- Estado de la cuestión: La Plena Edad Media. Reforma religiosa y movimientos heréticos
- La plena Edad Media. Aspectos socioeconómicos
- El renacimiento urbano
- La sociedad feudal: instituciones feudovasalláticas
- La herejía catara: Origen, doctrinas y ritos
- El Languedoc, Cataluña y los Cataros
- Bibliografía
(Una herejía plenomedieval)
Estado de la cuestión: La Plena Edad Media. Reforma religiosa y movimientos heréticos
Hacia el año 1000, y como nos recuerda Jacques Le Goff[1]Europa estaba ya prácticamente realizada desde el punto de vista territorial ; aparte de la Reconquista española, que habría de continuar hasta el siglo XV, sólo quedaban Prusia y Lituania por entrar a formar parte de lo que se ha dado en llamar Christiana Republica latina. Detrás de esta fachada, sin embargo, el cristianismo de ese período ofrecía un doble aspecto: estaba lleno de temor, pero también lleno de esperanza. En cuanto a lo primero, la vida cotidiana del momento estaba atormentada por epidemias de todo tipo, y los cristianos relacionaban las calamidades con sus pecados, por lo que multiplicaban el ayuno, la ora-ción y el culto a las reliquias; como lo expresa Le Goff, se trataba de "… una comuni-dad penitencial"[2]. Por otro lado, el nuevo milenio se presentaba también desde una perspectiva optimista, como lo demuestra el siguiente texto contemporáneo debido a Raúl Glaber, monje borgoñés de principios del siglo XI[3]
"En el milésimo año después de la Pasión del Señor, y luego de las desastro-sas hambres ya mencionadas, se apaciguaron las lluvias de las nubes, obedecien-do a la bondad y misericordia divinas. El cielo comenzó a reír, a iluminarse … Toda la superficie de la tierra se cubrió con amable verdor y con abundancia de frutos … innumerables enfermos recobraron la salud ante tantos santos reunidos … Era tan ardiente el entusiasmo que los asistentes tendían las manos hacia Dios gritando al unísono: ¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!"
Efectivamente, un fenómeno nuevo y prometedor se estaba extendiendo por la cristiandad: las instituciones de paz. "Ante la incapacidad del poder real, la Iglesia decide asumir la protección de los débiles frente a la violencia de los laicos. Donde ha-bía un poder público fuerte, la paz de Dios se unió a la paz del príncipe, como, por ejemplo, la paz del duque de Normandía a partir del siglo XI y la paz del rey de Fran-cia a partir de mediados del siglo XII"[4]. La "paz de Dios" consistía en la prohibición eclesiástica de todo acto hostil contra personas o bienes determinados –por ejemplo, los templos y lugares sagrados en un radio de unos 30 pasos (sacraria o sagrera)-. Fue ins-tituida, como decimos, por la iglesia Romana a principios del siglo XI tras la celebra-ción de varios Concilios[5]con el objeto de limitar las guerras privadas entre los nobles, corrientes y universalmente aceptadas en Europa hasta ese momento desde la época de las invasiones bárbaras[6]Protegiendo de este modo a clérigos, agricultores, viajeros, mercaderes y mujeres y a sus bienes, especialmente animales de labor y molinos. Su incumplimiento se castigaba con la excomunión. No siempre respetada, la institución de la "paz de Dios", que estaba generalmente complementada por la tregua de Dios[7]desa-pareció durante los siglos XIII-XIV. En cuanto a la "paz del rey", fue decretada por los poderes públicos a partir del siglo XII, cuando los objetivos de la "paz de Dios" fueron considerados como fin del Estado[8]
Reforma gregoriana y conflicto de las "investiduras"
Al contrario que en la época anterior, la carolingia, la confusión entre lo civil y lo religioso estuvo a la orden del día en aquellos momentos; los intentos de la Iglesia por limitar la violencia y cristianizar las costumbres se reflejaron asimismo, como lo constata Le Goff, en el terreno de las nuevas costumbres feudales, de forma que los lai-cos importantes, aprovechando la debilidad del Papado, fueron dominando poco a poco los círculos eclesiásticos[9]Se produjeron distintos movimiento en ese sentido, que bási-camente se pueden reducir a dos:
a) Simonía[10]Tráfico de dignidades eclesiásticas. Los Emperadores acaparaban el derecho a investir con el báculo y el anillo. Tras la conquista de Inglaterra (1066), los reyes normandos distribuyeron asimismo entre sus adeptos las se-des episcopales inglesas.
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