Maestros en convivencia: habilidades conversacionales (página 2)
Enviado por Andres Felipe Herrera Pupiales
Formación escolar y la Legión de María
Inició su Primaria en 1955, cuenta su hermana Antonia que: "-En su formación escolar, Aída se destacó en sus estudios de Básica Primaria porque fue una niña juiciosa, inteligente y responsable con sus trabajos académicos, tanto, que cuando terminó su Primaria se le presentaron varias oportunidades en varios colegios. Cosa que en esa época era difícil, obtener cupo en algún colegio oficial era una lucha titánica; empero a ella le fue muy bien, porque pasó en varios colegios".
Su hermana relata que un momento clave en su vida fue la realización del 5° de educación Básica Primaria, durante ese tiempo Aída conoció a una monjita, quien como maestra influyó inmensamente en su formación convirtiéndose en una niña dogmática y espiritual. Aída perteneció a la Legión de Maria y desde allí conoció el trabajo social, pues básicamente se reunían para saber qué se iba a hacer con los pobres o cómo ayudar en los ancianatos. Su hermana recuerda que la labor de Aída: "-Consistía en atender a los pobres; por eso, ella siempre ha sido una persona muy sensible a los problemas sociales".
La hermana San Gilberto de la Legión de María, dejó una huella muy profunda en Aída, porque empezó a ver esa parte social. Esta experiencia marcó sus inicios como líder, estricta en sus cosas, nunca fallaba a las reuniones, era juiciosísima con sus trabajos y cumplía con lo que se le imponía.
Formación secundaria y relación de noviazgo
Aída inició el Bachillerato en 1961 y lo terminó en 1966, comenta Antonia que: "-En su adolescencia estudió en un colegio de monjas, y lo que nuestra madre le había infundido y recalcado; allá se lo acabaron de recalcar, porque era un colegio religioso de monjitas muy estrictas. En ese contexto realizó su Bachillerato como una persona religiosa, buena estudiante, pero amiguera. En aquella época de los 60, siempre fue muy humana, es decir, demasiado sensible hacia los problemas del país y hacia la gente que la rodeaba".
Sin embargo, en palabras de su misma hermana: "-Ella tuvo que afrontar los prejuicios de nuestra madre debido a que se ennovió a eso de los catorce o quince años con un muchacho que mi madre nunca llegó a querer. Una de las razones para oponerse era que en la familia del muchacho había mucho despelote, decía que las hermanas y los padres del joven no tenían los mismos principios éticos y que era una familia como sin norte".
A su madre que había sido tan rígida, tan encuadrada en sus normas, le parecían mal el desorden y el caos de esa familia; consideraba terrible que su hija se ennoviará con ese joven, pues desmejoraría en su estudio.
A raíz de tanto problema con su madre porque no le gustaba la amorosa y compleja relación entre su hija y el muchacho en cuestión, Aída terminó su noviazgo. Tal rompimiento la dejó triste y marcó la historia de su corazón, puesto que ella no se volvió a enamorar fácilmente. Aída tomó la decisión de que sólo volvería a tener novio cuando éste cumpliera los requisitos que no había cumplido el anterior y exigió que llegado ese momento, no se le objetara y se le permitiera la libertad de llevarlo a casa. "-El conflicto en su relación de noviazgo ocurrió por la presión de nuestra madre, unido a los años de aguantarle agresiones físicas, pues le pegaba", aclaró su hermana.
Para entonces, explica Aída: "-Nos trasladamos a Kennedy porque mi hermana obtuvo un apartamento y para mis padres no era aceptable que ella viviera sola. Entonces se fue toda la familia a ese apartamento".
Cuenta Antonia que: la relación que Aída tuvo con su novio Jairo, duró 4 años y 2 meses, fue un noviazgo de esos que llaman de "racamandaca". Y la relación con sus hermanas durante la adolescencia, estuvo marcada por la fraternidad, compartían mucho en las reuniones con sus amigos y amigas. Naturalmente, tenían una u otra diferencia por cosas pequeñas.
La Juventud
Formación universitaria, política y noviazgo
Aída inició la universidad en 1967, ella misma cuenta que: "-Entre 1966 y 1967 trabajé en el Banco Royal de Canadá, en Bogotá; nunca perdí un año escolar y le aposté a ingresar a la Universidad Nacional, pues mis padres no tenían los recursos para pagar una universidad privada. En los primeros semestres tuve matrícula de honor y luego préstamo del ICETEX".
Para ella, el ingreso a la Universidad Nacional de Colombia, fue un acontecimiento que cambió totalmente su paradigma religioso. Se matriculó para la carrera de Trabajo Social, pues tenía en mirar la labor comunitaria; comenta su hermana Antonia que: "-La elección de la carrera fue un concilio entre la familia: mi hermana Indira le había comentado a Aída que más o menos estaba dentro de lo que a ella le gustaba; mi papá quería que estudiara medicina y a mí me gustaba, pero mi madre decía que era una carrera larga y costosa. Ella pasó en la Nacional y dejó de ser la niña religiosa y dogmática. En ese momento tenía dieciséis años.
En la Universidad vio otra cosa muy distinta por esos años, por lo que estaba surgiendo el movimiento político de Camilo Torres, que fue como tan característico de los años 60 y 70. Se dio cuenta por su carrera misma, su sensibilidad y sus cosas políticas, que iba a ser una gran luchadora. Por esos motivos, ingresó en ese movimiento y empezó a conocer gente que hablaba y realizaba política en la Universidad. Mi madre también había sido una mujer de fuertes convicciones políticas, fue gaitanista, al contrario de mi padre quien siempre fue un escéptico.
A finales de los 60, en ese contexto, conoció a José Cortés, era una persona reconocida en esa época, porque tuvo un hermano que fue del ELN -El Ejército de Liberación Nacional- que fue un movimiento revolucionario armado que luchaba por las reivindicaciones del pueblo colombiano".
Y continúa su hermana que: "-Cuando entró a la Universidad, se hablaba mucho de la muerte del hermano de José, puesto que era un líder estudiantil, muy amigo de Camilo Torres y posteriormente compañero en la guerrilla. Para entonces, todo el mundo hablaba con mucho respeto tanto de José, como de su hermano. Aída al igual que José, simpatizaron porque tenían muchas cosas en común como la filosofía, la política y el arte. Los dos por distinto lado, hacían parte de otro partido político, que también apoyaba un grupo armado distinto al ELN".
Relación de pareja
En la década de los 70, Aída y José se casaron y como fruto de su relación nacieron tres hijos: César el hijo mayor; Marco, quien se encuentra actualmente estudiando en Francia, y una niña: María, la menor. José influyó mucho en Aída, porque él también era un joven muy preocupado por lo social. Recuerda Antonia que: "-Todo ello aconteció cuando a finales de los años 60 él viajó a México a raíz de la muerte de su hermano y al volver a la Universidad se volvió más amigo de Aída, y muy rápidamente se ennoviaron y se casaron. José fue una persona muy importante para ella, muy respetado y admirado por sus compañeros.
Para entonces, él estaba terminando medicina en la Universidad. También fue un luchador tremendo entre los grupos estudiantiles fuertes de la época, empero mucho más mesurado que ella. Cuando se casaron la relación se afianzó. Él fue una persona muy estudiosa y de una gran calidad humana, respetuoso de los demás; uno que otro lunar, porque obviamente él no era perfecto. Desde un principio, fueron el tipo de parejas que se entienden en todo".
Según Antonia: "-En la relación de pareja, Aída transmitía un clima de sensibilidad, básicamente por compartir, por dar y recibir con los brazos abiertos a la gente. En esa época, ellos casi no tenían vida privada, porque eran todo el tiempo con gente y, generalmente, había alguna persona de visita que se quedaba en la casa".
Sin embargo, en los 80 la pareja tuvo algunos altibajos porque José se ennovió con una médica, lo cual dejó huella en Aída. Por consiguiente, la relación de pareja se empezó a resquebrajar. En esa situación, ella se esforzó al máximo por solucionar y restablecer su relación mediante el diálogo; "-A ratos ellos se reconciliaban, se contentaban y hacían una cantidad de proyectos, pero el matrimonio empezó a flaquear pese a que se querían mucho", explica su hermana.
Cuenta Aída que: "-¡Esta es una larga historia! Sin embargo, lo que puedo decir es que fui generosa y consecuente. Inicialmente esperé con paciencia a que mi esposo resolviera tranquilamente sus dilemas. A pesar de mi dolor, le permití que llegara hasta las últimas decisiones y entonces si le pedí que se alejara de mí, aunque podía contar con su casa y ver a sus hijos cuando quisiera, eso si, sin mi presencia". En estas condiciones, que sólo duraron dos meses, él reflexionó, consideró que estaba equivocado y que seguía amando a su esposa e hijos y se concentró en ellos.
"-José volvió con Aída y ésta lo perdonó, lo recibió y lo acogió con amor. Él se cuestionó, se dio cuenta que había cometido errores y que finalmente la persona que más lo amaba era Aída, y que él también, a las personas que más amaba en el mundo eran ella y sus hijos", cuenta Antonia.
En breves palabras Antonia también recuerda que: "-Antes de finalizar la década de los 80, ambos vivieron una temporada universitaria en Francia. Aída trabajaba para culminar su posgrado en la Universidad de la Sorbona y se preparaba para volver a Colombia. Pero desafortunadamente pocos años después, 8 años, apareció la enfermedad y José murió de cáncer en 1995".
Cuenta su amiga Betsabé que: "-En aquellos momentos tan difíciles por los que estaba pasando Aída, cuando le diagnosticaron a su esposo cáncer de pulmón y le dieron seis meses de vida, recurrió a mi, y en ese momento fui su compañía, su apoyo y le serví de hombro para llorar y descargar su angustia y su inmenso dolor. Recuerdo que cuando me pidió ayuda lo hizo con lágrimas que brotaban desde su corazón: ‘Betsabé, siento que me muero, José está muy mal se va a morir, yo siento que este dolor no lo puedo soportar’".
Para Betsabé fue una noticia fuerte, porque también era amiga de él. José era un médico bioenergético joven, muy cuidadoso de su salud y la de su familia; por lo tanto y a sus 44 años, el hecho cambió completamente la historia de Aída y de sus hijos.
La Adultez
Relaciones en su núcleo familiar
En el nuevo milenio, cuenta Aída: "-Las relaciones con mis hijos, están centradas en la flexibilidad, por ejemplo, sé que debo estar dispuesta a cambiar una decisión, porque los hijos tienen sus razones. Sé que ellos quieren ponerse en condiciones de mayor igualdad en el sentido de la posibilidad de acertar o equivocarse. Esa comunicación ha sido muy marcada en la familia que he constituido, porque me ha permitido un acercamiento basado en la confianza (…) Con mis hijos ha sido una conversación mutua de ir conociendo los distintos momentos de sus vidas, sus problemas, sus inquietudes, sus equivocaciones e igual las mías. Como madre poseo un gran amor y la seguridad en que mis hijos pueden tener buen criterio para decidir; que no necesariamente la única que decide es la madre".
A reglón seguido, Aída afirma que: "-Oriento muchos espacios de diálogo con ellos, por ejemplo, mediante el análisis diario de lo que va pasando en la vida interior, como los temores y las angustias. Además, siempre estoy dispuesta para prepararlos a que den los pasos que tienen que dar en la vida, a través del acompañamiento y sin ninguna clase de sometimiento".
Para Aída, el amor es fundamental, es el sentimiento que marca la relación con sus hijos. Nunca los presiona para que sean profesionales; no obstante, siempre los ha orientado de acuerdo a sus deseos, mediante su opinión e interpretación de cómo los ve a ellos o de qué manera podrían explotar sus mayores potencialidades, por ejemplo: "-Aconsejándoles sobre lo que para mí ha significado ser Trabajadora Social".
"-Cuando se me han presentado conflictos con mis hijos, generalmente los resuelvo a partir del diálogo, buscamos salidas conjuntas. Aunque también me ha tocado hacer otras cosas que no me gustan, por ejemplo, sacudir bruscamente a alguno de mis hijos, cerrarles una puerta para que no salgan en un momento dado o tomar decisiones radicales. Han sido momentos difíciles, que los valido cuando veo en alto riesgo a alguno de mis hijos. Hay otras cosas que no valido, pero que se me escapan del manejo tranquilo, porque la relación con los hijos y el ejercicio de la autoridad y la orientación, requieren de mucho equilibrio y, a veces, eso genera angustia y miedo por equivocarse", afirma Aída.
Según cuenta su vecina Roxana: "-Algunas veces he estado de testigo en su casa, cuando le llama la atención a María, su hija, por sus llegadas tarde. Por ejemplo, si es a las seis de la tarde y llega a las ocho, usualmente eso lo resuelve con el diálogo, no es un reclamo en el cual ella le dice: ‘mira hicimos tal compromiso’. Respecto a César, por ejemplo una vez había una compañera de estudio de él, que era una mujer con una historia medio rara, y él empeñado en ir a dónde ella a recoger una lectura, y su madre le decía: ‘no vayas, a mí ella no me parece, consigue ese libro por otro lado, porque de aquí a mañana te puedes ver involucrado en ciertas cosas’".
Cuentan sus hijos, César de 28 años y María de 16 años, que: "-La relación con nuestra madre ha estado basada en una actitud amorosa de mantener una comunicación frente a lo que hacemos cotidianamente, a nuestras historias, sueños, aciertos y errores, a nuestras capacidades y debilidades. Es un diálogo continuo sobre la vida y el mundo, tanto interior de la familia, como del país y el mundo".
Para ellos, en general, son relaciones de mutua ayuda, de estar pendientes del otro, siempre mediadas por sentimientos de protección y solidaridad. Se percibe en esta familia una muy buena convivencia, en donde todos se sienten muy a gusto de vivir con su mamá.
Ambiente emocional
Según cuentan sus hijos, de Aída brota el lenguaje del amor manifestado en la protección, apoyo, respeto, admiración y en el hecho de querer procurar siempre su bienestar y de tener unos lazos fuertes. Y eso hoy en día se sigue manteniendo, pues son las semillas que han ido sembrando a lo largo de toda su vida. Ellos relatan que: "-Las conversaciones que sostiene con nosotros tratan de orientar lo que andamos haciendo, y en ese sentido, ella desde su experiencia y madurez, propicia algunas recomendaciones mediante su ejemplo o aquello de ser consecuente con lo que se piensa, se dice y se hace. Esa es la forma de influir en todos sus hijos desde una posición muy participativa, es decir, cuando ella siente la necesidad de orientarnos o de corregirnos en ciertas actitudes que no son las mejores, lo hace de una forma muy respetuosa y reflexiva ante las diferencias y las posturas".
Para sus hijos, en la orientación hay cuestiones que hasta cierto punto no son negociables, sobre todo a la hora de cuidarlos. Por ejemplo, Aída, por su instinto de protección, les previene de riesgos de diferente clase. Y en los momentos de lidiar con una situación explosiva también es capaz de manifestar su espíritu reconciliador. Entonces el choque en algunos momentos ha sido inevitable, pero igual, la reconciliación surge porque existe un amor muy fuerte y porque hay nobleza de parte de todos, lo cual facilita de forma rápida y fluida el surgimiento del perdón. "-La reconciliación de nuestra madre alude al mutuo perdón, a bajar el tono, a limar las asperezas cuando las hay, lo que genera el poder del reencuentro mutuo, con amor", afirman sus hijos.
La manera en que ha inculcado el respeto y la solidaridad en sus hijos, ha sido mediante su ejemplo, tratando con respeto a su familia y observando una forma especial de relacionarse con las personas: exponiendo sus recomendaciones para manejar la vida; inculcando el amor propio y dando un trato respetuoso a sus seres cercanos, resaltando el valor de la dignidad humana y de la autoestima.
Señalan sus hijos que: "-Ella es un ser social, posee grandes facilidades para relacionarse con la gente, genera respeto y afectos. Suele ser coherente con lo que piensa, siente y hace. Sobre la enseñanza de la solidaridad siempre nos ha estimulado para compartir con los otros, pero han sido sus actos nobles y solidarios los que nos han influenciado y nos han sensibilizado para tener estas mismas actitudes hacia los demás. Es algo que se aprende mirando hechos concretos, a través del compartir la cotidianidad. La forma de ser de ella es en esencia la misma en cualquier parte, en los diferentes espacios donde se encuentra siempre se comporta de forma responsable, respetuosa, solidaria. Su interés por procurar el bienestar colectivo se refleja en la casa, pero también en su trabajo y en cualquier otro espacio público o privado".
Para Aída, el ejercicio de la responsabilidad tiene que ver con cumplir los deberes y superar los retos que la vida pone en el camino; con asumir seriamente lo que corresponde hacer y vivir en cada momento de la historia personal. La responsabilidad la inculca con amor, con un diálogo abierto frente a los peligros actuales y del devenir, haciendo conciencia de su papel con los hijos, como madre y como ser social en un mundo complejo, el cual exige estar fuerte y a la altura de las adversidades. "-La responsabilidad que nos transmite es saber que hay limites entre los miembros de la familia, con las demás personas, con el contexto y que hay deberes no sólo con la sociedad, sino con la familia misma". Su ejemplo de madre sigue siendo el mejor referente, aclaran sus hijos.
Por otra parte, en los estudios ella siempre ha procurado ayudar a sus hijos a través de una mutua comunicación. Hace un seguimiento, elabora cuestionamientos y reflexiones sobre la importancia de aprender. También cuentan sus hijos que cuando han tenido conflictos, ya sea porque Aída es muy susceptible y se afecta fácilmente por cosas que para ellos no tienen importancia, pues las soluciona mediante el diálogo; por ejemplo, ella inicia la conversación para saber qué cosas les molestan a sus hijos y luego concilia y mutuamente se buscan, para abrazarse y pedirse perdón".
Relación con su sobrina
Para Maritza, quien es sobrina de Aída y actualmente tiene 30 años, la relación con su tía está mediada por el disfrute del diálogo, y ese espacio tiene mucha importancia, ya que ambas hablan de las cosas que les ocurren en el día a día: "-En las noches mi tía conversa de cualquier cosa que haya pasado en el día o en días anteriores.
A veces nos contamos una y otra vez la misma historia porque nos parece simpática y nos reímos. Conmigo medita profundamente hasta el punto de la angustia existencial y esa meditación nos lleva a las preguntas cotidianas que se hacen todos los seres humanos: sobre las noticias llenas de muertes, cuando hay un niño en la calle, sobre la soledad o la belleza de un atardecer en familia; también del conocimiento que posee de la familia, cuando se da cuenta de que algo pasa, entonces rápidamente surge una pregunta como, ¿por qué no esta comiendo bien?".
En palabras de su sobrina, Aída siempre está pendiente de que todo se encuentre organizado, es muy esmerada y quiere tener todo listo, especialmente cuando se trata de sus hijos: "-Y me delega bastantes funciones, haciendo diligencias de sus hijos, de ella, de la casa y el hecho mismo de tener todo muy bonito para darles un ambiente agradable, en donde se sientan a gusto estudiando o haciendo sus cosas personales. La manera en que delega estas funciones es de manera cordial, directa y bastante clara".
Cuenta Maritza: "-La autoridad la ejerce por medio del diálogo, mi tía es clara con lo que piensa, siente y hace como persona. Parte de la base del ejemplo. Esto, a veces, hace sentir a sus hijos lo mucho que ella les exige como personas. Es difícil que sus hijos le refuten algo cuando saben que han tenido alguna falla. En tal caso, mi tía afectuosamente les hace caer en cuenta de los errores y los orienta".
Relaciones de Amistad
En pleno siglo XXI, según cuenta su amiga Betsabé, la relación de Aída con ella es fluida, sincera, cariñosa y solidaria: "-Aída es una persona con la que siempre se cuenta, porque existe una disposición de escucha para ayudar". La escucha se traduce en la persistente atención emocional y analítica que presta a quien le habla. Siempre basada en la conversación, da pautas sobre al tema a tratar o, simplemente, reconoce sus acuerdos y desacuerdos cuando piensa que una acción es coherente o por el contrario; si está desenfocada de los aspectos éticos, racionales o de interpretación que considera pertinentes.
Para Betsabé, la ética en Aída consiste en la práctica de principios humanos inviolables como son: el respeto por los demás, la solidaridad, el ponerse en el lugar del otro y la transparencia tanto en sus acciones como en sus presupuestos.
Comenta su amiga que: "-En la relación de amistad el ambiente es cálido, tranquilo, de confianza y camaradería, de igual a igual. La confianza que comparte ella es sinónimo de cariño". Aída es capaz de abrir espacios francos, donde hay lugar para todo, para las equivocaciones, las razones y las sin razones, lo cual nunca ha cohibido sus relaciones amistosas, pues por el contrario, genera espacios de libertad. Según Betsabé: "-Los espacios de libertad fluyen mediante la confianza, sin imponer ningún tipo de barrera ni de prejuicio, puesto que es una persona muy serena y aplomada; no hay ningún error o falta humana que la espante, y mucho menos se apresura a prejuzgar. Aída, es de la opinión de que todos aquellos errores humanos obedecen a diferentes cosas como son la historia familiar, la cultura, la personalidad. Por eso ella no prejuzga a nadie y mucho menos a sus amigas".
Su amiga afirma que las conversaciones de Aída son en ocasiones filosóficas, profundas y que tocan tópicos que tienen mucho que ver con el vivir, con sus experiencias y trayectorias en los niveles emocional e intelectual. "-Muchas veces ella ha hecho conmigo un balance de nuestras vidas desde el momento en que nos conocimos, para analizar cómo hemos crecido. Aída sin proponérselo, ha sido un modelo para muchas decisiones que han sido trascendentales en mi vida, como por ejemplo la construcción de mi familia. Porque creo que las relaciones de Aída con su familia de origen y luego con la familia que formó con su esposo y sus hijos, fueron y han sido firmes, sinceras, leales y de compromiso. Todo esto con un amor profundo y con un convencimiento total de que estas relaciones son la base para lograr una sociedad más justa y más amorosa".
Aída construye espacios de confianza y también de error, entiende que los seres humanos no son perfectos. La creación de esos espacios empieza por su capacidad de escucha, reconociendo al otro en toda su dimensión humana, es decir con sus cualidades y defectos, por ende entiende que la humanidad tampoco es infalible.
En tales espacios se dialoga y se discute, "-sin que por el hecho de que uno concuerde o no con los puntos de vista de Aída, la relación se afecte por ello. En tal proceso de escucha, por ejemplo, cuando uno le comenta un problema, cualquiera que sea, ella presta mucha atención, asume el problema como suyo y trata de ayudar a darle solución", en eso es explícita su amiga.
Relaciones vecinales
Para su vecina Roxana, novia de César, las relaciones con Aída se han tejido a través de encuentros en las noches y los fines de semana. En esos encuentros, Aída manifiesta su calidez y solidaridad: en el conjunto vive una amiga de Roxana que se llama Fanny, quien ha tenido algunas dificultades personales, y Aída ha sido muy solidaria, siempre está pendiente de ella y le ha abierto las puertas de su casa, la recibe y se encuentra permanentemente dispuesta a dialogar.
En esos espacios Aída es muy respetuosa y delicada con cada persona. Al decir de Roxana: "-Ella siempre está dispuesta para acoger al otro. Eso es lo que hace en su cotidianidad. Ayudar al otro es lo que permite en Aída la construcción de la solidaridad".
Su vecina añade que: "-Es por ello que el clima emocional que brinda en la relación con sus vecinas, está impregnado por la calidez de su personalidad (…) Tiene muy presente a la persona con la cual va a compartir en ese momento una conversación abierta; esos actos para ella son momentos muy importantes y gratos. Igual, para los miembros de su familia ya que ellos emanan ese clima que Aída trasmite en su casa. En esos momentos ella inspira mucha confianza para contarle las cosas personales, las más íntimas".
Por otra parte, la misma Roxana cuenta que: "-Aída es una persona que le gusta ir al cine, salir a caminar con sus amigas cuando está el día soleado; le gusta conversar con la gente, por ejemplo a Fanny la llama y la invita a dialogar con un chocolate. A ella le gusta ir al café ‘Buenos Aires’ (…) Comparte experiencias y habla de algún tema, de una película o sobre lo que le está pasando en la vida. También le gusta divertirse mucho, ir al Festival de Teatro, le encanta tomar un café, mirar el periódico o un libro con alguien, y poderlo discutir".
Y continúa: "-Esa forma de compartir es muy importante y grata para Aída, puesto que son espacios diferentes del trabajo. En el trabajo tiene amigas, como Alejandra Montes; con ella es solidaria, le gusta compartir el conocimiento (…) La solidaridad en Aída se manifiesta en cosas cotidianas como preocuparse por mí, por ejemplo el día en que murió mi hermano, en ese momento Aída fue a la funeraria y estuvo pendiente de mí. Eso tiene que ver también con lo político, en el sentido de que es una postura real en la vida, no es individualista, ni cerrada en sus conversaciones al pregonar su solidaridad tanto con sus amigas, como con sus compañeros de trabajo".
El mundo del trabajo
En breves palabras, la misma Aída recuerda: "-He trabajado con entidades públicas, privadas y organismos internacionales; en docencia en varias universidades, en investigación, en desarrollo comunitario y género, en resolución alternativa de conflictos, en derechos humanos, con comunidades campesinas, en organizaciones para la erradicación de cultivos ilícitos.
También con colonos, población afrocolombiana y mujeres; en coordinación de proyectos y en la publicación de artículos, cartillas y vídeos. Estudié Trabajo Social en la Universidad Nacional de Colombia. Hice una Maestría en Sociología en París, una Maestría en Filosofía en la Universidad Javeriana; Agroecología y Desarrollo Humano en el CLADES (Consorcio Latinoamericano de Agroecología con desarrollo social) y Participación de la Mujer en el Desarrollo, en la Universidad Laval de Québec), por último, también estudié Fotografía".
Relación laboral
En el año en curso, cuenta Gregorio, su compañero de varios años de trabajo que: "-Normalmente posee la capacidad de escuchar a sus compañeros de la Casa Rosada, lugar de trabajo.
Tal habilidad consiste en identificar e interpretar en el día a día cuál es el sentido de cada mensaje, qué es lo que sus compañeros quieren decir. Ella es capaz de escucharlo a uno por tiempos y en silencio, está atenta a lo que uno dice, y en esa escucha yo siento que ella no obra con premura".
Dirección y autoridad en el equipo
Su compañero recuerda que: "-Su tipo de dirección es muy consensuado. Ella no toma decisiones a solas, sino que comparte su pensamiento con los demás (…) También ella hace una comprensión desde lo afectivo de lo que pueda ser la persona. Entonces no se centra sólo en la efectividad del trabajo, sino mira qué es lo que puede estar pasando en las personas a la hora de transmitir sus opiniones. Tiene un lenguaje muy tranquilo y cree en la gente, en lo que es y piensa, y encuentra el lado positivo de lo que proponen, entonces impone pero por lo que siente y cree que deben ser las cosas".
Aída valora las cualidades de la gente e identifica rápidamente las habilidades de las otras personas sin imponerse: "-Puede ser la persona más antipática, pero ella dice: ‘mire, creo que lo que fulanita decía me parece valioso’".
Gregorio cuenta que "-Ella no se coloca en el nivel de la autoridad, al contrario, trata de compartir roles con el otro, a ella no le cuesta trabajo cargar una caja o reemplazar a un subalterno en algo que se requiera en su momento".
Acción pedagógica
A la hora de afrontar un problema, Aída muestra una actitud pedagógica, quiere reflexionar y orientar constantemente; trata de hablar mucho con los demás, por lo cual logra bastante retroalimentación. En situaciones críticas, llama a una persona con la que haya tenido alguna diferencia conceptual o de formas de ser o actuar, le pide que se siente y pone sobre la mesa las diferencias. Por ejemplo, en el 2003 hubo diferencias y para superarlas nunca atropelló a alguien, y con relación a las relaciones interpersonales es bastante crítica.
En esa época relata Gregorio: "-Siempre, independientemente de las diferencias, buscaba una manera muy pedagógica de confrontar la vida. No de pasar por encima de la gente, más bien de consensuar, de solucionar los problemas con la otra gente.
Ella pregunta razones, escucha para elucidar realmente cuál es el problema con el otro, entonces alguien dirá: ‘es que a mí me cae mal tal fulano, o no me gusta cuando me dices tal cosa’. Ella identifica los motivos sin estar a la defensiva; siempre está creando un buen ambiente, no se deja llevar por la rabia, sino más bien busca espacios de tranquilidad emocional para hablar".
Ambiente emocional laboral
A la par, Aída crea un clima de cordialidad a su alrededor, no acelera las relaciones, es tranquila para expresar sus ideas: "-Incluso a veces, creo que la gente se pasa, porque ella es de mucho consenso, y hay cosas que yo por ejemplo no sometería a consenso o que otras personas con autoridad no socializan; pero ella si permite que la gente se exprese con bastante libertad, en un ambiente donde uno sabe todo lo que pasa en la oficina. Socializa mucho con los equipos. Aída es menos de relaciones uno a uno y más de relaciones en grupo, deja una libertad de acción al equipo que también es buena, brinda mucha confianza y acerca mucho su parte emocional a la gente, cosa que en su momento le ha traído dificultades. Ahí es donde hay un poco de exceso de confianza de nuestra parte".
Espíritu competitivo
Para Aída el espíritu competitivo tiene que ver con el mundo externo: la competencia por lo material, por el sueldo, por ser la que más tiene o la que más gana, son cosas que no le afectan; más sin embargo en otros ámbitos sí, como el de la autoridad por la competencia profesional, porque esto genera envidias, resentimientos que no se resuelven con sinceridad o con honestidad, sino de manera tendenciosa.
En su trabajo, dice ella: "-Las competencias entendidas como capacidades laborales están atravesadas por las relaciones y la personalidad de cada uno, como el estudio o el momento y la circunstancia que se estén viviendo; personalmente, el papel de organizar aspectos técnicos o teóricos para mi es fácil, es una de las cosas en las que me siento muy bien. Pero otras que requieren como cierto ejercicio de autoridad, son bastante molestas para mí, si es que me toca ejercerlas. Yo nunca pongo distancias, me involucro con las personas de mi equipo y no tengo ningún secreto".
Considera que las conversaciones con su equipo deben ser, en general, formales: sobre el trabajo concretamente, las tareas, las dificultades, lo que se ha hecho, para reconocer aciertos y señalar deficiencias cuando sea necesario, todo esto mediado por el tacto y la diplomacia. Sin embargo con su equipo también goza de momentos informales en los cuales se tienden lazos y que en lo laboral están bien, pero siempre con sinceridad.
Solución del conflicto
Aída afirma que: "-La solución del conflicto debe darse a través de una relación de respeto y cortesía, inclusive ayudo a que las otras personas reaccionen igual. Aclaro las cosas con tranquilidad y unas pocas palabras reflexivas. Cuando las personas se equivocan conmigo, primero manifiesto respetuosamente mi duda; segundo, pregunto a la otra persona para hacerle caer en cuenta de sus errores, las consecuencias y la dimensión del daño que podría haber causado a sí mismo y a otras personas".
Y agrega: "-Para mí vale el desencanto de una persona, pero también aconsejo y dialogo para que del hecho desafortunado se haga un aprendizaje que ayude a crecer. A otras les hablo de sus cualidades, les digo: ‘tu eres una persona inteligente, valiosa, que puede brillar con luz propia; por qué te dejas llevar por sentimientos y comportamientos que no son nobles y que no necesitas… piénsalo, ponte como reto en tu crecimiento personal y profesional ser tu misma’".
Al respecto, para Aída uno es el que es en todos los ámbitos, y lo que varía es la escala en que despliega sus valores, la madurez y la nobleza. "-Creo que muchas cosas de la vida podrían resolverse así: en un perdón con base en el conocimiento de la condición humana que es frágil, terrible, pero también maravillosa. Reconociendo que el que puede dañar, también puede construir. El perdón es fácil a condición de que el otro sea consciente y repare de alguna manera el daño".
Conclusiones:
Se encontró que la maestra en el arte de generar ambientes democráticos cuenta no solamente con habilidades conversacionales como la escucha, el respeto la asertividad al hablar, la empatía y la sincronía emocional, sino que cuenta con otras habilidades llamadas sociales como el liderazgo, la proactividad, la solución de problemas, la responsabilidad y la confianza.
Las emociones configuran la calidad de las relaciones sociales que se establecen en la vida cotidiana. La buena calidad de las relaciones de la maestra en convivencia, demuestra una cierta habilidad para darse cuenta de la emoción en la cual se encuentra, lo que le permite ser proactiva en la generación de oportunidades hacia una comunicación efectiva.
Quien o quienes logran generar ambientes de convivencia respetuosa en la cotidianidad, lo hacen desde la construcción de ambientes democráticos, que sólo son posibles mediante un cambio en el emocionar de quienes desean realizarla, la cual se debe extender a todos los dominios de las relaciones humanas, creando espacios en los que el acuerdo, la cooperación y la reflexión reemplacen al autoritarismo, el control y la obediencia como maneras de coexistencia humana, de modo que se puedan tejer redes de conversaciones entre iguales.
Si las emociones son disposiciones para la acción, los deseos del personaje movieron sus quereres hacia el cuidado y el reconocimiento del otro como legítimo en la convivencia. El personaje se mueve fundamentalmente en la emoción del amor, ya que las relaciones que sostiene en los diferentes ámbitos reflejan aceptación, simpatía, confianza, amabilidad, afinidad, devoción y admiración.
La emoción del amor, se vio alimentada por la gratificación en el compartir con los otros, el tomar la decisión de trabajar por y para los demás, lo cual marcó el camino profesional de la maestra en sus respectivos ámbitos. Sólo viviendo en la emoción del amor es posible construir relaciones de convivencia que se caracterizan por el respeto, la colaboración, la participación, la solidaridad y en ultimas el reconocer al otro como un legítimo otro y aprender así el emocionar que hace posible la democracia.
Por otro lado, Dentro de las habilidades sociales, se identifica la responsabilidad: el hacerse cargo de sí en la adultez temprana, refunda la relación social hacia una construcción donde las personas son partícipes activos y conciencias de la justicia social. Los valores fundantes de la practica de la justicia social son la responsabilidad y el respeto por si mismo y por los demás. La maestra posee la habilidad social de la empatía ya que como se sabe, ésta se construye sobre la conciencia de si mismo; y le permite "estar abierta" al reconocimiento de las propias emociones, y por consiguiente le permite ser hábil para interpretar los sentimientos de las demás personas.
La importancia de las pautas de crianza, normas, reglas y sanciones. En el caso se observó una dinámica rutinaria que delimitaba la práctica de normas y el establecimiento de sanciones cuando se presentaban infracciones a los acuerdos preestablecidos. Un principio común era asumir la responsabilidad por los actos cometidos.
La maestra en convivencia evidencia habilidad en la solución de problemas, asumiendo actividades que permiten la consecución de objetivos que se plantean en un grupo, o que son necesarias como alternativa para solucionar una situación que genera conflicto. Se caracteriza por tomar la iniciativa en las propuestas y las acciones, su carisma logra contagiar y comprometer a una gran cantidad de personas en la actividad que lidera.
Se encontró que para la personaje la unión familiar, los principios religiosos, el amor con el que se relacionaba, los valores que se inculcaba desde el ejemplo, la solidaridad y el reconocimiento de los otros seres humanos, han sido la brújula con la que ha orientado su vida, y es la misma con la que hoy en día, guía a su familia.
Es una persona que permite desacuerdos como posibilidad para la concertación, la solución dialogada de los conflictos, el desarrollo libre y armónico de la individualidad.
La maestra es reconocida como líder por quienes están a su alrededor, desde niña se caracteriza por tomar la iniciativa en la organización y proposición de juegos, alegría, espontaneidad, capacidad de convocatoria, solución de conflictos y trabajo en equipo.
La maestra se caracteriza como líder por tomar la iniciativa de hacer siempre lo que resulte necesario, congruente con principios correctos, y finalmente realizar la tarea. Es ingeniosa, diligente, creativa y cooperativa. Es una persona que puede generar climas de respeto, solidaridad y trabajo en equipo.
La influencia de una fuerte práctica religiosa y por consiguiente la idea de trascendencia a través del servicio, la disciplina aprendida fue un elemento clave en la formación, desde el ámbito de las escuelas confesionales en el caso de Aída. Le sirvió para ser constante luchadora por los ideales y con un alto sentido de reciprocidad.
Esto refundo su relación social hacia una construcción donde ella era partícipe activa y conciente permanente de la importancia y la responsabilidad de la justicia social. El bien común y los intereses colectivos son objetivos actuales de su práctica de vida.
La escucha, como habilidad para conversar, es una habilidad primordial en el personaje. Las personas que comparten su entorno la reconocen como buena escucha y frecuentemente recurren a ella para pedir consejo.
Cuando ella escucha, no solamente escucha las palabras que se hablan, también escucha las acciones implícitas en el hablar. La capacidad que posee de escuchar a sus compañeros consiste en identificar e interpretar cual es el sentido del mensaje, el factor interpretativo es tan importante en el fenómeno del escuchar que es posible escuchar aun cuando no haya sonidos. Puede "escuchar" gestos, posturas del cuerpo y movimientos en la medida en que es capaz de atribuirles un sentido. Para la maestra, en las conversaciones escuchar es más importante que hablar.
Para concluir, quien o, quienes logran generar ambientes de convivencia respetuosa en la cotidianidad, lo hacen desde la construcción de ambientes democráticos, que sólo son posibles mediante un cambio en el emocionar de quienes desean realizarla la cual se debe extender a todos los dominios de las relaciones humanas, creando espacios en los que el acuerdo, la cooperación y la reflexión reemplacen al autoritarismo, el control y la obediencia como maneras de coexistencia humana, de modo que se puedan tejer redes de conversaciones entre iguales.
Biografía del autor.
Andrés Felipe es colombiano, nació el 7 de julio de 1973 en la ciudad de Palmira, Valle del Cauca, es Magíster en Ciencias de la Educación: Convivencia Democrática. Capacitado para evaluar, intervenir y fortalecer el mejoramiento de los procesos éticos de enseñanza aprendizaje: Dificultades de aprendizaje, adaptación y bajo rendimiento académico.
Ha Diseñado programas de Pedagogía Familiar y Ética Organizacional, Escuela de Padres, Convivencia familiar y Educación en Negocios e Inversiones, Pedagogía Democrática, Orientación Profesional y proyecto de vida. Ha sido gestor y facilitador de diversas capacitaciones y asesorías relacionadas con Evaluación por Competencias, Evaluación e intervención en Procesos de Convivencia Respetuosa y Manejo del conflicto, Habilidades sociales pedagógicas, Equipos de trabajo con alto rendimiento orientados a la pedagogía, liderazgo, Comunicación asertiva, Transformación y crecimiento personal. Ha realizado talleres comunitarios de Pedagogía en solución de conflictos. Evaluaciones y selecciones de estudiantes aspirantes a los diferentes niveles de la educación a través de entrevistas a profundidad y pruebas T.A.T Pedagógicas. Ha tenido experiencia como asesor y miembro de equipos de trabajo en diferentes proyectos organizacionales, educativos, comunitarios, de bienestar social e institucional por trece (13) años.
Andrés Felipe es Graduado como Magíster en Educación, además es Licenciado en Educación Básica Primaria egresado de la Pontificia Universidad Javeriana. Y, posee estudios de Bachiller Técnico Comercial (7) años, del Instituto Técnico Comercial Palmira Valle.
Andres Felipe Herrera Pupiales
Colombia, Bogotá D.C., Enero 11 de 2005
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