"Dudo que seamos las estrellas del show este año, lo cual creo que es muy apropiado y saludable. Me gustaría volver a la oscuridad que tanto nos merecemos", opina Glenn Hutchins, fundador y copresidente ejecutivo de la firma de capital privado Silver Lake, con sede en California y Nueva York. También es probable que los banqueros centrales, incluyendo al líder del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet, y Ben Bernanke, de la Reserva Federal de EEUU, se vean este año bajo un escrutinio más intenso, a medida que los paneles discuten cómo reorganizar las reglas de los sistemas financieros mundiales para evitar que se repita una situación como la que se derivó de la crisis de las hipotecas de alto riesgo en EEUU.
Pero el debate más importante de Davos será acerca de "las políticas monetarias y fiscales apropiadas para sacarnos de este desastre", anticipa Nouriel Roubini, un profesor de economía de la Universidad de Nueva York y presidente de la junta de la firma de investigación Roubini Global Economics. El profesor recuerda cómo se convirtió en el blanco de las mofas en Davos el año pasado cuando expuso sus perspectivas pesimistas sobre la economía. Uno de los pocos protagonistas de Wall Street que puede pasear orgulloso por Davos es Lloyd Blankfein, presidente de Goldman Sachs Group Inc., cuyos corredores consiguieron sacar justo a tiempo a la firma de la crisis hipotecaria.
Un cambio de poder
Las estrellas que brillan y que dejaron de brillar abundan en medio de los grandes cambios que se ha visto en la economía global desde la última reunión de Davos.
Estrellas
Bader Al Sa"ad, Autoridad de Inversiones de Kuwait. Los fondos soberanos han surgido como un nuevo poder económico.
Anil Ambani, Rellance Industries. Las empresas indias están en auge a medida que se acelera el crecimiento económico del país.
Sergei Bogdanchikov, Rosneft. Los precios del crudo dan más poder a las estatales en Rusia y otros países ricos en recursos naturales.
Estrellados
Charles Prince, ex Presidente Ejecutivo de Citigroup. No volverá a Davos tras perder su puesto como consecuencia de la crisis hipotecaria de EEUU.
Stephen Schwarzman, Blakstone. La acción de la firma se derrumbó a medida que la crisis del crédito le puso freno a los acuerdos de capital privado.
Robert Diamond, Barclays. Las pérdidas del banco europeo por la crisis hipotecaria pusieron en evidencia los riesgos de la globalización financiera".
– Nubarrones en el imperio del dólar – La dependencia financiera de Estados Unidos pasa factura geopolítica (La Vanguardia – 19/1/08)
(Por Andy Robinson / Londres. Enviado especial)
"Las estrellas de la cumbre de la elite global este año en Davos no serán los jóvenes billonarios de California, Larry Page y Sergey Brin (fundadores de Google), sino funcionarios orientales, anónimos gestores de los llamados fondos soberanos, poderosos vehículos de inversión controlados por estados de Oriente Medio, Rusia y China, entre otros, que acaban de hacerse, por un precio rebajado, con los bancos más grandes de Estados Unidos.
"El paisaje ha cambiado en Davos por el declive de la influencia de los estados occidentales", afirmó en The Wall Street Journal un financiero estadounidense que asistirá al complejo hotelero suizo donde Thomas Mann ambientó su apocalíptica alegoría de decadencia imperial a primeros del siglo XX, La montaña mágica.
Y las grietas más visibles de este cambio sísmico de paisaje aparecen en EEUU. Hace años que el poder financiero y económico estadounidense no se encuentra a la altura de su poder militar. Pero este año, en plena crisis financiera desatada por las llamadas hipotecas basura, y en medio de una depreciación implacable del dólar – casi un 50% en cinco años frente al euro-, muchos temen que la abultada deuda externa de EEUU pueda pasar factura en el terreno geopolítico.
Comentaristas que, en su momento, defendían las guerras en Afganistán e Iraq, de Niall Ferguson, el historiador de Harvard, a James Fallow, de la revista Atlantic en Washington, ya no se deshacen en elogios de la hegemonía benévola, sino que comparan Estados Unidos con el agonizante imperio británico de la posguerra, aquejado por un sinfín de devaluaciones y un endémico endeudamiento exterior.
Ben Steil, del Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York, lamenta "una política monetaria irresponsable de imprimir dinero" que ha "quebrado la credibilidad del dólar y ha causado un daño geopolítico, y los chinos lo saben". La agencia de valoración financiera Moody"s declaró la semana pasada que no descarta en el futuro rebajar la calificación de la deuda estadounidense al grado de bono basura.
Hace años que economistas comentan un fenómeno extraño del nuevo siglo; que la única superpotencia militar del mundo -gasta medio billón de dólares en armas, más que los 15 países que le siguen en el ranking militar, sin incluir los estimados 200.000 millones de dólares al año en la guerra en Iraq- sufre una dependencia crónica de capitales extranjeros, muchos procedentes de países en desarrollo. Estados Unidos necesita inversiones extranjeras de casi 2.000 millones de dólares al día para financiar su enorme déficit exterior.
Gracias al papel del dólar como divisa reserva, los países acreedores de Estados Unidos, desde China hasta los productores de petróleo del golfo Pérsico, suelen reinvertir los ingresos de sus exportaciones en la misma deuda estadounidense. La divisa reserva es el sine qua non del poder estadounidense actual, "imprescindible para conseguir la financiación necesaria para subvencionar a los aliados y darles armas", ironiza Kathleen Burk, autora de "Old world, new World", un nuevo estudio sobre los imperios británico y estadounidense.
Pero, como comprobaron los primeros ministros británicos en el crepúsculo del imperio británico, no es fácil mantener indefinidamente el estatus de moneda reserva. Y una vez que se pierde, la vida imperial se hace muy difícil. La libra esterlina fue devaluada en nada menos que doce ocasiones a partir de 1945 mientras cayeron como piedras las joyas de la corona, de la India a Kenia, Egipto o Malasia. Durante la crisis de Suez en 1956, el secretario de Estado de Estados Unidos, George Humphrey, amenazó: "Si los británicos no se retiran de Egipto, atacaremos la libra". Los británicos tardaron menos de 24 horas en retirarse. "En Suez, Gran Bretaña tuvo dos puntos débiles: sus suministros de petróleo y su divisa", dice Burk, un dilema que quizás resulte familiar en Washington actualmente.
Economistas del National Bureau of Economic Research en Washington prevén que el euro sustituirá al dólar como divisa reserva principal antes del 2022; otros creen que la nueva moneda imperial será el yuan chino.
Aunque este relevo hipotético todavía queda lejos, el impacto geopolítico de la debilidad del dólar puede verse ya, dice Steil. "Dinero es influencia y el mismo dólar ya va a comprar menos influencia; tampoco podemos cortar el flujo de dólares a países rebeldes como Irán o Corea del Norte", dijo.
Por lo general, "a donde va el dinero lo siguen otras clases de poder", advierte Fallow en el último número de The Atlantic."Pregúntele a Mijail Gorbachov sobre el papel de la bancarrota en el colapso del imperio soviético", añade. Hasta la fecha, "las fuerzas armadas chinas son demasiado débiles para retar a EEUU directamente, incluso en el estrecho de Taiwán", prosigue Fallow. "Pero, con dinero, esto puede cambiar".
Por el momento, EEUU y China están condenados a entenderse, ya que una decisión china de abandonar el dólar aniquilaría el valor de sus propias reservas. "Es una especie de acuerdo de destrucción mutua financiera, como en la guerra fría", según explicó Robert Wade, de la London School of Economics. Pero conforme el dólar pierde valor, "crecen las presiones políticas sobre los líderes chinos para diversificar sus divisas y proteger los intereses financieros de sus ciudadanos", dice Barry Eichengreen, asesor del Fondo Monetario Internacional. Cada habitante de Estados Unidos debe 4.000 dólares a un habitante chino.
Asimismo, ha existido "un quid pro quo con Arabia Saudí y los estados del Golfo en el sentido de que ellos suministren petrodólares a cambio de apoyo militar estadounidense contra Irán", añade Wade. Pero también es un equilibrio precario. Arabia Saudí y los Emiratos – tras pactar compras a EEUU de misiles y buques de guerra por 20.000 millones de dólares- estudian formas de desvincular su economía del dólar, aunque no hay indicios de que se optará por cambiar la divisa de transacciones en el mercado del petróleo.
Pero no queda tan claro que -en lo que se refiere al dólar, al menos- los petromonarcas del Golfo discrepen de su supuesto enemigo, Mahmud Ahmadineyad, presidente de Irán, quien en la última cumbre de la OPEP acuñó la frase más comentada del acto: "¿El dólar? – dijo-. Sí, es un trozo de papel sin valor".
- Los nuevos "Soberanos"… que tienen los "Fondos"
(Los dueños de la "manguera")
– Imposible borrar la evidencia (El ardid explota por los cuatro "factores")
Espero haber presentado al lector -paciente y generoso- suficiente documentación para excluir diversas interpretaciones, muy difundidas pero no bien asentadas en los hechos. Será preciso estudiar con cierto detalle las circunstancias e ideologías que llevaron al fracaso de la "innovación financiera".
Las innovaciones de los últimos años -la sopa de letras- se vendieron con pretensiones falsarias. Se promocionaron como formas de dispersar el riesgo, de hacer segura la inversión. Lo que, en cambio hicieron -aparte de proporcionar a sus creadores montones de dinero, que no tuvieron que devolver cuando estalló la burbuja- fue dispersar la confusión, atraer inversores para que asumieran riesgos mayores de lo que podían percibir.
Esta vez, quienes juegan en el mercado parecen verdaderamente horrorizados, porque se han dado repentinamente cuenta que no son capaces de entender el complejo sistema que ellos mismos han creado. Lo que se esconde tras la desaparición de la liquidez es un colapso de la confianza: los jugadores en el mercado no se quieren hacer préstamos, porque no están seguros de recuperarlos.
"No me puedo creer que mi jerarquía no haya tenido constancia de las cantidades que yo comprometía en mis operaciones. Es imposible generar grandes beneficios desde pequeñas posiciones". Es parte de la declaración que Jérôme Kerviel hizo a la brigada financiera de la policía francesa que investiga el fraude multimillonario que ha llevado por delante el prestigio financiero de Société Générale, y compromete el futuro del banco francés. Pero además, resume la ambiciosa filosofía que buena parte de la banca aplica a su gestión diaria para obtener réditos crecientes en los mercados financieros, sin más control que la buena fe de sus operadores, que está también en el germen de la crisis subprime que ha explotado en las manos del sistema financiero mundial.
Además, aporta las lecciones necesarias para recomponer los mecanismos internos de control y transparencia y los externos de supervisión, para que los excesos cometidos por el sistema financiero en el mundo -desde lo del empleado encargado de riesgos que concedió la primera hipoteca subprime en Estados Unidos a quien compró sus derivados buscando un desempeño inmoral y especulativo en Europa– sean atajados, controlados y evitados.
La práctica financiera de la búsqueda de la máxima ganancia, amparada en incentivos personales siempre crecientes, estimulados por políticas de liquidez inagotable y tipos negativos, ha puesto en el mercado un sarcoma financiero desconocido. Y todo ello con la venda en los ojos de la supervisión bancaria norteamericana, mientras la metástasis llegaba a los bancos de todo el mundo y paralizaba, por desconfianza, la actividad crediticia hasta poner en riesgo la economía real.
Resultan ser las autoridades regulatorias americanas, las que permiten que más de la mitad de los créditos hipotecarios se realicen a través de refinanciadoras que no piden ningún tipo de garantía y que endosan en paquetes y a través de vehículos financieros unos préstamos de difícil cobro, cuyo tenedor final, puede ser un banco de cualquier otra parte del mundo, como así ha ocurrido, que no llega a saber nunca quién es realmente el que debe el dinero.
Una vez más se pone de manifiesto: los ciclos económicos existen. Y sus procesos de desarrollo siguen pautas comunes. Una innovación genera expectativas de fuerte crecimiento del PIB y de alta rentabilidad, atrayendo capitales, buena parte de los mismos financiados por el sistema crediticio. Y todo ello impulsado por unas condiciones monetarias, tanto en cantidad como en coste, muy favorables.
En cada uno de los ciclos económicos la naturaleza de la innovación ha sido distinta; en este caso financiera, en concreto, la transmisión del riesgo de crédito de los préstamos hipotecarios, sumada al desarrollo de productos financieros vinculados a este riesgo.
Tipos de interés en mínimos históricos (recuérdese que la Fed los situó en marzo de 2003 en el 1,0% y el BCE en el 2,0%) y muy abundante liquidez impulsaron un nuevo negocio muy rentable y seguro. Encontramos aquí otro punto común con el resto de crisis: se exageran los efectos positivos de la innovación y se minimizan los riesgos. Pero eso sólo se descubre, y de forma traumática, un tiempo después siendo los índices bursátiles las primeras señales de alarma, anticipando una posterior caída de los beneficios empresarios (en regla, 12 meses después).
La crisis financiera se ha activado como reacción a un repunte de la morosidad subprime que, si bien es destacada (de 5% a 15%), es similar a la que se observó también en 2001. Pero ahora el volumen de esta tipología de préstamos es muy superior y, sobre todo, se han desarrollado toda una gama de productos derivados vinculados a estos préstamos -la sopa de letras- que han amplificado su efecto negativo, más aún si tenemos en cuenta que su compra estaba apalancada.
En definitiva, estamos siendo víctimas, de nuevo, de los excesos cometidos al amparo de una innovación que se pensaba que serviría para estimular el crecimiento sin ser conscientes de los riesgos asociados. No se ha sido capaz de anticipar los efectos negativos de este típico repunte de la morosidad, seguramente porque se ha errado en el modelo de valoración (algo similar les sucedió a las telecos hace ya casi 10 años).
La desconfianza hacia el sector financiero crece por momentos. Los problemas ya no se centran sólo en la exposición a las hipotecas subprime. Las aristas de la crisis se multiplican, generando un efecto bola de nieve que no parece tener fin. La tensión que vive el mercado de crédito es un claro reflejo con los diferenciales en máximos, los precios de las coberturas por las nubes y la imposibilidad de colocar deuda.
Hace unos meses los expertos comentaban que la temporada de resultados ayudaría a esclarecer la envergadura de la crisis, al permitir conocer con exactitud el tamaño de las pérdidas. De momento, sin embargo, no se atisba el fin. Wall Street ya ha anunciado pérdidas relacionadas con las subprime del orden de los 100.000 millones de dólares pero se teme que la cifra final resulte ser mucho mayor. El G7 habla de 400.000 millones de dólares a nivel mundial (febrero de 2008).
Aunque la crisis se haya dado en llamar subprime, es algo mucho más profundo; se trata de una crisis de confianza sobre el conjunto del mercado de derivados de crédito, por la sencilla razón de que nadie, ni los propios bancos, saben qué riesgo crediticio -propio o de terceros- han asumido las entidades financieras y, ante una duda de semejante calado, el mercado ha decidido dar valor cero a todo lo que le parezca raro -verdadera sabiduría popular- y la banca ha optado por cerrar el grifo a cal y canto. Dos decisiones que abocan a la crisis crediticia, según el principio de la profecía autocumplida.
El nudo de la crisis es la desconfianza en el sistema pues, como ya sucediese en 2002, nadie se fía de nadie, y el sistema de mercado se basa en la confianza en la contraparte. Si el índice de riesgo crediticio iTraxx está en máximo histórico no es porque alguien haya dejado de pagar hipotecas, es porque nadie puede conocer la magnitud de las pérdidas ni si ésta se amplificará como una bola de nieve… porque eso depende precisamente de la confianza del mercado.
Del campo gravitatorio de un agujero negro no puede escapar ninguna partícula, ni siquiera la luz. Es imposible saber qué sucede dentro del llamado horizonte de sucesos. En el pozo de incertidumbre cayeron primero las titulizaciones de deuda intoxicadas por hipotecas subprime, pero después lo han hecho cada vez más categorías de activos. 40.000 ó 400.000; lo importante no es tanto el tamaño del agujero negro como su capacidad para engullir materia.
Ante esta situación parecería lógico el accionar -contundente- de los bancos centrales (riesgo moral aparte): inyectar enormes cantidades de liquidez, rebajar las tasas de interés, plan de estímulo fiscal y crecimiento económico (siempre ahí para limpiar después de las burbujas, en lugar de prevenir su crecimiento). Ahora bien, existe un elemento de incertidumbre: ¿y si el recorte de tipos llega demasiado tarde? ¿y si las pérdidas de los principales bancos estadounidenses ya han mermado tanto sus fondos propios que está en riesgo la solvencia? Japón es un ejemplo claro de la capacidad de crecimiento de una economía cuando el sistema crediticio está en dificultades: los estímulos monetarios no sirven porque no se transmiten.
La única salida -entonces- es la inyección de capital por parte de otros bancos que, lógicamente, deben ser extranjeros. Japón lo ha rechazado insistentemente en los últimos años y las consecuencias son claras. Ahora, los famosos fondos soberanos están dispuestos a inyectar capital. Las implicaciones traspasan el ámbito económico para entrar en el político, geoestratégico y hasta religioso.
Han estado presentes bajo una forma u otra por largo tiempo, pero recién en el último año han alcanzado las portadas, atrayendo la atención de los gobiernos occidentales. Creados con parte del superávit de la balanza de pagos de países en su mayoría emergentes, el capital de los fondos soberanos supera ya el de los "hedge funds".
Una parte tan grande de este dinero llega a Estados Unidos permitiendo que, como resultado, las tasas de interés de largo plazo se mantuvieran a la baja. Sólo los bancos centrales de Asia y los petrodólares reducen las tasas estadounidenses en cerca de tres cuartos de punto porcentual. Esto contribuyó a un festín de deuda en EEUU que elevó los precios de las acciones y los bienes raíces.
El poderío financiero de muchos gobiernos está creciendo, como atestigua el auge de los fondos financiados por las reservas de los bancos centrales (en caso de Asia) o por el petróleo (en Medio Oriente y Noruega). Esto abre la posibilidad de que se realicen inversiones con motivos políticos, mercantilistas e, incluso militares. Hasta ahora no ha sido así, pero el riesgo persiste.
La de estos fondos es la historia de la inversión de países con un fuerte superávit en balanza de pagos y que no se contentan con invertir sus reservas de forma conservadora en deuda del Tesoro, sino que quieren que su dinero sea más rentable. Es la historia del llamado capitalismo de Estado y de los que se han convertido en grandes accionistas a largo plazo de Barclays, Nasdaq, Blackstone, Citigroup, UBS, HSBC, Merrill Lynch, Morgan Stanley y Bearn Sterns, entre otras firmas.
Stephen Jen, jefe de análisis de divisas de Morgan Stanley, calcula que estos fondos pueden controlar unos 12 billones de dólares en 2015 y que se convertirán "en uno de los factores estructurales más importantes de futuro para los mercados financieros". No sólo crecen más rápido, sino que, además, como su fuente de financiación es la balanza de pagos, el coste de conseguir fondos, a diferencia de los hedge funds que se apalancan, es gratis.
Quienes no están contentos son los políticos. Es cierto que estos inversores llevan dinero a los mercados y normalmente son inversores pasivos a largo plazo, todo un ideal. Sin embargo, tanto en la UE como en EEUU se está empezando a sospechar de las intenciones de unos Gobiernos con los que las relaciones son en algunos casos tirantes. El temor es que con la propiedad de activos llega la influencia, y se teme que algunos regímenes utilicen este poder como arma política y económica.
En Europa se pide transparencia a estos fondos y en EEUU ya se argumentaron razones de seguridad nacional para impedir que una compañía controlada por el gobierno de Dubai se hiciera con el control de un buen número de puertos del país. Para los países en desarrollo es una excusa para el libre comercio que desde Occidente se predica.
A países que llevan décadas privatizando sus empresas no les termina de cuadrar este llamado capitalismo de Estado. Sigue habiendo empresas públicas en numerosos países y su participación en el mercado internacional levanta suspicacias sobre su trasfondo político, como en el caso de la energética rusa Gazprom.
Irónicamente, el campo financiero, hasta ahora considerado la vitrina de la "globalización" podría experimentar una "recompra" por los gobiernos nacionales, en la medida en que un número creciente de ellos usa las "reglas del juego" para capitalizarse y lograr mejores condiciones para proteger a sus países de los efectos de las jugarretas financieras globales.
Hasta ahora, su discreta actuación en el mundo de las finanzas globalizadas había pasado desapercibida, pero con la enorme suma de recursos reunidos en esos fondos ya surge como una fuerza considerable, que está preocupando sobremanera a los próceres de las finanzas globales. En tanto tales fondos concentraban sus recursos en activos como los títulos del Tesoro de EEUU, los "globalizadores" no se preocupaban mucho de ellos, pero en la medida en que comienzan a flexionar los músculos en busca de inversiones más atractivas, empiezan a ser vistos como una amenaza a la propia "globalización" financiera.
¿Cuál será el impacto de estos nuevos titanes en los mercados? ¿Sus inversiones tendrán un carácter meramente financiero, buscando siempre la mayor rentabilidad a largo plazo, con el menor riesgo, o también político? ¿Qué ocurrirá si los fondos de inversión de países no democráticos decidieran gestionar sus inversiones por criterios políticos? ¿Cuáles serían los riesgos potenciales, si algún país con una cultura o sistema político diferente invierte en otro estado en actividades conectadas con la información, la educación o la cultura? ¿Si en vez de razones éticas fueran amenazas a la seguridad nacional? ¿Serían un peligro para las democracias occidentales?
Ahora resulta que los fondos soberanos de varios países que antes fueron colonias de los europeos fundamentalmente están viéndose como una amenaza para los países desarrollados. Una vez más la visión estrecha del colonialismo sigue presente en los gobiernos de los países que tanto han apoyado la libre circulación de todo, incluyendo específicamente los recursos financieros.
La imposición del capitalismo salvaje en todo el mundo propiciada por ellos ahora se torna en contra de sus muy particulares intereses, por lo que se muestran preocupados y proponen que existan reglas claras sobre qué y cómo se puede aceptar la intervención de estos fondos soberanos en las empresas mediante participaciones parciales o compra total.
El único problema es que los países desarrollados nunca pensaron que los hoy llamados emergentes llegarían a tener tal tamaño de riqueza que hiciera verlos minimizados en el mundo actual. Ellos, los que llevan años expoliando las economías del tercer mundo, se sienten agredidos.
Hasta la llegada de los fondos soberanos, las políticas de los "organismos internacionales", apoyados fundamentalmente por los países desarrollados, eran que todos abrieran sus mercados y que quien ofreciera los mejores recursos se quedaba con el pastel. Además, han insistido una y otra vez que se abrieran a la participación extranjera los sectores que se consideran estratégicos. Pero ahora que los posibles compradores de esas áreas en sus propios países no son nacionales, o por lo menos nacionales de otros países ex colonialistas, se muestran preocupados.
El problema está en que el pastel completo lo quieren para los que tradicionalmente se han quedado con todo, y esto por lo visto está por acabarse debido a los cuantiosos recursos sobrantes que tienen algunos emergentes.
De lo que no se han dado cuenta -o lo han hecho tarde y mal- es que el monstruo que engendraron con el libre comercio se ha vuelto principalmente contra ellos y quieren dar marcha atrás, lo cual pareciera una contradicción dentro de las reglas de este capitalismo salvaje propiciado por ellos mismos, apoyados por los "organismos internacionales" fundamentalmente.
En la globalización la llegada de estos fondos soberanos a los únicos que ha puesto a temblar ha sido a los que han dominado el mundo en el último siglo y ahora tratan de que no se salgan de su control, lo cual es imposible.
O nos ponemos de acuerdo en cómo debe desarrollarse el mundo para que exista menos pobreza y desigualdad o de plano que sean las famosas fuerzas del mercado y la mano invisible las que lo determinen. Lo único que no vale es pedir reglas abiertas para afuera, y dentro exigir la protección total, de acuerdo a sus "intereses nacionales".
Antes del final, deseo citar un breve, pero muy sugerente artículo, publicado en Negocios.com, el 10 de febrero de 2008, con la firma de Álvaro Lucas, titulado:
"Del paraguas a la abstracción"
"Cuentan que hace algunos años, cuando la banca no era tan sofisticada como aparenta serlo ahora, en la reunión de máximos mandatarios de uno de los grandes bancos españoles siempre había cierta frustración por la existencia de un cliente moroso en la entidad, el único. El sentido del honor y el conocimiento de los clientes era tal que, además de no pasar desapercibido, era motivo de tristeza entre los jerifaltes de la institución. Un día de lluvia, tras la reunión, uno de los directores salía de la sede con el paraguas en ristre e identificó por casualidad al mencionado personaje. Ni corto, ni perezoso, la emprendió a paraguazos con él. Entonces era inconcebible la morosidad.
Con esta historia se clausuraba hace unos días un foro organizado por el Instituto Empresa y Humanismo en la decimoquinta planta del BBVA. Después de toda una mañana debatiendo los aspectos técnicos y éticos de la crisis de las subprime, llegamos a la conclusión de que descifrar el código genético financiero de las personas es un ejercicio que, como el cuento de la lechera, ha llevado a muchas entidades a la bancarrota del desprestigio. La venta en cadena del riesgo adquirido al conceder un crédito hipotecario termina, inevitablemente, viniéndose abajo cuando la relación de confianza que edificó la primera argolla se debilita y la garantía de una cantidad monstruosa de dinero resulta ser una cantidad opíparamente inferior. Se decide construir un castillo precioso de naipes en el aire, en definitiva, una perfecta abstracción más digna del Blanco sobre blanco de Malevich que de cualquier relación humana.
Quizá tenga que ver en esta mutación el haber dejado escondido en un depósito a plazo fijo el concepto de la "economía de la responsabilidad" y haber promocionado en cambio, como producto estrella, la "economía de la rentabilidad", y sin comisiones. François Michelin, creador de la prestigiosa guía de restauración que lleva su nombre, aprendió el arte de la prudencia cuando muy satisfecho tras una cena, en compañía de uno de sus especialistas gastronómicos, sugirió otorgar sus famosas estrellas al local. Su empleado, poco lego en el oficio, le contestó: "Esperemos a ver cómo amanecemos mañana, señor Michelin".
La sombra de la sospecha (yo sé que ahora vendrán caras extrañas…)
Todo lo anterior no acaba de contar, como es lógico, toda la historia, que suele ser muy complicada. No se olvide que la crisis financiera arranca, hace más de un año, con el aumento de la morosidad de las hipotecas llamadas subprime, que se habían desarrollado mucho en Estados Unidos. Y que esas hipotecas eran la garantía de un conjunto de valores llamados estructurados, cuya rentabilidad y riesgo dependía de ellas. Y que esos valores los compraron muchas entidades en Estados Unidos y también fuera: algunas, porque ese era su negocio principal, y otras, porque veían ahí oportunidades de negocio, quizás como complemento de las operaciones que les eran propias.
Y finalmente, están los sucesivos actos de ese culebrón que ha sido la crisis financiera. Cuando las instituciones que tenían activos con garantía de hipotecas subprime tuvieron pérdidas, otras entidades temieron prestarles, o mejor, continuar prestándoles como habían hecho en los últimos años. Entonces ocurrieron percances como el de Northern Rock, en el Reino Unido. Como no sabían quién tenía muertos en los armarios, las entidades se resistían a prestar a otras, simplemente como precaución. Y, de este modo, la mancha de aceite se fue extendiendo, de unos mercados a otros, y extendiéndose de unos países a otros.
Que las hipotecas de baja calidad fueron solamente una muestra de lo que sucedía en los mercados, un síntoma más que una enfermedad, es algo que sostienen los expertos. La crisis empezó aquí como podría haber empezado con el colapso de un hedge fund o de algún fondo de capital riesgo. Al fin y al cabo, en todos los apartados del sector bancario se prestaba dinero sin dedicar demasiada atención a los riesgos.
Porque, después de todo, los sistemas de transmisión de riesgos que han multiplicado los problemas derivados de las hipotecas se aplicaban también a las operaciones apalancadas de LBO. Unas cuantas operaciones mal diseñadas habrían tenido también un efecto arrastre sobre el conjunto. Un sistema que -finalmente- resultó ser el mejor aliado de las revalorizaciones fáciles, aunque -todo hay que decirlo- su papel también estaba inflado por un mercado complaciente.
La agresiva rebaja de tipos llevada a cabo por la Reserva Federal ha recordado a los inversores que los tipos más bajos de la cuenta incentivan el exceso de inversión -o de crédito- y, en definitiva, burbujas de uno y otro tipo. Y es cierto. La Fed recortó los tipos de interés de forma muy agresiva y tardó en desandar el camino. Advierten algunos expertos que una solución demasiado rápida al gran agujero crediticio no arreglaría el problema de fondo. ¿"Moral hazard"? ¡Vamos hombre!
"Conforme pasan los días, la crisis de crédito se parece, cada vez más, a una pavorosa marea roja que se expande silenciosamente e intoxica las aguas de las costas a las que alcanza, dañando o matando todo aquello que flota, nada o se desplaza por ellas. Y, mientras, el señor Bernanke, aplaudido por una multitud fervorosa de miembros de Wall Street, recuerda al Rey Knut" (que unificara la Inglaterra en manos de los vikingos) "pidiendo a la marea que se detenga" (este rey, extraordinariamente religioso, es recodado por meter su trono en las aguas del Atlántico y desde allí gritar a la marea que no subiera. Cuando le alcanzaron las olas pronunció su célebre "que todos los hombres conozcan la limitada fuerza de los reyes; sólo Dios es merecedor de ese nombre ya que la tierra, el mar y el viento le obedecen"). (S. McCoy – El Confidencial.com – 21/2/08)
Pero actualmente el mercado no vive sólo una crisis crediticia; se trata de una crisis de confianza, de algo parecido a una crisis sistémica. Y la diferencia de concepto no viene de abrir más o menos el grifo crediticio, sino porque se han utilizado mecanismos que han ocultado tanto la magnitud de los riesgos como la distribución de éstos. Es culpa de la Fed. No sólo por poner los tipos muy bajos, sino sobre todo por permitir instrumentos financieros opacos. Los excesos han sido muchos. La purga tiene que ser dolorosa…
Entonces, llegaron los "Fondos Soberanos": ¿El Eje del Bien? (O Salvemos a USA).
"Los estadounidenses, en general, no aprueban las inversiones de los fondos soberanos en empresas de EE.UU., según una encuesta realizada por la consultora política Public Strategies. La adquisición de participaciones en Citigroup por parte de fondos de Singapur, Kuwait y Abu Dabi, por ejemplo, enfrenta la oposición del 56% de los encuestados y la aprobación de sólo un 8%". (The Wall Street Journal -online- 21/2/08)
"Los fondos soberanos de Abu Dabi y Singapur se reunieron la semana pasada con el Tesoro de EE.UU. para discutir la adopción de prácticas de transparencia y administración que garanticen a los países desarrollados que estos fondos no buscarán influencia política, informaron autoridades involucradas en la reunión. Los fondos soberanos de Abu Dabi y Singapur tienen un patrimonio total de US$1.200 billones (millones de millones)". (The Wall Street Journal -online- 26/2/08)
Esto plantea la cuestión de si los fondos soberanos que invierten directamente son económicamente eficientes. Si las decisiones de inversión las toman los políticos con agendas no económicas, la rentabilidad no se maximizará. Inversamente, las inversiones sustanciales de Fondos Soberanos en compañías importantes plantearán problemas políticos que no aparecerían de tratarse de inversiones equivalentes del sector privado.
Frente a ello, el "establishment" financiero sostiene (intentando "arrear" de nuevo a la manada): "parece claro, por lo tanto, que los fondos soberanos harían mejor invirtiendo a través de intermediarios; las participaciones en acciones a través de gestores de inversión profesionales, y las inversiones estratégicas a través de fondos de libre inversión y del capital riesgo. Esto permitiría crear un muro de confidencialidad entre la inversión y su propietario final, y mezclar sus fondos en las inversiones de un intermediario respetado. Esto difuminaría los problemas políticos, y les daría acceso a la experiencia de inversión de alta calidad para maximizar las rentabilidades"…
Parece que Wall Street va a dar un segundo mordisco a una cereza gigante. Primero, los bancos fueron a mendigar capital a Dubai, Abu Dhabi, Singapur y Pekín para rescatar sus pésimas inversiones. Ahora, pretenden gestionar su dinero y cobrarle sustanciosas comisiones por hacerlo. Los muertos matan a los vivos. Wall Street siempre gana.
Preguntas incómodas: cero respuestas…
¿Los Fondos Soberanos son dinero tonto o bárbaros a las puertas? ¿Daños colaterales? ¿"Gusanos" en la Gran Manzana? ¿Durmiendo con el enemigo? ¿Metamorfosis del capitalismo? ¿Imagination at work? ¿Trading por diferencias? ¿Continuación de la economía de "casino" por otros medios? ¿Instrumentos complejos rescatados en el pozo del olvido? ¿Serán "opciones" ambiciosas o "derivados" patéticos? ¿Qué habrá más allá de las cláususlas de cambio adverso significativo? ¿Se puede aplicar la exigencia de que no inviertan con "motivaciones no económicas"? ¿Se pueden regular estos fondos de modo que sean transparentes (¿sin supervisión?) y que haya reciprocidad (¿asimétrica?)? ¿Entre Buffett o Soros -inversores oportunistas-, nos quedamos con Alwaleed bin Talal o Hamad bin Jasim bin Jaber al-Thani -inversores-espectadores (for ever?)-?
¿No se estará confundiendo el culo con las témporas?
¿Acaso el capitalismo es también una metáfora? o… al final nada es cierto.
Ya conocemos el "antes", nos queda imaginar el "después"…
El resultado final dista mucho de estar claro.
Febrero de 2008
Autor:
Ricardo Lomoro
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