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La profesión de informátic@.

    Abstract

    La de Informático es una profesión muy reciente. En poco más de tres décadas, sus profesionales han tratado de conseguir un estatus, un reconocimiento social y una definición de la profesión; en suma, encontrar su lugar en el sistema de profesiones. En este breve tiempo se ha forjado una imagen de la profesión o una "cultura del trabajo", la del informático. Uno de los elementos que destaca de éstas es su clara estereotipación. En diversos aspectos, la de informático es una profesión masculinizada; demasiado, si atendemos tanto al momento y contexto social en que se instaura; o a la máquina que la sustenta, el ordenador. A partir de una investigación de índole socioantropológica sobre dicha profesión se analiza la construcción y la percepción de las diferencias de género dentro de aquella. En su caso, la informática constituye un ejemplo de asimilación o interiorización tardía de roles y estereotipo de género adscritos en general a la tecnología.

    Palabras clave:

    • desigualdad/exclusión
    • estudios ciencia-tecnología-sociedad
    • género
    • identidad
    • sociedad de la información

    Tecnología, género y sociedad del conocimiento

    No hace falta insistir mucho en los profundos efectos que en general están teniendo las nuevas de tecnologías de la información y la comunicación. La sociedad española no es una excepción. A nivel global, desde hace más de tres décadas se viene insistiendo en la aparición de una nueva sociedad; a veces de una nueva era. En la última década términos como "sociedad de la información" o "sociedad del conocimiento", por un lado, y "globalización" por el otro, no sólo forman parte del discurso de las ciencias sociales y humanas, sino que también están en boca de una amplia parte de la sociedad.

    En ambos casos se es consciente del papel que juegan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en tales estructuraciones y reestructuraciones sociales. En ámbitos concretos, el laboral o el productivo son seguramente aquellos en los que los efectos son más visibles, aunque no por ello más patentes. Así, en torno a la Informática han surgido nuevas profesiones, pero también nuevas relaciones y organizaciones laborales. Sobre todo ello existe un sinnúmero de trabajos, que, sin embargo, no son tan numerosos cuando el análisis se ciñe al tema del género. Pero sin duda los hay, como un poco más adelante señalaremos.

    Resulta llamativo el hecho de que aunque mucho se ha dicho y tratado sobre la revolución provocada por las tecnologías de la información y la comunicación, casi nada se haya escrito sobre los y las profesionales de ese sector. Hay bastante literatura sobre sus creadores e inventores, los usuarios, así como también sobre los trabajadores y trabajadoras en general, pero poco sobre aquellos y aquellas, en especial sobre las divisorias de género que se tejen alrededor del ordenador en el ejercicio profesional.

    La informática es una profesión vinculada al tratamiento automático de la información y, con ello, a la máquina que realiza tales operaciones: el ordenador. Éste es una máquina electrónica que procesa información con funciones de memoria, cálculo, comunicación y control. Y cuando decimos ordenador no se ha de pensar sólo en los asimilados a la imagen más convencional, los ordenadores domésticos o los propios de la ofimática. Como profesión, en España, sus orígenes pueden situarse a finales de los sesenta, pero los rasgos que actualmente la configuran debemos buscarlos en la década de los ochenta, entre lo que podemos considerar la "segunda generación" de informáticos. Aquellos que comenzaron sus estudios cuando estos ya estaban formalmente institucionalizados, y los ordenadores apenas formaban parte de los electrodomésticos de los hogares españoles, ni siquiera como instrumento lúdico de ocio y entretenimiento.

    La de informático está considerada una de las "nuevas profesiones". En la mayoría de ellas debemos hablar de un "contexto de profesionalización" muy diferente del de las profesiones liberales clásicas. La informática es agente y producto de la sociedad del conocimiento, aunque no por ello ocupen sus profesionales un lugar privilegiado, como le sucede en general a las "nuevas profesiones", la mayoría de naturaleza técnica, los cuales aspiran al reconocimiento social y salarial de las profesiones liberales clásicas.

    Desde hace aproximadamente tres décadas el sistema de género/sexo ha recibido una atención bastante pormenorizada, sobre todo por parte de lo que se conoce como "Estudios de género" o también "Estudios sobre la Mujer". Los ámbitos científico y tecnológico no han sido una excepción. En el segundo de estos dos, el de la tecnología, que es el que aquí nos concierne, los dos núcleos de análisis han sido las tecnologías reproductivas, y las tecnologías de la comunicación y la información. Sobre éste ámbito, el tratamiento es amplio y puede ir desde reflexiones de tipo teórico (Haraway 1991), de amplísima repercusión, a los muy numerosos estudios sobre la incidencia de las nuevas tecnologías, concretamente de la microelectrónica, sobre el trabajo de las mujeres. Los trabajos de Cynthia Cockburn (1985, 1992), son representativos de ello y han abierto una línea de análisis (cfr. Salanova et al. 2000). No obstante, entre uno y otro caso, caben otro tipo de análisis que han contemplado el género con relación a las nuevas tecnologías. Las tecnologías en el ámbito doméstico (Cowan 1983, Wajcman 1991); en los estudios técnicos y científicos (Alemany 1992, Pérez Sedeño 2003); sobre las relaciones e identidades de género en las interacciones on-line (Turkle 1995, Kramarae, Danet 1998); o de modo creciente la identidad y la sociabilidad femenina en la Red en sus vertientes académica y activista.

    De algún modo, en estos análisis de la relación esencial entre tecnología y género, podemos encontrarnos con una dualidad que subyace a la mayoría de ellos: opresión, por un lado, liberación por el otro. Bien la tecnología es opresora de las mujeres y mantenedora de roles y estatus, y en general de una estructuración social, lo cual lleva a pensar en una tecnología inherentemente sexista, o bien la tecnología puede servir, en manos de las mujeres para cambiar las instancias anteriores, creando una mayor igualdad de oportunidades o ampliando la voz a las mujeres, subrayando en este caso su carácter meramente instrumental.

    Esta dicotomía se hace ligeramente más compleja cuando en lugar de atribuir tales potencias a la tecnología misma, se la pone en función del sistema social en que aquella se inserta, lo cual abre la puerta al hecho de que de las mismas tecnologías pueden hacerse diferentes interpretaciones simbólicas. Desde la Antropología, por ejemplo, se ha mostrado la naturaleza cultural de estas interpretaciones con relación a muchos fenómenos sociales. La tecnología es uno de ellos. De ahí que nuestro interés sea en la construcción y la percepción de las diferencias sexuales dentro de la profesión de informático y de esa máquina que es el ordenador. Es cierto pues que, universalmente, la tecnología sirve para marcar diferencias. La tecnología es un lugar de codificación de diferencias sociales y culturales. Sin embargo, si miramos esas diferencias de cerca nos damos cuenta de que son muy particulares y variables. Desde una perspectiva transcultural podremos llevarnos la impresión de que la tecnología, la máquina, según algunos, es una cosa de hombres. La técnica, más de mujeres. Una mirada atenta nos hará ver que no siempre de los mismos hombres ni tampoco las mismas tecnologías. Este índice de relatividad ha de orientarnos hacia una comprensión de los procesos de construcción, evitando tentaciones esencialistas, bien recaigan en el género, bien en la tecnología.

    El estudio sociológico de las profesiones

    Aunque el de la profesionalización sea un proceso característico del siglo XX, no ha despertado la atención de los investigadores sociales hasta prácticamente después de la segunda guerra mundial. Quizá ha sido la idea de un supuesto origen gremial, de tintes premodernos, así como la perspectiva dualista de estudio del trabajo en las sociedades industriales, tendente a diferenciar procesos y problemas, los que han contribuido a que las cuestiones sobre las profesiones liberales y la profesionalización fueran desatendidos. Es cierto, por un lado, que las nuevas profesiones intentan parecerse a sus predecesoras históricas, con claras raíces en los gremios medievales, pero su contexto es muy otro: "la creciente división de trabajo en la sociedad industrial" (Martín-Moreno y Miguel 1982: 155).

    Si seguimos el esbozo que realizan Rodríguez y Guillén (1992), en el ámbito de la sociología podemos considerar los estudios de la llamada escuela Definitoria de los británicos Carr-Saunders y Wilson como los pioneros en el estudio de las profesiones. Tras la segunda guerra mundial, destacan primero los trabajos de la escuela Evolutiva, de filiación funcionalista, y después, en las décadas de los 60 y 70 los de la Escuela Revisionista. Como derivación de ella surge, desde perspectivas muy distintas, un interés por las relaciones entre el poder y el conocimiento de la profesionalidad y sus ramificaciones en diversas instituciones, entre ellas, la teoría de las elites.

    Del lado de la Antropología, el interés por las profesiones es mucho más reciente y está en la intersección entre el interés por la antropología industrial (Esteva 1973, Roca 1998) y el estudio del trabajo y las "culturas del trabajo" (Moreno 1991, Palenzuela 1995), cuyos antecedentes encontramos en corrientes contemporáneas tanto italiana como francesa de antropología. En ambos casos existe una atención especial por ahondar en los aspectos simbólicos e identitarios.

    El reciente interés por las profesiones llega en un momento en que se están empezando a vislumbrar cambios socioeconómicos que repercuten profundamente sobre la naturaleza del trabajo, y que inciden especialmente sobre las profesiones más recientes. De un lado, aumenta la demanda individual de profesionales en prácticamente todas las facetas de la vida social, ya no estrictamente laboral, y para trabajos que están totalmente lejos del modelo de profesión liberal como pueden ser muchos oficios. Creo que se podría afirmar que estamos ante una extensión de la "ideología del profesionalismo". Pero, de otro lado, también es perceptible una disminución del poder y del prestigio ante la sociedad de las profesiones concretas. Sobre todas las profesiones ha emergido un principio de desconfianza, desde médicos a abogados, pasando por políticos o policías. "El creciente número de personas que ocupan puestos profesionales, directivos y de administración está relacionado con la importancia de las grandes organizaciones en las sociedades modernas […] y también tiene que ver con el número cada vez mayor de trabajadores que absorbe el sector público", señala al respecto Giddens (1991: 335).

    Diríamos que nos encontramos ante una situación un tanto paradójica. Nuestra sociedad demanda profesionalidad hasta en los ámbitos más comunes o más insospechados, pero desconfía de las profesiones. Ser un profesional no basta para ser garantía de profesionalidad. El mismo contenido que se asigna a la profesionalidad está cambiando. Junto a la vieja idea de "capacitación cognitiva", y la demanda común de eficiencia en el resultado, la profesionalidad no resulta fácil de perfilar, dada la extensión de que es objeto, excediendo incluso el ámbito de la actividad laboral, en el que anteriormente se concentraba. Lo mismo puede usarse para referirse a una persona que a un servicio. Lo que Martín Fernández (1992: 206) señala para el caso de la policía, quizá puede extenderse a más profesiones. El uso del término "profesional" atraviesa un momento de ambigüedad. Las demandas de profesionalidad no son socialmente homogéneas, sino que están sujetas a posiciones ideológicas y a valores personales que conviene desentrañar.

    La profesión de informático

    Como acabamos de señalar el interés desde las ciencias sociales por las profesiones es reciente. Los análisis sociológicos sobre las profesiones comenzaron fijándose en profesiones tradicionales como es el caso de médicos, farmacéuticos abogados, arquitectos e ingenieros, que representan la esencia de la profesión liberal. Recientemente, otras profesiones y profesionales como tales han sido objeto de análisis: policías, deportistas, sociólogos, trabajadores sociales, relaciones públicas, entre otros. Sin embargo, la de informático sigue sin despertar el interés de los sociólogos u otros investigadores sociales. Quizá el hecho de ser todavía una profesión en ciernes disuade a muchos de adentrarse en ella. Creemos que éste es un hecho que no debería alejar el interés, sino incluso alentarlo. El hecho de ser una profesión que se está formando nos puede iluminar sobre aspectos dinámicos de los procesos de profesionalización, algunos de los cuales luego pueden pasar desapercibidos.

    La profesión de informático aparece en un momento clave de transformación de las sociedades contemporáneas, el decenio de 1970, cuando el ordenador comienza a extenderse en el mundo de la empresa y la administración. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han operado cambios profundos en prácticamente todas las facetas del mundo del trabajo, la profesionalización incluida. Podemos decir que la profesión de informático es producto, por partida doble, de ese mundo. Unas tecnologías que reorganizan toda la estructura ocupacional, incidiendo profundamente sobre el mercado de trabajo y que, al mismo tiempo que crean nichos en su seno que podrán las bases para el surgimiento de la profesión. Es plausible prever que el ejercicio de las profesiones y con ello la idea de profesionalidad se va a ver afectada por tales cambios sociales. De modo especial, las nuevas profesiones son las más vulnerables ante ellos. Asimismo, es factible pensar que estos nuevos profesionales, los informáticos como también el resto, tendrán como referente valorativo y social el modelo profesional anterior, frente al cual valorarán su estatus y sus expectativas.

    En este sentido, es interesante fijarse en cómo los nuevos profesionales tratan de crear organizaciones, identidades, símbolos, códigos deontológicos y, sobre todo, de delimitar y perfilar un campo para el ejercicio profesional que se percibe confuso, selvático, permanente asediado y transgredido por otros agentes externos e internos. Con respecto a ello es interesante ver cómo se percibe esa indefinición y qué estrategias adoptan para hacer frente a ella.

    Todo ello en un contexto que determina un nuevo modelo de profesionalización en el cual ya no es posible alcanzar las cotas de poder, prestigio y monopolio alcanzadas por las profesiones clásicas, pero que en modo alguno rebaja las exigencias competenciales y cognitivas. Esta falta de logro social, junto a esta disonancia es a veces percibida como un "fracaso", que es explicado por los propios agentes en clave interna y puesto en relación con la naturaleza de la profesión o, a veces también, a la falta de un espíritu colectivo por parte de sus miembros. Para nosotros tiene una lectura y una explicación externa. Pensamos que esta situación no es en absoluto exclusiva de la informática, sino que sería extensible, en principio, a todas las llamadas "nuevas profesiones" y en parte a las viejas, afectadas, en mayor o menor medida, de la legitimidad de momentos anteriores, mas no de nivel de exigencia. En ese contexto no es menos interesante estudiar cómo se ha ido generizando la profesión en sus pocos años de existencia, un proceso, por supuesto inacabado y a cuya evolución convendría estar atento, tema que empezaremos a tratar en el apartado siguiente, cuando hablemos de las diferentes generaciones de profesionales de la informática.

    La denominación "informática" para referirse al ámbito temático que nos ocupa y, derivada de ella, "informático", para hablar de sus estudiantes, trabajadores y profesionales no son términos de uso generalizado en todos los países. En el ámbito anglosajón, pero también en América Latina, se usa antes el de "computador" (computer) El término "informática", que fue adoptado en Francia en el año 1962, es un neologismo que proviene de la contracción de las primeras y las últimas sílabas, respectivamente, de las palabras "información" y "automática". En España se reconoció de manera oficial en 1968 al crearse en Madrid el Instituto de Informática (Llansana 1976).

    El término se acuñó con el fin de referirse al tratamiento automático de la información. Dicho tratamiento conlleva las tareas de almacenamiento o memoria, cálculo, control y comunicación aplicadas a actividades o procesos concretos. A la máquina que realiza todo ello, en castellano se la denomina "ordenador" o computadora, del inglés "computer", uno de cuyos sentidos es el de calcular. Esto se debe a que uno de los principales objetivos que se perseguía al crear los primeros los ordenadores era agilizar y facilitar las operaciones de cálculo matemático. De hecho la concepción que se tenía de tales máquinas en tales momentos era la de "máquinas calculadoras", aunque luego ese objetivo inicial se ha trascendido

    Los informáticos (en inglés "computer scientists") serían, pues, las personas que se encargan de que las máquinas, es decir, los ordenadores lleguen a hacer las tareas para que se les programe y, claro está, el propio programa. Éste no es más que un conjunto de instrucciones escritas en un lenguaje específico con el que la máquina puede realizar determinadas operaciones automáticamente. No en vano la imagen más difundida y popular del informático es la de la persona que realiza tales programas. Realmente, los informáticos hacen muchas otras tareas, y ni ésta es la principal ni la más generalizada; ni siquiera la mejor considerada ni económica ni profesionalmente.

    La diversidad terminológica puede ser un inconveniente inicial a superar. En el mundo anglosajón, y concretamente en Estados Unidos, el país de donde proviene esta innovación tecnológica es otra la terminología imperante. Los estudios de informática reciben allí la denominación de "computer science" y los profesionales, en concordancia con esto, son "computer scientists". Esta ambigüedad entre ciencia y tecnología es uno de los muchos elementos que contra una definición y acotación de la profesión. Creemos que deriva de la incorporación de una actividad, artefactos y cuerpo de conocimientos que vienen de fuera a estructura académico-profesional y a una sociedad distinta. En Estados Unidos, donde la imbricación entre investigación básica e innovación tecnológica es muy grande, el apellido "scientists" (científico) no conlleva un gran problema de identidades. En España, en cambio, sí lo hay. Aquí podemos encontrar un conflicto entre lo ingenieril y lo científico que se ha reflejado sobre todo en la denominación de los estudios y en la consiguiente identidad profesional de los titulados universitarios, la cual incide sobre la perspectiva de la generización que estamos tratando. Tengamos presente que la opción tecnológica tanto las carreras universitarias como en los estudios de Formación Profesional es una preferencia eminentemente masculina, y que está próxima al 80 por ciento.

    En marzo de 1976 se aprueba oficialmente la creación de las Facultades de Informática de Madrid, primero, y unos meses después de Barcelona y San Sebastián, quedando incorporadas a las mismas el Instituto de Informática de Madrid y al Centro de Informática de San Sebastián. En junio se crean los planes de estudio. Y en el curso 1978-1979 echa a andar la primera promoción. Habían pasado tan solo diez años desde que se dieron los primeros pasos en la institucionalización de dichos estudios en España.

    Los primeros ordenadores se instalan a finales de la década de los cincuenta. Se citan RENFE y General Eléctrica Española como las dos primeras empresas que introdujeron los ordenadores en España en 1959. El inicio del crecimiento de la informática en España empezará a producirse en la segunda mitad de los sesenta. La instalación de equipos va en progresivo aumento por parte de empresas y la administración pública. Empiezan a surgir entonces numerosas academias privadas para cubrir una creciente demanda. Esta demanda social se vería satisfecha en 1969 con la creación, por parte del INI, del Instituto de Informática, por así decirlo, el primer centro oficial de enseñanza de esta materia. Junto con la creación de dicho instituto, se creó también el título de informático, así como también los requisitos que debían cumplir para acceder a él.

    Cuando en 1969 el Gobierno crea el Instituto de Informática, que dependía del Ministerio de Educación y Ciencia, ya existían diversos centros de enseñanza privados impartiendo formación y también muchos trabajadores en el sector. Esto creó una serie de problemas en torno a la convalidación y homologación de títulos que desembocaría en el año 1972 cuando, con los criterios de convalidación establecidos, muchos de los profesionales que estaban en activo quedaron excluidos por carecer de una titulación superior. En 1970 se suma el Centro de Informática de San Sebastián. Ese año el Instituto de Informática de Madrid contaba con 1.300 alumnos que fueron 2.200 al año siguiente (AAVV 1981a). Los primeros centros oficiales donde se empezó a impartir informática fueron el Instituto de Informática de Madrid, el Departamento de Informática de la Universidad Autónoma de Barcelona y el Centro de Informática de San Sebastián.

    Cuando en España se establecen los planes de estudios universitarios, los estudios medios, de tres cursos de duración, lo hacen como Diplomatura y los superiores, de cinco cursos, como Licenciatura. Sin embargo, casi desde el establecimiento de tales denominaciones, si no antes, existe dentro del colectivo una insatisfacción hacia estas. La demanda era ser "ingenieros", lo cual se consigue en la tercera modificación de los planes de estudios en el año 1996 (en 1993, para los Ingenieros Técnicos). Desde esos momentos, lo que antes era una Diplomatura pasa a ser una Ingeniería Técnica, mientras que la Licenciatura pasa ser una Ingeniería Superior. En las posteriores reformas de los planes de estudios las denominaciones van cambiando para referirse, bien a los actores, "ingeniero", bien al cuerpo de conocimientos, "ingeniería", alternándose también las preposiciones "en" y "de" tras el sustantivo y antes del adjetivo "informático" o "informática". Desconocemos las razones de tales variaciones.

    Se ha tendido a presentar la anterior reivindicación, la de ser ingenieros, como una demanda lógica y de sentido común. Lo técnico es lo propio de los ingenieros. Aunque en principio parece que la demanda tenía mucho que ver con el hecho de firmar proyectos, no debemos menospreciar el prestigio simbólico que tiene la denominación "ingeniero", frente a la de "licenciado", propia de las titulaciones científicas y humanísticas.

    Este elemento de apropiación simbólica del prestigio salta a la vista si comparamos la nomenclatura española con la estadounidense. Como ya hemos señalado, en Estados Unidos, el país del predominio tecnológico, a los informáticos reciben la denominación de "científicos", antes que "técnicos". Con esto no queremos entrar en la cuestión de si es mejor una denominación que otra, sino más bien apuntar la idea de que las identificaciones están asociadas a motivos de índole social y simbólica, más que ser fenómenos de índole esencial.

    En el ámbito de la Formación Profesional no parece haber habido tanta indefinición y búsqueda de una identidad, seguramente por formar parte de las escalas inferiores de la profesión, ellos son los "técnicos". Se trataba de formar trabajadores con una alta componente práctica, básicamente operadores con conocimientos suficientes de programación. En este nivel de estudios no se da el alejamiento entre la formación y la práctica profesional que se da en los niveles universitarios, producto de la existencia de un gran número de asignaturas de contenido teórico o sin ninguna aplicación a la realidad laboral. De hecho, nos encontraremos con estudiantes que, insatisfechos con la formación universitaria por la razón que estamos mencionando, y sintiéndose incapaces de superarla, abandonan tales estudios y comienzan los de Formación Profesional.

    La categoría "informático" y sus categorías profesionales

    Como ya hemos visto y sostenido, mantenemos en este trabajo que las dificultades de la definición de la informática como profesión no son sólo internas a la actividad o una mera contingencia temporal. Pensamos que mucho tiene que ver con un cambio en lo que podemos llamar modelo de profesionalización. Esto no obsta para dejar de plantear una lucha por la definición, delimitación y clarificación profesionales.

    De entrada nos encontramos con que la expresión "informático" se usa con independencia del nivel de estudios o titulación. Pensemos, por ejemplo, en el ámbito sanitario, donde tanto las categorías como las especialidades tienen una correspondencia con los estudios oficiales. En el ámbito que nos ocupa, el término "informático" se aplica a quien trabaja en él, con independencia de la titulación que tenga. E incluso aunque no la tenga. No está unívocamente ligado a titulación requerida para su ejercicio, aunque cada vez más sea así. A ello se añade que mientras en otras ramas, existe una denominación propia, según el nivel de titulación, aquí las denominaciones ingeniero informático o ingeniero técnico, apenas son usadas. Así, aunque dentro de la profesión se ha intentado definir esto haciendo corresponder las categorías profesionales con un nivel de estudio, que en realidad no se cumple.

    Con relación a esa indefinición de la profesión de informático hemos detectado tres fuentes de indefinición. La primera deriva del ejercicio de alguna faceta de la profesión de personas que no han cursado los estudios específicos de informática, en cualquiera de sus niveles. Sin embargo, no es ésta una situación homogénea, ya que podemos hablar de profesionales que mantienen una relación profesional con la informática muy dispar. En este caso, podemos distinguir tres grupos de personas. En primer lugar, estarían aquéllos que ejercen o han ejercido activamente de informáticos y que se han formado por su cuenta. Este es el caso de los pioneros en el sector. Sus edades están por encima de los cuarenta, generalmente, en la cincuentena. En segundo lugar, personas que provienen de otras titulaciones: generalmente matemáticas, física, electrónica. En tercer lugar, se hallan otros profesionales que realizan tareas que se superponen en muchas ocasiones con las realizadas por los informáticos y cuyos límites resultan difíciles de establecer, si es que los hay. Sobre todo, éste es el caso de los ingenieros de telecomunicaciones y de los ingenieros industriales.

    La segunda tiene que ver con la diversidad de posibilidades de acceder a una capacitación técnica en el campo de la informática. Empezando por las enseñanzas no regladas y terminando en las regladas y oficiales, o en los cursos de las empresas informáticas. Y dentro de las oficiales, el abanico va desde los ciclos formativos de grado superior a los estudios universitarios, con dos grados, el medio y el superior. Esto es, los de Ingeniería Técnica, con dos titulaciones y los de Ingeniería Superior. Y si finalmente las administraciones educativas se deciden a ofertar también un ciclo formativo de nivel medio, habrá una instancia de formación más.

    Para todos ellos se suele emplear la denominación "informático", sin más especificaciones. Lo mismo que para las distintas categorías profesionales, que es nuestra una tercera fuente de indefinición y confusión. Un factor adicional de heterogeneidad viene derivado del momento en que los agentes entraron en los estudios o directamente en la práctica profesional.

    Tres generaciones de informáticos

    Los trabajadores o profesionales de la Informática no constituyen un grupo homogéneo. Efectivamente ninguno no lo es. Está claro que la clase, el sexo, la edad, la ideología política o la formación, entre otros, son variables a tener en cuenta en toda profesión. Sin embargo, debido a los avatares que han rodeado su implantación en nuestra sociedad cabe ver alrededor de la variable "edad" tres perfiles muy diferenciados que tenderán a difuminarse y cambiar con el tiempo, pero que ahora son todavía muy patentes.

    Si atendemos al contexto y a los elementos que han influido en la decisión de estudiar o ejercer de Informático, dentro del mundo de los profesionales de la Informática se distinguen muy claramente tres generaciones. En cada una de ellas los motivos, las expectativas, los itinerarios son muy diferentes a las de los otros, a pesar de que estamos hablando de poco más de tres décadas. Estos, según el caso, pueden facilitar o dificultar la elección de las mujeres a la hora de elegir dicha profesión o estudios.

    La primera generación de informáticos está formada por todos aquéllos que empezaron a trabajar en el sector antes de que la enseñanza de dicha técnica se oficializara. Para nuestro país, hablamos, pues, de las décadas de los sesenta y setenta. La aprobación oficial de planes y centros universitarios se produce en la segunda mitad de esta última década y los primeros egresados saldrán en el año 1979. Serán los primeros Diplomados en Informática.

    Sobre el número de trabajadores informáticos que podría componer esta primera generación, en su mayoría varones, se han hecho varias estimaciones, pero no resulta fácil tener un dato fiable. La falta de un título con reconocimiento oficial, de una formación específica, en muchos casos, y, además, los cambios experimentados en las tareas informáticas en estos casi cuarenta años complican los cálculos. Más bien nos debemos llevar por referencias indirectas como el número de estudiantes en academias de informática o las personas que solicitaron la homologación o convalidaciones, cuestión a la que ya hemos aludido. Luis Arroyo (2000) da una cifra de treinta mil para principios de la década de los setenta, cuando se produce el fallido, según él, proceso de convalidaciones. Para finales de la década de los setenta algunos elevan de informáticos a cien mil.

    Con relación a esta primera generación, se habla muchas veces de una generación de autodidactas, puesto que todavía no existían formalmente los estudios. Muchos de ellos, en un tercio, se estima, carecían de titulación superior alguna. Pensemos, no obstante, que el acceso a la universidad era todavía minoritario. Y también que durante todo este periodo muchos de ellos asistieron a academias privadas o se formaron en sus propias empresas, generalmente a través de cursillos organizados por éstas e impartidos por las empresas contratadas para instalar los equipos. Algunos también con la práctica diaria.

    Entre los titulados que ejercieron en el sector, muchos provenían de las ciencias exactas, físicas, ingeniería industrial, ingeniería de telecomunicaciones y algunos de ciencias económicas o titulaciones relacionadas. Muchos de estos profesionales ejercen hoy funciones de gestión y dirección de proyectos informáticos.

    Las razones de este tipo de reclutamiento inicial son fáciles de intuir, pero es más complejo de lo que en principio pueda parecer. La imagen del ordenador, por aquel entonces es la de una potente calculadora, de una máquina científica, totalmente alejada de la actual en la que es prácticamente un electrodoméstico o una herramienta ofimática. Así, no es de extrañar que matemáticos, físicos e ingenieros la consideraran un apéndice fundamental en la prolongación de sus tareas. También, por aquel entonces, se está empezando a asentar la idea de herramienta estratégica en el mundo empresarial, de ahí el interés de algunos peritos mercantiles por la materia.

    Tomando esos actores como principales candidatos a ocupar los primeros puestos de informático, habría que ver ahora de un modo más particular las razones o motivos que les llevaron a unos a la informática. La idea de "aventura", "reto", "futuro", "novedad". Es la imagen del "pionero", una imagen más manejable y aceptable para los varones, muy especialmente en aquel contexto, en el que la mujer, además, tenía el handicap de no tener demasiadas oportunidades en la incorporación al mundo del trabajo.

    Muchos de esos "pioneros" vieron el campo como una oportunidad de cambio o incluso de promoción personal y laboral. Sin embargo, en muchos casos los protagonistas no lo eligieron por ellos mismos o lo eligieron porque las alternativas no eran muchas. Por ejemplo, en cuanto a salidas profesionales, los estudiantes de ciencias lo tenían peor y la informática fue una salida durante bastantes años para muchos de ellos. "Por ahí se coló mucha gente", afirma uno de los sujetos entrevistados.

    En muchos otros casos, fueron las propias empresas las que decidieron quiénes pasaban a ocuparse de las tareas informáticas. Normalmente eran elegidos entre quienes realizaban funciones administrativas y ocupan los últimos puestos en el escalafón o acababan de entrar en las empresas. Esta obligatoriedad es más patente en algunas empresas que en otras, como es el caso de las que se dedicaban a material de oficina como máquinas de escribir y calculadoras. Dado que este se ha ido sustituyendo progresivamente por el ordenador, los profesionales de este sector no han tenido más remedio que acomodarse a la nueva coyuntura, una situación que muchos no han acabado de aceptar.

    Pero las condiciones de ejercicio de la profesión para esta generación no sólo dependen de las condiciones formativas y de entrada en el mundo de la informática. Utilizando lo que Castells señala, siguiendo los estudios de Zuboff y Dy, con relación a la automatización del trabajo de oficina, podemos hablar de que en esta fase "los ordenadores mainframe se utilizaron para el procesamiento de datos en series; los especialistas en informática, centralizados en los centros de procesamiento de datos, formaron la base de un sistema que se caracterizó por la rigidez y el control jerárquico: las operaciones de inclusión de datos requerían unos esfuerzos cuantiosos, ya que la meta del sistema era la acumulación de grandes cantidades de información en una memoria central" (Castells 1997: 275).

    La idea era, pues, la de tener un sólo ordenar, un ordenador grande, en el "centro de cálculo" que satisfacía todas las necesidades y donde se hacía todo el trabajo. Eran los usuarios los que acudían allí con su trabajo para que fuera procesado. El desarrollo de los microprocesadores a finales de los sesenta, y que se materializó primero en los miniordenadores y luego en los microcomputadores facilitó otras estructuraciones. Ya no hacían falta ordenadores tan grandes, sino que se podía recurrir a varios de ellos y conectarlos entre sí. La filosofía posterior fue la de llevar los ordenadores adonde estuviera la necesidad o hicieran falta en lugar de tener que ir los usuarios o clientes a los viejos centros de cálculo. Esto nos llevaría a otro contexto, el de la segunda y tercera generación de profesionales.

    La segunda generación la podemos situar en la década de los ochenta. Son los primeros profesionales de la informática que pasan por el cauce de recibir una formación, bien universitaria, bien profesional específica. Es difícil establecer una temporalización que valga para todos. Pero podría ir desde principios de la década de los ochenta en la que surgen los primeros titulados universitarios hasta el final de esa década. A partir de entonces deberíamos hablar de una tercera generación.

    Los profesionales de esta segunda generación tienen unos referentes de socialización muy distintos a los de sus predecesores, salvo quizá los que se formaron en los últimos tiempos en el Instituto de Informática de Madrid. Su entrada en el mundo de la profesión se hace vía la academia. Es cierto que esta circunstancia la comparte con los profesionales de la última generación. Sin embargo, hay un hecho que consideramos significativo y que marca la diferencia entre ambas. Nos hallamos ante una generación, la segunda, que creció y se educó prácticamente sin ningún contacto con el ordenador. Es decir, sin el ordenador como referente. Son muchos los estudiantes de ésta que afirman que se sentaron, por primera vez, delante de un ordenador cuando tuvieron que realizar las prácticas de las asignaturas de los primeros cursos universitarios o de formación profesional. Como dicen algunos de ellos, no habían visto un ordenador, salvo en las películas. Todavía, ni en hogares ni en los centros educativos de primaria o secundaria, había ordenadores, salvo muy pocas excepciones.

    Es a principios de la década de los ochenta cuando empezaron a aparecer en el mercado los primeros ordenadores personales. Por ejemplo, los Amstrad o los Spectrum de la firma Commodore, que terminaron sirviendo en la mayoría de casos para los juegos de los adolescentes. Los minicomputadores y las mainframes estaban fuera del alcance de los individuos, sino de muchas empresas y aún eran muy caros y aparatosos. Aun así muchas de éstas, con gran esfuerzo económico, adquirieron unos equipos cuyas prestaciones y futuro hoy debería ser valorado de manera objetiva. Esta va a ser una primera referencia para los estudiantes de esta generación; en este caso varones en su inmensa mayoría. La otra referencia va a ser las academias privadas de informática.

    En muchas academias de informática proliferó la enseñanza de determinados lenguajes de programación, como por ejemplo el Basic, como sinónimo de "estudios de informática", un lenguaje que estaba ya desterrado en la formación universitaria. Estos primeros contactos con ordenadores o sustitutos de ellos encaminaron a muchos jóvenes hacia tales estudios. Junto a ello, el contexto socioeconómico va a ser un factor importante a tener en cuenta.

    Durante los años ochenta de finales del XX, en España las cifras de paro aumentan de modo espectacular. A finales de la década llegan a sobrepasar los dos millones. En esa época se generaliza el acceso de las clases medias a los estudios universitarios. Ante ese panorama muchos jóvenes optan por una elección de carácter bastante pragmático: una titulación técnica. El prestigio social de muchas de estas titulaciones, unido a unas buenas expectativas laborales hará que aumenten espectacularmente las matriculaciones en tales carreras. En el caso de la informática, carente aún de prestigio social y sin estar asimilada todavía a una ingeniería, es ligeramente diferente. Se estudia esta carrera como medio para no ir a engrosar las listas del paro. O es una elección negativa: se estudia informática porque se elimina el resto de opciones. Aunque es difícil hablar de vocación en una generación como ésta, sí que encontramos en las encuestas que muchos jóvenes estudiantes hablan de ella (cfr. AAVV 1981a). Quizá podríamos hablar de "vocación imaginada", aunque en el fondo todas lo sean. Seguramente la diferencia reside en la cantidad de datos e información que se tienen sobre la profesión elegida, muy escasos para esta generación intermedia, en la cual habrá un considerablemente aumento de mujeres, no explicable sólo por la llegada masiva de estudiantes a la universidad. Lo pragmático predominará sobre lo "vocacional", sobre todo porque nos hallamos en un momento en el que apenas hay referentes para construir esa vocación. En muchos casos se trata de huir del paro. Ese será uno de los motivos de la afluencia de mujeres en los estudios de informática en los años ochenta.

    La situación es diferente en la última generación. A partir de finales de los ochenta, los ordenadores personales empiezan a formar parte del paisaje doméstico, laboral y educativo, una situación que se vería acentuada con la expansión de Internet. Éstos son profesionales que ya han crecido en contacto con el ordenador desde muy niños. Estaríamos hablando de principios de los noventa hasta la actualidad. Esta temprana relación incide en la construcción de la vocación y de la elección de los estudios. La difusión de la imagen del "hacker" adolescente, capaz de penetrar en los sistemas informáticos de las más altas instituciones militares y estatales, también incidirá a la hora de trazar unos itinerarios. Generalmente se empezará con los videojuegos y terminará con la titulación, bien universitaria, bien de formación profesional. Todo ello va a actuar como elementos en la construcción de la imagen de informático y de la vocación, lo cual estaba lejos de los intereses y de las actitudes de muchas mujeres, que van a tener en ese momento dificultades para tomar sus decisiones basándose en la llamada vocacional.

    Con la generalización de los microordenadores, el trabajo informático va a estar muy mediatizado por éstos. La informática, por así decirlo, empieza a salir del mundo de los informáticos en el sentido de que los ordenadores se convierten en la herramienta del trabajo de administración y gestión, desplazando a máquinas de calcular, escribir y, en cierta medida complementando al correo, teléfonos y faxes, así como a sistemas de impresión. Este proceso comenzará, primero, con su instalación en las distintas instancias administrativas, educativas o empresariales. Continuará después con la formación y actualización del personal encargado de su uso, esto es, de los usuarios. En tercer lugar, llegará la resolución de problemas e incidencias relacionadas con el uso de los equipos y programas. La interconexión de los ordenadores será otra de las importantes novedades de esta última década. Ahora los sistemas están integrados y funcionan en red con múltiples microordenadores que interactúan entre sí y con los mainframes. La dimensión comunicativa que ha introducido dicha interconexión, ejemplificada en Internet, está ejerciendo un efecto reequilibrador. Son las posibilidades y herramientas comunicativas las que más atraen al género femenino, cuyos efectos habrá que empezar a valorar en estos momentos.

    Informática e informáticas

    Como ya hemos visto, la de informático es una profesión predominante masculina; una generización que, en lugar de disminuir, en parte esta se ha acentuado con el tiempo. En nuestro trabajo empírico, que es el resultado de una toma inicial de contacto, y no un estudio extensivo sobre el campo –aunque no creemos que la realidad diste demasiado de lo que con ella hemos encontrado– podemos constatar esa generización en varios niveles y ámbitos.

    De entrada es muy visible en el diferente acceso a los estudios como también en las preferencias que dentro de las posibles opciones existen dentro de los estudios en los diferentes niveles escolares, desde la Secundaria a la Universidad, pasando por la Formación Profesional. En segundo lugar, y aunque no tenemos datos empíricos, también se refleja en el diferente número de trabajadores y trabajadoras en el sector. E igual ocurre entre los enseñantes. Pero, dado que ese hecho es común a muchas otras profesiones, de lo que se trataría en tal caso es el tener datos comparativos.

    Asimismo, dentro del mundo laboral, la generización es también bastante visible en la asignación de puestos y tareas, según sexo. Alrededor de ello ha surgido una ideología no totalmente encubierta, y bastante aceptada por trabajadores y trabajadoras, sobre la diferente capacitación técnica de unos y otras, la cual sin embargo, no se justifica o explica por las competencias cognitivas y conocimientos, sino a través de una serie de creencias, intereses, actitudes, usos, diferenciales, según hombres y mujeres; niños y niñas.

    Dicha generización habría que verla en el contexto de las disciplinas y profesiones técnicas. Se ha constatado que las disciplinas tecnológicas atraen a más varones que mujeres. Si tenemos presentes unos datos globales aproximados, es estos últimos años la razón de mujeres que estudian las distintas ingenierías más Arquitectura Técnica y Superior es de 1 a 4 del total de alumnos. En las carreras científicas los porcentajes están más parejos, oscilando alrededor del 40 por ciento. Y en las de ciencias sociales y humanidades el número de mujeres está algunos pocos puntos por encima del de hombres. Sólo alguna ingeniería, hay igual o mayor número de mujeres que de hombres, pero ello no desmentiría esta división, sino que la confirmaría. Tomando como ejemplo las estadísticas de la Universidad Politécnica de Valencia de los años 2002, se pueden observar que hay casos como es el de Arquitectura en donde el número global de mujeres matriculadas está muy cerca del de los hombres. Y finalmente están los casos especiales de los estudios de Ingeniero Agrónomo, Ingeniero Químico o Ingeniero en Organización Industrial donde el número de mujeres matriculadas está por encima del de hombres. Ello supone que los porcentajes en ingenierías industriales, telecomunicaciones o informática, entre otras, el número de mujeres, frente al de hombres puede bajar del 20 por ciento.

    Ciñéndonos ahora a la informática y, aunque sólo hemos podido recoger datos estadísticos diversos sobre los porcentajes de matriculación, sí se puede percibir una claro sesgo masculino en el sector, así como también variaciones significativas a lo largo de estos últimos treinta años. Podemos ver claras diferencias en los alumnos y alumnas que se matriculan en Informática, si atendemos a las tres generaciones antes aludidas.

    Aunque no tenemos datos sobre el número de matriculados ni sobre el número de profesionales en la primera época, en una encuesta realizada por la revista Novática en el año 1979, más del 90 por ciento de los profesionales que respondían eran hombres. Exactamente un 90,4 por ciento, un 8,9 por ciento son mujeres y un 0,5 por ciento no contesta. Dicho datos deben tomarse solo con carácter orientativo. Pero creemos que reflejaría bastante fielmente la distribución inicial de profesionales de la informática. (Los datos están recogidos en los cuadros que aparecen más abajo).

    Los datos anteriores pueden ser comparados con los datos de los alumnos matriculados en primeros cursos de informática en la segunda época o generación en la Universidad Politécnica de Madrid. El dato medio de las alumnas matriculadas entre los años 1978 a 1981, esto es, cuatro cursos académicos, y desde primero a quinto, es del 22, 3 por ciento para el Plan del Instituto de Informática y del 22,4 por ciento para el Plan de la Facultad.

    Según los datos del INE, para toda España, en los tres cursos que van de 1987 a 1990, y sólo en primer curso, la media de mujeres matriculadas es del 29, 9 por ciento para la Licenciatura de Informática y del 27,3 por ciento para la Diplomatura en Informática. Un porcentaje alto, comparado con los momentos iniciales, pero también con la situación habida posteriormente.

    Sin ser muestras representativas a nivel nacional, si nos fijamos en las estadísticas que nos ofrecen las dos universidades valencianas para los últimos cursos, nos damos cuenta que se ha producido un gran descenso en el número de matriculaciones de mujeres. Es más si lo comparamos con el resto de carreras técnicas advertimos que la informática está entre las más masculinizadas, sorprendentemente por delante de ingenierías como telecomunicaciones e industriales. Y lo mismo sucede en la Universidad de Valencia. Los datos se recogen en el cuadro que incluimos un poco más adelante.

    En el caso de los datos de matrícula de la Universitat de València, observamos que en el curso 1997-98, en ingeniería informática hay matriculados un 82 por ciento de hombres y un 18 por ciento de mujeres. Dicha ingeniería es la más masculinizada, junto con Ingeniería Electrónica e Ingeniería de Telecomunicaciones que sólo la superan en un punto, un 83 por ciento. Si comparamos esos datos con las carreras más feminizadas, que son Pedagogía y Psicopedagogía, vemos que ambas están en el 86 por ciento de mujeres.

    Teniendo presente la diversa procedencia de los datos, su heterogeneidad, no consideramos que puedan extraerse conclusiones válidas. Sin embargo, pensamos que son orientativos y que reflejan muy de cerca la realidad, aun faltando la pertinente comprobación.

    Globalmente, los datos nos ofrecen un tipo de profesión eminentemente masculina. Su carácter técnico, vinculado a la máquina, aunque no estrictamente mecánico parece atraer más a los hombres. Eso se comprueba también en aquellas ingenierías (incluida la Arquitectura) en las que predomina el sexo femenino como es la organización industrial o la agronomía. El escaso número de mujeres entre los informáticos de la primera época o generación, además, estaría muy vinculado a la todavía escasa presencia de mujeres en el mercado de trabajo. Por eso, el incremento posterior de mujeres en el mundo de la informática sería explicable por la doble incorporación de la mujer a los estudios superiores y al mercado de trabajo. Muchas mujeres entrevistas justifican su decisión de estudiar informática de modo bastante pragmático. Muchas entraron desconociendo el mundo de la informática, atraídas por las oportunidades en el mercado laboral, sobre todo en un momento en el que las cifras de desempleados no cesaban de aumentar. Los varones justifican más su elección apelando a la vocación y el interés. Sin embargo, no podemos decir que en aquel momento la informática como ocupación profesional tuviese una amplia imagen pública y que ésta estuviese bien perfilada. Para todos ellos era una profesión con futuro.

    Lo que faltaría explicar es el posterior descenso del número de mujeres entrada la década de los 90. Creemos que una posible causa tendría que ver con la introducción en los hogares de los ordenadores y de los usos que en ella se le ha dado. Hasta ese momento el ordenador no está especialmente masculinizado o feminizado, aunque, como máquina que es, predomine una concepción androcéntrica. La llegada al hogar lo va a convertir en un juguete propio de los niños antes que de las niñas. Los videojuegos han sido una manera de poner en contacto a los niños varones con el ordenador y de socializarlos con éste (cfr. Levy 1984, Turkle 1995 y Kidder 1981). La generación de los ochenta estaba mucho más abierta en este sentido. Es la época de máximo ingreso de mujeres en las Escuelas Técnicas y Facultades. Parte de las que ahora están en las Ingenierías superiores provienen de esa segunda generación de la que ya hemos hablado.

    Aunque no tenemos datos, los sujetos entrevistados nos confirman que dentro de los estudios hay una clara diferenciación entre las diferentes especialidades. Así, por ejemplo, en la Formación Profesional, los varones son mayoritarios en la especialidad Administración de Sistemas Informáticos (ASI). Mas equilibrada están las elecciones en Desarrollo de Aplicaciones Informáticas (DAI). E igual ocurre en el ámbito universitario entre las clásicas Informática de Sistemas e Informática de Gestión, respectivamente. A grandes rasgos, podríamos decir que una tiene que ver más con la máquina, el hardware y la otra con las aplicaciones y el software.

    Esta diferenciación sexual no termina en los estudios, sino que se prolonga está presente en el trabajo. En el ámbito laboral se puede constatar una marcada división sexual en los puestos de trabajos y en las tareas asignadas. Hay tareas de las que se ocupan mayoritariamente los hombres como las de reparación, sistemas, seguridad, mientras que los cometidos de relación y atención a usuarios y de docencia son preferentemente asignadas a las mujeres. En relación con esto suele ocurrirles a muchas mujeres, cuando van a realizar una asistencia técnica, reparación o instalación que les pregunten si ellas "son el técnico". En el caso de los hombres se da por descontado que son el técnico cuando este se presenta para realizar su trabajo. En esa pregunta hay un implícito cuestionamiento de la competencia o capacitación de las mujeres para el desempeño de sus tareas.

    Aunque no le hemos hecho, se podría seguir ahondando en esta diferenciación de género en las jerarquías profesionales, la cual sería producto de lo que acabamos de señalar, más del resto de causas que explican la dificultad de promoción y ascenso profesional de las mujeres en sus respectivos campos.

    Finalmente, es también perceptible diferencias en actitud, interés, usos y tiempos por parte de hombres y mujeres. Si se han constatado a nivel cotidiano entre los usuarios atendiendo a la edad y el sexo, también las encontramos dentro de los estudiantes y profesionales. Las conversaciones que los hombres mantienen en el ámbito laboral, sobre todo las de carácter informal, pueden llegar a estar monopolizadas por cuestiones informáticas de todo tipo (componentes, programas, precios, etc.), en especial los equipos. Como lo expresa alguna de las entrevistadas, además, los hombres son muy dados a contar sus heroicidades. En el caso de las mujeres, y en el ámbito laboral, sus conversaciones técnicas sobre informática suelen limitarse a los contextos formales, siendo poco frecuente que en la conversación informal se mantengan largas conversaciones sobre los ordenadores y la informática. Según nos señalan en las situaciones informales, en todo caso hablan de problemáticas laborales y de relaciones humanas dentro del trabajo. Además, es muy difícil que prologuen las temáticas informáticas fuera del ámbito laboral, cosa que no es infrecuente en el caso de los hombres.

    Las actitudes e intereses son muy distintas. Normalmente los hombres se interesan más por cuestiones cuantificables. Por ejemplo, la potencia de un equipo, la velocidad de un procesador, la velocidad de transmisión de un módem, la capacidad de memoria, el número de versión de un producto o la versión de un producto. Les interesa mucho estar siempre la última versión instalada. Las mujeres tienen un interés más general y adoptan una actitud que mira más por la función. Es decir, si sirve para el fin que se prentende.

    Conclusiones

    Nos hemos encontrado en esta toma de contacto con el mundo de la informática con un hecho que nos ha sorprendido su excesiva masculinización. Este hecho se hallaría en consonancia con la estereotipación de determinadas profesiones, así como en general de la tecnología. Esta es ha sido vista tradicionalmente como una cuestión de hombres. Sin embargo, contrasta con el hecho de que se produce en una profesión muy reciente, en un contexto tendente a reducir las discriminaciones en materia de género y, además, en basada en una máquina cuya principal característica no es la fuerza, que es lo propio de las máquinas industriales del siglo XIX y XX, metafóricamente asociadas a lo masculino. En todo caso, también se podría apelar, en el caso del ordenador, a otro de los estereotipos del varón: el predominio del razonamiento lógico-abstracto; fenómeno que sí ha existido.

    Sin embargo, si nos atenemos a la breve historia de la informática como estudios y como profesión se constata, al menos en la sociedad española, que ha existido una preferencia por remarcar más vertiente ingenieril o tecnológica que la científica. Reivindicación a la que también se han sumado las mujeres informáticas. En cualquier caso, ninguna de las dos opciones ofrecía una imagen feminizada de la profesión. Por debajo de ello lo que estaba en juego era una cuestión de prestigio en el sistema de profesiones, lo cual para ellas constituía un mecanismo de promoción laboral y social.

    En el camino, sin embargo, ha existido un momento de bastante indefinición en lo que a la generización respecta. Tras las momentos iniciales, donde la mayor parte de profesionales eran varones, con su institucionalización académica, se llegó a una situación relativamente abierta, que se fue cerrando al aplicarle a la profesión y a la máquina, el ordenador, los estereotipos y roles preexistentes en la sociedad del momento. Unos estereotipos y unos roles que estaban empezando a ser cuestionados, pero que han llegado justo a tiempo para poder ser todavía interiorizados y perpetuados en esta nueva profesión.

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    Este artículo es obra original de Javier Gómez Ferri y su publicación inicial procede del II Congreso Online del Observatorio para la CiberSociedad: http://www.cibersociedad.net/congres2004/index_es.html"

    Javier Gómez Ferri