Modelos de desarrollo comunitario que sean de arriba para abajo ya no pueden responder adecuadamente a las necesidades y aspiraciones de la actualidad moderna. La comunidad mundial tiene que moverse hacia procesos de gobierno más participa torios, basados en el conocimiento y dirigidos por valores en que las personas pueden asumir responsabilidad por los procesos y las instituciones que afecten sus vidas. Estos sistemas tienen que ser democráticos en espíritu y en método, y deben emergí en todos los niveles de la sociedad mundial, incluyendo el nivel global. La consulta la expresión operante de la justicia en los asuntos humanos – debe llegar a ser su modo primordial de toma de decisiones.
Naturalmente las antiguas formas de ejercer el poder y la autoridad tienen que dar lugar a nuevas formas de liderazgo. Nuestro concepto de liderazgo tendrá que reformularse para incluir la habilidad de fomentar la toma de decisiones colectiva y la acción colectiva. Encontrará su mayor expresión en el servicio a la comunidad entera.
Hacia una comunidad en común, un destino en común.
En conclusión, las comunidades que crecen y prosperan en el nuevo milenio lo harán debido a que reconocen la dimensión espiritual de la naturaleza humana y se ocupan de que el desarrollo moral, emocional e intelectual del individuo sea prioridad central. Darán garantía a la libertad de religión y alentarán el establecimiento de los lugares de adoración. Sus centros de aprendizaje buscarán cultivar las potencialidades ilimitadas en la consciencia humana y perseguirán como meta principal la participación de todo el pueblo en la generación y la aplicación del conocimiento. Siempre teniendo en cuenta que los intereses del individuo y de la sociedad son inseparables, estas comunidades promoverán el respeto tanto para los derechos como para las responsabilidades, fomentarán la igualdad y la asociación de mujeres y hombres, y protegerán y cuidarán a las familias.
Promoverán la belleza, natural y hecha por el hombre, e incorporarán en su diseño principios de preservación y rehabilitación ambiental. Guiadas por el concepto de la unidad en la diversidad, apoyarán la amplia participación en los asuntos de la sociedad, y más y más se dirigirán a líderes quienes estén motivados por el deseo de servir. En estas
comunidades los frutos de la ciencia y la tecnología beneficiarán a la sociedad completa, y habrá trabajo disponible para todos.
Las comunidades tales como éstas demostrarán ser los pilares de una civilización mundial: una civilización que será la cumbre lógica de los esfuerzos de la humanidad hacia creación de comunidad a través de largos trechos de tiempo de geografía. La declaración de Bahá'u'lláh de que toda persona "nace para llevar adelante una civilización en continuo progreso", implica que toda persona tiene tanto el derecho como la responsabilidad de contribuir a esta empresa histórica, abarcadora y colectiva cuya meta es nada menos que la paz, la prosperidad y la unidad de la familia humana entera.
Aunque se han perpetrado enormes injusticias en toda la historia, en nombre de la religión, hecha por los hombres, como una mala , egoísta, y prejuiciosa interpretación de las enseñanzas divinas; es imposible negar el papel primordial que la fe ha realizado en el progreso social, motivando a los individuos a desarrollar cualidades espirituales, apoderándoles a sacrificarse para sus semejantes y a contribuir al mejoramiento de sus comunidades.
Los centros de adoración, y las instituciones y actividades a las cuales dan lugar, deben hacerse parte fundamental de todo pueblito, aldea, pueblo y ciudad – de hecho, de todo tipo de domicilio humano en toda nación – pero tienen que contribuir a la harmonía, la paz, el bienestar, el entendimiento, y la tolerancia cabales de la comunidad. De no ser así, sólo servirán para retrasar el desarrollo de comunidades sostenibles y prósperas, y el pueblo eventualmente los abandonará al darse cuenta del papel divisivo y parroquial que desempeñan en la sociedad. De hecho, casi cualquier lugar puede servir como centro de adoración. Una de las oraciones reveladas por Bahá'u'lláh recalca este punto:
"Bendito es el sitio, y la casa, y el lugar, y la ciudad, y el corazón, y la montaña, y el refugio, y la cueva, y el valle, y la tierra, y el mar, y la isla, y la pradera donde se ha hecho mención de Dios y se ha glorificado Su alabanza."
Sin embargo, la importancia de centros físicos basados en la comunidad para el desarrollo y la expresión de la fe no puede sobre recalcarse.
El Mashriqu'l-Adhkár bahá'í (el Punto de amanecer de la Alabanza de Dios) es un centro tal que por su propio diseño integra la adoración con el servicio, es decir, expresa lo espiritual de formas prácticas. En el centro de este complejo yace la Casa de Adoración la cual está abierta a toda persona, no importa de qué fe sea. Alrededor de la Casa de Adoración, y animados por ella, han de haber un numero de dependencias – o instituciones – dedicadas a los asuntos sociales, administrativos, humanitarios, educativos y científicos. Al desarrollarse cada complejo Mashriqu'l-Adhkár, estas dependencias incluirán "un hospital, un dispensario, un hospedaje para viajeros, una escuela para huérfanos, y una universidad para estudios avanzados." Este modelo práctico para armonizar los aspectos moral y éticos, físicos y ambientales, económicos y sociales de domicilios humanos es digno de estudio por aquellos que estén involucrados en los procesos de creación de comunidades.
En este aspecto, la comunidad puede concebirse como un conjunto de círculos concéntricos, siendo la comunidad local la más pequeña, y la comunidad global la mayor.
El concepto de la ciudadanía mundial ayuda a integrar a todos los niveles de la comunidad: siendo un ciudadano responsable a niveles local y nacional no niega el amor por toda la humanidad; sino que estas lealtades y obligaciones de múltiples niveles forman una red fuertemente tejida, un todo inseparable.
En la consulta los participantes individuales se esfuerzan por trascender sus puntos de vista respectivos para poder funcionar como miembros de un cuerpo con sus propios intereses y metas. En una atmósfera caracterizada por tanto la honestidad como la cortesía, las ideas pertenecen no solamente al individuo quien los presenta, sino al grupo entero, para aceptar, descartar, o bien revisar según parezca mejor para servir la meta perseguida. La consulta tiene éxito en la medida que todos los participantes apoyen las decisiones hechas, sin importar las opiniones individuales con las cuales entraron a la discusión. Bajo tale circunstancias una decisión anterior puede fácilmente reconsiderarse si la experiencia enseña cualesquier faltas.
Es interesante notar que varios de los conceptos que aparecen en este enunciado también se presentaron en el enunciado que entregara la Comunidad Internacional Bahá'í a la primera Conferencia sobre Domicilios
Humanos de las Naciones Unidas en el 1976. Entre más recientes enunciados bahá'ís que aclaran el tema de las comunidades sostenibles se incluyen La Prosperidad de la Humanidad; La Ciudadanía Mundial: Una
Ética Global para el Desarrollo Sostenible; y El Punto Decisivo para Toda Nación. Sobre la Comunidad Internacional Bahá'í Oficina de las Naciones Unidas… (Comunidad Internacional Baha'i, Comunidades Sostenibles en un Mundo Integrante)
Un nuevo orden Mundial. Pronto este viejo orden mundial será plegado, y uno nuevo extendido en su lugar (Baháulláh, La Gloria de Dios, 1817-1892)
Tal como la concibe Bahá'u'lláh, implica el establecimiento de una mancomunidad mundial en la que todas las naciones, razas, credos y clases estén estrecha y permanentemente unidos, en que se salvaguarden completa y definitivamente la autonomía de sus estados miembros, la libertad personal y la iniciativa de los individuos que la componen. Por lo que podemos captar de ella, esta mancomunidad tiene que contar con una asamblea legislativa mundial, cuyos miembros, en calidad de albaceas de toda la humanidad, controlarán definitiva y enteramente los recursos de todas las naciones que la compongan y promulgarán aquellas leyes que sean necesarias para regular la vida, satisfacer las necesidades y ordenar las relaciones de todas las razas y pueblos. Un ejecutivo mundial, respaldado por una fuerza internacional, llevará a la práctica las decisiones que se tomen, aplicará las leyes aprobadas por esta asamblea legislativa mundial y salvaguardará la unidad orgánica de toda la mancomunidad. Un tribunal mundial juzgará y dictará sentencia firme y vinculante en todas y cada una de las disputas que surjan entre los diversos elementos que componen este sistema universal. Se ideará un mecanismo de intercomunicación mundial, que abarcará todo el planeta, estará libre de las trabas y restricciones nacionales y funcionará con maravillosa rapidez y perfecta regularidad. Una metrópolis mundial actuará como centro nervioso de una civilización mundial, como foco hacia el que convergerán las fuerzas unificadoras de la vida y del que irradiarán las influencias energizantes. Se inventará o se elegirá entre los idiomas existentes un idioma mundial y se enseñará en las escuelas de todas las naciones federadas como auxiliar del idioma materno. Una escritura mundial, una literatura mundial, un sistema monetario, de pesas y medidas uniforme y universal simplificará y facilitará el intercambio y el entendimiento entre las naciones y razas de la humanidad. En una sociedad mundial así, la ciencia y la religión, las dos fuerzas más poderosas de la vida humana, se reconciliarán, cooperarán y se desarrollarán armoniosamente. Bajo tal sistema, la prensa, al mismo tiempo que dará plena libertad a la expresión de los diversos puntos de vista y convicciones de la humanidad, dejará de ser maliciosamente manipulada por intereses creados, sean éstos privados o públicos, y se liberará de la influencia de los gobiernos y pueblos contendientes. Se organizarán los recursos económicos del mundo, se explotarán y utilizarán al completo sus fuentes de materias primas, se coordinarán y desarrollarán sus mercados y se regulará equitativamente la distribución de sus productos.
Las rivalidades, los odios y las intrigas nacionales cesarán, y la animosidad y el prejuicio raciales serán reemplazados por la amistad, el entendimiento y la cooperación interraciales. Las causas de la lucha religiosa serán definitivamente eliminadas, las barreras y restricciones económicas serán completamente abolidas y la excesiva diferencia entre las clases será suprimida. Desaparecerán la pobreza extrema, por una parte, y la exagerada acumulación de bienes por la otra. La enorme energía disipada y derrochada en la guerra, ya sea económica o política, se dedicará a aquellos fines que amplíen el alcance de las invenciones y el desarrollo técnico humano, al aumento de la productividad de la humanidad, al exterminio de las enfermedades, a la extensión de la investigación científica, a la elevación del nivel de salud física, a la agudización y refinamiento del cerebro humano, a la explotación de recursos no utilizados e insospechados del planeta, a la prolongación de la vida humana y al fomento de cualquier otro medio que pueda estimular la vida intelectual, moral y espiritual de toda la raza humana.
- Un sistema federal mundial, que gobierne toda la Tierra y que ejerza una autoridad incuestionable sobre sus recursos inimaginablemente vastos y que combine y encarne los ideales de Oriente y Occidente, liberado de la maldición de la guerra y sus miserias y dedicado a la explotación de todos los recursos energéticos disponibles sobre la superficie del planeta; un sistema en el que la Fuerza se transforme en sierva de la Justicia, un sistema cuya vida se base en el reconocimiento universal de un solo Dios y por su lealtad hacia una Revelación común; ésta es la meta hacia la cual avanza la humanidad, impulsada por las fuerzas unificadoras de la vida."
El mensaje de Bahá'u'lláh es un mensaje de esperanza, de amor, de justicia, unidad , reconstrucción práctica
Hoy cosechamos las pavorosas consecuencias del rechazo de Su llamamiento divino por parte de nuestros antepasados. Pero hoy día hay nuevos gobernantes, nuevas gentes, que quizás oigan y eviten o mitiguen la severidad de una catástrofe inminente. Con esta esperanza, y considerando que es su deber sagrado, la Casa Universal de Justicia, la institución internacional que gobierna la Fe Bahá'í, proclama nuevamente, mediante la publicación de estos pasajes seleccionados, la esencia de aquel poderoso llamamiento hecho hace un siglo. Con la misma esperanza y la misma fe, los bahá'ís de todo el mundo harán todo lo posible, durante este período centenario, para llamar la atención de sus semejantes hacia la característica redentora de esta nueva efusión de guía y amor divinos. Creemos que no se esforzarán en vano.
(Baha'u'llah, La Proclamación de Baha'u'llah)
El mejor plan de gobierno elaborado no dará buenos frutos si no esta basado en la espiritualidad, pues solo lo espiritual hace que pensemos antes en los demás que en nosotros mismos.
Ama a tu prójimo Más que a ti mismo. (Bahá"u"lláh)
EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO
En la Enseñanza de Bahá'u'lláh se halla escrito: "Únicamente por medio del poder del Espíritu Santo puede progresar el ser humano, pues su poder es limitado, y el Poder Divino es infinito."
La humanidad, ya sea considerada a la luz de la conducta individual del hombre o de las relaciones existentes entre comunidades organizadas y naciones, lamentablemente se ha desviado muchísimo y ha sufrido una declinación demasiado grande como para ser redimida mediante los esfuerzos aislados de sus mejores gobernantes y estadistas, por muy desinteresados que sean sus motivos, por muy coordinada que sea su acción, por muy fervorosos que sean en su celo y devoción a su causa. Ningún esquema que todavía puedan diseñar los cálculos de los mayores estadistas; ninguna doctrina que se propongan desarrollar los más distinguidos exponentes de la teoría económica; ningún principio que puedan esforzarse por inculcar los más fervientes moralistas suministrarán, en última instancia, los cimientos adecuados sobre los que ha de erigirse el futuro de un mundo aturdido.
Ninguna apelación a la tolerancia mutua que puedan hacer los que entienden las condiciones del mundo, no importa lo apremiante e insistente que sea, podrá calmar las pasiones o contribuir a restaurar el vigor. Ni tampoco ningún esquema general de mera cooperación internacional organizada, en cualquier sector de la actividad humana y por muy ingeniosa que sea su concepción o muy amplio su alcance, logrará erradicar la causa primera del mal que ha perturbado tan bruscamente el equilibrio de la sociedad actual. Ni siquiera, me atrevo a afirmar, la acción misma de inventar el mecanismo requerido para la unificación política y económica del mundo -principio sostenido cada vez más en los últimos tiempos- podrá por sí sola proveer el antídoto contra el veneno que progresivamente va minando el vigor de pueblos y naciones organizados.
¿Qué otra cosa podemos afirmar confiadamente que no sea la abierta aceptación del Programa Divino enunciado por Bahá'u'lláh con tanta simpleza y fuerza hace sesenta años, el cual encarna en sus principios esenciales el esquema ordenado por Dios para la unificación de la humanidad en esta era, al que se agrega una férrea convicción de la infalible eficacia de todas y cada una de sus disposiciones; aceptación y convicción, las cuales serán finalmente capaces de resistir las fuerzas de desintegración internas; fuerzas que, de no ser frenadas, seguirán necesariamente carcomiendo las partes vitales de una sociedad desesperada? Es hacia esta meta -la meta de un nuevo Orden Mundial, Divino en su origen, universal en sus alcances, equitativo en sus principios y desafiante en sus rasgos- por la que ha de bregar una humanidad hostigada.
Sería presuntuoso, aun por parte de los que se declaran adeptos de su Fe, sostener que se han captado todas las inferencias del prodigioso esquema de Bahá'u'lláh para la solidaridad humana mundial, o que se ha comprendido su significación. Sería prematuro, aun en una etapa tan avanzada de la evolución de la humanidad, pretender vislumbrarlo en todas sus posibilidades, estimar sus beneficios futuros e imaginar su gloria.
Todo lo que razonablemente podemos intentar es esforzarnos por lograr una vislumbre de los primeros rayos del Alba prometida que, en la plenitud del tiempo, habrá de ahuyentar las tinieblas que han rodeado a la humanidad. Todo lo que podemos hacer es señalar los que, en sus más amplios contornos, parecen ser los principios rectores que subyacen en el Orden Mundial de Bahá'u'lláh, desarrollados y enunciados por 'Abdu'l-Bahá, el Centro de su Convenio con toda la humanidad, y quien fuera designado Intérprete y Expositor de su Palabra.
Que el desasosiego y sufrimiento que afectan a toda la humanidad son, en gran medida, consecuencias directas de la Guerra Mundial y atribuibles a la falta de discernimiento y a la miopía de los responsables de los Tratados de Paz, es un hecho que sólo una mente predispuesta rehusaría admitir…
Sin embargo, sería inútil sostener que la guerra, con todas las pérdidas que involucró, con las pasiones que despertó y con las injusticias que dejó tras de sí, ha sido la única responsable de la confusión sin precedentes en que se hallan inmersos en la actualidad casi todos los sectores del mundo civilizado. ¿No es un hecho -y ésta es la idea central que deseo destacar- que la causa fundamental de esta inquietud mundial es atribuible no tanto a las consecuencias de lo que tarde o temprano habrá de ser considerado el disloque transitorio de un mundo en continuo cambio, sino antes bien al fracaso de aquellos en cuyas manos se ha depositado el destino inmediato de pueblos y naciones, al no adaptar su sistema de instituciones económicas y políticas a las imperiosas necesidades de una era en rápida evolución? Estas crisis intermitentes que convulsionan a la sociedad actual ¿Acaso no se deben principalmente a la lamentable incapacidad de los líderes reconocidos del mundo para comprender correctamente los signos de la época, para librarse de una vez por todas de sus ideas preconcebidas y credos encadenadores, para remodelar la maquinaria de sus respectivos Gobiernos de acuerdo con las pautas implícitas en la suprema declaración de Bahá'u'lláh de la Unidad de la Humanidad, rasgo principal y distintivo de la Fe por Él proclamada?…
Muy patéticos son, por cierto, los esfuerzos de esos líderes de las instituciones humanas quienes, con total desprecio por el espíritu de la época, bregan por adaptar los procesos nacionales, apropiados a los antiguos días de naciones aisladas, a una época que debe lograr la unidad del mundo, tal como la esbozara Bahá'u'lláh, o perecer. En una hora tan crítica para la historia de la civilización corresponde a los líderes de todas las naciones del mundo, grandes o pequeñas, de Oriente o de Occidente, vencedoras o vencidas, prestar atención al toque de clarín de Bahá'u'lláh, e imbuidos por completo de un sentimiento de solidaridad mundial, condición sine qua non de lealtad a su Causa, alzarse valientemente para lograr en su totalidad el único esquema reparador que Él, el Médico Divino, ha recetado para la humanidad doliente. Que descarten de una vez para siempre toda idea preconcebida, todo prejuicio nacional, y que presten atención al sublime consejo de 'Abdu'l-Bahá, autorizado Expositor de sus enseñanzas. "Podrá usted servir mejor a su país", fue la respuesta de 'Abdu'l-Bahá a un alto funcionario en ejercicio del Gobierno federal de los Estados Unidos, quien le había interrogado acerca de la mejor manera de estimular los intereses de su Gobierno y de su pueblo, "si, en condición de ciudadano del mundo, trata de colaborar en la definitiva aplicación del principio de federalismo que subyace en el Gobierno de su propio país a las relaciones existentes ahora entre los pueblos y naciones del mundo".
Es necesario desarrollar cierta forma de superestado mundial, a favor del cual todas las naciones del mundo habrán de ceder voluntariamente todo derecho de hacer la guerra, ciertos derechos de gravar impuestos y todos los derechos de poseer armamentos, salvo con el propósito de mantener el orden interno dentro de sus respectivos dominios. Dicho Estado habrá de incluir en su órbita un Poder Ejecutivo Internacional con capacidad para hacer valer su autoridad suprema e indiscutible sobre todo miembro recalcitrante de la Mancomunidad; un Parlamento Mundial cuyos miembros serán elegidos por los habitantes de sus respectivos países y cuya elección será confirmada por sus respectivos Gobiernos; y un Tribunal Supremo cuyos dictámenes tendrán carácter obligatorio aun en los casos en que las partes interesadas no hayan acordado voluntariamente someter el litigio a su consideración.
"Una comunidad mundial en la que todas las barreras económicas habrán quedado totalmente derribadas y en la que se reconocerá definitivamente la interdependencia del capital y el trabajo; en la que el clamor del fanatismo y del conflicto religioso habrá sido acallado para siempre; en la que estará definitivamente extinguida la llama de la animosidad racial; en la que un código único de derecho internacional –producto de un juicioso análisis de los representantes federados del mundo- será sancionado por la intervención instantánea y coercitiva de las fuerzas combinadas de las unidades federadas; y, finalmente, una comunidad mundial en la que el furor de un nacionalismo caprichoso y militante será trocado por una perdurable conciencia de ciudadanía mundial; así es como se presenta, a grandes rasgos, el Orden anunciado por Bahá'u'lláh, un Orden que habrá de ser considerado el más hermoso fruto de una época que madura lentamente…
Que no quede ningún recelo en cuanto al propósito que anima a la Ley mundial de Bahá'u'lláh. Lejos de tender a la subversión de los fundamentos actuales de la sociedad, trata de ampliar su base, de amoldar sus instituciones en consonancia con las necesidades de un mundo en constante cambio. No está en conflicto con compromisos legítimos ni socava lealtades esenciales. Su propósito no es ni sofocar la llama de un sano e inteligente patriotismo en el corazón del hombre, ni abolir el sistema de autonomía nacional, tan esencial cuando se busca evitar los males de un excesivo centralismo. No ignora ni intenta suprimir la diversidad de orígenes étnicos, de climas, de historia, de idioma y de tradición, de pensamiento y de costumbres que distinguen a los pueblos y naciones del mundo. Insta a una lealtad más amplia, a un anhelo mayor que cualquiera de los que la raza humana haya sentido. Insiste en la subordinación de móviles e intereses nacionales a las imperativas exigencias de un mundo unificado. Repudia el centralismo excesivo por una parte y rechaza todo intento de uniformidad por otra. Su consigna es la unidad en diversidad, como el mismo 'Abdu'l-Bahá ha aclarado…
Sus implicaciones del principio de la Unidad de la Humanidad son más profundas, sus aspiraciones son mayores que las que pudieron adelantar los Profetas del pasado. Su mensaje es aplicable no sólo al individuo, sino que atañe principalmente a la naturaleza de aquellas relaciones esenciales que han de ligar a todos los Estados y naciones como a miembros de una familia humana. No constituye simplemente el enunciado de un ideal, sino que está inseparablemente vinculado a una institución apropiada para encarnar su verdad, para demostrar su validez y para perpetuar su influencia. Implica un cambio orgánico en la estructura de la sociedad actual, un cambio que todavía el mundo no ha experimentado. Constituye un desafío, audaz y universal a la vez, a las gastadas consignas de los credos nacionales, credos que han tenido su día y que, en el transcurso normal de los sucesos, modelado y controlado por la providencia, deberán abrir paso a un nuevo evangelio, fundamentalmente diferente e infinitamente superior a lo que el mundo ha concebido hasta ahora. Requiere nada menos que la reconstrucción y la desmilitarización de todo el mundo civilizado, un mundo orgánicamente unificado en todos los aspectos esenciales de su vida, de su maquinaria política, de su anhelo espiritual, de su comercio y de sus finanzas, de su escritura y de su idioma, y aun así, infinito en la diversidad de las características nacionales de sus unidades federadas.
Representa la consumación de la evolución humana, evolución que ha tenido sus orígenes en el nacimiento de la vida familiar, su subsiguiente desarrollo en el logro de la solidaridad tribal, que llevó a su vez a la constitución de la ciudad-estado y que posteriormente se expandió en la institución de la nación independiente y soberana…
Pongamos un ejemplo. ¡Qué confiadas eran las afirmaciones emitidas antes de la unificación de los Estados del continente norteamericano cuando se referían a las barreras infranqueables que cerraban el paso hacia su federación final! ¿No se declaraba amplia y enfáticamente que los intereses en conflicto, la desconfianza mutua y las diferencias de Gobiernos y costumbres que dividían a los Estados eran tales que ninguna fuerza, ya fuere espiritual o temporal, podía jamás lograr su armonía y su control? Y, aun así, ¡Cuán diferentes eran las condiciones reinantes hace ciento cincuenta años de las que caracterizan a la sociedad actual! En realidad, no sería exagerado decir que la ausencia de esas facilidades que el progreso científico moderno ha puesto al servicio de la humanidad de nuestro tiempo ha convertido al problema de la fusión de los Estados norteamericanos en una federación única, por similares que fueran algunas de sus tradiciones, en una tarea muchísimo más compleja que la que afronta una humanidad dividida en sus esfuerzos para lograr su unificación.
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