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Obstáculos y retos actuales para desarrollo de la economía cubana en medio de la globalización


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Obstáculos para elevar el nivel de ingresos por exportaciones de bienes y servicios
  3. Obstáculos para el desarrollo de la inversión productiva en Cuba
  4. Obstáculos al aumento de los niveles de consumo privado
  5. Conclusiones
  6. Bibliografía

Resumen: El proceso de desarrollo económico de Cuba enfrenta una serie de obstáculos que es necesario dilucidar, debido a que su superación constituye uno de los principales retos y, al mismo tiempo, ofrece las oportunidades necesarias para producir el salto de un proceso de crecimiento económico a un proceso integral de desarrollo. En el desarrollo de la investigación se utilizaron diferentes métodos de carácter general, como el análisis y la síntesis, así como otros de carácter específico, tales como la recopilación de datos, la observación y la revisión de documentos y el análisis de estadísticas. Para ello resulta de gran utilidad un profundo y abierto debate acerca de qué tipo de desarrollo puede esperarse y es deseable para la economía cubana en el contexto de la globalización.

Palabras claves: obstáculos, globalización, economía cubana, retos.

Introducción

La concepción de desarrollo de la economía cubana en las actuales condiciones podría interpretarse como un proceso de crecimiento sostenido en el que se produzca un incremento igualmente sostenido del nivel de vida de la población, y se logre un cambio en la estructura económica del país, tendiente hacia la producción de bienes y servicios que involucren de forma más intensiva los factores productivos relacionados con el conocimiento. Todo esto en el contexto de las restricciones y los límites de la economía de la isla.

No era de esperar que el desarrollo económico se tradujera en su conversión en un país productor y exportador de bienes de alta tecnología o alta intensidad de capital, por razones que pueden estar relacionadas con la curva de aprendizaje de su fuerza laboral actual, con la escala de su mercado interno, y con su propia frontera de posibilidades de producción. Pero si Cuba aspira a superar su condición de economía de enclave, basada en la ventaja determinada por una dotación relativa de recursos naturales, que es lo que hasta este momento ha determinado tanto su especialización internacional como su patrón de desarrollo, debe orientar su proceso de desarrollo hacia el aprovechamiento de otra ventaja relativa que hasta el momento no ha perdido y que está relacionada con un nivel alto de instrucción de su fuerza laboral.

Para Cuba, las opciones de incrementar el nivel de vida y modificar la estructura de su economía pasan, en primer lugar, por la potenciación de sus ingresos por exportaciones de bienes y servicios y, en segundo lugar, por la potenciación de su mercado interno, de manera que el incremento de la demanda efectiva interna pueda tener efectos multiplicadores sobre la economía en general. Ello necesariamente se complementa con un esfuerzo inversionista de forma tal que la economía logre crecimientos sostenidos.

Si bien el crecimiento no debe identificarse con el desarrollo, resulta una precondición ineludible de éste. Por ello, Cuba necesita asegurar un crecimiento sostenido que en las condiciones de alta exposición a los cambios de las condiciones externas pueda conducir a un mejoramiento palpable del nivel de vida de la sociedad.

Para asegurar dicho crecimiento, Cuba requiere:

a) elevar los ingresos por exportaciones de bienes y servicios;

b) aumentar las inversiones tanto internas como externas, dando preferencia a aquellas que se traduzcan en la potenciación de ingresos en divisas;

c) aumentar los niveles de consumo privado, de forma que este indicador se convierta en un factor de estímulo dinamizador del mercado interno.

Para el logro de estos objetivos, el país enfrenta una serie de obstáculos que necesitan ser superados.

Desarrollo:

Obstáculos para elevar el nivel de ingresos por exportaciones de bienes y servicios

Históricamente Cuba ha sido, y continúa siendo, una economía de enclave en la que el sector líder asegura la inserción internacional del país de manera casi absoluta. En el pasado, la industria azucarera impulsó el desarrollo deformado del país hasta que su propia crisis en el mercado internacional obligó a una búsqueda de alternativas que no se consolidaron por el tratamiento especial que recibió el país por parte de sus socios políticos dentro del sistema socialista mundial. En la actualidad a los servicios le corresponden las dos terceras partes del total exportado, un valor que en 1991 era de menos del 10 %. En este vuelco, el desarrollo del turismo y la venta de servicios profesionales han sido decisivos y marcan dos períodos perfectamente distinguibles en la evolución del sector externo cubano y su papel en la articulación productiva.

Aparentemente, las posibilidades reales de incremento de ingresos por exportaciones residen en la posibilidad de aumentar los ingresos del turismo, de la minería, de la industria azucarera, de la industria tabacalera y/o de los sectores no tradicionales.

Recientemente, otros servicios y el níquel han dominado el dinamismo de las exportaciones. El mérito principal de estos sectores no está en la densidad de los vínculos con el aparato productivo doméstico, sino en la generación de fuertes flujos de rentas externas.

En el caso de los servicios profesionales, las conexiones con el aparato productivo incluyendo la actividad exportadora son escasas, atendiendo a las características de esta actividad y al modo en que se prestan, que se corresponden con el envío de profesionales.

El turismo continúa siendo una importante fuente de divisas. Ha continuado incrementándose la llegada de turistas a Cuba. Por su parte, el ingreso medio muestra una tendencia a la disminución que se ha visto más acentuada a partir de 2008. Este comportamiento indica que, como promedio, cada turista que llega a Cuba aporta al país ingresos menores. Ello resulta preocupante ya que muestra que el desarrollo del turismo ha descansado en un modelo de crecimiento extensivo que está dando ya señales de agotamiento[1]

La alternativa pareciera estar en la posibilidad de cambiar la estructura del turismo que visita a Cuba, que actualmente es de ingresos medios y bajos, hacia un turismo de mayores ingresos que pudiera interesarse en mezclar turismo con negocios.

Ahora bien, para el logro de un cambio sustancial en el tipo de turismo que visita Cuba aparecen varios obstáculos que sería necesario superar.

Primero: la prohibición de viajes de placer a Cuba que pesa sobre los ciudadanos norteamericanos por parte de su propio gobierno.

Segundo: la deficiente infraestructura de transportes y comunicaciones, en lo cual se incluye un limitado acceso de la isla a las conexiones de Internet, y el alto costo relativo del servicio telefónico internacional.

Tercero: el nivel reducido de opciones de entretenimiento nocturno que caracteriza incluso a las más importantes ciudades cubanas.

Mientras no se superen este tipo de obstáculos, no parece que pueda pensarse en el "crecimiento extensivo" del turismo como una opción viable.

Lo que sí parece posible es que el turismo logre articular en mayor medida el crecimiento de ciertos sectores industriales que a través de la demanda de este sector pudieran generar "exportaciones en frontera", con lo cual se estarían generando esquemas de integración que podrían potenciar el desarrollo de otros sectores, especialmente de la industria manufacturera.

Con relación a la minería, las posibilidades de expansión dependen del comportamiento de la demanda internacional, en especial del níquel que aporta casi el 95% de los ingresos por exportaciones del sector. La producción de níquel tiene todas las características comunes a la mayoría de los recursos naturales, produce elevadas rentas dependientes del comportamiento de los precios, pero crea escasos puestos de trabajo y no tiene una integración elevada con la economía nacional. Como es común en la mayoría de los países subdesarrollados, las fases donde se agrega más valor tienen lugar fuera del país; en este caso la refinación de una parte del níquel cubano transcurre en una refinería en Canadá, con lo cual se reducen las posibilidades de establecer un circulo virtuoso entre la expansión de esta actividad y el crecimiento de otros sectores. Tampoco la solución parece ser su crecimiento extensivo, sobre todo teniendo en cuenta que —a pesar de los niveles significativos de reservas— se trata de un recurso no renovable y cuya explotación puede tener, además, impactos ecológicos de consideración.

Para Cuba podría resultar de gran utilidad el desarrollo de sectores conexos a la industria niquelífera, que permitieran desarrollar encadenamientos productivos que generen una actividad económica de mayor valor agregado, pero éste no parece ser el interés de los capitales extranjeros que han invertido en este sector para producir sólo materia prima exportable para sus propias fábricas de construcción de maquinarias.

No es de esperar, por tanto, que las exportaciones de bienes y servicios de Cuba tengan un repunte significativo que permita acelerar el crecimiento económico y, en consecuencia, el desarrollo. De igual forma, no parece que en el corto ni en el mediano plazo cambie la estructura actual del sector exportador de bienes y servicios hacia perspectivas de mayor desarrollo cualitativo de dicho sector.

Obstáculos para el desarrollo de la inversión productiva en Cuba

En el pasado se observó que la tendencia hacia el incremento sostenido de la inversión por parte del Estado no constituía una garantía para el desarrollo de la economía cubana, debido a las fallas evidentes de los mecanismos de planificación centralizada de las inversiones. La crisis económica y los graves problemas que se presentaron en las finanzas del Estado cubano produjeron una gran contracción de las inversiones del Estado, lo cual se tradujo además en fenómenos tales como la obsolescencia del capital fijo.

En la etapa de la recuperación, la inversión ha vuelto a jugar un papel importante en las posibilidades de crecimiento sostenido de la economía, aunque la estructura de la procedencia del capital ha variado considerablemente, sobre todo a partir de la aprobación de la Ley de Inversión Extranjera.

En Cuba la formación bruta de capital mermó de una cima de 25,6 % del PIB logrado en 1989, a 5,4 % en 1993, en pleno período especial; y aunque después ocurrió una recuperación, en 2011 era de 8,3 % inferior al promedio regional, que fue de 22,9 %.

Si se compara con América Latina, el país está muy por debajo de esta, ya que la tasa de inversión bruta fija de la región, medida en dólares constantes como porcentaje del PIB, aumentó a 22,9 % en 2011, un nivel superior a 20,5 % anotado en 2009, aunque inferior a los niveles máximos alcanzados en la década de los 60[2]

Ese comportamiento denota que una de las variables que propicia un alto crecimiento económico en el futuro se encuentra muy deprimida, es 50 % inferior al de los países asiáticos que han emprendido una ruta acelerada hacia el desarrollo como Viet Nam y China. La inversión representa el valor de los activos fijos adquiridos por las unidades de producción residentes para ser utilizados repetidamente en procesos de producción, además comprende aquellas mejoras que aumenta el rendimiento y productividad o la vida útil de los activos; es decir, es una variable que logra un cambio cuantitativo y cualitativo de las inversiones y por ende, es la que permite un avance hacia el desarrollo económico.

En un análisis más profundo de las inversiones se puede apreciar como se concentran en ramas de más lenta recuperación productiva; no se dirigen en lo fundamental ni a la agricultura, ni a la industria manufacturera, ni a la azucarera, sino que se concentran en la construcción, en obras de servicios como los hoteles, en la administración pública y en obras de infraestructura, que son necesarias, pero que absorben recursos propios que son escasos.

Por otra parte, según estadísticas oficiales, mientras en 1994 el componente externo podía estimarse como de un 56,0% del total de inversión neta de ese año, en 2000 la inversión extranjera directa (IED) representaba sólo el 14,9% del total (ONE, 2001).

Mientras la inversión neta total ha crecido en los últimos años, la inversión extranjera directa ha tenido un comportamiento irregular lo cual indica que, de nuevo, en las condiciones actuales el esfuerzo inversionista es esencialmente interno. Todo parece indicar que en 1994 el alto nivel de IED reportado se debió a la respuesta inicial a una ley de inversiones extranjeras aprobada por el gobierno cubano. Mientras tanto, en los años siguientes, el ritmo de incremento de la IED ha sido mucho más conservador. Este sin embargo ha sido un componente esencial en el enfoque de otras naciones para cambiar la dinámica socioeconómica[3]

En términos del desarrollo de la economía cubana, es necesario destacar la importancia de la IED en tanto que podría convertirse en un factor de inclusión de Cuba en ciertas cadenas productivas globales con posibles efectos beneficiosos sobre la estructura de la producción (Monreal, 2000 y 2002). Por otra parte, aporta recursos frescos de capital que, si vienen acompañados de tecnologías modernas, pueden ser un factor de estímulo a la generación de ventajas competitivas.

Actualmente, debido a las características del funcionamiento dual de la economía (segmento dolarizado y segmento en pesos cubanos) la IED sólo tiende a orientarse hacia aquellas ramas productivas que tienen posibilidades de generar divisas con sus producciones, es decir, que son internacionalmente transables y, por tanto, con relativa competitividad. Eso explica la importancia que sectores como el turismo, la minería o la industria tabacalera han tenido como objetivos de la inversión extranjera. Sin embargo, en otros países, además de interesarse por las posibilidades de exportación, la IED se interesa por el acceso a los mercados internos. En el caso de Cuba semejante consideración está fuera de perspectiva siempre que se mantenga un segmento importante del mercado, y por tanto de las ramas productivas y de servicios, funcionando en la moneda nacional a los niveles de precios y salarios del mercado interno.

Debido al escaso nivel de ingreso disponible de la sociedad cubana actual, el reducido tamaño del mercado interno se está convirtiendo en un serio obstáculo para el fomento de las inversiones.

El modelo económico cubano ha funcionado con una amplia variedad de barreras que limitan el desarrollo de relaciones horizontales entre entidades, al fraccionar un mercado interno de por si pequeño, lo cual crea dificultades adicionales para el avance de la división social del trabajo y la especialización, que constituyen fuerzas fundamentales para el aumento de la productividad, y por tanto, la mejora de los ingresos y el desarrollo económico-social. Entre las barreras más visibles se pueden citar la estructura altamente vertical y centralizada del sistema económico, la ubicación de las entidades según provincias, el tipo de moneda con que realizan las transacciones corrientes, la forma de propiedad, la afiliación ministerial y otras.

Adicionalmente, es necesario destacar el factor disuasor que representa la política de presiones del gobierno norteamericano a las diversas empresas que hacen negocios con Cuba, a partir de la ley Helms-Burton.

El relanzamiento del trabajo por cuenta propia y la apertura a la microempresa es parte de la nueva reforma económica, nombrada oficialmente actualización del modelo cubano de finales del 2011. Cuba ya emprendió un proceso anterior de reforma en los años 90, que se detuvo en la primera década de este siglo una vez que el país empezó a contar con los ingresos desde Venezuela. En esta ocasión las autoridades han insistido en que las medidas tienen un carácter permanente y estructural. Las transformaciones persiguen efectuar un ajuste para restablecer los equilibrios macrofinancieros y para atacar al mismo tiempo, los problemas estructurales de la economía.

Las medidas reconocen la necesidad de formas de propiedad no estatal en el modelo económico cubano para fortalecer el mercado interno y aumentar los ingresos de la población. Se asume que el estado puede ceder actividades que no le son estratégicas y se comienza a fomentar la empresa no estatal bajo distintas formas de propiedad, aunque esto quede por ahora, reducido al relanzamiento de un sector privado de pequeña escala.

Las posibilidades del sector privado en términos de inversión son de múltiple naturaleza. En primer lugar, muchos capitales que en determinado momento se concentraron en manos privadas gracias a actividades "ilegales" en el mercado negro de bienes y servicios se encuentran actualmente inmovilizados, en gran parte por fuera del sistema bancario, moviéndose de manera subterránea para enriquecer a sus poseedores sin que ello aporte al crecimiento del empleo y al crecimiento de la producción en el país. En segundo lugar, si las posibilidades de inversión y desarrollo de negocios abarcaran a la población cubana residente, podría esperarse un incremento significativo de las remesas de divisas con el objeto de conducirlas hacia la inversión. Finalmente, el desarrollo del sector privado contribuiría al fortalecimiento de las relaciones de mercado que implicaría nuevos esquemas de reasignación de factores productivos y nuevos precios relativos en la economía, lo cual coadyuvaría a modificaciones en las relaciones de precios y salarios en la economía nacional.

Obstáculos al aumento de los niveles de consumo privado

Históricamente el nivel de consumo privado ha sido uno de los graves problemas del desempeño de la economía cubana, al igual que lo fue para otros países socialistas. Sin embargo, los indicadores de consumo constituyen una importante referencia del nivel de vida de la población.

La crisis económica de los noventa contrajo los niveles de consumo de la población, a pesar de que éstos ya eran relativamente bajos. En términos reales, el consumo de la población se redujo de $8.353 millones de pesos en 1990 a $5.462 millones en 1993, lo cual significó una contracción del 34,6%. Esta cifra se acerca estadísticamente a la contracción del PIB del país en ese período.

Después de ocho años de recuperación, el consumo de los hogares en términos reales (a precios de 1981) era un 81,3% del nivel de consumo privado del año 1990 (ONE, 1998 y 2001).

Y es aquí donde más se percibe una profunda y extendida crisis económica, que tuvo su origen en los inicios de los años noventa. Si bien el salario real ha venido recuperándose lentamente desde la segunda mitad de los noventas, el valor actual está muy por debajo del nivel del año 1989. Algunas estimaciones arrojan que el poder adquisitivo del salario promedio de hoy representa el 24 por ciento del nivel previo a la crisis. Algo similar ocurre con las jubilaciones y las pensiones[4]

En el caso cubano, las restricciones del consumo dependen en gran medida de las restricciones de la oferta, limitada por la escasez de materias primas y de combustibles, así como por una especie de círculo vicioso entre precios y salarios que limita tanto el crecimiento de la demanda como de la oferta. La producción de bienes de consumo no ha estado dentro de las prioridades de la política de fomento industrial desarrollada a lo largo de las últimas cuatro décadas.

Las restricciones del consumo de la población tienen que ver con la incapacidad manifiesta de los sectores productivos de asegurar las necesidades de la misma, y la incapacidad de la economía de incrementar la importación de bienes de consumo, so pena de disparar el déficit comercial a niveles insostenibles para el conjunto de la economía.

Es claro que el aumento del consumo no es una expresión del nivel de desarrollo de una economía, pero no es posible hablar de desarrollo cuando el nivel de consumo y el nivel de vida de la población se contraen. Resulta imprescindible aumentar los niveles de consumo para que ello se refleje en una elevación sustancial del nivel de vida de la gente. Se impone la necesidad de adoptar medidas de política dirigidas a estimular el funcionamiento del mercado interno con la participación de un sector privado.

La actual segmentación del mercado interno —uno dolarizado y otro no dolarizado— constituye un obstáculo al incremento de los niveles de consumo.

El fomento de la actividad económica privada en la producción de bienes y servicios ayudaría a integrar los mercados, así como a eliminar las distorsiones que se presentan en los mismos posibilitando el reajuste de los precios relativos en la economía y estimularía el mercado interno[5]

El fomento del mercado interno permitiría que la demanda de consumo se convirtiera en un factor de estímulo a la coyuntura.

La economía no resiste más distorsiones entre empleo y productividad. Si no se sale definitivamente del círculo vicioso entre bajos salarios y baja productividad la economía nunca podrá emprender un crecimiento sostenido

Conclusiones

El país obtuvo, sobre todo en la última mitad del siglo XX, considerables logros sociales, gracias en primer lugar a la preponderancia que ha tenido la política social en los objetivos del Estado y, en segundo lugar, gracias a los beneficios de unas relaciones económicas internacionales excepcionales, que difícilmente puedan repetirse, y que en una gran medida se tradujeron en una transferencia significativa de recursos que la economía internamente era incapaz de producir. Los cambios en el carácter de sus relaciones internacionales no han podido cambiar la condición subdesarrollada de su economía.

A pesar del crecimiento económico y del mejoramiento de los indicadores sociales, el país se enfrenta a serios obstáculos que están determinados tanto por la estructura económica como por la estructura institucional y política. La superación de dichos obstáculos pondría a prueba la subsistencia de ambos tipos de estructuras, lo cual resulta sumamente complejo y dependerá, en gran medida, de la evolución política futura del país y del carácter de sus relaciones políticas y económicas internacionales.

Por último, desde este trabajo se suscribe el criterio de que el desarrollo de Cuba depende de un crecimiento sostenido, basado en el aprovechamiento no sólo de las ventajas naturales sino de la incorporación del conocimiento a la producción y los servicios. De lo contrario, el crecimiento será desarticulado y las ventajas de una política social expansiva desaparecerán por la imposibilidad de seguir manteniéndola. La orientación del desarrollo debería ser, en primer lugar, el mejoramiento sostenido del nivel de vida de la sociedad, aprovechando al mismo tiempo las ventajas de una tradición de criterios distributivos basados en la justicia social. Para ello deben explotarse todas las posibilidades, lo cual significa movilizar al Estado junto a un mercado regulado que permita también una mayor eficiencia en la asignación de recursos. Sin embargo, la economía no es la ciencia del deseo sino de las realidades y, hacia el futuro estarán determinadas por factores de múltiple y compleja naturaleza.

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Autora:

MSc. Diana J. Molina Tarasiouk

Profesora asistente del departamento de Economía de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas

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