Factores psicológicos que influyen entre la sexualidad y trastornos adaptativos en el adulto medio
Enviado por Franciss Brown Smith
- Resumen
- Introducción
- Sexualidad
- Perspectivas históricas sobre la sexualidad
- Diferentes definiciones sobre la sexualidad
- Sexualidad en la vida adulta
- Primer período de la vida adulta
- Disfunciones sexuales
- Mitos y tabúes en la sexualidad humana
- Trastornos adaptativos
- Conocimientos sobre sexualidad
- Conclusiones
- Bibliografía
Temática16. Sexualidad, educación y salud de las personas con discapacidades diversas.
Resumen
La sexualidad es un tema que ha despertado interés en el hombre de toda índole y condición desde los tiempos primitivos hasta nuestros días, sin embargo, la falta de claridad sobre el sentido de la sexualidad se ha propiciado en un terreno fértil para la especulación y el escándalo.
La sexualidad y la subjetividad adulta por ser adultas han sido muestras desde la óptica del desarrollo. También en esta etapa ocurren en la sexualidad y la subjetividad del adulto medio, momentos de desarrollo, como individualidad en movimiento, como ser sexual que se proyecta al futuro y no cesa de crecer. La necesidad de orientar y potenciar a las personas adultas no es una realidad de moda o improvisada. Ella se fundamenta en la complejidad que alcanza la naturaleza histórica y social de la psiquis humana, por su carácter mediatizado y por la condición de que en la propia esencia humana y sus manifestaciones están la necesidad de demanda de ayuda, colaboración y comunicación. Sin importar la edad, el hombre necesita dar y recibir amor. Para solucionar esta problemática se propuso como Objetivo general: Identificar los factores psicológicos que surgen a partir de la relación que se establece entre sexualidad y trastornos adaptativos en el adulto medio.
Introducción
Somos seres humanos sexuados, al igual que todos los seres vivos, las plantas y los animales; la sexualidad en el ser humano no solo tiene que ver con sus partes genitales, también cuenta su género, su personalidad, sus sentimientos; todos los seres humanos experimentamos la sexualidad de distinta forma, porque viene decantada por una perspectiva sumamente individualizada.
La sexualidad es un tema que ha despertado interés en el hombre de toda índole y condición desde los tiempos primitivos hasta nuestros días, sin embargo, la falta de claridad sobre el sentido de la sexualidad se ha propiciado en un terreno fértil para la especulación y el escándalo, a pesar de los esfuerzos enormes de algunas personas e instituciones porque lo veamos como un aspecto más de la cultura humana.
El arribo a la adultez ha significado y puede significar la conformación de la necesidad de buscar nuevos horizontes, referentes distintos que nos permitan comparar, ópticas para analizar esta compleja etapa de la vida, distinta por sus experiencias, por los niveles de autoconciencia a etapas anteriores.
La sexualidad y la subjetividad adulta por ser adultas han sido muestras desde la óptica del desarrollo. Todo ello constituyendo un reto. Pues también en esta etapa ocurren en la sexualidad y la subjetividad del adulto medio, momentos de desarrollo, como individualidad en movimiento, como ser sexual que se proyecta al futuro y no cesa de crecer.
Las ideas, opiniones y criterios que tengamos sobre aspectos de la vida y la sexualidad influirán inevitablemente en nuestra conducta sexual; y que también se ha evidenciado, que esas opiniones y criterios en cada uno de los individuos no dependen en la mayoría de los casos de aprendizajes procedentes de estudios científicos, sino de grupos sociales de muy diverso nivel cultural en relación con la sexualidad; y que en cada uno de esos grupos, la imagen o la concepción del mundo de cada individuo sobre algunos de estos aspectos están muy próximos al criterio científico.
En muchas ocasiones los adultos se sienten sobrepasados por los acontecimientos de su vida y son incapaces de adaptarse a las circunstancias de los mismos. Presentando alteraciones emocionales que interfieren con su actividad social y aparecen tras un cambio biográfico significativo o un acontecimiento vital estresante (duelo, separación, problema médico, problemas económicos, emigración). La predisposición y vulnerabilidad personal desempeñan un papel importante en el desarrollo de un cuadro que deteriore su actividad social, profesional o educacional, o porque las dificultades subjetivas que experimenta superan la magnitud habitual de esas situaciones.
La necesidad de orientar y potenciar a las personas adultas no es una realidad de moda o improvisada. Ella se fundamenta en la complejidad que alcanza la naturaleza histórica y social de la psiquis humana, por su carácter mediatizado y por la condición de que en la propia esencia humana y sus manifestaciones están la necesidad de demanda de ayuda, colaboración y comunicación. Sin importar la edad, el hombre necesita dar y recibir amor, comprender y ser comprendido, escuchar y ser escuchado.
La relativa autonomía que adquiere la persona adulta no debe engañarnos en cuanto a la vigencia de las necesidades del otro, de vínculo, potenciación o intercambio humano que permiten el desarrollo y una elevación de la calidad de vida del hombre. Hay que conocer al hombre en todas las etapas del desarrollo, desde todos los puntos de vista y en todas sus dimensiones, para poder contribuir a hacer su existencia mejor, y cada vez más digna.
Todo lo anterior permite plantear el siguiente Problema científico: ¿Qué factores psicológicos surgen a partir de la relación que se establece entre sexualidad y trastornos adaptativos en el adulto medio?
Para solucionar esta interrogante se traza como Objetivo general: Identificar los factores psicológicos que surgen a partir de la relación que se establece entre sexualidad y trastornos adaptativos en el adulto medio.
DESARROLLO
Sexualidad
El término sexualidad es uno de los que casi todos consideramos que conocemos, o que tenemos una idea de él, pero que no siempre somos capaces de definir; y es que la palabra sexualidad es de las que incorporamos a nuestro vocabulario en vuelta en un manto de mitos, temores, signos de interrogación y expectativas. La sexualidad humana es un fenómeno no pluridimencional que comprende aspectos biológicos, psicosociales, conductuales, clínicos, morales y culturales.
Poseer una información solvente sobre el tema del sexo puede servir para evitar la aparición de problemas sexuales y contribuir a proporcionar una mejor educación sexual a nuestros hijos. Sin embargo, lo más importante es que el estudio de la sexualidad puede hacernos más receptivos y conscientes en nuestras relaciones interpersonales, contribuyendo así a incrementar el grado de intimidad y satisfacción sexual en nuestra vida.
Perspectivas históricas sobre la sexualidad
Aunque las fuentes histórica escritas se remontan a casi cinco mil años en el tiempo, tan sólo se dispone de datos muy limitados sobre la descripción de la conducta y actitudes sexuales en diversos pueblos con anterioridad al años 1000 a. de C. Existe evidencia de que ya entonces el incesto estaba rígidamente proscrito (Tannahill, 1980), al tiempo que se consideraba a la mujer como una pertenencia personal, destinada a proporcionar placer sexual y a funciones de reproducción (Bullough, 1976). Los hombres tenían derecho a gozar de relaciones sexuales con muchas mujeres, la prostitución se hallaba muy extendida y el sexo se aceptaba como una realidad más de la vida cotidiana.
Con la aparición de judaísmo empieza a surgir una interesante o interacción de actitudes en torno a la sexualidad. Los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, fuente originaria de la ley judía, contiene normas relativas a la conducta sexual. Así, en la enumeración de los Diez Mandamientos (Éxodo, 20, 13) se prohíbe el adulterio, mientras que en el Levítico (18, 22 y 21, 13) se proscribe categóricamente la homosexualidad. Al propio tiempo Canta de los cantares alude al sexo como un impulso creativo y placentero. El hecho sexual nunca fue considerado malo en sí mismo ni se restringió únicamente, a fines de procreación.
Sin embargo en la antigua Grecia se dio una tolerancia, e incluso un fomento, de ciertas formas de homosexualidad masculina. Eran corrientes las relaciones entre adultos y adolescentes púberes, por lo general en el seno de un contexto educativo en el que el varón adulto tenía encomendada la formación ética e intelectual de su pupilo.
En otras partes del mundo los criterios que regían la sexualidad diferían grandemente, la actitud frente al sexo en el Islam, el hinduismo y el Antiguo Oriente era en general mucho más positiva que en el Occidente. Bulloug apunta que en el ámbito de la sociedad hindú siempre había un segmento que aprobaba casi todos los comportamientos de índole sexual, y añade que en China el sexo no era un hecho que inspirase temor, ni se conceptuaba como pecaminoso, se estimaba como un acto de culto y veneración, e incluso como la senda que conducía a la inmortalidad.
Durante los siglos XII y XIII, a medida que la Iglesia consolidaba su poder, la originaria tradición cristiana sobre la sexualidad arraigó con fuerza a Europa. A menudo la teología se equiparaba con la ley civil y, en general, la postura de la jerarquía oficial en el terreno sexual fue de repudio, salvo cuando primaban los objetivos de procreación.
El surgimiento del humanismo y de las artes en la Europa de los siglos XVI y XVII llevó aparejada una distensión de las restricciones sexuales así como un desapego respecto de las fórmulas del amor sublime. Por lo general, la reforma protestante, encabezada por Martín Lucero, Calvino y otros dirigentes espirituales se mostró más tolerante que la Iglesia católica en cuestiones sexuales.
En el último cuarto del siglo XIX, el psiquiatra alemán Richard von Krakkt-Ebing estableció una clasificación pormenorizada de las disfunciones sexuales, considerándose con frecuencia el fundador de la sexología moderna. Sigmun Freud (1856-1939) médico vienés que logró demostrar la vital importancia que tiene la sexualidad en la existencia humana.
Por esa misma época, un médico inglés llamado Havelock Ellis (1859-1939) empezó a publicar una serie de volúmenes sobre la sexualidad, sus escritos también versan sobre la variada naturaleza del comportamiento sexual humano, al tiempo que contrarrestan el flujo de Krafft-Ebing, que conceptuaba como enfermedades las variantes sexuales (Brecher, 1969, 1975).
Alfred C. Kinsey (1894-1956), zoólogo de la Universidad de Indiana, fue requerido por participar en un curso extra-académico sobre el tema del matrimonio, que se impartió en el verano de 1938. Sorprendido por la falta de datos rigurosos sobre el comportamiento sexual humano, aprovechó la ocasión para someter cuestionarios a algunos de los alumnos con objetivo de reunir información sobre su historial sexual. Desplegó un entusiasmo sin fisuras en su tarea de investigación sexológica, a pesar de las vivas polémicas que desataron sus métodos y observaciones.
William H. Master y Virginia E Jonson sostenían la hipótesis de que para adentrarse y comprender las complejidades de la sexualidad humana, el individuo necesitaba previamente aprender anatomía y fisiología sexual y manejar datos psicológicos y sociológicos.
Diferentes definiciones sobre la sexualidad
Han sido varios los estudiosos que desde sus disciplinas científicas y las perspectivas posiciones filosóficas que los sustentan han propuesto conceptos que intentan definir la sexualidad humana.
Si nos remontamos al psicoanálisis, Sigmud Freud en su obra La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna, escrita en 1908, decía que "lo sexual no puede reducirse a lo genital y aunque es en parte endógeno y genético, se va estableciendo a lo largo de la historia individual, cambiando de aparatos y fines (zonas erógenas), recibiendo una influencia exógena del universo fantástico de los padres -la educación-interacción con los padres-fantasías conscientes e inconscientes-: en Psicoanálisis se le encuentra en forma de deseos".
El sexólogo Lázaro Sirlin en su Diccionario Sexológico expresa: "sexualidad es todo aquello que trata de las diferencias de los sexos". Por su parte, el médico sexólogo uruguayo Flores Colombino considera que la "sexualidad es un sistema de conductas o comportamientos de fuente instintiva e intelectiva, con una finalidad reproductiva (función reproductiva) y placentera (función erótica), al servicio de la comunicación y la trascendencia, que se descarga en un objeto sexual a través del coito o sus sustitutos y condicionado en su expresión por las pautas culturales y morales de cada época y lugar".
La profesora Anameli Monroy (México) cuando dice que la sexualidad humana "son características biológicas, psicológicas y socioculturales que nos permiten comprender al mundo y vivirlo a través de nuestro ser como hombres y mujeres. Es una parte de nuestra personalidad e identidad y una de las necesidades humanas que se expresa a través del cuerpo; es elemento básico de la femineidad o masculinidad, de la autoimagen, de la autoconciencia, del desarrollo personal".
Sexualidad en la vida adulta
La visión de la adultez como la etapa en que culmina el desarrollo del individuo ha tendido, sin proponérselo, a dar la falsa imagen del adulto como un ser relativamente estático. Contra esa imagen se pronuncian otros autores que consideran que este período de la vida también constituye una pauta ininterrumpida de aprendizaje, crisis y elección.
El arribo a la vida adulta está determinado por cambios biofisiológicos y en la esfera emocional y social. Hay autores que consideran que después de la adolescencia viene la edad juvenil hasta los 24-25 años de edad, algunos como Núñez Villavicencio consideran que los adultos jóvenes se comprenden en una etapa entre 20 y 40 años (2001).
L.S.Vygotski habla de un principio de la madurez, refiriéndose a una etapa adolescente comprendido entre los 18 a 25 años (1984), y a partir de esta etapa la vida adulta, la cual se caracterizan por haber alcanzado la plenitud en la maduración y desarrollo corporal; pero también porque gran parte de ellos han establecido su sistema de valores y una jerarquía de motivos que, de forma mayormente consciente, determinan su actuación en las diferentes esferas de la vida.
Desde el punto de vista social, es en esta primera fase de la etapa adulta, que se alcanza la independencia económica al concluirse los estudios y comenzar la vida laboral, al mismo tiempo que se adquieren plenas responsabilidades ciudadanas en el aspecto legal.
La sexualidad de los adultos es, por consiguiente, de una gran diversidad, a partir de las diferentes formas de vida adulta: casados y solteros, heterosexuales y homosexuales, personas que viven la sexualidad de formas muy diferentes.
Primer período de la vida adulta
Durante la primera parte de la vida adulta, la respuesta sexual llega a su máxima expresión, ya que todos los factores biofisiológicos así lo favorecen. El placer sexual es específico y las sensaciones sexuales se expresan de forma vigorosa. Desde el punto de vista afectivo, el adulto puede hacer una distinción en sus relaciones, entre los sentimientos afectivos y la atracción sexual, y logra la armonía de estos vínculos. La relación se manifiesta con sus etapas de deseo, atracción, enamoramiento y amor.
Cada persona tiene un ritmo de deseo sexual que satisfacer a través de las relaciones de pareja o de la autosatisfacción. La atracción sexual está determinada por una serie de preferencias. El enamoramiento y la formación de la pareja culmina en esta etapa, frecuentemente, con el matrimonio o la unión y tiende a la estabilidad.
En lo referente a la conducta sexual, se aprecian particularidades en cada individuo; se observan incluso variaciones en la misma persona en cada relación de pareja. Los primeros años del adulto pueden ser una etapa de satisfacción plena, para unos y una época de incertidumbre sexual para otros. A veces la sexualidad presenta problemas debido a sentimientos de culpa o inmoralidad que el individuo, hombre o mujer, arrastra de etapas anteriores.
La preocupación que tenía el adolescente acerca de su idoneidad sexual no ha desaparecido del todo y el joven adulto continúa preocupándose también de su prestancia física y destreza personal en el amor. La orientación del deseo sexual -heterosexual, homosexual o bisexual-, consciente y generalmente estable en el adulto, es un factor determinante del tipo de actividad sexual que tienen los jóvenes adultos.
Las diferencias de género en cuanto a la forma de vivir la sexualidad han disminuido en los últimos años; pero aún existen algunas actitudes y conductas diferenciales entre hombres y mujeres, como son las siguientes:
La actividad sexual en sí misma, es más valorada por los hombres que por las mujeres.
La mayor parte de las mujeres rechazan la actividad sexual, si no va unida a relaciones afectivas.
Los hombres suelen adoptar un papel más activo en la relación que las mujeres: la demandan explícitamente con mayor frecuencia.
Las mujeres valoran más las relaciones que no se centran en la actividad coital, mientras los hombres tienden a recurrir, sobre todo dentro de las parejas estables, a aventuras que rápidamente se centran en la actividad coital.
Otro factor que condiciona la vida sexual de los adultos es el estado civil. Aun cuando la separación entre sexualidad marital y sexualidad de los solteros es cada vez menos clara, porque se dan numerosas situaciones intermedias, existen diferencias entre ambas. La sexualidad marital ha cambiado mucho en las últimas décadas a partir de la modificación de diferentes factores.
En el pasado, la sexualidad marital estaba condicionada por concepciones negativas tales como la reducción del sentido de la sexualidad a la procreación; la existencia de una doble moral para el hombre y para la mujer; la ruptura entre amor y sexualidad, la negación del placer sexual a la mujer por el elevado número de hijos, por la falta de métodos anticonceptivos y el consiguiente miedo a los embarazos no deseados.
En la actualidad, sin embargo, aún se aprecia que en muchos casos la rutina, el aburrimiento y el desinterés son causa de deterioro en la vida sexual de las parejas casadas. En cuanto a los solteros, contra lo que se supone generalmente, las investigaciones arrojan que un número importante -entre 3 y 15 %- no llegan a tener nunca relaciones sexuales, con motivo de una decisión personal o por diferentes dificultades físicas o sociales, y entre los que tienen relaciones sexuales, estas son poco frecuentes, en un número muy importante de ellos.
Disfunciones sexuales
Para comprender qué se entiende por disfunciones sexuales, resulta importante haber comprendido las fases por las que atraviesa la respuesta sexual humana desde el punto de vista fisiológico. Hay que recordar que el ser humano actúa como un todo integrado y que ante estímulos sexuales reacciona de manera que involucra todo el organismo, e intervienen no solo los genitales, sino los sentimientos, los pensamientos y las experiencias de esa persona.
Ciclos o fases de la respuesta sexual humana (RHS).
Masters y Johnson (1966) fueron quienes introdujeron la idea de un ciclo o fases de la respuesta sexual humana, para lo que se basaron en extensas observaciones de laboratorio. Este modelo facilita el estudio y la comprensión de los cambios fisiológicos y anatómicos que se producen durante la actividad sexual. Estos estudios, realizados a aproximadamente 600 hombres y mujeres entre de 18 a 89 años de edad, de uno y otro sexo.
El esquema original de Masters y Johnson comprende las fases de excitación, meseta, orgasmo y resolución. La Dra. Kaplan con su grupo de investigadores modificó el esquema básico de Masters y Johnson y añadió la fase de deseo a las etapas propuestas por ellos:
Fase de deseo: Los cambios más importantes de esta primera etapa pueden ubicarse en el cerebro, pues ello da lugar a modificaciones en el estado de ánimo de la persona, que empieza a interesarse por la actividad sexual y "a buscar" o estar "receptivo a" la experiencia sexual.
Fase de excitación: La excitación es consecuencia de una estimulación sexual, que puede ser física, psicológica o una combinación de ambas. Tal y como lo han demostrado las diversas investigaciones, la respuesta sexual humana puede desencadenarse no solo mediante contacto físico directo, sino
a través del olfato, la vista, el pensamiento o las emociones. Esta fase se caracteriza, de forma general, por el inicio de sensaciones eróticas y por la consecución del estado eréctil en el hombre y la lubricación vaginal en la mujer.
Otros cambios genitales que tienen lugar en la mujer durante la fase de excitación son la expansión de los dos tercios internos de la cavidad vaginal, la elevación del cuello del útero y el cuerpo del útero, así como que se produce un alisamiento y elevación de los labios mayores. El clítoris aumenta de tamaño como resultado de la vasocongestión.
La erección de los pezones también es característica de la fase de excitación sexual. En el varón, además de la erección del pene, – como resultado directo de cambios vasodilatadores en el tejido esponjoso del pene-, se observan cambios en la apariencia normal del escroto, que se alisa; los testículos se elevan parcialmente hacia el perineo y los conductos espermáticos se acortan. En algunos varones se observa la erección de los pezones durante esta fase.
Fase de meseta: En la fase de excitación se produce un marcado aumento de la tensión sexual. En la fase de meseta se mantienen e intensifican estos altos niveles de excitación sexual, que disponen el terreno para el orgasmo. La duración de la fase de meseta varía en dependencia de la persona.
Fase de orgasmo: Se producen contracciones musculares en ambos sexos que en esta etapa son involuntarias. La frecuencia cardiaca y respiratoria alcanza niveles elevados, así como el rubor sexual. La sensación orgásmica en una misma persona puede variar de intensidad según las circunstancias, y puede presentarse sin estimulación genital durante sueños y fantasías.
Fase de resolución: Al finalizar el orgasmo se inician la resolución de los cambios fisiológicos que empezaron desde la fase de deseo.
Si bien es necesario comprender y conocer qué ocurre en el organismo humano durante la respuesta sexual humana desde el punto de vista anatomofisiológico, no debemos perder de vista el lugar importantísimo de las relaciones sexuales interpersonales, de la comunicación, el respeto mutuo, el afecto, las emociones, los sentimientos y el amor.
Debemos entender, además, que el buen funcionamiento sexual tiene mucho que ver con las emociones, los sentimientos, las fantasías, los temores, la autoestima, los sentimientos de respeto mutuo que permitan dar y recibir amor, caricias y placer. Cuando aparece un fallo persistente en alguna o todas las fases -deseo, excitación, meseta, orgasmo- de la respuesta sexual y que cause molestia a la persona o a su pareja estamos hablando de una disfunción sexual.
Causas de las disfunciones sexuales:
Se recomienda emplear los términos predominantemente psicológicos y predominantemente orgánicos debido a que con independencia de donde pueda ubicarse la causa de la disfunción sexual, el ser humano reacciona como un todo. Es decir, que si la causa es orgánica repercutirá en la psiquis del individuo y viceversa.
Las causas orgánicas según Masters, Johnson y Kolodny se refieren a "cuando intervienen factores físicos o médicos, como una enfermedad, lesión o efectos de una droga o fármaco" y las psicosociales "cuando intervienen factores psicológicos, interpersonales, ambientales y culturales", y pudiéramos agregar educacionales. Para facilitar su estudio, se han clasificado las disfunciones en genéricas y funcionales.
Mitos y tabúes en la sexualidad humana
Pretender interpretar la evolución de la sexualidad únicamente desde el ángulo biológico es asimilar una sola arista del problema y sabemos que hay múltiples factores de toda índole que interfieren en esta. En el seno de nuestra sociedad el sexo no es solo la capacidad de reproducirse, es también una capacidad social de atracciones, uniones de interacciones organizadas y que pueden llegar a ser un factor de desigualdad. La sexualidad encierra en su núcleo a nuestra identidad, nuestra individualidad, nuestro género, nuestro ser.
Uno de los grandes obstáculos que encontramos para la compresión de nuestra sexualidad, es darnos cuenta de que estamos marcados por las actitudes de las sociedades pasadas respecto al sexo; de igual forma, y desde lo social con raíces en el pasado, se empiezan a formar mitos, fábulas, ficción alegórica a un tema y tabúes -algo que no se puede hacer o lograr- en torno a la sexualidad y al desempeño sexual de cada sexo, los cuales llegan aún hoy a nuestros días y mediatizan de forma negativa el disfrute de la sexualidad y marcan definitivamente el comportamiento sexual humano.
Analicemos por separado a hombres y mujeres, pues hay diferencias en los mitos y tabúes encontrados según el sexo y consideramos que aún antes del nacimiento ya se empiezan a gestar. A la mujer desde que está en el vientre de su madre se le coloca en el famoso mundo rosado, los colores de asignación femeninos son los suaves y tonos pasteles; de ella se espera sea dulce, cariñosa, afable, suave, pasiva y todo ello marca hasta sus juegos infantiles y profesiones futuras.
Por definición se constituyen los mitos femeninos:
Mujer es igual a madre (primera y suprema aspiración femenina).
El amor femenino debe ser romántico.
Debe tener una pasividad erótica (no debe tomar nunca ella la iniciativa, parte activa en los lances amorosos).
Todo esto marca desfavorablemente la expresión de su sexualidad, pues se le expropia de espacios vitales femeninos, se le oculta y marca la sexualidad desde la cuna (del sexo no se habla, el sexo es sucio, no se le acarician ni se le celebran los genitales como al varón), y todo esto marca desfavorablemente la sexualidad femenina desde muy temprano en la vida.
A las mujeres se le lastra la autoestima y el autoerotismo, pues no le es permitido manifestar sus deseos, pasiones y necesidades sexuales. Se niegan para ella los espacios públicos porque es de la casa. Se le prepara desde niña para la maternidad (su función principal como sexo), y se le enseña que debe ser buena madre, esposa fiel monogámica, cariñosa, dulce, comprensiva, no se le estimula el disfrute de la sexualidad, se limita la expresión de su conducta sexual, en fin, se le prepara para satisfacer y atender necesidades de otros.
Mitos y tabúes en la sexualidad femenina:
Miedo a la desfloración por la posible brusquedad del primer coito.
Poca utilización de caricias, porque por la educación recibida se imposibilita manifestar sus deseos y necesidades sexuales, y se les acostumbra a jugar un papel pasivo dentro de ellas.
Fingir el goce sexual, porque se reitera el temor a expresar sus necesidades y a que su pareja las rechace. En gran número de ocasiones la mujer no lograr el placer sexual por tener un compañero sexual inepto en técnicas coitales.
Todo lo anterior influye en que la mujer no logre un pleno disfrute de sus encuentros sexuales, y a la larga puedan aparecer disfunciones sexuales femeninas; por ejemplo, deseo sexual inhibido, vaginismo, anorgasmias primarias o secundarias, etcétera.
A los hombres igualmente, desde que están en el vientre materno, se les coloca en un mundo azul. Los colores de asignación masculina son fuertes y agresivos, y de ellos se espera independencia, agresividad, fortaleza física, que sean buenos trabajadores, y en sus juegos infantiles se les marcan sus futuras profesiones. Al varón se le prepara para el espacio público, se le exige un mayor comportamiento sexual y con mayor disfrute de ello, se le refuerza el entrenamiento en el sexo y así favorecen también la aparición de mitos masculinos.
El amor masculino es sinónimo de sexo y de placer porque se le inculca el disfrute con la sexualidad ante todo. Debe tener una agresividad erótica, pues tiene que ser él quien tome la iniciativa, la proposición y haga todo en las relaciones sexuales. Después de todo lo anterior, el hombre debe ser padre (esto en un último lugar, lo cual lo diferencia del sexo femenino); no obstante, también al varón desde el punto de vista social se le expropian espacios vitales masculinos, tales como:
No se le permite expresar sentimientos pues los hombres no lloran y no se quejan, lo que repercute en su salud y su sexualidad de forma negativa.
Se le expropia de su propia sexualidad, por el supuesto papel de hombre (pene de oro).
El pene está a disposición de cualquier mujer, independientemente de sus propios deseos, su sexualidad a disposición de la mujer, no a la de él según sus deseos, lo que lo puede poner en situaciones de conflicto en torno al desempeño de su sexualidad. Desde niño se sobredimensiona el papel del pene, se le acaricia cuando es niño a la hora del baño, se hacen alusiones de para qué servirá cuando sea grande, y se alaba según su tamaño.
El hombre debe ser viril erotizado, con posibilidad de ser infiel a su compañera y con papel de proveedor, y en último lugar entonces ser padre.
Mitos y tabúes en la sexualidad masculina:
El tamaño del pene puede ensombrecer el desempeño sexual masculino, pues cuando no se considera con grandes dimensiones lastra la autoestima y disminuye el rendimiento sexual, a pesar de conocerse científicamente que el tamaño no determina la capacidad del disfrute de la pareja humana, pero desde lo ancestral nuestra cultura es fálica y se sobredimensiona el tamaño del pene.
Hacer el amor es solo con penetración todo lo cual demuestra escaso conocimiento y poca fantasía erótica, pues hay múltiples formas de hacer el amor, y no todas llevan implícita la penetración del pene.
Tener siempre varios coitos en una noche porque desde lo masculino es el cumplimiento del estereotipo sexual impuesto, y se considera como síntoma de fortaleza, pero cuando no se logra disminuye la autoestima masculina; sin embargo, esto demuestra el desconocimiento de la fisiología sexual pues no siempre es posible lograrlo.
El hombre tiene que tener siempre el papel activo en las relaciones sexuales, lo que demuestra aún hoy cómo se limita la expresión de la sexualidad femenina.
El orgasmo debe ser simultáneo para lograr el pleno disfrute sexual, y de no ser así se demuestra desconocimiento de la fisiología sexual humana.
Considerar como sucio el sexo oral viene dado por los estereotipos sexuales sexistas, pues desde la antigüedad en Grecia este tipo de intercambio sexual era considerado como sucio, lascivo y bajo; aún hoy en nuestros días este tipo de contacto sexual tiene detractores, aunque hace ya años Kinsey demostró que era una práctica normal en la expresión de la sexualidad humana y un alto número de personas en Estados Unidos la practicaban. No obstante, por legislación hoy en día en ese país en varios estados está prohibida aún en parejas heterosexuales.
La presencia de estos mitos y tabúes pueden favorecer la aparición de disfunciones sexuales en el hombre como el deseo sexual inhibido, las disfunciones eréctiles, la eyaculación precoz, etc. Esto hace que disminuya el placer en las relaciones sexuales, y como estos mitos están influidos por la sociedad, los hombres cuentan con grandes exigencias a las expectativas del rendimiento sexual de su género, y padecen de un desconocimiento de la fisiología sexual de forma general. Las mujeres también tienen un gran desconocimiento de su fisiología sexual, y están marcadas desde la niñez para reprimir la expresión de su sexualidad.
Trastornos adaptativos
Son trastornos que se caracterizan por el desarrollo de síntomas emocionales, o comportamientos en respuesta a una situación estresante, se caracterizan por la presencia de síntomas emocionales o conductuales en el contexto de uno o más estresantes psicosociales definidos. Las manifestaciones, son significativas porque deterioran la actividad social, profesional o educacional del paciente, o porque las dificultades subjetivas que experimenta superan la magnitud habitual de esas situaciones.
No se especifica la naturaleza en la gravedad de los eventos, sin embargo, los síntomas deberán surgir en los tres meses siguientes y remitir en los seis meses posteriores a la desaparición del estrés, pero pueden persistir más tiempo si el estrés es crónico. El agente estresor puede afectar solo a un individuo, a un grupo o a una comunidad, y puede ser simple o múltiple, recurrente o continuo o ser dependiente de acontecimientos específicos del desarrollo.
En los Trastornos de Adaptación, la característica principal es la respuesta no adaptativa a situaciones de estrés con desarrollo de síntomas psiquiátricos y conductuales, ante un estresor identificado, y cuya acción se produce dentro de los tres meses previos al inicio del cuadro. Luego de producido, el trastorno evoluciona generalmente en pocas semanas, nunca más de seis meses, aunque puede tener un curso más prolongado si el estresor resulta crónico y persistente.
Todo estímulo, situación o acontecimiento que impacte en el individuo y lo obligue a esfuerzos de ajuste adaptativo constituye un estresor. El momento crítico, en la cual la curva de rendimiento disminuye; varía de persona a persona y también en el mismo sujeto, de acuerdo a su circunstancia vital y que requiere alguna insuficiencia de la personalidad.
Breve reseña histórica de los trastornos de adaptación:
El concepto de trastorno de adaptación fue descrito por vez primera en 1968 en la segunda edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos mentales DSM-II y en la octava edición de la Clasificación Internacional de las Enfermedades CIE -8. El DSM-II definía estos trastornos como "disturbios situacionales transitorios", mientras que el CIE -8 hace referencia a "reacciones situacionales transitorias" y los englobaba con los trastornos de personalidad, neurosis y otros trastornos mentales no psicóticos.
En el DSM-II, los trastornos adaptativos se denominaron Trastorno Circunstancial Transitorio. Se encuadra en una perspectiva evolutiva y los subtipos se establecen de manera acorde, por ejemplo, con la infancia, la adolescencia o la edad adulta. Aunque se describe como circunstancial y transitorio, la presentación clínica se vincula con un estrés muy serio; sin embargo, no siempre es temporáneo ni requiere un desencadenante inusual.
Bleuler habla de "reacciones morbosas, trastornos psicorreactivos o psicógenos", refiriéndose a aquellas que sospechamos han de entenderse predominantemente como reacciones a vivencias psíquicas. Se trata de reacciones cuya esencia no está exclusivamente determinada por la situación psicotraumática sino igualmente por la constitución y disposición de la propia personalidad. Este autor señala que carecemos de una expresión certera y aplicable en general con respecto a tan discutido concepto.
Serían factores predisponentes a este tipo de reacciones, además de muchas circunstancias de índole social y cultural, las psicopatías (alteraciones congénitas y heredadas del carácter), las alteraciones adquiridas del carácter, la oligofrenia, los trastornos psicoorgánicos leves (postraumáticos, arterioescleróticos, etc.) y las psicosis latentes en diversas y múltiples combinaciones. La predisposición a las reacciones psíquicas morbosas determina la mayoría de las veces la forma del cuadro clínico.
Estos trastornos psicorreactivos se desarrollan siempre en conexión con la personalidad y el conjunto de la experiencia de la vida, de modo que la índole de la reacción nunca viene determinada por solo una única circunstancia exterior. Las emociones y los síntomas desencadenados por cualquier vivencia dependerán del conjunto de la situación vital.
Jaspers estableció una serie de criterios para delimitar las reacciones vivenciales:
La situación reactiva no habría surgido de no ser por la vivencia que la originó.
El contenido, el tema de la situación, se halla en relación comprensible con respecto a su causa.
La situación es, por lo que respecta a su curso temporal, dependiente de su causa y sobre todo cesa cuando desaparece ésta.
Para Schneider una reacción vivencial es la respuesta sentimental y dotada de una motivación plena de sentido a una vivencia; es decir, la respuesta oportuna y sentimentalmente adecuada a dicha vivencia. Las reacciones vivenciales anormales se apartan sobre todo del promedio de las normales a causa de su extraordinaria intensidad, a lo cual hay que agregar que no son adecuadas con respecto al motivo (diferencia importante con las reacciones adaptativas) y lo excesivo de su duración.
Estas reacciones pueden deberse a vivencias externas o internas: desequilibrios interiores, tensiones y en especial a situaciones instintivas. En general, las reacciones a vivencias externas serían más independientes del carácter individual. Cuanto más insignificante sea el estímulo necesario para despertar tristeza o miedo y cuanto más anormales sean la magnitud, el aspecto y la duración de estas reacciones, tanta mayor importancia ha de otorgarse al papel desempeñado por la personalidad.
El actualmente denominado trastorno de adaptación cumple diversas funciones:
Nos informa de la necesidad de atención de ciertas personas.
Es una manera de obtención de información que podría tener utilidad para futuros criterios diagnósticos.
Describe una serie de criterios que nos permiten identificar a pacientes que si bien no encajan en otros trastornos mentales experimentan ante problemas de la vida reacciones que tampoco son normales.
Técnicas e instrumentos psicológicos utilizados como:
Inventario de ansiedad rasgo-estado (Idare)
Test de completar frases (Rotter)
Inventario de depresión (Beck)
Inventario de autoestima (Rubenstein)
Depresión:
Uno de los factores que desde el punto de vista psicológico evidencian en la relación existente entre la sexualidad y los trastornos adaptativos es la variable depresión, la cual se observó en el 100% de la muestra estudiada, donde manifestaron una depresión leve, con manifestaciones de tristeza, estados de ánimo de apatía, melancolía, pero sin llegar a impedir el desarrollo de sus actividades cotidianas, estos datos fueron obtenidos de la aplicación del inventario de Beck, con las respuestas obtenidas en la entrevista: "…la mayoría de las noches no tengo ganas, me siento cansada", y en la aplicación de la técnica de los 10 deseos: "Yo deseo…sentirme más felíz", "Yo deseo…sonreír más a la vida", en algunos ítems del Rotter: "Algunas veces…siento ganas de llorar", "Yo…ya no tengo impulso sexual, no hay".
Estos pacientes se caracterizan por un estado emocional con pensamientos tristes o pesimistas, con un desorden emocional caracterizado por una respuesta inadecuada a los estímulos, de tal forma que quien la padece se muestra apático, sin ánimo y con poca iniciativa, pérdida del interés y del placer en las actividades cotidianas incluyendo el sexo, aparecien síntomas como son la tristeza y pesimismo.
Ansiedad:
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