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Bases y características de la Revolución Industrial inglesa. La Revolución Agraria


  1. La Revolución Agraria, el antecedente en el deslinde y los cercados
  2. Bases y características de la Revolución Industrial inglesa
  3. La Revolución Industrial: definición y características
  4. Factores sociales y económicos que explican la peculiaridad inglesa
  5. La particularidad escocesa
  6. Bibliografía básica

Entre mediados del siglo XVIII y las décadas de 1860-70, Gran Bretaña primero y luego Bélgica, Francia y Alemania experimentaron un crecimiento económico con dos características hasta entonces desconocidas: el crecimiento alcanzó una magnitud muy superior a a cualquier otro anterior y, por primera vez en la historia se convirtió en sostenido.

Una de las diferencias más evidentes entre las sociedades preindustrial y moderna es el papel relativo de la agricultura, sumamente disminuido en la última de forma relativa. Durante el período de industrialización propiamente dicho, que se extiende más o menos desde comienzos del siglo XVIII, en Gran Bretaña, hasta la primera mitad del siglo XX, la principal característica de la transformación estructural de la economía fue el nacimiento del sector secundario: minería, manufacturas y construcción que se puede observar en la proporción tanto de mano de obra especializada como de producción.

La Revolución Agraria, el antecedente en el deslinde y los cercados

La Revolución Agraria de los siglos XVIII y XIX requirió de cambios tecnológicos e institucionales. El proceso se inició en Inglaterra de fines del siglo XVII, cuando algunos aristócratas de la región de Norfolk introdujeron la rotación cuatrienal. Luego aparecieron los fertilizantes químicos y la maquinaria movida a vapor.

Trigo

Tubérculos (papas y nabos)

Cereales de primavera y leguminosas

Plantas forrajeras (pastos)

Estas plantas nitrogenan el suelo y se alternan en el próximo año.

La innovación resultó trascendental pues se eliminó el barbecho y los tubérculos y las plantas forrajeras permitieron alimentar más el ganado, por lo que aumentó su número así como la cantidad de abono vegetal. Otras innovaciones fueron la selección de semillas, la utilización de arados de hierro más perfeccionados tirados por caballos y no bueyes, las máquinas sembradoras arrastradas por caballos y la mayor división del trabajo.

Al igual que fue la primera nación en industrializarse a gran escala, Inglaterra fue también una de las primeras en incrementar su producción agrícola. A finales del siglo XVII superaba ya a la mayoría de Europa continental en productividad agrícola, con solamente un 60 % de sus trabajadores ocupados básicamente en la producción de alimentos. Aunque el número real de trabajadores en la agricultura continuó creciendo hasta mediados del siglo XIX, su proporción fue descendiendo de forma constante hasta un 36% a principios del siglo XIX, el 22% a mediados del mismo (cuando la cifra absoluta alcanzaba su máximo) y menos de un 10% a comienzos del siglo XX.

Los medios a través de los cuales Inglaterra incrementó su productividad agrícola tienen mucho que agradecer a la experimentación de prueba y error con nuevos cultivos y rotaciones de cultivos. El nabo, el trébol y otros cultivos forrajeros fueron introducidos desde los Países Bajos en el siglo XVI y se difundieron ampliamente en el XVII.

Probablemente la innovación agrícola más importante antes de que en el siglo XIX se introdujera la agricultura científica fue el desarrollo de la llamada agricultura convertible, que implica la alternancia de cultivos agrícolas y pastos temporales, producto frecuentemente de los nuevos cultivos de forraje, en lugar de tener siempre unos mismos tierra cultivable y pastos. Esto supuso la doble ventaja de restaurar la fertilidad del suelo gracias a las rotaciones mejoradas, que incluían el cultivo de leguminosas, y de permitir un número mayor de ganado que producía así, al tiempo que más carne, leche y lana más abono para fertilizar. Muchos terratenientes y agricultores experimentaron también la cría selectiva de ganado.

La creciente productividad de la agricultura inglesa permitió alimentar a una población creciente. Entre 1660 y 1760 se produjo un excedente de producción para la exportación antes que la tasa de crecimiento de la población sobrepasara la tasa de crecimiento de la productividad. La comercialización de la agricultura reflejaba un proceso general de comercialización que se daba en toda la nación.

Sin embargo, las transformaciones en la agricultura inglesa daban cuenta de procesos más complejos que sobrepasan el mero cambio tecnológico. En el campo inglés se da un proceso de despojo de las tierras a los pequeños propietarios rurales, forzados a emplearse ahora en peores condiciones y, en muchos casos al no encontrar ya trabajo, marchare a las ciudades y convertirse en la mano de obra barata que el naciente capital industrial inglés necesitaría para avanzar y consolidarse.

La acumulación originaria del capital como la describiera Marx en El Capital, que tiene su origen en el deslinde y cercado de las fincas inglesas en la época, es la piedra angular en el desarrollo del modo de producción capitalista, tal y como lo conocemos hoy, y del desarrollo agrícola, industrial y comercial de Inglaterra. Decía Marx que: "Esta acumulación originaria viene a desempeñar en la Economía Política más o menos el mismo papel que desempeña en la teología el pecado original. Adán mordió la manzana y con ello el pecado se extendió a toda la humanidad. Los orígenes de la primitiva acumulación pretenden explicarse relatándolos como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos —se nos dice—, había, de una parte, una élite trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra, un tropel de descamisados, haraganes, que derrochaban cuanto tenían y aún más." (Marx, 1867).

Lo cierto es que: "Ni el dinero ni la mercancía son de por sí capital, como no lo son tampoco los medios de producción ni los artículos de consumo. Hay que convertirlos en capital. Y para ello han de concurrir una serie de circunstancias concretas, que pueden resumirse así: han de enfrentarse y entrar en contacto dos clases muy diversas de poseedores de mercancías; de una parte, los propietarios de dinero, medios de producción y artículos de consumo deseosos de explotar la suma de valor de su propiedad mediante la compra de fuerza ajena de trabajo; de otra parte, los obreros libres, vendedores de su propia fuerza de trabajo y, por tanto, de su trabajo. Obreros libres en el doble sentido de que no figuran directamente entre los medios de producción, como los esclavos, los siervos, etc., ni cuentan tampoco con medios de producción de su propiedad como el labrador que trabaja su propia tierra, etc.; libres y desheredados. Con esta polarización del mercado de mercancías se dan las condiciones fundamentales de la producción capitalista." (Marx, 1867).

Explicaba Marx que: "En Inglaterra, la servidumbre había desaparecido ya, de hecho, en los últimos años del siglo XIV. En esta época, y más todavía en el transcurso del siglo XV, la inmensa mayoría de la población se componía de campesinos libres, dueños de la tierra que trabajaban, cualquiera que fuese la etiqueta feudal bajo la que ocultasen su propiedad. En las grandes fincas señoriales, el bailiff [gerente de finca], antes siervo, había sido desplazado por el arrendatario libre. Los jornaleros agrícolas eran, en parte, campesinos que aprovechaban su tiempo libre para trabajar a sueldo de los grandes terratenientes y, en parte, una clase especial relativa y absolutamente poco numerosa de verdaderos asalariados. Mas también éstos eran, de hecho, a la par que jornaleros, labradores independientes, puesto que, además del salario, se les daba casa y labranza con una cabida de 4 y más acres. Además, tenían derecho a compartir con los verdaderos labradores el aprovechamiento de los terrenos comunales en los que pastaban sus ganados y que, al mismo tiempo, les suministraban la madera, la leña, la turba, etc.

La producción feudal se caracteriza, en todos los países de Europa, por la división del suelo entre el mayor número posible de tributarios. El poder del señor feudal, como el de todo soberano, no descansaba solamente en la longitud de su rollo de rentas, sino en el número de sus súbditos, que, a su vez, dependía de la cifra de campesinos independientes. Por eso, aunque después de la conquista normanda el suelo inglés se dividió en unas pocas baronías gigantescas, (…) El preludio de la transformación que había de echar los cimientos para el régimen de producción capitalista, coincide con el último tercio del siglo XV y los primeros decenios del XVI. El licenciamiento de las huestes feudales (…) lanzó al mercado de trabajo a una masa de proletarios libres y desheredados.

El poder real, producto también del desarrollo burgués, en su deseo de conquistar la soberanía absoluta aceleró violentamente la disolución de estas huestes feudales, pero no fue ésa, ni mucho menos, la única causa que la produjo. Los grandes señores feudales, levantándose tenazmente contra la monarquía y el parlamento, crearon un proletariado incomparablemente mayor, al arrojar violentamente a los campesinos de las tierras que cultivaban y sobre las que tenían los mismos títulos jurídicos feudales que ellos, y al usurparles sus bienes comunales. El florecimiento de las manufacturas laneras de Flandes y la consiguiente alza de los precios de la lana, fue lo que sirvió de acicate directo para esto en Inglaterra. La antigua aristocracia había sido devorada por las guerras feudales, la nueva era ya una hija de sus tiempos, de unos tiempos en los que el dinero es la potencia de las potencias. Por eso enarboló como bandera la transformación de las tierras de labor en terrenos de pastos para ovejas. (…) Los bienes comunales —completamente distintos de los bienes de dominio público, a que acabamos de referirnos— eran una institución de viejo origen germánico, que se mantenía en vigor bajo el manto del feudalismo. Hemos visto que la usurpación violenta de estos bienes, acompañada casi siempre por la transformación de las tierras de labor en pastos, comienza a fines del siglo XV y prosigue a lo largo del siglo XVI." (Marx, 1867).

Las Enclosure Acts de Inglaterra fueron las leyes que obligaron a cercar las tierras provocaron que más de 2,4 millones de ha cultivadas por pequeños propietarios y de tierras comunales usufructuadas por campesinos sin tierra se convirtieran en grandes haciendas compradas por aristócratas, comerciantes y campesinos ricos.

Otros ejemplos de tales transformaciones extendías al resto del agro europeo, que forman parte del tránsito hacia un nuevo modo de producción social fueron, en Prusia cuando los siervos fueron obligados a indemnizar en metálico a sus señores tras la abolición de la servidumbre. Como la mayoría no disponía de dinero suficiente recurrieron a entregar sus parcelas, de manera que los junkers consolidaron sus latifundios, donde introdujeron las nuevas tecnologías y los trabajadores asalariados. Mientras la Revolución Francesa transformó la propiedad feudal de la tierra en dos etapas. Entre 1789 y 1792 los girondinos suprimieron los derechos feudales, la nobleza perdió el privilegio de vincular la tierra y las propiedades de la iglesia fueron vendidas en subasta pública pasando a manos de comerciantes y campesinos acomodados. Entre 1793 y 1794 las tierras comunales y las de la nobleza exiliada se repartieron entre el campesinado porque los jacobinos deseaban instaurar una sociedad de pequeños productores iguales entre sí.

La Revolución Agraria tuvo un efecto crucial para la industrialización:

(i) Crecimiento en la producción de alimentos y materias primas que posibilitó el abastecimiento de las ciudades. (ii) La transferencia de mano de obra a la industria y los servicios. (iii) La mayor productividad del sector provocó la disminución de los costos haciendo que aumentaran los beneficios y los salarios, esto impulsó la demanda de bienes industriales de capital y de consumo. (iv) Progresivo descenso de los precios de los alimentos. (v) La agricultura proveyó de capital a los sectores secundario y terciario. (vi) El ahorro agrícola contribuyó a la construción de carreteras, canales y ferrocarriles.

La Revolución Agraria se convirtió en causa inmediata de la Revolución Industrial, porque incrementó la población, la demanda agregada y proporcionó mano de obra al sector secuandario y terciario.

Bases y características de la Revolución Industrial inglesa

Al comienzo del siglo XVIII varias regiones de Europa, principalmente de Europa occidental, habían acumulado ya concentraciones considerables de industria rural, aunque no exclusivamente en la actividad textil.

A principios de nuestros años setenta se inventó un nuevo término para describir el proceso de expansión y ocasional transformación de esas industrias: protoindustrialización. El término se empleó por primera vez para referirse a la industria del lino de Flandes. Era una industria rural, con base en casas de campo y organizada por empresarios en Gante y otras ciudades de feria, que exportaba su producción, el tejido de lino, a mercados lejanos, especialmente a los del imperio español. Los trabajadores, unidades familiares formadas por marido, mujer e hijos, solían cultivar además pequeñas parcelas de terreno, aunque también compraban artículos adicionales en los mercados.

Las características esenciales de una economía protoindustrial son:

  • a) Trabajadores dispersos, generalmente rurales, organizados por empresarios urbanos (mercaderes-manufactureros) interesados en los negocios de exportación, que desean romper los límites impuestos por los gremios, que les proporcionan las materias primas y venden su producción en mercados lejanos. Los productos elaborados o semielaborados recibían el acabado en las ciudades.

  • b) Los trabajadores deben comprar, cuando menos, una parte de sus medios de subsistencia. Esta definición describe la industria a domicilio, industria doméstica y sistema de "putting-out". La diferencia significativa está en el hincapié en los mercados lejanos; la mayoría de la industria a domicilio o domestica abastecía solamente a los mercados locales.

  • c) Se refiere a industrias de bienes de consumo, especialmente textiles. Sin embrago mucho antes del advenimiento del sistema fabril en la industria del algodón existían ya otras industrias altamente capitalizadas, a gran escala, que producían bienes de capital o intermedios, y a veces, incluso, bienes de consumo. Se ha hablado ya de las manufactures royales francesas que generalmente se hallaban instaladas en grandes estructuras tipo fábrica donde los artesanos cualificados trabajaban bajo la supervisión de un capataz o empresario, pero sin máquinas. Los grandes terratenientes asumieron también el papel de empresarios en la industria del carbón, explotando las minas situadas en sus fincas. Las fundiciones, generalmente situadas en áreas rurales cerca de las cuales hubiera madera (para el carbón vegetal) y mineral de hierro, empleaban a veces a cientos, incluso miles de trabajadores. Las labores del plomo, del cobre y del vidrio estaban también frecuentemente organizadas a gran escala, y lo mismo los astilleros.

Estamos en un momento de consolidación de la industria doméstica. Los trabajadores, en muchos casos campesinos que se dedicaban a estas actividades textiles durante los meses en los que escasean las labores agrarias, recibían las materias primas de un intermediario, trabajaban en su casa, donde no era muy complicado tener una rueca para hilar o un telar donde tejer, y devolvían los artículos manufacturados al intermediario que les pagaba por el trabajo realizado.

Otro factor de vital importancia para el avance de la Revolución Industrial fue Revolución Demográfica ocurrida desde el siglo XVIII, cuando tras miles de años de un crecimiento muy lento, inferior al 0,1% anual y sometido además a constantes retrocesos (guerras, epidemias, catástrofes…), la población humana empezó a crecer a ritmos hasta veinte veces más rápido que lo había hecho hasta entonces y, además, de una forma sostenida.

Los progresos en el conocimiento científico, la agricultura, la industria y la medicina, entre otros factores hicieron posible ese crecimiento que llevó a la población mundial a pasar de poco más de 500 millones en el año 1700, a 2500 millones en 1950. En apenas tres siglos la población del mundo se quintuplicó.

Los cambios intelectuales también fueron causas fundamentales en la Revolución Industrial, en el sentido de que permitieron o fomentaron los demás. Ya en la Edad Media algunos individuos habían empezado a considerar las posibilidades prácticas del aprovechamiento de las fuerzas de la naturaleza. Los logros científicos posteriores asociados a Copérnico, Galileo, Descartes y Newton, entre otros muchos, reforzaron tales ideas. En Inglaterra, la influencia de Francis Bacon, uno de cuyos aforismos fue "saber es poder", llevó a la fundación, en 1660, de la Royal Society "para el avance del conocimiento de la naturaleza". La voluntad de experimentar y de innovar penetró en todos los estratos de la sociedad, incluso entre la población agrícola, tradicionalmente, la más conservadora y recelosa de las innovaciones.

La Revolución Industrial: definición y características

Describe el período de la historia británica que fue testigo de la aplicación de la maquinaria mecánica en las industrias textiles, de la introducción de la máquina de vapor de James Watt y del triunfo del sistema de producción fabril. Por analogía, el término se ha aplicado también al comienzo de la industrialización en otros países, aunque sin acuerdo general en las fechas.

Algunas características que distinguen con claridad la industria "moderna" de la "premoderna" son: (i) el uso extensivo de maquinaria mecánica; (ii) la introducción de nuevas fuentes de energía inanimadas, especialmente combustibles fósiles; y (iii) el uso generalizado de materias que normalmente no se encuentran en la naturaleza. Característica relacionada con ellas es la mayor escala de las empresas en la mayoría de las industrias.

Las mejoras más significativas en la tecnología tuvieron que ver con el uso de maquinaria y energía mecánica para realizar tareas que hasta entonces se habían hecho de forma mucho más lenta y laboriosa con energía humana o animal, o que no se habían realizado en absoluto. Máquinas elementales como la rueda, la polea y la palanca se habían usado desde la Antigüedad, y durante siglos la humanidad había utilizado también una pequeñísima parte de la energía inanimada de la naturaleza para impulsar los barcos de vela y accionar los molinos de viento y de agua para procesos industriales elementales.

Durante el siglo XVIII tuvo lugar un notable crecimiento en el uso de energía hidráulica en industrias como los molinos de grano, procesos textiles y metalurgia, y en los últimos tiempos hemos sido testigos de la proliferación de una amplia variedad de fuerzas motrices, desde pequeños motores eléctricos de corriente uso doméstico hasta los enormes reactores nucleares.

Pero los avances más importantes en la aplicación de energía en los primeros pasos de la industrialización supusieron la sustitución de la madera y el carbón vegetal por el carbón de piedra como combustible, y la introducción de la máquina de vapor en la minería, la manufactura y el transporte. De forma similar, aunque durante siglos se había transformado los minerales metálicos en metales, el uso de hulla y de coque en el proceso de fundición redujo enormemente su coste y multiplicó sus aplicaciones mientras que la de la ciencia química creó una multitud de nuevos materiales artificiales o sintéticos.

Con el desarrollo de máquinas cada vez más complejas, grandes, costosas y necesitadas de fuentes de energía masivas como corrientes de agua o, posteriormente, la máquina de vapor comenzó el principio del fin de la industria doméstica. Para rentabilizar esas máquinas resultaba más barato concentrar bajo un mismo techo, en la fábrica, a muchos obreros. Comienza la época de las grandes factorías que, con sus chimeneas humeantes y sus masas de obreros trabajando simbolizan la industrialización. Crece la importancia del empresario, el dueño del capital que aumenta su control sobre la producción, sobre las jornadas y ritmos de trabajo, las técnicas utilizadas, las inversiones… 

Aunque se reconocía el crecimiento de la productividad como resultado del uso de energía mecánica y maquinaria, la mayoría de los informes destacaban el uso extensivo de mano de obra infantil, la desaparición de oficios tradicionales reemplazados por la maquinaria y las insalubres condiciones de vida de las nuevas ciudades fabriles.

Además de la continuada explotación de la mano de obra, otras causas de la elevación de la productividad fueron:

  • a) Nuevas tecnologías incorporadas a la producción agraria, industrial y los transportes. En casi todos los casos se trató de sencillos descubrimientos hechos por artesanos mediante el método de prueba y error, de manera que la ciencia contribuyó poco al progreso tecnológico durante la primera fase de la Revolución Industrial. Por ejemplo, la rotación cuatrienal fue un descubrimiento empírico de los agricultores holandeses.

Las innovaciones de la industria y los transportes nacieron en Inglaterra pues este país contaba con un artesanado altamente cualificado y con un sistema de patentes, aunque este no pudo evitar que durante décadas esta tecnología se extendiera por otros países europeos mediante la emigración clandestina de artesanos, el espionaje industrial y el contrabando de máquinas ya que, hasta 1825, Inglaterra no permitió la libre salida de técnicos y maquinaria.

La ciencia y la ingeniería pasaron a determinar el progreso tecnológico a partir de 1850. Aparecen nuevas máquinas movidas primero con energía hidráulica y luego con vapor; se emplearon materias inorgánicas muy abundantes como el carbón, hierro, ladrillos, tintes artificiales, fertilizantes químicos que remplazaron a otras orgánicas cuya escasez relativa imponía límites al crecimiento como maderas, tintes vegetales, abono animal, etc.

  • b) Nuevas formas de organización del trabajo. Se sustituyen pequeñas unidades de producción –minifundios y talleres artesanales- por grandes haciendas y fábricas de propiedad de empresarios que empleaban mano de obra asalariada. Ello supuso la organización más eficiente de la producción por: (i) mayor división del trabajo, (ii) imposición de una metódica y férrea disciplina laboral y (iii) división de las funciones de dirección.

  • c) Especialización económica territorial.

  • d) Cambio estructural por la Ley de Engel, cambios en la estructura de la oferta y la demanda. La mayor demanda de bienes industriales creó incentivos para producirlos, lo que resultó posible pues el incremento de la productividad agraria permitió liberar factores del sector primario.

Factores sociales y económicos que explican la peculiaridad inglesa

Abundancia de capitales, procedentes, en parte, del dominio comercial británico, pues desde el siglo XVII la marina mercante británica en dura competencia con los holandeses se había hecho con el control de buena parte de los intercambios comerciales de otros continentes con Europa. El comercio de productos como el té o el tabaco, y el tráfico de esclavos, había permitido la creación de enormes fortunas, en manos de comerciantes y banqueros. Este comercio colonial proporcionaba a Gran Bretaña materias primas y mercados donde vender sus productos manufacturados.

Incremento sostenido de la capacidad para producir alimentos por parte de la agricultura británica desde la aprobación de leyes que permiten el cercamiento de las propiedades y la expulsión de los campesinos libres (Revolución Agraria).

Existencia de una abundante mano de obra dispuesta a trabajar para asegurar su sobrevivencia. La población británica crece a gran ritmo: el suministro constante y creciente de alimentos va terminando con las crisis demográficas. Parte de esa población en crecimiento emigrará a las ciudades y formará la masa de los trabajadores industriales.

La mayor libertad económica a causa de la debilidad relativa con respecto a otros países de organismos como gremios que suponían un freno a cualquier innovación en las actividades industriales. No es casual que fuese un británico, el escocés Adam Smith, autor de La Riqueza de las Naciones, quien hiciese la más destacada e influyente defensa de la libertad económica. Para Adam Smith la mejor forma de emplear el capital para crear riqueza es aquella en la cual la intervención de los gobiernos es lo más reducida posible. La mano invisible del mercado asigna siempre de la forma más eficiente los recursos económicos de un país.

Abundancia de emprendedores entre los comerciantes y los grandes propietarios de tierra. Una aristocracia que permite y premia las innovaciones y la creación de riqueza, en contraste con la nobleza de otros países, más tradicional, apegada a la tierra y que desprecia cualquier forma de trabajo productivo.

Menor peso de los impuestos al comercio en el mercado interno. En Gran Bretaña el peso de los impuestos interiores era muy reducido comparado con otros países europeos donde era muy común encontrarse aduanas interiores cada pocos kilómetros lo que convertía al comercio en una actividad poco productiva. Puede decirse que en Gran Bretaña existía ya un mercado nacional que en otros países sólo existirá cuando se eliminen las aduanas interiores y se cree una importante red de ferrocarriles.

Abundancia de hierro y, sobre todo, de carbón. El hierro se encontraba en los Montes Peninos, mientras que el carbón abundaba tanto en Inglaterra como en Gales y Escocia. De hecho, después de tres siglos de explotación, Gran Bretaña sigue teniendo enormes reservas de carbón. En las proximidades de las minas de carbón se concentrará gran parte del potencial industrial británico en especial con el nacimiento de una fuerte industria siderúrgica básica para proporcionar metales baratos para la construcción de máquinas, ferrocarriles, infraestructuras…

Fácil y constante suministro de agua como fuente de energía, pues el clima, lluvioso superando de promedio los 1000 mm anuales y sin estación seca, proporciona corrientes de agua numerosas y constantes. La energía hidráulica desempeñará un importante papel en los años previos a la difusión de la máquina de vapor.

El factor "insular": abundancia de puertos que facilitan el comercio nacional e internacional. Este factor unido a la existencia de muchos ríos navegables y canales que se construirán favoreció la creación muy temprana de un mercado nacional con las ventajas que supone contar con un mercado de gran tamaño a la hora de acometer inversiones.

Aun gozando de estas ventajas naturales, la demanda de una mejor infraestructura de transporte aumentó en Gran Bretaña con rapidez. La década de 1750 fue testigo del advenimiento de la época de los canales, durante la cual se construyeron vías navegables para conectar ríos entre sí o minas con sus mercados. Por medio de esos canales y ríos navegables se conectaron entre sí y también con todos los puertos principales, todos los centros importantes de producción y consumo. Las empresas de canales se organizaron como compañías privadas lucrativas instituidas por acta parlamentaria, que cobraban peaje a las embarcaciones independientes, a los explotadores de barcazas, y a veces, explotaban sus propias flotillas de barcazas alquilándolas.

La red de canales y ríos navegables de Gran Bretaña fue extremadamente eficaz para su época, pero aun así no satisfizo la demanda de transporte interior. Tradicionalmente, la conservación de las carreteras era responsabilidad de los municipios, que utilizaban mano de obra local forzada. Sin que resulte sorprendente, la condición de las carreteras así conservadas era deplorable. Al comenzar la década de 1690 el Parlamento dotó, por medio de actas privadas, fondos para construir y conservar tramos de buenas carreteras en las que los usuarios, ya viajara en carreta, coche de caballos, a caballo o a pie, pagaban peaje. Tales fondos no se organizaron en forma de compañías comerciales, sino que estaban promovidos y supervisados por un comité, formado generalmente por terratenientes, granjeros, mercaderes e industriales que buscaban tanto reducir sus obligaciones fiscales por conservar la carretera del municipio, como mejorar los accesos a los mercados. Aunque la mayoría de las carreteras eran relativamente cortas, de unas treinta millas más o menos, muchas estaban interconectadas, y con el tiempo formaron una densa red.

Un régimen político estable, la monarquía liberal, que desde el siglo XVII es el sistema político imperante, mientras en otros países de Europa se refuerza la monarquía absoluta, y que se mantiene libre de las revoluciones que aquejan a otros países europeos. Las numerosas guerras en las que se vio envuelto el Reino Unido durante los siglos XVIII y XIX no provocaron daños en territorio británico. La insularidad actuó en este sentido como una barrera de protección a la que se unía el desarrollo de una poderosa flota de guerra que mantendrá su hegemonía mundial durante los siglos XVIII y XIX. La existencia de una moneda estable y un sistema bancario organizado, el Banco de Inglaterra fue creado ya en 1694. Estas condiciones no se darán en otros países europeos hasta finales del siglo XVIII.

La comercialización y desarrollo de la organización financiera de la nación se influyeron entre sí. Los orígenes del sistema bancario inglés son oscuros, pero en los años que siguieron a la Restauración de 1660 varios orfebres importantes de Londres empezaron a funcionar como banqueros. Emitían recibos de depósito que circulaban como billetes de banco, y concedían préstamos a empresarios solventes. La fundación del Banco de Inglaterra en 1694, con su monopolio legal de banco de capital conjunto, forzó a los banqueros privados ingleses a abandonar sus emisiones de billetes de banco, pero continuaron funcionando como bancos de depósito, aceptando y descontando letras de cambio. Mientras tanto, aunque los "corredores de dinero" (brokers) abogados y ricos mayoristas llevaban a cabo algunas funciones bancarias elementales, como descontar letras de cambio y remitir fondos a Londres, el resto de las provincias permanecieron sin instalaciones bancarias oficiales. El Banco de Inglaterra no abrió sucursales y sus billetes de banco (de gran valor) no circulaban fuera de Londres. Además, la Real Casa de la Moneda era extremadamente ineficaz; el valor de sus monedas de oro era demasiado grande para ser útil al pagar salarios o comercializar al por menor, y acuñó muy pocas monedas de plata o cobre. Esta ausencia de moneda pequeña movió a la empresa privada a llenar este vacío: industriales, mercaderes e incluso taberneros emitieron vales y monedas que cubrían las necesidades de la circulación monetaria local. De estos diversos orígenes surgió la institución de los "bancos rurales" (cualquier banco que no estuviera localizado en Londres), cuyo crecimiento fue sumamente rápido durante la segunda mitad del siglo XVIII; en 1810 había casi ochocientos.

La euforia engendrada por la Revolución Gloriosa tuvo como consecuencia la creación de varias sociedades anónimas en el decenio de 1690, algunas de ellas, como el Banco de Inglaterra, con estatutos reales y concesión de monopolio. La ley de aquella época era ambigua en la cuestión de organización de los negocios. Tras el venturoso final de la Guerra de Sucesión española, inundó el país una euforia similar que culminó en el alza financiera especulativa conocida como la Burbuja del Mar del Sur. El episodio recibió este nombre de la Compañía del Mar del Sur, a la que en 1711 se concedió sobre el papel el monopolio del comercio con el imperio español, aunque la razón verdadera de su creación fue reunir dinero para que el gobierno pudiera continuar la guerra. La burbuja estalló en 1720, cuando el Parlamento, a requerimiento de la Compañía del Mar del Sur, aprobó el Acta de la Burbuja (Bubble Act). El acta prohibía la formación de sociedades anónimas sin la autorización expresa del Parlamento, que se mostró bastante reacio a concederlas.

Como resultado, Inglaterra entró en su revolución industrial con una barrera legal contra la forma de organizar los negocios con capital común (o colectivo), condenando a la mayoría de sus iniciativas industriales y de otros tipos a ser asociaciones o simples empresas. La cuestión de si esta restricción obstaculizó la industrialización inglesa se ha debatido extensamente; en cualquier caso, no fue un obstáculo insalvable. El Acta de la Burbuja acabó siendo revocada en 1825.

Otra consecuencia importante, ya apuntada de la Revolución Gloriosa fue el emplazamiento definitivo de las finanzas públicas del reino en manos del Parlamento, lo que redujo significativamente el coste de la deuda pública y, por tanto, liberó capital para la inversión privada. El sistema de impuestos, si bien sumamente regresivo, es decir, gravaba proporcionalmente más a la población de ingresos bajos que a los ricos, permitió asimismo, precisamente por serlo, la acumulación de capital para invertir. Si buena parte de esa acumulación fue directamente a la industria es algo más discutible, ya que la mayoría de las empresas industriales fueron creciendo poco a poco por medio de la reinversión de beneficios. Indirectamente, sin embargo, por medio de las inversiones en infraestructura, especialmente en transporte, el capital contribuyó de forma importante al proceso de industrialización.

Las Revoluciones burguesas permitieron que la tierra entrara a los mercados y que parte de ella pasara a los comerciantes y campesinos ricos. La abolición de los derechos juridisccionales facilitó la incorporación a la industria de la mano de obra campesina. La supresión de los gremios dio paso libre a la instalación de industrias y al cambio tecnológico. Los mercados nacionales se unificaron y el comercio exterior se liberalizó. Las leyes crearon incentivos para el progreso individual: derecho a prosperar con independencia del origen social, firmes derechos de propiedad y seguridad ante el incumplimiento de los contratos.

La particularidad escocesa

Escocia, a diferencia de Gales, mantuvo su independencia de Inglaterra hasta la unión voluntaria de sus parlamentos en 1707. A mediados del siglo XVIII, sin embargo, Escocia era un país pobre y atrasado. La mayoría de su dispersa población se dedicaba todavía a una agricultura casi de subsistencia, y en grandes zonas de las Highlands el sistema tribal de organización económica y social permaneció intacto.

En menos de un siglo Escocia se puso, junto con Inglaterra, al frente de las naciones industriales del mundo. Con una población siete veces menor, Escocia producía más de una quinta parte del valor de los tejidos de algodón y más de una cuarta parte del hierro en lingotes. La Carron Company, fundada en 1759, fue la primera industria del hierro integrada a gran escala que utilizó coque en todo el mundo. Muchos de los más importantes innovadores y empresarios de las industrias químicas y de maquinaria fueron, asimismo, escoceses. En resumen: la transformación de Escocia, de ser una economía doméstica atrasada a convertirse en una de las primeras economías industriales, fue mucho más espectacular que la contemporánea industrialización de Inglaterra.

Las razones de la sobresaliente transformación de Escocia se han debatido con frecuencia. Su único recurso natural de importancia eran sus yacimientos de carbón, entremezclado con mineral de hierro de "banda negra", en la estrecha franja de las Lowlands comprendida entre los estuarios del Forth y del Clyde, área que sustentaba la mayoría de la población urbana de Escocia y casi todas sus industrias modernas.

La integración de Escocia en el imperio británico en 1707 le dio acceso en adelante no sólo a mercados ingleses, sino también a los de las colonias inglesas de Norteamérica y otros lugares, lo cual contribuyo sin duda a la aceleración del ritmo de la vida económica.

El sistema educativo del país, con cuatro universidades contra dos en Inglaterra, creó una población desacostumbradamente instruida para la época. De forma similar, el precoz sistema bancario de Escocia, completamente distinto del de Inglaterra y prácticamente libre de la regulación del gobierno, permitió a los empresarios escoceses un acceso relativamente fácil al crédito y al capital. Para terminar, no debería perderse de vista el hecho de que Escocia se mantuvo sin una administración política propia, dejando aparte los gobiernos locales, desde el Acta de Unión hasta 1885. Aunque aquellos que pensaban que un gobierno específicamente escocés podría haber tomado iniciativas más vigorosas y eficaces para promover el crecimiento económico deploraban esta situación, es posible que la ausencia de un gobierno central en Escocia fuera en el fondo una bendición.

Bibliografía básica

  • Rondo Cameron, Historia Económica Mundial. Desde el Paleolítico hasta el Presente, Alianza Universidad Textos, Cuarta reimpresión 1996

  • Selección de Lecturas de Historia Universal de Leonor Amaro Cano, La Habana, Editorial Pueblo y Educación.

  • Historia Moderna I. Selección de Lecturas. La Habana, Editorial Pueblo y Educación.

  • Historia General de las Civilizaciones. Maurice Crouzet.

  • Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Maurice Dobb.

  • El Capital. Carlos Marx (1867), fragmentos en

http://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/eccx86s.htm

 

 

Autor:

Jacqueline Laguardia Martínez