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Abecedario Q es por Quetelet IMC y sus fallos

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

  1. La influencia del estrés
  2. Los sexos, el estrés y la respuesta del miedo
  3. Comer como función
  4. La mujer y su relación especial con la comida
  5. Lo que nadie entendiera, es que, lo hicieran para nutrir, especialmente, el cerebro del infante, un órgano muy hambriento…
  6. La mujer en su misión diplomática y mediadora
  7. Los glucocorticoides son las hormonas de la respuesta del estrés
  8. La respuesta emocional
  9. ¿Quién tiene sobrepeso y quién no?
  10. Los orígenes del IMC
  11. El síndrome metabólico
  12. Historia de la epidemia de la obesidad en América
  13. Laura
  14. Ser gordo, otro estigma inescapable. Al menos para algunos
  15. En resumen
  16. Bibliografía

Hace algún tiempo que durante la Semana Santa, hago reflexiones filosóficas de mi propia existencia y de quienes me circundan. El año pasado fue mi artículo titulado: La Teología de la Relatividad. Este año escribo algo más acerca del tema de todos favorito, por una diversidad de razones. Las mías no pertenecen al acto de ingerir comida, sino a sus desvaríos. FEFL en El Acto y la Acción de Comer: Un Drama en Tres Actos.

(Y, dijo la serpiente) "…sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal". "Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella." (Génesis: 3:5-3:6).

"La persona envidiosa enflaquece con la gordura de su vecino" (Sócrates 470-399 AEC)

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La Tentación de Adán por Tintoretto

La mujer, desde antes de que la Biblia así lo notara, ha tenido por siempre una relación especial con la acción de comer, noción ésta que será elaborada en detalle en el transcurso de esta tesis.

La mujer fue concebida para cumplir misiones muy específicas: para cuidar de otros, para reducirles el miedo y para disminuirles el estrés

El instinto de cuidar, o the tending instinct, es uno que se considera como característica especial de la hembra de algunas especies, consistiendo en una combinación de factores neurobiológicos, adaptivos, genéticos, y sociales que sumados asisten a todos en la formación de sociedades eficientes, en facilitar el desarrollo harmonioso de los hijos, y asimismo en garantizar sus supervivencias como géneros.

Tan importante han sido estos nexos, que historias abundan acerca de la existencia de esta relación afectiva entre seres humanos, entre sí, y entre animales. (La leyenda de Rómulo y Remo, el caballo de Calígula y la vida de Jane Goodall son ejemplos).

La influencia del estrés

El estrés es un factor que no puede ser ignorado en esta síntesis, ya que éste puede afectar, en el infante, los nexos psicológicos resultantes del cuidado materno, durante el proceso de su crecimiento.

Quizás los primeros estudios rigurosos y formales acerca del estrés como fenómeno de adaptación bio-socio-psicológica fueron los del médico y científico norteamericano Walter Cannon, quien en los 1930s nos legó el término "fight or flight response" (o la respuesta de "lucha o huye) que derivara de sus observaciones con Tom, uno de sus pacientes quien, presentando una fístula estomacal le permitiría al investigador observar los cambios de la mucosa de este órgano cuando el joven se enfadaba, como respuesta a cualquier disturbio de su homeostasis (otro término del acuño de Cannon). Lo importante es recordar que el estrés afecta la función del estómago entre otras.

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Tending instinct

Los sexos, el estrés y la respuesta del miedo

La teoría de la evolución nos indica que, esencialmente, estas reacciones, frente al peligro inminente, deben de ser similares en ambos sexos — aunque antes así no se creyera.

También se postula que estas respuestas fueron evolucionadas, durante el millón de años que viviéramos — como cazadores recolectores — durante el pleistoceno.

Es concebible que la selección natural haya jugado un rol decisivo en modular y ajustar estas actividades para el beneficio de todas las especies.

¿Cuáles serían los peligros que, nos confrontaban, entonces?

Los mismos que hoy nos confrontan camuflados.

Predadores, desastres naturales y encuentros con atacantes antagonistas eran riesgos mayores a los que tuviésemos que responder: encarándolos o huyéndoles.

Estas respuestas nos son familiares en sus manifestaciones. El corazón se acelera y su latido se percibe en el pecho — como impresión desagradable — la presión arterial sube, el cuerpo se cubre de sudoración, las manos perspiran y tiemblan. Y, mientras esto sucede, en la sangre, los niveles de las hormonas adrenalina y norepinefrina se elevan, y sus valores permanecen altos mientras el riesgo existe.

El fenómeno descrito en el párrafo anterior se conoce como la activación simpática (o vagal). Ésta constituye la primera respuesta al peligro.

El segundo de los sistemas que participan en la regulación del estrés es el sistema hipotalámico-pituitario-adrenocortical (HPA). Las hormonas de este sistema, cuando se activan, interrumpen funciones que no nos son esenciales de inmediato, para hacer frente al momento, entre ellas están la de comer y la reproductiva.

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Rómulo y Remo

Un aspecto, a menudo ignorado, de esta reacción adaptiva, es que, si bien, las características son idénticas para ambos sexos, la mujer posee impedimentos para confrontar el estrés con la huida: Lo que sucede si ella está embarazada o si tiene a su cargo algún niño incapaz de emprender la fuga por sí mismo, lo que representa una desventaja para ella.

El instinto de cuidar participa de manera crucial en este mecanismo. Por ello, a los hombres les resulta más fácil, luchar y a la hembra proteger a los críos que de ella dependen, aún a riesgo de su propia vida.

Pero, la sinfonía endocrina orquestada por el miedo no termina… Existen otras hormonas y mecanismos conocidos que participan en cascada a la adaptación al estrés, las que hemos estudiado en otras lecciones.

Comer como función

Para nuestra especie, la función de comer — base de la supervivencia — empieza con una vinculación de tres tipos:

  • Primero física, durante la vida intrauterina, luego

  • Afectiva, desde el momento del nacimiento y, finalmente

  • Social, a medida que el desarrollo evolutivo del individuo progresa

Esa vinculación tripartita nunca cesa de existir durante toda la vida del ser humano, como se encuentra presente en toda circunstancia relacionada con el estrés y con la falta de — o con — la comida en exceso.

La mujer y su relación especial con la comida

Parece ser que los amanuenses que transcribieron las palabras de la Biblia lo hicieron teniendo conciencia de que el "pecado original" sólo podría emanar de tres fuentes: de una mujer audaz y curiosa, de una serpiente embaucadora y taimada — símbolo femenino de la astucia diabólica — y de un fruto especial a ser comido.

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Respuesta de lucha o huye

Como secuela de esta historia, la mujer como "alma mater" — madre nutricia o que nos alimenta, tanto física como emocionalmente — siempre ha retenido el simbolismo que esta figura prístina comprende en nuestras mentes.

En algunos simios — nuestros parientes cercanos — la hembra, asimismo, goza del mismo rol que posee en nuestro género.

La fémina provee la comida, acicala a los bebés, y se acarician — socialmente — entre ellas, sin ser homosexuales, aunque lo último no importaría. Pregúntenles a los bonobos.

Además, de la cuida de los críos, las hembras mantienen a la distancia machos hostiles, y se aúnan en grupos para proteger sus tribus.

En nuestra especie, en particular, y en nuestra civilización en especial, la mujer mantiene una relación muy exclusiva con la comida, como ya hemos enfatizado en esta tesis.

No es sólo el hecho de que, comúnmente, la mujer es quien procura y compra la comida — representando por un amplio margen la mayoría de las personas que frecuentan los supermercados — sino que son ellas quienes la preparan, y quienes asimismo la sirven.

Además de esto existe un detalle de la mayor importancia y éste es que algunas de las más severas de las patologías de la hembra de nuestro género giran alrededor de la función misma del comer: Éstas son las disorexias (Véanse mis artículos al respecto).

Las hembras pesan más que los varones. Representan la mayoría de las personas quienes dietan, como asimismo su sexo predomina entre las anoréxicas y las bulímicas del mundo. Aunque sorprendentemente, no son ellas quienes van al quirófano con mayor frecuencia para perder de peso.

Prosiguiendo con la mujer y con la provisión de alimento

Las mujeres, en el pasado, exploraban el entorno en búsqueda de comida para sus descendientes y, a veces, para compartirla altruistamente con los ancianos y enfermos de las tribus donde vivieran.

Al rayar el día, como no habían lugares para almacenar provisiones, la tarea de la hembra joven era la de recoger las frutas y los vegetales que encontrara para comenzar el acopio de la colación del día. Lo que hiciera intuitivamente y sin rechistar.

Lo que nadie entendiera, es que, lo hicieran para nutrir, especialmente, el cerebro del infante, un órgano muy hambriento…

El ser humano emerge del útero con una masa encefálica enorme, aunque no esté del todo desarrollada al nacer. Las demandas nutritivas de este órgano son formidables. Los nuevos retoños requieren atención, nutrición y vigilancia constante, por los primeros años de la vida, como toda madre bien sabe.

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Cazadores recolectores

Expertos han estimado que se necesitan entre 5 y 10 millones de calorías para que un ser humano llegue a su madurez física. De éstas se estima que un 30% del total son utilizados por el encéfalo.

La mujer en su misión diplomática y mediadora

Para lograr su cometido, la mujer debió siempre de ser diestra en la creación de lazos sociales para compartir sus tareas con otras hembras. Ya que los sistemas sociales contribuyen a lograr la disminución de todos los estreses. En esos principios, hoy, se basan las psicoterapias en general, y las dinámicas del poder de los grupos en particular.

Porque somos seres gregarios hay que entender que nuestra socialización comienza antes de la concepción y procede dentro de la vida intrauterina.

Este es un paquete que se origina en la afección dirigida, de antemano, al hombre, que, fertilizándola, produjo el feto que en ella vive. Lo que continúa con el cuidado que recibe durante los meses del embarazo, y que se mantiene con el soporte que le será ofrecido después que el bebé nace.

El mismo feto, antes de salir del útero, forma lazos emocionales con la madre, con quien comparte la misma sangre. Resultando, en que de la salud de ella depende la propia en su totalidad. Como se aprendiera de mujeres embarazadas durante el breve, aunque trágico interludio, de la Guerra de los Seis Días en el 1967 en Israel.

Cómo reaccionaron mujeres encinta, bajo el estrés de la beligerancia, durante la Guerra de los Seis Días… Y el destino ulterior de los productos de estos embarazos

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SNC

Durante ese conflicto, que estallara en la primavera del 1967 cuando el estado de Israel fue atacado simultáneamente, por los ejércitos de siete de sus países vecinos. Todos los hombres y mujeres de edad militar se ofrecieron como voluntarios para defender la madre patria — alegoría muy poderosa esta última — que Stalin usara cuando Hitler invadió la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial.

Las mujeres embarazadas — que permanecieron angustiadas y lejos de sus maridos, durante los días aciagos del, inesperado, conflicto –– y los hijos que, posteriormente, nacieron, fueron sujetos más adelante, a estudios minuciosos para analizar el impacto que el estrés de la separación y la angustia sufrida, tuvieran en el comportamiento futuro de los embriones afectados.

Los resultados fueron significativos y tristes. La mayoría de los niños que nacieron de madres embarazadas durante este período, resultaron ser más agresivos y antisociales que los controles naturales. También, los niños, manifestaron mayores niveles de hiperactividad, poca socialización, y aislamiento emocional.

Todo se consideró resultado del estrés prenatal.

Lo que nos trae de nuevo al propósito de esta lección.

Habiendo escrito acerca de la disminución calórica y de sus consecuencias en nuestra especie. En esta lección deseamos explorar los pormenores científicos acerca de las dietas para reducir de peso, del estrés asociado con éstas, y de los mecanismos que son responsables por los fracasos — y de los pocos éxitos impredecibles — de las dietas en general. (Véase mi artículo, La Restricción calórica: Su impacto incidental en la prevención y cura de la obesidad, que como, pandemia, a todos nos afecta…)

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También haremos aquí una exégesis debida acerca del uso del método más aceptado para estimar la obesidad: El Índice de la Masa Corporal (IMC).

Pero, antes de proseguir, estudiemos la importante influencia, en nuestro organismo, de los glucocorticoides.

Veamos…

Los glucocorticoides son las hormonas de la respuesta del estrés

Cuando el cerebro experimenta, o simplemente, piensa acerca de algo que pueda producirnos daño, o poner nuestras vidas en peligro, éste activa los mecanismos necesarios para enfrentar la contingencia.

El mecanismo involucrado, que ya fuera mencionado antes, se trata del sistema hipotalámico-pituitario-adrenocortical (HPA) cuyas hormonas principales son la norepinefrina y la adrenalina, descargadas por el sistema nervioso simpático. La otra clase de hormonas abarcadas en la respuesta del estrés son los glucocorticoides.

Los glucocorticoides son hormones esteroides.

El término esteroide describe la estructura química general de cinco clases de productos glandulares:

  • los andrógenos — entre estos encontramos los famosos "esteroides anabólicos",

  • los estrógenos,

  • las progestinas,

  • los mineralocorticoides, y

  • los glucocorticoides.

Secretados por la glándula suprarrenal, todos se desenvuelven de manera similar a la epinefrina.

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Guerra de los seis días

La epinefrina, antes el estrés, actúa en segundos, los corticoides soportan esta actividad en el transcurso de unos minutos, su acción, a veces, se extiende por horas.

Como la glándula suprarrenal es básicamente irreflexiva, la descarga de los glucocorticoides, debe de depender últimamente del control de las hormonas cerebrales.

Cuando algo estresante sucede, o cuando se piensa una idea poco placentera — como sería la intención de ponerse a dieta — el hipotálamo responde secretando la crítica hormona conocida como la hormona liberadora de la corticotropina (CRF) dentro del sistema circulatorio hipotálamo-pituitario. En menos de quince segundos, la acción de CRF estimula a la pituitaria para que descargue la hormona adrenocorticotrópica (ACTH), también conocida como la corticotropina. Inmediatamente después de su entrada en la circulación, la corticotropina llega a la glándula adrenal y de inmediato comienza la descarga de los glucocorticoides.

Juntos, los glucocorticoides y las secreciones del sistema nervioso simpático (epinefrina y norepinefrina) son responsables por los fenómenos que ocurren en el cuerpo durante la respuesta al estrés.

Pero, hay más, que pertenece a capítulos, ya estudiados, dedicados al estrés como fenómeno.

El estrés puede causar la muerte.

La respuesta emocional

La muerte por vudú. Otro de los importantes conceptos que Walter Cannon propusiera…

Walter Cannon fue quien describiera, por la vez primera, el fenómeno de la muerte cardíaca súbita, resultado del estrés llevado a su extremo. Sus explicaciones son de interés, como son descritas en su contribución meticulosa a la literatura por Esther Sternberg.

Un ejemplo de esta muerte se encuentra en el Nuevo Testamento en Hechos 5:1-11 en la leyenda de Ananías y Safira quienes mueren súbitamente cuando fueran confrontados en una mentira.

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Madre Patria en Rusia

Acerca del vudú, es cierto que si la fe puede curar, que asimismo, puede matar.

El estrés influencia y afecta todas las funciones de nuestro cuerpo. Afecta el apetito, el cual aumenta o disminuye y cambia nuestra digestión, lo que puede estar relacionado al hecho de que, sufriendo de estrés, a menudo ganamos o perdemos de peso.

Los trabajos de Harry Harlow y de otros, confirman que el estrés producido por la falta de cuidado materno afecta el desarrollo emocional y el crecimiento de los simios. Lo que igualmente ocurre en nuestra especie.

Interludio

Habiendo examinado el instinto materno y habiendo hecho un recorrido somero dentro de los aspectos más importantes de cómo el estrés nos afecta. Invitamos a nuestros lectores a examinar en más detalle estos asuntos en artículos que hemos publicado y que están disponibles en varios portales del Internet.

En el espacio que sigue haremos una discusión del valor que, para la investigación, posee el Índice de Masa Corporal (IMC), antes de discutir la dieta para reducir, desde una perspectiva distinta.

¿Quién tiene sobrepeso y quién no?

Pregunta válida que, a veces se contesta, sin bases para hacerlo, por medio de: La utilidad relativa del IMC

El instrumento de preferencia universal para el diagnóstico de la obesidad es el IMC.

Pero, ¿qué sabemos acerca de sus mecanismos, aplicaciones precisas y de sus limitaciones?

Investigaciones recientes nos aseguran de que ser un poco "gordito" puede representar una ventaja adaptiva — que a menudo ignoramos — debido a nuestra obsesión morbosa con el sobrepeso. (Véanse mis artículos al respecto).

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Índice de masa corporal

Otras exploraciones científicas asimismo tratan de convencernos de que lo contrario es lo que aplica. Que siendo malnutrido es el camino real hacia la longevidad idónea.

La evidencia no ha bastado para persuadirnos a todos de una manera o de otra.

Lo que deseamos aquí es establecer, cómo llegan los científicos a catalogar, con la autoridad con que lo hacen, lo que es gordura, lo que es excesiva gordura, y lo que es normal.

Central a este debate está el IMC y su significado.

La ecuación que lo calcula es muy simple: Peso en kilogramos divido por el cuadrado de la altura en metros, y voilà.

Para empezar, lo haremos con una crítica. Este método resulta ser defectivo porque no toma en cuenta la evaluación de la distribución de la grasa corporal, resultando en la omisión de una medida de la mayor importancia para la salud.

Otros críticos lamentan que el IMC no distingue entre masa muscular y masa grasa. De esa manera personas que son muy musculares terminan siendo clasificadas como teniendo sobrepeso o siendo obesas, aunque no lo sean.

Las categorías mismas de "normal", "sobrepeso" y "obeso" proyectan una certidumbre matemática, arbitraria, irrealista, y poco sustanciada.

Los orígenes del IMC

El erudito investigador belga Adolphe Quetelet concibió esta medida en el 1832 en sus esfuerzos para definir un "hombre normal", en todos los respectos, hasta que la edad en que éste contrajera matrimonio.

El proyecto iniciado por este científico no tenía nada que ver con la obesidad o sus complicaciones, y, mucho menos, con el matrimonio.

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Usando la información obtenida por el estudio de varios cientos de sus compatriotas, Quetelet determinó que la relación entre estatura y peso, en el hombre adulto, no variaba en proporción directa a la altura, sino que lo hacía en proporción al cuadrado de la estatura.

La nueva estimación tuvo poco impacto en la comunidad médica hasta que los investigadores, en el siglo XX, comenzaran a sospechar que la obesidad se asociaba con problemas de la salud.

Las compañías de seguros y sus actuarios deseaban establecer con la mayor certeza los riesgos que sus intereses asumían si aseguraban personas con sobrepeso.

Los métodos utilizados para estimarlo eran complicados y, asimismo, difíciles de conducir y de aplicar.

En el 1972, entra de nuevo en la escena de la nutrición humana— aunque, esta vez, de manera diferente — Ancel Keys, de fama adquirida en el Experimento de Minnesota (1944).

A la sazón, Keys había publicado los resultados de su histórico estudio Indices of Relative Weight and Obesity en el cual incluyera 7400 hombres en cinco países. El investigador examinó cuál de las varias fórmulas, entonces disponibles, estimaría mejor en cada individuo, el porcentaje de grasa — como medida directa — contenida en su cuerpo.

Para él ésta medida, resultó ser el Índice de Quetelet.

A esta ecuación Keys le dio en nombre de Índice de Masa Corporal (IMC).

Barato, sin dificultades técnicas, se volvería el DSM-ETC de la psiquiatría para los investigadores del sobrepeso universalmente.

Muy pronto este criterio se popularizó. Reputación que aumentaría cuando en el 1985 el National Institutes of Health (NIH) norteamericano le proporcionó el estatus oficial de ser la calculación recomendada como estándar para determinar el grado de peso en exceso, desde el punto de vista médico y de la investigación científica.

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Vudú

Entonces, en el 1998, (como asimismo, constantemente lo hace, DSM), NIH cambió las reglas.

Los revisionistas, consolidaron los niveles básicos para hombres y mujeres (aunque el contenido de grasa de cada sexo difiere significativamente) y establecieron números redondos para asignar a cada nivel de sobrepeso. Lo que facilitó las determinaciones enormemente, aunque aumentaron drásticamente el margen de error.

Keys nunca había tenido la intención de usar el IMC de la manera en que se estaba haciendo. Y, mucho menos, usarlo para establecer clasificaciones diagnósticas. Ya que, en su propio juicio, esta determinación ignora variables muy importantes como son el sexo y la edad. Que afectan cómo el IMC se relaciona con la salud.

A pesar de sus imperfecciones, y de la validez de las críticas que lo refutan, los investigadores que lo usan, continúan haciéndolo de manera impávida (como asimismo hacen con DSM-ETC).

Así es la vida…

Un artículo reciente en la revista Circulation, sugiere que el sistema debe de ser abolido en su uso científico, y que las personas, sin entrenamiento específico que lo aplican liberalmente, sean aconsejadas de lo erróneo de esas prácticas. Lo que a nadie disuadirá…

Pero existen métodos más acertados que el IMC…

Una medida más efectiva que el IMC es otra que goza de la mayor vigencia.

La medida de la circunferencia ventral — o perímetro de la cintura — como sistema de gran validez

Ésta consiste en establecer el perímetro de la circunferencia de una persona alrededor de la cintura. Lo que suministra un estimado más acertado de la grasa abdominal del individuo y de su riesgo para las complicaciones posibles consecuencia de la obesidad.

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Experimento de Minnesota

Las Sociedades Americanas de Nutrición y la Asociación Americana de la Diabetes, han asumido el uso de la medida de la circunferencia ventral y han desechado el IMC.

Lo que no importa. Ya que los científicos persisten en sus derroteros, a pesar de la desventajas documentadas del método por ellos habitualmente usado.

Una condición importante que puede sospecharse con esta determinación y con el auxilio de pruebas de laboratorio es el síndrome metabólico.

El síndrome metabólico

El síndrome metabólico es un conjunto de elementos de riesgo, constituido básicamente por cinco variables:

  • obesidad abdominal,

  • elevados niveles de triglicéridos,

  • bajos niveles de colesterol "bueno" (HDL),

  • altas cifras de glucosa en la sangre, y

  • presión arterial alta. 

De acuerdo a un estudio realizado, las mujeres con síndrome metabólico presentan un riesgo coronario aumentado en un 370%, mientras que su mortalidad es 2,4 veces mayor. Sin embargo, esta realidad es fácil de prevenir, si las pacientes toman conciencia de la necesidad de adoptar un estilo de vida saludable, idealmente antes de los 45 años. 

Por otra parte, la obesidad visceral o central, genera en los pacientes un agravamiento de su resistencia a la insulina, factor clave para desarrollar diabetes, por lo que quienes sufren de síndrome metabólico son serios candidatos a sufrir de esa enfermedad. (Para leer más: http://www.monografias.com/trabajos91/medicaciones-antipsicoticas-y-sus-riesgos/medicaciones-antipsicoticas-y-sus-riesgos).

¿Cuánto debe medirse el perímetro de la cintura?

La medida del perímetro de la cintura no debería exceder, en el caso de las mujeres, los 88 centímetros, y para los hombres los 102 centímetros.

Prosiguiendo

Cuando pensamos, tan sólo, en comenzar una dieta, el hecho mismo de pensarlo desencadena reacciones de estrés anticipatorio en el organismo. Porque las dietas son hambre desacostumbrada, sacrificio y experiencias tan desagradables como lo son negativas.

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Eje pituitario-hipófisis

El problema aquí no es repetir que las dietas son estresantes, esa es la parte que ya todos bien conocemos. Lo que nos interesa aquí es desglosar los factores que intervienen para impedir su éxito permanente y final.

Empezaremos con un análisis del brote de la obesidad como "epidemia", haciéndolo en el preciso lugar donde ésta tuvo sus comienzos: En los Estados Unidos de América.

La historia, y sus "razones", son de mucho interés y aún bastante entretenida.

Veamos

Historia de la epidemia de la obesidad en América

El Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades estadounidense (CDC) mantiene uno de los más exhaustivos sistemas de datos que existen acerca de los americanos.

Este proyecto que comenzara hace más de sesenta años, se conoce como National Health and Nutrition Examination Surveys.

Quienes participan en este estudio se seleccionan al azar y se someten a una batería de pruebas conducidas por expertos que viajan en vehículos especiales, que el CDC moviliza por todos los estados para lograr sus fines.

He aquí donde nuestro relato comienza.

Al principio de las 1990s una investigadora en el CDC llamada Katherine Flegal estaba en medio de revisar los resultados de las encuestas hasta entonces concluidas, encontrando resultados que les parecieran increíbles.

De acuerdo al Primer Estudio de la Salud Nacional, que fuera completado al principio de los años sesentas, 24.3% de los americanos sufrían de sobrepeso definidos por un IMC mayor de 27.

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Muerte de Safira por Nicolás Poussin

Para el segundo estudio completado en los años 1970s este índice, había crecido por tres cuartos de uno por ciento, a un veinticinco por ciento. Pero, los resultados que Flegal encontró tan sorprendentes provinieron del cuarto estudio, durante los años ochentas. El peso de los americanos, en lugar de crecer paulatinamente, había subido exageradamente: ya que un 33.3% de todos los adultos calificaban para tener sobrepeso.

Flegal trató de determinar si los resultados estaban contaminados por errores técnicos, los que no pudo encontrar.

Finalmente, ella y sus colaboradores, en el 1994, publicaron sus hallazgos en el Journal of the American Medical Association. Demostrando que en un lapso de tiempo de sólo diez años, los americanos, colectivamente, habían ganado más de mil millones (un billón) de libras.

Si en vez de libras hubiesen sido casos reportados de una enfermedad cualquiera, el CDC estaría obligado a definirla como epidemia.

El proceso avanza

Durante la siguiente década los americanos seguirían, y continuarían, engordando sin pausa.

Los hombres, en promedio, pesan diecisiete libras más que lo que pesaran en los años setentas, y para las mujeres las cifras son aún más altas: diecinueve libras.

La proporción de niños entre las edades de seis a nueve años se ha triplicado, mientras que la proporción de adolescentes con sobrepeso, entre las edades de doce a diecinueve años, se ha cuadruplicado.

Pero, igualmente, sucede en los servicios militares. Donde se estima que un cuarenta por ciento de mujeres jóvenes y un veinticinco por ciento de hombres jóvenes pesan demasiado para enlistarse.

Los que eran muy pesados asimismo se volvieron más pesados. Más de doce millones de americanos ahora tienen un IMC por encima de los cuarenta, lo que significa que, para una persona que mide 5"9", ésta pesa más de doscientas setenta libras.

Veamos el efecto neto de este fenómeno.

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Australopithecus afarensis

Los hospitales han tenido que comprar sillas de ruedas especiales para acomodar al obeso. Las puertas giratorias tuvieron que ser ensanchadas de diez, a doce pies de diámetro. Una compañía en Indiana, que construye ataúdes, ofrece cajas mortuorias reforzadas para poder tolerar mil cien libras. Igualmente se ha estimado que el extra peso de los pasajeros les cuesta, en combustible, a las compañías aéreas norteamericanas, unos doscientos cincuenta mil millones de dólares al año.

Otra de las razones para desarrollar esta tesis es el hecho de que nadie — absolutamente, nadie — puede explicar qué ha sucedido de proporciones tan enormes, que ha propiciado que los americanos ganaran tanto peso, tan rápidamente.

Las explicaciones, adoptan varias formas y se adaptan a sistemas que los investigadores prefieren o patrocinan.

Como expresara en mi charla: La dieta paleolítica: Paraíso perdido y en mi artículo La política de la gordura…, los factores determinantes de la obesidad abarcan asuntos de la mayor diversificación, que todavía permanecen muy poco entendidos.

En las páginas que siguen haremos una revisión de las especulaciones teóricas que hoy gozan de la mayor aceptación.

  • Las aplicaciones de la teoría de la evolución

Los que las utilizan nos dicen que el cerebro es un órgano muy hambriento y uno que demanda, para efectuar sus funciones, muchas calorías.

Nuestros antepasados estaban dotados con cerebros muy pequeños. El Australopithecus afarensis, quien viviera hacen unos tres millones de años sólo tenía una capacidad craneal de 400 centímetros cúbicos, lo que aproxima la de un chimpancé.

Los humanos modernos poseen una capacidad craneal de 1300 centímetros cúbicos.

La pregunta, para los darvinistas es, a medida que nuestros cerebros crecían ¿cómo los alimentábamos?

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Hipótesis del Tejido Costoso

De acuerdo a la Hipótesis del Tejido Costoso, los humanos compensaron por la energía usada en sus cerebros cortando la que usaban en sus intestinos.

A medida que el cráneo creció, los tractos digestivos se achicaron. Lo que los forzaría a la obtención de comidas más densas en energía calórica que las que usaran previamente.

Lo que resultó fue un proceso auto-reforzador de alimentación que adoptó un gusto pronunciado por comidas que son altas en calorías y de fácil digestión. Del mismo modo que a los gorilas les apetecen hojas tiernas, a nosotros nos apetecen los pasteles de queso cubiertos de chocolate y helado.

Aunque nadie sepa con certidumbre cómo era la vida durante el pleistoceno, es razonable asumir que, entonces viviéramos, precariamente, de la mano a la boca, como dicen los anglosajones.

En tiempos de abundancia, nuestros antepasados tenían la necesidad de almacenar energía, para poder usarla cuando los tiempos de escasez — que eran inevitables — llegaran. El problema era, que el único lugar donde ellos podían acumular comida, como reserva, para usarla después, era en sus propios cuerpos.

La grasa del cuerpo, es muy rica en energía, y, a la vez, muy ligera en peso. Cuando se extrae el agua, un gramo de grasa, contiene 9.4 calorías, comparado con 4.3 calorías en un gramo de proteínas. Pero, cuando el agua se deja, un gramo de grasa, todavía posee 9.1 calorías, mientras que un gramo de proteínas solamente tiene 1.2.

Como resultado, una persona con una tendencia genética que la predispone a acumular grasa, en teoría, goza de una ventaja adaptiva.

Los darvinistas argumentan que esta ventaja sería significativa, mayormente para las mujeres. Ya que los humanos recién nacidos son inusitadamente corpulentos entre todos los mamíferos, como sólo las focas capuchinas (Cystophora cristata) que tienen el porciento más alto de grasa al nacer.

Presumiblemente, nuestros bebés, necesitan las extras reservas de de combustible para suplir sus cerebros descomunales.

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Cystophora cristata

De forma reveladora, los humanos, en diferencia marcada con otros animales, no tienen estaciones señaladas para la fertilidad. En su lugar, la ovulación — como hemos visto en otras de mis ponencias — se relaciona a la acumulación grasa de la mujer. Las que son muy delgadas, como las anoréxicas, o las que padecen estrés no logran menstruar.

De indiscutible manera, para los humanos de entonces, ganando demasiadas libras, les representaría desventajas obvias. Es muy difícil perseguir una presa si se es gordo. Lo que significaría un argumento darvinista contra la misma obesidad.

Los que acatan la teoría del darvinismo nutritivo, arguyen que las oportunidades, de comer demasiado, entonces, eran muy limitadas.

La austeridad constituiría la regla para sociedades de cazadores-recolectores. Lo que no cambiaría cuando los seres humanos comenzaron a formar comunidades agrícolas, hace de eso, unos diez mil años.

Genes que controlaran el aumento de peso no pudieron haber sido seleccionados en ese período, por la simple razón de que su presencia no era necesaria.

Por contraste, en los EE UU, hoy, es muy fácil obtener extra calorías sin esfuerzo. Con unos pocos dólares, se pueden comprar las cantidades suficientes de azúcar, grasas hidrogenadas, HFCS, y harinas refinadas para suplir las demandas calóricas de un individuo — para una semana — en un sólo día.

Este fenómeno se conoce como el Paradigma Desigual. Que se expresa de la manera siguiente: "Nacimos para florecer en las sabanas estoicas del África, para ahora vivir en la tierra de los fast-food".

La explicación evolucionista de la obesidad es un argumento muy persuasivo, aunque muy poco convincente. Porque si así fuera, todos los americanos, en este instante preciso, deberían de ser obesos. Y, además, por el momento, varios millones de años de evolución homínida, aún no pueden explicar por qué es que solamente en las últimas décadas nuestras cinturas comenzaron a expandirse.

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Alimentación paleolítica

  • Los economistas y la obesidad epidémica

Pero, la obesidad ha sido asimismo interpretada por nadie menos, que los economistas, en búsqueda de argumentos para justificarse a sí mismos.

Estos arguyen que los americanos comenzaron a añadir libras a sus cuerpos en los años ochentas, porque era apropiado — desde el punto de vista monetario — el así haberlo hecho.

Si se examina detalladamente, la comida se ha abaratado en las décadas pasadas. Mientras que las comidas que, realmente, engordan son las que han disminuido de manera más significativa en su precio.

Entre 1983 y 2005, el costo real de grasas y aceites ha declinado un dieciséis por ciento. Y, durante el mismo período, el costo real de bebidas gaseosas ha bajado más del veinte por ciento.

Para casi todos, una Coca-Cola, entonces, era un gusto reservado para ocasiones especiales. Hoy, los refrescos constituyen el 10% de todas las calorías ingeridas en los Estados Unidos, lo que las hace la comida primordial en la dieta americana.

Se estima que, sin en lugar de beber sodas, los americanos bebieran agua, que ellos pesarían quince libras menos.

Partes: 1, 2
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