Esto debemos tomarlo con las armas en la mano desconociendo el "derecho" que los capitalistas se otorgan a sí mismos, de retener en sus manos lo que las manos de los trabajadores han hecho.
Neguemos resueltamente ese "derecho" que es inicuo; que no se derrame más sangre para encumbrar ambiciosos.
Que se derrame, sí, toda la que sea necesaria, para que no haya miseria, para que todos tengan que comer, para que no haya hombres que tengan a su servicio otros hombres, para que todos seamos iguales, hermanos, libres y tan felices como humanamente se pueda serlo.
Todo esto seguirá si nos apartamos todos de la política y luchamos resueltamente para arrancar de las manos de los ricos todo lo que detentan para que sea de todos.
Arriba, pues, soldados maderistas.
Enarbolad la Bandera Roja poniendo en ella esta inscripción en letras blancas: Tierra y Libertad.
Volved la boca de vuestro fusiles contra Madero, contra De la Barra, contra cualquiera que pretenda gobernar.
Por donde quiera que vayáis, aconsejad a los peones que trabajen las haciendas por su cuenta.
A los mineros decid que traigan los metales y el carbón también por su cuenta.
A los obreros de las fábricas invitadlos a que hagan lo mismo y así sucesivamente.
Aconsejad que formen grandes almacenes con lo que produzcan los trabajadores, para que todos los que hayan contribuido a la producción, tengan derecho a tomar lo que necesiten.
Hombres de buena voluntad pueden levantar estadísticas de todo lo que existe en los almacenes de la burguesía para que las comunidades sepan con qué elementos se cuenta para la subsistencia de la misma mientras se ara la tierra, se siembra el grano y se recoge la primera cosecha.
Mientras en las fábricas, en las fundiciones, en los talleres, en las minas, se activa la producción de todo lo que sea NECESARIO.
Hágase libre uso de los ferrocarriles, barcos y otros medios de transportación y distribución de los efectos elaborados, de los granos cosechados, de todo lo que necesiten otras comunidades productoras, las que harán otro tanto con lo que necesiten las primeras, estableciéndose así un intercambio de productos de las comunidades.
Todo eso es sencillísimo, para llegar a ello no se necesita la intervención del polizonte ni del gobierno.
Se necesita: buena voluntad.
Dejémonos los pobres de confiar de que los "inteligentes" piensen por nosotros: pensemos con nuestra cabeza.
Dejémonos de romper las crismas unos con otros por elevar a la Presidencia a este o aquel individuo.
Lo primero es comer, trabajar menos, habitar casas sanas que, después, habrá tiempo bastante para educarnos.
Pero todo eso hay que obtenerlo por la fuerza.
No hay que esperar nada de ningún gobierno porque estos no son otra cosa que los guardianes de la clase capitalista.
Ya es tiempo de que la plebe arregle las cosas.
Ya es tiempo de que los pobres, los eternos humillados, los eternos esclavos, nos resolvamos a hacer algo digno de la cultura del siglo. ¡Abajo los ricos! ¡Viva Tierra y Libertad! ¡Muera el hambre!"
(De Regeneración)
5 de agosto de 1911
A los huelguistas y a los trabajadores en general
"Las circunstancias especiales en que se encuentra el país son excepcionalmente propicias para que los trabajadores se aprovechen de ello y conquisten, de una vez para siempre, su libertad económica.
El capital y la autoridad se desquician en la casta extensión del territorio nacional a los golpes reivindicadores del Partido Liberal Mexicano.
Los negocios se suspenden; las fábricas, los talleres, las minas cierran las puertas; en las haciendas yacen inactivos los instrumentos de agricultura.
El tráfico ferrocarrilero denuncia una baja considerable en las transportaciones; el pánico producido por la actividad de los liberales que luchan por la Tierra y Libertad, determina la explotación de millones de cabezas de ganado de todas las clases, de las haciendas de madero, Treviño, terrazas y otros bandoleros.
La desobediencia plausible de los soldados maderistas que no rinden las armas; la división de la clase capitalista en un sin número de banderías; la ruptura de las relaciones amigables entre madero y De la Barra.
El reyismo preparándose para el cuartelazo; la clerigalla asomando la cabeza y enarbolando audazmente la bandera negra del retroceso.
El caciquismo flaqueando a los pueblos con la rabia del que se siente perdido y orillado a tomar resoluciones extremas.
Los "científicos" afilando el puñal que ha de atravesar el corazón de reyes y dado el carácter de Madero un puntapié para hacerlo llegar más pronto al fondo del sepulcro que con sus ambiciones bastardas ahondó él mismo.
Los rescoldos del odio entre maderistas y federales avivados por el soplo oportunismo de las ambiciones de los jefes de ambos bandos.
El ansia del poderío y de grandeza de los politicastros de todos los matices, soliviantando las pasiones de las masas con los beneficios ilusorios de la boleta electoral.
Las legislaturas u asambleas municipales disueltas por las fuerza, cuando no se presentan a servir a un cacique les ofrece menos que el cacique que regatea esos rebaños de "representantes del pueblo".
Los combates frecuentes entre maderistas por cuestiones de supremacías.
La huelga general desconcertando por igual a amos y tiranos; el ejército de los "sin trabajo" desfilando por las calles y las plazas de las ciudades.
Las multitudes hambrientas y enflaquecidas comenzando a lanzar miradas hacia los palacios de la espantada burguesía.
La toma por medio del saqueo de las existencias de las tiendas y de las fábricas por mujeres, niños y ancianos.
Los peones vengando seculares agravios con el incendio de sembrados y la muerte de los amos.
Todo esto es el caos, la ebullición formidable de todas las tendencias buenas y malas, de toas las ambiciones, de todos los apetitos.
El crimen y la virtud, el bien y el mal, lo grande y lo pequeño.
Todo contribuyendo a avivar el fuego que tendrá como consecuencia o la total desaparición de una raza si ésta es incapaz de regenerarse por medio de la lucha y se somete cobarde a sus verdugos, o su luminosa regeneración si sin cobardía continúan la lucha hasta su fin: la emancipación económica, política y social del pueblo mexicano.
Compañeros mexicanos: en estos momentos solemnes de la historia de las luchas de la humanidad por su progreso y su perfección millones de ojos os contemplan a través de los océanos desde otros continentes; desde otras tierras, con la emoción del que opera una resolución definitiva de vida o de muerte.
Sabedlo, trabajadores mexicanos, vuestro triunfo será la aurora de un nuevo día para todos los oprimidos de la tierra, así como vuestra derrota determinará el remache de las cadenas de todos los trabajadores del mundo.
Cientos de huelgas se registran en estos momentos en todo el país de carácter más o menos revolucionario.
Hasta hoy, las mejores huelgas han sido las de los peones del campo del estado de Yucatán, porque los compañeros trabajadores no han asumido esa actitud inofensiva de dejar caer la herramienta y cruzarse de brazos en espera de mejores salarios y reducción de horas de trabajo.
Los peones de las haciendas yucateca han tomado posesión de muchas de ellas y las están trabajando por su cuenta, desconociendo resueltamente el derecho de los ricos de tener a salario a los trabajadores.
Otros actos notables de reivindicación de los derechos del os productores, han sido la toma de posesión de las tierras de los habitantes del estado de Morelos, para trabajar sin amos, pues se ha desconocido a éstos el derecho de propiedad.
La toma de posesión de las tierras de los camarada yaquis y la heroica lucha de éstos contra las fuerzas de Madero que pretenden desalojarlas de sus tierras.
La toma de posesión de las tierras de algunos pueblos de las costas de sotavento de Veracruz.
La toma de posesión de las tierras de algunas comunidades indígenas del estado de Jalisco.
En otros estados de está haciendo lo mismo por poblaciones dignas que han perdido la fe en los gobiernos y que hacen justicia por su propia mano.
Las huelgas de carácter revolucionario se han concretado a volar fábricas con dinamita, a arrancar plantíos, a desplomar minas, peor hay que reflexionar sobre esto.
Si se destruye la maquinaria, poco se ganará.
Hay que tomar resueltamente posesión de las fábricas, de los talleres, de las minas, de las fundiciones, etcétera.
En lugar de dejar caer las herramientas y cruzarse de brazos, en lugar de destruir el patrimonio común.
Compañeros, hermanos trabajadores, seguid trabajando; pero con una condición: de no trabajar para los patrones, sino para vosotros y vuestras familias.
Dejad en pie la fabrica, no desploméis la mina, no arraséis, los sembrados y aprovechaos de todo.
Mientras vuestros hermanos liberales se baten con los sicarios del capital y la autoridad, continuad vuestro trabajo y armaos también, para defender lo que ya es vuestro.
No penséis de que los ricos tienen derecho a explotaros.
Ese derecho es criminal, porque todo lo que tienen los ricos ha sido de vuestras manos o es bien natural, común a todos, como la tierra, los bosques, los ríos.
Trabajad para que nada os falte durante esta tremenda lucha contra todas las opresiones.
Los trabajadores del campo surtirán de víveres y de materia prima a los trabajadores de las fábricas y de los talleres y, recíprocamente, los trabajadores de las fábricas y los talleres surtirán a sus hermanos del campo de herramientas, vestidos, etcétera.
Lo mismo harán los trabajadores de las minas, de las fundiciones, de las construcciones de casas, quedando establecido un intercambio de productos, para cuya distribución hay que usar libremente los ferrocarriles y todos los medios de transportación de materia prima o elaborada.
Compañeros: La ocasión es propicia para que los trabajadores conquisten su libertad económica.
La autoridad es en estos momentos una pluma a merced de todos los vientos.
El capital es un trono minado hasta sus cimientos.
No se necesita otra cosa para triunfar, que desconocer el derecho de la propiedad individual y dar el golpe de gracia a la autoridad.
¡Manos a la obra, camaradas! A tomar posesión inmediata de todo cuanto la
Naturaleza nos brinda y la mano y el cerebro del hombre ha creado.
La huelga no es redentora, La huelga es una vieja arma que perdió su filo dando golpes contra la solidaridad burguesa y la ley de hierro de la oferta y la demanda.
La huelga no es redentora porque reconoce el derecho de propiedad, considera que el patrón tiene derecho a quedarse con parte del producto del trabajo humano.
Se gana una huelga; pero el precio de los productos aumenta y la ganancia para el trabajador es perfectamente ilusoria.
Lo que antes de la huelga valía, por ejemplo, un centavo, después que ha sido ganada la huelga valdrá dos, con lo que el capital nada pierde y si pierde el trabajador.
La abolición de la miseria se obtendrá cuando el trabajador se haga el propósito de desconocer el derecho de propiedad.
Mexicanos: este es el momento oportuno.
Tomad posesión de todo cuanto existe. No paguéis contribuciones al gobierno; no paguéis renta de la casa que ocupáis.
Tomad las haciendas para trabajar la tierra en común, haciendo uso de la excelente maquinaria que tienen los burgueses.
Quedaos con fábricas, talleres, minas, etcétera.
Así acabaréis con la miseria, así os dignificaréis ante los ojos inteligentes que en estos momentos solemnes dirigen sus miradas hacia México.
No tengáis miedo a la muerte; tened miedo a la humillación de ser esclavos, de ser apaleados, de ser vistos con desprecio por los señores barrigones que os explotan.
Escupid el rostro de los que dicen que todo se puede conseguir por medios pacíficos.
Escupid al rostro de los que os prometen redimiros para cuando estén en el poder. A ésos, ¡Ahorca
Con que, camaradas: ¡A la expropiación!"
(De Regeneración)
2 de septiembre de 1911
El pueblo mexicano es apto para el comunismo
"Los habitantes del estado de Morelos, así como los del Sur de Puebla, de Michoacán, Durango, Jalisco, Yucatán y otros estados, en que vastas extensiones territoriales han sido invadidas por multitudes proletarias que se han dedicado desde luego a cultivarlas demuestran al mundo entero, con hechos, que no se necesita una sociedad de sabios para resolver el problema del hambre.
Para llegar al resultado práctico de la toma de posesión de la tierra y de los instrumentos de trabajo en México, no se ha necesitado de "líderes ", de "amigos" de la clase trabajadora, ni ha hecho falta "decretos paternales", "leyes sabias" ni nada de eso.
La acción lo ha hecho y la esta haciendo todo.
México marcha hacia el comunismo más aprisa de lo que esperábamos los más exaltados revolucionarios y el gobierno y la burguesía se encuentran ahora sin saber que hacer en presencia de hechos que creían muy lejanos todavía de que se realizasen.
No hace aún tres meses de que Juan Sarabia, en una extensa y fastidiosa carta abierta dirigida a mí y que fue publicada por casi toda la prensa burguesa de México, me decía que la clase trabajadora no entendía lo que predicábamos y que el pueblo estaba satisfecho con la conquista de la revuelta de Madero; la boleta electoral.
Los hechos lo van demostrando que no somos unos ilusos los liberales y que luchamos convencidos de que nuestra acción y nuestra propaganda responden a las necesidades y al modo de pensar de la clase pobre de México.
El pueblo mexicano odia, por instinto, a la autoridad y a la burguesía.
Todo aquel que haya vivido en México se habrá cerciorado, de que no hay individuo más cordialmente odiado que el gendarme; que la palabra "gobierno" llena de inquietud a las personas sencilla; que el soldado, en todas partes admirado y aplaudido, es visto con apatía y desprecio; que toda persona que no se gana el sustento con el trabajo de sus manos es odiada.
Esto es ya más que suficiente para una revolución social de carácter económico y antiautoritario; pero hay más.
En México viven unos cuatro millones de Indios, que hasta hace veinte o veinticinco años vivían en comunidades, poseyendo en común la tierra, las aguas y los bosques.
El apoyo mutuo era la regla en esas comunidades, en las que la autoridad sólo era sentida cuando el agente de la recaudación de rentas hacía su aparición periódica o cuando los rurales llegaban en busca de varones para hacer los ingresar a la fuerza al ejército.
En estas comunidades no había jueces, ni alcaldes, ni carceleros, ni ninguna polilla de esa clase.
Todos tenían derecho a la tierra, al agua para los regadíos, al bosque para la leña y a la madera para construir sus jacales.
Los arados andaban de mano en mano, así como las yuntas de los bueyes.
Cada familia labraba la extensión del terreno que calculaba ser suficiente para producir lo necesario, y el trabajo se escarda y de levantar las cosechas se hacía en común, reuniéndose toda la comunidad hoy, para levantar la cosecha de Pedro, mañana para levantar la de Juan y así sucesivamente.
Para fabricar un jacal, ponían manos a la obra todos los miembros de la comunidad.
Estas sencillas costumbres duraron hasta que, fuerte la autoridad por la pacificación completa del país, pudo garantizar a la burguesía la prosperidad de sus negocios.
Los generales de las revueltas políticas recibieron grandes extensiones de terrenos; los hacendados ensancharon los limites de sus feudos; los más viles politicastros obtenían como baldíos terrenos inmensos, y los aventureros extranjeros obtuvieron concesiones de tierras, bosques, aguas, de todo.
Quedando nuestros hermanos indios sin un palmo de tierra, sin derecho a tomar del bosque ni la más pequeña rama de un árbol, en la miseria más abyecta, despojados de todo lo que era de ellos.
En cuanto a la población mestiza, que es la que forma la mayoría de los habitantes de la república mexicana, con excepción de la que habitaban las grandes ciudades y los pueblos de alguna importancia, contaba igualmente con tierras comunales, bosques y agua libre, lo mismo que la población indígena.
El mutuo apoyo era igualmente la regla; las cosas se fabricaban en común; la moneda casi no era necesaria, porque había intercambio de productos.
Pero se hizo la paz, la autoridad se robusteció, y los bandidos de la política y del dinero robaron descaradamente las tierras, los bosques, todo.
No hace aún cuatro años, todavía podía verse en los periódicos de oposición que el norteamericano X, o el alemán Y o el español Z habían encerrado a su población entera en los límites de "su" propiedad con la ayuda de la autoridad.
Se ve, pues, que el pueblo mexicano es apto para llegar al comunismo, porque lo ha practicado, al menos en parte, desde hace siglos, y eso explica por qué, aun cuando la mayoría es analfabeto, comprende mejor que tomar parte en farsas electorales para elevar verdugos.
Es preferible tomar posesión de la tierra, y la está tomando con grand escándalo de la ladrona burguesía.
Ahora sólo resta que el obrero tome posesión de la fábrica, del taller, de la mina, de la fundición, del ferrocarril, del barco, de todo en una palabra.
Que no se reconozcan amos de ninguna clase y ese será el final del presente movimiento.
¡Adelante, camaradas!"
(De Regeneración)
9 de septiembre de 1911
El gobierno y la revolución económica
"Al trote andan los señores del gobierno mexicano tratando de resolver, a su manera, el problema del hambre.
Cuando los que gobiernan consideran serias las aspiraciones de los pueblos, se apresuran a obrar de una manera que, sin comprometer los intereses de la clase rica –de los que son celosos guardianes-, calme aunque sea por un momento, el ímpetu revolucionario de las masas.
Ya nadie niega en México que la revolución marcha a pasos agigantados hacia el comunismo.
El espanto de la burguesía se refleja en su prensa.
El Imparcial del 30 de agosto, en un editorial titulado "El Plan de Texcoco y la revolución es la revolución", asegura que el sentimiento que ha predominado en la revolución es el de la explotación de la tierra de las manos de los ricos, y juzga, por lo tanto, natural, que los habitantes de varios estados de la República estén tomando posesión de la tierra –palabras textuales—sin permiso de sus dueños".
La intensa agitación que están provocando en todo el país los grupos liberales armados; los diarios combates que éstos sostiene contra las fuerzas maderistas y federales, el clamor inquietante de todo un pueblo que no quiere otra cosa sino ¡tierra! ¡Tierra! ¡Tierra!, han hecho que el gobierno simule preocuparse por los pobres, y, según la prensa burguesa, está ya por resolverse el problema agrario.
Dicen los periódicos capitalistas que el gobierno va a comprar vastas extensiones territoriales, las que serán fraccionadas y repartidas entre agricultores, QUE TENDRAN QUE PAGARLAS en plazos más o menos largos.
Esto, mexicanos, es una engañifa miserable de vuestros verdugos.
Tengamos bien entendido que no tratamos de comprar tierra, sino de tomarla, desconociendo el derecho de propiedad.
Lo que el gobierno llama solución del problema agrario no es tal solución, porque de lo que se trata es de crear pequeña burguesía rural, quedando de ese modo la tierra en más manos, sin duda, de lo que está actualmente; pero no en todos y cada uno de los habitantes de México, hombre y mujeres.
De lo que se trata es de que todos sean dueños de la tierra y no unos cuantos que tengan con qué pagarla.
Por otra parte, el gobierno se daría mañas para que los agricultores pobres no pudieran hacer pagos, y entonces serían recogidas las tierras por falta de pago y los pobres quedarían tan pobres como siempre, o peor.
Pero aun suponiendo que no se tuviese que pagar nada por un pedazo de tierra ¿de dónde podrían sacar elementos los pobres, tanto para cultivarlas como para sostenerse ellos y sus familias durante el tiempo que transcurre desde que se comienzan los trabajos hasta la recolección de las cosechas?
¿No tendría que pedir fiado al tendero, al agiotista, a todo el mundo, de manera que al levantar sus cosechas nada aprovecharía de ellas?.
Por el sólo hecho de no quedar abolido el derecho de la propiedad individual, ¿no quedarían los agricultores pobres a merced, como siempre, del poder absorbente del gran capital?.
Los grandes propietarios rurales harán una terrible competencia que éstos no podrían resistir y se verían obligados a abandonar el pedazo de tierra que la hipocresía gubernamental hubiera puesto en sus manos en los momentos del peligro para el principio de autoridad, como es el actual.
No os dejéis engañar, mexicanos, por lo que, temerosos de vuestras acciones revolucionarias, tratan de adormeceros con reformitas que no salvan.
El gobierno ha comprendido que os rebeláis porque tenéis hambre, y trata de calmar vuestra hambre con una miga de pan.
Entended que hay que abolir el derecho de propiedad privada de las tierras y de las industrias, para que todo: tierra, minas, fábricas, talleres, fundiciones, aguas, ferrocarriles, barcos, ganados, sean propiedad colectiva, dando muerte de este modo a la miseria, muerte al crimen, muerte a la prostitución.
Todo eso hay que hacerlo por la fuerza a sangre y fuego.
Los trabajadores por sí solos, sin amos, sin capataces, deben continuar moviendo las industrias de toda clase, y se concertarán entre sí los trabajadores de todas las industrias para organizar la producción y la distribución de las riquezas.
De esa manera nadie carecerá de nada durante la presente revolución".
(De Regeneración)
23 de septiembre de 1911
Manifiesto
"Mexicanos:
La junta organizadora del Partido Liberal Mexicano ve con simpatía vuestros esfuerzos para poner en práctica los altos ideales de emancipación política, económica y social, cuyo imperio sobre la tierra podrá fin a esa ya bastante larga contienda del hombre contra el hombre, que tiene su origen en la desigualdad de fortunas que nace del principio de la propiedad privada.
Abolid ese principio significa el aniquilamiento de todas las instituciones políticas, económicas, sociales, religiosas y morales que componen el ambiente dentro del cual se asfixia la libre iniciativa y la libre asociación de los seres humanos.
seres que se ven obligados, para no perecer, a entablar entre sí una encarnizada competencia, de la que salen triunfantes, no los más buenos, ni los más abnegados, ni los mejor dotados en lo físico, en lo moral o lo intelectual, sino los más astutos, los más egoístas, los menos escrupulosos, los más duros de corazón, los que colocan su bienestar personal sobre cualquier consideración de humana solidaridad y de humana justicia.
Sin el principio de la propiedad privada no tiene razón de ser el gobierno que sólo es necesario para tener a raya a los desheredado de sus querellas o de sus rebeldías contra los detentadores del la riqueza social.
Ni tendrá razón de la iglesia, cuyo exclusivo objeto es estrangular en el ser humano la innata rebeldía contra la opresión y la explotación, por la prédica de la paciencia, de la resignación y de la humildad, acallando los gritos de los instintos más poderosos y fecundos con la práctica de penitencias inmorales, crueles y nocivas a la salud de las personas.
Para que los pobres no aspiren a los goces de la tierra y constituyan un peligro para los privilegios de los ricos, prometen a los humildes, a los más resignados, a los más pacientes, un cielo que se mece en el infinito, más allá de las estrellas que se alcanzan a ver.
Capital, autoridad, clero: he ahí. La trinidad sombría que de esta bellas tierra son un paraíso para los que han logrado acaparar en sus garras por la astucia, la violencia y el crimen, el producto del sudor, de la mugre, de las lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones de trabajadores.
Y un infierno para los que con sus brazos y su inteligencia trabajan la tierra, mueven la maquinaria, edifican las casas, transportan los productos.
Quedando de esa manera dividida la humanidad en dos clases sociales de intereses diametralmente opuestos: la clase capitalista y la clase trabajadora.
La clase que posee la tierra, la maquinaria de producción y los medios de transportación de las riquezas y la clase que no cuente más que con sus brazos y su inteligencia para propiciarse el sustento.
Entre estas dos clases sociales no puede existir vínculo alguno de amistad ni de fraternidad.
Porque la clase poseedora está siempre dispuesta a perpetuar el sistema económico, político y social que garantiza el tranquilo disfrute de sus rapiñas.
Mientras la clase trabajadora hace esfuerzos por destruir ese sistema inicuo para instaurar un medio en el cual la tierra, las casas, la maquinaria de producción y los medios de transportación sean de uso común.
Mexicanos: el Partido Liberal Mexicano reconoce que todo ser humano, por el solo hecho de venir a la vida, tiene derecho a gozar de todas y cada una de las ventajas que la civilización moderna ofrece, porque esas ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio de las clases trabajadoras de todos los tiempos.
El Partido Liberal Mexicano reconoce como necesario, el trabajo para la subsistencia y, por lo tanto, todos, con excepción de los ancianos, de los impedidos e inútiles y los niños, tienes que dedicarse a producir algo útil para poder dar satisfacción a sus necesidades.
El Partido Liberal Mexicano. Reconoce que el llamado derecho de propiedad individual es un derecho incluso, porque sujeta al mayor número de seres humanos a trabajar y a sufrir para la satisfacción y el ocio de un pequeño número de capitalistas.
El Partido Liberal Mexicano reconoce que la autoridad y el clero son el sostén de la iniquidad del Capital, y, por lo tanto, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha declarado solemnemente guerra a la autoridad, guerra al capital, guerra al clero.
Contra el capital, la autoridad y el clero, el Partido Liberal Mexicano tiene enarbolada la bandera roja en los campos de acción en México, donde nuestros hermanos se baten como leones, disputando la victoria a los huestes de la burguesía o sea: maderistas, reyistas, vazquistas, científicos.
Y tantas otras cuyo único propósito es encumbrar a un hombre a la primera magistratura del país, para hacer negocio a su sombra sin consideración alguna a la masa entera de la población de México, y reconociendo, todas ellas, como sagrado, el derecho de propiedad individual.
En estos momentos de confusión, tan propicios para el ataque contra la opresión y la explotación.
En estos momentos en que la autoridad, quebrantada, desequilibrada, vacilante, acometida por todos los flancos por las fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la tempestad de todos los apetitos avivados por la esperanza de un próximo hartazgo.
En estos momentos de zozobra, de angustia, de terror para todos los privilegiados.
Masas compactas de desheredados invaden las tierras, queman los títulos de propiedad, ponen las manos creadoras sobre la fecunda tierra y amenazan con el puño a todo lo que ayer era respetable; autoridad, capital y clero; abren el surco, esparcen la semilla y esperan, emocionados, los primeros frutos de su trabajo libre.
Estos son, mexicanos, los primeros resultados prácticos de la propaganda y de la acción de los soldados del proletariado, de los generosos sostenedores de nuestros principios igualitarios, de nuestros hermanos que desafían toda imposición y toda explotación con este grito de muerte para los de arriba y de vida y de esperanza para todos los de abajo: ¡VIVA TIERRA Y LIBERTAD!
La tormenta se reduce día a día: maderistas, vazquistas, reyistas, científicos, delabarristas os llaman a gritos, mexicanos, a que volvéis a defender sus desteñidas banderas, protectoras de los privilegios de la clase capitalista.
No escuchéis las dulces canciones de esas sirenas, que quieren aprovecharse de vuestro sacrificio para establecer un gobierno, esto es, un nuevo perro que proteja a los intereses de los ricos.
¡Arriba todos; pero para llevar a cabo la expropiación de los bienes que detentan los ricos!
La expropiación tiene que ser llevada acabo a sangre y fuego durante este grandioso movimiento, como lo han hecho y lo están haciendo nuestros hermanos los habitantes de Morelos, sur de Puebla, Michoacán, Guerrero, Veracruz, norte de Tamaulipas, Durango, Sonora, Sinaloa, Jalisco, Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo y regiones de otros estados.
Según ha tenido que confesar la propia prensa burguesa de México, en que los proletarios han tomado posesión de las tierras sin esperar a que un gobierno paternal se dignase hacerlos felices, conscientes en que no hay que espera nada bueno de los gobiernos y de que "la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos".
Estos primeros actos de expropiación han sido coronados por el más risueño de los éxito; pero no hay que limitarse a tomar tan sólo posesión de la tierra y de los implementos de agricultura; hay que tomar resueltamente posesión de todas las industrias por los trabajadores de las mismas, consiguiéndose se esta manera que las tierras, las minas, las fabricas, los talleres, las fundiciones, los carros, los ferrocarriles, los barcos, los almacenes
De todo género y las casas queden en poder de todos y cada uno de los habitantes de México, sin distinción de sexo.
Los habitantes de cada región en que tal acto de suprema justicia se lleva a cabo no tienen otra cosa qué hacer que ponerse de acuerdo para todos los efectos que se hallen el las tiendas, almacenes, graneros, etcétera., sean conducidos a un lugar de fácil acceso para todos, donde hombres y mujeres de buena voluntad pr4acticarán un minucioso inventario de todo lo que se haya recogido, para calcular la duración de esa existencias, teniendo en cuenta las necesidades y en número de los habitantes que tienen que hacer uso de ellas, desde el momento de la expropiación hasta que en el campo se levanten las primeras cosechas y en las demás industrias se produzcan los primeros efectos.
Hecho el inventario, los trabajadores de las diferentes se entenderán entre sí fraternalmente para regular la producción; de manera que, durante este movimiento, nadie carezca de nada, y sólo se morirán de hambre aquellos que no quieran trabajar, con excepción de los ancianos, los impedidos y los niños, que tendrán derecho a gozar de todo.
Todo lo que se produzca será enviado al almacén general de la comunidad del que todos tendrán derecho a tomar todo lo que necesiten según sus necesidades, sin otro requisito que mostrar una contraseña que demuestre que se está trabajando en tal o cual industria.
Como la aspiración del ser humano es tener el mayor número de satisfacciones con el menor esfuerzo posible, el medio más adecuado para obtener ese resultado es el trabajo en común de la tierra y de las demás industrias.
Si se divide la tierra y cada familia toma un pedazo, además del grave peligro que se corre de caer nuevamente en el sistema capitalista, pues no faltarán hombres astutos o que tengan hábitos de ahorro que logren tener más que otros y que puedan a la larga poder explotar a sus semejantes;.
Además de este grave peligro, está el hecho de que si una familia trabaja un pedazo de tierra, tendrá que trabajar tanto o más que como se hace hoy bajo el sistema de propiedad individual para obtener el mismo resultado mezquino que se obtiene actualmente.
Mientras que si se une la tierra y la trabajan en común los campesinos, trabajarán menos y producirán más.
Por supuesto que no ha de faltar tierra para que cada persona pueda tener una casa y un buen solar para dedicarlo a los usos que sean de su agrado.
Lo mismo que se dice del trabajo en común de la tierra, puede decirse del trabajo en común de la fábrica, del taller, etcétera.
Cada quien, según su temperamento, según sus gustos, según sus inclinaciones podrá escoger el género de trabajo que mejor le acomode, con tal de que produzca lo suficiente para cubrir sus necesidades y no sea una carga para la comunidad.
Obrándose de la manera más apuntada, esto es, siguiendo inmediatamente a la expropiación de organización de la producción, libre ya de amos y basada en las necesidades de los habitantes de cada región.
Nadie carecerá de nada a pesar del movimiento armado, hasta que terminado este movimiento con la desaparición del último burgués y de la última autoridad o agente de ella, hecha pedazos la ley sostenedora de privilegios y puesto todo en manos de los que trabajan, nos estrechemos todos en fraternal abrazo y celebremos con gritos de júbilo la instauración de un sistema que garantizará a todo ser humano el pan y la libertad.
Mexicanos: por eso es por lo que lucha el Partido Liberal Mexicano.
Por esto es por lo que derrama su sangre generosa una pléyade de héroes, que se baten bajo la bandera roja al grito prestigioso de ¡Tierra y Libertad!
Los liberales no han dejado caer las armas a pesar de los tratados de paz del traidor Madero con el tirano de Díaz y a pesar, también, de las incitaciones de la burguesía, que ha tratado de llenar de oro sus bolsillos.
Esto ha sido así, porque los liberales somos hombres convencidos de que la libertas política no aprovecha a los pobres, sino a los cazadores de empleos.
Nuestro objetivo no es alcanzar empleos ni distinciones, sino arrebatar todo de las manos de la burguesía, para que todo quede en poder de los trabajadores.
La actividad de las diferentes banderías políticas que en estos momentos se disputan la supremacía, para hacerla que triunfe, exactamente lo mismo que hizo el tirano Porfirio Díaz.
Porque ningún hombre por bien intencionado que sea, puede hacer algo a favor de la clase pobre cuando se encuentra en el poder.
Esa actividad ha producido el caos que debemos aprovechar los desheredados, tomando ventajas de las circunstancias especiales en que se encuentra el país.
Para poner el práctica, sin pérdida de tiempo, sobre la marcha, los ideales sublimes del Partido Liberal Mexicano, sin esperar a que se haga la paz para efectuar la expropiación, pues para entonces ya se habrán agotado las existencia de efectos en las tiendas, graneros, almacenes y otros depósitos.
Como al mismo tiempo, por el estado de guerra en que se había encontrado el país, la producción se había suspendido, el hambre sería la consecuencia de la lucha.
Mientras que efectuando la expropiación y la organización del trabajo libre durante el movimiento, ni se carecerá de lo necesario en medio del movimiento ni después.
Mexicanos; si queréis ser de una vez libres no luchéis por otra causa que no sea la del Partido Liberal Mexicano.
Todos os ofrecen libertad política para después del triunfo.
Los liberales os invitamos a tomar la tierra, la maquinaria, los medios de transportación y las casas desde luego, sin esperar a que nadie os dé todo ello, sin esperar a que una ley decrete tal cosa.
Porque las leyes no son hechas por los pobres, sino por los señores de levita, que se cuidan bien de hacer leyes en contra de su casta.
Es el deber de nosotros los pobres trabajar y luchar por romper las cadenas que nos hacen esclavos.
Dejar la solución de nuestros problemas a las clases educadas y ricas es ponernos voluntariamente entre las garras.
Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros los hambrientos; los que no tenemos el terrón donde reclinar la cabeza.
Los que vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana para nuestros compañeros y nuestros hijos.
Los que llegados a viejos, somos despedidos ignominiosamente porque ya no podemos trabajar, toca a nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil, para destruir hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad, que ha sido hasta aquí una madre cariñosa para los ricos y los malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y son buenos.
Todos los males que aquejan al ser humano provienen del sistema actual, que obliga a la mayoría de la humanidad a trabajar y a sacrificarse para que una minoría privilegiada satisfaga todas sus necesidades y aun todos sus caprichos, viviendo en la ociosidad y el vicio.
Y menos mal si todos los pobres tuvieran asegurado el trabajo.
Como la producción no está arreglada para satisfacer las necesidades de los trabajadores, sino para dejar utilidades a los burgueses, éstos de dan mañas para no producir más que lo que pueden expender, y he ahí los paros periódicos de las industrias o de la restricción del número de trabajadores, que provienen también, del hecho del perfeccionamiento de la maquinaria, que suple con ventajas los brazos del proletariado.
Para acabar con esto es preciso que los trabajadores tengan en sus manos la tierra y la maquinaria de producción y sean ellos los que regulen la producción de la riqueza atendiendo a las necesidades de ellos mismos.
El robo, la prostitución, el asesinato, el incendiarismo, la estafa, productos son del sistema que coloca al hombre y a la mujer en condiciones en que para no morir de hambre se ven obligados a tomar de donde hay o a prostituirse.
Pues la mayoría de los casos, aunque se tengan deseos grandísimos de trabajar, no se consigue trabajo, o es éste tan mal pagado, que no alcanza el salario no para cubrir las más imperiosas necesidades del individuo y de la familia.
Aparte de que la duración del trabajo en el presente sistema capitalista y las condiciones en que la duración del trabajo, en el presente sistema capitalista y las condiciones en que se efectúa, acaban en poco tiempo con la salud del trabajador, y aun con su vida, en las catástrofes industriales, que no tiene otro origen que el desprecio con que la clase capitalista ve a los que se sacrifican por ella.
Irritado el pobre por la injusticia de que es objeto; colérico ante el lujo insultante que ostentan los que nada hacen; apelado en la calle por el polizonte por el delito de ser pobre.
Obligados a alquilar sus brazos en trabajos que no son de su agrado; mal retribuidos, despreciados por todos los que saben más que él o por los que por dinero se creen superiores a los que nada tienen.
Ante la expectativa de una vejez tristísima y de una muerte animal, despedido de la cuadra por inservible, inquieto ante la posibilidad de quedar sin trabajo de un día para otro.
Obligado a ver como enemigo aun a los mismos de su clase, porque no sabe quién de ellos será en que se vaya a alquilarse por menos de lo que él gana.
Es natural que en estas circunstancias se desarrollen en el ser humano instintos antisociales y sean el crimen, la prostitución, la deslealtad los naturales frutos del viejo y odioso sistema, que queremos destruir hasta en sus más profundas raíces para crear un nuevo de amor, de igualdad, de justicia, de fraternidad, de libertad.
¡Arriba todos como un solo hombre! En las manos de todos están la tranquilidad, el bienestar, la libertad, la satisfacción de todos los apetitos sanos.
No nos dejemos guiar por directores; que cada quién sea el amo de si mismo; que todo
se arregle por el consentimiento mutuo de la individualidad libre.
¡Muera la esclavitud! ¡Muera el hambre! ¡Viva la Tierra y Libertad!
Mexicanos: con la mano puesta en el corazón y con nuestra conciencia tranquila os hacemos un formal y solemne llamamiento a que adoptéis, todos, hombres y mujeres, los altos ideales del Partido Liberal Mexicano.
Mientras haya pobres y ricos, gobernantes y gobernados, no habrá paz, ni es de desearse la haya porque esa paz estaría fundada en la desigualdad política, económica y social, de millones de seres humanos que sufren hambre, ultrajes, prisión y muerte.
Mientras una pequeña minoría goza de toda suerte de placeres y libertades por no hacer nada.
¡A la lucha! A expropiar con la idea de beneficio para todos y no para unos cuantos.
Esta guerra no es una guerra de bandidos, sino de hombres y mujeres que desean que todos sean hermanos y gocen, como tales, de los bienes que nos brinda la naturaleza y el brazo y la inteligencia que el hombre ha creado, con la única condición de dedicarse cada quien a un trabajo verdaderamente útil.
La libertad y el bienestar están al alcance de nuestras manos.
El mismo esfuerzo y el mismo sacrificio que cuesta elevar a un gobernante, esto es, un tirano, cuesta la expropiación de los bines que detentan los ricos.
A escoger, pues; a un nuevo gobernante, esto es un nuevo yugo, o la expropiación salvadora y la abolición de toda imposición religiosa, política o de cualquier otro crimen.
¡Tierra y Libertad!"
Dado en la ciudad de los Ángeles, Estado de California, Estados Unidos de América a los 23 días del mes de septiembre de 1911.
-Ricardo Flores Magón
-Librado Ribera
-Anselmo L. Figueroa
-Enrique Flores Magón"
(De Regeneración)
30 de septiembre de 1911
¡Muera la autoridad! ¡Mueran los ricos!
"¿Quién hizo la tierra? Los creyentes dicen Dios.
Los que creemos en la vida eterna de la materia decimos: nadie la hizo.
Pero nadie dice que la tierra fue creada por la burguesía que la retiene en su poder.
En ninguna parte consta que la tierra fue creada por esos señores barrigones que dicen que es suya.
¿Con qué derecho, pues se atreve la burguesía a retener para su casta lo que, según las religiones fue hecho por Dios o, según los materialistas, no fue hecho por nadie?
La tierra debe ser para todos, como para todos es el aire, el calor solar, el agua.
Todo lo que la naturaleza nos brinda.
¿Qué haríais si de la noche a la mañana se decretase un impuesto, esto es, una renta por el aire que respiráis y el calor y la luz del sol de que os aprovecháis?
Indudablemente de que tu indignación tomaría proporciones de rebelión y que os lanzarías enfurecidos contra los bandidos que tal impuesto decretasen.
Y, harías eso, precisamente porque comprendéis que el aire y los demás bienes naturales, forman parte del patrimonio común a todos los seres vivientes.
Sin embargo, cuando se trata de ese bien natural: la tierra veis casi con naturalidad de los que la poseen os cobren renta para aprovecharos de ella, cuando la tomáis en alquiler, o que se os pague a ración de hambre cuando la trabajáis para el amo.
Tan injusto es el adueñarse de la tierra para tener en constante dependencia a los pobres, como justo sería el adueñarse del aire y de la luz, si eso pudiera hacerse.
Por eso los liberales enarbolamos la bandera Roja y gritamos ¡Viva la Tierra y Libertad!
¿Quién hizo la espléndida maquinaria que admiramos, los túneles que atraviesan las montañas, los muelles donde atracan los barcos.
En pocas palabras, quién hizo todo lo que contribuye a hacer agradable y bella la vida de las clases privilegiadas?
Todo lo que vemos, todo lo que constituye la riqueza social, es el producto de muchas generaciones de trabajadores que han dejado sus huesos en las minas, que han dejado su sangre en los campos.
Obreros que han acortado su vida en el taller, en la fábrica, en todos los lugares de explotación, en el laboratorio, en el taller de artistas, etc., dejando a cada generación laboriosa a la siguiente el desarrollo y perfección de lo que ya creado.
Si todo lo que constituye la riqueza ha sido creado por generaciones de trabajadores, de inventores de todo género, ¿Con qué derecho se declara dueño de todo ello un reducido número de capitalistas?
Pusieron ellos su inteligencia y sus brazos para crear esa riqueza? ¡NO!
Por eso los liberales decimos que puesto que la riqueza es el producto del esfuerzo y de la inteligencia de nuestros antepasados trabajadores presentes, todo debe ser para todos en común.
Y como la clase privilegiada no quiere devolver a los trabajadores lo que les ha robado, y la Autoridad apoya el latrocinio de la burguesía, gritamos indignados: ¡Muera la autoridad! ¡Mueran los ricos!"
De Regeneración)
24 de febrero de 1912
Sin gobierno
"Hay personas que de buena fe hacen estas preguntas: ¿Cómo ha de ser posible vivir sin gobierno?, y concluyen diciendo que es necesario un jefe supremo, un enjambre de funcionarios, grandes y chicos, como ministros, jueces, magistrados, legisladores, soldados, carceleros, polizontes y verdugos.
Esas buenas personas creen que, faltando la autoridad, todos nos entregaríamos a cometer excesos, resultado de eso es que el débil sería la víctima del fuerte.
Eso podría suceder solamente es este caso: que los revolucionarios, por una debilidad digna de la guillotina, dejaran en pie la desigualdad social.
La desigualdad social es la fuente de todos los actos antisociales que la ley y la moral burguesa consideran como crímenes, siendo el robo el más común de esos crímenes.
Pues bien, cuando cada ser humano tenga la oportunidad de trabajar la tierra o de dedicarse, sin necesidad de andar alquilando sus brazos, a cualquier trabajo útil para poder subsistir ¿Quién será aquel que haga del robo una profesión como se ve ahora?
En la sociedad que anhelamos los liberales, la tierra y todos los medios de producción no serán más objeto de especulación para un determinado número de propietarios.
Cuando la propiedad sea común para todos los trabajadores, con derechos todos de producir y consumir en común ¿qué necesidad habrá de robar?
Se dirá que hay personas dadas a la holgazanería, y que éstas, en vez de trabajar, se aprovecharían del trabajo ajeno para vivir.
Yo he vivido en diferentes presidios; he hablado con muchos ladrones, con cientos de ellos; casi todos ellos habían robado por necesidad.
No hay trabajo constante; los salarios son mezquinos; la jornada de labor es verdaderamente agotante; el desprecio de la clase proletaria a la clase proletaria es irritante;.
El ejemplo que la clase capitalista da a la clase trabajadora de vivir holganza, en lujo, en la abundancia, en el vicio sin hacer nada útil, todo esto hace que algunos trabajadores, por hambre por indignación o como una protesta a su manera contra las capacidades de burguesía, la roben y se conviertan en criminales, llegando hasta el extremo de matar para tomar lo que necesitan para vivir.
La profesión del robo no es ciertamente un a de las más fáciles.
Ella requiere de una gran actividad y mayor energía que la que en muchos casos se requiere para desempeñar alguna tarea.
pues, para llevar acabo el robo, el ladrón tiene que espiar a su víctima, estudiar sus costumbres, cuidarse del polizonte, trazar planos, arriesgar la vida o la libertad.
En continua zozobra, sin límite en esa clase de trabajo, y es de suponerse que un hombre no se entrega a él por placer, sino empujado por la necesidad o por la cólera de verse en la miseria.
Cuando la clase rica pasa por su lado ebria de vino, de lujuria, la boca retorcida por el hipo del hartazgo, arropada en sedad y el trapos finos, envolviendo en una mirada de desprecio a la gente pobre que se sacrifica en el taller, en la fábrica, en la mina, en el surco…
La inmensa mayoría de la población de las cárceles está compuesta de individuos que han cometido delitos contra la propiedad; robo estafa, fraude, falsificación, etc.
Mientras un pequeña minoría de delincuentes se encuentran prisioneros por delitos contra las personas.
Abolida la propiedad privada, teniéndose todas las facultades de escoger un trabajo de su agrado, pero útil a la comunidad.
Humanizado el trabajo en virtud de que no se efectúa para que el patrón acumule riquezas, sino para satisfacer necesidades, devueltos a la industria los miles y miles de brazos que hoy acapara el gobierno en sus oficinas, en los cuarteles, en las prisiones mismas; puestos todos a trabajar para ganar el sustento, con la ayuda poderosa de la maquinaria de toda especie, se necesitara trabajar solamente unas dos o tres horas diarias para tener de todo en abundancia.
¿Habrá entonces quien prefiriese el robo para poder vivir?
El hombre, aun el más perverso, gusta siempre de atraerse la estima de los demás, de estar bien con los demás.
Eso puede observarse hoy mismo, a pesar de que el medio en que vive la humanidad embota los mejores instintos de la especie, y si esto es cierto,
¿Por qué no admitir que el hombre sería mejor en el seno de una sociedad libre?
En cuanto a los delitos contra las personas, en su mayor parte son el producto del medio malsano en que vivimos.
El hombre vive en constante sobreexcitación nerviosa.
La miseria, la inseguridad de ganar el pan de mañana.
Los atentados de la autoridad.
La certidumbre de que es víctima la tiranía política y de la explotación política y de la explotación capitalista.
La desesperación de ver crecer a la prole sin vestido, sin instrucción, sin porvenir.
El espectáculo más edificante de la lucha de todos contra todos, que nace precisamente del derecho de propiedad privada, que faculta a los astutos y a los malvados a amansar capitales explotando a los trabajadores.
Todo eso, y mucho más, llena de hiel el corazón del hombre, lo hace violento, colérico y lo precipita a sacar el revólver o el puñal para agredir, a veces por cuestiones baladíes.
Una sociedad en la que no exista esa brutal competencia entre los seres humanos para poder satisfacer todas las necesidades, calmaría las pasiones, suavizaría el carácter de las personas y fortalecería en ellas el instinto de sociabilidad y solidaridad, que son tan poderosos que, a pesa de la secular contienda de todos contra todos, no han muerto en el ser humano.
No, no hay que temer una vida sin gobierno; anhelémosla con todas nuestras fuerzas de nuestro corazón.
Habrá naturalmente algunos individuos dotados de instintos antisociales, pero la ciencia se encargará de atenderlos, como enfermos que son.
Esas pobres personas son víctimas de atavismos, de enfermedades heredadas, de inclinaciones nacidas al calor de la injusticia y la brutalidad del medio.
Mexicanos: recordad cómo han vivido las poblaciones rurales de México, en las rancherías donde ha practicado el comunismo; la autoridad no ha hecho falta.
Antes, por el contrario, cuando se sabía que algún agente de la autoridad se acercaba huían los hombres al bosque, porque la autoridad solamente se hacía presente cuando necesitaba hombres para el cuartel o contribuciones para mantener a los parásitos del gobierno.
Y, sin embargo, se hacia vida tranquila en esos lugares donde no se conocían las leyes ni amenazaba el gendarme con su garrote.
La autoridad no hace falta más que para sostener la desigualdad social.
Mexicanos: ¡Muera la Autoridad!
¡VIVA Tierra y Libertad!"
(De Regeneración)
23 de marzo de 1912
¡Muera la autoridad!
"Me explico que el burgués ponga el grito en el cielo cuando escucha este grito: ¡muera la autoridad!.
El burgués tiene razón, porque si desapareciera la autoridad, en el mismo sepulcro caerían los privilegios del Capital para no levantarse más.
La autoridad es necesaria para perpetuar la desigualdad social, que garantiza al rico vivir en el ocio y condena al pobre al rudo trabajo y a la abyecta miseria.
El burgués, pues, necesita que haya autoridad, pues de lo contrario, tendría que tomar el arado, la garlopa o el martillo para ganarse la subsistencia y la de su familia.
Pero el pobre ¿Para qué necesita la Autoridad?
La Autoridad nunca ha sido para el desheredado la madrastra huraña, castigadora y malvada, castradora de voluntades.
Todavía no sé que en algún país del mundo haya sido la Autoridad el escudo o el ángel guardián de los pobres, y eso es así, porque no se puede servir a dos amos al mismo tiempo: al rico y al pobre.
La Autoridad fue instituida para cuidar los bienes materiales de la clase rica que se veían amenazados por los hambrientos.
Los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza, no necesitamos más Autoridad, por el contrario, la detestamos porque ella arrebata de nuestra filas a los más vigorosos de nuestros hermanos, para amontonarlos en un cuartel y hacerlos empuñar las armas a favor de la burguesía.
Y en seguida nos cobra contribuciones para mantener esos soldados y todo ese enjambre de funcionarios grandes y chicos que forman lo que se llama gobierno.
Somos nosotros, los desheredados los que no tenemos nada que nos roben, los que estamos obligados a pagar los gastos que origina el mantenimiento de la Autoridad, cuando lo justo sería que esos gastos fueran pagados por los beneficiados, que son los burgueses.
El soldado con el arma en el brazo, el gendarme con el garrote en la mano, el rural con el sable desvainado, ¿han servido alguna vez para proteger al débil?
¿Se ha dado el caso de que el soldado, el gendarme o el rural se hayan interpuesto entre el amo y el trabajador para evitar que el primero chupase el sudor del segundo?
Cuando el pobre no puede pagar la renta del sueldo o de la casa, han volado alguna vez en su auxilio el soldado, el gendarme o el rural para evitar que sea puesto de patitas en la calle o el ser expulsado de la ingrata tierra que regó con su sudor?
Y si indignados por la injusticia social que nos obliga a poner al servicio de los ricos la fuerza de nuestros músculos y la luz de nuestro cerebro, conspiramos y nos rebelamos, ¿se pone la Autoridad de nuestra parte, esto es, de parte de los débiles, de las víctimas de la voracidad capitalista?
¿No la vemos siempre con sus soldados, sus gendarmes y sus rurales repartir la muerte entre los pobres que se rebelan por un reparto más equitativo del pan?
Me explico por que el burgués ponga el grito en el cielo cuando escucha ese grito salvador ¡Muera la Autoridad!
Pero no me explico que el pobre, el desarrapado, el trabajador se encabrite y eche espumarajos de rabia cuando se de da este amistoso consejo: no elijas autoridades; gobiérnate por ti mismo.
Mirabeau dijo una gran verdad cuando exclamó: "de todos los animales, el más estúpido es el hombre, porque al menos los animales no eligen al carnicero que ha de degollarlos".
Y los hombres hasta nos matamos a favor de quien ha de pasarnos a cuchillo cuando este en el poder. ¡Así somos de estúpidos!
Demos nuestra libertad, demos nuestra tranquilidad, demos nuestra sangre, pero no para elegir verdugos, sino para acabar con ellos, para acabar con los burgueses, para fundar la sociedad libre de todos para uno y uno para todos.
No elevemos al poder ni a Vázquez Gómez ni a nadie.
Seamos tan dignos como los animales que no eligen al carnicero que ha de degollarlos.
Tomemos la tierra, la maquinaria de producción, las casas y las provisiones; concertémonos fraternalmente para la producción y el consumo en común y levantemos la frente, mexicanos, orgullosos de haber sabido resolver el problema social".
(De Regeneración)
20 de junio de 1912
La revolución social
"Digan lo que quieran los enemigos de la Revolución Mexicana, ésta es de carácter marcadamente económico.
Desde un principio afirmamos que el proletariado mexicano no se había levantado en armas por el simple gusto de tener un nuevo verdugo.
Desde un principio dijimos que el pueblo mexicano se había levantado en armas porque tenía hambre de pan y de justicia.
Los hechos, no las palabras, han venido demostrando que estábamos en lo justo y, todavía más, que hemos obrado como verdaderos revolucionarios procurando que el gran movimiento tome una orientación decidida hacia el comunismo.
Ese es nuestro deber de revolucionarios sinceros.
Algunos sociólogos de estrato han criticado el movimiento mexicano porque no comenzó siendo netamente comunista desde el principio.
Pretendían esos señores, entre los que descuellan Luigi Gallean y Juan Grave, que la Revolución Social fuera obra de un día, de una semana o de unos cuantos meses.
Sin recordar que el maestro Pedro Kropotkin, dijo en una carta fechada en Londres el 16 de noviembre de 1909, las siguientes sabias palabras:
"Toda revolución se inicia tímidamente con hechos de importancia infinitamente pequeña; pero toda la revolución asciende a medida que se prolonga, si ella dura dos, tres, cuatro años.
Si los revolucionarios son bastante inteligentes para no permitir la consolidación de un gobierno fuerte, esa revolución ascenderá hasta el comunismo.
Y si no se comienza la revolución con alguna cosa, aunque sea bastante alejada del comunismo, no se logrará nunca nada, como en Rusia".
Nuestra obra de agitación por medio de la idea, y la agitación por nuestros bravos compañeros que sostienen la Bandera Roja en los campos mexicanos, están dando sus frutos… pues desde el principio hemos creído como nuestro viejo camarada Kropotkin, que mientras mayor duración tenga un movimiento revolucionario, más se radicalizan las tendencias; más amplias son las aspiraciones populares y más fácil es llegar al comunismo.
Otro de los frutos de nuestra incesante propaganda, es la expropiación de la tierra y de la maquinaria de producción.
Desde hace muchos números REGENERACIÓN ha venido dando cuenta de los actos de expropiación de la tierra llevados a cabo por multitudes de proletarios que se han puesto a trabajar con el fusil terciado.
Los lectores de REGENERACIÓN habrán visto que, cuando los proletarios no pueden sostener la expropiación de la tierra, por falta de armas, arrasan las haciendas y los poblados para que, si ellos tienen que sufrir, que sufran también los verdugos.
Habrán visto también los múltiples casos de sabotaje, de huelga revolucionaria, de conciencia de clase de los proletarios mexicanos.
La prensa de todos los colores admite que no se trata de una revolución política, sino de un movimiento político, sino de un movimiento económico, de una guerra de clases que si los libertarios la fomentamos, terminará en el comunismo.
Y hemos visto, igualmente que, por instinto, por herencia, el pueblo mexicano, pueblo no corrompido con los hábitos de ahorro, pueblo sencillo, es apto para el comunismo, comunismo que, en parte, ha practicado por miles de años.
Además, sabido es que el pueblo mexicano, odia cordialmente a la Autoridad y al Capital, a pesar de las prédicas del clero embaucador.
"EL imparcial" del 22 de marzo, al hablar del movimiento revolucionario del Estado de Oaxaca dice: "Las principales plantas despepitadoras de algodón de Jamiltepec, han sido destruidas por los revolucionarios, para salvarse de los rebeldes del rumbo.
Algunas personas permanecieron en los bosques de playa, escondidas varios días, alimentándose sólo de cocos y de tortugas, los pueblos que rodean la finca de San José Ejutla desean repartirse sus terrenos y al efecto se disponen a atacarla".
El mismo periódico, dice el 29 de marzo al hablar del movimiento revolucionario del el distrito de Tlapa, Estado de Guerrero: "La finca de Jicayán, propiedad del señor Daniel Pérez Ruiz, fue vaciada por completo, los indígenas se repartieron los terrenos y los revolucionarios se llevaron veinte mulas y diez caballos e incendiaron los campos de caña".
El mismo periódico del cinco de este mes, en un telegrama que le remite su corresponsal en Oaxaca, revela la gravedad de la situación en aquel importante y riquísimo Estado.
Dice así: "A consecuencia de las pérdidas socialistas de ciertos agitadores, los indígenas de algunos punto del estado, están cometiendo atentados, varios con motivos de la cuestión agraria, han cortado las cosechas de varias fincas ajenas, han suprimido el agua de regadío y han efectuado otros excesos".
El mismo periódico dice el 7 de abril: "Siguiendo los consejos del os zapatistas que estuvieron en Tepeaca, Estado de Puebla, algunos indígenas se han posesionado del terreno de la hacienda de San Miguel, la Pila propiedad del señor Luís Pacheco, y situada por aquel rumbo".
Estos datos unidos a todos los que han sido presentados en las columnas de REGENERACIÓN desde hace muchos meses, demuestran que el movimiento es económico y que no necesita más que buena voluntad, firmeza y lealtad a la causa del proletariado, para que al fin veamos ondear triunfadora la bandera del os pobres, la gloriosa Bandera Roja de los libertarios mexicanos".
(De Regeneración)
Autor:
Humberto Escobedo Cetina
(Recopilador)
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |