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El Modernismo y sus influencias, sus mejores críticos y la visión de Darío

Enviado por pero_contento


    1. El Modernismo y España
    2. Definiendo el Modernismo
    3. El Modernismo y Francia
    4. El Modernismo y América
    5. Conclusiones
    6. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    En este trabajo se estudiarán las influencias, los intereses y las preocupaciones del movimiento modernista. Se tomará como eje a la gran figura de Rubén Darío. Para ello se ha estudiado como textos base, el libro de antología de ensayos críticos sobre el modernismo de Homero Castillo, Estudios críticos del modernismo, y Los raros, de Rubén Darío. En éste pueden apreciarse las influencias que recibió el movimiento de "los modernos", visto desde la subjetividad -desde el reino interior- de Darío. Resulta un texto fundamental para conocer qué entendían los modernistas de las influencias extranjeras que en un principio no les pertenecían, porque las habían heredado por adopción, luego de barrer con las dificultades de las distancias geográficas y culturales.

    Se tocarán puntos variadísimos dentro de lo que fue una corriente literaria inmensa, que se ha estudiado extensamente y que parece inagotable. Lo cierto es que fue una época de mucha vitalidad creativa, una generación de hombres entusiastas que deseaban llevar a Hispanoamérica a una independencia literaria y a ser dignificados de una vez por todas con la atención que merecían de parte del viejo continente. No sólo fueron atendidos, sino que hicieron resurgir la anquilosada literatura española y empujaron de tal forma a la suya propia, que fue gratificada con los frutos de la literatura hispanoamericana del siglo XX, hoy en día respetada en todo el mundo y considerada una de las más profundas, bellas y nobles que el hombre en su historia haya podido producir.

    EL MODERNISMO Y ESPAÑA

    Quizás fue Gustavo Adolfo Bécquer, acusado durante mucho tiempo de poeta monótono, el más importante referente español directo del modernismo. La versatilidad de sus Rimas fueron tomadas sucesivamente por los modernistas, inspirándole a Rubén Darío la experimentación con nuevos ritmos y melodías en poesía. Así lo afirma Gicovate:"este Bécquer de las musicalidades extrañas, de las combinaciones métricas novedosas y sutiles y de los asonantes imperceptibles es el que guía la iniciación modernista". Luego Bécquer inspirará también a los vanguardistas de habla hispana, como a Juan Ramón Jiménez y Jorge Gullén, porque fue un pionero en las "excursiones poéticas en las regiones insondables del entresueño",.

    Pareciera que prácticamente allí terminarían los precursores españoles del modernismo, y con Bécquer es posible que Campoamor sea el único compañero en la tarea de inspirar al movimiento que independizaría literariamente a América. A fines del siglo XIX, España se había cerrado sobre sí misma, y se miraba "como Narciso". El mundo hispánico parecía resignarse a aceptar un presente que sufría de hipertrofia de humildad ante el pasado, fenómeno que se venía gestando desde la aparición del romanticismo en la península ibérica.

    La facultad de pensar se había adormecido en España con la cursilería de Campoamor y la vocinglería de Núñez de Arce, pero no se despierta al oír la delicada música de Bécquer, como se ha querido en un esfuerzo por rehacer la historia, porque se leía (…) en Bécquer no lo que es pensamiento, sino su sentimentalismo (…) su monocorde sentimiento amoroso.

    Tendría que ser Rubén Darío, ya en la cúspide de su fama como maestro y renovador de las letras hispánicas, quien insuflara en el espíritu madrileño el novísimo soplo vital que necesitaba la nueva generación española desde lo formal, para que pudiera desprenderse definitivamente del ya agotado romanticismo que el hábito había conseguido mantener ilusoriamente vivo. La generación del 98 necesitaba modernizar la lengua poética castellana, y Darío les propicia las herramientas del modernismo.

    Pero España tenía metas diferentes a las americanas, y apenas aprehenden las técnicas novedosas y la nueva sensibilidad literaria, los intelectuales españoles toman sus caminos propios, y terminan desentendiéndose con el tiempo del movimiento hispanoamericano.

    El modernismo fue aceptado y cultivado durante varios años [en España], y entonces es cuando nace la confusión que tratamos de deshacer (…) muy pronto los auténticos representantes del espíritu del 98 percibieron que aquel lenguaje, por muy bello y seductor que fuese, no servía fielmente a su propósito y que en sus moldes no podría nunca fundirse su anhelo espiritual. (…) Por unos años se resolvió una tregua, quizá mejor una alianza contra el enemigo común que era lo caduco, el hueco academicismo del siglo XIX, y la chabacanería de la regencia.

    Tanto Unamuno, como Ortega y Gasset y Machado coinciden en que su búsqueda no se trata de un cosmopolitismo, ni de la búsqueda de la Belleza. Les toca vivir a ellos una época en que el pueblo español adolecía de una profunda crisis de identidad nacional y espiritual, y se encargan la tarea de bucear dentro de ellos mismos y de organizar el conocimiento que imbrica la tradición española, para devolver y fundamentar la dignidad del pueblo, aclarar el pensamiento y transformar en clarividencia el ofuscamiento a que se veía forzada la España toda. Como Unamuno escribió: "Aunque lo he dicho y repetido, vuelvo a repetirlo: es dentro y no fuera donde hemos de buscar al hombre… Eternismo y no modernismo es lo que quiero; no modernismo, que será anticuado y grotesco de aquí a diez años, cuando la moda pase."

    DEFINIENDO EL MODERNISMO

    Se mantuvo durante mucho tiempo, a partir de comentarios como el que se ha citado proferido por Unamuno, la idea de que el modernismo buscó, antes que la verdad, la belleza. Esta postura es mantenida por Luis Monguió cuando expone su visión del tránsito de la poesía a lo largo del tiempo, desde la independencia de América hasta la llegada del modernismo. En este ensayo, Monguió construye una tríada con las figuras de grandes poetas como Olmedo, Andrés Bello y Heredia, en donde la poesía tiene una función moralizante y formadora para el carácter y el espíritu de los jóvenes. Devienen estos efectos poéticos porque los poetas buscan la Verdad que hay en el reino de las Ideas, quedando así grabado en los versos el Bien. Por último la Belleza, la experiencia estética, también será percibida, porque para estos poetas la Idea suprema platónica, la Idea de las Ideas, era -más que una mera teoría muerta- un fundamento real del mundo.

    Pero con la renovación literaria cambia la función de la poesía en cierto grado. Aunque para Monguió en los grandes poetas del modernismo, y sobre todo en Rubén Darío, coexisten por igual la búsqueda de la Verdad y de la Belleza, el problema de la poesía como acto estético cobra, a partir del modernismo, no más intensidad pero sí más variedad. En muchas obras tiende a fragmentarse esta unidad de la que goza la Idea platónica, y si antes la poesía funcionaba más como una unidad óntica, a partir del modernismo encontramos diferentes facetas y aproximaciones a cada poema, para producir efectos varios que hacen del arte poético uno más fragmentado que el romántico o el neoclásico.

    Oscila en la producción poética de Rubén Darío un péndulo, que se traslada de la Belleza a la Verdad, desde Prosas profanas hasta Cantos de libertad y esperanza -sus libros de poesía más famosos- produciendo realmente un caleidoscopio y una matización variadísima, gracias al desligamiento (aparente) de estos fundamentos que antes convivían en unidad.

    Pero hace falta definir de algún modo el fenómeno del modernismo, tan complejo y tan difícil de encerrar en un solo concepto. Se ha hablado de España y no se ha hablado de la verdadera alma mater del movimiento, que fue Francia. Luis Monguió recopila en un artículo una serie de aproximaciones que hicieron los críticos más prestigiosos en torno al modernismo, en donde se aprecia con claridad la gran influencia que tuvo este país sobre el movimiento.

    Francisco Contreras observa que los escritores americanos del siglo XIX ansían cada vez más la Belleza, desarrollar un espíritu crítico y la curiosidad científica, lo que produce que la dependencia de la literatura española se vaya aflojando a medida que va anquilosándose en viejas fórmulas. De esta manera surgen los primeros modernistas: Julián del Casal, Gavidia, Mirón, Martí, Silva. Y empiezan a mirar más hacia los franceses, sobre todo a los románticos y a los parnasianos. Darío termina de soldar la influencia francesa cuando incluye a los poetas simbolistas.

    Alberto Felde piensa que en realidad, los simbolistas y los parnasianos podrían llamarse también modernistas, puesto que se trata más que de un movimiento, de una sensibilidad artística nueva. Se trata, para él, de "un estado de conciencia" nuevo, barriendo así las distancias que mediaban entre los poetas de Europa y de América.

    Osvaldo C. Acosta o "Lauxar", pensaba el modernismo como una síntesis de la nueva literatura francesa y la antigua poesía castellana, dando como resultado un nuevo arte propio de Hispanoamérica. Fundamentó su punto en el trabajo formal que Rubén Darío había llevado a cabo: rompió la tiranía de los acentos fijos sustituyéndola por la del ritmo interior: la Melodía Ideal. Para lograrlo tomó como modelo no sólo a los decadentes y parnasianos franceses, sino que estudió con profundidad la poesía castellana del siglo XV. Lauxar caracteriza al modernismo como un movimiento basado en la reflexión, el narcisismo literario, el horror por lo vulgar, la contaminación sádica y erótica, el hastío, la amargura, y sobre todo por el refinamiento de la técnica artística.

    Entre las claras influencias de Francia, puede encontrarse la de la cultura literaria en sus escritores, el trabajo literario conciente, el espíritu cosmopolita y el amor al exotismo, la originalidad y personalidad en cada escritor, la renovación métrica. Por supuesto, una característica englobadora sería la imitación de modelos franceses, basado en los románticos, parnasianos y simbolistas.

    EL MODERNISMO Y FRANCIA

    Los raros es un catálogo que Rubén Darío hace de escritores que le parecen "modernos". Este libro desarrolla la vida que palpitaba en los movimientos franceses que influirían al modernismo. Víctor Hugo, que encarna el romanticismo, es el gran maestro de todos y así lo expresa continuamente Darío: "Ha muerto el pontífice del Parnaso, el Vicario de Hugo(…) Descansa ya, pálida y sin la sangre de la vida, aquella cabeza de sumo sacerdote" . Los demás que Darío menciona son sus hijos, entre ellos Leconte de Lisle, jefe del grupo de los parnasianos ("Copa de oro inagotable, llena de celeste licor, fue para él la poesía de Hugo", "…Leconte de Lisle al fulgor de Hugo. ¿Qué porta-lira de nuestro siglo no desciende de Hugo?"). Sigue éste la máxima de Hugo, cuando dice: "Las formas nuevas son la expresión necesaria de las concepciones originales." Esta máxima, que implica la descanonización de la literatura con el fin de mantenerla lo suficientemente viva como para que pueda expresar lo originario, lo vital, lo primordial en el hombre, es la meta más elevada a la que el modernismo aspiraba.

    El parnasianismo llamó poderosamente la atención de los intelectuales hispanoamericanos porque atravesaron una situación similar a la de aquéllos:

    Cuando Hugo estaba en el destierro, la poesía apenas tenía vida en Francia, representada por unos pocos nombres ilustres. Entonces fue cuando los parnasianos levantaron su estandarte, y buscaron un jefe que los condujese a la campaña. ¡El Parnaso! No fue más bella la lucha romántica, ni tuvieron los Joven-Francia [sic] más rica leyenda que la de los parnasianos, contada por uno de sus más bravos y gloriosos capitanes.

    Los parnasianos, al igual que los modernistas, tuvieron que sobrepasar el anquilosamiento al que había llegado la tradición literaria de su país, y encontrar por medio de una fuerte disciplina creadora una nueva fuente de Belleza. Los parnasianos lo encontraron en Homero y en los tragediógrafos. Además, nunca dejaron de pensar que luego de la Grecia antigua, una vez que los bárbaros se apoderaron de Europa, ya la gloria de la poesía no podía restituirse y había que conformarse con una imitación, con un arte menor, y así se sentían ellos mismos: como poetas menores. Los modernistas tomaron su ejemplo buscando las fuentes en la poesía española medieval y en otros referentes que consideraban que tenían vida poética, como en los mismos parnasianos (Darío afirmó que "Leconte de Lisle desciende directamente de Homero", por ejemplo).

    Y esta búsqueda de nuevos parámetros a la que se dedicaron los modernistas fue saciada en una gran parte por los llamados simbolistas o decadentes, todos hijos de Verlaine: poeta único que se escapa de la escuela que fundó, como le sucede por lo general a los grandes artistas. Según Rubén Darío, se trataba de un hombre miserable pero enorme, mitad sátiro, lleno de una lujuria incontrolable, y mitad santo. Pero más allá del hombre, su poesía contiene una música especial, contienen sus versos exquisiteces de timbre único y novedoso: "De la obra de Verlaine, ¿qué decir? Él ha sido el más grande de los poetas de este siglo. Su obra está esparcida sobre la faz del mundo. Suele ser ya vergonzoso para los escritores ápteros oficiales, no citar de vez en cuando, siquiera para censurar sordamente, a Paul Verlaine."

    Y de este gran poeta avanza inspirado Jean Moréas y funda el grupo de los decadentes. La forma que encuentran para ganarle al pesado bulto del pasado es el desarraigo estético:

    Una nueva escuela acababa de surgir, opuesta hasta cierto punto a la corriente poderosa de Víctor Hugo y sus hijos los parnasianos; y en todo, a la invasión creciente del naturalismo, cuyo pontífice aparecía como un formidable segador de ideales. Los nuevos luchadores quisieron librar a los espíritus enamorados de lo bello (…) Tales fueron los decadentes, unidos en un principio, y después separados por la más extraña de las anarquías, en grupos, subgrupos, variados y curiosos cenáculos. Moréas, como queda dicho, es uno de los primeros combatientes

    De los decadentes surge un espectro enorme de temas y sensaciones que los modernistas apropiarían y transformarían a su propia realidad. Desde que Moréas escribe el manifiesto del simbolismo, tan atacado por Anatole France, la literatura europea y mundial cambió de rumbo definitivamente: los "hijos de Baudelaire", como los nombró Paul Bourde, se habían congregado y organizado aunque sea por un breve suspiro, para anunciar con fuerza que la literatura nunca volvería a ser la misma.

    En primer lugar, tomaba el cetro un nuevo tipo de sensibilidad: "lo confuso" y el "matiz" serían las predominantes sensaciones que los versos debían producir. Los dos grandes precursores serían Verlaine y Wagner, ambos considerados maestros por los modernistas. También la lucha de la luz y la oscuridad, el poeta se convertiría en una suerte de ángel condenado, en un alma pura que se consume en las llamas del infierno. Este sufrimiento tan grande que habitaría en las almas de los simbolistas crea, por supuesto, el universo oscuro y demoníaco, y la locura, que caracterizaría tanto al movimiento. Quizás se trata este aspecto de la arista más "sensacionalista", que produciría más polémica en las sociedades, y por ello, se le ha dado más atención y más magnitud de la que realmente tuvo. Posiblemente sea Rachilde el caso más significativo: "La virgen tentada o poseída por el Maligno, escribe visiones de sus sueños.", "Rachide, la Perversa, habría sido disputada entre Dios y el diablo, según Luis Dumur."

    Otros casos en que la demencia brota vertiginosa, a partir de este terrible conflicto interno entre liberalidad y culpa: en Las blasfemias de Jean Richepin, y en un gran precursor, "Las letanías de Satán" de Charles Baudelaire. Ya Prosas Profanas en su título alude a esta ambivalencia de la poesía que también se encontraba en el modernismo. Darío llamó prosas -himnos litúrgicos de las misas- a un grupo de poemas predominantemente eróticos, confundiendo así el vocabulario de la liturgia y del placer.

    Las enormes ansias de experimentar variada e intensamente desarrollará en los decadentes un gusto por lo exótico y por la belleza, produciendo la capacidad de desvincularlos de fines más altos. Los modernistas tomarán estos nuevos hábitos y los introducirán a sus formas de vida. Es gracias a ello que podrán desprenderse de la asociación milenaria que existía entre lo Bueno y lo Bello, aunque se diferencian del movimiento francés porque por lo general, excepto por algunos casos aislados, lo puramente estético no les interesó a los poetas hispanoamericanos excepto en períodos en que estaban sumidos en la experimentación formal. Pronto volcaban sus descubrimientos en cantar bellamente lo espiritual, o la Idea, o lo divino; sea como cada poeta sentía en llamarlo.

    Entre las figuras máximas del simbolismo, en cuanto a refinamiento estético, se puede mencionar a Laurent Tailhade: "Es un supremo refinado que se entretiene con la vida como con un espectáculo eternamente imprevisto, sin más amor que el de la belleza, sin más odio que a lo vulgar y a lo mediocre." La experiencia de lo exótico, que tiene como el estandarte modernista más grande a la Reina de Saba de Darío, es largamente ejemplificado en Los raros por la figura del simbolista belga Théodore Hannon: "Discípulo de Baudelaire, su alma flota sobre los perfumes como la del maestro. Busca sensaciones extrañas, los países raros, las mujeres raras, los nombres exóticos y expresivos."

    Esta búsqueda del goce estético se dio de una forma más fuerte en Francia que en Hispanoamérica, al menos en lo que fue el primer modernismo. Hubo grandes excepciones, como fue el caso de Herrera y Reisig, quien impulsado por una búsqueda absoluta de lo estético, como fin máximo a lo Laurent Tailhade, vivió a partir de sus instintos de lujo una posición que lo ponía por encima "del bien y del mal", como afirma Monguió. Esta clara amoralidad, producto del esteticismo extremo, es una de las causas del pesimismo modernista: el poeta se siente incomprendido por la sociedad, que se relaciona de forma diferente con la realidad y tiene otra sensibilidad, produciéndose así el afamado fenómeno del poeta que se encierra en su "torre de marfil". Cierra las puertas interiores y vive en un mundo de fantasía lleno de belleza y de delicias, elaborando un arte preciosista tremendamente subjetivo y que tiene como fin una construcción de la propia personalidad. Termina imperando un orgullo exacerbado que lo aísla, trayéndole como consecuencia el pesimismo y la melancolía. Herrera y Reisig llevó esta actitud hasta el extremo, convirtiéndose casi en un ermitaño en su departamento de Buenos Aires.

    El culto a la personalidad, ya impulsado por el romanticismo, se vio acrecentado en las filas del simbolismo. Cada poeta debía crearse a sí mismo para consolidar también su mundo poético. Uno de los casos más sorprendentes fue el Conde Matías Augusto de Villiers de L´Isle Adam: "Villiers de L´isle Adam es un ser raro entre raros. Todos los que le conocieron conservan de él la impresión de un personaje extraordinario"

    EL MODERNISMO Y AMÉRICA

    Los poetas hispanoamericanos del modernismo no tuvieron problemas en aceptar influencias extranjerizantes. Como afirma Federico Onís:"El americano siente como suyas todas las tradiciones sin que ninguna le ate al pasado, y mira al porvenir como campo abierto a todas las posibilidades"

    Para este autor el modernismo es "la busca y afirmación de lo propio a través de lo universal" . El modernismo nace en suelo americano por la capacidad que tuvieron sus poetas de integrar y superponer épocas y escuelas literarias, transformando esta herencia heterogénea en una unidad viva, en "donde están presentes todos los valores humanos del pasado."

    En Europa no podía producirse tal fenómeno porque estaban habituados a negar los movimientos anteriores u opuestos para pertenecer a alguno que debía su existencia, en parte, a esta misma negación. De aquí surge el fuerte sentido cosmopolita de los escritores hispanoamericanos. La identidad de estos escritores radicaba, justamente, en un afán de inclusión de culturas y tendencias que les resultaba de valor: "El modernismo refleja la característica principal de la América Latina: el cosmopolitismo." No hay que olvidarse que es en esta época en la que hubo fuertes inmigraciones provenientes de Europa a suelo americano, lo que impulsó, también, esta visión de inclusión cultural que fue el cosmopolitismo.

    Ya los pioneros del modernismo preconizaban el conocimiento y el cultivo de tradiciones extranjeras, y ya veían ellos claramente que era una forma de liberarse, en vez de encadenarse, de la dependencia que tenían con el viejo continente. Así, Martí escribió:

    Vivimos los que hablamos lengua castellana, llenos todos de Horacio y de Virgilio, y parece que las fronteras de nuestro espíritu son las de nuestro lenguaje ¿por qué nos han de ser fruta vedada las literaturas extranjeras, tan sobradas hoy de ese ambiente natural, fuerza sincera y espíritu actual que falta en la moderna literatura española? Conocer diversas literaturas es el medio mejor de libertarnos de alguna de ellas.

    De hecho, para Luis Monguió, apoyando la visión de Juan Marinello, no hay nada más americano de aquella época que las ansias modernistas de igualarse a Europa para poder superarla: "el modernismo con sus propias características cosmopolitas y no-americanas es por ello mismo muy americano y muy de su época."

    Ya con la primera definición lúcida de "modernismo", hecha por Rubén Darío cuando le hace una crítica a un fotograbado de Palma, existe una clara conciencia del movimiento propio de una América que se ha despertado de un largo sueño aletargado:

    …comprende y admira el espíritu nuevo que hoy anima a un pequeño pero triunfante y soberbio grupo de escritores y poetas de América española: el modernismo. Conviene saber la elevación y la demostración en la crítica, con la prohibición de que el maestro de escuela anodino y el pedagogo chascarrillero penetren en el templo del arte. La libertad y el vuelo, y el triunfo de lo bello sobre lo perceptivo, en la prosa; y la novedad en la poesía: dar color y vida y aire y flexibilidad al antiguo verso que sufría anquilosis, apretado entre tomados moldes de hierro. Por eso él, el orfebre de joyas viejas, el delicioso anticuario de frases y refranes, aplaude a Días Mirón, el poderoso, y a Gutiérrez Nájera, cuya pluma aristocrática no escribe para la burguesía literaria, y a Rafael Obligado, y a Puga y Acal y al chileno Tondreau y al salvadoreño Gavidia y al guatemalteco Domingo Estrada…

    El término "modernismo", dicho por primera vez en la cita anterior en 1890, se difundirá con amplitud hasta que ya, en 1893, será el título que agrupe a un número bastante amplio de escritores. Acuñado en boca de los críticos, en un inicio lo usarán más para mofarse de ellos que para alabarlos.

    Darío expone sus ideales estéticos por primera vez en 1888, en el periódico "La Libertad electoral". Explica las renovaciones estéticas hechas en su primer poemario netamente modernista Azul…: "Lograr escribir no como los papagayos hablan, sino como las águilas callan." Darío aprecia en Mendès y Tondreau lo que él desearía para la literatura hispanoamericana. Declara que el francés es enriquecedor para la literatura española, aunque no había que dejar de estudiar a los genios españoles como Quevedo y Góngora, como afirma Allen Philips, "lo que censuraba [Darío,] eran las formas caducas, fosilizadas y convencionales que se mantenían tenazmente debido a los estrechos preceptos y prejuicios académicos."

    De la primera generación modernista surgieron, además de Darío, dos grandes escritores de la América latina del hemisferio norte: José Martí y Gutiérrez Nájera. El primero es ampliamente conocido por tratarse de un prócer de la independencia cubana. Su primer libro, Ismaelillo, publicado en 1882, es una colección de quince poemas compuestos para su hijo. En este poemario se da el despertar de una nueva estética y es el tributo originario de Martí al modernismo, al que consideraba un movimiento que religaría a los pueblos hispanoamericanos.

    Pero su época más fecunda será cuando trabaje como periodista en Nueva York, ya desterrado de su tierra natal por luchar en pro de la independencia. En esta época, dirige, colabora y escribe en muchos diarios de diversas procedencias: "La América", "El partido liberal", "La república", "La opinión pública", "La nación", "El economista", "La revista ilustrada", "El latino americano", entre muchos otros. Demuestra una grandeza espiritual e intelectual pocas veces igualada, canalizando su gran fecundidad creadora en la denominada "crónica modernista", y alzándose como el primer maestro de la prosa moderna hispanoamericana.

    Como hace también Darío, advierte con una sorprendente lucidez a los pueblos de Hispanoamérica del peligro que significaba la consolidación de los poderosos Estados Unidos:

    …los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo (…) ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.

    Y propone en la Conferencia Internacional Americana que no se acepte el panamericanismo que deseaba Estados Unidos, y que se abogue más bien por un latinoamericanismo.

    Es de su época en Nueva York sus poemarios Versos libres y Versos sencillos. Los dos de una belleza ejemplar, llenos de un espíritu de lucha por la libertad, de amor a la Patria, de delicadas imágenes llenas de un fuego espiritual fogoso y de una sinceridad cristalina pocas veces lograda por poeta alguno.

    En Gutiérrez Nájera podemos encontrar a otro prosista excepcional. Más afrancesado que Martí, supo crear cuentos de una delicadeza realmente exquisita. Fue el modernizador de la prosa mexicana. Muchos de sus cuentos recuerdan a Poe y a Baudelaire, y prima en sus líneas un candor especial hacia los niños, produciéndole gran pesar saber que podían sufrir injusticias y tristezas. Un cuento realmente excepcional, y que recuerda en algo a Flaubert, es el que apareció en la revista "Azul", en varias tiradas entre Octubre y Noviembre de 1894: "Juan el organista". Otros relatos también tienen un mérito excepcional y han sido recopilados, en alguna medida, bajo el título de Cuentos frágiles.

    En 1893 llega Darío a Buenos Aires, y es aquí en donde al fin consigue realmente armar su escuela poética. Si bien al principio lo único con que se encuentra en estas tierras es la biblioteca del senado, casi privada, como establecimiento del movimiento literario nacional, teniendo como dueño al General Mitre y como guardián a Paul Groussac. Pronto encontrará en Leopoldo Lugones a su discípulo más brillante y en Manuel Freyre a un ferviente seguidor. Estos dos poetas serán luego los grandes padres de la poesía de sus respectivos países.

    CONCLUSIONES

    Cuando Rubén Darío viaja a Buenos Aires, consigue unificar las letras hispanoamericanas en un solo movimiento: el modernista. Construye de esta forma un sólido vínculo entre los poetas del norte y del sur de Hispanoamérica. Prosas profanas marcan la maduración de la nueva forma de escribir literatura, que toma como modelos la innovación francesa en cuanto a la sensibilidad musical, a partir de "Correspondencias" de Baudelaire, en Las flores del mal. En "Arte poético" (poema CXXXI) de Verlaine surge una nueva forma de experimentar la poesía, en donde prima la importancia del matiz sobre el color, y de las sensaciones sobre las ideas. Lo cristalino, ahora, es lo que está difuminado, lo que es confuso.

    Como destaca Octavio Paz, en El caracol y la sirena, el modernismo es la búsqueda de una nueva identidad, además de cultural y nacional, una identidad metafísica. Los poetas están movidos por la "nostalgia de un origen". El modernismo quizás mantuvo como verdad más profunda esa idea de Baudelaire y del simbolismo de que el universo es un sistema de correspondencias, regido por el ritmo. "…todo está cifrado, todo rima; cada forma natural dice algo, la naturaleza se dice a sí misma en cada uno de sus cambios; ser poeta no es ser dueño sino el agente transmisor del ritmo: la imaginación más alta es la analogía."

    La nostalgia por la unidad primordial del hombre funciona como motor inmóvil de la poesía en estos escritores, que buscaban casi hasta el frenesí las correspondencias secretas entre los matices y los sonidos, entre los sonidos y las imágenes; en los pliegues de la realidad había nexos misteriosos que susurraban lo que había detrás del velo aparente de los fenómenos que no eran otra cosa que palabras extrañas y casi ininteligibles de esa unidad plena -del Absoluto: "El modernismo se inicia como una estética del ritmo y desemboca en una visión rítmica del universo."

    La teoría de la forma y del fondo se ve destronada por la concepción de que las palabras tienen un alma y el lenguaje un orden que coincide con el del cosmos. De esta forma las palabras producen una alquimia que luego, en las vanguardias, será desarrollada usando como instrumento principal la metáfora. "El lenguaje es un doble mágico del cosmos" . Esta coincidencia, de todas formas, se encuentra distorsionada de ordinario. La palabra y la cosa que aquélla significa están alejadas como lo está la conciencia subjetiva del mundo: o sea, los dos polos están separados sólo aparentemente, pero esta apariencia es la vida cotidiana, el "lado de acá", como diría Cortázar. El poeta, como el místico, trata de borrar las líneas que hay entre lo aparente y lo real. Y es por esto que Darío puede poner al lado de la poesía mística española del siglo XVI a la decadente francesa, impregnada de locura y satanismo, de Rachilde o Lautremont. "A lo largo de su vida Darío oscilará entre la catedral y las ruinas paganas, pero su verdadera religión será esta mezcla de panteísmo y duda, exaltación y tristeza, júbilo y pavor. Poeta del asombro de ser"

    Hombre religioso sin cristianismo, lleno de culpa pero que veía en el cuerpo de la mujer el cuerpo del universo que necesitaba de su sagrado semen. Darío fue un poeta errante que temió la muerte cuando el cuello del cisne se le aparecía como un signo de interrogación, cuando intuía sombríamente el abismo interior. Al mismo tiempo era la muerte su instrumento musical, su fuente más prolífica de inspiración: "incógnito acento". Puede afirmarse que las palabras que le dirigió a Jean Moreás también pueden ser aplicables a sí mismo: "No ha parido hembra humana un poeta más poeta…"

    BIBLIOGRAFÍA

    CASTILLO, Homero; Estudios críticos sobre el modernismo; Editorial Gredos, Biblioteca Románica e Hispánica; Madrid; 1974

    -DARÍO, Rubén; Los raros; Editorial Losada; Biblioteca clásica y contemporánea; Buenos Aires; 1994

    -DARÍO, Rubén; Poesía; Biblioteca ayacucho; Venezuela; 1985

    -IMBERT, Anderson; Historia de la literatura Hispanoamericana; Fondo de Cultura Económica; Breviarios; México; 1995

    -MARTÍ, José; Antología, Ediciones instituto movilizador de fondos cooperativos; Buenos Aires, 2002

    -NÁJERA, Manuel Gutiérrez; Cuentos frágiles; Editorial crónica 100 x 100; Colombia, 1994

    -PAZ, Octavio; El arco y la lira; Fondo de Cultura Económica; México; 2003

    -PAZ, Octavio; El caracol y la sirena; CEFyL, Universidad de Buenos Aires; Buenos Aires; 2004

    David Dickinson

    Estudiante de letras de la USAL