El golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 en Cuba como modelo de la “Guerra Fría” en el área (página 2)
Enviado por Jacinto Rodriguez Avalos
Partido Demócrata.
Partido Republicano.
Partido de la Cubanidad.
Partido Nacional Cubano, etc.
Todos estos partidos son de corte burguesa y sus postulados eran demagógicos.
No podemos dejar de mencionar al Partido Socialista Popular (PSP),partido marxista-leninista de la clase obrera, no obstante sus diferencias con el reformismo ortodoxo, decidió ofrecerle un pacto de unidad para las elecciones, esta era una estrategia para derrotar a las fuerzas reaccionarias.
El gobierno de los Estados Unidos veía con preocupación el panorama político cubano.
Panorama cubano en el año 1952:
En los años 50,Cuba era mucho más que La Habana, con su intensa vida nocturna, sus cabarets, sus lujosos hoteles, los Fords y los Chevrolets del año y las visitas de refulgentes estrellas, Sarita Montiel, Nat King Cole.
Existía otra Habana, que sí era Cuba, esa que muestra en las páginas de varios de los libros e imágenes de la época que se conservan actualmente.Varios periodistas se lanzaron para los campos y ciudades en busca de la noticia y de la denuncia de un capitalismo despiadado, dependiente y subdesarrollado, plagado de desigualdades sociales, desempleo en gran escala, analfabetismo, miseria apabullante y vergonzosa, aquí y allá.Corrupción y represión. Nuestro país se encontraba en una situación similar a la que presentan actualmente muchos de los países hermanos de América Latina, es decir, gobernados por una oligarquía nacional servil, fiel representante de los intereses imperialistas norteamericanos, con una economía dependiente de estos, quienes a su vez dictaban las normas de una política internacional "anticomunista "que perseguía la represión de cualquier movimiento revolucionario progresista, aunque no fuese marxista
A continuación utilizaremos algunos datos apoyándonos de "La Historia me Absolverá":
600 000 desempleados
500 000 obreros en el campo que viven en miserables bohíos.
El obrero agrícola cubano no dispone como promedio de más de 25 centavos diarios, para comer, vestir y calzar.
El 60% de ellos vive en bohíos de techo de guano,y piso de tierra, sin servicio ni letrina, ni agua corriente.
El 85% de esas covachas-rezagos increíbles de la vivienda aborigen precolombina-solamente tiene una o dos piezas en la que debe hacinarse toda la familia rural-hombres, mujeres y niños-para dormir.
El 85%, casi la totalidad, carece de servicio de agua corriente.
El 44% no asistió, no pudo asistir jamás, a una escuela.
El 90% se alumbra con luz brillante.
La situación de la vivienda era en extremo deplorable, el 45% del total, es decir,571 749 eran de yagua, guano y piso de tierra, con agua de rio o de pozo. La mayoría carecía de letrina, baño y luz eléctrica.
400 000 familias en el campo y la ciudad Vivian hacinadas en barracones, cuarterías y solares, sin las más elementales condiciones de higiene y salud.
2 200 000 personas de nuestra población urbana pagaban alquileres que absorbían entre 1/5 y 1/3 de sus ingresos.
2 800 000 personas de la población rural y suburbana carecían de electricidad.
Existía un abandono casi total en cuanto a la educación y salud del pueblo. Veamos algunos datos estadísticos sobre lo mismo:
No pasaban de 6 las escuelas técnicas e industriales en todo el país.
En el censo efectuado en 1953 por la tiranía batistiana existía 1 032 849 analfabetos, que significaba en esos momentos el 23.6%del total de la población, cifra esta que estaba por debajo de la realidad.
Existía un abandono total en cuanto a la salud del pueblo; los créditos del gobierno destinados a los hospitales estatales, la mayoría de los cuales presentaban las peores condiciones higiénicas ,aparte de ser exiguos, se solían desviar confines politiqueros o eran robados descaradamente por los personeros del régimen. En aquel nefasto tiempo el acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, solo era posible mediante la recomendación de un político que le exigía al desdichado su voto y el de toda su familia. Solo aquellos pocos que contaban con recursos suficientes tenían acceso a las llamadas Casas de Salud o Sanatorios y Clínicas privadas, que constituían un lucrativo y seguro negocio. A esta situación se adicionaba el grave problema de las medicinas, cuyo alto costo las hacían prohibitivas a los mas necesitados que se veían precisados a medicinarse, cuando podían, con productos denominados "populares".
Ante el inminente triunfo del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo),el gobierno yanqui, su embajador en Cuba y el coronel Fulgencio Batista y Zaldívar preparan un Golpe de Estado a Carlos Prio Socarrás, para evitar el triunfo de la Ortodoxia en Cuba.
Primeros crímenes de la dictadura de Batista:
12 de abril de 1952: William Soler de 15 años sale de su casa y nunca más regresó.
20 de julio de 1952:En una finca del barrio de Pipian,Madruga,encontaron el cadáver de un joven de unos 25 años, con las manos atadas a la espalda,un pañuelo anudado al cuello y múltiples lesiones por el rostro, la cabeza y el vientre, lo que indica que fue amarrado en estado de indefensión.
17 de agosto de 1952: Fue secuestrado, vejado y maltratado el periodista Mario Kuchilán Sol.
16 de septiembre de 1952:Autopsian a la víctima de un crimen en Guines,que en vez de visceras,sus cavidades contenían aserrín.
Al analizar el significado que tuvo para los Estados Unidos el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 y la sustitución de Carlos Prío por Fulgencio Batista, el profesor Morris H. Morley hizo la apreciación siguiente:
Aunque los formuladores de política norteamericanos y los funcionarios de la Embajada en La Habana se quejaron del "estrecho nacionalismo económico de Grau" y de la "legislación impredecible de Prío, que afectaba a los negocios", la ausencia de conflictos de naturaleza sistémica o estructural dictó la preferencia de Washington por un acercamiento negociador, de no enfrentamiento, en sus esfuerzos por resolver las diferencias —especialmente los recurrentes problemas que afectaban las operaciones de capitalistas norteamericanos en Cuba—. Más aún, ninguno de los dos gobiernos trató de elaborar una política exterior que chocara con los intereses norteamericanos1 . En las Naciones Unidas y en otros foros internacionales, tanto Grau como Prío continuaron siendo "totalmente cooperativos con Estados Unidos", cuando su apoyo fue requerido por los formuladores de política en Washington. Sin embargo, los funcionarios del estado imperial le dieron una discreta bienvenida al golpe militar de Batista de marzo de 1952, pues ofrecía posibilidades para restringir al movimiento obrero organizado, aumentar el papel del capital extranjero dentro de la economía nacional, fomentar una Administración menos corrupta y más eficiente para facilitar la reproducción del capital, y obtener una cooperación creciente de
Cuba en programas diseñados para mantener una región estable y segura
en el Caribe.
El investigador Oscar Pino Santos planteó la hipótesis de que el golpe
de Estado de Batista fue instigado por el Grupo Rockefeller, disgustado
por la actitud poco cooperativa del presidente Prío, quien había obstaculizado los negocios que esa agrupación pretendía llevar a cabo en la industria del níquel en Cuba. Enrique Cirules, con más lujo de detalles, también abordó el tema. Sin desestimar los criterios de estos dos investigadores, en mi opinión, existían dos factores de índole general que podían preocupar a los diplomáticos norteamericanos. Por un lado, la desmesurada, impúdica y obscena venalidad de los corruptos gobernantes auténticos.
Por otro, el clima de crisis política sistémica que prevalecía desde hacía
años, lo que se traducía en una situación "de desasosiego, oposición e
inconformidad verdaderamente explosiva".
Según Thomas G. Paterson, quien ha realizado una exhaustiva investigación en los documentos norteamericanos del período, el entonces embajador de los Estados Unidos en Cuba, Willard Beaulac, comunicó al Departamento de Estado, el mismo 10 de marzo de 1952, que el golpe había sido una sorpresa para todos en La Habana.
Él, personalmente, manifestó que tuvo conocimiento de lo ocurrido a las 6:00 a. m. Sin embargo, Beaulac alertó a la Cancillería estadounidense de que, como el cuartelazo se había producido solo tres días después de la firma del Acuerdo de Asistencia Mutua para la Defensa, se podía pensar que existía alguna relación entre ambos hechos.9 Quizás este fuera el motivo de la demora de los Estados Unidos en otorgar el debido reconocimiento diplomático al nuevo Gobierno, lo que no se produjo hasta el 27 de marzo.
En el ínterin se habían producido dos entrevistas significativas. A las 7:00
a. m., del propio 10 de marzo, Batista se reunió con el coronel Fred G.
Hook, Jr., jefe de la Misión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en
Cuba, pidiéndole que le dijera a su Embajador que todos los acuerdos estaban vigentes. Ello motivó que Beaulac le comentara al Embajador británico:
"si esto tenía que suceder, Batista era el mejor hombre para el puesto".
El 22 de marzo, el embajador Willard Beaulac se entrevistó con el
nuevo ministro de Estado, Miguel Ángel Campa. Durante esa entrevista,
el enviado norteamericano planteó dos temas de interés para su país:
1. El posible restablecimiento de las relaciones entre Batista y el Partido
Socialista Popular, algunos de cuyos miembros habían formado parte del Gabinete de guerra del Gobierno constitucional de 1940 a 1944; y
2. la actitud del nuevo Gobierno cubano ante los inversionistas extranjeros.
En ambas cuestiones el Jefe de la Misión Diplomática de los Estados Unidos recibió seguridades inequívocas del Jefe de la Cancillería
batistiana.
Para los Estados Unidos, la toma del poder por parte de Batista era un
hecho que se conjugaba claramente con sus intereses en la región y con
las tendencias más generales prevalecientes de su política exterior. Como expresé en el capítulo anterior, el Corolario Kennan de la Doctrina Monroe
justificaba el apoyo a los regímenes dictatoriales, preferiblemente a los
dirigidos por militares. Estos gobiernos de "mano dura" se ajustaban mejor a la cruzada anticomunista iniciada por Harry Truman y continuada
por Dwight D. Eisenhower y John Foster Dulles. Se suponía que ellos
estaban en mejores condiciones para enfrentar los movimientos revolucionarios que Washington percibía, según la lógica de la guerra fría, como meros instrumentos de una bien orquestada estrategia dirigida desde el Kremlin contra los intereses de los Estados Unidos.
El régimen de Batista se adaptó con rapidez a estos requisitos políticos
y estableció estrechas relaciones con la Agencia Central de Inteligencia
(CIA). Gracias a la asistencia de la Agencia se creó el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC). Ese fue el objetivo de la visita que el director de la CIA Allen W. Dulles realizara a La Habana, en abril de 1955. Después, hubo intercambios de cartas al respecto entre el secretario de Estado John Foster Dulles y el propio Dictador. Ese mismo año, el Gobierno norteamericano invitó a Washington al general Martín Díaz Tamayo, quien supuestamente encabezaría el BRAC. A pesar de estos pasos, a mediados de 1956, los altos jefes de la CIA estaban descontentos con los resultados alcanzados. Al parecer, los fondos suministrados habían ido a engrosar los bolsillos de los personeros de la Tiranía y el BRAC había sido puesto a las órdenes del coronel Mariano Faget, y no de Díaz Tamayo, como se había prometido. Con ese motivo se envió a La Habana, en junio de ese año, al inspector General de la CIA, Lyman B. Kirkpatrick en el primero de tres viajes que hizo a Cuba en el transcurso de dos años, pues regresó en 1957 y también en 1958.
Después del 10 de marzo de 1952,los líderes del golpe de estado y sus más cercanos colaboradores y simpatizantes integraron la elite militar en Cuba. La gran mayoría había causado alta en el cuerpo de oficiales entre 1933 y 1944 y resultó beneficiaria de la política de reformas y mejoras impulsada por Batista en 1933,cuando este llegó a la jefatura del Ejército luego del triunfante golpe militar de los sargentos.
Algunos de los colaboradores o protagonistas de la acción golpista del 10 de marzo son:
Francisco Tabernilla Dolz.
Francisco Tabernilla Palmero.
Juan Rojas González.
Martín Díaz Tamayo.
Arístides Sosa Quesada.
Roberto Fernández Miranda.
Pilar García García.
Alberto del Río Chaviano.
Luis Robaina Piedra.
Pedro A. Rodríguez Ávila.
Coronel: Carlos Tabernilla Palmero.
Leopoldo Pérez Coujil.
Manuel Ugalde Carrillo.
Fermín Cowley Gallego.
Carlos M. Cantillo González.
Dámaso Sogo Hernández.
Ignacio Leonard Castell.
Ramón Cruz Vidal.
Aquilino Guerra González.
José Fernández Rey.
Julio Sánchez Gómez.
Víctor M. Dueñas Robert.
Pedro A. Valdivia Romero Armengol.
Carlos E. J Pascual Pinard.
Pedro A. Barreras Pérez.
Florentino Evelio Rosell Leiva.
Teniente coronel: Antonio Blanco Rico.
El imperialismo, por su parte,estaba plenamente informado de los trajines conspirativos de Batista y manifestaban su apoyo incondicional. En un trabajo de denuncia que apareció en la revista Fundamentos, posterior al golpe, el Secretario General del PSP Blas Roca, señalaba:
1-La situación política de Cuba se había complicado desde la muerte de Chibas.
2-Los lideres sindicales gubernistas estaban preparados para dar un golpe de Estado.
3-Batista estaba ganado terreno, porque tenía dinero y fuerza en el Ejercito.
El 8 de febrero de 1952 el capitán del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) Salvador Diaz Verson y Rodriguez, investigaba sobre el golpe militar, entrego a su jefe un informe confidencial sobre los manejos turbios de Batista y sus seguidores.
Algunos fragmentos del documento:
(…)desde hace aproximadamente un año,(…)se ha mantenido una constante y discreta vigilancia, sobre las actividades del ex presidente Batista (…), y por haberse tenido noticias, de que mantenía relaciones políticas con miembros del Ejercito en servicio activo.
Fidel Castro, diría luego en La Historia me Absolverá:
¡Pobre pueblo! Una mañana la ciudadanía se despertó estremecida; a las sombras de la noche los espectros del pasado se habían conjurado, mientras ella dormía y ahora la tenían agarrada por las manos, por los pies y por el cuello. Aquellas garras eran conocidas, aquellas fauces, aquellas guadañas de muerte, aquellas botas…No; no era una pesadilla;se trataba de la triste y terrible realidad: un hombre llamado Fulgencio Batista acababa de cometer el horrible crimen que nadie esperaba.
Al analizar el significado que tuvo para los Estados Unidos el golpe de
Estado del 10 de marzo de 1952 y la sustitución de Carlos Prío por
Fulgencio Batista, el profesor Morris H. Morley hizo la apreciación
siguiente:
Aunque los formuladores de política norteamericanos y los funcionarios
de la Embajada en La Habana se quejaron del "estrecho nacionalismo
económico de Grau" y de la "legislación impredecible de Prío, que
afectaba a los negocios", la ausencia de conflictos de naturaleza sistémica o estructural dictó la preferencia de Washington por un acercamiento negociador, de no enfrentamiento, en sus esfuerzos por resolver las diferencias —especialmente los recurrentes problemas que afectaban las operaciones de capitalistas norteamericanos en Cuba—. Más aún, ninguno de los dos gobiernos trató de elaborar una política exterior que chocara con los intereses norteamericanos1 . En las Naciones Unidas y en otros foros internacionales, tanto Grau como Prío continuaron siendo "totalmente cooperativos con Estados Unidos", cuando su apoyo fue requerido por los formuladores de política en Washington. Sin embargo, los funcionarios del estado imperial le dieron una discreta bienvenida al golpe militar de Batista de marzo de 1952, pues ofrecía posibilidades para restringir al movimiento obrero organizado, aumentar el papel del capital extranjero dentro de la economía nacional, fomentar una Administración menos corrupta y más eficiente para facilitar la reproducción del capital, y obtener una cooperación creciente de
Cuba en programas diseñados para mantener una región estable y segura
en el Caribe.
El investigador Oscar Pino Santos planteó la hipótesis de que el golpe
de Estado de Batista fue instigado por el Grupo Rockefeller, disgustado
por la actitud poco cooperativa del presidente Prío, quien había obstaculizado los negocios que esa agrupación pretendía llevar a cabo en la industria del níquel en Cuba. Enrique Cirules, con más lujo de detalles, también abordó el tema. Sin desestimar los criterios de estos dos investigadores, en mi opinión, existían dos factores de índole general que podían preocupar a los diplomáticos norteamericanos. Por un lado, la desmesurada, impúdica y obscena venalidad de los corruptos gobernantes auténticos.
Por otro, el clima de crisis política sistémica que prevalecía desde hacía
años, lo que se traducía en una situación "de desasosiego, oposición e
inconformidad verdaderamente explosiva".
Según Thomas G. Paterson, quien ha realizado una exhaustiva investigación en los documentos norteamericanos del período, el entonces embajador de los Estados Unidos en Cuba, Willard Beaulac, comunicó al
Departamento de Estado, el mismo 10 de marzo de 1952, que el golpe había sido una sorpresa para todos en La Habana. Él, personalmente,
manifestó que tuvo conocimiento de lo ocurrido a las 6:00 a. m.8 Sin
embargo, Beaulac alertó a la Cancillería estadounidense de que, como el
cuartelazo se había producido solo tres días después de la firma del Acuerdo
de Asistencia Mutua para la Defensa, se podía pensar que existía alguna
relación entre ambos hechos.9 Quizás este fuera el motivo de la demora
de los Estados Unidos en otorgar el debido reconocimiento diplomático al
nuevo Gobierno, lo que no se produjo hasta el 27 de marzo.10
En el ínterin se habían producido dos entrevistas significativas. A las 7:00
a. m., del propio 10 de marzo, Batista se reunió con el coronel Fred G.
Hook, Jr., jefe de la Misión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en
Cuba, pidiéndole que le dijera a su Embajador que todos los acuerdos estaban
vigentes. Ello motivó que Beaulac le comentara al Embajador británico:
"si esto tenía que suceder, Batista era el mejor hombre para el puesto".11
El 22 de marzo, el embajador Willard Beaulac se entrevistó con el
nuevo ministro de Estado, Miguel Ángel Campa. Durante esa entrevista,
el enviado norteamericano planteó dos temas de interés para su país:
1. El posible restablecimiento de las relaciones entre Batista y el Partido
Socialista Popular, algunos de cuyos miembros habían formado.
Según Hugh Thomas, Willard Beaulac le dijo en una entrevista personal algunos años después, que se había enterado de que se planeaba el golpe unos días antes gracias a un hombre de negocios norteamericano de apellido Hodges. En mi opinión, puede haberse tratado de Burke Hedges, dueño de la Textilera de Ariguanabo, y no de Hodges.
La profesora del ISRI Nerina Romero, sin embargo, planteó que Batista podría haberse sentido preocupado porque, con motivo de las depuraciones de los partidarios en los
institutos armados durante los gobiernos auténticos, los beneficios de los acuerdos militares con los Estados Unidos podrían ser explotados a favor de una nueva generación de oficiales ajenos a su control, con lo cual perdería su tradicional base de apoyo. Uno de los negociadores de estos acuerdos fue el coronel Ramón Barquín, por aquella época
agregado Militar en Washington, quien, en 1956, fue detenido por conspirar contra la Dictadura y, en 1959, resultó una de las "cartas" que la Embajada norteamericana utilizó para mediatizar el triunfo revolucionario.
norteamericanos y cubanos, sino también los canadienses y los británicos. El examen de los informes de los Embajadores de esos países que eran aliados de los Estados
Unidos, por lo general, ofrece una visión mucho más clara de las opiniones de sus homólogos estadounidenses, quienes eran menos cautos (y generalmente más cándidos) al comentar determinados asuntos a sus colegas, de lo que eran, incluso, en la redacción de los informes y las notas dirigidas al Departamento de Estado.
Reacción frente al golpe de Estado.
El golpe de Estado conmovió profundamente a la ciudadanía, por lo que
significaba de ruptura del orden constitucional y por los nefastos antecedentes de su ejecutor. Los sectores más avisados comprendieron de inmediato que el cuartelazo no se daba, como pretendió hacer creer Batista, para prevenir un supuesto autogolpe del Presidente Prío, dirigido a perpetuarse en el poder, sino para impedir el triunfo del Partido Ortodoxo y el empuje del vigoroso movimiento popular.
A pocas horas de los hechos, el joven abogado Fidel Castro lanzaba un encendido manifiesto titulado «Revolución no, zarpazo», en el que denunciaba el carácter y los objetivos de los golpistas, pronosticaba la
era de terror que se implantaría en Cuba, llamaba a los cubanos al combate contra la dictadura, y advertía:
«hay tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras. Hay opresión en la patria, pero habrá algún día otra vez libertad». Ya con anterioridad, conocedor de los preparativos del golpe de Estado, Fidel, lo
había denunciado ante la dirección del Partido Ortodoxo y había solicitado que le permitieran denunciar el hecho por la onda radial de ese partido, lo que no se le concedió.
También el mismo día 10 de marzo, el Partido Socialista Popular (PSP) condenaba enérgicamente el cuartelazo, acusaba a los imperialistas yanquis de fomentarlo, llamaba a las masas populares de todos los
partidos a unirse en la batalla por las libertades y derechos democráticos y esbozaba algunas demandas específicas de carácter inmediato. En igual sentido se pronunciaban otras organizaciones orientadas por los
comunistas, como los sindicatos unitarios, las asociaciones campesinas, la Federación Democrática de Mujeres Cubanas y la Juventud Socialista. En días anteriores al 10 de marzo, el PSP había denunciado y
condenado públicamente el golpe que venía gestándose.
La Federación Estudiantil Universitaria (FEU) nombró una Comisión que fue a Palacio en las primeras horas de la mañana del propio 10 de marzo y le brindó a Prío el apoyo de los estudiantes para la defensa armada de
la legalidad constitucional. Pero los jóvenes no encontraron la acogida que esperaban y se retiraron. El día 14, la FEU aprobó una Declaración de Principios en la que rechazaba resueltamente el golpe militar y
llamaba a todos los partidos, organizaciones y grupos genuinamente democráticos a juntarse alrededor de una serie de objetivos comunes. «La patria está en peligro —señalaba la FEU—, y hay que honrar a la patria peleando por ella».
Se perfilaban así, desde los primeros momentos, las tres fuerzas que por su radicalismo, representatividad y firmeza, habrían de desempeñar los papeles protagónicos en las grandes batallas que se iniciaban: la que se
aglutinaría muy pronto en torno a Fidel Castro; la que conformaban el PSP y las organizaciones dirigidas por él, y el movimiento estudiantil.
Los partidos políticos burgueses se vieron afectados por una honda crisis. Los republicanos, los liberales y una parte de los demócratas decidieron sumarse a Batista, mientras otros partidos más débiles se disolvían.
Entre los jerarcas del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), Prío huyó hacia EE.UU. y, con. un grupo de seguidores, empezó a conspirar. Gozaban de abundantes recursos financieros, pero sus acciones de
carácter putchista y sensacionalista, sin base popular, mal organizadas y peor orientadas, no tuvieron gran significación. Grau, por su parte, se limitó a una inocua oposición verbal y se prestó a las maniobras electoreras del régimen. Otros auténticos, como Miguel Suárez Fernández, se integraron al nuevo equipo gobernante.
El Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) condenó el golpe militar y llamó a utilizar «todas las fuerzas activas y pasivas de resistencia adecuada que la Constitución autoriza». Anunció apelaciones de carácter
jurídico al Tribunal Supremo de Justicia y al Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales, y alegatos a la ONU y a la Organización de Estados Americanos (OEA). Pero pronto se inició una enconada lucha de
facciones en su seno. Emilio Ochoa, ex-candidato a la Vicepresidencia de la República y muy influyente en las direcciones provinciales del partido, propugnaba la unidad de la oposición, mientras Roberto Agramonte,
ex-candidato presidencial, continuaba su política aislacionista. Carlos Márquez Sterling, al igual que Grau San Martín, optó por plegarse a la legalidad culpable que ofrecía Batista. La preocupación principal de estos políticos era la de repartirse actas de representantes y de senadores, botellas y privilegios, así como cargos en los gobiernos provinciales y municipales.
El aparato sindical oficial, encabezado por Eusebio Mujal , tras pocas horas de vacilación, se pasó totalmente al lado de Batista. El movimiento obrero unitario, con Lázaro Peña y otros líderes de las más diversas
militancias, patentizaron su inmediata repulsa y realizaron algunas acciones de protesta en diferentes lugares del país. Pero la división existente y la represión impidieron una respuesta masiva y general.
El profesorado universitario, los colegios profesionales y la ciudadanía en general rechazaron el golpe.
A continuación se presenta un escrito del General Fulgencio Batista y Zaldívar titulada: "Propósitos democráticos":
"Para lograr la confianza interna e internacional la revolución del 10 de marzo mantuvo todas las normas y principios y garantías de la Constitución de 1940,modificandola solamente en las disposiciones reguladoras de la estructura de gobierno. De acuerdo con esas normas y principios mantenidos, no hubo persecuciones ni atentados a la vida ni a los derechos patrimoniales o políticos de los ciudadanos, tampoco tachas políticas para el desempeño de las funciones públicas. El gobierno reclamo prontamente tanto de los partidos desplazados del poder, como de los de oposición, su concurrencia a elecciones inmediatas. La mayoría de los lideres de esos partidos estimando que el momento no le era propicio para el éxito o deseando dificultar en su provecho la normalización institucional de la Republica, negó su concurso y se entrego con pasión a promover el desorden y la violencia. Al propio tiempo, el gobierno dio ejemplo-sin precedentes en una Revolución-de respetar en sus cargos a los jefes, altos funcionarios y al personal subalterno de todos los organismos autónomos, que dentro de la organización estatal cubana ejercitaban buena parte del poder publico… "
¡MENTIRA!
El 10 de marzo de 1952 Batista da a conocer una proclama al pueblo de Cuba, conocida como Proclama de Batista al pueblo de Cuba
Autor:
Jhoannis Jacinto Rodríguez Avalos
Carrera: Marxismo -Leninismo e Historia.
Sancti Spíritus.
Curso: 2009-2010.
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