Recapitulación final
Como hemos descrito a lo largo de este trabajo, la herejía albigense, versión sud-europea del catarismo, apareció durante los siglo XII y XIII en el Sur de Francia. El nombre, que se les viene aplicando por lo visto desde finales del siglo XII, no es en ab-soluto exacto, ya que el movimiento estuvo centrado principalmente en torno a la ciudad de Toulouse y sus inmediaciones, más que en la propia Albi. La herejía, que penetró en esas regiones probablemente por las rutas comerciales, procedía originalmente de la Eu-ropa oriental, donde se habían establecido diversas sectas bogomilas y paulicianas. Los teólogos y ascetas cátaros, o Perfectos, conocidos en el Sur de Francia como los "bons hommes" o "bons chrétiens", fueron en realidad muy pocos numéricamente hablando ; el grueso de la secta albigense estaba constituido por los "creyentes", que llevaban una vi-da más normal. Los primeros herejes cátaros aparecieron en la zona de Limousin entre 1012 y 1020. Protegido al principio por Guillermo IX, duque de Aquitania, y pronto por gran parte de la nobleza meridional, el movimiento fue ganando terreno, y en 1119 el Concilio de Toulouse conminó en vano al poder secular a que asistiera a las autoridades eclesiásticas en su afán por eliminar la herejía. El pueblo se sentía atraído por los "bons hommes", cuyo ascetismo y predicación anticlerical impresionaba a las masas, y el movimiento mantuvo su vigor por 100 años más, hasta que Inocencio III ascendió al solio papal. Al principio intentó una conversión pacífica, pero finalmente (1209) ordenó a los cistercienses que predicaran la Cruzada contra los albigenses. Esta guerra implacable, la Cruzada Albigense, que lanzó a la nobleza del norte del Francia contra la del Sur, culminó en el Tratado de París (1229), que dio fin a la independencia de los príncipes meridionales, pero no consiguió acabar con la herejía a pesar de las crueles masacres que se perpetraron durante la guerra y con posterioridad. La Inquisición, no obstante, operando despiadadamente en Toulouse, Albi y otras ciudades del Midi a lo largo de los siglos XIII y XIV, consiguió finalmente aplastarla[191]
Jean Séguy hace el siguiente comentario[192]"Algunos se han extrañado de que el catarismo, que tiende a apagar todas las pasiones, incluso las más legítimas, se implantara en las provincias occitanas, con fama de ligeras y alegres. Más bien habría que extrañarse de que algunos puedan contentarse con semejantes caricaturas para-científicas para describir a un pueblo que resistió al invasor durante tanto tiempo. Eso sin contar con que los occitanos nunca fueron mayoritariamente cátaros, ni mucho me-nos. Unicamente la unión de lo político y lo religioso de la que fueron víctimas explica su aparente solidaridad con el no conformismo cátaro. Tampoco hay que olvidar que el catarismo , nueva religión por algunos de sus aspectos dogmáticos, desempeñó un papel similar al de las otras diferenciaciones centradas en la reforma de la Iglesia por medio de la vuelta a la humildad evangélica".
La eclosión del catarismo tuvo bastante que ver, por supuesto, con la crisis que por aquel entonces estaba experimentando la Iglesia Católica, sobre todo a partir de la Querella de las Investiduras, un conflicto que, como hemos visto, se inició entre el Papa y el Sacro Imperio con motivo de los nombramientos de obispos y abades. La Iglesia de entonces estaba totalmente integrada en la sociedad feudal, por lo que los obispos y aba-des que recibían feudos eran considerados como los demás señores feudales, teniendo idénticas obligaciones para con su soberano, al cual rendían homenaje y del que recibían la investidura. A partir del siglo IX aquél tomó la costumbre de nombrarlos él mismo y de conferirles la investidura no sólo temporal, sino también espiritual. Así, los eclesiásticos dependían estrechamente de las autoridades laicas, que traficaban con los feudos a favor de clérigos de moral dudosa. El Papado también estaba a merced del poder civil y proporcionó una serie de pontífices escandalosos en el siglo X (Sergio III, Juan XII, Bonifacio VII) y en el siglo XI (Juan XIX, Benedicto IX)[193]. La primera reacción contra tamaña situación nació, como se ha visto, de los pontífices Gregorio VI y León IX y de diversos teólogos. Así, Hildebrando, que había hecho elegir a Nicolás II, le hizo redactar en 1059 un decreto por el que se reservaba la elección del Papa solamente a los cardenales. Hildebrando fue elegido Papa en el 1073, tomando el nombre de Gregorio VII, y se enfrentó con Enrique V de Alemania. Su labor fue continuada por Urbano II y por Pascual II, manteniéndose el conflicto sin solución hasta que se optó por separar la in-vestidura temporal de la espiritual. La idea, propuesta por el obispo Yves de Chartres y retomada más tarde por Calixto II, se materializó en el Concordato de Worms (1122): el Emperador renunciaba a la investidura por el báculo y el anillo, reservada exclusiva-mente a la autoridad religiosa, y respetaba la libertad de las elecciones pontificias y episcopales, decisiones todas ellas ratificadas por el 1er Concilio de Letrán.
Los grandes Papas reformadores favorecieron la elaboración de una doctrina teológica acerca de su poder, una doctrina de teocracia pontificia llamada también "agustinismo político", a la que se oponía otra, igualmente totalitaria, acerca del Imperio. este conflicto entre el Papado y el Imperio –teológico en un principio, y político en muchas de sus manifestaciones- se prolongó hasta la muerte de Federico II (1250 ; la Santa Sede resultó victoriosa en la lucha, pero también se vio envuelta en los avatares de la política italiana y perdió gran parte de su espiritualidad. La llamada "reforma gregoriana", por su parte, abarcó, como hemos visto, a múltiples aspectos del mundo cristiano: la reforma monástica (la regla de Cluny sustituida por la del Císter), las escuelas episcopales o monacales, la multiplicación de las parroquias rurales, el impulso constructor de iglesias (románico y gótico), la Reconquista española, las Cruzadas y la movilización de todas las energías cristianas contra las herejías en general y la cátara en particular[194]El principal instrumento jurídico de esta última empresa fue la Inquisición, un organismo represivo creado al efecto[195]
La reforma eclesiástica redundó asimismo, como constata Jacques Le Goff[196]en diversos movimientos reformistas liderados por laicos, como el de los "patarinos" ita-lianos, tan emparentado con el catarismo que algunos autores, como hemos visto, identifican ambas tendencias. Le Goff concluye exponiendo una opinión muy parecida a la nuestra acerca de la ubicación ideológica de las herejías plenomedievales, y especial-mente de la que aquí nos ocupa, o sea la albigense. Terminaremos, en consecuencia, es-te trabajo citándolo[197]"El advenimiento de los laicos se manifestó principalmente en los movimientos heréticos, a los que proporcionaron la masa de adeptos y los jefes. Es-tos movimientos, que surgen a partir del Año Mil, no son continuación ni resurgimiento de antiguas herejías, a pesar de que a veces la Iglesia, en su deseo de condenarlas fácilmente, se precipite a bautizarlas como arrianas o maniqueas. Lo mismo podemos decir con respecto a las influencias orientales –especialmente la de los bogomilos de Macedonia- traídas por los mercaderes de los Balcanes. Si bien todo esto tiene su influencia, lo esencial de los fenómenos heterodoxos está en otra parte. Como ha dicho Raffaello Morghan, las herejías surgen de
Las condiciones sociales y espirituales propias del gran movimiento de reforma de la iglesia en el siglo XI … Las herejías medievales son completamente diferentes de las herejías antiguas, porque estuvieron inspiradas por motivos mora-les y se difundieron sobre todo entre el bajo pueblo formado de hombres humil-des y sin cultura, mientras que las herejías antiguas tenían sobre todo preocu-paciones intelectuales y teológicas y se habían difundido en medios escolásticos cultivados".
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[59] BERNARD, Jacques, 1987, "Comercio y finanzas en la Edad Media, 900-1500", en CIPOLLA (ed.), op. cit.,, pg. 340
[60] LADERO QUESADA, op. cit., pp. 465 ss.
[61] Un ejemplo arquetípico de tales instituciones fue la llamada hansa teutónica o Liga Hanseática (del alemán culto antiguo Hansa, 'liga'), término aplicado a la federación de una serie de ciudades del Norte de Alemania y de comunidades de comerciantes alemanes residentes en los Países Bajos, Inglaterra y en la zona del Mar Báltico. Fue creada en 1158 como una agrupación de los comerciantes de Alemania del Norte, con el fin de proteger y fomentar los mutuos intereses comerciales. En su máximo momento de influencia, la Liga constituyó una gran potencia política en Europa. Su desarrollo, como hemos dicho, fue consecuencia de las peculiares circunstancias de la Europa medieval, entre las cuales se cuentan el gra-dual surgimiento de ciudades libres y de gremios mercantiles, la desintegración de una autoridad central dentro de Alemania, la expansión de la colonización, influencia y comercio de los mercaderes alemanes al Este del río Elba, el estímulo de las relaciones comerciales del Norte de Alemania con Inglaterra y con los puertos continentales ingleses del Canal de la Mancha, y el predominio de piratas y salteadores de cami-nos a lo largo de las principales rutas comerciales. [Encarta-2000]
[62] En la Italia de principios del siglo XI la mayoría de las ciudades no superaban los cinco o seis mil habi-tantes. Sólo Roma, Venecia y Génova lo hacían, y algo parecido ocurría en el resto de Europa. No obstan-te, después del período inicial, el crecimiento de las ciudades fue por lo general bastante rápido, desde mediados del siglo XI en Italia y Flandes y desde mediados del XII en otras regiones. El auge se debió casi siempre a la afluencia de población rural, especialmente la procedente de las zonas más próximas. En otras ocasiones, en cambio, como sucedió con las ciudades de colonización, de repoblación o en puertos de mar, la procedencia era mucho más diversa y a veces bastante lejana. En todo caso, la abundancia de inmigrantes rurales o de descendientes suyos acentuó los lazos ciudad-campo y contribuyó a mantener el aspecto campesino de muchas de las ciudades, sobre todo de las de menor tamaño. [LADERO QUESA-DA, pg. 459]
[63] ibid., pp. 451 ss.
[64] LE GOFF, "La ciudad …", op. cit., pg. 70
[65] LADERO QUESADA, op. cit., pp. 469 ss
[66] La base económica del señorío en su forma más primitiva radicaba en la posesión de seres humanos: los señores poseían grandes cantidades de esclavos que trabajaban la tierra. Los mismos no disfrutaban de derecho alguno contra su señor, el cual se hacía responsable de mantenerlos en paz y organizar sus obli-gaciones ; dicha esclavitud doméstica se fue haciendo cada vez más rara en casi toda Europa. No obs-tante, en la Península Ibérica y en el Sur de Italia la esclavitud doméstica siguió practicándose hasta el final de la Edad Media, aunque sólo se utilizaron los esclavos a gran escala para las labores agrícolas en Sicilia y en las Islas Baleares. El poder del señor sobre sus sirvientes domésticos continuaba siendo prácticamente absoluto, y los sucesores de muchos de estos esclavos domésticos fueron los siervos de la gleba, cuyas condiciones de vida no diferían mucho de las de los antiguos esclavos. [Britannica-CD]
[67] LADERO QUESADA, op. cit., pg. 471
[68] ibid., pg. 472
[69] ibid., pp. 460 ss.
[70] ibid., pp. 473 ss.
[71] Lo que atañe a todos debe ser discutido y aprobado por todos.
[72] La denominación de manso aparece a partir del siglo VII, pero la institución que designa es mucho más antigua y corresponde al Hufe de los países germánicos y al Hide británico. Comprendía generalmen-te el solar con la casa del campesino y algunas dependencias, como graneros y huertos, sustraídos a las prácticas comunales, y los campos de labor, que podían estar junto al 'manso' o diseminados por el térmi-no. Si originalmente indicaba la pequeña propiedad familiar autosuficiente, posteriormente pasó a desig-nar cada unidad de explotación que un señor arrendaba ; esos mansos señoriales podían ser ingeules (concedidos a un colono libre), serviles (a un siervo) o lidiles (a un liberto). En Francia, la institución del manso comenzó a decaer a partir del siglo IX a medida que los mismos se iban subdividiendo en tenen-cias más reducidas. En la Península Ibérica, esta unidades de explotación fueron conocidas en los reinos occidentales con el nombre de 'hereditas' o heredad, y en la Corona de Aragón con el de 'manso', de donde derivan las denominaciones todavía subsistentes de mas, masía y masada. [Nueva Enciclopedia Larousse]
[73] LADERO QUESADA, op. cit., pp. 425 ss.
[74] DUBY, Economía rural …, op. cit., pg. 280
[75] LADERO QUESADA, op. cit., pg. 428
[76] ibid., pg. 431
[77] Vid. supra, nota 66
[78] LADERO QUESADA, op. cit., pp. 431-33
[79] DUBY, Georges, 1983, Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea (500-1200), Madrid, Siglo XXI, pp. 289-90
[80] LADERO QUESADA, op. cit., pp. 435 ss.
[81] ibid., pg. 437
[82] ibid., pp. 439 ss.
[83] El vocablo alemán Ketzer, que significa 'hereje' y sigue utilizándose en la actualidad, deriva de dicha denominación.
[84] NIEL, Fernand, 1974, Albigeois et cathares, Paris, PUF, pp. 59 ss.
[85] Como también designaban, como hemos visto más arriba, a cierto movimiento de 'pobres volunta-rios' en la misma región.
[86] Hay más denominaciones: "Muchos padres de la Iglesia y otros autores antiguos consideraban tam-bién cátaros a los 'novocianos', y así, San Isidoro de Sevilla, en sus 'Etimologías', habla de cátaros y de novocianos, afirmando que a pesar de la diferencia de nombres, siguen la misma doctrina ; San Agustín, en su obra 'De haeresibus' (XVLI P.L., tomo XLII, col. 36), dice que los miembros de una rama de los maniqueos se llamaban cátaros". [DALMAU I FERRERES, Rafael, 1960, L'Heretgia albigesa i la bata-lla de Muret, Barcelona, Rafael Dalmau, pg. 7]
[87] NIEL, op. cit., pg. 60
[88] ibid., pp. 18-19
[89] También habría que referirse aquí, aunque indirectamente, al personaje Zaratustra que aparece en las obras de Friedrich Nietzsche, inspirado, sin duda, en el auténtico Zoroastro, pero poco fiel a su doctrina original.
[90] El hecho de que hubiese un grupo tan importante de dualistas en los Balcanes, y más concretamente en Bulgaria, es explicado por Fernand Niel como sigue: "Los eslavos comenzaron a establecerse al Norte de la Península Balcánica hacia la segunda mitad del siglo VI, fundando allí varias colonias sin cohesión política. Un siglo más tarde, esa cohesión fue asegurada por los búlgaros, quienes crearon una monar-quía estable al Sur de Danubio. Fue hacia mediados del siglo IX cuando misioneros cristianos enviados por Roma comenzaron a evangelizar el país, pero el patriarca de Bizancio había hecho otro tanto, de forma que el territorio quedó en una situación muy favorable para la eclosión de una tercera Iglesia. Misioneros paulicianos entraron en concurrencia con los de Roma y los de Bizancio, hasta el punto de que se ha detectado la presencia de maniqueos distribuidos por toda la Península a principios del siglo X. Por supuesto, los paulicianos deportados por Basilio I, más o menos convertidos a la fe ortodoxa, no se opusieron en absoluto a la aparición de una nueva forma de neo-maniqueísmo. Por su parte, los cam-pesinos eslavos, fuertemente oprimidos por los señores búlgaros, se hallaban totalmente dispuestos a aceptar una religión que les suministrase una explicación de sus miserias". [NIEL, op. cit., pp. 38-39]
[91] Secta cristiana dualista originada en Armenia a mediados del siglo VII. Fue influida directamente por el dualismo 'marcionita', un movimiento gnóstico del cristianismo primitivo, y por el 'maniqueísmo'. La doctrina fundamental de los paulicianos, al igual que la de los maniqueos, y posteriormente la de los cáta-ros, era que existía un Dios malo y otro bueno, el primero creador y gobernante del mundo presente, y el segundo del mundo futuro. De aquí deducían que Jesús no era realmente el hijo de María, porque el Dios bueno no podía de ninguna manera haberse encarnado convirtiéndose en hombre. Se guiaban sobre todo por el Evangelio de San Lucas y por las Epístolas de San Pablo, rechazando el Antiguo Testamento y las Epístolas de San Pedro. Tampoco aceptaban los sacramentos, la adoración y la jerarquía de la Iglesia esta-blecida. El fundador del 'paulicianismo' parece haber sido un armenio, Constantino, que adoptó el nom-bre adicional de Silvano (por Silas, uno de los seguidores de San Pablo). Parece ser que la secta protago-nizó una intensa rebelión política y militar en el seno del Imperio Bizantino poco después de sus apari-ción. Una expedición enviada por Basilio I en 872 destruyó su poder militar de manera definitiva, pero los paulicianos sobrevivieron en Asia por lo menos hasta la época de las Cruzadas. Después del siglo IX su importancia radicaba sobre todo en Tracia, donde muchos de ellos habían sido trasladados por la fuerza para servir de escudo fronterizo contra los búlgaros. Las doctrinas paulicianas se diseminaron por Mace-donia, Bulgaria y Grecia, especialmente entre los campesinos, y parece ser que contribuyeron al desarro-llo de las doctrinas y las prácticas de los bogomilitas a principios del siglo X. [Britannica-CD] La iden-tidad del Paulo que dio su nombre a los paulicianos no está bien documentada, pero según Fernand Niel se trata sin lugar a dudas de Paulo de Samosata, obispo de Antioquía en el 260, protegido por Zenobia, reina de Palmira, que fue destituido por Aureliano el año 272 por sus ideas heréticas ; los paulicianos, por otra parte, se consideraban descendientes de una familia semilegendaria oriunda precisamente de Samosa-ta y compuesta por le maniqueo Callinice y sus dos hijos Juan y Pablo. [NIEL, op. cit., pp. 34-35]
[92] "Lo que, de todos modos, no parece ya posible es poner en duda el papel desempeñado por el bogomi-lismo en la constitución del movimiento cátaro. Determinadas creencias, ritos e interpretaciones escritu-rales son idénticas en una y otra secta, y el nombre de 'boulgres' que a veces se ha dado a los cátaros los relaciona, de algún modo, con los bogomilitas búlgaros, del mismo modo que el de 'publicanos' ('popli-cani', 'populicani', 'publicani') podría hacer referencia a su relación con los paulicianos. Tenemos, ade-más, pruebas de las relaciones concretas que unían a las comunidades de Francia e Italia con las Igle-sias-madres de los Balcanes, y principalmente con la 'Iglesia de Dugrutia' (¿Dragovitza, cerca de Plov-div? ¿Digunithia, en Mesia, junto al Danubio? ¿Dragobitia, en Tesalónica?), que profesaba el dualismo absoluto, igualmente difundido en Constantinopla, y con la 'Iglesia de Bulgaria', fiel al dualismo relati-vo". [PUECH, op. cit., pg. 329]
[93] DURBAN, Pierre, 1968, Actualité du catharisme, Toulouse, Cercle d'Études et Recherches de Psychologie Analytique, pp. 86 ss.
[94] Jean Doresse no está de cuerdo con esa supervivencia del gnosticismo: "En Occidente, el tronco mis-mo del árbol gnóstico iba a verse brutalmente arrancado. Tras la extinción del priscilianismo en España, los renacimientos del dualismo que se constatan en la Europa medieval con los bogomilitas y los cátaros o albigenses, a los que ciertamente hay que añadir los movimientos milenaristas de finales de la Edad Media, mantienen con las sectas gnósticas de la Antigüedad y con el maniqueísmo unos lazos tan tenues que no es posible atribuir con seguridad una relación genética con ninguno de ellos. A lo sumo puede ha-blarse de resurgimientos suscitados por la transmisión de escritos gnósticos disfrazados de apócrifos cristianos y parcialmente expurgados de sus doctrinas más virulentas. Este es el caso de un 'Libro de Adán y Eva', vinculado por Ivanov a la literatura de los bogomilos o, tal vez, las pretendidas revelacio-nes de Juan -la 'Interrogatio Johannis'- utilizadas por los cátaros. Lo mismo sucedió, por lo demás, en el valle del Nilo, donde, en el siglo VI, el obispo Juan de Parallos, denunciaba aún algunas formas alte-radas del 'Libro secreto de Juan' y determinadas revelaciones en las que San Miguel era reemplazado por Satán a la cabeza de los cielos visibles. Los últimos vestigios de la mitología gnóstica se mantuvie-ron, pues, presentes por todas partes en las creencias cristianas populares, en las que los restos del dua-lismo antiguo perdían todo su poder, no obstante, transformados en cuentos de demonios". [DORESSE, Jean, 1979, "La gnosis", en VARIOS, Las religiones …, op. cit., pg. 68]
[95] Según la lectura 'maneísta', la llegada y glorificación de Jesús no fue un hecho arbitrario, sino que res-pondió a un determinado plan divino. A los discípulos, siguiendo a San Juan, les fue prometido el para-cleto, es decir, la Llegada del Espíritu Santo ; fue, pues, necesario que Jesús abandonara nuestro mundo para dejarle lugar. En dicho Evangelio Cristo se describe a sí mismo como perteneciente a un estado superior de realidad. Su reino "no es de este mundo". Si en los demás Evangelios sinópticos Jesús se re-fiere constantemente al 'reino', en Juan habla sobre todo de sí mismo (v.gr., "Yo soy el pan de la vida"). Igual que Dios en el Sinaí, Jesús pronuncia el 'Yo soy' autoproclamándose Mesías, un ser divino, en diversas expresiones teofánicas similares a la anteriormente citada (pan de vida, luz del mundo, buen pastor, etc.), que quedan corroboradas por otras citas como "Yo y el Padre somos uno", "Antes que Abra-ham estaba yo", "El que me ha visto a mí ha visto al Padre", y el grito de Tomás después de la resurrec-ción: "Mi Señor y mi Dios". En el capítulo 11 se intenta demostrar que el poder de la resurrección, de la realidad del 'eschaton' (fin de los tiempos), está ya presente en Jesús como Cristo ahora mismo, y no sólo en una época futura. La venida del 'paracleto', sin embargo, aún no ha tenido lugar, por lo que la frase "Todo se ha consumado" pronunciada por Cristo al morir en la Cruz hay que interpretarla en el sentido de que lo que se ha consumado es únicamente esa parte del 'eschaton'. Las numerosas diferencias que se establecen entre Juan y el resto de los Sinópticos pueden resumirse, por otro lado, como sigue: en Juan la vida eterna ya está presente, como decimos, para el que cree, mientras que en los Sinópticos se espera que se lleve a cabo la parousia para que se cumplan las expectativas escatológicas. La teología y la piedad johanitas, por otra parte, se parecen bastante a los puntos de vista que San Pablo critica en 1 Cor., 15. Ese contraste con Pablo resulta aún más evidente si se acepta la muy plausible teoría de que al texto original de Juan se le añadieron con posterioridad pasajes que corregían esa escatología consumada para adaptarla mejor a la escatología futurista oficial que se propugnó como defensa contra el gnosticismo. Véase, por ejemplo, Juan 5: 25-28, un texto que no tiene que ver demasiado con el resto de la obra y que incluso la contradice. La cronología johanita difiere igualmente de la sinóptica. Así, Juan comienza con la expulsión de los cambistas de dinero, mientras que los Sinópticos colocan este episodio como el último antes del arresto de Jesús ; la predicación de Jesús ocupa en Juan dos o tres años, mientras que los Sinópticos la reducen a uno solo ; según Juan, Jesús es crucificado el 14 Nisan, coincidiendo con la Pascua judía, y en los Sinópticos el 15 Nisan. Es probable que la diferencia cronológica se deba, entre otras razones, a que Juan utilizaría un calendario solar, y los Sinópticos uno lunar ; no obstante, cuál fuese la fecha auténtica carecía en realidad de importancia comparado con el hecho de que Juan la hiciese coincidir con el sacrifi-cio del Cordero Pascual para resaltar la identificación de Jesús con aquél. En Juan, por otra parte, no aparece la celebración de la Ultima Cena, pero la alimentación de una multitud en el capítulo 6 da pie a un amplio discurso con referencias eucarísticas. Además, como en este Evangelio se contempla a Jesús desde el principio como el Cristo, no aparece en el mismo la historia de su bautismo ; Juan el Bautista honra a Jesús desde el principio como Cordero de Dios (que, por lo tanto, no está sujeto a la tentación y no precisa que le exorcicen los demonios). Satanás es vencido por la mera presencia del Cristo, el cual proclama triunfante: "Tendréis tribulaciones en el mundo ; pero regocijaos: yo he superado al mundo". [Britannica-CD]
[96] Nos estamos refiriendo al culto a Mitra, divinidad mayor de los persas, cuyo nombre apareció por pri-mera vez bajo Darío I (siglo V a. de C.). Posiblemente derivado del Mitra hindú, venerado en el siglo IV a. de C. por los hurritas de Mitanni, en el Avesta se le considera un genio de los elementos. Dios dotado de los sentidos de la vista y del oído, pesaba las almas de los muertos en el más allá. Los griegos de Asia Menor le representaron de forma convencional en la época helenística. Convertido en el centro de una religión mistérica, fue rápidamente adoptado por el mundo romano, y su culto se difundió a partir del siglo II de nuestra era por los puertos, las grandes ciudades y las guarniciones del Occidente romano, sobre todo en el Rhin, el Danubio e Italia. Fue el mayor rival del cristianismo durante los primeros siglos. [Nueva Enciclopedia Larousse]
[97] DURBAN, op. cit., pg. 87
[98] DOSSAT, Yves, 1968, "A propos du Concile cathare de Saint-Félix: les Milingues", en VARIOS, Cathares en Languedoc, op. cit., pp. 201-205
[99] ibid., pp. 209-212
[100] DALMAU FERRERES, op. cit., pg. 8
[101] NIEL, op. cit., pg. 45
[102] Se trataba de Pedro de Castelnau. En 1207 el Papa Inocencio III lo envió como legado apostólico e in-quisidor al frente de una expedición contra los albigenses, y en particular para conseguir la conversión del conde Raimundo VI de Toulouse, que había permitido que la herejía se extendiese por sus dominios. Ha-biendo conminado al conde sin resultado, desde 1205, a expulsar a los herejes, Pedro procedió a excomul-garlo y a declarar al Languedoc región maldita, lo que suscitó una feroz oposición por parte de sus habi-tantes. La misión que Inocencio III había confiado a Pedro acabó, como decimos, en desastre ; el legado fue asesinado, y sus reliquias se conservan en la iglesia de Saint-Gilles ; se le venera como mártir en las iglesias del Sur de Francia. [Britannica-CD]
[103] Britannica-CD
[104] NIEL, op. cit., pp. 11-12
[105] DOSSAT, Yves, 1968, "Les cathares dans les documents de l'Inquisition", en VARIOS, Cathares en Languedoc, op. cit., pp. 101-102
[106] DUBY, Georges, 1992, "Situación de la soledad. Siglos XI-XII", en VARIOS, El individuo en la Eu-ropa feudal (Historia de la vida privada, 4), Madrid, Taurus, pg. 216
[107] NELLI, René, 1969, La vie quotidienne des cathares du Languedoc au XIIIe siécle, Paris, Hachette, pg. 16
[108] GRIFFE, Élie, 1971, Le Languedoc Cathare de 1190 a 1210, Paris, Letouzey et Ané, pp. 40 ss.
[109] Dios no hace cosas visibles ni transitorias.
[110] DOSSAT, op. cit., pp. 77-78
[111] "Los libros propiamente cátaros descubiertos hasta la fecha pueden contarse con los dedos de la ma-no. Son estos: el 'Libro de los dos principios', el 'Ritual Occitano', el 'Ritual Latino', un fragmento del llamado 'Ritual de Dublín', completados con el 'Anónimo', texto incluido dentro de la refutación del val-dense convertido Durán de Huesca. El más importante de todos ellos es, naturalmente, el 'Libro de los dos principios', de gran valor documental. El descubrimiento de los documentos cátaros detallados se ha efectuado en fechas muy recientes. El 'Libro', por ejemplo, lo encontró -después de muchos años de tra-bajo infatigable- el padre dominico Dondaine en Florencia y se publicó por vez primera el año 1939. El 'Anónimo, reconocido en unos manuscritos de la Biblioteca Nacional de París por el mismo Dondaine, fue publicado por Cristina Thouzellier en 1961. De todo ello se desprende que es harto posible abrigar expectativas de que algún día pueda caer otro descubrimiento". [MESTRE GODES, op. cit., pp. 103-104]
[112] VICAIRE, M.-H., 1968, "Les cathares albigeois vus par les polémistes", en VARIOS, Cathares en Languedoc, op. cit., pp. 107 ss.
[113] VICAIRE, M.-H., 1967, "Les Vaudois et pauvres catholiques contre les Cathares (1190-1223)", en VARIOS, Vaudois languedociens et pauvres catholiques, op. cit., pg. 244
[114] VICAIRE, "Le Cathares …", op. cit., pg. 12
[115] ibid., pg. 116
[116] MANSELLI, Raoul, 1968, "Églises et théologies cathares", en VARIOS, Cathares en Languedoc, op. cit., pg. 136
[117] ibid., pp. 134 ss.
[118] Los cátaros, en efecto, presentaban su doctrina dualista como una revelación por parte del Dios bueno en el canon auténtico y no falsificado de los profetas y del Nuevo Testamento ; se creían, por tanto, la au-téntica Iglesia apostólica.
[119] SELGE, Kurt-Victor, 1967, "Discussions sur l'apostolocité entre Vaudois, Catholiques et Cathares", en VARIOS, Vaudois languedociens et pauvres catholiques, op. cit., pp. 145 ss.
[120] GRIFFE, op. cit., pg. 37
[121] ibid., pp. 38-39
[122] MANSELLI, op. cit., pp. 143-45
[123] El docetismo (o 'doketismo', del griego dokein='parecer'), una de las primeras herejías cristianas, afirmaba, lo mismo que más tarde paulicianos, bogomilos y cátaros, que Cristo no tuvo ningún cuerpo real o natural durante su estancia en la Tierra, sino sólo uno aparente o fantasmagórico. Ya en algunos pasajes del Nuevo Testamento (v.gr., 1 Juan 1:1-3 y 2 Juan 7) se dejan entrever formas incipientes de 'do-cetismo', pero la herejía alcanzó su desarrollo pleno como una posición doctrinal del gnosticismo, desa-rrollándose a partir de la especulación acerca de la imperfección o impureza esencial de la materia. Do-cetistas más consecuentes afirmaban que Cristo nació sin relación alguna con la materia, y que todas las acciones y sufrimientos de su vida, incluyendo la crucifixión, no fueron más que apariencias. Por lo tanto, negaban la resurrección de Jesús y su ascensión a los cielos. Los docetistas moderados atribuían a Cristo un cuerpo etéreo y celestial, pero no asociaban a éste con sus actos y sufrimientos. El docetismo fue ata-cado por todos los opositores del gnosticismo, especialmente por el obispo Ignacio de Antioquía (siglo II). [Britannica-CD]
[124] DOSSAT, op. cit., pp. 79-81
[125] ibid., pp. 82 ss.
[126] GRIFFE, op. cit., pp. 46-51
[127] Los predicadores cátaros explotaban hábilmente cualquier impulso anticlerical del pueblo y de la no-bleza ; el propio Papa Inocencio III reconoció que "… si los herejes seducen a tanta gente y los convencen tan fácilmente a pasarse a su bando, se debe a que toman como argumento la conducta de ciertos prela-dos que deshonran a la Iglesia". En general criticaban -generalmente con razón- la deplorable conducta de los clérigos, especialmente en lo que refería a las tasas que éstos reclamaban de los fieles (como el de-recho que se autoconcedían a quedarse con los despojos de los feligreses que morían sin hacer testamen-to , pero esa costumbre estaba tan enraizada en la masa, que a partir de entonces fueron los Perfectos los que recibieron esas dádivas, sin pretenderlo, en vez de los clérigos), sin hablar del odiado diezmo, siempre causante de descontento. En el terreno moral se consideraba pecaminoso cualquier contacto inne-cesario con la materia (así, la riqueza estaba prohibida, pero se autorizaba a los creyentes a ganarse la vi-da con el trabajo manual). También se prohibían los honores, el ejercicio del poder y la guerra de tipo ofensivo. Los adeptos solían castigar su cuerpo con fuertes ayunos y mortificaciones varias (endura). Re-husaban hacer cualquier tipo de juramento para no mezclar el nombre de Dios con las cosas terrenales ; no aceptaban la Eucaristía, pero sí bendecían el pan. [DALMAU I FERRERES, op. cit., pp. 15 ss.]
[128] DOSSAT, op. cit., pp. 82 ss.
[129] GRIFFE, op. cit., pp. 52 ss.
[130] DOSSAT, op. cit., pp. 93 ss.
[131] DALMAU I FERRERES, op. cit., pp. 17 ss.
[132] Este sínodo, 11o Concilio Ecuménico que celebraba la Iglesia, fue convocado por el Papa Alejandro III. Al mismo asistieron 291 obispos, que suscribieron la Paz de Venecia (1177), en virtud de la cual el Emperador del Sacro Imperio, Federico I Barbarroja, accedió a dejar de apoyar a su antipapa y a restaurar la propiedad eclesiástica de que se había apropiado. El Concilio estableció asimismo como requisito la necesidad de alcanzar una mayoría de dos tercios en la elección papal, estipulando además que los candi-datos para ocupar un obispado debían haber cumplido los 30 años y demostrar la legitimidad de su naci-miento. Se condenó de plano la herejía del catarismo y se autorizó a los cristianos a tomar las armas con-tra los asaltantes vagabundos. El Concilio se distinguió por constituir un paso decisivo de cara al desarro-llo ulterior de la autoridad legal de los Papas. [Britannica-CD]
[133] Esta absurda pompa fue criticada, desde el lado católico, entre otros por Domingo de Guzmán (1170-1221) y por el obispo de Osma, que por aquellos momentos estaban comenzando su obra de predi-cación en Languedoc. Canónigo regular de Osma, en 1203 Domingo de Guzmán tuvo que acompañar a su obispo a una embajada en Dinamarca. En su viaje de vuelta, deteniéndose en el Languedoc e impresiona-do por el adelanto de la herejía albigense y al no querer tomar parte en la cruzada guerrera decidida por el Papa, insistió en su predicación pacífica entre los albigenses. El monasterio de religiosas fundado por él en Prouille (1206) se convirtió en el centro espiritual y material de su acción. Rechazó varios obispados que le fueron ofrecidos, entre ellos el de Béziers. En 1215 reunió a algunos compañeros y un año más tarde obtuvo del Papa Honorio III la confirmación de su fundación, así como de su título propio de pre-dicadores (1217). En 1218 dispersó a sus 16 religiosos por París, Madrid, Bolonia y Roma para que com-pletasen su formación intelectual y se dedicó a la predicación y a la organización de su orden, que tomó su forma definitiva en el primer capítulo general de Bolonia (1220), que le dio un estatuto original de po-breza mendicante, independiente de la franciscana. En 1221, Domingo dividió su orden en ocho provin-cias. Fue canonizado en 1234 por Gregorio IX. [Enciclopedia Planeta Multimedia]
[134] NIEL, op. cit., pg. 5
[135] DALMAU I FERRERES, op. cit., pp. 19-20
[136] El 'occitan', también conocido como lengua de oc o provenzal, es una lengua romance hablada ac-tualmente por unas 1.500.000 personas. Aunque los distintos dialectos occitanos únicamente se utilizan hoy para el habla cotidiana, siendo el francés la lengua oficial, no muestra signos de extinción. El nombre se deriva del toponímico Occitania, una amplia zona que incluye las regiones de Limousin, Languedoc, la antigua Aquitania y la parte meridional de los Alpes franceses, cuya población se expresa mayoritaria-mente en esa lengua. La literatura en occitano es abundante, ya que el provenzal fue la lengua oficial y literaria tanto en Francia como en el Norte de España durante los siglos XII al XIV y fue ampliamente utilizada como vehículo poético, siendo el lenguaje primigenio de los trovadores medievales. El texto occitano más antiguo que se conoce es un comentario hecho al margen de un poema latino que se cree data del siglo X. Los dialectos modernos del occitano (v.gr., los de Limousin, Auvergnat, Provence y Languedoc) difieren muy poco del habla medieval, aunque se encuentran expuestos al roce con la lengua oficial. El occitano está muy relacionado con el catalán, y aunque en el pasado reciente, como decimos, se ha visto fuertemente influido por el francés, su fonología y su gramática están más cerca del español que de dicha lengua. [Britannica-CD]
[137] Encarta-97
[138] Britannica-CD
[139] MESTRE GODES, Jesús, 1995, Los cátaros. Problema religioso, problema político, Barcelona, Penín sula, pp. 15 ss.
[140] HIGOUNET, Charles-Marie, 1967, "Le milieu social et économique languedocien vers 1200", en VARIOS, Vaudois languedociens et pauvres catholiques, op. cit., pp. 17-19
[141] "En el Languedoc, André Dupont y luego Monique Gramain demostraron la importancia que desde 1100 tienen estas 'orillas', estas 'ferraginas' bien regadas, que alimentarán uno de los primeros merca-dos de verduras conocidos, el de Béziers, hasta el punto que Raymond de Trencavel podrá exigir impues-tos o infeudar los beneficios sobre el puerto. Además, el ejemplo de Béziers demuestra claramente el vín-culo que es necesario establecer, aparte del abono doméstico, entre policultivos y regadío: en las zonas mediterráneas el agua condiciona condiciona la huerta: valle inferior del Po, regadío de Viterbo y de Roma, marismas desecadas del Languedoc, orillas del Ebro alrededor de Zaragoza, todas estas zonas mezclan en la 'sabia disciplina' que alabó Roupnel, frutas, plantas textiles, forrajeras y grandes árboles frutales". [FOSSIER, Robert, 1984, La infancia de Europa. Aspectos económicos y sociales, Barcelona, Labor, pg. 903]
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