Etnomedicinas, antropología aplicada y enfermos crónicos (página 2)
Enviado por Alfonso J. Aparicio Mena
La ciencia surge en Europa a partir de la confluencia y evolución de premisas culturales e históricas muy concretas. El matemático y prehistoriador franco-chino Antony Tao (2003) señala que fueron los griegos, considerando el universo y la naturaleza regidos por leyes que el pensamiento es capaz de descifrar y entender, los que sentaron las bases de la ciencia. El judaísmo y el cristianismo contribuyeron sustituyendo la creencia en un dios inmanente por la creencia en un dios trascendente, descartando así toda animación de la naturaleza, siendo ésta susceptible de ser conocida y entendida a través del pensamiento racional. Los progresos del Renacimiento y de la Ilustración hicieron el resto. No quiere decir esto que en Europa desapareciesen las tradiciones con la revolución científica. Aquéllas siguieron existiendo dando lugar a manifestaciones culturales muy diversas (locales). Los pueblos que no tuvieron influencia grecolatina, que no tuvieron arraigo y desarrollo del judaísmo o del cristianismo, que no participaron en las manifestaciones socioculturales de la Edad Moderna, que no llevaron a cabo la revolución industrial y el desarrollo económico a la europea, siguieron sus propios caminos de progreso, sus líneas naturales de evolución, en lo social, en lo económico y en lo cultural. Desarrollaron así modos de atención de los problemas de salud enraizados en sus culturas (medicina tradicional china, medicinas tradicionales mexicanas, medicina ayurvédica), sistemas terapéuticos adaptados a las características de cada pueblo. Este hecho se dio de manera paralela al desarrollo de la ciencia en Europa. Algunos pueblos musulmanes fusionaron sus tradiciones terapéuticas, sus logros y sus descubrimientos en el terreno de la curación, de la salud y el bienestar en general, con los grecolatinos, aproximándose a la línea racionalista que desembocó en la ciencia. La forma de entender la salud y la terapéutica en los pensamientos tradicionales es esencialmente diferente a la que se da en el pensamiento científico. Pero no por ello se puede decir que los pueblos no occidentales estén en fase de desarrollo precientífico (Geertz, 1990). Ninguna cultura es superior a otras, señaló el antropólogo Franz Boas (1993). Las respuestas terapéuticas a los problemas de salud se adaptan a las especificidades culturales de los pueblos (Brown, 1988). La antropología reconoce esas diferencias y defiende el derecho a existir y la continuidad de las mismas. El colonialismo y la hegemonía occidental en el mundo han impuesto modelos sociales, económicos, políticos, religiosos, culturales y científicos; y han creado corrientes de pensamiento de corte etnocentrista entre muchos eruditos y gente común (Aparicio, 2007). Ningún pueblo originario del Amazonas, de Mesoamérica, de Sri Lanka, de China o de cualquier otra parte del mundo ha seguido o seguirá los mismos caminos que llevaron a Europa a la revolución científica. Tampoco es una condición necesaria para que exista progreso (entendido sin restricciones). Cada uno ha alcanzado su progreso siguiendo las propias líneas (naturales) de evolución. El colonialismo y la explotación occidental del llamado tercer mundo han sido los responsables de la desestructuración de pueblos y culturas a lo largo del planeta. A ello contribuyó la Iglesia católica con la evangelización y con la imposición de una idea ajena sobre las locales (Aparicio, 2007). A la vez, se han creado fusiones cuyas expresiones culturales híbridas aún no han manifestado todo su potencial. Esa desestructuración (por ejemplo, la surgida en América indígena a partir de la Conquista, o la surgida en Siberia a partir de la expansión rusa), ha hecho perder a los miembros de sus sociedades el lazo de unión con la fuente de equilibrio que significaba la tradición y la organización tradicional. Las consecuencias son: la pobreza, la miseria, las enfermedades. La sociedad occidental, por su parte, no sólo no perdió el contacto con su fuente de equilibrio sino que la reforzó. Seguros y fuertes, los occidentales impusieron sus criterios por doquier. Se fabricaron ideas erróneas al comparar la situación de las gentes desarraigadas de sus tradiciones con la de los occidentales. En tiempos de Marco Polo, Oriente había alcanzado un desarrollo dentro de su propia línea de progreso que luego perdió (en parte) al imponerse (dependiendo de lugares y contextos sociales) lo occidental. A pesar de todo, las medicinas tradicionales y naturales, tanto en los países no occidentales como en los países europeos, continuaron su existencia llegando a nuestros días con un buen grado de salud. Tal es el caso de la medicina tradicional mexicana, de la medicina tradicional china o de la medicina ayurvédica. Y en Occidente, de los diversos modos naturales-tradicionales de atención y cuidado de la salud.
Decimos que existen muchos puntos en común y grandes parecidos entre todos los sistemas de salud tradicional y natural, pero conviene que sepamos que hay:
- Etnomedicinas no occidentales y,
- Sistemas tradicionales y naturales occidentales.
Las primeras surgieron, y se dan, en culturas tradicionales no europeas. Por ejemplo: medicina china, medicina mapuche, medicinas mexicanas, ayurveda; y más.
Las segundas nacieron en Europa siguiendo esquemas tradicionales y/o filosóficos locales, y se diferencian del sistema moderno, convencional, alopático. Entre ellas tenemos la naturopatía, sistemas de atención manual o la propia homeopatía.
Detrás de sistemas, modos, prácticas, ideas, organizaciones, etcétera, relacionados con la salud y el bienestar, con el desarrollo autóctono en paz y con el equilibrio, están las personas, en la cultura occidental o en otras culturas. Todos los seres humanos tienen el derecho a seguir las tradiciones que definen la identidad de su cultura y sociedad. Cualquier otro ser humano, grupo o sociedad que lo impida se convierte en agresor (aunque esté apoyado por leyes).
En muchos aspectos, y a pesar de que haya diferencia de tiempo en el surgimiento de unas y otras (etnomedicinas en general), respecto a la concepción de salud, enfermedad y modos de curar, hay parecido entre ellas. En los sistemas tradicionales no occidentales y en los naturales occidentales, los enfermos son el objetivo, antes y/o a la vez que los males que padecen. Se estudian las personas enfermas; no se suele generalizar a partir de la observación y de la experiencia. Más bien, se particulariza, porque se entiende que cada persona es única; y su mal, en cierto modo, también. Esa comprensión singular de las personas enfermas aporta no obstante conocimientos vitales, precisos y necesarios para entender a otras personas con males parecidos. Las alteraciones y problemas instalados en el interior de la persona, permitiéndola vivir pero con dolores, restricciones y sufrimiento moral, resultan complicados de resolver a la luz de cualquier sistema curativo. Los enfermos crónicos viven una "normalidad patológica" difícil de invertir. Se entiende que un problema crónico fue primero agudo.
Pasó el tiempo y se hizo parte del enfermo. O que se desarrolló y se mantuvo debido a las características constitucionales-naturales de la persona. Según la mayoría de las etnomedicinas, la solución al mal mantenido en el tiempo (que no necesariamente ha de entenderse como cura total) pasa por invertir el proceso convirtiéndolo en agudo para, de esta manera, y a través de la potenciación del sistema defensivo, de la autoestima, etc., intentar conseguir el reequilibrio. Pero eso puede conllevar peligros, optándose a veces por una línea de actuación prudente y realista, ayudando en lo posible a mejorar y mantener un nivel de bienestar y una calidad de vida aceptables en la persona enferma crónica. Lo mejor puede ser peor que lo bueno, resulta una máxima muy tenida en cuenta en las terapéuticas tradicionales. Muy apropiada a la hora de aconsejar y de aportar ayuda a los enfermos crónicos.
El fracaso de un tratamiento de la medicina convencional o el fracaso de una ayuda tradicional/natural en los que el enfermo depositó su confianza y su fe conllevan consecuencias negativas difíciles de precisar. La pérdida de confianza del sufriente lo aleja de nuevas propuestas de ayuda y de quienes las proporcionan. Por el contrario, la puesta en práctica de concepciones de ayuda y la aportación de soluciones escalonadas, bien estudiadas, adaptadas a la individualidad de quien las recibe, con acercamiento personal de los profesionales, que tengan como objetivo levantar al paciente, reforzar su confianza en la curación, mejorar poco a poco su estado, son, no sólo desde el punto de vista antropológico, más aceptables y útiles sino también desde el punto de vista práctico y de los resultados.
En las medicinas tradicionales se tiene muy en cuenta la referencia vivencial y la experiencia de la enfermedad. David Le Breton opina que el dolor no es un hecho fisiológico sino un hecho existencial (Le Breton, 1995). Sobre la enfermedad, dice François Laplantine: Alors que l´intervention médicale officielle prétend seulement fournir une explication expérimentale des mécanismes chimico-biologiques de la morbidité et des moyens efficaces pour les maîtriser, les médecines populaires apportent une réponse intégrale à une série d´insatisfactions (non seulement somatiques, mais psycologiques, sociales, spirituelles pour certains, et existentielles pour tous) que le rationalisme social n´est pas prêt sans doute d´éponger (Laplantine, 1992: 352) ("Mientras la intervención médica oficial pretende únicamente proporcionar una explicación experimental de los mecanismos químicobiológicos de la enfermedad y de los medios eficaces para dominarlos, las medicinas populares aportan una respuesta integral a una serie de insatisfacciones –no solamente somáticas sino también psicológicas, sociales, espirituales para algunos, y existenciales para todos- que el racionalismo social no está dispuesto a incorporar"). Para el Dr. Edward Bach (1997) es fundamental contar con la narración del paciente acerca de la vivencia personal e interior de su mal. A. Kleinman (1980) también considera esa necesidad. La forma de vivir los males, de soportar el sufrimiento, de caminar con el peso de los problemas, son muy valoradas y analizadas a la hora de aportar la ayuda más conveniente a los enfermos crónicos dentro de los sistemas tradicionales y naturales. La persona, padeciendo largo tiempo un problema, se desanima, se vuelve desconfiada, pudiendo llegar a la desesperación.
David Le Breton señala que la alegría y el placer se dan y se viven en la vida cotidiana como una experiencia familiar, mientras que el dolor y el sufrimiento se ven y se viven como algo ajeno y extraño que rompe el tejido de las costumbres y hábitos que destilan el placer de vivir (Le Breton, 1995). Sobre los dolores crónicos subraya que marcan a menudo la impotencia de la medicina para comprenderlos y curarlos. Continúa diciendo que afectan a un gran contingente de pacientes designados con la expresión elegante de "enfermos funcionales". Ils souffrent, mais les praticiens ne trouvent rien (Le Breton, 1995: 50), ("Ellos sufren, pero los profesionales no encuentran nada").
Las medicinas tradicionales y los sistemas naturales de atención y cuidado de la salud, más que "atacar al malo", intentan "defender al bueno", potenciar su fuerza vital, mejorar su sistema inmunológico, aportarle ayudas que le permitan dar la vuelta a la situación y, si posible, curarse. En cada campo de salud profesional han de respetarse los modos propios de trabajo. Hablar de patologías y de tratamiento de las mismas corresponde a un modo de entender y proceder del sistema alopático-occidental-científico. Hablar de desarmonías, de ausencia de salud, de desequilibrios, es propio de las etnomedicinas tradicionales. Los médicos convencionales intentan curar con medicamentos "de patente", actuando contra la causa específica del mal que han aislado e identificado.
Todo esto corresponde a una forma de entender el cuerpo y la terapéutica contenida en los currículos de los estudios y programas formativos correspondientes. Los médicos tradicionales hablan, estudian las relaciones del problema con el resto de la integralidad de la persona en relación con su medio (social, natural y cultural). Luego proponen ayudas y soluciones para toda la persona con la idea en mente de que alcance la regulación y el equilibrio. Este proceder corresponde a cosmovisiones diferentes y a modos de entender y alcanzar el bienestar distinto, no enseñado generalmente en las universidades y escuelas a través de currículos concretos. La medicina tradicional china se estudia en la universidad y en centros especializados poseyendo un "corpus" teórico que la define como lo que es, con sus diferencias de la occidental y de otros modos tradicionales. Ningún sistema, en teoría, está reñido con otro (sea natural, tradicional o convencional moderno). En principio, todos los recursos pueden complementarse, aportando lo mejor de cada uno de ellos en pos de la recuperación del enfermo. También los profesionales de la medicina convencional saben que cuando recetan un medicamento están poniendo en marcha un mecanismo, no exclusivamente físico, en el enfermo, capaz de ayudarle. Es el mecanismo de la confianza y del deseo de que, con ese medio, el problema disminuya o se vaya. Algunos etnomédicos afirman que no son los remedios los que curan sino la actitud del enfermo, asociada a ellos. Por eso, en muchos problemas crónicos, es necesario potenciar la actitud más, o a la vez, que el uso de la química (o las plantas). Son las organizaciones, los Estados y las personas trabajando desde unas u otras posiciones los que pueden hacer que las asociaciones (de ideas y de recursos) funcionen o no. Habrá que buscar los elementos compatibles y aplicarlos sabiamente, acompañados de políticas de acercamiento intercultural entre concepciones de salud y medicina capaces de eliminar barreras etnocentristas y posiciones hegemonistas (casi siempre de raíz política y economicista).
La ciencia antropológica se construye sobre pilares de reconocimiento de la pluralidad y sobre el abandono de posiciones fijas y rígidas. Señala Bernard Traimond: La force de l´anthropologie a toujours été dans sa capacité de prendre en compte la parôle des autres (Traimond, 2005: 10) ("La fuerza de la antropología siempre ha residido en su capacidad de tener en cuenta la opinión de los otros"). La tendencia de las medicinas tradicionales a convertirse en medicinas interculturales no sólo muestra un avance y una adaptación a la nueva sociedad internacional; es un ejemplo de humildad (son las medicinas de los pobres). La antropología de la salud y de la medicina valora todas las concepciones, aportaciones y sistemas capaces de ayudar a la persona enferma a reconquistar su bienestar. La medicina convencional es igualmente valorable. Aquí el problema no está en el sistema curativo sino en algunos de quienes lo practican; y en algunos de quienes legislan únicamente en su favor.
La antropología aplicada a la salud puede proponer, de acuerdo con los principios básicos de la antropología, soluciones y planes globales y conjuntos, coordinando aportaciones de los profesionales y representantes de las etnomedicinas naturales y tradicionales (locales) y aportaciones de los profesionales de la medicina convencional (de extensión universal). Es una línea de trabajo muy valorada por la Organización Mundial de la Salud.
Ayudar al enfermo a alejarse del aislamiento que le impone el sufrimiento y el dolor, reintegrándolo a sus proyectos, ilusiones y a la relación saludable con los demás es el objetivo principal de los sistemas médicos tradicionales en los problemas crónicos. No se trata únicamente de poner en marcha tratamientos y planes dirigidos al cuerpo sino de conseguir que la ilusión perdida de la persona vuelva. Y eso a veces se puede conseguir de otra forma que recetando química, o de manera paralela. La douleur est comme une version de la mort dans le vif du sujet ("el dolor es como una versión de la muerte en vida"), expresa David Le Breton (2006: 37). Y añade: Quand la douleur perdure à l´infini dans son horreur quotidienne, elle est comme une avancée de la mort dans l´existence ("Cuando el dolor perdura hasta el infinito en su horror cotidiano, se convierte en un avance de la muerte dentro de la existencia") (Le Breton, 2006: 38).
En general, los profesionales y practicantes tradicionales y naturales, lejos muchas veces de pretender por sistema y a priori la cura total del enfermo crónico, intentan ayudarle a vivir con su problema, a entender y encajar con dignidad su dolor, su sufrimiento y su merma de capacidad. Para los médicos étnicos mazatecos, zapotecos o mixes, enfermedad no siempre equivale a mal exclusivamente. Hay ocasiones en que el mal (sufrimiento y alteración funcional o física del cuerpo) sirve, en el modo de ver de ellos, como medio para progresar a través de la reflexión que suscita.
En el mundo occidental, el planteamiento de ayuda tradicional y natural para quienes sufren desde hace largo tiempo por causa de la enfermedad pasa por la reflexión conjunta (terapeuta-enfermo) sobre diversos ámbitos y aspectos de la persona afectada en su relación con los demás y consigo misma. El estudio de la actitud del enfermo es crucial para lograr la salida del "hueco oscuro" en el que reside. El repaso de su vida, de su conducta, de su modo de vivir; y la toma de conciencia de esos hechos y sus implicaciones con el mal que padece son vitales para perfilar, si no la vuelta atrás, al menos el alivio necesario para vivir con dignidad, trabajar, sonreír de vez en cuando y tener la satisfacción de "engancharse" de nuevo al "carro" de la sociedad. Y saber qué quiere, es una necesidad antes de iniciar cualquier ayuda. El enfermo crónico necesita de los demás, no sólo de pastillas o hierbas; necesita sentirse útil, valorado, apoyado, querido y respetado como tal. Por encima de "enfermo" es "fulanito de tal", como cualquiera. El reconocimiento oficial de un crónico supone a veces una etiqueta que se asimila como un estigma social que le aísla de la posibilidad de curación. Un enfermo es como cualquiera, sólo que con ciertas "cosas" que le impiden realizar la misma vida que sus vecinos, familiares y amigos. A veces, a todos nos ocurre que tenemos días peores que otros; y en esos días "no damos una". Todo el mundo lo entiende. La enfermedad es un hecho que "vive" con el ser humano desde el principio de su existencia. No es nada "raro", por tanto. Enfermo y terapeuta han de conseguir equilibrar en el "sufriente": lo que se quiere, lo que se puede y lo que se debe. Los demás medios y recursos terapéuticos intentarán hacer lo que falta, repito, no para la cura total si ésta no puede alcanzarse, sino para la consecución de una mejora capaz de animarlo y disponerlo para compartir una existencia más normal y aceptable.
Las medicinas tradicionales no suelen tener ni mostrar una actitud paternalista. La atención dentro de ese contexto es más bien una ayuda. Se caracteriza, además de por proponer al enfermo remedios naturales que tienen como misión mejorarlo, limpiarlo y fortalecerlo, por hacerle ver la parte de responsabilidad que tiene en su padecimiento además de la necesidad de su implicación para acabar con él.
El buen médico tradicional, más que un prescriptor de medicinas contra la enfermedad, suele ser un educador, algo recalcado ya por Edward Bach en los años treinta del pasado siglo. Así he visto trabajar a etnomédicos zapotecos, chatitos y mixes en las montañas de Oaxaca. Así he visto trabajar a etnomédicos chinos en los hospitales de MTC de Beijing. Así he visto trabajar a etnomédicos ayurvedas en Colombo (Sri Lanka). Así he visto trabajar a etnomédicos tradicionales en diversos lugares de mi Comunidad, Castilla y León. La educación para la salud es una de las líneas de trabajo de la antropología clínica.
El terapeuta tradicional es un asesor, no es quien debe solucionar el problema. Su labor es aportar luz, informar, proporcionar medios que el enfermo encaje con su actitud de cambio, con su deseo de mejora y su voluntad de trabajo para conseguirlo. No es mucho pedir teniendo en cuenta que todo es gradual, y los "deberes de casa" que tiene que hacer el enfermo siempre se adaptan a sus posibilidades y capacidades. La persona que lleva tiempo sufriendo un problema de salud y pretenda curarse, o mejorar, sin poner nada de su parte, esperando que se lo den todo, considerando que es deber exclusivo de la ciencia o de la tradición solucionar su problema, no lo logrará (o le costará más). Las actitudes rígidas por ambas partes (el enfermo que espera que los demás hagan el trabajo de su curación; y el terapeuta que, por él mismo o por el sistema al que representa, muestra una actitud profesional hierática, cerrada, orgullosa e inamovible) no funcionan frente a los problemas crónicos. No son actitudes antropológicas sino todo lo contrario. Se alejan de la consideración dinámica de la vida, del ser humano y de su salud; no contemplan la necesidad de interacción con el medio y, sobre todo, no se muestran con la flexibilidad que precisa la atención y la ayuda para mover el "peso muerto" del dolor y el sufrimiento.
Las medicinas tradicionales nunca fueron hegemónicas. Mas bien, a partir de la expansión de la cultura occidental, o se mantuvieron enquistadas en sus diferentes unidades culturales y etnias o fueron perseguidas, maltratadas, difamadas y aplastadas por el poder y por los sistemas dominantes (incluida la iglesia), de corte occidental y economicista. Tal vez ese hecho les permitió ser flexibles y dinámicas; condiciones que, como he expuesto antes, son necesarias para la consecución de buenos resultados con los llamados enfermos crónicos. Las medicinas tradicionales hoy día están saliendo de sus contextos originarios y, como le ocurre a la medicina tradicional china, al contactar con culturas diferentes, se están convirtiendo en medicinas interculturales (Aparicio, 2004). La oferta de la medicina tradicional china es amplia en todo el planeta. Se trata de una ciencia milenaria, pero no deja de ser una medicina de los pobres, lo que en el mundo occidental aún se ve por ciertos sectores (conservadurismo e "integrismo científico") como peyorativo o de baja calidad.
Sin embargo, cada vez más gente demanda ayuda a la medicina tradicional china, a las medicinas indígenas en los países latinoamericanos, a la naturopatía en Europa y países occidentales, a la homeopatía, etcétera. Esto quiere decir que a la gente le interesa la variedad en la oferta terapéutica y en los modos de cuidar su salud. No se puede ir por ahí contestando a los sistemas tradicionales y naturales desde la prepotencia y la arrogancia de los títulos universitarios argumentando que única y exclusivamente lo científico cura y salva. Eso es acercarse mucho a actitudes que en un pasado relativo tuvieron los representantes represores de la iglesia y de la religión. La libre elección permite probar y ver resultados; y todo el mundo tiene todo el derecho a elegir (al menos así reza oficialmente en los principios de nuestras democracias occidentales).
Mucha gente con padecimientos crónicos ha mejorado con las medicinas tradicionales, o compatibilizando éstas con la convencional-alopática cuyos aportes son fundamentales y perfectamente combinables con los de la terapéutica tradicional. La medicina moderna (convencional occidental) se ocupa de los problemas del cuerpo. Las investigaciones en el tratamiento del dolor avanzan cada día, existiendo centros especializados con personal formado que aportan una ayuda eficaz a miles de personas a través de procedimientos diversos y uso específico de determinados compuestos químicos. Hay enfermos crónicos como el Sr. Fernández (informante) que valoran positivamente la atención recibida en la Unidad del Dolor que visita dos veces al año: En los últimos tiempos, parece que han acertado con el tratamiento. Dolores sigo teniendo, pero no tan fuertes. Ello me anima y me permite vivir un poco mejor.
En el presente trabajo analizamos las etnomedicinas y sus posibilidades frente a los problemas crónicos; considerando la necesidad de adaptar las ayudas a las individualidades de las personas (cuyas experiencias del dolor y el sufrimiento también son individuales; por tanto, diferentes). La medicina convencional (extendida por todo el mundo) presenta diferencias con respecto a las etnomedicinas de las sociedades tradicionales. Sin embargo, resulta ridículo seguir alimentando el discurso de conflicto al hablar de unas y otras. El problema, como he dicho, no está en los sistemas; ni siquiera en muchos profesionales y practicantes sino en las políticas de los Estados; y en la tendencia hegemonista de la sociedad y de la cultura occidental, apoyada por leyes que favorecen la economía capitalista y el contexto mercantilista de las compañías multinacionales. También la iglesia de Roma aporta su grano de arena a lo anteriormente expuesto; es decir, al "dominio occidental".
3. ANTROPOLOGÍA APLICADA A LA SALUD Y ETNOMEDICINAS. CÓMO PUEDEN COMPLEMENTARSE PARA MEJORAR LA VIDA DE QUIENES PADECEN LARGO TIEMPO PROBLEMAS DE SALUD
Aplicar la antropología no significa proponer recetas y soluciones sino nuevas maneras de concebirlas, señala Bernard Traimond (2005). Ángel Espina escribe: La antropología permite poner de manifiesto otras formas de abordar los problemas corrientes de la vida humana evitando el estancamiento y la rigidez (Espina, 1997: 35).
En el epígrafe anterior hemos hablado de la manera abierta y flexible de trabajar que tienen las medicinas tradicionales y los sistemas de atención y cuidado natural, sin menospreciar el sistema convencional. La antropología aplicada a la salud no es una ciencia estricta que sólo redacta informes y realiza proyectos para la mejora de las condiciones de vida de los seres humanos del tercer mundo. Al menos, no debe ser así. La antropología parte de una visión amplia de la persona en relación con su entorno (social, natural, cultural). El análisis de la realidad vivencial (narrada por sus propios protagonistas) da la posibilidad de hallar soluciones no fabricadas a priori. T.J. Keptchuck subraya el rasgo creativo de la terapéutica tradicional china (Keptchuck, 1995). Frente a un enfermo concreto, varios médicos de la medicina china elegirán (o podrán elegir) aplicaciones diferentes, de principios comunes.
Existen múltiples maneras de formular la ayuda, de componer el puzle terapéutico, de combinar los principios y los recursos según elecciones previas del ámbito de la persona sobre el que se quiera trabajar (en la terapéutica china). El enfoque de la ayuda, de la atención, dependerá de la visión, de la posición, de la óptica desde la que se efectúe el estudio y el análisis del problema y el enfermo. La medicina tradicional china es una medicina antropológica. La mayoría de las medicinas tradicionales lo son.
Representan abanicos de posibilidades, según la posición de acceso al conocimiento del mal y de quien lo padece. La medicina tradicional china es utilitarista y pragmática, como otras medicinas tradicionales. Utiliza el simbolismo como herramienta de comunicación y ayuda. No establece protocolos inamovibles y universales. Se adapta a la individualidad de cada paciente, modificando la primera propuesta con los cambios que aquél va experimentando. Es, en esencia, lo dicho para la antropología por el profesor Espina (1997): diferentes formas de abordar los problemas cotidianos con flexibilidad. La antropología aplicada a la salud y en concreto la antropología clínica, proporcionan a los profesionales una perspectiva más amplia de la enfermedad, del enfermo y de las posibilidades para ayudarlo. Aportan nuevas ideas de cómo hacer para obtener mejores resultados; o, al menos, obtenerlos mínimamente satisfactorios.
En los enfermos crónicos se da un simbolismo muy particular, relacionando sus males con espacios sin luz, con gente que no se comunica, con ámbitos cerrados, cargados, asfixiantes. Todas esas imágenes traslucen la fabricación de "guetos culturales" alrededor de la imposición de algo (tiranía del dolor), de la falta de salud y disfrute de la vida. Ningún medicamento, por sofisticado que sea, devuelve el bienestar unilateralmente a quienes han tejido una percepción, un concepto de la existencia y una vivencia dentro del circuito cerrado de la enfermedad. Poco a poco, el tiempo se ha ido convirtiendo en el enemigo solapado de la recuperación. No tenerlo en cuenta, no contar con él (el tiempo) a la hora de elaborar el plan de ayuda supone un error. Alguna vez he oído decir que un mal que no se cura sitúa a quien lo padece en medio de un lago oscuro y neblinoso. No ve las cuerdas que le lanzan. En otras ocasiones espera salvavidas que no llegan. En medio de ese silencio, rodeado por la bruma fría del sufrimiento, el enfermo se asusta y se cansa; se distrae y pierde capacidad para comunicar con el exterior y establecer pasillos para la recepción de ayuda. Cuando el Sr. Fernández refiere la mejoría obtenida a partir de su inclusión en un programa de tratamiento del dolor (sistema público), no sólo está hablando del beneficio de los medicamentos y los procedimientos especiales sino del refuerzo personal que conlleva la atención.
El hecho de pensar que dos veces al año es recibido en la Unidad del dolor le aporta seguridad, respaldo y sentimiento de verse atendido y cuidado. Una parte de él se potencia, crece su ánimo y el interés por las cosas sencillas que le rodean. Su viejo rescoldo de ilusión se aviva, conversa más, opina, disfruta de la comida, de la lectura. Es como una bola de nieve; cada nueva consecución en su interior es un apoyo y un acicate para nuevas consecuciones de bienestar.
Otros casos que conozco no han tenido la evolución positiva del Sr. Fernández. Sin embargo, en él, la atención dentro del sistema convencional ha supuesto un empujón que lo ha sacado de la "habitación en penumbra" del frío sufrimiento diario. Él depositó su confianza desde el principio en dicha atención. Hablamos en este artículo de las posibilidades de ayuda de las atenciones naturales y tradicionales para los enfermos crónicos; pero deberíamos decir, en realidad, que cualquier atención (no convencional, convencional) es válida, o puede ayudar más, cuando el sufriente deposita en ella su confianza.
La antropología puede ayudar a idear y encontrar modos que despejen la situación. Teniendo en cuenta que el enfermo crónico está unido al dolor físico, al sufrimiento moral, al desánimo; la antropología, estudiando el significado del simbolismo individual de esos términos y de las experiencias a las que representan, puede aportar recursos de información que ayuden a los profesionales de la salud a encontrar soluciones más útiles.
La antropología aplicada puede proponer vías alternativas y/o complementarias a las soluciones y propuestas convencionales y unívocas. La terapéutica tradicional es una de ellas. Es cierto que la ciencia moderna y la tecnología han conseguido que muchas enfermedades no concluyan ya con la muerte inmediata, confinando al paciente a un "pabellón sin ventanas" de su existencia (caso del SIDA). Cronificado, el problema se sobrelleva con ayuda de medicamentos fuertes. La persona, atada al remedio, vive, pero con un disfrute bastante mermado y recortado de la vida, esperando siempre, en el mejor de los casos, un medicamento nuevo que le saque definitivamente de la enfermedad. En otros casos, la vivencia está teñida de falta de esperanza. El concepto que el enfermo crónico se forja de sí mismo es narrado y comunicado a través de diferentes discursos y expresiones. En muchas ocasiones, el propio discurso se convierte en un muro que le encierra más y le impide valorar y escuchar propuestas nuevas de ayuda. Muchos enfermos crónicos no escuchan. La antropología puede estudiar y buscar una vía de acceso al interior de la persona enferma a través del mundo de intereses del paciente. Cada enfermo tiene un matiz propio en la cultura de vida de su enfermedad. Si se conoce ese matiz, existen posibilidades de que las ayudas sean rentables. Los métodos antropológicos pueden ayudar a conocer los matices culturales de los enfermos crónicos. Si recordamos, hemos dicho que para las medicinas tradicionales es vital tener en cuenta la individualidad de la enfermedad. La antropología puede aportarnos esa información.
Hemos de distinguir, a la hora de enfocar un estudio antropológico con fines prácticos (en el terreno de la salud) entre:
a) Planteamiento para ayudar a llevar a cabo un plan-proyecto previo.
b) Planteamiento para elaborar un plan nuevo o readaptar otro antiguo añadiéndole nuevos elementos, si necesario.
En el primer caso, la antropología estudia al enfermo en relación con su hábitat de origen (si es extranjero, si se ha desplazado de otras regiones), con su adaptación al nuevo medio (laboral, social, natural, cultural). Se indaga sobre la incidencia de los cambios, sobre los simbolismos particulares del paciente y sobre su manera de interactuar con el entorno desde su experiencia de la enfermedad. Todo ello puede servir a quienes se encargan de dispensarle una atención oficial para adaptar la propuesta terapéutica, los recursos y los medios, a su individualidad. Se trata de rentabilizar una atención preestablecida, consiguiendo que sea lo mejor recibida posible por el enfermo.
En el segundo caso, el planteamiento antropológico será estudiar al enfermo en relación con su entorno, sus ideas, sus símbolos, etcétera, sugiriendo diversas posibilidades terapéuticas y una atención global, dirigida a la integralidad del enfermo y a la vez compuesta por recursos diferentes de procedencias y ópticas terapéuticas distintas (entre las que puede figurar la del propio lugar de origen del enfermo). La antropología, en este caso, articula, relaciona, aproxima lo complementario; permitiendo hacer un trabajo intercultural, dinámico y flexible a todos los trabajadores de la salud. No sirve a intereses del contratador, no es un recurso utilizado para lograr unos fines desde un poder, una estructura o un sistema organizados (planteamiento oficial de la salud de un país).
Es más normal y frecuente que la segunda opción encaje en el terreno privado de la salud, y que la primera lo haga en el público en los países occidentales (cuando se plantee la colaboración con los antropólogos).
Se puede utilizar la antropología para encontrar el mejor modo de cumplir unos objetivos, es decir, ayudar a conseguir un fin preestablecido; o se puede utilizar para proponer distintos caminos y alternativas, ayudando a construir una oferta de salud intercultural.
Son bastante parecidos algunos métodos y procedimientos para entender y diferenciar una alteración de otra en las medicinas tradicionales. La medicina tradicional china usa: la observación, la interrogación, la palpación, la palpación especial de los pulsos, la olfación, la auscultación y la observación especial de la lengua. La observación y la observación participante, junto con la entrevista y la recopilación de información (bibliográfica, otros informantes) son instrumentos de indagación usados por la antropología. Señalan Hammersley y Atkinson (1994) que en etnografía el instrumento de investigación por excelencia es el etnógrafo. En muchas etnomedicinas tradicionales, se considera al terapeuta como un catalizador de la terapéutica cuya labor empieza en el primer encuentro con el enfermo, con la primera entrevista.
En la práctica se puede organizar el estudio y la terapéutica para los enfermos crónicos desde la antropología aplicada a la salud, admitiendo el concurso de distintas visiones y propuestas médicas y naturistas que, en ningún caso, serán las encargadas de solucionar los problemas por sí solas. Su labor, su aportación práctica, se complementarán con la tarea del propio "sufriente", implicado responsable y necesariamente en el proceso de la curación-reequilibrio. Aportes profesionales, aportes de medicamentos y otros elementos de cura y/o reequilibrio (remedios, medio social, medio natural, medio cultural, economía, trabajo…) completarán un abanico lo suficientemente amplio como para adaptar a cada caso la solución que requiere. Otra posibilidad es intervenir, eligiendo soluciones concretas extraídas del abanico anterior. El antropólogo clínico, previo estudio de la realidad, contando con el apoyo auxiliar de otras ciencias y profesionales, compone medidas de corrección concretas (dependiendo también de su formación complementaria) para ser puestas en práctica frente al problema que se quiere resolver, en este caso de salud en las personas con padecimientos crónicos.
4. ASÍ HABLAN LOS PROPIOS ENFERMOS.
El Sr. Fernández, al que nos hemos referido ya anteriormente, es un enfermo crónico de 80 años de edad. Largos años de sufrimiento y dolor por causas y alteraciones diversas (problemas degenerativos óseos, incorrecta ubicación personal en su espacio social y vida laboral, alteraciones cardiacas, intervenciones quirúrgicas, problemas psicoafectivos) le han llevado a una postura poco receptiva de opiniones y soluciones nuevas. Se suele mostrar pesimista. Se oculta tras una expresión triste y doliente. Por su lugar de nacimiento, por sus costumbres, por su formación y por la influencia cultural de la sociedad occidental, considera la medicina convencional-tecnológica-moderna, la más importante; admitiendo las propuestas llamadas "alternativas" como un complemento que, si bien no le va a curar, tampoco le va a hacer mal. Reconoce, sin embargo, que en las ocasiones en que ha usado la acupuntura, o la fitoterapia, frente a problemas agudos que se le han presentado (dolor de un hombro, dolor de una muñeca, dolor lumbar, alteraciones gastrointestinales, dificultades digestivas, problemas para ir al baño), el uso de la terapéutica tradicional le ha ayudado, mejorado o curado.
El Sr. Fernández recorre una y otra vez distintos hospitales, consultas y centros especiales (por ejemplo, de tratamiento del dolor) dentro de la medicina convencional, obteniendo beneficios momentáneos según sus palabras, pero sin hallar la tan ansiada solución para el sufrimiento y el dolor que "muerden" su cuerpo y su alma. Últimamente refiere encontrarse mejor por la atención recibida en la Unidad del dolor. El Sr. Fernández vive dentro de una contradicción; te habla de una manera u otra según le interese, pero en todo caso trasluce una clara expresión de malestar y asqueo. Su deseo mayor sería no sufrir, obtenido a través de los medios de la medicina (cual fuera). Por su cuenta, poco hace para colaborar e indagar sobre lo que le pasa. El acercamiento antropológico al Sr. Fernández, nos revela la dificultad de compaginar soluciones diversas dado que él se considera a un lado del quehacer terapéutico, según él, "cosa de otros".
Con ayuda de familiares se le han acercado ayudas variadas, próximas a los planteamientos tradicionales y naturales. Se ha reflexionado con él sobre su papel en la mejoría de sus males. Se ha logrado, al menos, que colabore en pequeños aspectos de alimentación, de estilo de vida y de relación con los demás (que sea más abierto, que no se enfade tanto, que comunique, que acepte consejos). El Sr. Fernández sigue teniendo dolores, unos días más que otros. Por su parte sigue buscando soluciones dentro de la medicina convencional, depositando cada vez más confianza en quienes le atienden en el centro especial de tratamiento del dolor; en el que, según él ha conseguido los mejores resultados, sin ser perfectos. En cualquier caso, no se rinde, lo que le hace levantarse cada día con la capacidad para luchar y seguir adelante.
La Sra. González pasa de los cuarenta, como dice. Enferma de fibromialgia desde hace años, ha recibido tratamientos diversos de la medicina convencional que le han resuelto problemas puntuales y agudos, pero que no le han librado del "peso muerto" del sufrimiento y de las molestias alternantes. Desde hace siete años, reflexiona e intenta ver sus propias implicaciones en su mal. Acude regularmente a la ayuda de la fitoterapia y a los consejos y remedios de la medicina tradicional china, utilizando la convencional cuando lo ve necesario. Se relaciona con otros enfermos de fibromialgia a través de la asociación de su localidad, realiza acciones de voluntariado, dialoga con su familia, sale al campo, intenta comer bien y sacarle el jugo a la vida (fundiendo en la práctica los consejos que le dan y los suyos propios). Confiesa que, si bien sigue viéndose mermada en sus capacidades físicas y sintiéndose "atascada" (dolorida, cansada, decaída) en numerosas ocasiones, la vida le ha cambiado enormemente. Para ella, el presente es llevadero, más ligero que el pasado y con esperanza en el futuro.
El planteamiento antropológico de la curación contempla la necesidad de articular todos los ámbitos de expresión y relación de la persona enferma. Alguien que sufre por causa de su dolencia y a la vez por causa de la incomprensión ajena (a su modo de ver) no se cura sólo con un medicamento. Necesita interactuar con la familia, con el grupo afín a su mal, con el medio laboral, con la comunidad, con el medio natural, con las costumbres y la cultura. Necesita el medicamento, la acupuntura o la fitoterapia tanto como compartir experiencias y responsabilidades en el medio social. Necesita sentirse útil, válido, apto en la comunidad. Esta trascendencia social es un valor importante, necesario. Las enfermedades/desarmonías no son entes abstractos que se "agarran" a las personas, son situaciones complejas y polivalentes que trastocan la ubicación del individuo en su medio (social, natural, cultural). Cuando la persona enferma equilibra lo que quiere, lo que puede y lo que debe, consciente de la dimensión comunitaria de su ser, de su bien y de su mal, el tratamiento médico convencional hará mejor efecto y la ayuda natural-tradicional aliviará la carga del dolor y el sufrimiento. La Sra. González sigue considerándose enferma de fibromialgia, pero en un grado distinto a cómo se consideraba al principio. Ahora, pese a sus limitaciones, es capaz de reír, de trabajar, de poner en práctica la autocrítica, de criticar lo que le rodea, de buscar en diferentes fuentes, de exigir a quienes gobiernan que la entiendan. Esa actitud antropológica, global, amplia, flexible, crítica, le posibilita disfrutar de mejor calidad de vida.
El planteamiento de la Sra. González lo he observado en otros enfermos crónicos, sobre todo de fibromialgia. Ese planteamiento abierto y flexible lleva a resultados positivos.
El planteamiento y la posición del Sr. Fernández son más rígidos. Ello le impide moverse hacia soluciones más satisfactorias. La antropología aplicada a la salud sigue la primera línea de planteamiento tanto para proponer soluciones como intervenciones ante los males y problemas de salud. La ayuda para la disminución del estrés y la potenciación del bienestar general de la persona es uno de los objetivos de la antropología clínica según John Rush (1996). Las etnomedicinas, a pesar de ceñirse a sus especificidades terapéuticas, también contemplan la amplitud de posibilidades de interpretación de la enfermedad-desarmonía y la cura-reequilibrio.
En el caso de la Sra. González, y de otros/as enfermos/as de fibromialgia, la línea de ayuda antropológica (amplia) casa con la de la terapéutica tradicional y natural. También acuden a la medicina convencional-alopática cuando lo consideran necesario. Sobre la fibromialgia dice el Dr. André Mergui: La fibromyalgie nous oblige ainsi à nous remettre en question, à retrouver le sens du vrai, sans céder aux sirènes de l´illusion. Elle nous apprend en toute humilité qu´ il ne faut jamais perdre confiance en soi ou en son créateur (Mergui, 2002: 190) ("La fibromialgia nos obliga así a preguntarnos sobre nosotros mismos, a reencontrar el sentido de lo verdadero, sin ceder a las sirenas de la ilusión. Nos enseña humildemente que no hay que perder nunca la confianza en sí mismo o en su creador"). L´intuition est notre meilleur conseiller (Mergui, 2002:198) ("La intuición es nuestra mejor consejera").
En una mayoría de los casos que conozco, el resultado de la puesta en práctica de planteamientos y planes complementarios de ayuda antropológica y terapéutica tradicional conduce a la mejoría de la situación particular que viven los enfermos crónicos; sin olvidar que muchas mejorías requieren a la vez de cambios económicos, laborales, y personales en relación con el medio inmediato (social, natural, cultural).
Poco tengo que añadir a este esbozo de la validez, a la vez terapéutica, a la vez existencial-vital, de la antropología aplicada a la salud y de las etnomedicinas. Quisiera resaltar que la dimensión del ser humano es de amplia y variada expresión. Sus males y enfermedades, también. El enfoque unilateral de la terapéutica en los países occidentales, desde las ciencias naturales, es insuficiente. El ser humano es un ser social, no sólo un conjunto de estructuras y funciones que conforman un cuerpo.
La artrosis, la fibromialgia o el cáncer no sólo tienen una dimensión física, también la tienen moral, emocional, social, cultural. Son esas interacciones las que hay que tener en cuenta para afinar y acertar en la terapéutica de los problemas crónicos.
El estudio cuantitativo de los males debe complementarse con el aporte cualitativo de los enfoques de las ciencias sociales y de las etnomedicinas tradicionales. Todas esas ciencias-líneas confluyen en el ser humano. Son ciencias humanas donde "tanto monta, monta tanto". Las sociedades y los gobiernos de la Unión Europea deben abrirse al futuro de la interculturalidad, de la riqueza de la vida en común dentro de las diferencias. La verdadera democracia debe construirse sobre bases de apertura, tolerancia, respeto y admisión de lo distinto construyendo en conjunto la paz, el progreso y la convivencia; y esto reza igual para los sistemas sanitarios. El futuro pide la apertura a la interculturalidad.
La Unión Europea no debe construir su futuro sanitario sobre las únicas aportaciones de la industria farmacéutica. La admisión en los sistemas públicos de las propuestas antropológicas y de las etnomedicinas y sus representantes, de equipos multidisciplinares, de ópticas conjuntas de las ciencias naturales y ciencias sociales sobre la salud puede hacer:
1º, Que los resultados frente a la enfermedad sean mejores. Y,
2º, Que el progreso sanitario se cimente en las aportaciones equitativas de la diversidad, mostrando que no sólo hay que luchar contra la enfermedad sino también ayudar al enfermo a conocerse y darse cuenta de su responsabilidad en el bienestar.
Fuera de las ofertas públicas en la Unión Europea, existe una realidad privada que demuestra día a día el avance de ese camino intercultural, con resultados muy válidos y útiles para la salud, en este caso para la salud de los enfermos crónicos. Interculturalidad en salud no es sólo aceptar las posibilidades y ofertas variadas de sistemas terapéuticos distintos sino también a sus representantes profesionales. Abrirse al futuro no significa que el Sistema apoye únicamente a los profesionales alópatas para que se hagan cargo de la oferta tradicional-natural. Los profesionales y formados dentro de los sistemas tradicionales y naturales tienen igual derecho a estar ahí. Es un camino abierto para todos. La antropología aplicada a la salud tiene en cuenta todas las aportaciones diferentes así como a quienes las realizan.
-Mi agradecimiento por su colaboración a la asociación de enfermos de fibromialgia (AFACYL) de Palencia (Castilla y León, España).
- PUNTO FINAL
- BIBLIOGRAFÍA
-APARICIO M., Alfonso J.
-2004. Idea de salud intercultural. Una aproximación antropológica a la idea de salud derivada de la medicina tradicional china en contacto con diferentes culturas. Gazeta de Antropología, nº 20, texto 20-25. Universidad de Granada.
-2007. Etnomedicina en Mesoamérica central. Monografias.com
-BACH, Edward. 1997. La curación por las flores. EDAF. Madrid.
-BOAS, Franz. 1993. Las limitaciones del método comparativo de la antropología. En: Bohannan, P; Glazer, M., Antropología, lecturas. McGraw-Hill. Madrid.
-BROWN, Peter. J. 1998. Understanding medical antropology. Mayfield publishing. London.
-ESPINA BARRIO, Ángel B. 1997. Manual de Antropología cultural. Amarú. Salamanca.
-GEERTZ, Clifford. 1990. La interpretación de las culturas. Gedisa. Barcelona.
-HAMMERSLEY, Martyn, ATKINSON, Paul. 1994. Etnografía. Métodos de investigación. Paidós. Barcelona.
-KAPTCHUCK, T. J. 1995. Medicina china, una trama sin tejedor.Liebre de marzo. Barcelona.
-KLEINMAN, Arthur. 1980. Patiens and Healers in the Context of Culture. University of California Press. London.
-LAPLANTINE, François. 1992. Anthropologie de la maladie. Payot. Paris.
-LE BRETON, David. 1995. Anthropologie de la douleur. Métailié. Paris.
-RUSH, J. (1996). Clinical Anthropology. Praeger. London
-TAO, Antony. 2003. Chamanisme et civilisation chinoise antique. L´Harmattan. París.
-TRAIMOND, Bernard. 2005. Anthropologia appliquée aujourd´hui (Présentation). Presse Universitaire. Bordeaux.
Autor:
Alfonso J. Aparicio Mena
Doctor en Antropología (Universidad de Salamanca); Ph. D. en Medicina Tradicional China). Docente (Junta de Castilla y León) y miembro del Instituto de Investigaciones Antropológicas de Castilla y León.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |