La imagen clásica de Horacio Quiroga y su desarrollo en la crítica uruguaya (página 3)
Enviado por Diego S. Moraes Correa
3.2. Los grandes temas de Quiroga según Garet.
Si dirigimos ahora nuestra atención a aquellos grandes temas que Garet ha destacado en la obra de Quiroga, nos encontraremos con que, en términos generales, sus ideas no difieren mayormente de las de sus antecesores.
a) la Muerte: Por una parte, Garet persevera en su intento de destacar los aspectos trágicos, patéticos, lúgubres y bizarros de la escritura quiroguiana, lo cual es, si bien se mira, una consecuencia casi inevitable de la perspectiva biograficista anteriormente referida. Así, por sobre todos, el tema de la muerte.
En este sentido, señala Garet en su artículo "El narrador en un cuento" ?que es un extenso análisis entorno al relato "La insolación"- que: "La no aceptación de la muerte y las diversas formas de enfrentarla y sublimarla, es el tema casi unánime de los cuentos de Quiroga". También señaló que "La inquietud creadora de Quiroga encontró su cauce seguro en el tema de la muerte. Exploró un abanico de asuntos, paisajes y formas expresivas, pero fue un escritor esencialmente monotemático: el hombre ante la muerte, las distintas maneras de morir.
Por otra parte, el valor de sus cuentos radica, fundamentalmente, en la convicción de sus agonías". En este contexto, señala Garet que con el advenimiento de Cuentos de amor de locura y de muerte (1917), Quiroga habría dado, a la vez que con su estilo propio, con su "tema". Igualmente, señala que "no es preciso recurrir a claves sicoanalíticas" para advertir la presencia casi obsesiva en sus relatos de temas como la muerte y el miedo.
b) la omnipotencia de los elementos naturales, la hostilidad del clima, las alternativas de "monte" y "campo", y el quehacer como la prolongación de luchas, experimentaciones y transgresiones . Así, explica que el tema de los elementos naturales tiene fuerte presencia en relatos como "La insolación" (sol) y "Los mensú" (frío y lluvia), o "El simún" (tormenta de arena).
c) La Selva: explica que Quiroga fue el conquistador de la selva para la literatura, despojándola allí de todo "maniqueísmo y decorado cartón". Explica que "Misiones o Chaco, son en la producción de Quiroga, lugares visualizables. Si algo no tiene su selva es un nombre de lugar geográfico proveniente de la ficción. La selva son los canales por donde se vierte la historia del hombre. La del hombre de siempre y la historia total".
Sobre este punto, corresponde referir lo expuesto en su artículo "El sistema planetario de Horacio Quiroga": allí Garet explica que, en un principio, la "esfera" de la selva, Quiroga la realizó siguiendo la senda iluminada por Kipling, conforme su sentimiento de la selva construido desde la ciudad; sin embargo, de pronto Quiroga advierte que su concepción del mundo no puede conformarse con la técnica del escritor inglés, pues así solo logra una caricatura de lo que piensa.
Así, paulatinamente, Quiroga abandona el plano de la "influencia literaria" para pasar al testimonio: deja que Kipling se aleje y toma el paisaje por él directamente conocido en su experiencia personal, lo ilumina con la luz de su deseo y lo transforma, y el resultado es, entre otros, Cuentos de la selva para niños. Sin embargo, explica también que esta visión de la selva de Quiroga se encuentra muy bien perfilada en los textos del libro Suelo natal (resumen de un importante número de cuentos para niños que fueron apareciendo en Billiken y Caras y Caretas) y en los relatos "Anaconda", "El regreso de Anaconda", "La Señorita leona" y "Juan Darién". La Naturaleza como proyección del Yo: Explica Garet que los grandes escritores de todos los tiempos fueron intérpretes de la desmesura: desmesura de la imaginación en el caso de los que tuvieron como fuente a la mitología, desmesura de la fe en las obras medievales, desmesura de los conflictos del hombre en el Renacimiento. "Pues bien, desmesura de la naturaleza parece ser la tónica de la literatura americana: Rómulo Gallegos, Eustasio Rivera, Gumaraes Rosa, Alejo Carpentier, García Márquez y Horacio Quiroga. Pero de todos ellos, Quiroga es el primero en sentirla como escenario de sicologías complicadas, el que encuentra en ella algo más que un simple telón de fondo de luchas sociales".
e) El mundo invisible o el infinito no-verificable: Quiroga es uno de los precursores de la literatura fantástica y de los fenómenos paranormales de la ciencia y la técnica. Así, sobre el relato "El diablito colorado", Garet explica que en él se alterna la ternura del mundo inmediato de los niños, con la poesía y la fantasía propia de las leyendas de hadas (si bien es cierto que es éste, dice, el único cuento de hadas del gran contador de cuentos, y en él la "esfera de la poesía" se superpuso a la "esfera de la selva"). Sobre el libro Más allá señaló también que debería ser reconocido como un precursor de Borges y Bioy Casares.
f) El absurdo: Explica que, por ejemplo, el libro Los desterrados debe considerarse como un paradigma de un tema constante en Quiroga: lo "absurdo de lo real". Se trata, dice, del absurdo cotidiano (a diferencia del absurdo simbólico, por ejemplo, de Kafka), como el absurdo del valor de la vida en "Van-Houten", el de la acción en "El techo de incienso", el del carácter de Juan Brown y Rivet en "Tacuara-Mansión", o el absurdo de la muerte en "El hombre muerto".
g) El humorismo: dice que éste humorismo es una forma de comprensión que no tiene nada que ver con la risa, pues no es "el de golpe y porrazo", sino el de situaciones a veces planteadas desde una imagen: el caballo de Juan Brown doblándose bajo su peso; el cochecito a los saltos en "La cámara oscura"; el comportamiento de Orgaz ante los burros de Bouix; Orgaz arrastrando un lagarto por la cola; la forma de resolver su obsesión arquitectónica de Malaquías Ruvidarte, y su frase que lo hace inolvidable; "cávalo de pau". Por lo demás, señala Garet que en los cuentos de Quiroga el tema del humor aparece muy relacionado con el del amor. Así, explica, "Lucila Strindberg", entre serio y humorístico, destaca el amor frustrado, y "Un idilio" ostenta un final feliz que no es más que el encuentro inicial de la pareja; el humorismo en este caso es la vía de acceso a una situación difícil. En todo el volumen Anaconda, el tema del amor sigue los carriles del humor: un cisne declara que muere por amor en "El canto del cisne"; un novio agoniza de hambre al visitar a su novia y soportar las comidas […] de su suegro dietético; una rosada relación sentimental no es más que un sueño en "Miss Dorothy Phillips, mi esposa". También, sobre el volumen El Salvaje, dice que una de las novedades temáticas que trae es la presencia del humor. Así, explica, en "Tres cartas… y un pie", y en "Cuento para novios" se unen una actitud humorística nacida de minuciosas observaciones. En ambos cuentos, agrega, Quiroga logra los pocos momentos de risa que hay en su obra, atendiendo respectivamente a los juegos del galanteo y a las pequeñas desventuras de la vida conyugal.
h) Los animales: explica en "El sistema planetario de Horacio Quiroga", que, por ejemplo, todos y cada uno de los Cuentos de la Selva, proponen un más alto ideal de convivencia entre los animales y el hombre, pues: "La gama ciega" es un canto a ala solidaridad en esa imagen final del cazador esperando a la gamita para agasajarla; lo mismo que en "La historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre", donde se pone por encima del dolor personal la felicidad del otro; en "La tortuga gigante" y en "El paso del Yabebirí", la felicidad depende de la bondad (y en el primer caso, además, de la salud), estableciéndose un verdadero programa de vida; se proclama la convivencia pacífica en "La guerra de los yacarés"; la simpatía por el más débil en "El loro pelado"; y la felicidad del trabajo en "La abeja haragana".
i) La ciudad: Garet dice que el tema de la Naturaleza en Quiroga no puede ser comprendido sin oponerlo al tema de la ciudad. Así, la oposición ciudad ? naturaleza aparece en toda su obra, pero con mayor énfasis en el relato "El sueño" (El Salvaje). Otra forma de presenatar esa dicotomía es a través del símbolo de la fábula: "Juan Darién", "El león" o "La señorita Leona", donde el animal es siempre la libertad y lealtad. Garet hace también referencia a la presencia de otra esfera en los cuentos de Quiroga, la "esfera de la ciudad", y pone como ejemplo de esto Pasado amor, "porque en esta novela ?dice- aparece en forma expositiva y sin metáforas, la posición de su autor con respecto a la naturaleza y a la dicotomía ciudad ? naturaleza".
El tema de la ciudad, dice Garet, es constante en Quiroga. Sin embargo, señala con acierto que, a diferencia de lo que ocurre con el tema de la selva, en la obra de Quiroga la ciudad solo se adivina, es decir, no se palpita, no es más que calles como distancia inevitable, pues jamás aparece el placer de la ciudad o el orgullo citadino.
Por ejemplo, en Los arrecifes de coral, la ciudad, la calle, la relación humana de la sociedad, aparece lejana o francamente inexistente. También es en la ciudad dónde el gran quid de los personajes de Quiroga ?la lucha heroica contra el entorno- menos se hace notar. De ahí que sus argumentos ciudadanos sean reiterativos, como el motivo de las inevitables y protocolares visitas a las familias de las novias de los personajes. Además, garet nota que la ciudad aparece siempre en Quiroga bajo un signo negativo: en ella todo es corrupción administrativa, inmoralidad absoluta en el ejercicio del poder. Sin embargo, señala también que otros grandes temas de Quiroga, como la locura, el amor y la poesía, solo aparecen en los cuentos de ciudad.
j) La locura:. Define la locura como aquellos momentos y obras en donde el Yo es en sí mismo preocupación literaria y cuando sólo desde él se explica y justifica la acción, cuando el narrador acompaña los movimientos de la siquis como el único acaecer literario y dicha siquis presenta, obviamente, signos notorios de anormalidad. Tal es un tema presente a lo largo de toda la obra de Quiroga: los textos juveniles "Sadomasoquismo" (1900), "Reproducción" (1900), "Fantasía nerviosa" (1899), y "Para noche de insomnio" (1899); en Los arrecifes de coral; en El crimen del otro; en Los perseguidos (dónde se ve más claramente); en Historia de un amor turbio; en Pasado amor; y en los cuentos de Más allá "El conductor del rápido" y "Su ausencia". No obstante, y si bien según Garet, la locura es un tema importante de los textos de Quiroga, ésta solo aparece en su total dimensión en los relatos de ciudad. Esta opinión la repite, asimismo, en su recopilación de cuentos: Horacio Quiroga. Cuentos de ciudad, cuando dice que son excepcionales los casos de personajes que sufran alguna alteración síquica en la selva, mientras que en los textos de ciudad son más frecuentes: "Fantasía nerviosa" (1899), "Para noche de insomnio" (1899), "Sadomasoquismo" (1900), "Reproducción" (1900), "Los perseguidos" (1905), "El almohadón de plumas" (), Historia de un amor turbio (1905), "El conductor del rápido" (..) y "Su ausencia" (…).
k) El Amor: según Garet, este tema pertenece casi en exclusividad a los relatos de ciudad, pues en la "esfera de la selva" no hay cuentos de amor, o en todo caso, las parejas van allí a disociarse, o se trata directamente de personajes viudos o solitarios. El amor aparece en los cuentos de Quiroga siempre regidos por los convencionalismos sociales, económicos o religiosos. Hay, en sus personajes, una cierta incapacidad para el amor puro, como se ve en "Suicidio de amor", 1910; "Las dos Julietas", 1909; "Una estación de amor"; Las sacrificadas, o en Historia de un amor turbio. Por lo demás, en el amor de los personajes de Quiroga nunca hay alegría, pues no pueden jamás resolver la antinomia de idealización y concreción sexual, polos de la realidad erótica, en gran parte, por culpa de los prejuicios sociales anteriormente anotados . Dice también: "En casi todos los cuentos ciudadanos de Quiroga aparece el amor como asunto central. Todos ?salvo "La meningitis y su sombra", de amor triunfante- están marcados con el signo de la frustración: "Estefanía"; "Silvina y Montt"; "El ocaso"; "Lucila Strindberg"; "Una estación de amor"; "El solitario" y "La muerte de Isolda".
l) Las supersticiones: Garet señala que la constante tentativa de los críticos de encasillar tranquila y seguramente a Quiroga como un escritor "realista", ha llevado a que pierdan profundidad los estudios e interpretaciones de los momentos alucinatorios que enriquecen los momentos culminantes de sus mejores cuentos. Para ilustrar esto, señala Garet algunos cuentos de Quiroga en que aparecen supersticiones: "El Yaciyateré" (Anaconda), dónde se presenta el tema de un animal cuyo canto presagia la muerte; "La insolación" (Cuentos de amor de locura y de muerte) donde se presenta la creencia campesina de que los perros ven la muerte y al espectro; "La Patria", donde aparece una superstición que involucra a la lechuza: "el estridente pajarraco de la previsión"; "Los cazadores de ratas" y "La serpiente de cascabel", dónde se expone la superstición de que una víbora busca venganza en el mismo lugar en que halló la muerte su pareja; "El lobisón" y "En el yabebirí", en que se cuenta la creencia de alguien que se transforma en animal, conforme el mito clásico de la licantropía; y "El Divino" (Anaconda), en que aparece presentado escépticamente el tema del curanderismo, los poderes ocultos, y el fetichismo.
Garet señala también que junto a los de Eduardo Acevedo Díaz y Javier de Viana, los cuentos de Horacio Quiroga hablan a las claras de las supersticiones uruguayas y rioplatenses, que son parte de la gran tradición de las supersticiones americanas, presentes en la obra de autores como Alejo Carpentier, García Márquez y Jorge Amado.
3.3. Los mejores textos de Quiroga según Garet.
Si, por último, consideramos el conjunto de textos que el profesor Leonardo Garet ha privilegiado al momento de abordar el estudio de la obra de Quiroga, veremos..
Uno de los textos que, a juzgar por las afirmaciones de Garet, mayor importancia le ha atribuido, ha sido el cuento "La insolación" , texto al que dedica un extenso análisis en una ponencia ocurrida en ocasión de las Jornadas de homenaje a Horacio Quiroga. Según Garet, la importancia de este relato es doble: por una parte, considera que se trata de uno de los mejores logrados estilísticamente; por otra parte, opina que también que en él se encuentran consagrados muchos de los temas a los que obsesivamente retorna Quiroga una y otra vez, como la abrumadora omnipotencia de los elementos naturales, la hostilidad del clima, las alternativas de "monte" y "campo", el quehacer como la prolongación de luchas, experimentaciones y transgresiones, y la soledad del hombre ante la muerte, y que, en este sentido, "La insolación" puede considerarse un cuento "en el que está todo Quiroga" . Si bien también afirma, con toda razón, que "La insolación" es una de las pocas ocasiones en que Quiroga da entrada a los motivos "fantásticos" y "supersticiosos" que permiten incluirlo junto a las imaginaciones espectrales de Juan Rulfo, aunque, sin embargo, no arroja sobre este punto mayor luz-.
El proceso de canonización de textos de Quiroga llevada a acabo por Garet continúa en el "Prólogo" a su edición de los cuentos completos del narrador. Allí, y como consecuencia casi necesaria de la perspectiva biograficista de la obra del narrador que explícitamente ha asumido, señala algunos cuantos textos que considera casos paradigmáticos de la estrecha relación entre la "vida" y la "escritura" del autor, como por ejemplo, la mención del Diario de viaje a París y las Cartas de un cazador. Igualmente, en aquel texto, señala Garet algunos de los textos que considera más representativos de la estética general de su literatura: "Los buques suicidantes" (1906); "El almohadón de plumas" (1907); "La insolación" (1908); "La gallina degollada" (1909) ?recogidos en Cuentos de amor de locura y de muerte (1917)-, "El hijo" ?Más allá (1935)-, "El síncope blanco" (1920); "El espectro" (1921) ?El desierto (1924)-; y "La insolación" ?Los desterrados-.
En su libro Literatura de Salto, y que es un intento de presentar un panorama histórico muy amplio de la producción literaria salteña hasta la fecha, y en que se incluyen no solo autores nacidos en el departamento sino otros tantos llamados salteños" por adopción"- más bien que consagrar un conjunto de textos, Garet privilegia un "período" de la creación de Quiroga, que incluye textos muy diversos. Este período, llamado de "mayoría de edad" o "de madurez", no comenzó ?como dice cierta crítica– con Cuentos de amor de locura y de muerte (1917), sino al menos unos diez años antes de la publicación del libro, cuando comienzan a conocerse los "cuentos misioneros", así como tampoco es este libro ?como quería Monegal- el principio de la decadencia que se arrastraría hasta Mas allá (1926), pues muchos de los relatos que componen este volumen fueron creados en el período misionero. Posteriormente, luego de realizar un repaso ?un poco caprichoso- por varias composiciones de Quiroga, concluye: "No creemos que se pueda aceptar una superación de los valores estéticos logrados por Quiroga ya en 1908 con "La insolación". Ya estamos ante una cumbre insuperable del arte de narrar, y ninguno de sus cuentos cimeros puede valorarse en más que éste, escrito cuando aún estaba acercándose al ambiente de la selva".
Pero fue en su libro Encuentro con Quiroga, donde Garet ha llevado a cabo una de sus más importantes y explícitas valoraciones sobre los diferentes textos de Quiroga, al proponer, en un apartado titulado "Repaso a sus obras", y luego de un análisis breve de cada una, un cierto juicio o una cierta valoración de las mismas. Veamos así, a continuación, que dice Garet a grandes rasgos sobre cada uno de los textos que componen la obra de Quiroga:
A) Publicaciones iniciales: en diarios ("Para los ciclistas. De Salto a Paysandú"; y "Diario de viaje a París") y en revistas ("La Revista del Salto"; "La Revista Social"; "Gil Blas"): Garet señala que "todo Quiroga está en esas publicaciones iniciales", por lo que debe considerárselas de suma relevancia en el examen de su obra.
B) Cuentos publicados en revistas: ("Caras y Caretas", "Fray Mocho", "Atlántida", "La Nación"; "Nosotros", "La Prensa", "El Diario", "El Hogar", "Plus Ultra", "La Revista Popular", "Mundo Argentino" y "El Gran Bonete"): Garet señala que gran parte de estos cuentos no exceden ni por su forma, ni por su ambición o profundidad, el hilván propio de la anécdota, pues oscilan entre la figura del relato casi oral y el cuento con pretensión literaria. Sin embargo, hay textos en ese grupo en que se encuentra "el verdadero Quiroga": "Los precursores" (1929), "La vida intensa" (1908); "Los chanchos salvajes" (1909); "Los guantes de goma" (1909); "En el Yabebirí" (1907) y "El lobisón" (1906).
C) Nouvelles, bajo el seudónimo de "S. Frogoso Lima": ("Las fieras cómplices, 1908; "El mono que asesinó", 1909; "El hombre artificial", 1910; "El devorador de hombres", 1911; "El remate del imperio romano", 1912; y "Una cacería humana en África", 1913): Garet señala que no es lo mejor de Quiroga, que no está allí su voz, pues "Frogoso se parece más a Poe que a Quiroga".
D) Libros publicados.
- Los arrecifes de coral: Dice Garet que, en esta obra, Quiroga vierte confusamente mal asimiladas influencias literarias, sin guardar ponderado equilibrio sobre los temas. Cree que innova estéticamente y que socava con esto el orden burgués; pero en realidad el libro solo importa históricamente porque representa la aparición del simbolismo en el Uruguay ?conforme la misma opinión de Zum Felde-, y no por lo que hay de verdadero mérito en él.
- El crimen del otro: Garet comparte el descubrimiento que de los valores críticos de este libro hiciera José Enrique Rodó, cuando se los hizo saber al propio Quiroga: "Me complace muy de veras ver vinculado su nombre a un libro de real y positivo mérito, que se levanta sobre los comienzos literarios de usted, no porque revelaran falta de talento, sino porque acusaban, en mi sentir, una mala orientación. En cambio su nuevo libro me parece muy hermoso".
- Los perseguidos: Sobre este volumen dice Garet que "es el gran paso de Horacio Quiroga en el logro de su voz y, curiosamente, se trata de un cuento ?o nouvelle– ciudadano […] Con respecto a Los perseguidos, Leopoldo Lugones lo reconoce como "la primera prosa intelectual del Plata" y le pronostica que será "uno de los primeros estilos del habla castellana".
- Historia de un amor turbio: Garet comparte el juicio que sobre esta novela hiciera una vez Washington Benavides: "…es una buena novela […] tiene una notable fluencia narrativa, que no revela lo trabajado de su creación".
- Cuentos de amor de locura y de muerte: Garet cree que con esta obra "América reconoció la voz de su primer cuentista", ya que este libro se ha convertido con justicia "poco menos que en emblema de la obra y el nombre de Horacio Quiroga".
- Cuentos de la selva para los niños: este libro es nada despreciable, dice Garet, ya que "El Quiroga experimentador de temas y estructuras" se hace presente en él, dando como resultado visible "muchos de los cuentos más queridos de los niños".
- El Salvaje: este libro es importante, dice Garet, porque con él se abre un abanico de perspectivas temáticas: la convivencia con épocas prehistóricas, la posición ante la religión y la guerra, los cuentos misioneros, los humorísticos y los de amor.
- Las sacrificadas: Dice Garet: "De verdadero fracaso hay que catalogar a esta obra tanto en realización técnica como en la liviandad en el trato de los temas".
- Anaconda: "Con Anaconda, uno de sus libros más populares por su cuento homónimo, se reafirma la valorización de Quiroga".
- El Desierto: es importante porque "preanuncia la unidad de Los desterrados, con su organización temática en tres secciones".
- Los desterrados: "En él ?dice Garet- confluye y se consuma lo mejor de Quiroga".
- Pasado amor: Se trata, dice Garet, de una nueva demostración de la "poca fortuna" de Quiroga en el género de la novela.
- Suelo natal: si tomamos en cuenta que el libro se publicó en 1931, y que hasta 1936 se reeditó anualmente, hemos de creer que fue importante.
- Más allá: En un apartado titulado "Afinando la puntería", discrepa con el lugar común al que han llegado otros críticos de Quiroga ?como Noé Jitrik, Nicolás Bratosevich y Emir Rodríguez Monegal- de creer que Los desterrados representa su culminación como escritor y como intérprete de la selva, y que, como tal, el libro Más allá indica ya un descenso de su arte -con la sola excepción confirmatoria de la regla del texto "El hijo", que aparece como el único sobreviviente del tema misionero. En cambio, y tomando en cuenta la fecha de la primera publicación de los once cuentos de Más allá (todos entre 1923-1933), Garet señala que seis de ellos son del mismo año o anteriores a Los desterrados, y que sólo cinco son de fecha posterior, incluido "El hijo", considerado el mejor de la serie. Así, descree Garet de la "simplificada parábola ascensión ? cima ? descenso", proponiendo un interesante rescate del libro Más allá. Por lo demás, señala también con acierto Garet que es imposible hablar de "declinación" cuando El crimen del otro, Los perseguidos e Historia de un amor turbio preanuncian tempranamente los temas de Más allá.
E) De la vida de nuestros animales: no hay buena crítica de esta serie, pero dice Garet que: "El naturalista, el hombre práctico, el narrador y el poeta, se conjugan de diversas maneras en estas observaciones que se realizaron a lo largo de los años en distintas revistas de Bs. As."
F) Cartas de un cazador: dice Garet: "Lo que es relevante [en ellos] no es la variedad temática ?que se mueve dentro del título de la serie- sino el carácter orgánico que se pretende con recurso variados".
G) "El Soldado", una obra de teatro: dice Garet: "En términos valorativos se puede decir que a su planteo sólo le faltó ?quizás- las identidades cuestionadas para ser, inobjetablemente, un experimento teatral de vanguardia. Lo es igualmente, sobre todo por el sutil cambio de planos y la resolución de innegable raigambre cinematográfica".
H) La vida en Misiones: de esta serie de artículos dice Garet, poco más o menos, que es importante en la medida en que es perceptible en ella una "evolución del testimonio de hechos y circunstancias exteriores, al testimonio del yo, sus creencias y recuerdos".
De las anteriores formulaciones, creemos que es posible desarrollar las observaciones siguientes:
1) Existe un acuerdo sustancial entre los tres críticos estudiados (Zum Felde, Rodríguez Monegal y Garet) acerca de aquellos grandes problemas que normalmente suelen plantearse en el seno de la discusión crítica sobre la obra de Horacio Quiroga: las influencias literarias, los temas más representativos, y los textos más importantes del escritor. En efecto, pues:
a – Por una parte, los tres críticos antedichos parecen, en mayor o menor medida, unánimes al momento de convenir sobre las influencias y las familias literarias a las que pertenece la obra de Quiroga.
Como vimos, fue Zum Felde quien llevó a cabo una primera selección de los nombres que podrían considerarse "precursores" de su arte, e indicó, en tal sentido, cinco autores muy puntuales:
1) Charles Baudelaire, de quien Quiroga habría aprendido básicamente el empleo de algunas imágenes bizarras y el estilo del decadentismo;
2) Leopoldo Lugones, a quien Zum Felde consideraba la mayor influencia de Quiroga en sus publicaciones iniciales en verso, tal como puede apreciarse nítidamente, por ejemplo, en Los arrecifes de coral;
3) Edgar A. Poe, a quien señaló como el autor más influyente de la primera etapa de Quiroga, de quien habría aprendido no solamente el estilo sugestionante y extraño de sus cuentos sino también el influjo de las concepciones fantásticas (si bien creía también que las relaciones entre Quiroga y Poe acababan allí, pues en lo demás casi no hay consenso posible);
4) Ruben Darío, de quien Quiroga podría considerarse pariente literario, acaso involuntariamente, por el simbolismo y el modernismo; y
5) Rudyard Kipling, autor que, como ya señalamos, Zum Felde decía que se parecía a Quiroga sobre todo en lo que respecta a algunos determinados motivos y tópicos literarios, como la selva o los animales (aunque también es cierto que, en términos generales, admitió que esta vinculación no es muy fuerte. Si bien es cierto que Zum felde arrojó otros nombres (como los de Herrera y Reissig y otros latinoamericanos), estos cinco autores antes mencionados fueron, en su opinión, las grandes vertientes literarias de Quiroga.
Rodríguez Monegal, por su parte, señaló también en varias partes de su obra un repertorio de precursores de Quiroga, y puede decirse que, en términos generales, no aporta grandes innovaciones a los antecedentes señalados por Zum Felde. Al igual que aquel crítico, Monegal admite cinco precursores básicos de Quiroga: Baudelaire, Lugones, Poe, Darío y Kipling, a los que señala explícitamente como las influencias más perdurables de toda su producción. Sin embargo, acota algunos otros nombres, tales como:
1) Fiodor Dostoievski, de quien Quiroga habría aprendido sobre todo algunos motivos y recursos puntuales, como se evidencia en libros como Cuentos de amor de locura y de muerte e Historia de un amor turbio;
2)Guy de Maupassant, maestro literario de quien Quiroga habría aprendido, por sobre todo, algunas cuantas anécdotas y temas de sus composiciones, aunque también no pocos aspecto de la estructura de sus composiciones;
3) Julio Herrera y Reissig, en cierto punto hermanado con Quiroga a raíz de algunos experimentos literarios, como el uso de la escritura automática o las asociaciones verbales (herencia ésta que, aunque muy tímidamente, ya había sido notada por Zum Felde);
4) los autores del realismo literario latinoamericano, insertándose sus textos en toda una familia de textos de la literatura rioplatense y hasta americana del realismo social, conformada por autores como Mariano Azuela, José Eustasio Rivera, Ricardo Güiraldes y Rómulo Gallegos;
5) Honoré de Balzac, a raíz de algunos procedimientos muy puntuales, como la composición estructural del libro Los desterrados;
6) Gustavo A. Bécquer, en virtud de ciertas afinidades estilísticas contenidas en el Diario de viaje a París; y
7) Max Nordeau, en especial su obra El mal del siglo.
Sin embargo, es posible afirmar que, en opinión de Monegal, estos otros precursores y parientes literarios de Quiroga no poseen tal fuerza en la conformación de su obra como el quinteto Baudelaire ? Poe ? Darío ? Lugones ? Kipling, y apenas si, un poco tibiamente, Dostoievski puede sumarse, el sexto, a ellos.
Finalmente, también Leonardo Garet, quien no discute en mayor profundidad el problema de los precursores de Quiroga, admite en términos generales las anteriores vinculaciones, y apenas si agrega por su propia cuenta tres nuevas líneas de influencia, aunque, en su propia opinión, de escasa importancia:
1) Nathaniel Hawthorne, a raíz de algunos pocos motivos, temas e imágenes;
2) Antón Chejov, muy claramente no se sabe por qué; y
3) los autores del realismo mágico, familia literaria ésta a la que Quiroga pertenecía, no por haber recibido nada de ella, sino por el contrario, por haber sido su pionero y casi creador en Latinoamérica.
Sin embargo, como decíamos, Garet es partícipe sobre que aquel quinteto de autores que señalaba Zum Felde, y que apoyaba Monegal, debe ser considerado el conjunto de influencias más fuerte y persistente a lo largo de toda la obra de Quiroga, pues toda otra influencia solo puede relacionarse ocasionalmente con sus textos, y de allí que sus opiniones puedan considerarse similares a las acotadas por sus antecesores.
b ? Por otra parte, es también posible hablar de un consenso entre estos tres críticos acerca de los grandes temas de la obra de Horacio Quiroga, vale decir, de los temas más representativos entre todos aquellos que es posible ubicar en su producción.
Zum Felde, quien fue el primero en señalar los grandes temas de la obra de Quiroga, decía que, en su opinión, los temas más característicos del escritor son básicamente estos seis:
1) el realismo costumbrista, es decir, la representación vívida de la realidad cotidiana, una vez dejadas de lado sus primeras estériles incursiones imaginativas a lo Poe;
2) el agonismo o la lucha perpetua del hombre, ora contra el Destino, ora contra sus instintos, ora contra la Naturaleza omnipotente, es decir, una clara vinculación de sus personajes con el destino de los héroes de la tragedia clásica.
3) el horror y la muerte, motivo presente con especial énfasis desde sus primeras composiciones pero asimilado con mayor maestría en los relatos misioneros;
4) lo "raro" y lo "extraño", es decir, la fascinación de Quiroga hacia los temas extraordinarios, misteriosos, anormales e incluso abiertamente "fantásticos"; y
5) la locura, a raíz de la pintura de Quiroga de caracteres rayanos en la demencia alucinatoria, las cárceles y los hospitales.
Empero, y si bien es cierto que Zum Felde acotó otros muchos temas en la prosa de Quiroga, puede decirse sin temor a error que éstos son, en su opinión, los más importantes.
Rodríguez Monegal, por su parte, reconoce también en gran medida estos temas indicados por Zum Felde. Dice, en efecto, que todos aquellos poseen gran fuerza en su obra, pero agrega también, por su cuenta, otros motivos tales como:
1) la omnipotencia de la naturaleza, es decir, el resultado siempre desfavorable para el hombre de su constante agonismo con la entorno (elemento sobre el que se refiriera Zum Felde);
2) la ternura, esto es, el inocultable cariño que en todas sus composiciones demuestra hacia sus personajes, humanos o animales;
3) la rebelión del hombre ante la injusticia, faceta crítica y comprometida del escritor sobre la que refiere por vez primera, y que será, con el correr de los años, uno de los grandes argumentos para señalar el parentesco de Quiroga con otro escritor reconocido como "comprometido": Rudyard Kipling;
4) el amor, motivo presente a lo largo de toda su obra;
5) el humor, ingrediente que considera apenas esbozado en algunos cuentos;
6) el erotismo, tal como se aprecia sobre todo en las novelas de Quiroga; y
7)las supersticiones, pues en muchos de sus relatos Quiroga habría recurrido a elementos fantásticos pertenecientes a la gran tradición mitológica universal, como el tema del doble (o dopelganger) o el vampirismo.
Sin embargo, de todos estos temas, según se desprende de la lectura de Monegal, únicamente el amor puede considerarse como una presencia decisiva e importante, capaz de asimilarse a algunos otros también muy fuertes que ya señalara Zum Felde (como la muerte, la locura, el horror, la bizarre o el agonismo), pues los otros no poseen por sí solos una fuerza suficiente como para considerarse aisladamente, y apenas si aparecen como accesorios de aquellos grandes temas principales.
Finalmente, Leonardo Garet también parece repetir ideas semejantes. No obstante, agrega por su propia cuenta otros cuantos motivos presentes en la obra de Quiroga, tales como:
1) el absurdo, esto es, la proliferación en los cuentos de Quiroga de situaciones sobre las que no se arrojan mayores justificaciones;
2) los animales, motivo ya señalado tímidamente por los otros críticos pero que Garet retoma en profundidad;
3) la ciudad, es decir, la pintura de elementos característicos de la vida urbana, en el que se dan cita algunos motivos especiales (como los temas de la locura y del amor, que según Garet, nunca acontecen en los relatos de la selva); y
4) las supersticiones regionales, pues, además de las referencias mitológicas universales, hay en los cuentos de Quiroga la asimilación de innumerables motivos de las creencias populares.
Sin embargo, parece admitir Garet que estos temas tampoco poseen fuerza por sí mismo, sino que deben ser explicados y valorados desde la óptica de otros temas más importantes, y que son, sobra decirlo, aquellos grandes temas ya advertidos por Zum Felde.
Por esto, pues, es que decimos que, en nuestra opinión, los tres críticos estudiados pueden considerarse unánimes en su respuesta al problema de los temas más característicos y representativos de Quiroga, y que son, además del tópico del amor que señaló Monegal, los mismos que por primera vez señalara Zum Felde.
c ? Finalmente, creemos que es posible afirmar también la existencia de un relativo consenso entre los tres críticos acerca de cuales son los mejores textos de Quiroga, es decir, aquellos documentos de su autoría en que se cifra la mejor medida de su arte.
Así, Alberto Zum Felde realizaba tres grandes selecciones. Por una parte, decía, lo mejor de Quiroga debe buscarse en sus textos de prosa, pues sus versos carecen de mayor relevancia literaria. Por otra parte, decía también que, entre los textos de prosa, no todos poseen igual valor, sino que, por el contrario, hay algunos mejores que los otros: los cuentos, de todo punto superiores a sus novelas. Por último, realiza una nueva selección, al destacar entre todos los cuentos del narrador un grupo selecto: los textos de ambiente misionero, en los que Quiroga habría encontrado su "voz", pues los de ambiente ciudadano no poseen tal fuerza y originalidad, y apenas si corresponden a influencias mal asimiladas.
Rodríguez Monegal, por su parte, desarrolla aún más esta línea de lectura. En su opinión, parece de recibo las afirmaciones de Zum Felde acerca de que son los cuentos de ambiente misionero lo mejor de Quiroga; sin embargo, para Monegal, tampoco todos los cuentos misioneros poseen igual valor. Así, lleva a cabo una nueva selección, destacando, en ese grupo, un nuevo conjunto de textos: aquellos en que es apreciable la tan mentada "objetividad" de Quiroga, es decir, aquellos textos en que el narrador toma una especie de distancia con los eventos narrados y no deja advertir siquiera un vestigio de sus sentimientos hacia los mismos. Conforme esta perspectiva, cree que el libro Los desterrados es lo mejor de Quiroga. Sin embargo, y no obstante estas perspectivas principales, Monegal cree preciso matizarlas un poco, pues en algunos de sus textos acaba aceptando que, en el fondo, las novelas de Quiroga no son tan malas como suele creerse, si bien es cierto que nunca llegó a considerarlas de igual valor que sus cuentos.
Finalmente, Leonardo Garet lleva a término una especie de consolidación de estas ideas, al señalar en varias partes de su obra que es precisamente en los relatos de ambiente misionero donde debe buscarse lo mejor de Quiroga, pues ellos representan la "madurez" o la "mayoría de edad" de su arte. Sin embargo, Garet introduce una muy leve discrepancia con Monegal sobre un punto: cuales textos deben ser llamados, propiamente, de "ambiente misionero". Para Monegal, como para otros críticos, se consideran textos de ambiente misionero el conjunto de textos de Quiroga comprendidos entre la publicación de Cuentos de amor de locura y de muerte (1917) y la publicación de Más allá (1935), período en que se describe una especie de parábola del arte de Quiroga que encuentra su punto más alto en el libro Los desterrados (1926). En cambio, para Garet, por una parte, los relatos misioneros deben considerarse anteriores en por lo menos diez años a Cuentos de amor de locura y de muerte, y por otra parte, la época de "madurez" de Quiroga no acaba en Más allá, pues muchos de los cuentos que componen este volumen fueron escritos por Quiroga en años anteriores. Sin embargo, y a pesar de este leve matiz, Garet no introduce mayores innovaciones críticas respecto de sus predecesores, pues, en efecto, amén de algunas salvedades, continúa repitiendo una y otra vez el viejo tópico de Zum Felde: que el único y verdadero Quiroga existe únicamente en aquellos cuentos que tienen por escenario la selva de Misiones.
Pues bien, si tenemos en cuenta las anteriores observaciones, no podemos menos que experimentar cierta sorpresa ante algunas afirmaciones como las de Leonardo Garet cuando señala, en una visión de conjunto de la obra quiroguiana, que esta presenta "rostros innumerables", y que su misterio radica, precisamente, en que a cada nueva lectura se ponen al descubierto nuevas facetas o nuevos rostros de su obra. En efecto, a nuestro modo de ver, la larga tradición crítica iniciada con Zum Felde, continuada por Monegal y perpetuada por Garet, se ha limitado a repetir poco más o menos siempre las mismas cosas, y que los matices que aparecen entre sus respectivas afirmaciones no son suficientes para hablar de una innovación esencial. Todos, por una parte, plantean una y otra vez los mismo problemas, las mismas discusiones, transitan, una y otra vez, por los mismos lugares del debate. Por otra parte, todos también proporcionan una y otra vez las mismas respuestas. Esto vale, sino para el conjunto de los aspectos que comprenden la obra de Quiroga, al menos para tres aspectos que, como vimos, se consideran problemas clásicos de la discusión sobre Quiroga, es decir, problemas que todos los críticos, unos tras otros, han intentado resolver: las influencias literarias de Quiroga, sus temas más representativos y sus textos más importantes.
2) Todas estas posturas, han contribuido en no escasa medida a conformar lo que podríamos llamar una "imagen clásica" o "canónica" de Horacio Quiroga, es decir, algo como una figura arquetípica, hecha de un conjunto de símbolos e imágenes, en la que inmediatamente todos pensamos cuando escuchamos su nombre.
Cierta vez, a propósito de la imagen de un escritor, Jorge L. Borges escribió: "No hay escritor de fama universal que no haya amonedado un símbolo […] Homero tiene a Príamo, que besa las homicidas manos de Aquiles; Sófocles tiene un rey que descifra enigmas y a quien los hados harán descifrar el horror de su propio destino; Lucrecio tiene el infinito abismo estelar y las discordias de los átomos; Dante, los nueve ciclos del Infierno y la Rosa; Shakespeare, sus orbes de violencia y de música; Cervantes, el afortunado vaivén de Sancho y de Quijote; Swift, sus repúblicas de caballos virtuosos y de yahoos bestiales; Melville, la abominación y el amor de la Ballena Blanca; Franz Kafka, sus crecientes y sórdidos laberintos".
Pues bien, a nosotros nos ha parecido que, al igual que ocurre con estos famosos nombres de la tradición literaria universal (a los que podríamos agregar incluso otros), Quiroga posee y llega a confundirse con mucha facilidad con algunos grandes símbolos, y que incluso habría que considerar alguna vez más detenidamente acerca de si, por acaso, el prestigio de Quiroga como escritor no debería atribuirse, precisamente, a esa facilidad con que su nombre suele asociarse a determinados símbolos. Estos símbolos, parece ocioso recordarlo, son cercanos a la tragedia, como la Locura, la Soledad o la Muerte (incluso el Amor, en Quiroga, nuca dejó de estar asociado a todo una gama de connotaciones trágicas) y de allí la imagen que todos tenemos de Quiroga como un escritor oscuro, un poco huraño, bizarro y hasta algo desequilibrado, y de allí también la imagen ordinaria que tenemos sobre su obra, de la que recordamos primeramente sus momentos patéticos.
Esta imagen clásica de Quiroga, es decir, este conjunto de símbolos con los que se confunde su nombre, no ha sido constituida de la noche a la mañana, sino que, por el contrario, es posible decir de ella que es producto de una evolución histórica en la que intervienen, sin duda, muchos factores. Por una parte, el impulso de las instituciones educativas, empeñadas desde hace décadas en transmitir a los alumnos jóvenes los aspectos más macabros de la obra de Quiroga, presentándoles una y otra vez los mismos textos escogidos a la sazón ("El almohadón de plumas", "La gallina degollada", "El hijo" o "El hombre muerto"). Por otra parte, el falso sentido de lo trágico que, casi desde siempre, se ha instalado entre los lectores, que parecen encontrar una especie de gusto inexplicable hacia esas ocasiones lacrimógenas. Pero también, y en no menor medida, creemos que la imagen clásica de Quiroga se debe a la lectura que, desde los inicios, ha llevado adelante la crítica uruguaya de su obra, empeñada como siempre ha estado en destacar y discutir, según hemos visto, estos aspectos de su producción. No intentamos en modo alguno censurar o enjuiciar un hecho. Simplemente, nos limitamos a constatarlo, pues creemos que el mismo puede considerarse decisivo en lo que hemos denominado la imagen clásica que tenemos de Horacio Quiroga.
3) En términos muy genéricos, podríamos decir que esa evolución histórica que la imagen clásica de la obra y la figura de Horacio Quiroga ha tenido en la crítica uruguaya, comprende, básicamente, tres grandes etapas:
a- Una etapa de nacimiento, es decir, un período en que se proponen los lineamientos generales de la misma. Si tuviéramos que indicar, caprichosamente, la ubicación cronológica de esta etapa, diríamos que ella comprende los años habidos entre la muerte de Horacio Quiroga y los primeros años de la década de los sesenta. En nuestra opinión, el autor más decisivo de esta etapa fue Alberto Zum Felde, a cuya obra nos hemos referido anteriormente. Sin embargo, no es el único autor que integra esta etapa de la conformación de la imagen clásica de Horacio Quiroga. Otros nombres destacados (uruguayos ye xtranjeros), por ejemplo, fueron los de Pedro Orgambide… y Anderson Imbert.
b- Una etapa de desarrollo, vale decir, una etapa en que aquellos lineamientos generales establecidos en el período de nacimiento fueron recogidos y difundidos por otros autores. Arbitrariamente, podrímoas decir que esta etapa comprende los primeros años de la década de los sesenta hasta los primeros de la década de los ochenta. En nuestra opinión, el autor más representativo de esta etapa ha sido Emir Rodríguez Mongal, quien, como hemos podido ver, llevó adelante una gran consolidación de las ideas de Zum Felde. Sin embargo, no ha sido el único de este grupo. Otros nombres (uruguayos o extranjeros) que podrían incluirse en esta etapa son los de Noé Jitrik, Nicolás Bratosevich y Saúl Yurkievich.
c- Una etapa de consolidación, es decir, un período de la crítica uruguaya en que aquella imagen clásica, ya universalmente aceptada, es revitalizada merced de nuevos empujes críticos que la mantienen vigente e inalterada. En términos generales, diremos que esta etapa comprende desde los primeros años de la década de los ochenta hasta nuestros días. Varios críticos pueden considerarse partícipes de esta etapa. Nosotros hemos considerado en este trabajo el caso de Leonardo Garet. Sin embargo, no es el único. Así, entre los contemporáneos, cabe destacar los nombres de Blas Matamoro, Pablo Rocca y Amir Hamed.
4) Finalmente, y a modo de cierre, debemos admitir que, a nuestro juicio, esta canonización de la obra de Horacio Quiroga, o mejor, que esta imagen clásica del Quiroga que ha pasado al canon nacional, presenta aspectos muy contradictorios en lo que respecta al mejor conocimiento de la obra del escritor.
En efecto, y tal como decíamos, por una parte, la consolidación de esta imagen clásica ha sido muy beneficiosa para el reconocimiento universal del escritor, pues teniendo en cuenta la célebre advertencia borgeana de que: "No hay escritor de fama universal que no haya amonedado un símbolo", esta imagen clásica que se ha constituido sobre Horacio Quiroga por parte de la crítica uruguaya ha posibilitado con mayor facilidad no solamente su reconocimiento público, sino también su acceso como objeto de estudio.
Sin embargo, y por otra parte, creemos que esta imagen clásica ha sido en cambio muy perniciosa en cuanto al conocimiento cabal e íntegro de la obra quiroguiana. De hecho, no han sido pocos los autores que se han pronunciado acerca de los muchos obstáculos que una lectura clásica de la obra de Quiroga pone a un mejor conocimiento de la misma, tal como es el caso, por ejemplo, de Ruben Tani, quien en una reciente conferencia, ha puesto nuevamente en un primer plano la idea de que el tópico actual, iniciado por Zum Felde, acerca de que es en los relatos misioneros donde la originalidad y maestría de Quiroga han encontrado su punto más alto, "conduce a la desvalorización lamentablemente injustificada de otros campos temáticos abordados por el autor". Sin embargo, no ha sido Tani el único autor que ha expresado una cierta reacción hacia la imagen clásica de Quiroga a lo largo de la crítica sobre el autor, al punto de que incluso sería posible referir sobre la existencia de una cierta tradición entre los críticos que se caracteriza por discutir, contradecir y en ocasiones incluso censurar abiertamente aquella imagen. Tal es el caso, para citar algunos ejemplos de relevancia, de nombres como los de Enrique Amorim, Jaime Alazraki, Carlos Dámaso Martínez, Ezequiel Martínez Estrada y Elsa Gambarini.
Mucho podría decirse, por supuesto, al respecto de esta "otra" imagen de Quiroga que existe en los críticos. Sin embargo, el presente trabajo no versa sobre ella, sino que, por el contrario, ha tenido por objeto considerar sobre los aspectos generales de la imagen clásica de Horacio Quiroga y su desarrollo en algunos autores de la crítica uruguaya, tarea que, sin mayores dilaciones, concluimos aquí.
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Diego Moraes
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