La violencia infantil, un fenómeno social denigrante
La violencia infantil es tan antigua como la propia humanidad, ya en el año 2000 A.C, el código de Hammurabi lo recogía como delito, al estipular que la nodriza que dejase morir en sus brazos a un lactante, debía sufrir la amputación de sus senos. El infanticidio fue una de las primeras manifestaciones de agresión infantil que se practicó en todas las partes del mundo, en todos los tiempos y en todas las culturas, tanto para controlar a la población o simplemente por fidelidad a los dioses o al rey, aunque los primeros conceptos sobre este tema fueron enunciados en 1946 por Caffey (citado por Arqueada Alonso, E. 2009), quien cataloga a este síndrome como "negligencia de padres".
Durante siglos la agresión al menor ha sido justificada de diversas formas. Se les ha sacrificado para agradar a los dioses, o para mejorar la especie, o bien como una forma de imponer disciplina. En la historia se encuentran mitos, leyendas y descripciones literarias referentes a la actitud de exterminio y maltrato hacia los menores. También casos de malos tratos se dan en todos los grupos religiosos, étnicos y raciales, y en todas las áreas geográficas. La gran mayoría de casos de maltrato infantil se dan en las familias con menos recursos, tal vez debido a la falta de oportunidades educativas para poder manejar las frustraciones emocionales y económicas.
Solverman (1953) y W. Evans (1955) habían llamado la atención sobre varios componentes del síndrome. Es solo en 1962, con el artículo de Kempe y Helfer, que la profesión médica reconoce el síndrome del niño maltratado, a pesar de que este fenómeno cuenta con siglos de antigüedad. (Muñoz Campos M, Tabío Pérez Y, Digón Silveria S, Toledano Grave de Peralta Y.; 2008)
Precisamente una de las manifestaciones más destructivas de la violencia y los conflictos familiares es el maltrato y el abandono de los niños. Un niño maltratado no presenta a veces signos manifiestos de haber sido golpeado, pero muestra múltiples señales clínicas menores de privación emocional y, en ocasiones, de privación nutritiva, olvido y abuso.
En Chile se registran cifras referidas a un 75 % de maltrato en las féminas y en los Estados Unidos del 66 %. Jiménez Macías en 1999 (citado por Valdés Iraola, N. 2006), refirió un predominio del maltrato en los varones y que esta fue una de las causas más frecuentes de las consultas de psicología en los niños.
La negligencia física y emocional tiene importancia como una causa de malos tratos en el niño, lo cual tendrá repercusiones a corto o largo plazo en el desarrollo físico e intelectual de este y en la desarmonía de la familia. El miedo, la sensación de culpabilidad y la corta edad actúan como una mordaza. Ni siquiera ante los psicólogos confiesan las agresiones. Generalmente, los menores no denuncian, pues no están conscientes del maltrato, ni tienen referencia de si lo que viven es bueno o malo. No todos los niños son capaces de percibir el maltrato de parte de sus familiares, conviven con él y no lo identifican como tal.
En Colombia, en el 36 % de los hogares se golpea a los niños, mientras que en Guyana, el 2 % de la población infantil tiene alguna incapacidad o secuela por maltratos. Por otra parte Alonso y colaboradores 2005 (citado por Seguí Hernández, D. 2010) encontraron que el 44.5% de los niños estudiados eran maltratados físicamente por sus madres, siendo el sexo femenino el más afectado.
Al comparar los resultados de esta serie con los de otros investigadores sobre el tema, los hallazgos fueron similares, por lo que los gritos, los golpes y las amenazas fueron las formas más frecuentes de maltrato, lo cual suele vincularse con el modelo establecido por los padres para educar a sus hijos, el que se va transmitiendo de generación en generación. Consideran que como ellos aprendieron es como mejor se educa, de modo que muchas personas recurren al castigo y otras apelan al golpe. Expresiones como "la letra con sangre entra", "los golpes enseñan", o "más vale una nalgada a tiempo" han pasado de una generación a otra y siguen acompañando el método educativo hoy en día.
Actualmente se registran cifras verdaderamente alarmantes de niños objeto de abusos por parte de padres y tutores, lo que proporciona una idea general de la dimensión del problema. En Estados Unidos, por ejemplo, se informan anualmente 1 600 000 casos de maltrato con 2000 defunciones. (Martínez Gómez, C; 2003). Además los estudios realizados en EE.UU. por Kempe y Kempe en 1985 indicaron que en 6 de cada 1 000 nacimientos se pueden presentar malos tratos, lo que daría un número total de 30 mil a 50 mil niños maltratados por año en aquel país. Y las estadísticas más recientes afirman que los casos de maltrato infantil han alcanzado la cifra de 24 millones al año.
Por otra parte en el Reino Unido, uno de cada 1000 menores de 0-15 años sufre maltrato físico o abandono grave. En una investigación llevada a cabo en España por Comba, Belén. (2000) se encontró una prevalencia de 7,16 maltratados por cada 10 000 menores de 18 años. En los Estados Unidos, según un estudio realizado en el 2004, el maltrato infantil se encontraba en primer lugar con una frecuencia de 12,4 casos por cada 1000 niños, seguido por Canadá y Australia con 9,7 y 6,8 de frecuencia, respectivamente. (Fogueras, A.; 2005)
Además, según UNICEF, se estima que en América Latina y el Caribe hay 185 millones de personas menores de 18 años, de ellos el 50 % son niños y adolescentes. Cerca de 6 millones de niños y niñas adolescentes sufren agresiones físicas severas, y 80 000 mueren al año. (Cruz, M.; 2006).
Pocas violaciones de los derechos humanos suscitan mayor preocupación social y repugnancia que las perpetradas contra los niños. No obstante, el número de casos notificados de niños maltratados no sólo ha alcanzado cifras elevadas, sino que parece estar aumentando. Con frecuencia, en algunos países el sector de salud se ha unido a otros sectores sociales para hacer frente al problema de la violencia, reconociendo que esta tiene efectos nocivos en la salud y que hace falta un enfoque polifacético para combatirla y prevenirla, dados sus múltiples factores determinantes y manifestaciones, entre ellas, el maltrato, el descuido y el homicidio.
En Cuba aunque las estadísticas muestran valores inferiores, su presencia está demostrada en estudios realizados como la investigación realizada por Blanco J.; quien encontró violencia infantil en un 56.3 % de la casuística siendo los padres los principales maltratadores predominando el maltrato físico y el emocional en los casos estudiados. (Ortiz Gómez MT, Morales Alemán; 2011)
Nuestro país, a pesar de ser pequeño y con grandes dificultades económicas, invierte cuantiosos recursos en la atención educacional y médico-sanitaria de la población, alcanzando en este sentido buenos indicadores en los aspectos esenciales para el desarrollo y la calidad de vida, por encima de muchos países, aun altamente industrializados. (Francia Reyes.; 2003)
"Violencia es el ejercicio de una fuerza indebida por parte de un sujeto sobre otro, quien la percibe como negativa. El límite que demarca lo indebido esta definido por los valores de una determinada cultura". (Oliva, C.; 1994)
La violencia constituye un problema de salud y un importante factor de riesgo psicosocial, dada la magnitud del daño, invalidez y muerte que provoca, con consecuencias múltiples y diversificadas en el nivel social, psicológico y biológico. La Organización Mundial de la Salud define la violencia como: "el uso deliberado o amenaza de uso deliberado de la fuerza física contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que entraña un alto riesgo de ocasionar un traumatismo, la muerte, daño moral, una malformación o una carencia en la víctima y analiza sus consecuencias desde una perspectiva amplia". (Muñoz Campos M, Tabío Pérez Y, Digón Silveria S, Toledano Grave de Peralta Y.; 2008)
La realidad cubana de la década de los 90, tanto en lo económico como en lo social, entrañó cambios y decisiones complejas que crearon zonas de conflictos en la sociedad al introducirse mecanismos de mercado en el modelo de la economía planificada, lo cual hizo que se acrecentaran las diferencias sociales, que aparecieran tasas de desempleo en el contexto nacional, que emergieran la corrupción y la prostitución y que el delito ganara espacio. Todo ello unido en algunos casos a la ausencia paterna, la existencia de modelos inadecuados de crianza, la irresponsabilidad de algunos progenitores en la atención a los hijos, el incorrecto ejercicio de la autoridad, el predominio de las relaciones de poder y las defectuosas relaciones entre padres e hijos, parecen estar favoreciendo conductas agresivas o violentas, no generalizadas en el medio familiar.
Considerando a la familia como el primer núcleo protector del niño, es el ente responsable de garantizar las condiciones para que este logre un desarrollo físico y psíquico en armonía con su medio. No obstante, ha sido materia de estudio e investigación el hecho de que sea la institución familiar el escenario donde se presenta el mayor número de conductas que afectan directa o indirectamente a los niños. Cuba no está ajena a esta situación, ya que en los estudios realizados los padres resultaron ser los principales maltratadores, predominando el maltrato físico y el emocional en los casos estudiados. (Almenares, AM; Louro BI; Ortiz, GM.; 1999)
"Los estudios realizados en numerosos países señalan al maltrato infantil como un problema multicausal, en el que intervienen las características del maltratador, del maltratado, el medio ambiente y un estímulo disparador de la agresión". (Cruz, M.; 2006)
La familia ha sido la entidad social más estable de la historia de la humanidad. La vida actual origina tensiones que se reflejan en la existencia de las personas. La felicidad de los miembros de la familia y especialmente el desarrollo de los hijos como personas plenas y felices, no podrá lograrse en un ambiente de irritabilidad, agresividad y falta de afecto. La tarea fundamental de la educación familiar es la formación de hábitos de vida correctos, que garanticen la salud física y mental, así como la adecuada inserción de los hijos a la sociedad.
La violencia intrafamiliar y el maltrato constituyen una forma de abuso del poder ejercido en el contexto de las relaciones de dependencia que se dan en la familia y afecta el bienestar psicosocial del niño, del adulto responsable del maltrato, de la familia y de su entorno social.
Pero la violencia familiar alude a todas las formas de abuso que tienen lugar en las relaciones entre los miembros de una familia, independientemente de la raza, el sexo o la edad; siempre que estas sean crónicas, permanentes o periódicas.
Se puede afirmar que la violencia es la expresión de un estilo de vida, un estilo de relación entre los seres humanos y una forma propia y altamente destructiva de resolver conflictos y de comunicarnos con otro ser humano, "no se puede desconocer que esta violencia se presenta como la negación o limitación forzosa de alguno o algunos de los derechos individuales o colectivos, y por tanto como una amenaza, un riesgo, o una destrucción de las condiciones esenciales de la vida misma". (Rodríguez Méndez, O.; 2005)
En general, la violencia es propia de las relaciones de dominación y subordinación de las estructuras jerarquizadas y se constituye como un mecanismo para mantener el poder frente a alguien a quien no se reconoce como igual, pero también y en términos generales, existe una diferencia ante el hecho justificado en la idea preconcebida de que se trata de algo íntimo y cotidiano. (Ruiz De Vargas, M; Ropero, C; Amar, J; Amarís, M.; 2011)
Se puede decir que existen varias formas de violencia entre las que se puede mencionar las propuestas por (Sojo, Marta; 2007 y Corsi, J; 1997).
– La violencia física, es considerada como toda lesión física o corporal no accidental que provoque o pueda provocar daño físico, lesiones o enfermedad, por parte de un miembro de la familia sobre otro de sus miembros. Se incluyen bofetadas, empujones, golpes. Y provocan comportamientos frecuentes en los niños sometidos a este tipo de violencia como: temor a sus padres, desconfiados de los adultos, inquietos cuando otros niños lloran. Dificultades en el rendimiento escolar. Agresivos o distraídos y ausentes.
El castigo corporal se aplica para causar dolor con el propósito de modificar una conducta indeseada para la persona que se encarga de disciplinar al niño y se impone por distintos medios: palmadas, apretones, golpes. Es el comportamiento violento que se adopta con frecuencia en los niños, puede ser intencional o no. Se le considera intencional cuando existe premeditación y pleno conocimiento de causa por parte del que lo ejecuta, y no intencional cuando el daño o lesión es secundario o negligencia. Las lesiones más frecuentes son quemaduras con cigarrillos, planchas; fracturas múltiples, heridas, moretones, rasguños y arañazos en el rostro; en casos extremos se pueden producir lesiones que causen la muerte como asfixia, hemorragias, fracturas de cráneo, ruptura de órganos vitales (corazón, pulmón, hígado, etc.).
– La violencia psíquica, considerando como tal los actos, conductas o exposición a situaciones que agredan o puedan agredir, alteren o puedan alterar el contexto afectivo necesario para el desarrollo psicológico normal, tales como rechazos, insultos, amenazas, humillaciones, aislamiento, hostigamiento verbal entre los miembros de la familia a través de insultos, críticas permanentes, descrédito, ridiculizaciones, humillaciones o bien silencios.
En realidad, se desconoce la magnitud de este grave problema, pero sí hay un hecho evidente, independientemente del número de casos, y es que al ser maltratado un niño ya sea psicológicamente, por desconocimiento, por omisión, por desidia o por pura maldad, es algo que debe preocupar. Se deben tomar las medidas apropiadas, oportunas y necesarias para evitar los daños que implica y promueve un trato sano que produzca futuras generaciones felices y satisfechas.
Se debe destacar aquellos aspectos que por la tradición, por omisión o acción, van a ser dañinos para el normal desarrollo psicológico de la infancia y, por lo tanto, hay que ponerlo al descubierto para controlarlo y erradicarlo. A muchos padres les será difícil aceptar que estas tradiciones, en las cuales fueron "educados" ellos, sus padres y abuelos pueden ser dañinas a sus hijos.
Es importante no pedir demasiado al niño, referente al autocontrol y la responsabilidad de sus acciones; al mismo tiempo, si se sobreprotege demasiado, puede retrasarse su creatividad y el proceso de hacerse independiente.
El afecto es una de las necesidades mayores. La no satisfacción de esta durante los primeros años, produce graves cambios en la personalidad. El rasgo característico es una pobreza de respuesta emocional. Si no han sido amados nunca, no saben que es el amor, sus relaciones interpersonales son difíciles, son inabordables, incapaces de trabajar armónicamente en grupo, difíciles de ser influidos positivamente; a esto se le ha llamado hambre de afecto primario y es una muestra de que al omitir una acción, es asimismo una acción dañina que constituye un maltrato real, pero no tan evidenciable.
El juego le permite al niño practicar los modos de conducta social que necesita para su desenvolvimiento diario. Existe la tendencia errónea de considerar el juego una diversión, un entretenimiento y no una necesidad. Es cierto que el niño se divierte jugando como todos nos divertimos en una cena, pero a nadie se le ocurre pensar que la alimentación constituye una diversión. El juego estimula la creatividad y el aprendizaje, constituye una válvula de escape para las emociones (ira, temor, celos, amor, tristeza, ansiedad, etc.)
Una importante razón para proporcionarle al niño la oportunidad de jugar con otros niños de edad similar, con los cuales compartir y competir, se basa en el hecho de que interactuar con ellos dará por resultado un mejor ajuste social. No hacerlo puede tener muchas justificaciones, se puede esgrimir muchos pretextos (falta de tiempo, de espacio, de posibilidades, etc.), pero a todas luces es injusto.
Establecer una disciplina positiva es necesario para que el niño aprenda a aceptar la autoridad y adquiera la capacidad de atenuar o controlar sus impulsos, prescindir de placeres inmediatos, en función de una meta futura. Tal conducta es necesaria en toda situación a enfrentar, tanto si la tarea es aprender una profesión, como si es mantener una promesa, el individuo debe estar dispuesto a hacer los sacrificios necesarios para alcanzar esa meta. Surgen problemas cuando los padres demandan obediencia implícita, cuando las restricciones son demasiado numerosas, cuando las exigencias son incoherentes; también, cuando los padres son demasiado tolerantes, inconsistentes o carecen de sentido de autoridad, los resultados serán inadecuados. Aparecen deficiencias disciplinarias, si las normas de la familia difieren, esencialmente, de las del grupo social en su conjunto. La disciplina es, a veces, señal de que los niños son rechazados, sobreprotegidos o se sienten inseguros del afecto de los padres.
La seguridad que debe brindar la familia es fundamental para mantener alejados, temores, ansiedades, lo cual le permite centrar su atención en la adquisición de habilidades y capacidades. Un niño inseguro va a tener dificultades en su aprendizaje, en sus relaciones interpersonales, y en última instancia en su personalidad.
La madurez psíquica y social, para comenzar la etapa escolar, depende en un alto grado de la independencia que el niño haya adquirido. Esta a su vez, es el resultado de la independencia que se le haya dado en la edad preescolar. Desde esa edad se le debe dar al niño cierta autonomía de acción fuera del hogar y la familia. Puede decir sobre asuntos que conciernen a su identidad, por ejemplo, la ropa que desea usar, que le gustaría comer, a que prefiere jugar, escoger sus compañeros de juego, etc.; actuar con sentido de responsabilidad, emular con otros en el rendimiento. En las familias que cumplen estas premisas con la dosificación adecuada, los niños alcanzan más rápido la madurez necesaria que en aquellas que limitan exageradamente sus posibilidades reales.
El niño como todo ser humano necesita aceptación. La adscripción a un grupo es imprescindible. Ante todo, al primer grupo de adscripción al que se necesita pertenecer es a la propia familia, de ahí que la aceptación por parte de ella sea tan importante. Si el niño no es aceptado por la familia va a encontrar dificultades también para ser aceptado por el grupo. La pérdida de autoestima le hará difícil las relaciones en la escuela y en le juego. El rechazo puede aparecer desde el embarazo y va desde una ligera indiferencia hasta una aversión intensa. El niño a veces, puede estar conforme y aceptar la situación, sin embargo, se muestra inseguro. Al no ser amado puede que se muestre indiferente a sus padres. Al crecer no aprecia su hogar y se torna abiertamente resentido. Los efectos de esta ausencia de aceptación son aún más destructivos, si el niño es internado en una institución.
– La violencia sexual, como toda actividad dirigida a la ejecución de actos sexuales en contra de tu voluntad, dolorosos o humillantes, o abusando del poder, autoridad, con engaño, o por desconocimiento en el caso de los menores. Se produce cuando un adulto o adolescente usa su poder sobre un niño o niña para establecer una actividad de tipo sexual. Puede utilizar engaño, amenazas o fuerza física para convencerlo u obligarlo a participar. Las formas son: Caricias, besos, manipulación, exhibicionismo, hasta la violación. La explotación sexual, prostitución y pornografía son, también, tipos de violencia. Los comportamientos observados más frecuentes son: bajo rendimiento escolar, distractibilidad, aislamiento, baja autoestima, mentiras, robos, fugas, comportamiento sexual inadecuado (puede referir que ha sufrido agresión sexual). Lo más importante sobre este asunto es que este tipo de abuso se comete, habitualmente, por personas cercanas a la víctima, y que la niña o el niño mantienen silencio al respecto, por temor o por respeto al victimario.
– La violencia económica, como la desigualdad en el acceso a los recursos económicos que deben ser compartidos, al derecho de propiedad, a la educación y a un puesto de trabajo, derechos reconocidos en la Constitución.
– La corrupción, como conductas desviadas, antisociales o desadaptadas que impiden tu integración social (inducción a la delincuencia, explotación sexual….).
– La explotación laboral y mendicidad, son situaciones en las que mediante el abuso de poder o por fuerza y con violencia, un miembro de la familia te obliga a la práctica continuada de trabajos o actividades que o bien interfieren en tu normal desarrollo, o exceden de los limites de lo considerado normal en función de la edad, sexo, formación, o que se consideran humillantes o antisociales.
– El descuido o negligencia: Se produce cuando los padres no velan por las necesidades del niño y no lo cuidan. Estos niños tienen accidentes, como caídas, intoxicaciones, quemaduras, extravíos en la calle, atropellamiento por automóviles y desarrollan otras enfermedades. Estos "accidentes" se pueden prevenir y son la consecuencia del descuido familiar. Las conductas más frecuentes exhibidas por estos son: Dice que nadie se preocupa por él, cansado, déficit de atención, se duerme, roba o mendiga, usa drogas o alcohol; abandono escolar para estar en la calle. La familia tiene que estar muy alerta para evitar que sus hijos estén expuestos a estos riesgos, pues, como bien dice un ilustre pediatra cubano,"los accidentes ni son tan accidentales ni son tan inevitables". La expresión más común de violencia infantil es el abandono, es decir, el daño físico o emocional a causa de deficiencias en la alimentación, el vestido, el alojamiento, la asistencia médica o la educación por parte de los padres o tutores. Una forma común de abandono entre los niños es la subalimentación, que conlleva un desarrollo deficiente e incluso a veces la muerte. Se puede decir que esto no se presenta de forma aislada, sino que involucra una gran variedad de factores biopsicosociales. Lo que nos hace reflexionar en que cualquier miembro de la familia puede estar expuesto a este fenómeno, aunque los estudiosos de la violencia han apreciado que los grupos más vulnerables son las mujeres, niños y discapacitados.
Estos tipos de violencia se pueden manifestar en el esfuerzo que hay que realizar para mantener una familia, en todos los países, provocan una acumulación de tensiones, desde los puntos de vista económico y laboral, que afectan la calidad de las relaciones afectivas. Las costumbres y las tradiciones van marcando así mismo, formas de convivencia que suelen dañar a los integrantes de una pareja o de un grupo familiar.
Los conflictos personales no resueltos van formando una madeja de situaciones que generan violencia. En muchos casos, la víctima silencia el hecho, en otros, busca ayuda, pero es un asunto al que hay que prestarle atención, ya que en este marco se están gestando las nuevas generaciones. (Martínez Gómez, C.; 2003)
Según Cruz M.; (2006), la violencia infantil "es todo daño físico o psíquico, ocasionado a un menor de forma intencional por cualquier persona, ya sea de forma pasiva o activa, donde la primera es la negligencia en el cuidado de este y la segunda, la intención directa". El término violencia infantil abarca una amplia gama de acciones que causan daño físico, emocional o mental en niños de cualquier edad y que varía con la edad del niño.
En bebés y niños en edad escolar suelen producir fracturas, quemaduras y heridas intencionadas. En casi todos los casos de acoso sexual el agresor suele ser un hombre y la víctima una niña en edad escolar o adolescente. Sin embargo, en los últimos tiempos está aumentando el número de niños varones en edad escolar que sufren este tipo de maltrato.
Muchos de los padres que maltratan a sus hijos fueron niños maltratados o aprendieron, en su familia, que el castigo físico era un método de enseñanza. También hay características de los niños que están presentes como causa aparente: Los niños inquietos, problemáticos, con conductas inadecuadas, en sentido general.
"Los estudios realizados en varios países señalan que el maltrato infantil es un problema multicausal, en el que intervienen las características del agresor, el agredido, el medio ambiente que les rodea y un estímulo disparador de la agresión" (Ramírez Amador, V.; 1999).
"La incidencia de los casos de violencia infantil en el seno de la familia, traspasa los límites del ámbito familiar para convertirse en un problema comunitario que debe ser abordado desde una perspectiva integradora". Francia Reyes (2003.)
Los niños continúan siendo uno de los colectivos más vulnerables. Ignorados por los adultos, no escapan a todo un rosario de situaciones que, en muchas ocasiones, les colocan al límite de la subsistencia. No obstante, los problemas a los que estos pequeños han de enfrentarse presentan "desgarradoras" diferencias entre unos países y otros.
Así, mientras en los países en vías de desarrollo la pobreza, el hambre o el SIDA diezman sus vidas e ilusiones, en los países desarrollados sufren las terribles consecuencias del maltrato físico y psicológico. Situaciones que la mayoría de ellos sufre en silencio y sin recibir ayuda de los mayores. Millones de niños en todo el mundo no tienen confianza en que sus gobiernos e instituciones políticas resuelvan sus problemas.
Las situaciones medio ambientales pueden servir de facilitadoras, a padres e hijos, para que se produzca el abuso. Se destacan entre ellas los problemas económicos, las dificultades en la pareja, el desempleo, la incultura, el hacinamiento, la vivienda inadecuada. Lo importante es que muchas madres y padres no están conscientes de que cuando le gritan a sus hijos, los castigan suspendiéndoles el juego o les pegan para imponerle la disciplina, los están maltratando.
Es evidente que de estos hechos se derivan secuelas en las distintas edades, por ejemplo en los niños de edad escolar se pueden manifestar problemas de autoestima baja, conducta retraída o agresiva, trastornos de conducta o emocionales en la escuela y menor rendimiento intelectual.
Bibliografía
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Autor:
Lic. Yara Anais Valdés González
Lic. Alina M. Padrón Echevarría
Enviado por:
Kenia Gámez García