Categoría: Sociología, economía.
- Introducción
- Crisis de Estado
- Consenso de Washington
- Crisis fiscal
- Estado y sociedad
- Estado y mercado
- Crisis y reforma en el gobierno de Menem
- Reforma tributaria
- Liberalización comercial
- Privatizaciones
- Conclusión
La Reforma del Estado en la década menemista
Introducción
La crisis de Estado que afronta Latinoamérica ha sido objeto de estudios que dieron como resultado enfoques y propuestas de solución de distinta índole. El presente trabajo intentará hacer una resumida descripción de las características de las mismas así como una reflexión acerca de lo que se podría entender como su móvil y procedencia. Luego se buscará vincular a una de esos enfoques al plan de reforma aplicado por el gobierno de Menem, el cual se presenta a la observación con coincidencias y alteraciones respecto del mismo.
El desarrollo del trabajo se presenta en partes que describen los principales temas vinculados a la cuestión de la crisis del Estado en la Argentina. Se dará un pequeño contexto histórico para luego pasar al debate que resulta de la postura de los enfoques. Se concluirán estos a través de una pequeña reflexión sobre la temática del Estado, la sociedad y el mercado para luego pasar a describir el momento mismo de la reforma presentada en el debate anterior llevada a cabo por el gobierno de Menem.
Crisis de Estado
La década de 1970 es en el ámbito internacional el momento de la ruptura con la forma de desarrollo social y económico que supone al Estado como factor principal de ese crecimiento. La crisis del Estado acompañada con la del petróleo produce un decrecimiento económico y un aumento del desempleo y la inflación. Esto da pié a que las teorías económicas clásicas que se habían visto ocultadas por el éxito del Welfare State resurjan en toda su gloria al salvataje (así como lo hacen las religiones que ocultas por un Estado represor, despiertan con toda la furia de los extremismos).
Así, la década del 80 (la década perdida) ya ve hacer efectiva en esta política económica llamada neoliberal (Reagan en los Estados Unidos, Tacher en Inglaterra) de coordinación de la economía a través del mercado. La crisis en Latinoamérica – y particularmente en la Argentina – encuentra hacia finales de la década una síntesis de la crisis manifestada en procesos hiperinflacionarios. Un gasto que desborda al ingreso; un proteccionismo que distorsiona la competitividad de las nuevas industrias; un gasto social que subvenciona a los sectores medios en desmedro de los más pobres; una burocratización ineficaz que inhibe cualquier esfuerzo innovador, es la crisis final del último intento de ser de un Estado que bajo esa perspectiva juega en contra del desarrollo económico y se interpone al avance de la lógica de mercado.
En respuesta a la ortodoxia neoclásica que tampoco brinda respuestas satisfactorias durante la década del 80, surgen distintos enfoques que buscan determinar las causas de la crisis y plantear una solución para las mismas. Con mirada hacia Latinoamérica, tenemos referencia de dos enfoques: el "consenso de Washington" y el de Crisis fiscal.
Consenso de Washington
El "consenso de Washington" puede ser tratado como el enfoque que más se aferra a la cultura liberal. Apunta a conciliar la lógica del orden económico de acuerdo a las especificidádes de cada economía Latinoamericana. Encuentra entre las causas de la crisis un excesivo crecimiento del Estado, traducido en proteccionismo (modelo I.S.I.), exceso de regulación y empresas estatales ineficientes y numerosas; así como un "populismo económico", definido por la incapacidad de controlar el déficit público y de mantener bajo control las demandas salariales en el sector privado y público.
Su propuesta como solución a la crisis supone dos aspectos. En primer lugar establecer la estabilidad macroeconómica. Esta se logra a través del a) control de la inflación: la producción se ve entorpecida si el sistema de precios se encuentra fuera de control; b) control del déficit fiscal: es una de las causas del punto a. El Estado gasta más de lo que gana, es "benefactor"; c) equilibrio de la balanza de pagos: consiste en la reducción de la inflación y del gasto público; y d) estabilidad del tipo de cambio: variable clave para una economía que se disponga a apuntar al sector externo y a generar confianza.
Como aspecto de la reforma estructural piensa en a) privatizaciones: apunta a la lógica fiscal del ahorro estatal; b) desregulaciones: tasa de interés desregulada, libre al mercado, a la "ley de oferta y demanda"; y c) apertura de la economía: a ella se asocia la libreompetencia que apareja el aumento de la competitividad y su consecuente mejora de calidad y precios.
Desde los enfoques de Lechner y Bresser Pereira pueden señalarse como principales críticas a este enfoque su ahistoricidad. En este sentido cabe decir que las teorías con un carácter ahistórico, que evitan establecer contacto con el desarrollo de los hechos, llevan consigo un intento universalista que supone una ideología de fondo que busca ocultarse. Este mismo carácter lleva a desconocer el esencial papel que jugó el Estado en el desarrollo industrial a partir de la década del 30 hasta la del 70. Así, esta carencia sugiere que la causa de los problemas siempre provienen del Estado. Por otro lado en ningún momento hace mención a la deuda de los Estados, tanto interna como externa.
Crisis fiscal
El enfoque de la crisis fiscal enfrenta el problema dando mayor presencia al Estado del que le da la opción anterior. Si bien ve también una crisis en el Estado a partir de un crecimiento exagerado y distorsionado de éste, aboga por la reconstrucción de éste a partir de que al tiempo que reduce su tamaño se reconstruye como un Estado fuerte.
Según Bresser Pereira, la principal problemática de los Estados Latinoamericanos en crisis es que se vieron impedidos de su capacidad de ahorro, por lo tanto de inversión social, de infraestructura, de subsidios para el desarrollo industrial. Los cinco puntos que definen la problemática estructural son a) el déficit público; b) un ahorro reducido o bien negativo; c) una deuda pública interna y externa, acarreada de la crisis que comienza en el 70 de los Estados que sostuvieron la situación a través del crédito mientras poseyeron la confianza de los acreedores, muy grande; d) falta de crédito e incapaz de seguir generando deuda pública interna y e) la falta de credibilidad de los gobiernos. Se podría resumir la causa de la crisis en el grave endeudamiento adquirido por los Estados a los efectos de financiar una estrategia "hacia adentro" en lugar de orientarla a las exportaciones.
La solución de esta postura apunta sustancialmente a la reducción de la deuda pública a través de un ajuste fiscal (sobre todo hacia aquellos que pueden pagar) y una reducción de gastos a los efectos de recuperar el ahorro del Estado. Esta recuperación se supone con una cierta prolongación en el tiempo, sin "soluciones mágicas". Por otro lado no adjudica el papel cuasi totalizante del mercado propuesto por la economía liberal, sino una economía de coordinación mixta entre Estado y mercado con una creciente orientación que vaya del mercado interno al externo. Es decir un Estado pequeño pero fuerte, con capacidad de arbitrar el avance ciego del mercado.
Estado y sociedad
Guillermo O`Donnell puede aportar una luz a la hora de pensar al Estado. Sostiene al respecto que el Estado es el garante de la relación desigual y de explotación entre la burguesía y la clase asalariada. El Estado no solo hace su aparición con sus instrumentos de coacción (a través del derecho o la violencia en última instancia) en el momento que es invocado para el caso que la relación se vea en peligro, sino que es parte constitutiva de la relación. El Estado nace con ella y sin él no es posible la relación. Aboga así por el mantenimiento de la relación, con lo cual debe hacerlo por la continuidad y reproducción de sus componentes, es decir, las clases que componen la relación. Debe garantizar no solo la relación desigual, lo cual podría llevar a pensar que solo sostiene la defensa de la clase dominante en la relación – aunque se pueda pensar que esta obtiene cierto beneficio al respecto, también debe asegurar la existencia de la clase trabajadora en tanto parte constitutiva de la relación.
Desde esta perspectiva, pensar a los enfoques más arriba esbozados, nos puede llevar a alguna confusión. Si una postura aboga menos por la presencia del Estado que la otra, esto no quiere decir necesariamente que se esté uno apartando de la relación desigual menos que el otro. Tampoco que en uno de los enfoques la presencia del Estado sea más fuerte que en la otra nos puede llevar a pensar, a través de la postura de O`Donnell, que uno empuje a sostener la relación con más fuerza que el otro. Podríamos comenzar a pensar que ambas posturas responden en forma – en principio – igual al sostenimiento de la relación.
Pienso que lo importante aquí es en un primer momento determinar a que tipo de instituciones los enfoques apuntan a sostener, al menos mínimamente. Y a este respecto, debemos pensar en las instituciones que garanticen la relación. En ningún lado se pone en duda al Estado como garante de la propiedad y el cumplimiento de los contratos. Esto se sostiene a través del derecho – los poderes que instrumentan tanto la creación de las leyes que determinan la relación como las que hacen que se hagan efectivas y se sancione su transgresión – y, como ultima ratio, a la coacción física. También se piensa en un Estado que mínimamente garantice ciertas condiciones que hacen a la infraestructura (el agua potable, la red viaria y la educación básica).
Estado y mercado
Creo que resulta evidente que cada postura – más allá de los intereses que interfieran en el nivel económico – se sostiene sobre una estructura de carácter ideal. Debate mayor es aquel que surge en el momento en que en las ciencias sociales se trata a las ideologías. El intríngulis casi paradojal es intrínseco a la misma cuestión. Más allá de tomar la postura acerca de si el sociólogo debe aferrarse o no a una ideología en el momento de investigar, se encuentra el problema de creernos libres de ella en el momento en que intentamos ser objetivos y no solo desembarazarnos de ellas, sino estudiarlas.
A partir de esta cuestión, verdaderamente difícil se torna el abordaje del papel del Estado y el mercado como elementos intervinientes en el sostén, desarrollo y sobre todo entendimiento de lo social.
Se ha dicho que el mercado posee una lógica, incluso en este sentido – y posiblemente en sentido ideal – es posible pensar al Estado como elemento de acción a partir de una lógica, tal vez distinta. Creo en este sentido que se confunden los términos. La lógica es una y la utilizan los sujetos que componen a las instituciones y al mercado. En algún sentido podríamos decir que el mercado y el Estado se valen de la lógica, pero ella no es de carácter intrínseco a ellos, no los conforma como tales, es decir, no poseen su lógica. La lógica actuante en la conciencia de la humanidad actual – al menos la moderna occidental – es una, y es formal, aristotélica, o como se la quiera llamar. A partir de las herramientas que ella brinda (silogismos, modus tolens, etc.), el mercado; el Estado; los actores; definen su orientación. Lo que se ha dado en llamar lógica del mercado es la orientación o dirección que este toma valiéndose de la lógica.
El mercado avanza y desconoce acerca de cuestiones que no corresponden a su naturaleza. En tanto entidad no subjetual, que de alguna manera podría pensarse como una instancia, en términos de Durkheim, externa y por encima de los sujetos, simplemente es, y su devenir – para el caso que lo tenga – es muy distinto al de los sujetos. Así como el serrucho, que utiliza su característica de cortar siempre en el mismo sentido, poseyendo de este modo su lógica – y no le importa si delante de él hay un trozo de madera o un dedo, el mercado actúa hacia el sentido que apunta sin escarmentar acerca de la moral y demás cuestiones inherentes al sujeto.
Creo que este es "el ojo de la tormenta" dentro del debate mercado-Estado. Surgen así las preguntas ¿es el Estado una institución que debe contrarrestar esa lógica del mercado? ¿es necesario contrarrestarla? o bien ¿es el Estado parte misma de esa lógica, la acompaña y alimenta?
Estas y otras para mí infranqueables preguntas pueden surgir, a las que solo puedo aportar: ante la necesidad no solo de comprender una situación, sino de hacer algo al respecto, de aplicar una acción, cabe ante todo la pregunta ¿por qué? ¿para qué? ¿a que efectos y fines se realiza la acción propiamente dicha? Sabiendo esto pocos son los problemas que restan. ¿Quiero ganar dinero? Tal vez la lógica del mercado me proporcione buenos elementos. El problema es que la moral no proviene de la lógica sino de los sujetos. La lucha es de los sujetos contra la amoralidad del mercado.
Crisis y reforma en el gobierno de Menem
Cuando Menem asume el poder anuncia – y más tarde hace efectivas – una serie de reformas que marcan un vuelco absoluto respecto de la política anunciada en el discurso previo a la ascensión. Podemos pensar que dichas reformas responden en gran medida al enfoque y propuesta del "consenso de Washington" pero en cierta forma alterada. La reforma habría sido aplicada casi con un mínimo de ortodoxia, presentando algunas alteraciones – que en el plano de lo teórico – que no se ajustan estrictamente a dicha propuesta, lo que daría como resultado una forma alterada de la misma. Dichas alteraciones cabría tipificarlas más allá del ajuste necesario – supuestamente – a las condiciones y contexto de cada país; podríamos pensar que responderían a una adecuación de características particulares para los actores de decisión económica que participaron en la reforma, donde desde este plano (el económico), dichos actores se verían beneficiados.
En este mismo sentido propondré un cruce de las principales medidas propuestas por el "consenso de Washington" con la reforma efectivamente llevada acabo en la primer presidencia de Menem a los efectos de establecer el vínculo y las alteraciones.
Las condiciones que presenta el Estado en el momento que Menem asume no cubren al menos parte del mínimo de características que debería cubrir el más mínimo de los Estados neoliberales: garantizar la propiedad y el orden interno y la estabilidad de la moneda. La hiperinflación del 89 provocó el colapso de las finanzas públicas, provocando no solo huidas hacia el dólar que potenciaron la situación, sino también "hacia los supermercados". Acerca del Estado en tanto garante del cumplimiento de los contratos no dispongo de datos que permitan establecer una crisis de Estado en este aspecto.
Bresser Pereira presenta los principales puntos de la propuesta del "consenso de Washington" resumiéndolas en dos grupos de medidas: la primera apunta a promover la estabilización de la economía a través del ajuste fiscal y la adopción de políticas liberales de mercado, y la segunda a reducir el Estado. Para hacer un rastreo de las medidas de reforma estructural del Estado llevadas a cabo por el gobierno de Menem en la primer etapa, se seguirán los ejes presentados por Torre y Gerchunoff.
En términos generales estos autores determinan los cambios efectuados por el gobierno de Menem con la prioridad de reducir el déficit fiscal y contener la inflación antes que aumentar la competitividad y productividad de la industria a largo plazo, con lo que se puede pensar que las políticas aplicadas se vieron conducidas por un "apresuramiento".
Entre las primeras acciones se encuentra la de perfilar la ley de Emergencia Económica, produciendo el primer gran corte con la metodología de asistencia estatal al suspender los regímenes de promoción industrial, regional y de exportaciones, así como autorizar el licenciamiento y el fin de esquemas salariales de privilegio (¿y de jubilación?) en la administración pública. Esta política de eliminación de subsidios viene aparejada en la política propuesta por el modelo norteamericano por un aumento de la inversión pública en los ámbitos de salud, educación e infraestructura.
En este aspecto obtenemos una primera alteración del modelo de Washington con respecto a la aplicación del mismo por el cambio del gobierno de Menem. Este aspecto se adecua a la reducción de los subsidios pero no a aquel aumento de la inversión pública que se supone lo acompaña. Si bien aumenta la Inversión en términos generales a partir del año 91 (16,3 % del P.B.I.) llegando al 22 % del P.B.I. en el año 96, la inversión pública sigue el sentido inverso, pasando del 2,3 % del P.B.I. en el año 90 al 0,9 % del mismo en el 93.
Reforma tributaria
Siguiendo el mismo orden de cosas, es menester hacer referencia a la política fiscal como uno de los ejes donde gira la reforma estructural del Estado en el primer período menemista. En este sentido el enfoque del "consenso de Washington" propone la aplicación de una fuerte disciplina (tendiente a eliminar el déficit público) y por otro lado una reforma tributaria tendiente a ampliar la base de la misma. La reforma llevada a cabo en este sentido supone tres aspectos según Torre y Gerchunoff. El primero consiste en la concentración de la estructura impositiva en pocos impuestos, básicamente I.V.A. y ganancias, expandiendo la base del imponible, aumentando las alícuotas y ampliando los mecanismos de agentes de retención (este último manifiesto en campañas publicitarias). Resulta interesante apreciar como esta reforma tiñe al aspecto impositivo de una particular "equidad". Primeramente el I.V.A. lo pagan todos – desde el villero hasta ¿Macri?. Para el impuesto a las ganancias, al reducir el imponible, aquel que no tenga cargas de familia ni demás declaraciones puede llegar a pagar el impuesto a partir de los $ 1.500 de ingreso.
El segundo cambio estaría vinculado al aspecto anteriormente descripto (suspención de subsidios) y se aplica al eliminar parcial o totalmente las exenciones impositivas especiales de promoción industrial y regional. El tercer aspecto del cambio se adecua a la aplicación de una mayor rigurosidad sancionando una nueva ley penal tributaria que aumentaba los riesgos de evasión, intentando invertir una cultura del pago tributario corroída.
Liberalización comercial
Un segundo eje de reformas es el de la liberalización comercial o así también llamada apertura económica. Esta se instrumenta por medio de la baja y anulación de aranceles y cupos en la importación. Se pueden señalar como objetivos de la apertura la caída de precios, fomentar las importaciones con lo que aumenta el consumo interno. También permitiría el ingreso de capital industrial nuevo, lo que daría una mejora en la competitividad a largo plazo. Sobre este último aspecto es importante señalar que la mayoría de las pequeñas y medianas empresas quedan fuera de esta renovación al no tener acceso a créditos en el exterior más baratos de los que ofrecía la Argentina. Solo alrededor de las 400 empresas más grandes del país lograron ponerse a tono a este respecto. Se puede señalar entre otras consecuencias que a corto plazo esto trae un desequilibrio en la balanza comercial así como una distorsión en los precios relativos dada la protección tanto natural como preferencial de algunos productos (industria automotriz). Relacionado con esto se podría pensar en un aporte realizado por el profesor Diego Raus. Sostiene que la paridad del peso con el dólar 1:1 no es real sino forzada tanto por la ley como por los fondos que la respaldan dado que desde establecida ésta ha habido igual inflación, con lo que la paridad real no es la nominal, sino de alrededor de 1,4:1. Esto distorsiona el precio real de los productos exportables, lo cual no solo apareja desequilibrio en la balanza de pagos, sino que se traduce en una reducción de costos, o sea, en aumento de desempleo.
Uno de los principales problemas con los que se enfrentó esta política de apertura fue, respondiendo a la constante del resto de las reformas en función de reducir el déficit fiscal y contener la inflación, el no haber sido aplicado con un carácter gradual. Bresser Pereira señala el peligro de no efectuar las reformas en forma gradual, que en nuestro país trae como consecuencia un elevado cierre de empresas, sumando un factor más a las causas del aumento del desempleo en ese periodo.
De acuerdo a los puntos que constituyen la reforma del Estado para el "consenso de Washington" marcadas por Bresser Pereira, este eje respondería a que "el comercio debería ser liberalizado y orientado hacia el exterior (no se atribuye ninguna prioridad a la liberalización de los flujos de capitales); las inversiones extranjeras directas no deberían sufrir restricciones; (…) las actividades económicas deberían ser desreguladas". Por otro lado, el informe del Banco Mundial señala que dentro de las políticas acertadas para asegurar el crecimiento se encuentra la liberalización del comercio y las inversiones, que "permiten a la economía sacar provecho de las fuerzas competitivas del mercado." Como ya se ha dicho, la falencia mayor de esta política estuvo en la instrumentación desarrollada de modo apresurado. En el sentido de marcar alteraciones de la aplicación de la misma respecto de la propuesta teórica, no encuentro, en mi obtusa observación, otra que no fuera la anteriormente manifestada, en el caso que sea ésta de carácter alterado respecto de aquella.
Privatizaciones
Pasando al eje de las privatizaciones, la manera vertiginosa ("al cabo de un año, hacia octubre de 1990, casi todas las empresas públicas seleccionadas habían sido transferidas al sector privado") con que se realizaron, demuestra el mismo carácter apresurado en su aplicación. Su instrumentación se llevó a cabo mediante un llamado a licitación y venta de acciones mediante la sanción de la ley y los respectivos decretos presidenciales que las posibilitaron. También se instrumentó un plan de capitalización de la deuda, que permitía aceptar hasta un cierto porcentaje del valor de la venta a los desvalorizados títulos de deuda al precio que habían sido emitidos, es decir, se igualaba el valor nominal al real revalorizándolos a su valor inicial. Esto permitiría cancelar en parte la deuda, pero las privatizaciones en general tuvieron como objeto disminuir el déficit de la apretada situación financiera del sector público.
Una característica fundamental de las privatizaciones, que encuentra conexión con lo que será luego una de las críticas, es el consenso que estas tenían. La defectuosa, y deficitaria en algunos casos, situación de las empresas legitimó el explícito objetivo del gobierno de mejorar el servicio. Esto aparejó a que la rapidez con que se llevaron a cabo las mismas no permitiera el necesario saneamiento de ellas a los efectos de mejorar su precio.
La venta permitió acumular recursos del tesoro que serían fundamentales para hacer efectivo el plan de convertibilidad, pero se hacen manifiestas consecuencias que en gran medida se traducen a una desprotección de los consumidores. Tal vez sea la crítica más trillada, pero presenta una contradicción que debe ser marcada; se trata de las condiciones en que fueron presentadas las ofertas de los eventuales compradores. Las privatizaciones fueron realizadas bajo un carácter monopólico que daría grandes beneficios a los compradores al sacarse de encima el "estorbo" de la competencia, permitiendo en la instancia más manifiesta disponer del aumento de las tarifas.
A la luz de la teoría que sustenta la perspectiva del "consenso de Washington" la instrumentación de privatizaciones llevada a cabo por Menem se presentaría como contradictoria. Si bien "las empresas públicas deberían ser privatizadas", la forma en que fueron realizadas estas se presentarían más bien como objeto de crítica al fundamento teórico del consenso. Las privatizaciones consistieron en trasladar el por ellos mismos criticado monopolio estatal a un monopolio privado. El beneficio que supone la aplicación de una política de libre mercado se ve trunco desde su raíz. Su razón de ser, la librecompetencia a los efectos de mejorar la calidad del servicio mediante la competencia, no es puesta sobre el tapete de juego bajo las reglas que le dan su característica esencial; característica que le aporta el único beneficio que tiene. Sin ella simplemente no es. Por lo tanto podemos pensar que aquí se hace manifiesta otra alteración de las reformas aplicadas en referencia a la propuesta norteamericana. Principalmente por los aspectos de la aplicación del método de capitalización de la deuda como por el traslado de un mercado monopólico estatal a uno privado, podemos comenzar a pensar que la aplicación de la reforma del estado se presenta con una alteración sustancial respecto de la propuesta ortodoxa. Dichas alteraciones pueden ser pensadas en un principio como instrumentación de una política que otorgaría beneficios en el plano económico no solo a empresas internacionales, sino también a grandes capitales nacionales que participaron de la privatización y que veían afectados sus intereses por la política de desregulación efectuada por el gobierno.
Con la aplicación de la convertibilidad – a la cual las reformas anteriores fueron en alguna medida funcionales – se logra frenar la inflación, reaparece el crédito y se reactiva el consumo. La estabilidad atrae por otro lado a capitales financieros. Nuevamente surge el problema de no haber aplicado la política en forma gradual. El corte súbito de la crisis seguida de reactivación económica deterioró la estructura de precios relativos, reduciendo la competitividad externa, con lo que las exportaciones desbordaron a las importaciones. Su consecuencia es el déficit comercial. A su vez se acrecentaba el consumo, con lo que se produjo una especie de anacronismo entre la inversión y el consumo. Esto agrava la incapacidad de ahorro. Este punto es particularmente marcado como importante por Bresser Pereira como un factor que el "consenso de Washington" no tiene en cuenta al reducir el problema al déficit público.
Un Estado incapaz de generar ahorro, o peor aún, con ahorro negativo, debe apelar al déficit para seguir invirtiendo o bien no invertir más. En ambos casos el Estado se ve inmovilizado de cumplir con sus papeles básicos de inversión social y de infraestructura.
Conclusión
Se ha intentado hacer una descripción acerca del debate que ha suscitado la crisis de Estado en Latinoamérica acerca de las causas y propuestas a su solución. Luego se ha hecho una breve descripción de la aplicación de la resultante de uno de esos enfoques – sintetizado en el así llamado "consenso de Washington" – en el caso argentino de la década del noventa.
Hemos podido ver que la aplicación de dicho modelo no responde de un modo que podríamos definir como estrictamente ortodoxo a la propuesta así planteada. La aplicación presenta ciertas alteraciones que llevarían a pensar que las políticas aplicadas no fueron estrictamente pensadas en función de los supuestos efectos por éstas a realizar: la recuperación del crecimiento económico que la crisis postergó. Estas particularidades que presentó el proyecto dan como resultado el beneficio en términos económicos de sectores que se encuentran directamente vinculados a la puesta en marcha y efectivización del mismo. El resultado es un mercado abierto, privado, pero contradictoriamente, monopolizado.
De los temas tratados en el primer trabajo acerca de "alianza hegemónica pendular", "hegemonía compartida" y "empate hegemónico" podemos extraer que el menemismo es la síntesis de lo que veinte años antes de su ascensión se venía gestando a modo de crisis de alianzas. El menemismo es el triunfo hegemónico totalizante por sobre la escisión que implicaban las alianzas del periodo de la industrialización asistida por el Estado. Las "clases dominantes" se consolidan en un actor cada vez más identificable y reducido.
Se ha hablado que en el proceso militar de 1976 se llevó a cabo un proceso de homogeneización por "arriba" y heterogeneización por "abajo". En estos términos podemos pensar que el menemismo logra hacer efectiva esta situación sin la necesidad de apelar a métodos coercitivos extremos. Logra que los actores que antaño se veían a si mismos como participes activos de las coaliciones y luchas, que se constituían como actores de acuerdo a la identificación que hace referencia a cada tipo de sujeto social, se manejen en términos de la ideología liberal, utilizando esta lógica como propia, como parte de su propia lógica. Se conforma así una unidad por disgregación, el discurso liberal forma parte de cada sujeto, una suerte de "darwinismo" conforma la lógica de acción de cada individuo, quedando trunca de ese modo toda posibilidad de cuestinonamiento a la posición de desventaja – en términos de clase – de las "clases dominadas".
Resumen
Breve referencia a las principales escuelas que se presentan como alternativa de solución a la crisis económica de 1970, Consenso de Washington y Crisis fiscal. Relación del Estado con la sociedad y el mercado desde una perspectiva teórica y concreta en la reforma del Estado durante el menemismo. tomando como ejes principales del cambio la reforma tributaria, la liberalización comercial y las privatizaciones.
Datos del autor
Apellido y Nombre: Alejo Raúl Tosar
E mail:
Edad: 25 años
Estudios: Cursando 5º año de Sociología en la U.B.A.