Las "reuniones frívolas" se componen de personas que sólo ven el lado complaciente de las manifestaciones, que se divierten con los chistes de los Espíritus ligeros muy amantes de esta clase de asambleas, en las que tiene toda la libertad de producirse y no hacen falta a ellas. Allí se piden toda clase de ligerezas, se hacen decir la buenaventura por los Espíritus, se pone su perspicacia a prueba para adivinar la edad, lo que se lleva en el bolsillo, descubrir pequeños secretos y mil otras cosas de esta importancia.
Estas reuniones son sin consecuencias; pero como los Espíritus ligeros son algunas veces muy inteligentes y que por lo general son de humor fácil y jovial, se producen a menudo cosas muy curiosas de las que el observador puede sacar provecho; el que no hubiese visto otra cosa y juzgase el mundo de los Espíritus según esta muestra, se haría una idea tan falsa, como aquel que juzgase a toda la sociedad de una ciudad por la de ciertos barrios. El simple buen sentido dice que los Espíritus elevados no pueden venir a tales reuniones, en las que los espectadores son tan formales como los actores. Si se quiere ocupar de cosas triviales, es menester llamar francamente a Espíritus ligeros, como se llamaría a farsantes para divertir una sociedad, pero habría profanación convidando nombres venerados, mezclando lo sagrado con lo profano.
Las "reuniones experimentales" tienen por objeto la producción de manifestaciones físicas. Para muchas personas es un espectáculo más curioso que instructivo; los incrédulos salen de ellas más maravillados que convencidos cuando no han visto otra cosa, y todo su pensamiento se dirige a buscar los hilos, porque no pudiendo hacerse cargo de nada, suponen desde luego subterfugios. Lo contrario sucede con aquellos que han estudiado; comprenden anticipadamente la posibilidad y los hechos positivos determinan en seguida o acaban su convicción; si hubiese subterfugio, estarían en disposición de descubrirlo.
Sin embargo de esto, esta clase de experimentos tienen una utilidad que nadie podría desconocer, porque ellos son los que han hecho descubrir las leyes que rigen el mundo invisible y para muchas gentes son sin contradicción un poderoso motivo de convicción; pero nosotros sostenemos que ellos solos no pueden iniciar en la ciencia Espiritista, como la vista de un ingenioso mecanismo, no podrá hacer conocer la mecánica, si no se conocen sus leyes; sin embargo, si estuviesen dirigidos con método y prudencia, se obtendrían resultados mucho mejores. Volveremos luego al mismo asunto.
Las "reuniones instructivas" tienen un carácter muy diferente, y como de ellas es de donde puede sacarse la verdadera enseñanza, insistiremos más sobre las condiciones que deben llenar.
La primera de todas, es el permanecer formales en toda la extensión de la palabra. Es preciso convencerse que los Espíritus a los cuales queremos dirigirnos son de una naturaleza enteramente especial; que no pudiéndose aliar lo sublime con lo trivial, ni el bien con el mal, si se quieren obtener cosas buenas, es menester dirigirse a Espíritus buenos; pero no basta pedir buenos Espíritus; es menester condición expresa; estar en disposición propicia para que "quieran venir", así, pues, los Espíritus superiores no irán a las asambleas de hombres ligeros y superficiales, como tampoco hubieran ido cuando vivían.
Una sociedad no es verdaderamente formal sino a condición de ocuparse de cosas útiles con exclusión de todas las otras; si aspira a obtener fenómenos extraordinarios por curiosidad o pasatiempo, los Espíritus que los producen podrán ir, pero los otros se alejarán. En una palabra, cualquiera que sea el carácter de una reunión, encontrará siempre Espíritus dispuestos a secundar sus tendencias. Una reunión formal se separa, pues, de su objeto si deja la enseñanza por la diversión. Las manifestaciones físicas como ya lo hemos dicho, tienen su utilidad; los que quieren ver, que vayan a las reuniones experimentales, y los que quieran comprender, que vayan a las reuniones de estudio; de este modo los unos y los otros podrán completar su instrucción espiritista, como en el estudio de la medicina los unos van a la clase y los otros a la clínica.
La instrucción espiritista, no comprende sólo la enseñanza moral dada por los Espíritus, si que también el estudio de los hechos; a ella incumbe la teoría de todos los fenómenos, la investigación de las causas, y como consecuencia, la confirmación de lo que es posible y de lo que no lo es; en una palabra, la observación de todo aquello que puede hacer adelantar la ciencia. Así, pues, sería engañarse el creer que los hechos estén limitados a los fenómenos extraordinarios; que aquellos que hieren más los sentidos sean los solos dignos de atención; se encuentran a cada paso en las comunicaciones inteligentes y que los hombres reunidos para el estudio no sabrían despreciar; estos hechos, que sería imposible enumerar, surgen de una multitud de circunstancias fortuitas; aunque menos ingeniosas, no dejan de tener interés para el observador que encuentre en ellas o la confirmación de un principio conocido, o la revelación de un principio nuevo que le hace penetrar más adelante en los misterios del mundo invisible esto pertenece también a la filosofía.
Las reuniones del estudio son además de una inmensa utilidad para los médiums de manifestaciones inteligentes, sobre todo para aquellos que tienen deseo formal de perfeccionarse y que no van a ellas con una vana presunción de infalibilidad. Uno de los grandes escollos de la mediumnidad, es como lo hemos dicho ya, la obsesión y la fascinación; pueden, pues, hacerse ilusión de muy buena fe sobre el mérito de lo que ellos obtienen, y se concibe que los Espíritus mentirosos encuentran el camino expedito cuando tienen que habérselas con un ciego; por esto alejan a su médium de toda comprobación; que también le hace tomar aversión a cualquiera que pueda ilustrarle; a favor del aislamiento y de la fascinación, pueden a su gusto hacerle aceptar todo lo que quieren.
No nos cansaremos de repetirlo; aquí está no sólo el escollo sino el peligro; sí, lo decimos, un verdadero peligro. El sólo medio de librarse de él, es la comprobación de personas desinteresadas y benévolas que juzgando las comunicaciones con sangre fría e imparcialidad, pueden abrirle los ojos y hacerle ver lo que él no puede por si solo. Así, pues, todo médium que teme este juicio está ya en el camino de la obsesión; el que cree que la luz sólo se ha hecho para él, está completamente bajo el yugo; si toma a mal las observaciones, si las rechaza, si le irritan, no puede quedar duda sobre la mala naturaleza del Espíritu que le asiste.
Lo hemos dicho, a un médium pueden faltarle los conocimientos necesarios para comprender los errores; puede dejarse engañar por grandes palabras y por un lenguaje pretencioso, ser seducido por los sofismas y esto con toda la buena fe del mundo; por esto, en defecto de sus propias luces, debe modestamente buscar el recurso de otros, según estos dos adagios que cuatro ojos ven más que dos y que uno nunca puede ser juez de su propia causa. A este punto de vista las reuniones son para el médium de una grande utilidad si es bastante sensato para escuchar las amonestaciones, porque allí se encontrarán personas más ilustradas que él, que observarán las diferencias a menudo muy delicadas por donde el Espíritu hace traición a su inferioridad.
Todo médium que desee sinceramente no ser el juguete de la mentira, debe, pues, buscar producirse en las reuniones formales y llevar a ellas lo que obtenga en particular; aceptar con reconocimiento y solicitar del mismo modo el examen crítico de las comunicaciones que recibe; si es el objeto de Espíritus mentirosos, es el medio más seguro de desembarazarse de ellos probándoles que no pueden engañarle. Por lo demás, el médium que se irrita de la crítica es con tan poco fundamento como que su amor propio no debe resentirse por nada, puesto que lo que él dice no es suyo, y que no es más responsable que si leía los versos de un mal poeta.
Hemos insistido sobre este punto, porque si éste es un escollo para los médiums, lo es también para las reuniones a las cuales conviene no conceder confianza ligeramente a todos los intérpretes de los Espíritus. El concurso de todo médium obcecado o fascinado les sería más pernicioso que útil; no deben, pues, aceptarle. Creemos haber entrado en los desarrollos suficientes para que les sea imposible engañarse sobre los caracteres de la obsesión, si el mismo médium no puede conocerla; uno de los más marcados es, sin contradicción, la pretensión de tener sólo razón contra todo el mundo. Los médiums obcecados que no quieren convenir en que lo están, se parecen a aquellos enfermos que se hacen ilusión sobre su salud y se pierden por no querer someterse a un régimen saludable.
Lo que debe proponerse una reunión formal es separar a los Espíritus mentirosos; estaría en el error si se creyese al abrigo por su objeto y por la cualidad de sus médiums; no lo alcanzará hasta que ella misma se halle en condiciones favorables.
Para comprender bien lo que pasa en esta circunstancia, rogamos que se atienda a lo que hemos dicho más arriba, núm. 231 sobre la "influencia del centro". Es menester representarse a cada individuo como rodeado de cierto número de acólitos invisibles que se identifican con su carácter, sus gustos y sus inclinaciones; pues toda persona que entra en una reunión lleva con ella Espíritus que le son simpáticos. Según su número y su naturaleza, estos acólitos pueden ejercer sobre la asamblea y sobre las comunicaciones una influencia buena o mala. Una reunión perfecta sería aquella en que todos sus miembros, animados por un mismo amor al bien, no llevasen consigo sino buenos Espíritus; a falta de la perfección, la mejor será aquella en que el bien sobrepujará al mal. Esto es demasiado lógico para que sea necesario insistir en ello.
331. Una reunión es un ser colectivo cuyas cualidades y propiedades son la resultante de todas las de sus miembros, y forman como un manojo; así, pues, este manojo tendrá tanta más fuerza cuanto más homogéneo sea. Si se ha comprendido bien lo que se ha dicho (núm. 282, pregunta 5a.) sobre la manera que los Espíritus son advertidos de nuestro llamamiento, se comprenderá fácilmente el poder de la asociación del pensamiento de los asistentes. Si el Espíritu es de algún modo herido por el pensamiento como nosotros lo somos por la voz, uniéndose veinte personas con la misma intención, necesariamente tendrán más fuerza que una sola; pero para que todos estos pensamientos concurran a un mismo fin, es menester que vibren unísonos; que se confundan por decirlo así, en uno solo; lo que no puede tener lugar sin el recogimiento.
Por otra parte, llegando el Espíritu a un centro simpático, está más a gusto; no encontrando allí sino amigos, va con más voluntad y está mejor dispuesto a contestar. El que haya seguido con alguna atención las manifestaciones espiritistas inteligentes se habrá podido convencer de esta verdad. Si los pensamientos son divergentes, resulta un choque de ideas desagradables para el Espíritu, y de consiguiente pernicioso para la manifestación. Lo mismo sucede con un hombre que debe hablar en una asamblea; si siente que todos los pensamientos le son simpáticos y benévolos, la impresión que de ello recibe obra sobre sus propias ideas y le dan más verbosidad; la unanimidad de este concurso ejerce sobre él una especie de acción magnética que duplica sus medios, mientras que la indiferencia o la hostilidad le turba y le paraliza; así es que los actores están electrizados por los aplausos; luego los Espíritus mucho más impresionables que los humanos deben sentir aun mucho mejor la influencia del centro.
Toda reunión Espiritista debe, pues, procurar la mayor homogeneidad posible; bien entendido que hablamos de aquellas que quieren llegar a resultados formales y verdaderamente útiles; si se quieren obtener simplemente comunicaciones, aun cuando sea sin reparar en la cualidad de aquellos que las dan, es evidente que todas estas precauciones no son necesarias, pero en tal caso no hay que quejarse tampoco de la cualidad
del producto.
El recogimiento y la comunión de pensamientos, siendo las condiciones esenciales de toda reunión formal, se comprende que el número demasiado crecido de los asistentes, debe ser una de las causas más contrarias a la homogeneidad.
Ciertamente no hay ningún límite absoluto para este número, y se concibe que cien personas, suficientemente recogidas y atentas, estarán en mejores condiciones que diez que estuviesen distraídas y en desorden; pero también es evidente que cuanto más grande es el número, más difícil es que las condiciones tengan efecto. Es un hecho probado por la experiencia que los pequeños grupos íntimos están siempre más favorecidos por hermosas comunicaciones, y es por los motivos que hemos explicado.
Hay también otro punto que no es menos necesario: la regularidad de las reuniones. En todas hay siempre Espíritus que podrían llamarse los "acostumbrados" a la asistencia, y no se entienda por esto que queremos decir que estos Espíritus se encuentran por todo y se mezclan en todo; estos son ya Espíritus protectores, ya aquellos a quienes se pregunta más a menudo. No debe creerse que estos Espíritus no tengan otra cosa que hacer que escucharnos; tienen sus ocupaciones y también pueden encontrarse en condiciones poco favorables para ser evocados. Cuando las reuniones tienen lugar en días y horas fijas se disponen en consecuencia, y es raro que falten. Los hay también que llevan la puntualidad hasta el exceso; se formalizan si se retardan un cuarto de hora, y si ellos mismos señalan el momento de una conversación, se les llamaría en vano algunos minutos más pronto. Sin embargo, añadamos que aun cuando los Espíritus prefieren la regularidad, los que verdaderamente son superiores, no son meticulosos sobre este punto. La exigencia de una puntualidad rigurosa es una señal de inferioridad, como todo lo que es pueril. Fuera de las horas consagradas sin duda pueden venir, y aun vienen con gusto si el objeto es útil; pero nada es más pernicioso para las buenas comunicaciones que el llamarles a diestro y siniestro, cuando se apodera de nosotros la fantasía y sobre todo sin motivo formal; como no están obligados a someterse a nuestros caprichos, podría ser muy bien que no quisieran incomodarse, y entonces es cuando sobre todo otros pueden tomar su puesto y su nombre.
De las sociedades propiamente dichas
Todo lo que hemos dicho sobre las reuniones en general, naturalmente se aplica a las sociedades regularmente constituidas; éstas, sin embargo, tienen que luchar contra algunas dificultades especiales que nacen del mismo lazo que une los miembros. Habiéndosenos pedido algunas veces consejos sobre su organización, los reasumiremos a continuación con pocas palabras.
El Espiritismo que apenas acaba de nacer se aprecia aun diversamente, y es aun poco comprendido en su esencia por un gran número de adeptos, para ofrecer un lazo poderoso entre los miembros de lo que podría llamarse una asociación. Este lazo sólo puede existir entre aquellos que ven en él un objeto moral, lo comprenden y se "lo aplican a si mismos". Entre aquellos que sólo ven en si hechos más o menos curiosos, no podría establecerse nada formal; poniendo los hechos sobre los principios, una simple divergencia en el modo de verlos pudiera dividirles. No sucede lo mismo con los primeros, porque sobre la cuestión moral no puede haber dos modos de ver; también es de notar que por todas partes en donde éstos se encuentran, una confianza recíproca atrae los unos hacia los otros; la benevolencia mutua que reina entre ellos destierra el disgusto y la violencia que nacen de la susceptibilidad, del orgullo que se resiente de la menor contradicción y del egoísmo, que todo se lo atribuye. Una sociedad en la que reinasen tales sentimientos sin división, en donde se fuera únicamente con el fin de instruirse en la enseñanza de los Espíritus, y no con la esperanza de ver las cosas más o menos interesantes, o para hacer prevalecer su opinión, una sociedad así, decimos, no sólo seria viable, sino que sería indisoluble. La dificultad también de reunir numerosos elementos homogéneos desde este punto de vista, nos obliga a decir que, en interés de los estudios, y por el bien de la cosa misma, las reuniones espiritistas deben procurar multiplicarse por pequeños grupos, más bien que constituirse en grandes aglomeraciones. Estos grupos correspondiéndose entre si, visitándose y transmitiéndose sus observaciones pueden desde luego formar el núcleo de la grande familia espiritista, que un día fusionará todas las opiniones y unirá a los hombres en un mismo sentimiento de fraternidad sellado por la caridad cristiana.
Hemos visto la importancia de la uniformidad de sentimientos para obtener buenos resultados; esta uniformidad necesariamente es tanto más difícil de obtener cuanto más grande es el número. En las pequeñas reuniones se conoce uno mejor, se está más seguro de los elementos que se introducen en ellas el silencio y recogimiento son más fáciles; y todo se pasa allí como entre familia. Las grandes asambleas excluyen la intimidad por la variedad de los elementos de que se componen; exigen locales especiales, recursos pecuniarios y un aparato administrativo inútil en los grupos pequeños; la divergencia de caracteres, de ideas y de opiniones se manifiesta mejor y ofrece a los Espíritus enredadores más facilidad para sembrar la discordia. Cuanto más numerosa es la reunión, más difícil es poder contentar a todo el mundo; todos quisieran que los trabajos fuesen dirigidos a su gusto, que con preferencia se ocupasen de los asuntos que más les interesan; algunos creen que el título de asociado les da el derecho de imponer su manera de ver las cosas; de aquí se sigue la tirantez, una causa de malestar que conduce tarde o temprano a la desunión, después a la disolución: suerte de todas las sociedades, cualquiera que sea su objeto.
Las pequeñas reuniones no están sujetas a las mismas fluctuaciones; la caída de una grande sociedad sería una desgracia aparente para la causa del Espiritismo y sus enemigos no dejarían de aprovechar la ocasión; la disolución de un grupo pequeño pasa desapercibida, además que si uno se dispersa, al lado de él se forman otros veinte; así, pues, veinte grupos de quince a veinte personas, obtendrán más y harán más para la propagación, que una asamblea de tres a cuatrocientas.
Sin duda se dirá que los miembros de una sociedad que obrasen del modo que acabamos de manifestar no serían verdaderos espiritistas, puesto que el primer deber que impone la doctrina, es la caridad y la benevolencia. Esto es perfectamente justo; también aquellos que piensan de este modo son más bien espiritistas de nombre que de hecho; seguramente no pertenecen a la tercera categoría (véase número 28). ¿Pero quién dice que éstos sean ni siquiera espiritistas? Aquí se presenta una consideración que no deja de tener alguna gravedad.
No olvidemos que el Espiritismo tiene enemigos interesados en contrarrestarle y que ven su buena marcha con despecho; los más peligrosos no son los que atacan abiertamente, sino los que trabajan en secreto; éstos con una mano lo acarician, y con otra lo destrozan. Estos seres mal intencionados se introducen por todas partes en donde puedan hacer mal; como saben que la unión es la fuerza, procuran destruirla poniendo la tea de la discordia. ¿Quién no pensará, pues, que aquellos que en las reuniones siembran la turbación y cizaña no sean los agentes provocadores que procuran el desorden? Seguramente éstos no son ni verdaderos ni buenos espiritistas; nunca pueden hacer bien y pueden hacer mucho mal. Se comprende que tienen mucha más facilidad en insinuarse en las reuniones numerosas que en los pequeños grupos en los que todo el mundo se conoce; a favor de sordos manejos que pasan desapercibidos, siembran la duda, la desconfianza y la defección; bajo la apariencia de un hipócrita interés por la cosa, todo lo critican, forman conciliábulos y corrillos que muy pronto rompen la armonía del conjunto; esto es lo que ellos quieren.
Con respecto a estas personas, acudir a los sentimientos de caridad y de fraternidad es como si se hablase a sordos voluntarios, porque su objeto es precisamente el destruir estos sentimientos, que son el más grande obstáculo para sus manejos. Este estado de cosas, fastidioso en todas las sociedades, loes aun más en las sociedades espiritistas, porque si no conduce a un rompimiento, causa una preocupación incompatible con el recogimiento y la atención.
Si la reunión, se dirá, está en mal camino, ¿los hombres sensatos y bien intencionados no tienen el derecho de la crítica, y deben dejar pasar el mal sin decir nada y aprobarlo con su silencio? Sin duda están en su derecho: además es un deber; pero si su intención es verdaderamente buena, admiten su parecer con prudencia y benevolencia, abiertamente y no ocultamente; si no se les secunda, se retiran; porque no se podría concebir que aquel que no tuviese una segunda intención, se obstinase en quedarse en una sociedad en la que se hicieran cosas que no le convinieran.
Pueden, pues, establecerse en principio que cualquiera que en una reunión espiritista provocase el desorden o la desunión, ostensiblemente o bajo mano, por cualesquiera medios, o es un agente provocador, o al menos muy mal espiritista del que debe desembarazarse muy pronto; pero las mismas obligaciones que atan a todos los miembros a menudo son un obstáculo para ello; por esto conviene evitar las obligaciones indisolubles; los hombres de bien siempre están bastante obligados, los mal intencionados lo son siempre demasiado.
Además de las personas notoriamente malévolas que se entrometen en las reuniones, hay aquellos que por carácter, llevan la turbación en si mismos por todas partes en donde se encuentran: no se podía pues ser bastante circunspecto sobre los elementos nuevos que se introducen en ellas. Los más incómodos en este caso, no son los ignorantes en la materia, ni tampoco los que no creen: la convicción no se adquiere sino por la experiencia, y hay personas que quieren ilustrarse de buena fe. De los que uno debe guardarse es de las gentes que tienen un sistema preconcebido; de los incrédulos que dudan de todo, aun de la evidencia; de los orgullosos, que pretendiendo tener ellos solos la ciencia infusa, quieren imponer en todo su opinión y miran con desdén a cualquiera que no piense como ellos. No os dejéis seducir por su pretendido deseo de ilustrarse; hay más de uno que se incomodaría si se le forzara en convenir que se le engaña; guardáos sobre todo de esos peroradores insípidos que quieren ser siempre los últimos y de aquellos que sólo se complacen en la contradicción; los unos y los otros hacen perder el tiempo sin provecho para ellos mismos; los Espíritus no quieren palabras inútiles.
Vista la necesidad de evitar toda causa de turbación y de distracción, una sociedad espiritista que se organice debe llamar toda su atención sobre los medios propios para quitar a los promovedores de desórdenes los medios de incomodar y en dar la más grande facilidad para separarlos. Las reuniones pequeñas sólo tienen necesidad de un reglamento disciplinario muy sencillo para el orden de las sesiones; las sociedades regularmente constituidas exigen una organización más completa; la mejor será aquella cuyas ruedas serán menos complicadas; las unas y las otras encontrarán aquello que les será aplicable, o lo que creerán útil, en el reglamento de la Sociedad Parisiense de Estudios Espiritistas, que damos más abajo.
Las sociedades, pequeñas o grandes, y todas las reuniones, cualquiera que sea su importancia, tienen que luchar contra otro escollo. Los promovedores de disturbios no sólo están en su seno, están también en el mundo invisible. De la misma manera que hay Espíritus protectores para las sociedades, las ciudades y los pueblos, los Espíritus malhechores se unen a los grupos lo mismo que a los individuos; primeramente atacan a los más débiles, a los más accesibles, de los cuales procuran hacer sus instrumentos, y poco a poco intentan invadir las masas; porque su alegría perversa está en razón del número de aquellos que tienen bajo su yugo. Todas las veces, pues, que en un grupo, una persona cae en un lazo, es preciso decir que hay un enemigo en el campo, un lobo en el redil, y que debe uno prevenirse, porque es más que probable que multiplicará sus tentativas; si no se le corta el vuelo por una resistencia enérgica, la obsesión viene a ser entonces un mal contagioso que se manifiesta en los médiums por la perturbación de la mediumnidad, y en los otros por la hostilidad de sentimientos, la perversión del sentido moral y la turbación de la armonía. Como el más poderoso
antídoto de este veneno es la caridad, tratan de sofocarla. Es preciso, pues, no esperar que el mal sea incurable para poner remedio, tampoco es menester esperar los primeros síntomas, es preciso saberlo precaver; para esto hay dos medios eficaces si se emplean bien: la oración de corazón y el estudio atento de las menores señales que revelan la presencia de los Espíritus mentirosos; el primero atrae a los buenos Espíritus que no asisten con celo sino a los que les secundan por su confianza en Dios; el otro prueba a los Espíritus malos que tienen que habérselas con personas que ven bastante claro para que se dejen engañar. Si uno de los miembros sufre la influencia de la obsesión, todos los esfuerzos deben dirigirse, desde los primeros indicios, a abrirle los ojos por temor de que el mal no se agrave, a fin de convencerle de que es engañado y con el deseo de secundar a los que quieren desembarazarle.
La influencia del centro es la consecuencia de la naturaleza de los Espíritus y de su modo de acción sobre los seres vivientes; de esta influencia cada uno puede deducir las condiciones más favorables para una sociedad que aspira a conciliar la simpatía de los buenos Espíritus, y a no obtener sino buenas comunicaciones separando las malas.
Estas condiciones están todas en las disposiciones morales de los asistentes; se resumen en los puntos siguientes:
Perfecta comunidad de miras y de sentimientos;
Benevolencia recíproca entre todos los miembros;
Abnegación de todo sentimiento contrario a la verdadera caridad cristiana;
Deseo único de instruirse y mejorarse por la enseñanza de los buenos Espíritus y sacar provecho de sus consejos. Cualquiera que se persuada que los Espíritus superiores se manifiestan con el objeto de hacernos progresar y no para nuestro placer, comprenderá que deben retirarse de aquellos que se limitan a admirar su estilo sin sacar de él ningún fruto, y no toman el atractivo de las sesiones, sino por el mayor o menor interés que les ofrecen según sus gustos particulares;
Exclusión de todo lo que en las comunicaciones pedidas a los Espíritus, sólo tendrían un objeto de curiosidad;
Recogimiento y silencio respetuosos durante la conversación con los Espíritus;
Asociación de todos los asistentes, por el pensamiento, al llamamiento que se hace de los Espíritus que se evocan;
Concurso de los médiums de la asamblea con abnegación de todo sentimiento de orgullo, de amor propio y de supremacía y por el único deseo de hacerse útiles.
¿Son tan difíciles de llenar estas condiciones que no se puedan encontrar? No lo creemos así; esperamos, por el contrario, que las reuniones verdaderamente formales, como las que existen ya en diferentes partes se multiplicarán, y no nos escondemos para decir que a ellos deberá el Espiritismo su más poderosa propagación; reuniendo a los hombres de bien y de conciencia, impondrán silencio a la crítica y cuanto más puras serán sus intenciones, más respetadas serán también de sus adversarios; cuando la burla ataca lo bueno, cesa de hacer reír: se vuelve despreciable. Entre las reuniones de este género un verdadero lazo simpático, una solidaridad mutua, se establecerá por la fuerza de las cosas y contribuirán al progreso general.
342. Sería un error el creer que las reuniones que se ocupan especialmente de manifestaciones físicas, estén fuera de este concierto fraternal, y que excluyen todo pensamiento formal; si no requieren condiciones tan rigurosas, tampoco se asiste a ellas impunemente cuando hay ligereza, y se engañaría cualquiera si creyera que el concurso de los asistentes sea absolutamente nulo; si tiene la prueba de lo contrario en el hecho de que a menudo las manifestaciones de este género, aun cuando sean provocados por excelentes médiums, no pueden producirse en ciertas reuniones. Hay, pues, también influencias contrarias para esto, y estas influencias sólo pueden estar en la divergencia o en la hostilidad de los sentimientos que paralizan los esfuerzos de los Espíritus.
Las manifestaciones físicas, como hemos dicho, son de una gran utilidad, abren un vasto campo al observador, porque es todo un orden de fenómenos insólitos que se desarrollan a sus ojos, y cuyas consecuencias son incalculables. Una asamblea, puede, pues, ocuparse de ello con miras muy formales, pero no podría conseguir su objeto, sea como estudio, sea como medio de convicción, si no se coloca en condiciones favorables; la primera de todas es, no la fe de los asistentes, sino su deseo de recibir la luz sin segunda intención, sin haber tomado el partido de rechazar la misma evidencia; la segunda es la restricción de su número para evitar la mezcla de elementos heterogéneos.
Si las manifestaciones físicas son producidas en general por los Espíritus menos avanzados, no por esto tienen un objeto menos providencial, y los Espíritus buenos las favorecen todas las veces que pueden tener un resultado útil.
Objetos de estudio
Cuando evocamos a nuestros parientes y amigos, y a algunos personajes célebres para comparar sus opiniones de ultratumba con las que tenían cuando vivían, se halla uno embarazado para continuar la conversación sin que se caiga en las ligerezas y en las fruslerías. Muchas personas creen también, que el Libro de los Espíritus ha agotado la serie de preguntas de moral y de filosofía; esto es un error; por esto puede ser útil indicar el manantial de donde pueden sacarse motivos de estudio, por decirlo así, ilimitados.
Si la evocación de los hombres ilustrados, de los Espíritus superiores, es eminentemente útil para la enseñanza que nos dan, la de los Espíritus vulgares no lo es menos, bien que sean incapaces de resolver las cuestiones de alta importancia; por su inferioridad se pintan ellos mismos, y cuanto menos es la distancia que nos separa, más reacciones encontramos con nuestra propia situación, sin contar que muchas veces nos ofrecen rasgos característicos de la más alta importancia, como lo hemos explicado más arriba, número 281, hablando de la utilidad de las evocaciones particulares. Es, pues, una mina inagotable de observaciones, no tomando aun sino los hombres cuya vida presenta alguna particularidad con respecto al género de muerte, a la edad, a las buenas o malas cualidades, a su posición, feliz o infeliz sobre la tierra, a sus costumbres, al estado mental, etc.
Con los Espíritus elevados, el cuadro de los estudios se ensancha; además de las cuestiones psicológicas que tienen un límite, se les pueden proponer una multitud de problemas morales que se extienden hasta el infinito sobre todas las posiciones de la vida, sobre la conducta mejor que puede observarse sobre tal o cual circunstancia dada, sobre nuestros deberes recíprocos, etc. El valor de la instrucción que se recibe sobre algún asunto moral, histórico, filosófico, científico, depende enteramente del estado del Espíritu a quien se pregunta; a nosotros toca el juzgar.
Además de las evocaciones propiamente dichas, los dictados espontáneos, ofrecen objetos de estudio hasta el infinito. Consisten en esperar el asunto que quieran tratar los Espíritus. Muchos médiums pueden en este caso trabajar simultáneamente.
Alguna vez puede llamarse a un Espíritu determinado; lo más regular es esperar a los que quieran presentarse, y algunas veces vienen del modo más imprevisto. Estas comunicaciones pueden dar lugar en seguida a una multitud de cuestiones, cuyo tema se encuentra de este modo preparado. Deben ser comentadas con cuidado para estudiar todos los pensamientos que encierran y juzgar si llevan el sello de la verdad. Este examen hecho con severidad es, como hemos dicho, la mejor garantía contra la instrucción de los Espíritus mentirosos; con este motivo y también para la instrucción de todos, podrá darse conocimiento de las comunicaciones obtenidas fuera de a reunión.
Hay en esto, como se ve, un manantial inagotable de elementos eminentemente formales e instructivos.
Las ocupaciones de cada sesión pueden arreglarse del modo que sigue:
1º Lectura de las comunicaciones espiritistas obtenidas en la última sesión, puestas en limpio.
2º Noticias diversas. – Correspondencia. – Lectura de las comunicaciones obtenidas fuera de las sesiones. – Relación de los hechos interesantes del Espiritismo.
3º Trabajos de estudio – Dictados espontáneos. – Cuestiones diversas y problemas morales propuestos a los Espíritus. – Evocaciones.
4º Conferencia – Examen crítico y analítico de las diversas comunicaciones. –Discusión sobre los diferentes puntos de la ciencia espiritista.
Los grupos que empiezan tienen que pararse muchas veces por falta de médiums. Los médiums son seguramente uno de los elementos esenciales de las reuniones espiritistas, pero no son elementos indispensables, y no se tendría razón en creer que en defecto de ellos nada haya que hacer. Sin duda aquellos que no se reúnen, sino con el objeto de hacer experimentos, no pueden hacerlo sin médiums, como los músicos en un concierto, sin instrumentos; pero aquellos que llevan la mira de un estudio formal tienen mil motivos de ocupación tan útiles y provechosos, como si pudiesen obrar con los mismos. Además las reuniones que tienen médiums pueden accidentalmente encontrarse sin ellos y seria enojoso que creyesen, en este caso, no tener que hacer otra cosa que retirarse. Los mismos Espíritus pueden, de tiempo en tiempo, dejarles en esta posición, con el fin de enseñarles a pasarse sin ellos. Diremos más; es necesario para aprovecharse de su enseñanza, consagrar algún tiempo en meditarla. Las sociedades científicas no siempre tienen los instrumentos de observación a la vista, y sin embargo encuentran objetos de discusión; en ausencia de poetas y oradores, las sociedades literarias, leen y comentan las obras de autores antiguos y modernos; las sociedades religiosas meditan sobre las Escrituras; las sociedades Espiritistas deben hacer lo mismo, y sacarán un gran provecho para su adelantamiento, estableciendo conferencias en las cuales se lea y comente todo lo que pueda tener relación con el Espiritismo en pro o en contra. De esta discusión en la que cada uno lleva el tributo de sus reflexiones, brotan rayos de la luz que pasan desapercibidos en la lectura individual. Al lado de estas obras especiales, los periódicos abundan de hechos, relaciones, acontecimientos, rasgos de virtudes o vicios que suscitan grandes problemas morales, que sólo el Espiritismo puede resolver, y éste es también un medio de probar que tiene relación con todos los ramos del orden social. Aseguramos que una sociedad espiritista que organizase sus trabajos en este sentido, procurándose los materiales necesarios, no tendría bastante tiempo para las comunicaciones directas de los Espíritus; por lo que llamamos la atención sobre este punto de las reuniones verdaderamente formales, de aquellas que toman más empeño en instruirse que en buscar un pasatiempo. (Véase núm. 207, capítulo de la "Formación de los médiums").
Rivalidad entre las sociedades
Las reuniones que se ocupan exclusivamente de comunicaciones inteligentes y las que se entregan al estudio de las manifestaciones físicas, tienen cada una su misión; ni las unas ni las otras estarían en el verdadero espíritu del Espiritismo si se mirasen con mal ojo, y la que echase la piedra a la otra, probaría por esto solo la mala influencia que la domina; todas deben concurrir, aunque por caminos diferentes, al objeto común que es la investigación y la propagación de la verdad; su antagonismo, que no sería sino un efecto de orgullo sobrexcitado, entregando armas a los detractores, sólo haría daño a la causa que pretenden defender.
Estas últimas reflexiones se aplican igualmente a todos los grupos que pudiesen diferir sobre algunos puntos de la doctrina. Como lo hemos dicho ya en el capítulo de las "Contradicciones", estas divergencias no se refieren, en la mayoría de los casos, sino a los accesorios y muchas veces a simples palabras; habría, pues, puerilidad en formar opinión aparte, porque no se pensase exactamente del mismo modo. Sería aun peor que esto, si los diferentes grupos o sociedades de una misma población se mirasen con envidia. La envidia se comprende entre las gentes que se hacen competencia y pueden acarrearse un perjuicio material; pero cuando no hay especulación, la envidia no puede ser sino una rivalidad mezquina de amor propio. Como en definitiva, no hay sociedad que pueda reunir en su seno a todos los adeptos, los que están animados por un verdadero deseo de propagar la verdad y cuyo objeto es únicamente moral, deben ver con placer multiplicarse las reuniones, y si hay en ellas concurrencia debe ser para ver quien hará más bien. Las que pretendieran estar en lo verdadero con exclusión de las otras deberían probarlo tomando por divisa "amor y caridad" ; porque tal es el sello de verdadero espiritista. ¿Quieren prevalecerse de la superioridad de los Espíritus que les asisten?
Que lo prueben por la superioridad de las enseñanzas que reciben, y por la aplicación que se hace de las mismas; este es un criterio infalible para distinguir a los que marchan por el mejor camino.
Ciertos Espíritus, más presuntuosos que lógicos, prueban algunas veces de imponer sistemas extraños e impracticables a favor de nombres venerados de los que se amparan. El buen sentido hace muy pronto justicia a estas utopías, pero esperando, pueden sembrar la duda y la incertidumbre entre los adeptos; de aquí viene a menudo una causa de disentimiento momentáneo. Además de los medios que hemos dado para apreciarles, hay otro criterio que da la medida de su valor; es el número de partidarios que reclutan. La razón dice que el sistema que encuentra más eco en las masas, debe estar más cerca de la verdad que aquel que es rechazado por la mayoría y ve disminuir sus filas; así, pues, tened por cierto que los Espíritus que rehúsan la discusión de su enseñanza es porque comprenden su debilidad.
Si el Espiritismo debe, así como está anunciado, conducir a la transformación de la humanidad, esto sólo será posible por el mejoramiento de las masas, y no llegará sino gradualmente y poco a poco por el de sus individuos. ¿Qué importa el creer en la existencia de los Espíritus, si esta creencia no hace mejor, más benévolo, más indulgente para con sus semejantes, más humilde y más paciente en la advertencia? ¿Para qué le sirve al avaro el ser espiritista, si siempre es avaro; al orgulloso, si siempre está lleno de si mismo; al envidioso, si siempre tiene celos? Todos los hombres podrían, pues, creer en las manifestaciones, y la humanidad quedar estacionada pero no son estos los designios de Dios. Todas las sociedades espiritistas formales deben dirigirse hacia el objeto providencial agrupándose alrededor de ellas los que tienen unos mismos sentimientos; entonces habrá unión entre ellas, simpatía, fraternidad, y no un vano y pueril antagonismo de amor propio, de palabras más bien que de cosas; entonces serán fuertes y poderosos, porque se apoyarán sobre una base inalterable: el bien para todos; entonces serán respetadas e impondrán silencio al torpe sarcasmo, porque hablarán en nombre de la moral evangélica respetada por todos.
Tal es el camino por el cual nos esforzamos en hacer entrar al Espiritismo. El estandarte que enarbolamos muy alto, es el del "espiritismo cristiano y humanitario" y nos consideramos felices al ver reunirse a su alrededor tantos hombres en todos los puntos del globo, porque comprenden que aquí está el áncora de salvación, la salvaguardia del orden público, la señal de una era nueva para la humanidad. Invitamos a todas las sociedades espiritistas a que concurran a esta grande obra; que de una a otra parte del mundo se tiendan la mano fraternal y confundirán el mal encerrándole en confusas redes.
CAPITULO XXX
REGLAMENTO DE LA SOCIEDAD PARISIENSE DE ESTUDIOS ESPIRITISTAS
fundada en 1º de Abril de 1858 y autorizada por decreto del señor Prefecto de Policía con fecha 13 de
Abril de 1858, según el dictamen del Excmo, Sr. Ministro del Interior y de la seguridad general.
Nota. – Aunque este reglamento sea el fruto de la experiencia, no lo damos como una ley absoluta, sino únicamente para la facilidad de las sociedades que quieran formarse y que podrán sacar las disposiciones que crean útiles y aplicables a las circunstancias que les sean propias. Por sencilla que sea su organización, puede aún serlo mucho más cuando se trata, no de sociedades regularmente constituidas, sino de simples reuniones íntimas que sólo tienen necesidad de establecer medidas de orden, de precaución y de regularidad en los trabajos. Igualmente lo damos para gobierno de las personas que quisieran ponerse en relación con la Sociedad Parisiense, sea como corresponsales, sea a título de miembros de la sociedad.
CAPÍTULO 1 – Objeto y formación de la Sociedad
ARTÍCULO 1º – La Sociedad tiene por objeto el estudio de todos los fenómenos relativos a las manifestaciones espiritistas y su aplicación a las ciencias morales, físicas, históricas y psicológicas. Las cuestiones políticas, de controversia religiosa y de economía social, están prohibidas.
Toma por título: "Sociedad Parisiense de Estudios Espiritistas".
ART. 2º La Sociedad se compone de miembros titulares, de socios libres y de miembros corresponsales.
Puede conferir el titulo de miembro honorario a las personas que residan en Francia o en el extranjero que por su posición o por sus trabajos, puedan prestarle servicios señalados.
Los miembros honorarios están sujetos a reelección todos los años.
ART. 3º La sociedad sólo admite a las personas que simpaticen con sus principios y con el objeto de sus trabajos; aquellas que están ya iniciadas en los principios fundamentales de la ciencia espiritista, o que estén formalmente animadas del deseo de instruirse. En consecuencia, excluye a cualquiera que pueda llevarle elementos de turbación en el seno de las reuniones, sea por espíritu de hostilidad y de oposición sistemática, sea por cualquiera otra causa, haciendo de este modo perder el tiempo en discusiones inútiles.
Todos los miembros se deben benevolencia y buenos procederes recíprocamente; y en todas circunstancias han de anteponer el bien general a las cuestiones personales y de amor propio.
ART. 4º Para ser admitido como socio libre, es menester dirigir al Presidente una demanda escrita firmada por dos miembros titulares que garanticen las intenciones del solicitante.
La carta de demanda debe relatar someramente: 1º Si el solicitante posee ya conocimientos en materia de Espiritismo; 2º El estado de sus convicciones sobre los puntos fundamentales de la ciencia; 3º La obligación de conformarse en todo con el reglamento.
La demanda se somete a la comisión que la examina, y propone, si hay lugar, la admisión, el aplazamiento o la negación.
El aplazamiento es de rigor para todo candidato que no posea ninguno de los elementos de la ciencia espiritista y no simpatizase con los principios de la Sociedad.
Los asociados libres tienen derecho de asistir a todas las sesiones, tomar parte en los trabajos y en las discusiones que tengan por objeto el estudio; pero en ningún caso, tienen voto deliberativo por lo que concierne a los negocios de la Sociedad.
Los asociados libres no están obligados más que por un año desde su admisión, y su continuación en la sociedad debe ser ratificada al finir este primer año.
ART. 5º Para ser miembro titular, es menester al menos haber sido un año socio libre, haber asistido a más de la mitad de las sesiones, y haber dado durante este tiempo pruebas notorias de sus conocimientos y de sus convicciones respecto a Espiritismo; de su adhesión a los principios de la Sociedad y de su voluntad de obrar en todas circunstancias, con respecto a sus colegas, según los principios de la caridad y de la moral espiritista.
Los socios libres que hayan asistido regularmente durante seis meses a las sesiones de la sociedad, podrán ser admitidos como miembros titulares si además llenasen las otras condiciones.
La admisión se propone de oficio por la comisión, con el asentimiento del socio, y también es apoyada por otros tres miembros titulares. En seguida se publica, si hay lugar, por la sociedad en escrutinio secreto, después de una relación verbal de la comisión.
Los miembros titulares son los únicos que tienen voz deliberativa y sólo ellos gozan de la facultad concedida en el artículo 25.
ART. 6º La sociedad limitará sí lo juzga conveniente, el número de los socios libres y de los miembros titulares.
ART. 7º Los miembros corresponsales son aquellos que, no residiendo en París, están en relación con la Sociedad y le proporcionan documentos útiles para sus estudios. Pueden ser nombrados con sólo la presentación de un miembro titular.
CAPÍTULO II. – Administración
ART. 8º La sociedad está administrada por un Presidente-Director, asistido por los miembros de la oficina y por una comisión.
ART. 9º La oficina se compone de: 1 Presidente. – 1 Vicepresidente. – 1 Secretario principal. – 2 Secretarios adjuntos. – 1 Tesorero.
Además podrá nombrarse uno o muchos Presidentes honorarios.
A falta del Presidente y del Vicepresidente, las sesiones podrán ser presididas por uno de los miembros de la comisión.
ART. 10º El Presidente-Director debe poner todos sus cuidados en los intereses de la Sociedad y de la ciencia espiritista. Tiene la dirección general y la alta vigilancia de la administración, lo mismo que la conservación de los archivos.
El Presidente es nombrado por tres años y los otros miembros de la oficina por un año e indefinidamente reelegibles.
ART. 11º La comisión está compuesta de los miembros de la oficina y de otros cinco miembros titulares elegidos con preferencia entre aquellos que habrán trabajado activamente por la Sociedad, hecho servicios a la causa del Espiritismo o dado pruebas de su espíritu benévolo y conciliador. Estos cinco miembros son, como los demás de la oficina, nombrados por un año y reelegibles.
La comisión estará presidida de derecho por el Presidente-Director, en defecto de éste por el Vicepresidente o uno de sus miembros que se designe para este efecto.
La comisión está encargada del examen previo de todas las cuestiones y proposiciones administrativas y otras que tengan que someterse a la Sociedad.
Comprueba los recibos, los gastos de la Sociedad, y las cuentas del Tesorero; autoriza los gastos corrientes y adopta todas las medidas de orden que sean necesarias.
Examina además los trabajos y objetos de estudio propuestos por diferentes miembros, prepara otros por su parte y fija el orden de las sesiones de acuerdo con el Presidente.
El Presidente puede oponerse siempre a que se traten ciertos asuntos y sean puestos a la orden del día, salvo cuando se refieran a la Sociedad, la que decidirá. La comisión se reúne regularmente antes de abrirse las sesiones para el examen de los asuntos corrientes y además en todas las ocasiones que lo crea conveniente.
Los miembros de la oficina y de la comisión que estuviesen ausentes por tres meses consecutivos sin dar aviso, se considerará que han resignado sus funciones y se proveerá para que sean reemplazados.
ART. 12º Las decisiones sean de la Sociedad, sean de la comisión, serán tomadas por la mayoría absoluta de los miembros presentes; en caso de empate decidirá el voto del Presidente.
La comisión puede decidir cuando hay presentes cuatro de sus miembros.
El escrutinio secreto es de derecho cuando se reclama por cinco miembros.
ART. 13º Cada tres meses, seis miembros elegidos entre los titulares o asociados libres, son designados para llenar las funciones de "comisarios".
Los comisarios están encargados de velar por el orden y la buena compostura de las sesiones, y de examinar el derecho de entrada de toda persona extraña que se presente para asistir.
A este efecto, los miembros designados se pondrán de acuerdo para que uno de ellos esté presente a la apertura de las sesiones.
ART. 14º El año social empieza en 1º de abril.
Los nombramientos de la oficina y de la comisión se harán en la primera sesión del mes de mayo. Los miembros en ejercicio continuarán sus funciones hasta esta época.
ART. 15º Para subvenir a los gastos de la sociedad, se paga una cotización anual de 24 francos por los titulares y de 20 por los socios libres.
Los miembros titulares, cuando se reciben, pagan además por derecho de entrada 10 francos por una sola vez.
La cotización se paga íntegramente por el año corriente.
Los miembros admitidos durante el año, sólo pagarán los trimestres que estén por vencer, comprendiendo el de su admisión.
Cuando marido y mujer son recibidos como asociados libres o titulares, sólo se recibe una cotización y media por los dos.
Cada seis meses, el 1º de abril y el 1º de octubre, el Tesorero da cuenta a la comisión del empleo y la situación de los fondos.
Satisfechos los gastos corrientes y otras cosas obligatorias; si hay excedente, la Sociedad determinará su empleo.
ART. 16º Se entregará a todos los miembros recibidos, asociados libres o titulares, una carta de admisión haciendo constar su título. Esta carta o título se deposita en la tesorería, de donde el miembro nuevo puede retirarla pagando su cotización y el derecho de entrada. El nuevo miembro no puede asistir a las sesiones sino después que haya retirado su título. Cuando por su culpa no lo ha retirado un mes después de su nombramiento, se considera dimisionario.
Igualmente se considerará que ha hecho dimisión todo miembro que no hubiese pagado su cuota anual en el primer mes de la renovación del año social, después de un aviso del señor Tesorero, sin resultado.
CAPÍTULO III. De las sesiones
ART. 17º Las sesiones de la sociedad tendrán lugar todos los viernes a las ocho de la noche, salvo modificación si a ello hay lugar.
Las sesiones son particulares o generales; nunca son públicas.
Toda persona que forme parte de la Sociedad con un título cualquiera, debe en cada sesión, poner su nombre en una lista de presentación.
ART. 18º Se exige el silencio y el recogimiento rigurosos durante las sesiones y principalmente durante los estudios. Nadie puede tomar la palabra sin haberla obtenido del presidente.
Todas las preguntas dirigidas a los Espíritus deben serlo por medio del presidente, que puede rehusar el hacerlas según las circunstancias.
Están notablemente prohibidas todas las cuestiones fútiles, de interés personal de pura curiosidad, o hechas al objeto de someter a los Espíritus a pruebas, lo mismo que todas aquellas que no tengan un objeto de utilidad general con respecto a estudios.
Asimismo están prohibidas todas las discusiones que se separen del objeto especial que nos ocupa.
ART. 19º Todo miembro tiene derecho a llamar al orden a cualquiera que se separe de la decencia en la discusión o turbase las sesiones de cualquier modo que sea.
El llamamiento al orden se pone inmediatamente a votación; si se adapta, se inscribe en el proceso verbal.
Tres llamamientos al orden en el espacio de un año, producen el derecho de borrar de las listas de la Sociedad al miembro que los habrá ocasionado, cualquier que sea su título.
ART. 20º No podrá leerse ninguna comunicación espiritista recibida fuera de la Sociedad sin que se someta antes, bien sea al Presidente, o a la comisión que pueden admitir o negar su lectura.
Deberá depositarse en el archivo una copia de toda comunicación de fuera de la Sociedad, cuya lectura haya sido permitida.
Todas las comunicaciones obtenidas durante las sesiones pertenecen a la Sociedad; los médiums que las han escrito pueden tomar copia de ellas.
ART. 21º Las sesiones particulares están reservadas a los miembros de la Sociedad; tienen lugar el 1º, el 3º y si hay lugar, el 5º viernes de cada mes.
La sociedad reserva para las sesiones particulares todas las cuestiones que conciernen a los negocios de administración, así como los objetos de estudio que reclaman más tranquilidad y concentración, o que juzgue a propósito el profundizar antes de manifestarlas a personas extrañas.
Tienen derecho de asistir a las sesiones particulares, además de los miembros titulares, y los asociados libres, los miembros corresponsales que estén temporalmente en París y los médiums que prestan su concurso a la Sociedad.
Ninguna persona extraña a la Sociedad es admitida en las sesiones particulares, salvo los casos excepcionales y con el asentimiento previo del Presidente.
ART. 22º Las sesiones genciales tienen lugar el 2º y el 4º viernes de cada mes.
En las sesiones generales la Sociedad autoriza la admisión de oyentes extraños a la sociedad que pueden asistir a ella temporalmente sin formar parte de la misma. Podrá retirar esta autorización cuando lo juzgue oportuno.
Nadie puede asistir a las sesiones como oyente sin ser presentado al Presidente por un miembro de la sociedad, que garantizará su atención en no causar turbación ni interrupción.
La Sociedad no admite como oyentes, sino a las personas que aspiren a ser miembros, o que son simpáticos a sus trabajos y bien iniciados en la ciencia espiritista para comprenderlos. Debe negarse la admisión de una manera absoluta, a cualquiera que sólo fuese atraído por la curiosidad, o cuyas opiniones fuesen hostiles.
A los oyentes no se les concede la palabra excepto en casos excepcionales apreciados por el Presidente. El que turbase el orden de cualquier modo que fuese, o que manifestase malevolencia por los trabajos de la sociedad, podrá ser invitado a retirarse, y en todos los casos se deberá hacer de ello mención en la lista de admisión, y para lo sucesivo se le negará la entrada.
El número de los oyentes debiendo ser limitado a los puestos disponibles, los que podrán asistir a las sesiones deberán estar inscritos anticipadamente en un registro destinado a este efecto, con expresión de las señas de su domicilio y de las personas que les han recomendado. En consecuencia, toda solicitud de entrada deberá dirigirse al Presidente algunos días antes de la sesión, y sólo él expide los billetes de introducción hasta completar la lista.
Los billetes de introducción sólo sirven para el día indicado y para las personas designadas.
La entrada no puede concederse a un mismo oyente para más de dos sesiones, salvo la autorización del Presidente y en los casos excepcionales. El mismo miembro no puede presentar dos personas a la vez. Las
entradas dadas por el Presidente no son limitadas.
Los oyentes no son admitidos sino después de abierta la sesión.
CAPÍTULO IV – Disposiciones diversas
ART. 23º Todos los miembros de la Sociedad le deben su concurso. En consecuencia, están invitados a recoger en su círculo respectivo de observaciones, los hechos antiguos o recientes que puedan tener relación con el Espiritismo y anotarles.
Procurarán al mismo tiempo informarse, en cuanto les sea posible, de la notoriedad de los referidos hechos.
Son igualmente invitados a manifestar a la Sociedad todas las publicaciones que pueden tener relación más o menos directa con el objeto de sus trabajos.
ART. 24º La Sociedad hace un examen crítico de las diferentes obras publicadas sobre Espiritismo, cuando lo juzga a propósito. A este efecto, encarga a uno de sus miembros asociado, libre o titular, para que haga una relación que se imprimirá, si hay lugar a ello, en la "Revista Espiritista".
ART. 25º La Sociedad creará una biblioteca especial compuesta de obras que se la ofrezcan y de las que adquiera.
Los miembros titulares podrán consultar sea la biblioteca, sean los archivos de la Sociedad en los días y horas que se fijen a este efecto.
ART. 26º Considerando la Sociedad que su responsabilidad puede moralmente encontrarse comprometida por las publicaciones particulares de sus miembros, nadie puede tomar en ningún escrito el titulo de "miembro de la Sociedad" sin que se le autorice por la misma, y sin que con anticipación haya tenido ésta conocimiento del manuscrito. La comisión se encargará de dar cuenta sobre este asunto. Si la Sociedad juzga el escrito incompatible con sus principios, el autor, después de haber sido oído, será invitado, bien sea a modificarlo o bien a renunciar a su publicación o, finalmente, a que no se dé a conocer como a miembro de la Sociedad. En caso de no querer someterse a la decisión que se tome, podrá disponerse que sea borrado de la lista de los socios.
Todo lo escrito por un miembro de la Sociedad, bajo el velo del anónimo, y sin ninguna mención que puede hacerle conocer como a tal, entra en la categoría de las publicaciones ordinarias de las que la Sociedad se reserva la apreciación. Sin embargo, no queriendo poner trabas a la libre emisión de las opiniones personales, la Sociedad invita a aquellos de sus miembros que tuviesen la intención de hacer publicaciones de esta clase, de reclamar con anticipación su consejo oficial es interés de la ciencia.
ART. 27º Queriendo la Sociedad mantener en su seno la unidad de principios y el espíritu de una benevolencia recíproca, podrá disponer el que sea borrado de la lista todo miembro que fuese causa de turbación, o que se pusiese en hostilidad abierta con ella por medio de escritos que comprometiesen la doctrina, por opiniones subversivas o por un modo de obrar que no podría aprobarse. Sin embargo, no se dispondrá el que sea borrado de la lista sin que proceda una amonestación que no hubiese tenido efecto, y después de haber oído al miembro reputado culpable, si juzga conveniente dar explicaciones. La decisión será por escrutinio secreto y por la mayoría de las tres cuartas partes de los miembros presentes.
ART. 28º Todo miembro que se retire voluntariamente durante el uño, no puede reclamar la diferencia de las cotizaciones satisfechas por él; esta diferencia será reembolsada en caso de que la Sociedad disponga que sea borrado de la lista.
ART. 29º El presente reglamento podrá ser modificado si hay lugar a ello. Las proposiciones de las modificaciones no podrán hacerse a la Sociedad sino por conducto de su Presidente, a quien deberán transmitirse, y en el caso que fuesen admitidas por la comisión.
La sociedad puede, sin modificar su reglamento en los puntos esenciales, adoptar todas las medidas complementarias que juzgará útiles.
CAPÍTULO XXXI
Hemos reunido en este capítulo algunas comunicaciones dictadas espontáneamente, que pueden completar y confirmar los principios contenidos en esta obra. Podríamos haber citado un número mayor, pero nos limitamos a aquellas que más particularmente tienen relación con el porvenir del Espiritismo, de los rnédiums, y de las reuniones. Las damos a la vez como instrucción y como tipos de la clase de comunicaciones verdaderamente formales. Terminamos con algunas comunicaciones apócrifas seguidas de notas a propósito para hacerlas conocer.
Sobre el Espiritismo
I
Tened confianza en la bondad de Dios, y sed bastante perspicaces para comprender los preparativos de la nueva vida que os destina. Verdad es que no os será dado gozar de ella en esta existencia, ¿pero no seréis felices, sino volvéis a vivir en este globo, considerando desde arriba la obra que habréis empezado y que se desarrollará a vuestros ojos? Estad animados por una fe firme y sin vacilar contra los obstáculos que parecen deber levantarse contra el edificio cuyos cimientos ponéis. Las bases sobre las cuales se apoya son sólidas: Cristo puso su primera piedra. ¡Ánimo, pues, arquitectos del divino maestro! Trabajad, edificad. Dios coronará vuestra obra. Pero no olvidéis que Cristo desconoce a cualquiera de sus discípulos que sólo tenga la caridad en los labios; no basta creer, sobre todo es menester dar el ejemplo de bondad, de benevolencia y de desinterés, sin esto, vuestra fe será estéril para vosotros.
– San Agustín.
II
El mismo Cristo preside los trabajos de toda clase que están en camino para abriros la era de renovación y de perfeccionamiento que os profetizan vuestros guías espirituales. Si en efecto, echáis una mirada fuera de las manifestaciones espiritistas, sobre los acontecimientos contemporáneos, reconoceríais sin duda alguna, las señales precursoras que os probarán de una manera irrecusable que han llegado los tiempos predichos. Las comunicaciones se establecen entre todos los pueblos; destruidas las barreras materiales, los obstáculos morales que se oponen a su unión, las preocupaciones políticas y religiosas se borrarán rápidamente, y el reino de la fraternidad se establecerá en fin de una manera sólida y duradera. Observad desde hoy a los mismos soberanos, empujados por una mano invisible, tomar, cosa nunca oída por vosotros, la iniciativa en las re formas, y las reformas que vienen de arriba y espontáneamente son mucho más rápidas y más duraderas que las que vienen de abajo y arrancadas por la fuerza. Yo, sin embargo de las preocupaciones de la infancia y de la educación, sin embargo del culto del recuerdo, había presentido la época actual; soy feliz por ello, y soy aun más feliz viniendo a deciros: "Hermanos, ánimo. Trabajad para vosotros y para el porvenir de los vuestros. Trabajad sobre todo por vuestro mejoramiento personal, y gozaréis en vuestra primera existencia de una felicidad de la que os es tan difícil el formaros una idea, como a mí el hacerla.
Chateaubriand.
III
Yo pienso que el Espiritismo es un estudio enteramente filosófico de las causas secretas, de los movimientos interiores del alma, poco o de ninguna manera definidos hasta ahora. Explica aun más que no descubre nuevos horizontes.
La reencarnación y las pruebas sufridas antes de llegar al fin supremo, no son revelaciones sino una confirmación importante. Me quedo absorto de ver las verdades que "este medio" pone en evidencia. Digo "medio" con intención, porque a mi parecer, el Espiritismo es una palanca que separa las barreras de la oscuridad. La preocupación de las cuestiones morales, está enteramente por crear; se discuten la política que remueve los intereses generales, se discuten los intereses privados, se toma pasión por el ataque o defensa de las personalidades; los sistemas tienen sus partidarios y sus detractores; pero las verdades morales, las que son el pan del alma, el pan de la vida, se han dejado en el polvo aumentado por los siglos.
Todas las perfecciones son útiles a los ojos de la multitud, menos la del alma; su educación, su elevación son quimeras, buenas todo lo más para ocupar los ocios de los sacerdotes, de los poetas, de las mujeres, sea por seguir la moda, o como enseñanza.
Si el "Espiritismo" resucita al "espiritualismo", volverá a la sociedad el aliento que da a los unos la dignidad interior y a los otros la resignación; a todos la necesidad de elevarse hacia el Ser supremo, olvidado y desconocido por sus ingratas criaturas.
J.J. Rousseau.
IV
Si Dios envía a los hombres Espíritus para instruirles, es con el fin de ilustrarles sobre sus deberes, enseñarles el camino que puede abreviar sus pruebas y por esto mismo activar su adelantamiento; además de la misma manera que el fruto llega a sazonarse, también el hombre llegará a la perfección. Pero al lado de los Espíritus buenos que quieren vuestro bien, hay también los Espíritus imperfectos que quieren vuestro mal; mientras los unos os conducen adelante, los otros os empujan hacia atrás; debéis poner toda vuestra atención para distinguirles; el medio es fácil: procurad sólo comprender que todo lo que viene de un Espíritu bueno no puede dañar a nadie, y que todo lo que es malo, no puede proceder sino de un Espíritu malo. Si vosotros no escucháis las prudentes amonestaciones de los Espíritus que os quieren bien, si os agraviáis de las verdades que pueden deciros, es evidente que os aconsejan los malos Espíritus; sólo el orgullo puede impediros el que os reconozcáis tales como sois; pero si no lo veis vosotros mismos, otros lo ven por vosotros; de manera que sois vituperados por los hombres que se ríen detrás de vosotros y por los Espíritus.
Un Espíritu familiar.
V
Vuestra doctrina es santa y hermosa. El primer jalón está plantado y con mucha solidez. Ahora ya no tenéis otra cosa que hacer sino marchar; el camino que se os ha abierto es grande, majestuoso. Bienaventurado el que llegará al puerto; cuanto más prosélitos habrá hecho, más le se rá tomado en cuenta. Pero por esto no abracéis la doctrina fríamente; es menester hacerlo con ardor, y este ardor será doble porque Dios está siempre con vosotros cuando hacéis el bien. Todos aquellos que conduciréis serán otras tantas ovejas que volverán a entrar en el redil; ¡pobres rebaños, medio descarriados! Creed bien que el más escéptico, el más ateo, el más incrédulo, en fin, tiene siempre un pequeño rincón en su corazón que quisiera ocultar a sí mismo. Pues bien, este es el pequeño rincón que debéis buscar, el que es preciso encontrar; este lado vulnerable es el que debe atacarse; es una pequeña brecha que se ha dejado abierta expresamente por Dios para facilitar a su criatura el medio de volver a entrar en su seno.
San Benito.
VI
No os asustéis por ciertos obstáculos y por ciertas controversias.
No atormentéis a nadie con ninguna insistencia; la persuación no llegará a los incrédulos sino por vuestro desinterés, por vuestra tolerancia y vuestra caridad para todos sin excepción.
Guardáos sobre todo de violentar la opinión, ni con palabras ni con demostraciones públicas. Cuanto más modestos seréis más conseguiréis haceros apreciar. Que no os haga obrar ningún móvil personal y encontraréis en vuestras conciencias una fuerza atractiva que sólo el bien procura.
Los Espíritus trabajan por orden de Dios para el progreso de todos sin excepción; vosotros espiritistas haced lo mismo.
San Luis.
VII
¿Cuál es la institución humana, aun divina que no ha tenido obstáculos que vencer, chismes contra los cuales ha sido preciso luchar? Si no tuviesen sino una existencia triste y moribunda, no se dirigirían contra vosotros, sabiendo bien que deberíais sucumbir de un momento a otro; pero como vuestra vitalidad es fuerte y activa, como el árbol espiritista tiene fuertes raíces, suponen que puede vivir largo tiempo y ensayan la segur contra él. ¿Qué harán estos envidiosos? Todo lo más cortarán algunas ramas que rebrotaran con nueva savia y serán más fuertes que nunca.
Channing.
VIII
Voy a hablaros sobre la firmeza que debéis tener en vuestros trabajos espiritistas.
Se os ha hecho una cita con este objeto, os aconsejo que a estudiéis de corazón y que os apliquéis el espíritu de ella; porque de la misma manera que San Pablo, vosotros seréis perseguidos no en carne y hueso, pero en espíritu; los incrédulos, los fariseos de la época, blasfemarán de vosotros y os abofetearán; pero no temáis, ésta será una prueba que os fortificará si sabéis sobrellevarla por amor a Dios y más tarde veréis coronados vuestros esfuerzos; éste será un gran triunfo para vosotros en el día de la eternidad, sin olvidar que, en este mundo, es ya un consuelo para las personas que han perdido parientes y amigos; sabed que son felices y que podéis comunicaros con ellos, es ya una dicha. Marchad, pues, adelante; cumplid la misión que Dios os ha dado, y os será tomada en cuenta en el día que compareceréis ante el Todopoderoso.
Channing
IX
Vengo yo, tu Salvador y tu juez, vengo como en otro tiempo, entre los hijos descarriados de Israel; vengo a traer la verdad y a disipar las tinieblas. Escuchadme. El Espiritismo, como otra vez mi palabra, debe recordar a los materialistas que sobre ellos reina la inmutable verdad: Dios bueno, el Dios grande que hace germinar la planta y que levanta las olas. Yo he revelado la doctrina divina; yo como un segador he atado en manojos el bien esparcido en la humanidad, y he dicho: ¡Venid a mí todos vosotros que sufrís!
Pero los hombres ingratos se han separado del camino recto y ancho que conduce al reino de mi padre y se han separado en los ásperos senderos de la impiedad.
Mi padre no quiere aniquilar la raza humana; quiere no ya por los profetas, tampoco por los apóstoles, quiere que ayudándoos los unos a los otros, muertos y vivos, es decir, muertos según la carne, porque la muerte no existe, os socorráis, y que la voz de aquellos que ya no están se haga oír aun para gritaros: ¡Rogad y creed! porque la muerte es la resurrección, y la vida la prueba elegida durante la cual vuestras virtudes cultivadas deben engrandecer y desarrollarse como el cedro.
Creed en las voces que os responde: éstas son las mismas almas de aquellos que evocáis. Yo me comunico rara vez; amigos míos, aquellos que asistieron en mi vida y en mi muerte son los intérpretes divinos de las voluntades de mi Padre.
Hombres débiles que creéis en el error de vuestras obscuras inteligencias, no apaguéis la antorcha que la clemencia divina coloca en vuestras manos para iluminar vuestro camino y conduciros, hijos perdidos, en el regazo de vuestro Padre.
Yo os lo digo en verdad, creed en la diversidad, en la "multiplicidad" de los Espíritus que os rodean. Estoy demasiado conmovido por vuestras miserias, por vuestra inmensa debilidad, para no tender una mano protectora a los infelices descarriados que, viendo el cielo, caen en el abismo del error. Creed, amaos, comprended las verdades que os son reveladas; no mezcléis la cizaña con el buen grano, los sistemas con las
verdades.
¡Espiritistas! amaos, he aquí la primera enseñanza; instruíros, aquí tenéis la segunda. Todas las verdades se encuentran en el cristianismo; los errores que en él han echado raíces son de origen humano; y ved que de la otra parte de la tumba que vosotros creéis la nada, voces os llaman: ¡Hermanos! nada perece; Jesucristo es el
vencedor del mal, seáis vosotros los vencedores de la impiedad.
Nota. – Esta comunicación, obtenida por uno de los mejores médiums de la Sociedad Espiritista de París, está firmada con un nombre que el respeto no nos permite reproducir sino bajo toda reserva, tan grande sería el insigne favor de su autenticidad y porque se ha abusado demasiado de él en las comunicaciones evidentemente apócrifas; este nombre es el de Jesús de Nazareth. No dudamos de ningún modo que pueda manifestarse; pero si los Espíritus verdaderamente superiores no lo hacen sino en circunstancias excepcionales, la razón nos impide creer que el Espíritu puro por excelencia responde al llamamiento de cualquiera; en todo caso habría profanación en atribuirle un lenguaje indigno de él.
Por estas consideraciones nos hemos abstenido siempre de publicar nada que lleve este nombre; y creemos que no se podría ser bastante circunspecto en las publicaciones de esta clase, que sólo tienen autenticidad por el amor propio, y que el menor inconveniente es de proporcionar armas a los adversarios del Espiritismo.
Como hemos dicho, cuanto más elevados están los Espíritus en la jerarquía, tanta más desconfianza debe haber en aceptar su nombre; sería menester estar dotado de una grande dosis de orgullo para vanagloriarse de tener el privilegio de sus comunicaciones y creerse digno de hablar con ellos como con sus iguales. En la comunicación antecedente, no hacemos constar sino una cosa: la superioridad incontestable del lenguaje y de los pensamientos, dejando a cada uno el cuidado de juzgar si aquel cuyo nombre lleva la desmentiría.
Sobre los médiums
X
Todos los hombres son médiums; todos tienen un Espíritu que les dirige hacia el bien cuando saben escucharle. Que unos se comuniquen directamente con él por una mediumnidad particular, que otros no le oigan sino por la voz del corazón y de la inteligencia, poco importa, no por esto deja de ser el Espíritu familiar que les aconseja.
Llamadle espíritu, razón, inteligencia, siempre es una voz que responde a vuestra alma y os dicta buenas palabras; sino que vosotros no las comprendéis siempre. No todos saben obrar según los consejos de la razón, no de esta razón que se arrastra y humilla más bien que marcha, de esta razón que se pierde en medio de los intereses materiales y groseros, sino de la razón que eleva al hombre sobre sí mismo, que le transporta hacia las regiones desconocidas; llama sagrada que inspira al artista y al poeta, pensamiento divino que eleva al filósofo, fervor que arrastra a los individuos y a los pueblos, razón que el vulgo no puede comprender, pero que eleva al hombre y le acerca a Dios, más que a ninguna otra criatura, entendimiento que sabe conducirle de lo conocido a lo desconocido y le hace ejecutar las cosas mas sublimes. Escuchad, pues, a esta voz interior a este buen genio que os habla sin cesar, y llegaréis progresivamente a oír vuestro ángel guardián que os tiende la mano desde lo alto de los cielos; lo repito, la voz íntima que habla al corazón es la de los buenos Espíritus, y bajo este punto de vista todos los hombres son médiums.
Channing.
XI
El don de la mediumnidad es tan antiguo como el mundo; los profetas eran médiums; los misterios del Eleusis estaban fundados sobre la mediumnidad; los Caldeos, los Asirios, tenían médiums; Sócrates estaba dirigido por un Espíritu que le inspiraba los admirables principios de su filosofía; él oía su voz. Todos los pueblos han tenido sus médiums, y las inspiraciones de Juana de Arco no eran otra cosa que la voz de los Espíritus bienhechores que la dirigían. Este don que se esparce hoy día, era más raro en la edad media, pero jamás ha cesado. Swedenborg y sus adeptos tuvieron una numerosa escuela. La Francia de los últimos siglos, burlona y ocupada con una filosofía que queriendo destruir los abusos de la intolerancia religiosa, ofuscaba bajo el ridículo todo lo que era ideal, la Francia debía alejar al Espiritismo que no cesaba de progresar en el Norte. Dios había permitido esta lucha de ideas positivas contra las ideas espiritistas, porque el fanatismo se había hecho una arma de estas últimas; ahora que los progresos de la industria y de las ciencias han desarrollado el arte de vivir bien, a tal punto que las tendencias materiales han venido a ser dominantes, Dios quiere que los Espíritus vuelvan otra vez a conducir los intereses del alma; quiere que el perfeccionamiento del hombre moral sea lo que debe ser, es decir, el fin y el objeto de la vida. El Espíritu humano sigue una marcha necesaria, imagen de la gradación sufrida por todo lo que puebla el Universo visible e invisible; todo progreso llega a su hora: la de elevación moral ha llegado para la humanidad; no se cumplirá en vuestros días; pero dad gracias a Dios de que asistáis a la aurora bendecida.
Pedro Jouty ("Padre del médium").
XII
Dios me ha encargado de una misión que debo cumplir con los creyentes a quienes favorece con la mediumnidad. Cuantas más gracias reciben del Altísimo, más peligros corren, y estos peligros son tanto más grandes porque toman origen en los mismos favores que Dios les concede. Las facultades de que gozan los médiums les atraen los elogios de los hombres, las felicitaciones, las adulaciones: aquí está su escollo. Estos mismos médiums que deberían tener siempre presente en la memoria su incapacidad primitiva lo olvidan; hacen más: lo que sólo deben a Dios lo atribuyen a su propio mérito.
¿Qué sucede entonces? Los buen os Espíritus les abandonan, vienen a ser el juguete de los malos, y no tienen brújula para guiarse; cuanto más capaces se hacen, más inclinados están en atribuirse un mérito que no les pertenece, hasta que por fin Dios les castiga retirándoles una facultad que sólo pudo serles fatal.
No sabría cómo recomendaros a vuestro ángel guardián, para que os ayude a estar siempre preparados contra vuestro más cruel enemigo que es el orgullo. Acordáos mucho los que tenéis la dicha de ser los intérpretes entre los Espíritus y los hombres, que sin el apoyo de nuestro divino maestro seréis castigados con más severidad, porque habréis sido más favorecidos.
Espero que esta comunicación dará sus frutos y deseo que pueda ayudar a los médiums a mantenerse en guardia contra el escollo que les entrellaría; este escollo ya os lo he dicho, es el orgullo.
Juana de Arco.
XIII
Cuando vosotros queráis recibir buenas comunicaciones de buenos Espíritus, conviene prepararos a este favor por el recogimiento, por sanas intenciones y por el deseo de hacer bien con respecto al progreso general; porque acordáos que el egoísmo es una causa de retraso para todo adelantamiento. Acordáos de que Dios permite a algunos de entre vosotros el que recibáis la inspiración de ciertos hijos suyos que por su conducta, han sabido merecer la felicidad de comprender su bondad infinita, es que quiere a solicitud nuestra y en vista de vuestras buenas intenciones, daros los medios de adelantar en su camino; así, pues, médiums sacad provecho de esta facultad que Dios quiere concederos. Tened fe en la mansedumbre de nuestro maestro; tened la caridad siempre en práctica; no os canséis nunca de ejercer esta sublime virtud así como la tolerancia. Que vuestras acciones estén siempre en armonía con vuestra conciencia, es un medio cierto de centuplicar vuestra felicidad en esta vida pasajera y prepararos a una existencia mil veces más dulce aun.
El médium de entre vosotros que no se sienta con fuerzas de perseverar en la enseñanza de los Espíritus, que abstenga; porque no sacando provecho de la luz que le ilumina, será menos excusable que otro, y deberá expiar su ceguedad.
Pascal.
XIV
Hoy os hablaré del desinterés que debe ser entre los médiums una de sus cualidades esenciales, de la misma manera que la modestia y la abnegación. Dios les ha dado esta facultad con el fin de que ayuden a propagar la verdad, pero no para hacer de ella un tráfico; y por esto no sólo entiendo aquellos que quisieran explotarla como lo harían con un talento ordinario, que se harían médiums como uno se hace cantor o bailarín, sino todos aquellos que pretendiesen servirse de ella con cualquier mira de interés material.
¿Es racional el creer que los buenos Espíritus y menos aun Espíritus superiores, que condenan la avaricia, consientan a entregarse en espectáculo, y que como las comparsas, se pongan a disposición de un empresario de manifestaciones espiritistas?
No lo es tampoco el suponer que Espíritus buenos puedan favorecer miras de orgullo y de ambición. Dios les permite comunicarse con los hombres para sacarlos del cenegal terrestre y no para servir de instrumentos a las pasiones mundanas. No puede, pues, ver con placer a los que desvían de su verdadero objeto el don que les ha hecho y os aseguro que serán castigados, aun aquí abajo por las más amargas decepciones.
Delfina de Girardin.
XV
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