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Las teorías políticas en los países de Europa occidental durante el periodo de las primeras revoluciones burguesas (página 2)

Enviado por saira mercedes


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Así nace el Estado, una nueva entidad "cuya voluntad, en virtud del convenio entre muchos hombres, es considerada como la de todos ellos, a fin de que el Estado pueda disponer de las fuerzas y capacidades de sus diversos miembros en in-terés de la paz y de la defensa generales.8" Acto seguido viene el contrato concertado con un príncipe, con un rey o con una asamblea popular, en quienes la sociedad delega el poder del Estado. Invocando el contrato social, Hobbes pre-senta la orden del Estado explotador como la ex-presión de voluntad de todos los ciudadanos. 4.— En defensa del absolutismo, afirma que los hombres habían establecido el poder del Estado en condiciones de subordinación completa e incondicional. Por eso, deben renunciar a todos sus derechos "naturales" y someterse en todo a dicho poder: de lo contrario se verían obligados a volver de nuevo al estado natural en que se en-contraban antes. O el poder de Estado ilimitado, absolutista, o el estado de anarquía que, a su jui-cio, caracteriza la vida de los hombres antes de haber aparecido el Estado. No existe un tercer término.

8 Hobbes,

El poder del Estado, según su teoría, es úni-co y no puede ser limitado. Actúa sin control y sin responsabilidades. Está por encima de las leyes

de lo contrario se verían obligados a volver de nuevo al estado natural en que se en-contraban antes. O el poder de Estado ilimitado, absolutista, o el estado de anarquía que, a su jui-cio, caracteriza la vida de los hombres antes de haber aparecido el Estado. No existe un tercer término.

El poder del Estado, según su teoría, es úni-co y no puede ser limitado. Actúa sin control y sin responsabilidades. Está por encima de las leyes

civiles, las cuales sólo reciben de él su fuerza. Se parece al alma que está en el cuerpo humano. Únicamente el poder supremo tiene el dere-cho de resolver qué es lo bueno o lo malo, y todo lo que en este sentido establezca es obligatorio para los ciudadanos. También la propiedad, según Hobbes, es establecida por él. Los súbditos, dice, son como esclavos, con la diferencia de que ellos sirven al Estado, mientras que el esclavo sirve, además, a un ciudadano. La organización del poder del Estado puede ser, según él, diversa. El poder supremo puede estar en manos de una sola persona (la monarqu-ía), en la de unos cuantos de los mejores (la aris-tocracia), y puede también estar organizado sobre bases democráticas. Pero, en todos los casos, la plenitud del poder debe hallarse íntegramente en manos de la persona o del órgano en el cual fue delegado. No admite ningún gobierno "mixto", bajo el cual el rey tenga que compartir el poder con el de alguna asamblea. Tampoco reconoce ninguna forma "desnaturalizada", ya que con este concepto, a su juicio, se da una apreciación, pero no se determina el carácter o el volumen del po-der. Tampoco considera posible la división del poder entre diferentes órganos del Estado. Siem-pre debe estar íntegramente concentrado en ma-nos de un solo órgano determinado.

Hobbes fue adversario de la religión. Con-sideraba que la burguesía es capaz de dirigir sus asuntos a condición de que exista un poder fuerte y firme, a condición de que se eliminen todas las discrepancias y desavenencias y toda lucha políti-ca. Todo lo que facilita la vida conjunta de los hombres dentro de los marcos del Estado es bue-no. Todo lo que puede contribuir a la mejor con-servación de la organización estatal, según él, merece ser aprobado. "Fuera del Estado —dice— existe el dominio de las pasiones, la guerra, el miedo, la pobreza, la infamia, la soledad, el salva-jismo, la ignorancia, la brutalidad: en cambio dentro de él dominan la razón, la paz, la seguri-dad, la felicidad, la magnificencia, la sociedad, la finura y la benevolencia.9"; pero todo esto puede realizarse a condición de que los hombres renun-cien totalmente a todos sus derechos y pretensio-nes y se subordinen completa e incondicional-

9 Hobbes, Del ciudadano, cap. X, II.

mente al poder de Estado único. En el momento histórico en el cual se des-envolvía en Inglaterra la lucha de la burguesía y de la nobleza aburguesada contra el absolutismo real, en que la masa fundamental de la primera ya no quería hacer la paz con el poder ilimitado del rey y pretendía compartirlo con la nobleza, o to-marlo en sus manos ella totalmente sola, Hobbes continuaba viendo en el absolutismo la mejor forma de régimen de Estado. En el siglo XVII el poder real absolutista de Inglaterra comenzaba a estorbar al desarrollo económico. La defensa de la monarquía absoluta que por su odio a la revolución hacía este filósofo constituía, ya en esa época, un programa reaccio-nario. Pero los monárquicos ingleses no estaban satisfechos con la teoría de Hobbes, no aprobaban su materialismo, y para fundamentar el absolu-tismo trataban de apoyarse en los dogmas de la religión. Además, desde el punto de vista de este filósofo, se justificaba el poder absoluto, no sola-mente del rey, sino también de cualquier otro depositario del poder estatal supremo; su teoría no excluía la legitimidad de la república. Claro está, esto no podía caer bien al rey ni a los partidarios de éste. La filosofía materialista progresista se aso-ciaba en Hobbes con un programa político reac-cionario.

Engels dice que la teoría materialista, junto con Hobbes, "…salía en defensa de la omnipoten-cia real, e instaba a la monarquía absolutista a domesticar… al pueblo.10"

10 C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. Cartago, 1957.

La filosofía materialista, durante la época de este filósofo, fue patrimonio de un círculo restrin-gido de hombres ilustrados; las masas, en cambio, continuaban revistiendo su ideología política con una forma religiosa. Engels, refiriéndose al mate-rialismo inglés del siglo XVII, dice que esta teoría "…se proclamó como una filosofía única, adecua-da para científicos y hombres instruidos, por opo-sición a la religión, que ya era bastante buena para la gran masa no instruida comprendida también la burguesía". Engels señala luego que "…por oposi-ción al materialismo y el deísmo de la aristocra-

cia, fueron precisamente las sectas protestantes… las que suministraron la bandera y los combatien-tes para la lucha contra los Estuardo…11" 5.— Uno de los partidos más influyentes del campo revolucionario fue el de los indepen-dientes, que expresaba, principalmente, los inter-eses de la burguesía media y de su aliada, la nue-va nobleza. La teoría de este partido formaba parte de las corrientes del puritanismo, doctrina religiosa dirigida contra la Iglesia feudal.

11 Ibídem. 12 Ibídem.

Durante los siglos XVI y XVII, la influen-cia de la concepción religiosa del mundo era to-davía tan grande, que en las primeras revolucio-nes (Holanda, Inglaterra), la lucha de la burguesía contra el feudalismo y, en primer término, contra la Iglesia feudal, se viste de ropaje religioso. "La segunda gran insurrección de la burguesía, halló en el calvinismo una teoría combativa hecha12", dice Engels (la primera fue la Reforma en Ale-mania). Los independientes compartían la teoría de Calvino y la tomaron como su punto de parti-da. Presentaban no solamente reivindicaciones políticas, sino también proposiciones referentes a la reforma de la Iglesia y a una nueva religión. Ante todo lanzaron la consigna, rechazada por la Iglesia católica y odiosa al absolutismo, de la libertad de creencias. Exigían la más amplia tolerancia religiosa, protestaban contra las perse-cuciones de que fueron objeto en Inglaterra los puritanos. Eran partidarios de una nueva Iglesia burguesa, con sacerdotes elegidos, con un oficio de culto simplificado y barato y con una pequeña cantidad de días feriados. Promovieron los prin-cipios de una nueva moral burguesa, la cual pre-dicaba en primer lugar el ahorro, la puntualidad y la moderación, o sea, cualidades especialmente valiosas para la burguesía durante el período de la acumulación primitiva de capital. Unificando a los diversos sectores de la burguesía, este partido presentó un programa rela-tivamente mesurado: sin insistir en la república, estaba dispuesto a hacer la paz con una monarqu-ía constitucional limitada.

Antes ya de la revolución, muchos indepen-dientes se vieron obligados a abandonar Inglaterra

debido a las persecuciones, y se radicaron en América donde fundaron colonias que posterior-mente entraron a formar parte de los Estados Unidos de América. 6.— Entre los escritores independientes ca-be destacar a John Milton (1608-1679), famoso poeta inglés del siglo XVII, autor del poema Él paraíso perdido y recuperado. Habiéndose identificado con los indepen-dientes durante la revolución inglesa, publicó una serie de folletos políticos, el primero de los cuales apareció en 1641. Fueron pequeños trabajos dedi-cados a problemas ordinarios y de la vida política entonces latente. Aparece como partidario de la teoría jurídi-co-natural, de cuyas tesis fundamentales extrae conclusiones que tienden a justificar la revolu-ción. Todos los hombres, dice en su folleto Sobre la potencia de los reyes y de los dignatarios (1649), nacen libres por naturaleza. Todos ellos han sido creados para gobernar y no para some-terse. Sin embargo, a consecuencia de haber caído en pecado (aquí Milton opera con argumentos religiosos) surgieron discordias entre ellos, co-menzaron las mutuas violencias, y entonces re-solvieron salvaguardar la paz con fuerzas comu-nes y defenderse conjuntamente de los ataques. Así aparecieron las ciudades y los Estados. Se delegó el poder en una persona o en varias para sancionar a los violadores de la paz y para admi-nistrar justicia. Como resultado, aparece el poder de los reyes y de los dignatarios dentro del Esta-do. Los hombres instauraron el poder real sola-mente por la necesidad de defenderse de los transgresores de la paz con fuerzas comunes. Los dignatarios y los reyes, seducidos por su poder, comenzaron a cometer injusticias. Por eso hubo necesidad de colocar leyes por encima de ellos, y se comenzó a tomar juramento a los reyes de que las acatarían.

Oponiendo la teoría contractual del origen del poder del Estado a las ideas feudales del ori-gen divino de éste, el poeta llega a la conclusión de que el poder de los reyes y el de los dignatarios es derivado: que lo recibieron del pueblo por de-legación, en interés del bien común. El pueblo es la fuente de todo poder. Por eso, los títulos del rey fueron inventados por arrogancia y adulación. El rey no tiene ningún derecho hereditario al trono;

de lo contrario, los súbditos se convertirían en sus esclavos, como si fuesen creados para él, y no para servirlos. Milton refuta también la afirmación de que el rey es responsable únicamente ante dios; si se admitiera esto habría que reconocer que todas las leyes y garantías no son sino palabras huecas. El rey tiene el deber de responder ante el pueblo que lo elevó al trono. El pueblo puede, en cualquier momento, deponer a los gobernantes si así lo des-ea. Justificando el juicio y la sentencia pronun-ciada contra Carlos I, el poeta insiste en el dere-cho del pueblo a destruir a los gobernantes y a derrocar al rey. Postula que éste es el derecho fundamental de aquél, sin el cual caería bajo el poder de tiranos. Si goza del derecho de derrocar a los monarcas, más autorizado aún está a proce-der del modo más enérgico contra un tirano. Los griegos y los romanos consideraban, dice, no so-lamente un acto legítimo, sino también glorioso y heroico, merecedor de estatuas y coronas, el ase-sinato de un despreciado tirano en cualquier mo-mento y sin juicio previo. Más legítimo es todavía cuando se organiza un juicio público y veraz con-tra el tirano, como lo hizo el pueblo ingles cuando derrocó a su rey. Milton aparece, así, como uno de los prime-ros partidarios burgueses del principio de la sobe-ranía popular. Entendiendo a la burguesía por pueblo, se vale de este principio en la lucha contra el absolutismo y por la entrega de todo el poder del Estado a una nueva clase. Manifiesta su desconfianza en las masas populares e insta a concentrar el poder en manos de "los mejores y más inteligentes", y recomienda para ello fijar un censo electoral y elecciones de muchos grados. Igual que Cromwell, con el que colaboró íntimamente en calidad de secretario de la re-pública inglesa, estaba dispuesto al parecer a aceptar la monarquía constitucional, ya que temía el acrecentamiento de la actividad de las vastas masas. También merecen atención sus obras escri-tas en defensa de la libertad de pensamiento y de religión.

Algernon Sidney (1622-1682) fue un desta-cado representante de los independientes. Proced-ía de la nobleza, pero durante la guerra civil, no sólo no apoyó al rey sino que se colocó del lado del parlamento, combatiendo en las filas del ejér-cito de éste. Después de la Restauración se tras-ladó al extranjero y retornó a la patria tan sólo en 1677. Fue elegido para la Cámara de los Comu-nes. En 1681, acusado de participar en una conju-ra contra el rey, fue sentenciado a muerte, y ajus-ticiado en 1682. En su obra titulada Discurso sobre el go-bierno, se manifiesta contra Filner y contra la tentativa de éste de fundamentar el absolutismo real. Tomando como punto de partida la teoría jurídico-natural, defiende el principio de soberan-ía del pueblo y afirma que la única base legítima del poder es el libre convenio entre los hombres para los fines de la autoconservación. De la teoría contractual del origen del Estado extrae conclu-siones en favor de los principios democráticos: sostiene que los hombres, al instaurar el poder del Estado, restringen su libertad sólo en la medida en que ello es necesario para la utilidad común, pero que siguen conservando el derecho a nombrar y a deponer el gobierno. Si el rey transgrede las leyes naturales, la revolución, según él, se just

justifica completamente, así como también la insurrección general del pueblo contra el monarca. Sin embargo, no es consecuente en las con-clusiones que extrae del principio de supremacía del pueblo y de la teoría del origen contractual del poder del Estado. Estima que el mejor régimen del Estado no es la democracia sino la aristocra-cia, .o un gobierno "mixto" bajo el cual, al pare-cer, entendía la monarquía constitucional. Así pues, ni Milton ni Sidney fueron parti-darios consecuentes de la forma democrática del Estado. Traduciendo el estado de ánimo de la gran burguesía y de la media, así como el de la nobleza identificada con la revolución, ambos se inclinan a aceptar un compromiso con la nobleza e instaurar la monarquía constitucional.

7.— Los intereses de la pequeña burguesía y de los campesinos estuvieron representados por el partido que se formó a principios de 1647 del ala izquierda de los independientes, los nivelado-res. Estos defendían principios democráticos, tratando de darles el desarrollo y aplicación más avanzados posible, frente a los independientes, cuya inclinación al compromiso les incapacitaba

para defenderlos. Los niveladores fueron el parti-do más radical de la revolución burguesa inglesa. Dentro del ejército, este partido, apoyado en la masa de los soldados llevaba la lucha contra los independientes, cuyos partidarios allí formaban parte principalmente de la oficialidad (los "gran-des"). Manifestándose contrarios a la política moderada de los independientes, los niveladores lanzan su propia versión de los principios de la democracia burguesa. 8.— Portavoces de la ideología de las ma-sas trabajadoras en la revolución burguesa inglesa del siglo XVII, fueron los llamados niveladores auténticos, o diggers ("cavadores"), quienes rei-vindicaban la supresión de la propiedad privada, en primer lugar, de la tierra. De sus círculos sur-gió en 1649 un folleto escrito por el inspirador de este movimiento. Gerardo Winstanley, con el título de Nueva ley de justicia. En este trabajo, su autor escribe: "Nadie debe tener más tierra de la que puede cultivar solo o de la que trabaje en amor y armonía con otros comiendo el pan común… sin abonar ni recibir remuneración." Reclama la suspensión de la compraventa de la tierra y de sus frutos. "Que cada cual se deleite con los frutos de sus manos y coma su propio pan conseguido con el sudor de su frente." La propie-dad privada, a su juicio, ha conducido a los hom-bres a saqueos, asesinatos y demás calamidades. En el folleto La Ley de la libertad Wins-tanley propone abolir la propiedad privada, el comercio y el sistema monetario. Hay que supri-mir la desigualdad de bienes que, según señala, descansa en la apropiación de los productos del trabajo ajeno. En la nueva sociedad todos tendrán la obligación de trabajar y todos recibirán de los almacenes sociales, por igual, todos los objetos de consumo que necesiten. Este autor sustentaba así el ideal de una grosera nivelación.

Los diggers reclamaban la abolición de to-do poder y la liquidación del dominio de unos hombres sobre otros. Ello fue la expresión es-pontánea, de las masas campesinas empobrecidas por la explotación feudal y burguesa, contra el Estado que consolidaba el régimen odiado por los indigentes. El ideal que promovían no tenía raíces en las condiciones materiales de vida de la socie-dad inglesa del siglo XVII. Su aparición se expli-ca por la penosa situación de las masas a conse-cuencia de la instauración de las relaciones capi-talistas en la producción inglesa.

Engels dice: "…en todo gran movimiento burgués se manifestaron agitaciones independien-tes de aquella clase que fue la precursora más o menos desarrollada del moderno proletariado.13" Engels compara a estos diggers con los partida-rios de Babeuf, los comunistas franceses de fines del siglo XVIII.14 9.—La revolución de 1688 y el bloque de la burguesía con la nobleza halló a su ideólogo en la persona de John Locke (1632-1704). Portavoz de los intereses de la burguesía y personalmente vinculado con Guillermo de Oran-ge, Locke aparece desempeñando el papel de partidario del régimen social y político que se había consolidado en Inglaterra después de 1688. Su obra Dos tratados sobre el gobierno vio la luz pública precisamente en 1689, cuando el "Bill de Derechos" vino a formalizar la monarqu-ía constitucional de Inglaterra.

13 F. Engels, Anti-Dühring, Editorial Grijalbo, México, 1964, pág. 4. 14 C. Marx y F. Engels, 'Obras, ed. rusa, t. II, pág. 351. 15 C. Marx y F. Engels, Correspondencia, ed. Cartago, 1957. 16 C. Marx y F. Engels, Obras, ed, rusa, t. XII, parte 1, pág. 63.

"Hijo del compromiso de clases de 168815", fue a la vez "representante de la nueva burguesía en todas sus formas: de los industriales contra los obreros y los desposeídos, de los comerciantes contra los usureros de tipo anticuado, de la aristo-cracia financiera contra los deudores estatales…16" Fue defensor de la monarquía constitucional que se había afianzado en Inglaterra después de la revolución de 1688. Descendiente de una antigua familia de co-merciantes, su padre, que era jurisconsulto, lo educó en el espíritu de un puritanismo riguroso. En filosofía fue materialista inconsecuente. A la vez que reconocía el valor primordial de la materia y el origen experimental del conocimien-to humano, admitía la idea de dios como una cau-sa primera del mundo (deísmo).

En sus juicios referentes a la sociedad y el Estado fue un típico ideólogo burgués. En la obra Dos tratados sobre el gobierno, al exponer sus concepciones con respecto al régimen social y la organización política, toma como punto de parti-da —al igual que toda una serie de otros escrito-res de su época— el llamado estado natural; pre-

senta el estado natural como el reino de la libertad y de la igualdad. En este estado, los hombres dis-ponen libremente de su persona y de sus bienes y todos tienen igual derecho a la libertad. Esta y la igualdad son la fundamental característica del estado natural, el cual, desde el punto de vista de Locke, no fue en absoluto un estado de guerra, como lo había presentado Hobbes. La guerra puede llevar a la esclavización de un hombre por el otro, mientras que en el estado natural no hay ninguna base para tal esclavización. La libertad natural es inalienable. Entre los derechos naturales, aparte de la li-bertad y la igualdad, figura también, según él, la propiedad privada. Esta, a su juicio, aparece antes que el Estado y existe independientemente de él como cierto derecho natural del individuo. Aquí se manifiesta toda la esencia burguesa de su teor-ía. Como otros representantes de la escuela jurídico-natural, Locke se vale de la teoría del derecho natural al intentar responder al problema sobre el origen y la esencia del Estado. En el estado natural no están aseguradas la libertad y la propiedad de los hombres, siendo éstos los que llegan inevitablemente a la necesi-dad de renunciar, parcialmente, a su libertad inna-ta. Aun cuando el hombre en el estado natural, dice, domina su propia persona y sus bienes sin ninguna limitación, todo esto, sin embargo, no está asegurado y corre el riesgo de un atentado a toda hora. Dada la igualdad común, todos tienen derecho a considerarse por igual "reyes". Pero como la mayoría no siempre presta oídos a la voz de la equidad, surgen las dificultades que cada uno encuentra para hacer uso de su propiedad. El filósofo trata así de explicar el motivo por el cual los hombres buscan vivir en comunidad, e instau-ran un poder y crean el Estado. El objetivo su-premo que se proponen al establecer el Estado y el poder es, según él, la protección de la propie-dad, que no se halla asegurada en el estado natu-ral.

Los hombres renuncian a su propia libertad y al derecho de defenderse ellos mismos, así co-mo a sus bienes, y lo transmiten a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, a diferencia de Hob-bes, Locke insiste en que no puede haber una completa renuncia a los derechos naturales y a la libertad natural. El individuo los limita solamente en la medida en que ello es necesario para esta-blecer y salvaguardar el poder. Un dominio basa-do en los principios del absolutismo ni siquiera puede ser reconocido como Estado. La monarquía absolutista es peor que el estado natural, por cuanto para el monarca absoluto, no existe ningún tribunal y es como si viviera en estado natural en relación con sus súbditos. Reemplazar el estado natural por la monarquía absoluta, dice, es lo mismo que entregarse a las garras de un león para evitar el daño ocasionado por un zorro. Los hombres, al concertar el tratado para la formación de un Estado, se comprometen a su-bordinarse a las decisiones de la mayoría y renun-cian además a sus derechos naturales, sólo en la medida en que esto es necesario en salvaguardia de su persona y de sus bienes. Así convierte la teoría del derecho natural y del contrato social en instrumento de defensa de la monarquía limitada, constitucional. 10.— En la fundamentación de esta última, Locke asocia la teoría relativa a la división de poderes y los razonamientos sobre el derecho natural, habiendo sido uno de los primeros en la literatura política burguesa que promovió dicha teoría. Montesquieu, escritor francés del siglo XVIII, cuyo nombre se suele vincular con mayor frecuencia a esta teoría, sólo continuó desarro-llando una idea que Locke había formulado antes. Al dilucidar el principio de la división de poderes, Locke señala que hay que distinguir en-tre el legislativo, el ejecutivo y el federativo. El primero ejerce el derecho de promulgar leyes; el segundo, el de llevarlas a la práctica, y el tercero se dedica a los problemas de política exterior (la representación del país en las relaciones con otros Estados, los problemas de la guerra y de la paz, etc.). El judicial, según él, es absorbido por el ejecutivo.

Los mencionados tres poderes deben estar separados. Esto quiere decir que cada uno de ellos debe hallarse en manos de un órgano especial. El legislativo, en las del parlamento, el ejecutivo debe ser concedido al gobierno. Deben crearse también órganos especiales para el ejercicio del federativo. Además, el ejecutivo y el federativo dentro de una monarquía pueden ser delegados en

una sola persona, en el monarca. Los poderes, a su juicio, no tienen igualdad de derechos. La legislatura, a la que en primer término pretendió la burguesía, es la superior; ella debe ordenar a los demás y debe estar al frente de todo el Estado. Sin embargo, tampoco ella es ili-mitada, no goza de derechos ilimitados sobre la vida y los bienes de los ciudadanos. La propiedad es un derecho natural de éstos y ni siquiera el parlamento puede abolirla. De aquí llega a la con-clusión de que el gobierno no puede cobrar im-puestos, sin la conformidad de todo el pueblo, o sin la de sus representantes, el parlamento. El ejecutivo no puede estar en manos de éste; debe estar separado del legislativo. Pero esta separación no excluye su unidad, que se logra según él, en el hecho de que todos ellos parten del legislativo y a él subordinan. En las monarquías, el rey facilita la unidad del poder del Estad( por cuanto participa en los tres. El monarca, además, según Locke, tiene una prerrogativa, entendiendo por ésta ciertos dere-chos esenciales de ejecutivo que se refieren al ejercicio de la legislación, o sea: el de la convoca-toria y la disolución del parlamento; el de la ini-ciativa legislativa el de conformar los proyectos de leyes y, por último, el de proceder fuera de la ley, atenuando su rigor cuando considera que ésta puede ser nocivo para el pueblo. Locke estima necesario salvaguardar la prerrogativa pero for-mula una reserva general, y por eso imprecisa, de que el monarca no debe abusar de su prerrogativa. En defensa de ésta, Locke invoca el "bien común", el "bien del pueblo" que, según él, exige al ejecutivo, e algunos casos, desviarse de la ley. La teoría de la división de poderes expresa la tendencia de la burguesía al compromiso con la nobleza. Esta, de acuerdo con dicha teoría debe recibir en sus manos el ejecutivo; la burguesía, en cambio, pretende compartir con la primera el le-gislativo. Proclama, además, que este último es el poder superior, supremo, dentro del Estado. La idea de la separación de poderes fue una tentativa de justificar teóricamente el bloque entre las dos clases, entre la nobleza y la burguesía, su com-promiso, resultado de la revolución de 1688.

Marx, refiriéndose a la división de poderes, hace notar al mismo tiempo que esto no es más "…que la habitual división industrial del trabajo, aplicada al mecanismo estatal en forma de simpli-ficación y control"17. A la vez la separación de poderes tenía la misión de contribuir a 1 realización del compro-miso entre las dos clases, de perfeccionar la máquina estatal burguesa. Locke plantea en su libro el problema de si es admisible la resistencia a las autoridades, y en especial, al monarca, cuando éste abusa de s pre-rrogativa. A este problema responde afirmativa-mente, reconociendo en algunos casos la legali-dad de la insurrección. Esto se explica por el hecho de que Locke ha sido el ideólogo de la "Gloriosa Revolución" de 1688. Al defender el derecho a la insurrección, trataba de justificar la revolución realizada y el ascenso al trono de Gui-llermo de Orange. Los principios de la organización estatal burguesa, promovidos e: Inglaterra en el siglo XVII, obtuvieron su ulterior desarrollo y nítida ex posición en Francia en el siglo XVIII.

17 C. Marx y F. Engels, O

 

 

Autor:

Saira Mercedes

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