Los ricos se rebelarían, cuando se trate de hacer práctico el programa del Partido Liberal, en el caso de que, pro un verdadero y único milagro en la historia de las revoluciones de los pueblos, se hubieran conservado intactos los ideales de la revolución después del triunfo.
Como anarquistas sabernos bien todo esto. Sabemos bien, lo que hay que esperar del mejor gobierno, que pueda pesar sobre cualquier pueblo, y, como anarquistas, debemos poner todo de lo que esté a nuestro alcance para que la revolución que está en vísperas de estallar dé al pueblo, todos los beneficios que sea posible conquistar.
Para alcanzar grandes beneficios para el pueblo, beneficios efectivos, hay que obrar como anarquistas fácilmente aplastados aun por los mismo que nos tienen por jefes. Todo se reduce a una mera cuestión de táctica. Si desde un principio non hubiéramos llamado anarquistas, nadie, a no ser unos cuantos, nos habrían escuchado. Sin llamarnos anarquistas, hemos ido prendiendo en los cerebros ideas de odio contra la clase poseedora y contra la clase gobernante. Ningún partido liberal en el mundo tiene las tendencias anticapitalistas, como el que está próximo a revolucionar México y eso se ha conseguido sin decir que somos anarquistas y no lo habríamos logrado ni aunque nos hubiéramos titulado no ya anarquistas como somos, sino simplemente socialistas. Todo es, pues, cuestión de táctica.
Debemos de dar la tierra al pueblo en el curso de la revolución; de este modo no se engañará después a los pobres: No hay un solo gobierno que pueda beneficiar al pueblo contra los intereses de la burguesía. Esto lo saben bien ustedes como anarquistas y, por lo mismo, no tengo necesidad de demostrarlo con razonamientos o con ejemplos. Debemos también dar posesión al pueblo de las fábricas, las minas, etcétera. Para no echarnos encima a la nación entera, debemos seguir la misma táctica que hemos ensayado, con tanto éxito; nos seguimos es llamando liberales en el curso de la revolución, pero en realidad iremos propagando la anarquía y ejecutando actos anárquicos. Iremos despojando a los burgueses y restituyendo al pueblo.
He aquí que el medio que se me ocurre y que someto a la atención de ustedes. En virtud de la revolución las fabricas, las haciendas, las minas, los talleres, etcétera, van a cerrar sus puertas, no porque los trabajadores tomen las armas, pues no todos las tomarán, sino por otras razones, entre las cuales pueden contarse la paralización o amortizamiento de las transacciones comerciales, debido a la irregularidad que hay para los intereses, en tiempos en que el respeto a la autoridad, está relajado y la orden en todos los lugares dominados pro la revolución, de que no se pague a los trabajadores menos de un peso, por la jornada establecida por ocho horas. La consecuencia de ese proceder de la burguesía será el hambre, porque agotadas las existencias no se da paso a producir más.
Nosotros no deseamos esperar a que llegue el hambre, por lo mismo, tan pronto como una hacienda paralice sus trabajos, una fábrica cierre sus puertas, una mina deje de extraer metal, etcétera, invocaremos la utilidad pública de que no cese el trabajo, cualquiera que haya sido el pretexto de los amos para suspenderlo y con la razón deque es preciso reanudar los trabajos, para impedir el pauperismo, daremos a los trabajadores, las negociaciones que hayan cerrado los burgueses, para que ellos sigan explotando bajo un pie de igualdad.
Para evitar que los trabajadores así beneficiados, pretendan hacerse burgueses a su vez, se prescribirá que todo el que entre a trabajar a esas negociaciones, tendrá derecho a participar una parte igual a la de los demás. Los trabajadores mismos administrarán esas negociaciones.
Si se trata de haciendas, seria injusto dar todo el terreno a los trabajadores de las mismas, porque entonces muchos se quedarían sin nada. Se daría a los trabajadores de haciendas, lo que actualmente trabajan en ellas, reservándose lo que no se utiliza para los demás pobres. Como los trabajadores de las haciendas seguirán trabajándolas conforme a este plan, los que quieran tierras, de las que no se utilizan actualmente, al ver la excelencia del trabajo en común practicado por los peones redimidos, en lugar de trabajar la tierra individualmente, querrán trabajar en común también ellos y así no habrá necesidad de fraccionar la tierra en parcelas, con lo que se ahorraría la Junta, el odioso trabajo de dar a cada quien que lo solicite un pedazo de tierra.
Aunque queden las negociaciones en manos de los trabajadores, se prohibirá su enajenación como en el programa se prescribe para las tierras. De este modo se reanudará el trabajo en medio de la revolución y se habrá hecho una obra anarquista invocando la necesidad de que no cese la producción para evitar el hambre de las masas.
Hay que tener en cuenta, que no contando los trabajadores con moneda para pagarse un diario, con que comprar lo que necesiten para vivir, es preciso que ellos mismo establezcan una comisión de estadística, que llevará un riesgo de los recursos con que cuenta cada región dominada por la revolución, así como las necesidades de los habitantes laboriosos de la misma región. Teniendo ese registro los trabajadores se cambiarán mutuamente sus productos y habrá tal exceso de producción, que podrán fácilmente sin sacrificio mantener a los soldados de la revolución. Además se aconsejará a los trabajadores, que estén armados ellos mismos, para defender lo que la revolución les ha dado, de las embestidas que denlos soldados de la tiranía y la probable acometida que nos den los gringos o algunas de las naciones.
Al principio no molestaremos a los burgueses extranjeros, sino hasta que el pueblo casi todo, tenga algo material que defender y algo para hacerse respetar. Cuando los parias tengan algo que defender, veremos que no habrá uno que deje de empuñar el fusil.
Se presentarán problemas nuevos, pero no creo que sean de difícil solución, estando los mismos trabajadores interesados en el asunto, Vendrán, además muchos anarquistas españoles e italianos al ver lo que está ocurriendo y ellos ayudarán muy bien, Me parece que sería muy bueno, que uno de nosotros fuera a dar una vuelta durante la revolución, para animar a aquellos compañeros a darnos una buena ayuda, viniendo a agitar las masas y dirigirlas en todo lo que se necesite, Yo creo que vendrían muchísimos y hasta se les pondría costear el viaje derramándose después por todo el país una nube de compañeros. Obrando como propongo, si no se vence al menos habrá quedado una gran enseñanza.
Ya estoy cansado. Escribo en posición tan forzada que me duele el pecho del que, entre paréntesis, estoy ya muy enfermo. No ceso de toser, me duele la espalda y me siento mal, muy mal. Lo que me sostiene es que no me abato. El frío que continuamente hay en esta cárcel me está agravando. Pesaba doscientas y diez y ocho libras y hoy sólo peso ciento sesenta y ocho. La cárcel es de hierro; nunca recibe un rayo de sol; el viento frío sopla de día y de noche y delicado como he sido siempre de los pulmones, siento que no resistiré otro invierno; en esta cárcel en donde hay calentadores para los presos. Tengo un catarro muy fuerte, desde que nos metieron a la cárcel no se me quita. Se me calma dos o tres días, pero para atacarme con más fuerza.
En este momento estoy a acalenturado. La fortuna es que no me abato y así mismo me doy fuerza. Pero volvamos al asunto que motiva esta carta.
Creo que es necesario que me vengan muchos anarquistas, para que aleccione al pueblo. Además, es bueno hacer reimprimir folletos y libros anarquistas para que sean repartidos por millones. De ese trabajo pueden encargarse amigos de confianza.
No debemos mandar representantes, cerca de los gobiernos extranjeros, porque entonces entraríamos a un mar de compromisos que quitarían a la revolución su carácter especialísimo. Debemos cultivar relaciones internacionales, pero no con los gobiernos, sino con las organizaciones obreras de todo el mundo, ya sean simplemente tradeunionistas, socialistas o anarquista.
No se me ocurre algo más por lo pronto. Librado los saluda cariñosamente. Reciban un fuerte abrazo de su hermano Ricardo que mucho los quiere.
Continúo hablando del mismo hoy, quince de junio, queridos hermanos.
Va a haber burgueses muy ladinos, que la ver lo que pasa a sus compañeros, no cerrarán sus negociaciones y entonces no habrá pretexto inmediato para arrebatarles la propiedad. En ese caso que va a ser tal vez más frecuente, se agitará a los obreros de esas negociaciones para que pidan "imposibles", de manera que los patrones se vean forzados a cerrar. Entonces los obreros tomarán posesión de la negociación.
Sé que de escoger dos caminos en que deba mejor seguirse para las expropiaciones, la Junta puede decretarlas o bien los obreros pueden consumarlas y en este caso, que me parece el mejor, porque disfrazada muy bien el carácter anarquista de la Junta, no debemos más que aprobar hechos consumados. Para seguir está última táctica hay necesidad de hacer una gran agitación entre los obreros , repartirles folletos, libros, meter entre ellos agitadores anarquistas. Todo esto puede hacer muy bien (me refiero a la agitación) y creo que, lo que se haga por los obreros mismos, será más sólido que lo que se haga por decreto de la Junta. La cuestión es traerse, una vez comenzada y formalizada la revolución, un gran número de compañeros de Europa y fomentar en México la publicación de muchos periódicos anarquistas. Como tendremos dinero esto se podrá hacer fácilmente. Sólo los anarquistas van a saber que somos anarquistas, y les aconsejaremos que no nos llamen anarquistas para no atemorizar a tanto imbécil, que en el fondo de la conciencia abrigan ideales como los nuestros, pero que sin saber que son ideales anarquistas, pues están acostumbrados a oír hablar a los anarquistas en términos favorables, Mas bien que imbéciles son ignorantes. No hay que se injusto.
Lo que se haga por los obreros mismos, tendrá que ser más sólido, por ser resultado de un esfuerzo consciente. Así pues, creo que esa será la mejor táctica; incitar a los obreros induciéndolos a que expropien. La Junta ante los hechos consumados tendrá que aprobar. Así seguiremos dando "el timo" de liberalismo en beneficio de nuestros bellos ideales.
Me parece que no tengo más que agregar.
Si Librado o yo tenemos hoy visita extraordinaria, tal vez podamos echar fuera esta carta y mi anterior adjunta.
Hoy es diez y siete de junio y me refiero, querido hermanito, a la tuya de ayer, quedamos enterados de que saldrán el próximo sábado y, hermanito, deseamos que no te ocurra nada desagradable en el viaje. A Paulina o a Rómulo, como lo indicas, ocurriré cuando se trate o llegase aquí algo en secreto, quedando entendido de que conocen la clave.
Ayer hable con el compañero Gaitán, quien va a El Paso con Goliat para entrar a la lucha. La compañera de Gaitán sale mañana para el Paso y convenimos que ella te llevará como equipaje el bulto de manifiestos, la oportunidad es brillante. Si ya enviaste a Ulibarri todos los membretes, quedará listo en asunto. Manda decir desde luego a Gaitán, Ulibarri o Loya, la dirección a que debe ir el bulto de manifiestos para que no haya tropiezo. Toma nota dirección Prisciliano y de la indicación de si es a Paulina a quien debo por conducto del excelente Salvador mandar lo que para ustedes tenga, para que ella le dé curso.
Ustedes con más acierto, podrán resolver sobre lo que propone, la formación de la primera zona de occidente; pero me parece que es muy poca la sierra para constituir una zona. Magnífica la noticia de la unión del escuadrón Zaragoza con Díaz Guerra.
No caben rollitos más gruesos, que los que hacen con papel de fumar wheat straw. En este papel me has de escribir, digo esto porque no me puede dar Salvador la carta que rompiste en cuatro. Tal vez en ella se diga sobre Díaz Quintas. Ya no es tiempo para ir a verlo, sí que no urge.
Yo también opino porque se publique Revolución, el nombre después de todo es lo de monos, pero por un romanticismo muy natural, me gustaría que fuera Regeneración el periódico.
No tengo más que decir querido hermanito, sin oque me quedo desesperado porque también quisiera estar cerca del teatro de los próximos deseados sucesos.
Yo creo ahora si, no podrá sofocar el viejo la revolución y que al fin el pueblo se hará justicia.
Ojalá que la sangre que se derrame, sea fecunda en bienes para el proletariado, y creo que lo será, si nos proponemos, mejor obtener un triunfo fácil allanándonos a la burguesía, obtener verdaderas libertades para el pueblo, emancipándolo económicamente, paso a paso o salto a salto, como se pueda en el curo de la grandiosa revolución, en cuyos umbrales nos hallamos.
Sueño con grandes, efectivas conquistas durante la revolución. No debemos titubear. Es muy posible que nuestra revolución rompa con el equilibrio europeo y se decidan aquellos proletarios a hacer lo que nosotros. Tal vez si llevamos a cabo lo que propongo, se nos echen encima las potencias de Europa, pero esto será el último acto de la farsa gubernamental, porque estoy seguro no nos dejarán parecer, nuestros hermanos del otro lado del mar.
Si logramos tener éxito durante la revolución, esto es, si logramos ir despojando y restituyendo, no importa que se propague por años muestro movimiento.
Debemos esforzarnos porque la mayoría de los jefes y oficiales revolucionarios sean más o menos hombres de nuestro modo de pensar y, al afecto Gaitan, como Palomares, como otros más, Loyola por ejemplo, para que esté la fuerza de nuestra parte, porque hay muchos, muchísimos, que no piensan sino en su engrandecimiento personal. Teniendo el mando los libertarios haremos una gran obra.
Para jefes de zonas donde no hay ahora grupos debemos nombrar libertarios.
Una fenomenal propaganda libertaria se impone, Procuraremos encargar, nos envíen folletos y periódicos anarquistas y reimprimirlos en México, con dinero que se arranque a los burgueses. Todo ese trabajo lo pueden desempeñar amigos de confianza para que la Junta siga conservando aparentemente un papel "libre".
Siguiendo la táctica que a ustedes propongo en la adjunta carta, no volveremos a tener la oportunidad mejor para trabajar por el ideal, como en medio de la revolución.
Ya me despido.
Envió un fuerte abrazo a todos, y para ti, hermanito, mi grande fraternal cariño. Librado también los saluda a todos.
Ricardo Flores Magón.
1º. De octubre de 1910
"Millones de seres humanos dirigen en estos momentos al cielo su triste mirada, con la esperanza de encontrar más allá de las estrellas que alcanzan a ver, ese algo que es el todo porque constituye el fin, forma el objeto del doloroso esfuerzo, del penoso batallar de la especial del hombre, desde que sus pasos vacilantes la pusieron un palmo delante de las especies irracionales ese algo es la felicidad".
¡La felicidad! "La felicidad no es de este mundo", dicen las religiones. "La felicidad está en el cielo, está más allá de la tumba". Y el rebaño humano lenta a la vista, e ignorante de la ciencia del cielo, piensa que éste está muy lejos, cuando sus pies se apoyan precisamente en ese astro, que con sus hermanos constituye la gloria y la grandeza del Firmamento.
La tierra, forma parte del cielo: la humanidad, por lo mismo, está en el cielo. No hay que levantar la vista, con la esperanza de encontrar la felicidad, detrás de esos astros que embellecen nuestras noches: la felicidad está aquí, en el astro Tierra, y no se conquista con rezos, no se consigue con oraciones, ni ruegos ni humillaciones, ni llantos: hay que disputar de pie y por la fuerza, porque los dioses de la tierra, no son como los de las religiones: blandos a la oración y al ruego, los dioses de la tierra tienen soldados, tienen polizontes, tienen jueces, tienen verdugos, tienen presidios, tienen horcas, tienen leyes, todo lo cual constituye lo que se llaman instituciones, montañas escarpadas que impiden a ka humanidad alargar el brazo y apoderarse de la tierra, hacerla suya, someterla a su servicio, con lo que se haría de la felicidad, el patrimonio de todos y no el privilegio exclusivo de los pocos que hoy la detentan.
La Tierra es de todos. Cuando hace millones de millones de años, no se prendía aún la tierra del grupo caótico que andando el tiempo había de dorar el Firmamento de nuevos soles, y después por el sucesivo enfriamiento de ellos, de planetas más o menos bien acondicionados para la vida orgánica, este planeta no tenia dueño. Tampoco tenía dueño la Tierra, cuando la humanidad hacia de cada viejo tronco del bosque o de cada caverna de la montaña, una vivienda y un refugio contra la intemperie y contra las fieras. Tampoco tenia dueño la Tierra, cuando más adelantada la humanidad en la dolorosa vida de su progreso, llegó al periodo pastoril: donde había pastos allí de estacionaban las tribus que poseían en común los ganados. El primer dueño apareció con el primer hombre que tuvo esclavos para labrar los campos, y para hacerse dueño de esos esclavos y de esos campos necesitó hacer uso de las armas y llevar la guerra a una tribu enemiga. Fue pues, la violencia el origen de la propiedad territorial, y por la violencia se ha sostenido desde entonces hasta nuestros días.
Las invasiones, las guerras de conquista, las revoluciones políticas, las guerras de dominar mercados, los despojos llevados, a cabo por los gobernantes y sus protegidos son los títulos de la propiedad territorial, títulos sellados con la sangre y con la esclavitud de la humanidad; y este monstruoso origen de un derecho absurdo, porque se basa en el crimen, no es un obstáculo para que la ley llame sagrado a ese derecho, como que son los detentadores mismos de la Tierra, lo que han escrito la ley.
La propiedad privada territorial se basa en el crimen, y por lo mismo, es una institución inmoral. Esta institución es la fuente de todos los males que afligen al ser humano. El vicio, el crimen, la prostitución, el despotismo, de ella nacen. Para protegerla se hacen necesarios el ejército, la judicatura, el parlamento, la policía, el presidio, el cadalso, la iglesia, el gobierno y un enjambre de empleados y de zánganos, siendo todos ellos mantenidos precisamente por los vinieron a la vida cuando la Tierra estaba ya repartida, entre unos cuantos bandidos que se apropiaron por la fuerza o entre los descendientes de esos bandidos, que han venido poseyéndola por el llamado derecho de herencia.
La tierra es el elemento principal del cual se extrae o se hace producir todo lo que es necesario para la vida. De ella se extraen: metales útiles, carbón, piedra, arena, cal, sales. Cultivándola, produce toda clase de frutos alimenticios y de lujo. Sus praderas proporcionan alimento al ganado, mientras sus bosques brindan su madera y las fuentes sus linfas generadoras de vida y de belleza. Y todo esto pertenece a unos cuantos, hace felices a unos cuantos, da poder a unos cuantos, cuando la Naturaleza lo hizo para todos.
De esta tremenda injusticia, nacen todos los males que afligen a la especie humana. Al producir la miseria. La miseria empuja al crimen, la miseria bestializa al rostro, el cuerpo y la inteligencia. Degradadas y, lo que es peor, sin conciencia de su vergüenza, pasan generaciones en medio de la abundancia y de la riqueza sin probar la felicidad acaparada por unos pocos.
Al permanecer la tierra a unos cuantos, los que no la poseen, tienen que alquilarse a los que la poseen, para siquiera tener en pie la piel y la osamenta.
¡La humillación del salario o el hambre: este es el dilema!
Este es el dilema con que la propiedad privada territorial recibe a cada nuevo ser que viene a la vida; dilema de hierro que empuja a la humanidad a ponerse ella misma las cadenas de la esclavitud , si no quiere permanecer de hambre o entregarse al crimen o la prostitución.
Preguntad ahora por qué el gobierno, por qué roba o mata el hombre, por qué se prostituye la mujer. Detrás de las rejas esos pudrideros de carne y de espíritu que se llaman presidios, miles de infortunados pagan con la tortura de su cuerpo y la angustia de su espíritu, las consecuencias de ese crimen, elevado por la ley a la categoría que de derecho sagrado: la propiedad territorial. En el envilecimiento de la casa pública, miles de jóvenes prostituyen su cuerpo y estropean su dignidad, sufriendo igualmente las consecuencias de la propiedad privada territorial. En los asilos, en los hospicios, en las casa de expósitos, en los hospitales, en todos los sombríos lugares donde se refugian la miseria, el desamparo y el dolor humano, sufren las consecuencias de la propiedad privada territorial hombres y mujeres, ancianos y niños. Presidarios, mendigos, prostitutas y huérfanos y enfermos levantan los ojos al cielo con la esperanza de encontrar más allá de las estrellas que alcanzan a ver, la felicidad que aquí les roban los dueños de la Tierra.
Y el rebaño humano inconsciente… de su derecho a la vida, torna a encontrar la espalda trabajando para otros la tierra con que la naturaleza los obsequió, perpetuando con su sumisión el imperio de la injusticia.
Pero de la masa esclava y enlodada surgen los rebeldes; de un mar de espaldas emergen la cabeza de los primeros revolucionarios. El rebaño tiembla presintiendo el castigo; la tiranía tiembla presintiendo el ataque y rompiendo el silencio, un grito que parece un trueno, rueda sobre las espaldas y llega hasta los tronos: ¡Tierra!.
"¡Tierra!" gritaron los Gracos: "¡Tierra!" gritaron los anabptistas de Munzer; "¡Tierra!" grito Babeuf; "¡Tierra!" grito Bakunin; "¡Tierra!" grito Ferrer; "¡Tierra!" grita la revolución mexicana.
Y este grito, ahogado cien veces en la sangre en el curso de las edades; este grito corresponde a una idea guardada con cariño a través de los tiempos de todos los rebeldes del planeta; este grito sagrado transportará al cielo con que sueñan los místicos, a este valle de lágrimas cuando el ganado humano deje de lanzar su triste mirada al infinito y fije aquí, en este astro que se avergüenza de arrastrar la lepra de la miseria humana entre el esplendor y la grandeza de sus hermanos del cielo.
Taciturnos esclavos de la gleba, resignados peones del campo, dejad el arado. Los clarines de Acayucan y Jiménez, de Palomas y las Vacas de Biseca y Valladolid, os convocan a la guerra para que toméis posesión de estas tierras, a las que dais vuestro sudor, pero os niega sus frutos, porque habéis consentido con vuestra sumisión, que manos ociosas se apoderen de lo que os pertenece, de lo que pertenece a la humanidad entera, de lo que no puede permanecer a unos cuantos hombres, sino a todos los que hombres y a todas las mujeres que, por el sólo hecho de vivir, tienen derecho a aprovechar en común, por medio del trabajo, toda la riqueza que la tierra es capaz de producir.
¡Esclavos, empuñad el Winchester, trabajad la tierra¡ cuando hayáis tomado posesión de ella. Trabajad en estos momentos la tierra, es remacharse la condena porque se produce más riqueza los amos y la riqueza es poder, la riquezas es fuerza, fuerzas física y fuerza moral, y los fuertes os tendrán siempre sujetos. Sed fuertes vosotros. Sed fuertes todos y ricos haciéndoos dueño de la Tierra; pero para esto necesitáis el fusil; compradlo, pedid prestado en último casi, y lanzaos a la lucha gritando con todas vuestras fuerzas:
¡Tierra y Libertad¡
(de Regeneración)
22 de Octubre de 1910
Al leer la Constitución de los pueblos cultos de la Tierra, el filósofo no puede menos que sonreír. El ciudadano según ellas, es casi un ser todopoderoso, libre, soberano amo y señor de presidentes y de reyes, de ministros y de generales, de jueces, magistrados, dispuestos, senadores, alcaldes y enjambre de grandes y pequeños funcionarios. Y el ciudadano, con un candor que la experiencia no ha podido destruir, se cree libre… porque la ley lo dice.
"Dentro del territorio nacional todos nacemos libres", dice nuestra constitución ¡Libres! Y con los ojos de la imaginación, vemos al peón encorvado sobre el surco: dejo el lecho antes de que saliera el sol; volverá a él mucho después de que haya cerrado la noche. ¡Libres! Y en la fábrica, negra, nauseabunda estruendosa, se agita una multitud de seres sudorosos, envejecidos en plena edad viril: ¡Libres! Y donde quiera vemos al los hombres y mujeres, ancianos y niños trabajar sin descanso para poder llevar a la boca un pedazo de pan, nada más lo suficiente, lo estrictamente necesario para que el trabajador pueda reanudar sus labores. ¿Sucedía acaso todo lo contrario cuando por la ley estaba instituida la esclavitud? ¿Trabaja siquiera menos el hombre hoy, que es "ciudadano libre", que cuando era esclavo?
El esclavo es más feliz, que lo es hoy el trabajador libre; como había costado dinero al amo, éste cuidaba al esclavo; lo hacía trabajar con moderación, lo alimentaba bien, lo abrigaba cuando hacía frío, y si se enfermaba, lo confiaba a los ciudadanos de algún médico. Hoy los patrones no se cuidan de la suerte de sus trabajadores. No costándoles dinero la adquisición de estos, los hace desempeñar tareas agotantes que en pocos años acaban con su salud no importándoles que las familias de los trabajadores, carezcan de comodidades y de alimentación porque estas no les pertenecen.
El trabajador que hoy es esclavo, como lo fue el de ayer, con la única diferencia de que tiene la libertad de cambiar de amo, pero esa libertad, la paga bien caro desde que no goza de las comodidades, de las atenciones de los ciudadanos de que era objeto el esclavo de antaño y su familia. Pero si hay que dolerse de la situación del trabajador, no hay, por eso, que suspirar por los tiempos en que la esclavitud era legal. Debemos buscar los medios más apropiados para destruir el régimen actual, ya que la experiencia nos demuestra que si el trabajador de hoy, que lleva pomposamente el nombre de "ciudadano", es un verdadero esclavo sobre el cual no sólo pesa la autoridad del amo, sino que, además, tiene que soportar sobre las débiles espaldas, todas las cargas sociales y políticas de cuyo peso la ley ha librado mañosamente a las clases ricas e ilustradas para hacerlas caer, con toda su abrumadora pesadumbre, sobre el proletariado exclusivamente.
La esclavitud y el asalariado, que son la misma cosa, son la única diferencia de nombre, se funda en l oque se llama derecho de capital. Se supone, por la ley, que el capital es de la propiedad del que lo posee, quien, por el llamado derecho de sucesión tiene el derecho de apropiarse de todo lo que se produzca con ese capital. Pero ¿tiene alguien derecho de declararse dueño del capital?
El capital, según la Economía Política, es trabajo acumulado. La maquinaria, los edificios, los buques. Las vías férreas, son trabajo acumulado, esto es, obra de trabajadores, intelectuales y manuales de todas las épocas hasta nuestros días y por lo mismo, no se ve la razón por la que ese capital deba pertenecer a unos cuantos individuos. El capital, en efecto, es el trabajo de generaciones laboriosas que pusieron su ciencia, su arte o simplemente, su trabajo manual para formarlo. La maquinaria moderna no es más que el perfeccionamiento llevado a cabo por generaciones de inventores de obreros, de artistas, cada uno de los cuales puso su parte de trabajo para producir los complicados mecanismos que hoy admiramos, y que debieron pertenecer a todos, porque son el resultado de una obra colectiva, pertenecen, sin embargo porque así lo dispone la ley- la ley lucha por los ricos- a unos cuantos individuos.
Si el capital es obra de las generaciones laboriosas de la especie humana, como es indudable, no puede pertenecen a un reducido número de individuos, sino que a todos los que estén dispuestos a seguir los pasos de las generaciones anteriores, que se esforzaron en aumentarlo y mejorarlo con su trabajo personal. Esto es lo que la justicia y la lógica aconsejan; pero la ley, para la cual son estorbos molestos, la lógica, ordena lo contrario; es por eso, por lo que el proletario tiene que ponerse a las órdenes de un amo para poder vivir, permitiendo que el producto de su trabajo pase casi integro a los bolsillos de los detentadores de la riqueza social.
Por eso el filósofo al leer la Constitución de los pueblos cultos, inclusive la nuestra, no puede menos que sonreír…
La palabra "ciudadano" es un sarcasmo, la palabra "libertad" es una ironía, y los tan llevados y traídos derechos del hombre amparan todo, menos lo que es esencial, el primordial derecho, sin el cual la especie humana queda a merced de todas las injusticias y e pasto de la miseria, de la prostitución y del crimen: el Derecho a Vivir.
Todos los derechos están garantizados, menos el de vivir.
El derecho de la vida es la base de todos los derechos y consiste:
En la facultad que tiene, todo ser humano, de aprovechar ampliamente, por el sólo hecho de venir a la vida, todo lo que existe, sin más obligación que la de permitir a los demás seres humanos que hagan lo mismo dedicándose todos a la conservación y fomento de la riqueza social.
Veis, proletarios, que tenéis derecho a algo más que la limosna que os dan por vuestro trabajo a percibir integro el producto de vuestro trabajo, porque el capital es de todos los hombres y mujeres, ancianos y niños. El salario, por lo tanto, es un ultraje: es la cadena de los libres, la cadena que es preciso quebrantar para la palabra "ciudadano"! deje de ser un ultraje por aplicársela a verdaderos esclavos. Si eso se hace se habrá obtenido la libertad económica.
La tarea, sin embargo, no es fácil. No sólo se oponen a la realización de ese hermoso ideal sus sostenedores, el fraile, el soldado, el polizonte, el juez y toda la máquina gubernamental, sino que, al lado de todo el sistema opresivo, será está la pasividad de las multitudes, la inacción de las masas acostumbradas a la servidumbre y al ultraje hasta el grado de considerar absolutamente natural y muy en orden que el pobre sea la bestia de carga del rico y que el gobierno sea el padrastro feroz, facultado por la divinidad para castigar a los pueblos.
Es necesario que la masa piense de otro modo, que comprenda sus derechos, para que esté dispuesta a reivindicarlos, siendo el principal de los derechos el Derecho de la vida.
Ardua tarea de educación requiere eso, y no basta con ir a las escuelas oficiales para obtener la educación. Las escuelas oficiales educan al pueblo en el sentido de hacer de cada hombre un sostenedor del sistema actual.
Si en la escuela oficial se aprendiera, a desconocer el derecho que tienen los capitalistas a apropiarse el producto del trabajo de los proletariados, lo Estados Unidos por ejemplo, habrían dado un paso en la vida de la libertad económica, pues casi todos los estadounidenses saben leer y escribir. Pero en las escuelas se enseña todo lo contrario, se enseña al niño a admirar la destreza con que algunos hombres saben sacar provecho del sudor y la fatiga de sus semejantes, para convertirse en reyes de acero, del petróleo y de otras cosas, En la escuela se enseña al niño que el ahorro y la laboriosidad son el origen de las grandes fortunas de esos Cresos modernos que dejan boquiabiertos a los imbéciles, cuando la experiencia demuestra que sólo las malas artes, la violencia y el crimen, pueden acumular la riqueza en las manos de los hombre.
El pueblo pues necesita, educación, pero distinta a la educación oficial, cuyos programas han sido sugeridos o dictados por los interesados a perpetuar la esclavitud de los pobres en beneficio de los audaces y de los malvados.
La educación de las masas, para que sea verdaderamente provechosa y vaya de acuerdo con la conquista que ha logrado hacer el pensamiento humana, es preciso que esté a cargo de los trabajadores, esto es, que ellos la costeen y sugieran los programas educacionales.
De este modo se conseguirá que la juventud proletaria entre de lleno a la vida, bien armada de las ideas modernas que darán a la humanidad el suspirado bien de la justicia social.
Al lado de la educación proletaria, debe estar la unión de los trabajadores y así, con la unión solidaria de los explotados y su educación, se logrará romper para siempre la cadena maldita, que nos hace esclavos a los pobres y amos naturales a los ricos: el salario. Y se encargará la human9dad al disfrute libre e inteligente de todo cuanto han podido acumular las generaciones anteriores y está actualmente en poder de un reducido número de modernos negreros.
Pero par que el proletariado mexicano pueda unirse y educarse, necesita antes que cualquier cosa, algún bienestar material, las largas horas de trabajo, la insuficiente alimentación, las pésimas condiciones de los lugares de trabajo y la habitación, hacen que el trabajador mexicano no pueda progresar. Cansado por la labor prolongada, apenas si le queda tiempo para descansar por medio del sueño para reanudar su tarea de presidiario. Por lo mismo, no le queda tiempo para descansar con sus compañeros, y de discutir y pensar juntos sobre los problemas comunes al proletariado, ni tienen humor para abrir un libro o leer un periódico obrero. El obrero así , está absolutamente a merced de ka voracidad del capitalismo. Necesario es, por lo mismo, que se reduzcan las horas de trabajo y se aumenten los salarios, al mismo tiempo que se entregue la tierra a todos los pobres, para de ese modo, crear un ambiente de bienestar propicio a la educación y a la unión de la clase trabajadora.
Pero para esto, hay que ejercita la violencia. Enfrente del interés de los desheredados está el interés de los ricos y el interés de los bandidos que están en el poder. Los poseedores de la riqueza no va a permitir por voluntad, que el pueblo tenga algún respiro y cobre aliento para entrar a la gran lucha todo lo que se opone a la emancipación humana. No nos queda otro recurso a los desheredados, que recurrir a al fuerza de las armas para formar un esfuerzo, un medio mejor en el cual podamos educarnos y unirnos firmemente para las grandes conquistas del porvenir.
Educación y solidaridad, teniendo como base el alivio de las condiciones existentes, será el fruto inmediato de la próxima revolución. Un paso más después de eso, y habremos llegado a los umbrales del ideal.
Bienvenida sea la revolución: bienvenida des esa señal de vida. De vigor de un pueblo que está al borde del sepulcro.
(de regeneración)
12 de Noviembre de 1910
Deseamos que nuestros compañeros, los desheredados, entiendan bien lo que es la libertad política y los beneficios que puede reportar a los pueblos. Nosotros tenemos la convicción de que la libertad política por si sola es impotente para hacer la felicidad de los pueblos, y es por eso por lo que trabajamos con empeño por hacer entender al pueblo que su verdadero interés es el de trabajar con la libertad económica, que es la base de todas las libertades, el cimiento sólido sobre el cual puede construirse el grandioso edificio de la emancipación humana.
La libertad política da al hombre el derecho de pensar, el derecho de emitir su pensamiento, el derecho de reunirse, el derecho de ejercer el oficio, profesión o industria que le acomode, el derecho de transitar libremente por el territorio nacional, y entre otros muchos derechos y prerrogativas tiene el derecho de votar y ser votado para los cargos públicos de elección popular. En cambio de estas libertades viene las obligaciones, siendo las principales: el pago de las contribuciones para los gastos públicos, el servicio gratuito a las autoridades cuando éstas necesitan auxilio de los ciudadanos, la obligación de servir como soldados.
Ya hemos explicado otras veces, que la inferioridad social del proletariado y del pobre en general, hace completamente ilusoria la libertad política, esto es, no puede gozar de ella.
La ignorancia y la miseria inhabilitan al hombre para pensar y emitir sus pensamientos, y aun cuando lograse pensar y emitir sus pensamientos, serían éstos de una inferioridad intelectual marcada, que su influencia seria nula por la imposibilitad de hacerlos preponderar sobre la brillante argumentación de los hombres instruidos intelectualmente, pues el proletariado está subordinado a la inteligencia de los hombres cultos, que por el hecho mismo de su cultura gozan de comodidades y tienen, por lo tanto, ideales que corresponden a la vida fácil de la clase alta de la sociedad, cuyo interés es conservar esas facilidades de existencia, que no se fundan en un principio de igualdad y de justicia sociales, sino en la desigualdad misma, en el hecho de la diferencia de facilidades de existencia entre las clases altas y bajas de la sociedad.
Se ve, por esto, que la libre emisión del pensamiento aprovecha exclusivamente a las clases altas, el derecho de la reunión es igualmente ilusorio para el proletariado, en virtud de su inferioridad intelectual que lo subordina, naturalmente, ideológicamente, a las clases altas, que si se trata de reuniones políticas, se sirve de la masa como fuerza numérica para decidir una contienda electoral, o para hacer variar de política a un gobierno o simplemente de tablado sobre el cual exhibirse y brillar mejor.
Ilusorio es igualmente, el derecho de ejercer el oficio, profesión o industria que se quiera, La ignorancia y la miseria inhabilitan al hombre para entregarse libremente al ejercicio de una profesión. Derechos que solamente pueden ser disfrutados por las clases altas que tienen dinero para sostener los estudios de sus hijos.
Igualmente se necesitan bienes de fortuna para establecer una industria. Al proletariado no le queda otro derecho que el de ejercer un oficio y aun para escoger un oficio, se necesita gozar de alguna independencia económica y poseer cierta instrucción, circunstancias que no concurren en la generalidad de los pobres.
Lo que se ha dicho a cerca de los derechos políticos aquí numerados, se puede decir, que ligeras variaciones de los demás. Para gozar de los derechos políticos, se necesita la independencia económica y la instrucción, y todo hombre que se dedique sinceramente a trabajar por el bienestar del pueblo, debe luchar, con todas sus fuerzas, por un cambio de las condiciones políticas existentes, en otras que garanticen la independencia económica, base de la educación y de la libertad, o que garantice, al menos una independencia relativa, gracias a la cual pueda el proletariado unirse, educarse y emanciparse al fin.
El derecho del voto es también ilusorio, por la misma razón que se hacen ilusorios los demás derechos cuyo conjunto es lo que se llama libertad política. La ignorancia y la miseria ponen a los pobres e una situación de inferioridad que los subordina, natural y lógicamente, a la actividad política de las clases altas de la sociedad. Por razones de la educación, de instrucción y de posición social, las clases altas asumen el papel de directores de las contiendas electorales. Los individuos de las clases altas, en virtud de su independencia económica disponen de más tiempo que los proletarios, para dedicarse a otras cosas distintas de las ocupaciones ordinarias de la vida y todavía más, muchos de los individuos de las clases directoras hacen de la política la ocupación de su vida.
Todo esto contribuye a que el proletariado que, en virtud de verse forzado a trabajar día con día, para poder vivir, no puede tomar a su cargo la dirección de las campañas políticas, tenga que subordinarse a los trabajos de las clases, conformándose los trabajadores con hacer el papel de votantes en las farsas electorales. La discusión de los candidatos, la confección de los programas de gobierno, el plan de la campaña electoral, la propaganda y todo lo que requiere actividad y discernimiento, quedan absolutamente a cargo de los directores del movimiento electoral, pues aun en el caso en el que se formaran clubes especiales, de trabajadores para los trabajos electorales, lo que en ellos se hiciera, no seria sino el reflejo de lo que se hace en los clubes electorales del as clases directoras, de las cuales son meros espejos. De todo lo cual resulta que los pobres, no tienen derecho que el de firmar las boletas electorales y de llevarlas a las casillas, pero sin conocerse, a punto fijo,, las cualidades de las personas que tiene elegir, a quienes sólo conocen por lo que de ellas dicen los propagandistas de las clases directoras.
El derecho de votar se reduce, en tales condiciones, a la tarea de firmas una boleta y de llevarla a la casilla, y con ello los trabajadores- y los pobres en general- nada ganan, como no sea el de cambiar de amo, amo que no va a trabajar en beneficio de los intereses de los pobres, sino en beneficio de las clases altas de la sociedad, pues éstas fueron las que en verdad hicieron la elección.
He aquí como la libertad política, por si sola, no tiene el poder de hacer feliz a ningún pueblo, Lo que urgentemente necesitan no sólo México, sino todos los pueblos cultos de la tierra, es la libertad económica, que es un bien que no se conquista con campañas electorales, sino con la toma e posesión de bienes materiales, tales como la tierra y la dignificación y ennoblecimiento de la clase trabajadora por medio de mejores salarios y menor número de horas de trabajo, cosas que, como lo hemos repetido mucho, darán al proletariado la oportunidad de unirse, de estudiar los problemas, de educarse y emanciparse finalmente.
Por lo expuesto se ve que, en realidad el pueblo no ejercita, no puede ejercitar los derechos políticos, pero eso no lo descarga de las obligaciones que le imponen la ley. No tiene derecho a otra cosa que a morirse de hambre, pero, está obligado a pagar las contribuciones para que vivan con holgura precisamente los que lo dominan.
El brillante ejército, los polizontes de todas clases, los funcionarios políticos, judiciales, municipales y administrativos, desde los más altos hasta los más humildes; los miembros de la Cámaras legislativas federales y de los estados y una caterva de empleados altos y bajos, tienen que ser pagados con las contribuciones de todas clases, aduanales, de Timbre, directivas y municipales que pesan exclusivamente sobre los hombros del pobre, porque si bien es cierto que son los ricos los que las pagan, por los negocios entre manos , sacan lo que han pagado al gobierno encareciendo las rentas de las casas, de las tierras, de los combustibles, de las mercancías en general, siendo por lo tanto, los pobres, los únicos que tienen que pagar los gastos del gobierno, entre los que hay que agregar las subvenciones a la prensa gobiernista, las gratificaciones que acostumbra dar a los más vitales y más bajos se los aduladores y las cantidades que los hombres que gobiernan sacan de las cajas de las oficinas para aumentar su riqueza.
Pero esta no es la única obligación de los pobres. Entre otras está el servicio gratuito de deber prestar, ya por medio de las rondas por cuidar intereses de los ricos, ya componiendo las carreteras para que deslicen mejor los automóviles de los ricos también y por ser tenor de todos los demás servicios hechos gratuitamente por lo de abajo en beneficio de los de arriba y como digno remate de la burla con que se paga la candidez de los pueblos, el proletariado debe dar sus mejores hijos al cuartel y sus más bellas hijas al lupanar, para que sus hijos asesinen cuando se declaren en huelga o reclamen sus derechos y sus hijas sean muchachas para los señoritos y los viejos también de la santa burguesía.
Obligaciones, cargas, afrentas, miseria, prostitución, crimen, ignorancia, desunión. Ese es el sombrío cortejo de males que sobre el pueblo arroja la libertad política cuando se le considera como panacea que ha de curar todas las dolencias de la humanidad. La libertad, así, es un edificio sin bases sólidas e incapaz de tenerse en pie.
Lo que el pueblo necesita para gozar de libertades es su emancipación económica, base inconmovible de la verdadera libertad.
(de Regeneración)
19 de noviembre de 1910
Como se puede ver la fecha, este artículo
Fue escrito 24 horas antes de que estallara…
Esta por caer el fruto de bien maduro de la revuelta intestina; el fruto amargo para todos los engreídos con una situación que produce honores, riquezas, distinciones a los que fundan sus goces en el dolor y en la esclavitud de la humanidad; pero frutos dulces y amables para todos los que de algún motivo han sentido sobre su dignidad las pezuñas de las bestias que en una noche de treinta y cuatro años han robado, han traicionado ocultando crímenes bajo el manto de la ley; esquivando el castigo tras la investidura oficial.
¿Quién teme a la Revolución? Los mismo que la han provocado; los que son su opresión o su explotación sobre las masas populares, han hecho que la desesperación se apodere de las víctimas de sus infamias; los que con la injusticia y la rapiña han sublevado las conciencias y han hecho palidecer la indignación a los hombres honrados de la Tierra.
La Revolución va a estallar de un momento a otro. Los que por tantos años hemos estado atentos a todos los incidentes de la vida social y política del pueblo mexicano, no podemos engañarnos. Los síntomas de formidable cataclismo no dejan lugar dudas de lo que está por surgir y algo por derrumbarse, de que algo está por levantarse y algo por caer.
Por fin, después de treinta y cuatro años de vergüenza, va a levantar al cabeza el pueblo mexicano y por fin, después de esa larga noche, va a queda convertido en ruinas el negro edificio cuya pesadumbre nos ahogaba.
Es oportuno ahora volver a decir lo que tanto hemos dicho; hay que hacer que este movimiento, causado por la desesperación, no sea el movimiento ciego del que hace un esfuerzo para liberarse del peso de un enorme fardo, movimiento en que el instinto domina casi por completo a la razón. Debemos procurar los libertarios, que este movimiento tome la orientación que señala la ciencia. De no hacerlo así, la Revolución que se levanta, no serviría más que para subsistir un Presidente por otro Presidente, o lo que es lo mismo un amo por otro amo. Debemos tener presente que lo que se necesita, es que el pueblo tenga pan, tenga albergue, tenga tierra que cultivar, debemos tener presente que ningún gobierno, por honrado que sea, puede decretar la abolición de la miseria. Es el pueblo mismo, son los hambrientos, los desheredados, los que tienen que abolir la miseria, tomando en primer lugar, posesión de las tierras que, por derecho natural, no puede acaparada por unos cuantos, sino que es propiedad de todo ser humano.
No es posible predecir hasta dónde podrá llegar la obra reivindicadora de la próxima Revolución, pero si llevamos los luchadores de buena fe, el propósito de avanzar los más posible por ese camino, si al empuñar el weichester vamos decididos, no al encumbramiento de otros amos, sino a la reivindicación de los derechos del proletariado; si llevamos el campo de la lucha armada, el empeño de conquistar la libertad económica, que es la base de todas las libertades, que es la condición sin la cual ni hay libertad ninguna; si llevamos ese propósito, encauzaremos el próximo movimiento popular por un camino digno de esta época, pero si por afán de triunfar fácilmente; si por querer abreviar la contienda, quitamos de nuestra tendencia el radicalismo que las hace incompatibles con la tendencia de los partidos netamente burgueses y conservadores, entonces habremos hecho obra de bandidos y asesinos, porque la sangre derramada no servirá más que para dar mayor fuerza a la burguesía, esto es, a la casta poseedora de la riqueza, que después del triunfo pondrá nuevamente la cadena al proletariado con cuya sangre, con cuyo sacrificio, con cuyo martirio gano el poder.
Preciso es, pues, proletariados; preciso es pues, desheredados,
que no os confundáis.
Los partidos conservadores y burgueses os hablan de libertad, de justicia, de ley, de gobierno honrado y os dice que cambiando el pueblo los hombres que están en el poder por otros, tendréis libertad, tendréis justicia, tendréis ley, tendréis gobierno honrado.
No os dejéis embaucar. Lo que necesitáis es que se os asegure el bienestar de vuestra familia y el pan para cada día, el bienestar de la familia no podrá dárnoslo ningún gobierno. Sois vosotros los que tenéis que conquistar esas ventajas tomando desde luego posesión de latiera, que es la fuente primordial de la riqueza y la tierra no os la podrá dar ningún gobierno.
"¡Entendedlo bien!"… porque la ley defiende los "derechos" de los detentadores de la riqueza; tenéis que tomarla vosotros a despecho de la ley, a despecho del gobierno, a despecho del pretendido derecho de propiedad; tendréis que tomarla vosotros en nombre del derecho que tiene todo ser humano a vivir y a desarrollar su cuerpo y su inteligencia.
Cuando vosotros estéis en posesión de la tierra, tendréis libertad tendréis justicia, porque la libertad y la justicia no se decretan; son el resultado de la independencia económica, esto es, de la facultad que tiene el individuo de vivir sin depender de un amo, esto es aprovecharse para si y para los suyos del producto integro de su trabajo.
Así pues, tomad la tierra. La ley dice que no la toméis, que es propiedad particular, pero la ley de tal cosa dice, fue escrita por lo que os tienen en la esclavitud y tan sólo responde a una necesidad general, que necesita el apoyo de la fuerza. Si la ley fuera el resultado del consentimiento de todos, no necesitaría el apoyo del polizonte. Del carcelero, del juez, del verdugo, del soldado y del funcionario.
La ley os fue impuesta y contra las imposiciones arbitrarias, apoyadas por la fuerza, debemos los hombres dignos responder con nuestra rebeldía.
Ahora: ¡A luchar! La Revolución incontenible avasalladora, no tarda en llegar. Si queréis ser libres de veras, agrupaos bajo la bandera libertaria del Partido Liberal; pero si queréis solamente daros el extraño placer de derramar sangre y derramar la vuestra "jugando a los soldados" agrupaos bajo otras banderas, las antirreleccionistas por ejemplo, que después de que "juguéis a los soldados" os pondrá nuevamente el yugo patronal y el yugo gubernamental; pero eso si, os habréis dado el gusto de cambiar el viejo presidente, ya que os chocaba, por otro infame, acabadito de nacer.
Compañeros la cuestión es grave. Comprendo que estáis dispuestos a luchar, pero luchad con fruto para la clase pobre. Todas las revoluciones han aprovechado hasta hoy a las clases encumbradas, porque no habéis tenido idea clara de vuestros derechos y de vuestros intereses, que como los sabéis, son completamente opuestos a los derechos y a los intereses de las clases intelectuales y ricas. El interés de los ricos es que los pobres sean pobres eternamente, porque la pobreza de las masas es la garantía de la riqueza. Si no hay hombres que tengan necesidad de trabajar para otro hombre, los ricos se verán obligados a hacer alguna cosa útil, a producir algo de utilidad general para poder vivir, ya no tendrían entonces esclavos a quines explotar. No es posible predecir, repito, lasto donde pueden llegar la reivindicaciones populares, en la Revolución que se avecina, pero hay que procurar lo más que se pueda. Ya sería un gran paso hacer que la tierra fuera propiedad de todos y si no hubiera fuerza suficiente o suficiente conciencia entre los revolucionarios para obtener más ventajas que esa, ella seria, la base de reivindicaciones próximas, que por la sola fuerza de las circunstancias conquistaría el proletariado.
¡Adelante compañeros! Ponto escucharéis los primeros disparos, pronto lanzarán el grito de rebeldía los oprimidos. Que no haya uno solo que deje se secundar el movimiento, lanzando con toda su fuerza de la convicción este grito supremo:
¡Tierra y Libertad"
26 de enero de 1911
No , compañeros, no hay que dejar, para cuando caiga el tirano, la implantación de los salvadores principios del Partido Liberal. Algunos revolucionarios creen que basta con derribar a Díaz para que caiga sobre el pueblo una lluvia de bendiciones. Otros piensan que es indiferente luchar bajo la bandera de cualquiera de los partidos revolucionarios, pues dicen que lo primero es derribar al tirano, y que, una vez conseguido esto y hecha la paz, los dos partidos revolucionarios –el Liberal y el Antirreelecionista convocarían al pueblo a elecciones, se reuniría un Congreso que estudiase el programa del Partido Liberal y se tendría ya listo un flamante presidente, que ejecutase la voluntad del no menos flamante Congreso.
Abramos bien los ojos, compañeros desheredados. No confiemos a ningún gobierno la solución de nuestros problemas. Los gobiernos son los representantes del capital y por lo mismo, tienen que oprimir al proletariado. De una vez por todas, sabedlo: ningún Congreso aprobará el programa del Partido Liberal, porque no seréis, vosotros los desheredados, los que vayáis a sentaros a los bancos del Congreso, sino vuestros amos y vuestros amos tendrán el buen cuidado de no dejaros resollar. Vuestros amos rechazarán indignados el programa liberal del 1º. De julio de 1906, porque en él se habla de quitarles sus tierras y las aspiraciones de los proletariados quedarán burladas.
A los bancos del Congreso no van lo proletariados,
sino los burgueses.
Pero aun suponiendo que por un verdadero milagro todos los bancos del Congreso estuvieran ocupados por proletarios y que, por esa razón, se aprobase el Programa del Partido Liberal Mexicano, y se decretase la expropiación de la tierra, para entregarla al pueblo; aun suponiendo que al frente de los destinos del país, se encontrase un Ángel bajado del cielo, para hacer cumplir la voluntad del congreso, ¿creéis que los señores hacendados obedecerían la ley y se dejarían quitar las tierras? Suponer eso, creer que los ricos se someterían a la humillación de quedar en la misma posición social que los trabajadores, es una verdadera niñería. No: los señores hacendados se levantarían en armas si algún Congreso tuviera la audacia de decretar la entrega de la tierra al pueblo, y entonces el país se vería envuelto en llamas del nuevo, en las llamas de una revolución, en la que tal vez naufragasen las sanas aspiraciones de los trabajadores inteligentes.
¿Qué necesidad hay en aplazar la expropiación de la tierra cuando se establezca el nuevo gobierno? En la presente insurrección, cuando el movimiento esté en toda su fuerza y el Partido Liberal haya logrado la preponderancia necesaria, esto es, cuando la fuerza del partido, pueda garantizar el éxito de la expropiación, es cuando debe hacerse efectiva la toma de posesión de la tierra por el pueblo y entonces ya no podrán ser burladas las aspiraciones de los desheredados.
Compañeros: Benito Juárez fue instado, durante la revolución de Reforma, a que no quitase al clero sus bienes hasta que se hiciera la paz. Pero Benito Juárez vio bastante lejos, y comprendió que si se expropiase al clero sus bienes cuando se hiciera la paz, el clero volvería a trastornarla y el país se vería envuelto en una nueva revuelta.
Quiso ahorra sangre y dijo: "Es mejor hacer una revolución lo que tendría que hacerse en dos". Y así se hizo.
Hagámoslo así los liberales, en una sola insurrección dejemos como un hecho consumado la toma de posesión de la Tierra.
No hagamos aprecio a los que aconsejan que se deje la expropiación de la tierra "para después del triunfo". Precisamente el triunfo debe de consistir en la consumación del acto más grande que han visto las naciones desde que comenzaron a vivir: la toma de posesión de la tierra por todos los habitantes de ella, hombres y mujeres.
Pero si, ofuscada vuestra razón por las promesas de los políticos que todo lo aplazan "para después del triunfo", nos afiliamos a las banderas de esas sirenas que nos hablan de leyes libérrimas, de democracia, de derechos políticos, de boletas electorales y de todas esas fuerzas que sólo sirven para desviar al proletariado del camino; si de nada nos sirven las elocuentes lecciones de la historia, que nos habla de que ningún hombre puede hacer la felicidad del pueblo pobre, cuando esté ya al frente del gobierno, si queremos seguir siendo esclavos de los ricos y de las autoridades "después del triunfo", no vacilemos, volemos a engrosar las filas de los que pelean por tener un nuevo amo que se haga pagar bien caros sus "servicios".
Compañeros: despertad, despertad, hermanos desheredados, vayamos a la revolución, enfrentémonos al despotismo; pero tengamos presente la idea de que hay que tomar la tierra en el presente movimiento y que le triunfo de este movimiento, debe ser la emancipación económica del proletariado, no por decreto de ningún gobernante, sino por la fuerza del hecho, no por la aprobación de ningún congreso, sino por la acción directa del proletariado.
Me imagino, que feliz será el pueblo mexicano cuando sea dueño de la tierra, trabajándola todos en común somos hermanos y repartiéndose los productos fraternalmente, según las necesidades de cada cual.
No cometáis, compañeros la locura de cultivar cada quien un pedazo. Os mataréis en el trabajo exactamente como os matáis hoy, unios y trabajad la tierra en común; pues todos unidos, la haréis producir tanto que estaréis en aptitud de alimentar al mundo entero. El país es bastante grande y pueden producir sus ricas tierras todo lo que necesiten los demás pueblos de latiera. Más eso, como digo, sólo se consigue uniendo los esfuerzos y trabajando como hermanos, cada quien naturalmente- si así lo desean puede reservarse un pedazo para utilizarlo en la producción según sus gustos e inclinaciones, hacer en él su casa, tener un jardín; pero el resto debe ser unido a todos los demás, si se quiere trabajar menos y producir más. Trabajar en común la tierra, puede dar más de lo suficiente con unas dos o tres horas de trabajo al día, para poder vivir, por eso me parece mejor que la tierra se trabaje en común y esta idea creo que será bien acogida por todos los mexicanos.
¿Podrá haber criminales entonces?
¿Tendrán las mujeres que seguir vendiendo sus cuerpos para comer?
Los trabajadores llegados a viejos,
¿tendrán que pedir limosna?
Nada de eso
Nada de eso: el crimen es el producto de la actual sociedad basada en el infortunio de los de abajo en provecho de los de arriba.
Creo firmemente que el bienestar y la libertad
son fuentes de bondad.
Tranquilo el ser humano, sin las inquietudes en las que actualmente vive por la inseguridad del porvenir, convertido el trabajo en un simple ejercicio higiénico, pues trabajando todos la tierra, bastarán dos o tres horas diarias para producirlo todo en abundancia, con el auxilio de la gran maquinaria de que entonces de podrá disponer libremente; desvanecida la codicia, la falsedad de que hay que hacer uso ahora para poder sobrevivir en este maldito medio, no tendrán razón de ser el crimen ni la prostitucion, ni la codicia y todos como hermanos gozaremos la verdadera libertad, igualdad y fraternidad que los burgueses quieren conquistar por medio de la boleta electoral.
Compañeros
¡A conquistar la tierra!
4 de Febrero de 1911
No escarmientan los pueblos: La historia es para ellos un libro de hojas manchadas de tinta. Todo esperan de las leyes y de los nuevos gobiernos. La experiencia tan necesaria para la vida individual, parece que nada significa para la vida social.
Eternos inocentes son los pueblos. Si padecen hambre, si sufren injusticias, lo más que hacen es tomar las armas para derribar al tirano y echarse otro encima. Los vuelve a fastidiar el nuevo, naturalmente porque no se cumple lo que prometió, pues a derribarlo y echarse encima a otro. Esta es la historia de los pueblos todos de la tierra, pero no escarmientan, tal parece que necesitan sentir sobre los lomos el látigo del amo.
¿Es que no han llegado a entender los pueblos que los gobiernos no son fabricantes de bienestar?
Los gobiernos no pueden hacer otra cosa que cobrar contribuciones para pagar soldados y esbirros que protejan los intereses de los capitalistas. Toda la maquinaria gubernamental no tiene otro objeto que ese.
Los pobres, por si mismos, tienen que conquistar su bienestar y hoy es el momento oportuno. No pensemos en quien va a ser el nuevo amo, sino en negar al capital el derecho de explotarnos.
Basta ya de dar la vida por encumbrar ambiciosos; démosla pero para conquistar la emancipación del proletariado y, la emancipación del proletariado no se obtiene elevando la presidencia a algún hombre, sino tomando posesión de la tierra que es la fuente natural de toda la riqueza.
Por eso es por lo que lucha el partido liberal. El partido liberal no tiene candidatos, ni reconoce a ninguno. Ni quiere tenerlos. El Partido Liberal es un partido netamente revolucionario que tiene el propósito de imponer sus principios por medio de la fuerza en el actual movimiento de insurrección.
Para cuando se restablezca la paz ya la tierra debe estar en el poder del pueblo.
Más, para lograr tan grande bien, es necesario que todos nos hagamos el propósito de hacer algo en beneficios de la revolución. Con pena manifiesto que ha notado mucho egoísmo con respecto al movimiento. Todos se entusiasman con la idea de llegar a vivir felices en la tierra que nos vio nacer; pero pocos, muy pocos son lo que ayudan de una manera efectiva para que la revolución se robustezca.
Verdaderos milagros ha hecho la Junta, con los escasos elementos pecuniarios que han enviado los simpatizantes. Se necesita mucho más, mucho más para fomentar la revolución y es de desearse que todos, hombres y mujeres, envíen su óvulo sin pérdida de tiempo y que no se cansen de ayudar. Los valientes están exponiendo sus vidas en los campos de batalla ¡por qué no hacer el sacrificio de algunas monedas para fomentar el movimiento…¿?
(de Regeneración)
11 de febrero de 1911
Ya no tiene razón de ser la revolución netamente política. Matarse por encumbrar a un hombre al poder es sencillamente estúpido.
En nuestra época el personalismo sólo puede ganar adeptos entre ignorantes o entre los cazadores de posiciones y prebendas.
La república burguesa ya no satisface a los hombres inteligentes y de buena fe.
La república burguesa sólo satisface a los políticos, a los que quieren vivir a expensas del pueblo trabajador; pero a la luz de la filosofía moderna es anacronismo, cuya existencia sólo es justificada por la ignorancia de las masas y mala fe de las llamadas clases directoras de la sociedad.
La república burguesa es un cadáver.
Murió desde el momento en que, al hacerse la declaración de los "Derechos del Hombre", todo se garantizó, menos la igualdad social de los seres humanos que componen las naciones y un cadáver no tiene derecho a contaminar el ambiente; hay que enterrarlo.
El deber de los verdaderos revolucionarios es cavar una fosa y arrojar en ella a la república burguesa.
La igualdad social, que es el sueño generoso de todos los hombres emancipados, se conseguirá conquistando el Derecho de vivir, y ese derecho consiste en la facultad que todo ser humano tiene de aprovechar los progresos alcanzados por la ciencia y por la industria el la producción de todo lo que hace agradable la existencia y es útil al desarrollo integral de la raza humana.
El derecho de vivir, es lo que queremos conquistar los liberales; ya no queremos orgullos señores de la tierra y mustios esclavos de la gleba; ya no queremos señores feudales, verdaderos amos de la horca y el cuchillo.
¡Quieren vivir en la tierra los señores terratenientes?
¡Que la trabajen al igual que los que hasta aquí han sido esclavos; los oprimidos peones!
Una revolución que no garantice al pueblo el Derecho de vivir, es una revolución de políticos a quienes debemos dar la espalda los desheredados.
Necesitamos los pobres, una revolución que ponga en manos de todos, los hombres y mujeres, la tierra que hasta hoy ha sido patrimonio exclusivo de unos cuanto mimados de la fortuna.
Pero hay que entenderlo bien, la solución del problema debe quedar a cargo del proletariado. Si encomendamos la solución de él a las clases directoras de la sociedad, nos dirán que la aplacemos hasta que se haga la paz, hasta que se constituya un Congreso que "decrete" la felicidad de los habitantes de México y una vez más: en la historia de nuestras esperanzas habremos hecho el papel nada envidiable de carne de cañón.
NO! La sangre está corriendo ya a torrentes y bien pronto esos torrentes, serán ríos donde se habrán vaciado las vidas de muchos hombres buenos, y es necesario que ese derroche de energía, de vida y generosos impulsos sirvan de algo más que al entronizamiento de otro magnate. Es necesario que el sacrificio de los buenos, tenga como resultado la igualdad social de los sobrevivientes, un paso hacia esa igualdad es el aprovechamiento de los productos de la tierra, por todos los que la trabajen, y por los amos. Si los amos quieren gozar de la producción de la tierra, que empujen también la azada; que entren al surco de los trabajadores; que rieguen también, con su sudor la tierra, hasta hoy empapada solamente con las lágrimas, el sudor y la sangre de la plebe.
La igualdad ante la ley es una farsa: queremos la igualdad social. Queremos oportunidad para todos, no para acumular millones, sino para hacer una vida perfectamente humana, sin inquietudes, sin sobresaltos por le porvenir.
Para el logro de esos beneficios, no sólo se opone Díaz, se opone también el capital y se opondrá cualquier otro gobernante que elijan las masas, cualquiera que sea el nombre del candidato y por bueno que sea personalmente. Por eso los liberales estamos resueltos a variar el curso de la actual insurrección.
El mal, no es el hombre, sino el sistema político económico que nos domina.
Si el mal fuera un hombre, bastaría con eliminar a Porfirio Díaz, para que la situación del pueblo mejorase; pero no es así. Puede desaparecer la odiosa personalidad del Dictador mexicano y el pueblo seguiría siendo esclavo, esclavo de los hombres de dinero, esclavos de la autoridad, esclavos de la ignorancia y de la miseria. Puede desaparecer el sanguinario tirano, pero en nuevo Presidente, quien quiera que él sea, tendrá listo el ejército para asesinar a los trabajadores , cuando éstos se declaren en huelga; tendrá listas las cárceles para castigar a la víctimas del medio. Que han delinquido por culpa del sistema social que nos ahoga; tendrá listos los jueces con odiosos libracos, tan blandos para los ricos, tan duros y crueles para los pobres. Puede morir el tirano; pero el sistema de opresión y de explotación quedará vivo y el pueblo seguirá siendo desgraciado.
Como ya lo he dicho otras veces, el gobierno no es sino gendarme del Capital, el torvo polizonte que cuida las cajas fuertes de las aves de rapiña de la banca, del comercio y de la industria, para el capital tiene sumisiones y respeto; para el pueblo tiene el prestigio, el cuartel y el patíbulo.
No esperemos nada bueno del gobierno que llegue a implantarse después de la Revolución. Si queremos libertarnos, obremos por nuestra cuenta tomando posesión de la tierra para trabajar en común, y armémonos todos para que si alguna tiranía quiera arrebatarnos nuestra dicha, estemos prontos a defender.
4 de marzo de 1911
La humanidad está dividida en dos clases:
La clase capitalista y la clase trabajadora
La clase capitalista posee la tierra, las minas, los ferrocarriles, barcos y demás medios de transportación, las fábricas, los talleres y, como guardián de todos estos bienes cuenta con el gobierno en cualquiera de sus formas; monarquía absoluta, monarquía constitucional y república, ya sea central o federal. La clase trabajadora no posee más que sus brazos, su cerebro y la energía vital, que lo pone en aptitud de ejecutar algún trabajo, mientras puede tenerse en pie.
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