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Lambayeque, un pueblo mochica en la colonia

Enviado por José Gómez Cumpa


Partes: 1, 2

    1. La ciudad de Lambayeque colonial: Siglo XVI
    2. La ocupación del suelo en Lambayeque en el siglo XVI
    3. La Visita de Gregorio González de Cuenca (1566 – 1567)
    4. El común de indios de Lambayeque colonial
    5. La población indígena del pueblo de Lambayeque, siglo XVIII
    6. Cambios en la población de Lambayeque entre 1784 y 1853
    7. Fuentes y bibliografía

    En este trabajo, presentamos el proceso de la historia del común de indios de Lambayeque colonial, tal como es posible reconstruir a partir de las fuentes disponibles.

    1. La ciudad de Lambayeque colonial: Siglo XVI

    La actual ciudad de Lambayeque, se inició como simple reducción indígena, fue organizada a partir del agrupamiento de algunas parcialidades indígenas por el Oidor de la Audiencia de Lima, Doctor Gregorio González de Cuenca, en su visita que con intenciones de reordenamiento jurídico y administrativo, hiciera al norte de la audiencia de Lima, en la segunda mitad de los años sesenta del siglo XVI.

    El Oidor Gregorio González de Cuenca fue el "fundador" de Lambayeque, aunque estrictamente este adjetivo no es correcto en este caso, ya que la "fundación de ciudades" es un proceso que tanto ritual como sustancialmente es muy diferente a la de creación de una reducción o pueblo indígena, como fueron los casos de Chiclayo, Lambayeque, Ferreñafe y tantos otros antiguos "comunes de indios" del actual departamento de Lambayeque.

    Desde mediados del siglo XVI (1566) ya existía el fundamento legal de la fundación de los pueblos de Lambayeque, por las Ordenanzas de los indios dictadas por el Doctor Cuenca en agosto de 1566. Cuando Toledo dicta sus Ordenanzas sistematizadoras a partir de 1571, en Lambayeque ya estaban estructuradas las poblaciones de Lambayeque, Ferreñafe y Chiclayo, probablemente desde 1566 ó 1567. Así, la población de Jayanca que según Sebastián de la Gama estaba dispersa en más de 200 aldeas y ranchos, fue distribuida y reducida por Cuenca en tres grandes centros urbanos indígenas: Jayanca, Pacora, Mochumí. Dentro de la lógica de la labor de González de Cuenca, y de acuerdo a las órdenes que cumplía en su visita, instituyó la organización municipal en Chiclayo, dado el éxito de modelo ensayado en el Valle de Jayanca, y que luego sería difundido en el Perú por Toledo.

    El proceso de formación urbana que fuera uno de los pilares de la reestructuración de lo que sería el sistema colonial hispanoamericano, y hoy América Latina se realizó por dos formas urbanas excluyentes, antagónicas, y sin embargo complementarias de acuerdo a la racionalidad colonial: la ciudad de españoles y el pueblo de indios. La ciudad es un núcleo mixto de población, que reúne al europeo, al africano y al aborigen, y tiene una tipología fácilmente discernible: funcionalmente podían ser centros administrativos, políticos, militares; productivamente podían ser ciudades mineras, agrícolas o ganaderas; por último, una tipología de función regional las clasificaría en centros de relación, comercio y de mercado (Cf. GUARDA 1972, HARDOY 1979).

    Las reducciones indígenas o pueblos de indios serán el complemento rural que entorne el núcleo medular, con la participación de la población autóctona, regido por sus propios pobladores a través de autoridades elegidas entre ellos, y gozando de cierta autonomía. De este modo, desde el siglo XVI se instaló en América un ordenamiento espacial y una jerarquía urbana que perduraría por varios siglos, hasta la actualidad (SIMPSON 1970). Hay, por supuesto permanencias de espacios económicos y culturales que en alguna medida son recogidos por los conquistadores: la presencia de núcleos de población susceptibles de ser aprovechados como mano de obra y fuente de tributo es uno de los requisitos importante de la instalación de las encomiendas.

    Hay varias etapas del proceso urbanizador de la población indígena. El primero es el período entre 1492-1519, caracterizado por una intensa actividad desplegada en torno al Mar Caribe y por la necesidad del contacto permanente con España y Santo Domingo, así como por la incertidumbre por el riesgo que implicaba el absoluto desconocimiento geográfico, obligaron a la fundación de los centros urbanos en las costas o cercanos a ellas. Estos centros urbanos representan el tránsito de la factoría al propio núcleo urbano, pero además son focos desde los que se comienza la colonización agrícola, ganadera o/y minera de cada zona y sirven de base de aclimatación del europeo, de sus animales y plantas, así como de aprovisionamiento. Ejemplos: Navidad, Isabela, Santa María de Urabá, San Germán y Caparra, Santo Domingo, Santiago de Cuba, La Habana, Nombre de Dios, Panamá, entre otras.

    Los sistemas tradicionales de cultivo de los aborígenes les llevaba a un poblamiento disperso, por lo que se estructuró su concentración lo más cercanamente posible a las ciudades y villas, por razones económicas y algo que es recurrente en la historia colonial de América: La necesidad de facilitar la aculturación. Como decían las Ordenanzas para el buen tratamiento de los indios (Valladolid, 23 de enero de 1513, conocidas como "Leyes de Burgos").

    "El principal estorbo que tienen los indios para enmendar sus vicios y que la doctrina no les aproveche, ni en ellos imprima, es tener sus asientos y estancias tan lejos como los tienen y apartados de los lugares donde viven los españoles".

    Otra disposición dada en Madrid el 13 de setiembre de 1516 (Instrucción dada a los Jerónimos), señala que "debéis mirar la disposición de la tierra, especialmente la que es cerca de las minas de donde se saca el oro". Puntualiza esta disposición la manera precisa en que deberían estructurarse los pueblos indígenas:

    "…débense hacer los pueblos de trescientos vecinos, poco más o menos, en el cual se haga tantas casas nuevas fueren los vecinos, en la manera que ellos las suelen hacer, aunque se aumente la familia, como Dios, mediante se aumentará, puedan caber todos ellos.

    Que se haga una iglesia, lo mejor que pudieren, y plaza y calles en tal lugar. Una casa para el cacique, cerca de la plaza, que sea mayor y mejor que las otras, porque allí han de concurrir todos sus indios, y otra casa para un hospital; (…) en cada pueblo, término conveniente apropiado a cada lugar, antes más que menos, por el aumento que se espera Dios mediante; término que habéis de repartir entre los vecinos del lugar, dando de lo mejor a cada uno de ellos parte de tierra donde pueda plantar árboles y otras cosas y hacer montones para él y su familia, y al cacique tanto como a cuatro vecinos, lo restante quede para el pueblo para tejidos y pastos y estancias para ganados".

     Estas disposiciones incluían el mando del cacique sobre todo el pueblo, pero eran complementadas con el régimen municipal para que los indígenas "vivan y estén seguros y de la manera que tienen los vecinos de estos Reinos". La catástrofe demográfica de la zona del Caribe evidentemente rompió todas las expectativas de aculturación y organización de las poblaciones indígenas, pero aportó elementos importantes de experiencia a ser tenidos en cuenta en las siguientes etapas del proceso urbanizador en América.

    El segundo período es el de 1520 a 1572. Es el período de la urbanización hispana netamente continental. En este período los europeos se encuentran ya con culturas prehispánicas que han conocido un desarrollo urbano traducido en algunos casos en estructuras ordenadas (casos de los Valles de México, Pátzcuaro, Texcoco, Oaxaca, el Altiplano Andino y Costa del Perú: Chan Chan). En ciertos casos hallamos trazados de calles y densidades comparables a ciudades europeas. En otros casos, hallamos más bien un poblamiento disperso, desordenado alrededor de centros ceremoniales, con trazados no propiamente urbanos, como sucede con el mundo maya, y probablemente el reino Sicán o Lambayeque, donde encontramos muchos pequeños pueblos ordenados en función del control teocrático/hidráulico de pirámides o huacas significativas políticamente (Cf. SCHAEDEL 1951, SHIMADA 1987).

    En ambos casos hay una alta densidad demográfica. Así, el patrón urbano traído por los europeos y previamente probado en el período anterior va a ser modificado y adaptado: Se van a constituir las ciudades en los núcleos preexistentes o cerca a zonas con una crecida densidad demográfica. Ahora casi siempre al interior, sin recursos mineros, pero con una importante población aborigen, muy valiosa en términos económicos, y cuyo adoctrinamiento religioso, vigilancia militar y control fiscal había que organizar.

    En esta etapa se instalan también centros urbanos en zonas poco pobladas, para crear puntos de relación y de conexión con España. En cualquier caso siempre fue una norma la colaboración de la población aborigen. Para ello fue preciso al tiempo que se estructuraba la ciudad (Ordenanzas de vecinos, formación del cabildo, reparto de solares y tierras, delimitación de los bienes comunales), seguir con el doble objetivo iniciado en la anterior etapa: Concentrar la población indígena dispersa y formarla municipalmente.

    Como dice la Real Cédula al Gobernador de Guatemala y al Obispo don Francisco Marroquín (Madrid, 10 de junio de 1540):

    "…porque estando como están ahora, cada casa por sí, no pueden ser doctrinados, como convendría, ni promulgarles las leyes que se hacen en su beneficio, ni gozar de los sacramentos de la Eucaristía y otras cosas de que se aprovecharían y valdrían, estando en pueblos juntos y no derramados."

    Esta política sirve de modelo para los otros territorios en proceso de colonización, a los que se ordena regularse del mismo modo: La Nueva España en 1538, 1540 y 1949; Yucatán y Cozumel en 1548; Perú en 1540 y 1551 (Por Real Cédula al Presidente y Oidores de la Audiencia de Lima, Valladolid, 9 de octubre de 1549 (Cedulario Indiano, Tomo IV, p. 272), y Tierra Firme. Este modelo de urbanización está muy teñido del clima ideológico de la primera mitad del siglo XVI, en que cristianización y urbanización, religiosidad evangélica y "policía" formaban una entidad única. Es en esta etapa en que se enmarca el problema de la fundación de la ciudad de Chiclayo, objeto de este trabajo.

    El tercer período es el de 1573 hasta 1753. Es la última etapa, enmarcada por las Nuevas Ordenanzas de 1573, y las Instrucciones sobre composiciones de tierras de 1574. Está caracterizado por el fin de la conquista y por el clima de estancamiento económico, así como, concomitantemente, por el ansia de posesión de tierras. Características de esta etapa son: El desarrollo ganadero, las pandemias, las crisis agrícolas, que provocan una serie de hechos que van a dañar la propiedad comunal de los pueblos indígenas. Todo ello lleva al sostenimiento de una segregación de la población indígena para salvaguardarla. Muchas disposiciones legislativas provenientes del Consejo de Indias y de las autoridades indianas pretenderán corregir estas irregularidades y sus defectos, intentando limitar la usurpación indebida en diversas ocasiones. Se atenderá así a que aumenten los bienes comunales y en general a solucionar los problemas y las necesidades de la población indígena, tan maltratada por la expansión de la propiedad y los cultivos hispanos, la contraparte rural de la formación urbana antes reseñada.

    2. La ocupación del suelo en Lambayeque en el siglo XVI.

    Desde el punto de vista de la expansión de la frontera agraria del Perú del Siglo XVI, íntimamente vinculada al fenómeno de la expansión urbana, R. Mellafe nos plantea tres etapas claramente definidas, cuya cronología es interesante contrastarla con las etapas de la formación urbana reseñadas más arriba (MELLAFE 1972).

    Una primera etapa es la que va entre los años 1532 y 1548 (con la derrota de Gonzalo Pizarro), período de expansión fundamental, con pocos cambios estructurales en la sociedad indígena y con guerras civiles entre los conquistadores.

    Un segundo momento (1548 a 1564), caracterizado por el predominio de las actividades tendientes a conocer la cultura y el área geográfica que se había conquistado, al tiempo que se intenta introducir nuevas estructuras en el sustrato aborigen.

    Por último, entre 1564 y 1581 (con el fin del gobierno del Virrey Toledo, se daría la extensión de los anteriores ensayos al tiempo que se dan ya cambios profundos en la sociedad conquistada.

    Hay algunos hitos que hay que tener en cuenta: Hacia 1546 ya se habían fundado las principales ciudades españolas; hacia 1545 se abría ya el horizonte minero de Potosí, junto con su importantísima red agraria comercial; hacia 1543 y años posteriores el gobierno colonial se preocupa por la revitalización y reacondicionamiento del sistema vial del territorio. Entre 1570-1580 se término de organizar el sistema laboral legal que aseguraba el aprovechamiento de mano de obra para todas las actividades económicas, con un severo control de la sociedad indígena, europea, negra y mestiza (MELLAFE, op. cit.).

    En el norte del Perú, Lambayeque actual estaba en la época prehispánica formando el llamado por Waldemar Espinoza, reino de los mochica (ESPINOZA 1975), formado por los valles de Jayanca, Túqueme, Cinto, Collique y Pacasmayo. Más arriba ya hemos hecho mención suficientemente detallada de los rasgos sustantivos de la sociedad mochica lambayecana. En el resto del siglo XVI se va a potenciar la disminución de la población, como refiere Fray Domingo de Santo Tomás, que fuera fundador del Convento de Chicama y recorriera el norte peruano en afán catequista, en una carta al príncipe Felipe (1º de junio de 1550), en los últimos diez años de su permanencia en estas tierras:

    "… no ay al presente la mitad y de muchas cosas dellas [se refiere a las gentes , ganados, pueblos, edificaciones, etc.] ni aun de tres de partes la una…"

    La lógica de la conquista concebía a la población indígena y sus propiedades como mero botín de guerra, sin pensar en asegurar en lo mínimo las condiciones de su subsistencia. Frente a esta situación de desorden es que surgen un conjunto de alternativas desde el Consejo de Indias y la Corona española, incluyen una política de población y de protección de las tierras indígenas, disposiciones que son compiladas en el Cedulario Indiano y en la Recopilación de Leyes de Indias, las que son asumidas por la Audiencia de Lima, para proteger la supervivencia de la población indígena y asegurar su reproducción, así como adecuadas condiciones para su control ideológico, catequización y aprovechamiento económico y laboral (mitas, tributos).

    3. La Visita de Gregorio González de Cuenca (1566 – 1567)

    La situación de los indios, caciques y principales mereció no solo la atención del Derecho indiano, dictado desde la metrópoli española, sino también hubieron múltiples disposiciones emanadas de las autoridades residentes en el Nuevo Mundo, que conplementaban y afinaban el alcance de las disposiciones generales planteadas desde el Consejo de Indias. En el Perú, son famosos los pareceres y ordenanzas del Doctor Gregorio Gonzáles de Cuenca sobre múltiples aspectos, como derechos de los caciques, conflictos y derechos de aguas, etc., que tendían a ordenar o legitimar situaciones más o menos vigentes, desde la época prehispánica, siempre adaptando esos derechos a la situación colonial y a la herencia cultural e histórica peninsular. Posteriormente el Virrey Toledo sistematiza, ordena y generaliza el conjunto de disposiciones más o menos desordenadas en sus famosas Ordenanzas, que dan un modelo definitivo al sistema colonial peruano.

    González de Cuenca llega al Perú en marzo de 1556 en el séquito que acompañaba al Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, segundo marqués de Cañete. Fue Oidor de la Audiencia de Lima, y como tal participó en un conjunto de actividades como la visita de las provincias de Trujillo. Permaneció como Oidor hasta 1572, luego fue Presidente de la Audiencia de Santo Domingo hasta antes de 1576, en que había retornado a su original villa de Roa, falleciendo en 1576, después de una larga carrera como importante funcionario colonial.

    El Oidor Gregorio González de Cuenca recibió el encargo del Presidente de la Audiencia de Lima, Lope García de Castro, de visitar Trujillo, Huánuco, Chachapoyas y Piura. Parte en 1566 a Trujillo y en una carta dirigida al rey del 12 de diciembre de 1567, manifestaba haber cumplido la visita de Trujillo, así como la de Huánuco.

    Alegaba motivos de salud para no continuar con la visita, que debía continuar por Piura, además que las personas a quienes había aplicado justicia se quejaban contra él y no se le agradecía el celo al servicio del rey.

    Las más importantes Ordenanzas, publicadas, a nuestro respecto son sus "Ordenanzas sobre Caciques e Indios Principales" u "Ordenanzas de los Yndios", que fueron dictadas en la villa de Jayanca el 29 de agosto de 1566.

    En estas Ordenanzas, publicadas en 1975 por María Rostworowski, a partir del reconocimiento de los derechos de los caciques e indios principales, se ordenan el funcionamiento de la vida cotidiana de la población indígena. Se crea un orden colonial indígena sobre la base del modelo de las comunidades de Castilla, con sus alcaldes, regidores, oficiales, juez de agua, nombrados en el caso de Jayanca por el mismo Oidor Gonzáles de Cuenca, pero realmente serían cargos elegibles entre los mismos naturales

    "… en cumplimiento de lo que por su magestad me ha sido mandado yo visité los yndios del dicho repartimiento y moderé los tributos que aveis de pagar a vuestro encomendero y los que se an de dar a vos el dicho cacique y la comida para los sacerdotes que os an de doctrinar y lo que para ello y los demás gastos para la comunidad cada yndio en particular a de pagar y mande reducir en tres pueblos todos los yndios deste repartimiento y por que su magestad manda que entre los yndios de cada repartimiento se elijan alcaldes y regidores y juez de aguas y los demás oficiales necesarios asi para la administración de la justicia como para el buen recaudo y guarda de los bienes de la comunidad donde se recojan los tributos y demas bienes del común…"

    "… yo he nombrado los dichos alcaldes y regidores y juez de aguas y he dado la horden que para adelante se ha de tener en la eleción de los dichos oficios y al huso y exercicio dellos y he hecho ordenancas que vos el dicho cacique y los alcaldes y regidores y demás oficiales aveis de guardar en el huso de los dichos oficios y cargos y ordenancas generales y a todos los yndios de ese repartimiento…".

    Normaba así cómo se debía elegir a los alcaldes y regidores, y otros oficiales que se debían elegir cada año; los cargos elegibles iban desde escribano, alcaldes, juez de aguas; estos últimos podían nombrar sus auxiliares o aguaciles ("cargos de confianza"), así como el carcelero y verdugo. Se fijan así mismo todo el conjunto de atribuciones la jurisdicción y limitaciones del poder de los aguaciles, alcaldes, regidores; tendrían un papel muy importante en el control ideológico y el cumplimiento de las normas cristianas, así como en el manejo de, los recursos de la comunidad (la caja de Comunidad). Es muy escrupuloso también al precisar los derechos y atribuciones del Cacique, tratando de que "los caciques y principales, por el cargo y mando que tienen sobre los indios a ellos sujetos, no les agravien".

    Es entre 1566 y 1567 que González de Cuenca estableció el orden urbano a las antiguamente dispersas parcialidades o "valles" de esta región. Esto se demuestra con toda claridad cuando el 3 de marzo de 1567, en las Ordenanzas de Riego del Taimi, el Oidor Gonzáles de Cuenca señala que :

    "… en cumplimiento de lo que por su magestad me ha sido cometido y mandado, yo he visitado y tasado los repartimientos de indios de Chuspo, Reque, Coyque, Sinto, Lambayeque y Firriñafe, los cuales todos riegan sus sementeras y tierras y algodonales con una acequia muy antigua del tiempo del Ynga, llamada el Taymi, de la cual se sacan acequias y regaderas para los dichos repartimientos…" (Cf. BRÜNING 1923).

    Entre agosto de 1566 y marzo de 1567 el doctor Gregorio González de Cuenca visitó los repartimientos de indios de Chuspo (Monsefú), Reque, Coyque y Sinto (Chiclayo), Lambayeque y Ferreñafe, y seguramente como eran sus instrucciones señaladas explícitamente en las Ordenanzas de los Yndios dictadas en Jayanca, redujo varias parcialidades en el pueblo de Lambayeque, ya desde 1560 por lo menos.

    Susan Ramírez nos informa además que la población de Cinto pasó mayoritariamente al pueblo de Lambayeque y San Miguel; parte de Collique al pueblo de Eten y el resto de "pueblezuelos" a Chiclayo (RAMIREZ 1981, MOGROVEJO 1920).

    4. El común de indios de Lambayeque colonial

    De este modo el "Común de indios va a ser la institución representativa de la población indígena a lo largo de la época colonial, ante la cual se tramitaría la solución nativa. Igualmente sería la entidad que plantearía los reclamos por reivindicaciones de derechos de tierras y aguas ante las entidades dominantes en la colonia (Cabildo de Epañoles. Corregimiento, Audiencia de Lima. Virrey).

    Dentro del "Comúm de Indios" se expresaba también la organización social de la población indígena, ya que estaban representandas las parcialidades que al parecer agrupaban a los campesinos con derechos a determinada porción territorial. Ya hemos señalado algunos nombres parcialidades reducidas en el pueblo de Lambayeque (Ñan. Corñan, Xacap, Eten, Esquén). La situación se complica cuando observamos las parcialidades de origen de los feligreses de las cuatro parroquias de Lambayeque, como vemos a continuación:

    Cuadro 1:

    Parcialidades en parroquias de Lambayeque colonial

    Ramadas

    Santa Catalina

    Santa Lucía

    San Roque

    San Pedro

    Parcialidades

    comunes

    Forasteros

    Forasteros

    Forasteros

    Forasteros

    Yanaconas

    Yanaconas

    Yanaconas

    Yanaconas

    Del cacique

    Del cacique

    Del cacique

    Del cacique

    Parcialidades

    Pares

    Yéncala

    Fill

    Fill

    Yéncala

     

    Jacap

     

    Jacap

    Lizeros

    Huerta

    Huerta

    Huicop

    Parcialidades

    Singulares

    Segundos

    Nonchuc

    Xieloc

    Olleros

     

    Chanlobo

    Enec

    Jicloc

     

    Hebsquen

     

    Sensiac

     

    Collocsil

      

    Fuente: Elaborado a partir de información de los libros parroquiales de Lambayeque.

    Dejando de lado las parcialidades que se repiten en las cuatro ramadas, encontramos que el término "parcialidad" se aplica a conocidas toponimias locales (Yéncala, Huerta, Chalobo, Collocsil) así como apellidos de mandones o nobles yungas locales (Hebsqen o Esquén, Huicop, el mismo Huerta, p.ej.); y por último se refiere a algunas especialidades laborales muy concretas (chicheros, olleros, " lizeros" (sic). Hasta donde estas connotaciones del término parcialidad corresponden a contenidos o adaptaciones hispanas es algo que no podemos responder aquí, pero la evidencia nos sirve para conocer algo de la organización interna de nuestro común de Indios de Lambayque. Señalemos de paso que las parcialidades detectadas en pueblos vecinos como Chiclayo Ferreñafe tienen sentido similar.

    En Chiclayo son conocidas las parcialidades se Sinto. Collique y Forasteros, mientras en Ferreñafe las de Chiclef, Serquén. Falén Chanamé , Siensiec. Calansec, Senseg, Luchfac. (Vinculadas a apellidos de mandones indígenas y toponimias locales), así como las especializadas de Pescadores, Carpinteros, Alcabaleros, al lado de las siempre comunes del Del Cacique, forasteros y Segunda Persona..

    El padre Justo Modesto Rubiños y Andrade, quien en los años sesenta del siglo XVIII estaba a cargo de una de las ramadas de Lambayeque, señalaba que desde la época de la gentilidad (prehispánica) fue Lambayeque

    "matriz de todos los cacicazgos de estos valles que fueron ramos del tronco principal, que se plantó en este pueblo".

    En efecto, la leyenda de Naymlap contendida en la Miscelánea Antárquica de Miguel Cabello Valboa -tantas veces citada- recogida dos siglos antes que la versión de Rubiños, coincide en señalar que al desembarcar estos semimíticos inmigrantes, levantaron un templo llamado Chot y fundaron la ciudad de "Ñampallec" (CABELLO 1951), a partir de la cual se irradiaron los descendientes de Naimlap en un conjunto de unidades étnicas que durante la época colonial se denominarían como "parcialidades".

    Durante la llegada de los españoles al norte peruano, en tránsito hacia Cajamarca, el cacique Efquempisan dio buena acogida a los conquistadores, supuestamente ya existía Lambayeque como centro poblado y con ese nombre, según la versión de Ricardo Miranda(MIRANDA 1927). Según el expediante "Querella de los indios, caciques y principales contra los encomenderos, desde el Callejón de Huaylas al pueblo de Olmos" que se formó en 1578 (Cf. ALCOCER 1987), el río que lo regaba se llamaba Collique (hoy Lambayeque y antiguamente Faquisllanga), hasta que después de la reducción de esta unidad étnica en Chiclayo, paulatinamente desaparece el nombre antiguo hasta imponerse el de Lambayeque.

    De este modo, la fundación española de Lambayeque en 1566 por el Oidor Gregorio González de Cuenca no sería sino un acto simbólico, muy propio de la mentalidad española, que le daría al centro urbano una utilidad diferente: sede de la fuerza de trabajo para la mita y eficaz medio de control de la población para el cobro del tributo, así como para la catequización de la población indígena. La antigua población de Lambayeque fundada por el Oidor Gregorio González de Cuenca fue destruida, así como muchas otras pueblos, entre los que destaca Zaña, por las inundaciones de 1578 causadas por las abundantes lluvias de ese verano. Producido el traslado, se rehace la economía y se ubica la población en el actual Lambayeque.

    A pesar de su importancia hay pocas visitas conocidas, lo que hace muy oscura nuestra visión de la población colonial. La primera visita que conocemos con valor demográfico para Lambayeque es la de Toribio de Mogrovejo. Antes de él sabemos de la existencia de la visita de Cuenca en los años sesenta, que hasta ahora es inédita. Para el área vecina, tenemos publicadas la de Sebastián de la Gama a Jayanca, de 1540, publicada por Waldemar Espinoza en 1975; y la de Ferreñafe, publicada por Jorge Zevallos(1.568).

    La importante visita general de Francisco de Toledo (1570 – 1575) no ha dejado testimonios para el norte. Queda sólo una relación resumida de población tributaria hecha por Luis Morales y Figueroa, que se recoge en la monografía de Carlos J. Bachmann (1921), en que consta que en la encomienda de Lambayeque habían 1453 tributarios que debían pagar 5396 pesos tributo anual y 1079 de quinto real.

    El Arzobispo Toribio de Mogrovejo realizó tres visitas pastorales a lo largo de su período pastoral. Durante la primera hemos encontrado evidencias de su presencia en nuestra región hacia 1.590, aunque no hemos hallado la parte correspondiente al pueblo de Lambayeque. Ha sido un ligero análisis de laos datos demográficos de esta segunda visita de Toribio de Mogrovejo, que fuera publicada por el padre Domingo Angulo en 1.920, tenemos que la población tributaria se había reducido desde la época de la visita toledana a 1.009 indios de edad de tributar (entre 18 y 50 años).

    Pagaban efectivamente tasa y tributo 966 indios, después de descontar los 23 ausentes fugitivos y forasteros en otro pueblo lejano, así como 10 mandones y 10 pachacas que no pagaban tributo. Además habían unos 10 indios que no pagaban tributo, quizá por excederse de la edad límite de 50 años.

    En total la población del pueblo de Lambayeque en sus tres ramadas a cargo de los curas Roque Zejuela, Francisco Sánchez y Diego Alfonso Gironda, llegaba a 5.256 "ánimas chicas y grandes", de los cuales 3.170 eran "ánimas menores". La disminución de la población en los seis años siguientes fue muy significativa, si tenemos en cuenta los datos que nos proporciona el Licenciado Martínez, quien hiciera la visita Pastoral de Lambayeque dentro de la tercera Visita Pastoral de Toribio de Mogrovejo en 1.599.

    A pesar del evidente carácter estimativo de las cifras de la visita de Mogrovejo, se observa una reducción de más del 25% de la población en el lapso de 6 escasos años, lo que no es raro si tenemos en cuenta la dinámica de la población en sociedades arcaicas, en que las epidemias y los fenómenos climáticos calamitosos tenían incidencia muy fuerte en la elevación brusca de la mortalidad. Otro hecho notable en estas dos visitas de la última década del siglo XVI es la organización de los indígenas en tres " ramadas" o "parroquias que en alguna medida responden en su estructura interna a la herencia prehispánica, como veremos más adelante.

    En fecha posterior, según nos refiere el padre Menéndez Rúa, ya se hablaba -antes de 1.606- de la existencia de las cuatro ramadas o curatos hoy conocidos de Santa Catalina, San Roque, Santa Lucía y San Pedro. Debemos recordar que ésta es la época de apogeo de Zaña, en que importantes familias trujillanas van a ser atraídos por el desembarco de mercancías y la exportación de productos locales, forma esta expansión y florecimiento de Zaña influía negativamente en Trujillo, la que exigía continuamente -a través de su cabildo- medidas proteccionistas especiales a su actividad comercial y agrícola.

    A pesar de que en el siglo XVII han habido varias visitas, no hemos hallado datos demográficos relevantes. Recién hacia fines del siglo XVII hallamos valiosos datos que nos permiten evaluar parcialmente las tendencias de la población en el siglo.

    Según una retasa realizada en el repartimiento del pueblo de Lambayeque testimoniada por Antonio de Rivas, Escribano Público, Unico Registro y Real Audiencia de la ciudad de Zaña y sus jurisdicciones, tenemos que en Lambayeque había una población de 2116 indígenas. De los que estaban en edad de tributar hay que descontar 18 que no pagaban tasa, ocho de ellos por ser caciques (primera y segunda persona a la usanza de la época), cuatro por ser cantores de cada parroquia respectivamente y el resto por ser maestro de capilla y maestros de escuela (MENENDEZ RÚA 1935).

    En el auto de esta doctrina, se indican los tributos a pagar tanto para el Hospital del pueblo de Lambayeque, como se establecen los derechos del Cacique a la tributación de sus dependientes. Se señala por ejemplo que

    "les han de sembrar y cojer y cada uno media fanega de trigo maíz por mitad y darles para su servicio a cada uno un indio viejo, un muchacho y una india vieja sin sospecha y todo y según y con las cualidades expresadas en las partidas de dicho cassique principal…"

    5. La población indígena del pueblo de Lambayeque, siglo XVIII

    De este modo el "Común de indios va a ser la institución representativa de la población indígena a lo largo de la época colonial, ante la cual se tramitaría la solución nativa. Igualmente sería la entidad que plantearía los reclamos por reivindicaciones de derechos de tierras y aguas ante las entidades dominantes en la colonia (Cabildo de Epañoles. Corregimiento, Audiencia de Lima. Virrey).

    En Chiclayo son conocidas las parcialidades se Sinto. Collique y Forasteros, mientras en Ferreñafe las de Chiclef, Serquén. Falén Chanamé , Siensiec. Calansec, Senseg, Luchfac. (Vinculadas a apellidos de mandones indígenas y toponimias locales), así como las especializadas de Pescadores, Carpinteros, Alcabaleros, al lado de las siempre comunes del Del Cacique, forasteros y Segunda Persona. Los trabajos que están haciendo César Sevilla, Alfonso Samamé y Pedro Chimoy en la actualidad, contribuirán a eludicidar la naturaleza y características de éstas parcialidades y su función dentro del orden colonial indigena.

    La población tributaria indígena se desenvolvía en actividades agrícolas que eran su fuente principal de ingreso, de donde conseguía recursos para el pago del tributo.

    La población indígena que residía en el pueblo de Lambayeque estaba disponía de cuatro parcialidades o "suertes de tierras" llamadas Culpón, Chancay, Cadape y Sialup, que en 1712 tenían un total de 6888 fanegadas, conforme lo establece una visita de deslinde de tierras hecho por el Visitador Antonio Sarmiento de Sotomayor ese año. Teniendo en cuenta esta extensión de tierras este visitador debía asignar la cantidad de tierras adecuadas para la población indígena, y según sus instrucciones, acordes con la política vigente entonces, rematar las tierras sobrantes a los vecinos españoles que ofrezcan las sumas adecuadas de dinero.

    Según la información proporcionada por los curas de Lambayeque, la que fuera confrontada con el padrón de tributarios del pueblo existía una población de 1134 indios originarios, de los cuales 596 eran tributarios por lo que les correspondía, de acuerdo a las reales ordenanzas dos fanegadas de tierras a cada uno; 538 eran indios reservados, a los que les correspondía una fanegada a cada uno. De esta manera, se distribuyó las tierras, en tal forma que se repartieron 2136 fanegadas de tierras a la población indígena, de las 6888 disponibles en las cuatro parcialidades. Quedaron 4721 tierras "vaças o realengas", para las cuales se hizo una composición y remate, en que se favorecieron vecinos criollos.

    Esta distribución se ejecutó el 5 de agosto de 1712 ante el cacique principal Don José Bernardino Temoche Farrochumbi, así como ante el Procurador y alcaldes, y en presencia del Protector de Naturales, quien al requerírsele por los sitios en que se les asignaría las 2167 fanegadas para la población indígena, en nombre del "común de indios" señaló se les asigne en las tierras Cadape y Sopillent.

    En estas mismas tierras de Cadape y Sopillent se realizó la composición y venta de las tierras realengas, las que fueron adjudicadas a los siguientes personajes:

    Cuadro 2

    Composición y venta de tierras realengas en Lambayeque, 1712

    Adjudicatario

    Extensión

    Capitán Diego de Soto Mayor

    120 fanegadas

    Lic. Don Julián Ternero Mingolla

    122 fanegadas

    Lic. Don José de Vera y Escobar

    123 "

    Don Sebastián de Azabache

    26

    Don Tomás Huycop del Risco

    64

    Colegio de la Compañía de Jesús

    20

    Don Francisco Antonio Infuc

    7

    Mujer de Fco. Antonio Infuc

    10

    Herederos de Don Miguel Huerta

    8

    Herederos de Miguel de Azabache

    66

    Sobrante

    19 fanegadas

    El sobrante sumado a las otras "suertes de tierras" vacías suman un total de 4,147 fanegadas de "tierras vacas y realengas".

    Un detalle interesante es que varios de los rematistas de las tierras realengas fueron caciques indígenas: Azabache, Huycop, Infuc y su esposa, los herederos de Huerta, lo cual es sumamente interesante y nos demuestra el estatus especial que conservaban todavía los herederos de los antiguos caciques lambayecanos, ahora seguramente más "españolizados", como anunciaba, en los años setenta del siglo XVI Fray Reginaldo de Lizárraga.

    Como vemos, de haber ocupado antes de la llegada de los conquistadores todo el espacio agrícola disponible, como lo señalan evidencias histórico demográficas y arqueológicas, la población indígena de Lambayeque de había visto reducida a una "suerte de tierras", a un área geográfica que incluso no llegaban a ocupar completamente.

    Es evidente la caída en estos casi doscientos años de presencia colonial, de la población cíclicamente, así como la sujeción a los fenómenos ecológicos, frente a los cuales habían perdido mucho de su capacidad resistencia por la relativa desarticulación social que implica la presencia colonial, que impedía o dificultaba, por ejemplo, la limpia y mejora de las acequias existentes, frente a lo cual la abundancia de aguas rea fatal y generaba quiebras de las acequias y las consiguientes inundaciones y pérdidas de las cosechas, con lo que permanentemente se sensibilizaba más la población a las epidemias.

    Jorge Zevallos señala para el siglo XVIII epidemias en los años 1758,1760-66 y 1775, 1784 que tuvieron influencia significativa en el estancamiento de la población (ZEVALLOS 1959). La explicación común a la mortandad era la que daba José Ignacio de Lequanda en 1793, quien señalaba que la causa era que los indios no se habían desprendido de la idolatría, lo que los hacía muy infelices,

    "… así se han visto unas pestes que los han desolado, naturalmente permitidas por la providencia para su castigo" (LEQUANDA 1793)

    A pesar de esto, hacia el último tercio del s. XVIII la situación tendía a cambiar, al parecer. Según la "Matrícula de Tributarios de la Provincia de Lambayeque (Zaña) en 1780" hecha por la Comisión de la Visita General había habido un significativo aumento de la población.

    Frente al evidente incremento de la población indígena de Lambayeque que así llegaba a igualar al volumen de población de fines del quinientos (muy menor, sin embargo, del volumen de la población prehispánica), el cacique principal Eugenio Victorio Temoche Farrochumbi Puiconsoli con fecha 4 de abril de 1781 pide se haga un deslinde de medida y repartición de tierras de Sialupe, que se hallaban "vacas y realengas", adjudicándoseles a los tributarios de Lambayeque. Denunciaba el cacique Temoche la usurpación del cura Villada quien, sin derecho alguno, ocupaba Sialupe. Fundamentaba el cacique que había habido un considerable aumento de la población, que llegaba a 4108 entre originales y forasteros, por lo que se requería ampliar las tierras asignadas.

    El pedido fue acogido por el señor Juan Muñoz y Villegas, juez Comisionado para la Visita General de la Provincia de Zaña, cuyo máximo director era el hoy famoso José Antonio de Areche.

    De acuerdo a las Ordenanzas Reales, a los tributarios de tasa entera se les debía asignar dos fanegadas de tierras y a los de segunda categoría (media tasa) se les asignaba una fanegada, mientras que a los otros grupos no se les asignaba cantidad alguna de tierra,

    Para completar los requerimientos de tierras de acuerdo a esta nueva dimensión de la población eran necesarias 3781 fanegadas (incluidas las tierras del cacique y según la persona). Las tierras de Sialupe y Cadape sumaban 4,150 fanegadas sobrando 369 fanegadas.

    Hay que recordar que la parcialidad de Corñian o Corñán, la que según algunos testimonios estuvo reducida en la ramada de San Roque, y tenía algunas peculiaridades por la posesión de algunas salinas en sus tierras, lo que le daba a esta parcialidad un estatus especial al interior del común de Lambayeque. Corñán poseía 61 fanegadas en Culpón. Otros indios de Lambayeque poseían 230 fanegadas en total, lo que significaba que la población indígena de Lambayeque poseía 4.441 fanegadas.

    El reparto de estas tierras en las áreas o "suertes de tierras solicitadas", se hizo a cargo del propio cacique Eugenio Victorio Temoche Farrochumbi Puiconsoli, previa convocatoria del común de indios de las cuatro ramadas de Lambayeque. Así, el 25 de noviembre de 1.781, Eduardo Uchofan, secretario del Cabildo de los Naturales del Pueblo de Lambayeque hizo saber al común de indios del auto de Juan Muñoz y de Villegas en que se asignaba las tierras mencionadas a la población. Previamente el pregonero público Antonio Pisfil hizo la convocatoria para esta reunión, en las cuatro ramadas, "donde estaban juntos en sus respectivas doctrinas" Así se realizó el reparto de tierras dentro de los linderos indicados por Juan Muñoz de Villegas en 1.781.

    En esta provisión se señala claramente los límites de la propiedad de las tierras asignadas en hitos doblemente interesantes pues se trataba de huacas que entonces conservaban sus nombres originales. Estas tierras no podían enajenarse, ni venderse, salvo comunicando a la autoridad del Juez Real y "solo para los efectos de pagos de tributos ú otras necesidades del común". Estas operaciones no menoscababan el derecho de propiedad perteneciente a su Majestad : sólo se asignaba el derecho de uso y usufructo a los indios.

    A manera de balance, podemos decir que el siglo XVIII fue un siglo de expansión de la población de Lambayeque, expansión poblacional que probablemente sea un fenómeno colonial en general (SÁNCHEZ-ALBORNOZ 1985, WACHTEL 1980). En el caso de Lambayeque, este crecimiento fue tan notable que motivó a los caciques hacer el reclamo que permitió quede documentada una serie de informaciones que hemos anotado.

    Este proceso debe haber sido lento, pero sostenido. Se habría consolidado a partir de 1720, por razones de ordenamiento urbano-político, al convertirse Lambayeque en sede regional del poder colonial, por el traslado de éste desde la arruinada Zaña, que sufrió una catastrófica inundación, que es ilustrada en un acta que es transcrita por Carlos J. Bachmann en 1921.

     

    Partes: 1, 2
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