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La Sacrosanctum Concilum del Vaticano II


Partes: 1, 2

  1. La liturgia antes y después del Vaticano II
  2. Proceso de la constitución
  3. Las innovaciones de la Sacrosanctum Concilium

TEMA I:

La liturgia antes y después del Vaticano II

a) Algunos rasgos de la liturgia preconciliar

El concilio supuso un verdadero terremoto litúrgico. Desde el Misal de San Pío V, predominó el inmovilismo; apenas hubo ninguna reforma durante cuatrocientos años. Sólo los que hemos conocido la liturgia preconciliar podemos entender y valorar los cambios increíbles que se produjeron.

Veamos una ligera descripción de cómo era la Eucaristía preconciliar.

1.- Las liturgias se tenían en un latín que nadie comprendía. El sacerdote leía todas las lecturas en latín y mirando hacia el retablo.

2.- Diversas Misas se celebraban a la vez en la misma iglesia, y la gente las iba siguiendo simultáneamente. En los teologados había multitud de altares en los coros. Se iban oyendo las campanillas de las sucesivas consagraciones. Cada sacerdote decía la Misa por separado en altares distintos y a la misma hora.

3.- Había la posibilidad de una misa de sesión continua, en la que uno podía cumplir el precepto dominical escuchando el final de una Misa y el principio de otra con tal que no se separase la consagración de la comunión.

4.- Mucha gente llegaba sistemáticamente al ofertorio y se marchaba antes del último evangelio. Con ello se quitaba importancia a la liturgia de la palabra, quizás porque era en latín.

5.- Nunca jamás en toda su vida recibían los fieles cristianos el cáliz para la comunión bajo las dos especies.

6.- La comunión se podía dar fuera de la misa. El sacerdote salía a dar la comunión antes o después de terminada la misa. Mucha gente a diario iba a la iglesia sólo a comulgar.

7.- La comunión se recibía de rodillas en la reja del presbiterio, y siempre en la boca.

8.- Las Misas eran de cara a la pared; el altar se asemeja más a un ara que a la mesa de un banquete.

9.- El culto a los santos oscurecía la centralidad del misterio de Jesucristo. En el calendario el número excesivo fiestas de los santos desfiguraban la naturaleza de los tiempos litúrgicos. En las iglesias se multiplicaban las imágenes con sus altarcitos, donde la gente satisfacía su piedad privada, con merma de las celebraciones comunitarias.

10.- Como no se entendía el latín, era costumbre rezar el rosario durante la Misa, o leer un libro piadoso. En algunos sitios había un predicador en el púlpito que predicaba durante toda la Misa, y solamente interrumpía un momento en la consagración, y luego continuaba.

11.- Se fomentaba la escrupulosidad de los sacerdotes que temían cometer cantidad de pecados mortales omitiendo palabras en el canon (cada palabra omitida = un pecado mortal).

12.- A muchos les angustiaba el pronunciar exactamente las palabras de la consagración que se consideraba como un conjuro mágico que dejaba de surtir efecto si se alteraba el sonido de alguna de sus letras.

13.- Había una gran distancia física entre el presbiterio y los fieles, con grandes escalinatas o rejas de división. El pueblo se situaba lejos de la celebración.

14.- Había un tabú a propósito de las especies eucarísticas que no se podían tocar por quien no estaba ordenado. Las sacristanas que tocaban los vasos sagrados vacíos con un guante.

15.- El sacerdote tenía un monopolio absoluto ejerciendo todos los ministerios durante la misa, salvo la pequeña ayuda de los niños acólitos que se limitaban a responder en latín y trasladar de sitio el misal o las vinajeras.

16.- Al sacerdote sólo le respondían los monaguillos, y no la asamblea. Nunca se establecía una diálogo real entre el presidente y la asamblea, ni siquiera en la respuesta "Et cum spiritu tuo".

17.- El ritualismo de unos gestos mecánicos acompañaba a unas palabras en un idioma ininteligible.

18.- Había una absoluta falta de espontaneidad; cada gesto y palabra estaba dictado por el ritual sin que el celebrante pudiese improvisar ni alterar el más mínimo detalle. En ningún momento se sugerían formas o palabras opcionales.

19.- La teología de los sacramentos entendía el ex opere operato de un modo que minusvaloraba la actitud de las personas y su comprensión de las ceremonias.

20.- Se perpetuaban las diferencias sociales en el culto, mediante puestos reservados en la iglesia para los ricos y notables que tenían sus propios reclinatorios en lugares reservados para ellos.

21.- Había sacramentos y funerales de primera, de segunda o de tercera, según el dinero que se pagase. Los de primera tenían más celebrantes, diácono y subdiácono, eran cantados, y en ellos se usaban ornamentos más lujosos, y el catafalco era más barroco.

22.- La Eucaristía se entendía más como objeto de adoración que de manducación. Se trataba de mirar la Sagrada Forma en el momento de alzar, con la campanilla resonando y las genuflexiones. O la solemnidad de la Exposición solemne, al acabar la Misa. Entonces es cuando se encendían las velas, las luces. Ahora empieza lo importante.

23.- El pueblo apenas cantaba en la Misa. Había un repertorio popular muy reducido. Normalmente se escuchaba a una schola de cantores profesionales que cantaban en latín, en canto polifónico. Se situaban atrás en el coro y no eran un fermento para animar al pueblo a cantar con ellos.

24.- Al no haber Misas por las tardes, había distintos tipos de actos, rosarios, novenas, sermones, actos eucarísticos…

b) 20 nuevos valores de la reforma litúrgica

La nueva liturgia intentó fomentar los valores que estaban absolutamente marginados.

1.- Acercar la acción litúrgica los fieles quitando barreras de escalinatas y rejas y poniendo el altar de cara al pueblo. Las iglesias ya no tienen la forma de "autobús", sino que son más redondas, permitiendo que los fieles se sientan mejor parte de la comunidad y se vean unos a otros.

2.- Potenciar el papel de la asamblea frente al monopolio del presidente. La asamblea participa más en las oraciones, en la respuesta al salmo, en las aclamaciones, en el cambio de posturas (SC 14, 21, 30, 114).

3.- Dar unidad y relieve a la acción litúrgica prohibiendo absolutamente que durante ella se pueda tener otra Eucaristía o ningún otro acto de culto en el mismo espacio de la iglesia (SC 57).

4.- Fomentar el canto de toda la asamblea frente al monopolio de la schola, las corales y los solistas (SC 114).

5.- Potenciar los ministerios diversos frente al único ministerio del presidente; reinstaurar el diaconado permanente y rehabilitar el ministerio del diácono. Instaurar los ministerios laicales del acólito y el lector; potenciar los ministerios de salmista, de monitor, maestro de coro, dando entrada a los laicos no ordenados, y más tímidamente a las mujeres (SC 29).

6.- Resaltar la estética de la sencillez y de la verdad frente a simulaciones barrocas, puntillas, floripondios y ostentaciones (SC 34).

7.- Fomentar la inteligibilidad de las palabras frente a los signos puramente mecánicos (SC 33; 59). Aprobar la utilización de las lenguas vernáculas (SC 36, 54, 63, 101). Añadir más lecturas y moniciones (SC 35, 51). Prescribir la homilía los domingos, y recomendarla entre semana (SC 52). Celebrar una liturgia de la palabra en todos los sacramentos (SC 35).

8.- Ensamblar mejor la vivencia del culto con el resto de la vida, trayendo a la misa la realidad de lo que los participantes están viviendo en ese momento. La liturgia se considera la cumbre y la fuente de toda la actividad de la Iglesia (SC 10).

9.- Articular mejor la comunión dentro de la eucaristía, prohibiendo que se administre fuera de la Misa, salvo en casos urgentes como es el del viático. Conceder la comunión bajo las dos especies (SC 55).

10.- Insistir en el valor de los actos subjetivos, la intención de los participantes, las disposiciones interiores, la atención, la focalización de la devoción en la acción litúrgica y no en otras devociones que se realizan paralelamente a ella (SC 11, 14, 21, 59, 90…).

11.- Centrarse más en el año litúrgico y reducir el puesto que tenían anteriormente las fiestas de los santos (SC 107). Dar mayor centralidad al domingo (SC 106). Dar una mayor prioridad a la lectura continuada sobre las lecturas correspondientes a otras memorias SC 51).

12.- Inculturar la liturgia y adaptarla a las distintas circunstancias de las regiones. Conceder atribuciones a las conferencias episcopales de los distintos países (SC 37-40, 63b).

13.- Eliminar las diferencias de categoría social en la manera de celebrar los distintos ritos (SC 32).

14.- Fomentar el carácter comunitario de las celebraciones, tanto de los sacramentos, como de la liturgia de las Horas (SC 26, 27, 99, 100).

15.- Reestablecer la concelebración como expresión de la unidad del sacerdocio (SC 57-58).

16.- Restablecer la oración de los fieles en la Eucaristía, en los otros sacramentos y en la Liturgia de las Horas (SC 53).

17.- Reinstaurar la iniciación cristiana de los adultos y el catecumenado (SC 64, 71, 74).

18.- Reformar los rituales de los sacramentos afectando incluso a las partes más fundamentales, incluida la materia y la forma, como es el caso de la confirmación (SC 71), la unción de los enfermos (SC 73-75), la ordenación de obispos y la Eucaristía (SC 62).

19.- Reforma profunda de la Liturgia de las Horas, para hacerla más breve, menos clerical, más bíblica, más adaptada a las horas del día (SC 88, 90, 94).

20.- Frente al validismo en los sacramentos, o a los "sacramentos de mínimos", fomentar la potenciación del simbolismo y la palabra que los acompaña, para eliminar cualquier tipo de "automatismo" en su celebración. Los sacramentos no se limitan a conferir al gracia automáticamente, sino que deben "alimentar, robustecer y expresar la fe" (SC 59).

c) 10 exageraciones y desviaciones postconciliares

En esta dinámica de redescubrimiento y potenciación de valores olvidados hay siempre el peligro del pendulazo, de irse al extremo contrario. El peligro es afirmar unilateralmente los nuevos valores negando o minimizando otros valores igualmente importantes. Veamos algunas de las exageraciones que se han cometido en la aplicación de la reforma conciliar:

1.- La desclericalización en el ámbito de la vida social llevó en algunos casos a la debilitación del ministerio y de la función de la presidencia. Se tiende a que el presidente se vista igual que los demás; a que no ocupe un lugar preminente, a que cada vez vaya teniendo menos atribuciones exclusivas. Algunos ven en él a un simple delegado de la asamblea.

2.- La democratización va a afectar no sólo al ministerio del presidente, sino a cualquier otro ministerio. Todos pueden hacerlo todo. Nada queda reservado para nadie. El espíritu asambleísta tiene como ideal que la comunidad entera realice el mayor número posible de acciones. Se confunde el "participar" con el "intervenir".

3.- La desacralización de espacios y objetos. Se pretende que no haya capillas o iglesias, sino salas multiuso; que no se utilicen vasos sagrados especiales, sino vasos normales. Se fomenta el acceso de todos al altar y la destabuización de cuanto rodea las especies sacramentales. Rechazo de las vestiduras litúrgicas.

4.- La secularización de la acción litúrgica que se ve reducida a una comida informal de amigos, so pretexto de que la cena del Señor y la fracción del pan de los primeros cristianos fueron reuniones de naturaleza no litúrgica. Se olvida con ello todo el valor litúrgico y ritual que esas reuniones tenían en la espiritualidad judía, y las múltiples rúbricas que la regulaban.

5.- La informalidad. Se tiende a eliminar todo lo que huela a solemnidad o formalismo. Que el pueblo asista a la liturgia con vestidos informales, con zapatillas, en traje de baño, en bata. Que se sienten en posturas cómodas, con las piernas cruzadas, tirados por el suelo. Que se use un lenguaje coloquial, desenfadado, con muletillas que creen sensación de informalidad.

6.- La cutrez. Cunde el desinterés por la estética de la liturgia. Cuando se usan objetos litúrgicos propios se procura que sean de baja calidad. No hay gran interés por mantenerlos limpios, ni blancos, ni brillantes. No importa que los libros litúrgicos estén viejos, rasgados, negros, manchados de cera, de vino. Se usan paños de altar y purificadores que nos daría vergüenza poner como servilletas o manteles a nuestros invitados en el comedor.

7.- El verbalismo. La traducción de la liturgia a la lengua vulgar y la reacción contra el ritualismo mecánico llevó a una minusvaloración de todo el lenguaje corporal, de gestos, inclinaciones, genuflexiones, golpes de pecho, signaciones, manos alzadas, posturas corporales, incensaciones. Cantos con estrofas que parecen tratados de teología La eucaristía pasó de ser una acción a ser un discurso, de ser una celebración a ser una mesa redonda a la que se va a reflexionar y discutir y comprometerse. Dominio del moralismo y el racionalismo.

8.- La alergia por lo emocional. Evanescencia del misterio, de la trascendencia, de la mística, de cualquier intimismo que se denuncia como alienante.

9.- La espontaneidad salvaje. Frente a la escrupulosidad anterior, se fue desarrollando un concepto de espontaneidad en que todo se podía cambiar o improvisar a gusto del celebrante, o a gusto del comité de preparación de la liturgia. Pérdida del sentido de la tradición o de la eclesialidad o de la fidelidad a un ritual que me ha sido dado.

10.- El elitismo. El concilio canceló las diferencias de clase que había en la antigua liturgia, pero hay el peligro de que hoy se reintroduzca un nuevo tipo de elitismo. Frente a la asamblea dominical del pueblo, se crean cenáculos de iniciados, en los que existe una mayor sintonía ideológica y se puede llevar a cabo una liturgia experimental. Misas grupales para jóvenes, universitarios, militantes, que consiguen que al final sus miembros ya no se encuentren identificados con la gran Iglesia, y sólo celebren los sacramentos en el seno de sus pequeños grupos.

d) 10 orientaciones para presidir bien la liturgia

1.- No ejerzas una presidencia "vergonzante", pero tampoco seas "acaparador". Haz con asertividad lo que te corresponde, y deja que los otros hagan lo que les corresponde a ellos. Sé un icono transparente del Señor que preside la asamblea. Respeta a la comunidad que se reúne. No la escandalices sometiéndola a tus caprichos personales. Nunca la riñas con un paternalismo altanero.

2.- No seas chapucero ni improvisador. Que la celebración de la Eucaristía sea tu acción prioritaria cada día; que la prepares al menos tan bien como preparas tus clases o cualquier otra actividad pastoral. Llévate los textos bien leídos y orados. Registra bien el Misal antes de empezar la ceremonia.

3.- Respeta las rúbricas, pero sin escrupulosidad. Trata de entender los motivos en los que se inspiran, y eso te permitirá adaptarlas cuando el caso lo requiera. No se puede sustituir en una receta de cocina la sal por el azúcar, por el hecho de que sean muy parecidos exteriormente. Sé creativo en tus moniciones. Una pequeña palabra adaptada al momento, a la fiesta, a las lecturas del día puede crear un ambiente especial.

4.- Crea en torno a ti un equipo litúrgico de personas motivadas que ejerzan sus ministerios con vocación y profesionalidad. Que los lectores se preparen y no improvisen su lectura. Dedica tiempo a prepararles y a motivarles. Fomenta la música y el canto. Canta tú mismo, si puedes, y forma en torno a ti un buen ministerio musical, renovando el repertorio.

5.- Sé generoso en los símbolos. Que el pan parezca pan y sea tierno y gustoso, que el vino tenga buen sabor, que la aspersión ritual moje a la gente, que la ceniza manche el pelo, que la unción deje una mancha de aceite, que el agua bautismal corra por la cabeza (aunque sería preferible el bautismo por inmersión), que el incienso suba como una nube…

6.- El mundo simbólico es absolutamente opuesto al concepto de la practicidad. Que las consideraciones "prácticas" o económicas no sean nunca las decisivas en tus opciones litúrgicas. No se trata de ahorrar tiempo, ni dinero, ni molestias, ni preparativos, ni desplazamientos…

7.- Evita el minimalismo. El que en circunstancias especiales se puedan reducir las expresiones litúrgicas a un mínimo, no quiere decir que la excepción se transforme en regla general. Que la excepción no se transforme en regla, ni la regla en excepción.

8.- La liturgia consiste en sus tres cuartas partes en comunicación no verbal. Evita el verbalismo. No transformes las moniciones en homilías. No vamos a la liturgia a reflexionar, sino a celebrar. La liturgia es ante todo una acción, no un discurso. No dejes que la gente se apoltrone en sus asientos. Agita al personal.

9.- El peor enemigo de la liturgia es la cutrez. Evita el lujo y la rimbombancia, pero cuida la limpieza, la calidad, la belleza de los paños del altar, los vestidos litúrgicos, los objetos sagrados, los libros y leccionarios. Renueva el ajuar cuando ya esté viejo, desencuadernado, deshilachado, descolorido. Cuida tu pulcritud personal. Que tus manos y tus uñas estén limpias. Procura que el alba se ajuste a tu talla y llévate una de tu tamaño, si prevés que no va a haber en la sacristía. Póntela bien, y no salgas al altar "desgalichado".

10.- En tus intervenciones (moniciones, homilía…) contribuye a crear un clima celebrativo y ungido. Cuida el tono de la voz; que sea sincero, cálido, matizado. Cuida el volumen de la voz; que sea vibrante, pero sin gritar. Comúnicate con la gente por la mirada. No te ensimismes en el libro ni en ti mismo. Evita los tonillos profesionales. Que tu postura no refleje hieratismo, rutina, atolondramiento, frivolidad. Cuida tu modo de desplazarte o de inclinarte, tus gestos al santiguarte, al bendecir, al alzar las manos, al elevar el pan y el cáliz… Transmite alegría, paz, serenidad, dinamismo, devoción.

TEMA II:

Proceso de la constitución

a) Prolegómenos: El movimiento litúrgico

Como veremos, la constitución conciliar fue preparada por todo un siglo de movimiento litúrgico en la Iglesia católica, que fue preparando el terreno para las reformas. Este movimiento litúrgico comienza en los monasterios hacia la mitad del siglo XIX, a partir de D. Guéranguer en Francia, y de Hirscher en Alemania. Ambos pueden considerarse precursores del Vaticano II. Hirscher ya pedía la comunión bajo las dos especies, y la liturgia en la lengua vernácula. Pero no es sólo en estos aspectos externos de reforma, sino en la profundización en los presupuestos bíblicos, patrísticos e históricos de la liturgia, donde el movimiento preparó la gran reforma de la Iglesia.

Los tres países impulsores de este movimiento fueron Francia, Bélgica y Alemania. El movimiento litúrgico llevó a una restauración monástica, que contagió primero a algunos ambientes de élite más monastizantes, y finalmente al ambiente parroquial. Recordamos los monasterios de Solesmes en Francia, Beuron y su filial Maria Laach en Alemania, Maredsous y Mont César en Bélgica, Montserrat y Silos en España.

Un hito significativo de este movimiento fue el motu proprio de san Pío X Fra le sollicitudini de 22 de noviembre de 1905. Habla el Papa por primera vez de la participación activa (art. 14). Este motu proprio va a tratar sobre todo de la reforma de la música sacra, que estaba en una situación muy decadente y de la renovación del canto gregoriano. No se debe cantar y rezar durante la Misa, se debe cantar y rezar la Misa

San Pío X reformó la práctica de la comunión frecuente en la Iglesia, en el decreto Sacra tridentina del 1905, dando un paso hacia el Vaticano II que recomienda la participación más perfecta en Misa que consiste en que los fieles reciban el Cuerpo de Cristo (SC 55). En el decreto Quam singulari de 1910 fija una edad más temprana para la primera comunión de los niños. Un año más tarde en la bula Divino afflatu reforma el calendario y el breviario, de modo que resalten más los tiempos litúrgicos, que estaban muy oscurecidos por las múltiples fiestas de los santos. Se adelanta la reforma del Vaticano II primando los tiempos litúrgicos y el domingo (SC 106 y 108).

Tras Pío X este impulso va a ser recogido en dos importantes abadías. En Bélgica surge en la abadía de Mont César la figura de dom Beauduin, que había sido anteriormente sacerdote secular y trabajó en el mundo obrero. Mediante la revista Questions liturgiques y los congresos de Lovaina, dotó al movimiento litúrgico de una organización. Mientras tanto, en torno a Maria Laach se fomentó el conocimiento teológico e histórico de la liturgia, con las grande figuras de Odo Casel y Guardini.

De Pío XII queremos recordar sus importantes reformas litúrgicas: la vigilia Pascual en 1951; la mitigación del ayuno eucarístico en 1953, con la introducción de las misas vespertinas; la revisión de las rúbricas del Misal y el Breviario que simplificaban las múltiples conmemoraciones de octavas; la nueva celebración de la Semana Santa en 1955.

Sobre todo, destaca en el pontificado de Pío XII una gran encíclica sobre la liturgia, la Mediator Dei de 1947. Recoge toda la elaboración positiva anterior en la línea teológica, pero se muestra reticente respecto a iniciativas concretas de reforma o de un excesivo liturgicismo. SE urge a que los cristianos vivan la vida litúrgica. La encíclica quiere hacer de la regeneración litúrgica el motor de la regeneración cristiana

b) Historia de la Sacrosanctum Concilium

1.- Etapa preconciliar

El 5 de junio de 1960, día de Pentecostés, comienza la fase preparatoria del concilio Se establece la comisión litúrgica que comenzará a reunirse a partir del 12 de noviembre para trabajar en un esquema de constitución. El presidente era el cardenal G. Cicognani, y el secretario Bugnini. Se comenzó tratando el tema en 13 subcomisiones durante cuatro meses intensos, de noviembre de 1960 a abril de 1961.

Para agosto de 1961 se ha redactado ya el primer borrador con 8 capítulos. Este texto pasaría todavía por dos redacciones más, en las que apenas hubo transformaciones sustanciales. El proyecto del esquema de la comisión litúrgica fue firmado por el cardenal Cicognani el 1 de febrero de 1962. Cuatro días después falleció Cicognani y fue sustituido como presidente de la comisión litúrgica por el cardenal A. Larraona, español.

Durante todo este proceso la comisión tuvo que vencer grandes resistencias por parte de quienes se oponían a la introducción de la lengua vernácula, la comunión bajo las dos especies y la concelebración. Cicognani sufrió presiones por parte de quienes le acusaban de ser un viejo manipulado por un secretario joven y progresista como Bugnini. Cicognani sufrió antes de atreverse a firmar, y algunos piensan que este stress fue causa de su muerte cuatro días después. El nuevo presidente, Larraona, era más hostil al documento que se acababa de firmar.

De ahí el esquema pasó a la comisión central del Concilio, que lo examinó en su quinta sesión de marzo-abril de 1962. Los ocho capítulos iniciales fueron reducidos a siete al final, cuando el capítulo número 6 sobre "ornamentos sagrados" fue refundido posteriormente con el capítulo 8 sobre arte sagrado, para formar un capítulo único, el 7, sobre Arte y objetos sagrados. Los demás capítulos quedaron íntegros y en el mismo orden original. El documento sufrió varias enmiendas que restringían algunos de los puntos del esquema, tales como el poder de las autoridades eclesiásticas territoriales, la concelebración y la comunión bajo las dos especies.

En julio de 1962 fueron enviados a los obispos los 7 primeros esquemas, el quinto de ellos era el de liturgia, que es el único que mereció la aprobación general de todos los sectores.

2.- Etapa conciliar

El concilio se inauguró el 11 de octubre de ese año. Ya en su cuarta congregación se inició el debate sobre el esquema de liturgia. El debate se prolongó durante quince congregaciones. Hubo 328 intervenciones orales y 350 escritas.

Proemio y primer capítulo: cinco congregaciones, 4 a 8.

2º capítulo: Eucaristía: cuatro congregaciones, 9 a 12,

3er capítulo: Sacramentos, una y media, 13 y parte de la 14;

4º capítulo: Oficio divino, dos y media: parte de la 14, 15 y 16 (debate muy movido)

5º, 6º, y 7º capítulos: resto de la constitución: tres congregaciones: 17-19.

El 14 de noviembre de 1962 se votaron los principios básicos del esquema, y el procedimiento para la revisión de las enmiendas propuestas en el aula. Ambos puntos fueron aprobados en una única votación por 2.162 de los 2,215 padres presentes (46 votos en contra). El esquema pasó a la Comisión litúrgica dividida en trece subcomisiones. En los últimos días de noviembre y primeros de diciembre se votaron las enmiendas al proemio y al capítulo primero. El 7 de diciembre la última congregación de la primera sesión, se aprobó el proemio y el capítulo I ya enmendados. Hubo 11 non placet, y 180 placet iuxta modum. Se aplazó hasta la segunda sesión conciliar la votación sobre el resto del esquema.

Al principio de la segunda sesión conciliar, ya bajo el pontificado de Pablo VI, el 8 de octubre de 1963, se empezaron a votar las enmiendas a los otros seis capítulos. Y después se pasó a votar los "modos" de aquellos que habían votado "placet iuxta modum" a cada una de las enmiendas. El voto global a todo el esquema tuvo lugar el 22 de noviembre, y fue definitivamente aprobado en la sesión solemne con asistencia del Papa el día 4 de diciembre. Tuvo sólo 4 votos en contra.

Fue muy significativo el cambio litúrgico que se experimentó en el propio concilio. En la ceremonia inicial, sólo cantó la impresionante schola polifónica del maestro Bertolucci, y los padres guardaron silencio Fue una ceremonia barroca y larguísima, un retazo de piezas sueltas no integradas en la Eucaristía. En cambio en la Eucaristía de la clausura se cantó la Misa gregoriana "De Angelis", la más sencilla y la más conocida, que fue entonada por toda la asamblea.

A partir de la quinta sesión empezó a entronizarse solemnemente el libro del Evangelio llevado en procesión. Las Congregaciones empezaban con la celebración de la Eucaristía, que fue siendo celebrada en todos los distintos ritos orientales a lo largo de las diversas sesiones.

3.- Etapa postconciliar

El 25 de enero del 1964 Pablo VI firma el motu proprio Sacram Liturgiam que ponía en vigor algunos de los aspectos de la reforma. A este efecto creó el Consilium ad exsequendam constitutionem de sacra Liturgia, que funcionó durante los próximos cinco años, hasta el 8 de mayo de 1969, en que el Papa sustituyó este organismo por la Sagrada Congregación para el culto divino. En este primer motu proprio se instituía ya la homilía, la enseñanza en los seminarios, el matrimonio y la confirmación dentro de la Misa. En el breviario se omitía la Prima, y se daba la opción entre una de las otras tres Horas menores.

La primera instrucción "Inter Oecumenici" de 26 de septiembre de 1964 adelantaba algunas reformas fáciles: evitar los duplicados, recitación por todos del Padrenuestro, nueva fórmula para la comunión y el Amén, supresión del último evangelio y las preces, lectura cara al pueblo por parte de lectores, lengua vernácula en las lecturas, oraciones y cantos, prohibición de acepción de personas, la oración "secreta" en alta voz, el embolismo en alta voz, introducción de la oración de los fieles. Misas de cara al pueblo, construcción de altares separados de la pared. En 1965 aparecen los ritos de comunión bajo las dos especies y la concelebración.

En 1967 se publica la segunda instrucción "Tres abhinc annos": Leccionario ferial, reducción de las oraciones en la Misa, simplificación de cruces, besos y genuflexiones, silencio después de la comunión, se permite el canon en lengua vulgar. Publicación de la Eucharisticum Mysterium, y la Misa normativa del primer Sínodo de obispos.

En 1968 se publican los tres cánones nuevos y los nuevos prefacios.

En 1969 se anticipa la Nueva Institución del Misal Romano y el leccionario dominical. También la Fidei Custos sobre ministros extraordinarios de la comunión, y la Actio Pastoralis sobre Misas para grupos particulares, la Memoriale Domini sobre el modo de administrar la comunión.

A partir de aquí el Consilium pasa a constituirse como Sagrada Congregación para el Culto Divino, que publica la tercera instrucción: Liturgicae instaurationes de 5 de noviembre de 1970.

En 1970 sale la edición típica del Misal Romano. También este año se publica la Ordenación general de la Liturgia de las Horas. Sacramentali Communione amplia la comunión bajo las dos especies.

En 1971, la constitución apostólica Divinae consortium naturae sobre el sacramento de la confirmación.

En 1972 se publica la declaración In celebratione sobre la concelebración eucarística, y el motu proprio Ministeria quaedam reformando la tonsura y órdenes menores e instituyendo lo ministerios laicales. También la Sacram Unctionem infirmorum, sobre la unción de los enfermos

Durante todo este tiempo empiezan a publicarse los nuevos rituales del pontifical romano para las órdenes sagradas (1968), matrimonio, bautismo de niños, exequias, leccionarios (1969), profesiòn religiosa, consagración de vírgenes, bendición de abades, bendición de los óleos (1970), liturgia de las Horas y confirmación (1971), iniciación de adultos, institución de ministros laicos y unción de los enfermos (1972), culto eucarístico fuera de la Misa y penitencia (1973).

El 5 de julio de 1975 Pablo VI suprimió las dos sagradas congregaciones del culto divino y de los sacramentos, y las fundió en una nueva sagrada congregación "Para los sacramentos y el culto divino".

c) Características de la constitución "Sacrosanctum Concilium"

Era el esquema mejor preparado. Es fruto de más de medio siglo de movimiento litúrgico y de la existencia de peritos muy bien preparados y coordinados. Sobresale la acción del primer secretario de la Comisión litúrgica preparatoria, el P. Bugnini, que fue objeto de las iras de los conservadores, y tuvo que retirarse de la Comisión litúrgica que siguió trabajando durante el concilio.

Fue el único de los siete primeros proyectos aceptado por la Comisión preparatoria

•Tiene el máximo estatus de los documentos conciliares: "Constitución".

Fue el primer esquema tratado en el aula.

•Fue también el primer documento aprobado.

Carece de título propio. Esto es algo muy significativo. Recuerda que fue el primero en ser discutido y el primero en ser aprobado, el documento frontera entre una etapa y otra.

Es paradigma de la renovación eclesial. En un concilio que se definió a sí mismo como no dogmático, sino pastoral, la renovación litúrgica es síntoma y fuente de la vida eclesial.

Se propuso promover la reforma, y no sólo darle luz verde. Para ello propuso un plan total de reforma que incluía principios doctrinales y orientaciones pastorales.

Es símbolo de la vida de la Iglesia. La liturgia no puede dejar de influir y ser influida por la real situación de fe de la comunidad cristiana. A lo largo de la historia, la liturgia ha sido el reflejo de la eclesiología y de la espiritualidad contemporánea. Hay una causalidad mutua. El espíritu de la época conforma la liturgia, pero ésta no deja de conformar también el espíritu de la época. Dime cómo celebras y te diré quién eres. La liturgia no es un mero síntoma, sino que es también factor. El número 2 de la SC precisamente va a decir que en la Liturgia se manifiesta y expresa la verdadera naturaleza de la Iglesia.

Influyó mucho en la marcha del concilio. El hecho de que cosas que se consideraban sagradas e inmutables fueran cambiadas de una forma tan radical, abrió el horizonte para emprender reformas aún mayores. De discutir "de liturgia reformanda", se pasó a la posibilidad de tratar "de Ecclesia reformanda", lo que H. Denis llama "el milagro eclesiológico del Vaticano II"(citado en p. 48).

En algunos puntos fue pronto desbordada por la realidad de la reforma. Este es el caso del uso de la lengua vulgar que la SC todavía considera como la excepción a la regla, y que muy pronto se estableció como la lengua de la casi totalidad de las celebraciones (SC 36; 54).

En otros puntos, en cambio, la recepción del concilio no desarrolló planteamientos ambiciosos de la constitución. Es el caso de la inculturación de la Liturgia y su adaptación a la mentalidad y tradiciones de los pueblos, el tenor de la constitución hacía esperar un mayor grado de pluralismo en las adaptaciones (SC 39).

d) Importancia de la constitución

La SC no da el primer puesto a la especulación. Más que una reflexión teológica sobre la acción litúrgica, considera que la acción misma es ya teología.

Es anterior a otros documentos importantísimos, que fueron fruto de la deliberación conciliar, como ella Lumen Gentium. En este sentido preparó a los padres conciliares para que abordasen estos otros importantes esquemas conciliares desde una perspectiva mejor.

En cambio la constitución no se vio ella misma enriquecida por los desarrollos posteriores del concilio. Como primer fruto, no fue aún un fruto plenamente maduro, porque aún no habían madurado del todo grandes intuiciones teológicas que fueron resultado de las aportaciones en el aula conciliar a lo largo de las diversas sesiones (Cf. artículo de J.-P. Jossua, "La constitución "Sacrosanctum Concilium" en el conjunto de la obra conciliar", en AA.VV., La liturgia después del Vaticano II, Taurus, Madrid 1969).

La Lumen Gentium y la Presbyterorum Ordinis son un gran paso adelante en esta evolución teológica. La eclesiología de la LG (LG 9-11) insiste en la triple misión bautismal de los fieles y en su sacerdocio. Estos temas no estaban aún plenamente maduros cuando se redactó la SC 14 que trataba de ellos sólo tímidamente.

El fundamento de esta renovación conciliar es el sacerdocio bautismal. Aunque este sacerdocio no aparezca explícito todavía en la SC, ya existe en ella la conciencia de que la liturgia es celebración "del pueblo santo reunido y organizado"; se insiste en la participación consciente, activa y fructuosa (11) o "plena, consciente y activa" (14), en el derecho y deber del pueblo cristiano (14), en la ofrenda del sacrificio espiritual de nosotros mismos (12). En esta línea dice el concilio: "Aprendan los fieles a ofrecerse a sí mismos, no solamente por manos del sacerdote, sino igualmente por su unión con él" (48).

Por tanto está ya insinuado el sacerdocio de los bautizados, aunque no se llegue a explicitar. La SC se limita a citar 1 P 2,9, "el sacerdocio real, nación santa… ", pero sin tematizarlo. El inciso del 14 "en virtud del bautismo" es muy significativo en este sentido.

La SC ha sido criticada a posteriori, porque según dicen algunos, la reforma se quedó corta, nació con retraso, no integró los desafíos de la secularidad que habrían de madurar después en la Gaudium et Spes. Desde el punto de vista técnico se le censura el haber escogido como modelo la liturgia basilical romana de los siglos IV al VI, renunciando a riquezas de otras épocas y latitudes de la Iglesia. Se dice que estuvo demasiado marcada por la cultura occidental literaria y burguesa del siglo XX. (Ver I. Oñatibia, "Dieciséis años de intensa evolución litúrgica", Phase 17 [1977] 189-217).

Se ha censurado el hecho de que la constitución, más que una verdadera constitución doctrinal, parezca un decreto práctico de reforma. Es verdad que en la constitución priman los aspectos prácticos de la reforma, pero las afirmaciones doctrinales, sin ser muy abundantes, son la base sólida para una teología de la liturgia renovada, con nuevos acentos y perspectivas. Las carencias doctrinales fueron pronto suplidas por los otros documentos del concilio, y por los grandes documentos de Pablo VI Mysterium fidei (1965) y Eucharisticum Mysterium (1967).

Aunque las afirmaciones doctrinales de la constitución no son muy abundantes, son más que suficientes para exponer una teología de la liturgia como actio Christi y actio Ecclesiae. El artículo 2 sobre la genuina naturaleza de la Iglesia contiene nuclearmente toda la LG. El contenido de la SC es homogéneo con el conjunto del concilio (Cf. P. Tena, "Aspectos teológicos de la reforma litúrgica", en AA.VV:, La reforma litúrgica, Grafite, Bilbao 2001).

TEMA III.-

Las innovaciones de la Sacrosanctum Concilium

1.- La mutabilidad de la liturgia. En teoría siempre se supo que la liturgia era mutable, pero afectivamente y en el subconsciente colectivo de la Iglesia estaba grabado que la liturgia era una tradición apostólica in mutable. Este sentido está hasta hoy profundamente grabado en la Iglesias orientales, para quienes la liturgia junto con la Escritura forman parte del depósito de la Tradición que la Iglesia no puede cambiar. El Vaticano II empieza reconociendo que la liturgia es una de las instituciones que "están sujetas a cambio" (SC 1). Más adelante, aun reconociendo que hay una parte inmutable, reconoce la existencia de partes sujetas a cambio que en el trascurso del tiempo pueden y aun deben variar (SC 21).

El hecho de que el concilio comenzase tocando una de las cosas que se consideraba más intocables, favoreció mucho la dinámica de renovación y reforma conciliar y preparó los ánimos para otras reformas no menos importantes.

2.- La liturgia como contenido. Frente a una concepción de la liturgia como conjunto de rúbricas externas o manual de protocolo, pasó a designar las acciones mismas, los actos de culto, y mejor aún, el culto mismo de la Iglesia.

3.- La catábasis como fundamento de la anábasis. Anteriormente se solía comenzar el tratamiento de la liturgia a partir de la noción de culto en su movimiento ascendente, como parte de la virtud de la religión, que a su vez se encuadra dentro de la virtud de la justicia. El culto era el modo como la Iglesia cumplía su obligación en justicia de glorificar a Dios y darle la honra que le era debida. Esta noción de "culto público" era demasiado genérica y provenía del campo de la religiosidad natural. El adjetivo "público" tenía un sesgo moralista y juridicista. Se subrayaba en el culto lo jurídico, las rúbricas.

Partes: 1, 2
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