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El gran Mao Tse-Tung (página 4)


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    Actualmente el Kuomintang recurre a la táctica de blocaos[4]; construye gran cantidad de "caparazones de tortuga", considerándolos como murallas de hierro. Camaradas, ¿son realmente murallas de hierro? °De ninguna manera! Fíjense: ¿no eran muy sólidos con sus murallas y fosos los palacios de los emperadores feudales erigidos en el curso de milenios? Sin embargo, se derrumbaron uno tras otro en cuanto se levantaron las masas. El zar de Rusia fue uno de los gobernantes más feroces del mundo, pero, ¿qué quedó de él cuando el proletariado y los campesinos se alzaron en revolución? Nada. ¿Y qué pasó con sus murallas de hierro? Todas fueron derribadas. ¿Cuál es la verdadera muralla de hierro, camaradas? Son las masas, los millones y millones de hombres que apoyan con toda sinceridad a la revolución. Esta es la verdadera muralla de hierro, que ninguna fuerza podrá romper, que en absoluto podrá romper. La contrarrevolución no logrará destruirnos; por el contrario, nosotros la destruiremos a ella. Uniendo a los millones y millones de hombres del pueblo en torno al gobierno revolucionario y desarrollando nuestra guerra revolucionaria, podremos aniquilar a toda la contrarrevolución y tomar a toda China.

    La segunda cuestión se refiere a los métodos de trabajo.

    Somos los dirigentes y organizadores de la guerra revolucionaria y también los dirigentes y organizadores de la vida de las masas. Organizar la guerra revolucionaria y mejorar las condiciones de vida de las masas son nuestras dos grandes tareas. A este respecto, ante nosotros se presenta, con toda su gravedad, el problema de los métodos de trabajo. No basta con plantear tareas; hay que resolver, además,

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el problema de los métodos para cumplirlas. Si nuestra tarea es cruzar un río, no podremos hacerlo sin un puente o una embarcación. Mientras no se resuelva el problema del puente o la embarcación, será ocioso hablar de atravesar el río. Mientras la cuestión de los métodos no esté resuelta, será inútil hablar de las tareas. Si no cuidamos de dirigir el trabajo de engrosamiento del Ejército Rojo, si no dedicamos particular atención a los métodos para ese trabajo, jamás lograremos éxito aunque repitamos mil y una veces que es preciso engrosar el Ejército Rojo. No podremos cumplir ninguna de nuestras tareas en ningún otro trabajo, corno por ejemplo, en la verificación de la distribución de la tierra, en la construcción económica, en la cultura y la educación, y en el trabajo en las nuevas zonas rojas y en las zonas periféricas, si sólo planteamos las tareas sin prestar atención a los métodos para realizarlas, si no combatimos los métodos burocráticos de trabajo para adoptar los prácticos y concretos, y si no desechamos los métodos autoritarios para adoptar el de la persuasión paciente.

    Los camaradas del distrito de Singkuo han realizado una labor de primera y merecen nuestro elogio como trabajadores modelo. Igualmente, los camaradas del Nordeste de Chiangsí han hecho un excelente trabajo creador y son también trabajadores modelo. Los camaradas de ambos lugares han ligado el problema de la vida de las masas al de la guerra revolucionaria y han resuelto simultáneamente la cuestión de los métodos revolucionarios de trabajo y la del cumplimiento de las tareas revolucionarias. Trabajan a conciencia, resuelven en forma cuidadosa los problemas y asumen verdaderamente sus responsabilidades ante la revolución; son buenos organizadores y dirigentes tanto de la guerra revolucionaria como de la vida de las masas. En otras zonas, nuestros camaradas también han hecho progresos en su trabajo e igualmente merecen nuestro elogio, como en algunos lugares de los distritos de Shangjang, Changting y Yungting, provincia de Fuchién; en Sichiang y otros puntos del Sur de la provincia de Chiangsí; en algunos sitios de los distritos de Chaling, Yungsin y Chían de la Región Fronteriza de Junán-Chiangsí; en algunas partes del distrito de Yangsin de la Región Fronteriza de Junán-Jupei-Chiangsí; en territorios y cantones de muchos otros distritos de Chiangsí; así como en Yuichín, distrito directamente subordinado al Gobierno Central.

    No cabe duda de que en todos los lugares que se encuentran bajo nuestra dirección hay un gran número de cuadros activos, excelentes camaradas que han surgido de las masas. Estos camaradas tienen el

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deber de prestar ayuda allí donde nuestro trabajo es débil y de ayudar a los camaradas que todavía no saben trabajar. Nos hallamos en medio de una gran guerra revolucionaria; debemos aplastar las grandes campañas de "cerco y aniquilamiento" del enemigo y extender la revolución a todo el país. A todos los cuadros revolucionarios les incumbe una enorme responsabilidad. Después de clausurado este Congreso, debemos tomar medidas efectivas para mejorar nuestro trabajo; las zonas avanzadas deben avanzar aún más, y las atrasadas, alcanzar a las avanzadas. Debemos crear miles de cantones como el de Changkang y decenas de distritos como el de Singkuo. Esas serán nuestras sólidas posiciones. Teniendo estas posiciones, de allí saldremos para hacer pedazos las campañas enemigas de "cerco y aniquilamiento" y derribar la dominación del imperialismo y del Kuomintang en toda China.

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NOTAS

  [1] Cantón del distrito de Singkuo, provincia de Chiangsí.    [pág. 160]

  [2] Cantón del distrito de Shangjang, provincia de Fuchién.    [pág. 160]

  [3] Uno de los distritos de las zonas rojas de Chiangsí, que tenía por centro el poblado de Tungku, al Sudeste del distrito de Chían. A ese distrito se le dio el nombre de Kung-l¸e para honrar la memoria del camarada Juang Kung-l¸e, comandante del 3.er Cuerpo de Ejército del Ejército Rojo, caído allí en octubre de 1931.    [pág. 161]

  [4] En julio de 1933, en la conferencia militar realizada en Lushan, provincia de Chiangsí, Chiang Kai-shek decidió construir blocaos en torno de las zonas rojas como una nueva táctica militar para su quinta campaña de "cerco y aniquilamiento". Se estima que hasta fines de enero de 1934, se habían levantado en total 2.900 blocaos en Chiangsí. Esta táctica de Chiang Kai-shek fue empleada también por los invasores japoneses en sus combates contra el VIII Ejército y el Nuevo 4.ƒ Cuerpo de Ejército. Los hechos históricos han confirmado a plenitud que, siguiendo la estrategia de guerra popular del camarada Mao Tse-tung, es completamente posible frustrar y vencer la táctica contrarrevolucionaria de blocaos.    [pág. 162]

 

Sobre la táctica de la lucha contra  el imperialismo japonés

[*]

27 de diciembre de 1935

CARACTERISTICAS DE LA ACTUAL

SITUACION POLITICA

    °Camaradas! Se han producido enormes cambios en la situación política. Nuestro Partido ha fijado sus tareas tomando en consideración estos cambios.

    ¿Cuál es la situación actual?

    Su característica fundamental consiste en que el imperialismo japonés intenta convertir a China en una colonia suya.

    Como todos sabemos, China es, desde hace casi cien años, un país semicolonial, dominado conjuntamente por varias potencias imperialistas. Ha podido mantenerse semiindependiente gracias a la lucha de su pueblo contra el imperialismo y a los conflictos entre las potencias imperialistas. Durante algún tiempo, la Primera Guerra Mundial deparó al imperialismo japonés la oportunidad de implantar su dominación exclusiva en China. No obstante, a causa de la lucha del pueblo chino contra el imperialismo japonés y de la intervención de otras potencias imperialistas, fue declarado nulo y sin valor el tratado entreguista de las Veintiuna Demandas[1], firmado con

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    * Informe del camarada Mao Tse-tung ante una conferencia de activistas del Partido celebrada en Wayaopao, Norte de Shensí. Fue hecho a raíz de la reunión del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China realizada en la misma localidad en diciembre de 1935. Esta reunión, una de las más importantes que haya realizado la dirección central del Partido, criticó la opinión errónea existente en éste según la cual era imposible que la burguesía nacional china se aliara con los obreros y campesinos para luchar contra el Japón, y adoptó la táctica de frente único nacional. En consonancia con la resolución del Buró Político, el camarada Mao Tse-tung explicó exhaustivamente la posibilidad y la importancia de restablecer, en las condiciones de la resistencia al Japón, el frente único con la burguesía nacional, [cont. en pág. 166. — DJR] y destacó la significación decisiva del papel dirigente que en dicho frente correspondía al Partido Comunista y al Ejército Rojo. Señaló que la revolución china sería prolongada, y criticó la estrecha actitud de "puertas cerradas" y la precipitación revolucionaria, que desde hacía mucho existían en el seno del Partido y que fueron las causas fundamentales de los serios reveses sufridos por éste y el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Civil Revolucionaria. Al mismo tiempo, el camarada Mao Tse-tung llamó la atención del Partido hacia la lección histórica del fracaso de la revolución en 1927, al que condujo el oportunismo de derecha de Chen Tu-siu, y señaló que, con seguridad, Chiang Kai-shek trataría de socavar las fuerzas de la revolución. De esta manera, capacitó al Partido para permanecer con la mente lúcida en la nueva situación y para proteger a las fuerzas revolucionarias de las innumerables intrigas y repetidos ataques armados de Chiang Kai-shek. En la [cont. en pág. 167. — DJR] reunión ampliada del Buró Político del Comité Central del Partido realizada en enero de 1935 en Tsunyi, provincia de Kuichou, se había establecido una nueva dirección del Comité Central, encabezada por el camarada Mao Tse-tung, en reemplazo de la antigua dirección oportunista de "izquierda". Sin embargo, como esa reunión se efectuó durante la Gran Marcha del Ejército Rojo, tuvo que limitarse a adoptar decisiones sobre los más urgentes problemas militares y sobre cuestiones de organización relativas al Secretariado y a la Comisión Militar Revolucionaria del Comité Central. Sólo cuando el Ejército Rojo hubo llegado al Norte de Shensí después de la Gran Marcha, tuvo el Comité Central del Partido la posibilidad de abordar sistemáticamente los diversos problemas de la táctica en el terreno político. En el presente informe, el camarada Mao Tse-tung hizo un análisis completo de estos problemas.

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el Japón por Yuan Shi-kai[2], el mayor vendepatria de su época. En 1922, en la conferencia de nueve potencias convocada en Washington por los Estados Unidos, se firmó un tratado que colocó de nuevo a China bajo la dominación conjunta de varias potencias imperialistas[3]. Pero, poco tiempo después, la situación cambió una vez más. Con el Incidente del 18 de Septiembre de 1931[4] se inició la etapa de la colonización de China por el Japón. Sólo que la agresión japonesa se limitaba temporalmente a las cuatro provincias del Nordeste[5] y, por eso, se creó la impresión de que los imperialistas japoneses probablemente no avanzarían más. Hoy, la situación es distinta: los imperialistas japoneses ya han revelado su intención de avanzar hacia el Sur de la Gran Muralla y ocupar todo el país. Ahora tratan de convertir a toda China, de una semicolonia compartida por varias potencias imperialistas, en una colonia exclusiva del Japón. El reciente Incidente del Este de Jopei[6] y las negociaciones diplomáticas[7] son evidentes indicios de esta tendencia de los acontecimientos, que amenaza la existencia misma de todo el pueblo chino. Esta situación plantea ante cada clase y cada grupo político de China la cuestión de qué hacer. ¿Resistir? ¿Capitular? ¿0 vacilar entre lo uno y lo otro?

    Veamos ahora cómo responden a esta cuestión las diferentes clases de China.

    Los obreros y campesinos exigen todos la resistencia. La revolución de 1924-1927, la revolución agraria desde 1927 hasta la fecha y la marea antijaponesa surgida a partir del Incidente del 18 de Septiembre de 1931, han demostrado que la clase obrera y el campesinado son las fuerzas más firmes de la revolución china.

    La pequeña burguesía también exige la resistencia. ¿No han iniciado ya la juventud estudiantil y la pequeña burguesía urbana un amplio movimiento antijaponés[8]? Estos sectores de la pequeña bur-

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guesía china participaron en la revolución de 1924-1927. Por su condición económica de pequeños productores, tienen, al igual que los campesinos, intereses irreconciliables con el imperialismo. Este y las fuerzas contrarrevolucionarias chinas les han causado graves daños, llevando a mucha gente de estos sectores al desempleo o a la ruina total o parcial. Y ahora, ante la inminente amenaza de ser convertidos en esclavos de una nación extranjera, estos sectores no tienen otra salida que la resistencia.

    Pero ¿cómo reaccionan ante esta cuestión la burguesía nacional, la burguesía compradora, la clase terrateniente y el Kuomintang?

    Los grandes déspotas locales y shenshi malvados, los grandes caudillos militares, los grandes burócratas y los magnates de la burguesía compradora ya han tomado hace mucho su decisión. Han sostenido y sostienen que toda revolución (sea cual fuere) es peor que el imperialismo. Constituyen el campo de los vendepatrias; para ellos no se plantea el problema de ser o no esclavos de una nación extranjera, porque han perdido todo sentido de la nacionalidad y sus intereses están indisolublemente ligados a los del imperialismo. Su cabecilla supremo es Chiang Kai-shek[9]. Este campo de vendepatrias es enemigo jurado del pueblo chino. Si no hubiera existido esta jauría de traidores, el imperialismo japonés no habría podido proceder con tanto desenfreno. Son perros de presa del imperialismo.

    La burguesía nacional presenta un problema complejo. Esta clase participó en la revolución de 1924-1927, pero luego, aterrorizada por las llamas de la revolución, se pasó a la pandilla de Chiang Kai-shek, enemigo del pueblo. La cuestión reside en si hay posibilidad de que, en las circunstancias actuales, esta clase sufra un cambio. Creemos que sí, pues la burguesía nacional no es igual a la clase terrateniente o la burguesía compradora; entre ella y estas últimas existen diferen-

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cias. La burguesía nacional no es tan feudal como la clase terrateniente, ni tan compradora como la burguesía compradora. Un sector de la burguesía nacional mantiene vínculos más o menos numerosos con el capital extranjero y con la propiedad de la tierra en el país; constituye su ala derecha. Por el momento no especularemos sobre la posibilidad de que este sector sufra un cambio. El problema está en aquellos sectores de la burguesía nacional que no tienen tales vínculos o los tienen escasamente. Estimamos que en la nueva situación, en que sobre China se cierne el peligro de la colonización, es posible que estos sectores cambien de actitud. La característica de este cambio será su vacilación. Por una parte, no les gusta el imperialismo y, por la otra, tienen miedo a la realización cabal de la revolución, y oscilan entre lo uno y lo otro. Esto explica por qué participaron en la revolución en el período 1924-1927 y por qué, al final de ese período, se pasaron al lado de Chiang Kai-shek. ¿Qué diferencia existe entre la época actual y el año 1927, cuando Chiang Kai-shek traicionó a la revolución? En ese entonces, China era una semicolonia, y hoy está en vías de ser convertida en una colonia. ¿Han ganado estos sectores de la burguesía nacional alguna ventaja en los últimos nueve años, desde que abandonaron a su aliado, la clase obrera, y trabaron amistad con la clase terrateniente y la burguesía compradora? Ninguna. Lo único que han logrado es la ruina total o parcial de sus empresas industriales y comerciales. Por estas razones, consideramos que, en la situación actual, es posible que la burguesía nacional cambie de actitud. ¿Hasta qué punto puede cambiar? Su característica general es la vacilación. Sin embargo, en ciertas etapas de la lucha, un sector de la burguesía nacional (el ala izquierda) puede tornar parte en ella, mientras otro sector puede pasar de la actitud vacilante a una neutral.

    ¿Los intereses de qué clases representa el XIX Ejército al mando de Tsai Ting-kai[10] y otros? Los de la burguesía nacional, la capa superior de la pequeña burguesía, los campesinos ricos y los pequeños terratenientes. ¿No libraron Tsai Ting-kai y sus hombres en o tiempo desesperados combates contra el Ejército Rojo? Sí, pero tarde concluyeron con éste una alianza contra el Japón y contra Chiang Kai-shek. En Chiangsí, atacaron al Ejército Rojo, pero después en Shanghai, combatieron al imperialismo japonés, y más tarde Fuchién, llegaron a un acuerdo con el Ejército Rojo y volvieron armas contra Chiang Kai-shek. Sea cual fuere el derrotero futuro de

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Tsai Ting-kai y sus socios, y aunque el Gobierno Popular de Fuchién, ciñéndose a las viejas prácticas, no movilizó al pueblo para la lucha, sólo se puede calificar de beneficioso para la revolución el hecho de que hayan vuelto contra el imperialismo japonés y Chiang Kai-shek sus armas, antes apuntadas hacia el Ejército Rojo. Esto marcó una ruptura en el campo del Kuomintang. Si la situación creada a raíz del Incidente del 18 de Septiembre hizo posible que este grupo se desprendiera de dicho campo, ¿por qué la situación actual no puede ocasionar nuevas divisiones en el Kuomintang? Se equivocan los que en nuestro Partido sostienen que el campo de la clase terrateniente y de la burguesía es unido y permanente, y que en ninguna circunstancia se pueden producir cambios en él. No sólo desconocen la grave situación actual, sino que incluso han olvidado la historia.

    Permítanme hablar un poco más sobre el pasado. En 1926 y 1927, cuando el ejército revolucionario avanzó sobre Wuján, se apoderó de esta ciudad y entró en Jonán, sucedió que Tang Sheng-chi y Feng Yu-siang[11] se unieron a la revolución. El año 1933, en Chajar[12], Feng Yu-siang cooperó durante algún tiempo con el Partido Comunista en la formación del Ejército Aliado Antijaponés.

    Tenemos otro ejemplo notable. EL XXVI Ejército, que junto con el XIX Ejército había atacado al Ejército Rojo en Chiangsí, ¿acaso no llevó a cabo el Levantamiento de Ningtu[13] en diciembre de 1931 y pasó a formar parte del Ejército Rojo? Chao Po-sheng, Tung Chen-tang y otros dirigentes del Levantamiento de Ningtu se han convertido en firmes camaradas revolucionarios.

    Las acciones de Ma Chan-shan[14] contra el invasor japonés en las tres provincias del Nordeste representan otra división en el campo de las clases dominantes.

    Todos estos ejemplos indican que es probable que se produzcan divisiones en el campo enemigo en circunstancias en que toda China se encuentra bajo la amenaza de las bombas japonesas y la lucha abandona su ritmo habitual y avanza repentinamente a paso de carga.

    Pasemos ahora, camaradas, a otro aspecto de la cuestión.

    Es correcto objetar nuestra tesis aduciendo la debilidad de la burguesía nacional china en los terrenos político y económico, y sostener que ella no puede cambiar de actitud a pesar de la nueva situación? Creo que no es correcto. Si la debilidad de la burguesía nacional es la razón de que no pueda cambiar de actitud, ¿por qué lo hizo en el período 1924-1927, cuando no solamente vaciló, sino que

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incluso se incorporó a la revolución? ¿Puede decirse que la debilidad de la burguesía nacional constituye un mal nuevo, adquirido, y no un mal viejo, congénito? ¿Acaso es débil hoy, pero no lo era en esa época? Una de las principales características políticas y económicas de un país semicolonial es la debilidad de su burguesía nacional. Precisamente por esa causa, el imperialismo se atreve a abusar de ella, y esto determina uno de los rasgos de la burguesía nacional: no le gusta el imperialismo. Desde luego, lejos de negarlo, reconocemos plenamente que esa misma característica hace más fácil a los imperialistas, la clase terrateniente y la burguesía compradora atraerse a esa clase ofreciéndole como cebo algunas ventajas temporales, y determina su inconsecuencia en la revolución. Pero, de todos modos, no se puede decir que, en las actuales circunstancias, la burguesía nacional en nada difiera de la clase terrateniente y de la burguesía compradora.

    Por lo tanto, subrayamos que forzosamente se producen divisiones en el campo del Kuomintang cuando la crisis nacional atraviesa momentos cruciales. Esas divisiones encuentran su expresión en la vacilación de la burguesía nacional y en la aparición de figuras antijaponesas como Feng Yu-siang, Tsai Ting-kai o Ma Chan-shan, tan célebres durante algún tiempo. Estas divisiones son, en lo fundamental, desfavorables para la contrarrevolución y favorables para la revolución. EL desarrollo desigual de China en los terrenos político y económico y el consiguiente desarrollo desigual de la revolución, acrecientan la posibilidad de que tales divisiones se produzcan.

    Camaradas, hasta aquí lo que respecta al lado positivo del problema. Ahora permítanme hablar de su lado negativo: el hecho de que algunos elementos de la burguesía nacional sean consumados maestros en el arte de engañar al pueblo. ¿Por qué? Porque en esa clase, aparte de los que apoyan sinceramente la causa revolucionaria del pueblo, hay muchos que por algún tiempo se las arreglan para hacerse pasar por revolucionarios o semirrevolucionarios. Esto los coloca en condiciones de engañar a las masas populares, a las cuales les resulta difícil discernir su inconsecuencia y calar la demagogia de sus gestos. Todo esto aumenta la responsabilidad del Partido Comunista de criticar a sus aliados, desenmascarar a los seudorrevolucionarios y conquistar la hegemonía. Negar la posibilidad de que la burguesía nacional vacile e incluso se una a la revolución en tiempos de grandes conmociones, significaría suprimir o, por lo menos, reducir la tarea de nuestro Partido de luchar por la hegemonía. Pues, si la

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burguesía nacional fuera exactamente igual a la clase terrateniente y la burguesía compradora y mostrara la misma repugnante cara de vendepatria, entonces se podría simplemente suprimir o, por lo menos, reducir nuestra tarea de luchar por la hegemonía.

    Al hacer un análisis general de la actitud de la clase terrateniente y de la burguesía en tiempos de grandes conmociones, conviene indicar otro aspecto, esto es, la ausencia de completa unidad incluso en el campo de la clase terrateniente y la burguesía compradora. La causa de esto reside en que China es una semicolonia que se disputan numerosas potencias imperialistas. Cuando la lucha se dirige contra el imperialismo japonés, los perros de presa de los Estados Unidos y aun de Inglaterra, obedeciendo a los cambiantes tonos de las órdenes de sus amos, pueden lanzarse a una pelea sorda o incluso abierta contra los imperialistas japoneses y sus perros de presa. En el pasado, se han dado muchos casos de semejantes peleas de perros, y aquí no vamos a hablar de ellos. Ahora sólo mencionaremos el hecho de que, recientemente, el politicastro kuomintanista Ju Jan-min[15], encarcelado en cierta ocasión por Chiang Kai-shek, también ha puesto su firma al pie del "Programa de seis puntos para la resistencia al Japón y por la salvación nacional"[16], formulado por nosotros. Los caudillos militares de Kuangtung y Kuangsí[17], en quienes se apoya Ju Jan-min, también se oponen a Chiang Kai-shek bajo las engañosas consignas de "Recobrar el territorio perdido" y "Dar igual importancia a la resistencia al Japón y al exterminio de los bandidos"[18](la consigna de Chiang Kai-shek es "Exterminar primero a los bandidos y después resistir al Japón"). ¿No parece esto algo extraño? Sin embargo, no hay en ello nada de extraño. No se trata más que de una pelea particularmente divertida entre perros grandes y chicos, entre perros hartos y perros hambrientos; es una brecha ni grande ni pequeña, una contradicción que les escuece y duele. Pero tales peleas, brechas y contradicciones son útiles para el pueblo revolucionario. Debemos aprovechar cada una de las peleas, brechas y contradicciones en el campo enemigo y utilizarlas contra nuestro enemigo principal del momento.

    Para resumir el problema de las relaciones de clase, podemos decir que el cambio básico en la situación, esto es, la invasión por el imperialismo japonés de la parte de China situada al Sur de la Gran Muralla, ha modificado las relaciones entre las diversas clases del país, ampliando el campo de la revolución nacional y debilitando el de la contrarrevolución.

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    Hablemos ahora de la situación dentro del campo de la revolución nacional de China.

    En primer lugar, el Ejército Rojo. Como ustedes saben, camaradas, desde hace casi un año y medio, los tres contingentes de fuerzas regulares del Ejército Rojo de China han venido efectuando grandes desplazamientos de posiciones. En agosto del año pasado, el VI Grupo de Ejércitos, al mando de Yen Pi-shi[19] y otros camaradas, comenzó a desplazarse hacia la zona del camarada Je Lung[20], y, en octubre, nosotros mismos iniciamos nuestro desplazamiento[21]. En marzo, el Ejército Rojo de la Región Fronteriza de Sechuán-Shensí[22] también inició el suyo. Estos tres contingentes del Ejército Rojo han abandonado sus antiguas posiciones para desplazarse a nuevas regiones. A causa de estos grandes desplazamientos, las zonas que antes ocupábamos se han convertido en zonas guerrilleras. El Ejército Rojo se ha debilitado considerablemente en el curso de los desplazamientos. A juzgar por este aspecto de la situación global, se puede decir que el enemigo ha conquistado una victoria temporal y parcial, mientras que nosotros hemos sufrido una derrota temporal y parcial. ¿Es correcta esta afirmación? Así lo creo, porque tales son los hechos. Pero alguna gente (Chang Kuo-tao[23], por ejemplo) afirma que el Ejército Rojo Central[24] ha fracasado. ¿Es correcta esta afirmación? No, porque no son así los hechos. Al examinar cualquier cuestión, los marxistas deben ver no sólo las partes sino también el todo. Una rana en el fondo de un pozo dice: "El cielo no es mayor que la boca del pozo." No está en lo cierto, porque el cielo no es del tamaño de la boca de un pozo. Estaría en lo cierto si afirmase que "una parte del cielo es del tamaño de la boca del pozo", porque ello corresponde a la realidad. Nosotros decimos que el Ejército Rojo ha fracasado en un sentido (no ha logrado mantener sus antiguas posiciones), pero ha triunfado en otro (ha cumplido el plan de la Gran Marcha). El enemigo, por su parte, ha obtenido la victoria en un sentido (ha ocupado nuestras antiguas posiciones), pero ha fracasado en otro (no ha cumplido sus planes de "cerco y aniquilamiento" y de "persecución y aniquilamiento"). Esta es la única afirmación acertada, pues hemos realizado la Gran Marcha.

    A propósito de la Gran Marcha, se puede preguntar: ¿Cuál es su significación? Contestamos que la Gran Marcha es la primera de su género en los anales de la historia, y es a la vez un manifiesto, un destacamento de propaganda y una máquina sembradora. Desde que Pan Ku separó el cielo de la tierra, y desde la época de los Tres Soberanos y los Cinco Emperadores[25], ¿ha conocido la historia una

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gran marcha como la nuestra? Día tras día durante doce meses seguían nuestros pasos y nos bombardeaban decenas de aviones desde el aire, mientras por tierra, una inmensa fuerza de centenares de miles de hombres nos cercaban, nos perseguían, nos cerraban el paso y nos interceptaban; innumerables fueron las dificultades y peligros que encontramos en el camino. Sin embargo, haciendo funcionar nuestras dos piernas, recorrimos más de veinte mil li, a través de once provincias. Cabe preguntar: ¿Ha habido en la historia una gran marcha como la nuestra? No, nunca. La Gran Marcha es un manifiesto. Ha proclamado ante el mundo entero que el Ejército Rojo es un ejército de héroes, mientras que los imperialistas y sus lacayos, Chiang Kai-shek y compañía, son totalmente impotentes. Ha proclamado el fracaso del imperialismo y de Chiang Kai-shek en sus operaciones para cercarnos, perseguirnos, cerrarnos el paso e interceptarnos. La Gran Marcha es también un destacamento de propaganda. Ha dado a conocer a unos doscientos millones de habitantes de las once provincias recorridas que el camino del Ejército Rojo es el único que los conduce a la liberación. De no ser por esta hazaña, ¿cómo habrían podido las grandes masas populares enterarse con tanta rapidez de que existía en el mundo la gran verdad encarnada por el Ejército Rojo? La Gran Marcha es también una máquina sembradora. Ha esparcido por las once provincias gran cantidad de semillas, que germinarán, echarán hojas, florecerán y darán frutos: rendirán cosecha en el futuro. En una palabra, la Gran Marcha ha terminado con la victoria nuestra y la derrota del enemigo. ¿Quién la ha conducido a la victoria? El Partido Comunista. Sin él, esta Gran Marcha habría sido inconcebible. El Partido Comunista de China, su organismo dirigente, sus cuadros y sus miembros no temen ninguna dificultad ni sufrimiento. Todo el que ponga en tela de juicio nuestra capacidad para dirigir la guerra revolucionaria se hundirá en el pantano del oportunismo. Con el término de la Gran Marcha, ha surgido una situación nueva. En la batalla de Chiluochen, el Ejército Rojo Central y el Ejército Rojo del Noroeste, unidos fraternalmente, desbarataron la campaña de "cerco y aniquilamiento" lanzada por el vendepatria Chiang Kai-shek contra la Región Fronteriza de Shensí-Kansú[26], y asentaron así la piedra angular para la tarea emprendida por el Comité Central del Partido: establecer en el Noroeste el cuartel general nacional de la revolución.

    Tal es la situación de las fuerzas regulares del Ejército Rojo. ¿Y la guerra de guerrillas en las provincias del Sur? Allí, nuestras

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fuerzas guerrilleras han sufrido algunos reveses, pero no han sido aniquiladas. Y en muchos lugares están rehaciéndose, creciendo y desarrollándose[27].

    En las zonas dominadas por el Kuomintang, la lucha de los obreros sale del interior de las fábricas y pasa de económica a política. La valiente lucha de la clase obrera contra el Japón y los vendepatrias está en intensa fermentación y, a juzgar por la situación, no está lejano el día de su estallido.

    La lucha de los campesinos nunca ha cesado. Agobiados por la agresión extranjera, el caos interior y las calamidades naturales, los campesinos han desarrollado ampliamente su lucha en forma de guerra de guerrillas, rebeliones populares, tumultos contra el hambre, etc. La guerra de guerrillas antijaponesa en el Nordeste del país y en el Este de Jopei[28] es una respuesta a los ataques del imperialismo japonés.

    El movimiento estudiantil ha crecido considerablemente y sin duda alguna crecerá aún más. Pero sólo en la medida en que se coordine con la lucha de los obreros, campesinos y soldados, podrá este movimiento persistir y abrirse paso quebrantando la ley marcial impuesta por los vendepatrias y frustrando la política de sabotaje y masacre practicada por la policía, los agentes secretos, los capitostes de los círculos pedagógicos y los fascistas.

    Ya nos hemos referido a la vacilación de la burguesía nacional, los campesinos ricos y los pequeños terratenientes y a la posibilidad de su participación en la lucha antijaponesa.

    Las minorías nacionales, en particular el pueblo de Mongolia Interior, directamente amenazado por el imperialismo japonés, se alzan ahora a la lucha. En el futuro, su lucha se fundirá con la de todo el pueblo del Norte de China y con las operaciones del Ejército Rojo en el Noroeste.

    Todo esto indica que los diversos frentes de la revolución están convergiendo en un solo frente de amplitud nacional, y que la situación revolucionaria está pasando gradualmente de un estado de desarrollo desigual a uno de cierta uniformidad de desarrollo. Nos encontramos en vísperas de grandes cambios. La tarea del Partido consiste en formar un frente único nacional revolucionario, haciendo que confluyan las actividades del Ejército Rojo y todas las actividades de los obreros, los campesinos, los estudiantes, la pequeña burguesía y la burguesía nacional del país.

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EL FRENTE UNICO NACIONAL

    Después de haber examinado la situación, tanto de la contrarrevolución como de la revolución, nos resulta fácil definir las tareas tácticas del Partido.

    ¿Cuál es la tarea táctica fundamental del Partido? No es otra sino la de formar un amplio frente único nacional revolucionario.

    Cuando la situación de la revolución cambia, hay que modificar de acuerdo con ello la táctica y los métodos de dirección de la revolución. La tarea que se plantean el imperialismo japonés y los colaboracionistas y vendepatrias es transformar a China en una colonia; la nuestra, en cambio, es hacer de China un país que goce de independencia, libertad e integridad territorial.

    Conquistar la independencia y la libertad de China es una tarea grandiosa. Para ello es preciso hacer la guerra al imperialismo extranjero y a las fuerzas contrarrevolucionarias del país. El imperialismo japonés está resuelto a avanzar derecho y a golpes. En el interior, las fuerzas contrarrevolucionarias de la clase de los déspotas locales y shenshi malvados y de la burguesía compradora todavía son superiores a las fuerzas revolucionarias populares. La tarea de derrocar al imperialismo japonés y a las fuerzas contrarrevolucionarias chinas no puede cumplirse en uno o dos días; debemos estar preparados para empeñarnos en ella por largo tiempo. Tampoco puede cumplirse con fuerzas insignificantes; debemos acumular fuerzas poderosas. En China, así como en el resto del mundo, las fuerzas contrarrevolucionarias son más débiles que antes, en tanto que las fuerzas revolucionarias han crecido. Esta es una apreciación correcta, que muestra un lado de la cuestión. Pero, al mismo tiempo, debemos señalar que las fuerzas contrarrevolucionarias en China y en el resto del mundo son, por el momento, más potentes que las fuerzas revolucionarias. Esta es también una apreciación correcta, que presenta el otro lado de la cuestión. La desigualdad del desarrollo político y económico de China da origen a la desigualdad del desarrollo de su revolución. Por regla general, la revolución comienza, se desarrolla y triunfa primero donde las fuerzas contrarrevolucionarias son relativamente débiles, mientras que allí donde éstas son poderosas, la revolución tarda en surgir o se desarrolla con suma lentitud. Tal ha sido, durante largo tiempo, el caso de la revolución china. Se puede prever que, en el futuro, la

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situación revolucionaria en su conjunto cobrará un mayor desarrollo en ciertas etapas, pero que seguirá existiendo la desigualdad. La transformación de esta desigualdad en uniformidad general aún requiere largo tiempo, ingentes esfuerzos y una correcta línea táctica del Partido. La guerra revolucionaria dirigida por el Partido Comunista de la Unión Soviética[29] terminó en tres años; en cuanto a la guerra revolucionaria dirigida por el Partido Comunista de China, que ha durado ya mucho, debemos estar preparados para consagrarle el tiempo necesario, a fin de acabar definitiva y completamente con las fuerzas contrarrevolucionarias interiores y exteriores. Una impaciencia excesiva, como la que se manifestó en el pasado, no llevaría a ninguna parte. Además, es preciso elaborar una buena táctica revolucionaria; jamás podremos realizar nada importante si seguimos dando vueltas dentro de un estrecho círculo. Esto no significa que en China las cosas sólo puedan hacerse con lentitud; hay que actuar con audacia e ímpetu, porque el peligro de subyugación nacional no permite que relajemos nuestros esfuerzos ni un solo minuto. Es indudable que, de ahora en adelante, la revolución se desarrollará mucho más rápido que antes, porque tanto China como el mundo se aproximan a un nuevo período de guerras y revoluciones. Con todo, la guerra revolucionaria de China seguirá siendo prolongada; esto lo determinan el poderío del imperialismo y el desarrollo desigual de la revolución. Hemos dicho que la situación actual se caracteriza por la inminencia de un nuevo auge de la revolución nacional y por que China se encuentra en vísperas de una nueva y gran revolución a escala nacional; ésta es una de las características de la actual situación revolucionaria. Este es un hecho, y muestra un lado de la cuestión. Ahora agregamos que el imperialismo tiene aún considerable fuerza, que la desigualdad del desarrollo de las fuerzas revolucionarias constituye un serio punto débil y que, a fin de derrotar a nuestros enemigos, debemos estar preparados para una guerra prolongada; ésta es otra característica de la actual situación revolucionaria. Este es también un hecho, y muestra el otro lado de la cuestión. Ambas características, ambos hechos vienen a enseñarnos y nos urgen a modificar, en conformidad con la situación, nuestra táctica y nuestras maneras de disponer las fuerzas para el combate. La situación actual exige que renunciemos con audacia a la actitud de "puertas cerradas", formemos un amplio frente único y nos prevengamos contra el aventurerismo. No debemos precipitarnos a una batalla decisiva antes de que haya llegado la hora y contemos con fuerzas suficientes.

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    No hablaré aquí de la relación entre la actitud de "puertas cerradas" y el aventurerismo, ni de los peligros que pueda acarrear este último en el futuro, cuando los acontecimientos se desarrollen con gran amplitud; de eso podemos tratar más tarde. Por el momento, me limitaré a señalar que la táctica de frente único y la de "puertas cerradas" son diametralmente opuestas.

    La primera implica reclutar grandes fuerzas a fin de cercar y aniquilar al enemigo.

    La segunda, en cambio, implica abalanzarse solos a un combate desesperado contra un enemigo formidable.

    Los partidarios de la primera sostienen que sin apreciar como es debido la posibilidad de que la tentativa del imperialismo japonés de convertir a China en una colonia altere la alineación de las fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias en China, no podremos hacer una justa apreciación de la posibilidad de formar un amplio frente único nacional revolucionario. Sin apreciar corno es debido los puntos fuertes y los débiles de las fuerzas contrarrevolucionarias japonesas y chinas y de las fuerzas revolucionarias chinas, no seremos capaces de comprender bien la necesidad de organizar un amplio frente único nacional revolucionario, ni de tomar medidas enérgicas para poner fin a la actitud de "puertas cerradas", ni de utilizar el frente único como instrumento para organizar y agrupar a los millones y millones de hombres del pueblo así como a todas las fuerzas que puedan ser amigas de la revolución, a fin de lanzarnos al ataque contra nuestro blanco central: el imperialismo japonés y sus lacayos, los vendepatrias chinos; tampoco seremos capaces de usar tal táctica como arma para disparar contra el blanco central que tenemos delante, sino que, por el contrario, dispersaremos el fuego de tal manera que nuestras balas, en lugar de alcanzar al enemigo principal, darán en los enemigos secundarios o incluso en aliados nuestros. Esto se llama incapacidad para determinar al enemigo principal y malgasto de municiones. Procediendo así, nos será imposible acorralar y aislar al enemigo. Procediendo así, nos será imposible atraer a nuestro lado a aquellos que bajo coacción se hallan en el campo o el frente enemigos, a aquellos que ayer eran enemigos nuestros, pero que hoy pueden ser amigos nuestros. Proceder así sería ayudar de hecho al enemigo y frenar, aislar y menoscabar a la revolución y hacerla declinar, e incluso conducirla a la derrota.

    Los partidarios de la segunda, en cambio, dicen que todos estos argumentos son incorrectos. Las fuerzas de la revolución deben ser

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puras, absolutamente puras, y el camino de la revolución debe ser recto, absolutamente recto. Lo único correcto es lo registrado en los Cánones. La burguesía nacional en su totalidad es y será eternamente contrarrevolucionaria. No cabe ceder ni un solo paso ante los campesinos ricos. A los sindicatos amarillos hay que combatirlos a muerte. Si estrechamos la mano a Tsai Ting-kai, al hacerlo, debemos tratarle de contrarrevolucionario. ¿Hay gato que no guste del pescado o caudillo militar que no sea contrarrevolucionario? Los intelectuales son revolucionarios de tres días, y es peligroso reclutarlos. De ahí la conclusión: la actitud de "puertas cerradas" es la panacea, y el frente único, una táctica oportunista.

    Camaradas, ¿qué es lo correcto: el frente único o la actitud de "puertas cerradas"? ¿Qué es lo aprobado por el marxismo-leninismo? Yo contesto tajantemente: el frente único, y no la actitud de "puertas cerradas". Un niño de tres años tiene muchas ideas correctas, pero no se le pueden confiar los serios asuntos del Estado o del mundo, porque no los entiende todavía. El marxismo-leninismo se opone a la "enfermedad infantil" en las filas revolucionarias, y es justamente esa "enfermedad infantil" lo que pregonan los testarudos partidarios de la táctica de "puertas cerradas". Igual que cualquier otra actividad en el mundo, la revolución sigue siempre un camino tortuoso, y nunca uno recto. Tal como todas las cosas del mundo, la alineación de las fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias puede experimentar cambios. La nueva táctica del Partido, la de formar un amplio frente único, tiene como punto de partida dos hechos fundamentales: por una parte, el imperialismo japonés está resuelto a convertir a toda China en una colonia suya, y, por la otra, existen aún graves debilidades en las fuerzas revolucionarias de China. Para atacar a las fuerzas contrarrevolucionarias, lo que hoy necesitan las fuerzas revolucionarias es organizar a los millones y millones de hombres de las masas populares y poner en acción un gigantesco ejército revolucionario. Es una verdad evidente para todos que sólo una fuerza de tal magnitud estará en condiciones de aplastar al imperialismo japonés y a los colaboracionistas y vendepatrias. Por consiguiente, sólo la táctica de frente único es marxista-leninista. En cambio, la táctica de "puertas cerradas" es la del "aislamiento imperial". La actitud de "puertas cerradas" "empuja los peces hacia las aguas profundas y los pájaros hacia el bosque"; ella empujará a los "millones y millones de hombres de las masas populares", a ese "gigantesco ejército", hacia el bando del enemigo, ganándose así el aplauso de éste. En la práctica, la actitud

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de "puertas cerradas" sirve lealmente al imperialismo japonés y a los colaboracionistas y vendepatrias. Lo que sus partidarios llaman "puro" y "recto" es lo que el marxismo-leninismo condena a bofetadas y lo que el imperialismo japonés elogia. Rechazamos categóricamente la actitud de "puertas cerradas"; lo que queremos es un frente único nacional revolucionario, que ha de asestar un golpe mortal al imperialismo japonés y a los colaboracionistas y vendepatrias.

LA REPUBLICA POPULAR[30]

    Si hasta aquí nuestro Gobierno se ha basado en la alianza de los obreros, los campesinos y la pequeña burguesía urbana, desde ahora debe transformarse de modo que en él estén representados también tos miembros de todas las demás clases dispuestos a participar en la revolución nacional.

    En el presente, la tarea fundamental que corresponde a tal gobierno es luchar contra la anexión de China por el imperialismo japonés. La composición de este gobierno será tan amplia que en él podrán participar no sólo los interesados en la revolución nacional pero no en la revolución agraria, sino también, siempre que quieran, los que se opongan al imperialismo japonés y a sus lacayos pero no a los imperialistas europeos y norteamericanos, en razón de sus vinculaciones con ellos. Por consiguiente, el programa de este gobierno debe por principio ajustarse a la tarea fundamental de combatir al imperialismo japonés y a sus lacayos; conforme a ello, debemos modificar de manera adecuada la política que hemos seguido hasta ahora.

    La existencia de un Partido Comunista y un Ejército Rojo bien templados constituye en la actualidad el rasgo característico del campo de la revolución. Esto es de importancia primordial. Enormes serían las dificultades si no existieran ese Partido Comunista y ese Ejército Rojo bien templados. ¿Por qué? Porque en China, los colaboracionistas y las vendepatrias son numerosos y tienen fuerza, e idearán todo tipo de tretas para socavar este frente único: recurrirán a las amenazas, al soborno y a las maniobras entre los diversos sectores para sembrar discordias; se valdrán de sus fuerzas armadas para presionar y aplastar una por una a aquellas fuerzas menos poderosas que ellos y que quieran separárseles y unirse a nosotros para combatir al Japón. Todo ello sería difícilmente evitable si el gobierno antijaponés y las fuerzas

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armadas antijaponesas no contaran con factores tan vitales como el Partido Comunista y el Ejército Rojo. La revolución fracasó en 1927 principalmente porque el Partido Comunista, dada su línea oportunista de entonces, no se esforzó por ampliar nuestras filas (el movimiento obrero y campesino y las fuerzas armadas dirigidas por el Partido Comunista), sino que se apoyó exclusivamente en un aliado temporal, el Kuomintang. En consecuencia, cuando la clase de los déspotas locales y shenshi malvados y la burguesía compradora, lacayos del imperialismo, extendieron por orden de éste sus mil y un tentáculos y se atrajeron primero a Chiang Kai-shek y luego a Wang Ching-wei, la revolución fracasó. En esa época, el frente único revolucionario no tenía un pilar central, no tenía fuerzas armadas revolucionarias firmes, y por eso, cuando se sucedieron aquí y allá las defecciones, el Partido Comunista tuvo que luchar solo y se vio impotente ante la táctica del imperialismo y la contrarrevolución china de aplastar uno por uno a sus adversarios. Es cierto que disponíamos entonces de las tropas de Je Lung y Ye Ting, pero éstas aún no eran políticamente firmes, y además, el Partido no supo dirigirlas, de manera que fueron finalmente derrotadas. Esta lección, pagada con nuestra sangre, nos enseñó que la ausencia de un firme núcleo dentro de las fuerzas revolucionarias lleva la revolución al fracaso. Pero hoy las cosas son bien diferentes: contamos con un firme Partido Comunista y con un firme Ejército Rojo, y también con bases de apoyo de este último. El Partido Comunista y el Ejército Rojo no sólo son los iniciadores del frente único nacional antijaponés, sino que llegarán indefectiblemente a constituir el firme pilar del gobierno y el ejército antijaponeses, de modo que los imperialistas japoneses y Chiang Kai-shek no lograrán éxito en su política de torpedear el frente único nacional. No cabe duda de que los imperialistas japoneses y Chiang Kai-shek recurrirán a todo tipo de amenazas, soborno y maniobras entre los diversos sectores; frente a esto debemos mantenernos muy alerta.

    Desde luego, no podemos esperar que los numerosos sectores que integren el frente único nacional antijaponés tengan todos la misma firmeza que el Partido Comunista y el Ejército Rojo. En el curso de sus actividades, puede ocurrir que, bajo la influencia del enemigo, algunos malos elementos se retiren del frente único. Pero nosotros no tememos que se retiren. Al paso que ellos se vayan bajo la influencia del enemigo, bajo la nuestra, vendrá gente buena a sumarse a nosotros. Siempre que subsistan y crezcan el Partido Comunista y el Ejército Rojo, subsistirá y crecerá el frente único nacional antijaponés. Tal

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es el papel dirigente del Partido Comunista y del Ejército Rojo en el frente único nacional. Los comunistas, que ya no son unos niños, saben lo que deben hacer y cómo tratar a sus aliados. Si los imperialistas japoneses y Chiang Kai-shek pueden maniobrar con relación a las fuerzas revolucionarias, el Partido Comunista también puede hacerlo con relación a las fuerzas contrarrevolucionarias. Si ellos pueden atraerse a los malos elementos de nuestras filas, nosotros, por supuesto, también podemos atraernos a los "malos elementos" de sus filas (buenos para nosotros). Si logramos atraernos a gran número de personas, entonces mermarán las filas enemigas y crecerán las nuestras. En resumen, dos fuerzas fundamentales están luchando entre sí; todas las fuerzas intermedias, por la lógica de las cosas, tendrán que ponerse de un lado o del otro. La política de los imperialistas japoneses de subyugar a China y la política entreguista de Chiang Kai-shek, no pueden sino empujar a numerosas fuerzas hacia nuestro lado, ya sea para incorporarse directamente a las filas del Partido Comunista y del Ejército Rojo, o bien para formar con nosotros un frente unido. Todo esto se logrará siempre que nuestra táctica no sea la de "puertas cerradas".

    ¿Por qué convertir la república de obreros y campesinos en una república popular?

    Nuestro gobierno no sólo representa a los obreros y campesinos, sino a toda la nación. Esto se encontraba implícito en nuestra consigna de "República democrática de obreros y campesinos" pues los obreros y campesinos constituyen del 80 al 90 por ciento de toda la nación. El Programa de Diez Puntos[31], adoptado por el VI Congreso Nacional de nuestro Partido, interpreta no sólo los intereses de los obreros y campesinos, sino también los de toda la nación. Pero la situación actual exige que reemplacemos esta consigna por la de "República popular". Ello se debe a que la invasión japonesa ha alterado las relaciones de clase en China y ha creado la posibilidad de que participe en la lucha antijaponesa no sólo la pequeña burguesía, sino también la burguesía nacional.

    Por supuesto que la república popular no representa los intereses de las clases enemigas. Al contrario, es diametralmente opuesta a la clase de los déspotas locales y shenshi malvados y a la burguesía compradora, lacayos del imperialismo, y no los incluye dentro del pueblo, tal como el "Gobierno Nacional de la República de China" de Chiang Kai-shek representa sólo a los plutócratas, y no a la gente sencilla, a la que no considera parte de la "nación". Dado que los obreros y campe-

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sinos constituyen del 80 al 90 por ciento de la población china, la república popular debe representar en primer lugar sus intereses. Sin embargo, al acabar con la opresión del imperialismo para hacer a China libre e independiente y al terminar con la opresión de los terratenientes para liberar a China del semifeudalismo, la república popular no sólo beneficiará a los obreros y campesinos, sino también a los demás sectores del pueblo. Los intereses de los obreros, los campesinos y el resto del pueblo constituyen, en su conjunto, los intereses de toda la nación china. Aunque la burguesía compradora y la clase terrateniente viven también en el suelo chino, les tienen sin cuidado los intereses de la nación; sus intereses chocan con los de la mayoría de la población. Ya que nosotros no dejamos fuera más que a esta reducida minoría y chocamos sólo con ella, tenemos derecho a llamarnos representantes de toda la nación.

    Hay también choque de intereses entre la clase obrera y la burguesía nacional. Es imposible desplegar con éxito la revolución nacional a menos que su vanguardia, la clase obrera, obtenga sus derechos políticos y económicos y pueda así dedicar su fuerza a la lucha contra el imperialismo y sus lacayos, los vendepatrias. No obstante, si la burguesía nacional se incorpora al frente único antiimperialista, entre la clase obrera y ella habrá intereses comunes. En el período de la revolución democrático-burguesa, la república popular no abolirá la propiedad privada que no sea imperialista o feudal, y, en lugar de confiscar las empresas industriales y comerciales de la burguesía nacional, estimulará su desarrollo. Protegeremos a todo capitalista nacional que no respalde a los imperialistas ni a los vendepatrias chinos. En la etapa de la revolución democrática, la lucha entre trabajadores y capitalistas debe tener sus límites. La legislación del trabajo de la república popular protegerá los intereses de los obreros, pero no se opondrá a que los capitalistas nacionales obtengan beneficios ni a que desarrollen sus empresas industriales y comerciales, porque ese desarrollo será desfavorable al imperialismo y provechoso para el pueblo chino. Queda así claro que la república popular representará los intereses de todas las capas del pueblo, que se oponen al imperialismo y a las fuerzas feudales. El gobierno de la república popular estará integrado principalmente por la clase obrera y el campesinado y también incluirá a las demás clases que se opongan al imperialismo y a las fuerzas feudales.

    Pero, ¿no será peligroso admitir a esta gente en el gobierno de la república popular? No. Los obreros y campesinos constituyen las

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masas básicas de ésta. Al conceder a la pequeña burguesía urbana, a los intelectuales y a los demás elementos que respaldan el programa antiimperialista y antifeudal los derechos a expresarse, a trabajar en el gobierno de la república popular y a elegir y ser elegidos, no debemos comprometer los intereses de las masas básicas, los obreros y campesinos. La parte esencial de nuestro programa debe ser la protección de sus intereses. El hecho de que los representantes de los obreros y campesinos, las masas básicas, constituyan la mayoría en el gobierno de la república popular y de que el Partido Comunista desempeñe el papel dirigente y actúe en ese gobierno, garantizará que la participación de los representantes de otras clases no sea peligrosa. Resulta perfectamente evidente que, en la etapa actual, la revolución china sigue siendo, por su naturaleza, una revolución democrático-burguesa, y no es una revolución proletaria socialista. Sólo los contrarrevolucionarios trotskistas[32] cometen el disparate de afirmar que ya se ha consumado la revolución democrático-burguesa en China y que cualquier revolución posterior no puede ser sino socialista. La revolución de 1924-1922 fue una revolución democrático-burguesa, pero no se consumó sino que fracasó. La revolución agraria que se desarrolla bajo nuestra dirección desde 1927 hasta hoy es también una revolución democrático-burguesa, porque está dirigida contra el imperialismo y el feudalismo, y no contra el capitalismo. Nuestra revolución mantendrá este carácter por un tiempo bastante largo.

    Las fuerzas propulsoras de la revolución siguen siendo, en lo fundamental, los obreros, los campesinos y la pequeña burguesía urbana, y ahora podría agregárseles la burguesía nacional.

    La transformación de la revolución se efectuará en el futuro. La revolución democrática se transformará indefectiblemente en una revolución socialista. ¿Cuándo se producirá esta transformación? Eso depende de la presencia de las condiciones necesarias y puede requerir un tiempo bastante largo. No debemos plantear a la ligera esta transformación antes de que estén dadas todas las condiciones políticas y económicas necesarias y de que tal transformación sea beneficiosa y no perjudicial para la aplastante mayoría del pueblo. Es erróneo dudar de este punto y querer que la transformación se efectúe dentro de poco, como lo hicieron en el pasado algunos camaradas que sostenían que esta transformación comenzaría el mismo día en que la revolución democrática empezase a triunfar en las provincias importantes. Creían tal cosa porque no lograban ver qué tipo de país es China política y económicamente, porque no comprendían que, en

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comparación con Rusia, China encontrará más dificultades y necesitará más tiempo y esfuerzos para dar cima a su revolución democrática en los terrenos político y económico.

AYUDA INTERNACIONAL

    Para terminar, conviene decir algunas palabras sobre las relaciones entre la revolución china y la revolución mundial.

    Desde la aparición de este monstruo, el imperialismo, los asuntos del mundo han quedado tan estrechamente entrelazados que es imposible separarlos. Nuestra nación, la nación china, tiene coraje para combatir al enemigo hasta la última gota de sangre, determinación para recobrar con sus propias fuerzas todo cuanto ha perdido, y capacidad para levantarse sobre sus propios pies entre las demás naciones. Pero esto no significa que podamos prescindir de la ayuda internacional. No. En nuestros días, la ayuda internacional es necesaria para la lucha revolucionaria de cualquier país o nación. Los antiguos decían: "No hubo guerras justas en la Era de Primavera y Otoño."[33]Hoy, aún con mayor motivo puede decirse lo mismo respecto del imperialismo; sólo las naciones y clases oprimidas pueden sostener guerras justas. Todas las guerras sostenidas en cualquier parte del mundo por el pueblo contra sus opresores, son guerras justas. La Revolución de Febrero y la Revolución de Octubre en Rusia fueron guerras justas. También lo fueron las revoluciones realizadas por los pueblos de diversos países europeos a raíz de la Primera Guerra Mundial. En China, la Guerra Anti-Opio[34], la Guerra del Reino Celestial Taiping[35], la Guerra del Yijetuan[36], la Guerra Revolucionaria de 1911[37], la Expedición al Norte de 1926-1927, la Guerra Revolucionaria Agraria desde 1927 hasta la fecha y, en el presente, la resistencia armada contra el Japón y las acciones punitivas contra los vendepatrias, son todas guerras justas. Con el actual ascenso de la lucha contra el Japón en todo el país y de la lucha antifascista en el mundo entero, las guerras justas se extenderán por toda China y por la Tierra entera. Todas las guerras justas se apoyan entre sí, y todas las guerras injustas deben ser convertidas en guerras justas: ésta es la línea leninista[38]. En nuestra resistencia armada contra el Japón, necesitamos la ayuda de los pueblos del mundo y, sobre todo, la del pueblo soviético. Y de seguro nos ayudarán, porque ellos y nosotros estamos

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unidos por una causa común. Las fuerzas revolucionarias chinas fueron temporalmente separadas por Chiang Kai-shek de las fuerzas revolucionarias del resto del mundo, y en ese sentido estuvimos aislados. Ahora la situación ha cambiado a nuestro favor y, en adelante, continuará cambiando en tal dirección. Ya no volveremos a estar aislados. Esta es una condición indispensable para la victoria de nuestra resistencia armada contra el Japón y para la victoria de la revolución china.

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NOTAS

  [1] El 18 de enero de 1915, el imperialismo japonés presentó al gobierno chino de Yuan Shi-kai sus Veintiuna Demandas; el 7 de mayo, le envió un ultimátum exigiendo una respuesta en el término de 48 horas. Esas demandas se dividían en cinco secciones. Las cuatro primeras incluían los siguientes puntos: transferencia al Japón de los derechos que Alemania se había arrogado en Shantung y concesión de derechos adicionales en esa provincia; concesión en el Sur de Manchuria y el Este de Mongolia de los derechos a arrendar y poseer tierras del derecho a residir y a dedicarse a la industria y al comercio, así como del derecho exclusivo a construir vías férreas y explotar los recursos minerales; reorganización de la Compañía Siderúrgica Janyeping como empresa mixta chino-japonesa; compromiso de China a no dar en arriendo ni ceder a una tercera potencia puertos o islas de su litoral. La quinta sección contenía las demandas de que se dejara al Japón controlar los asuntos políticos, financieros, policiales y militares de China, y construir importantes vías férreas que vincularan las provincias de Jupei, Chiangsí y Kuangtung. Yuan Shi-kai accedió a todas esas demandas, salvo a las comprendidas en la quinta sección, respecto a las cuales solicitó "negociaciones ulteriores". Pero frente a la unánime oposición del pueblo chino, el Japón no consiguió hacer realidad sus demandas.    [pág. 165]

  [2] Cabecilla de los caudillos militares del Norte en los últimos años de la dinastía Ching. Derrocada ésta por la Revolución de 1911, Yuan Shi-kai, apoyándose en las fuerzas armadas contrarrevolucionarias y en los imperialistas y aprovechando la naturaleza conciliadora de la burguesía que dirigía entonces la revolución, usurpó la presidencia de la República y formó el primer gobierno de los caudillos militares del Norte, que representaba a la clase de los grandes terratenientes y la gran burguesía compradora. En 1915, quiso hacerse proclamar emperador y, para asegurarse el apoyo del imperialismo japonés accedió a las Veintiuna Demandas que, a fin de conseguir el control exclusivo de toda China, le presentó el Japón. En diciembre del mismo año, estalló en la provincia de Yunnán un levantamiento contra la ascensión de Yuan Shi-kai al trono, levantamiento que no tardó en encontrar eco y apoyo en todo el país. Yuan Shi-kai murió en Pekín en junio de 1916.    [pág. 166]

  [3] En esta conferencia, convocada en Washington por el Gobierno de los EE.UU. en noviembre de 1921, participaron, además de los EE.UU., ocho países: China, Inglaterra, Francia, Italia, Bélgica Holanda, Portugal y el Japón. En ella los EE.UU. y el Japón se disputaron la hegemonía en el Extremo Oriente. El 6 de febrero de 1922, se concluyó un tratado entre las nueve potencias, basado en el postulado de "puertas abiertas" o "iguales oportunidades en China para todas las naciones",

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que preconizaban los EE.UU. Ese tratado estaba llamado a crear una situación que garantizara el control conjunto de China por diversas potencias imperialistas y, en el fondo, a preparar el terreno para la implantación en China de la dominación exclusiva del imperialismo yanqui, en contra del plan del Japón de implantar la suya.    [pág. 166]

  [4] El "Ejército de Kuantung" de las fuerzas japonesas, acantonado en el Nordeste de China, atacó Shenyang el 18 de septiembre de 1931 y se apoderó de la ciudad. Cumpliendo la orden de Chiang Kai-shek de "no resistir en absoluto", las tropas chinas acantonadas en Shenyang y en otros puntos del Nordeste (el Ejército del Nordeste) se retiraron al Sur de Shanjaikuan, de manera que las fuerzas japonesas ocuparon rápidamente las provincias de Liaoning, Chilin y Jeilungchiang. El pueblo chino llama Incidente del 18 de Septiembre a este acto de agresión de los invasores japoneses.    [pág. 166]

  [5] Las cuatro provincias del Nordeste eran entonces Liaoning, Chilin, Jeilungchiang y Yejé (corresponden a las actuales provincias de Liaoning, Chilin y Jeilungchiang más la parte nordeste de Jopei situada al Norte de la Gran Muralla y la parte este de la región autónoma de Mongolia Interior). Después del Incidente del 18 de Septiembre, los invasores japoneses se apoderaron primero de Liaoning, Chilin y Jeilungchiang y más tarde, en 1933, ocuparon Yejé.    [pág. 166]

  [6] A instigación de los japoneses, el colaboracionista Yin Yu-keng, miembro del Kuomintang, formó el 25 de noviembre de 1935 un régimen títere bajo el nombre de "Gobierno Autónomo Anticomunista del Este de Jopei", que abarcaba veintidós distritos de esa parte de la provincia. Este acontecimiento es conocido como Incidente del Este de Jopei.    [pág. 166]

  [7] Se trata de las negociaciones diplomáticas entre el régimen de Chiang Kai-shek y el Gobierno japonés en torno a los llamados "tres principios de Hirota", es decir, los "tres principios con relación a China" formulados por Hirota, entonces ministro de Relaciones Exteriores del Japón, a saber: 1) prohibición, por parte de China, de todo movimiento antijaponés; 2) cooperación económica entre China, el Japón y el "Manchukuo", y 3) defensa conjunta de China y el Japón contra el comunismo. El 21 de enero de 1936, Hirota declaró ante la Dieta: "El Gobierno chino ha aceptado los tres principios propuestos por el Imperio."    [pág. 166]

  [8] En 1935, se registró un nuevo ascenso del movimiento patriótico del pueblo chino. Bajo la dirección del Partido Comunista de China, los estudiantes de Pekín fueron los primeros en realizar, el 9 de diciembre, una manifestación patriótica, en la que gritaron consignas tales como "°Poner fin a la guerra civil y unirse para resistir a la agresión extranjera!" y "°Abajo el imperialismo japonés!" Este movimiento rompió el reinado de terror sostenido durante largo tiempo por el gobierno del Kuomintang en alianza con los invasores japoneses, y pronto se ganó el apoyo de todo el pueblo. Se lo conoce con el nombre de Movimiento del 9 de Diciembre. A partir de entonces, se manifestaron claramente nuevos cambios en las relaciones entre las diferentes clases del país. La formación de un frente único nacional antijaponés, propuesta por el Partido Comunista de China, llegó a ser la política propugnada abiertamente por todos los patriotas; con su política entreguista, el gobierno de Chiang Kai-shek quedó sumamente aislado.    [pág. 166]

  [9] Por la época en que el camarada Mao Tse-tung hizo este informe, Chiang Kai-shek negociaba la venta del Norte de China al Japón, después de haberle vendido el Nordeste, y proseguía intensamente sus operaciones militares contra el Ejército Rojo. Por consiguiente, el Partido Comunista de China tenía que hacer todo cuanto estaba a su alcance por desenmascarar a Chiang Kai-shek como vendepatria y, por la misma razón, no lo incluía todavía en el frente único nacional antijaponés que

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proponía. Pero ya en este informe, el camarada Mao Tse-tung previó que las contradicciones entre las diferentes potencias imperialistas podían conducir a una división en el campo de la clase terrateniente y la burguesía compradora de China. Más tarde, como la ofensiva del imperialismo japonés en el Norte de China chocaba gravemente con los intereses del imperialismo anglo-norteamericano, el Partido Comunista de China consideró que la pandilla de Chiang Kai-shek, estrechamente ligada a estos intereses, podría, por orden de sus amos, cambiar de actitud respecto al Japón, y, en vista de ello, adoptó la política de forzar a Chiang Kai-shek a oponer resistencia al Japón. En mayo de 1936, a su regreso al Norte de la provincia de Shensí desde la provincia de Shansí, el Ejército Rojo demandó directamente al gobierno kuomintanista de Nankín el cese de la guerra civil y la unidad contra el Japón. En agosto, el Comité Central del Partido Comunista de China envió una carta al Comité Ejecutivo Central del Kuomintang proponiendo que ambos partidos formaran un frente único antijaponés y designaran delegados para celebrar negociaciones con este objetivo. Pero Chiang Kai-shek rechazó estas proposiciones. Sólo en diciembre, cuando fue detenido en Sían por oficiales del ejército kuomintanista partidarios de una alianza con los comunistas para resistir al Japón, Chiang Kai-shek se vio obligado a acceder a la demanda del Partido Comunista de poner fin a la guerra civil y preparar la resistencia al Japón.    [pág. 167]

  [10] Entonces subcomandante del XIX Ejército del Kuomintang y jefe de uno de sus cuerpos de ejército. Compartía el mando del XIX Ejército con Chen Ming-shu y Chiang Kuang-nai. Este ejército operó primero contra el Ejército Rojo en Chiangsí y fue trasladado a Shanghai después del Incidente del 18 de Septiembre. Sobre él tuvo enorme influencia el creciente movimiento antijaponés en Shanghai y todo el país. Cuando la infantería de marina japonesa atacó Shanghai en la noche del 28 de enero de 1932, el XIX Ejército, junto con el pueblo de Shanghai, le opuso resistencia. Sin embargo, perdió la batalla a causa de la traición de Chiang Kai-shek y Wang Ching-wei. Más tarde, por orden de Chiang Kai-shek, fue trasladado a Fuchién para atacar de nuevo al Ejército Rojo. Pero, habiendo llegado a comprender que la lucha contra el Ejército Rojo no tenía ninguna perspectiva, los jefes del XIX Ejército rompieron abiertamente con Chiang Kai-shek en noviembre de 1933, en unión con el sector del Kuomintang encabezado por Li Chi-shen y otros. Formaron en Fuchién el Gobierno Revolucionario Popular de la República China y concluyeron con el Ejército Rojo un acuerdo para resistir al Japón y luchar contra Chiang Kai-shek. El XIX Ejército y el Gobierno Popular de Fuchién sucumbieron bajo los golpes de las fuerzas armadas de Chiang Kai-shek. Desde entonces, Tsai Ting-kai y otros fueron evolucionando hacia la cooperación con el Partido Comunista.    [pág. 168]

  [11] En septiembre de 1936, cuando el ejército revolucionario de la Expedición al Norte llegó a Wuján, Feng Yu-siang y las tropas a su mando proclamaron en la provincia de Suiyuán (corresponde actualmente a la parte oeste de la región autónoma de Mongolia Interior) su ruptura con la camarilla de los caudillos militares del Norte y su adhesión a la revolución. A comienzos de 1927, sus tropas partieron de Shensí para atacar Jonán en coordinación con el ejército de la Expedición al Norte. Luego que Chiang Kai-shek y Wang Ching-wei traicionaron a la revolución en 1927, Feng Yu-siang también participó en actividades anticomunistas, pero constantemente había choque de intereses entre él y la camarilla de Chiang Kai-shek. Después del Incidente del 18 de Septiembre, se pronunció en favor de la resistencia al Japón y, en mayo de 1933 cooperó con el Partido Comunista en la organización del Ejército Aliado Popular Antijaponés en Changchiakou. Esta rebelión antijaponesa fracasó en agosto bajo la doble presión de las fuerzas de Chiang Kai-shek y de los invasores japoneses.

pág. 188

En los últimos años de su vida, Feng Yu-siang continuó su cooperación con el Partido Comunista.    [pág. 169]

  [12] Corresponde actualmente a la parte noroeste de la provincia de Jopei y a la parte central de Mongolia Interior.    [pág. 169]

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