- Exordio
- El delito de estafa
- El crimen organizado
- La profesión médica
- Brian Leslie Weiss [Nueva York, 1944]
- Citas
Cuando la arbitrariedad y la ilegalidad se atreven a levantar la cabeza con insolencia e impudicia, es siempre un signo seguro de que los llamados a defender la ley no han cumplido con su deber.
Rudolf von Ihering
I. Exordio
El criminal que parece bueno y honrado, representa un problema insoluble. No solo engaña a los peritos, sino también a gentes que pueden jactarse de conocer bien a los hombres. Ni siquiera es posible exceptuar a la policía o a los jueces. Algunos malhechores gozan de simpatía porque se les encuentra la Biblia entre sus cosas o porque han escrito un libro sobre la resurrección.
La voz suave, y sobre todo la sonrisa abierta, desarman y producen un ofuscamiento en el juicio. Abogados con experiencia suelen dar a la prensa, antes de la audiencia, fotografías de sus clientes con mirada perdida y riendo ingenuamente, lo cual hace que nuestro instinto de defensa se tambalee. La persona que sonríe, parece que nada teme y, en consecuencia, nosotros nada tememos de ella. Nos parece simpático y agradable, como un vendedor que quiere estimularnos a comprar. Estamos dispuestos a adquirir la mercancía que nos recomienda, que es la de que formemos de él una buena opinión.
El criminal utiliza las creencias de la vida social, que se ofrecen sin número a sus instintos. Es sabido que el estafador vive con decoro, como hombre modelo, sin despertar sospecha alguna durante largos años; por lo cual podemos confiar en él sin condiciones. Y cuando a este hecho se añade el ser muy apreciado, no le podemos atribuir acción delictiva alguna.1
Parte de las máscaras que nos engañan es posible comprarlas en la esquina de la calle más próxima. Una de ellas es la de la erudición, signo de buen juicio; y otra, la del buen vestir, imagen de decoro. El grado académico y la elegancia, pertenecen al camuflaje técnico de los caballeros de industria y de los gánsteres. En contraste con nuestro tranquilo respeto hacia ellos, se llega a conocerles precisamente por ese perfil.
Las descripciones que nos proporcionan reporteros con experiencia, revelan que nuestra imagen del criminal está –al menos en muchos casos– en contradicción con la realidad de la vida, y es que los delincuentes tienen a veces una apariencia tan buena como la de sus víctimas. Es cierto que en muchas ocasiones nuestras representaciones se fijan en las cosas más superficiales. Grandes criminales exhiben con gusto títulos académicos propios y rostros atractivos y cuando estos lobos atacan, camuflados ya por los pergaminos, ya por la misma naturaleza, conquistan nuestra simpatía porque tienen piel y cara de oveja.
Empero, la versación y la buena apariencia no son las únicas causas perturbadoras. En toda impresión actúan además de las fuerzas del mundo físico, las que excitan reacciones emocionales complementarias. Nosotros encontramos bello todo lo que es fuerte, imponente, maravilloso o útil. Se trata de un mecanismo de nuestro espíritu que es biológicamente valioso, porque nos une primero estética y después moralmente, a fuerzas superiores.
El hecho de que nuestro juicio se atropelle y se equivoque por imágenes de admiración, lo prueba la actuación del estafador que se oculta bajo ropajes clericales, pareciendo respetable, y vence toda nuestra cautela. En nuestra mente se asienta la tranquila tiranía de las emociones, y nuestro juicio se doblega a su despótico imperio.
De la misma forma que el sacerdote nos protege de la ira divina, el médico nos protege de los ataques virales que acechan y amenazan nuestra vida. Se le incluye en el círculo de los sentimientos de gratitud. Constituye un paradigma ideal del hombre que vela por el bienestar y la salud. Existe una imagen admirativa que prescinde de un juicio imparcial y no quiere reconocer las faltas de aquel a quien se admira como ídolo, a pesar de que dicha palabra significa originariamente imagen engañosa, fetiche, al que se sirve para el propio daño. Durante el tiempo en que se le admira, le consideramos excedentes. Mientras que con el alejamiento, se caen todas las vendas de los ojos y reconocemos perplejos los límites de nuestra capacidad de juicio.
Los grandes caballeros de industria nos enseñan los principios fundamentales de la reverencia al dinero y de su sortilegio. Dominan la complicada técnica de hacerse agradables. Parecer atrayente no es difícil cuando se hace creer a la víctima que se tiene sapiencia y poder. El blanco batín de médico o el traje elegante, inspiran confianza ilimitada y son las coartadas ante las cuales nadie se atreve a sospechar. Cuando está estafando, semeja el espíritu de la honradez absoluta. En los momentos de pánico, lo inconsciente sale a la superficie.
II. El delito de estafa2
La estafa presenta varias características que la distinguen de los demás actos punibles. La estafa facilita, por término medio, el más alto botín; su rendimiento hace palidecer a todos los demás delitos contra la propiedad. Como regla general, puede decirse que los granujas que tienen ingresos más elevados son los estafadores facinerosos. La criminalidad del autor delictivo sobre la víctima es de índole psíquica, y por tanto invisible, que mueve al estafado a perjudicarse a sí mismo o a perjudicar a otro en su patrimonio.
En la consumación de este despojo, destaca no tanto el agente como la víctima. Por eso se entiende la sutil reacción de la sociedad, porque se considera que solo un intonso puede dejarse engañar, mientras que a uno jamás le habría ocurrido aquello. En la estafa no existe la sensación de peligrosidad que alarma en los delitos de violencia o contra la honestidad. Muchas veces, el audaz estafador se recrea con el perjuicio que ocasiona, que pone en evidencia lados débiles del psiquismo humano y fallidas estructuras del orden social.
Nadie quiere ser víctima de un hurto, y el que mete la mano en nuestro bolsillo provoca la resistencia y la llamada a la policía. En cambio en la estafa, la víctima permite, tolera e incluso demanda el peligroso acercamiento, para enterarse solo en el último momento, a veces nunca, de que ha sufrido un daño inferido por un bellaco al que tenía por bueno. Muchas víctimas sufren pérdidas, pero creen, como en los juegos de azar, haber tenido simplemente mala suerte. Ningún otro caso criminal de nuestra época, como la estafa, nos permite familiarizarnos mejor con la psicología de la víctima que coopera.
El estafador, desdeñoso con la norma punitiva, prosigue su camino de ascenso. Con breves y azorados intervalos, el delito prolifera. El mecanismo de precipitar la voluntad humana por ilusorias sendas y espejismos, se conoce como la industria más lucrativa y de menores riesgos, que los superados métodos de la violencia. En vez de tropezar con una enconada resistencia, el estafador confía en la avergonzada resignación de su víctima quien teme sufrir las burlas encima del perjuicio.
Las estadísticas policiales acreditan que el porcentaje de esclarecimientos, no resiste a la crítica criminológica, en cuanto se advierte que solo se denuncia una diminuta parte de los fraudes ocurridos, y que el término esclarecido no es muy transparente. Sin embargo, eso sí, el problema jurídico puede ser muy importante en la estafa habitual.
Repasando el elenco de personajes favoritos de los cuentos, encontramos reyes, princesas, brujos y hombres de fuerza o habilidad maravillosas. Estos arcaicos modelos de veneración: caudillo, curandero y gigante, viven entre nosotros todavía. Aunque las formas externas hayan cambiado y el hechicero haya devenido en sacerdote y médico, pertenecen a las fuerzas cuya bondad protege o cuya maledicencia puede dañar.
Los instintos de la devoción enaltecen a estas potencias superiores, tan vigorosas hoy como siempre. Con aquella simple pero segura psicología, casi animal, conque la naturaleza le ha dotado, desata el caballero de industria estos complejos emocionales y los hace servir a sus fines. El estafador no los ha sacado de la nada, sino que los ha tomado del repertorio de ideas aberradas que permanecen arraigadas en la cabeza de la víctima.
Los caballeros de industria surgieron en la antigüedad. Estafaban por todo el país con aparición de espíritus y sermones de penitencia. Cuando llega la época del miedo, salen de la sombra avezados araneros que prometen la salvación de todos los males del cuerpo y del alma.
El Medievo transcurrió pletórico de estados de angustia. Prevaleció siempre en los pueblos el miedo al fin del mundo y a la cólera divina; campo fértil para los estafadores de indulgencias, que dio lugar a grandes abusos; la ignorancia y la relajación de costumbres hicieron que muchos creyeran que aquellas valían para perdonar los pecados y las compraban por dinero. Papas y prelados trataron en vano de conjurar la proliferación de mercachifles de indulgencias, quienes operaban con toda clase de las más raras reliquias: un trozo de la vela de la barca de San Pedro; una pluma del ala del arcángel San Gabriel; gotas de leche materna de la Virgen María; una astilla de la Cruz del Calvario.
A cambio de un cobro deshonesto, los caballeros de industria liberaban del voto de castidad y de abstinencia; autorizaban a herejes a retornar al seno de la Iglesia Romana; investían dignidades eclesiásticas a hijos bastardos; levantaban excomuniones e interdictos; vendían a perpetuidad parcelas en el cielo. En pocas palabras, toda su potestad se la prestaban ellos mismos. En 1390, el pontífice Piero Tomacelli –Bonifacio IX– ordenó prender a estos sacerdotes estafadores y a sus cómplices y encarcelarlos sin más, simpliciter et de plano ac sine strepitu et figura iudicii.3
En nuestros días, la maniobra fraudulenta continúa amasando fortunas con la venta de la esperanza, de manera tan extravagante, que hasta llega a constituir una ofensa a la moral de un chiquero de cerda. Muchos de los grandes timadores no han permanecido ni un solo día en prisión. Algunos son detenidos, pero liberados de nuevo porque a veces sus víctimas retiran los cargos. No es fácil extinguir la ciega confianza de los creyentes en la estafa del absurdo ocultismo por la vía del distanciamiento y de la denuncia; los fracasos de la persecución policial parecen aumentar la fe en el estafador y reducir las facultades críticas de la víctima.
El caballero de industria, a través de la perversión de la religión, colma el sueño de la exaltación alucinógena. Da a las masas: "el hombre poderoso" sustitutivo del rey como alquimista social; el gran médico poseedor del arte curativo que sustituye al mago; o el portavoz de fuerzas ocultas fundador de una nueva secta.
El caballero de industria está poseído de la ambición de ser algo mejor y más grande. No compite con otros favorecidos por el destino con el procedimiento parsimonioso y laborioso de lo cotidiano, utilizando los lentos y laboriosos caminos establecidos para ascender en el escalafón social; sino que alcanza la meta de sus ardientes deseos por medio de una pieza heroica y teatral. Pone la mano con su astuto fingimiento, saltando todas las distancias, en lo que a otros ha concedido la fatiga o el azar. Como rendimiento principal de esta ilusión, recibe la reacción sumisa de la persona engañada.
Es difícil decir quién disfruta más: si el caballero de industria que desempeña el papel de amigo de los dioses, o los creyentes que lo ven cerca de ellos. Ambos disfrutan por corto tiempo de las delicias de que están privados en la vida real. Con la creciente ola de celebridad vuelan a él los corazones. El gran hombre parece cada vez más hermoso e importante.
El caballero de industria se representa en la escena abierta del mundo. No se oculta de nuestros ojos, sino a nuestro entendimiento, y tiene que ser convincente si ha de encontrar crédito por algún tiempo. Si prevalece, es que el caballero de industria, con la varita mágica de su instinto, ha encontrado una profunda veta de la que fluye en abundancia el afán de sumisión. La actitud profesional con la que casi se cuenta y que se agradece, debe imponer respeto y corresponde a la necesidad humana de respetar. La dignidad es también un requisito profesional de muchos caballeros de industria.
Al lado de las situaciones propicias a la estafa proporcionadas por la vida diaria, hay crisis en el alma colectiva que oscurecen la actividad intelectual y predisponen al engaño. Sobre su suelo brota una abundante simiente de estafadores que inducen a error no solo a individuos aislados, sino a clases sociales enteras. Las personas desgraciadas son sugestionables. Cuanto más insuperable es la dificultad ante la que se encuentran, tanto más se inclinan a asirse a un clavo ardiendo.
La doctrina psiquiátrica conoce la locura inducida –la folie imposée– a través de la cual saltan como una chispa las ilusiones y alucinaciones que se acentúan con la fuerza de la autosugestión. En contra de lo que se suele creer, la estafa opera con los eclipses intelectuales que acompañan a toda intensa alteración de los mecanismos psíquicos, y cuantos más agudos son los sentimientos, más fácil es el engaño.
El gran estafador manipula los miedos o apetencias que velamos o callamos; tal como el temor a la muerte, o el deseo irrevocable de inmortalidad. Si la víctima vacila todavía y se aferra al baluarte de la educación y de la costumbre, la atrae a situaciones en las que puede rechazar frágiles inhibiciones o abandonarse a deseos penosamente reprimidos. Se adhiere firmemente a la víctima que promete botín y parece estar dispuesta para que la asalten.
Procedentes de épocas primigenias, duermen en el hombre instintos de rebaño, de simpatizar con el animal guía y acomodarse automáticamente a los movimientos cerriles de la manada o del grupo. Anestesiado, arrebatado por la pujanza del instinto colectivo de la propia conservación, no precisa el pueblo de ninguna coacción. El automatismo reverencial, la pasión de venerar ciegamente y seguir la posición alpha del lobo vestido de oveja, salta por encima de todos los diques.
III. El crimen organizado
La organización criminal es la empresa que genera múltiples beneficios económicos, obtenidos de manera deshonesta. Lo integran sujetos asociados para delinquir, con jerarquía vertical y logística propia: asociación ilícita, estructura articulada y personalización. Cada nivel tiene un común interés respecto al anterior; la misma intención criminal en distintas proporciones.
La asociación criminal proporciona los bienes y servicios ilícitos que le demandan, o provee bienes y servicios lícitos de manera ilegal. Para formar su estructura, precisa de más de 3 personas con permanencia temporal y prosaico ánimo de lucro. Conspira para cometer uno o más delitos tipificados en la Convención de Palermo.4 Definición análoga es aceptada por todos los Estados del mundo.
Generalmente, se identifica al crimen organizado con un solo tipo de delito: el tráfico de substancias estupefacientes. Sin embargo, hay que entender este fenómeno desde otras variadas formas de actividades ilícitas, para definir una política efectiva y eficiente contra esta modalidad delictiva. Se requiere entonces, una percepción holística, y establecer límites en su nomenclatura específica; que permitan descubrir a sus agentes y sus operaciones criminales.
Para poner fin a esta dificultad, necesitamos definir su existencia y calificar su gravedad, para diseñar estrategias de orden político, judicial y represivo; a efecto de desterrar este tipo de delincuencia transnacional. El estudio criminalístico de permanencia y continuidad, ha permitido el conocimiento de la organización: su estructura, miembros, medios, tipo de delito, y sus diversas formas de actuación delincuencial, y, además, evaluar la metamorfosis solapada [lavado de activos] de estas organizaciones y su estrategia para perseguirlas.
§III.1 El grupo criminal se configura sin las características que definen la organización criminal, pudiendo ser posible su punición aunque no exista estabilidad, coordinación o distribución de funciones. Solo es imprescindible que esté formado al menos por 3 personas, que actúen de consuno en la perpetración de delitos o de faltas reiteradas.
No todas las operaciones fraudulentas están calificadas en la enumeración de los disvalores cometidos por el crimen organizado o por el grupo criminal; pues en el reino de la infamia hay esferas muy variadas. Es imposible enumerar la diversidad de medios inventados por la astucia humana para engañar.5 Existen los que sin tener denominación que los identifique, participan en el bajo mundo de la conjura delictiva, como los que provienen de África, comprometidos en el tráfico ilícito de hachís o en la inmigración ilegal; así como aquellos que lucran con sumas fabulosas obtenidas de la ganancia del fraude paranormal que cruza fronteras.
Los signos exteriores de riqueza en ambos casos, son suficientemente atractivos para caracterizarlos como un negocio muy rentable –pródiga fuente de dinero– que se mantiene de espaldas a la ley, anulando todo adarme de ética y moral; que haga pensar a las organizaciones delictivas en las ulteriores consecuencias de su criminalidad.
IV. La profesión médica
La medicina ocupa en la vida social una posición privilegiada. La medicina, defensora y mantenedora de todo aliento vital, ha podido vencer el dolor y el sufrimiento, y fundado nuevas esperanzas para la longevidad.
A través de la historia, el arte de curar se fue separando paulatinamente del ámbito de poder del sacerdote, quien lucha aún hoy por la curación con sacrificios y plegarias, y manda al enfermo a santos lugares ubicados hacia el más atrás o hacia el más allá. Se abrieron inquietas escuelas médicas adosadas al templo de Esculapio, y por largo tiempo se conservó a medias el carácter cultural.
En la antigua Grecia, la ceguera era consecuencia del pecado; la enfermedad, el rayo, la derrota y el ahogamiento, una pena de los dioses a los blasfemos. Entre los antiguos israelitas, el primer auxiliador y médico fue Iahvé el que golpea por sí mismo o por un ángel a los seres humanos.6 En casos aislados se llamaba ya al médico y se hablaba de ungüentos en vez de sacrificios y plegarias. Incluso se recomendaba consultar a un médico, pues también a él le ha creado el Señor.7 Este arte sanador no excedía en mucho al de los demás pueblos primitivos. Y cuando la medicina desconocía la causa etiológica, el enfermo era tratado como enemigo público como sucedía otrora en la Edad Media, cuando el Tribunal del Santo Oficio sometía a ordalías al paciente epiléptico para luego condenarlo a ser quemado vivo en la hoguera por estar poseído por demonios.
En los cuentos se encuentran pocos médicos. La curación se produce por sí misma de modo maravilloso. La reina afásica puede volver a hablar. El buen Dios devuelve la vista al ciego, la palabra al mudo, el sonido al sordo y la vida al muerto; y hace que le crezcan las manos a la muchacha que no las tiene. En el mundo de los milagros el trabajo de un médico es superfluo, aventurado, incierto; y las potencias mágicas pasaron a algunos santos y a muchos santeros.
El arte de curar exige conocer el cuerpo antes de intervenir en el curso de sus funciones. El malestar físico o psíquico es conjurado con los medios que la ciencia ofrece para alejar las fuentes del daño e iniciar el proceso curativo. En las manos del médico están la muerte y la vida; ante esta última será un virtuoso de la lex artis* en prevención, diagnosis, tratamiento, y curación de los males.
El paciente o el que necesita socorro profesional de un médico, está protegido: sus certificados de salud no pueden falsearse. Las normas jurídicas y eticistas de todas las naciones, conminan con penas al médico que publica indebidamente lo que sabe del enfermo. Es por eso, que al médico se le manifiestan hechos y cosas que el paciente desea que permanezcan secretos; ante él caen muchos de los vallados que la persona ha levantado para proteger su pudor.
El médico que restablece la salud, que salva la vida, no puede otorgar a los seres humanos la inmortalidad. Muchos padecimientos son incurables; todo hombre tiene que morir. El esfuerzo médico sigue el giro del aparecer y desaparecer, prestando auxilio de su arte aquí y prolongando el tiempo de vida allí donde hay que rendir las armas por la abrumadora superioridad del enemigo.
El médico contempla el venir y el marcharse, vive cada día el giro del nacimiento y el derrumbamiento. Lo terrenal tiene su esfera. Con todo su altruismo, el buen médico solo puede ser un realista imperturbable. El médico tiene con la vida y la muerte una relación distinta, que constituye para él mismo una pequeña debilidad, pero que desde el punto de vista de su profesión es un alto don. En estado de guerra se admira su frio y heroico valor cuando ingresa casi placenteramente en medio del peligro. Nadie mejor que un médico sabe que no se vive más de una vez en este mundo.8
Contra este orden de cosas, hoy día, en todas las disciplinas y en todas las técnicas, se ha puesto en movimiento una caterva promiscua de agoreros y nigromantes vendiendo muy variadas formas de simbolización, fantasía e imaginación: ultramundos, encantos, demonios, embrujos, posesiones, y las avivadas teorías sobre el paso de la vida temporal a la infinita.
El oscurantismo repudia y vilipendia la razón como fuerza reguladora de la sociedad humana con una intensidad que no tiene apenas paralelo en la historia. La esfera misteriosa de la magia, donde la mirada, el gesto y la autoridad del nigromante paralizan la voluntad de los dioses y hasta les hacen doblar la rodilla, ha contribuido al vocabulario del engaño. La víctima queda encantada, embrujada, fascinada, trastornada; porque la superstición corresponde en tan elevada medida a necesidades del alma humana, que los milenios no han podido romper su fuerza. La ilusión es tan hermosa y consoladora, que le cuesta salir del ensueño. En muchos casos, sociedad y civilización se encuentran separadas por el pozo negro de lo irracional.
Es un hecho real que las sanaciones alquimistas funcionan desde un punto de vista emocional y psicosomático, relajando al paciente, haciéndole más optimista y más tolerante al sufrimiento y al dolor y dejándole una placentera sensación de déjà vu, que es el resultado de las correcciones que el mismo paciente hace en la función de su sistema nervioso autónomo. Pero resulta inconcebible que el mentalista, el psíquico y la generalidad, crean que estos procedimientos no ortodoxos funcionan más allá del efecto placebo, lo que constituye un error. De allí que el misticismo se torne en ciencia, en engaño, en fraude, en estafa; porque el delusorio karma regresivo o progresivo, el cupping, la acupuntura, las cartas astrales, las lecturas de aura, las sanaciones de chakras y otras delusivas prácticas parapsicológicas no son gratuitas. El mercado negro de las terapias parapsíquicas mueve miles de millones de dólares al año en el mundo.
Absortos contemplamos que, paralela a la medicina corre una larga lista de mitos místicos, mágicos, esotéricos y animistas que sin ningún fundamento evocan los timadores para vender sus servicios; afirmaciones que se han tomado como verdades a lo largo de la historia. Empero, todo esto que es solo el botón de la muestra, tiene un trasfondo más complejo: los medios masivos de comunicación, el internet, la literatura popular y el cine, venden de manera desvergonzada, a diario y a toda hora, especulaciones e información falsa o incompleta que, en lo sustantivo, no sería perjudicial si nuestra población infanto-juvenil tuviera mejor educación para poder distinguir entre el ensueño y la vigilia; entre la fantasía y la realidad. Esta información que se almacena por debajo del umbral de la conciencia con gran facilidad desde muy pequeños, y ayuda a mantener errores y leyendas citadinas –denominada criptomnesia– puede manifestarse a posteriori, sin explicarnos a veces un fenómeno o experiencia de manera racional.
La industria del credo ocultista, esotérico o psíquico, es enormemente lucrativa. Explota con afirmaciones quiméricas a la persona ingenua, de exaltada imaginación, supersticiosa, atraída por lo fantástico, o de escaso entendimiento. El rentable y millonario mundo de los terapeutas psíquicos, derivados de la llamada Nueva Era, está plagado de mitos y supercherías. Responsabilizan al paciente por su enfermedad emulando las enseñanzas del conocido médico psiquiatra y estafador alemán Ryke Geerd Hamer [Düsseldorf-Mettmann, 1935], quien patrocinó uno de los episodios más aberrantes en la historia de la medicina, y a quien el Poder Judicial alemán, en 1986, le inhabilitó para el ejercicio de la profesión y revocó su licencia mediante sentencia condenatoria que fue ratificada por el Tribunal Superior en el año 2003. Hamer cumplió condena durante un año en Alemania [1997-98]. Posteriormente se le acusó de seguir ejerciendo la medicina ilegalmente y de haber provocado la muerte de algunos de sus pacientes, entre ellos de una niña de 7 años.
Es más, en Francia, el tribunal de Fleury-Mérogis [Essonne] condenó a Ryke Geerd Hamer a la pena de tres años de prisión [2004-06] en la penitenciaría de Sainte-Geneviève-des-Bois después de haber sido extraditado de España donde sufría detención en el madrileño penal de Soto del Real. Ambas sentencias fueron sustentadas bajo los cargos de estafa y práctica ilegal de la medicina.
Todavía el día de hoy, existen varias sentencias pendientes de ejecución por no haber podido ser extraditado de Noruega donde se refugia desde marzo de 2007.
Vivimos en una época en la que los valores fundamentales de la cultura están siendo desafiados y atacados. Todos sabemos que el médico está rodeado de peligros profesionales. Cuando el dinero le transforma en una fiera salvaje, su arte se convierte en un peligro para los confiados dolientes. Su conducta aberrada le permite el piadoso engaño de los sentimientos. Lucra con dinero contante y sonante que esquilma fácilmente a sus víctimas, desafiando todos los principios de la moral profesional; y se justifica a sí mismo porque hasta llega a creerse sus propios embustes.
V. Brian Leslie Weiss [Nueva York, 1944]
Impresentable médico judío-norteamericano. Egresado de las universidades de Columbia y Yale. Profesor emérito de la Universidad de Miami-Florida. Jefe del área de psiquiatría de la Mount Sinai Medical Center de Miami Beach. Heraldo de su fraudulenta terapia de vidas pasadas o terapia de efecto placebo. Autor de libros relacionados con la ficción artificiosa de la reencarnación; abordada según él a través de experiencias psiquiátricas narradas por sus pacientes en estado hipnótico; dando lugar al nacimiento de su engendro que le ha titulado terapia regresiva a vidas pasadas para sanar traumas acaecidos en las vidas anteriores.
Las consejas del Dr. Weiss refieren la primera experiencia de su auto-regresión que le ubicó en Alejandría–Egipto en el siglo XX a. C. y como amigo de Jesús de Nazaret en el siglo I d. C. y circunstante cuando llevaba la cruz al Calvario; fabuloso episodio plagiado –no cabe revocar a duda– de la novela Trojan Horse: Jerusalen 1/ first published in 1984 [Caballo de Troya: Jerusalen
1/primera edición en 1984], de propiedad intelectual del periodista y escritor español Juan José Benítez [Pamplona, 1946]9. Al año siguiente, en 1985, el Dr. Weiss hizo pública su necrológica historieta, iniciando de este modo su codiciosa carrera delictiva.
Inconsecuente con la profesión médica, sostiene el susodicho con arrogante filatería, haber sido sacerdote babilónico; y haber ayudado a los discípulos de Cristo después de su muerte en la Cruz. Manifiesta también que, en otras vidas más cercanas en el tiempo, fue sacerdote budista, hindú y musulmán; además de sacerdote católico en Escocia, y haber sufrido tortura y muerte por el tribunal eclesiástico de la Inquisición en Dublín. El caballero de industria tuvo que engañarse primero a sí mismo para poder engañar a los demás.
En la macabra patraña del mencionado psiquiatra, su primera paciente una mujer católica de 28 años llamada Catherine –de Nueva Inglaterra, EEUU– a quien trató más de un año, no solo recordó bajo hipnosis muchas de sus vidas sino que retrocedió cuatro mil años a una antigua vida en el Cercano Oriente; en otra de sus vidas primero fue un niño en Ucrania y prostituta española del siglo XVIII d. C. y en otra, una griega que había vivido algunos siglos después que la del Cercano Oriente. En su mismo cuento señala el bellaco, que su paciente también le dio información sobre su padre y su hijo muertos, algo que solo él y su esposa conocían. De cara a la deontología y la ética médicas, el secreto profesional resulta identificado como el primer factor de deshonestidad de este galeno.
Los pacientes, o mejor las víctimas del sociópata Weiss, al conjuro de conocer sus otras vidas, pagan elevadas sumas por una consulta que sería actualizada uno o dos años después de haberla reservado. Su maniobra fraudulenta ha permitido al rapaz psiquiatra amasar enorme fortuna que, de paso sea dicho, jamás hubiera alcanzado ni aun viviendo 500 años con los haberes que percibe de la universidad y del hospital donde trabajó. La tentación fue muy fuerte, tan pronto como el ejercicio regular de la profesión no era tan lucrativo.
Por los conocimientos técnicos, el aludido granuja no requirió de mucho esfuerzo para concebir el filón dogmático que desdora y envilece la especialidad. Además, se deduce por su personalidad arrogante y megalómana que jamás quiso quedar rezagado en la valoración social que otorga el círculo de la existencia civil. Su hipnosis regresiva y progresiva le ha permitido ganar el malhadado protagonismo mundial que siempre ambicionara, y que, mal por el contrario, con solo la práctica profesional jamás le hubiera sido posible. El estatus le ofreció peldaños, pero éste los salvó de un brinco.
Como líder mesiánico de su chamánica secta, el Dr. Weiss es príncipe por la gracia de su fraude, que apaga la realidad y finge para él, que está en vigilia, un mundo de ensueños. Pone en evidencia su disposición camaleónica –igual a los credos ecuménicos que aprovechan todas las sangres– con un mensaje subliminal de sincretismo teosófico: proclama haber sido sacerdote babilónico, musulmán, católico y budista. Su abominable codicia, demanda la atracción de otros tradicionales cultos que convocan multitudes. Emplea alucinadas paramnesias, trepando ante la absorta mirada de su inocente víctima, quien participa en el poder superior en cuanto se coloca de su parte y le ofrece el incienso de su devoción. Desde la verdadera obsesión descienden los peldaños de la conciencia a la simple comedia.
Avezado bribón, precisa ser admirado y venerado como amigo de Jesús de Nazaret y de sus discípulos, y como víctima propiciatoria en Dublín. Presume de gurú occidental postmodernista y de ser el elegido y líder de su ramplona cofradía. Fascina por su cinismo, persuadido que tiene influencia sobre los sentimientos de personas confiadas o abatidas; participa en entrevistas televisivas, programas de radio, conferencias y seminarios.
Aquí es donde la audacia delictiva del charlatán y sus amaestrados defensores lucran con las emociones. De todos los impulsos que nos atormentan, que nos duelen, que nos exigen perentoria satisfacción, los primeros son el hambre y la sed. Con el instinto elemental del animal de rapiña, el estafador ha descubierto un oculto anhelo, una avidez anímica. El que promete aplacar esta profunda apetencia se apodera del hombre y de las multitudes. Por eso estorban los instintos concurrentes.
El depredador ataca a sus presas en los lugares en donde hay agua, en los abrevaderos naturales, en su querencia, adonde les arrastran sus necesidades. El Dr. Weiss conoce el vacío interior, la sed de perennidad de sus víctimas. Sabe que su embeleco debilita las fuerzas, enerva la volición y desvanece la razón. Toda noticia de perpetuidad sobre el planeta es éxtasis. Todo aliento vital que garantice la eternidad es frenesí. Toda ilusión de inmortalidad es triunfo de la voluptuosidad en el misterio.
El temor a la soledad y a la muerte representa la angustia existencial generada por la nociva eclosión social. Tan pronto como falta el objeto al instinto, siente un vacío que el hombre trata de llenar con todas sus fuerzas. El ser humano da crédito a la seudología para satisfacer ocultas veleidades, tratando de encontrar en su interior lo que no encuentra en su familia o en la sociedad. Mientras en las librerías, las repletas cacerolas de autoayuda ["puedes lograr lo que quieras con el poder de tu mente"] continúan llenando de tizne nuestra capacidad analítica, la que nos permite entender y enfrentar los apremiantes desafíos que nos depara la convulsa sociedad humana.
La terapia regresiva o progresiva, con efecto de encantamiento, priva de resistencia y lleva intelectualmente a la esclavitud. El ser humano con la ilusión de reciclarse, es humillado y seducido a perder su razón y su dignidad; con la vana creencia de que peregrinar de cuerpo en cuerpo en este mundo es su destino.
Un médico con un elemental sentido ético en el desarrollo de la práctica facultativa decente, no ofrece inverosímiles resultados, no promete curas taumatúrgicas y no le culpa al paciente por su padecimiento. De manera similar, si el médico en una cirugía olvida su bisturí incrustado en el cuerpo del paciente, deberá ser denunciado públicamente por negligencia médica, y ser condenado a pagar a las víctimas elevadas cuantías indemnizatorias por su grave falta.
Su millonaria propaganda –fraude científico de alarmantes proporciones– a la que el Dr. Weiss denomina mis libros, a pesar de no contar con la validación de la revisión por pares prevista por la OMS, son verdaderos best sellers surrealistas que, traducidos en 40 idiomas, ha sabido vender más de 20 millones de unidades. Mediante ellos, en sus softwares ofrecidos como método terapéutico a través de los espacios esotéricos de la red10 y en sus conferencias, pregona el licencioso que siempre fue descreído y que cambió radicalmente de manera súbita por el testimonio de su misteriosa médium Catherine, de la cual no da pruebas de su existencia, ni siquiera en el control de sus consultas y sólo exige que crean a fardo cerrado en su palabra. A partir de este desvariado y grotesco episodio –mezcolanza de medicina, religión y magia– el Dr. Weiss conoció la sonrisa de la fortuna y del éxito, que le permitió compartir manteles con monarcas, dignatarios, ricos y famosos.
Entonces, si todo esto es así, he aquí la inferencia: el Dr. Brian Leslie Weiss es un hombre de presa, no de ciencia. Su dolosa impostura lo convierte en vulgar ilusionista de farándula y estafador internacional que deshonra a la profesión médica. Dirige desde la sombra el grupo de conspiración criminal masiva de la regresión a otras vidas, para despojar el patrimonio de sus víctimas explotando sus temores, creencias y necesidades.
Psicópata perverso y manipulador. Mitómano y narcisista. Tunante y depredador. Descarado; para inspirar credulidad, se sirve de la máscara de la dignidad que le prestan los años, y del talar scrubs de médico. De no escasa inteligencia, que lo vuelve más peligroso aun. La medicina sostiene que el 80% de los pacientes funcionales hospitalizados padece enfermedad psicogénica; siendo obvio que, por su condición de médico, conoce la etiología psíquica de casi todos los malestares funcionales. Abusa de la buena fe de personas que admiten su propaganda con tal arrobamiento, que no escatiman desembolsarle ingentes sumas en consulta tras consulta.
El misticismo profano, expresado mediante las chapucerías y despropósitos del Dr. Weiss, es indiferente a la validación objetiva e independiente respecto de su eficacia, porque para su comisión delictiva utiliza en provecho personal la falacia de la causa falsa.
La lógica formal califica la correlación coincidente o conexión causal como falacia de causa falsa** cuando se toma por condición suficiente de un acontecimiento, algo que no es su causa; es decir, este paralogismo asume que si un acontecimiento sucede después de otro, el primero es consecuencia del segundo10. En otras palabras, dado que un acontecimiento sucede a otro, aquel fue causado por este. Entonces, la verdad sea honrada: la correlación no implica conexión de causalidad. V. gr. el gallo canta antes de rayar el alba; ergo, el canto del gallo es causa de la salida del sol.11 Sin embargo, el sofisma de la causa falsa lo explica la lógica como un engañoso hecho o circunstancia objetiva; en cambio, en el fraude del Dr. Weiss la causa constituye un evidente timo.
La pedestre necrofilia –lúdico fraude y simulacro de investigación científica– del Dr. Weiss propagada mediante su prolífico cólico miserere de libros, conferencias y seminarios en todo el mundo y en vastos auditorios [por los últimos cobra US$ 50000 y 90000]; está planteada sin contrastar por ser velada a toda penetración racional; motivo por el cual, resulta antagónica a los principios de rigor científico de la medicina en etiología y diagnosis, e indiferente al desarrollo y al tratamiento de la enfermedad; y, desde luego, no es aprobada ni publicada por el Congreso Médico, institución legalmente autorizada para evaluar su contenido y alcance.
Tampoco, obviamente, sus desvariadas obras sobre reencarnación han sido aceptadas por el U.S. Medical School, ni por la American Psychiatric Association, instituciones que deberán pronunciarse sobre las fechorías y la anética práctica médica de este mal profesional que, olvidando muy pronto el juramento hipocrático12 cuyo contenido ético orienta la práctica del oficio, ideó hace más de 25 años una iconoclasta estructura delictiva contra la Medicina Humana, la Antropología, la Psicología Clínica, la Pedagogía y la Filosofía; que ha servido de inspiración a otros habilidosos malvivientes, para hacer de la ficción y la mendacidad las armas de su propia vida criminal.
El descenso ético de este audaz embaucador, lo ha deslizado hacia los parajes inverosímiles de la fantasía, de la magia y de lo paranormal para procrear su engendro; conducta profesional reñida con los principios dialécticos de la Medicina, de la Pedagogía y del Derecho. El doctor Weiss ya no solo auxilia pacientes psiquiátricos –como él mismo admite– ahora también pasan por consulta miles de curiosos incluyendo a menores de edad13, ávidos por conocer sus vidas pasadas o sus vidas futuras. Esto es malpraxis. El sesgo es falta grave, porque el médico ya no absuelve una consulta profesional sino que, como cualquier chamán diletante, atiende y dirige una cita con el más atrás o con el más allá.
Por estas consideraciones, asumo que el médico Dr. Brian Leslie Weiss debe ser investigado por la Federal Bureau of Investigation –F.B.I. – y por la policía federal de Miami del Estado de Florida donde reside el timador; con mayor razón si la vocación delictiva se pone en evidencia en la estafa colectiva cometida por los laboratorios FWM, Laboratories Fort Lauderdale, Nox Edge, Mojo Blast, y otros en los EEUU, al parecer de su propiedad, que han dado lugar a miles de denuncias por fraude.14
La profesión médica no alcanza su meta en el restablecimiento de la salud sino que, como excelsa profesión, ejerce pedagogía social ante la minoridad de una nación que está siempre observando el comportamiento de sus miembros. El médico ofrece asistencia y protección a la humanidad doliente. Su auxilio es dispensado con lealtad y respeto. La infancia y juventud no merecen ser atosigadas por esta siniestra e irracional práctica facultativa, agravada por tratarse de un profesional de la medicina.
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