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Secreto de Confesión (página 3)

Enviado por cschulmaister


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Edor. ? No te entiendo…

Fdo. ? Sí, lo que siento como más grave para mi alma es haberme matado yo?

Edor. ? Explícate, por favor?

Fdo. ? ? justificando el matar. Al haber matado voluntariamente a otros, convencido de que era necesario, he matado en mí a la humanidad, a lo más importante que justifica la vida individual, a lo que me une a los demás?

Edor. ? ¿Qué sientes?

Fdo. ? Que me he suicidado?

Edor. ? Por cierto, tú no comenzaste aquello? ¿No te consuela pensar que tú también fuiste una víctima? de las ideas de esa época, digo?

Fdo. ? En aquellos años ya sospechaba que en el futuro me pasaría esto. Por eso fue que quise hablar con Manuel. Pero nunca creí en esa disculpa. No, nosotros no éramos ingenuos. Ingenuo se puede ser al principio, cuando uno recién se mete, o cuando no ha ocupado posiciones de alguna jerarquía.

Edor. ? Pero el discurso contestatario de esos años era atrapante, cautivante, tenía una idea de justicia impresionante, de amor

Fdo. ? Sí, pero todo cambiaba en el paso del discurso a la acción mediado por la Organización. Para muchos compañeros los grandes principios fueron el punto de partida, su movilización espiritual previa a comprometerse con la acción, pero en la Organización había otra lógica

Edor. ? Acláramelo, si quieres…

Fdo. ? Mirá, en esa época nos impulsaba la necesidad personal de hallarle un sentido y un significado a la existencia más allá del conocimiento, es decir, en la vivencia de ser y existir bajo el principio del amor como máximo valor. Partíamos de esa posición pero la Organización tenía, como toda organización, la lógica del poder. Era necesario construir poder para que pudiéramos instalar el amor. Entonces buscábamos el poder ávidamente, porque amábamos -¡ojo, así creíamos!- y cuando lo teníamos ya nos habíamos olvidado del amor. Manuel me lo dijo esa noche en la discusión final -vos no lo pusiste o yo no te lo conté-: "¿te has dado cuenta lo que ha producido en ustedes ese amor?", y a mí me molestó, pero él tenía razón. Ya no primaban los fines sino los medios y el amor terminaba a la zaga del poder, como algo secundario.

Edor. ? ¿Por qué te molestó lo que dijo Manuel?

Fdo. ? Él se refería a nosotros en general, pero el sayo también me caía a mí. Y yo me puse en defensor del buen nombre y honor de la Organización, como era mi deber, porque la Organización era una acumulación de poder pero también sin ella individualmente no éramos nada. Nuestro pequeño poder personal derivaba de ella. Pero lo que menos me importó en el fondo fue la Organización, sólo quise defenderme de esa acusación que él lanzaba indirectamente sobre mí y que yo sabía que era cierta. Lo que Manuel nos reprochaba era la búsqueda desenfrenada de poder y nuestro relativismo moral.

Edor. ? Pero él había simpatizado con el discurso alternativo. Lo había recibido desde el seno mismo de la Iglesia, o de una de sus partes…

Fdo. ? Bueno, no es tan así. Los curas del tercer mundo no fueron tan originales. Ellos abrevaron en otros anteriores y todo se fue sumando? no sólo desde las ideas sino desde los simples símbolos, como Camilo Torres y el Che. Esos curas reaccionaban contra la Iglesia tradicional desde sus convicciones acerca de la misión del sacerdote y del cristiano comprometidos realmente con Cristo, pero no desde la política. La política tiene por esencia el poder pero la Iglesia que creó Jesucristo no. Sí, por supuesto, la que construyó su aparato jerárquico en dos mil años desviándose de sus enseñanzas, pero no era poder lo que buscaban esos curas?

Edor. ? ¡Cómo no! ¿Y los curas que se pasaron a la guerrilla?

Fdo. ? Cambiaron de fines, en consecuencia de métodos. Aunque quizá a algunos primeramente los atrapó la fascinación y el sensualismo de los medios y luego modificaron de alguna manera sus fines originarios, aquellos que habían recibido en su formación sacerdotal. De todas maneras, ¡no todos entraron en la guerrilla! ¿A vos te parece que son compatibles el amor y el poder?

Edor. ? Pienso que no, pero ¿entonces por qué ese sector llevaba a cabo una lucha interna en la Iglesia?

Fdo. ? Algunos miembros de la jerarquía de la Iglesia tenían una guerra interna contra los curas tercermundistas, pero no todos. Eran los que concebían a la Iglesia en términos de poder mundano y temían perderlo, pero los tercermundistas no buscaban crear un contrapoder para llegar a desplazar a cierta jerarquía. Ellos querían reverdecer la semilla de Cristo en la comunidad cristiana para que volviera a germinar. Y en buena medida lo lograron porque gracias a ellos hubo una gran cantidad de cristianos que volvieron a Cristo?

Edor. ? Pero lo lograron por fuera de la Iglesia…

Fdo. ? Mmmm? no sé?. Tal vez sea cierto si hablás de la Iglesia como institución, pero la Iglesia es también la comunidad del pueblo de Dios, y en ella su influencia fue muy grande, y diferidamente sigue siéndolo todavía. Incluso creo que tuvieron cierta influencia dentro de la organización eclesiástica y sobre eso te podría dar varios ejemplos…

Edor. ? ¿Construir poder político siempre es malo?

Fdo. ? El poder se justifica o no según sus fines y sus usos y vale según desde dónde se lo mire. Pero, además, poder político no es lo mismo que poder político-militar…

Edor. ? ¿En la Organización cuál era la fuente del problema?

Fdo. ? Que no era una comunidad democrática ni horizontal. Estrictamente, no era una comunidad sino una organización político-militar, y más militar que política a partir de cierto momento. Tuvo fines y métodos originarios, quienes ingresábamos adheríamos a ellos pero si no estabas de acuerdo en algo concreto posteriormente no podías renunciar libremente. La contracara del poder es el acatamiento, la obediencia… allí primaba la bajada de línea, la interpretación oficial.

Edor. ? Es lógico que así fuera. Era un ejército…

Fdo. ? Miliciano, pero ejército al fin. Y como en todo ejército uno no era libre para pensar ni para sentir, así que insensiblemente pasábamos de los impulsos del corazón a las razones del poder.

Edor. ? Es la historia de siempre…

Fdo. ? La lógica del poder tenía sus exigencias que nos esclavizaban sin que nos diéramos cuenta. La libertad es el combustible del poder y nosotros le dábamos de la nuestra en grandes cantidades, ¡peor aún!: ¡se la entregábamos incondicionalmente, y paradójicamente cada vez nos sentíamos más libres! Eso nos convertía rápidamente en autómatas?

Edor. ? ¿Cómo es eso??

Fdo. ? Bueno, llegó un momento en la lucha en el que ya casi nos habíamos olvidado de los fines iniciales. Eso fue cuando la lucha había dejado de ser algo personal y tan sólo era una simple reacción instintiva.

Edor. ? ¿Después de la expulsión de la Plaza??

Fdo. ? No, cuando pasamos a la clandestinidad. Ahí llegó la desesperación. El miedo a morir y sobre todo a ser torturados nos impedía pensar correctamente. Sin olvidar que muchas veces caímos en el pragmatismo y el oportunismo más aberrante. La lista de nuestros errores de concepción en ese momento -y ya antes, te aclaro- era cada vez más grande, y en consecuencia también nuestras acciones erróneas, en muchos casos muy miserables como ya sabés.

Edor. ? ¿Eras consciente de todo eso por entonces?

Fdo. ? ¡Para nada! Llegar a pensar así me costó muchos años, después de que todo se evaporó y en mi cabeza se desencadenó una guerra insoportable.

Edor. ? Hoy se saben muchas cosas de la intimidad de la Organización que podrían considerarse como profundamente inmorales…

Fdo. ? Es cierto… comenzando por lo mío. Otro te podría contestar que no era la Organización sino algunos hombres concretos los responsables de tantas desviaciones. Eso también lo hubiera podido decir yo hace veinticinco años en defensa de la Organización. Pero hoy pienso distinto. Es "esa clase de organizaciones" la que produce sus propias desviaciones.

Edor. ? ¿Por esa vía no estás quitándote el sayo de tu propia responsabilidad por haber matado a Manuel?

Fdo. ? ¡Nooo, de ninguna manera! Pero tenés razón, puede parecerlo así. En mi caso yo soy el único culpable y no intento reducir mi culpa ni transferírsela a la Organización. Pero ésta, con su tácito culto del heroísmo -algo bien facho que todos cultivábamos con gusto- y con su explícita búsqueda de poder nos iba convirtiendo en superhombres que debíamos estar más allá del bien y del mal… No sé si me entendés…

Edor. ? Sí, sí, continúa, por favor.

Fdo. ? Muchos de nuestros actos no fueron fruto de razonamientos políticos compartidos por todos los compañeros? mejor dicho, la mayoría no lo fueron. Muchas veces sólo obedecían a minúsculas vanidades y ambiciones totalmente mezquinas por más que las cubriéramos con una pátina de heroísmo o de abnegación. El mejor ejemplo es lo que yo hice con Manuel. ¿Te das cuenta qué insignificante fue lo que hice? No, me corrijo. Insignificante fui yo. Lo que hice fue terrible. Si el matar siempre es un terrible pecado, menos aun podría ser trascendente matar al prójimo por un acto de vanidad que se origina no en el bien sino en el poder?

Edor. ? Nunca antes había conocido un cuestionamiento de este tipo a ninguna organización guerrillera como el que tú haces. ¿Tan grave fue realmente?

Fdo. ? Mirá, para los fachos el poder era algo metafísico; para nosotros no, pero ambos lo ejercíamos con la misma lógica. A ellos su ejercicio les provocaba una fascinación tremenda por considerarlo una esencia externa y eterna. A nosotros nos provocaba de hecho algo equivalente aunque no lo conceptualizáramos ni fuéramos conscientes de ello. Creíamos que el poder nos permitiría destruir la inhumanidad del sistema mundial, pero solamente nos íbamos deshumanizando nosotros, íbamos abandonando la condición de seres espirituales para convertirnos en bestias. ¡Nosotros, los detentadores del nuevo poder!

Edor. ? ¿Por qué?

Fdo. ? Por lo mismo que te vengo diciendo desde el comienzo: porque habíamos ingresado a la Organización fascinados por la posibilidad de descubrir hasta donde podía llegar nuestra libertad sin tomar en cuenta los obstáculos, teníamos un deseo desmesurado de sentirnos trascendentes y nuestro poder interior se subordinaba automáticamente al poder político que contribuíamos a crear en la Organización. Y ése poder no era bueno… Quien hace justicia debe ser un justo. Hoy sé que es así. Y nosotros no lo éramos: arrancábamos a otros la libertad, la voluntad y la vida por la fuerza, igual que los fachos, para imponer una presunta verdad en la que yo hace rato que dejé de creer, incluso por entonces ya no creía en mucho de aquello que públicamente sostenía ante los compañeros. ¿Te das cuenta que eso también es otro terrible pecado que he cometido?

Edor. ? Buscando al Hombre Nuevo…

Fdo. ? ¡No me hablés del Hombre Nuevo! No podíamos ser hombres nuevos pues como ya te dije no sólo nos movía el amor sino también el resentimiento y el deseo de venganza que llamábamos justicia.

Edor. ? ¿No te parece exagerada esa generalización? De hecho, conozco muchos casos que no merecen esa caracterización.

Fdo. ? Yo también los conozco, pero hay que conocer lo que pasaba en el interior de cada uno de nosotros. Yo me refiero a mí y sé que había muchos que eran muy parecidos a mí. Y eso no lo investigan los historiadores ni los compañeros se atreven a contar sus debilidades o sus miedos de hace treinta años porque hoy resulta mucho más conveniente y productivo fungir de héroe para la posteridad?Está bien, acepto decir "para muchos compañeros", en lugar de dar por sentado que éramos todos. Al principio muchos de nosotros creíamos estar convencidos de que nos impulsaba el amor, pero luego la lógica del poder se imponía sobre la del amor. Una vez que descubríamos el verdadero funcionamiento de la máquina ya pasaba a ser autoengaño lo nuestro. ¿Y por qué no hipocresía? ¡Hombres nuevos! El hipotético hombre nuevo que buscábamos nunca lo encontramos ni lo fuimos. Te hablo en general. Siempre puede haber excepciones, no lo dudo. Pero la voluntad de poder era superior a todo. ¿Querés un ejemplo? Mirá, uno pensaba… ¡yo pensaba!, pensaba soy un hombre, un ser humano, un ejemplar de una especie inteligente, soy lo que las circunstancias históricas de esta sociedad latinoamericana han producido, soy algo más especial pues también soy argentino; más especial todavía porque soy peronista, lo cual es mucho decir (creíamos…) pero más aun soy especial porque soy montonero. Por lo tanto, soy y valgo. Un montonero vale por diez hombres sin conciencia, no, ¡mejor por cien!; no, ¡mejor por mil!; no, ¡mejor…! ¡Soy, valgo, y puedo…!

Edor. ? Suena a megalomanía.

Fdo. ? ¡Claro que sí! Te decía… nos sentíamos con el poder suficiente como para torcer la lógica del sistema y de la historia. Pero como esta lógica es muy poderosa necesitábamos apostar más fuerte cada vez, hacia fuera y hacia adentro de cada uno, que nuestro valor y nuestro poder creciera, y que hubiera más hombres como nosotros, así valdríamos más y podríamos más simultáneamente. ¿Me entendés?? ¡Tener poder para poder usarlo! ¡No para presumir!

Edor. ? La importancia del número, de la cantidad…

Fdo. ? Exacto. Era el sueño de una nación-ejército-montonero. Al igual que los católicos de derecha creíamos que la vida del cristiano es milicia sobre la tierra. Creábamos nuestra propia filosofía, nuestra ciencia política y nuestra política empírica, junto con nuestro propio derecho. También nuestra propia religión y nuestro propio culto. Y hasta teníamos nuestros propios capellanes. Y nuestra propia moral laica.

Edor. ? ¿Cuál era la meta?

Fdo. ? Nuestro destino práctico debía ser convertirnos en nuevos dominadores algún día para entonces hacerles creer a nuestros dominados que eran libres. Hablábamos de la libertad pero dentro de la Organización la suprimíamos.

Edor. ? ¿Pecaban del mismo teoricismo que criticaban en la izquierda tradicional?

Fdo. ? Mirá? el problema no es el teoricismo sino la escasez de espiritualidad, había poco espíritu en plenitud. Nos dominaba lo exterior, buscábamos el poder externo y éste nos dominaba haciéndonos olvidar de nuestros deseos originales de obrar el amor. Además, la intensidad con que vivíamos no nos permitía reflexionar. Tan sólo de a ratos nos asaltaban los miedos de no estar haciendo lo correcto y de estar equivocados. Pero lo exterior nos conducía, nos dirigía y nos dominaba. Según nosotros nuestra verdad era buena para aplicarla, o sea que para llegar a vivirla comunitariamente debíamos acumular más poder para instalarla. Estábamos convencidos de que nuestro poder era verdadero, bueno y justo, de modo que al evaluar la Organización y a nosotros mismos en lo individual nos sentíamos satisfechos.

Edor. ? Desde la lógica de las organizaciones revolucionarias se podría decir que lo que tú cuentas era lo que debía suceder. Lo que se buscaba lograr. El fruto de vuestra ingeniería. Por lo tanto, desde ese punto de vista podría decirse que fue perfecto.

Fdo. ? No. No hay nada perfecto. Todo puede ser criticable. Depende de donde lo mirés. Yo no miro lo que ocurrió del mismo modo que hace treinta años. ¡Por suerte! Y lo que es o pueda ser considerado revolucionario es algo muy incierto. Lo que considerábamos nuestra verdad lo habíamos descubierto a través del conocimiento, éramos racionalistas, en consecuencia debíamos divulgar y obrar nuestra verdad, aplicándola en nuestras vidas individuales y colectivamente. La verdad nos llevaba a la acción. La acción arrancaba en nuestra voluntad, y se prolongaba en la técnica, en las armas, las estrategias, la propaganda, para llegar al efecto deseado…

Edor. ? Para ustedes el arma equivalía a un arado…

Fdo. ? Desde la lógica de las organizaciones guerrilleras es así. ¡Pero no es la única lógica! Porque ambos símbolos, el arma y el arado, son totalmente antagónicos: el primero representa la muerte y el segundo la vida. ¿Te das cuenta de lo que significa eso? ¡Que nuestros proyectos de poder se alejaban de los valores! ¡Ése es el drama! ¡O a vos te parece bien lo que hace la ETA en España!

Edor. ? ¡Hombre!… ¡Justificando el fin justificabas el arma?!

Fdo. ? Por otra parte, la sensualidad del poder de un arma, la fascinación que produce en quien la empuña, no tienen nada de cristianas, y por más distorsionado que esté el calificativo tampoco tiene nada de revolucionario. ¡Todo lo contrario! ¡Casi siempre huele a verdugo!

Edor. ? ¿Cómo era tu relación con Dios?

Fdo. ? Dios era un problema para nosotros. Vos me preguntás por mí pero yo lo hago extensivo a los que nos considerábamos cristianos, o a los que habíamos partido en cualquier forma o grado desde una motivación cristiana. Habíamos comenzado muy jóvenes reconociendo a Dios como principio y fin de nuestro compromiso, pero una vez adentro nos olvidábamos de Dios. Tratábamos de matar a Dios en nosotros porque su sola mención era un reproche para nuestras conciencias y como no lo podíamos matar del todo su fantasma nos perseguía, pero a escondidas de lo que obligaba la conciencia revolucionaria nuestra verdadera conciencia nos hacía dudar de esas verdades. Por lo tanto, ni estábamos convencidos ni estábamos en la plenitud del goce de existir. ¡Ni siquiera deben haberlo estado aquellos que sólo buscaban la aventura! Porque te aclaro que no todos ingresaron por los grandes principios, también existieron otras motivaciones más frívolas. Eso de los principios fue cierto pero no fue la única motivación. Actualmente ese argumento, si bien existió, suele desviar la atención de los historiadores y los periodistas de las otras motivaciones que tuvo aquella juventud.

Edor. ? ¿Eso era doloroso?

Fdo. ? ¿Qué cosa?

Edor. ? Eso de olvidarse de Dios, de intentar matarlo en vuestro interior…

Fdo. ? Por supuesto. Lo peor era cuando comprendíamos que no podíamos amar. Porque si no aceptás a Dios ni creés en él no se puede amar. ¡Pero estábamos como narcotizados! La mayoría no teníamos vocabulario para describir lo que nos pasaba. Sin palabras a nuestro alcance no sabíamos qué cosas nos pasaban. O tal vez sí sabíamos… Pero si algo intuíamos o se nos aparecía en la mente porque no lo habíamos rechazado previamente, no le podíamos dar entidad ni podíamos reflexionar con los otros. Eso nos lo guardábamos bien adentro, cada uno con su propia incomodidad, con su propio malestar, ocultándolo a los demás compañeros. Esa dimensión no se compartía. Y sin embargo, eso existió en la mayoría de nosotros. Era como cuando uno era chico y nos decían que los hombres no deben llorar. Lo que nos pasaba íntimamente era como querer llorar siendo adultos. Esa parte nos la negábamos, pero la disfrazábamos, creíamos que negar nuestra individualidad, o mejor dicho, esa clase de problemas era como un ejercicio para matar nuestro egoísmo y de allí trascender hacia la solidaridad. Teníamos vergüenza de hablar de nuestro espíritu pero sufríamos igual aunque no quisiéramos.

Edor. ? Parece todo muy contradictorio…

Fdo. ? ¡Claro…! Creíamos poseer una verdad y creíamos sentirnos plenos al obrar según ella. Y sin embargo, no era así. Vivíamos en una cárcel interior pues la presunta verdad no nos llenaba el espíritu. Pero, te repito, cada uno debía forjarse una coraza en su corazón, no debíamos tener "debilidades burguesas".

Edor. ? Me interesa eso de matar a Dios en ustedes…

Fdo. ? Claro, superar el reproche implícito que la palabra Dios representaba en los que alguna vez nos sentimos atraídos por el cristianismo se lograba negando a Dios, negando la trascendencia. Antes de entrar a la Organización, y después también, cada uno de nosotros había buscado una prueba material de la existencia de Dios en el mundo, una revelación externa que se convirtiera en nuestra personal piedra filosofal. Descontentos porque no la habíamos hallado, deducíamos que Dios no existía, que era un mito, y que Marx había tenido razón con aquello de la religión como el opio de los pueblos. Entonces, si la Iglesia era pecadora Dios no existía y Cristo había sido un hombre, el líder revolucionario nacionalista de los zelotes y si hoy viviera sería palestino y por lo tanto guerrillero. En consecuencia, al dictaminar que no había trascendencia alguna, todo valía. Ésa era una forma. Esto ya pasó otras veces en la historia?

Edor. ? Supongo que en esos casos te sentirías bien…

Fdo. ? ¡Por supuesto! Cuando estaba peleado con Dios, cuando pontificaba que era una irracionalidad, me sentía muy bien conmigo mismo pues no había límites a respetar ni culpas de ninguna clase. ¡Yo era señor de mí mismo! Por eso me gustaba estar peleado con Él. ¡Qué bien me sentía! ¡Qué fuerte me sentía! ¡Dios no existía y yo era un Dios! … pero al rato, me hallaba pensando en Él y mi vida era un infierno.

Edor. ? ¿Qué otra forma había de matar o de olvidar a Dios?

Fdo. ? Hacerlo a nuestra medida. ¡Esto que te voy a contar fue un verdadero delirio! Pero te aclaro que esto lo he hablado con algunos compañeros en esa época. Lo que no hablábamos entre nosotros era lo referente a nuestros miedos a morir en pecado, por haber matado. Bueno, te cuento. Los que veníamos del cristianismo llegamos a pensar que con una adhesión colectiva como autoconvencidos apóstoles de Cristo era suficiente para atravesar airosos las horcas caudinas en el Juicio Final y ser enviados al Paraíso. Total, el Hijo, que era nuestro Jefe Político, nos daría una mano en ese momento. ¡Si hasta envidiábamos a los musulmanes que al morir en la guerra contra los infieles eran recibidos inmediatamente en el paraíso de Alá!

Edor. ? La salvación en masa de los guerreros.

Fdo. ? Exacto, de los miembros de la Cruzada Montonera. Creíamos abonar el camino de nuestra salvación personal sumándonos a una epopeya, metiéndonos en ella, pero sin habernos convertido previamente, no? todo era superficial, aparente, impostado?

Edor. ? Perdóname, pero… ¡que confusión teníais en vuestras cabezas!

Fdo. ? Tenés razón. Como ves, nosotros que nos considerábamos la auténtica izquierda, a fin de cuentas nos portábamos igual que los fachos con sus liturgias de templarios y su Santo Rosario colgado al cuello mientras entraban por asalto con las Itakas en ristre, al grito de ¡Viva Cristo Rey! ¡Ellos se sentían soldados de Cristo y nosotros también!

Edor. ? ¡Era imposible esa conversión interior!

Fdo. ? ¡Claro! Es que inconscientemente no la buscábamos porque sabíamos que era incompatible con nuestras circunstancias. Pero igualmente creíamos sentirnos más cerca de Dios, elevados y hasta purificados, apóstoles suyos, soldados de su causa, la causa del amor. Y nos sentíamos jueces frente a nuestros enemigos, dictábamos sentencia y ejecutábamos la pena y posteriormente revisábamos si los procedimientos y normas por nosotros legislados se habían cumplido sin errores ni debilidades… ¡Y ni te cuento de los juicios revolucionarios que llevábamos a cabo!

Edor. ? ¿Había algún límite?

Fdo. ? Salvo la obediencia a las órdenes superiores, lo prohibido no existía para nosotros. Nosotros determinábamos qué era lo prohibido. El viejo pecado era algo relativo, pecados cometían los otros y nuestro poder los castigaba en vida, bueno… no a todos, sólo a los que tenían la otra parte del poder.

Edor. ? ¿Soldados y policías eran parte del poder?

Fdo. ? ¡No, por supuesto! Solamente eran sus servidores. Por un sueldo, para darle de comer a sus familias. Pero nosotros estábamos convencidos de que eran idiotas útiles o mercenarios, por lo tanto no lo hacían por la Patria. Entonces, ni siquiera merecían respeto ni conmiseración de nuestra parte.

Edor. ? Al creerse redentores de los explotados ¿creían conquistar su propia redención personal?

Fdo. ? Exacto. Si Dios Padre y su Hijo eran nuestros ejemplos y nuestros jefes trascendentales ellos serían benignos con nosotros. La fe la teníamos (creíamos… y hoy te digo que era una falsa fe), las obras las hacíamos según nuestro propio cartabón. ¡Qué más se nos podía pedir! Dios obraba por nuestro intermedio en ciertos casos: éramos su instrumento para ciertas cosas.

Edor. ? Me imagino que esa sensación sería fascinante…

Fdo. ? ¡Qué te parece! ¡Nos sentíamos capaces de volar para robarle el fuego sagrado a los dioses! Mirá, así como quisimos disputarle el liderazgo a Perón compartiéndolo con él en una primera etapa… aquello de "Conducción, conducción, Montoneros y Perón" , admisible en la lógica del poder político mundano, y que de todos modos nos salió para la mierda, así también disputábamos el Reino de Dios Padre fantaseando con el Hijo reencarnado entre nosotros con una metralleta en las manos, con cara de Robert Powell mezclada con la del Che, mientras nosotros ascendíamos hacia Él convertidos en semidioses, seres superiores a los simples mortales y por lo tanto, destinados a mandar.

Edor. ? Eso me recuerda a los nazis.

Fdo. ? Estás en lo cierto. Nos sentíamos orgullosos, poseedores de una nobleza espiritual que nos convertía en los necesarios conductores de toda sociedad, por encima de cualquier aristocracia de linaje o de riqueza. ¡Te das cuenta! ¡Igual que los fachos!

Edor. ? ¿Será por aquello de que los extremos se tocan?

Fdo. ? Es muy posible. ¡Pero era un delirio! Habíamos inventado una nueva religión con culto y todo. Con dogmas "teológicos", por llamarlos de alguna manera. En realidad queríamos inventar otra trascendencia para manejarla a nuestro antojo.

Edor. ? Sería una forma de alienación…

Fdo. ? ¡Desde ya que sí! ¡Pero también era pura vanidad, orgullo, soberbia! Era una especie de sensación compensatoria de nuestras carencias de clase, por lo menos para los que veníamos de abajo, que éramos la mayoría. Y así fue en mi caso. Si caíamos se perdía un gran hombre, no un hombre cualquiera. Así como admirábamos a ciertos compañeros famosos dentro de la Organización, por su coraje, así queríamos ser admirados algún día. Eso significaba la gloria, el poder. Aun cuando uno debiera morir. Soñábamos que al ser recordados en la memoria del pueblo trascenderíamos el tiempo y seríamos venerados en los altares de la Patria. La Patria era la cara política de Dios y nuestra entrega nos daría el poder de sentirnos acreedores de quienes siguieran nuestros pasos Ellos serían nuestros deudores después de nuestra muerte y viviríamos en ellos.

Edor. ? El deseo de gloria…

Fdo. ? La gloria se buscaba, el sueño de ser héroe, de vivir en la memoria de los hombres, lo cual para nosotros era la más dulce de las tumbas. Nada menos humilde que eso, ¿no?

Edor. ? ¿Una gran teatralización?

Fdo. ? ¡Pura representación! Había que impostar roles. No amábamos de verdad ni éramos amigos de verdad. El amigo era un obstáculo en ciertos niveles. El compañero era la regla, el contrato justo. No había perdón para las defecciones ni las debilidades. Pero todos pensábamos secretamente que podríamos llegar a traicionar. ¡Fijate lo que te digo! En caso de tortura y aun sin ella…

Edor. ? Tal vez si te hubieran torturado odiarías al enemigo…

Fdo. ? ¡Lo hicieron! Y sin embargo no los odié ni los odio.

Edor. ? ¿Por qué?

Fdo. ? Porque sería injusto de mi parte. Yo siempre quise odiar como odia todo el mundo, pero mirá qué desgracia? ¡algo me lo impedía!

Edor. ? ¡Es sorprendente! ¡Cuando me hablaste de los sesentas parecías lleno de odio?!

Fdo. ? Es cierto. Me he acostumbrado a representar esa época con el odio como protagonista, pero te juro que íntimamente nunca los odié antes de que me agarraran, ¿entonces por qué habría de hacerlo después? ¿Por qué me perjudicaron a mí? ¡Si siempre supe que torturaban y tampoco los odiaba! Yo sostenía que todos tenían que odiarlos pero íntimamente nunca sentí odio. Lógicamente, siempre lo oculté y demostré lo contrario. Pero sería muy egoísta, demasiado egoísta, si los odiara solamente por lo que me hicieron a mí?

Edor. ? ¿Cuándo te pasó eso?

Fdo. ? Mucho después de lo de Manuel, cuando la Organización se dividió?

Edor. ? ¿Te presentaste a reclamar indemnización del Estado?

Fdo. ? ¡De ninguna manera…! ¡Me parece lo más despreciable que puede hacer quien estuvo voluntariamente en una organización armada revolucionaria! ¡Que la pidan los inocentes que cayeron presos y fueron torturados me parece muy bien, y que la pidan los familiares de los desaparecidos también. Belgrano decía: "Ni la virtud ni el honor se compensan con dinero sin degradarlos"? suponiendo que lo que hicimos nosotros pueda tener algo de virtud?

Edor. ? ¿Qué es lo que te parece tan mal?

Fdo. ? ¡Que pidan dinero! Una medalla…

Edor. ? Fueron reparaciones votadas en el Congreso…

Fdo. ? ¡Me da risa, el Estado oligárquico y la dirigencia política cómplice de la tiranía militar, por acción u omisión, sancionando reparaciones pecuniarias…! ¡A cambio de qué…! Te decía? una medalla sería mil veces más honroso, me refiero a los militantes y a nosotros. Por otra parte, quienes integrábamos las organizaciones lo hicimos voluntariamente, no fuimos inocentes. ¿Acaso aquellos a quienes nosotros matamos merecían morir? No, ninguno, por más que fueran asesinos, torturadores o explotadores sociales. Y además, ¡porque nosotros no ganamos esa guerra, nosotros la perdimos! ¡Y todavía vamos a exigir indemnizaciones de guerra!

Edor. ? ?

Fdo. ? Además?

Edor. ? ¿Qué??

Fdo. ? ?si la cobrara debería transferirla inmediatamente?

Edor. ? No te entiendo?

Fdo. ? ? a las esposas y los hijos de todos los que maté?

Edor. ? ?

Fdo. ? ?

Edor. ? ¿Entonces para ti las dos clases de violencia son iguales?

Fdo. ? ¡Por supuesto! Conoces lo que dijo Tolstoi: la única diferencia que hay entre la violencia represiva y la violencia revolucionaria es la misma que hay entre el olor de la caca del perro y el de la caca del gato. Ninguna violencia es moralmente legítima aunque pueda serlo legalmente, o técnicamente. No… definitivamente, no se puede descansar sobre las armas ni ellas se pueden enterrar jamás, por eso lo mejor es eliminarlas y prohibirlas universalmente.

Edor. ? ¿En la Organización se daba el amor… entre un hombre y una mujer?

Fdo. ? Por supuesto que sí, pero las circunstancias no eran las mejores para que el amor prosperara. El verdadero amor quiere prolongarse en el tiempo, se forja ilusiones, se abre al otro, se torna complementario del otro. Eso era casi imposible pues las parejas eran conscientes de que pendía una espada de Damocles sobre sus cabezas. En ese ambiente, siempre llegaba un momento en el que el amor se volvía desesperación.

Edor. ? ¿Tu conciencia qué te decía?

Fdo. ? Cuando mi conciencia era benévola conmigo estaba convencido de estar justificado ante Dios por lo que hacía. ¡Y lo sentía así! Creía que amaba a los pobres y a los que sufrían injusticias y que cualquiera que juzgara desde afuera "mis obras" no siendo parte del enemigo, diría que yo era un apóstol, como había decidido serlo siendo niño hasta que leí que también era posible empuñando la espada en vez de la cruz. Pero sólo me amaba a mí mismo: era orgullo y narcisismo.

Edor. ? ¿Por qué no era amor?

Fdo. ? Porque el amor cristiano es sacrificio, entrega, humildad, nunca vanidad ni falsa modestia. El amor cristiano no mata jamás, ni avasalla, ni viola ni asola, ni se venga, pues si así fuera no sería amor cristiano. El verdadero amor cristiano es generoso, nunca especula. El verdadero amor hace libres, nunca esclaviza ni ata. El verdadero amor salva, el poder jamás lo hace.

Edor. ? ¿Y eso no lo habías aprendido antes de ingresar?

Fdo. ? No. Esto lo aprendí después que todo eso se acabó.

Edor. ? ¿Era un amor en abstracto, quizá?

Fdo. ? Tal vez sí. Tal vez ni siquiera eso. Tal vez fue sólo una pose. ¿Puede ser amor el amor en abstracto? ¿Es posible amar en abstracto? ¿Era posible amar buscando el poder?

Edor. ? Ustedes estaban convencidos de que sí.

Fdo. ? Sí, pero amar y matar es incompatible. Creíamos amar la vida y jugábamos con la muerte, la propia y la ajena. Y eso nos hacía sentir superiores. Cuestionábamos el más allá, el futuro del destino según lo interpretaba la religión, queríamos el aquí y el ahora, para los demás pero también para nosotros. Queríamos el paraíso acá, ya. Mejor dicho, queríamos instalar el Reino de Dios por nosotros mismos, al margen de la voluntad de Dios, por las armas y con la ideología.

Edor. ? Pero las encíclicas y los documentos de Medellín…

Fdo. ? ¿De qué nos valía leer la Populorum Progressio y las conclusiones de Medellín si en lugar de hacernos servidores nos creíamos superiores a otros hombres y con derecho a juzgarlos?

Edor. ? Bueno… lo mismo hacían los que tenían el poder, los capitalistas… Ustedes eran un contrapoder…

Fdo. ? Correcto, pero de ninguna manera éramos mejores que ellos. Postulábamos que el odio revolucionario era una fuerza moral positiva que debíamos instrumentar para alcanzar el destino de amor comunitario que nos aguardaba como realización histórica. Creíamos que amábamos pero era falso. Y queríamos convertir nuestras carencias afectivas y espirituales en nuevos capitales para fundar una nueva religión en la que nosotros seríamos apóstoles y mártires que dejaríamos con nuestra sangre los testimonios de nuestra condición superior.

Edor. ? A pesar del rigor con que hoy te juzgas a ti y a la Organización todo lo que me cuentas parece igualmente una búsqueda desesperada de Dios.

Fdo. ? Puede ser. A veces he creído eso. Pero por esa vía nunca lo encontraríamos. Y mucho menos nos salvaríamos. Nadie se salva a sí mismo sino que se es salvado por y para la Gracia divina, pero para eso hay que desear salvarse.

Edor. ? ¿Aquella fue una revolución?

Fdo. ? Habría que escribir dos libros para hablar de eso. Uno para decir que sí y otro para decir que no, según la voluntad del que escriba o hable, más que según las creencias o los supuestos de donde parta, para poder definir qué es una revolución y un revolucionario. No te voy a contestar eso. No me interesa. Te contesto con lo que hoy pienso y siento: que la revolución más grande, la utopía mayor de la historia es hacer la revolución en mí. Lamentablemente no lo comprendí cuando debía.

Edor. ? Por favor, piensa un instante lo que te voy a preguntar… ¿Crees que si hubieran ganado esa guerra hoy pensarías así?

Fdo. ? Creo que no. No hubiera tenido tiempo para reflexionar. La cuota de poder que me hubiera tocado ejercer en ese caso sería mayor que la que efectivamente tuve y seguramente me habría enceguecido. Habría hecho más mal aun del que he hecho. Y si hubiéramos ganado ¿vos creés que el país estaría mejor? Yo no lo creo. Sobre todo con los comandantes que teníamos…

Edor. ? Pero ustedes los idolatraban…

Fdo. ? El árbol no nos dejaba ver el bosque. Tuvo que pasar mucho tiempo para que nos diéramos cuenta de la endeblez de nuestra dirigencia, y eso siendo benévolos… El tiempo también enseña.

Edor. ? ¿Una conclusión para terminar la conversación…?

Fdo. ? En realidad, sucumbimos a todas las tentaciones del demonio: nos sedujo el poder y creímos que podíamos hacer milagros, que podíamos torcer lo que era recto y enderezar lo que estaba torcido. Fuimos vanidosos, altivos y hedonistas. Y todos nos rendimos al demonio.

III

Edor. ? He sido absolutamente fiel a tus palabras. ¿Estás de acuerdo con esta parte?

Fdo. ? Sí, sí, no hay problemas.

Edor. ? Tengo mucho para preguntarte todavía…

Fdo. ? Empezá, nomás…

Edor. ? ¿En qué momento de tu vida se te encendió la llama, el fuego sagrado…?

Fdo. ? A los doce años, siendo pupilo en un colegio de curas. Mi libro de religión decía: "El verdadero cristiano debe ser siempre apóstol, jamás apóstata". Y mi maestro cura me hablaba bien de Rosas. ¡Era una mezcla explosiva!

Edor. ? Siempre que cayera en el lugar apropiado… porque estoy seguro que a los demás pequeños de ese grado no les ocurrió lo mismo que a ti.

Fdo. ? Es cierto, bueno? pero yo además pertenecía al campo de los pobres, mi padre era un modesto empleado…

Edor. ? Pero también habría otros niños pobres seguramente en ese grado…

Fdo. ? Sí… ¿y qué me querés decir con eso…?

Edor. ? Que tampoco siguieron tus pasos más tarde, verdad?

Fdo. ? Es cierto. ¿Y con eso qué…?

Edor. ? ¿No has pensado nunca que estabas destinado a vivir lo que viviste? ¿No crees en el destino?

Fdo. ? Nunca creí en eso. Yo me sentía capaz de torcer el destino. Nosotros lo creíamos. ¡Y si lo torcés es porque el destino no existe!

Edor. ? Está bien, pero… fíjate en Manuel. Fíjate en todas las circunstancias que rodeaban su vida familiar y en lo que desembocó esa encrucijada: en algo que era muy común por entonces, verdad? ¿Pero acaso todos los curas españoles del mismo origen social vivieron su sacerdocio en forma igual o parecida a Manuel?

Fdo. ? ¡Tenés razón! ¡Es muy interesante lo que decís?! Pero… me hace sentir como una hoja en el viento… no me gusta?

Edor. ? Independientemente de que te guste o no, ¡mira si fuera cierto que cada uno tiene su destino preestablecido!

Fdo. ? La predestinación… El hombre no sería libre…

Edor. ? ¿Y si realmente existiera?

Fdo. ? Bueno. No sé qué decirte…

Edor. ? Tal vez te serviría para no sentirte tan culpable por lo que has hecho… me refiero a todo, eh… no sólo a lo de Manuel.

Fdo. ? (…)

Edor. ? Bueno, sigamos. ¡Ser o no ser apóstol, he ahí el dilema! Un gran desafío, quizá un llamado. De ningún modo un imposible. ¿Estarás de acuerdo…?

Fdo. ? Sí, sí. El problema es que cuando quise serlo me convertí en apóstata.

Edor. ? Puedes volver a intentarlo…

Fdo. ? Debería hacerlo. Como todo cristiano. Estoy convencido de que ese libro decía la verdad. Pero es algo superior a mis fuerzas, un gran trabajo

Edor. ? ¿Será que no tienes suficiente fe?

Fdo. ? Seguramente es por eso.

Edor. ? ¿Estás arrepentido?

Fdo. ? ¡Por supuesto que estoy arrepentido, de lo de Manuel y de todo! Pero, ¿en qué consiste hacer penitencia en mi caso? ¿En confesar públicamente lo de Manuel? ¿Me alcanzaría acaso para encontrar la paz? ¡Si lo peor que me sucede es la tremenda vergüenza que siento ante Dios!

Edor. ? ¿No será orgullo?

Fdo. ? Tal vez… No es que me niegue a ser perdonado. Es que no lo merezco. ¡Yo no me perdono!

Edor. ? ¿Qué sientes hoy respecto de Manuel?

Fdo. ? Lo peor de todo es la vergüenza conmigo mismo, no por la discusión con Manuel, sino la que siento y no puedo olvidar ni un instante por haberlo matado. Es cierto que ninguna muerte tiene justificación pero la de él menos que las otras, digo? de las otras tampoco? El era superior a mí, mejor dicho, ¡era descomunal! Y yo tuve celos de eso y quise ser más que él y terminé siendo muy, muy pequeño…

Edor. ? ¿Sufres?

Fdo. ? Tanto que mi mayor deseo es morir ya… Pero sé que no debo porque debo expiar y cuanto más sobreviva más sufriré por mis pecados. Aunque todo será inútil… Pero tengo una corazonada que me da un poco de alivio momentáneo cuando la recuerdo…

Edor. ? ¿Cuál es?

Fdo. ? Que si yo no le hubiera hecho a Manuel la segunda pregunta nuestra amistad habría continuado y él habría terminado siendo un apóstata al persistir en su confusión e indecisión, o al incorporarse eventualmente a la Organización. Pero al hacérsela, él comprendió instantáneamente que se estaba apartando de Dios y su fe pudo más y lo salvó.

Edor. ? Pero su fe pudo haberte salvado a ti también si lo hubieras escuchado.

Fdo. ? Por cierto, pero ya te conté de mi arrogancia y mi soberbia de entonces. Era imposible que aceptara sus razones, justamente por falta de fe. En lugar de pensar en las infinitas posibilidades de salvarme por el amor de Dios, pensé que mis pecados ya eran imperdonables…

Edor. ? Igual que ahora… Y resolviste cometer otro pecado peor aun.

Fdo. ? Sí, pero no lo pensé inmediatamente. La vergüenza y la humillación que sentí fue conmigo mismo más que con Manuel, y como eso era insoportable busqué matar a Manuel para que desapareciera mi vergüenza. Después de unos días empecé a buscar una forma de matar el reproche de mi conciencia: matando a Manuel mataba indirectamente al Dios que no me dejaba tranquilo y recuperaba mi tranquilidad. Fue una opción: opté por el mal. Lo enjuicié y lo sentencié. Le apliqué normas revolucionarias y una moral particular, absolutamente pequeña. Lo organicé y listo. Y por el sagrado principio de obediencia otros lo ejecutaron convencidos de que era necesario proceder así. Y pecaron. Por orden mía. [Parece no experimentar ninguna emoción. Habla sin variar el tono de la voz]

Edor. ? ¿Por qué no quisiste confesarte cuando él te lo ofreció?

Fdo. ? Por miedo a la verdad, ya que la confesión obliga, no es un simple intercambio de aflicciones por consejos. Y por vanidad…

Edor. ? En una de las primeras entrevistas contaste que tu interés en la incorporación de Manuel se basaba en lo que habría de ganar con ello la Organización. ¿Realmente era eso?

Fdo. ? Sí, pero lo que a mi me impulsaba realmente era mucho más que eso. Como te dije hace un rato, no creo en el destino. A mí me embriagaba el gozo de ser yo quien torciera el aparente destino de un gran hombre, me seducía la posibilidad de desviar su historia individual para hacerlo circular por el andarivel de la historia colectiva. En ese caso, la nueva dimensión que cobraría Manuel sería la definitiva pues seguramente de ella ya no podría volver. Él pasaría a ser un grande en la lucha por la revolución pero yo sería más grande que él porque sería su creador.

Edor. ? El deseo de gloria otra vez…

Fdo. ? Claro, cuando te hablé de eso sabía por qué lo decía. No era algo abstracto. Todos nosotros soñábamos con ser un Napoleón convertido en general a los veinticuatro años en el mismo lugar del combate. Esas motivaciones subjetivas, con mayor o menor grado de conciencia en cada uno, movilizaban buena parte de nuestras determinaciones.

Edor. ? ¿No pensaste nunca que apartar a Manuel de su camino era tan grave como matarlo?

Fdo. ? No… nunca lo pensé. Pero lo que vos decís es muy cierto, por supuesto… no, nunca lo pensé… Sólo he pensado en el pecado de matar…

Edor. ? Ayer dijiste que ustedes habían sucumbido a todas las tentaciones del Demonio…

Fdo. ? Sí…

Edor. ? … pero vos también fuiste Tentador con respecto a Manuel…

Fdo. ? Es cierto…

Edor. ? … por lo tanto fuiste un instrumento del Demonio. Trabajaste para él.

Fdo. ? Sí, sí, sí.

Edor. ? Tu tentación fue el orgullo, la soberbia… pero no sólo pecabas contra el prójimo en el caso de Manuel…

Fdo. ? (…)

Edor. ? … sino que te rebelabas contra Dios directamente. Al intentar apartarlo del sacerdocio y llevarlo para tu bando no luchabas sólo contra Manuel ni contra los poderes mundanos. Le estabas produciendo una baja al Jefe Celestial. [Creí que mis palabras lo conmoverían pero permanece inalterable como siempre]

Fdo. ? Tu interpretación es correcta… lo cual hace más grave mi pecado…

Edor. ? ¿Te molesta que te haya dado mi opinión? Yo no debería hacerlo…

Fdo. ? No, al contrario. Me ayuda a pensar en todas las dimensiones que encierra lo que he hecho.

Edor. ? Pero no te aflijas tanto. Para Dios todos sus hijos valen igual, sean justos o pecadores; consagrados, laicos o ateos; guerrilleros, policías o militares. A todos los ama por igual, cualquiera sea la magnitud de sus pecados, y está dispuesto a perdonarlos a todos… Claro que para eso hay que arrepentirse profunda y sinceramente.

[Pausa larga, aprox. 5 minutos. Fernando permanece en silencio con la cabeza entre las manos. No puedo ver sus ojos.]

Edor. ? ¿Cómo piensas figurar en los créditos de tapa cuando el libro se publique? ¿Con tu nombre real o con un seudónimo?

Fdo. ? ¡Con ninguno! No quiero figurar en absoluto. A lo sumo seguí llamándome Fernando.

Edor. ? Es que tú eres coautor junto conmigo y tienes derecho al 50 % de todas las regalías que produzca el libro bajo cualquier forma de explotación.

Fdo. ? Renuncio absolutamente y para siempre a todas las regalías.

Edor. ? Vale, pero igualmente tienes el derecho perpetuo a la paternidad de la obra, es decir a que tu nombre o tu seudónimo figure como coautor.

Fdo. ? No tengo ningún interés en eso. También renuncio expresamente a eso. ¿Acaso creés que puedo estar orgulloso de esta "obra"? ¿O que espero un reconocimiento literario o como protagonista de hechos históricos? De ninguna manera. Esto ha sido muy doloroso para mí.

Edor. ? Pero si tú no me firmas algunas formas específicas para estas renuncias los derechos autorales serán todos para mí. Pero igualmente alguno de tus herederos podría reclamarlos judicialmente.

Fdo. ? Ya te dije que no tengo a nadie y ya no lo tendré. Estoy absolutamente solo y para siempre… Ahora quisiera preguntarte algo, y que me contestes con la verdad…

Edor. ? ¡Por supuesto! ¡Adelante!

Fdo. ? ¿Quién sos vos? Porque hay algo en vos que me resulta familiar…

Edor. ? Bien. Ahí va, soy Eugenio, el hermano de Manuel. [Escruto sus ojos, su boca, sus manos, buscando algún destello imperceptible o un leve temblor o gesto de sorpresa, pero no experimenta ninguna emoción]

Fdo. ? ¿Cuántos años tenés?

Edor. ? Setenta y cinco.

Fdo. ? ¿Cómo diste conmigo?

Edor. ? Es una larga historia…

Fdo. ? Manuel soñó durante años con encontrarte. ¿Vos dónde estabas?

Edor. ? En Méjico. Allí era otro mundo muy distinto. Viví entre exiliados españoles, todos comunistas. Gracias a ellos pude estudiar. Yo era casi analfabeto, un comunista visceral apaleado por Franco y lleno de odio. Trabajaba y estudiaba. Devoraba los libros, me apasionaban. Así me fui alejando gradualmente del partido y cuando me lo reprocharon me di cuenta que ya no me sentía representado por mis viejas ideas. Las abandoné. Después seguí estudiando hasta que descubrí que creía en Dios y que quería ser un apóstol de Cristo. Me metí a cura, igual que Manuel, me ordené, me enviaron a Colombia y allí estudié Historia. Quería volver a Méjico para dedicarme a la enseñanza en alguna universidad católica. Tuve suerte porque había hecho el camino inverso al que hizo Manuel, así que fui profesor durante muchos años; lo sigo siendo todavía, pero mi pasión fue la investigación histórica, me dediqué a la historia oral. Me especialicé en los conflictos sociopolíticos de los sesentas y setentas…

Fdo. ? ¡Ahora entiendo cómo pudiste pintar tan bien la primera parte, la de las villas en esa época…! De entrada me gustó mucho…

Edor. ? Me alegra escucharlo pues tenía miedo de que no te hubiera gustado.

Fdo. ? Está muy bien, más aun por ser extranjero. Pero te aclaro que si bien antes nosotros pensábamos así sobre aquellas experiencias hoy siento que estuvimos equivocados quienes fuimos a la villa desde cualquier corriente política o social y los que la estudiaron desde sus gabinetes, pues no fuimos a conocer sino a ideologizar el conocimiento de otros. Pero continuá, por favor?

Edor. ? Bueno… estudié la historia de todos los países latinoamericanos, los recorrí a todos, trabajé en varias de sus universidades, hurgué en todos los archivos y así fue como cierta vez en una hemeroteca del Distrito Federal leí en un viejo diario argentino de los setentas que acá habían matado a un joven cura tercermundista que tenía mi mismo apellido y el mismo nombre que mi padre. Esto ocurrió hace unos quince años. Entonces me puse a investigar y resultó que se trataba de Manuel. Entré en contacto con exiliados argentinos que lo conocieron a él y a ti… ¿Quieres que te hable de ellos?

Fdo. ? No me interesa. Seguí contando… [No se le movió un pelo, no le interesa saber nada de sus ex compañeros]

Edor. ? Viajé varias veces a Buenos Aires y de a poco fui encontrando la pista del misterio de su muerte. Todos los testimonios me condujeron a ti.

Fdo. ? Es asombroso. Tu vida se parece en gran medida a la de Manuel pero al revés.

Edor. ? ¿Por qué?

Fdo. ? Porque el se metió a cura y se sentía muy incómodo, con medio cuerpo adentro y medio afuera, en cambio vos…

Edor. ? Yo fui feliz desde que acepté a Cristo.

Fdo. ? ¿Cuándo estuviste en Colombia?

Edor. ? A fines de los sesentas.

Fdo. ? ¿Sabés qué sospecho? Que en Colombia los dos deben haber estado muy cerca, incluso tal vez se han cruzado por la calle sin saber que eran hermanos.

Edor. ? Es cierto. Me acaban de escribir desde allá confirmando esa coincidencia. Acá llevo la carta.

Fdo. ? ¿Y las hermanas de ustedes? ¿Las que eran monjas…?

Edor. ? Hace muchos años averigüé sobre ellas. Una se murió de cáncer, otra perdió la razón definitivamente…

Fdo. ? ¿Y la tercera?

Edor. ? Desertó. Se escapó del convento y nunca se tuvo noticias de ella.

Fdo. ? ¡Qué terrible…! ¡Y… era España!

Edor. ? No, era la vida.

Fdo. ? ¿No me odiaste cuando te conté que yo había matado a Manuel?

Edor. ? No. Sólo sentí tristeza… por él y por ti. Y también por mí porque soñaba con conocerlo para terminar con esta sensación de soledad que llevo desde tantos años.

Fdo. ? ¿Has pensado en el nombre que le pondrás a este relato?

Edor. ? Todavía no. No se me ocurre nada. ¿Y a ti?

Fdo. ? Mirá, si no fuera porque creo que ya existe lo podrías titular "El libro de Manuel". Pero se me acaba de ocurrir una idea para solucionar el nombre del libro y el hecho de que yo no te firmaré ningún documento con mis renuncias y cesiones de derechos a tu nombre.

Edor. ? ¿Cuál es esa idea?

Fdo. ? Que considerés mis testimonios y mi identidad como secreto de confesión. El libro podría llamarse así: "Secreto de confesión". ¿Es posible lo que te digo?

Edor. ? ¡Es brillante! Pero para eso tiene que haber habido una confesión. ¿Tú quieres confesarte?

Fdo. ? Ya lo he hecho.

Edor. ? ¿Te arrepientes sinceramente de todos tus pecados? ¿Estás dispuesto a entregarte a Dios sin resistencias de aquí en más?

Fdo. ? Sí. Me arrepiento realmente porque creo que esto que ha sucedido es obra de Manuel. Siento que él me ha perdonado.

Edor. ? Te equivocas. Es Dios quien ha preparado todo esto.

Fdo. ? ¡Es cierto! [Está asombrado, ha abierto grande los ojos y ha quedado boquiabierto]

Edor. ? Yo te absuelvo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. [Se me quebró la voz al decirlo]

Fdo. ? Amén. Pero… ¿vos me perdonás?

Edor. ? ¡Claro que sí! ¡Dame un abrazo. [Pausa breve. Esperaba verlo llorar o sonreir al menos mientras nos abrazábamos pero no ocurrió] Quiero pedirte un favor, si es que puedes…

Fdo. ? Por supuesto, lo que vos digás…

Edor. ? ¡Mira que es muy grande…!

Fdo. ? No te preocupés por eso…

Edor. ? Necesito un amigo… Alguien de confianza como tú, que se parezca a mi hermano…

[Volvimos a abrazarnos y esta vez él lloró inconteniblemente igual que yo]

Fdo. ? ¡Mirá que casualidad, no! ¡Yo también necesito un amigo, alguien de confianza como vos, que se parezca a Manuel! Pero me hacés un honor inmerecido…

Edor. ? ¡Termina ya con eso, hombre! De ahora en más no quiero escucharte decir eso ni una sola vez. Y tengo una propuesta para hacerte.

Fdo. ? Decíme…

Edor. ? Vente conmigo a Méjico, así podremos arar juntos el campo de nuestra amistad en lo poco de vida que seguramente me queda. ¡Anda, dime que sí, hermano!

Fdo. ? ¡Claro que sí! ¡ ¿Cuándo partimos? [Es la primera vez que lo veo sonreír]

Entrevistador: Eugenio (nombre ficticio del hermano de Manuel).

Buenos Aires, 5 de octubre de 1999.

o0o o0o o0o

A Hernán y Eric

con inmenso amor

Carlos R. Schulmaister

Registrado en la Dirección Nacional del Derecho de Autor Exp. Nº 263119 del 10 de julio de 2003.

Partes: 1, 2, 3
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