- Características principales o principios básicos
- Introducción
- Los Males del Capitalismo
- La Autodestrucción del Capitalismo
- La Utopía Comunista
- La llamada acumulación originaria
- De la manufactura a la gran industria
- Maquinaria y gran industria: la producción de plusvalía relativa
- La teoría del valor
- La tasa de ganancia
- El Ciclo del Capital
- Las crisis capitalistas
- El Imperialismo
- Conclusión
La economía marxista es la escuela de pensamiento económico inspirada en pro a la obra de Karl Marx. La mayoría de los conceptos fundamentales de esta escuela fueron desarrollados por Marx en su obra principal El Capital, algunos de ellos son: fuerza de trabajo lumpenproletariado, proletariado y burguesía (en sentido de clase social), lucha de clases, plusvalía, materialismo histórico, explotación y la teoría del valor trabajo.
Características principales o principios básicos
Marx señaló que dinero y mercancía no son de por sí capital, como tampoco lo son los medios de producción o los bienes de consumo. Mercancía y dinero existían también en otros modos de producción anteriores como el esclavismo o el feudalismo, pero no se transformaban masivamente en capital, ni éste era el motor de la actividad económica.
En las antiguas economías, la manufactura se apoderó sólo de un modo muy fragmentario de la producción nacional, apoyándose siempre en la artesanía urbana y la industria subsidiaria doméstica. Por eso Marx enfatiza en la idea de que la destrucción de la industria doméstica rural, es el factor decisivo para darle al mercado interior la expansión y la consistencia que el modo de producción necesita, algo que solo se conseguirá con la aparición de la gran industria.
Estamos hablando de unas teorías antiguas, pero no obstante muy críticas con el sistema mediante el cual la burguesía intentaba hacerse un hueco en la industria. En su teoría económica, Marx hace hincapié en los defectos del sistema capitalista a la hora de gestionar las crisis. Algo que se puede decir que estamos viviendo en nuestras propias carnes en estos momentos, ya que uno de los defectos del capitalismo a la hora de restaurar el equilibrio es la perseverancia en hacer que en el mercado se equilibre la oferta y la demanda, cueste lo que cueste.
La teoría economía de Marx, va ligada a su teoría general o marxismo, en la que destaca la explicación de porque se hacen los cambión históricos y que es lo que determina las desigualdades de los hombres. Aquí abajo se puede apreciar un esquema par que lo tengáis más claro.
Si destacamos el error lógico del asunto tenemos que si el valor de ambos bienes fuese el mismo, no habría razón para el intercambio. Si para cualquiera un kilo de pan tiene el mismo valor que un kilo de patatas, solo cabe preguntarse ¿Porque razón habría que realizar intercambio alguno?
Introducción
La economía marxista es resumida por V.I. Lenin de la siguiente manera: "Una sociedad comunista significa que todo, la tierra, las fábricas, es propiedad comunitaria. El Comunismo significa trabajar en común."
El sistema económico juega un papel mucho mayor en la cosmovisión marxista que en la cristiana o en la del humanismo secular. Para los marxistas, el sistema económico determina las leyes, el tipo de gobierno, y el papel de la sociedad en la vida cotidiana. Aunque la mayoría estará de acuerdo en que un sistema económico afecta estas áreas hasta cierto punto, los marxistas afirman que dicta el carácter preciso de ellas. Con esto en mente, los marxistas concluyen que sistemas económicos indeseables crean sociedades retrógradas, indeseables. Ellos señalan los males en una sociedad capitalista y concluyen que el capitalismo, basado en la propiedad privada, es un mal sistema económico que debe ser reemplazado con un sistema más humano, uno que abolirá la propiedad privada y el intercambio libre y pacífico de bienes y servicios (el libre mercado). De acuerdo con Marx, el problema clave del capitalismo es que genera la explotación de los trabajadores. Marx dice que en una sociedad capitalista, la burguesía (los dueños de la propiedad) iguala el valor personal con el valor de cambio, conduciendo a la "explotación abierta, desvergonzada, directa y brutal."
Los Males del Capitalismo
De acuerdo con la economía marxista, dos defectos ocasionan necesariamente que el capitalismo sea un sistema de explotación. El primer defecto es el problema del excedente de mano de obra. De acuerdo con este concepto, la burguesía no se lucra por la venta de su producto a un precio por encima del costo de materiales más la obra de mano, sino más bien al pagarle al trabajador por debajo del valor de su trabajo. Esta habilidad de la burguesía para manipular a los trabajadores, les permite devaluar la mano de obra, creando así ganancias para sí mismos al reducir el precio de la mano de obra. Los marxistas ven al capitalismo como el creador de un círculo vicioso que ocasiona que los trabajadores sean explotados cada vez más. Marx explica: "La acumulación de riquezas en un polo es, por lo tanto y al mismo tiempo, la acumulación de miseria, agonía de trabajo duro, esclavitud, ignorancia, brutalidad y degradación mental, en el polo opuesto. . . "
El segundo defecto del capitalismo es su naturaleza caótica. Mientras que el Estado puede controlar todos los aspectos del socialismo, desde la producción hasta la distribución, el capitalismo es controlado por el libre mercado. (Técnicamente, el capitalismo es conocido como una economía dirigida por el mercado, y el socialismo como una economía planificada centralmente, aunque en la práctica la mayoría de las economías son una mezcla de ambas.) En un sistema socialista, las decisiones económicas referentes a precio, producción, y consumo, son tomadas por planificadores centrales afiliados al gobierno. En un sistema capitalista, las decisiones son tomadas por cada productor y cada consumidor – una ama de casa con una lista de víveres, por ejemplo, es una planificadora económica en un sistema capitalista. El marxismo acentúa esta diferencia, afirmando que sólo una economía planificada puede descubrir verdaderamente los mejores métodos de producción y distribución. Los marxistas creen que las economías capitalistas se alimentan de las crisis que tienden a estimularlas. Marx creía que esta dependencia de las crisis podría causar estragos a largo plazo, y por lo tanto, abogaba para que una comunidad planificada reemplazara tal sistema espontáneo, errático e irresponsable.
La Autodestrucción del Capitalismo
La teoría de la economía marxista mantiene que el capitalismo eventualmente se auto-destruirá, a medida que explota a más y más gente, hasta que todos hayan sido reducidos al estatus de trabajadores. Engels explica el proceso: "Mientras que el modo de producción capitalista completamente transforma cada vez más en proletarios a la gran mayoría de la población, crea el poder que, a riesgo de su propia destrucción, es forzado a alcanzar esta revolución. [Eventualmente] El proletariado se apoderará del poder político y transformará los medios de producción en propiedad del Estado."De esta manera, el proletariado actúa como un catalizador para la caída del capitalismo y surgimiento del nuevo sistema socialista. "El extremadamente agudo conflicto de clases entre los explotadores y los explotados constituye la característica básica del sistema capitalista. El desarrollo del capitalismo inevitablemente conduce a su propia ruina. Sin embargo, el sistema de explotación en sí no desaparece. Es destruido sólo como resultado de una lucha revolucionaria y la victoria del proletariado."El concepto de la dialéctica ilustra que la caída del capitalismo y el subsiguiente surgimiento del socialismo, y eventualmente del comunismo, son inevitables. La burguesía (tesis) y el proletariado (antítesis) chocan para crear el socialismo (síntesis) que garantiza el advenimiento del comunismo. La dialéctica, de ser continuada, también garantiza que el comunismo no puede ser la síntesis final.
La Utopía Comunista
El comunismo mundial traerá una cantidad de beneficios. Los marxistas afirman que el comunismo proporciona más libertad que otros sistemas económicos. La humanidad habrá alcanzado la perfección, anulando la pertinencia de la ley y del gobierno. La redistribución de la riqueza resolverá muchos problemas. El libro de texto Economía Política explica algunos de ellos: "Una vez que las clases explotadoras, con su consumo parasitario, hayan sido abolidas, el ingreso nacional estará íntegramente a disposición del pueblo. Las condiciones de trabajo serán alteradas radicalmente, albergando condiciones sustancialmente mejoradas en ciudades y campos, y haciendo accesibles a los trabajadores todos los logros de la cultura moderna."6 Otra ventaja del comunismo tiene que ver con la motivación de los trabajadores: "¿Puede una sociedad capitalista, con su desempleo crónico, asegurarle a todos los ciudadanos la oportunidad de trabajo, sin hablar de la oportunidad de escoger el trabajo que les guste? Evidentemente, no puede. Pero el sistema socialista hace del derecho al trabajo un derecho constitucional de un ciudadano, liberándolo de la opresiva ansiedad e incertidumbre del mañana."7 En resumen, los marxistas creen que el comunismo es el sistema económico ideal y la base de la utopía en todos los aspectos de la sociedad.
La llamada acumulación originaria
No es ningún secreto que la economía política burguesa ha tratado de combatir al marxismo no sólo en sus principios políticos, sino en lo que siempre han considerado su núcleo duro, el análisis del funcionamiento del sistema capitalista y las leyes que lo rigen. La crítica de la teoría del valor, la formulación de las tesis sobre la plusvalía y la apropiación, la acumulación originaria del capital o la teoría marxista sobre las crisis, han sido denunciadas por economistas, catedráticos y políticos de la clase dominante, sin que hasta el momento hayan formulado un alternativa coherente capaz de sustituirlas.
Desde las páginas de El Militante queremos dedicar un espacio a comentar las ideas más sobresalientes de la economía política marxista y contrastarlas con la situación general por la que atraviesa el capitalismo hoy. Inevitablemente muchas consideraciones no podrán ser tratadas por falta de espacio, pero intentaremos de forma sintética y a trazo grueso abordar las principales cuestiones del pensamiento de Marx en este terreno.
Iniciaremos esta serie de artículos con el proceso de la acumulación originaria, tal como Marx lo planteó en El Capital.
Marx señaló que dinero y mercancía no son de por sí capital, como tampoco lo son los medios de producción o los bienes de consumo. Mercancía y dinero existían también en otros modos de producción anteriores como el esclavismo o el feudalismo, pero no se transformaban masivamente en capital, ni éste era el motor de la actividad económica.
¿Cómo se realiza esta transición imprescindible en el alumbramiento del capitalismo? Marx lo explica en la sección séptima de su obra: el cambio se produce cuando los poseedores de dinero, medios de producción y consumo entran en contacto entre ellos y logran valorizar su posesión. La forma de lograr esta valorización se realiza mediante la utilización de fuerza de trabajo ajena. Es decir, la relación capitalista presupone en primer lugar la desvinculación de los trabajadores con la propiedad de los medios e instrumentos de trabajo.
Este proceso de transición se de-sarrolló a lo largo de varios siglos, fundamentalmente en Inglaterra y Holan-da, cunas del capitalismo contemporáneo. La estructura de la sociedad capitalista surgió de la disolución de las viejas relaciones de propiedad del feudalismo. Varios factores fundamentales marcan este proceso:
1. – El productor directo deja de estar ligado a la gleba o ser siervo. El obrero se sustrae al dominio de los gremios, a sus ordenanzas sobre aprendices y oficiales y a sus normas laborales. Los recién liberados sólo se convertirán en vendedores de sí mismos cuando se les arrebate de todos sus medios de producción y de todas las garantías de existencia que les ofrecían las viejas instituciones feudales. Tal como señaló Marx, "la historia de esta expropiación se ha escrito en los anales de la humanidad con rasgos de sangre y fuego".
2. – La expropiación de tierras del productor rural, constituye la base fundamental de todo este proceso. En Inglaterra la servidumbre de la gleba había desaparecido, en la práctica, a finales del siglo XIV. La inmensa mayoría de la población la constituían para aquel entonces campesinos libres y autónomos, independientemente de la etiqueta feudal con la que escondieran su propiedad.
La disolución de esta relación de servidumbre lanzó al mercado de trabajo a una masa de propietarios libres, en un movimiento caracterizado por la violencia. Los grandes señores feudales expulsaron por la fuerza al campesinado de las tierras que cultivaban y usurparon sus tierras comunales, en beneficio de los grandes rebaños de ovejas, fenómeno alimentado por el florecimiento de la manufactura lanera en Flandes. De esta manera no es extraño que Tomas. Moro, en su obra Utopía, hablara del extraño país donde las ovejas se comían a las personas.
Este proceso violento de explotación de miles de antiguos siervos recibió un fuerte espaldarazo en el siglo XVI, con la Reforma y la expropiación generalizada de los bienes de la Iglesia.
Sobre estas bases los terratenientes abolieron la propiedad feudal del suelo y reivindicaron la propiedad moderna de las fincas. Esta época culminó en el plano político durante la llamada Revolución gloriosa de 1688, golpe de Estado que reforzó la monarquía constitucional en Inglaterra, basada en el compromiso entre la nobleza terrateniente y la burguesía. Como señaló Marx, el poder fue transferido a los "forjadores de plusvalía terrateniente y capitalista".
A partir de entonces el saqueo de tierras públicas se desarrolló a una escala desconocida y la burguesía favoreció el proceso, entre otras razones, para convertir la tierra en un nuevo artículo de comercio, extender el área de las grandes explotaciones agrícolas y abastecerse de proletarios baratos del campo. Este saqueo fue acompañado de un arsenal de leyes que se convirtieron en vehículo para el robo de las tierras del pueblo.
3. – Por otro lado, los capitalistas industriales tuvieron que desplazar no sólo a los maestros artesanos de los gremios, sino también a los señores feudales. Es decir necesitaron transformar radicalmente las relaciones políticas para asegurar el triunfo de las nuevas formas de propiedad y producción. La revolución burguesa en Holanda, Inglaterra y posteriormente en Francia jugaron ese papel necesario.
Si los primeros indicios de producción capitalista se encuentran esporádicamente en los siglos XIV y XV, localizados en algunas ciudades del Medi-terráneo, no se puede hablar de la era capitalista como tal hasta el siglo XVI.
Siguiendo el caso inglés, esta masa popular expulsada de sus tierras no podía ser absorbida por una manufactura todavía incipiente, y se transformó en una legión de mendigos, ladrones y vagabundos, contra los que se dictó una legislación sanguinaria.
Paralelamente, en la agricultura, la transformación radical que supuso el cambio en las relaciones de propiedad, mejoró los métodos de cultivo, favoreció la cooperación y la concentración de los medios de producción, en definitiva incrementó la producción del campo. "La materia prima agrícola", señalaba Marx "se transformó en el elemento del capital constante", en la materia prima para la manufactura.
Esta revolución agrícola, junto con el alza de los precios del grano, de la carne y de todos los productos agrícolas en el siglo XVI, engrosó el capital de los arrendatarios, mientras que la renta del suelo, que éstos tenían que pagar a los viejos propietarios, seguía contratada en el viejo valor en dinero (los contratos a veces duraban 99 años). De esta manera estos arrendatarios se enriquecieron, convirtiéndose en arrendatarios capitalistas.
El papel de la manufactura
El desarrollo de la manufactura creado mediante la expropiación de pequeños productores independientes, dio lugar a la aparición de un mercado interno, esencial para el fortalecimiento de las relaciones de producción capitalistas.
Las materias primas y medios de subsistencia se convirtieron en mercancías, que el gran arrendatario vendía en la manufactura, su mercado preferente. Al mismo tiempo todas las materias primas que en el ámbito de la vieja familia campesina se elaboraban para el propio consumo, como el lino, artículos baratos de lana, etc., se convierten ahora en los artículos de la manufactura que, a su vez, encuentran en los distritos rurales su mercado de ventas.
Sin embargo la manufactura se apodera sólo de un modo muy fragmentario de la producción nacional, apoyándose siempre en la artesanía urbana y la industria subsidiaria doméstica. Por eso Marx enfatiza en la idea de que la destrucción de la industria doméstica rural, es el factor decisivo para darle al mercado interior la expansión y la consistencia que el modo de producción necesita, algo que solo se conseguirá con la aparición de la gran industria.
De la manufactura a la gran industria
Como Marx señaló en El Manifiesto Comunista, el capital necesita revolucionar constantemente los medios e instrumentos de producción, en una batalla permanente por incrementar la productividad del trabajo. En este proceso, la transición de la producción manufacturera a las grandes concentraciones industriales juega un papel clave y asegura el triunfo de las relaciones de producción capitalistas.
Un aspecto importante del desarrollo de la manufactura, que la diferencia de la vieja industria artesanal gremial, es la cooperación entre un mayor número de obreros, en el mismo lugar y para la producción del mismo tipo de mercancías. La cooperación, es decir, la concentración de obreros para desarrollar idénticas tareas productivas, facilita asimismo la concentración de medios de producción, disminuyendo de esta manera el valor del capital constante y por tanto el valor total de la mercancía. En definitiva se trata de una economía de medios de producción, debido al consumo común en el proceso productivo del trabajo de muchos, que además tiene consecuencias importantes: eleva la fuerza productiva individual y crea una fuerza productiva que se convierte en una fuerza de masa.
La cooperación permite además distribuir entre diversos obreros operaciones diferentes y llevarlas a cabo al mismo tiempo, reduciendo de esta manera el trabajo necesario para la fabricación del producto total. Por otra parte, los medios de producción y de trabajo usados colectivamente –es decir, el capital constante– no aumentan en el mismo grado que el número de obreros empleados simultáneamente.
Las premisas materiales para la gran industria
¿Cómo se produce la transición del periodo manufacturero a la producción basada en la gran industria?
Hay que señalar en primer lugar que el motivo y fin determinante del proceso de producción capitalista es la mayor autovalorización posible del capital, es decir, la mayor producción posible de plusvalía. La manufactura desarrolla la división del trabajo y aumenta la fuerza productiva del trabajo. Esta lucha por la productividad del trabajo, es decir, por la reducción del tiempo de trabajo necesario para la producción de mercancías, favorece el desarrollo esporádico de máquinas en primer lugar, para ciertos procesos simples que han de ejecutarse en masa y con mucho gasto de fuerzas. Sin embargo y como Marx señala, en el periodo clásico de la manufactura la maquinaria específica sigue siendo el obrero colectivo.
Una de las cualidades más significativas de la manufactura fue engendrar una clase de obreros no especializados que la industria artesanal excluía. Esta división del trabajo en la manufactura crea asimismo una división social del trabajo, que proviene del intercambio de esferas de producción originariamente distintas.
Pero, como consecuencia ine-vitable del crecimiento de la productividad del trabajo, la máquina introducida masivamente en el proceso de producción pone fin al periodo manufacturero. Con la máquina se elimina la base técnica que aseguraba la relación vitalicia entre el obrero y una función parcial de la producción.
A diferencia de lo que aseguran los burgueses, el fin de la máquina no es aliviar el trabajo cotidiano de los seres humanos. Como cualquier desarrollo de la fuerza productiva, el fin de la máquina es abaratar las mercan-cías, y reducir la parte de la jornada que el obrero necesita para producir los medios de vida necesarios para su subsistencia, con el objetivo de prolongar la otra parte de su jornada laboral en la que trabaja gratuitamente para el capitalista. En definitiva, la maquinaria es un medio para la producción de plusvalía, y la diferencia con el periodo manufacturero es que, mientras en éste la revolución del modo de producción parte de la jornada de trabajo, en la gran industria parte del medio de trabajo, es decir de la maquinaria.
Máquinas que producen máquinas
La introducción de maquinaria para incrementar la productividad del trabajo tuvo efectos en todas las esferas de la producción: las innovaciones en la hilandería mecánica se trasladaron inmediatamente a la tejeduría mecánica que a su vez impulsaron las transformaciones en la industria química. A su vez estos cambios profundos en la base productiva provocaron una revolución en las condiciones generales de los medios de comunicación y transporte para el intercambio de las mercancías: barcos a vapor, ferrocarriles, telégrafos…
El desarrollo de estas ramas de la producción y comunicación exigían de masas de hierro que fundir, soldar, cortar, taladrar y moldear; y esto requería necesariamente de máquinas enormes que la construcción manufacturera de máquinas no podía crear. Así, como señala Marx, la gran industria tenía que apoderarse de su medio de producción característico, de la máquina misma, produciendo máquinas con máquinas.
Maquinaria y gran industria: la producción de plusvalía relativa
En el anterior artículo de la serie analizamos las condiciones materiales de la transición de la manufactura a la gran industria. El desarrollo de la producción de maquinaria a gran escala, necesaria por la demanda del propio proceso productivo generó una transformación cualitativa del modo de producción capitalista, asegurando el triunfo de la producción en masa y una fuente colosal de beneficios para los capitalistas.
Como cualquier otro componente del capital constante, la maquinaria no crea ningún valor, sino que transfiere su valor al producto que contribuye a fabricar. En tanto tiene valor, y por lo tanto, lo transfiere al producto, forma parte integrante del valor de éste.
La maquinaria entra siempre enteramente en el proceso de trabajo mientras que sólo lo hace parcialmente en el proceso de valorización. Nunca añade más valor del que pierde por término medio mediante el desgaste.
Existe pues una gran diferencia entre el valor de la maquinaria y la parte de valor transferido periódicamente desde ella al producto: cuanto menor valor transfiera, tanto más productiva será y tanto más se aproximará su servicio al de las fuerzas naturales.
Marx señalaba que la productividad de la máquina se mide por el grado en que sustituye a la fuerza de trabajo humana: la ventaja para el capitalista a la hora de utilizar maquinaria subsiste mientras los costes de trabajo de la máquina y, por tanto, de la parte de valor añadida por ella al producto, sean inferiores al valor que añadiría el obrero con su herramienta al objeto de trabajo. Esta idea sigue manteniendo toda su fuerza en la actualidad. Los fenómenos de deslocalización de la producción que en el presente llevan a cabo numerosas multinacionales, trasladando la producción de los países avanzados a los subdesarrollados se explica por esta razón. La existencia de mano de obra semiesclava en zonas de Asia compensa al capitalista en lugar de producir en países con infraestructuras de alto valor tecnológico pero donde los costes laborales son superiores.
La maquinaria bajo el capitalismo: un instrumento de explotación
La maquinaria este poderoso sustituto de trabajo y de obreros, tal como definió Marx se convierte inmediatamente en un medio para aumentar el número de asalariados, colocando a todos los miembros de la familia obrera, sin distinción de sexo ni edad, bajo el dominio completo del capital.
Al favorecer la utilización de la fuerza de trabajo de todos los miembros de la familia, la maquinaria reparte el valor de la fuerza de trabajo del hombre entre toda su familia produciendo la desvalorización de su fuerza de trabajo.
La compra de la familia fraccionada en cuatro fuerzas de trabajo, tal vez cuesta más que la fuerza de trabajo del cabeza de familia, pero en su lugar se tiene cuatro jornadas de trabajo en lugar de una, y su precio por tanto, disminuye en proporción al excedente de plustrabajo de los cuatro sobre el plustrabajo de uno.
De esta manera la maquinaria amplía desde el principio el campo de explotación del capital y explica la opresión asfixiante de generaciones enteras de proletarios desde edad precoz. En El Capital se encuentran registrados pasajes escalofriantes del trabajo forzado de niños, mujeres y hombres, una sangría masiva de familias obreras que permitieron la producción de plusvalía y la acumulación de capital en una escala desconocida.
Productividad de la máquina y creación de valor
Pero la maquinaria, además del medio más moderno para aumentar la productividad del trabajo, se convierte en un instrumento eficaz para prolongar la jornada de trabajo más allá de todo límite natural.
La maquinaria se independiza del movimiento y la actividad del medio de trabajo frente al obrero, pudiendo producir ininterrumpidamente si no tropezase con ciertas barreras naturales en sus auxiliares humanos: su debilidad física y su voluntad propia.
Por otro lado la productividad de la maquinaria está en relación inversa a la parte del valor que transfiere al producto. El período activo de vida de la máquina viene determinado, por la duración del proceso diario de trabajo, multiplicado por el número de días en que se repita. En este sentido el desgaste y el valor producido por las máquinas no corresponde ni mucho menos a su tiempo de duración. Por ejemplo, una máquina que trabaja 7,5 años, 16 horas diarias y otra exactamente igual que trabaje 15 años durante 8 horas diarias. En el caso primero, el valor de la máquina se reproducirá con doble rapidez que en el segundo y el capitalista ingresará, gracias a ella, en siete años y medio tanto trabajo adicional como en quince.
Además del desgaste material Marx señalaba que la máquina también está sujeta a un desgaste moral, provocado porque la innovación tecnológica, azuzada por la competencia y la lucha por el máximo beneficio, hace que las máquinas se queden obsoletas. El caso de los ordenadores en los últimos diez años es ilustrativo de esta idea.
La maquinaria produce plusvalía relativa no sólo al desvalorizar directamente la fuerza de trabajo y abaratarla indirectamente al abaratar las mercancías que intervienen en su reproducción, sino que también eleva el valor social del producto mecánico por encima de su valor individual y permite al capitalista reponer el valor diario de la fuerza de trabajo con una parte menor del valor del producto.
Es bastante claro que la industria mecánica amplia la creación de plusvalia, reduciendo el número de obreros ocupados por un capital dado. Pero de esta manera transforma una parte del capital que antes era variable, que se invertía en fuerza de trabajo viva, en maquinaria, es decir, en capital constante, que no produce ninguna plusvalía. Este es un punto decisivo de la economía política marxista: es imposible extraer la misma plusvalía de dos obreros que de 24.
Así, en el empleo de maquinaria para la producción de plusvalía subyace una contradicción orgánica, puesto que la cuota de plusvalía sólo aumenta al disminuir el número de obreros empleados y es esta contradicción la que, a su vez, impulsa al capital, sin que el mismo sea consciente de ello, en la prolongación de la jornada de trabajo, a fin de compensar la disminución proporcional de obreros explotados mediante el aumento no sólo del plustrabajo relativo (más producción en el mismo tiempo de trabajo), sino también del absoluto (aumentando la producción al prolongar la jornada laboral).
La teoría del valor
Como hemos explicado en anteriores artículos lo que distingue al capitalismo como modo de producción de otros anteriores, como el esclavismo o el feudalismo, es la utilización del trabajo asalariado para la producción, venta e intercambio de mercancías.
Durante siglos, los filósofos y economistas de cada época intentaron dar explicación al enigma de la mercancía y su valor. En el siglo XVIII, la economía burguesa de Inglaterra, a través de David Ricardo, se aproximó a la solución del problema, pero fracasó a la hora de dar una explicación científica.
Federico Engels, en el prólogo a la edición berlinesa de 1891 de Trabajo asalariado y capital, señaló lo siguiente: "La economía clásica encontró que el valor de una mercancía se determinaba por el trabajo necesario para su producción encerrado en ella. Y se contentó con esta explicación" (…) "Pero tan pronto como los economistas aplicaban este criterio de determinación del valor por el trabajo a la mercancía "trabajo", caían de contradicción en contradicción. ¿Cómo se determina el "valor del trabajo"? Por el valor del trabajo necesario encerrado en él. Pero, ¿cuánto trabajo se encierra en el trabajo de un obrero durante un día, una semana, un mes, un año?" (…) "Con saber que el valor de una hora de trabajo es igual a una hora de trabajo, es como si no supiésemos nada acerca de él. Con esto no hemos avanzado ni un pelo hacia nuestra meta; no hacemos más que dar vueltas en un circulo vicioso".
Como Marx señala en El Capital, la mercancía es, en primer lugar, un objeto que por sus propiedades satisface necesidades humanas de cualquier clase. La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso, y este valor de uso se realiza únicamente en el uso o en el consumo.
Pero la mercancía también posee un valor de cambio. Este valor de cambio viene determinado por la proporción en que los valores de uso de un tipo se cambian por los de otros. A través de millones de actos de cambio de esta clase, que se dan todos los días, se equiparan constantemente todo género de valores de uso, aunque se trate de mercancías diversas y poco equiparables entre sí.
¿Qué hay de común entre todos estos diferentes valores que los hace equivalentes dentro de un determinado sistema de relaciones sociales? Esta cualidad común no es ninguna propiedad física, química o cualquier otra propiedad natural de la mercancía.
En realidad todas las mercancías son producto del trabajo humano.
De este hecho se puede desprender una conclusión fundamental: la magnitud de valor de una mercancía se puede medir mediante la cantidad de la "sustancia creadora de valor", esto es, del trabajo contenido en ella. La cantidad de trabajo se mide por su duración y, el tiempo de trabajo tiene a su vez su medida en determinadas porciones de tiempo, horas, días, etcétera. Para Marx, el valor de una mercancía viene pues, determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en su producción.
Una vez llegados a este punto hay que recordar que la ciencia económica burguesa siempre insiste en que el valor de una mercancía equivale a su coste de producción. La pregunta que tenemos que hacer entonces es ¿cuál es el coste de producción del trabajo? De hecho, averiguar el coste de producción del trabajo no es posible. Lo que si es posible es saber el coste de producción del obrero, imprescindible en el proceso productivo y que varía según las épocas, pero que constituye una magnitud dada dentro de ciertos límites. En el marco del modo de producción capitalista, el coste de producción de un obrero se determina por los medios de vida necesarios, por término medio, para que pueda trabajar y mantenerse para seguir trabajando y asegurar la reproducción de la clase obrera. En realidad el obrero vende al capitalista su fuerza de trabajo, que el capitalista compra por un valor y utiliza durante un tiempo determinado. La fuerza de trabajo en la sociedad capitalista es una mercancía más, pero es la única mercancía que cuando se consume crea valor. Esto es lo que ocurre en el proceso productivo.
La fuerza de trabajo crea en un día más valor del que ella encierra y cuesta y con cada adelanto tecnológico crece el excedente de producción diaria sobre su coste diario, es decir se reduce la parte de la jornada en que un obrero produce el equivalente a su jornal y se aumenta la parte de la jornada en la que regala su trabajo al capitalista, es decir la plusvalía.
Lo fundamental es que en el capitalismo son los asalariados, la clase obrera, los que producen valor, valor por otra parte que no les pertenece, sino que el capitalista se apropia como dueño del capital, que posee las materias primas, los medios de trabajo y que compra la fuerza de trabajo que crea valor. Esta es la contradicción fundamental de la sociedad capitalista. El beneficio del capitalista toma como base la parte de valor que el obrero produce y el capitalista se apropia, después de descontar lo que necesita para asegurar su existencia.
La plusvalía
La plusvalía no puede provenir de la circulación de mercancías, pues ésta sólo conoce el intercambio entre equivalentes. La cuestión radica en que el poseedor de capital necesita encontrar en el mercado una mercancía cuyo valor de uso posea la cualidad de ser fuente creadora de valor, una mercancía que al consumirse cree valor: esa mercancía es la fuerza de trabajo del hombre.
El capitalista compra con su capital la fuerza de trabajo del obrero; compra su valor de cambio por una cantidad determinada de dinero, es decir el coste de mantenimiento y educación laboral del obrero y su familia y, a cambio, se apropia de su valor de uso. El trabajador crea en una parte del tiempo total de su trabajo, el valor necesario con que el capitalista le paga para garantizar su subsistencia. Pero durante el tiempo restante crea un plus-producto no retribuido por el capitalista que es la plusvalía. En definitiva la plusvalía es la diferencia entre el valor creado por la fuerza de trabajo y lo que cuesta esa fuerza de trabajo. Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo el poseedor de capital tiene el derecho a consumirla durante el tiempo que se acuerda en el contrato.
La plusvalía se descompone en ganancia, interés y renta del suelo. Obviamente la plusvalía no es igual a beneficio, pues de la plusvalía el capitalista tiene que descontar toda una serie de gastos que desembolsa en el proceso productivo y de comercialización de la mercancía.
De esta manera el salario es el precio de la fuerza de trabajo en el mercado, la expresión monetaria de su valor.
El capital empleado por el capitalista en el proceso productivo puede dividirse en dos:
a) Capital constante, compuesto por medios de producción, materias primas, maquinaria, etc.; se denomina constante porque no altera su valor en el proceso de producción sino que añade su valor a la mercancía que se está produciendo. Es trabajo muerto, incorporado poco a poco.
b) Capital variable, la parte del capital que se gasta en comprar fuerza de trabajo y que al consumirse crea valor, pues produce lo necesario para garantizar la subsistencia del trabajador más un excedente que se apropia el empresario, la plusvalía.
Si un empresario dispusiese sólo de capital constante no podría producir mercancías; es necesaria la intervención consciente de la fuerza de trabajo en el proceso productivo para poner en relación los instrumentos de producción y las materias primas y de esta manera producir una mercancía que una vez vendida en el mercado como producto elaborado, genere una ganancia. De esta última hablaremos en el próximo artículo.
Para un capitalista es importante conocer la tasa de plusvalía que obtiene en la producción, pues le indicará el grado de rentabilidad que obtiene de la fuerza de trabajo. La tasa de plusvalía se puede considerar como la relación entre el aumento del capital que aparece al final del proceso de producción (plusvalía) y el capital variable que la produce:
P"= P/V
P" es la tasa de plusvalía, P la plusvalía o D" menos D, y V es el capital variable.
La tasa de plusvalía expresa el grado de explotación del trabajo por el capital. Es necesario distinguir entre tasa de plusvalía y tasa de ganancia. Al capitalista no le interesa especialmente conocer a qué parte especial de su capital total debe el aumento de plusvalía, puesto que tanto el capital variable como el constante le resultan imprescindibles. Lo fundamental es que su ganancia no disminuya. La tasa de ganancia se averigua de la siguiente forma:
La práctica de la producción capitalista hace que la competencia exija de cada capitalista individual integrar dentro del proceso productivo los últimos adelantos en maquinaria y tecnología que ofrece el mercado. De esta manera las inversiones en capital fijo, es decir en medios e instrumentos de producción, se elevan. A corto plazo esto permite producir más mercancías, pero hace disminuir la tasa de ganancia en la medida que aumenta la composición orgánica del capital. Para verlo de una forma más concreta tomemos a dos capitalistas con la misma inversión en capital variable, la misma plusvalía y tasa de plusvalía pero diferente capital constante. Si aplicamos las fórmulas que hemos considerado anteriormente la tasa de ganancia disminuirá para el que ha realizado mayor gasto en capital constante.
De esto se derivan varios hechos fundamentales del sistema capitalista. Por un lado que la competencia producirá una tendencia en todo capital a obtener la tasa media de ganancias y, por otro, que esta misma competencia acelera la composición orgánica de capital provocando una tendencia general a la caída de la tasa de beneficios, que se manifiesta episódicamente. No obstante, los capitalistas tienen recursos y medios para combatir esta tendencia producto de la competencia, asunto del que nos ocuparemos en el siguiente artículo.
Plusvalía y circulación de las mercancías
Históricamente existen tres formas de circulación de las mercancías:
A) En una economía elemental de trueque una mercancía se intercambia por otra que contiene la misma cantidad de trabajo socialmente necesario para ser producida. El intercambio de mercancías se representa por M—M.
B) Cuando en una sociedad se ha alcanzado cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas y se produce circulación monetaria, hay dos formas posibles de circulación: venta de mercancías, representada por la formula M—D y compra de mercancías, D—M.
La operación se representa de la siguiente manera M—D—M", es decir se compra para vender. En este caso el dinero es tan sólo un instrumento que facilita las transacciones de mercancías, característico de las sociedades precapitalistas.
C) La circulación en una economía capitalista. El dinero no circula ya como moneda sino como capital. El capitalista posee el capital necesario para comprar los medios e instrumentos de producción, las materias primas y la fuerza de trabajo. En este sentido el capital es una condición previa para poner en funcionamiento el proceso productivo. La formula se representa como D—M—D", con el capital se produce mercancías con las que se obtiene un capital acrecentado, es decir capital con beneficio.
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