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Indígenas latinoamericanos

Enviado por camacaroorlando


    Tungasuca, actual Perú, 1741-Cuzco, id., 1781) Caudillo indígena peruano.

    Hijo del cacique Miguel Condorcanqui y de una princesa inca descendiente de Túpac Amaru I, sucedió a su padre como curaca de Tungasuca, Surimana y Pammarca. Durante su infancia y adolescencia recibió una esmerada educación en el colegio jesuita San Francisco de Borja de Cuzco, junto a otros hijos de caciques. En 1776, a los treinta y cinco años de edad, viajó a Lima en representación de los caciques de Tinta, para denunciar los abusos de los encomenderos e interceder por los indios sometidos a la mita y explotados en los obrajes, las minas y el reparto de mercancías. Fracasada su misión, regresó a Tungasuca en 1778 y dos años más tarde encabezó una rebelión que se propagó por todo el virreinato y cuyo desencadenante fue el encarcelamiento y la posterior ejecución del corregidor Arriaga por orden de Condorcanqui, ante los abusos del funcionario. El caudillo indio

    adoptó entonces el nombre de Túpac Amaru, se lanzó contra las poblaciones del Alto y el Bajo Perú y degolló a cuantos blancos encontró a su paso. Venció a las milicias de los corregidores Quispicauchi, Lampa, Chucuito, Asangaro, Puno y Carabaya, e incluso acabó con un ejército español en Snagarará.

    Aunque en disposición de atacar Cuzco, regresó a Tungasuca, donde confirmó su condición de soberano inca y trató de negociar la rendición de aquélla. La negativa de las autoridades españolas desembocó en la reanudación de las hostilidades. Los rebeldes fueron derrotados el 6 de abril de 1781, durante una operación nocturna en Tinta. Túpac Amaru intentó huir, pero,

    traicionado por el mestizo Francisco Santa Cruz, fue capturado en compañía de su esposa y de varios familiares, que murieron asesinados en su presencia antes de que él mismo fuera descuartizado, el 18 de mayo de 1781.

    Túpac Amaru I

    (?-Cuzco, actual Perú, 1571) Soberano inca. Hijo de Manco Inca, debía suceder a Sayri Túpac en el trono de Vilcabamba, pero le fue arrebatado por su hermano menor, Titu Cusi Yupanqui (Túpac Huallpa)Huáscar1196Atahualpa157Francisco Pizarro1972Francisco de Toledo2400,

    a quien correspondió sentar los cimientos de Perú y su virreinato, envió un regimiento al mando de Martín de Hurtado de Arbieto para apoderarse del reducto. El inca, que había rechazado las amenazas de Toledo para que abandonase Vilcabamba, se enfrentó a las fuerzas del virrey, pero en junio de 1571 fue derrotado y apresado junto con sus principales subordinados.

    Prisionero el inca, eje en torno al cual se organizaba la sociedad y del que dependían la vida y la muerte de todos, los indígenas se sentían huérfanos, nadie sabía actuar por sí mismo y se dejaban aniquilar. La imposibilidad de tomar iniciativas individuales y de actuar con independencia fue la gran carencia de los incas frente a los conquistadores. Tres meses más tarde tuvo lugar el juicio del soberano, quien fue condenado a muerte y ejecutado públicamente. Con su muerte concluyó a la dinastía de los soberanos incas.

    Túpac Inca Yupanqui

    (?-muerto en Chinchero, 1493) Soberano inca (1471-1493). Hijo del prestigioso soberano Pachacuti, a los quince años fue nombrado heredero al trono. Ya en tiempos de su padre sobresalió como uno de los más grandes generales de su pueblo, al realizar una serie de conquistas que llevaron al Imperio Incaico a su punto culminante: se apoderó de Chachapoyas, así como de Mayobamba, llevó sus armas hasta el reino Chimú y llegó a impulsar diversas expediciones navales. En cambio, sus expediciones a las regiones selváticas del río Tono no tuvieron tanto éxito, y fueron abandonadas ante la revuelta de los Colla y los Lupaca, en la cuenca del Titicaca. Una vez sofocada la rebelión, Túpac Inca Yupanqui marchó hacia el sur, llegó hasta Tucumán y, a continuación, consolidó sus posesiones en la costa. Cuando su padre abdicó en su favor, en 1471, se caracterizó por la voluntad de asentar la estructura imperial creada por Pachacuti y llevó a cabo la ampliación de la fortaleza de SacsahCuauhtémoc

    (Tenochtitlán?, hoy Ciudad de México, 1502?-Yucatán, actual Honduras, 1525)

    Soberano azteca. Hijo de Ahuitzotl y primo de Moctezuma, fue el último tlatoani, rey azteca. Cuauhtémoc, nombre que significa «águila que cae», fue un encarnizado enemigo de los españoles, especialmente después de la matanza perpetrada por Pedro de Alvarado en Tenochtitlán, el 23 de mayo de 1520. La brutal acción del conquistador español provocó la reacción del pueblo azteca, que lapidó a Moctezuma II y sitió a los extranjeros, aunque éstos

    consiguieron huir de la capital azteca la noche del 30 de junio al 1 de julio, posteriormente llamada la Noche Triste. Mientras Hernán Cortés y sus hombres, apoyados por los tlaxcaltecas, se preparaban para ocupar de nuevo Tenochtitlán,

    Cuitláhuac , hermano de Moctezuma II, asumió el trono azteca.

    Pero murió a los pocos meses, víctima de la epidemia de viruela que, introducida por los españoles procedentes de Cuba, causaba estragos en los aztecas. Le sucedió su primo Cuauhtémoc, que se había distinguido por su arrojo contra los españoles. Ante la nueva ofensiva de los invasores, el tlatoani organizó la defensa de Tenochtitlán, que resistió durante tres meses el sitio, aunque, cayó finalmente en poder de los españoles, y Cuauhtémoc fue hecho prisionero el 13 de agosto del mismo año, cuando intentaba huir hacia Texcoco. Desde entonces y hasta el momento de su muerte permaneció cautivo, siendo torturado para que revelase el lugar donde se ocultaba el tesoro real. Finalmente, ante el temor de que organizara

    una nueva rebelión, Cortés lo llevó consigo junto a otros nobles aztecas en una expedición al territorio de la actual Honduras. Durante la misma, un tal Mexicalcingo lo acusó de haber participado en una supuesta conspiración, y fue ahorcado junto con otros aztecas principales.

    uamán. A su muerte le sucedió su hijo Huayna Cápac.

    Guaicaipuro

    (Los Teques, actual Venezuela, ?-?, 1568) Cacique teque. Logró formar una poderosa confederación de tribus, con la que se enfrentó a los españoles por el control del valle de Caracas. Los españoles, dirigidos primero por Pedro de Miranda y más tarde por Juan Rodríguez Suárez, fueron expulsados de estos territorios, y el propio Rodríguez Suárez pereció en la lucha. En 1562, logró derrotar a una expedición de Luis Narváez, y los españoles, ante la violencia de los ataques de los indígenas, se vieron obligados a refugiarse en la isla Margarita. No pudo repetir este éxito contra Diego de Losada en su intento de apoderarse de la ciudad de Caracas, fundada por el propio Losada, quien contraatacó y sorprendió a Guaicaipuro en la batalla de Maracapana. Acorralado en su vivienda, el cacique se enfrentó a sus atacantes, a los que opuso una desesperada resistencia hasta la muerte.

    Atahualpa

    (Quito, 1500-Cajamarca, actual Perú, 1533) Emperador inca (1525-1533).

    Hijo del emperador Huayna Cápac y de Túpac Paclla, princesa de Quito, fue favorecido por su padre, quien, poco antes de morir, en 1525, decidió dejarle el reino de Quito, la parte septentrional del Imperio Inca, en perjuicio de su hermanastro Huáscar, el heredero legítimo, al que correspondió el reino de Cuzco. Aunque inicialmente las relaciones entre ambos reinos fueron pacíficas, la ambición de Atahualpa por ampliar sus dominios condujo al Imperio Inca a una larga y sangrienta guerra civil.

    En 1532, informado de la presencia de los españoles en el norte del Perú, Atahualpa intentó sin éxito pactar una tregua con su hermanastro. Huáscar salió al encuentro del ejército quiteño, pero fue vencido en la batalla de Quipaypán y apresado en las orillas del río Apurímac cuando se retiraba hacia Cuzco. Posteriormente, Atahualpa ordenó asesinar a buena parte de los

    familiares y demás personas de confianza de su enemigo y trasladar al prisionero a su residencia, en la ciudad de Cajamarca. En ese momento, el emperador inca recibió la noticia de que se aproximaba un reducido grupo de gentes extrañas, razón por la que decidió aplazar su entrada triunfal en Cuzco, la capital del imperio, hasta entrevistarse con los extranjeros.

    El 15 de noviembre de 1532, los conquistadores españoles llegaron a Cajamarca y Francisco Pizarro, su jefe, concertó una reunión con el soberano inca. a través de dos emisarios. Al día siguiente, Atahualpa entró en la gran plaza de la ciudad, con un séquito de unos tres o cuatro mil hombres prácticamente desarmados, para encontrarse con Pizarro, quien, con antelación, había emplazado de forma estratégica sus piezas de artillería y escondido parte de sus efectivos en las edificaciones que rodeaban el lugar. No fue Pizarro, sin embargo, sino el fraile Vicente de Valverde el que se adelantó para saludar al inca y le exhortó a aceptar el cristianismo como religión verdadera y a someterse a la autoridad del rey Carlos I de España;

    Atahualpa, sorprendido e indignado ante la arrogancia de los extranjeros, se negó a ello y, con gesto altivo, arrojó al suelo la Biblia que se le había ofrecido. Pizarro dio entonces la señal de ataque: los soldados emboscados empezaron a disparar y la caballería cargó contra los desconcertados e indefensos indígenas. Al cabo de media hora de matanza, varios centenares de incas yacían muertos en la plaza y su soberano era retenido como rehén por los españoles. A los pocos días, Atahualpa, temeroso de que sus captores pretendieran restablecer en el poder a Huáscar, ordenó desde su cautiverio el asesinato de su hermanastro. Para obtener la libertad, el emperador se comprometió a llenar de oro, plata y piedras preciosas la estancia en la que se hallaba preso, lo que sólo sirvió para aumentar la codicia de los conquistadores. Unos meses más tarde, Pizarro decidió acusar a Atahualpa de idolatría, fratricidio y traición; fue condenado a la muerte en la hoguera, pena que el inca vio conmutada por la de garrote, al abrazar la fe católica antes de ser ejecutado, el 29 de agosto de 1533. La noticia de su muerte dispersó a los ejércitos incas que rodeaban Cajamarca, lo cual facilitó la conquista del imperio y la ocupación sin apenas resistencia de Cuzco por los españoles, en el mes de noviembre de 1533.

    Los demógrafos carecen de fuentes que les permitan establecer con exactitud el número de aborígenes americanos al momento de la llegada de los españoles y durante el período colonial.

    Para conocer dicha población los especialistas generalmente han tenido que trabajar con datos provenientes de fuentes interesadas. Mientras unas minimizaron el descenso demográfico nativo (correspondencia de los conquistadores), otras lo exageraron (Historia de las Indias de fray Bartolomé de las Casas).

    Por otra parte, las diferencias culturales que existían entre los pueblos nativos imposibilitan las generalizaciones en el campo de la demografía histórica. Es muy distinto estimar la población de una región donde se desarrolló una activa vida urbana (México o Perú), a una donde imperó la transhumancia (Chaco o Patagonia).

    El problema más grave ha sido el cálculo de la población indígena existente antes de la irrupción europea, pues todos los especialistas se basan en extrapolaciones de cifras provenientes de los siglos XVI y XVII. La interpretación de las fuentes coloniales ha dividido a los demógrafos, lo cual explica las enormes variaciones que encontramos en sus estudios.

    Así, mientras para unos la población indígena en 1492 alcanzaba los 13 millones, otros la han estimado en alrededor de 100 millones.

    ¿Pero cómo se explican estos contrastes en los cálculos? La forma en que se realizaban los censos parece ser la respuesta. En la Europa del siglo XVI, por ejemplo, la población se contaba tomando como base los "fuegos", que no eran otra cosa que la cuantificación de los grupos familiares. La dificultad se presenta cuando el coeficiente asignado a cada "fuego" oscila (entre dos y seis miembros generalmente) y, por tanto, la cifra de la población total varía considerablemente. Sólo a partir del siglo XVIII los censos de la población se pueden considerar confiables, pues el margen de error es menor al del conteo por "fuegos".

    En América la fuente más confiable ha sido la contabilidad que realizaban los funcionarios españoles (corregidores y vistadores) de los indios tributarios. Ello implicaba considerar a una masa laboral indígena entre los 15 y los 55 años, omitiendo a niños, mujeres y ancianos. Por tanto, a cada tributario se le asignaba un coeficiente a la manera de los "fuegos" europeos, con los consiguientes problemas ya señalados.

    Veamos a continuación un gráfico con los cálculos de los principales autores sobre el tema.

    Población Indígena en 1492 (en millones)

    Tesis "alcista" Tesis "intermedia" Tesis "bajista"

    Dobyns 90 a 112 Denevan 57 Stewart 15.5

    Cook y Borah 100 Sapper 40 a 50 Rosenblat 13.3

    Rivet 40 a 45 Kroeber 8.4

    Independientemente del número de indígenas que se considere como punto de partida, en la primera mitad del siglo XVII alrededor de un 80% de la población aborigen había desaparecido por distintas razones. En el Virreinato de Nueva España, sin duda la región más estudiada por la demografía histórica americana, el descenso poblacional ha tenido varias interpretaciones. Veamos los dos extremos:

    Descenso de la población indígena de Mexico central

    según Cook y Borah: 1492

    1523

    1548

    1568

    1580

    1595

    1605 25.3 millones

    16.8 "

    6.3 "

    2.6 "

    1.9 "

    1.3 "

    1.0 "

    según Rosenblat 1492

    1570

    1650 4.5 millones

    3.5 "

    3.4 "

    Fuentes: Nicolás Sánchez Albornoz, et.al., La población de América Latina,

    Ed.Paidos, Buenos Aires, 1968, pág.36,

    Angel Rosenblat, La población indígena y el mestizaje en América, tomo 1, Ed.Nova, Buenos Aires, 1954,

    págs.59, 88 y 102.

    A partir de la segunda mitad del siglo XVII comenzó una lenta recuperación demográfica que en algunos lugares se ha mantenido hasta la actualidad. De hecho, en México y Perú, importantes países de nuestra América, el porcentaje de población nativa sigue siendo muy significativo.

    Recuperación de la población indígena del Perú

    Año Población Indígena

    1615 728.615

    1754 343.061

    1774 455.955

    1789 611.431

    1792 608.912

    1795 648.606

    1811 725.433

    Fuente: Jürgen Golte, Repartos y rebeliones. Túpac Amaru y las contradicciones de la economía colonial, IEP, Lima, 1980, pág.47, citado en Armando de Ramón, et.al., La gestación del mundo hispanoamericano, Ed.Andrés Bello, Santiago, 1992, pág.236.

    ¿Por qué presentamos todas estas cifras? Primero, para demostrar las carencias que subsisten en la demografía histórica americana y para señalar la falta de estudios a nivel regional. Además, para intentar la comprensión de los problemas indígenas en el mundo de hoy, considerando su historia, sus necesidades y sus sentimientos.

    Por último, creemos que la construcción de una América integrada y armónica pasa por el respeto del mundo indígena, de su historia, su cultura y la búsqueda de soluciones frente a las actuales condiciones de marginalidad que sufren en muchos países.

    Túpac Catari

    Eduardo Galeano

    Patria Grande

    15 de noviembre de 1781

    La Paz

    Sólo hablaba aymara, la lengua de los suyos. Se proclamó virrey de estas tierras que todavía no se llaman Bolivia, y nombró virreina a su mujer.

    Instaló su corte en las alturas que dominan la ciudad de La paz, escondida en un hoyo, y le puso sitio.

    Caminaba chueco y un raro fulgor le encendía los ojos, muy hundidos en la cara joven y ya arada. Vestía de terciopelo negro, mandaba de bastón y peleaba a lanza. Decapitaba a los curas sospechosos de celebrar misas de maldición y cortaba los brazos de espías y traidores.

    Julián Apaza había sido sacristán y panadero antes de convertirse en Túpac Catari. Junto a su mujer, Bartolina Sisa, organizó un ejército de cuarenta mil indios que tuvo en jaque a las tropas enviadas por el virrey desde Buenos Aires.

    A pesar de las derrotas y matazones que sufrió, no había modo de atraparlo.

    Andando noche burlaba todos los cercos, hasta que los españoles ofrecieron a su mejor amigo, Tomás Inca Lipe, llamado el bueno, el cargo de gobernador de la comarca de Achacachi, a orillas del lago Titicaca.

    1780: La insurrección Tupakarista

    LaCantera

    En el año 1780 todo el altiplano se hallaba convulsionado con la sublevación de Tupac Catari. En las principales ciudades como Potosí, Charcas, La Paz sonaban los pututus anunciando el levantamiento indígena contra tantos años de abusos españoles.

    Para los españoles dominar la insurrección era cuestión de vida o muerte. Si vencían los rebeldes, acababa el poderío de España no solo en las colonias americanas, sino en todo el imperio, en cuyos dominios nunca se ponía el sol.

    Para los indios la sublevación constituía la recuperación de su libertad, territorio y riquezas o su definitiva claudicación ante el poderío de los blancos, de esa otra raza que había venido allende los mares para hacerse dueña de sus riquezas y de derribar su cultura milenaria.

    La vida en los pueblos de la colonia eran cada vez mas insoportable para los naturales del país. Los cargos públicos, con una que otra excepción, estaban monopolizados por los españoles. Todas las riquezas que se extraían en Potosí y de las minas del Alto Perú eran conducidas a la metrópoli, quedando su producto como beneficio para el tesoro español y para los aventureros que habían cruzado los mares en busca de riquezas en el nuevo mundo. Los

    corregidores españoles se confabulaban con los curacas, curas y gobernadores, para oprimir a los naturales, encarcelándolos, torturándolos y violando a la mujeres que no tenían ningún derecho ya que eran esclavas. Por estas causas muchos huyen hacia otras tierras, otros se despeñan junto a su familia o quiebran los brazos y piernas de sus hijos para que no sean

    usados como esclavos.

    El corregidor de Chayanta, provincia de Potosí, Joaquín A los y Bru, conjuntamente con el recaudador de impuestos reales, inició una verdadera expoliación a los indígenas de aquella provincia, aumentando en forma considerable el tributo que debían pagar. El cacique de Macha, Tomas Catari, tomo la representación de sus compañeros indígenas de la provincia de

    Chayanta y se fue primero a Potosí y después a Chiquisaca a reclamar por el aumento del tribute real. Pero, sus reclamos fueron inútiles tanto en Potosí como en Charcas.

    No hubo autoridad que atienda y considere sus reclamaciones , ratificándose, por el contrario la elevación del tributo sobre las tierras de origen y aprobándose las medidas adoptadas por el corregidor Alor y Bru. Tupac Catari luego de muchos sacrificio emprendió viaje a Buenos Aires allí se entrevisto con el virrey José Vertiz quien se concreto en darle una recomendación

    para que le atiendan las autoridades de Charcas y Potosí. Catari se presento ante la real audiencia de Charcas enseñando la recomendación del virrey, el fiscal de la audiencia , José Castillo, al hacerse cargo de dicha recomendación pidió informe al corregidor de Chayanta, el informe de este fue justificar el aumento y desprestigiar y humillar a Catari. Cuando Catari

    regreso a su casa fue tomado preso acusándolo de provocar perturbaciones en el cobro de los impuestos. Este hecho exacerbo los ánimos de los originarios quienes atacaron la guardia que custodiaba a Catari, hasta poner a este en libertad. Luego de esto vengaron la humillación degollando al recaudador de impuestos de apellido Bernal.

    El corregidor A los mandó a prender a Catari a quien consideraba el cabecilla de esta revuelta. Lo hizo conducir a Chuquisaca para su juzgamiento por los delitos de rebelión y asesinato. El 24 de agosto de 1780 el corregidor de Chayanta dispuso que en el pueblo de Pocoata se levante las nominas de los indios que debían viajar a las minas de Potosí en el carácter de mitayos. Para el efecto, Alos y Bru se traslado personalmente a aquel pueblo.

    Cuando ya se iniciaba el empadronamiento, uno de los indígenas se encontraba en el grupo de los que debía viajar a Potosí, dio el grito de rebelión.

    E inmediatamente, todos se levantaron contra el reducido números de españoles encargados de su custodia. Dieron muerte a casi todos y al resto lo detuvieron entre ellos al corregidor a quien condujeron preso hasta el pueblo de Macha.

    A la llegada de los insurrectos a esta población no hubo resistencia, los españoles que allí se encontraban escondieron o escaparon dejando el pueblo a los rebeldes.

    Consumada la rebelión en Macha y en Pocoata, lo mismo que en algunos caseríos y poblados indígenas, en los que en breve tiempo circulo la noticia de sublevación, asumieron la jefatura del movimiento Dámaso y Nicolás Catari, hermanos de Tomás.

    Tan pronto como tuvieron establecidos sus reductos, enviaron emisarios a Chuquisaca, exigiendo la libertad de Tomas Catari y haciendo saber a los oidores de la audiencia de harcas, que conservarían en rehenes al corregidor de Chayanta y al resto de los españoles y haciendo saberque si no ponían en inmediata libertad a Catari degollarían al corregidor y al resto de los españoles.

    Ante esta amenaza la audiencia de charcas puso en libertad a Tomas quien regreso a Macha, no solo con mayor prestigio ante sus compañeros, sino decidido a terminar con la violencia de los españoles.

    Y la rebelión creció por todas partes La Paz, Oruro, Cochabamba, Tarija, unos tras otros los caseríos se fueron uniendo a la insurrección.

    Los rebeldes hicieron base en Chayanta . Su líder Tomas Apaza, conocido como Tupac Catari antes de comenzar la guerra había sido sacristán en la parroquia de Ayoayo situada a noventa kilómetros de la Paz. Su esposa Bartolina Sisa se unió a él con 25 años. Bonifacio Chuquimamani, otrode los lideres del levantamiento , tomo el nombre de Manuel Clavijo.

    El 13 de marzo de 1781 el Ejercito Aymara decide la toma de La Paz, sitiándola. En la ceja del alto se levantó el campamento desde el cual se divisaba la ciudad. A todo esto la ciudad preparaba su defensa, Sebastián de Segurola , brigadier, fue el líder de las milicias.

    Con el paso del tiempo comenzaron a faltar los víveres y el agua. Todos los días el ejercito Catarista avanzaba sobre la ciudad, se hacían pelotas de lana empapadas con aceite o pólvora y se arrojaban a la ciudad para cansar al enemigo y desgastarlos para la lucha.

    El 21 de mayo Tupac Catari se aleja y el ejército queda bajo la dirección de Bartolina Sisa, su misión es la de cuidar que el cerco a Chuquiago no se rompa pero los españoles al ver a una mujer en la dirección envían 300 soldados para capturarla.

    Lejos de pensar en retirarse, Bartolina ordena el ataque que ella dirige y a fuerza de piedras los españoles son derrotados por el ejercito andinodonde las guerreras aymaras lucharon a la par de los hombres aymaras.

    No fue rara la participación de las amazonas Aymaras y Quechuas. El ejército de Quiswas de Chayanta, por ejemplo, estuvo dirigido por la viuda deTomas

    Katari: Kurusa Llave, quien luchó valerosamente hasta ser derrotada por las fuerzas de auxilio que recibieron los españoles, dirigidos por Ignacio Flores.

    De la misma forma Gregoria Apaza, hermana menor de Tupac Catari quien fue compañera de Andrés Tupac Amaru hijo del Inca Tupac Amaru, dirigió alas tropas femeninas, en varias batallas. Esta comandanta, vestida de hombre, dirigió fieras ofensivas del ejercito del joven Amaru.

    Muchas otras mujeres anónimas andinas pelearon en los ejércitos Amaristas y Cataristas.

    Se habían cumplido 109 días del cerco Katarista cuando el 10 de julio de 1781, los españoles recibieron refuerzos desde Charcas. Después de dejar algunas provisiones que no lograron satisfacer a la población española y criolla en Chuquiago, el ejército español salió de la ciudad para asaltara las comunidades. Se produjeron nuevas atrocidades con el incendio y quema de hombres, mujeres y niños / as en las comunidades y el degüello de varios pobladores indígenas.

    Tupac Catari es obligado a replegarse y en esta acción se produce la captura de Bartolina Sisa.

    Cuando la comandanta se dirigía al campamento de Pampajasi, sus mismos acompañantes la traicionan y la entregaron al cruel Flores quien la condujo presa a la ciudad de La Paz. En Chuquiago fue recibida por una lluviade piedras, insultos y golpes. El genocida Segurola la encerró encadenada en la peor de las celdas.

    Los españoles torturan a Bartolina Sisa y le dan el peor de los tratos pero la mantienen con vida esperando usarla como un cebo para capturara Katari.

    El 5 de octubre, por ejemplo, sacan a Bartolina de su prisión y disfrazan las terribles condiciones en que la tenían prisionera, lavada y vestida con ropajes ajenos la colocan a pocos pasos del cerco humano del ejercito Katarista, mientras Segurola prepara el ataque con varios soldados españoles disfrazados de indígenas. Sin embargo, Tupac Catari, no cae en la trampa y envía a dos mensajeros para que entreguen alimentos, coca y oro a Bartolina.

    Los Cataristas planearon usar el recurso de la inundación para tomar Chuaquiago,el 12 de octubre es desbordada la represa a orillas del cerro Achachicala que las tropas cataristas habían construido; pero la inundación no tuvo el resultado esperado. En tanto, Chuquiago recibió un fuerte refuerzo militar muy superior numéricamente y armamentísticamente al ejercito catarista, obligándolo al repliegue.

    Tupac Catari es atacado por dos ejércitos, el de Reseguín y el de Segurola quien ataca desde el valle de Mallasilla masacrando a diferentes poblaciones indígenas. Catari se ve obligado a ordenar la retirada hasta Peñas dondese encuentra con Miguel Bastidas, quien ya había desertado. Otro traidor:Tomas Inkalipe, delata a Catari y facilita su aprehensión.

    Catari es conducido hasta Achachicala, rapado, coronado con una gorra de espinas y clavos es paseado y expuesto para burlas. El 14 de noviembre de 1781 es masacrado. Amarrado a las sinchas de 4 caballos que lo descuartizarían,después de arrancarle la lengua y luego exponen los trozos.

    Después de 10 meses sus restos son quemados y sus cenizas arrojadas alaire.

    Un año mas tarde, el 5 de septiembre de 1782 los españoles y sus bizarros mestizos, sacan a Bartolina Sisa rapada y desnuda, la hacen pasear porla calles de Chuquiago, torturada, golpeada e insultada, es atada a la colade un caballo con una soga al cuello y le ponen una corona de espinas. Sus miembros fueron arrancados y su cabeza clavada en un palo fue expuesta en Cruzpata.

    El mismo trato español, recibió Gregoria Apaza, compañera del joven inca Andrés Tupaj Amaru, ella fue igualmente paseada con una corona de clavosy espinas junto a Bartolina Sisa y ahorcada y después despedazada. Su cabeza fue expuesta en Sorata y luego quemada y sus cenizas arrojadas al viento.

    Anselmo, hijo de Andrés Tupaj Amaru, un niño de 10 anos fué descubierto por el Corregidor Necochea y torturado y luego muerto.

    Como recompensa moral de los esfuerzos y sacrificios que tuvo que soportar por célula real del 20 de mayo de 1784, a la ciudad de La Paz le fue otorgada el titulo de noble, valerosa y fiel.

    Galeano:

    Efemérides (1325-1536)

    13 de Marzo de 1325: Se funda la ciudad de México-Tenochtitlan

    12 de Octubre de 1492: Cristobal Colón llega a América

    8 de Noviembre de 1519: Los conquistadores españoles son recibidos en la ciudad de Tenochtitlan

    30 de Junio de 1520: Los conquistadores españoles son derrotados por los mexicas al retirarse de Tenochtitlan

    13 de Agosto de 1521: Después de un sitio de tres meses, la ciudad de Tenochtitlán cae en poder de los conquistadores españoles

    28 de Febrero de 1525: Muere asesinado en México, Cuauhtémoc

    12 de Diciembre de 1531: Aparición de la Virgen de Guadalupe en México

    16 de Noviembre de 1532: Los conquistadores españoles apresan al Inca Atahualpa en Cajamarca

    15 de Noviembre de 1533: Los conquistadores españoles entran en la ciudad sagrada del Cuzco

    6 de Mayo de 1536: Manco Inca se alza en Perú contra de los conquistadores españoles

    La tierra prometida

    13 de marzo de 1325

    Mal dormidos, desnudos, lastimados, caminaron toda la noche y día durante más de 2 siglos. Iban buscando el lugar donde la tierra se tiende entre cañas y juncias.

    Varias veces se perdieron, se dispersaron y volvieron a juntarse.

    Fueron volteados por los vientos y se arrastraron atándose los unos a los otros, golpeándose, empujándose; cayeron de hambre y se levantaron y nuevamente cayeron y se levantaron. En la región de los volcanes, donde no crece la hierba, comieron carne de reptiles.

    Traían la bandera y la capa del dios que había hablado a los sacerdotes, durante el sueño, y había prometido un reino de oro y plumas de quetzal:

    Sujetaréis de mar a mar a todos los pueblos y ciudades, había anunciado el dios, y no será por hechizo, sino por ánimo del corazón y valentía de los brazos.

    Cuando se asomaron a la laguna luminosa, bajo el sol del mediodía, los aztecas lloraron por primera vez. Allí estaba la pequeña isla de barro: sobre el nopal, más alto que los juncos y las pajas bravas, extendía el águila sus alas.

    Al verlos llegar, el águila humilló la cabeza. Estos parias, apiñados en la orilla de la laguna, mugrientos, temblorosos, eran los elegidos, los que en tiempos remotos habían nacido de las bocas de los dioses.

    Huitzilopochtli les dió la bienvenida:

    —Éste es el lugar de nuestro descanso y nuestra grandeza —resonó la voz

    —.

    Mando que se llame Tenochtitlán la ciudad que será reina y señora de todas las demás. ¡México es aquí!

    ——————————————————————————–

    Colón

    12 de octubre de 1492, Guanahaní

    Cae de rodillas, llora, besa el suelo. Avanza, tambaleándose porque lleva más de un mes durmiendo poco o nada, y a golpes de espada derriba unos ramajes.

    Después, alza el estandarte. Hincado, ojos al cielo, pronuncia tres veces los nombres de Isabel y Fernando. A su lado, el escribano Rodrigo de Escobedo, hombre de letra lenta, levanta el acta.

    Todo pertenece, desde hoy, a esos reyes lejanos: el mar de corales, las arenas, las rocas verdísimas de musgo, los bosques, los papagayos y estos hombres de piel de laurel que no conocen todavía la ropa, la culpa ni el dinero y que contemplan, aturdidos, la escena.

    Luis de Torres traduce al hebreo las preguntas de Cristóbal Colón:

    —¿Conocéis vosotros el Reino del Gran Kahn? ¿De dónde viene el oro que lleváis colgado de las narices y las orejas?

    Los hombres desnudos lo miran, boquiabiertos, y el intérprete prueba suerte con el idioma caldeo, que algo conoce:

    —¿Oro? ¿Templos? ¿Palacios? ¿Rey de reyes? ¿Oro?

    Y luego intenta la lengua arábiga, lo poco que sabe:

    —¿Japón? ¿China? ¿Oro?

    El intérprete se disculpa ante Colón en la lengua de Castilla.

    Colón maldice en genovés, y arroja al suelo sus cartas credenciales, escritas en latín y dirigidas al Gran Kahn. Los hombres desnudos asisten a la cólera del forastero de pelo rojo y piel cruda, que viste capa de terciopelo y ropas de mucho lucimiento.

    Pronto se correrá la voz por las islas:

    —¡Vengan a ver a los hombres que llegaron del cielo! ¡Tráiganles de comer y de beber!

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    La capital de los aztecas

    8 de noviembre de 1519, Tenochtitlán

    Mudos de hermosura, los conquistadores cabalgan por la calzada.

    Tenochtitlán parece arrancada de las páginas de Amadís, cosas nunca oídas, ni vistas, ni

    aún soñadas… El sol se alza tras los volcanes, calles, acequias, templos de altas torres, se despliega y fulgura. Una multitud sale a recibir a los invasores, en silencio y sin prisa, mientras infinitas canoas abren surcos en las aguas de cobalto.

    Moctezuma llega en litera, sentado en suave piel de jaguar, bajo palio de oro, perlas y plumas verdes. Los señores del reino van barriendo el suelo que pisará.

    Él da la bienvenida al dios Quetzalcóatl:

    —Has venido a sentarte en tu trono —le dice—. Has venido entre nubes, entre nieblas. No te veo en sueños, no estoy soñando. A tu tierra has llegado…

    Los que acompañan a Quetzalcóatl reciben guirnaldas de magnolias, rosas y girasoles, collares de flores en los cuellos, en los brazos, en los pechos: la flor del escudo y la flor del corazón, la flor del buen aroma y la muy amarilla.

    Quetzalcóatl nació en Extremadura y desembarcó en tierras de América con un hatillo de ropa al hombro y un par de monedas en la bolsa. Tenía diecinueve años cuando pisó las piedras del muelle de Santo Domingo y preguntó: ¿Dónde está el oro? Ahora ha cumplido treinta y cuatro y es capitán de gran ventura. Viste armadura de hierro negro y conduce un ejército de

    jinetes, lanceros, ballesteros, escopeteros y perros feroces. Ha prometido a sus soldados: Yo os haré, en muy breve tiempo, los más ricos hombres de cuantos jamás han pasado a las Indias.

    El emperador Moctezuma, que abre las puertas de Tenochtitlán, acabará pronto. De aquí a poco será llamado mujer de los españoles y morirá por las pedradas de su gente. El joven Cuauhtémoc ocupará su sitio. Él peleará.

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    «La Noche Triste»

    30 de junio de 1520, Teocalhueyacan

    Hernán Cortés pasa revista a los pocos sobrevivientes de su ejército, mientras la Malinche cose las banderas rotas.

    Tonochtitlán ha quedado atrás. Atrás ha quedado la columna de humo que echó por la boca el volcán Popocatépetl, como diciendo adiós, y que no había viento que pudiera torcer.

    Los aztecas han recuperado su ciudad. Las azoteas se erizaron de arcos y lanzas y la laguna se cubrió de canoas en pelea. Los conquistadores huyeron en desbandada, perseguidos por una tempestad de flechas y piedras, mientras aturdían la noche los tambores de la guerra, los alaridos y las maldiciones.

    Estos heridos, estos mutilados, estos moribundos que Cortés está contando ahora, se salvaron pasando encima de los cadáveres que sirvieron de puente: cruzaron a la otra orilla pisando caballos que se habían resbalado y hundido y soldados muertos a flechazos y pedradas o ahogados por el peso de las talegas llenas de oro que no se resignaban a dejar.

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    La espada de fuego

    13 de agosto de 1521, Tlatelolco

    La sangre corre como agua y está ácida de sangre el agua de beber. De comer no queda más que tierra. Se pelea casa por casa, sobre las ruinas y los muertos, de día y de noche. Ya va para tres meses de batalla sin treguas.

    Sólo se respira pólvora y náuseas de cadáver; pero todavía resuenan los atabales y los tambores en las últimas torres y los cascabeles en los tobillos de los últimos guerreros. No han cesado todavía los alaridos y las canciones que dan fuerza. Las últimas mujeres empuñan el hacha de los caídos y golpetean los escudos hasta caer arrasadas.

    El emperador Cuauhtémoc llama al mejor de sus capitanes. Corona su cabeza con el búho de largas plumas, y en su mano derecha coloca la espada de fuego. Con esta espada en el puño, el dios de la guerra había salido del vientre de su madre, allá en lo más remoto de los tiempos. Con esta serpiente de rayos de sol, Huitzilopochtli había decapitado a su hermana la luna y había hecho pedazos a sus cuatrocientos hermanos, las estrellas, porque no querían dejarlo nacer.

    Cuauhtémoc ordena:

    —Véanla nuestros enemigos y queden asombrados.

    Se abre paso la espada de fuego. El capitán elegido avanza, solo, a través del humo y los escombros.

    Lo derriban de un disparo de arcabuz.

    Tenochtitlán

    El mundo está callado y llueve

    De pronto, de golpe, acaban los gritos y los tambores. Hombres y dioses han sido derrotados. Muertos los dioses, ha muerto el tiempo. Muertos los hombre, la ciudad ha muerto. Ha muerto en su ley esta ciudad guerrera, la de los sauces blancos y los blancos juncos. Ya no vendrán a rendirle tributo, en las barcas a través de la niebla, los príncipes vencidos de todas las comarcas.

    Reina un silencio que aturde. Y llueve. El cielo relampaguea y truena y durante toda la noche llueve.

    Se apila el oro en grandes cestas. Oro de los escudos y de las insignias de guerra, oro de las máscaras de los dioses, colgajos de labios y de orejas, lunetas, dijes. Se pesa el oro y se cotizan los prisioneros. De un pobre es el precio, apenas, dos puñados de maíz… Los soldados arman ruedas de dados y naipes.

    El fuego va quemando las plantas de los pies del emperador Cuauhtémoc, untadas de aceite, mientras el mundo está callado y llueve.

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    Cuauhtémoc

    28 de febrero de 1525, Tuxkahá

    De la rama de una antigua ceiba se balancea, colgado de los tobillos, el cuerpo del último rey de los aztecas.

    Cortés le ha cortado la cabeza.

    Había llegado al mundo en cuna rodeada de escudos y dardos, y estos fueron los primeros ruidos que oyó:

    —Tu propia tierra es otra. A otra tierra estás prometido. Tu verdadero lugar es el campo de batalla. Tu oficio es dar de beber al sol con la sangre de tu enemigo y dar de comer a la tierra con el cuerpo de tu enemigo.

    Hace veintinueve años, los magos derramaron agua sobre su cabeza y pronunciaron palabras rituales:

    —¿En qué lugar te escondes, desgracia? ¿En qué miembro te ocultas?

    ¡Apártate de este niño!

    Lo llamaron Cuauhtémoc, águila que cae. Su padre había extendido el imperio de mar a mar. Cuando el príncipe llegó al trono, ya los invasores habían venido y vencido. Cuauhtémoc se alzó y resistió. Fue el jefe de los bravos.

    Cuatro años después de la derrota de Tenochtitlán, todavía resuenan, desde el fondo de la selva, los cantares que claman por la vuelta del guerrero.

    ¿Quién hamaca ahora su cuerpo mutilado? ¿El viento o la ceiba? ¿No es la ceiba quien lo mece, desde su vasta copa? ¿No acepta la ceiba esta rama rota, como un brazo más de los mil que nacen de su tronco majestuoso?

    ¿Le brotarán flores rojas?

    La vida sigue. La vida y la muerte siguen.

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    La Virgen de Guadalupe

    12 de diciembre de 1531, Ciudad de México

    Esa luz, ¿sube de la tierra o baja del cielo? ¿Es luciérnaga o lucero?

    La luz no quiere irse del cerro de Tepeyac y en plena noche persiste y fulgura en las piedras y se enreda en las ramas. Alucinado, iluminado, la vio Juan Diego, indio desnudo: la luz de luces se abrió para él, se rompió en jirones dorados y rojizos y en el centro del resplandor apareció la más lúcida y luminosa de las mujeres mexicanas. Estaba vestida de luz la que en lengua náhuatl le dijo: «Yo soy la madre de Dios.»

    El obispo Zumárraga escucha y desconfía. El obispo es el protector oficial de los indios, designado por el emperador, y también el guardián del hierro que marca en la cara de los indios el nombre de sus dueños. Él arrojó a la hoguera los códices aztecas, papeles pintados por la mano del Demonio, y aniquiló quinientos templos y veinte mil ídolos. Bien sabe el obispo

    Zumárraga que en lo alto del cerro de Tepeyac tenía su santuario la diosa de la tierra, Tonantzin, y que allí marchaban los indios en peregrinación a rendir culto a nuestra madre, como llamaban a esa mujer vestida de serpientes y corazones y manos.

    El obispo desconfía y decide que el indio Juan Diego ha visto a la Virgen de Guadalupe. La Virgen nacida en Extremadura, morena por los soles de España, se ha venido al valle de los aztecas para ser la madre de los vencidos.

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    Pizarro

    16 de noviembre de 1532, Cajamarca

    Mil hombres van barriendo el camino del Inca hacia la vasta plaza donde aguardan, escondidos, los españoles. La multitud tiembla al paso del Padre Amado, el Solo, el Único, el dueño de los trabajos y las fiestas; callan los que cantan y se detienen los que danzan. A la poca luz, la última del día, relampaguean de oro y plata las coronas y las vestiduras de Atahualpa y su cortejo de señores del reino.

    ¿Dónde están los dioses traídos por el viento? El Inca llega al centro de la plaza y ordena esperar. Hace unos días, un espía se metió en el campamento de los invasores, les tironeó las barbas y volvió diciendo que no eran más que un puñado de ladrones salidos de la mar. Esa blasfemia le costó la vida.

    ¿Dónde están los hijos de Wiracocha, que llevan estrellas en los talones y descargan truenos que provocan el estupor, la estampida y la muerte?

    El sacerdote Vicente de Valverde emerge de las sombras y sale al encuentro de Atahualpa. Con una mano alza la Biblia y con la otra un crucifijo, como conjurando una tormenta en alta mar, y grita que aquí está Dios, el verdadero, y que todo lo demás es burla. El intérprete traduce y Atahualpa, en lo alto de la muchedumbre, pregunta:

    —¿Quién lo dijo?

    —Lo dice la Biblia, el libro sagrado.

    —Dámela, para que me lo diga.

    A pocos pasos, detrás de una pared, Francisco Pizarro desenvaina la espada.

    Atahualpa mira la Biblia, le da vueltas en la mano, la sacude para que suene y se la aprieta contra el oído:

    —No dice nada. Está vacía.

    Y la deja caer.

    Pizarro espera este momento desde el día en que se hincó ante el emperador Carlos V, le describió el reino grande como Europa que había descubierto y se proponía conquistar y le prometió el más espléndido tesoro de la historia de la humanidad. Y desde antes: desde el día en que su espada trazó una raya en la arena y unos pocos de sus soldados muertos de hambre, hinchados por las plagas, juraron acompañarlo hasta el final. Y desde antes aún,

    desde mucho antes: Pizarro espera este momento desde que hace cincuenta y cuatro años fue arrojado a la puerta de una iglesia de Extremadura y bebió leche de puerca po no hallarse quien le diera de mamar.

    Pizarro grita y se abalanza. A la señal, se abre la trampa. Suenan las trompetas, carga la caballería y estallan los arcabuces, desde la empalizada, sobre el gentío perplejo y sin armas.

    Cajamarca.- El rescate

    Para comprar la vida de Atahualpa, acuden la plata y el oro. Hormiguean por los cuatro caminos del imperio las largas hileras de llamas y las muchedumbres de espaldas cargadas. El más espléndido botín viene del Cuzco: un jardín entero, árboles y flores de oro macizo y pedrerías, en tamaño natural, y pájaros y animales de pura plata y turquesa y lapislázuli.

    El horno recibe dioses y adornos y vomita barras de oro y de plata.

    Jefes y soldados exigen a gritos el reparto. Hace seis años que no cobran.

    De cada cinco lingotes, Francisco Pizarro separa uno para el rey. Luego se persigna. Pide el auxilio de Dios, que todo lo sabe, para guardar justicia; y pide el auxilio de Hernando de Soto, que sabe leer, para vigilar al escribano.

    Adjudica una parte a la Iglesia y otra al vicario del ejército.

    Recompensa largamente a sus hermanos y a los demás capitanes. Cada soldado raso

    recibe más de lo que el príncipe Felipe cobra en un año y Pizarro se convierte en el hombre más rico del mundo. El cazador de Atahualpa se otorga a sí mismo el doble de lo que en un año gasta la corte de Carlos V con sus seiscientos criados -sin contar la litera del Inca, ochenta y tres kilos de oro puro, que es su trofeo de general.

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    Entran los conquistadores en la ciudad sagrada

    15 de noviembre de 1533, Cuzco

    En el radiante mediodía, a través de la humareda se abren paso los soldados.

    Un olor a cuero mojado se alza y se mezcla con el olor de la quemazón, mientras resuena un estrépito de cascos de caballos y ruedas de cañones.

    Nace un altar en la plaza. Los pendones de seda, bordados de águilas, escoltan al dios nuevo, que tiene los brazos abiertos y usa barba como sus hijos. ¿No está viendo el dios nuevo que sus hijos se abalanzan, hacha en mano, sobre el oro de los templos y las tumbas?

    Entre las piedras del Cuzco, tiznadas por el incendio, los viejos y los paralíticos aguardan, mudos, los días por venir.

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    Manco Inca

    6 de mayo de 1536, Machu Picchu

    Harto de ser rey tratado como perro, Manco Inca se alza contra los hombres de cara peluda. En el trono vacío, Pizarro instala a Paullo, hermano de Manco Inca y de Atahualpa y de Huáscar.

    De a caballo, a la cabeza de un gran ejército, Manco Inca pone sitio al Cuzco. Arden las hogueras en torno a la ciudad y llueven, incesantes, las flechas de yesca encendida, pero más castiga el hambre a los sitiadores que a los sitiados y las tropas de Manco Inca se retiran, al cabo de medio año, entre alaridos que parten la tierra.

    El Inca atraviesa el valle del río Urubamba y emerge entre los altos picos de niebla. La escalinata de piedra lo conduce a la morada secreta de las cumbres. Protegida por parapetos y torreones, la fortaleza de Machu Picchu reina más allá del mundo.

    Eduardo Galeano

    Tupac Catari

    Por Kintto Lucas*

    1781. Los precios de la producción minera de Oruro, en Bolivia, bajan rápidamente. Los mineros, en su mayoría criollos, contraen grandes deudas y pasan a depender del fisco y los comerciantes… pasan a depender de los europeos. El resentimiento se siembra y crece como la coca, por todas partes. Los mineros que antes mandaban en el cabildo y algunas veces hasta corregidores eran, habían perdido ya toda su influencia en diciembre del año anterior, poco después de la rebelión tupacamarista, cuando sus puestos de gobierno fueron ocupados por los españoles. Ahora por primera vez piensan en aliarse con los indígenas… ahora por primera vez lo concretan. El 15 de enero se inicia el levantamiento. Las milicias que se habían formado el año anterior para defender Oruro de la llegada de Tupac Amaru, están al frente de la sublevación contra "el mal gobierno de los europeos", atando la vida a su tierra. La pelea hace fuerte la unión de criollos e indígenas.

    Los hombres criollos usan poncho de terciopelo negro como el del Inca-Rey, mujeres y niños se visten como Aymaras. En marzo estalla otro foco rebelde, esta vez es en La Paz y las zonas cercanas. El líder es Tupac Catari que se hace jefe de mil guerreros y se proclama "salvador del pueblo Aymara".

    Andrés Tupac Amaru, sobrino del gran Inca llega con su ejército Quichua para sumarse al levantamiento… Vencen en Sorata, y La Paz queda sitiada.

    Está a punto de rendirse, los españoles están sorprendidos y ya no pueden resistir… Pero surgen problemas entre los rebeldes: Tupac Catari y sus Aymaras no quieren alianza con los criollos, Andrés y sus Quichuas ven un poco más allá y, como su tío, quiere el levantamiento de todo el pobrerío.

    Evitando la pelea entre hermanos decide retirarse. Tupac Catari es vivado por su gente y pelea heroicamente contra el colonizador, pero sus fuerzas no son muchas y termina derrotado. En Oruro el movimiento se mantiene algunas semanas más, allí la unidad es más fuerte…

    Los españoles supieron sembrar resentimiento entre los de abajo para disminuir sus fuerzas, pero no mataron el espíritu de los guerreros, que seguirá caminando. En 1809 el mestizo Pedro Domingo Murillo se rebela contra la corona… 158 años después hubo un Che caminando por La Higuera…

    Hoy Quichuas y Aymaras, mineros y mestizos, viven su tristeza muda. Tal vez cuando se unten la tristeza grite… y otra historia recomience…

    * Este texto fue tomado del libro Rebeliones indígenas y negras en América Latina, de Kintto Lucas, Editorial Abya Yala, Quito, 1992.

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    De: "Kinitto Lucas" <>

    Domitila

    Por Kintto Lucas *

    CATAVI, 1967. El cementerio es como una imagen del fondo de la tierra.

    Es como esa bruma que va invadiendo toda la parroquia de Catavi. Es como las nubes que van llegando con todas las lágrimas de las minas. Es como el viento que va rompiendo el horizonte y, se viene tras la multitud de cuerpos caídos, esperando para ser enterrados; tras los muchos pozos que, son como heridas de esta tierra, cubierta por tanto dolor, por tanta mirada que cae como una piedra contra los militares que, el día antes sangraron la fiesta de San Juan en el vecino rincón de Llallagua…

    Subida en el muro del cementerio, una mujer embarazada marca a fuego la muerte uniformada, marca la dolor con gritos salidos del último país de la alma, que es como decir de la furia guardada por cientos de años…

    – ¡Asesinos!, ¡asesinos!…

    Y todas las miradas caen sobre ellos, y todos los odios del decir y del pensar… Pero los fusiles no hacen caso a la agonía, que es como decir que las sombras se tomaron toda Catavi y Llallagua. Y ella, la mujer del muro, con la panza grande como un mundo que va queriendo salir de sus entrañas, marcha presa por carajear los uniformes, que es como carajear al presidente de Bolivia, o sea nadie.

    Y uno manda una patada contra ella que, se defiende y le da un sopapo, y el mismo manda un puñete y sigue mandado golpes, y le apreta la panza con la rodilla. Y ella se cubre y le araña la cara. Y él sigue mandando patadas. Y vienen otros cuatro para pegarle, y ella cae…

    Cuando despierta entre rejas, con seis dientes rotos, la sangre chorrea…

    "Y como si la fatalidad del destino hiciera -dice-, comenzó el trabajo de parto. Empecé a sentir dolores, dolores y dolores y a ratos ya me vencía la criatura para nacer… Ya no pude aguantar. Y me fui a hincar en una esquina. Me apoyé y me cubrí la cara, porque no podía hacer ni un poquito de fuerza. La cara me dolía como para reventarme. Y en uno de esos momentos, me vencía. Noté que la cabeza de la huahua ya estaba saliendo… y allí mismo me desvanecí. Y cuando volví a despertar estaba toda mojada. Tanto la sangre como el líquido que una bota durante el parto, me habían mojado toda. Entonces hice un esfuerzo y resulta que encontré el cordón de la huahua. Y a través del cordón, estirando el cordón, encontré a mi huahuita, totalmente fría, helada, allí sobre el piso".

    Después, todas la nubes se hicieron agua y todos los vientos cayeron sobre Llallagua y Catavi. Después hubo más peleas. Después, algún día de once años más tarde, dijo a su gente: "Nuestro enemigo principal es el miedo. Lo tenemos adentro". Y se fue a La Paz con otras cinco, a liberarlo…

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    Domitila Chungara. Indígena nacida en Pulacayo, zona minera de Bolivia.

    Al morir su padre tuvo que hacerse cargo de sus cinco hermanas porque su madre estaba muy enferma. Con el correr del tiempo comenzó a preocuparse por la situación social que vivían las comunidades mineras. El 1952, se casó con una trabajador minero y empezó a participar activamente en el Comité de Amas de Casa del Distrito Minero Siglo XXI, del que la nombran Secretaria General. Su testimonio dio a conocer la masacre de San Juan, en 1967, cuando el dictador René Barrientos mandó al ejército contra las comunidades mineras de Catavi y Llalagua. Tras la matanza, ella, que estaba embarazada, fue apresada y torturada hasta que perdió su hijo. Posteriormente ayudó en la lucha contra la dictadura del general Hugo Banzer. En la Navidad de 1978, en La Paz, junto a otras cuatro mujeres mineras y veinte niños inició una huelga de hambre contra la dictadura. A ellas se sumó un sacerdote y en poca tiempo se sumaron más de mil quinientas personas. Con el correr de las horas los huelguista se multiplicaron por miles. Veintitrés días después de que las mujeres comenzaron la huelga de hambre, las calles de las distintas ciudades de Bolivia fueron invadidas por la gente. Otro gobierno militar se había terminado. Los libros en los que se recopilan los testimonios de Domitila son: "Si me permiten hablar" y "Las mujeres tienen la palabra", que fueron traducidos a varios idiomas. En 1980, se produce un nuevo golpe de estado, y ella debe exiliarse. En 1996 vive en Bolivia junto a cuatro de sus siete hijos.

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    * Este texto fue tomado del libro Mujeres del Siglo XX, de Kintto

    Lucas,

    Editorial Abya Yala, Quito, 1997.

    Historia de Bolivia – La Colonia

    Descendientes de tihuanacotas y de incas

    Bolivia es un país de grandes alturas físicas y de hondos problemas humanos.

    Geografía e historia se encuentran en ella en un punto de sensacionales transacciones, en una especie de desafío irremediable confundido entre las aspiraciones del hombre y el destino que señala Dios.

    Los Bolivianos de hoy provienen de razas y culturas milenarias que, en cierto momento, se han convertido en enigmas para la ciencia. Pero, indefectiblemente, pisan la tierra de unos mayores que fueron extraordinarios, que labraban la piedra y decoraban con monolitos gigantes sus ciudades, como los habitantes de Tihuanaco, u organizaban imperios con una razón que prestigiaba toda lógica y toda justicia, como los hombres del Imperio Incaico. Mientras la prehistoria y la arqueología van poniéndose de acuerdo para dar una razón valedera al pasado, el Boliviano se enorgullece de ser un descendiente de tihuanacotas y de incas, es decir, de aymarás y de quechuas.

    Las nuevas razas

    Caído el Imperio Incaico en poder de Francisco Pizarro, que entró en su capital el 15 de noviembre de 1532, cuarenta años después del descubrimiento de América, cambió el destino de nuestras tierras y sus hombres. Vino, como en un alud, todo el gran asedio que siguió a la inmensa sorpresa del descubrimiento; expediciones parciales, búsqueda de tesoros, encuadramiento de industrias de explotación de la tierra, en fin, todo ese monstruoso desplazamiento de un continente a otro que, a la postre, dio por resultado un ordenamiento jurídico, un acatamiento de instituciones reales, una distribución especial del trabajo, un régimen para la producción a la par que un connubio de razas que originaron las clases sociales de la época actual. En verdad, el mundo se había transformado.

    La Colonia se distinguió por dos fuerzas de vida; la aparición del mestizo y la mansedumbre del indio. Y en el territorio hoy Boliviano, además, por un potencial económico, la explotación Minera.

    Las instituciones Jurídicas

    El Consejo de Indias, los Virreinatos y las Audiencias pusieron en actividad el ordenamiento jurídico de la Colonia. Súmese a ellos, en lo que a la actual Bolivia se refiere, la fundación de la Real y Pontificia Universidad de San Francisco Xavier en la capital de Charcas el año 1624, centro de compulsión cultural y de subversión política a la hora en que se determinan los hechos definitivos.

    En buena parte, la vida de la institución colonial, la práctica de la justicia, la defensa de los indios por razones de humanidad y los privilegios de los españoles y criollos sobre los mestizos fueron motores de la guerra de emancipación. Los españoles trajeron, al trasluz, su propia guerra emancipadora y la eficacia de sus instituciones en bien de los hombres.

    Entró en marcha, pues, en el territorio hoy Boliviano un motor humano de producción de plata en el Cerro Rico de Potosí, la urbe tutelar de América en aquella época, y la exigencia de su mayor rendimiento. Entonces el mundo ya valía un Potosí y en 1546, por provisión de Carlos I, en Ulm, este caserío recibió el título de Villa Imperial.

    Se habían fundado ya en el territorio ciudades de gran porvenir: La Paz, el 20 de octubre de 1548, por Alonso de Mendoza, en las quebradas de Chuquiapu, al pie de la más bella montaña nevada de la Cordillera, el Illimani, prestigiada por sus lavaderos de oro; Cochabamba, Oruro, Tarija. Se habían realizado expediciones a los Moxos, hasta que al fin quedó consolidada la fundación de Santa Cruz de la Sierra, había surgido a la vida, con vigor y prosapia, Charcas, la culta, fundada por Pedro Anzures de Campa Redondo, con el nombre de La Plata.

    Se impuso la erección de la Audiencia de Charcas por Real Cédula de 1559, cuyo tribunal se instaló en 1561.

    Era un mundo en orden y movimiento. El criollo y el mestizo absorbían cultura occidental y con temor y avaricia almacenaban el razonamiento enciclopédico, atentos a los fenómenos que ocurrían en Europa, en cuyo drama España era actor de dolorosas incidencias.

    La honda indígena en la rebelión

    Después de dos siglos silenciosos de sumisión, los indios se alzaron, iracundos, en aras de un ideal irrealizable; la restauración de su imperio nativo.

    Desde la insurrección de Cuzco en 1544, la familia de los Incas se había confinado en Vilcabamba, al norte de la antigua capital del Imperio. Su orgullo no le permitía mantener relaciones con los españoles y vivía atenta

    al momento trágico en que pudiera capitanear una insurrección de masas indias. Su mártir y jefe, Túpac Amaru, acusado de crueldad, fue mandado descuartizar por el virrey Toledo.

    Más tarde vino la insurrección de Macha (Chayanta), cuando Tomás Catari pidió justicia y rebaja de los tributos. Catari fue preso y enviado a Potosí, pero el movimiento se propagó a Charcas, Cochabamba, 0ruro y La Paz.

    Después, el mal gobierno del corregidor Urrutia y la ambición por las varas de alcalde provocaron un motín popular en 0ruro.

    Los Rodríguez, criollos, rechazaban la elección de españoles para el Cabildo, arrastraron éstos a los mineros y los acuartelaron en previsión de un ataque conjunto de indios en Challapata, Poopó y otros lugares. A la voz de Sebastián Pagador, apoyado por los Rodríguez, estalló la insurrección el 1ro de febrero de 1781. Estos insurrectos mataron a los españoles de la

    circunscripción.

    Entonces se produjo lo previsto, el asedio de los indios. En esa ocasión, criollos y mestizos tuvieron que enfrentarse en lid sangrienta con los indios hasta echarlos de la ciudad. Estalló una conflagración general, que venía del Norte con el alzamiento de Túpac Amaru, y que sublevó Tinta y sus aledaños en la región de Cuzco, y del Sur con la rebelión de los Catari, que no había sido sofocada. Pronto habría de agregarse Julián Apaza que se proclamó virrey del Perú con el nombre de Túpac Catari. Mientras el segundo Amaru sitiaba a Sorata y sembraba el terror en la villa de Esquivel, Túpac Catari puso un cerco que duró más de cinco meses y medio a La Paz.

    Heroica y paciente, la ciudad paceña, defendida por el brigadier español Sebastián de Segurola, sufrió todas las incidencias de esa tragedia en que pudo haber sucumbido por el hambre y la peste, amén del almacenamiento de aguas del río Choqueyapu, lanzado luego sobre la ciudad en amenazante caudal. Cuentan los papeles descubiertos por los investigadores que la extraña topografía de La Paz se hallaba ganada por ochenta mil indios que la cercaban y hacían malones de día y de noche en afán de aterrorizarla para su rendición.

    Las gentes, a falta de alimentos, cocían los cueros de los zapatos y de los arcones llamados petacas para darlos de comer a los niños y ancianos, mientras la pugna no tenía esperanza de ser concluida. Al fin, Segurola y los mestizos criollos que quedaban dentro del cerco ganaron la partida, auxiliados por el coronel Ignacio Flores, que vino a 0ruro. Túpac Catari fue ajusticiado con los miembros amarados a la cincha de cuatro caballos, que partieron en dirección a los cuatro puntos cardinales.

    Comúnmente se piensa que la resistencia indígena al español se limitó al proceso de conquista que culminó en la segunda mitad del siglo XVI.

    Inolvidables son las descripciones de cronistas e historiadores que narran episodios tan memorables como la caída de la ciudad de Tenochtitlán -capital del imperio azteca- o el desbande de Cajamarca, donde Francisco Pizarro logró apresar al Sapa Inca Atahualpa.

    Sin embargo, la resistencia al europeo fue una constante del largo período colonial. A medida que las huestes hispanas avanzaban e intentaban dominar los extensos territorios americanos, se enfrentaron a muchos pueblos que les opusieron una tenaz lucha.

    El rechazo se manifestó de diversas maneras, abarcando desde la simple resistencia pasiva incorporada al quehacer diario, hasta la rebelión armada y generalizada. En muchas zonas conquistadas por el español, los nativos continuaron con sus viejos ritos y creencias, desafiando a la autoridad que intentaba imponer su religión. Estallidos locales y motines de variada intensidad conmovían de tanto en tanto a todas las provincias de la América colonial. Por último, en importantes regiones alejadas de los grandes núcleos urbanos, la guerra permanente caracterizó las relaciones hispano-indígenas.

    Las sublevaciones del siglo XVI se deben comprender en el contexto del proceso de conquista. En la mayoría de ellas predominó la violencia con todos sus excesos, practicados por ambos bandos. Por citar un ejemplo, en la guerra de Arauco en el reino de Chile, las crueldades eran pan de cada día.

    Fueron numerosos los empalamientos que afectaron a los mapuches, siendo quizás el más conocido el realizado al toqui Caupolicán. Por el otro lado, los soldados españoles se estremecían con el sonido de las flautas, fabricadas por los mapuches con los huesos de las canillas de hispanos capturados en combate.

    Ya a partir de la segunda mitad del siglo XVI, la excesiva intransigencia de los misioneros católicos respecto a las costumbres y creencias nativas, desencadenó diversos movimientos locales que combinaban la violencia con rasgos milenaristas. Generalmente estas rebeliones fueron estimuladas por hechiceros que anunciaban la llegada de nuevos tiempos. Se predicaba el abandono del cristianismo y la vuelta a las tradiciones precolombinas a través del establecimiento del orden interrumpido por la conquista.

    Un ejemplo de esta situación es la llamada guerra del Mixton en el norte de México (Nueva Galicia), entre 1541 y 1542. Allí las tribus cascanes se levantaron en la región de Tlatenango y Suchipila, quemando iglesias y cruces, matando misioneros y castigando severamente a los indígenas que persistían en la fe católica.

    Pero la evangelización no siempre fue resistida violentamente. En muchos lugares el milenarismo actuó silenciosamente a espaldas del español, originando movimientos que cuestionaban la dominación hispana en un plano ideológico y cultural. Quizás el caso más conocido fue el del Taqui Ongo en el Perú de las últimas décadas del siglo XVI. Este movimiento preconizó el enfrentamiento de los dioses indígenas con el dios cristiano, donde el triunfo pertenecería a los primeros. De esa manera, los europeos serían expulsados del mundo andino, iniciándose un nuevo ciclo cósmico.

    A la rebelión violenta y al milenarismo hay que agregar la incorporación parcial de algunos elementos de la doctrina católica, con el propósito de esconder la vigencia del culto a los dioses antiguos. El sincretismo religioso de nuestros días deriva precisamente de esta reacción, que permitió al indígena mantener parte de sus creencias bajo las formas del culto cristiano.

    Si bien a lo largo del siglo XVII la religión católica fue paulatinamente asimilada en las zonas urbanas dominadas por los españoles, en las fronteras del imperio colonial la resistencia indígena fue un fenómeno permanente.

    Cuando empleamos el término "frontera", nos referimos a lo que Céspedes del Castillo definió como "un espacio geográfico en el que un pueblo en movimiento entra en contacto con otro u otros de cultura muy diferente a la de aquél. Frontera es, al mismo tiempo, el proceso de interacción entre esos pueblos y sus respectivas culturas, que en mayor o menor medida quedan influidas unas por otras. … La frontera que se acaba o cierra en un lugar se abre en otro si el pueblo que la inició con su movimiento continúa desplazándose, hasta el instante en que ese dinamismo cese".

    A lo largo de todo el período colonial existieron fronteras desde el desierto del norte de México o la selva amazónica, hasta el extremo sur de la gobernación de Chile. En estas extensas regiones habitaban pueblos nómades o seminómades que retrasaron o imposibilitaron la conquista española de dichos territorios.

    ¿Cómo estas culturas pudieron hacer frente al europeo durante tantos años?

    Sin duda, se pueden enumerar muchos factores para comprender esta situación.

    Dejando de lado peculiaridades de índole netamente local, se aprecian características más o menos similares que son propias de la resistencia fronteriza.

    En primer lugar habría que señalar la difícil geografía de estas áreas en disputa, cuyo perfecto conocimiento por parte de los indígenas causó más de un dolor de cabeza a los españoles. Por ejemplo, los chichimecas del norte de Nueva España subsistían en zonas muy áridas gracias a un óptimo aprovechamiento de la flora y fauna del desierto, mientras los hispanos debían desplazarse con enormes bultos que les restaban movilidad.

    La estructura socio-cultural de estos pueblos, basada en múltiples jefaturas locales, imposibilitaba al invasor concertar acuerdos de paz duraderos, pues cualquier cacique podía transgredirlos. No sólo los españoles experimentaron este problema, sino también lo vivieron los aztecas e incas en sus respectivas guerras expansivas.

    Por otra parte, la apropiación y asimilación de elementos materiales desconocidos para los indígenas, les permitió enfrentar con mayor eficacia al invasor. Uno de los ejemplos más ilustrativos fue el uso que los nativos dieron al caballo, que les otorgó una mayor movilidad, rapidez y sorpresa en la guerra y también fue incorporado al mundo ritual y a su dieta alimenticia.

    Las tácticas militares empleadas por los naturales se fueron modificando, adaptándose a una guerra de emboscadas o "guerrillas", que evitaba la batalla a campo abierto contra las huestes hispanas.

    Estas características sin duda nos ayudan a entender mejor la larga duración de la resistencia que opusieron mapuches, chichimecas, chiriguanos, guaraníes, mayas, apaches y navajos, entre muchos otros.

    Además de las guerras fronterizas, en los siglos XVII y XVIII se registraron numerosas rebeliones indígenas al interior de las unidades administrativas coloniales. Estos conflictos fueron mucho más importantes de lo que la historiografía tradicional ha querido admitir. Por ello, los estudios monográficos sobre este tema son muy escasos. Si omitimos el caso del célebre levantamiento de Túpac Amaru en 1780 –conflicto que cuenta con una vastísima bibliografía– la mayoría de los otros movimientos ha permanecido casi en las tinieblas.

    Muy poco se han difundido los alzamientos de Enriquillo en La Española, de los mayas del Yucatán, de los acaxées en el actual estado de Durango, de los indios pueblo del norte de México, de los nativos de la selva amazónica liderados por Juan Santos Atau Huallpa, de los calchaquíes del noroeste argentino o de Túpac Catari en la Audiencia de Charcas.

    Las rebeliones indígenas del período colonial se producen por diversas motivaciones que se pueden englobar en la imposición de un sistema económico y social que había quebrado las antiguas estructuras nativas. La resistencia germina cuando el aborigen decide rechazar dichas imposiciones por la fuerza de las armas.

    El pesado servicio personal, la mita, la encomienda, instituciones laborales donde el indígena recibía escasos beneficios tras grandes esfuerzos, provocaron insatisfacciones. Si a ellas le sumamos el trauma de la conquista y la aparición de líderes que ensalzaban el milenarismo, podemos entender el estallido de numerosos motines de carácter local y de grandes rebeliones de mayor alcance.

    Sobre todo en el siglo XVIII, el clamor del indígena se dirigió contra la figura del corregidor. Estos funcionarios, mal pagados por la corona, acostumbraban realizar los "repartos de mercancías". Mediante este sistema se obligaba al indio a adquirir artículos que no eran de primera necesidad (medias de seda, libros de teología, porcelana china, etc.) e incluso se lo forzaba a endeudarse. Además, muchos corregidores actuaban despóticamente en su jurisdicción, tolerando abusos y disponiendo de la mano de obra indígena.

    La rebelión encabezada por José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru) simboliza la respuesta indígena más radical frente a la situación descrita. No fue casual el temprano ajusticiamiento del corregidor de Tinta, hecho que se constituyó en la señal para el alzamiento de miles de indígenas del virreinato del Perú en noviembre de 1780.

    También hubo convulsiones producto de la ubicación del nativo en la pirámide social. La sociedad estamental colonial relegaba al aborigen a uno de los estamentos más bajos, existiendo escasas posibilidades de integración en la sociedad liderada por el estrato hispanocriollo. Los motines urbanos, con participación de mestizos y castas, estallaban precisamente por estas desigualdades.

    Veremos a continuación la localización de las principales rebeliones indígenas del período colonial en los siguientes mapas:

    AMERICA DEL SUR

    rebelión de Manco Inca en 1536, continuada por Sairi Túpac, Titu Cusi Yupanqui y Túpac Amaru hasta 1572

    movimiento milenarista del Taqui Ongo en la década de 1560

    guerras calchaquíes en el noroeste argentino desde 1562 y rebelión calchaquí en 1659 acaudillada por el español Pedro Bohórquez

    insurrección de los indios quimbayas en 1577 en el valle del río Cauca

    alzamientos de los taironas entre 1571 y 1575

    guerras protagonizadas por los chimilas, tupés y guajiros en la Audiencia de Bogotá

    rebelión de corte milenarista de tribus guaraníes, encabezada por Oberá alrededor de 1579 y guerras guaraníticas entre 1754 y 1756

    levantamientos generales mapuches encabezados por Lautaro y Pelantaru en 1553 y 1598 respectivamente y rebeliones mapuches de 1655-1656, 1723 y 1766

    guerras contra los chiriguanos en la Audiencia de Charcas durante el siglo XVI; levantamiento de los chiriguanos acaudillados por Aruma en 1727 y

    alzamientos chiriguanos en 1778 y 1799

    guerra fronteriza contra distintos pueblos del Chaco (especialmente los guaycurúes), donde sobresale el levantamiento general de 1632 en el que participaron los olongastas, capayanes y los cacanos o diaguitas

    a mediados del siglo XVII se levanta el cacique Andrés Zampati en el bajo Urubamba y posteriormente se rebelan los mismos indígenas, liderados por Mangoré y Siquirincho

    levantamiento de los nativos de la isla de Chiloé en el sur de Chile en 1712

    insurrección popular en Oropesa (Cochabamba) dirigida por el mestizo Alejo Calatayud en 1730

    rebelión de Juan Santos Atau Huallpa en la selva amazónica en tierras del Gran Pajonal, desde 1742

    rebelión de José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, desde 1780

    correrías de los hermanos Tomás, Dámaso y Nicolás Catari en 1780 y 1781 y rebelión de Túpac Catari en la Audiencia de Charcas en 1781

    levantamiento en la ciudad de Oruro en 1781

    participación indígena encabezada por Ambrosio Pizco en el movimiento de los comuneros del Socorro en Nueva Granada, en 1781

    MEXICO Y CENTROAMERICA

    rebelión del Bahoruco encabezada por el cacique Enriquillo en La Española entre 1519 y 1533

    alzamiento en Puerto Rico en 1511

    guerra de Mixton en el norte de México (región de Tlatenango y Suchipila), donde se levantan las tribus cascanes al mando de Tenamaxtli en 1541

    guerras chichimecas que enfrentan a los zacatecos, guachichiles, pames, cascanes y guamares con los españoles, entre 1550 y 1590 y alzamiento general de los guachichiles en Nueva León, en 1624

    sublevación de los acaxées de la sierra de San Andrés abanderados por el "Obispo", en 1604

    levantamientos de los tepehuanes en Nueva Vizcaya, en 1616 y 1617

    rebelión de los indios guazaparis en 1632 en Sinaloa

    rebelión de las siete naciones desde 1643 en el norte de Nueva Vizcaya (Chihuahua), que aglutina a tobosos, cabezas, salineros, mamites, julimes, conchos y colorados

    alzamientos tarahumaras en 1646, 1650-1652 y 1684-1690

    sublevación de los indios pueblo liderados por el hechicero Popé, en 1680 en torno a la ciudad de Santa Fe

    levantamiento de los indios de la Baja California (pericúes y coras) contra las misiones jesuitas, instigados por los jefes Botón y Chicori en 1734 y 1735

    alzamiento de yaquis, pimas y mayos de Sonora en 1740 y rebelión de los pimas entre 1768 y 1770

    enfrentamientos con grupos apaches de Tejas, en 1758

    movimiento milenarista encabezado por Jacinto Caneq en Yucatán, en 1761

     

    Orlando Camacaro