- Introducción
- El contexto actual
- La función de la divulgación de la ciencia en el contexto actual
- La estructura de la divulgación social de la ciencia
- Conclusión
- Bibliografía
Introducción
La comunicación de la tecnociencia es un fenómeno múltiple. Incluye la comunicación de contenidos, pero también de procedimientos, problemas, valores… Incluye la comunicación dentro de la propia comunidad de expertos, y también la comunicación entre ésta y el resto de la sociedad o sectores especiales de la misma. Incluye la comunicación a través del sistema educativo, de los llamados medios de comunicación, y de otros medios como los museos, el cine… (medios, por cierto, todos ellos en proceso de confluencia). Convengamos en llamar divulgación científica a la comunicación social de la tecnociencia a través de los medios de comunicación (prensa, radio, televisión…, y sus correspondientes versiones "e").
Durante mucho tiempo se ha entendido la divulgación de la ciencia bajo el llamado "modelo de déficit"[1]. Según éste, el público padece una carencia de conocimientos científicos por causa de la especialización de la ciencia y de la rapidez de su avance, de modo que el divulgador debe suplir ese déficit. Aquí se darán algunos pasos hacia la propuesta de un nuevo marco teórico para la divulgación de la ciencia. Tal como aquí se concibe, una teoría de este tipo es parte de la filosofía de la ciencia. Se trata de un estudio dentro de lo que Javier Echeverría ha llamado "contexto de educación" (que incluye la difusión de la ciencia). Esta teoría debe estar cerca de la situación real de la divulgación científica, pero no será meramente descriptiva o sociológica, sino que presentará aspectos normativos o críticos, como corresponde a la perspectiva filosófica.
En primer lugar, expondremos el contexto en el que ésta se produce actualmente: en sociedades democráticas y abiertas (o que aspiran a serlo), impregnadas de tecnociencia y condicionadas por el tráfico de información (sociedad de la información). Además, en el contexto actual se reconoce que la ciencia es acción humana que no puede aspirar a la certeza absoluta. Todo esto condiciona la forma en que debe entenderse la divulgación de la ciencia. En segundo lugar, examinaremos las funciones que se pueden esperar del sistema de divulgación de la ciencia en las condiciones actuales: éste es hoy un sistema social con cierta autonomía, pero en constante interacción, sobre todo con los sistemas tecnocientífico y político. En tercer y último lugar, estudiaremos la estructura que debe adoptar el sistema de divulgación de la ciencia para cumplir de forma adecuada las funciones que hoy le son propias: nos referiremos a los distintos elementos del sistema, al emisor de la información y a la selección de las fuentes, a los canales de la información científica y a las peculiaridades de los mensajes que conducen, así como a sus contenidos, a los receptores y a los efectos causados en los mismos. La conclusión principal que proponemos es que la divulgación de la ciencia es parte imprescindible de una sociedad como la nuestra, que está impregnada de tecnociencia, en la que la información es clave y que aspira al perfeccionamiento de la democracia. Una buena divulgación científica, dado el actual contexto, es una exigencia racional.
Queremos elaborar una teoría de la divulgación de la ciencia que nos sirva de orientación en la práctica, y que nos permita mejorar su difusión, pero que no sea excesivamente idealista, que no esté tan separada de la práctica real de la divulgación que acabe por resultar inútil. En consecuencia, tenemos que partir de las circunstancias que actualmente condicionan (y posibilitan) la divulgación de la ciencia.
En poco tiempo, desde la Segunda Guerra Mundial, han cambiado muchas cosas en ciencia y tecnología, en la reflexión filosófica sobre la ciencia y la tecnología y en nuestra sociedad. La ciencia se ha convertido claramente en un hecho social, ha estrechado sus vínculos con la tecnología y también con el sistema político. Por otra parte, la filosofía de la ciencia ha descubierto los aspectos pragmáticos de la misma (la ciencia es acción humana y social, no sólo resultados) y ha descubierto también que el conocimiento científico y su aplicación tecnológica tienen que convivir con la inevitable incertidumbre. Por último, la caída de los fascismos primero y del comunismo después ha traído consigo cambios sociales a favor de los sistemas democráticos. Los viejos marcos nacionales se han ido desdibujando y cediendo terreno a sociedades más abiertas, en las que se encuentran numerosas tradiciones. La tecnociencia es una de estas tradiciones. Pero, la simbiosis entre tecnociencia y poder político es cada vez más estrecha. Es precisamente en estas circunstancias en las que se desarrolla hoy la divulgación de la ciencia.
Como puede comprenderse fácilmente, ésta no se puede limitar ya a acarrear los resultados de la ciencia y los logros de la técnica desde el lugar donde se producen hasta las mentes necesitadas del vulgo. Hoy la comunicación científica es una pieza clave e imprescindible para el correcto funcionamiento de nuestra sociedad y tiene efectos en todas las direcciones, no sólo sobre el público, sino también sobre la ciencia, la tecnología y el sistema político (incluido el militar). El sistema de divulgación de la ciencia se ha convertido en un nodo de interacción entre ciencia, tecnología, sistema político y público, entendido éste en sus diversas facetas de ciudadano, consumidor, votante, contribuyente, afectado. Además, dicho sistema debe incluir entre sus contenidos no sólo los resultados y logros, sino también información sobre los procesos científicos y tecnológicos, los métodos, la incertidumbre e incluso los errores de la ciencia y la técnica, sobre la naturaleza y el valor de éstas y sus efectos sobre la sociedad y la naturaleza, sobre el impacto de sus investigaciones, aplicaciones y riesgos, sobre políticas de I+D, etc.
2.1. LA CIENCIA ES UN HECHO SOCIAL
Que la ciencia se ha convertido, al menos desde la Segunda Guerra Mundial en un complejo hecho social no requiere mayores demostraciones y puede ser tenido por algo obvio. Eso no quiere decir que haya desaparecido la investigación científica individual o en pequeños grupos y con escasos recursos (este tipo de ciencia también requiere atención por parte de los medios), pero este modo tradicional de investigación se ha visto rebasado hoy por la llamada "Gran Ciencia" (Big Science). Nos limitaremos a ilustrar la idea con un par de datos históricos aislados, pero significativos.
Isaac Newton ingresó como estudiante en el Trinity College de Cambridge en el mes de Julio de 1661. Allí permaneció hasta el verano del año 1665. En este momento Inglaterra se vio azotada por una epidemia de peste, y los estudiantes de Cambridge se vieron obligados a dejar la ciudad y refugiarse en el campo, donde las probabilidades de contagio eran menores. En la soledad de su obligado retiro de Woolsthorpe, entre 1665 y 1666, Newton descubrió el método de fluxiones, elaboró la teoría de los colores y concibió la idea de la gravitación universal. Según señala su biógrafo, Richard Westfall (1996:49-50), la famosa historia de la manzana parece estar vinculada también a su estancia en esta localidad. Todos estos logros, anota el propio Newton, "corresponden al periodo 1665-1666, los años de la epidemia. Porque en aquel tiempo, me encontraba en la plenitud de mi ingenio, y las matemáticas y la filosofía me ocupaban más de lo que lo harían nunca después". Todo esto se produce en la soledad, en el aislamiento, lejos de los laboratorios, las bibliotecas y las estructuras académicas, de congresos y reuniones y en un momento en que incluso la asignación económica de su College estaba en el aire. Por entonces un científico, uno de los más importantes que ha dado la humanidad, aún podía trabajar así.
Utilicemos como contraste el paisaje del Proyecto Manhattan, que sirvió para desarrollar y fabricar la primera bomba atómica. Para empezar conocemos el nombre del proyecto, una entidad social, más que el de los científicos que intervinieron en él, que fueron muchos, de diversas nacionalidades y de distintas especialidades, instalados algunos en centros universitarios y otros en centros industriales, y conectados todos con el poder político y militar de los Estados Unidos. El "éxito" del proyecto no se hubiera producido de no ser por el impulso político y financiero que recibió de Churchill, Roosevelt y Truman, por la colaboración de muchos de los mejores científicos del momento: físicos, químicos, informáticos…, por las aportaciones de la industria química de los Estados Unidos y por la coordinación de todo ello dentro de complejas estructuras militares. Con el Proyecto Manhattan nace lo que se conoce como la "Gran Ciencia", un hecho social de enormes dimensiones con ramificaciones de todo género. Para hacernos una idea de su envergadura, basta con recordar que en él se gastaron 2.191 millones de dólares, que su resultado último sirvió para generar una terrible masacre, que todos los equilibrios de la Guerra Fría (la política mundial de cuatro décadas) dependieron de la investigación y el desarrollo nuclear, y que, en fin, el estallido de la bomba atómica abrió un debate ético sobre la función de la técnica en el que todavía nos encontramos[2]En nuestros días ocupa un lugar similar el "Proyecto Genoma Humano", pero se han dado algunos cambios significativos. El PGH nace ya rodeado de un aparato de relaciones públicas importante, cuenta con la función de los divulgadores y parte de sus actuaciones se orientan hacia ellos. Desde el propio PGH se ha intentado incentivar el debate social, y las repercusiones éticas forman parte de modo explícito de las preocupaciones de algunos de los científicos involucrados en el proyecto. El caso más señalado quizá sea el del español Santiago Grisolía. ¿Cómo hacer divulgación científica hoy sin atender al modo en que se hace y financia la ciencia y a sus repercusiones sobre la vida humana, la sociedad y la naturaleza?
2.2. LA CIENCIA ES ACCIÓN, NO SÓLO RESULTADOS
Las transformaciones de la ciencia inciden sobre el modo de divulgación de la misma, pero la divulgación también debe tomar en cuenta las aportaciones de la filosofía de la ciencia y, de un modo muy especial, las de algunos de los autores más sobresalientes de esta disciplina: Karl Popper y Thomas Kuhn. Kuhn ha insistido en los aspectos sociales de la ciencia, así como en el hecho de que ésta es acción, no sólo resultados, es actividad tanto y más que lenguaje[3]La ciencia, y las noticias científicas, no están sólo en las publicaciones, en los textos o revistas, sino también en la actividad de los laboratorios, de las aulas, de los despachos (despachos de científicos, de políticos, de militares…), en la investigación de campo y en todos los lugares donde se dejen sentir los efectos de la aplicación tecnológica. En este sentido son muy reveladores los relatos de sociólogos de la ciencia postkuhnianos como Bruno Latour[4]En todos estos lugares (y seguramente en otros) se producen hechos noticiosos dignos de ser comunicados, hechos noticiosos que consisten más en acciones que en enunciados. La ciencia no es sólo lenguaje. Lo que en el periodismo político, económico o deportivo se considera un defecto, el hacer periodismo únicamente a partir de declaraciones (en el periodismo deportivo ésta es ya una enfermedad alarmante, vemos poco deporte y muchas declaraciones), también es un defecto en el periodismo científico, aunque en este caso las declaraciones se formulen más en sesudas revistas que en ruedas de prensa.
2.3. LAS DECISIONES TECNOCIENTÍFICAS NO SE BASAN EN UN CÁLCULO INFALIBLE
Desde los escritos de Karl Popper[5]sabemos que la ciencia y la tecnología conviven necesariamente con la incertidumbre. La certeza absoluta no está al alcance de la ciencia, de modo que la información siempre debería ir cualificada en cuanto a su seguridad. La gama de las actitudes ante una idea científica o tecnológica es amplísima, como ha mostrado Larry Laudan[6]y el periodista debería ser sensible a este hecho. Algunas ideas están sometidas a intensa controversia, otras son meras conjeturas, otras son extrapolaciones, otras son hipótesis bien establecidas y sometidas a pruebas empíricas, aunque nunca lleguen a gozar de absoluta certeza, etc. En tecnología hay pruebas y tentativas; mientras que de ciertos procedimientos o aparatos se sabe que son fiables o eficaces, de algunos se conocen sus posibles efectos sociales y ambientales, de otros no tanto, y siempre existe un margen de incertidumbre que hay que señalar cuando se comunican en público.
La información sobre ciencia y tecnología debe prestar especial atención a la cualificación de la noticia en cuanto a su grado de incertidumbre, de lo contrario se recibe la impresión falsa de una ciencia de certezas, y la información transmitida se vuelve inútil, cuando no motivo de escándalo y desconfianza, pues puede llegar el día (y con frecuencia llegan días así) en que las opiniones que se presentaron como ciertas deben ser matizadas o cambiadas. La cualificación en cuanto a la incertidumbre ayuda también a la correcta distribución de responsabilidades. El público de la divulgación científica ha de saber que como consumidores, contribuyentes o votantes, siempre tienen que asumir alguna responsabilidad, pues la ciencia no nos aporta certezas absolutas. También el periodista tiene sus responsabilidades: en periodismo científico no debe quedar en suspenso la deontología de la profesión. Por ejemplo, no desaparece la necesidad de contrastar las fuentes, ya que por más que las fuentes científicas suelan considerarse "autorizadas", aún así, no son ajenas a intereses y simples errores. No es que el periodista pretenda saber más que el científico, sino que, como en cualquier otro género periodístico, no tiene por qué conformarse con una sola versión, y mucho menos si el asunto parece controvertido.
2.4. LA SIMBIOSIS ENTRE TECNOCIENCIA Y POLÍTICA
Como ha señalado Miguel Ángel Quintanilla, los cambios científicos y tecnológicos se producen hoy a un ritmo extraordinariamente rápido, tienen una gran amplitud y profundidad, dependen de la estrecha conexión existente entre ciencia y tecnología, y son uno de los factores más importantes del crecimiento económico y del cambio social. Pero los cambios en ciencia y tecnología no están determinados, dependen de la voluntad de las personas (en el mejor de los casos de la voluntad democrática, aunque esto, por supuesto, no está garantizado). En consecuencia, parece sensato y necesario el establecimiento de políticas científicas.
De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial muchos organismos (UNESCO, OCDE, OEA…) y gobiernos comenzaron a adoptar políticas científicas. En principio se trataba de políticas para impulsar y promover el desarrollo científico y tecnológico, que se adoptaban en el convencimiento de que dicho desarrollo produciría, a su vez, un progreso económico e industrial. Indudablemente, tanto el desarrollo tecnocientífico como el industrial y económico se hallan entrelazados en nuestros días, y producen intensos cambios sociales y naturales. Además, tanto la investigación científica como la innovación tecnológica están en estrecha dependencia de las decisiones políticas y de las prácticas sociales: la expansión de Internet, por ejemplo, está recibiendo un apoyo político inusitado, y la introducción de ordenadores, que sin un cambio cultural y de costumbres no serviría para aumentar la productividad, contribuye a ella merced a los cambios sociales y laborales recientemente introducidos. No existe, en fin, algo así como un destino fatal, necesario, para la tecnociencia.
Las políticas de promoción de la ciencia y de la técnica fueron pronto completadas con políticas de orientación del desarrollo tecnocientífico (por ejemplo, a través del establecimiento de áreas prioritarias en las convocatorias de proyectos de investigación), y posteriormente enriquecidas y mejoradas con las políticas de control y previsión de los efectos de dicho desarrollo, efectos de diversa índole de los que no quedaban excluidos aquéllos considerados perjudiciales. Por último, hay ya países en la actualidad que diseñan políticas científicas integrales de promoción, orientación, evaluación y control de riesgos e impactos de naturaleza social o ambiental.
Por tanto tiene sentido preguntarnos qué sociedad y qué naturaleza queremos, y, en consecuencia, qué ciencia y que técnica deseamos. Es evidente la importancia de la comunicación de la ciencia, tanto para informar al ciudadano cuanto para llevar su opinión a los lugares del poder (político, económico, militar…).
En este momento -afirma Quintanilla (1991:68)- el desarrollo del sistema científico y técnico depende tanto del científico que está investigando en el laboratorio como del ciudadano de a pie que está votando los presupuestos para que pueda seguir investigando en el laboratorio.
Quizá la afirmación es excesivamente optimista, pero para que de hecho se cumpla este ideal democrático es imprescindible la función del sistema de divulgación de la ciencia.
2.5. LA DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA EN UNA SOCIEDAD PLURAL
Como es bien sabido una de las características de nuestra sociedad es su pluralismo (por lo menos en el imaginario colectivo). Este rasgo condiciona la divulgación de la ciencia y abre un debate que no queremos obviar. En las actuales sociedades conviven las más diversas tradiciones: la astrofísica se codea en los medios con la astrología, la psiquiatría con la parapsicología, la medicina con el curanderismo, la meteorología con la ufología, etc. Además existen concepciones del mundo y de la vida humana muy dispares, y algunas chocan con puntos de vista o prácticas tecnocientíficas. Encontramos, no obstante, que el sistema político está firmemente unido a la ciencia que algunos llaman "oficial", pese a que filósofos como Paul Feyerabend querrían un poder político más "laico" respecto a ella y más respetuoso con otras tradiciones[7]En la misma dirección relativista han apuntado algunos sociólogos de la ciencia y algunos pensadores de los denominados posmodernos. El affaire conocido como "la broma de Sokal" ha despertado un intenso debate sobre la respetabilidad de las interpretaciones y usos más bien libres que algunos posmodernos hacen del lenguaje científico[8]En líneas generales los relativistas creen que no hay nada especial en la ciencia que ellos llaman "occidental", que es una tradición más, y que una sociedad democrática debería tratar con igualdad a las diversas tradiciones respetables -por ser respetuosas- que se hallan en su seno. Contra esta opinión se ha argumentado que la ciencia tiene, en efecto, algo de especial, a saber, que es, por así decirlo, el mejor ejemplo de racionalidad que conocemos y cuya aplicación se ha visto coronada por innegables logros prácticos. Eso por supuesto es discutible. Es más, podríamos preguntarnos ¿qué racionalidad?, ¿la de una determinada tradición?, ¿logros prácticos según los criterios de quién?, con lo que el debate comienza de nuevo. Y aun aceptando que la ciencia es más racional y exitosa que otros modos cualesquiera de enfrentarse a la realidad, nuevas preguntas avivarían la controversia: ¿por qué debería un sistema político democrático promover la racionalidad por encima de cualquier otra orientación vital o intelectual que pudieran albergar sus ciudadanos? Y en lo que aquí directamente nos afecta: ¿La información científica debe ser tratada en los medios como algo especial, o como una opinión más acerca de ciertas partes de la realidad? ¿Hasta qué punto el periodista debe comprometerse con las opiniones expresadas por los científicos más que con las opiniones, por ejemplo, de los ufólogos? ¿La opinión del experto científico da por zanjada cualquier polémica con implicaciones políticas?
Según nuestro punto de vista, las opiniones que los científicos esgrimen sobre sus campos de especialización, deben ser consideradas tanto por la prensa como por los políticos de un modo especial. Por tanto, no pueden ser igualadas con las opiniones pseudo-científicas. Sin embargo, siempre hay que mantener alerta el espíritu crítico, pedir explicaciones acerca de lo que no nos parece claro, contrastar las fuentes y no aceptar sin más argumentos de autoridad. Por otra parte cabe añadir que la razón del trato diferenciado no reside en ningún privilegio especial de la ciencia, ni depende de la existencia de un supuesto "método científico", sino que se basa en el reconocimiento de que la ciencia es la mejor forma de desarrollo y expresión del sentido común crítico cuando se trata de sus objetos propios de estudio.
La función de la divulgación de la ciencia en el contexto actual
3.1. LA DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA PENSADA COMO UN SISTEMA ADAPTATIVO ABIERTO Y SOCIAL
El tránsito de la Edad Media a la Modernidad consistió, entre otras cosas, en la ruptura de un orden jerárquico en lo político e intelectual. Diversos ámbitos fueron reclamando su autonomía. En el plano intelectual, primero fue la filosofía, para la que Tomás de Aquino reclama un estatuto autónomo respecto de la teología, después siguieron la ciencia política con la obra de Maquiavelo, las ciencias naturales de la mano de Galileo, e incluso las bellas artes fueron reclamando su margen de autonomía. Todos estos ámbitos de la vida humana desarrollaron criterios de juicio y normas de acción propios. Algo paralelo sucedió en el terreno político, con el surgimiento de los nuevos estados nacionales y con la división de poderes. En todas partes asistimos al nacimiento de entidades que, en la estela de la Modernidad, reclaman con toda justicia la aceptación de su autonomía. En cierto modo ésta es la historia de los tiempos modernos.
La prensa también se ha apuntado durante los tiempos modernos a esa justa reclamación de autonomía (precedentes hay ya desde el nacimiento de la imprenta), y todavía en muchos sentidos debe seguir pugnando por ella, ya que a medida que ha ido cobrando audiencia y poder, ha recibido ataques más duros desde esferas externas (políticas, económicas, militares…). Sin embargo, en éste como en otros terrenos, lo realmente difícil es construir un equilibrado término medio. La autonomía se ha exagerado a veces hasta convertirse en plena autarquía. En el caso que nos atañe más de cerca, el de la ciencia y la técnica, la plena autarquía, el rechazo de toda influencia o control externo, puede degenerar en una amenaza sobre otros ámbitos de la vida humana y natural. La tecnología entregada única y exclusivamente a criterios de eficacia técnica puede constituir un peligro, y la ciencia desligada de todo control externo otro tanto. No sólo eso, sino que corremos el peligro de volver a un orden jerárquico en cuya cúspide se alzarían esta vez la ciencia y técnica.
Hoy estamos tratando de equilibrar las dos tendencias en conflicto: la inclinación hacia el rígido orden jerárquico, y la extrema autarquía y desconexión entre distintos ámbitos de la vida humana. Estamos tratando de encontrar un término medio y mejor, una forma de relación entre los distintos ámbitos de la vida humana, valores, intereses y criterios, que no se ejerza con violencia sobre ninguno de ellos, ni los someta a una rígida jerarquía dominada según el caso por la ciencia, la técnica, la economía, los medios o cualquier otro ámbito, pero que tampoco recaiga en el aislamiento, la desconexión absoluta y la esquizofrenia tan típica del hombre moderno. Éste es, sin duda, uno de los principales retos de la postmodernidad, si no la tarea misma de nuestro tiempo.
La perspectiva sistémica ofrece un marco prometedor dentro del cual pensar las relaciones entre los distintos ámbitos de la vida. Un autor que ha desarrollado esta perspectiva y la ha aplicado al caso de las relaciones entre ciencia y ética es Evandro Agazzi[9]En lo sucesivo trataremos de aplicarla a las relaciones entre lo que desde ahora llamaremos "el sistema de divulgación de la ciencia" y otros sistemas próximos, el científico, el tecnológico, el político, el económico y otros más lejanos pero no inconexos.
Para empezar, nos acercaremos a la noción de sistema abierto y adaptativo a través de algunos ejemplos. Cada organismo es un sistema abierto y adaptativo que constituye una unidad relativamente separada del entorno por límites (membranas, epitelios, cierres químicos inmunológicos…), pero también conectada con él por vías de materia, energía e información (poros, nutrición, sentidos…). Gracias a este equilibrio entre autonomía y relación, el organismo se mantiene vivo y en funcionamiento, y desaparece cuando estos equilibrios se rompen, ya sea debido al aislamiento extremo (deja de comer o de ver…) a la pérdida de la autonomía (depresión inmunológica…) o a la pérdida de su propia naturaleza sistémica, es decir, porque sus partes dejan de colaborar con el todo (cáncer…). El organismo como sistema es adaptativo, ya que puede, siempre dentro de ciertos límites, reaccionar ante cambios del entorno y adaptarse a ellos o producir cambios adaptativos en el entorno. Incluso los seres vivos pueden anticipar cambios y pre-pararse (pre-adaptarse) para ellos. Una casa con paredes que aseguran el cierre y ventanas que la comunican con el exterior, también puede ser pensada como sistema abierto. Una ciudad también. Un ecosistema es un típico ejemplo de sistema.
Estos ejemplos nos parece que ilustran suficientemente la noción de sistema, y en particular la de sistema abierto y adaptativo, por lo que no profundizaremos en la Teoría General de Sistemas, cuyo tratamiento nos obligaría a detenernos demasiado. Es evidente que cada sistema organiza sus partes de modo que pueda cumplir los fines y funciones que le son propios. Esta organización y estos fines constituyen el sistema, lo hacen existir. Pero además, el sistema necesita cierto grado de autonomía, de separación respecto al entorno, así como vías de apertura y comunicación, sin las cuales tampoco podría subsistir. Si cada sistema requiere comunicación para su sostenimiento, es obvio que precisa de un entorno con el que comunicarse. Por lo tanto, si un sistema crece tanto que amenaza a otros sistemas de su entorno, indirectamente se está amenazando a sí mismo. Por último, baste con indicar que algunos de los sistemas mencionados arriba son naturales (ecosistema, organismo) y otros sociales (ciudad, casa).
Pues bien, nuestra tesis aquí es que la mejor forma de teorizar las funciones de la divulgación de la ciencia es pensándola como un sistema abierto, adaptativo y social. En efecto, el sistema de divulgación de la ciencia está en estrecha conexión con otros sistemas sociales, básicamente con el científico, tecnológico y político, pero también con el económico, jurídico, ético, militar o artístico entre otros. Por otro lado, también está dotado de sus propios fines constitutivos, de una estructura interna que le otorga identidad y de un grado suficiente de autonomía sin el que no podría aspirar a la consecución de sus fines. En lo que sigue trataremos de detallar y dar contenido a esta tesis.
3.2. FINES CONSTITUTIVOS Y TENSIONES INTERNAS DEL SISTEMA DE DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA
Entendemos que el sistema de divulgación de la ciencia tiene los mismos fines generales que cualquier otro sistema de comunicación social: comunicar información sobre su objeto propio, proporcionar elementos para el ocio relacionados con tal objeto, y contribuir a la formación, especialmente a la formación de opinión de aquéllos a los que se dirige[10]Estos fines tienen carácter constitutivo, es decir, si una entidad no está orientada a la comunicación de información científica y tecnológica, a la formación en este terreno de su audiencia y al entretenimiento relacionado con la ciencia y la tecnología, sencillamente no es un sistema de divulgación de la ciencia. Dadas las características del contexto actual (que hemos examinado más arriba), cobra importancia la transmisión de la información sobre ciencia y tecnología al público y de los estados de opinión pública a los ámbitos de decisión política y económica. Del mismo modo, tiene interés que los científicos y tecnólogos conozcan a través de los medios las opiniones de sus conciudadanos así como que éstos tengan información y elementos de opinión sobre políticas científicas.
El sistema de divulgación de la ciencia, como cualquier otro, está sometido a tensiones internas que ponen en peligro su subsistencia. Estas tensiones pueden darse entre sus diferentes componentes, entre sus objetivos o valores. No nos podemos ocupar aquí de todas, pero al menos tenemos ya un marco teórico dentro del cual pueden ser entendidas como tales tensiones. Desde nuestro punto de vista, la tensión interna más amenazadora en estos momentos es la que se produce entre dos objetivos, ambos legítimos, del sistema de divulgación de la ciencia: el de ganar audiencia a corto plazo, que impulsa muchas veces hacia el sensacionalismo en la selección y presentación de noticias, y el de ganar credibilidad a largo plazo, que inclina la balanza hacia la ponderación y el matiz, hacia la selección a veces de lo que es menos espectacular pero más trascendente, o hacia una posición crítica independiente a veces a contrapelo de lo que es opinión más común. Quede claro que esta tensión es beneficiosa mientras se mantenga equilibrada, porque la credibilidad sin audiencia no sirve a nadie, y la audiencia sin credibilidad no sirve para nada. Esto es especialmente llamativo en el periodismo científico, que no debe resultar ni aburrido ni frívolo: tarea de equilibrios, difícil tarea, claro. Otro tanto podríamos decir respecto a la tensión que se da entre valores como la claridad expositiva y la fidelidad a la fuente, que a veces se oponen en el periodismo científico, y que deben ser mantenidas en equilibrio. Y se podrían señalar otras muchas tensiones de este tipo.
3.3. INTERACCIONES CON OTROS SISTEMAS SOCIALES Y NATURALES
El sistema de divulgación de la ciencia, además de tener fines constitutivos, se sostiene gracias a las interacciones con otros sistemas sociales y naturales. Estas interacciones pueden afectar a la existencia misma del sistema (presiones) o a su funcionamiento (entradas y salidas).
Entre las presiones que recibe el sistema de divulgación de la ciencia las hay que proceden del sistema político, militar o industrial, que por diversos motivos pueden estar interesados, al menos transitoriamente, en anular los cauces de difusión de la ciencia. La respuesta de los sistemas a las presiones se da mediante reacciones o anticipaciones adaptativas. Estas reacciones o anticipaciones nacen siempre en el seno del sistema pero su actividad no se circunscribe necesariamente al interior del mismo. Así, por ejemplo, el sistema de divulgación de la ciencia puede actuar sobre el sistema industrial denunciando la violación de leyes ambientales o informando sobre métodos de producción más limpios, en cuyo caso la intervención se ejerce sobre el entorno. En otras circunstancias el sistema de divulgación de la ciencia puede optar por rebajar la importancia de ciertas informaciones si con ello consigue equilibrar una presión, con lo que la modificación es interna, reflexiva si se quiere. Los ejemplos son abundantes, pero no está en nuestro interés enumerarlos, sino proporcionar un marco teórico en el que se puede encajar y dar coherencia a la importante cantidad de estudios empíricos que existen ya sobre la divulgación de la ciencia, un marco que sirva como guía heurística para la realización y sistematización de nuevos estudios sobre comunicación de la ciencia.
Las interacciones normales no afectan a la existencia del sistema, pero sí a su funcionamiento. Podemos distinguir entradas y salidas.
Las entradas pueden clasificarse en demandas (información adecuada al ciudadano, al votante, al consumidor; difusión de resultados demandada por el sistema científico y tecnológico, por el público o por el sistema político; educación y formación científica del público, acogida para debates públicos sobre políticas científicas…), apoyos (información ofrecida por los científicos y tecnólogos, publicidad, otras formas de financiación, formación de profesionales del periodismo científico, formación del público por parte del sistema educativo, amparo legal y judicial…), y obstáculos (ocultación de información o de valoración de la misma, falta de claridad, críticas a la credibilidad, recortes publicitarios, desidia del sistema educativo respecto de la formación científica del público o de la formación de periodistas especializados…).
Las salidas que produce el sistema de divulgación de la ciencia son, entre otras, éstas: divulgación científica y tecnológica, valoración de la misma, opinión, debate, crítica, formación del ciudadano, difusión de ciertas imágenes de la realidad, educación en materia ambiental y de salud, diversión relacionada con la tecnociencia…
Estas salidas inciden obviamente sobre otros sistemas, y pueden así contribuir a cambiar hábitos de consumo, ideas sobre políticas científicas y tecnológicas, prácticas industriales y comerciales, etc. Estos cambios, a su vez, pueden ejercer influencias sobre el sistema de divulgación de la ciencia, generando ciclos de retroalimentación comunes a cualquier interacción entre sistemas.
Un caso muy claro es la influencia ejercida por las publicaciones de divulgación sobre las revistas propiamente científicas: las páginas de los diarios o los espacios en prensa y radio amplifican el eco de algunos descubrimientos, al tiempo que aumentan el conocimiento de las fuentes más citadas contribuyendo a incrementar el prestigio de las mismas. Algunas de estas publicaciones científicas (no de divulgación) han adoptado ya una estrategia agresiva en la búsqueda de espacios en prensa, radio y televisión. Nos referimos sobre todo a Science, Nature, The Lancet y el British Medical Journal, todas ellas del ámbito anglosajón. Para ello disponen de gabinetes de prensa propios que elaboran press releases (notas de prensa) que distribuyen a los principales medios del mundo antes de la publicación efectiva de los artículos científicos. Estas notas no eluden un cierto sensacionalismo, si eso facilita la difusión (por ejemplo, la nota de prensa emitida por Nature sobre el artículo referido a la famosa oveja Dolly se titulaba "Send in the Clones", jugando con el título de una canción de Frank Sinatra, "Send in the Clowns", mientras que el propio artículo tenía este aburrido título: "Viable Offspring Derived from Fetal Adult Mammalian Cells"). Estrategias de este estilo facilitan que sean las revistas más citadas y con mayor prestigio entre un público amplio, aunque no sean siempre las de mayor impacto entre los especialistas. Estas cuatro publicaciones suministran el 62% de las noticias que aparecen en los espacios de divulgación[11]Esta práctica modifica, a su vez, la forma de hacer periodismo de divulgación, cada vez más pasiva, a la espera de las noticias suministradas por los gabinetes de prensa de las grandes publicaciones científicas. Es cierto que esta forma de trabajar permite una cierta regularidad y previsibilidad en la preparación de los espacios en prensa, radio y televisión, pero a cambio introduce un evidente sesgo en la selección de noticias, para empezar, a favor del ámbito anglosajón. Es obvio que este efecto de sesgo actúa además sobre el propio sistema científico, incentiva la publicación en ciertos medios y, por tanto, la orientación de la propia investigación hacia los temas y enfoques que mejor cuadran en éstos. No es raro, en fin, que algunos campos de la investigación resulten poco atractivos para la comunidad científica por el mero hecho de que no existan revistas adecuadas para dar salida a los resultados obtenidos. Es decir, cada vez más las publicaciones científicas miran a los medios de masas, pues los políticos tienden a financiar con más generosidad las investigaciones de mayor repercusión (positiva) sobre la opinión pública. Así pues, la orientación de las investigaciones no es ajena a las preferencias de los medios. Y, una vez que la influencia del sistema de divulgación de la ciencia llega a la propia investigación científica (a través de su efecto sobre las publicaciones especializadas o sobre el sistema político), ésta vuelve a influir sobre aquélla. Así, por ejemplo, aumenta la probabilidad de que en lo sucesivo los medios reflejen los resultados publicados en Nature. Igualmente, si privilegiamos en prensa las publicaciones y la ciencia anglosajona será cada día más probable que recibamos noticias de esa procedencia, y si optamos por el sensacionalismo, las propias revistas especializadas nos servirán noticias cada vez más "sensacionales".
Otro ejemplo podemos tomarlo de la interacción entre divulgación de la ciencia y política. La forma en que se ha divulgado el asunto de las vacas locas ha producido una enorme preocupación pública, que, captada por los políticos, ha desembocado en una serie de medidas caras y extremas, seguramente prescindibles de haberse desarrollado otro género de divulgación. Pero esa influencia sobre el sistema político vuelve de nuevo al sistema de divulgación de la ciencia en forma de nuevas noticias tranquilizadoras sobre las medidas tomadas y los estudios emprendidos.
Un ejemplo más: la divulgación de la ciencia en prensa influye sobre el contenido de las clases de enseñanza media y universitaria, donde surgen como temas de debate o interés los que se difunden en prensa. Incluso con frecuencia se utiliza la prensa como fuente de documentación en foros académicos. Ahora bien, una mayor formación o preocupación de los alumnos por un determinado campo genera una demanda social de información sobre dicho campo, demanda que presiona a su vez sobre los medios de comunicación.
En resumen: el sistema de divulgación de la ciencia debería equilibrar las tensiones internas, reaccionar ante las presiones externas, responder a las demandas, ganar en lo posible apoyos y evitar obstáculos, a fin de producir las salidas que de él se esperan. Pero, pensado como sistema entre sistemas, todo ello sin poner en riesgo la existencia ni dificultar el funcionamiento del resto de los sistemas, que son su entorno, y que son por tanto imprescindibles para su propio funcionamiento. El sistema de divulgación de la ciencia mantiene las más intensas interacciones con el sistema tecnocientífico, por un lado, y con el sistema político, por el otro. Esto es así dado que uno de los fines constitutivos del sistema tecnocientífico es la divulgación de conocimiento y la difusión de tecnologías. En definitiva: el sistema de divulgación de la ciencia es absolutamente imprescindible tanto para el buen funcionamiento de la propia ciencia como para que el ciudadano y votante se informe de aspectos sobre los que le toca decidir. Sin esa información, las decisiones políticas sobre aspectos relacionados con la ciencia y la tecnología no serán auténticamente libres, carecerán de base legitimadora y probablemente no serán acertadas. Como se da el caso de que el número e importancia de este tipo de decisiones ha aumentado significativamente, cada vez está más claro que el sistema de divulgación de la ciencia, además de imprescindible para el funcionamiento del sistema tecnocientífico, también lo es para el funcionamiento del sistema político en una sociedad democrática.
La estructura de la divulgación social de la ciencia
4.1. LA DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA COMO FENÓMENO INFORMACIONAL
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