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El pensamiento martiano como componente de la ideología de la Revolución Cubana (página 2)


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Su labor en la comprensión sobre el papel de los que hoy se denomina líder la aclaró al puntualizar "El político de razón es vencido, en los tiempos de acción, por el político de acción; vencido y despreciado, o usado como mero instrumento y cómplice, a menos que, a la hora de montar, no se eche la razón al frente y monte. ¡La razón, si quiere guiar, tiene, tiene que entrar en la caballería! Y morir, para que respeten los que saben morir".8

La tarea esclarecedora y proselitista sobre el Partido Revolucionario Cubano, fue una constante y solo la mala disposición de algunos cubanos extraviados, o la labor solapada de los espías al servicio del colonialismo español, podían atribuirles a sus principales dirigentes designios perversos e incluso, a pesar de su prédica y ejecutoria democráticas, hubo intentos de presentar a Martí como un ser movido por aspiraciones personales, o por el ánimo de hacer del Partido Revolucionario Cubano un vehículo para la imposición de los intereses de determinado grupo, sector social o de opinión. Por ello dedicó algunas de sus páginas (en Patria) a polemizar, sin nombrarlos, con los propaladores de tales rumores insanos.

Los intentos del enemigo de tergiversar, desvirtuar y manipular su obra fueron una constante, muestra de ello fue al concederle, el 2 de mayo de 1895, una entrevista al corresponsal George Eugene Bryson del The New York Herald, mediante el cual envió un mensaje sobre los propósitos y objetivos de la guerra reiniciada y la posición con relación a los Estados Unidos, el cual fue publicado en el periódico Patria y la versión en inglés en el Herald, al comparar ambos se aprecia las mutilaciones que sufrió el texto al ser traducido, donde solo el 63% del texto original tiene relativa correspondencia en su pase al inglés y un 37% se deja sin traducir, precisamente las increpaciones que Martí destina a los Estados Unidos9. Se deja claro que los analistas del Herald no desconocían la campaña ideológica librada por Martí para esclarecerles a Cuba y a toda nuestra América, el peligro que para ellas implicaba el programa expansionista de los Estados Unidos desde la Conferencia Internacional Americana (1889-1890) y la Comisión Monetaria Internacional (1891).

Posteriormente a su muerte y en plena intervención norteamericana en la Isla, José Ignacio Rodríguez, notable figura anexionista expresó sobre el Partido Revolucionario Cubano que era un "movimiento improvisado" y relacionado con Martí "… el elemento personalísimo, dictatorial e intolerante, que se reveló en él desde el principio, le enajenó simpatías aún entre muchos de los más antiguos y bien probados revolucionarios cubanos… Era el alma y el todo de este Partido, que así asumía la autoridad suprema, y declaraba rebelde al que manifestaba una opinión distinta de las que por él se defendían"10.

La percepción de Martí en la República neocolonial se va construyendo a través de una pluralidad de discursos, con todas las ambigüedades, contradicciones y perversidades que en ocasiones eso trajo. Está ese Martí popular, que es una parte tan entrañable de la nacionalidad cubana como la otra, con una integración que hunde sus raíces en la emigración, desde que empezaron a decirle "Maestro" y "Apóstol" que va entrando de algún modo en la vida diaria de cada cubano y se produce como una necesidad de legitimación del hombre cubano a partir de Martí.

En la antípoda de esa apropiación popular, tan legítima, se encontraba el discurso oficial «martiano», de un cinismo vacuo e irritante, que buscaba ya no la legitimación identitaria, como en el caso del pueblo, sino una especie de cosmético cordial para el poder, recurso con el cual se sintonizaba con los mejores sentimientos patrióticos, sin que la retórica de la invocación a Martí tuviera que ver con la práctica política real. El propio Julio Antonio Mella expresó "Ya da náuseas tanto asco intelectual ¡Basta! Martí —su obra— necesita un crítico serio, desvinculado de los intereses de la burguesía cubana, ya retardaria, que diga el valor de su obra revolucionaria considerándola en el momento histórico en que se actuó. Más hay que decirlo, no con el fetichismo de quien gusta adorar el pasado estérilmente, sino de quien sabe apreciar los hechos históricos y su importancia para el porvenir, es decir, para hoy"11.

Y en la capa culta de la población, los intelectuales —maestros, creadores, profesionales— se concentraban en el estudio sistemático de la vida y la obra de José Martí, a medida que avanzaba el siglo, y la dramática realidad republicana exigía a los hombres de más decoro la transformación de la sociedad. Acción y reflexión martianas se articulaban12 de este modo en una pluralidad de voces y se comunicaban entre sí, como fundamento activo de la nación.

Su pensamiento, como parte integrante de nuestra ideología es el resultado de un complejo proceso de articulación que admite la búsqueda en las ideaciones martianas de aquellos aspectos medulares que, por su radicalismo, trascendieron su momento histórico y, por ello, podían inducir a sus continuadores en Cuba a buscar, en el marxismo y el leninismo, las soluciones propias, de que hablara Martí, a los nuevos problemas que el siglo XX imponía a nuestros pueblos latinoamericanos.

El anhelo de Julio Antonio Mella se cumplió en la década del 50 del siglo pasado cuando una generación bajo la dirección de Fidel Castro, inspirados en el ideario de José Martí y en las ideas político sociales de Marx, Engels y Lenin, encabezara el movimiento revolucionario de nuestra última etapa de liberación y tomaran conciencia del verdadero significado de la obra martiana.

El 1ro. de enero marcó el inicio de la verdadera interpretación y cumplimiento de las ideas del Apóstol y desde ese propio momento desde el norte revuelto y brutal Unidos se continuó la manipulación de su pensamiento, sacándose sus ideas del contexto original, mutilándose su mensaje, para intentar emplearlo de forma grotesca contra la esencia y obra de la Revolución Cubana, existiendo varios ejemplos de ello como los que reseñamos a continuación.

Carlos Ripoll13, que lleva muchos años tratando de convertir a Martí en una especie de nuevo líder del exilio y que como ha expresado irónicamente Luis Báez, lo único que le ha faltado a este pobre hombre es inscribir a Martí en las nóminas de la CIA, no pudiéndolo hacer porque la CIA no existía en 189514, hasta los casos insólitos de mancillar su nombre con la radio y televisión contrarrevolucionaria financiadas oficialmente por el gobierno estadounidense.

José L Solís por su parte, arremete contra la figura de Fidel Castro, sobre la impronta del pensamiento de Martí en su obra y la fundamentación martiana de la Revolución Cubana, llegando a plantear "Nada más ajeno a Fidel Castro y a su engendro revolucionario que José Martí"15, utilizando la misma forma de sacar los textos del contexto.

Hoy bajo las condiciones de la una Revolución viva, en un contexto diferente al que vivió y predicó, su pensamiento es parte inapelable de nuestra ideología, es escudo, alma y presencia para defender y fortalecer nuestro proceso ante las diversas realidades que se nos presentan y es ahí donde encontramos las esencias (unidad, amor, antimperialismo, dignidad, deber, sacrificio, ejemplo, etc.) que permitirán el triunfo definitivo de la especie humana.

A Martí hay que interpretarlo como nuestra historia viviente, ya que no constituye un pasado inmóvil, como tampoco esté en él la solución milagrosa para todos nuestros males, pero sí el antídoto para las adversidades de hoy y las fuerzas para resistir los peligros (muchos de ellos previstos por él a fines del siglo XIX) y la capacidad para generar nuevos espacios de creación y libertad teniendo siempre por base la patria, el amor y el deber y solo podemos interpretarlo si lo conocemos y para conocerlo, hay que leerlo.

El momento es crucial y decisivo para que cada uno de nosotros tenga conocimiento real de nuestra ideología. Las ideas, conceptos y métodos de dirección aportados por el Maestro, preceptos anticipadores para alertar sobre los grandes peligros de hoy y de mañana, para Cuba y la humanidad, tienen más vigencia que nunca y por eso es necesario e ineludible concretar la educación, en todo el sentido amplio de la palabra, a que nuestro Comandante en Jefe nos ha convocado, junto a la imprescindible motivación que en el plano subjetivo de las grandes masas revolucionarias posibilitarán informarse, argumentar, explicar y debatir como concreción de la cultura general integral.

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Autor:

MSc. José Alberto Chang Ramírez

Profesor de Filosofía Universidad de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez, Cuba

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