Con el tiempo el número de cabildos indios fue mayor al de cabildos blancos, por motivos tributarios y de evangelización, dicho de otro modo, gran parte de la población india tenía una experiencia de participación político-institucional. El régimen colonial desarrollo una densa red institucional gracias a los cabildos, pues se trato de una representación corporativa de antiguo régimen, estructurada jerárquicamente en el grupo y en el territorio. La soberanía tuvo un papel, fundamental en el curso de la crisis del imperio, pues condiciono el desenlace de la independencia y la vida de las nuevas repúblicas. Pues se fragmentaron los virreinatos, y las unidades territoriales se autoproclamaron estados, lo anterior informa de una revolución silenciosa por parte de las comunidades locales.[32]
Con estos hechos, clarificamos ciertas reflexiones, los estados sabían tejer pacientemente una sociedad fuertemente integrada y cohesiva: la nación. Si bien han sido necesaria largas gestaciones históricas para llevarla a cabo, no solo mediante procedimientos coactivos, administrativos, económicos y políticos, sino también mediante intercambios y simbiosis, la integración de particularismos locales e identidades provinciales en un pueblo unificado por la lengua y la cultura, que se reconoce en "solidaridad orgánica[33]y se identifica en un Estado nacional.
Ahora bien, quisiéramos hacer un repaso, para darle contexto a nuestras siguientes reflexiones; la crisis de 1808 clarifica la verdadera estructura política de la sociedad americana, la crisis desintegra el imperio y prosigue, pero con características distintas y protagonistas diversos, ya con la ruptura completa de toda relación con España, se asiste a una afirmación de agentes colectivos que reivindican su poder territorial, con todo lo que implica.
Para este mismo año, la Junta Central, concede la igualdad política y la representatividad de los territorios americanos; esta decisión consistió en aludir que la soberanía estaba físicamente depositada en los reinos que formaban parte del imperio. La soberanía de la junta existió solo en cuanto que los reinos que estaban representados en ella, se trataba de una soberanía más débil que la de los reinos, esto represento una desigualdad numérica entre diputados americanos y peninsulares en la junta, la cual estaba compensada por el reconocimiento de una autonomía plena de los territorios. Lo cual represento consecuencias, pues se evidencio que el imperio no tenía ya, una soberanía única. Una junta entonces, se concebía y se definía soberana[34]
Avancemos un año, es 1809, un año que represento una etapa decisiva, pues fue el momento después de la crisis dinástica de querer instaurar una política moderna con la constitución de Cádiz, a partir de este momento se da un cambio radical: se debilita la soberanía central y se refuerza la soberanía provincial. De 1809 a 1810 los diputados ponen de manifiesto que los cabildos hablaban en nombre de su respectiva provincia o territorio, existía de algún modo un apego, que aumento el número de cabildos, que participaban en la votación. Un cabildo que votaba era reconocido como representante de un territorio, lo cual legitima según Annino una autonomía, frente a la autoridad española y a los demás cabildos. En resumen, la crisis del imperio, genero dos procesos, redistribuyo físicamente la soberanía entre los cabildos en América, e incito a otros cabildos a ganar con sus votos una posición de igualdad con las antiguas cabeceras.[35]
Se dice que todo esto genera un cambio en la ideología política colectiva americana, pues la soberanía, y su concepción, re legitima en un nuevo contexto antaño derechos colectivos. Pues ha existido una memoria común de estos derechos y obligaciones, de estos roles y status, pues formaban parte y reforzaban la identidad de los grupos. En el momento de la crisis dinástica de 1809 muchos de estos derechos reaparecen con fuerza sobre el escenario político. Por ejemplo el derecho de constituirse en junta siempre que lo requiriera el bien común, la evolución de estas juntas fue particular en cada región, pues tuvo que ver con el tradicionalismo, es decir, frente a una metrópoli se reivindican antiguos derechos y antiguas libertades para reforzar y justificar la idea anticolonial de un patrimonio y de una identidad comunes.[36]
En los párrafos anteriores dilucidamos una lógica de la identidad que vale la pena comentarla; aquí le llamaremos una lógica de identidades diferenciales, la cual se enriquece en el XIX, necesariamente con ciertos matices: el eje ciudad/campo que se añade al eje poderosos/no poderosos, y se perfilan otros ejes transversales para identificar las "elites" del Estado, de la propiedad, del capital mercantil, e incluso de la actividades intelectuales, o para clasificar las categorías laborales del pueblo; a partir de esto, consideramos, se despliega en las sociedades del XIX, "el espectro completo" de las posiciones sociales.
Cuando se da la ruralización de las espacios políticos; son los liberales, quienes en la fase constituyente, habían logrado imponer una idea de soberanía, abstracta, unitaria, indivisible y por tanto igual para todas las partes del imperio. Los diputados americanos no aceptaron nunca la nueva idea de soberanía, continuaron reivindicando la suya, la de 1808, que aludía a las ideas del régimen mixto, templado y federalista.
A lo anterior, consideramos la igualdad de los ciudadanos, propicia a la maduración de la nación, no basta, sin embargo, para borrar el sistema de identidades que hemos llamado para este trabajo diferenciales, ya que las diferencias de fortuna, de actividad o de origen, permanecen activas y pueden percibirse claramente en el discurso social común. La movilidad desplego, quizá indefinidamente, la gama de "distinciones" identitarias, sino fuese por la progresiva maduración de las ideologías de clase. Lo cual consideramos un tema amplio a profundizar y del cual no nos ocuparemos esta ocasión, aunque confesamos, es una de nuestras inquietudes: conocer a fondo y más de cerca las mentalidades e ideologías de las distintas clases sociales durante el XIX. Pues desde ahora, y de acuerdo a nuestra óptica podemos considerar, otros discursos emanados de asociaciones políticas, penetrarán en el discurso común para revelar la presencia de las clases bajo las "condiciones". Un tema que quizá en futuro abordemos.
Por el momento nos interesa ir finalizando algunas de nuestras reflexiones e intereses iniciales; citamos por último, lo debatido en la carta gaditana, y sus respectivas tradiciones políticas en los cambios de la época que tuvieron los revolucionarios en los tres ámbitos comparados (francés, anglo norteamericano e hispanoamericano), pero más aún, nos interesa ver como una vez aplicada brindo a varios territorios de Hispanoamérica el voto.
Observar con lentitud el tema del voto y su importancia, nos permite dilucidar ciertos procesos en que la identidad de las comunidades y de los actores se trastoca y obtiene nuevamente, nuevos matices. Sabemos bien que el modelo electoral gaditano, incluyo el voto de los indios, pues según estas normas, se podía votar en cuanto ciudadano y a condición de no ser negro, vagabundo o servidor domestico. Tenían que ser avecindados y residentes, surge así la categoría de "vecino" lo cual tenía relación con un criterio de notoriedad con respecto a la comunidad, tenía que ver un reconocimiento y una especie de apego identitario a la localidad y la comunidad; otro requisito para ejercer el voto era "tener un modo honesto de vivir", pues esto se traduce, ya que el voto no era secreto, sino público. Sin embargo nos interesa ver el punto crucial de esta transformación; la identidad regional y local se manifiesta, y consideramos que se tara de entidades relacionales presentadas como totalidades diferentes de los grupos que los individuos que las componen y que en cuanto tales, obedecen a procesos y mecanismo específicos. Creemos que estas entidades que llamamos relacionales, están constituidas por individuos vinculados entre sí por con un sentimiento común de pertenencia, lo que implica, como se ha visto, compartir un núcleo de símbolos y representaciones sociales y por lo mismo, una orientación común a la acción.
De este modo el voto y su importancia otorgo la facultad de decidir sobre los trámites más importantes, lo cual estaba ahora en manos de las comunidades locales. Se dice que en México esto tuvo efecto, pues en la elección de ayuntamiento en 1812; los criollos lograron controlar el voto, pese a ello el virrey quiso anular dicha elección, pero no se pudo negar la total autonomía que ya representaban las juntas garantizadas por la constitución y debieron aceptar los resultados.[37]
Otra consideración respecto a la temática en la que flotamos; es que en estas juntas lo plurietnico y pluripolitico tomo voz, pues diferentes grupos sociales, indios mestizos y blancos, se comportaron según códigos e intereses culturales diversos, que quedaron así legitimados dentro del nuevo orden constitucional; consideramos esto un hecho único e imprescindible para la gestación y transformaciones de la identidad nacional. En el área rural esto fue importantísimo, pues se puso de manifiesto en las expresiones políticas cotidianas los sistemas de valores de las sociedades locales; en este contexto, observamos como los grupos se comportaron como verdaderos actores colectivos capaces de pensar, hablar y operar a través de sus miembros o de sus representantes según el conocido mecanismo de la delegación.
El voto en estas zonas, se articulo siguiendo los ámbitos de sociabilidad tradicionales de la comunidad, es decir, se respetaron sus sistemas de creencias y de valores, así como sus ideologías particulares y sus prácticas; se llevaron a cabo fiestas típicas de cada comunidad, misas, procesiones, tres días de tianguis y (imaginamos que también borracheras), repiques de campanas, cohetes y gallos, toda una festividad con motivo del nacimiento de una nueva cultura política; y de trasfondo la reivindicación de las identidades territoriales; pues recordemos que algunos de los elemento centrales de la identidad, prefiguran en la capacidad de distinguirse y ser distinguido de otros grupos, definir los propios límites, generar símbolos y representaciones sociales específicos y distintivos, configurar y reconfigurar el pasado del grupo como una memoria colectiva compartida por sus miembros[38]
Recordemos que en las primeras elecciones que se mantuvieron, se expresaron las nuevas formas políticas; las cuales estuvieron incorporadas en el marco de la comunicación y de los rituales sincréticos de cada comunidad. Las elecciones permitieron a las comunidades articular las antiguas jerarquías internas como las cofradías, la difusión del voto, en las zonas indias (por ejemplo Oaxaca) hace posible un nuevo ciclo de fragmentación, pero a la vez de reagrupación de los territorios étnicos. La lógica indígena se pone de manifiesto en la praxis política, y la representatividad, pues los indígenas poco a poco ocuparon puestos de alcaldes y regidores, con una interpretación y una lógica particular.
Según este nuevo pensamiento indio, la nueva representación debe respetar un nuevo criterio de la proporcionalidad para fijar la composición de los municipios, no fijado por la constitución, sino, por el de la tradición local, así los nuevos actores políticos responden a una lógica cultural política, propia. Con ello comprobamos que las relaciones de pertenencia correspondientes a distintos colectivos, están dotados de identidad propia en virtud de un núcleo singular de representación social.
La nueva representación liberal proporciono el acceso cultural y la participación política en Las zonas rurales, y ofreció nuevas oportunidades para escalar la pirámide social y política, y gracias a las elecciones pudieron al paso del tiempo consolidar sus propias jerarquías. Todo producto de la constitución gaditana, comprendida como una nueva forma de contractualismo: estado mixto. Estas nuevas prácticas e ideas fragmentaron y radicalizaron la soberanía, ahora se hablaba de soberanías de los pueblos, cada una respondiendo a lógicas políticas particulares, vs el estado y las grandes ciudades de 1809. De esta forma aparece una autonomía municipal que se trasfigura en un autogobierno político y contenedor de identidades singulares. Consideramos al respecto que las identidades colectivas, constituyen uno de los prerrequisitos de la acción colectiva. Pero de aquí, no inferimos que toda identidad colectiva genere siempre una acción colectiva ni que esta tenga siempre por fuente obligada una identidad colectiva.
En toda esta complejidad, a veces amable, a menudo trágica, de los mecanismos de la identidad, vemos que puede ilustrarse con decenas de ejemplos. Durante el siglo XIX, no es tan difícil imaginar de que manera puede empujar a los seres humanos a las conductas más extremas: cuando sienten que "los otros", constituyen una amenaza para su grupo de pertenencia, su religión o su nación, todo lo que puede hacer para alejar esa amenaza les parece perfectamente licito; incluso cuando se llega a la matanza, están convencidos de que se trata de una medida necesaria para preservar la vida de los suyos.
Reflexiones finales
Podemos entender la importancia de construir dicha imagen: una imagen del pasado nacional con la cual las generaciones presentes puedan identificarse, proporcionándoles un sentimiento de orgullo en su propia identidad nacional, y la cual puede servir como catalizador en un proceso de construcción de nación que normalmente incluye la integración de grupos regionales dispares y estratos sociales diferentes, alrededor de ciertos grupos dominantes centrales.
En la actualidad, basta echar una mirada a los diferentes conflictos que se están produciendo en el mundo para advertir que no hay quizá, una única pertenencia que se imponga de manera absoluta ante las demás. Con lo debatido y reflexionado en el curso y en este breve escrito, queremos insistir, si bien en todos los momentos hay entre los componentes de la identidad de los grupos, una determinada jerarquía, esta no es inmutable sino cambia con el tiempo y modifica profundamente los comportamientos. Pensemos en una situación actual de México, plantear la construcción o existencia de una identidad nacional unificada, conlleva (inconscientemente quizá) excluir a la gran mayoría. Porque esta identidad y cultura nacionales es un proyecto y no una realidad presente, pues es un proyecto imaginado por unos y sostenido por otros.
Concluimos nuestras reflexiones agradeciendo los textos y la siempre enseñanza en este inteligible curso, confesando nuestros posibles errores y quizá nuestras inevitables necesidades de pensar. Pese a ello finalizamos nuestro escrito compartiendo una última idea: creemos que una cultural nacional, es experiencia histórica acumulada; que se forja cotidianamente en la solución de los problemas, grandes o pequeños que afrontan sus conciudadanos.
Muchas gracias.-
Roberto Arán.-
Bibliografía consultada
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Tomás Pérez Vejo, Elegía Criolla. Una reinterpretación de las guerras de Independencia hispanoamericana, CENTENARIOS/TUSQUETS, 2010.
Autor:
Roberto Reynoso Arán.
ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA
Posgrado en Maestría Historia y Etnohistoria.
Conocimiento Histórico: Historia de México, Siglo XIX.
Profesor: Dr. Tomás Pérez Vejo.
Martes 15 de Noviembre de 2011.
[1] Pérez Vejo Tomás, ELEGÍA CRIOLLA. Una reinterpretación de las guerras de Independencia hispanoamericana, CENTENARIOS/TUSQUETS, 2010. pp.
[2] Pérez Vejo Tomás, op. cit. p.
[3] Ibídem p.
[4] Ibídem p.
[5] Ibídem p.
[6] Ibídem p.
[7] Max Weber, Estructuras de Poder, Paidos, p.21, 1998.
[8] Carlos Andrés Osorio Ramírez, Los primeros aires de libertad, Historia Hoy, 2002, p. 12.
[9] Carlos Andrés Osorio Ramírez, op. cit. 17.
[10] Pérez Vejo Tomás, ELEGÍA CRIOLLA. Una reinterpretación de las guerras de Independencia hispanoamericana, CENTENARIOS/TUSQUETS.- p.
[11] Pérez Vejo Tomás, op.cit. p.
[12] Morín Edgar, La méthode. La nature de la nature. Vol. I Editions du Seuil, Paris, 1997, p. 24.
[13] Ibídem p.
[14] Jurgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, vols. I-II, Editorial Taurus, Madrid, 1987, p. 145.
[15] Horst Pietschmann, “Los principios rectores de la organización estatal en las indias”. En: Antonio Annino y François Javier Guerra, Coordinadores; Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo XIX. Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 49-50.
[16] Fabio Lorenzi-Cioldi, Individuos dominantes y grupos dominados. Paidos, 1998. p. 19.
[17] Ronald Cohen, El sistema político, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 32.
[18] José Carlos Chiaramonte, “Modificación del pacto imperial”. En: Antonio Annino y François Javier Guerra, Coordinadores; Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo XIX. Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 93.
[19] José Carlos Chiaramonte, op. cit. 100-101.
[20] Françoise-Xavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. Fondo de Cultura Económica. 1992. p.
[21] M. Halbwachs, La memoria colectiva, CONACULTA – Intersecciones, 2002. p. 78.
[22] Max Weber, op. cit. 45.
[23] Antonio Annino, “Soberanías en Lucha”. En: Antonio Annino y François Javier Guerra, Coordinadores; Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo XIX. Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 153.
[24] Ibídem, p. 52.
[25] Ernest Renán, ¿Qué es una nación?, Porrúa, 1999, p. 45.
[26] Ernest Gellner, Pensamiento y Cambio, Siglo XXI, 1998, p. 82.
[27] Antonio Annino, op. cit. 154-155.
[28] Ibídem, p. 155-156.
[29] Ibídem, p.157-158.
[30] Ibídem, p.1 58.
[31] Pierre Bourdieu, Condición de clase y posición de clase. Paídos, 1995, p. 214.
[32] Ibídem, p. 160-161.
[33] Émile Durkheim, Escritos Selectos. Introducción y selección de Anthony Giddens. Buenos Aires: Nueva Visión, 1993, p. 5.
[34] Ibídem, p. 165.
[35] Ibídem, p. 166-167.
[36] Ibídem, p. 167-168.
[37] Ibídem, p. 172.
[38] Carlos Barbé, Identidad individual y colectiva, Siglo XXI, 1997, p. 23.
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