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La persona en la posmodernidad

Enviado por W. Daros


Partes: 1, 2

    RESUMEN: El sociólogo Lipovetsky presenta el problema de la concepción variante de la persona en la Posmodernidad. Describe las tres revoluciones que se han dado acerca de su ubicación en la sociedad moderna y posmoderna. Se analiza luego la concepción de la persona posmoderna y su derecho a realizarse según su proyecto de vida a la carta. El artículo se encamina luego hacia la persona en cuanto es un consumidor, en búsqueda light de la identidad personal y tónica de la indiferencia que lo acompaña. Se indican rasgos de la cultura de la seducción, del narcisismo o la autoabsorción en una conciencia indeterminada y fluctuante. Se finaliza con la indicación la hipótesis presentada por Lipovetsky y los motivos para sostenerla y tener confianza en esta evolución y transición personal y social.

    Palabras claves: Persona – posmodernidad – Lipovetsky – identidad light – confianza

    SUMMARY: Lipovetsky sociologist presents the problem of variant conception of person in Postmodernism. He describes the three revolutions that have occurred on its location in the modern and postmodern society. Postmodern conception of person and their right to be held by life project letter is then analyzed. The article is then routed to the person as he is a consumer, searching light of personal identity and tone of the in-difference that accompanies it. Features of the culture of seduction, of narcissism or self-absorption in an indeterminate and fluctuating consciousness are indicated. It ends with the indication the hypothesis presented by Lipovetsky and the reasons to support it, and have confidence in this development and personal and social transition. Keywords: Person – postmodernism – Lipovetsky – identity light – confidence

    Introducción: tres revoluciones hacia la centralidad de la persona

    1.- Aunque el concepto de persona es fundamental en nuestras sociedades -y legalmente procede de la codificación elaborada en la legislación romana-, psicológica y socialmente es concepto frágil, sometido a los avatares de los valores según los tiempos y culturas. Cabe, pues, plantearse el problema de lo que significa hoy "persona" en nuestra sociedad posmoderna. El problema no es para nada sencillo pues depende de cuántas y cuales variables queremos considerar.

    Aunque podamos plantearnos el problema, no resulta ni fácil ni simple confeccionar una hipótesis que intente dar una respuesta tentativa a este problema: se dan, actualmente, diversas hipótesis tentativas de lo que es nuestra sociedad y las personas que en ella viven, incluso si nos referimos sólo a Occidente y al llamado primer mundo. La concepción de la sociedad de Z. Bauman, no es la de A. Toffler, o la de T. Todorov, o la de G. Lipovetsky, en esta época llamada posmoderna.

    Ahora nos interesa detenernos en la concepción de la persona en el contexto de la sociedad posmoderna como es descripta por G. Lipovetsky[1]

    Una referencia importante en del uso del término Posmodernidad estuvo dada por François Lyotard[2]La posmodernidad, concebida por Lyotard negativamente, como crisis y deslegitimación de los metarrelatos, es insuficiente para Lipovetsky, el cual la ve positivamente como una sociedad con una segunda revolución individualista, regida por el imperio de la moda y la seducción consumista.

    La posmodernidad puede, entonces, definirse como un proceso de promoción y democratización de una serie de valores como el hedonismo, el culto al cuerpo, el énfasis en lo relacional y psicológico, la seducción, la confianza en el mercado y la competitividad, y el cultivo de la autonomía individual (el elegir y autogobernarse dentro de la lógica de la indeterminación, esto es, sin un plan preestablecido), otorgando prioridad al futuro más que al pasado.

    En pocas palabras, una tesis fundamental de Lipovetsky, en su sociología (lectura de la filosofía de la gente), consiste hoy en sostener que las personas "vivimos una segunda revolución individualista"[3].

    La época renacimental y la moderna, tras las consecuencias de la propuesta de Lutero, se centraron en la atención por las personas; por oposición a la importancia que tenía la estructura de la Iglesia, de los gremios y de la comunidad en la época medieval. Se trató ya de una primera revolución centrada en la prioridad de las personas.

    2.- La segunda revolución individualista comienza en los años de la segunda década del siglo XX, y se consolida después de la segunda guerra mundial. Se trata de una mutación social, económica, política y cultural global, que conlleva una sinergia combinada de organizaciones y significaciones, de acciones y valores.

    La segunda revolución individualista ha implicado un proceso de personalización, acompañado (en interacción) de la elaboración de una sociedad flexible, basada en el crecimiento demográfico, la información y estimulación seductora y consumista de las necesidades, del sexo, del culto a lo natural (por oposición a lo sentido como represión socializada), a la cordialidad y al buen humor.

    Lo que comenzó a importar fue tener el mínimo de coacciones y el máximo de elecciones y deseos, con un mínimo de represión, y con la mayor comprensión posible[4]

    3.- Si bien la idea de una vida individual y social democrática tiene una secular vigencia, sin embargo, esta vida es sentida hoy como una democracia aún autoritaria, donde los gobernantes, una vez elegidos, juegan con el poder. Por ello, las personas sienten la necesidad de ponerse nuevos fines y nuevas legitimidades sociales.

    En la Modernidad, la idea de la "voluntad general" tenía fuerte vigencia y era básica para la lógica de la vida política, productiva y moral en la cual debían moverse los individuos, con reglas uniformes, minimizándose las expresiones singulares, las particularidades ideosincráticas.

    La primera parte del siglo XX estuvo regida, en gran parte de Occidente, por la abnegación exigida por un partido revolucionario o por gobernantes que, si bien fueron elegidos democráticamente, terminaron aboliendo los partidos. Hoy casi desaparece ese límite autoritario para la expresión del individuo: la mayoría de los individuos ve con indiferencia lo que sucede en el poder político. La personalidad íntima parece buscar la legitimación exhibicionista del placer y el reconocimiento de las expresiones singulares de los individuos.

    4.- El ideal moderno de encuadrar a los individuos en el marco de reglas nacionales colectivas, se ha fragmentado y se busca masivamente la realización personal, la singularidad subjetiva. Emerge con fuerza el derecho a ser íntegramente uno mismo, a disfrutar al máximo de la vida individual[5]

    La persona se halla en un constante proceso de personalización en el contexto de una lógica individualista. Ya no se busca sólo la libertad política y económica, la libertad de creatividad artística o en el ámbito del conocimiento; sino además y principalmente en el ámbito de las costumbres y de lo cotidiano.

    El hecho social y cultural más representativo parece ser el vivir libremente sin represiones. Se trata de un proceso de personalización psicologizada. Por un lado, aparece como una desestandarización de la vida; por otro, como reivindicaciones de las minorías regionales, de expansión del yo, de movimientos alternativos.

    La persona posmoderna y su derecho a realizarse según su proyecto de vida a la carta

    5.- La sociedad moderna era conquistadora; creía en el futuro, en la ciencia y en la técnica, en la razón, en la revolución. La sociedad posmoderna surge de tendencias minoritarias de la Modernidad insatisfecha que buscaron dispositivos abiertos y plurales.

    En la sociedad posmoderna, las personas están ávidas tanto de la individualidad como de la diferencia, de la tranquilidad como de la realización personal; se afinca en el presente, e indiferente al pasado, disuelve la fe en el futuro y en el progreso. Lo que importa es vivir aquí y ahora, conservarse joven sin esperar un hombre nuevo. Hay un desencantamiento en la monotonía de lo nuevo.

    Muerto el optimismo, se instala la apatía que no cede ni ante el ídolo ni ante el tabú. La apatía es vacío ante la abundancia, sin tragedia ni apocalipsis[6]

    6.- Parece darse una ampliación de la persona: no hacia un personalismo responsable socialmente como lo imaginara Emanuel Mounier[7]sino hacia un individualismo light que proclama su derecho a realizarse según su proyecto de vida a la carta.

    Mas el individualismo no es visto como algo moralmente no deseable, sino como lo que se está naturalizando. Cuando el individualismo se hace total, no asume otro punto de referencia.

    La forma de vida se desestabiliza y se hace tolerante, se centra en la realización personal de uno mismo, no importando tanto triunfar en la vida cuanto realizarse continuamente, consciente de la precariedad de la existencia[8]

    7.- Las acciones colectivas casi no logran ordenarse, uniformarse y llegar a una realización mundial de acción conjunta. Lo privado interesa más que las luchas de clases. En la posmodernidad -o hipermodernidad, como a veces la llama Lipovetsky- lo social está presente pero no está en primer plano en el interés de las personas, sino ideológicamente ubicado como un telón de fondo.

    La Posmodernidad se rige por tres lógicas fundamentales, por tres formas de funcionar que se influyen:

    • La lógica del mercado (que genera el consumismo),

    • de la tecnociencia (que hace de nuestro mundo una pantalla: cine, televisión, celular),

    • y de la cultura individualista democrática[9]

    El individualismo se impone no como una reclusión del individuo en sí mismo; sino como una inclusión osmótica en lo social, asumido con indiferencia. Los individuos se hacen cada vez más atentos a sí mismos, aún sin convicciones. Si bien el posmoderno no se halla totalmente despolitizado, ni con independencia soberana de lo social, estos y otros intereses son menores, hiperespecializados en grupos selectos y pasajeros: grupos de padres alcohólicos, de madres lesbianas, de viudos, etc.

    8.- Personalizar es psicologizarlo todo. Las relaciones de amor se vuelven frágiles y fugitivas. Los sentimientos son mutables y las personas no evolucionan de manera sincrónica. Se pasa más velozmente de la euforia al aburrimiento o desánimo, incomprensión o irritación.

    Las decepciones tienen como indicadores mayor número de separaciones, divorcios, conflictos por la custodia de los hijos, falta de comunicación íntima. Los seres humanos son incompletos y necesitan de otros para realizarse; pero si la felicidad depende de otros, entonces estamos condenados a una felicidad frágil: el otro se nos escapa y se entra en la renovación perpetua del consumo, que no se vive con placer sino como fracaso[10]

    9.- Ante el fracaso, las personas dan prioridad a la atención de sí mismas. Se pierde la obsesión por la cantidad y se vuelve a la calidad del sentimiento, a los proyectos compartidos.

    La revolución sexual ha dado de sí todo lo que podía, pero no es suficiente para generar una vida aceptable; lo que falta es comunicación entre las personas, capacidad de resistir a las inevitables frustraciones cotidianas, en un ámbito que depende mucho de los gustos individuales.

    Donde la velocidad es creciente en todos los ámbitos, las demoras pone furiosa a las personas y es motivo de irritación y descontento. Por ello, esas personas vuelven su atención a cosas menos trascendentes, pero más manejables. Entre las cosas menos trascendentes pero importantes se halla en tema del comer bien, pero no tener sobrepeso. De hecho, crece el número de persona para las cuales, el peso es el tema fundamental de sus vidas[11]

    Ser persona es ser un consumidor

    10.- Cada época produce y cultiva lo que sus deseos le solicitan y viceversa: los deseos generan y moldean lo que la sociedad debe ser en cada época. En la sociedad posmoderna, la persona desea consumir. Nunca ha había habido tanto productos para consumir, en esta época y en el primer mundo. Pero no se piense que se consume sólo alimentos, ni siquiera sexo: principalmente se consume música, diversión, pantalla, comunicación con el pequeño grupo, lo que significa para esta época posmoderna "vivir mejor".

    "Ha nacido una nueva modernidad: coincide con la «civilización del deseo» que se construyó durante la segunda mitad del siglo XX.

    Esta revolución es inseparable de las últimas orientaciones del capitalismo dedicado a la estimulación perpetua de la demanda, a la comercialización y la multiplicación infinita de las necesidades: el capitalismo de consumo ha ocupado el lugar de las economías de producción. En el curso de unos decenios, la sociedad opulenta ha trastocado los estilos de vida y las costumbres, ha puesto en marcha una nueva jerarquía de objetivos y una nueva forma de relacionarse con las cosas y con el tiempo, con uno mismo y con los demás. La vida en presente ha reemplazado a las expectativas del futuro histórico, y el hedonismo a las militancias políticas; la fiebre del confort ha sustituido a las pasiones nacionalistas, y las diversiones a la revolución.

    Apoyado en la nueva religión de la incesante mejora de las condiciones de vida, el vivir mejor se ha convertido en una pasión de masas, en el objetivo supremo de las sociedades democráticas"[12].

    11.- No obstante los aparentes retrocesos, marcados por las recesiones, las crisis energéticas, crisis de los desempleados, éstos no son más que signos de reacomodaciones a nuevas formas de preparar el consumo masivo.

    La necesidad creciente de consumo refleja la creciente conciencia del vacío en la vida y la urgencia por llenarla con algo. No se trata del vacío de algunas personas con poco poder de adquisición; sino de una nueva forma de ver la vida. Ésta no parece tener sentido en sí misma, sino en lo que se hace con ella: surge la necesidad de consumir la propia existencia, en forma rápida y masiva.

    Nada reducirá la pasión por el consumo -que no puede ser negada ni suprimida- sin otra pasión que pueda motivar fuera de la oferta del consumo.

    No obstante, el consumo no puede satisfacer todos los deseos: el hombre tiene otras dimensiones, como el conocer, aprender, crear, ganar autoestima, que los bienes comerciales no pueden satisfacer.

    La persona posmoderna en búsqueda light de la identidad personal

    12.- La persona, en la cultura posmoderna del consumo, no deja de tener rasgos contradictorios, convividos sin sobresaltos, dado que la lógica y la racionalidad no son un valor primordial, sino el seducir y ser seducido, sin perder su identidad.

    La pasión, en la personalidad íntima, no se desentiende de la búsqueda de calidad de vida. El abandono de los grandes sistemas de sentido no se opone a la búsqueda de creencias locales y a la conformación de tribus juveniles.

    Como nunca antes el tema de la identidad se ha vuelto relevante, aunque no se ponga mucho esfuerzo en investigar que significa ello.

    Juntamente con el irrenunciable deseo de consumo (de músicas, de placeres, de encuentros, de bebidas y mercancías), se revaloriza lo local y se disuelven las exigencias de centralidad; se busca más la identidad personal que la verdad universal.

    Lo importante es ser uno mismo, en un mundo que parece disolverlo todo: el pasado, las creencias fuertes, las responsabilidades sociales para con el Estado.

    La identidad light posmoderna significa poder hacer ya lo que se desea.

    Esto genera una actitud crítica también ante el consumo: no comprar caro parece ser más inteligente. Cuanto mayor es la omnipotencia de las marcas, más los individuos se sienten inclinados a independizarse de ellas. El consumidor ha adquirido una libertad de elección y de exhibición que antes no poseía.

    La cultura posmoderna del consumo necesita estar a la moda, renovarse y reinventarse para venderse perpetuamente. La tecnociencia lleva a una revolución permanente[13]

    Cultura posmoderna del consumo personal y de la indiferencia

    13.- La cultura posmoderna del consumo personal parece ofrecer una vida con más libertad, incluso en materia de elección de una religión. Lo sagrado toma múltiples formas, en rechazo declarado contra el imperio de la Ilustración y la razón. Las exigencias religiosas se eligen a la carta, y se da una búsqueda de sentido sin referencias ni certezas, con una coexistencia pacífica de las creencias, con amplitud de fronteras.

    No vivimos una decadencia de la moral, sino una pluralización y un cóctel de las éticas. La Iglesia milenaria ya no dictamina imperativamente dónde está el bien o el mal; sino que se forman comités de reflexión ética, debates sobre el aborto, la adopción de niños por homosexuales, sobre la procreación, la manipulación genética, la eutanasia, etc.

    14.- La contradicción aparece en casi todos los sectores del cóctel de la vida personal y social. Pero sólo se manifiesta como contradictoria si se desea tener una lectura desde una Modernidad que necesitaba la unidad de perspectiva, la coherencia envolvente de la variedad de los acontecimientos y un poder centralizado. Hoy el poder se ha pluripolarizado: Norteamérica, Europa, Asia.

    Hoy, más que coherencia se desea la pluralidad y la yuxtaposición. Por esto, la cultura posmoderna del consumo puede ser renovadora y retro a la vez, porno y discreta, consumista y ecologista, sofisticada y espontánea; creativa y vuelta a lo local. Las antinomias no llevan a la exclusión de uno u otro elemento de la vida cultural; más bien, las cosas parecen ubicarse con una correspondencia flexible, destruyéndose los sentidos únicos, y la única verdad.

    15.- La cultura moderna del consumo presencian la destitución de lo sublime, y la trivialización de lo que en la Modernidad fue lo superior. Son ellas características de la cultura posmoderna, la cual se desliza en una indiferencia relajada.

    La solidaridad se da en los microgrupos. Las soluciones sociales se buscan por contacto, por la vida vivida en primera persona.

    La época moderna se obsesionó con la producción y la revolución; la cultura posmoderna se centra en algo más personal: la información, el consumo indiferente y la expresión.

    Todos pueden hablar, todos pueden ser escuchados y oídos; todos son invitados a opinar sobre todo. Hay una plusvalía de la palabra y una minusvalía de la responsabilidad ante ella. Por ello, no interesa mucho lo que se dice, sino que se pueda decir. El interesado es el emisor y se convierte también en el principal receptor. Se da una indiferencia por el contenido. El narcisismo se convierte en expresión gratuita y vacía de interés para el gran público. Éste solo reclama el derecho de las personas a hablar en una era del vacío[14]

    16.- Las personas tienen la sensación de estar en un período de pasaje, y por lo tanto, de crisis profunda y abierta, basada en la novedad y el cambio. El siglo XX fue, para las personas, un siglo con rebeliones contra las formas instituidas, los estilos clásicos, la escritura reprimida, la significación codificada, ruptura con el pasado; rebelión contra el orden oficial.

    La cultura posmoderna, al expandirse, hizo manifiesto su potencial de creación, generando una especie de autodestrucción creadora, crítica de sí misma, más o menos indiferente ante todo. En la Modernidad, las personas se hallaron en un ámbito de creación y negación. En la cultura posmoderna, lo nuevo se vuelve inmediatamente viejo; la creación termina vaciando a las personas; éstas quedan girando en el vacío. Es la culminación de la técnica, de los medios, indiferentes ante los fines. Cada uno hace su pequeña tarea, indiferente a lo que está contribuyendo finalmente: se puede fumigar bien una plantación de frutales, aunque esto resulte después cancerígeno; se puede higienizar bien una heladería aunque los fluidos terminen contaminando las capas de aguas sin tratar.

    "Los grandes ejes modernos, la revolución, las disciplinas, el laicismo, la vanguardia han sido abandonados a fuerza de personalización hedonista; murió el optimismo tecnológico y científico al ir acompañados los innumerables descubrimientos por el sobrearmamento de los bloques, la degradación del medio ambiente, el abandono acrecentado de los individuos; ya ninguna ideología política es capaz de entusiasmar a las masas, la sociedad posmoderna no tiene ni ídolo ni tabú, ni tan sólo imagen gloriosa de sí misma, ningún proyecto histórico movilizador; estamos ya regidos por el vacío, un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia ni apocalipsis"[15].

    La cultura posmoderna se halla en la culminación de un proceso posindustrial, profundamente individualista y radical, hipertrofia de una cultura cuya meta es la negación de cualquier orden estable, bajo la monotonía del consumo permanente.

    Ante el proceso de racionalización que implica la sociedad burguesa y burocrática, la cultura posmoderna del consumo preconiza los valores del romanticismo como la exaltación del yo, la autenticidad, el placer, el desenfreno de los sentidos, de los impulsos propios ("Déjate llevar…"), la intensidad del sentir, el consumo masivo, el vivir a crédito, el goce inmediato; por oposición a los valores modernos que revolucionaron la producción, implantando el valor del trabajo, ahorro, moderación, puritanismo, dinero, ascetismo, racionalismo, sistematicidad, organización lógica, disciplina, autoridad. No importa la lógica, todo vale.

    Cultura de la seducción

    17.- Siempre se ha dado en Occidente un recelo entre la dialéctica, la retórica y la lógica.

    La lógica y la dialéctica requieren razonamientos y mover formal y fundadamente las mentes humanas. La retórica apela a la seducción, a atraer y subyugar al contrincante, sin quitarle la sensación de que es él el que decide en su vida, ante un abanico prolífero de ofertas a consumir.

    La sociedad de consumo utiliza la lógica de la seducción, haciendo que se sienta importante el seducido, como si él se eligiese y condujese con plena libertad (se-ducere: conducirse a sí mismo) ofreciéndole cada vez más opciones y combinaciones a su medida[16]La seducción es un medio de fascinación o atracción que una persona u objeto ejerce sobre otra, conduciéndolo con el consentimiento de esa persona seducida.

    La seducción es el acto de persuadirse o persuadir (con-vencer) a alguien con el fin de modificar su opinión o hacerle adoptar un determinado comportamiento según la voluntad del que seduce.

    18.- La cultura de la seducción deja las relaciones autoritarias y dirigistas, y privilegia la pluralidad y diversidad de opciones, y la realización de los deseos desoyendo los llamados a la austeridad.

    Mientras se esté en el consumo, no importa luego las formas, porque el seducido es finalmente un cliente cautivo por el monopolio de la seducción, a la que condesciende creyéndose protagonista.

    Indudablemente, los países del tercer mundo y los hombres del trabajo, son los más reacios a asumir la lógica de la seducción. Mas nuestra sociedad global va teniendo siempre más jóvenes y más numerosos. Éstos requieren diversión, o al menos contención, y privilegian la comunicación a la coerción.

    Las personas jóvenes, libres en sus tiempos, con creciente autonomía y cuidado del cuerpo, generan la exigencia de una educación que cubra esos deseos: permisividad, homeostasis de los feelings, socialización suave, plural y diversa más que tolerante[17]

    19.- La cultura posmoderna de la seducción se acompaña de ritmo, rápido, vociferado, constante, sin contenido, por lo que no importa en qué lengua se cante o se grite.

    La revolución musical y la tecnología sacan al oyente de su mundo manteniéndolo en suspenso, sin transportarlo a otro lugar o a otras ideas. El individuo se vuelve sinético y desea sentir más. La velocidad fascina y hace sentir la vida en la piel. Los jóvenes pueden pasar muchas horas charlando, pero luego, cuando suben a un vehículo, quieren velocidad.

    Se da una nueva forma de control social por medio de la seducción. La seducción es soft, distrae epidérmicamente a un público que, sin embargo, no es ingenuo ni pasivo.

    La seducción no funciona con el misterio sino con la información, con la propuesta de la supresión de las relaciones burocráticas del poder.

    La seducción suprime la revolución y el uso de la fuerza, y opera por relación, cohesión y acercamiento, dando la sensación de que es cada uno el que decide.

    Verlo todo, hacerlo todo, decirlo todo define a la seducción[18]

    20.- La seducción lucha contra la inmovilidad y busca el autoservicio libidinal. El cuerpo y el sexo se vuelven instrumentos de subjetivación. Los jóvenes posmodernos marcan con tatuajes sus cuerpos, para indicar que son únicos.

    Se da integridad al cuerpo antes que ocultarlo. El cuerpo se convierte en persona a respetar. El cuerpo es directo: se expresa, seduce moviéndose bajo el hechizo de la sonorización estridente.

    La seducción es, en parte, sexducción, adaptando a la mujer al rango de las sociedades democráticas hedonistas. Pero esto no da lugar a Don Juan, sino a Narciso "subyugado por sí mismo en su cápsula de cristal"[19].

    La cultura de la seducción viene estimulada por la indiferencia, entendida como clima cultural.

    La Modernidad, por su parte, se cierra con Hiroshima, con la pasión destructora como condición para conservar una mejor posición de poder.

    Narcisismo o la autoabsorción en una conciencia indeterminada y fluctuante

    21.- El capitalismo autoritario cede el camino al capitalismo hedonista y permisivo.

    La Modernidad era espíritu de empresa, esperanza futurista en el progreso, bajo el lema de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad. El legado de la fraternidad quedó en el reducto religioso; el mensaje de la libertad quedó encarnado por el Liberalismo en la libertad para el comercio. La igualdad ante la ley, marcada por el código napoleónico, parece ya insuficiente o poco significativo psicológicamente. Junto con la igualdad se desea la diferencia. Hoy instala la última versión del hombre igual: el narcisismo que se expresa de diversas y cambiantes maneras.

    La protesta estudiantil, que convocaba por igual a todos los estudiantes, ha desaparecido. Se da una banalización de lo social: se prefiere vivir sin ideales, sin objetivos trascendentes, dejarse llevar. Importa vivir el presente en el presente. Sin sentido de lo histórico, ni proyección hacia el futuro, se erosiona el sentimiento humano de pertenencia. Numerosas carreras universitarias no tienen ninguna referencia a la historia: importan las aplicaciones prácticas, las técnicas que reditúen, ganar dinero sin saber bien para qué vivir.

    Se implementan estrategias narcisistas de supervivencia: en el presente, interesa la salud psíquica y psicológica y el reciclado del cuerpo.

    La ausencia de grandes ideales a los que nos tenía acostumbrado la Modernidad, se presenta como un nihilismo, que es vivido sin tragedia, sino con apatía frívola, sin sentimiento trágico por el fin del mundo, con apatía epidérmica e indiferencia hacia el mundo. No hay Quijotes que salgan a salvar al mundo. Incluso la amenaza de calentamiento global no es suficiente para organizar una cruzada. La juventud (una categoría que está en crecimiento dada la explosión demográfica) no lee los diarios, ni se informa de las noticias: si puede, se divierte de noche y duerme de día.

    Ante la deserción de los valores sociales, se acentúa la personalización como hiperinvención del yo y abandono de los grandes sistemas de sentido (ideales políticos, religiosos y culturales). Lipovetsky estima que se vive en el vacío.

    22- Amarse a sí mismo es suficiente, de modo que no se necesita de otro para ser feliz…

    Los individuos se esfuerzan por liberarse de los sistemas de defensa anónimos, que cortan la continuidad histórica de los sujetos. Para la liberación buscan asociaciones "libres", lo no verbal, sino el grito, el sentimiento indefinido. El analista no es un referente y, en el narcisismo total, cada uno queda en manos de sí mismo, regido por la autoseducción del deseo.

    La autoabsorción permite el abandono de la esfera pública. Las religiones tratan de aprovecharse de la coreografía, actualizarse y adecuarse a la música actual y a los mensajes masivos para poder sobrevivir y reclutar adeptos. De la religión del Libro se exige pasar a la religión del espectáculo, so pena de indiferencia por el contenido. No se busca la liberación del mal por medio de una rigurosa teología; sino por la coreografía masiva y los testimonios subjetivos y aislados.

    El yo se convierte en un espejo vacío a fuerza de flashes de `informaciones´[20], sin análisis, ni ubicación en el contexto histórico. Importa poco saber si Napoleón vivió antes o después de Jesucristo.

    El narcisismo neutraliza el universo social, vaciando las instituciones de sus inversiones emocionales y el yo se vacía de su identidad razonada.

    El yo pierde su referencia de unidad por exceso de información insustantiva.

    A los escritores no les queda otro recurso que el novelesco breve, la minificción, donde cada uno puede moverse al ritmo de su propia fantasía.

    El esfuerzo y los deberes no están de moda. Lo que supone sujeción o disciplina austera se ha desvalorizado y se busca lo placentero de realización inmediata.

    La anarquía de los impulsos, la pérdida de un centro de gravedad otorgado por ideales, genera una voluntad débil, no intra-determinada, a merced de los minirrelatos.

    El posmoderno se mueve en el clima de la no directividad, de la asociación libre, de la espontaneidad creativa, de la cultura de la expresión, de la dispersión en detrimento de la concentración, de la aniquilación de las síntesis conceptuales.

    Parece generalizarse la falta de atención de los alumnos. La dispersión o distracción remplaza a la concentración persistente y esforzada (lo que es queja de todos los profesores). Los alumnos no estiman estar desatentos, aunque admiten tener una atención dispersa, la que les es suficiente para, al mismo tiempo, estudiar, ver televisión, escuchar música, mandar mensajes, etc. Se hace presente una conciencia telespectadora, que parece captarlo todo y nada; excitada e indiferente a la vez.

    23- El yo disuelto en tendencias parciales, moléculas personalizadas, nuevos zombis atravesados por mensajes de textos, sin ortografía ni sintaxis: simplemente palabras juxtapuestas.

    El yo narcisista es lábil, sometido sistemáticamente a experimentación rápida.

    El narcisismo es un sistema flotante, que produce la última personalidad aislada en la masa, apta para sistemas de consumo masivos.

    No hay, como otrora, comportamiento orientado por el otro y por su aprobación, lo que daba sentido a la acción social. Por el contrario, se produce la licuación de la identidad rígida del yo. Va desapareciendo el amor por la patria (sustituido por el amor pasajero al turismo y al paisaje). No héroes ni se ocultan las debilidades de los héroes de antaño.

    El narcisismo no es una falta de personalidad, sino una nueva personalidad con una conciencia indeterminada y fluctuante, sin saber qué hacer, acorralada constantemente por el aburrimiento.

    Se intentan elaborados comportamientos de ortopedistas de la salud física y mental: se impone la formación permanente, al menos como lifting que levanten las partes caídas del cuerpo y levanten el humor.

    Se flexibilizan las categorías sociales acerca de quien es mujer, hombre, niño, civilizado, loco, etc.: la indefinición e incertidumbre se expanden.

    24- El posmoderno narcisista teme envejecer y morir. La vejez se vuelve una idea intolerable. Se trata de que el dolor deje de ser real.

    La frialdad y el anonimato parecen vicios inaceptables: las virtudes se dirigen hacia el revelar las propias motivaciones, las intimidades, todo lo cual es índice de autenticidad y sinceridad. No importa la verdad (que pretende ser objetiva), pero sí la sinceridad que reconoce las contradicciones. ¿Por qué se debe estar atado a una lógica? El yo posmoderno, como el político, simplemente arriesga decidir y luego se verá qué pasa.

    Todo se personaliza, o sea, se psicologiza: la verdad también. La subjetividad tiene preminencia. Se busca la verdad personal aunque a veces sea fratricida o asocial.

    El cuerpo reciclado bajo el deseo de la autoseducción

    25- El cuerpo se ha vuelto, en la Posmodernidad, un verdadero objeto de culto, y se tiene una obsesión por su salud y por su figura.

    Se requiere higiene, perfumes, control (chequeo), mantenimiento (masajes, sauna, deportes, regímenes), liftings, cultos solares y terapéuticos.

    El cuerpo no es ya una máquina, ni un soporte del alma; es la persona y marca nuestra identidad; adquiere los derechos de la persona.

    Dado que la libertad de la persona es el derecho fundamental se sigue que ella puede elegir, en cierto modo, su cuerpo[21]El cambio de sexo, la comercialización del cuerpo y de sus productos, es parte del ejercicio de nuestra libertad subjetiva. Anteriormente se consideraba inadmisible alterar el proceso natural de envejecimiento y se exigía un respeto por las canas y arrugas. Hoy el conservarlas o no, es un hecho de decisión personal.

    Hasta la Edad Media, se prohibía intervenir en los procesos naturales, como algo opuesto a la voluntad de Dios, como algo "contra natura" o antinatural. Toda prevención de la concepción era impensable. Por el contrario, el posmoderno se estima señor de sus actos y decisiones. La moral también se ha psicologizado, personalizado: si somos libres, lo que decidimos está bien.

    26- De hecho, se tiende, cada vez más, a permanecer joven, a disolver los estigmas de la edad. Parece evidente que se está dando una psicologización y desaparición de las diferencias netas entre cuerpo y espíritu. El cuerpo psicologizado no es el cuerpo objetivo y natural; sino el cuerpo puesto a disposición de las decisiones de la libertad del individuo; es el lugar público y político del ejercicio de las libertades. Las decisiones llevan, en su propia lógica, la moral de los derechos subjetivos, en detrimento de los cuidados hacia cada uno.

    Hoy se debate el derecho a la elección del propio estilo de vida sexual (anticoncepción, aborto, vasectomía) y de genitalidad (cambio de sexo); el aborto elegido entendido como prolongación de los derechos del individuo sobre su propio cuerpo.

    En este contexto, se trata de liberar al cuerpo de los tabúes y, por ejemplo, marcarlo, en forma indeleble, para identificarlo: el cuerpo está disponible a la experimentación de los individuos. Las mujeres alquilan su útero para concebir un niño, previa remuneración. Estiman, en esta misma lógica, que pueden disponer de su cuerpo para la reproducción, mediante un acto de su libertad y derecho.

    27.- El mejoramiento narcisista de sí mismo no carece, sin embargo, de códigos: funciona como un nuevo tipo de control social, bajo la hégira del cuerpo y la seducción posible o imaginada en relación con los demás.

    En la Posmodernidad, está fuera de duda el respeto debido a la dignidad y libertad humana. Lo que está en discusión son sus variadas interpretaciones y realizaciones. La época posmoderna, mientras produce y acrecienta el desorden axiológico iniciado en la Modernidad, da tema para elaborar otro tipo de equilibrio social, en relación con los valores del cuerpo: por ejemplo, la donación de órganos no suscita polémica y más bien se la promueve; pero la extracción de órganos con un fin mercantil parece escandalosa.

    Lentamente, la misma dinámica del ejercicio de la libertad exige, por una parte, derechos emergentes y nuevos; pero, por otra parte, ella misma se pone límites y reinstala barreras.

    En la Modernidad, el credo vigente consistía en conservarse en la perfección que ofrecía la naturaleza a cada uno. En la Posmodernidad, la misma naturaleza es un concepto que el individuo debe redefinir sin quedar sometido a su aspecto biológico, porque quien pierde el dominio de su libertad, degrada todo su ser.

    El único sometimiento que parece admitirse es el de la autoseducción.

    Cerrando el tema: hay motivos para tener confianza

    28.- Lipovetsky describe s un sociólogo que trata, ante todo, de describir y no de juzga como un moralista.

    El autor desea darnos una lectura objetiva de la época que vivimos; pero está claro que no existe ninguna lectura neutra; sino que toda visión de la realidad conlleva una interpretación. Y este escritor no oculta sus interpretaciones. Entre el optimismo y el pesimismo, Lipovetsky cree -porque, en última instancia, se trata de una creencia o persuasión globalizadora sobre eso que nos ocurre- e hipotiza que se está dando un caos organizador, generado, por un lado, por el valor supremo dado a la libertad individual; y, por otro, por las exigencias que toda vida tiene en sus condicionantes, los cuales ayudan o entorpecen las realizaciones de los proyectos individuales.

    Las descripciones realizadas por Lipovetsky le parecen suficientes para sostener la hipótesis de que "no faltan razones para tener esperanzas", y entrever la posibilidad de que miles de millones de personas salgan de subdesarrollo. A largo plazo, la persona saldrá ganando, pues tiene capacidad para reinventarse.

    "No hay ninguna razón para no tener esperanzas en las ciencias y técnicas. En los últimos decenios, la población ha ganado cada año tres meses de esperanza de vida. Una niña hoy tiene el 50% de probabilidades de vivir por lo menos cien años. Una vida más larga y con mejor salud"[22].

    29.- La cultura del consumo tiene menos de un siglo; es un pequeño momento en la historia humana. Ninguna cultura es eterna. Aunque la civilización consumista trajo beneficios, aunque "desestructura a los individuos volviéndolos frágiles a nivel psicológico, la felicidad de las personas no progresa en proporción con las riquezas"[23].

    Es posible pensar que vendrá una transformación personal y cultural que revalorice las prioridades de la vida, la jerarquía de los objetivos. El trabajo (primera necesidad de la existencia, según Marx) podrá conciliarse con el goce y la ascética, dando fuerzas al vivir de las personas que abrirán otros caminos a la felicidad.

    La Posmodernidad no es un fenómeno totalmente optimista. La felicidad de los individuos, en ella, es efímera.

    Tampoco se trata de hacer una fácil y superficial denuncia apocalíptica.

    30.- Por un lado, vivimos en un clima hedonista y progresista; pero, por otro, estamos cargados de un clima de ansiedad. Estamos, a la vez, en una sociedad con personas dedicadas, en gran parte, al entretenimiento (para una parte de la humanidad); y en una sociedad (de gran parte del mundo) con la dificultad para vivir (carencia de agua, de alimentos, de libertad, etc.).

    Si bien Lipovetsky percibe la Posmodernidad como una época de decepción, también la considera una época con una búsqueda de felicidad individual que puede llenar una vida. El compromiso con las causas humanitarias, la investigación, la creación, la educación y la invención de formas de trabajos más gratificantes, no nos condenan, a todos por igual, a la desilusión.

    31.- En este contexto, si bien se le critican a Lipovetsky el atenuar los aspectos neoconservadores que incuba la Posmodernidad[24]él no deja sin embargo de mencionar las grandes angustias que ella genera.

    "En otra época, la moral represiva era fuente de histeria, hoy la moral de la autonomía y de la expansión contribuye a generar ansiedad, surmenage y depresión. Ésta es la paradoja: el rechazo de la organización tayloriana y el broche final de la empresa humanista aceleran la desestabilización, la fragilidad subjetivas. Ya sea en la esfera privada como en la esfera profesional, en todas partes la autonomía individualista se paga con desequilibrio existencial. Si la denuncia de la empresa tecnocrática y la celebración del individuo responsable y creativo merecen el elogio al reactivar la tradición ética del respeto a la persona, no deben perderse de vista las nuevas contradicciones que resultan de ella: más independencia pero más ansiedad, más iniciativa pero más exigencia de movilización, más valoración de las diferencias pero más imperativo competitivo, más individualismo pero más espíritu de equipo y de «comunidad integrada», más celebración del respeto individual pero más conminaciones a cambiar y reciclarse"[25].

    Partes: 1, 2
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