Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acordé, en el suelo del jarro, hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente, con una muy delgada tortilla de cera, taparlo, y, al tiempo de comer, fingendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della, luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía, que maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada.
Espantábase, maldiciendo, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser.
-No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no le quitáis de la mano.
Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido.
Y luego, otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía; estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que ahora tenía tiempo de tomar de mí venganza, y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre
Lázaro, que de nada desto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.
Tratado II. (Del hambre que pasa con el clérigo)
( ) él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cual traía atada con un agujeta del paletoque.
Y en viniendo el bodigo de la iglesia, por su mano era luego allí lanzado y tornada a cerrar e arca. Y en toda la casa no había ninguna cosa de comer, como suele estar en otras; algún tocino colgado al humero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario, algún canastillo con algunos pedazos de pan que de la mesa sobran. Que me parece a mí que, aunque dello no me aprovechara, con la vista dello me consolara. Solamente había una horca de cebollas, y tras la llave de una cámara en lo alto de la casa. Déstas tenía yo de ración una para cada cuatro días, y cuando le pedía la llave para ir por ella, si alguno estaba presente, echaba mano al falsopecto, y con gran continencia la desataba y me la daba, diciendo:
-Toma y vuélvela luego y no hagáis sino golosinar.
Como si debajo de ella estuvieran todas las conservas de Valencia, con no haber en la dicha cámara, como dije, maldita la otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo. Las cuales él tenía tan bien por cuenta, que, si por malos de mis pecados me desmandara a más de mi tasa, me costara caro.
Finalmente, yo me finaba de hambre. Pues, ya que comigo tenía poca caridad, consigo usaba más. Cinco blancas de carne era su ordinario para comer y cenar. Verdad es que partía comigo del caldo. Que de la carne, ¡tan blanco el ojo!, sino un poco de pan, y pluguiera a Dios que me demediara.
( )
Al cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza, que no me podía tener en las piernas de pura hambre.
Tratado III. (Descubre la verdadera situación mísera de su nuevo amo)
( )
-Tú, mozo, ¿has comido?
-No, señor –dije yo-, que aún no eran dadas las ocho cuando con vuestra merced encontré.
-Pues, aunque de mañana, yo había almorzado, y, cuando así como algo, hágote saber que hasta la noche me estoy así. Por eso, pásate como pudieres, que después cenaremos.
Vuestra merced crea, cuando esto le oí, que estuve en poco de caer de mi estado, no tanto de hambre como por conocer de todo en todo la fortuna serme adversa. Allí se me representaron de nuevo mis fatigas y torné a llorar mis trabajos. Allí se me vino a la memoria la consideración que hacía cuando me pensaba ir del clérigo, diciendo que, aunque aquél era desventurado y mísero, por ventura toparía con otro peor. Finalmente, allí lloré mi trabajosa vida pasada y mi cercana muerte venidera.
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2. Don Quijote de la Mancha
a. Resumen
La obra se compone de dos libros o partes. El primero publicado en 1605 y el segundo de 1615. La obra va introducida por un prólogo donde el autor deja clara cual fue su intención al escribir la obra: parodiar y acabar con la lectura de los libros de caballerías, por estar mal escritos y ser fantasiosos.
Además en el capítulo IX de la primera parte, el autor nos cuenta cual fue el proceso de creación de la novela. Asegura que él, Cervantes, es en realidad un adaptador. La historia original estaba escrita en árabe por el cronista Cidi Hamete Berengeli y que él sólo recopiló los papeles y con la ayuda de un traductor los escribe en castellano. Por supuesto no es más que un juego literario para dotar de realismo a la obra y también un juego irónico de distanciamiento.
La acción principal está formada por tres viajes o salidas que realiza Don Quijote. Las dos primeras se relatan en la primera parte, y la última, en la segunda.
El caballero manchego don Alonso Quijano, llamado por sus vecinos el Bueno, se vuelve loco por leer obsesivamente libros de caballerías. Tiene la idea de recorrer el mundo con el nombre de Don Quijote de la Mancha, imitando a caballeros literarios como Amadís de Gaula y otros caballeros andantes. Quiere proteger a los débiles, destruir el mal y merecer a su dama Dulcinea (que es una campesina, Aldonza Lorenzo, idealizada por él, y que nunca aparece en la novela). Con armas de otro tiempo oxidadas y medio rotas (armadura, casco y lanza propios de los caballeros medievales) y un viejo caballo, Rocinante, sale por la Mancha, y se hace armar caballero en una pensión (venta, se llamaba en la época a estos establecimientos) que imagina ser un castillo. Le nombra caballero el dueño de la pensión por burlarse de él.
Su primera aventura fue la de liberar a un joven pastor a quien su amo está golpeando por perderle las ovejas (pero apenas se marcha Don Quijote, prosigue la paliza). Después se enfrenta a unos mercaderes a los que confunde con fantasmas. Estos lo golpean brutalmente; un conocido lo recoge y lo devuelve a su aldea. Ahí acaba la primera salida de Don Quijote.
Cuando se recupera, convence a un simple labrador, llamado Sancho Panza para que lo acompañe en sus aventuras; a cambio le promete que conseguirá ser un hombre rico y gobernar una Ínsula. Salen los dos en busca de aventuras, pero éstas son solo acciones ridículas producto de la imaginación de Don Quijote; por ejemplo: lucha contra unos gigantes que sólo son molinos de viento; lucha contra unas ovejas a las que confunde con un ejercito; da libertad a unos criminales, que luego lo golpean, etc.
Dos vecinos amigos, el cura y el barbero salen en su busca y lo traen engañado a su pueblo, metido en una jaula. Le hacen creer que sufre el encantamiento de un mago enemigo suyo.
En la segunda parte (1615), don Quijote sale otra vez acompañado de Sancho Panza. Pero hay un cambio fundamental con relación a la primera salida: ya se ha publicado su novela y los personajes conocen la locura de Don Quijote. Primero se enfrenta a un caballero, que es en realidad su vecino Sansón Carrasco disfrazado que lucha contra Don Quijote para vencerle y hacerle regresar a casa. Pero por casualidad Don Quijote lo derrota.
Continúan su viaje hacia tierras de Aragón, llegan a los dominios de unos Duques, que se burlan cruelmente de la locura del hidalgo y de la ambición de Sancho. Por reírse de ellos, por ejemplo, mandan a Sancho como gobernador de uno de sus estados; Sancho da pruebas de un excelente sentido común, pero cansado de las burlas que le hacen se vuelve a buscar a don Quijote. Tras constantes aventuras, marchan a Barcelona, y allí es vencido por el caballero de la Blanca Luna, que es disfrazado de nuevo su vecino Sansón Carrasco, que esta vez derrota a que don Quijote y le obliga a volver a casa.
Don Quijote, física y moralmente derrotado, vuelve a su casa y allí muere cristianamente después de haberse curado de su locura.
b. Estructura
La obra está dividida en dos partes de 51 y 72 capítulos respectivamente. Hay que destacar, sobre todo, que el comportamiento de los personajes en cada una de ellas es muy diferente. Es verdad que hay una evolución continua a lo largo de toda la obra, pero en la primera, don Quijote ve la realidad transformada por su imaginación caballeresca (donde hay molinos ve gigantes, por ejemplo); en la segunda, en cambio, normalmente la ve como es y son los demás personajes los que las convierten las cosas en aventuras caballerescas para reírse de él. Don Quijote, por tanto, se acerca cada vez más al mundo de la realidad. Por otra parte, Sancho, en la segunda parte, se ha acomodado mejor a su amo y participa más de su mundo, llegando a vivir la pura ilusión como gobernador de una ínsula.
c. Personajes
En la caracterización de estos dos personajes está uno de los méritos más sobresalientes de la novela. Ambos personajes encarnan inicialmente posturas e ideales opuestos, que permiten al autor un magistral ejercicio de la técnica del diálogo y la presentación de situaciones fundamentadas en el contraste de situaciones, puntos de vista
A grandes rasgos, don Quijote y Sancho presentan estas características:
Don Quijote | Sancho Panza |
Es un hidalgo que se ha vuelto loco de tanto leer libros. | Es un rudo labrador que sólo se fía de lo que ve, un hombre práctico y sencillo. |
Representa el mundo ideal y fantástico de la caballería andante. Idealismo. | Representa la realidad cotidiana. Realismo |
Se mueve por los ideales: la justicia, la libertad, el valor y el amor a su dama. | Actúa por intereses personales materiales: las ganancias y el gobierno de una ínsula. |
Busca soluciones fantásticas para cualquier situación y las halla en los libros leídos. | Sólo ve lo real y busca apoyo en la sabiduría popular que el conoce por medio de los refranes. |
Sin embargo, estos dos personajes, en un principio opuestos, parece que se van influyendo uno al otro a lo largo de la novela. A medida que viven diversas aventuras, van transformándose, se aproximan y se compenetran de tal forma que, al final, don Quijote, una vez curado de la locura, ya no quiere ser caballero andante y muere cansado y desilusionado de todo. El realista Sancho se convierte, a su vez, en soñador, y pide a don Quijote que no se deje morir, que aún pueden ser pastores y vivir aventuras amorosas como en las novelas pastoriles.
c.1. Otros Personajes
Dulcinea del Toboso:
El Cura y el Barbero:
Sansón Carrasco:
El Ama y la sobrina: ..
Los duques (segunda parte):
d. Estilo y lenguaje:
La técnica de la novela se apoya en una serie de elementos narrativos, entre los que habría que destacar en primer lugar la parodia.
La parodia (imitación, generalmente burlesca, de una obra, género, autor,… exagerando o ridiculizando sus rasgos más característicos) está presente, de forma constante, en todo el libro. La novela, dice Cervantes en el prólogo, es una parodia de los libros de caballerías. Por eso la escribe para ridiculizar los excesos fantasiosos de esos libros y acabar con su popularidad. Aunque la novela es mucho más que ese propósito inicial, lo cierto es que logró su objetivo y después del Quijote los libros de caballerías dejan de escribirse.
Interpretación del Quijote como parodia de los libros de caballerías
Caballero | Don Quijote |
|
|
El humor debe estar siempre presente a la hora de analizar la novela. Toda la obra es de humor, incluso Cervantes pensaba que la segunda parte sería más divertida que la primera, sin embargo, los lectores siempre han considerado más divertida la primera. Seguramente porque en la primera parte nos reímos con los disparates de un loco que hace las cosas sin mala intención, pero con resultado cómico. Además, las personas con las que se enfrenta reaccionan desconcertadas lo que hace más creíble y divertida la acción. Está todo pensado para reír porque a Don Quijote nunca le pasa nada grave.
Pero en la segunda parte son los demás los que conociendo la locura de Don Quijote (porque es ya famoso y han leído la novela) le gastan bromas, a veces crueles, para reírse de él. Y eso es menos divertido.
La intención del autor es que los lectores se rían con Don Quijote en todo el libro, excepto en el último capítulo. Sin embargo, antes del final, incluso mucho antes, va convirtiéndose en un personaje más digno, menos loco, más virtuoso, y menos gracioso.
La ironía, resultado en muchos casos de la parodia, es el recurso tal vez más utilizado en El Quijote; tan es así, que apenas hay frase que no lleve un doble sentido. La vemos ya en el encabezamiento de los capítulos con sus títulos cómicos, en el contraste entre lo que los personajes dicen y hacen, en muchísimas expresiones de don Quijote y Sancho, etc.
El diálogo. Es, en primer lugar, el medio por el que los personajes, sobre todo don Quijote y Sancho, descubren sus pensamientos. Sin el diálogo la novela sería una acumulación de aventuras sin sentido. Pero el diálogo da sentido a las locuras de don Quijote a través de su discusión con Sancho. Es la forma principal por la que los personajes nos presentan la realidad. Uno de los hechos que más llama la atención durante la lectura del Quijote es el realismo y la vida independiente que Cervantes consigue dar en sus personajes, muy en especial en don Quijote y Sancho.
Otro excepcional recurso del Quijote es su perspectivismo. Se entiende por tal el presentar los personajes y la realidad desde distintos puntos de vista. En la novela, el juego de perspectivas es muy complicado. Por una parte, está la combinación de los tres "autores": el narrador cristiano, el traductor morisco y el historiador moro (Cide Hamete).
Lenguaje: Por último es necesario mencionar la perfección y riqueza lingüística. Con el Quijote, la prosa española alcanza su cumbre. No posee un estilo uniforme. Se combinan en él todos los estilos que había creado la prosa del Renacimiento. Y es admirable la riqueza polifónica con que se expresan sus múltiples personajes: cada uno habla según su condición o según la situación en que se halla. Además la prosa es inagotable en recursos para lograr el humor: el uso dialéctico del refranero y las sentencias, recursos como el retruécano, comparaciones originales, hipérboles, riqueza y variedad léxica, la dislocación de las palabras para crear términos nuevos ("balciyelmo"), etc.
Cervantes basó la creación de su obra en 4 bases que serán las utilizadas después para crear la novela moderna.
La invención, originalidad y creación diferente.
El realismo. Cervantes entiende por esto imitación como copia de la realidad de la vida que el escritor tiene delante.
La verosimilitud. Es el factor principal para Cervantes. Que lo creado se explique de manera creíble y racional. Alejarse de lo fantasioso o disparatado. La novela al no ser historia, no tiene que contar hechos verdaderos, pero si hacer verosímiles los hechos (no han ocurrido, pero podían haber sucedido). Tanto en el contenido como en el estilo había que respetar la verosimilitud.
La creación de personajes en libertad, que piensan y actúan por si mismos. Personajes que no son estereotipos, y se enfrentan de manera conflictiva con la realidad que les rodea.
La obra es sin duda la más estudiada y comentada de la literatura española. Cuando fue escrita, los primeros lectores la interpretaron solo como una novela de humor. Tuvo mucho éxito y fue muy apreciada tanto en España como en el extranjero con las tempranas traducciones que aparecieron, pero no se le reconoció mérito literario. Durante todo el siglo XVII esta visión de la novela no va a cambiar y poco a poco se pierde el interés por la obra.
En el siglo XVIII los novelistas ingleses, fundamentalmente, toman el Quijote como modelo narrativo para crear sus novelas. El camino de la novela moderna empieza aquí, con la interpretación y adaptación de las técnicas narrativas del Quijote que hacen sobre todo novelistas extranjeros (Los viajes de Gulliver, las novelas de Dafoe, etc.)
Fue definitivamente en el siglo XIX, con el Romanticismo cuando el Quijote se recupera como la gran obra que es hoy en día. Los románticos descubrieron otros contenidos de la novela más allá del humor. Admiraron en la obra valores como la libertad tanto de los personajes como del autor en la composición de la obra. El idealismo, el enfrentamiento entre realidad y fantasía, el perspectivismo, la lucha entre el individuo y el universo que le rodea en definitiva descubrieron los valores que han convertido al Quijote en la primera novela. Desde el romanticismo, puede decirse que no ha habido novela ni novelista importante que no le deban algo de su inventiva a Don Quijote. Como ejemplo, leamos un bello artículo que Dostoievsky le dedica al Quijote:
Un día Don Quijote, el caballero tan conocido, el más magnánimo caballero que jamás haya existido, vagabundeando con su fiel escudero Sancho, tuvo un ataque de perplejidad. Había leído que sus predecesores de los tiempos antiguos, por ejemplo, Amadís de Gaula, habían tenido a veces que luchar durante años enteros con cien mil soldados enviados contra ellos por las potencias infernales o los magos. Ordinariamente, un caballero que tropieza con semejante ejército de réprobos saca su espada, invoca en su ayuda el nombre de su dama y se lanza solo en medio de sus enemigos, a los que extermina, sin dejar uno. Todo esto estaba bien claro; pero aquel día, Don Quijote permaneció pensativo. ¿Cómo querían que un caballero, por fuerte y valiente que fuese, exterminase a cien mil adversarios en un solo combate de veinticuatro horas? Se necesita tiempo para matar a cada hombre; para matar a cien mil hace falta un tiempo inmenso. ¿Cómo podía ocurrir todo aquello?"Ya he salido de mi perplejidad, amigo Sancho, dijo al fin Don Quijote; esos ejércitos eran diabólicos; por lo tanto imaginarios; los hombres que los componían no eran más que una creación de la magia; sus cuerpos no se parecían a los nuestros; tenían más analogía con los de los moluscos, los gusanos o las arañas. De tal modo, que la espada de los caballeros los cortaba de un solo golpe sin encontrar más resistencia que la del aire. Y siendo así, podían matar tres, cuatro y hasta diez de esos guerreros de una sola estocada. Así es como resultaba fácil deshacerse, en algunas horas, de ejércitos de ese género".
En esto, el autor de Don Quijote, gran poeta y profundo observador del corazón humano, ha comprendido uno de los aspectos más misteriosos de nuestros espíritus. Ya no se escriben libros como aquel. Veréis en Don Quijote, en cada página, revelados los más secretos arcanos del alma humana. Notad que ese Sancho, el escudero, es la personificación del buen sentido, de la prudencia, de la astucia, y que, sin embargo, se ha convertido en compañero del hombre más loco del mundo; ¡precisamente él, y ningún otro! A cada instante engaña a su amo, lo engaña como a un niño pequeño; pero al mismo tiempo se siente lleno de admiración por la grandeza de su corazón y cree reales todos sus sueños fantásticos; no duda ni un minuto el que su amo no llegue a conquistarle una ínsula.
Es de desear que nuestra juventud adquiera un serio conocimiento de las grandes obras de la literatura universal. Yo no sé lo que les enseñan hoy a los jóvenes como literatura, pero el estudio de Don Quijote, uno de los libros más geniales y también de los más tristes que haya producido el genio humano, es muy capaz de educar la inteligencia de un adolescente. Verá allí, entre otras cosas, que las más hermosas cualidades del hombre pueden llegar a ser inútiles, excitar la risa de la Humanidad, si el que las posee no sabe penetrar el sentido verdadero de las cosas y hallar la "palabra nueva" que debe pronunciar…
Aparte de eso, yo no he querido decir más que una cosa; a saber: que el hombre que puso en acción los sueños más locos, los más fantásticos, llega de pronto a la duda y a la perplejidad. Toda su fe ha desaparecido, y no porque lo absurdo de su locura le haya sido revelado, sino porque una circunstancia secundaria aclara momentáneamente su inteligencia. Este hombre de ideas de otro mundo experimenta súbitamente la nostalgia de lo real. Si libros que él venera como verídicos le han engañado una vez, pueden engañarle siempre; quizá todo lo que contienen es mentira. ¿Cómo volver a la verdad? Cree volver a ella imaginando un absurdo mayor que el primero. Los centenares de miles de hombres evocados por los magos tendrán cuerpos de moluscos, y la espada del buen caballero trabajará diez veces más deprisa en su faena. Su necesidad de semejanza quedará satisfecha. Tendrá derecho a creer en el primer sueño gracias al segundo, mucho más ridículo.
Interrogaos a vosotros mismos y ved si cien veces no os ha ocurrido lo mismo. ¿Os habéis sentido enamorados de una idea, de un proyecto, de una mujer? ¿Habéis tenido una duda? Os habéis cuidado de crearos una ilusión más engañosa que la primera, que os habrá permitido continuar estando enamorados y desprenderos de la duda.
Fiodor Dostoievski: La mentira se salva por otra mentira (1879), Diario de un escritor
Antología de Textos:
Primera Parte. Capítulo I
Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero[2]adarga[3]antigua, rocín[4]flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón[5]las más noches, duelos y quebrantos[6]los sábados, lantejas los viernes, algún palomino[7]de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte[8]calzas de velludo[9]para las fiestas, con sus pantuflos[10]de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí[11]de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera[12]Frisaba[13]la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia[14]seco de carnes, enjuto[15]de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijano. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.
Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino[16]en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura[17]para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos;
Capítulo VIII
Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados[18]gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos[19]comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente[20]de sobre la faz de la tierra.
-¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza.
-Aquéllos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas[21]
-Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquéllos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas[22]que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
-Bien parece -respondió don Quijote- que no estás cursado[23]en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquéllos que iba a acometer[24]Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:
-Non fuyades[25]cobardes y viles criaturas; que un solo caballero es el que os acomete.
Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:
-Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
Y diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance[26]le socorriese, bien cubierto de su rodela[27]con la lanza en el ristre,[28] arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió[29]con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló que no se podía menear[30]tal fue el golpe que dio con él Rocinante.
-¡Válame Dios! -dijo Sancho-. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?
-Calla, amigo Sancho -respondió don Quijote-; que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.
Capitulo XIV.
De lo que le pasó a Don Quijote con unos cabreros.
¿Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida? Dinos presto a lo que vienes, o qué es aquello de que más gustas; que, por saber yo que los pensamientos de Grisóstomo jamás dejaron de obedecerte en vida, haré que, aun él muerto, te obedezcan los de todos aquellos que se llamaron sus amigos.
No vengo, ¡oh Ambrosio!, a ninguna cosa de las que has dicho, sino a volver por mí misma, y a dar a entender cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisóstomo me culpan; y así, ruego a todos que estéis atentos, que no será necesario mucho tiempo ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad a los discretos.
Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura; y, por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo obligada a amaros. Es más, que podría suceder que el amador de lo hermoso fuese feo, y, siendo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir ''Quiérote por hermosa; hasme de amar aunque sea feo''. ¿no, verdad? Según yo he oído decir: el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario, y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que de mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades? Cuanto más, que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo; que, tal cual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo pedirla ni escogerla.
Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Grisóstomo me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con todo este desengaño, quiso seguir con la esperanza y navegar contra el viento, por eso que no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito.
Y, en diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió las espaldas y se entró por lo más cerrado de un monte que allí cerca estaba, dejando admirados, tanto de su discreción como de su hermosura, a todos los que allí estaban. Y algunos dieron muestras de quererla seguir, sin aprovecharse del manifiesto desengaño que habían oído. Lo cual visto por don Quijote, pareciéndole que allí venía bien usar de su caballería, socorriendo a las doncellas menesterosas, puesta la mano en el puño de su espada, en altas e inteligibles voces, dijo:
Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignación mía. Ella ha mostrado con claras y suficientes razones la poca o ninguna culpa que ha tenido en la muerte de Grisóstomo, y cuán ajena vive de condescender con los deseos de ninguno de sus amantes, a cuya causa es justo que, en lugar de ser seguida y perseguida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo, pues muestra que en él ella es sola la que con tan honesta intención vive.
Enviado por:
Eugenia Sol
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