Los trastornos de la personalidad (Esquizoide y Paranoide). Su influencia en la comisión de delitos (página 2)
Enviado por Sissy S�nchez Guevara
Hay una confianza básica, ingenua, en el sistema y en el medio que vivimos. También tenemos confianza en el resto de la gente; más allá de la crítica que podemos hacer, básicamente confiamos en nuestra comunidad, en nuestros familiares. De no existir esa confianza, esa fe, el grupo se disgregaría. Es una confianza ingenua, porque si nos ponemos a analizar, sólo se basa en la repetición, en la costumbre, y eso es lo que descubre el paranoide. Es un hombre o una mujer que se planta frente al consenso y se pregunta el por qué de las bases de ese consenso y obtiene una conclusión negativa: que no estamos asentados en una comunidad que pueda darle tranquilidad absoluta y que las personas que lo rodean pueden ser potencialmente sus enemigos, no son leales o fieles. Aquí falta entonces la adhesión al sistema de creencias común, a lo consensuado.
Abuso del razonamiento deductivo
Si alguien desconfía de un sistema de creencias consensuado, evidentemente debe formar, si no se desmorona como persona, su propio sistema de creencias. Éste se va a basar en un uso abusivo del razonamiento, de la interpretación, que formará una posición muy particular en relación con el resto de las personas. Utiliza básicamente un tipo de razonamiento deductivo que parte de un prejuicio, por ejemplo: "Me quieren perjudicar", que los hechos particulares sólo confirman o no. Es este prejuicio el origen de muchos de sus juicios falsos, y hace que interprete las acciones de los demás como rebajantes, amenazantes y hostiles; en consecuencia, siempre son obstinados, rígidos y están a la defensiva.
"El pensar razonado es el juez infalible sobre el ser o el no ser. Ninguna cosa inmediata debe aceptarse de por sí como real: todo debe «fundamentarse». Sólo es real lo que puede explicarse. Lo que no puede explicarse mediante axiomas libres de contradicción no existe."
Búsqueda de las claves
Los paranoides tratan de buscar las claves que revelan las intenciones de los demás, buscan la segunda intención, la prueba que demuestre que estaban en lo cierto. Dividen a las personas entre los que están con ellos y los que están en contra, no hay términos medios.
Evitación de la intimidad
Se mantienen firmes en su postura; evitan la intimidad por temor a dar información que pueda ser utilizada como arma por sus enemigos. "Evito la intimidad, el contacto, mantengo un tipo de relación superficial, y por supuesto que voy a ser susceptible, voy a estar alerta ante las actividades de los demás. Detalles que para otros pueden ser cosas triviales, banales, para mí encajan perfectamente en un patrón concatenador de hechos, que pueden llegar a ser indicios de un complot o algo que están tramando en mi contra."
Estado de alerta
Por eso están muy alertas. Se nota en el paranoide, cuando se le observa, el estado de alerta, de tensión. Es una persona que está en lucha: "olfatea" el ataque, el complot y la infidelidad donde los otros nada ven.
Rencorosos
Son rencorosos, recuerdan los agravios, las humillaciones y los insultos por siempre, y están a la espera del retrueque y la venganza. La sobrevaloración, la intolerancia a la crítica, la autojustificación de los errores, el humor irónico y la necesidad del contrincante (siempre están peleando con alguien), completan los rasgos de esta personalidad.
Desde el punto de vista clásico se caracteriza a estas personalidades por los siguientes ítems: desconfianza, susceptibilidad, proyección, auto referencia, grandiosidad. En este caso, "proyección" es atribuirle a los demás intenciones que coinciden con los prejuicios del paranoide.[5]
Grandiosidad
Decimos "grandiosidad" porque tienen su propia manera de ver el mundo y le dan un alto grado de validez respecto de la forma en que lo evalúan los demás. "La diferencia entre los otros y yo es que pienso; lo que digo lo razono en todos los detalles y las otras personas no. En consecuencia las conclusiones que saco son mejores y verdaderas, lo he comprobado muchas veces. Es así. Mi mujer, por ejemplo, tiene dos neuronas: una para controlar los esfínteres y la otra para mantener el equilibrio. Si usa una de ellas la otra se descontrola, o se hace pis o se cae al piso. Así que opta por no usarlas, no pensar."
El porte
Si lo describimos, observamos que es muy detallista, puntilloso; es una persona de porte prolijo, no es un desaliñado o un bohemio: es atildado y conserva una postura erecta, desafiante; la mirada es hacia los ojos, de estudio. Mira a los ojos o de costado. Los rasgos suelen ser duros, el entrecejo ceñido. Inspira respeto. Cuando está frente a nosotros nos estudia, sentimos la sensación de estar rindiendo examen. Sopesa constantemente lo que decimos, cómo lo decimos, y sobre todo cómo nos dirigimos a él. Se considera una persona respetable y de valor. No es conveniente tutear a un paranoide, hacerlo esperar o no mantener ciertas reglas mínimas de cortesía.
Un hombre de dos caras
Si tenemos oportunidad de hablar con un familiar, vamos a encontrar un rasgo cuya descripción aún no he hallado en la literatura: el paranoide tiene una conducta bifronte: tiene un tipo de conducta para los allegados y otra muy distinta para los otros. "En casa siempre está malhumorado, poco comunicativo, pero con sus amigos o en el trabajo es otra persona: hace bromas, charla con todos, se hace querer."[6]
"Hay algo que me da mucha bronca de mi padre, en casa lee el diario, mira televisión, siempre con mala cara. Si cualquiera lo llama por teléfono, se convierte en otra persona, es parlanchín, chistoso. Cuelga el teléfono y vuelve a tener mala cara."
Respeto por la jerarquía
Otro rasgo es el respeto por la jerarquía. A pesar de la desconfianza, el paranoide valoriza mucho la jerarquía. Es éste un elemento muy importante para ser tenido en cuenta por el psicoterapeuta. Tienen un sistema de jerarquías, respetan a unos y desvalorizan a otros. Y así en todos los ítems de la vida. En la familia o en el trabajo, por ejemplo, respetan sólo a las personas a las que les atribuyen cualidades suficientemente valiosas. Al resto los descalifican. Sólo consiguiendo el respeto de un paciente paranoide podemos realizar un tratamiento eficaz. Y esto depende, amén de nuestra personalidad y conocimientos, de una actitud franca y coherente, sin ocultamientos (es un experto en captarlos), y del trato que le dispensemos. "Para conseguir respeto hay que tenerlo", decía Baruch Espinosa.
El Pensamiento Esquizoide
La posición esquizoide conduce típicamente a la ansiedad, no por separación o soledad, sino por compromisos, especialmente matrimonio, empleos permanentes y decisiones en el plano social y religioso.
Un esquema de defensa por desapego e introversión, característico de las personalidades esquizoides, busca enfatizar la separación de cosas materiales y cotidianas para buscar poderes escondidos y misteriosos. Esto puede encontrar expresión en el ocultismo y lo parapsicológico o ritualista.
Los desórdenes de la personalidad esquizoide tienen algunas de sus raíces en una inocente aflicción infantil con una gran severidad. Cuando la mente consciente se da cuenta de la cantidad de dolor que existe en el mundo, muchas veces sin una culpa aparente que lo justifique, viene el cuestionamiento de la bondad y aún de la existencia de un Dios que permite que esto ocurra.
Es probable que generalmente no se aprecie que la defensa esquizoide es un rechazo a enfrentar la falta de esperanza, la que se traduce en "evitación del dolor" y "parálisis del miedo". Existe una paradójica dinámica que envuelve a la persona esquizoide en un caos de contradicciones internas. Un estímulo que promueva un conjunto de impulsos dinámicos positivos, despierta una destructiva oposición desde otras áreas del sujeto. La esclavitud de la voluntad es absoluta. Se necesita un sistema dinámico enteramente nuevo con poder para efectuar cambios de conducta a pesar de, y aparte de, la preexistente personalidad.
Las experiencias de "rebirthing" y de regresión a los primeros meses de vida, a través de hipnosis, han hecho posible una exploración más detallada de la posición esquizoide. Esta representa una enfermedad radical del ser, tan severa que el dolor de mantenerla en reserva y oculta es preferible a declarar y exponer este sufrimiento ante otros. Esto hace que el sujeto no acuda por su propia voluntad a profesionales psicoterapeutas. Además, mientras no se trate de una psicosis, la psiquiatría no tiene fármacos que ofrecer.[7]
Una terapia psicoanalítica de largo plazo puede ser beneficiosa algunas veces, pero, por no estar frecuentemente al alcance de los medios del afectado o de su familia no se recurre a ella.
Las reacciones esquizoides ocurren comúnmente en personas altas y delgadas, aunque no se puede decir que la constitución física sea el factor determinante, porque también se encuentran personalidades esquizoides albergadas en cuerpos bajos y gruesos. Las excepciones a la correlación general entre constitución y temperamento nos hacen mirar hacia otros factores.[8]
La única alternativa es encontrar una manera de entrar, según los recursos terapéuticos, detrás de la puerta defensiva hasta la sala principal con miras a persuadir al ego regresivo que hay más ventajas en el crecimiento y en la madurez que en el permanente retiro de la escena humana. Habría otra alternativa, tal vez más allá del alcance de la terapia, que sería descender en ese abismo de terror junto con el paciente, ayudándole a traer a su consciencia esa angustia mental infantil que acompañó al daño fatal en el momento decisivo que se produjo la ruptura y el retraimiento.
Cuando el infante, en total inocencia, sufre esta atroz aflicción a las manos de su madre, que lo hace caer en el desamparo de la posición esquizoide, toma para sí la actitud "que debió haber sido" la de la madre. Se condena perpetuamente al aparente veredicto materno: "este ser no vale nada, olvídenlo, apártense de él". Debe contemplarse a sí mismo como deficiente, digno sólo de ser rechazado, inaceptable para las otras personas. El auto-desprecio es inseparable de la posición esquizoide.
La personalidad esquizoide es definida desde el punto de vista psicodinámico como una catastrófica división de la persona en las primeras semanas o meses de vida. Es un profundo corte que desciende hasta las raíces del ser. Se produce una conversión en ciento ochenta grados, que reorienta al ego hacia todo lo que existe de manera contraria a lo que es sano y normal. La positiva atracción inicial hacia todo lo bueno y al disfrute de la intimidad con otras personas es reemplazada por sentimientos negativos y por retraimiento. La pérdida de su centro como persona se diluye impregnando todo tipo de relación, personal o impersonal. Y no en forma gradual, sino como una súbita discontinuidad, un dramático todo-o-nada. El anhelo hacia la vida llega a ser anhelo hacia la muerte. El deseo por el placer como placer es transformado en deseo por el dolor como placer. La búsqueda de atención y de apego a las personas cambia a un compulsivo deseo de pasar desapercibido y vivir desapegado. Esta súbita e intensa pérdida de los anhelos primitivos, deja tras de sí no una neutralidad, sino una persistente y poderosa repugnancia.[9]
La defensa natural de la personalidad esquizoide es la soledad. Las reuniones sociales lo aburren "a morir", a no ser que no se le haya solicitado una participación ostensible, o que sólo asista confundido entre un público. No se le debe pedir que aporte su interés. Él puede tener un contacto social en profundidad. Puede ejecutar perfectamente el rol que le determine su profesión y eso le aporta un delgado enchape de habilidad social, aun de madurez. Sólo aquellos condenados a tratarlo en la intimidad, conocen la fuerza de su impenetrable soledad. Su inhabilidad para romper su defensiva coraza de aislamiento es más marcada en aquellas relaciones en las que él tendría que darse a sí mismo más generosamente: cónyuge, hijos. El involucrarse personalmente y el pánico son para él sinónimos, así que emprende el vuelo ante ambos. Es el miedo quien lo paraliza en su soledad. Sobre todo cuando es requerido por la vida familiar para que abandone su posición defensiva.
Aquellos amigos que sepan actuar con intuitiva cortesía y con una buena voluntad no presionante, pueden ser capaces de iniciar una relación aceptable para el cauteloso esquizoide. Si es un grupo unido de amigos quien hace eso, no sólo es posible superar el hecho físico de la soledad sino que también el congelamiento interno, que lo empuja a retraerse, empieza a deshielarse. El coraje a formar parte de un grupo y a participar en lo que ellos hagan comienza tímidamente a crecer.[10]
Es un amor inegoísta el que es capaz de unirse con la persona esquizoide. Este amor no formula perentorios planteamientos de cambios sino sólo prepara el camino, por su presencia junto al miedo no expresado. Es un desafío nada fácil para una particular clase de amor, pero las exigencias de la posición esquizoide, psicodinámicamente considerada, lo reclama así. lmplica que los niños autistas pueden ser traídos de vuelta a la vida familiar sólo por un cálido, efusivo y espontáneo regaloneo materno y paterno.
Decíamos que una amistad cariñosa puede crear la atmósfera en la cual un esquizoide, congelado en su mecanismo de rechazo, encuentre de nuevo una razón para vivir . Un terapeuta puede estar motivado por una necesidad de éxito derivada de su propio insatisfecho ego. En ese caso, él ciertamente fallará en proponer a la persona esquizoide buenas razones que lo hagan regresar del borde del suicidio para integrarse a la sociedad humana. Quien sea simplemente amigo, sin un motivo personal, tiene un amor sencillo sin complicaciones que dar, y este amor es paciente, manso y humilde, como el que lo da. Porque no se hace la expectativa de una respuesta apresurada, sino que se dedica a cuidar y amar, esta clase de amor crea precisamente las condiciones en las cuales la circulación dinámica del espíritu puede empezar otra vez a fluir en el sufriente esquizoide.
CAPÍTULO II:
Una valoración del tema según el caso cubano
Es imposible saber con exactitud cuántos individuos padecen trastornos mentales. Los registros de admisión a los centros psiquiátricos pueden ser orientativos, pero hay que tener en cuenta que excluyen a un amplio número de personas que nunca buscan tratamiento por no considerar que sufren algún trastorno.
De estos últimos, la mayor parte presenta trastornos menores, ya que el riesgo de sufrir una esquizofrenia alguna vez en la vida es de un 1%, mientras que el de sufrir una depresión -el trastorno mental más común en la actualidad, e incluso el motivo de consulta médica en atención primaria más frecuente- es de un 10%. Actualmente existe una preocupación cada vez mayor por los trastornos mentales orgánicos, puesto que inciden con más frecuencia en las personas mayores, un sector de población que está aumentando vertiginosamente en los países más desarrollados.
Si lo analizamos entonces desde la perspectiva de nuestro trabajo, muchas personas están expuestas a diario a cometer delitos, precisamente por la vulnerabilidad que presentan al padecer trastornos de la personalidad, lo que conlleva a que respondan de una forma diferente ante los estímulos externos, respuestas que pueden ir desde un simple distanciamiento hasta una agresión física al "atacante".
El delito surge como una valoración de ciertas conductas por la sociedad de acuerdo con determinados criterios de utilidad social como la justicia, el orden, la convivencia, etc. Si la sociedad valora como criterio de justicia el respetar los bienes ajenos, robar será un delito.
Para que un acto sea considerado "delito", se requiere que sea definido expresamente con este carácter por una ley la que a su vez impone una sanción como medida de defensa colectiva. Las leyes de una sociedad actúan con relación a la delincuencia como forma positiva y negativa de control social. En forma positiva porque al fomentar en el individuo la conformidad con las normas establecidas lo aparta de la conducta delictuosa. En forma negativa, porque imponen sanciones específicas al que comete un delito. En la comisión del delito,el delincuente rara vez actúa aislado; generalmente se organiza en grupos que hacen de una determinada conducta antisocial su especialidad. La sociedad al sancionar privándolo de la libertad al culpable de delito debe de readaptarlo y dejarlo en condiciones de convivir. El trabajo remunerado, la instrucción y la ayuda psicológica, son factores que ayudan a este proceso.
Tratamiento del Código Penal a los delincuentes con trastorno de la personalidad esquizoide y paranoide.
Según Quirós Pírez analizando el artículo 20.1 del Código Penal nos podemos percatar de que en él se hace depender la imputabilidad del sujeto, de su capacidad de comprender el alcance de sus acciones (la cognición) y de dirigir su conducta (la volición) .La cognición y la volición constituyen, por consiguiente la base de la imputabilidad o de la inimputabilidad del sujeto. Si la cognición ( facultad mental superior encargada de elaborar, conservar y utilizar adecuadamente las ideas en cuanto a los diversos problemas que plantea el medio) o la volición (facultad de seleccionar objetivos y de actuar en consecuencia), están abolidas o perturbadas, la respuesta no será la que la sociedad presume de todo individuo normal, por lo cual el Derecho ha tenido que tomar en consideración esos casos particulares, estableciendo normas específicas respectos a tales casos de enfermedad mental.[11]
Según analiza el profesor Quirós Pírez y con lo cual estamos de acuerdo, la paranoia está incluida dentro de la expresión "estado de enajenación mental" del Art. 20.1.[12] Es una enfermedad mental crónica de desarrollo insidioso y prolongado, que se caracteriza por la afectividad asténica, el estado de ánimo elevado, así como las ideas delirantes (persecutorias, de celos, querellantes, hipocondríacas, desconfiadas, rencorosas). La enfermedad a pesar de su curso crónico, no afecta el resto del pensamiento del enfermo y no evoluciona hacia el deterioro orgánico. Fuera de las ideas delirantes, el paranoide conserva sus facultades mentales y se orienta en las actividades cotidianas, por cuanto en la paranoia, el desarrollo insidioso del sistema delirante, deja libre el pensar, el querer y el obrar. Lo que hace peligroso al paranoide es precisamente que esas facultades conservadas se ponen al servicio de una personalidad patológicamente alterada. Por ello ha podido decirse que lo fundamental en la peligrosidad del paranoide, no es el síntoma delirio (aun cuando este sea el punto de partida de la criminalidad del paranoide), si no la fuerte raíz afectiva del delirio, que mueve y pone a su servicio la capacidad de juicio conservada y la totalidad de la personalidad.
Dentro de los tipos de enajenación mental está la neurosis, la sicopatía, la epilepsia y la psicosis; y dentro de esta última, la paranoia, la demencia, la esquizofrenia y la psicosis maníaco-depresiva. Por tanto las conductas delictivas cometidas por estos enfermos, si concurren determinadas circunstancias, no serían sancionadas al apreciarse la eximente de responsabilidad del Art. 20.1 del C.P.
Por tanto la paranoia solo puede eximir de responsabilidad penal cuando los actos jurídicamente prohibidos, realizados por el enfermo, tengan conexión con el orden de ideas perturbado por la enfermedad. En el resto de los casos el enfermo no encontraría eximida su responsabilidad según este artículo, cabría entonces atendiendo al estado actual de su enfermedad, verificar la presencia o no de la atenuación por imputabilidad disminuida recogida en el Art. 20.2 del C.P.[13]
Por otra parte las personas esquizoides asumen una posición que conduce a la ansiedad, no por separación o soledad sino por compromiso, presentando un esquema de defensa por desapego o introversión. Se cuestionan la bondad del mundo y la existencia de Dios presentando falta de esperanza y queriendo evitar el dolor, se mantienen siempre en él. Su defensa natural es la soledad[14]Por estas características consideramos que más bien no son personas con tendencia hacia los delitos por la posición pasiva y de retraimiento que asumen; amén de que bajo determinadas circunstancias puedan cometerlos.
Sin embargo los delitos cometidos por un esquizoide, al no estar considerada esta enfermedad dentro de la enajenación mental, trastorno mental transitorio, ni desarrollo mental retardado, no encontrarían un eximente de la responsabilidad en el Art. 20.1, aunque consideramos (a diferencia de lo que creen muchos) que en determinados momentos un esquizoide puede tener sustancialmente disminuida la facultad para comprender el alcance de su acción o dirigir su conducta y entonces con una certificación médica el tribunal podría apreciar o no, la presencia de la cuasi eximente del Art. 20.2.
Siguiendo el articulado del Código, si bien en la Sección Sexta relativa a las Circunstancias Atenuantes o Agravante no aparece ningún indicio relativo a los trastornos de la personalidad que analizamos, en el Art. 47.1,[15] interpretándolo de manera extensiva, podríamos decir que el tribunal según su juicio fijaría la medida de la sanción analizando las características individuales de este enfermo, lo que demostraría que en el caso de no apreciarse el Art. 20.1.2 del C.P, en última instancia, se apreciaría un tratamiento diferenciado por el Código Penal a las personas que sufren de trastornos de la personalidad dentro de los que están los paranoides y esquizoide.
Fundamentos en los que debe basarse el tratamiento diferenciado del C.P cuando el delincuente es un paranoide o un esquizoide.
Uno de los principios del Derecho Penal Cubano es el Humanismo Socialista, ya que el hombre constituye, para el socialismo, el valor supremo, el objetivo final de su desarrollo.
El hombre es un sujeto social que actúa con total intensidad y modifica las condiciones de su actividad vital, así como un ser que piensa y siente socialmente. Todas esas cualidades están unidas entre sí de manera indisoluble. Si se dice que la sensibilidad, el pensamiento y la actividad son propiedades comunes a todas las personas sin excepción, se expresa por supuesto, una verdad. Sin embargo, en cuanto se aborda el contenido de esas propiedades, pasa ya al centro de investigación no de los individuos en general, sino de individuos de tipo socio-histórico concretos, cuyas características del mundo interno, género de vida, y actividad son diferentes y hasta contradictorias.
El humanismo socialista- surgido históricamente con el proletariado y con la creación de su ideología revolucionaria y científica- representa un grado cualitativamente nuevo en la evolución de las ideas humanistas: se trata de una concepción que aprecia el libre desarrollo de cada individuo como condición del libre desarrollo de todos. No se dirige a la esfera selecta de la sociedad, sino a todo el pueblo, por cuanto su objetivo supremo radica en el perfeccionamiento universal del individuo, de sus aptitudes y energías.[16]
Con el socialismo se instituyen nuevas relaciones sociales, una nueva vida social y, en consecuencia, una nueva vida individual. Las condiciones económicas, sociales, políticas, éticas y culturales creadas por la sociedad socialista, hacen posible el desenvolvimiento ilimitado de la personalidad humana en planos físicos, moral e intelectual: "" la esencia humana-escribe Marx-no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.[17]
La aplicación del principio humanista en el derecho penal se expresa en dos sentidos: de una parte, por la protección integral y eficaz contra todo tipo de atentado delictivo dirigido contra el hombre o los valores humanos; y de otra, por el tratamiento necesariamente humanitario en el terreno de la represión, respecto a los autores de las diferentes infracciones.
No se trata, pues, de la manifestación de un sentimentalismo abstracto e idealista, sino de un esfuerzo real, concreto, a favor de la observancia de un principio rector del Derecho penal socialista, que admite su aplicación socialmente creadora en atención a la estructura y la dinámica de la delincuencia en las condiciones del socialismo. Esta línea de pensamiento se concibe únicamente, a los efectos de la correcta inteligencia, en los dos aspectos que informan la apropiada compresión de la sanción penal dentro de su exacta evaluación por la ciencia penal socialista: "" la pena – dice Serguei Bannikov- es un arma muy buida que influye no solo en la conciencia del delincuente, sino también sobre la formación de la opinión pública. Es de todo punto evidente que el castigo benigno de los delincuentes peligrosos crea una idea de débil defensa de los intereses del estado y de los ciudadanos. De otra parte, las sentencias injustificadamente rigurosas acarrea un efecto nocivo en las costumbres de la sociedad, inculcando de modo imperceptible un menosprecio hacia el individuo"".[18] La cuestión por consiguiente, no se emplaza ni en el terreno de la benignidad ni en el de la severidad, sino en el de la justicia penal socialista.
La imposición de la sanción penal, como método particular de la acción estatal, se rige por normas integralmente infiltradas por el principio de humanismo socialista: ejerce su función educativa y preventiva sobre el autor del hecho y sobre aquellos que presentan inestabilidad social, con el límite exacto que exijan las circunstancias del hecho y las condiciones personales del autor, dentro de los marcos penales establecidos por la ley. La previsión de la sanción de multa como pena única o alternando con la privativa de libertad, de la remisión condicional de la sanción, de las sanciones de limitación de libertad y amonestación como penas sustitutivas de las de privación de libertad y multa, etc., resultan medios que concretan, conforme con nuestro Código Penal, el criterio aludido.
Basado en este principio es que consideramos que las personas con trastornos de la personalidad cuando delincan no pueden ser tratados de igual forma que las personas con personalidad normal, sino que siguiendo los enunciados del principio humanista se deben tener en cuenta las características propias de cada individuo y su comportamiento en la sociedad, lo que queda reflejado en nuestro Código Penal. De esta manera los delincuentes con trastornos personológicos deben tener un tratamiento diferente al de los individuos, cuya personalidad se encuentra debidamente formada, puesto que la capacidad valorativa y de raciocinio de los primeros, se encuentra limitada producto del trastorno psicológico que presentan. No hay nada más injusto que tratar como iguales a personas diferentes.
Conclusiones
Al finalizar nuestro trabajo hemos podido percatarnos de que los trastornos de la personalidad tienen una notable influencia en la comisión de delitos, que un paciente, ya sea paranoide o esquizoide (que fueron los trastornos analizados), puede estar notablemente condicionado a cometerlo, producto de su afección mental, si tenemos en cuenta de que todo sentimiento, acto, pensamiento, tiene su origen y concomitante forzoso en la actividad del cerebro y en las funciones somatorgánicas que las condicionan. Sin embargo nuestro Código Penal tiene un escaso tratamiento diferenciador para este problema .Si bien los artículos 20.1.2 y 47, pueden mostrar atisbos de un tratamiento especial para este tipo de personas, consideramos que no resulta suficiente esta regulación que deja muy abierto el análisis, a lo que consideren los jueces ante una certificación médica, y un delito concreto cometido por un enfermo de este tipo. Un Código Penal como el nuestro, que debe ser fiel precursor del principio humanista, no debe quedar exento de un tratamiento más pormenorizado de la cuestión que analizamos a lo largo de nuestro trabajo, pues el ideal de justicia podría verse vulnerado, y no en pocas ocasiones.
Recomendaciones
Que exista en nuestro Código Penal una regulación más detallada para el tratamiento de delincuentes con trastornos de la personalidad, en nuestro caso paranoide y esquizoide, (por supuesto sin perder la abstracción que debe caracterizar al Derecho y sus normas) lo que defendería indudablemente el principio de humanidad de nuestro sistema legal.
Que los cambios posibles a efectuar en el Código Penal sean una adición en el artículo 20, ya sea como eximente o cuasieximente, en dependencia del estado real del paciente; o de lo contrario establecerlo como una circunstancia atenuante.
Que si no se introducen cambios en la legislación penal, en relación al tema que estamos apreciando, que se tengan en cuenta, aún más, las características individuales del enfermo, para que se pueda apreciar con mayor fuerza el artículo 47 del Código Penal.
Bibliografía
DOCTRINA
Castro-López Guinard, Hiram: Psicopatología Clínica, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2004.
Colectivo de Autores, Criminología, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004.
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Colectivo de Profesores del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la UH, Propedéutica y Clínica Psiquiátricas, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1974.
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Quirós Pírez, Renén, Manual de Derecho Penal, t-III, Editorial Félix Varela, La Habana, 2005.
Reyes, Arnoldo Juan, Una alternativa para ser feliz, Editorial Científico-Técnica, La Habana, 2001.
Viera Hernández, Margarita, Temas Fundamentales Sobre Criminología, Editorial Félix Varela, La Habana, 2000.
"Psicología. Trastornos de la Personalidad" en http//: , consultado el 5 de marzo de 2007.
"Trastornos de la personalidad" en http//:personal.telefónica.terra.es, consultado el 13 de marzo de 2007.
LEGISLACIÓN
Ley No.62 de 29 de diciembre de 1987, Código Penal. Divulgación del MINJUS de Enero de 2004.
Autoras:
Lic. Sissy Sánchez Guevara
Lic. Yisel Rodríguez García
-Pinar del Río, Cuba.
2008-
[1] Fueron escogidos al azar, por las autoras del presente artículo, estos dos trastornos de la personalidad, para ejemplificar lo que ellas comentan sobre la influencia de los mismos en la comisión de delitos, pero de forma general podría servir este trabajo para el análisis de la influencia de cualquier otro trastorno de la personalidad en la comisión de delitos.
[2] Vid. Colectivo de Autores, Lo Psíquico en Propedéutica Médica, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, p.27.
[3] Vid. "Trastornos de la personalidad" en http//:personal.telefónica.terra.es, consultado el 13 de marzo de 2007.
[4] Vid: "Psicología. Trastornos de la Personalidad", en http//: www.prensa.com consultado el 5 de marzo de 2007. Este subepígrafe ha sido tomado casi en su totalidad de este sitio, pero se le han adicionado criterios al respecto, de las autoras.
[5] Vid. "Psicología. Trastornos de la Personalidad" en http//: www.prensa.com consultado el 5 de marzo de 2007.
[6] Vid. "Psicología. Trastornos de la Personalidad" en http//: www.prensa.com consultado el 5 de marzo de 2007.
[7] Vid. Castro-López Guinard, Hiram, Psicopatología Clínica, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2004, p.58.
[8] Idem.
[9] Ibídem.
[10] Ibídem.
[11] Quirós Pírez, Renén, Manual de Derecho Penal, t.III, Editorial Félix Varela, La Habana, p. 159
[12] Cfr. Artículo 20.1 del Código Penal Cubano: "Está exento de responsabilidad penal el que comete el hecho delictivo en estado de enajenación mental, trastorno mental transitorio o desarrollo mental retardado, si por alguna de estas causas no posee la facultad de comprender el alcance de su acción o de dirigir su conducta."
[13] Cfr. Artículo 20.2 del Código Penal: "Los límites de la sanción de privación de libertad fijados por la ley se reducen a la mitad si en el momento de la comisión del delito la facultad del culpable para comprender el alcance de su acción o dirigir su conducta, está sustancialmente disminuida."
[14] Colectivo de Profesores del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la UH, Propedéutica y Clínica Psiquiátricas, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1974, p.12.
[15] Cfr .Artículo 47.1 del Código Penal: "El tribunal fija la medida de la sanción, dentro de los límites establecidos por la ley, guiándose por la conciencia jurídica socialista y teniendo en cuenta, especialmente, el grado de peligro social del hecho, las circunstancias concurrentes en el mismo, tanto atenuantes como agravantes, y los móviles del inculpado, así como sus antecedentes, sus características individuales, su comportamiento con posterioridad a la ejecución del delito y sus posibilidades de enmienda."
[16] Vid, Quirós Pírez, Renén, Introducción a la Teoría del Derecho Penal, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p.51.
[17] Marx, Karl, €˜€™ Tesis sobre Feverbach€™€™ en Friedech Engels, Ludwuin Feverbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, p.64.
[18] Bannikov, Serguei, "Legalidad y justicia en la Unión Soviética€™€™, en Revista Cubana de Derecho, No. 9, La Habana, 1975, p.240.
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