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El Pintor de estrellas (página 2)


Partes: 1, 2

Té quedas mirando con tus ojos de luna sobre las playas de arena calcinada, los desiertos, los riscos y montañas, vas subiendo lento y suave a las cumbres donde la nieve guarda sus secretos, los frailejones florecen en los amaneceres al primer beso del sol y de la brisa helada de las cordilleras. A medida que transcurre el tiempo todo se hace diminuto y solo alcanzo a mirar los hilos del camino de los ríos que agonizan, donde, sin embargo, los peces no dejan de seguir su viaje sin retorno para algunos, hasta los mares cubiertos con vestidos cristalinos; Miro mis alas sudorosas y el flujo y reflujo de la sangre entre las venas, atravesando las fronteras de la noche hasta encontrar la luz divina y pura del amanecer en la nueva vida del espíritu, donde el cansancio es una falsa duda y el camino se ha hecho más intenso y placentero, donde se columpian las infinitas alas de la luz construyendo arabescos y guirnaldas en cada esquina de nuestra vieja casa.

Te recuerdo sentado a la vera del camino con tu camisa aún húmeda de la lluvia, cuando te visitaron aquellos hombres y abrieron la corteza de tu cráneo con la más cruel cizaña, llenaron tu cerebro de plomo espeso y humillante; caíste sonriente todavía con una luz en tus manos y en tus ojos el brillo del asombro y el enfado, el camino se manchó de tu sangre que se confundía con la sangre de miles y siguió su cauce a las sombras de los árboles y guaduas, hasta que se perdió en la distancia, dejándome las manos vacías y mi corazón triste por tu desgracia, la de tus padres y la de tus amigos; Todo ocurrió porque eras un poeta y amabas el amor, porque eras justo y solidario, porque en tus entrañas no crecían los demonios, solo hervía una vida solidaria y justa que pintabas con pinceles de sonrientes figuras y clamorosas palabras.

Te recuerdo entre besos del amanecer en medio de unos sueños turbios, cuando el amante te llamó a la puerta y la ventana transparente de tu guarida entre las rocas, esa vez no entendiste la veracidad de esas entregas tormentosas donde tu boca se enredada con los labios y la piel, esa vez te quedaste con los ojos muy abiertos tratando de adivinar si era solo un sueño turbio de la noche o una realidad radiante del amanecer. Nadie te supo explicar el porqué del volar airoso de las mariposas entre las hojas maduras y los frutos heridos por los picos hambrientos de millones de pájaros que te taladraban el cerebro, como agujas sin sentido ni esperanza sobre una misma vía de la vida y de la muerte, en ese supremo límite entre el vacío del abandono y el gozo del amor.

Hoy te encuentro sonriente y feliz a la orilla de esta nuestra nueva casa, con los ojos y los dedos desgranándose en poemas, que con el viento llegaron desde el mar y se arremolinan en la entrada. Me miras por instantes y dices con pausado acento: No olvides que hay una fiesta clamorosa al oriente, sobre el mar y bajo el cielo, vestidos de naranja te estamos esperando con todo el corazón abierto, te estamos esperando con las ansias del espíritu llenas de nostalgia y soledad porque aún no llegas, te estamos esperando con el ansia de la vida y donde la muerte ya no existe, porque la hemos enterrado bajo el sol y las estrellas.

La verdad se escapa de mis dedos y se prende de los brillos que irradian los colores, nuestros vestidos transparentes como alas de libélulas gigantes, ocultan nuestro ser real hijo de la luz, estamos en el centro del Universo de Dios, suspendidos en el tiempo entre espacios, lugares y momentos, sosteniendo en nuestras manos una tea incandescente, ascendemos radiantes y sonrientes al cenit de las estrellas, la música nos alimenta esta pasión gloriosa y recupera el ritmo de los tiempos regresando a los andenes de esta casa para cuidar el sueño de los niños de ojos claros, que esculpen sobre la roca madre los caminos infinitos de los hombres y mujeres, aquellos que desistieron de seguir acumulando falsas ilusiones, aquellos que construyen un enjambre de pregones y alabanzas sobre las paredes de los vientos untados del último sol de los venados que en arreboles naranja pintan el comienzo de la noche.

La palabra nace del verbo hecho carne y espíritu, y el acto en instantes crea los símbolos, la idea se esparce y se convierte en hechos, unos dolorosos por las razones más absurdas, otros gloriosos por las causas más nobles. La sangre como semilla de la vida humana y animal, vegetal y microscópica, la savia como semilla de la naturaleza se riega en todos los caminos posibles e imposibles, al igual que la linfa de los insectos que perduran entre los tiempos; la respiración en trance de los seres deja escapar en unos sus espíritus y en otros su vitalidad, energía y fuerza transformadora del mundo material e inmaterial y de las cosas, por momentos nos vemos a través de los espejos con nuestras respectivas muecas espectrales estrenando versos para cantarle al nuevo amor y a la vida nueva en esta casa de infinitos sueños verdaderos.

La palabra nace de Dios y el verbo se hace carne, la palabra es poderosa y puede lastimar más que una puñalada, o puede sanar mejor que cualquier medicina. Los cuerpos de la carne perciben el olor y sienten los sabores de todo alrededor de su existencia, sufren los dolores del espíritu y de la sangre que se riega por el más mísero placer de los sentidos. Tenemos la potestad de dar el sentimiento del Amor y por el libre albedrío lo hemos convertido en odio y desesperanza, olvidamos nuestra naturaleza cósmica y nos situamos solo en el espacio tierra; lo dejamos todo por inútiles monedas o placeres fangosos, olvidamos el verdadero sentimiento de amar, que únicamente pregona justicia, paz y verdad, solo debemos buscar el equilibrio entre el ser natural y el ser espiritual; todo esto lo plasma el pintor con sus manos, su sangre y su cerebro rebosante de estrellas tutelares, las que alcanza a tocar con solo desearlo.

Al igual que la palabra, el espíritu nace de Dios y es don único de los seres humanos, al menos eso cree, porque el animal que tiene carne y sentidos no usa la palabra y por tanto no recibe los privilegios del amor verdadero y de la razón sincera, ¿será cierto? Pero no basta tener espíritu por herencia, es necesario sentirlo en toda la dimensión de la palabra y de los hechos, es necesario vibrar más allá de la verdad tangible, lo intangible es lo que nos hace seres especiales, así como el Universo gira con sus infinitos mundos dentro de sí, unidos por los hilos invisibles de la luz y la energía, así mismo los caminos que unen los espíritus son las verdaderas razones de la vida consciente, son las columnas que sostienen toda la máquina bioquímica humana, que se alimenta a partir de la síntesis de la luz y la materia de la tierra, consumimos los productos dados por las plantas a partir de la explosión del Hidrógeno convertido en Helio, que producen luz, que incandescente y misteriosa que nos alimenta cada célula del cuerpo y de la tierra subyugada por la malvada pasión del desamor.

El animal vive pero no es consciente de su vida, sin embargo, cuando actúa lo hace con más inteligencia y con mayor temor hacia la naturaleza próxima, parece que pensara, estoy seguro que piensan, ven lo que nosotros no vemos, sienten con tanta intensidad como nosotros, talvés son más inteligentes que nosotros, porque no actúan por odios o venganzas, ni por envidias; satisfacen sus necesidades primarias sin premeditación ni alevosía, como lo manifiesta toda la naturaleza de verdes hojas y flores coloridas con sus frutos fragantes y jugosos nacidos de la luz.

Dicen que es instinto animal, pero es un instinto racional, no como la irracional decisión de la mayoría de los seres humanos "racionales", el animal irracional no tiene consciencia ni espíritu, ¿será cierto? Pero ama sin condiciones, da amor y cariño con más nobleza que los mismos humanos, tanto a sus congéneres como a los otros, a los hombres y mujeres, porque el rencor no ronda en su corazón, no buscan el placer por el placer como ciertos "amigos", de cuyos nombres no quiero acordarme y que viven no se donde, por allá en las porquerizas y en las plazas del desespero y la venganza, son los vándalos de la vida que la venden al mejor postor por las míseras monedas que llaman poder y gloria. ¡Qué equivocado estas! Que horripilantes son tus sueños, qué desgracia es tu verdad, qué nefasta es tu conciencia.

El animal solo cumple con los deberes para con la naturaleza que les tocó afrontar, no sabe que es un deber pero lo cumple, no sabe que es el amor pero lo da y lo recibe. Si el hombre hubiese seguido siendo primitivo y amante de la naturaleza con toda su fuerza y energía, el caos de la actual sociedad humana no era el mismo, pero se hizo "civilizado" y creo los abismos filosófico-religiosos, construyó fronteras invisibles y profundas entre los pueblos y las etnias o razas, edificó infinidad de andamios, murallas de púas o eléctricas, torres y escaleras, para que unos pocos apabullen a los miles de millones que están en los sótanos y en los socavones, al fragor de las metrallas, las bombas químicas o biológicas y las llamadas bombas "quiebra patas". ¡Qué ignominia!

El ser primitivo era más humano y responsable con su naturaleza, porque estoy seguro que la amaba y se amaba a sí mismo, más que los actuales seres pensantes y volubles, seres sin razón ni voluntad de amor, justicia y paz, individuos sin fe ni esperanza. Hoy en día la mayoría de hombres y mujeres no quieren saber nada de la naturaleza que los rodea, solo les interesa el poder por el poder, el dinero para tener más poder y las armas terrestres o aéreas, físicas y biológicas para imponer su propio orden desquiciado y malintencionado, para mantenerse arriba a sangre y fuego si es necesario. Así lo hacen los pueblos poderosos de la tierra, se inventan toda clase de trampas y de trucos para subyugar al miserable, tienen el cinismo de sonreír con sus muelas manchadas de la inocente sangre de sus hijos y hermanos.

Pero esto a mí que me puede importar, dicen muchos, mientras a mi no me toquen "no problem", pero resulta, como dice Rasputín el del abasto, que hace rato lo tocaron y de qué manera, usted no se ha dado cuenta por estúpido e idiota, por vengativo y sanguinario, usted comparte sus comidas y vestidos, se guarece bajo el mismo techo, no se haga el pendejo que estoy hablando con su carátula de obeso y bestial antropoide, no actúe como el invécil de siempre, con esa cara de baboso pendenciero y sonso, usted es uno más de ellos porque se hace el de la oreja mocha y el de los ojos extraviados, pero le cae el estiércol y sonríe como una hiena, es una estúpida caricatura que se asemeja a las alcantarillas llenas de basura y podredumbre, eres un asco y me da vergüenza que seas de mi especie.

No es que lo quiera ofender pero es su culpa, es víctima de su propio invento, cuando sé de cuenta del daño que está causando, será muy tarde, si sigue como va, no tendrá tiempo del arrepentimiento, pero nada gana con arrepentimientos tardíos y no dar ninguna solución oportuna y justa, ni su propio proyecto de vida es capaz de sacar adelante, porque lo convirtió en un fraude, una farsa que no puede retroceder, es un payaso con faldas y nariz de bruja, desdentado y con la lápida por casa, porque su trasegar es una fatiga permanente.

Ustedes, hombres y mujeres del siglo XXI, cada vez más oprimen ésta su tierra, su propio paraíso devastado, viven en apariencias de pergaminos colgados en las paredes, para mostrarle a los humildes lo "grande" que pudo ser y no fue, por tal motivo piensas que se te debe rendir pleitesía, sin razón cierta, sin compromiso, sin responsabilidad ni pertenencia, mucho menos conscientes, cazados como animales por tus propias aves de rapiña, te olvidaste de ti mismo y no te diste cuenta, he ahí lo que es un típico idiota con título y corbata de cocodrilo, y de otros lagartos del pantano, aunque los lagartos del pantano son hermosos, pero los de corbata son unas sanguijuelas pestilentes, unas ratas asquerosas.

El hombre tiene que entender que se deben acabar las fronteras visibles e invisibles, se le debe dar a cada hombre y mujer la misma posibilidad de alcanzar los caminos hacia la libertad de su espíritu que es lo más importante de la vida, a esto solo se llega dando amor y comprensión desinteresadamente, el mundo terrestre nos pertenece a todos, y nadie tiene el poder de impedir que disfrutemos de este Universo con equidad para todos los seres, tenemos que mantener el equilibrio sostenido por la voluntad para ser justos, humanos, solidarios y responsables, ser verdaderos hijos de Dios.

Debemos entender la magia de la naturaleza y participar de sus actos de amor y entrega, somos parte de su espiritualidad, ella como todo el Universo es parte fundamental de nuestra fiesta de vida, bebo de tu elíxir de soles y de lluvias, de sus constelaciones geométricas en perfecto equilibrio con toda la naturaleza cósmica.

Cuando al recién liberado de la esclavitud le dieron de regalo un hermosos caballo blanco y le dijeron que este regalo se lo daban porque el se merecía ser tratado como un rey, él los mira y da una fuerte palmada al caballo blanco para que se escape veloz por la verde llanura, al mirarlos nuevamente los ve asombrados por su decisión y les dice: soy más grande que un rey porque soy un hombre libre y si gano esta última batalla de la vida puedo tener todos los caballos que quiera, y si pierdo la vida en esta empresa, no necesito de caballos blancos ni de color alguno, porque los hombres somos como hojas al viento que se llenan de sombras al atardecer de sus vidas y sus sueños crecen unos hacia el infinito, y otros se quedan enredados entre las telarañas del mañana.

El hombre es civilizado cuando entiende que no es dueño de nadie, ni de nada, solo de su propia vida, porque las cosas materiales son elementos transitorios que nos permite asimilar esta dimensión terrestre, entonces no tenemos porqué acumularlos como ladrones o destruirlos como terroristas locos e ignorantes. Ser civilizado es entender el mensaje de Dios para los hombres y mujeres, comprender toda la grandeza de la verde vida en la tierra y en el espacio, girando dentro de la galaxia al compás del cosmos.

Es civilizado quien encuentre su especial trascendencia a partir de todo lo que le rodea y que nos mantiene unidos por infinitos hilos de luz en la oscuridad. Ser civilizado es amar al prójimo como así mismo, porque somos la misma esencia de todos los seres que habitan por el Universo, somos la partícula de estrella que forma parte del todo y somos los responsables de la devastación de nuestras selvas y de la barbarie contra los animales terrestres, alados y marinos, tenemos que entender que en nosotros está la síntesis de la libertad hacia la verdadera esperanza que es Dios.

Civilizado es quien aplica la ciencia y la tecnología en bien de la humanidad, donde todos los individuos disfruten de iguales garantías; la civilización humana tiene que entender el lenguaje de las hojas, de las flores, del agua, del viento, de las alas y de la luz, no basta con saber como se llaman las cosas o escuchar nuestros nombres cuando nos llaman, es necesario sentir la misma pasión que siente nuestra Naturaleza terrestre y cósmica, los humanos deben mantener su propio paraíso con lealtad, amor y sabiduría; solo es sabio aquel que sabe dar amor y aquel que sabe recibirlo.

Seremos libres cuando comprendamos lo maravilloso de la vida, somos hermanos e hijos de un mismo Padre, es nuestra obligación como seres inteligentes mantener el equilibrio terrestre, está en nuestras manos y debe ser nuestra decisión detener la barbarie que estamos causando al contaminar las aguas, al talar indiscriminadamente la maravillosa y majestuosa vida natural, sin planeación alguna, todo lo verde y vivo que se nos da la gana, al extinguir toda la fauna y flora del mar y sobre la tierra, nos estamos convirtiendo en la peor peste que le pudo caer a la tierra desde su creación. El hombre es guardián y no mercenario depredador, la cultura de la destrucción se tiene que acabar de una vez y para siempre. Ser individuo civilizado y racional, no es decir que no cree en Dios, esto es una gran estupidez, debemos vivir y dejar vivir, sin fanatismos religiosos y recalcitrantes, ni fascismo absolutista, mucho menos escondidos en democracias corruptas y dictatoriales, debemos ser leales con nosotros mismos, nuestros semejantes y dar justicia con amor.

Mis manos y mis dedos siguen dibujando sobre el lienzo, desdoblando cada una de nuestras vidas presentes y futuras, ya no es un cuadro en blanco, ahora vibra en cada vena y cada poro de nuestra piel, es pleno de belleza y vida, la naturaleza grita con cada pincelada, el color palpita en cada trazo, es todo lo real y lo virtual de nuestra sangre en el paisaje, es el aliento que emerge solitario cuando el viento escapa de tu mirada cristalina y húmeda, es tu corazón caliente y tembloroso entre mis manos, son tus besos cicatrizando todas las heridas y es tu alimento que corre en mis arterias como bálsamo contra los sufrimientos y los dolores del alma.

El fuego es nuestro testigo, al igual que el aire y el agua sobre la tierra, no le tememos a oscuridad de las tinieblas porque allí existe la luz. Mis uñas untadas de la tierra rasgan el velo de tus sueños, los dejan escapar al desplegar sus alas con todo el esplendor de la distancia y de la luz, mi cuerpo acompañado de mi espíritu plasma toda su gloria sobre el lienzo de los colores de la vida, donde el cristal ya no se rompe; solo se dilata para que entren los nuevos habitantes de la vieja casa en la orilla de los mares. El cristal se traga las imágenes de los cuerpos y las cosas de apariencia dura y los hace maleables, las verdades a medias ya no existen, y se muestran con todo el vigor de lo real; aquí no existe queja aguda ni la mirada soslayada del bribón, solo brotan cuerpos y espíritus con lealtad y fe en el amor a la vida, rostros naturales sin ningún artificio o maldad disfrazada, no hay críticas ni compasión, los vestidos son innecesarios y las palabras no engañan, no mancillan, no idolatran, no señalan, no se burlan, no te humillan, solo te aman.

No es necesario que Dios envíe al sacrificio a su Hijo nuevamente, porque nosotros los que vivimos entre las pinturas de esta casa, daremos gustosos nuestra sangre a cambio de la de Él. No somos judíos ni jodidos, no nos escudamos tras la Cruz, ni en los libros empolvados de las catedrales católicas, ni musulmanes, ni budistas, ni mahometanos, ni protestantes, ni la Biblia o el Coran bajo el brazo (así no se aprende a leer y mucho menos a entender la verdadera verdad), no necesitamos raparnos la cabeza, ni usar vestimenta estrafalaria, tampoco somos capitalistas o comunistas, porque nada es de nadie y todo es de todos, así como este rancho de colores y de infinitas vivencias encontradas en las orillas de los mares y la vida.

Los que pasan y miran nuestra casa desde lejos, solo ven un rancho viejo y carcomido por la sal, a punto de caer sobre la playa, pero dentro de la casa nos encontramos en una gran mansión con los techos cubiertos de estrellas, donde los pisos son mares coralinos, nieves y montañas, con las paredes de infinitos mundos donde la fiesta del mar y las estrellas siempre ha sido una sinfonía del Universo infinito y hace siglos empezó, porque la vida sigue siendo eterna, siendo nosotros los invitados especiales por los que estaban esperando con miles de azahares perfumados y sazonados pétalos que esparcen por todos tus cuerpos y los míos, llevamos tatuada en lo más íntimo de nuestro espíritu la verdadera vida y la esperanza. Sin embargo, son demasiados los que insisten en despellejar a los más débiles, los que quieren el dolor de recompensa y el odio como una proeza más a ganar, como un triunfo donde la sangre los cubra y les arrebate la decencia, donde la inmundicia sea su premio más ansiado, porque se han vuelto ciegos y malditos, porque llevan tatuada en la frente la señal de oscuridad.

Nos une el amor a Dios y a su hijo Jesucristo, el amor al espíritu de los ángeles y arcángeles de quienes somos sus amigos íntimos, seguimos siendo como el sándalo que perfuma el hacha que lo hiere, nuestros campos y veredas florecen permanentemente y sus frutos son el elixir de los invitados a esta casa de la playa de los muertos, caminamos bajo la ardiente lluvia del sol sobre la tierra calcinada, viajamos raudos entre el viento y la maleza, a gran velocidad desde las playas a las cumbres más distantes donde nacen los cristales de agua pura e intermitente, donde la vida pende de un suspiro cristalino y una gota de sol de tu mirada. Deseo permanecer contigo aunque me llegue la muerte dulce para el comienzo de una nueva vida y para siempre.

Dios nos creo iguales en dignidad y gobierno, pero nos han convertido en diferentes por capricho y vanidad, hacemos de los hilos de la vida natural, unas mal llamadas artimañas del destino, un destino hecho por los hombres, que solo es una encrucijada de patrañas y de abismos insondables. Amamos al humano y animal, y a toda la naturaleza de verde sentimiento, percibimos el tibio beso de la almeja, del agua y del turpial, suturaste mis heridas y saciaste mi sed de ti, hoy te llevo en el costado en compañía de mi corazón, de mis venas rebosantes de la vida y de mi espíritu Divino que las guía.

Conocemos el secreto de las alas por el viento y el silencio que guardan las profundidades del mar azul y el verde corazón de los helechos, desde aquí mirando por las ventanas de la casa nueva, vemos a los pájaros y los barcos alejarse cada mañana y llegar en cada tarde, llevando y trayendo nuevas alegrías de otras tierras, que a pesar del desangre continuo y sin dolor, que a pesar de tener las venas a punto de estallar, no deja de regalarnos las maravillas de la vida en cada gota de su amor, que como lluvias de cristales en colores no cesan de caer y sonreír.

Los que viven fuera de los dominios de mi casa, no comprenden la verdad, han cerrado sus corazones y su espíritu, han perdido la razón, si es que alguna vez la tuvieron, se arrastran cual lagartos por la tierra herida, buscan ratas como alimento, ya no beben leche, solo chupan sangre, sus hijos crecen débiles e inermes con la piel manchada de las balas y los ojos desorbitados del horror.

Qué afortunados fuimos al encontrarnos en esta esquina del Universo, donde el mar continuamente muere y resucita con más felicidad y valentía en este el tiempo justo, la hora precisa y el momento ideal en las coordenadas perfectas, y la casa se pintó de fiesta para nosotros, nos prepararon el lecho y la cena estuvo lista para todos los convidados a la rumba del mar y las estrellas en las profundidades del gigantesco mar, al compás de todas las alegrías de los seres materiales y los seres espirituales, tanto animales terrestres, acuáticos y alados.

Ahora esperamos por ustedes para que nos acompañen al juego del mar y las estrellas, al compás del fuego de las antorchas que encendimos en la playa, desde el ardiente oleaje lleno de seres con deslumbrantes colores y de ropajes coralinos, coronados de espléndidas canciones que cada noche se acercan a la orilla y se unen a nosotros en una entrega sincera, sin condiciones ni reverencias, nuestra filosofía es conocernos a nosotros mismos sin olvidarnos del cosmos al que pertenecemos y del que dependemos, nos conocemos tan intensamente que somos únicos y de indescriptible belleza, la placidez nos nutre con su aroma y nos cubre de pletóricos abrazos que tienen más energía que la vida misma, donde la muerte no existe, porque la muerte es solo vida, porque la vida es eterna, pero la existencia para los seres terrestres es efímera y nada más, pero de ti depende el que llegues a tu vida eterna y placentera, solo en ti esta la fuerza para encontrar en camino de la luz y desdeñar el falso sendero que nos deslumbra con sus brillos fantasmales.

Somos como los caminos polvorientos y como las huellas invisibles que se arriman a los vientos y graban en las arenas cada esquirla del pensamiento, y gota a gota, y huella a huella, así construimos un nuevo aliento de niños recién nacidos, sus ojos tejiendo sueños y palabras, las manos y los corazones unidos formando una espiral de guirnaldas y ambrosía que a cada instante florecen. Somos el silencio del ahora que se derrite entre las luces de la tarde, mientras los niños y las niñas, juegan a ser mayores, sin entender el peligro de esas vidas adultas y perseguidas por la avaricia y el desenfreno.

El vino corre en torrenciales aguaceros con sabores de manzanas y añejas uvas, acunando los espíritus entre espumas y sonrisas, nos limpia la piel del olor al miedo, el terror de la sangre derramada, el dolor y la pestilencia, nos baña con ternura y nuestros cuerpos ya no producen olores turbios, el espíritu reside para siempre entre nosotros, sin cansancios ni premuras, solo viviendo intensamente, como mirlos y alondras cantando en las mañanas del amor.

Es el viento del amante, el sol de ardiente corazón, la luna de palmeras y de huellas, soy el aliento que té falta a cada instante, somos los nuevos habitantes de la casa investidos con todos los poderes, coronados de todos los saberes, constructores de palabras de colores, tejedores de sueños en todas las dimensiones, capaces de detener el tiempo y alcanzar el clímax de la luz visible e invisible; soy el pintor de estrellas y de mares infinitos donde la luz no llega y no existe la palabra hablada, sólo vive la idea y la razón, sólo vive la vida y el amor a borbotones. Sentimos como cae la lluvia sobre nuestra casa y la baña con sus aromas y especias celestiales, percibimos sus caricias y sus voces de cristales añorados.

Este es nuestro mundo lleno de pinturas recién hechas donde el sol brilla en todos los amaneceres, hasta que se pierde allá en la esquina donde se encuentran la tierra, el mar y el espacio cósmico, en un mundo de algas, de coral y caracoles, nuestro espíritu es un eterno fluir de luces, de flores de girasol y de narcisos reflejados en los espejos del cielo. Nuestro lenguaje es de sombras y de luz, siento el sudor de mis manos resbalando por tu cutis y me bebo a besos tus labios, y te bebes sin reparos mis silencios.

Eres la lumbre que encendemos cada noche sobre las orillas del Universo único y perfecto, donde el equilibrio de los seres y las cosas permanece, es una fuente permanente de la luz, donde germina la vida desde el más insignificante germen en el aire hasta el más gigantesco ser que habite sobre la faz terrestre o las profundidades del mar y del espacio que no alcanzamos a comprender en toda su dimensión cósmica.

Somos como los niños de ojos amarillos de girasol y de dientes despidiendo fuegos, encendemos cada noche las hogueras del amor, bajamos de la casa al llegar la luna irreverente y nos escondemos entre el mar y las estrellas, regresamos en cada amanecer, nos emociona ver el sol recorriendo nuestra casa nueva, vemos a los intrusos que pasan mirando desde lejos sin atreverse a entrar a este rancho hermoso y floreciente de pasiones, donde la fiesta es infinita, le temen a los fantasmas que aparecen en las ventanas cada noche y juegan en los corredores, construyen hamacas de corales y se alimentan de sazonados caracoles.

Cuando nos cansamos de tanto sonreír, corremos al refugio de cuartos y pinturas sobre las paredes de nuestra hermosa casa de paredes blancas y colores de la sangre de las vidas que la habitan, la luz difusa atraviesa el cristal de las ventanas, desde allí escuchamos el rumor del viento jugando con el mar en violentas olas nacaradas sobre la tibia arena, chocando en las paredes y nuestros rostros con los últimos rizos de la luz solar, con sus olores de aletas y escamas multicolores, con sabores de mares, de hojas y de flores de todos los colores, donde nacen nuevas palabras que nos traen el aletear del pensamiento de gavilanes, cóndores y águilas con sus picos hinchados del alimento regalado por la tierra fértil, y las nubes dejan caer del viento infinitos alfileres de cristales candorosos de la lluvia, nos abrazan con su aliento fresco y puro, mientras tanto nuestros cuerpos y nuestros espíritus sueñan, y se aman con todo el valor y la paciencia del tiempo y del espacio, donde el tiempo dejo de ser tiempo y el espacio se llena de nosotros, rebosantes de estrellas y de sensuales besos del verdadero amor y de la verdadera libertad.

Busca la felicidad que esta dentro de ti, esta en tu estado de ánimo, es amarte a ti mismo y a los demás, sin rencores ni avaricia; ser feliz es comprender que somos hijos de la luz y del amor, como tal, debes ser siempre feliz porque es tu obligación, de lo contrario estas perdiendo el tiempo de tu vida terrestre; Tu felicidad y tu libertad llegan hasta donde van la felicidad y la libertad de los demás. Sé feliz mientras miras como el viento arrastra las hojas secas y luego vuelve a tu rostro y te acaricia, siente en ese instante la fuerza divina del amor que te avasalla y te entrega toda la fuerza del Universo. La felicidad esta en tu espíritu, tus manos y en tu corazón.

Soy el pintor de estrellas y de sueños estelares que deambula por esta nuestra casa a la orilla del gran mar de la vida y las nuevas esperanzas, donde la vida se ha hecho eterna para cada uno de los espíritus que hoy la habitamos y la compartimos en el amor y la complacencia. Soy el pintor de la vida que ha vencido a la muerte en las lides de la arena, porque nuestras heridas son las huellas de una gran batalla contra las inclemencias de los espíritus cobardes y malditos que alguna vez se creyeron los vencedores pero en realidad siempre han sido perdedores, porque sus lánguidas miradas solo reciben el opaco brillo de la muerte, porque sus mentiras han servido para cavar sus propias fosas en las cloacas del olvido, en las mazmorras del infierno.

En la madrugada de hoy aparece una luna de soles rojos sobre las orillas de los cristales y van pasando uno a uno, dejan una huella de fantasmas sobre los cubiertos de plata que están en la alberca donde nadan las sirenas de ojos fucsia y corazones calientes rebosantes de palabras con las piernas de aletas azules, con las estrellas sobre sus orejas color terciopelo bruñido de oro y solapados entre las malezas de flores rojas, naranjas y moradas, como si fueran legañas de los pericos y las guacamayas con sus plumas sabor a tricolores, con sombreros y gorras transparentes que les cubren las miradas de linces y leonas en celo sobre la pradera de seca hierba en grandes fuegos artificiales hacia el cielo de los venados en fuga, a todos los siento sobre mis sentidos crepitando por mi piel enamorada.

Hoy te invito a vencer a los demonios que te acosan inclementes, pero tu puedes vencerlos con solo desearlo porque son una falsa ilusión, son una visión borrosa que se te enredó en la mirada y tienes que sacudirte de ese yugo maldito y tramposo, tú eres el único y verdadero responsable de lo que te pase, lo demás son pura hechicería que te quieren hacer creer que lo falso es cierto, pero la realidad y la pureza esta en el amor, la sabiduría y la justicia que está en tu corazón y en tu espíritu, solo tu y tu pensamiento humano y sincero son los responsables de lo que te pase, el que vivas para siempre o perezcas esta en ti, en tu conciencia, en tu sangre, en tus palabras y tu espíritu. De tus palabras y tus hechos están hechas todas las realidades o todas las falacias, en ti está el que se haga de tus sueños una dulce esperanza o una terrible realidad.

Hoy te invito a que acompañes a tus muertos a su última morada en la tierra y los despidas con una nueva esperanza, con una nueva razón de vida donde florecen otros sueños porque la existencia para los humanos es efímera, pero la vida es eterna para los seres que amamos a Dios y nos complacemos con todas sus espléndidas bellezas floreciendo cada mañana y durmiendo en el placer de un nuevo sueño en cada noche.

Sé como las aves que vuelan incesantes entre el viento y las nubes hacia la libertad regalándonos toda la belleza y el esplendor de sus plumas y sus cantos sin pedirnos nada a cambio; sé como el colibrí que succiona el almíbar de las flores mientras vuela intermitente y nos maravilla con el brillo de su plumaje bajo la luz en rítmica alegría; sé como el salmón que sacrifica su ferviente vida al regresar desde el mar hasta el lecho cristalino del río que lo vio nacer, para perpetuar su especie y regalarnos el alimento permanente; sé como el sol que nos calienta el cuerpo y el espíritu desde el amanecer y nos entrega toda su energía para que la naturaleza verde nos regale las sustancias nutritivas y así mantener nuestras vidas en un continuo fluir por el Universo.

Sé como el amor que nada pide a cambio porque solo ama, porque no es mezquino, porque su esencia es dar todo de sí; sé como los niños y las niñas que son felices con cada puesta de sol sobre sus ojos y cada guijarro del sendero con los que construyen intensos palacios de sabiduría; sé como las verdes hojas que succionan la luz de las estrellas y por las raíces de sus tallos beben el aliento que les da la tierra para permanecer impasibles ante las hachas y machetes del vándalo impostor de la verdad; sé como los pinceles del pintor de estrellas que solo pintan la luz y la alegría verdadera, floreciendo en las fecundas espumas del mar y el viento con sus miles de alas fragantes y plenas de libertad hacia el amor.

Vamos en nuestro vuelo intermitente entre el límite de la oscuridad y de la luz, en esa línea que nos lleva a la verdad del amor en Dios. Al fin hemos cruzado la línea invisible hacia la vida verdadera, por fin encontramos el camino donde la felicidad es una premisa ineludible que depende de cada uno de nosotros, la construimos cada día con el primer suspiro del amanecer, la seguimos pintando en dada segundo de la luz sobre los ojos y el calor dentro del corazón, cuando sentimos que el espíritu es verdadero, que además, solo nosotros tenemos el privilegio a sentir la belleza de las alas de la libertad, porque podemos inferir acerca de todo lo que nos rodea y poder decidir entre lo falso o verdadero, en saber que vivimos y que podemos sentir y darnos cuenta de ello; Porque las demás criaturas están ahí y viven, pero no se dan cuenta de sus vidas, ni de sus muertes y mucho menos de que tienen la capacidad algún día de vencer esa muerte oscura y alcanzar la vida de la luz eterna. Porque de antemano no la tienen, solo el humano que alcance la felicidad de su espíritu y la placidez de su corazón, porque no basta ser humano, hombre o mujer, es necesario merecerlo, y solo lo merecen los mansos de corazón y limpios de espíritu.

Hemos alcanzado el límite hacia la libertad, venciendo al maldito y voraz demonio, destapando sus mentiras y enterrando su estúpida traición, ahora te veo en la cima de la imaginación donde de los sueños has hecho tus derechos, y de las palabras tus consignas de libertad, donde la luz ya no tiene oscuridad y la mentira ya no existe.

El pintor seguía pensando en todas estas cosas que salían de sus manos y de su cerebro, las que se pegaban a las paredes y los pisos, dejando impregnado los vientos y los techos de colores y de estrellas que cubrían nuestra casa, todo era una infinita sinfonía de canciones, de palabras que se regaban infinitas desde lo más profundo de su pensamiento. A veces no entendía muchas de esas cosas pero se le escapaban por sus manos, desde las venas y desde su corazón, también su espíritu inconfundible siempre estaba presente en cada una de sus acciones y de sus pinturas, como una cicatriz que lo llenaba de felicidad, a pesar de la impotencia de los seres pensantes ante el sacrilegio y la barbarie, ante la música que a veces no tenía sentido y ante las razones que tampoco lo tenían. Porque los hombres y mujeres nos hemos convertido en la máscara de la vida donde ocultamos nuestras vergüenzas para señalar al indefenso y desvalido para atormentarlo con estúpidas ardides para hundirlo hasta el límite y asfixiarle su libre decisión de ser un ser libre con todos sus derechos e igualdades.

El pintor tiró sus pinceles sobre el lecho, los lienzos se regaron por el cuarto, los olores del mar llegaban densos por todas las ventanas, como sabrosos caminos de almejas y caracoles, sonrojados calamares milenarios. Se tiró sobre las sábanas y hundió su rostro en las pinturas que se regaban desde las paredes y parecía que se escapaban hacia el cosmos, como espesos cuerpos transparentes que adquirían vida y movimiento. Miró con su mirada de universos, los barcos se alejaban a lo lejos, los vientos se enredaban en las alas y las olas; un silencio de voces se escuchaba por la casa, como ritos que nacían de la nada, como flores que emergían de las miles de semillas en las orillas de las playas coralinas que bañaban los rincones de esta vieja casa abandonada, como cuentos que llegaban entre las lluvias y la luna, y traían los recuerdos de los viejos, los que un día construyeron esta casa, y la dejaron para siempre entre las sombras de la luz y la esperanza.

Allá afuera, sobre el mar, las vidas seguían complejas e infinitas, como en una maraña indivisible, donde cada quién venía por lo suyo, y no le importaba el dolor que regalaba, ni la angustia que sembraba, pero el hombre seguía y seguía en su lucha por la vida, sin importar todas las heridas hace tiempo acumuladas, sin importar las soledades sobre sus sombras y su espalda, lo importante para él era su vida y todo el amor que aún regalaba, sin pedir nada a cambio, solo un poco de esperanzas,, solo un sorbo de colores y de nuevas vidas sobre el viento de sus lienzos y en el corazón de sus pinturas, donde las estrellas no dejaban de brillar y permanecer inmutables y felices en la inmensidad del Universo.

El pintor miraba el mar lleno de vida y soledad, donde las criaturas eran de todos los tamaños, desde los más microscópicos hasta los más gigantes que habitaban sobre la tierra, aunque fuese bajo el agua, pero eran tan terrestres como los sapos y las ranas, o lagartijas, porque no pensar en los gorriones y sinsontes, o los gallinazos sobre los que nadie quiere hablar, pero que son tan importantes como cualquier otro organismo del planeta.

Y volvía la mirada hacia las montañas vestidas de azul a la distancia, con sus infinitas vidas enredadas en sus infinitos sueños de verde savia y roja sangre; pero más allá se alcanzaban a ver los restos de los legendarios árboles sin ramas y sin flores, mucho menos con frutos o con algún nido que quisiera compartir su abandono, solo quedaban los troncos heridos sobre la piel mancillada de la tierra. Lo que un día fue un hermosos y frondoso árbol, ahora era un cadáver que se resistía a caer sobre su tierra, solo chamizas que se resistían a desaparecer del paisaje, al que tanta vida y belleza le había dado unos años atrás, ahora por obra y gracia del avaro y ambicioso hombre, que deshojan sus ramas y dañan sus raíces con el fuego por unos pocos y devaluados pesos, y ese miserable solo disfruto de esas monedas en una noche de farra y desenfreno, pero es lo que le satisface, un puñado de asquerosos e infames deseos supuestamente realizados, pero al final de la noche de licor y sexo, solo les queda el vacío y la petulancia en sus espíritus. Sin embargo, es su felicidad, ¡pobre e infeliz demonio! Que no tiene más salida que el terror y la muerte del otro para ocultar su impotencia y desamor, para esconder su maldad y su horrible vida sin valor ni triunfo alguno, solo con dolor y nauseas en su porqueriza.

Las pinturas siguen repitiéndose sobre las paredes de la desvencijada casa, se riegan las pinturas envueltas en la sangre, el olor a muerte ronda por los corredores, la pestilencia de los hombres no ha sido posible arrancarla de los óleos, están impregnadas de la angustia y la miseria, por más que el pintor trató de escapar de esta terrible realidad, le ha sido imposible, porque la lleva tatuada en su cerebro, como una lacerante herida que no cesa, por el contrario, cada vez es más intensa.

El pintor mira sus manos, se toma el rostro con temor a no sentirlo, y solo siente el vacío del olvido, de los seres miserables que habitan por fuera de la casa, los que le condenan a seguir vagando en busca de la vida. Porque las flores aún despiden la fragancia, y el agua de la alberca aún pregona las canciones de los miles de pájaros que siempre la visitan, desde hace varios años, en las tardes calurosas para calmar su sed y su tormento, como en cada mañana cuando la luz inicia su camino hacia la nueva vida de los seres que despiertan y olvidan el ayer.

Solo les queda el recuerdo de la noche con sus cuitas en medio de la lluvia y de la oscuridad de los sueños inconclusos, donde deambulan con los amantes de otros días y se esconden en las playas del mar que encuentran por las esquinas y al final de los caminos desconocidos, cuando las espumas los cubren y les reparan el olvido y la desesperanza; solo les queda el presente y un poco del futuro, del que no prefieren hablar y más bien se quedan esperando que vaya surgiendo en cada recodo del camino, sin mucha premura, porque lo que viene bienvenido sea. El bien amado es llevado hasta la mesa y compartimos su comunión y sus deseos de amor y de esperanzas, sin preguntarle nada ni señalar su condición de rey del Universo.

La luz del atardecer se va perdiendo entre la noche y el pintor de estrellas cierra sus ojos ante la vida miserable que viven algunos y remienda los desechos de la suya, reparándola con el mayor cuidado, usando las mejores agujas e hilos de colores y limpiando con bondad todas sus lágrimas y las ajenas, hasta que al fin la deja como nueva, como recién parida, las heridas ya no existen o talvés nunca existieron, luego se aleja entre los brazos de sus nuevos sueños hacia el más brillante fulgor de sus estrellas, se envuelve en el fragor del fuego celestial, donde los quebrantos que puede tener la vida terrenal se alimentan del infinito deseo de libertad y de esperanzas. Allí en ese misterio del Universo ignoto, donde el dolor no existe y la insatisfacción no se conoce. Solo sentimos y vibramos ante el brillante resplandor de las estrellas en sinfónico fluir al infinito.

El pintor sigue preparando entre sus elevados sueños esas pinturas de aguafuertes y óleos sobre sus lienzos, para seguir cubriendo los caminos y senderos que se encuentra a cada paso que da sobre el limbo de la luz, porque como dijo entre sueños el señor don Quijote, el de las cavernas, no el de la mancha, aunque se parecen mucho; soñar no cuesta nada, y si algo cuesta es poco, y todos tenemos con que pagar. Porque el precio a pagar en la vida es ínfimo con todo lo maravilloso y esplendoroso que es el vivir sobre la angosta tierra a la orilla de los mares y las inmensidades del Universo; donde la vida no cesa de fluir como un tormentoso rio de galaxias y de soles que se mecen en el vacio de la nada y del todo. Al fin y al cabo todos somos príncipes y reyes del Universo y de la vida, nada mas mirar como sucede el tiempo y como nos lleva con él.

El pintor sonreía entre sus alocados sueños y palabras, y se preguntaba en la orilla de sus sueños ¿El de cuáles cavernas? ¿Y sería el de otro Rocinante o Dulcinea? ¿Y también era su amigo un Sancho? ¡No! Él estaba con su amada Casiopea, su burrito Pepe el tremebundo y su amigo el Flaco Bermúdez, amigos de parranda, cacerías de culebras y de zorras barbilampiñas; era este Flaco hacedor de tinajas de barro, calcetines de tapir en semana santa y sancochos de hicotea; porque él, el pintor de estrellas, seguía viviendo, aún después de muerto, en la desvencijada casa de los abuelos y los antiguos pasajeros, donde los sentimientos juveniles de ojos amarillos de girasol y de dientes despidiendo fuegos en las orillas de los cielos, se hacen perennes y maravillosos, a la orilla de los mares y los vientos. Porque él era un artista y el señor de las pinturas en la arena y los sueños de los muertos y los vivos.

La luz se dejo deslizar suave y eterna entre las rejillas de las sombras y fue cubriendo de vida todos los rincones de las estrellas dispersas en el firmamento que nacía desde la orilla de los mares hasta los confines del cielo. Un silencio de música celeste llegaba a través de los oídos de los hombres y mujeres, una vez caídos en la bregas de la vida entre guerras de mundos desconocidos contra mundos inconclusos, que dejaban regar la sangre de la venas y se pegaban a las pinturas de la vida que se negaba a dejar de latir por los corazones y los cerebros derruidos sobre el verde de las montañas y el azul de los confines siderales. Sobre la vieja casa se acumulaba una leve brisa de sales marinas y aliento de caracoles dormidos, donde las azaleas dejaban escapar sus olores aromáticos de antaño, cuando las chimeneas dejaban escapar el ardiente arder de las maderas secas y, los cuerpos y cerebros de los seres se embebían jubilosos al cantar del fuego que les tibiaba el alma y los sentidos.

 

 

Autor:

José Ernesto Vergara Cantillo

 

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