de alta productividad agrícola donde las ciudades acumularon riqueza y circulación de capital sin que las proto-industrias desempeñaran ahí el papel de desencadenante básico que los defensores de la tesis sobre la protoindustrialización les atribuyen.
Por estas razones, en la discusión posterior, se ha intentado ampliar el horizonte de problemas (por ejemplo, Cerman, Hudson, Myska y Pfister) a otros aspectos: cambios en la familia y roles de hombre y mujer, cultura cotidiana, comportamientos de consumo, etc.
Los cambios en el entorno.
A) El cambio de estructuras en las actividades rurales.
En contra de la hipótesis de que la revolución industrial simplemente se debió al incremento de riqueza en la burguesía (y las consiguientes posibilidades de concentración de capital) y a la aparición de las nuevas tecnologías (siderurgia, máquina de vapor, primeras máquinas herramientas), desde hace varios decenios se mantiene la tesis de que hay que contar además con un factor decisivo en la aparición de la industrialización: la creciente concentración de producción manufacturera en las áreas rurales.
La tesis se apoya en una evidencia: inicialmente, en la actividad productiva directa ejercida en los talleres de los artesanos de los gremios urbanos siguieron vigentes las formas tradicionales de trabajo. En realidad, desde el siglo XIII, en que las actividades económicas de las ciudades, con sus agrupaciones de artesanos y comerciantes, habían adquirido ya cierta importancia no se constata cambio alguno radical en esa estructura (como se ha descrito arriba al tratar de las razones del no desarrollo gremial hacia nuevas formas productivas).
La gran masa de la población seguía siendo la rural, donde predominaba claramente la actividad agraria.
Cuando la Revolución Industrial traspasó el nivel de masa crítica que la hizo imparable se producirá el desarrollo del nuevo "mercado de trabajo". El trabajo se va a convertir así en un bien comercializable como los demás bienes materiales, se le venderá (casi siempre bajo presiones elementales, para sobrevivir) o comprará al mejor precio (con perjuicio del nivel de vida de casi todos los empleados). Sólo se exceptuarán de esta regla los directivos de las empresas o futuros managers. Pero antes de la aparición de ese mercado se realizó una profunda transformación que debe ser tenida en cuenta si es que se quiere comprender adecuadamente el entorno en que se produjo esa Revolución.
La actividad productora de bienes distintos de los específicamente propios del agro, es decir, artículos de tipo artesanal producidos en unidades de explotación familiar y dirigida a mercados interregionales, se debió a un proceso autónomo que tiene todos los rasgos de la "autopoiesis" de un sistema social tal como lo ha descrito Luhmann.
Este proceso se fue configurando así por fuerzas internas al propio sistema rural, aunque evidentemente respondiendo a las "irritaciones" que factores externos causaron en el seno de dicho sistema.
La agricultura, debido a la secuencia natural entre las estaciones, provoca en el personal asalariado el conocido fenómeno del "paro estacional". En las épocas de menor ocupación se puede agudizar el desempleo. La explotación pecuaria era menos sensible a este fenómeno, pero su intensidad de trabajo era menor. Por tanto, la actividad rural, casi naturalmente, provocaba la aparición de una masa de población que debía buscar otras fuentes de trabajo. Es decir, se trataba de buscar ingresos complementarios en ocupación no agrícola.
Pero ese fenómeno no es el principal factor en el origen de la proto-industrialización. El crecimiento demográfico, que en otras tiempos había compensado las pérdidas de población por enfermedades y guerras, pasó a convertirse en factor negativo. El crecimiento de la producción agrícola y de otros bienes no podía seguir ya el ritmo del aumento de población. El intento de sacar mayor partido a la agricultura, dado el aumento de población activa, implicó una menor productividad. Este es el contexto en que se formuló la Ley de la productividad decreciente del suelo. Se agotaban las tierras fértiles y se recurrió a terrenos menos rentables. Al comenzar el siglo XVIII, la gran masa de la población rural no estaba compuesta de propietarios con tierras suficientes para alimentarse, sino de campesinos asalariados o con mínimas propiedades (hasta llegar a la clase de los sirvientes de los señores feudales y de los grandes campesinos). Antes del "proletariado urbano" se creó así un "proletariado rural" que constituía una fuente de mano de obra para las iniciales pequeñas industrias artesanales de las unidades familiares rurales. El proceso había comenzado ya mucho antes, como sucedió, por ejemplo, con las propiedades agrícolas británicas. Allí desde el siglo XVI se iniciaron los cambios en que se fue minando la capacidad del anterior pequeño campesino y se crearon posibilidades de explotaciones más potentes ante el mercado, las denominadas "enclosures", como terrenos vallados en propiedad de un señor. En realidad, el surgimiento de esta forma de explotación agrícola supuso una auténtica revolución en las formas de organizar la producción en el sector primario. En cierto sentido anticipó lo que hoy se hace con la "concentración parcelaria", estuvo apoyada por leyes especiales (desde principios del siglo XVII), y permitió a sus propietarios, los grandes terratenientes ingleses, la utilización de medios y técnicas más modernas. Se calcula que algunas cosechas posibilitaban beneficios superiores en un 50% a la inversión previa. Los lores, señores de tales posesiones, dominaban el Parlamento y con el pretexto de impulsar la producción de cereales hicieron votar una reglamentación aduanera proteccionista: las "corn laws".
Frente a estos propietarios favorecidos, el resto tuvo que explotar con mayor intensidad tierras más pobres (con "rendimientos decrecientes"). Así surgió aquel proletariado rural, como masa de campesinos empobrecidos y desvinculados del suelo, que luego pasaron a constituir las masas proletarias de las nuevas zonas industriales.
El papel de la "enclosure" en la revolución agraria previa a la revolución industrial.
Entre 1450 y 1850 la población inglesa se incrementó en más de cinco veces, pero sin reducirse los salarios reales, y al mismo tiempo la proporción de la población empleada en la agricultura descendió del 70% a menos de un 25%. Estos cambios implican que el rendimiento por hectárea y por trabajador en la agricultura inglesa debió incrementarse también enormemente antes de 1850. Es decir, parece que Inglaterra realizó una revolución agrícola antes y durante su Revolución Industrial.
Desde K. Marx, los historiadores han supuesto que el factor clave en el desarrollo de este proceso de cambio había sido un cambio institucional: la sustitución de los derechos comunales de propiedad sobre el campo por la propiedad capitalista, sobre todo al crearse latifundios. Sin embargo, en los últimos 20 años, algunos historiadores de la economía, como Donald McCloskey, Michael Turner y Robert Allen, han cuestionado esta presuposición. El cambio en la forma institucional de regular la propiedad sobre la agricultura sólo habría sido un factor secundario en la realización del revolucionario incremento en la productividad agraria.
En la ambiciosa obra de Allen se confirman sus anteriores tesis sobre el mínimo papel del cambio en los derechos de propiedad, y se expone una nueva interpretación del desarrollo temporal y causas de la revolución agrícola.
Allen examina los efectos del sistema de la "enclosure" sobre el cambio de población en las zonas rurales, los efectos del aumento de tamaño de las propiedades agrícolas sobre el rendimiento del campo y productividad del trabajo, y el impacto de este cambio rural sobre la distribución de bienes agrícolas y sobre el nivel de empleo. La mayor dificultad con que tropieza el historiador de esta transformación es la carencia de datos exactos y recopilados sistemáticamente antes de 1850. Allen aprovecha muy diversas fuentes para tratar los problemas que plantea (se le ha criticado cierta ingenuidad) y plantea varias hipótesis sobre el desarrollo de esta revolución.
En primer lugar, al tratar los efectos del surgimiento de la "enclosure", Allen intenta cuantificar su impacto según una cuota de adopción de nuevas técnicas de trabajo en magnitudes de rendimiento por acre, productividad del trabajo, beneficio y eficiencia global. Como resultado llega a la sorprendente conclusión de que el nuevo sistema de la "enclosure" no habría supuesto ningún avance relevante en la eficiencia. Ciertamente, ya antes, McCloskey había afirmado que la duplicación de la renta agrícola era un modesto resultado, pero Allen va más lejos y argumenta que el incremento de renta provino casi completamente del traspaso del beneficio del anterior campesino arrendatario del terreno al propietario que ahora empleaba trabajo asalariado. La "enclosure" había sido la forma en que se privó al campesinado de parte de la renta que antes poseía.
Esto crea cierta confusión sobre las razones que debieron mover a los grandes señores para permitir que los arrendatarios pudieran retener parte de las rentas originadas en las aldeas con campos abiertos. Estas diferencias en las rentas entre las tierras abiertas y las "enclosures" se remontan a la Edad Media.
La solución dada por Allen consiste en afirmar que las bajas rentas logradas en las tierras abiertas resultaban de la combinación de la incapacidad para poder calcular entonces la rentabilidad de la tierra y de la falta de decisión en parte de los señores para exigir a sus arrendatarios el pago de las cantidades debidas a precio de mercado. Pero esta solución no explica, de ningún modo, el por qué los señores exigieron luego con exactitud despiadada rentas de mercado en sus tierras cerradas.
En esta hipótesis, de que la "enclosure" no fue el factor desencadenante de la revolución agrícola Allen propone dos causas diversas.
La "revolución de los hacendados" en productividad del trabajo y rendimientos del campo durante el siglo XVII se habría ejecutado dentro del marco de la agricultura tradicional (sin modificar su marco institucional de relaciones de propiedad y uso de superficies comunales o en subarriendo). La mayor eficiencia del trabajo y el incremento en rendimientos se habría traducido entonces a mejoras en la renta de toda la población, no sólo de los propietarios privados.
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