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La Cortesía Verbal, una práctica social necesaria (página 2)


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Varios son los pasajes donde se saluda sólo para mostrar una buena impresión, agradar a alguien u obtener algo. Ejemplo:

Una joven se encuentra revisando su correo electrónico y llega un joven conocido por ella, la saluda efusivamente (incluyó el beso en el rostro) y luego le pide que lo deje revisar también su correo.

Al concluir el incidente se conoce que en circunstancias cotidianas el joven no acostumbra a comportarse de tal modo. Se puede apreciar entonces que se saludó para alcanzar un objetivo (revisar el correo electrónico).

Este acto hace palpable la escala coste-beneficio de la máxima de tacto, en el sentido de que para la joven significó un coste, pues tuvo que cerrar de inmediato su email, ceder la computadora y la silla, y esperar a que el joven terminara. En cambio, este último se vio beneficiado inmediatamente por la actitud de su conocida y pudo obtener su propósito. En este caso, la posición social adoptada por el joven está al mismo nivel que la de su receptor, debido a que su objetivo es pedir un favor, el cual no alcanzaría si se comporta de manera superior o altanera.

Por tanto, resulta obvia la analogía entre la temática en cuestión y los presupuestos teóricos de Leech, así como la vigencia de estos en los estudios lingüísticos actuales.

Por otra parte, la Teoría de los Actos de Habla (Vid supra) de Austin y Searle no puede dejar de mencionarse al hablar de cortesía porque precisamente es a través de ellos que se hace visible. Como su nombre lo indica los actos de habla establecen la comunicación como una forma de actividad. Cuando se habla se lleva a cabo una acción y el saludo es ejemplo fehaciente de ello.

Si el acto de saludar no se realiza, si al pedir un favor no lo agradecemos o al recibir un halago no nos inmutamos, entre otros sucesos cotidianos, ese acto en lugar de aceptarse como cortés pasa a considerarse descortés. Es decir, los actos de habla no sólo son corteses, también a través de ellos se puede reflejar descortesía.

1.2.2 Descortesía verbal.

La descortesía verbal es una violación del contrato conversacional basado en los derechos y obligaciones que los interlocutores se conceden mutuamente. Los actos descorteses prototípicos denotan un estado psicológico negativo de un hablante (A) hacia otro (B), tal es el caso de insultar, despreciar, etc. (Gioia, 2007:5)

Lakoff (1989) propone una diferenciación entre cortesía, comportamiento no cortés y descortesía o rudeza. Los enunciados corteses son conformes a las reglas de la cortesía, sean o no esperados en un tipo particular de discurso; los no corteses no son conformes a las reglas de la cortesía y son utilizados cuando la aplicación de éstas no es esperada; los descorteses no utilizan las estrategias de la cortesía y, al ser éstas esperadas son interpretados como un enfrentamiento intencional (Idem).

Esta clasificación permite deducir que el comportamiento lingüístico de los hablantes debe analizarse a partir del tipo de discurso y que éste no puede verse radicalmente desde la dualidad cortés/descortés, pues también existe el uso no cortés, que será analizado posteriormente.

Kasper (1990) establece la distinción entre descortesía no intencionada e intencionada. Esta última adquiere tres tipologías: la que se debe a la falta de control de las emociones (expresión incontrolada de la alegría o enfado que puede ser percibida por el entorno como descortesía), la estratégica (se corresponde con el comportamiento no cortés según Lakoff, 1989) y la irónica (rudeza estratégica al ser deliberada y tener objetivo determinado). Leech (1983) propone otro tipo denominado descortesía disimulada, en ella el contenido proposicional de los enunciados descorteses son falsos siendo tomados por A como una broma de B, por lo que se crea una solidaridad entre los interlocutores (Ibid.: 5-6).

Estas ideas permiten definir a la descortesía como lo alejado de la norma, aquel comportamiento que no es adecuado porque, en este caso, provoca incomodidad en las relaciones interpersonales y hasta conflictos. Con respecto al saludo, se incurre en la descortesía cuando no se efectúa, no se responde al recibirlo o cuando las expresiones utilizadas son tomadas como agresoras por el destinatario, ya porque verdaderamente sean desagradables o por su concepción individual sobre las formas correctas a emplearse cuando se saluda. Este comportamiento también es de interés para la investigación, pues no sólo se pretende estudiar, a partir de las formas de saludo de los jóvenes con personas conocidas o desconocidas, lo relacionado con el saludo cortés, sino también con el descortés y anticortés.

Al decir de Bally (1951) "los polos entre los que oscila la expresión hablada son la predominancia del yo o la de los sujetos extraños al yo" (Ibid.:1). En presencia del primer polo se estaría frente a una forma de descortesía, debido a que se viola la máxima de modestia de Leech (Vid supra, 1.2.1) no se presta atención al otro sino a sí mismo. Sin embargo, al suceder lo contrario sí se puede hablar de cortesía o también deferencia (aunque tampoco resulta efectivo prestar demasiada atención al discurso del otro, puesto que se dejaría a un lado el discurso personal; es decir, debe lograrse un equilibrio en las interacciones verbales con otras personas). Esta deferencia, según D. Gioia, puede ser auténtica, nacer de impulsos desinteresados o perseguir intereses particulares del hablante aún cuando aparentemente se persigan los del alocutario (Idem).

El saludo, en muchas ocasiones, puede analizarse como deferencia porque, precisamente, hay personas que lo utilizan con el objetivo de alcanzar intereses particulares, lo cual, en la mayoría de los casos, es obvio y, por ende, se percibe. Por ello puede decirse que la cortesía más que una regla social que se debe cumplir, es una decisión particular de los individuos, quienes, incorrectamente, la manejan de acuerdo con sus objetivos, cuando debería ser una constante en las interacciones por el nivel de agrado que les impregna.

Los actos descorteses comprenden aquellas ocasiones en las que no se pretende preservar la imagen del otro, sino deteriorarla o destruirla. Destruyen los intercambios sociales, hasta tal punto, que pueden llegar a hacer imposible la vida en sociedad. De ahí la importancia de la afirmación de Brown y Levinson "toda sociedad tiene que controlar la agresividad de sus miembros, y contrarrestarla para que existan unas relaciones adecuadas" (Dorta, 2007:7 Apud Bernal, 2005).

Sin embargo, existe otro comportamiento, catalogado por muchos como "descortés", bien llamativo actualmente, sobre todo entre los jóvenes, relacionado con el modo de tratarse y que tiene como una de sus manifestaciones el saludo. Los especialistas lo denominan: no cortés o anticortés.

1.2.3 Anticortesía verbal.

Uno de los autores de obligada mención cuando se habla de anticortesía verbal es Klaus Zimmerman porque explica claramente este fenómeno a partir de jóvenes hablantes de español; de ahí que esta investigación se acoja a sus consideraciones al respecto. Estas se incluyen en el estudio "Constitución de la identidad y anticortesía verbal entre jóvenes masculinos hablantes de español" (2002).

Según Zimmerman la aceptación del trato "descortés" entre los jóvenes:

… se limita al grupo de amigos y compañeros (…) si estos actos no están considerados por los afectados como deterioro o amenaza a la imagen no podemos considerarlos como descorteses. Más bien habrá que considerarlos como una clase sui generis. Forman parte de una actitud más general que los estudios del lenguaje juvenil han destacado en el comportamiento lingüístico y paralingüístico (semiótica del cuerpo, etc.), una actitud antinormativa. Lo vemos en los mecanismos de constitución del léxico juvenil, y lo vemos todavía con más claridad en sus hábitos de interacción entre ellos y sobre todo en lo que respecta a la identidad. Por ello pienso que los actos descritos como descorteses de hecho no son descorteses sino que son parte de esa actividad antinormativa (2002: 57-58).

También agrega…

Esta categoría significa que los jóvenes tienen igualmente la pretensión de ser miembros respetados de su grupo. Sin embargo, este estatus no se adquiere por los procedimientos del mundo adulto, sino al contrario por la violación de estas normas y reglas. Se trata entonces de un evento de colaboración mutua para crear este universo antinormativo. La anticortesía es una de las estrategias (Idem).

Los actos de habla anticorteses, en este caso los que constituyen saludos, "amenazan la identidad de los interlocutores, sin que ellos se sientan ofendidos por tal trato. Asimismo, producen efectos afiliativos que refuerzan el sentimiento de solidaridad en el grupo" (Bravo, 2005:s.p).

Esto explica, de algún modo, el empleo de formas de saludo muy particulares entre los jóvenes. En este aspecto es válido señalar que no siempre son mal vistas estas expresiones por personas de otros grupos, las menos, quienes hasta intentan "ponerse a tono" con ellos e imitarlos.

Al comportamiento lingüístico anticortés también se le dedica atención en el presente trabajo, cuya esencia es estudiar las tres formas de tratamiento que implica la Cortesía Verbal: cortés, descortés y anticortés, mediante el uso del saludo.

El saludo como manifestación de las relaciones interpersonales

En este epígrafe se estudia lo referente al origen y evolución del saludo como manifestación de las relaciones interpersonales y, posteriormente, a sus características como acto de habla.

El saludo constituye una de las formas lingüísticas más importantes dentro de las relaciones interpersonales, puesto que, en la mayoría de los casos, inicia el intercambio comunicativo; primero se saludan y luego conversan. Por lo tanto, de él depende, en gran medida, el éxito de la interacción de los individuos. Es, entonces, fundamental reparar en la manera en que se realiza, las expresiones que se utilizan y la frecuencia con que se usan, para valorar hasta qué punto pueden ser corteses, descorteses o anticorteses. Precisamente, este estudio busca hacer un llamado al respecto a partir de la descripción lingüística que se realiza.

Son diversas las formas de saludo empleadas por los seres humanos: a través del contacto físico, de gestos, de palabras y la combinación de todas ellas. Se considera que esto depende del nivel de confianza que exista entre las personas, aunque, en nuestra sociedad, hay ocasiones en las que se utilizan expresiones o contacto físico sin que exista un previo conocimiento de quién es el interlocutor; ello refleja las características de la cultura del cubano, donde hay una mayor cercanía, proximidad o grado de confianza entre los interlocutores, sin que ello se vea del todo incorrecto socialmente, pues somos una cultura de solidaridad de acuerdo con lo que expresa Haverkate, (Vid supra, 1.1.2.1) (2002:68-69).

En sus inicios, el saludo era un acto de significación funcional, por medio del cual los hombres disipaban sus temores mutuos tomando las manos del otro con el fin de asegurarse de que no portaban armas con las cuales pudieran causarse daño (Areiza Londoño, 2002: 73). De ahí proviene su enorme importancia para la especie humana, aunque hoy en día no es muy conocido este elemento. Sin embargo, continúa teniendo valor.

En la historia del saludo es posible observar que cada país o región posee una manera particular de interpretarlo y efectuarlo. Por ejemplo, en Japón un mercader debía saludar a un noble prosternándose con la frente pegada al suelo hasta que recibiera la orden de levantarse, luego debía inclinar la cabeza para hablar, lo cual refleja el gran respeto que existía en las relaciones entre las clases sociales; más que un saludo era una ceremonia. Por su parte, los polinesios se saludaban frotándose las narices y olfateándose y los esquimales y tibetanos, sacándose la lengua. Pero no sólo se usaba el cuerpo, también se incorporó el uso del lenguaje. Así lo demuestran los árabes con el empleo de la expresión "salaam aleikum" ("la paz sea contigo"); los hebreos con sehalom (te doy salud); los romanos se decían ¡Salve!; los griegos, khaíre (alegría); el indio americano invitaba a fumar la pipa de la paz; el tuareg, en el desierto, ofrecía su casa, su comida, en gesto de igualdad de rangos dentro de su contexto hogareño (Idem).

O sea, en un principio reflejaba una jerarquía entre los hombres; en cambio, se modifica su uso y se convierte en un acto de cortesía y amistad, pues se desea salud al otro de acuerdo con el significado etimológico del propio término "saludar" que es "dar salud". Todo ello perdura hasta nuestros días en el frecuente "apretón de manos", los "abrazos y besos efusivos" y algunas expresiones como "tengan buenos días"…"cómo está su salud"… "¡y la familia!".

Sin embargo, las diversas frases escuchadas a diario entre los más jóvenes, y ya hasta entre personas de más edad, se alejan un poco de esta esencia, es el caso de "mi vida…", "mi amor…", "el mío…", "la mía…", "querido…", sin la existencia de una relación íntima que justifique su uso; o de "asere, qué bolá…", "qué vuelta…", "el bola qué…", "qué hay….", que, evidentemente, indagan acerca de la vida del otro o de lo que está en el ambiente.

Al analizar esto debe tenerse en cuenta la influencia de factores extralingüísticos denominados por Areiza Londoño (2005: 92) como marco sociolingüístico o contexto histórico-cultural. Este autor agrega además que "las variables sociales, en las que se enmarcan las relaciones interpersonales, determinan de alguna manera la forma lingüística de los juegos de lenguaje del grupo y la actitud de los agentes en la comunicación, de lo que no se exceptúan las formas de saludo. No saluda de la misma forma, ni con la misma actitud, una persona de edad madura que un adolescente; un ejecutivo que un desempleado" (Idem).

Es decir, que estas diferenciaciones sociales influyen en el habla por lo que se sectoriza o divide la población en grupos con características léxicas particulares, las cuales reflejan su procedencia sociocultural y, dentro de ella, la aceptación o marginación socioeconómica a la que están sometidos. Dentro de ellos se generan, bajo estas circunstancias, las nuevas formas lingüísticas consideradas mayormente como negativas en relación con lo estándar (Ídem).

El saludo es una de las más frecuentes vías de comunicación e intercambio entre los individuos. Su ausencia puede ser considerada como irrespeto o mala educación, de igual modo sucede con su ejecución por medio de frases diferentes a las archiconocidas o muy novedosas, que no siempre son descorteses, sino, como ya se analizó, anticorteses. Por tanto, cuando se saluda, así como cuando se promete, amenaza o invita a otra persona, se lleva a cabo una acción. De ahí que se les califique como actos de habla.

1.3.1 El saludo como acto de habla

El acto de habla saludar es un evento convencionalizado mediante el cual dos o más actores en un intercambio cara a cara y cortés, conforman un ritual que los introduce en una construcción de juegos del lenguaje, los cuales se validan en una transacción de sentidos a partir de un (re)conocimiento. Como ritual de aproximación, fomenta una relación entre participantes, contextualiza, define las actitudes, establece el comienzo de una conversación y/o refrenda la relación de los sujetos, o lo que es lo mismo, materializa vínculos sociales y afectivos entre los actores. Se da a partir de la capacidad que tienen los sujetos de interiorizar convenciones y actuar de acuerdo con ellas y sus propios criterios, adoptando una actitud responsable frente al otro, sustentada en las expectativas de los actores en microcontexto (Londoño, 2002:76).

De acuerdo con lo anterior, Londoño identifica en el acto de habla saludar tres aspectos necesarios: la cortesía, la sinceridad y el reconocimiento; y cuatro relaciones que median dichos elementos: convención social, intencionalidad, compromiso e identificación. Tanto unas como las otras son construidas a partir del y con el lenguaje como instrumento necesario para la internalización del hecho cultural y la socialización del individuo (Idem).

Por lo tanto, el acto de habla saludar según Londoño (2002:76-79) se compone de:

• la cortesía: sistema que regula los comportamientos y es observado y acogido por los usuarios de una lengua para construir y/o realzar su imagen positiva. Se puede entender como la capacidad que tienen los interlocutores de actuar conforme a un rol dado y de responder de acuerdo con las expectativas que de ellos se esperan. Puede usarse para construir condiciones que favorezcan, o por lo menos faciliten, el logro de los objetivos que se propongan los actores de la comunicación. Está ubicada en el mundo social, donde se evalúan los comportamientos y las relaciones interpersonales dentro de un contexto de normatividad establecido por la historia y adoptado por el grupo (Ibid.:77).

• la sinceridad: entendida como "la intención que tiene el hablante de llevar a cabo el acto" (Searle, 1986:68 Apud Idem). Se ubica en el mundo subjetivo, al que sólo el emisor tiene acceso privilegiado, y es el único que puede asegurar la completitud del acto de habla realizado y del reconocimiento del interlocutor (Idem). La violación de las reglas relacionadas con las condiciones de sinceridad da como resultado abusos en el uso del lenguaje: actos de habla huecos (Austin, 1982 Apud Ibid.:78).

• el reconocimiento: lugar donde se identifica al interlocutor, se reconoce la distancia social y se construyen los enunciados en relación con la evaluación que hacen los actores de su situación personal y del contexto. En el caso del saludo, se produce cuando se identifica al interlocutor con sus compromisos como sujeto con el cual se logran condiciones de fortunio; se concreta en un acuerdo, no racional, afectivo, donde se aceptan los roles sociales y las microrrelaciones de poder, despojando al otro de su rol e identificándolo como ser humano. En términos del acto de habla saludar se puede entender como desearle cortés y sinceramente al otro que se encuentre bien (Ibid.: 79).

• las convenciones sociales: garantizan cultural y socialmente la continuidad de los saberes cotidianos legitimados en la comunicación; es decir, todas aquellas construcciones sémicas elaboradas por las comunidades en el transcurso de su historia, que enmarcan los comportamientos de los usuarios en sus acciones, constituyen un cuerpo regulativo y constitutivo fundamental en la construcción de la identidad y de la cohesión grupal. Se actualizan en el conjunto de prácticas socio-culturales que componen el saber colectivo (Ibid.:77).

• la intencionalidad: se configura en la subjetividad del hablante, a partir de sus propósitos y expectativas en relación con el otro y con el fin de lograr las mismas condiciones para el acuerdo, cuya esencia es el reconocimiento mutuo; determina la razón de ser de la actividad discursiva (Ibid.:76).

• el compromiso: es el cuerpo de obligaciones que adquieren los actores como consecuencia del ejercicio sincero de la cortesía y las convenciones sociales con el fin de establecer un reconocimiento del rol social (Ibid.: 78).

• la identificación: implica que los actores se despojan de sus roles y se reconocen en sus acciones por las condiciones de veracidad que cada uno despierta en el otro y acepta responsablemente (Idem).

De acuerdo con estas condiciones, el saludo puede ser sincero o no-sincero. En el primero, se cumplen las condiciones del mundo social y del mundo subjetivo y tiene como núcleo de la relación intersubjetiva, al sujeto social e individual en sí, es decir en su rol y en su persona real. Los factores relacionales: convención social/ compromiso de un lado e intencionalidad/ identificación, por el otro, se vinculan directamente significando con ello la necesidad de la construcción de estas instancias que confluyen en el reconocimiento y legitiman el uso del lenguaje que circula cortés y sinceramente en el mundo de la vida. Persigue como fin producir un encuentro con el otro y/o evaluar, refrendar una relación existente (Ibid.: 79).

Por su parte, el no-sincero se caracteriza por la coexistencia de la cortesía con las formas lingüísticas y/o quinésicas en el acto de saludar. Se interpreta como el "obedecimiento" a la convención social y a los compromisos generados en la interacción, quedándose el saludo sólo en el aspecto superficial del acto, ignorando intencional o inconscientemente las condiciones de sinceridad, reconociendo al otro en su rol o en su instrumentalidad, al tiempo que se le desconoce en su identificación y humanidad, configurándose un abuso en la comunicación. En oposición al saludo sincero, el lenguaje circula protocolaria, estratégica y cortésmente por el mundo social, por lo que se puede clasificar en estratégico y protocolario (Ibid.:81).

El estratégico ocurre cuando uno de los actores desconoce las condiciones de sinceridad y las reemplaza intencionalmente por estrategias lingüísticas e ilocutivas, neutralizando el mundo subjetivo del interlocutor y su identificación como ser humano, haciendo uso del mundo social a través de los compromisos generados al otro con su "decir", para lograr la perlocución (Idem). Ejemplo: Hola querido, cómo estás, me puedes dejar revisar el correo (electrónico).

El protocolario se caracteriza por el hecho de que los autores desconocen en su integridad el mundo subjetivo y la identificación del interlocutor, reconociéndolo en su rol. Las condiciones de sinceridad son sustituidas por las condiciones protocolarias legitimadas por el mundo social a través de las convenciones sociales y los compromisos adquiridos o impuestos institucionalmente. Se usa en la política y en la cotidianidad cuando se trata de ser simplemente cortés porque se tiene que ser cortés (Ibid.:83-84). De ahí las fórmulas: Buenos días profesor o Buenos días a todos.

Pueden manifestarse tipos menores de saludo como los privados, formales, públicos, directos, indirectos, vacíos, entre otros y no todos responden a la mismas formas lingüísticas, pues en el lenguaje se dan otros decires que funcionan en contextos específicos (Ibid.:85). Esto se aprecia en el caso de los jóvenes, que poseen formas particulares de saludarse de acuerdo con su contexto y las personas a las que se dirigen. Ello no quiere decir que carezcan de sinceridad, cortesía (o anticortesía), intencionalidad, compromiso, reconocimiento, identificación y coherencia con las convenciones sociales.

Todos los componentes del acto de habla saludar que Londoño propone se tienen en cuenta de una forma u otra en este estudio, pues no se pueden razonar independientes, sino que uno lleva al otro. En primera instancia se analiza en qué medida está presente la cortesía en las muestras de saludos de ambas comunidades; en las muestras obtenidas mediante el método de observación es posible determinar la sinceridad, y con ella, el reconocimiento, la identificación, la intencionalidad y el compromiso, pues si el saludo es sincero implica que se reconoce e identifica al interlocutor; en cambio, si no lo es, denota un grado de compromiso, o sea, su realización no es espontánea.

Por otro lado, la sinceridad está en correspondencia con los intereses del emisor, si desea obtener algo será cortés y sincero, si no, simplemente saludará por compromiso. Por último, las convenciones sociales ocupan un lugar esencial, puesto que como regulan el comportamiento social de una región o grupo de personas, las diferentes muestras permiten determinar las particularidades de cada territorio en cuanto al uso de las formas de saludo.

El presente estudio ha permitido ubicar teóricamente, dentro de la extensa bibliografía existente al respecto, a la Sociolingüística y la Pragmática, como disciplinas esenciales para los estudios linguísticos. De igual manera, permitió conocer lo relacionado con los actos de habla y la cortesía verbal, donde se ubica el saludo como uno de esos actos, que puede ser cortés, descortés y anticortés. Se ha profundizado, finalmente, en las cuestiones que atañen al saludo desde su origen y paulatina evolución y sus rasgos fundamentales como acto de habla por medio del cual se produce la interacción social entre los individuos.

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Autor:

Lic. Miriam Gladys Vega Marín.

Lic. Sandra Marín García.

Las Tunas, Cuba.

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