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Los enigmas de la Obesidad: Sus causas

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Prolegómeno
  3. La serendipia en acción
  4. La actividad de comer en la especie H sapiens sapiens
  5. Los cuchillos: metáforas modernas en la marcha inexorable de la obesidad
  6. La obesidad: Problema social y enemiga de la salud
  7. La obesidad global: "Globesidad" ¿La nueva pandemia?
  8. El hambre y el apetito como procesos contributivos al desarrollo de la gordura
  9. El apetito y la pulsión sexual
  10. El Paciente Número 24
  11. El rol de la leptina
  12. La endogamia y las mutaciones genéticas
  13. El hambre, la urgencia y la decisión de comer
  14. El hambre, el comer, la falta de actividad física y la obesidad no son procesos lineales
  15. Células adiposas
  16. Experimentos con la actividad de comer y con el aumento de peso controlado
  17. El set point: como sistema regulador
  18. Los "indios" Pima y la gordura
  19. El efecto de los cambios de entorno en la expresión de la gordura
  20. Discusión
  21. Bibliografía

El hambre y el apetito, el comer y la comida: cuchillos de doble filos

Las espadas, y los cuchillos de doble filo, por extensión, cortan de ambas maneras: Porque, aunque, a veces, pudiendo dar las apariencias de que favorezcan, perjudican, a la vez.

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Acero de doble filo

Esta contribución, de índole científica y enciclopédica, consiste en dos proposiciones interrelacionadas, presentadas en orden consecutivo:

  • En la primera se plantea una revisión actualizada y pormenorizada de la obesidad y su fenomenología, enfatizando sus causas posibles y mecanismos de acción a todos los niveles fisiológicos. Como parte de la misma sección, se estudian los factores del hambre, el apetito y la actividad de comer, como módulos y procesos adaptivos cuyas actividades — tornándose disfuncionales, en una mayoría de los casos — resultan en la gordura.

Detalles históricos, modelos animales y genéticos se describen en esta parte.

  • En la segunda sección se detallan métodos de oponer la gordura y el sobrepeso, cuya medicalización actual y uso de las dietas, han ofrecido pocos beneficios tangibles para sus víctimas.

Como componente de la exposición final se discuten los sistemas tradicionales para bajar de peso y sus limitaciones. Entre los que se consideran:

Las pastillas para adelgazar, las dietas en general, y el método de Dukan en particular. Igualmente se toca en las gastroplastías y sus adversos efectos, mientras se ofrecen viñetas clínicas ilustrativas, concluyendo con recomendaciones aplicables a los temas considerados en ambas ponencias.

Introducción

Ésta, la primera, de dos presentaciones, es acerca del comer y la comida y del hambre y el apetito; los cuales, con la gordura resultante, son binomios que pueden cortar como hojas de doble filo.

La siguiente exposición tratará de delinear un método práctico y sensible para lograr, de modo durable, el control de la gordura — propósito tan elusivo como recalcitrante.

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Los tres príncipes de Serendip

Prolegómeno

Ambas disertaciones las dedico a las tantas personas que, por muchos años, han seguido mis ideas — avanzando sus propios conocimientos — han celebrado mis publicaciones, se han adaptado a sus principios, y se beneficiaron de ellas; despojándose de libras indeseadas, manteniéndose delgados y saludables (como nuestra especie determina), viviendo mejor, y evitando ser gordas.

Antes de proseguir, y en referencia a la adopción de los conceptos que mis muchos años de experiencia me han permitido acumular, tengo el privilegio de reproducir el correo electrónico que, como gesto espontáneo, y por serendipia, me enviara una persona familiarizada con mis métodos.

La serendipia en acción

Mientras preparábamos esta tesis, Indhira, inesperadamente, nos escribe y nos autoriza a agregar a este artículo palabras de apreciación, por haber tenido experiencias exitosas con nuestro plan:

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Venus de Willendorf. Posiblemente, un caso de la Distrofia Adiposo Genital y no un símbolo de fertilidad, como tantos, careciendo de evidencia, postulan: (http://www.donsmaps.com/willendorf.html)

"Lo que he aprendido de usted acerca del comer"

De:

"[email protected]"

A:

"Felix Larocca"

"Aquí un par de tips que he aprendido con usted":"Nunca pasar hambre ni pensar en dieta sino en estilo de vida saludable"Sustituir pan x cazabe"Comer vegetales, víveres, pastas, frutas, ensaladas, carnes, aves, pescados, embutidos desgrasados, mariscos en cantidades que nos llenen y satisfagan, siempre y cuando el proceso de cocción sea hervido, a la plancha, al horno. NO fritura ni grasa, ni recargado. ¡Mientras más natural, mejor!"Hacer ejercicio cardiovascular diariamente para que la sangre fluya, bajemos estrés y ansiedad y comamos y nos sintamos mejor"Cero tolerancia al azúcar, cero, cero, cero"Involucrarse en el proceso de selección, preparación de la comida para hacerlo fun y tratar de comer lo menos posible en restaurantes "No es necesario comer ni 3 ni 6 veces al día, con un buen alimento al día, completo, y algo ligero en la mañana y en la noche está bien

"Eviten las píldoras para reducir y las dietas comerciales, no hacen bien, y pueden hacer daño

"No crean en las cirugías, las muchas personas que conozco que se las hicieron viven miserablemente y ganaron el peso de nuevo"Alcohol en cantidades moderadas: vino, espumante, vodka y whiskey puros, cero licores, refrescos y demás bebidas."

Gracias te damos, Indhira

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Comiendo en moderación en tiempos de Shakespeare

Para esta presentación y sus fines, empezaremos con las definiciones de dos palabras, tomando como pautas las que nos ofrece el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:

  • I hambre.1. (Del lat. vulg. * famen, -inis. ) f. Gana y necesidad de comer.

  • II. apetito.1. (Del lat. appetitus.) m. Impulso instintivo que nos lleva a satisfacer deseos o necesidades.2. Gana de comer.

Introducción

La obesidad humana fenómeno contraintuitivo pero común en el mundo civilizado, es problema que ha desafiado todos los esfuerzos dirigidos a alterar su incidencia, prevalencia y marcha incontenible.

Campañas publicitarias, pautas gubernamentales adoptadas en muchos países, investigaciones formales y la industria dietética han dejado en su estela solamente sentimientos de inconformidad y de frustración, ya que nada que han planteado, solos, o en combinación, para combatir este flagelo, ha alterado su derrotero progresivo.

Mi experiencia me ha convencido de que para resolver el rompecabezas de la obesidad es preciso alcanzar un conocimiento exhaustivo acerca de la actividad de comer, como función exclusivamente humana — ya que no comemos, necesariamente, del modo, ni por las razones, que otros animales lo hacen — Noción esta última que los llamados "expertos" soslayan, pocos poseen, y nadie aplica.

La actividad de comer en la especie H sapiens sapiens

"We never repent of having eaten too little."  Thomas Jefferson, 1825

Comer, para nuestro género, se aparta de peculiar manera de los mandatos del módulo instintivo que nos hace consumir alimento exclusivamente para nutrirnos, de la manera específica para la etapa en la que vivimos, durante ese interludio biológico que comprende: concepción, vida intrauterina, nacimiento, desarrollo y crecimiento, reproducción, senectud, y que culmina con la muerte.

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¿El Cantar de los Cantares? O es ¿El "comer de los "comeres"?"

Para el ser humano la acción de comer, es — si se entiende como actividad, y no sólo como pulsión — extremadamente heterogénea, caprichosa, y enormemente variable.

No comemos cuando ingerimos sustancias desprovistas de nutrición, cuando engullimos artículos incomestibles (en el caso de la pica), cuando endulzamos con edulcorantes artificiales o cuando masticamos chicle o hielo, para disfrazar sentimientos de hambre. ("Study: Animals and humans eat clay to rid toxins." (http://medicalxpress.com/news/2011-06-animals-humans-clay-toxins.html)

No comemos, en el sentido de la adaptación, cuando lo hacemos — sin necesitar alimento — exclusivamente para satisfacer un placer y no para sobrevivir.

Como tampoco comemos cuando excedemos los límites de la razón, dándonos hartazgos, especialmente, los de índoles nocturnas.

De hecho, una de las razones por la cual la gordura — como condición engorrosa y asunto de repercusión social — persiste, es por haberse desestimado, en su entendimiento y control, la importancia de los mecanismos intrínsecos de la actividad de comer como función determinada.

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Manuel Uribe Garza: Víctima de lo comido (http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Uribe_Garza)

Nuevas dietas, nuevos métodos, nuevos artificios, nuevos sacrificios, nuevas pociones y pastillas, nuevas quimeras sólo nos conducen al proverbial callejón sin salida, porque nadie ofrece solución viable, sin peligros y sin penurias.

En apariencias, no existe recurso alguno que prevenga el avance de la gordura o que la corrija permanentemente.

El resultado final se torna asunto desalentador.

Los cuchillos: metáforas modernas en la marcha inexorable de la obesidad

Basados en la diseminación generalizada del consumo de fast food y de las cirugías para remediar la gordura, se puede decir que, en algunos casos, la corpulencia se relaciona al uso de cuchillos que escinden de dos maneras:

1) del cuchillo que constituye componente simbólico (ya que casi todo lo que comemos se come con las manos) de los utensilios intocados en la mesa de los excesos gastronómicos, y

2) del bisturí, que, como escalpelo, reduce el estómago, en la cirugía de la gastroplastía. (El proverbial "último recurso".)

Acerca de lo último, en otro artículo hemos lamentado, que el acto de lesionar el órgano sano de la digestión, alterando su función, para oponer los efectos de comer, es una medida muy triste, amén de contranatural y no exenta de adversas consecuencias.

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Pimas antes de la llegada del conquistador

Sería como lesionar el cerebro para ahuyentar pensamientos obsesivos.

La obesidad: Problema social y enemiga de la salud

La obesidad, además de ser considerada antiestética por algunos, lastimando la autoestima de muchos, incorpora problemas de severa magnitud para el bienestar general de sus víctimas.

Enumerar los riesgos para, ambos, el equilibrio físico y emocional humanos, reiterando las complicaciones médicas que esta aflicción provoca nos parecería superfluo en este espacio, ya que éstas se detallan asiduamente en muchos de mis artículos y en todos los medios de difusión disponibles.

Se enumeran, reiteramos, aunque el reconocimiento de sus riesgos, como hemos, con frecuencia insistido, no ha afectado su progresión implacable.

La obesidad no es materia simple, como todos quienes la observan, la investigan, y la padecen pueden confirmar. (De los trastornos del comer: Todos hablan, y pocos saben…Larocca, FEF, 1999.)

Por su parte, el avance generalizado e incontenible de la obesidad, de manera desemejante a otras llamadas "epidemias", reconoce no lindes, propagándose por todo el contorno del globo terráqueo, siguiendo la pista trazada en su progreso arrollador, por los establecimientos de fast food.

En esto último estamos de acuerdo por ser obvio: la obesidad y los establecimientos de fast food siguen incuestionables rutas recíprocas y paralelas.

La obesidad global: "Globesidad" ¿La nueva pandemia?

Para designar la diseminación mundial de la gordura, se ha acuñado un nuevo término: La "globesidad". (http://www.paho.org/spanish/dpi/Numero15_article2_5.htm)

Acerca de esta última, muchas teorías se han propuesto para explicar los factores responsables por esta dispersión universal, pero ninguna ha determinado el origen preciso de este azote que penaliza a legiones sin obedecer la existencia de barreras geográficas o consideraciones demográficas.

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Ensueños de regodeo, y miedos de engordar…

Desconcertados, los expertos, permanecen divididos entre sí:

  • muchos culpan la comida que consumimos

  • otros imputan la actividad misma de comer por su causación

  • mientras que algunos responsabilizan ciertas hormonas operando en estado disfuncional

  • al mismo tiempo que otros surgen, quienes nos aseguran que, los vectores, son genéticos. (Véase: http://www.monografias.com/trabajos79/genesis-epigenesis-obesidad-historia-dos-ciudades/genesis-epigenesis-obesidad-historia-dos-ciudades2)

Puede que todos tengan razón, y que cualquiera — en aislamiento, o en conjunto — de estos factores inculpados, sean los responsables por la obesidad generalizada de la que hoy padecemos. Aunque todavía, nada definitivo se haya establecido.

Cavilosamente, y parafraseando a Sir Winston Churchill, puede decirse de la actividad de comer, sin fines de supervivencia, y de la incongruente obesidad, mal-adaptiva resultante, que ambas son acertijos, encerrados dentro de un misterio, rodeados por un enigma.

Expresamos lo antedicho, porque la gordura persistente, consecuencia de comer en exceso, no añade ventaja a los fines de supervivencia de nuestro género.

Es como si, para subsistir, respirando, hiperventiláramos, produciendo alcalosis respiratoria.

Algo que, de manera contrastante, la gordura nos proporciona a veces, como complicación de la hipoxia respiratoria. (Síndrome de Pickwick).

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Chimpancés pigmeos (bonobos)

El hambre y el apetito como procesos contributivos al desarrollo de la gordura

Para adelantar nuestros objetivos, comenzaremos examinando el hambre y el apetito, conceptos que muchos consideran similares y entrelazados, constituyendo parte de la secuencia progresiva que forma las bases de la fenomenología de la obesidad.

Lo que es erróneo, como ya veremos.

El hambre

El hambre es una señal que, como instinto, proviniendo de los sistemas de equilibrio de nuestro organismo, nos alerta que es hora de encontrar comida para preservar nuestras vidas.

Ese sería el caso, cientos de miles de años atrás, cuando viviéramos en las sabanas del Paleolítico. En la actualidad, cuando nos percatamos de esta sensación, casi nunca nos preocupamos en resolver el dilema, que entonces, solíamos, confrontar:

Siento hambre: ¿Dónde hallaré algo de comer? Comenzando los preparativos inmediatos para procurar alimento.

Hoy simplemente este inconveniente no existe, ya que comida rica, abundante y repleta de calorías, es accesible para la mayoría, sin ninguna dilación y sin la molestia de la labor ancestral asociada para obtenerla.

Hoy podemos afirmar que cuando "sentimos" hambre, lo que experimentamos es deseos de comer, expresado como apetito, y no resultado de la ansiedad de procurar alimento que gobierna el hambre.

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Deficiencia de leptina

El hambre, como sensación genuina, sin satisfacción inmediata, es algo de la que en la actualidad, en nuestro medio, sólo se percatan, paradójicamente, las personas quienes están a dieta, consecuencia, quizás, de haberla gratificado, de antemano, y en abundancia.

Pero, el hambre es instinto de preservación, y, como pulsión, constituye parte intrínseca de nuestros mecanismos homeostáticos, mientras que la actividad de comer — por razón biológica y no simplemente por deseo — sirve sólo para satisfacer esa hambre, con el propósito de subsistir.

El acto de comer y el de respirar son similares: Uno nos provee energía para los procesos de la vida y el otro procura el abasto del oxígeno que mantiene esa vida. Uno es automático, mientras que el otro involucra mecanismos ancilares.

Si la sensación de tener hambre es dinamismo adaptivo, su homólogo, el apetito — con el que, a menudo, se la identifica — ¿qué función desempeña? Nos preguntamos.

El apetito (el otro filo del cuchillo del hambre)

El apetito — aunque no sean idénticos — traslapa con el hambre, con la que a veces se confunde. Para diferenciarlos, quizás pueda concebirse, como siendo el "hambre del ser humano bien alimentado", ya que resulta ser placer discriminante de comer que opera a un nivel caprichoso, como los siguientes ejemplos ilustran:

"Amelia, ¿dónde se antoja comer esta noche?, ¿te apetecen tapas o prefieres la comida italiana?" o "¡No, a mí no me gusta comer las pastas, porque engordan!" o "¡Come más bizcocho… sólo celebras tu cumpleaños una vez al año!" o "No tengo hambre, ya que comí hace un rato, pero, comeré algo, porque todo luce muy rico."

El apetito difiere del hambre de manera muy característica, ya que representa un estado de ánimo con respecto a la necesidad de procurar alimentos, basado en preferencias gustativas, factores externos, e influencias socioculturales. (No necesariamente por estar desnutrido, ni porque, si no comemos en ese instante, nuestras vidas peligren.)

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ob/ob

El apetito y la pulsión sexual

El apetito es como el impulso del sexo no-reproductivo. Ambas tendencias conducen al placer sensual operando independientemente de los mecanismos adaptivos necesarios para la subsistencia específica de nuestra especie. En su satisfacción las dos propensiones residen esencialmente dentro los ámbitos de los centros cerebrales de recompensa y placer, del modo como actúan las drogas, con cuyos efectos, a veces se confunden.

La función sexual es abolida en todos los seres vivientes en momentos de crisis, el apetito asimismo desaparece, aunque el hambre nunca del todo nos deja, obligándonos siempre a hacer los ajustes necesarios para asegurarnos de la obtención de comida. Por ello, en tiempos de escasez y de hambre comemos lo que sea, aunque para hacerlo, recurramos al canibalismo y a la ingestión de carroña.

Pero hay detalles únicos a lo susodicho.

Muchos otros animales, además de nuestro género, practican el sexo por gusto (el chimpancé pigmeo — Pan paniscus — siendo el ejemplo más citado) pero ninguno — el ser humano exceptuado — se da hartazgos repetidos, a sabiendas, y por deleite, terminando siendo obeso.

En este último detalle, somos únicos.

El apetito es al hambre lo que apreciar la haute cuisine es para un gourmet, o degustar vinos para un enólogo. Representando ser deseo de complacencia y no función adaptiva.

  • Chacun à son goût, nos dicen los franceses.

  • Los romanos, con sus vomitorios, se distinguieron por haber elevado el apetito hedonista y el acto de comer por placer a niveles exaltados de voluptuosidad.

  • De hecho, satisfacer el apetito, para muchos gourmands, es pasatiempo favorito cuyas gestas se libran en las arenas de las galas gastronómicas

Las derivaciones

¿Cuál otra especie dedica programas televisivos y libros voluminosos enfocados en la preparación y deleite de la comida opípara? Y ¿cuál otra especie derrocha miles de millones de dólares anuales para gozar de ese brebaje de agua azucarada conocido universalmente como la "pausa que refresca"? (http://www.theparisreview.org/blog/2011/06/02/the-coke-side-of-life/)

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Carlos II víctima de la endogamia

¿Qué otro género dilapida billones practicando el hambre auto-inducida de las dietas, víctimas de un apetito desenfrenado que transformara seres humanos normales en mártires de lo comido?

Y, como corolario final, ¿qué otra especie se somete a la reducción del órgano imprescindible y sano de la digestión, disminuyendo su volumen para interferir con sus funciones normales? Resultado de haber comido en exceso.

Ninguna

Sea como sea, ambas tendencias, una que es pulsión, el hambre; y la otra, que es inclinación sensorial, el apetito; se han considerado — saciadas en abundancia y combinadas con la inactividad física — factores etiológicos en el desarrollo del sobrepeso y, últimamente, de la obesidad epidémica que actualmente nos confronta.

Aunque esta última proposición causativa (conocida como el "sistema fiduciario") parezca atinada, nada permanece más remoto de la realidad, como ya hemos expresado en otros artículos, porque para engordar existen insospechados múltiples factores implicados, muchos de los cuales aún permanecen ignotos.

Mientras tanto, para continuar con los aspectos clínicos en el desarrollo de esta lección, examinemos aquí una variedad poco común de la obesidad mórbida donde el hambre voraz, la actividad reducida y la obesidad resultante constituyeron meramente epifenómenos de la causa actual que la engendrara.

El Paciente Número 24

Este hombre de 22 años de edad, identificado solamente como el "Paciente Número 24", fue descubierto en 1997 por Metin Ozata, un médico en la facultad de la Escuela de Medicina Gulhane, en Etlik-Ankara, Turquía.

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Triglicérido

El doctor Ozata estaba a la sazón reclutando voluntarios para ser incluidos en un estudio acerca de la obesidad en su país, cuando, por serendipia, encontrara este joven hombre, quien sería la persona más voluminosa que el investigador hubiese visto en toda su vida.

Ozata lo describió como un individuo de obesidad enorme, severamente hiperfágico, que consumía habitualmente en exceso de mucho más de lo acostumbrado por dos personas normales.

Con una estatura de 5"6" y un peso de 340lb, una cintura de 52" y caderas de 59 pulgadas, Número 24 no podía caminar una cuadra sin detenerse a descansar.

De manera imprevista los cuatros hermanos y una hermana de este paciente llevaban pesos normales (IMC 23), mientras que él registraba un masivo 55, aplicando éste estándar.

Ozata determinó que además de su obesidad descomunal, el paciente era extraordinario en un número de dificultades adicionales.

Número 24 nunca había procedido por los cambios normales de la pubertad, careciendo de vello en el pubis, la cara, los brazos, las extremidades y el pecho.

Físicamente, su pene y sus testículos nunca progresaron más allá del desarrollo infantil, mientras que sus pectorales exhibían aspectos de la ginecomastia.

Otros hallazgos de importancia fueron que los niveles de insulina sanguíneos de este individuo eran muy elevados, mientras que los valores de las hormonas masculinas eran muy bajos.

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Walter B Cannon

Los encuentros de Ozata, aunque extraordinarios para algunos, no lo serían para todos, ya que para quienes fueran familiares con la investigación científica en el campo de la obesidad, este tipo de gordura había sido documentada, como en seguida podremos apreciar.

Jackson Laboratory, Maine

En 1950, investigadores en el Jackson Laboratorio en Maine, descubrieron, accidentalmente, un ratón mutante severamente hiperfágico, que engordó rápidamente — tres veces más de lo esperado para su género — acopiando depósitos de grasa tan enormes que le impedían la locomoción. Los investigadores dieron como nombre a esta nueva e importante variedad, "obeso" (ob/ob).

Habiendo seguido varias generaciones de este roedor, generadas por medio de la reproducción endogámica selectiva y apareamiento controlado — y habiendo conducido estudios adicionales — los científicos determinaron que estas cepas recién descubiertas, igualmente exhibían niveles de insulina excepcionalmente altos, nunca alcanzaban la pubertad, y eran infértiles.

El rol de la leptina

Años más adelante, el gene causante de la mutación y la obesidad resultante en estos roedores fue aislado, siendo éste responsable por el mecanismo que instruye al cuerpo a producir una hormona llamada leptina, la que se origina principalmente en las células adiposas y cuya función consiste en informar al hipotálamo de la cantidad de grasa que el organismo almacena, participando en la regulación de la misma.

Los ratones obesos (ob/ob) no producen leptina y, como resultado, sus cerebros interpretan la ausencia de esta hormona como señal de que sus cuerpos están en un estado de inanición extrema; de este factor proviene la hiperorexia descomedida con la resultante obesidad descomunal que los caracteriza.

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Choque hipovolémico

El Paciente Número 24 sufría de una mutación análoga a la de los roedores descritos que lo tornaba idéntico a un ratón (ob/ob) en su relación con la comida y en sus ulteriores efectos en la acumulación grasa, debido a la hiperfagia resultante.

Desde que se hiciera pública la existencia de este paciente, otros casos fueron reportados en la literatura científica de ésta y otra anomalía hereditaria análoga.

Nueva variedad de la disfunción humana de leptina se describe en Inglaterra

Investigadores en la Universidad de Cambridge publicaron los casos de dos primos hermanos pertenecientes a una familia paquistana — mientras que los demás miembros de esta familia eran de peso normal — una niña de 8 años de edad pesaba 189lb, y un niño, de 2 años, pesaba 64.

Cerca del período cuando estos casos fueran descritos, otros pacientes fueron descubiertos y sus casos hechos públicos en París.

Tres muchachas, encontradas en Francia, eran extremadamente obesas y poco desarrolladas sexualmente. Otro más, de los descritos en ese país, fue el de un joven de 13 años, que a 4"10"" de talla pesaba 365lb. Mientras que una hermana de éste último murió a la edad de 19 años pesando 293lb, midiendo 5"3" de estatura.

En los últimos pacientes, el defecto heredado, en lugar de afectar la producción de leptina — característica de los ratones ob/ob — era una nueva alteración genética, conocida como la mutación diabetes db/db, la que actuaba previniendo la detección por el cerebro de la presencia de esta hormona, haciendo que el hipotálamo registrara que el organismo estaba en un estado de caquexia total.

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William Beaumont

En ambos, humanos y ratones, la mutación diabética db/db resulta en una obesidad casi idéntica a la producida por la mutación ob/ob.

De importancia aquí es el hecho de que cada vez que las mutaciones humanas han aparecido siempre han sido productos de uniones endogámicas.

En el caso Número 24, los padres eran primos hermanos y en los individuos reportados en París los padres eran primos segundos.

La endogamia y las mutaciones genéticas

La aparición de mutaciones genéticas es común en la endogamia debido a que esta práctica marital favorece la expresión de genes deletéreos.

Mutaciones hereditarias de varios tipos no son inusuales en animales o en seres humanos. Asimismo, muchos de los genes mutantes, expresados en uniones entre individuos emparentados, pueden ser inocuos, mientras que en algunos casos son devastadoras en sus efectos. En los casos mencionados, las alteraciones fueron desastrosas para sus víctimas.

La endogamia todavía se observa con relativa frecuencia en ciertos países del Tercer Mundo, como del mismo modo lo ha sido en tiempos pasados por mucha de la historia de la humanidad.

Se ha reportado en los faraones de Egipto, y en un sinnúmero de otras culturas, abarcando un ámbito enorme de comportamientos que se extienden desde el incesto hasta la unión entre personas consanguíneas, aunque la relación entre ellas sea distante.

En España, la endogamia, y sus efectos deletéreos, causó la desaparición de la Casa de los Habsburgo en 1700, abriendo paso a la de los Borbones. (http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/04/14/biociencia/1239731297.html).

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Alexis St. Martin

Prosiguiendo

Las personas afectadas por las mutaciones genéticas anteriormente descritas eran seres humanos perfectamente normales en todos otros respectos, excepto por el detalle de que sus cuerpos — por carencia, o disfunción, de los mecanismos que detectan la leptina — permanecieron esclavos de la actividad compulsoria de comer en exceso — comiendo sin parar, como si no lo hicieran — con la acumulación constante de grasa y libras de sobrepeso.

A estas desafortunadas personas los regímenes para rebajar, promulgados por la próspera y astuta industria dietética, no pudieron serles de ayuda, como tampoco lo sería la cirugía bariátrica.

Ellos comían, no necesariamente, porque les agradara el sabor de lo comido; ellos comían porque sus cerebros les señalaban que se estaban "muriendo" del hambre. Resultando en que tenían que comer y comer, de lo que fuera, como si de ello sus vidas dependieran.

El hambre: El experimento que, por un tiempo, pareciera habernos provisto con el entendimiento de los mecanismos que la producen y de la percepción de la señal que la anuncia

Sucedió en el año 1911 en el laboratorio de fisiología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard.

El protagonista de esta historia singular fue el Profesor Walter Bradford Cannon.

Este investigador, se había dedicado al estudio de los procesos funcionales de la ingestión de alimentos y de la digestión de los mismos, explorando toda la extensión del tracto gastrointestinal, utilizando tecnologías radiográficas, en ese entonces, las únicas disponibles.

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Si me atrevo a comer algo, todo se arruina… ¿Qué hago?: Mejor, ¡NO COMO!

No satisfecho con la parcidad de los hallazgos obtenidos, Cannon se dispuso a investigar la más importante cuestión: a qué factores se debe la percepción del hambre que nos impulsa a buscar qué comer, iniciando el proceso digestivo, que tanto le interesaba.

Pero, antes de proseguir, sería de interés retroceder un instante para detallar en breve los laureles que este científico había acumulado hasta el momento:

  • Había descubierto la "fight-or-flight response" (respuesta de lucha-o-huida, o respuesta aguda de estrés) demostrando que factores disruptivos como son el miedo frente al peligro, el dolor físico o mental, y la ira, resultan en que la adrenalina surja en la sangre, desatando la movilización de mecanismos fisiológicos, dirigidos a restaurar equilibrio o a tomar acción apropiada.

  • Había formulado la teoría de la homeostasis, que indica que el cuerpo mantiene niveles constantes de ciertos valores vitales como son la temperatura y los niveles de glucosa sanguínea.

  • Durante la I Guerra Mundial — descifró los elementos responsables por el choque hipovolémico y desarrolló métodos para remediarlo.

  • Asimismo, Cannon se mencionaría durante su ilustre vida de investigador, como candidato al Premio Nobel. Lo que se dice no tuvo lugar por lo diverso de sus múltiples talentos y por la (asimismo) extraordinaria envidia de sus contemporáneos.

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¿Satisfaciendo la pulsión del hambre, o, meramente, comiendo por gusto…?

Continuando

Habiendo descartado que la sensación de hambre fuera generada por la carencia de nutrientes en la sangre, considerándola una hipótesis nula, el científico decidió estudiar directamente el estómago como sitio lógico desde dónde ésta pudiera provenir.

Para conducir sus ensayos, Cannon fue asistido por un, famosamente taciturno, estudiante de medicina llamado Arthur L Washburn.

El método

El ensayo consistió en hacer que Washburn tragara varias veces al día, un balón de goma de consistencia suave, hasta que éste llegara al estómago donde fuera inflado, permaneciendo en este lugar por 3 ó 4 horas.

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Adipocitos

De esta manera, ambos colaboradores pudieron documentar el comportamiento de este órgano cuando Washburn sintiera hambre.

Las actividades del aparato de la digestión fueron debidamente registradas y, eventualmente, los hallazgos fueron reportados en un artículo que, en el 1912, año de su publicación, "demuestra que el hambre es resultado de las contracciones del estómago".

Pero, desafortunadamente, Cannon y Washburn no estaban del todo correctos en la relevancia de los factores que resultaran en sus conclusiones, ya que el ingrediente crucial en la sensación del hambre, es una disminución de la glucosa sanguínea que desencadena las contracciones estomacales, que conducen a esa percepción de la premura por comer que llamamos "hambre".

Como consecuencia, y con la publicación de su artículo, los dos investigadores eliminaron la influencia de las ideas que, por unos cien años, dominaran el entendimiento de las actividades del estómago.

William Beaumont

El seis de junio del 1822 un cirujano militar norteamericano llamado William Beaumont fue llamado a asistir a un trampero francocanadiense, de nombre Alexis St. Martin, quien había sufrido una herida en el abdomen resultado de un disparo de escopeta.

La herida pudo haber sido fatal, pero de algún modo, St. Martin (como Phineas P Gage, años después) la sobrevivió. Ambos individuos siendo destinados a contribuir al avance de la medicina: St. Martin a la fisiología del estómago, Gage a la del cerebro.

Para beneficio de la investigación, la apertura, en forma de fístula, en la pared abdominal de St. Martin, nunca cerraría completamente, lo que permitiría a Beaumont conducir experimentos en su paciente.

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Adipogénesis

De esta manera, el científico estableció que el estómago no produce jugos gástricos continuamente, sino que sincroniza sus descargas humorales, en anticipación, o en la presencia, de comida.

Beaumont envió muestras de las secreciones obtenidas a un químico local, determinando que el componente esencial era el ácido clorhídrico. El otro elemento, por él detectado fue identificado más adelante por otro científico quien estableciera que éste era la pepsina, una enzima digestiva que fragmenta la estructura de las moléculas de proteína durante el proceso de la digestión.

Uno de los hallazgos más importantes de los que Beaumont hiciera fue el entendimiento del impacto de los estados de ánimo en la función digestiva, ya que la actividad de los jugos gástricos variaba enormemente con el talante de su paciente.

Hoy sabemos que existe una gran reciprocidad hormonal entre el estómago y el cerebro. (Para más información, véase: Gastroplastía y lobotomía: La conexión entre el estómago y el cerebro – La serotonina reexaminada en http://www.monografias.com/trabajos67/cirugia-gastroplastica-lobotomia/cirugia-gastroplastica-lobotomia?monosearch)

Paréntesis

Desde que los hallazgos de Beaumont y Cannon se hicieran públicos, el efecto del hambre y la ingesta de comida, aplicadas a las investigaciones de las actividades de comer como proceso, no ha avanzado mucho, ya que, por razones inexplicables, las anoréxicas sienten hambre y no comen, otros sienten hambre, paradójica, poco después de una comida copiosa, mientras que muchas personas obesas comen sin tener hambre.

El hambre, la urgencia y la decisión de comer

¿Qué hace que comamos? Aún nos preguntamos

Como hemos aprendido en algunas de mis publicaciones, la decisión de comer — qué, cuándo, y cuánto — involucra una multitud de factores, algunos de los que estamos conscientes y otros que permanecen subliminales.

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"Venus" de Botero

El más obvio de todos los mecanismos asociados con la acción de comer es la percepción de la sensación del hambre.

El hambre, propiamente entendida, es una impresión física que los seres humanos comparten con otros animales. Esta sensación perentoria de urgencia impostergable representa una intranquilidad, desagradable y apremiante, que se origina en los recesos más recónditos de nuestro cerebro animal, indicándonos que el cuerpo necesita alimento (como combustible) para mantener las actividades de la vida.

Éste fue el dinamismo que Cannon y Washburn creyeron que fuera generado por las contracciones rítmicas del estómago vacío, y el cual, hoy entendemos, proviene de los niveles cambiantes de la glucosa sanguínea, entre otros, y sus efectos centrales.

Pero, el hambre, repetimos, es meramente un factor entre los tantos que determinan cuándo, y cuánto comer, y cuándo cesar de hacerlo.

La hora del día, la presencia de comida, la apariencia y el olor de la misma, la percepción de otras personas envueltas en la misma actividad (¿neuronas espejo?), nuestras consideraciones dietéticas, nuestro estado nutritivo, nuestra condición de salud, nuestro talante en el momento preciso y — si se desea extenderlo a sus límites extremos –– el efecto de factores aún desconocidos relacionados con dinamismos inconscientes de la mente (si estamos tristes, ansiosos o deprimidos, por ejemplo). Todos son mecanismos que inciden en la actividad de comer.

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Las tres Gracias por Rubens

Específicamente en nuestra especie, en algún sitio del cerebro, probablemente en la corteza cerebral, todos estos componentes son sopesados, analizados, balanceados y comparados, para llegar a una simple decisión: comer o no comer.

Así de complejos son los miembros de nuestro género, aún cuando se trata de satisfacer los más básicos de los instintos: El instinto de la supervivencia, y, en otros casos, el de la reproducción.

Una vez que la persona ha emprendido la actividad de comer, la decisión de terminar esta función involucra una serie de mecanismos diferentes, en los que (de nuevo) las sensaciones físicas sólo forman parte de la historia.

Ambas, la distensión del estómago y la descarga hormonal desencadenada por la presencia de comida en este órgano envían señales de saciedad al cerebro. Pero éstas son meramente insinuaciones, no órdenes, ya que indicaciones de saciedad pueden ser producidas por la presencia en el órgano de la digestión de sustancias inertes, como sería el barro, la repugnancia, el miedo; y en muchos casos, un estómago repleto hace caso omiso a su estado, fallando en enviar tales señales al cerebro, resultando en seguir comiendo, a pesar de estar reventando.

Un hombre quien disfruta de su postre favorito, puede comer más allá de lo prudente para su salud. Una mujer, estimulada por el deseo de no ganar de peso, puede dejar de comer, antes de sentirse satisfecha, un paciente recibiendo quimioterapia pierde todo deseo por comer, como asimismo lo hacen muchos pacientes psiquiátricos.

El hambre, el comer, la falta de actividad física y la obesidad no son procesos lineales

Un problema confrontando cualquier persona tratando de entender la relación entre la actividad física, la obesidad, el hambre y el comer es, determinar cuál, de todos los muchos factores interrelacionados, es responsable para que se coma demasiado, porque es mucho más fácil comer de sobra que utilizar lo comido. Por ejemplo, una barra de chocolate de 300 calorías se consume en tres minutos, mientras que una trotada de 300 calorías toma 30 minutos. Esta discrepancia aparente nos hace, de inmediato, pensar en la importancia del sistema fiduciario.

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¿El "Sistema fiduciario" en acción?

Partes: 1, 2
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